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En Pharmatekk (*), empresa líder en el sector de suministros médicos y odontológicos, los resultados estaban
siendo cada vez más difíciles de alcanzar. Cinco años atrás el Directorio de la empresa designó a Roberto
como nuevo Gerente General, con un mandato muy claro: ordenar la empresa, hacerla más eficiente e
incrementar el margen de ganancias. El diagnóstico era que la administración anterior había perdido el rumbo,
lo que explicaba la caída en participación de mercado. Roberto era reconocido por su gran capacidad de
gestión en lo financiero y su fuerte compromiso con los resultados.
Ante la situación, la gerente de Recursos Humanos de la empresa pidió ayuda especializada a consultores
externos, quienes se reunieron con ella y Roberto. La postura del Gerente General fue de desconcierto ante los
resultados. Él tenía una apreciación positiva de la convivencia interna y a su juicio se habían logrado avances
en la mejora de las remuneraciones y en los beneficios al personal, por lo cual se mostraba resignado a que no
habría forma de superar el descontento. En la reunión su enfoque enfatizó que era difícil mejorar más las
condiciones sin afectar las utilidades. El tono de la conversación fue de desánimo y la reunión se cerró con el
acuerdo de seguir atendiendo problemas específicos que impactaban en una próxima negociación sindical,
pero sin claridad acerca de un plan de trabajo más amplio.
Equipo en problemas
Ocho meses después, la empresa seguía enfrentando fuertes presiones competitivas. Roberto mantenía su
política de exigir esfuerzos adicionales en reducción de costos, mientras que el clima interno no daba señales
de mejora. Bastaron dos renuncias de gerentes importantes para que el Directorio exigiera acciones más de
fondo al Gerente General, especialmente en cuanto a la retención de talentos. Fue así como retomaron contacto
con los consultores externos, quienes recomendaron realizar un proceso de alineamiento y refuerzo al trabajo
en equipo con los gerentes. La metodología implicaba realizar entrevistas individuales y aplicar una encuesta
que permitiera objetivar las percepciones acerca de las fortalezas y aspectos débiles del equipo ejecutivo. En
una fase posterior se realizarían dos sesiones grupales para abordar como equipo los resultados y avanzar en
habilidades de liderazgo y coordinación. El énfasis estaba en apostar a un equipo potente como motor del
desarrollo de la compañía.
Al término de la etapa de entrevistas y antes de compartir los resultados del levantamiento con todo el equipo, el
Gerente General recibió al Consultor Jefe de la compañía asesora, a fin de revisar los resultados. Nuevamente,
las noticias no eran alentadoras. El equipo de gerentes identificaba mayoritariamente un problema de
desconfianza que tenía mucho que ver con el estilo de Roberto: se le veía como una persona tensa,
cuestionadora, excesivamente crítica, que rara vez reconocía logros, y que esencialmente no escuchaba. Para
agravar las cosas, él atravesaba por una crisis familiar muy fuerte que lo tornaba aún más irritable. En las
entrevistas también se hizo notar una crítica a su enfoque de negocio, que a juicio de algunos gerentes ponía
en riesgo la compañía, al dejar de invertir en desarrollo de procesos de negocio; y en cercanía con los clientes.
Su prioridad como Gerente general era mantener un fuerte énfasis en generar importantes ahorros en gastos
que aseguraran los resultados de corto plazo exigidos por el directorio.
Cuando el consultor entró a la oficina del Gerente General, éste lo saludó con cierta displicencia mientras
buscaba un papel. A los pocos segundos ingresó a la oficina un joven profesional a chequear un dato, ante lo
cual Roberto respondió molesto, sin alzar la vista. Le cuestionó que cómo era posible que no supiera resolver lo
que estaba consultando. El joven, dubitativo y nervioso, argumentó en base a la información de que disponía. El
gerente alzó la vista y permaneció en silencio por largos segundos y tras un suspiro le dijo “Mira, anda a
verificar el dato que te falta, no me hace sentido para nada lo que me traes”.
El joven salió de la oficina y comenzó la reunión del consultor. La reacción del gerente ante los datos no fue
muy distinta a la de meses anteriores con el estudio de clima, pero esta vez agregó una complejidad adicional:
la molestia que le implicaba que los temas que se levantaron en este diagnóstico de equipo no cuadraban con
su percepción del nivel de confianza en el nivel gerencial. Él tenía la idea de que había cercanía y sinceridad
con sus colaboradores directos, por lo que lo desconcertaba que las críticas profundas no le fueran expuestas
antes. A juicio del consultor, ése era justamente un punto central del diagnóstico: la cabeza del equipo
generaba temor, y, lo que es peor, no era capaz de reconocer que la respuesta que obtenía de su equipo era
una consecuencia esperable de su propia conducta.
Gestión del Cambio Organizacional
Las dos caras de la Luna
En medio de la conversación con el consultor, ingresó nuevamente el joven profesional y se produjo otra tensa
interacción. Ante este nuevo altercado, el consultor le señaló al gerente que la relación con el joven
ejemplificaba lo que generaba su estilo en el equipo. El Gerente guardó silencio, como evaluando la situación y
se quejó de la “piel delicada” de quienes le rodeaban, argumentando que él era hijo de una escuela dura, que
se enfocaba en hacer lo correcto, y no estar todo el tiempo pendiente de las sensibilidades por cosas
secundarias. La conclusión del consultor fue que se trataba evidentemente de un caso difícil. De todas maneras,
las fichas estaban echadas y definieron una fecha para una sesión de dos días de “Team Building” con los
gerentes.
Cambio en el equipo
Cuatro meses después de la sesión de Desrrollo de Equipo o Team Building, Roberto renunció a su cargo. La
mayoría de los colaboradores en la empresa no creyó que se trataba de una renuncia; los problemas internos
sugerían más bien un despido. Los más cercanos supieron que el ejecutivo simplemente se cansó de tanto
cuestionamiento y una vez que confirmó ciertas objeciones de fondo a su estilo y resultados en el directorio,
puso su cargo a disposición. Curiosamente, a la par de sensaciones de alivio y esperanza, se hicieron
evidentes gestos de apoyo y empatía con el Gerente General. Varias personas interpretaron dichas reacciones
como muestras de solidaridad con su situación personal más que gestos de verdadera adhesión a su legado y
perfil como líder.
Roberto se quedó por dos meses y en las últimas semanas facilitó el traspaso del cargo a su sucesor. Emilio, el
nuevo Gerente General, ya había trabajado en la compañía años atrás como cabeza del área comercial, y
retornaba después de liderar por cinco años otro negocio del grupo de empresas asociadas a Pharmatekk. Se
trataba de un ejecutivo con un perfil muy diferente a su antecesor. Era reconocido por dar gran prioridad al
ambiente de trabajo y fomentar el empoderamiento de los equipos. Su perfil era marcadamente emprendedor,
caracterizado por cierta agresividad comercial que se expresaba en autoasignarse fuertes metas de
crecimiento. Claramente, su perfil no era el de un administrador que priorizara ahorro en costos. Todo lo
contrario, apostaba a la inversión y al crecimiento.
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