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5.

4 La medición de conceptos criminológicos a través de encuestas

o El proceso de medición: conceptos y variables


o Reglas básicas de medición
o Variables nominales, ordinales y de intervalo
o La operacionalización de conceptos abstractos
o Las variables en la investigación cuantitativa
o Actividad:
o Validez y fiabilidad
o Aprende con las lecturas transversales
o Para saber más

El proceso de medición: conceptos y variables1

En una investigación social de carácter cuantitativo tratamos de dar respuesta a nuestros objetivos a través de
obtener datos de las unidades que forman la población o muestra relativos a una propiedad o rasgo medible.
A estos rasgos medibles se les denomina variables y al proceso por el cual transformamos los conceptos de
nuestra investigación en variables se le denomina proceso de medición u operacionalización. Un mismo
concepto de investigación puede medirse de diferentes maneras y, por ello, este proceso de medición debe
atender a una serie de reglas básicas para asegurar la validez (pertinencia de la información) y fiabilidad
(estabilidad de la información) de los datos y, por lo tanto, de los resultados de su análisis. Las variables
resultado de ese proceso pueden ser de diferente tipo según como se haya preguntado por ellas y basándose
en su nivel de medida; entonces, se habla de variables nominales, ordinales y numéricas (de intervalo o
razón). Uno de los objetivos principales del análisis cuantitativo de datos que veremos en la asignatura es el
de relacionar dos variables (análisis bivariable). El lugar que ocupa una variable en una supuesta relación la
clasifica como independiente (la que puede influir en otra u otras), dependiente (la que recibe la influencia de
otra u otras) y de control (la que puede intervenir en la influencia entre otras variables). De todas estas
cuestiones se ocupa este tema a continuación

La noción de variable remite a la cuestión de qué información se recoge en una investigación. Se refiere a
los rasgos o características que poseen los elementos de una población que interesa estudiar. Los elementos
de la población constituyen las unidades de análisis una noción que, por tanto, podría decirse que constituye
la respuesta a la siguiente cuestión: de quiénes se recoge información. Finalmente, en todo estudio se
recoge una serie de datos relativos a un conjunto de elementos en relación con un determinado momento en
el tiempo.

Por ejemplo, si una investigación pretende conocer cuál es la valoración que los ciudadanos de un país hacen
de su administración de justicia, dicha valoración será la variable de estudio mientras que las unidades de
análisis serán cada una y uno de los ciudadanos de ese país. Y lo son tanto si se puede estudiar a todo ese
universo o sólo a una parte o muestra del mismo. Los datos resultantes reflejarían finalmente la opinión que
la ciudadanía tiene sobre la justicia en un determinado momento en el tiempo.

Pongamos otro ejemplo, si queremos comparar la evolución de la delincuencia en un determinado país


durante los últimos veinticinco años podríamos basarnos en los resultados de una serie de encuestas de
victimización. El hecho de haber sido víctima de un delito, el tipo de delito sufrido, si se interpuso o no
denuncia por ello, etc., serían las variables de estudio. Las encuestas de victimización se realizan a muestras
representativas de la población. Las personas que forman parte de dicha población serían, por tanto, las
unidades de análisis que, además, habrían sido

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Este texto pertenece al libro Introducción al análisis de datos cuantitativos en Criminología (Pozo, Navarro, López y Caro, 2013).
Reproduce el contenido de las páginas 56 a 65 y 69-71 del citado libro.

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encuestadas en un determinado momento y, sobre todo, en relación con un determinado periodo de tiempo
al que se entiende que harían referencia las variables estudiadas (¿ha sido ud. víctima de un delito de...
en el último año?). En este sentido, las cifras resultantes de ese estudio supondrían la estimación de cuántas
personas fueron víctimas de ciertos delitos en un determinado año. Si dicha cifra ha sido obtenida repetidas
veces en los últimos veinticinco años (o en referencia a varios años de dicho periodo), podría estudiarse la
variación en el tiempo de la victimización.

Retomando la noción central de variable, podría decirse que dicho término, variable, alberga dos
dimensiones. En primer lugar, es todo rasgo o característica que poseen los elementos de una población. Se
refiere como concepto a una propiedad en la que los miembros de un grupo son iguales o difieren unos de
otros, es decir, que varían. En este sentido, una persona puede tener una opinión sobre la administración de
justicia igual o diferente a la de otra, o valorarla mejor o peor. Asimismo, una capital puede presentar una
mayor victimización entre sus habitantes que otra. Es más, en este último caso podríamos hasta precisar
cuántos puntos de un índice o tasa de victimización separan a una capital de otra, incluso hablar del
promedio de victimización entre el conjunto de capitales de provincia de un país. “Entendemos por variable
toda característica o dimensión de un individuo u objeto susceptible de adoptar distintos valores o nombres
(técnicamente hablaremos de categorías)” (Sánchez Carrión, 1999: 28).

Esta definición ya lleva implícita una segunda dimensión del concepto, la que remite al hecho de que las
variables representan la información que se recoge de las unidades de análisis. A la recogida de información
sobre distintas variables es a lo que en investigación social cuantitativa se denomina medición.

Medir consiste en asignar valores o categorías a las características de las unidades de estudio (Cea
D`Ancona, 1999: 126). La medición se hace siguiendo ciertas reglas que, en su aplicación, van a determinar
el tipo de variable de la que estemos hablando.

Reglas básicas de medición

Partimos de la idea de que las propiedades, rasgos o conceptos implícitos en un estudio o en una evaluación
no suelen ser medibles de forma directa (Cea D’Ancona, 1999). Para hacerlos medibles hemos de definirlos
con precisión, sin ambigüedad y de forma operativa hasta llegar a traducirlos en su expresión medible, es
decir, en una variable. Desde esta perspectiva, una variable es el resultado de la operacionalización de un
concepto o rasgo de una unidad de análisis, es decir, su expresión medible. Este apartado está dedicado,
concretamente, a señalar algunas características y reglas básicas relacionadas con este proceso de
transformación.

En relación a las etapas de una investigación, esta tarea de plantear esa expresión medible de los conceptos o
rasgos implícitos en una investigación social constituye una fase intermedia en el proceso de investigación
que se sitúa antes de la recogida de información y después de que se haya determinado y formulado el
problema de estudio (Cea D’Ancona, 1999). Concretamente, esta tarea debe desarrollarse teniendo en cuenta
la revisión que hagamos del conocimiento disponible sobre el tema en estudio, lo que en investigación social
se denomina marco teórico o composición del estado de la cuestión.

Sin embargo, según la fuente de información utilizada en nuestra investigación, nuestra tarea respecto a la
medición de estos conceptos será diferente. Es decir, en el caso de acudir a fuentes secundarias como, por
ejemplo, las estadísticas oficiales, parece lógico pensar que la información que obtenemos se circunscribe a
una manera ya determinada de medir una propiedad o rasgo. En estos casos, por un lado, es crucial conocer
en profundidad cómo se ha medido dicha propiedad: la definición concreta de su expresión medible o cómo
se ha obtenido dicha información (si ha sido a través de preguntas escritas o realizadas por un
entrevistador/a, cuál ha sido el enunciado de las preguntas, en su caso, etc.). Por otro lado, debemos valorar
si este modo de medir dicha propiedad responde a las necesidades y exigencias de nuestra investigación.

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En el caso de que seamos nosotros los que realicemos una encuesta (utilizando así fuentes primarias),
tendremos que ser también nosotros quienes debamos construir estas variables medibles y su expresión en
forma de pregunta. Este apartado se centrará principalmente en una serie de cuestiones básicas a tener en
cuenta en este proceso que nos resultará de especial utilidad para desarrollar el proceso de medición en
estudios o evaluaciones que recurren a la encuesta, pero también para entender la importancia que tiene que
conozcamos este proceso en el caso de evaluaciones basadas en fuentes secundarias.

De entrada, no existe una correspondencia biunívoca entre concepto y variable, es decir, existen diferentes
maneras de medir un concepto. Si queremos medir el “nivel cultural” de un individuo podemos hacerlo, por
ejemplo, a través de la formación reglada que ha recibido o de su consumo de bienes y servicios culturales o
del número de libros que lee al año, etc. (Corbetta, 2007). Además, este proceso de medición u
operacionalización tiene diferente grado de complejidad, es decir, puede ser más o menos complejo en
función de la generalidad o especificidad del concepto o rasgo a medir o, dicho de otra forma, de lo abstracto
o concreto que este concepto sea.

Buena parte de los conceptos que pueden interesarnos en un estudio o investigación tienen un elevado grado
de complejidad. Para entender mejor esto imaginemos que tenemos que llevar a cabo la evaluación de un
Plan de Seguridad Pública y que este pretende establecer una relación entre el sexo de las personas y el
aumento o descenso de su sentimiento de seguridad o miedo a la delincuencia tras la implementación del
citado programa. Para esta evaluación debemos, al menos, hacer medibles los conceptos sexo y miedo al
delito. El primero es un concepto específico y concreto, por lo que su medición no conlleva gran
complejidad. Sin embargo, la transformación en variable o variables del concepto miedo al delito si se
plantea más compleja, por lo abstracto y general del propio término.

Otra cuestión importante es que a todo proceso de medición u operacionalización se le suponen — y, por lo
tanto, se le exigen— dos propiedades: validez y fiabilidad. En primer lugar, la validez hace referencia a una
cuestión importantísima en el diseño de toda evaluación basada en métodos cuantitativos, que es la de
asegurarse de que entre las variables elegidas y los conceptos que queremos medir hay una relación clara, es
decir, que el procedimiento utilizado mida lo que realmente quiere medir. En segundo lugar, la fiabilidad es
la cualidad que permite que cada vez que se mida un concepto en una unidad de análisis (un individuo, un
caso) se produzca siempre el mismo resultado clasificatorio (Latiesa, 1994).

Los individuos o los objetos toman diferentes valores o nombres ante las distintas variables (Sánchez
Carrión, 1999), Cada valor o nombre en el que se puede clasificar a individuo u objeto ante una variable se
denomina categoría. También en relación a ellas se establecen determinadas normas. Se exige de las
categorías de una variable que sean exhaustivas y excluyentes. Categorías exhaustivas, en el sentido de que
estén todas las que pueden encontrarse, es decir, que puedan clasificarse todas las unidades de análisis entre
alguna de sus categorías. Por ejemplo, si ante la variable número de hijos ofrecemos las categorías: 1, 2, 3, 4-
6, 7-10 y más de 10, no estamos siendo exhaustivos, pues dejamos sin poder clasificar a las personas que no
tienen ningún hijo. Igualmente, las categorías de una variable deben ser excluyentes en el sentido en que
cada unidad sólo pueda ser clasificada en una sola categoría, que las categorías estén definidas sin
ambigüedad. Además, es necesario que solo se use un principio clasificatorio. Tener muy presente el
establecimiento de clasificaciones excluyentes y regidas por un único principio clasificatorio resulta
fundamental de cara a la recogida de datos. Por ejemplo, si se pretende medir a una muestra de personas
beneficiarias de un programa por su procedencia geográfica, no podemos utilizar categorías como Polonia,
España, Europa, Colombia y América Latina. Estaríamos utilizando categorías no excluyentes, puesto que
una persona de procedencia colombiana se encontraría en dos categorías al mismo tiempo. Y además,
estaríamos refiriéndonos a dos variables diferentes en relación con el rasgo lugar de procedencia, a la
variable País, por un lado, y a la variable Zona o región del mundo, por otro.

En la recogida de información mediante cuestionarios es importante tener en cuenta dos cuestiones. En


primer lugar que variable y pregunta son, por lo general, pero no siempre, cosas equiparables.

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La mayoría de los estudios de victimización o de autodenuncia y la generalidad de los estudios sobre miedo
al delito están basados en encuestas. Como técnica fundamental de la investigación criminológica, la
encuesta se basa en la recogida de información mediante un conjunto estandarizado de preguntas
denominado cuestionario.

Los datos de encuesta proceden de las respuestas que se ofrecen a las distintas preguntas del cuestionario.
Por regla general, una variable se mide a través de una pregunta, es decir, cada pregunta del cuestionario
suele ser una variable de estudio. Pongamos un ejemplo, el Observatorio de la Delincuencia de Andalucía
viene realizando encuestas de victimización en las capitales andaluzas. Lo hace mediante la aplicación de la
Encuesta Internacional de Víctimas de Delitos (ICVS según sus siglas en inglés), un cuestionario
desarrollado por Naciones Unidas para el estudio comparado de la delincuencia. En él se formulan preguntas
como la siguiente:

35. En los últimos cinco años, ¿a usted o a alguien de su casa le han robado el
coche? Por favor, tómese su tiempo para pensarlo

1. Sí
2. No
3. No sabe

En este sentido, pregunta y variable pueden equipararse. Pero esto no siempre es así. Fijémonos en la
siguiente pregunta recogida en las citadas encuestas de victimización del Observatorio de la Delincuencia de
Andalucía a partir, en este caso, de una adaptación de la Encuesta de Seguridad Pública de Cataluña.

318. Puntúe de 0 a 10 los siguientes aspectos de los cuerpos policiales (0


pésimo, 10 excelente)

Policía Local Policía Nacional Guardia Civil


1. Formación y preparación
2. Trato recibido
3. Eficacia de sus funciones
4. Valoración global

Aunque, por su enunciado, la pregunta parece única, a la persona se le está preguntando hasta por cuatro
aspectos diferentes que debe valorar para tres cuerpos policiales distintos. En este caso, lo que parece una
sola pregunta contiene hasta doce variables distintas, a saber, puntuaciones de 0 a 10 para cuatro aspectos
distintos de tres cuerpos policiales diferentes.

La forma de medir una variable a través de una encuesta es recurriendo a su formulación como pregunta.
Precisamente por eso, dependiendo de la forma en que preguntemos, estaremos midiendo una variable de
una manera (lo que hemos llamado nivel de medida) o de otra, es decir, obtendremos un tipo de variable u
otro. Esto es importante ya que de ello depende que puedan realizarse o no ciertos análisis estadísticos
(Portilla, 2004: 26). Por tanto, la segunda cuestión importante a tener en cuenta a la hora de medir variables
mediante cuestionarios es que una variable puede ser medida, es decir, preguntada, de diferentes formas.

Ya dijimos que toda variable tiene dos dimensiones, una es su contenido sustantivo, esto es, en lo que
consiste como característica o rasgo que puede poseer toda unidad de análisis, y la otra es su “medibilidad” o
propiedad de ser medida (y serlo mediante una escala nominal, ordinal o numérica). Ahora bien, y como
acabamos de exponer, en investigaciones por encuesta resulta evidente el hecho de que existen rasgos o
aspectos por los que puede preguntarse de diferente forma, como si admitieran más de un nivel de medida.
Por eso, serán nuestros objetivos de investigación quienes guíen las decisiones relativas a cómo llevar a cabo
la medición.

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A partir de algunas variables podremos establecer cálculos, por ejemplo, la media aritmética, mientras que
con otras sólo podremos determinar el número o la proporción de casos que pertenecen a sus diferentes
categorías. Por esa razón se habla tanto de tipos de variables como, paralelamente, de niveles de medición.
Dicho de otra forma, con independencia de lo que signifiquen (se trata de rasgos o propiedades que poseen
las unidades de análisis), en la práctica, no se habla de variables si no es en relación con su medición. Se
habla así de nivel o escala de medida. Este nivel puede ser nominal, ordinal o numérica.

Variables nominales, ordinales y de intervalo

La forma de medir una variable a través de una encuesta es recurriendo a su formulación como pregunta.
Precisamente por eso, dependiendo de la forma en que preguntemos, estaremos midiendo una variable de
una manera o de otra, es decir, obtendremos un tipo de variable u otro según su nivel de medida. Si
retomamos el concepto de variable, recordaremos que toda variable tiene dos dimensiones, una es su
contenido sustantivo, esto es, en lo que consiste como característica o rasgo que puede poseer toda unidad de
análisis, y la otra es su ≪medibilidad≫ o propiedad de ser medida y serlo a un nivel de medida u otro. Como
acabamos de exponer, en investigaciones por encuesta resulta evidente el hecho de que existen rasgos o
aspectos por los que puede preguntarse de diferente forma y, por ello, también pueden admitir más de un
nivel de medida.

Esta cuestión es importante, ya que de ello depende que puedan realizarse o no ciertos análisis estadísticos
(Portilla, 2004: 26). Por ejemplo, a partir de algunas variables podremos establecer cálculos como la media
aritmética, mientras que con otras solo podremos determinar el número o la proporción de unidades o casos
que pertenecen a sus diferentes categorías u opciones de respuesta. En definitiva, podemos decir que cada
tipo de variable permite posibilidades diferentes de análisis estadístico. Por eso, serán nuestros objetivos de
investigación quienes guíen las decisiones relativas a cómo llevar a cabo la medición. En función de cómo
hayamos medido las variables de estudio podremos efectuar esta comparación clasificando nuestros casos,
ordenándolos, o atribuyéndoles valores numéricos. Se habla así de nivel o escala de medida y este nivel
puede ser nominal, ordinal y de intervalo o razón.

La medición de una variable (a nivel) nominal implica simplemente el proceso de denominar o etiquetar,
esto es, de clasificar los casos dentro de categorías y contar la frecuencia con la que cada categoría ocurre.
Ejemplos de este tipo de variables son la nacionalidad de una víctima o de un delincuente, o el tipo de delito
cometido o del que se ha sido víctima. Este nivel de medida permite solo la clasificación. No podemos
ordenar; no se tiene mayor o menor grado de nacionalidad. Tampoco es posible cuantificar la diferencia
existente entre las categorías, ya que estas no pueden expresarse numéricamente. Únicamente podemos
establecer relaciones de equivalencia de cada unidad de análisis con respecto al conjunto de categorías con la
que se nos presenta en la realidad una determinada característica. Por ejemplo, se tiene una nacionalidad
determinada y, en virtud de ese rasgo, una persona solo puede ser igual o diferente a otra persona. El sexo de
una persona o la provincia en la que reside constituyen también ejemplos de variables nominales.

Una variable (a nivel) ordinal es aquella cuya medición permite no solo clasificar los casos en categorías
sino hacerlo en términos del grado en que se posee la característica en cuestión. Ejemplos de este tipo de
variables serian la categoría profesional de los efectivos policiales de un país, su nivel de estudios, o la
valoración que la ciudadanía hace de la labor de la policía en términos de muy mala, mala, buena o muy
buena. Nótese que se trata de rasgos que, por su naturaleza o contenido sustantivo, remiten a la idea de
posición o grado. Es más, rasgos tales como nivel educativo, nivel socioeconómico o grado de acuerdo,
suelen contener el termino nivel o grado en su denominación. A través de una medida ordinal podemos
establecer relaciones de equivalencia y orden, pero no expresar la magnitud de las diferencias entre las
categorías. No podemos precisar cuanta diferencia hay entre unas y otras. Solo podremos determinar que se
pertenece a una categoría o a otra y que, en función de dicha pertenencia, se posee la variable en mayor o
menor grado, o que se ocupa una posición más alta o baja en la escala, pero no cuánto vale numéricamente

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esa posición ni a que distancia exacta —numérica— esta de otra. Eso es lo que permite precisamente el
siguiente nivel de medida.

La medición de variables (a nivel) de intervalo consiste en la asignación de valores numéricos a las


características de las que se recoge información. Se indica con ello tanto el orden de las categorías como la
distancia exacta entre ellas. A este tipo de variables también se les denomina variables numéricas, de rasgos
que se expresan numéricamente. Ejemplos de este tipo de variables son la edad o el número de años de
condena expresados por sentencia judicial.

En resumen, el nivel de medición que admiten caracteriza a las variables de tal modo que podemos
clasificarlas como nominales, ordinales o numéricas (de intervalo o de razón). A veces se utilizan otras
denominaciones para clasificar a las variables de acuerdo con la forma en que se miden. Así, podemos
encontrar a las variables nominales y ordinales calificadas como cualitativas, categóricas o no métricas, y a
las variables de intervalo y de razón denominadas variables cuantitativas o métricas (Cea D’Ancona, 1999:
129).

La operacionalización de conceptos abstractos

El proceso de medición u operacionalización de los conceptos o rasgos a estudiar en una investigación social
puede ser más o menos complejo según el grado de abstracción o generalización de dicho concepto. En
investigación social, generalmente, estos conceptos tienen un alto nivel de abstracción. Pues bien, en estos
casos la operacionalización se hace más compleja y requiere del conocimiento de una serie de técnicas que
pueden facilitar la tarea de traducir estos conceptos teóricos y abstractos en variables susceptibles de ser
medidas u observadas.

Imaginemos que uno de los aspectos de la población caracterizada por la diversidad étnico-cultural y
destinataria de un programa de salud sexual y reproductiva que interesa observar a través de una encuesta es
el de su religión (porque se quiere estimar la relación que podría existir entre la religión de las personas y su
participación en ciertas medidas del programa). Obviamente, el de religión es un concepto complejo, lleno de
dimensiones o aspectos desde el que puede hablarse de él. Si queremos estudiar la religión de (o en) un
conjunto de personas debemos reconocer que, como concepto, religión es algo difícilmente observable.
Debemos definirlo descomponiéndolo en dimensiones para poder medirlo en la realidad cotidiana. Cuando
ponemos en relación religión e individuo nos surgen varias dimensiones o facetas. Podemos definir religión
como conjunto de creencias con el que un individuo establece una relación de identificación o militancia. Y
también podemos definir religión como conjunto de normas y orientaciones para la conducta, e incluso como
conjunto de prácticas y ritos de culto.

Si, por ejemplo, consideramos relevante para nuestro estudio el observar o medir la religión de los individuos
en relación con la primera y la tercera de estas facetas o dimensiones del concepto religión, tendremos que
disponer una medición diferente para cada una de ellas. No podemos obtener información de las dos facetas
en una misma operación de medida como es una pregunta en un cuestionario. Visto desde otro ángulo, no es
correcto medir a un grupo de personas según su religión considerando categorías como católico, protestante y
asiste a misa con regularidad. Las dos primeras categorías responderían a una dimensión del concepto
religión, la que podemos equiparar a confesión religiosa. La tercera pertenecería a la dimensión del concepto
religión que podemos equiparar a práctica religiosa. De cara al diseño de una encuesta estamos ante dos
variables distintas (del Val, 2009). Además, estaríamos ante variables susceptibles de ser medidas con
diferente nivel de medidas, o, lo que es lo mismo, ante variables de distinto tipo. Así, por un lado,
clasificaríamos a un conjunto de casos de acuerdo con su confesión religiosa (variable nominal), mientras
que, por otro, ordenaríamos un conjunto de casos en función del grado o intensidad con la que se practica esa
confesión (variable ordinal).

Haremos a continuación una síntesis de cuáles deben ser las fases o etapas de toda operacionalización.
Asimismo, expondremos un ejemplo que ilustra cómo cada estudio o investigación comporta problemas, y el
hallazgo de posibles soluciones, de operacionalización.

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Los conceptos teóricos o abstractos deben traducirse en variables susceptibles de ser medidas u observadas.
Esto se hace mediante su definición operativa. Al proceso de traducción de constructos teóricos a variables
observables se le llama operacionalización. Para llevarlo a cabo deben darse cuatro pasos o fases (Cea D
´Ancona, 2004):

 Representación teórica del concepto, de forma que queden reflejados sus rasgos definitorios.
 Especificación del concepto mediante su descomposición en diferentes dimensiones o aspectos
relevantes.
 Selección, para cada una de esas dimensiones, de una serie de indicadores (variables empíricas), que
expresen la extensión que alcanza la dimensión en los casos que se van observar.
 Diseño del proceso mediante el que finalmente se asociará la información recogida a través de
indicadores con el concepto teórico.

Esto último se realiza mediante la construcción de índices. A cada indicador se le asigna un peso o valor de
acuerdo con su importancia. A partir de esos valores se confecciona un índice, es decir, una medida común
que agrupa a varios indicadores de todas las dimensiones o de una misma dimensión operacionalizada
numéricamente.

Ejemplo: Operacionalización de “consumo de drogas”

Una investigación abordó la relación entre consumo de drogas y comportamiento delictivo en adolescentes
(Otero-López, 1997). Dicha investigación puso especial cuidado en la definición operativa de estos dos
conceptos. En el caso del consumo de drogas la operacionalización se llevó a cabo mediante la identificación
de distintas facetas desde la que es susceptible medir u observar dicho concepto en una persona. Teniendo en
cuenta que la recolección de datos se llevó a través de cuestionario autoadministrado, las mediciones se
basaron en preguntas relativas a:

a) si se consumía o no un conjunto de sustancias (tabaco, alcohol, cannabis, heroína, cocaína,


alucinógenos, tranquilizantes, anfetaminas e inhalantes)
b) y la frecuencia con la que se producía dicho consumo (mediante las categorías de respuesta: “nunca
la he tomado”, “1 ó 2 veces”, “algunas veces al año”, “varias veces al mes”, “varias veces a la
semana” y “todos los días”).

Tras la medición de estos indicadores (es decir, tras aplicar el cuestionario), y con el fin de permitir un
análisis detallado de la implicación de los adolescentes en el consumo se optó (ya en la fase de análisis) por
agrupar en sólo tres a las cinco categorías de la variable frecuencia de consumo, teniéndose también en
cuenta para ello el tipo de sustancia consumida, diferenciando entre drogas “legales” (alcohol y tabaco) y el
resto:

Drogas “legales” Frecuencia de consumo Resto de sustancias


(alcohol y tabaco)
No consumo “Nunca la he tomado” No consumo
“1 o 2 veces” Consumo ocasional
Consumo ocasional “algunas veces al año”
“varias veces al mes” Consumo habitual
Consumo habitual “varias veces a la semana”
“todos los días”

Finalmente, y de acuerdo con la literatura especializada en consumo de drogas entre adolescentes, se decidió
construir un “Índice de involucración en el consumo” que señalaba la progresión en el consumo a través de
una serie de cuatro etapas o fases. Así, en función de las categorías de las

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variables “tipo de sustancia”, y a partir de su consumo habitual, a cada sujeto pudo asignársele un valor del
índice comprendido entre 0 y 3 (Otero-López, 1997).

Valor 0: no consumo de sustancia


Valor 1: consumo sólo de drogas legales
Valor 2: consumo de cannabis
Valor 3: consumo de otras drogas ilegales (distintas al cannabis)

Veamos paso a paso y esquemáticamente como se recorrieron en esta investigación los cuatro pasos o fases a
través de los que, como se ha mencionado, se lleva a cabo el proceso de operacionalizacion de un concepto,
el de consumo de drogas.

1) Se partió de una representación del concepto en que quedaron reflejados como rasgos definitorios que las
drogas son un determinado tipo de sustancias cuyo consumo produce adicción y en el que cabe hablar de una
serie de etapas o pasos mediante el que la persona se va involucrando cada vez mas en dicho consumo, tanto
en términos de la frecuencia (de esporádica a habitual), como del tipo de sustancia (de toleradas a prohibidas,
de blandas a duras, de menos a mas adictivas, o agresivas en términos psicofísicos).

2) Fue posible descomponer dicha definición en diferentes dimensiones o aspectos relevantes: consumir
drogas supone tomar determinadas sustancias y hacerlo con una determinada frecuencia.

3) Cada una de estas dimensiones se convirtió en medible mediante su asociación con indicadores (que no
son sino los aspectos medibles mediante los que puede hablarse de esa dimensión en un individuo). De esta
manera, resultó posible observar en cada caso si consumía o no una serie de sustancias. Y, también, resultó
posible preguntar a cada persona con qué frecuencia consumía cada una de esas sustancias.

4) El último paso o fase del proceso de operacionalización consistió en asociar la información recogida
mediante indicadores con la definición dada del concepto (teórico). Esto es lo que se realiza mediante la
construcción de índices. Para ello, se clasificaron las distintas sustancias en tres categorías teniendo en
cuenta su situación legal y su “dureza”: drogas legales, cannabis y resto de sustancias ilegales. Se relacionó
la frecuencia de consumo con el tipo de sustancia estableciendo la consideración de consumo habitual de
forma distinta para unas y otras. Y, finalmente, mediante la construcción de un índice que tomaba en
consideración todo lo anterior, se pudo hablar de los individuos en función de que estuvieran más o menos
involucrados en el consumo de drogas, de que estuvieran situados en una u otra etapa.

Fases de la operacionalización de conceptos abstractos aplicadas al consumo de drogas

Las cuestiones relacionadas con la operacionalización alcanzan también a decisiones respecto a cómo medir
una única variable. Prestemos ahora atención, a través de otro ejemplo, a las

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alternativas de medición que permite la encuesta. En un estudio de opiniones y actitudes, y situados frente a
la variable valoración de la administración de justicia, se podría optar por hacerla medible a través de
una pregunta en el cuestionario que dijera: “En estos momentos, ¿considera usted que la labor de la
Administración de Justicia es muy mala, mala, buena o muy buena?” En función de su respuesta, cada
persona encuestada sería clasificada en una de esas cuatro categorías. Habríamos efectuado una medición
ordinal de la variable o, dicho de otro modo, habríamos operacionalizado la variable identificándole como
indicador, como expresión medible, una escala de cuatro posiciones. Pero también podríamos efectuar una
medición numérica de la valoración que la ciudadanía hace de la labor de la Justicia: “En estos momentos,
mediante una escala de 0 a 10, dígame con qué puntuación valora usted la labor de la
Administración de Justicia”. En el caso de la opinión es posible plantearse distintas alternativas a la hora
de su operacionalización. Son varias las escalas que pueden utilizarse para indicar una opinión determinada.
A todos los efectos, con estos dos ejemplos estamos ante dos formas de medir diferentes y, por ende, ante
dos indicadores distintos. La utilización de uno u otro como medida de la variable opinión sobre la justicia
conllevaría distintas posibilidades de explotación estadística.

En cualquier caso, si se opta por utilizar escalas numéricas como las de este último ejemplo debemos ser
consecuentes, siguiendo a García Ferrando (1994: 39), con el hecho de que estamos midiendo como
cuantitativo un rasgo (la valoración de un objeto sociopolítico como es la administración de justicia) que
pertenecería más bien al nivel ordinal o incluso al nominal. Aunque es un tema que antecede al análisis
estadístico, conviene tener presentes los sesgos que pueden introducirse al pretender analizar con métodos
estadísticos propios de las variables netamente cuantitativas, datos que, por su naturaleza, pertenecen al
ámbito de lo cualitativo. Los resultados obtenidos en estos casos deben interpretarse con prudencia, de forma
limitada y aproximada. Es cierto que recabando valoraciones mediante una escala de 0 a 10 obtenemos una
medida numérica y, por tanto, estadísticamente más versátil ya que con ella será posible calcular, por
ejemplo, puntuaciones medias. Pero, debemos ser conscientes de que nunca podremos tener la certeza de que
todas las personas encuestadas traduzcan las distintas posiciones de la escala numérica de la misma manera.
Aunque cabe pensar que a lo largo de nuestras vidas hayamos estado en contacto con ese tipo de escalas
numéricas de calificación (pensemos por ejemplo en las notas de un examen escolar), no podemos estar
seguros que todos entendamos o estemos diciendo lo mismo cuando le concedemos a un objeto como es la
administración de justicia puntuaciones como 5 o 7.

En suma, debemos saber que es una tarea esencial en el proceso de investigación cuantitativa tener muy claro
este tipo de cuestiones relacionadas con la operacionalización de conceptos y la medición mediante
cuestionarios.

Las variables en la investigación cuantitativa

El número de variables que vamos a medir en una investigación puede ser muy amplio. Ello tendrá que ver
con la determinación que se haya efectuado del tema de estudio, los objetivos de investigación, las cuestiones
a las que se quiere dar respuesta y el diseño de la investigación, etapas todas ellas que, como ya se ha
mencionado, no se tratan aquí por anteceder a la recogida de información y, por ende, a su análisis.

Desde el enfoque cuantitativo puede decirse que la investigación consiste en construir medidas de
determinadas variables y luego profundizar en las asociaciones que se dan entre ellas (Del Val, 2009: 265).
Todas las operaciones estadísticas se hacen a partir de variables, estudiándolas de una en una (análisis
univariable) o pretendiendo determinar la relación que se establece entre dos (análisis bivariable) o más de
dos (multivariable). El hecho de que la búsqueda de relaciones entre variables constituya un impulso básico
en toda investigación hace necesario que se aborde el tema de la clasificación de las variables según el papel
que cumplen en la investigación

En este sentido, las variables pueden ser de tres tipos: independientes, dependientes y de control. Las
variables independientes son aquellas que pueden ejercer influencia en otras variables, de ahí que a veces
también se les denomine como predictoras; lo que se quiere descubrir o calibrar en una investigación es
precisamente su influencia sobre otras variables (ibíd.: 290). Las variables

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dependientes son las variables a explicar; buscar que influencias les producen efectos es lo que da origen o
fundamenta una investigación. Estas variables dependientes son aquellas de las que pretendemos averiguar si
su valor o expresión depende del que tomen una o varias variables independientes. Por último, se llaman de
control o intervinientes a aquellas que sirven para controlar influencias que tienen lugar en la relación entre
dos o más variables. Tener en cuenta a las variables de control resulta imprescindible. Si una variable influye
en otras dos, estas últimas aparecerán necesariamente relacionadas, y no porque lo estén entre sí, sino porque
sobre ambas influye aquella tercera.

Imaginemos de nuevo que estamos llevando a cabo un estudio de la opinión de la ciudadanía sobre la
Administración de Justicia. Lo lógico es que no solo nos interese conocer cuál sea esta valoración, sino
también poder relacionar esas opiniones con características de la ciudadanía como pueden ser, entre otras
muchas, el sexo de la persona, su edad, la comunidad autónoma de residencia o el hecho de haber tenido o no
contacto con la instancia judicial y cual haya sido este. Es decir, que estaríamos interesados en conocer si
dicha valoración (variable dependiente) varia de unas personas a otras en función de la edad o el sexo
(variables independientes). Pero puede ocurrir que sexo (por ejemplo, ser hombre) y edad (por ejemplo, tener
más de 50 años) estén en realidad relacionadas con una mayor o menor experiencia o contacto con la
Administración de Justicia, y ser esta variable —la experiencia o contacto con la Administración de Justicia
— la que esté haciendo aparecer relacionadas sexo y edad con la valoración que se tenga de la justicia
cuando, en realidad, es la mayor o menor experiencia previa la que influye sobre todas ellas. De ahí la
importancia de utilizar esta última como variable de control.

En el marco del análisis de relaciones entre variables, esta casuística denominada correlación espuria— se
expondrá con detenimiento en el primer epígrafe del capítulo cuarto del manual. Es importante aclarar que
esta clasificación de las variables se circunscribe al análisis de una relación concreta entre variables. Es decir,
una variable es considerada independiente o dependiente con respecto a una relación dada entre dos
variables.

Por ejemplo, podría ser lógico pensar que el nivel educativo de una persona influye en su ocupación
profesional, pero igualmente parece lógico afirmar que el nivel educativo de una persona pueda estar
condicionado por el nivel educativo de sus padres o tutores. En este sentido, una variable, como por ejemplo
el nivel educativo, no es de por si independiente o dependiente sino en función de una relación concreta.
Asimismo, cabe aclarar que ciertas variables, como el sexo o la edad, se las considera siempre como
independientes por su naturaleza. En cualquier caso, las nociones de variables dependientes, independientes
y, sobre todo, de control, remiten al análisis estadístico relacional o dedicado a la búsqueda de relaciones
entre variables (bivariable y multivariable). Y habrá estudios en los que no esté claro cuáles son las variables
dependientes, las independientes y cuales pueden o deben adoptarse como de control. En estos casos, resulta
clave el contacto cualificado con el problema que proporciona la revisión de la literatura científica sobre el
tema que se esté estudiando, y la consiguiente construcción de un sólido marco teórico o de referencia. Sea
como fuere, hablar en ciencias sociales de influencia de unas variables sobre otras exige tener en cuenta que
(Sánchez Carrión, 1999: 40-41):

— Hablamos de medias o tendencias, esto es, de lo que ocurre en general (siempre habrá casos que escapen
al efecto de una variable particular).
— Decir que una variable influye sobre otra no es decir que aquella es la única que lo hace o la que lo hace
de manera determinante.
— Más que de causas, debe hablarse de asociaciones o correlaciones significativas. Y estas no prueban por
si mismas la determinación de una variable por otra, sino nada más que la relación estadística entre dos
variables.

La mayor parte de los análisis de datos de encuesta y una parte importante de las investigaciones basadas en
estadísticas oficiales se pueden considerar, desde el punto de vista del análisis estadístico, como relacionales.
Es decir, que tratan de examinar simultáneamente el comportamiento de varias variables.

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