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1 La medida (cuantitativa) de la delincuencia

o Introducción
o La medida de la delincuencia*
o Datos oficiales sobre criminalidad: La estadística criminal*
o La comparación internacional de datos sobre criminalidad*
o Medir la delincuencia a través de encuestas: autoinforme y
victimización*
o Comparación entre estadísticas policiales y encuestas de
victimización
o Actividad:
o Las dos dimensiones de la inseguridad ciudadana
o Aprende con las lecturas transversales
o Para saber más
Nota: Los apartados señalados con un asterisco reproducen contenidos del libro Introducción al análisis de datos
cuantitativos en Criminología (Pozo, Navarro, López y Caro, 2013). Concretamente, y según el orden de los
apartados, se trata de las páginas 28-30; 36-37; 398-400; 38-40.

Introducción

Investigar la realidad social consiste en seguir un conjunto de pasos guiados con el objetivo de obtener
respuestas a una serie de cuestiones. A través de la investigación pretendemos describir la realidad, decir
como son las cosas. Y queremos contribuir a explicarlas, a decir por qué son así. Las investigaciones
cuantitativas consideran que describir o explicar una realidad pasa por obtener información sobre dicha
realidad de la manera más precisa y objetiva posible. El logro de respuestas debe basarse, por tanto, en la
obtención de información sobre una serie de rasgos de la realidad a estudiar. La clave reside en que estos
rasgos sean concretos, que se definan de forma muy precisa, tanto que puedan ser observados y registrados
mediante operaciones sistemáticas. Es esta pretensión de precisión y objetividad la que conduce a disponer
de información, es decir, de datos con formato numérico. Del análisis de este tipo de datos se encargan las
técnicas estadísticas. En el proceso de investigación, el análisis de los datos es la etapa que permite responder
a nuestras preguntas, es decir, obtener conocimiento de la realidad objeto de estudio. Existen nociones y
reglas que van a ayudarnos a concretar nuestras preguntas de investigación de manera que la obtención de
respuestas sea posible mediante el acceso a fuentes y la recogida de datos que adopten un formato numérico
y puedan así ser analizados mediante técnicas estadísticas

Muchas preguntas fundamentales en criminología tienen que ver con la dimensión de la delincuencia, cuánta
hay, de qué tipo es, cómo evoluciona, cómo se presenta distribuida en el espacio urbano o geográfico, cuánto
y cómo afecta a la población, cómo y cuánto de eficaces son o se perciben las actuaciones del aparato de
justicia penal frente a la misma, etc. Las respuestas a este tipo de preguntas pasan en buena medida por
obtener información de carácter numérico, relativo a las dimensiones del delito. En estos casos, el uso de
fuentes estadísticas resultantes del registro oficial de la delincuencia o de datos procedentes de la realización
de encuestas a la población resulta clave. Por eso, puede ser pertinente introducir este bloque de la asignatura
(dedicado a la producción de datos cuantitativos) presentando una serie de cuestiones básicas para la
investigación criminológica cuantitativa, las que tienen que ver con la medida de la delincuencia.

La medida de la delincuencia*

La delincuencia es un fenómeno que está presente en todas las sociedades, tanto de manera objetiva como
socialmente construida. La delincuencia es un problema concreto y, aunque haya variado a lo largo del
tiempo o pueda presentarse con más intensidad en unas sociedades que en otras, está siempre presente. A la
vez, se trata de algo elaborado por y en todas las sociedades. Se trata de un fenómeno construido a partir del
rechazo que determinadas conductas o situaciones producen entre todos o buena parte de los miembros de
una comunidad al ser percibidas como amenazas, peligros, desviaciones, como algo que debe ser señalado,
marcado, evitado o perseguido.

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Las ciencias sociales recurren al concepto de control social para hacer referencia a los mecanismos que
utiliza una sociedad para señalar o evitar la presencia de ese tipo de conductas . Este control puede ser formal
u organizado, como el que ejercen la policía, el sistema judicial o los reglamentos que se aplican en muchos
contextos organizativos (desde una empresa a una asociación). Pero, a la vez, toda comunidad orienta las
conductas de sus miembros a través de mecanismos más difusos y también más efectivos. Se trata del
denominado control social informal. Como miembros de una sociedad, y desde las primeras etapas de
nuestra vida, vamos aprendiendo, dando por supuesto o haciendo nuestros una serie de valores y normas que
orientan nuestro comportamiento. A la vez, formamos parte de grupos (familia, amigos, vecinos, compañeros
de trabajo, feligreses, etc.) que, como tales, pueden ejercer presión sobre sus miembros mediante
instrumentos tan informales como serían los gestos o palabras de rechazo. Nuestras maneras de actuar
pueden estar precisamente orientadas a evitar que eso suceda, que se nos señale o aparte. En cualquier caso,
más allá de la capacidad de los grupos y comunidades para orientar las conductas de sus miembros, el
rechazo social a determinados comportamientos se traduce en la demanda colectiva de una acción organizada
frente a ellas. La política criminal o el sistema penal tienen su razón de ser en esta demanda, a la vez que
suponen la cristalización de todo un conjunto de ideas, valores y normas sociales que han ido instituyendo y
legitimando el monopolio del uso de la coerción y la fuerza por parte de los estados.

Tanto la existencia de esta demanda de acción política como su traducción en leyes, cuerpos policiales,
juzgados o prisiones, hacen necesario que se disponga de conocimiento acerca de cuanta y cuál es la
delincuencia existente, si esta aumenta o desciende y como o donde lo hace, por ejemplo. E incluso explica
que se quiera conocer lo que la ciudadanía piensa u opina acerca de la respuesta oficial en materia de
seguridad o de prevención de la delincuencia. Disponer de información sobre el problema es una condición
necesaria para su control. A la vez, la propia acción de control genera información sobre el problema y,
desde luego, sobre sí misma. Así puede explicarse la presencia y elaboración de datos sobre la criminalidad.
La acción organizada contra la delincuencia produce información a la que se denomina genéricamente
estadísticas criminales (policiales, judiciales o penitenciarias). Sin duda, esta información constituye una
fuente a la que puede acudirse a la hora de realizar estudios que contribuyan a un mejor conocimiento de la
delincuencia. Junto con estas fuentes, y a partir de algunas limitaciones que las mismas presentan a la hora de
dar respuesta a algunas cuestiones fundamentales, se realizan encuestas a la población que pretenden
determinar la victimización existente, la percepción social de riesgo o inseguridad, o la valoración de la
actuación pública en materia de prevención de la criminalidad por parte de la ciudadanía.

Para conocer el alcance real de la delincuencia, su volumen, extensión e impacto social, hay que tener en
cuenta de cuál o de qué delincuencia estamos hablando. En este sentido, puede distinguirse entre
delincuencia legal, aparente o real (Ruidíaz, 1990: 39-41). La delincuencia legal es la que ha sido declarada
como tal mediante una sentencia judicial firme. Se trata de una cifra que no coincide con el número de
delitos o faltas que llegan a conocimiento de la instancia judicial ni, por supuesto, con el de personas que los
cometen o con la cifra de víctimas. Una misma sentencia, de hecho, puede referirse a varias personas
responsables que resultan condenadas, o a más de un delito, o a varias víctimas. Puede denominarse
delincuencia aparente a los hechos que llegan a ser conocidos por la policía y sobre los que, a partir de dicho
conocimiento, se inicia un proceso judicial. Por último, la delincuencia real también comprendería a todo ese
conjunto de sucesos delictivos que no llegan a ser conocidos por las instancias policial y judicial porque estas
no los registran o porque la población no los denuncia. En este sentido, la delincuencia real es mayor en
cantidad y cualidad que la delincuencia aparente y conforma lo que en Criminología se denomina
tradicionalmente cifra negra o campo oscuro, una delincuencia que permanece oculta y cuyas características
y tamaño resultan desconocidos en términos oficiales. En síntesis, responder a preguntas que tengan que ver
con la medida de la delincuencia (cuánta hay, de qué tipo es, etc.) obliga a aclarar desde qué perspectiva
estamos hablando de delincuencia. “La delincuencia legal y aparente se representa en las estadísticas
oficiales y la real tiende a medirse con métodos indirectos como son las encuestas de victimización o
autodenuncia” (Ibid.: 40).

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Una forma de ilustrar de forma muy gráfica el problema de la medida de la delincuencia es representando el
fenómeno delictivo como si de un iceberg se tratara (Stangeland, Garrido y Redondo, 1999: 116-119). Bajo
la superficie, esto es, sin reflejo en los datos oficiales, estarían los actos delictivos que no se detectan como
tales, los denominados delitos sin víctimas (personales) cuyo esclarecimiento depende en exclusiva de la
actuación de las instancias de control al conllevar unas tasas de denuncia por parte de la población muy bajas
(delitos fiscales, delitos medioambientales, etc.). Otro grupo de hechos tampoco acaban siendo denunciados
al no ser entendidos como delitos o faltas en el momento o contexto en el que se producen. Pensemos, por
ejemplo, en una discusión entre compañeros de trabajo que acaba en agresión, pero tras la que ninguna de las
partes implicadas llega a interponer una denuncia. En ocasiones, una persona que sufre un pequeño hurto no
lo denuncia al considerar que no merece la pena hacerlo. Todos estos son sucesos que, en una parte no
desdeñable
de los casos, quedan fuera del alcance de las
estadísticas oficiales, que, como se ha referido, se
elaboran a partir de que los hechos sean
denunciados a la policía o los juzgados. La no
denuncia y sus motivaciones es, de hecho, una de
esas cuestiones que las encuestas de victimización
han ayudado a poner de manifiesto. Otro conjunto CONDENAS A PRISIÓN
Estadísticas penitenciarias (condenados)
de sucesos que quedan bajo la línea de flotación,
esto es, engrosando la cifra oscura de la CONDENAS Sentencias, personas condenadas y tipo de sanción
criminalidad, son aquellos que, pese a que son
puestos en conocimiento de la policía, no lo hacen DELITOS ESCLARECIDOS
Expedientes incoados que llegan a juicio
como denuncias (o no pueden hacerlo) y, por
tanto, no van seguidos de un proceso policial o DILIGENCIAS PREVIAS
A partir del conocimiento del hecho por juzgados, pero el delito puede ser anterior, duplicándose su registro

judicial y su correspondiente registro. Esto es lo


que ocurre cuando se producen avisos a la policía
(un vecino llama a la comisaría diciendo que ha HECHOS DENUNCIADOS
(vía c.n.p., g.c., policía local o juzgado de guardia; diversidad de canales, uso interno de registros estadístico-policiales)

visto a alguien incendiando un contenedor, por


AVISOS A LA POLICÍA
ejemplo). Sólo afloran a la superficie los hechos Comunicaciones, requerimientos que no suponen interposición de denuncias
que son formalmente HECHOS QUE NO VALE LA PENA DENUNCIAR
denunciados. A partir de ahí, cada instancia del SóloEndetectables vía encuestas de victimización
“La delincuencia en España”, capítulo 3 de la obra “Principios de Criminología”, de S. Redondo,

sistema penal elabora sus propias cifras. La policía HECHOS P. Stangeland y V. Garrido. Tirant, 1999 (pág.116)
NO DEFINIDOS (O NO ENTENDIDOS) COMO DELICTIVOS
a partir de dichas denuncias, la Interpretación contextual

instancia judicial a partir de diligencias judiciales y sentencias y la instancia penitenciaria, sobre la población
DELITOS QUE NADIE DETECTA

interna en las prisiones. Sin víctimas personales, tasa muy baja de esclarecimiento: medioambientales, fiscales)

Datos oficiales sobre criminalidad: La estadística criminal*

El conjunto de la producción de estadísticas oficiales sobre delincuencia suele denominarse estadística


criminal. Esta constituye una fuente importante para la investigación criminológica al ofrecer información de
una serie de dimensiones cuantificables del fenómeno delictivo. Entre las cuestiones fundamentales que
contribuye a responder se sitúan las relativas a cuánto y qué delito se comete, y en que términos evolucionan
las respuestas a estas dos preguntas en el tiempo.

Cada órgano de control formal tiene sus propias estadísticas y estas reflejan la actividad a la que cada uno se
dedica. Como la función de cada instancia es diferente, las estadísticas de cada órgano se refieren a cosas
diferentes. La estadística policial recoge la cifra de infracciones penales conocidas a través de las denuncias
ciudadanas o mediante sus propias investigaciones. La estadística judicial se refiere, principalmente, al
número de actuaciones que se instruyen para las infracciones de las que se ocupan los juzgados (diligencias
previas, procedimientos abreviados, sentencias dictadas, etc.). La estadística penitenciaria refleja el número
de internos que cumplen condena o se hallan en prisión preventiva. En nuestro país, los datos policiales se
producen en el ámbito del Ministerio del Interior, la instancia judicial publica las Memorias de la Fiscalía
General del Estado y del Consejo General del Poder Judicial y, por último, las estadísticas penitenciarias son
elaboradas por la Secretaria General de Instituciones Penitenciarias, dependiente también del

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Ministerio del Interior. Hay que añadir las estadísticas judiciales publicadas por el Instituto Nacional de
Estadística, desarrolladas a partir de los datos que ofrecen los organismos competentes de la policía, los
tribunales y los centros penitenciarios.

En conclusión, los datos proporcionados por las estadísticas oficiales no reflejan la incidencia real de la
delincuencia ni la de los sujetos relacionados con ella, solo la de aquellos conocidos por la policía, los
juzgados o los centros penitenciarios. Y, además, es importante conocer cómo se componen los datos
oficiales, es decir, de que operaciones de registro y elaboración son fruto, para así valorar su idoneidad como
instrumento para medir la delincuencia. En este sentido, cuestiones como la de las diligencias previas y su
peso en la estadística judicial resultan clarificadoras. Son varios los trabajos que han señalado el desajuste
existente entre las estadísticas judiciales y los datos policiales. Entre las causas del desfase numérico
existente entre los casos que anualmente son conocidos y registrados por la policía y las cifras que refleja la
instancia judicial se apunta al propio proceder de los juzgados. Estos registran como casos buena parte de las
comunicaciones recibidas o que se establecen entre juzgados distintos, aunque de ellas no se originen
posteriormente indagaciones penales (por ejemplo, un parte hospitalario de lesiones); o aunque estas se
refieran a un mismo suceso (en el que, por ejemplo, resultan implicadas varias personas). En este sentido, se
recomienda considerar el principal indicador de la delincuencia medida por la estadística judicial al número
de diligencias previas (frente a la del conjunto de las actuaciones judiciales), un concepto que aglutina a las
denuncias y actuaciones por delitos con independencia de las instancias que hayan tenido conocimiento de
las mismas (Roldan, 2009: 54). En efecto, la consideración del número de diligencias previas parece acercar
las cifras judiciales a las policiales, al menos en cuanto al volumen de delitos se refiere, pues los trabajos
realizados en este campo insisten en que sigue siendo necesario un análisis riguroso de los mecanismos en
que ambas fuentes elaboran sus cifras (Stangeland, 1995: 835; García España y Pérez Jiménez, 2004: 14).
Por todo lo anterior, debe insistirse en el hecho de que las estadísticas criminales presentan el conocimiento
que las instituciones oficiales tienen y difunden sobre la delincuencia (Roldan, 2009: 44). Las cifras oficiales
sobre delincuencia son reflejo del funcionamiento de los diferentes órganos de control social del delito. Y, en
la medida en que las funciones de la policía, la administración de justicia y la institución penitenciaria son
diferentes, sus estadísticas reflejan aspectos diferentes del conocimiento que sobre la delincuencia tienen
estas instancias oficiales (Garrido, Redondo y Stangeland, 1999: 140).

En cualquier caso, y en el marco de esta asignatura, esta breve exposición sobre las estadísticas criminales no
tiene otro objetivo que presentarlas por su condición de fuentes de datos a partir de las que pueden efectuarse
operaciones básicas de comparación. Hay varios trabajos que analizan en profundidad la composición de las
estadísticas policiales, judiciales y penitenciarias en nuestro país. Estos estudios se han preocupado tanto por
describirlas como por reflexionar en torno a su elaboración y a su condición de instrumento de la
investigación criminológica. Entre los más destacados pueden citarse los de Roldan (2009) y Fernández
Villazala (2008) sobre el papel de las estadísticas delictivas en la medición del delito, los de Hernández
Lores (2001), De Benito (2001) y Ávila Morente (2001) en relación con las estadísticas policiales, y los de
Stangeland et al. (1994) y Stangeland (1995) sobre composición y discrepancias entre las estadísticas
policiales y las judiciales. Entre los trabajos más recientes, pueden citarse los publicados en el número
monográfico (nº 19, 2021) de la Revista Española de Investigación Criminológica (REIC) que se reseña en el
apartado “Para saber más”.

La comparación internacional de datos sobre criminalidad*

Una breve exposición sobre las dificultades que afronta la criminología a la hora de establecer
comparaciones internacionales sobre delincuencia figura en el trabajo de Pozo, Navarro, López y Caro
(2013: 398-400), donde se enumeran las cinco razones por las que tener cautela en las comparaciones de
datos oficiales entre países: a) Diferencias entre lo que cada sistema penal considera legal o ilegal; b)
Diferencias en el momento de definir una actividad como delito; c) Falta de uniformidad a la hora de contar
los delitos; d) Diferencias en la manera en que se cuentan los delitos múltiples; e) La ciudadanía de cada país
difiere en el porcentaje de delitos que denuncia a la policía.

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La comparación entre los niveles de criminalidad de distintos países es uno de los procedimientos más
difíciles de implementar en Criminología. La razón no es tanto la falta de datos a nivel internacional que hay
en la actualidad, sino más bien la dificultad que existe a la hora de compararlos con la fiabilidad y la validez
adecuada.

La cuestión fundamental es la unidad de criterio al definir y contar lo que constituyen los diversos tipos de
delitos. Esta uniformidad sólo es posible si se hace la medición y el informe de los datos siguiendo unas
normas iguales en todos los países que se comparan. Esto sólo puede hacerse a través de encuestas, ya que
los datos oficiales se extraen de sistemas penales que se constituyen sobre la base de procedimientos y
requerimientos distintos, surgidos de años y años de historia y de luchas y presiones políticas, sociales y
culturales diferentes. Sin embargo, como las encuestas internacionales de victimización son muy costosas
debido al enorme número de personas que hay que entrevistar en distintos países, no son muy numerosas. La
más famosa de ellas es la Encuesta Internacional de Víctimas de Delitos (International Crime Victims
Survey, ICVS), una serie de cinco oleadas de encuestas con cuestionarios estandarizados llevada a cabo por
un grupo de criminólogos y criminólogas entre 1989 y 2005

1. Diferencias entre lo que cada sistema penal considera legal o ilegal. El consumo de drogas,
por ejemplo, es considerado legal en España siempre que se haga por debajo de ciertas cantidades y en
lugares privados. Pero en EEUU no es así, e incluso la posesión de las herramientas necesarias para su
consumo está penada. Más aún, en aquellos países donde dicha actividad se considera delictiva, su gravedad
puede ser la de falta o delito dependiendo de las cantidades incautadas, de las circunstancias, etc. La posesión
de una cierta cantidad de cocaína puede no ser delito en absoluto, pero si supera dicha cantidad se considera
un delito de posesión con intención de vender, lo que sí está penado. Ese punto de inflexión entre consumo y
tráfico puede ser diferente en distintos países. Si esto es así, ¿qué datos son los que aportarían exactamente
los distintos países cuando se les solicitara cifras sobre delitos relacionados con drogas? Unos incluirán tanto
la posesión de herramientas y pequeñas cantidades de droga como de grandes alijos, mientras que otros sólo
incluirán los casos de posesión de droga a partir de ciertas cantidades. Por tanto, cuando se comparan cifras
de delitos a nivel internacional lo que se comparan son las concepciones que tiene cada país de los mismos.
Para paliar este problema, lo que viene haciéndose desde distintas instituciones que recogen datos
internacionales es crear una serie de definiciones comunes que hablen de actividades y no necesariamente de
tipologías penales, dando instrucciones sobre la manera en que deben remitirse los datos. Por ejemplo, la
Oficina Europea de Estadística, Eurostat, define homicidio de una manera más o menos estándar, incluyendo
el asesinato intencional, premeditado o no, la eutanasia y el infanticidio, pero excluyendo las muertes
causadas por accidentes de tráfico, abortos y suicidios asistidos. De esta manera, se evitan muchas
disparidades entre países, ya que las oficinas encargadas de recabar los datos de cada país sólo incluyen en
dicha categoría los delitos comprendidos en la definición. En cualquier caso, esto sería así si los
procedimientos de recogida de datos permitieran la discriminación entre casos necesaria para efectuar
selección. Es en que cada país recoge los datos, que puede no incluir todas las posibilidades descritas por la
institución de recogida a nivel internacional. Si, al anotar los datos, estos no se encuentran en el formato que
se requiere internacionalmente, sino en aquel que cada país ha reconocido como útil o posible durante su
historia, el traslado de dichos datos a la institución internacional llevará aparejado ciertos problemas de
compatibilidad.

2. Diferencias en el momento de definir una actividad como delito. Muchos países difieren en el
momento en que determinada actividad se considera un delito y, por tanto, pasa a ser registrada como tal en
sus bases de datos. Algunos países la registran como delito en cuanto la policía tiene conocimiento de ella.
Otros, por el contrario, lo hacen cuando se ha detenido a alguien, cuando se da parte al juzgado, etc. Cuanto
más alejada de su conocimiento por la policía se produzca el registro de una actividad, menor será el número
de delitos que se recojan, pues mayor será el número de requisitos que esa actividad tenga que reunir para ser
considerada delito.

3. Falta de uniformidad a la hora de contar los delitos. Existen países que no tienen normas
publicadas sobre la manera en que se deben contar los delitos que conoce la policía. Si la citada falta de
criterios comunes entre países hace difícil la comparación entre ellos, esta falta de

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homogeneidad interna provoca además que, dentro de un mismo país, los datos de unas zonas no sean
compatibles con los de otras. Hasta tal punto, que dependerá de lo cercanos o lejanos que sean los
procedimientos de cómputo que tenga cada cuerpo de policía, cada comisaría o incluso cada empleado
público

4. Diferencias en la manera en que se cuentan los delitos múltiples. Una de las cuestiones
fundamentales a la hora de contar el número de delitos es qué hacer con aquellos casos en los que más de un
delito se ha cometido sobre la misma víctima en el mismo momento ¿Qué ocurre si a un robo ha seguido una
agresión a la víctima por parte de quien le ha robado? Sin duda, se han producido dos delitos, pero ¿se
cuentan como dos infracciones? Hay países que sólo cuentan la de mayor rango, en nuestro ejemplo, la
agresión, mientras que otros países las cuentan todas. Esta diferencia de criterios hace que aquellos países
que sólo cuentan uno de los delitos ocurridos aparezcan con menores cifras de criminalidad que aquellos que
los cuentan todos.

5. La ciudadanía de cada país difiere en el porcentaje de delitos que denuncia a la policía.


Para que un delito sea contado, ha de ser puesto en conocimiento de la policía, y en la inmensa mayoría de
los casos esto es responsabilidad de la ciudadanía. Es decir, el número de delitos conocidos por la policía
depende enormemente del porcentaje de estos delitos que la ciudadanía denuncia. Por ejemplo, un país en el
que se denuncian muchos delitos puede no ser el que más delitos sufra, sino aquel que mayor tasa de
denuncia registre. Y este porcentaje de denuncia depende, entre otras cosas, de la confianza que la
ciudadanía tenga en su policía. Esta confianza se basa en la imagen que la policía tenga entre la población,
por su capacidad, su trato…Distintos cuerpos de policía en diversos países gozan de diferentes niveles de
confianza y denuncia.

Medir la delincuencia a través de encuestas: autoinforme y victimización*

La encuesta constituye uno de los procedimientos de uso más generalizado en las ciencias sociales en general
y en Criminología en particular. Es una estrategia de investigación basada en las declaraciones verbales de
una población concreta (Cea D’Ancona, 1999: 239). Más concretamente,
≪una encuesta es una investigación realizada sobre una muestra de sujetos representativa de un colectivo
más amplio, que se lleva a cabo en el contexto cotidiano utilizando procedimientos estandarizados de
interrogación con el fin de obtener mediciones cuantitativas de una gran variedad de características objetivas
y subjetivas de la población≫ (García Ferrando, 1994: 147).

Son muchas las encuestas que pueden interesar a la investigación criminológica. Periódicamente, el Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS) recoge la valoración de los ciudadanos sobre los principales problemas
del país. Entre las preocupaciones ciudadanas medidas por encuesta figuran, por ejemplo, el terrorismo, la
corrupción, las drogas o, particularmente, la inseguridad ciudadana. El Centro de Investigaciones
Sociológicas está llevando a cabo una iniciativa ejemplar al poder descargarse, a través de su página web
(www.cis.es) y de forma completamente gratuita para poder trabajarlos nosotros mismos, los ficheros de
datos de las encuestas realizadas por este organismo. El acceso al banco de datos de encuesta del CIS ha
permitido llevar a cabo investigaciones sobre la percepción social de inseguridad ciudadana. Entre estos
trabajos pueden citarse el de Rechea, Benítez y Fernández (2004) que analiza la evolución de la seguridad
ciudadana a través de las encuestas de los barómetros del CIS y los de Ruidiaz (1997) o Thomé y Torrente
(2003) sobre cultura de la seguridad ciudadana en España. Del mismo modo, pueden destacarse los de
Medina (2003) sobre el miedo al delito y los de Serrano y Vázquez (2007) acerca de la relación entre
criminalidad y percepción social de inseguridad. Igualmente, con carácter periódico, se llevan a cabo
encuestas en relación con determinadas conductas de la población. Una de las más estudiadas es el consumo
de drogas. En este sentido, puede citarse la Encuesta domiciliaria sobre alcohol y drogas en España
(EDADES) que realiza el Plan Nacional sobre Drogas. También se han llevado a cabo investigaciones
criminológicas basadas en la realización de encuestas de carácter más monográfico. También pueden citarse
estudios sobre la situación de la población reclusa (Cabrera y Ríos, 1998), estudios sobre las posiciones de
los jueces frente al tratamiento penal de la insumisión (Fernández Esquinas et al., 1996), y estudios sobre la
representación de la relación entre droga y delincuencia en los profesionales del sistema penal (Pozo et al.,
2002). No obstante, sin duda, las encuestas de mayor relevancia criminológica son las de
victimización y las de
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autodenuncia. Ambas comparten el objetivo de intentar conocer las cifras de delincuencia real frente a las
cifras de la delincuencia registrada o conocida por las estadísticas policiales (Ruidiaz, 1990: 34; Otero-
López, 1997: 47). Por su relevancia, nos detendremos en ellas un poco.

Las encuestas de autoinforme, también denominadas de autodenuncia, están basadas en muestras


significativas de personas a las que se pregunta si han incurrido en determinadas conductas durante un periodo
de tiempo determinado, sin que importe que terceras personas u órganos oficiales hayan tenido conocimiento
de tales hechos o estos hayan sido objeto de sanción oficial. En 1995 la Universidad de Castilla-La
Mancha y el Ministerio del Interior publicaban un informe titulado La delincuencia Juvenil en España:
autoinforme de los jóvenes. Esta experiencia representa hasta la fecha el estudio de mayor alcance en la
utilización de este tipo de aproximación a la delincuencia en nuestro país. Entre los ejemplos del uso del
autoinforme puede mencionarse también la investigación sobre consumo de drogas y conducta delictiva entre
jóvenes (Otero-López, 1997) o la citada encuesta domiciliaria sobre alcohol y drogas en España, ya que
recoge información sobre el consumo de este tipo de sustancias mediante cuestionario autoadministrado. En
las encuestas de victimización se seleccionan muestras representativas de la población a las que se
pregunta si durante un periodo concreto han sido objeto de delito y cuantas veces, así como si se
formuló denuncia y se siguió a partir de la misma algún proceso penal. En España, la primera encuesta de
este tipo fue la realizada por el CIS en 1978. Desde entonces, no han dejado de realizarse estudios de
victimización desde los ámbitos oficial o académico. Pese a ello, este procedimiento no ha sido integrado aun
en la producción estadística oficial aunque no han faltado recomendaciones en ese sentido (Stangeland,
2001: 21; García España et al., 2010: 2).

Por esta razón, el recurso a las estadísticas oficiales para conocer el volumen y evolución de la delincuencia
en España sigue siendo por el momento ineludible. Entre los estudios llevados a cabo mediante encuestas de
victimización en España destaca sin duda el realizado por el CIS en colaboración con el Instituto de Estudios
de la Policía de 1995 sobre Demandas de Seguridad y Victimización (Estudio CIS 2.200). Comprendió a
15.000 entrevistados y fue realizada en los sesenta y siete municipios de diecisiete provincias que
concentraban el 80% de los delitos registrados a nivel nacional. Los resultados de esta investigación fueron
publicados por el propio CIS www.cis.es y por el Instituto de Estudios de la Policía en los números 39 y 44
de su revista Ciencia Policial (véase bibliografía al final).

En fechas más recientes pueden destacarse las encuestas de victimización realizadas por el CIS en 2007
sobre delincuencia y victimización en la Comunidad de Madrid o las realizadas desde el Observatorio de la
Delincuencia del Instituto Andaluz Interuniversitario de Criminología en distintas capitales andaluzas (2006,
2007 y 2008) y en todo el ámbito nacional (2009). En ocasiones, se realizan encuestas de victimización a
determinados grupos a los que se considera particularmente vulnerables o expuestos a ciertas tipologías
delictivas. Ejemplos de estas encuestas lo constituyen los trabajos centrados en turistas (Stangeland et al.,
1998; Aebi y Mapelli, 2003), comerciantes minoristas (Stangeland y Guzmán, 1996) o mujeres inmigrantes
(Duran et al., 1998).

Las ventajas que aportan las encuestas de victimización como procedimiento de medida de la delincuencia
son varias. Permiten estimar el porcentaje de la población que ha sido víctima de delitos y obtener
información sobre determinadas características de esas infracciones y sobre las causas que motivan que estas
sean o no denunciadas. Junto con esto, se recaba la opinión de la ciudadanía respecto al funcionamiento de la
policía o la justicia y se mide su sentimiento de inseguridad (García España et al., 2010: 5). Las encuestas a
víctimas son consecuencia de las limitaciones que, como instrumento de medida de la delincuencia, se han
señalado de las estadísticas oficiales. En cualquier caso, existe acuerdo a la hora de señalar que delitos como
el homicidio o el robo de vehículos si tienen en los datos oficiales un buen instrumento de medida, toda vez
que son delitos que difícilmente dejan de ser denunciados o conocidos por la instancia policial. A diferencia
de estos, la cifra real de infracciones como los hurtos o robos de cantidades pequeñas se estima mejor
mediante este tipo de encuestas, que ponen así de manifiesto el desfase entre lo real y lo oficial (Roldán,
2009: 75).

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Entre los inconvenientes señalados para este tipo de estudios se encuentran las limitaciones que, a las
respuestas de las personas entrevistadas, impone la memoria, lo poco habitual que ha resultado hasta ahora
en nuestro país el uso de un instrumento de medida (cuestionario) que permita las comparaciones entre
encuestas pertenecientes a anos distintos o entre nuestro país y otros países. Y, como ocurre con las
estadísticas oficiales, tampoco las encuestas de victimización constituyen instrumentos válidos para medir
los delitos contra bienes colectivos, los también conocidos como delitos sin víctimas, a los que se aludió más
arriba. Esta es sin duda una de las asignaturas pendientes de la investigación criminológica y una evidencia
de la condición problemática que sigue revistiendo para la Criminología el medir la delincuencia
(Stangeland, 2001; Roldan, 2009; García España et al., 2010).

Comparación entre estadísticas policiales y encuestas de victimización

Puede efectuarse, atendiendo a diferentes criterios, una comparación entre las dos fuentes principales para el
estudio del volumen y características de la delincuencia, a saber, las estadísticas policiales y las encuestas de
victimización. Presta para ello atención al cuadro adjunto (García, Pérez y Benítez, 2006: 44).

En relación con los objetivos, las estadísticas policiales constituyen una fuente de información sobre la
actividad delictiva basada en los hechos (infracciones penales) que llegan a conocimiento de la policía. En
comparación con ellas, las encuestas de victimización aportan una información más completa al recoger
información sobre las infracciones sufridas por las personas encuestadas con independencia de que estas
fueran o no denunciadas. El mecanismo de recogida de información, en el caso de las estadísticas policiales,
es el registro de los hechos denunciados y de los sucesos de los que la propia policía se ocupa ejerciendo sus
funciones de vigilancia y control. En las encuestas de victimización, la recogida de datos se produce
mediante la realización de encuestas (en la mayoría de las ocasiones por teléfono) que se interesan por las
infracciones que haya sufrido la persona entrevistada o personas de su núcleo familiar en un determinado
periodo de tiempo. Mientras la estadística policial se elabora con carácter continuo (aunque otra cosa sea el
grado de accesibilidad de estos datos por parte del público o su difusión y publicación por parte del
Ministerio del Interior), la realización de encuestas de victimización no cuenta en nuestro país con una
periodicidad ni una sistemática determinada. La estadística policial se elabora teniendo en cuenta todas las
infracciones (delitos y faltas) definidas como tales por el Código Penal, por el contrario, las encuestas de
victimización sólo recogen información de una serie determinada de infracciones, las susceptibles de ser
sufridas por una o varias personas (víctimas) y por las que se puede preguntar mediante un cuestionario que
debe resultar comprensible para la ciudadanía y permitir comparaciones internacionales salvando las debidas
adaptaciones. En este sentido, conviene señalar la adopción por parte de las más recientes encuestas de
victimización realizadas en nuestro país, del modelo que representa la encuesta internacional a víctimas de
delitos (ICVS según sus siglas en inglés) del Instituto de Investigación Interregional sobre la Justicia
Criminal de las Naciones Unidas (UNICRI) (García España et al., 2010: 7). Un aspecto fundamental de la
comparación entre ambos tipos de fuente son las cifras que arrojan. Las estadísticas policiales permiten
disponer de las cifras absolutas (el número y tipo de las infracciones conocidas) y, a partir de ahí, analizar las
tasas de criminalidad (delitos por habitantes) o la variación que experimentan dichas cifras a lo largo del
tiempo (variaciones interanuales). Las encuestas de victimización ofrecen como indicadores principales el
porcentaje de personas que declaran haber sido víctimas de algún delito en el periodo al que se refiera la
encuesta, que es generalmente, el año anterior (tasa de victimización) o el porcentaje de delitos sufridos que
son denunciados (tasa de denuncias). Junto con dichos indicadores, las encuestas de victimización
proporcionan un equivalente a las denominadas tasas de criminalidad que resultan de las estadísticas
oficiales, se trata de las llamadas tasas de incidencia, que relacionan el número de delitos que se declara
haber sufrido con la población, es decir, que estiman la relación entre delitos y habitantes.

Eloy Rivera Díaz


2022-08-24 17:39:54
--------------------------------------------
. TASA DE INCIDENCIA|| TASAS DE
CRIMINALIDAD. RELACION--->
NUMERO DE DELITOS Y
8 HABITANTES
Comparativa entre los datos policiales y las encuestas de victimización

ESTADÍSTICAS ENCUESTAS DE
POLICIALES VICTIMIZACIÓN

Objetivos Informan de la actividad delictiva a partir Aportan una información más completa de la
de las infracciones conocidas por los actividad delictiva al incluir las infracciones que
cuerpos policiales no llegan a la policía
Todas las infracciones recogidas en el
Código Penal.
Once categorías de delitos y faltas
1. Delitos contra el patrimonio y el -
Robo de coche, robo en coche y
orden socioeconómico vandalismo
2. Delitos contra las personas -
Robo de motocicleta y
3. Delitos contra la libertad e -
bicicleta
indemnidad sexual -
Robo en vivienda, tentativa
4. Delitos contra la libertad -
de robo en vivienda, robo con
5. Delitos contra las relaciones -
violencia y hurto
Infracciones familiares -
Lesiones y amenazas,
6. Delitos contra la seguridad -
agresiones sexuales
colectiva -
Otras infracciones:
7. Otros delitos -
Fraude al consumidor y
8. Faltas -
corrupción

Método de Cifras policiales: Entrevistas telefónicas que interrogan sobre


recogida de datos -
Denuncias de la ciudadanía delitos y faltas sufridas personalmente y en el
-
Actuaciones policiales núcleo familiar

-
Cifras absolutas -
Porcentaje de víctimas (prevalencia)
Indicadores -
Tasa por mil habitantes -
Tasa de delitos y faltas por cada 100
-
Variaciones interanuales habitantes (incidencia)
-
Tasa de denuncias

Frecuencia Continua Periódica indeterminada


recogida de datos
Delitos y faltas de cualquier Mayores de 16 años con una
Diferencias entre
víctima residencia particular
víctimas
BEZLOV, T. y otros (2006) CrimetrendsinBulgaria,2000-2005.Center for
the Study of Democracy: 15 (Citado por García,
Pérez y Benítez, Informe ODA 2005: 44)

9
Murriá y González, 2010 a partir de informe PNUD, 2009

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