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LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA
PSICOLOGÍA CLÍNICA II
Terapia de Familia
desde el Enfoque
Sistémico
Salvador Minuchín
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TERAPIA ESTRUCTURAL DE LA FAMILIA
El asiento de la patología
El objetivo de la terapia
UN MODELO FAMILIAR
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psico-social de sus miembros; el otro es externo, la acomodación a una cultura y la
transmisión de esa cultura.
La matriz de la identidad
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sociedad desarrollara estructuras extrafamiliares para adaptarse a nueva corrientes de
pensamiento y a las nuevas realidades sociales y económicas.
La brecha generacional constituye otro ejemplo de necesidades no satisfechas. La
familia renuncia a la socialización de los niños a una edad cada vez más temprana. La
escuela, los medios de difusión y los grupos infantiles se ocupan cada vez en mayor
medida de la guía y educación de los niños mayores. Pero la sociedad no ha
desarrollado aun fuentes extrafamiliares adecuadas de socialización y apoyo.
Cuando la familia deja de ocuparse de sus hijos, los deja a cargo de sistemas de apoyo
inadecuados.
Los cambios siempre se orientan desde la sociedad hacia la familia, nunca desde la
unidad más pequeña a la mayor. La familia cambiara, pero también persistirá debido a
que constituye la mejor unidad humana para sociedades rápidamente cambiantes.
Cuando mayor flexibilidad y adaptabilidad requiera, la sociedad de sus miembros, más
significativa ser la familia como la matriz del desarrollo psicosocial.
Del mismo modo en que en un sentido genérico la familia cambia y se adapta a las
circunstancias históricas, también la familia individual se adapta constantemente. La
familia es un sistema abierto en trasformación, es decir que constantemente recibe y
envía descargas de y desde el medio extrafamiliar y se adapta a las diferentes demandas
de las etapas de desarrollo que enfrenta.
La concepción habitual idealizada acerca de la familia normal es la de que no produce
stress. Esta imagen en personas que viven en armonía, enfrentando las descargas
sociales sin irritarse viven en armonía, enfrentando las descargas sociales sin irritarse y
cooperando siempre mutuamente se derrumba tan pronto como se enfrenta a una familia
con sus problemas corrientes.
La familia normal no puede ser distinguida de la familia anormal por la ausencia de
problemas; por lo tanto, el terapeuta debe disponer de un esquema conceptual del
funcionamiento familiar que lo ayuda a analizar a una familia. Un esquema basado en la
concepción de la familia como un sistema que opera dentro de contextos sociales
específicos tiene tres componentes:
En primer lugar, la estructura de una familia es la de un sistema sociocultural
abierto en proceso de transformación.
En segundo lugar, la familia muestra un desarrollo desplazándose a través de un
cierto número de etapas que exigen una reestructuración.
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En tercer lugar, la familia se adapta a las circunstancias cambiantes de modo tal
que mantiene una continuidad y fomenta el crecimiento psicosocial de cada
miembro.
Estructura familiar
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Un terapeuta debe conocer las necesidades del desarrollo de los niños y debe ser capaz
de apoyar el derecho del niño a la autonomía sin minimizar los derechos de los padres.
Los límites del subsistema fraterno deben proteger a los niños de la interferencia adulta,
para que puedan ejercer su derecho a la privacidad y disponer de la libertad de cometer
errores en su exploración.
Adaptación de la familia
Una familia se encuentra sometida a presión interna originada en la evolución de sus
propios miembros y subsistemas y a la presión exterior originada en los requerimientos
para acomodarse a las instituciones sociales significativas que influye sobre los
miembros familiares. La respuesta a estos requerimientos exige una transformación
constante de la posición de los miembros de la familia en sus relaciones mutuas, para
que puedan crecer mientras el sistema familiar conserva su continuidad. En este proceso
de cambio y continuidad las dificultades para acomodarse a las nuevas situaciones son
inevitables. El peligro de esta actitud es el excesivo énfasis en la patología. Los
procesos transicionales de adaptación a nuevas situaciones en los que la falta de
diferenciación y la angustia que caracteriza a todos los nuevos procesos, pueden ser
considerados así erróneamente como patológicos. El stress sobre un sistema familiar
puede originarse en cuatro fuentes:
1) Contacto estresante de un miembro con fuerzas extrafamiliares: la familia debe
brindar apoyo a sus miembros cuando se encuentra alguno de ellos afectados por
el stress, acomodándose a sus nuevas circunstancias.
2) Contacto estresante de la familia en su totalidad con fuerzas extra familiares: un
sistema familiar puede verse sobrecargado por los efectos de una depresión
económica o sino el stress puede generarse en un cambio de domicilio por
mudanza o traslado a otra ciudad. Los recursos de la familia para hacer frente a
estas situaciones se encuentran amenazados en forma particular por la pobreza y
discriminación. La intervención del terapeuta debe orientarse en su evaluación
de la familia. Se analiza la organización de la misma y se determina que
básicamente viable pero que se encuentra sobrecargada por los contactos con
tantas instancias incoordinadas debe actuar como el consejero de la familia.
Puede enseñar a la familia la manera de manipular las instituciones en beneficio
propio. O puede trabajar para coordinar las acciones referentes a la familia.
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3) Stress en los momentos transicionales de la familia: ante la evolución natural de
la familia se plantean inevitablemente conflictos que deben ser resueltos por
negociaciones de transición y así la familia se adaptara con éxito, logrando el
crecimiento de todos los miembros de la familia. Si no se resuelven los
problemas transicionales pueden aparecer problemas mayores. Estos problemas
pueden surgir por cambios en la evolución en los miembros de la familia y por
cambios de la composición de la familia, como por ejemplo el comienzo de la
adolescencia de los hijos. Cuando una familia incorpora un nuevo miembro
quien debe adaptarse a las reglas y el sistema debe modificarse para incluir al
nuevo miembro.
4) Stress referente a problemas de idiosincrasia: un terapeuta de familia debe tomar
en cuenta todas las circunstancias y tener presente la posibilidad de que áreas
determinadas de la familia den lugar a pautas transicionales disfuncionales.
Los miembros de una familia se relacionan de acuerdo con ciertas disposiciones que
gobiernan sus transacciones. Estas disposiciones, aunque por lo general no son
establecidas explícitamente o siquiera reconocidas, constituyen un todo: la estructura de
la familia. La realidad de la estructura no sería la misma que la realidad de los
miembros individuales.
Como la estructura familiar no es una entidad inmediatamente observable para el
terapeuta (T), los datos y su diagnóstico los va a obtener experimentalmente en el
proceso de “asociarse” con la familia. De esta forma, a través de lo que oye que los
miembros de dicen y lo que observa del modo en que los miembros se relacionan con él
y entre ellos mismos, va a poder analizar el “campo transaccional” de esa familia y así
lograr un “diagnóstico estructural.
El terapeuta se plantea un cierto número de interrogantes sobre la familia, observa la
conducta de la familia para ver si da fundamento o contradice el contenido de lo que
dice, es decir que trata de dar cuenta de las transacciones que se producen en esa
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familia, cuáles son sus límites y pautas y comienza a elaborar hipótesis acerca de cuáles
son las pautas operativas y cuáles no, de esta forma establece un mapa familiar.
Un mapa familiar es un esquema organizativo, no es representativo de la riqueza de las
transacciones de la familia del mismo modo que un mapa no representa toda la riqueza
de un territorio. El mapa es estático, mientras que la familia está en constante
movimiento. Pero es útil porque constituye un dispositivo simplificador que le permite
al terapeuta organizar los datos que obtiene y formular hipótesis acerca de las áreas que
funcionan correctamente y de las otras que no y para determinar los objetivos
terapéuticos.
Al mismo tiempo que recoge material para un mapa estructural, el terapeuta introduce
pruebas experimentales. Su sola presencia es una prueba porque la familia se organiza
en relación con él. Además puede imponer la realización de tareas planificadas para
indagar acerca de aspectos significativos de la estructura familiar.
El terapeuta se tiene que “asociar” con la familia, para ello subraya los aspectos de su
personalidad y experiencia que son sintónicos con los de la familia.
En la Terapia familiar se considera que el cambio se produce a través del proceso de
asociación con la familia y su reestructuración en una forma cuidadosamente
planificada, para poder transformar así las pautas transaccionales disfuncionales.
La única estructura familiar inmediatamente asequible para el terapeuta es la estructura
disfuncional. El terapeuta tiene que explorar esa estructura y ubicar las áreas de posible
flexibilidad y cambio. Su aporte esclarece partes de la estructura familiar que han
permanecido sumergidas, inactivas que se vuelven a activar. Si el terapeuta tiene la
flexibilidad necesaria para desligarse y observar el efecto de sus indagaciones, logrará
esclarecer así su cuadro diagnóstico de la familia.
Ante las indagaciones la familia puede responder de tres formas:
1) Puede asimilar con dificultad la intervención del terapeuta a sus pautas
transaccionales previas, lo que permite el aprendizaje pero no el crecimiento.
2) Puede responder acomodándose, a través de la extensión de sus pautas
transaccionales o de la activación de las pautas alternativas.
3) Puede responder a la intervención delterapeuta como si se tratase de una
intervención completamente nueva. Esto sería una intervención estructurante: si
la familia no la rechaza se producirá un aumento de estrés en el sistema. La
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homeostasis de la familia se verá desequilibrada, abriendo el camino a la
transformación.
Ejemplos:
La familia extensa:
El modelo de la familia extensa es una forma bien adaptada a situaciones de estrés y
penuria, es característico de muchas familias afectadas por la pobreza. Las funciones
pueden ser compartidas. Este tipo de sistema puede funcionar en forma adecuada o no.
En algunos casos, una familia extensa puede enfrentar problemas debido a la dificultad
para asignar claramente las responsabilidades y delimitar los límites lo que crea
confusión y estrés.
Ejemplos
La familia con un hijo:
La asignación de poder parental a un hijo constituye un recurso natural en las familias
amplias, en las familias con un solo padre o madre o en familias en las que trabajan
ambos padres. El sistema puede funcionar en forma adecuada. Los hijos menores
reciben los cuidados requeridos y el hijo parental puede incrementar su responsabilidad,
competencia y autonomía mayores que las habituales en su edad.
Sin embargo, una familia con una estructura de hijo parental puede afrontar dificultades
si la delegación de autoridad no es explícita o si los padres abdican, permitiendo que el
niño se convierta en la principal fuente de orientación, control y decisiones.
Es estos casos, el objetivo terapéutico consiste en realinear a la familia de tal modo que
el hijo parental pueda ayudar a la madre. Se deben clarificar los límites. El hijo parental
debe ser devuelto al subsistema fraterno.
ejemplos
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En algunos casos, las pautas transaccionales afectadas pueden convertirse en vínculos
débiles.
Ejemplos
Divorcio:
1) Triangulación: Cada padre requiere que el hijo se una a él contra el otro padre.
En todas las ocasiones en que el hijo se une a uno de ellos, se lo define
automáticamente como si atacase al otro. En esta estructura sumamente
disfuncional, el niño se encuentra paralizado. Todo movimiento que realiza es
definido por un padre como un ataque.
2) Rodeo: La negociación del estrés de los esposos a través del niño sirve para
mantener el subsistema conyugal en una armonía ilusoria. El desvío de los
padres puede asumir la forma de atacar al niño, definiéndolo como fuente de los
problemas familiares por ser malo. En otras familias los padres pueden definir al
niño como enfermo y débil, y luego unirse para protegerlo.
3) Coalición estable: Uno de los padres se asocia con el niño en una coalición
transgeneracional rígida contra el otro padre.
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La transformación de la familia no es consecutiva a una única intervención terapéutica
sino que requiere una implicación continua en la dirección de la meta terapéutica. El
análisis estructural tiene el mérito de orientar el sentido de la terapia como un proceso
dirigido hacia una meta definida.
LA FAMILIA EN TERAPIA
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reestructuración del sistema familiar conduce al cambio, o a una nueva experiencia del
individuo. Por lo general la transformación no cambia la composición de la familia. El
cambio se produce en las sinapsis, el modo en que algunas personas se relacionan entre
sí.
Actitud del Terapeuta:
Existe la posibilidad de que el terapeuta sea percibido como poco equitativo por los
miembros de la familia. En un momento transicional particular de la terapia, el proceso
parecerá parcial e incluso insensible ante las necesidades de los miembros individuales
de la flia. Sin embargo, el proceso total de terapia revelará que el terapeuta mantiene un
sentido de contacto con los mm de la flia de tal modo que éstos lo siguen aunque lo
consideren poco equitativo.
El terapeuta debe prestar atención a la dinámica de los miembros de la familia,
apoyándolos y reforzando algunos aspectos de su personalidad aunque los descalifique
en otros.
El terapeuta tiene que tener la capacidad de proporcionar a la familia un intenso sentido
de respeto para cada uno de ellos como individuos y de demostrarles su firme voluntad
de cura.
En el proceso de ruptura del equilibrio (crisis) la confianza de la familia en el terapeuta
es extremadamente importante. Cuando el terapeuta desequilibra un sistema al asociarse
con un miembro, los otros experimentan un estrés. Su respuesta puede ser la de insistir
en la conservación del sistema. El terapeuta debe contrarrestarlo incitando a los
miembros de la familia en la dirección de los objetivos terapéuticos mientras soportan
las incertidumbres del periodo de transición. Este movimiento es facilitado por la
compresión y apoyo del terapeuta y por la confirmación de las necesidades
experimentadas por los miembros de la Flia.
En algunas ocasiones, el terapeuta puede verse obligado a recurrir a su persona para
facilitar el desprendimiento de la familia. Es posible también introducir elementos
extrafamiliares en el sistema, por ejemplo, estimulando a la madre a encontrar un
trabajo que le proporciones satisfacciones fuera de su familia, o introducciones como
“coterapueta” a un compañero adolescente para facilitar el movimiento de alejamiento
de un adolescente en dirección del mundo de sus iguales.
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El terapeuta debe controlar el impacto de la terapia y de las circunstancias de la vida
sobre la familia y estar dispuesto a proporcionar ayuda. El cambio se acompaña con
tensión y el sistema terapéutico debe ser capaz de manejar estas circunstancias.
Evolución en terapia
¿Hasta qué punto la situación anterior de la familia se restablece cuando el terapeuta
deja de formar parte de la unidad y hasta qué punto se mantienen las transformaciones?
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El contenido de una sesión es influido también por el aporte del T. Es posible que dos
terapeutas logren los mismos objetivos y tácticas en relación con una familia, aunque
los medios para alcanzar esos objetivos difieran debido a que sus estilos son diferentes.
Unión y acomodamiento:
La unión se utiliza cuando se pone el acento en las acciones del terapeuta tendientes
directamente a relacionarse con los miembros de la flia o con el sistema familiar.
El acomodamiento se utiliza cuando se pone el acento sobre las adaptaciones del
terapeuta tendientes a lograr la alianza. Para aliarse a un SF, el terapeuta debe aceptar la
organización y estilo de la familia y fundirse con ellos, experimentando las pautas
transaccionales y la fuerza de éstas. Es decir, debe evaluar el dolor de un miembro de la
flia por ser excluido o utilizado como chivo emisario y su placer al ser amado, al existir
una dependencia en relación con él. Cuando traspasa los umbrales familiares debe estar
alerta ante los mecanismos de estabilidad del sistema. Este proceso no puede ser
unilateral: del mismo modo que el terapeuta se acomoda para unirse a la flia, ésta debe
acomodarse para unirse a él.
Todo aquel que emprende una terapia familiar se ve impresionado por la enorme
dificultad que existe para transformar un SF. La familia se modifica solamente si el
terapeuta ha logrado incorporarse al sistema de un modo sintónico a éste. Debe
acomodarse a la familia e intervenir de un modo que lo pueda aceptar. A diferencia del
antropólogo, el terapeuta intenta modificar la cultura a la que se une y dispone de las
cualidades requeridas para lograrlo, pero sus metas, tácticas y estrategias dependen
todas del proceso de unión.
Mantenimiento: El mantenimiento se relaciona con la técnica de acomodación de
proporcionar un apoyo programado a la estructura familiar , tal como el terapeuta la
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percibe y analiza. El sistema puede ser mantenido en todos los niveles, desde la
estructura familiar como un todo hasta las características de los miembros individuales.
El terapeuta puede optar por mantener las pautas transaccionales específicas de un
subsistema familiar.
Las operaciones de mantenimiento requieren a menudo la confirmación activa y el
apoyo de los subsistemas familiares. Cuando el terapeuta acepta la definición de los
cónyuges de su complementaridad, disfruta abiertamente del humor de la familia o
expresa afecto hacia ellos, utiliza operaciones de mantenimiento.
Las operaciones de mantenimiento requieren a veces que se ratifique y apoye el
potencial y la fuerza de un individuo, o se afiance la posición de un miembro de la
familia.
Rastreo: Constituye otra técnica de acomodación. El terapeuta sigue el contenido de las
comunicaciones y de la conducta de la familia y los alienta para que continúen. Actúa
como púa que busca los surcos en un disco. En su forma más simple, el rastreo significa
el planteamiento de preguntas que clarifiquen lo que está en juego, la realización de
comentarios aprobadores o el estímulo para la amplificación de un punto. El terapeuta
no cuestiona lo que se dice. Se ubica a sí mismo como una parte interesada.
El rastreo fortalece a los miembros de la familia al estimular la información. El
terapeuta no inicia una acción: él conduce siguiendo. Convalida a la familia tal como es,
estimulando y aceptando sus comunicaciones.
Como el mantenimiento, el rastreo puede utilizarse como una estrategia de
reestructuración.
Mimetismo: El mimetismo es una operación humana universal. Un terapeuta puede
utilizar el mimetismo para acomodarse a su estilo familiar y a sus modalidades
afectivas. Así, adopta el ritmo familiar de comunicación, disminuyendo su ritmo, por
ejemplo, en una familia habituada a pausas prolongadas y lentas respuestas. En una
familia jovial, asume una actitud jovial y expansiva. En una con estilo coartado, sus
comunicaciones se hacen escasas.
El terapeuta se asemeja a los miembros de la familia en todos los rasgos universales de
la condición humana. Por lo tanto, se plantearán situaciones en las que tienen
experiencias comunes. Puede poner el acento en ellas para mezclarse con la familia en
una operación mimética.
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En el marco del ST, las operaciones miméticas son por lo general implícitas y
espontáneas.
DIAGNOSTICO:
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El diagnostico en la terapia familiar se logra a través del proceso interaccional de unión.
Todo lo anterior sólo puede percibirse a través de la acomodación del terapeuta a ellos y
su exploración del sistema. El diagnostico de la familia aparece en el mapa familiar y
también incluye el modo en que la familia responde al terapeuta.
El diagnostico interaccional se modifica constantemente a medida que la familia asimila
al T, se acomoda a él y reestructura o resiste las intervenciones reestructurantes.
Todo tipo de diagnóstico es, simplemente, una forma de disponer datos. El terapeuta de
familia tiene la ventaja de trabajar con el concepto de un sistema de personas
interconectadas que se influyen mutuamente. Por lo tanto, si su disposición de los datos
lo lleva a un problema insoluble, busca un ángulo diferente. El diagnostico y la terapia
son inseparables.
El contrato terapéutico:
LA REESTRUCTURACION DE LA FAMILIA
Las operaciones reestructurantes son las intervenciones terapéuticas que una familia
debe enfrentar en el intento de lograr un cambio terapéutico. Se distingue de las
operaciones de unión por el desafío que plantean.
Sin embargo ambas operaciones son interdependientes. La terapeuta no puede lograrse
sin la unión pero ésta no tendrá éxito sin la reestructuración.
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Las operaciones de reestructuración constituyen los aspectos descollantes de la terapia.
Son las intervenciones dramáticas que crean movimientos hacia las metas terapéuticas.
Pero dependen para su éxito de una unidad terapéutica que esté firmemente establecida
En las operaciones de unión el terapeuta se convierte en actor de la obra familiar. En la
reestructuración opera como director y actor.
Cuando el terapeuta se une a la familia debe encarar dos tareas fundamentales: debe
acomodarse a la familia, pero también debe mantenerse en una posición de liderazgo
dentro de la unidad terapéutica.
Solo a partir de una posición de liderazgo el terapeuta puede mantener sus posibilidades
de maniobras terapéuticas y su libertad para manipularse a sí mismo y para manipular a
la familiar. La palabra “manipulación” plantea problemas debido a su connotación
negativa pero las familias acuden a terapia debido a que sufren y necesitan ayuda. La
tarea del terapeuta consiste en manipular el sistema familiar para lograr el cambio
buscado. Debe ser capaz de realizar juntamente con la familia operaciones que faciliten
la evolución. El contrato terapéutico debe reconocer la posición del terapeuta como un
experto en la manipulación experimental social.
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Otro peligro es el de que la sesión se restrinja a las descripciones de la familia, debido a
que las pautas transaccionales reales pueden ser totalmente desconocidas para ella. Par
obtener una descripción verdadera, el terapeuta debe ir más allá de la autodescripción
verbal de la familia.
El terapeuta debe permanecer vigilante ante los indicios no verbales que confirman o
contradicen lo que la familia le dice. Toda comunicación es siempre reforzada,
calificada o negada por el contexto interpersonales de la transacción.
Cuenta con diferentes técnicas para lograrlo como son la dramatización de las pautas
transaccionales (la familia actúe en lugar de describir; recreación de los canales de
comunicación (el terapeuta cuenta con técnicas para estimular la comunicación
intrafamiliar en la sesión); manipulación del espacio (redistribuir geográficamente a las
personas para que se produzcan transacciones sin interferencia).
3.- Límites de los subsistemas: Los límites del subsistema conyugal deben ser lo
suficientemente claros para proteger a la pareja de la intrusión por parte de los niños o
de otros miembros adultos de la familia extensa. Una rigidez o imprecisión inadecuada
del límite del subsistema conyugal constituye una causa habitual de la existencia de
pautas transaccionales disfuncionales. En algunos casos es útil asignar tareas que
estimulen las interacciones de la subunidad conyugal.
También se encuentran los subsistemas parental que es el subsistema ejecutivo que toma
decisiones y debe estar delimitado y tener autoridad. El subsistema fraterno también
necesita un límite protector de tal modo que pueda desempeñar sus funciones de ofrecer
a los niños la oportunidad de aprender competencias para vivir con iguales. Los padres
deben respetar esta oportunidad de crecimiento sin su ayuda o interferencia.
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El terapeuta puede imponer límites trabajando selectivamente con diferentes
subsistemas de una familia. Inicia el trabajo entrevistando a todos los miembros de una
familia nuclear, pero, a medida que establece un mapa familiar, es posible que distinga
un área en la que sería útil aumentar o disminuir el número de miembros de la unidad
terapéutica. El terapeuta trabaja siempre con su mapa de la familia total presente en su
mente, aun cuando trabaje en forma intensiva con un subgrupo, su meta es la
reestructuración total de la familia.
4.- Intensificación del estrés: La habilidad del terapeuta para producir estrés en
diferentes partes del sistema familiar le proporcionará a él, y en algunos casos a los
propios miembros de la familia, un indicio acerca de la capacidad de la familia para
reestructurarse cuando las circunstancias cambian. Puede hacerlo mediante técnicas
como el bloqueo de pautas transaccionales (consiste en obstruir el flujo de
comunicación a lo largo de sus canales habituales); acentuación de las diferencias
(puede producir estrés al señalar diferencias que la familia ha escamoteado); desarrollo
del conflicto implícito (el terapeuta actúa como el clásico “auxiliador” ofreciéndose
para “sostener los sacos de los adversarios”); unión en alianza o coalición (puede
provocar un estrés uniéndose en forma temporaria a un miembro o subsistema familiar.
Para ello debe evaluar el umbral de tolerancia de su aliado y de los otros miembros de la
familia.
5.- Asignación de tareas: El terapeuta puede recurrir a las tareas para señalar y
actualizar un área de exploración que puede no haberse desarrollado en forma natural en
el flujo de las transacciones de la familia, o también puede subrayar un área en la que la
familia necesita trabajar. Puede hacerlo dentro de la sesión o fuera de la sesión en forma
de deberes.
En algunas ocasiones una familia acepta una tarea y comprueba que las conductas
emergentes a consecuencia de ésta son más convenientes que las antiguas. En otras, los
miembros de la familia la modifican, la contradicen o la evitan.
6.- Utilización de los síntomas: En este marco de terapia se considera que los
síntomas de un miembro individual son una expresión de un problema contextual, por lo
tanto, puede combatir la tendencia de la familia a centralizarse en el portador del
síntoma. En otros casos puede elegir trabajar en forma directa con el que presenta los
problemas. A veces puede ser tan peligroso (anorexia, fobia, tendencias incendiarias,
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etc.) que obliga a considerarlo en forma prioritaria. Puede hacer uso de las siguientes
técnicas:
Modificación del afecto del síntoma: Puede ser útil cambiar el afecto de las
transacciones que conciernen a un síntoma.
6.- Manipulacion del humor: El afecto que acompaña a las transacciones familiares
constituye uno de los múltiples indicios que determina la conducta del terapeuta. El
afecto constituye una pista acerca de lo admisible en una familia determinada.
Emplear el afecto de la familia constituye una operación de unión, pero también puede
constituir una operación reestructurante. El terapeuta puede recurrir a una imitación
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exagerada del estilo familiar para suscitar mecanismos de enfrentamiento de la anomalía
por parte de la familia.
Técnicas
No hay una sola manera de trabajar, ni con diferentes familias ni con la misma familia
en diferentes etapas. Lo importante es la funcionalidad, lo que funciona para esta
familia. Entra en juego la creatividad, tratando de atender a las pautas generales y
transaccionales. Se trata de restructurar las pautas transaccionales en la familia en
general.
Minuchín propone dos pautas generales y transaccionales que son: Sí, y… y sí, pero.
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Maurizio Andolfi
El Dr. Maurizio Andolfi es uno de los teóricos de cuarta generación de la terapia
familiar. Maurizio Andolfi nació en Roma en el 1942. Estudió medicina y
neuropsiquiatría infantil en la Universidad “La Sapienza” de Roma. Vivió durante
algunos años en New York City y estudió en las más prestigiosas universidades e
institutos de terapia familiar en los Estados Unidos: la Family Study Section del Albert
Einstein College of Medicine, el Ackerman Family Therapy Institute de New York, la
Child Guidance Clinic de Filadelfia con Minuchin y Haley, el Hanemann Medica
College de Filadelfia con Israel Zwerling y la Madison University con Carl Whitaker.
Desde hace 45 años se encarga de la terapia familiar y desarrolló un modelo original de
terapia familiar multigeneracional. Ha intentado con pasión y obstinación incluir al niño
en el pensamiento y en la praxis clínica de los terapeutas familiares, así como incluir al
padre en las teorías psicológicas y en la clínica familiar, utilizando el triángulo como
base de cada una de las exploraciones en el mundo de las relaciones familiares.
Ha fundado tanto en Italia como en el extranjero, Institutos de Terapia Familiar y
Asociaciones sobre la familia y desde hace más de treinta años dirige practicum de
formación sobre las desventajas profesionales del terapeuta, en inglés, español y
francés.
Su concepción de la familia ha sido siempre la de un sistema abierto, incluyendo en la
terapia a las familias de origen, a los amigos, los miembros de la comunidad e incluso a
los animales domésticos. Ha desarrollado sus participaciones en contextos sociales
marginados, realiza intervenciones en crisis a domicilio y terapia de red en contextos
sociales en desventaja, partiendo de sus experiencias juveniles en el South Bronx.
Siempre ha tratado de incluir a las familias y a las comunidades enteras en su modelo de
investigación sobre los resultados a distancia de la psicoterapia familiar.
En la primera fase de su actividad profesional la influencia mayor ha sido del modelo
estructural y precisamente el de Salvador Minuchin y Jay Haley, que han sido sus
primeros maestros; en particular Minuchin porque siempre ha trabajado con familias y
con niños. Sucesivamente adquiridas las bases en el plano estructural, le llamó la
atención el enfoque humanístico existencial de Carl Whitacker con el cual fue asociado
y trabajó por casi 15 años.
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Familia
Maurizio Andolfi en su libro “Detrás de la máscara familiar” define Familia como un
sistema activo en transformación constante. Dicho de otro modo, un organismo
complejo que se modifica en el tiempo a fin de asegurar continuidad y crecimiento
psicosocial a los miembros que la componen. Este proceso doble de continuidad y de
crecimiento permite que la familia se desarrolle como un conjunto y al mismo tiempo
asegurar la diferenciación de sus miembros.
La necesidad de diferenciación, entendida como necesidad de expresión del sí mismo,
de cada quien, se integra con la necesidad de cohesión y de mantenimiento de la unidad
del grupo en el tiempo. De esta manera se hace posible que el individuo, con la
seguridad de su pertenencia a un grupo familiar suficientemente cohesionado, se
diferencie poco a poco en su sí mismo individual; en este proceso se volverá cada vez
menos esencial para el funcionamiento de su sistema familiar de origen, hasta que al fin
se separe de este y pueda constituir a su vez, con funciones diferentes, un sistema
nuevo.
Para Bowen (1979) la impronta familiar es tan determinante que el nivel de autonomía
individual se puede definir muy precozmente en la infancia, y es previsible su historia
futura, sobre la base del grado de diferenciación de los progenitores y del clima afectivo
dominante en la familia de origen.
La unidad estructural que contribuye a determinar la autonomía individual de cada
quien es la relación triangular que se instaura entre progenitores e hijo. Toda familia va
creando y deshaciendo sus propios triángulos relacionales, y estas peripecias
condicionan la evolución de su estructura. La posibilidad de variar estas modalidades
relacionales permite a cada quien experimentar nuevas partes de sí mismo, en que se
espeja el grado de diferenciación adquirido en el interior de la familiar. Para
diferenciarse, cada miembro tendrá que ensanchar y deslindar un espacio personal por la
vía de los intercambios con el exterior, así definirá su identidad.
Esta se enriquecerá en la medida en que el individuo aprenda y experimente nuevas
modalidades relacionales que le permitan variar las funciones que cumple dentro de los
sistemas a los que pertenece.
La familia cambia, alcanza nuevos equilibrios funcionales que se alcanzarán sólo si la
familia puede tolerar el acrecentamiento de la diversidad entre sus miembros.
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El ser humano, en virtud de un intercambio continuo de conductas-informaciones, a la
par que se diferencia, adquiere una identidad específica y funciones peculiares que
evolucionan en el tiempo. Son funciones que se negocian tácitamente y permiten la
adaptación al ambiente y el despliegue de la vida en relación. El cambio de funciones
produce una continua reorganización del sistema familiar en el curso del ciclo vital.
Pero no siempre esta evolución se puede producir.
Hay veces que las reglas del sistema impiden la individuación y autonomía de los
miembros. La falta de autonomía se entiende como la imposibilidad de modificar las
funciones con el paso del tiempo, determina que las personas coexistan sólo en el nivel
de funciones, es decir, vive en función de los demás. Las personas quedan constreñidas
a ser siempre como el sistema lo impone. Y, si existen expectativas en el proceso de
diferenciación respecto a las funciones, la individuación tropezará con serios obstáculos.
Y el resultado es una progresiva alienación en la función que le asignaron.
Si la función representa el conjunto de conductas que dentro de una relación satisfacen
las demandas recíprocas, es evidente que, según las familias, puede cobrar una
connotación positiva o negativa. Cuando tiene una connotación positiva, cada quien
adquiere poco a poco una imagen diferenciada de sí mismo, de los demás y de sí
respecto de los demás, que puede ser proyectada en el espacio. En cambio, la función
cobra una connotación negativa cuando su asignación es rígida e irreversible o cuando
entra en contradicción con la función biológica. Cuando este proceso tiende a hacerse
irreversible, se engendra la situación patológica.
La falta de confines interpersonales nítidos que deriva de esta modalidad de relación se
traduce en la imposibilidad de participar libremente en relaciones de intimidad o
separación.
La injerencia en el espacio personal ajeno y la simultánea pérdida del propio se pueden
convertir entonces en la única posibilidad de coexistencia. La actitud protectora,
indiferencia, rechazo, victimización, locura son atributos que se vuelven roles
estereotipados en un libreto siempre idéntico, y en esta medida el sistema se hará rígido.
Se aprenden reglas de juego y la necesidad de no modificarlas.
En la elección de nuevos miembros del sistema, se privilegiará a personas que ofrezcan
garantías de perpetuar los juegos aprendidos y se excluirá a las que no brinden esa
seguridad, sostiene Piperno (1979).
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Flexibilidad y rigidez de un sistema
En toda familia, la diferenciación individual y la cohesión del grupo están garantizados
por el equilibrio dinámico entre los mecanismos de diversificación y los de
estabilización.
A partir de esto, se puede formular la hipótesis de que el proceso de cambio y el paso de
un estadio evolutivo a otro sobreviene cuando la relación de fuerzas entre las tendencias
a la conservación y las tendencias al cambio de los equilibrios alcanzados se modifica
en favor de estas últimas.
Entonces, la familia se puede considerar como un sistema en transformación constante,
que evoluciona en virtud de su capacidad de perder su propia estabilidad y de
recuperarla después, reorganizándose sobre bases nuevas. Su carácter de sistema
abierto, permite individualizar dos fuentes de cambio, una interior y una exterior.
En la familia, coexisten numerosos niveles de interacción: el de la pareja, el de la
familia nuclear, el de la familia extensa y aquellos que cada individuo por su cuenta
mantiene fuera, en el ambiente más vasto que lo rodea.
Un sistema familiar es una realidad tridimensional más compleja.
Flexibilidad o rigidez de un sistema no son características intrínsecas de su estructura,
sino que se manifiestan ligadas con el dinamismo y las variaciones de estado en un
espacio y en un tiempo definidos. Se las especifica por referencia a la capacidad de
tolerar la desorganización temporaria con miras a una estabilidad nueva.
Frente a una posibilidad de cambio que el sistema en su conjunto percibe como
traumática, una reacción es obrar de modo que uno de sus miembros asegure la
mitigación del stress que aquella produce y lo asegura por la expresión de una
sintomatología. Entre las familias que utilizan la designación como respuesta a una
demanda de cambio se pueden distinguir dos tipos:
Familias en riesgo:
La designación es una respuesta provisional a un suceso nuevo, una tentativa de
solución que no se ha vuelto definitiva. El comportamiento sintomático contribuye a
catalizar sobre él la tensión en un momento particularmente riesgoso para la estabilidad
del grupo en su conjunto.
35
Las funciones de los demás se modelan y se integran con la del paciente designado
temporáneamente. Hay alternancia de funciones. Este mecanismo fluctuante puede
hacerse rígido.
En terapia, generalmente se demanda en la transición cuando el riesgo parece
transformarse en una certeza incontrovertible. La intervención terapéutica puede
promover un redescubrimiento de potencialidades vitales dentro del grupo familiar que
se volvió rígido.
Familias con designación rígida:
Se percibe catastrófico el paso de un estadio evolutivo al siguiente. La necesidad de
cambio se traduce en la adopción de una solución consabida, aplicada en el presente y
“programada” para el futuro, bloqueando toda nueva experimentación y aprendizaje.
Una solución adecuada en una fase se repropondrá de manera rígida en otras. Esta
designación tiende a ser irreversible, se la considera indispensable para evitar el riesgo
de inestabilidad y evitar la evolución ulterior de la familia.
Un síntoma disociativo, un comportamiento anoréxico o depresivo pueden ser
programados para enfrentar el peligro de la instabilidad del momento o para sobrellenar
la desvinculación de otros.
El comportamiento sintomático cobra un doble significado: representa una
transformación funciona para la cohesión, es señal de malestar y sufrimiento por las
restricciones que impone. Es la tentativa de fusionar aspectos contradictorios de la
realidad familiar, es a la vez expresión de un conflicto entre las tendencias al
mantenimiento y las tendencias a la ruptura de equilibrios conseguidos. El síntoma es
interpretado como metáfora de inestabilidad, señal que indica la fragilidad del sistema.
37
El terapeuta convocará a la familia en principio, tratando de establecer desde el 1er
momento una atmósfera confidencial y colaborativa.
Será misión del terapeuta crear un contexto terapéutico tranquilizador y colaborativo,
evitando asumir el rol de juez o de aliado de alguno, o el rol paralizante del defensor del
que parece débil.
Se buscará una transformación radical en la terapia a partir del análisis sistémico de los
problemas reales de la familia y sobre la activación de todas las valencias positivas y
auto terapéuticas que todo núcleo social posee en su interior.
Será entonces el sistema familiar el que tomará a su cargo la gestión de los problemas
relacionales que se van evidenciando y se constituirá en el eje del proceso terapéutico.
El terapeuta relacional podrá ubicarse en una primera fase como “consultor” de las
problemáticas que la familia trae a terapia, y en segunda como “supervisor” de los
esfuerzos realizados por esta en el curso de la terapia.
Para realizarlo debe entrar a formar parte del sistema familiar con su bagaje técnico,
experiencias, pero también con su personalidad, su fantasía, su sentido del humor, su
capacidad para participar de las emociones de los demás, renunciando al atavío mágico
y falso curador.
La misión del terapeuta es por lo tanto comprender el problema en términos relacionales
mediante la contribución de todos los miembros de la familia y trazar en su mente un
“mapa” de la estructura familiar, como resultante de las interacciones más
significativas, tanto intra como extra familiares.
En estos términos, la terapia ya no es algo misterioso, venido de lo alto, sino que
representa más bien el fruto de un compromiso de colaboración, ratificado por todos,
junto con un extraño privilegiado, que desempeña así la función de activador y
mediador de la familia.
La terapia familiar y relacional en su intervención sobre la familia, tiende a iluminar los
conflictos más evidentes de sus miembros y a liberar al paciente identificado de las
tensiones vinculadas con su condición de chivo emisario.
SISTEMA TERAPÉUTICO
Equipo terapéutico
Para comenzar con la terapia Sistémica es importante tener en cuenta la constitución del
ambiente terapéutico, el cual está conformado por una sala de terapia espaciosa, con un
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grupo de silla dispuestas en círculo, un pizarrón mural, si es que hay niños en la familia
debe poseer una caja de juegos. Por otro lado, se debe contar con un espejo
unidireccional y un equipo acústico, que permita la visión y audición directa desde una
habitación contigua, en esta última se posicionarán, el supervisor y el grupo de
observadores. Este circuito cerrado de televisión permitirá estudiar de modo inmediato
“el aquí y ahora” de la sesión, las interacciones familiares, la congruencia o no de los
mensajes verbales y analógicos, la relación terapeuta-sistema familiar de una forma más
completa. Facilita al terapeuta de “ver” en términos sistémicos y muestra con fría
objetividad qué difícil es el arte de la terapia.
La grabación de la situación tiene una ventaja ulterior, afirma Andolfi que ver el video
con la familia tiene un efecto cohesivo, de modo que el “sistema familiar” se transforma
operativamente en un “sistema terapéutico”, ya que la familia y el terapeuta están
empeñados en un esfuerzo común.
Durante el primer encuentro se informa a la familia de estas modalidades operativas.
La ubicación del supervisor en la sala contigua, le permite distanciarse emotivamente de
la sesión, lo que le ayudará a ver con mayor claridad que el terapeuta, redundancias
comunicacionales, mensajes no verbales, peligros y errores que se puedan cometer. Si el
supervisor considera necesario, puede involucrarse en la terapia, brindándole ayuda al
terapeuta, o bien pueden conversar por medio de un intercomunicador.
La relación terapeuta-supervisor es el eje de una terapia estratégica a corto plazo. Entre
ambos se requiere un notable grado de respeto y de mutua adaptabilidad, no existe una
jerarquía dentro de la pareja terapéutica, sus funciones son complementarias.
Corresponde al terapeuta traducir en acción las directivas recibidas, sin renunciar por
ello a la propia emotividad y libertad de intervención, que representan una parte esencial
de la relación terapéutica. El supervisor le sugiere directivas al terapeuta, según un plan
general de intervención, mientras que el terapeuta debe poner en acción dichas
directivas sin renunciar a la libertad de intervención.
Esta modalidad terapéutica se diferencia de una coterapia en tanto terapeuta y
supervisor desarrollan misiones diversas de las que desempeña una pareja común de
terapeutas, que actúan contemporáneamente en una sesión.
Lo que resulta muy eficaz es la utilización, en calidad de coterapeuta temporario, de uno
de los miembros de la familia. Haber encontrado un coterapeuta en la familia quiere
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decir haber entrado en ese sistema, y representa un paso decisivo en el progreso
terapéutico.
La primera sesión
La primera sesión tiene una importancia fundamental y es paradigmática para la
comprensión de un enfoque relacional. El objetivo central de esta sesión es establecer
un contexto de abierta colaboración y confianza recíproca dese el inicio.
Presesión
Hace referencia al primer contacto de alguno de los miembros con el terapeuta,
generalmente se da vía telefónica o por un breve coloquio con alguno de ellos o con un
trabajador social. La información que se brinde al terapeuta en este contacto, se lo debe
considerar como una versión del problema y no como “el problema”. El que telefonea
se propone a veces, a establecer con el terapeuta una coalición aun antes de conocerlo
en persona. Por otro lado, puede querer comunicar que la situación es desesperada o a
veces siente embarazo al requerir una intervención que él ya vive como estigmatizante.
O bien, alimenta expectativas mágicas respecto del terapeuta e intenta delegar el
problema al experto.
Primera sesión
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común y el terapeuta debe entrar en el universo de la familia, modalidad de encuentro
que recibe el nombre de mutua adaptación.
En esta fase el terapeuta recoge una serie de observaciones útiles para enfrentar las fases
sucesivas de la sesión:
Tono general de la familia: la misma puede presentarse “congelada”, responden con
monosílabos y se dan grandes silencios. Puede aparecer jovial y contenta, o bien,
sentirse presionados por la exigencia de exponer el problema que les preocupa.
Relaciones entre los padres y los hijos: los padres pueden mostrarse muy severos con
los niños, preocupados por su actitud formal (cómo se sientan por ejemplo), o por el
contrario, absolutamente despreocupados. Es común ver cómo los padres marcan las
diferencias entre el hijo “problemático” y el hijo “que es todo lo opuesto”. El
terapeuta se encarga de observar cómo los hijos responden a las solicitaciones de los
progenitores y cómo éstos activan a su vez transacciones con los hijos.
Relaciones entre los padres: los mismos pueden presentarse en desacuerdo desde esta
fase, o bien unidos al comienzo de la terapia y luego empiezan las diferencias entre
ambos. Con frecuencia la relación entre los progenitores resulta mediada por un hijo
que es utilizado como vehículo de comunicación entre ambos.
Relación entre los hijos: afirma Andolfi, “a nivel de los hijos, la capacidad o la falta de
capacidad para unirse en un juego, para mostrar intereses comunes o sostenerse
recíprocamente frente a los adultos, dará la medida del grado y de la rigidez del rol
del chivo emisario desempeñado por el niño-problema y, en última instancia, será
proporcional al grado de tensión y de molestia expresados por el sistema familiar”.
Relación entre los miembros de la familia y el terapeuta: la actitud de los niños respecto
de la terapia y del terapeuta en sí podrá reflejar la modalidad con que los padres los
han puesto al corriente de la consulta. Por ejemplo el terapeuta podrá observar si la
familia se ha sentido forzada a aceptar la consulta por el pedido de alguna autoridad
escolar.
El terapeuta en esta fase podrá darse cuenta cual es el miembro de la familia, que
intenta cautivar sus simpatías y su interés.
2. Focalización o estudio del problema: el terapeuta logra una exploración más directa
del problema que llevo a que la familia consulte.
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Cómo pedir informaciones sobre el problema: en un primer momento el terapeuta
realiza una pregunta a la familia, en forma general, tal como ¿qué problema tienen?;
y ya luego podrá indagar en un nivel más individual, por ejemplo, ¿cuál es el
problema, en tu opinión?, esto asegura que cada uno disponga de un espacio
autónomo de respuesta, y refuerza el proceso de diferenciación. Por último, el
terapeuta intentará conocer y puntualizar cuáles son las expectativas de la familia al
acudir a terapia, por medio de preguntas, por ejemplo ¿qué esperan al venir aquí?
Cómo recibir lo que la familia refiere en torno al problema:
El terapeuta no debe hacer:
a) dar interpretaciones o formular comentarios para ayudar a una persona a ver el
problema de una manera distinta de cómo lo está presentando.
b) Dar consejos pedagógicos, ya que así estaría facilitando soluciones “mágicas” al
problema, y no permitiría a la familia ser artífice del cambio.
c) Permanecer implicado en las emociones de alguno de los familiares respecto del
problema. Si el terapeuta se deja arrastrar por el clima emocional de la familia,
tendrá escasas posibilidades de establecer un contexto terapéutico.
El terapeuta debe hacer:
a) que cada uno exprese su opinión sobre el problema, para probar el nivel de
autonomía y de respeto de los miembros de la familia. Así el terapeuta podrá
analizar el nivel de diferenciación de cada miembro y luego de la familia como
sistema.
b) Si alguno interrumpe, hay que anotarlo (observando el momento en que surgió
y a quien se dirigía cuando habló), e impedir que vuelva a ocurrir, con un gesto
o verbalizándolo. Debe evitar que algún miembro responda con la palabra
“nosotros”.
c) Solicitar a los miembros de la familia que se refieran al problema en términos
concretos, circunscriptos, no aceptando definiciones abstractas o generales,
como por ejemplo “se ha encerrado en sí misma, ya no se comunica con
nosotros”.
Observaciones del terapeuta: debe registrar informaciones tales como, el
comportamiento, las reacciones, y la congruencia o no entre conducta y contenido
verbal.
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¿Dónde reside el problema, dentro del niño o en la situación que lo circunda?:
generalmente al empezar una terapia, es la madre quien afirma que el niño es el
problema en este sistema, pero a la vez estará afirmando que en ella también existe
un problema, ya que siente frustración como madre de tener un hijo-problema. Es
necesario que el terapeuta pueda recabar información de parte de cada uno de los
miembros para así poder obtener ulteriores informaciones, evidenciar modelos
transaccionales habituales, limites personales e interpersonales, canales
funcionales y disfuncionales, constituyen modalidades operativas tendientes a
construir un mapa de las relaciones familiares más significativas, para definir
luego un plan terapéutico.
3. Estadio interactivo:
Hay dos momentos sucesivos cuando se indaga sobre el problema. En el primero cada
uno refiere su opinión y el terapeuta es la figura más central y responsable, el
interlocutor privilegiado. El segundo momento es el estadio interactivo, en el cual el
terapeuta se propone:
Activar intercambios comunicativos directos entre los miembros de la familia sobre
el problema.
Recibir ulteriores informaciones sobre las relaciones interpersonales, con el fin de
visualizar la estructura de la familia y las reglas que rigen las transacciones, así
podrá formular hipótesis sobre las secuencias comunicativas funcionales y
disfuncionales durante la sesión.
Preparar el camino para la definición de un objetivo terapéutico.
LA COMUNICACIÓN NO VERBAL
Significado del lenguaje analógico
La comunicación analógica, o no verbal, no incluye solo los movimientos del cuerpo,
sino también el que uno toque al otro, la gestualidad, la expresión del rostro, el tono de
voz, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las palabras mismas, y también la utilización
del espacio en tanto personal como interpersonal.
En la actualidad, en el campo de las ciencias del comportamiento, existen dos
modalidades distintas de lectura del lenguaje no verbal:
El enfoque psicológico, según el cual la comunicación no verbal se considera como la
expresión de emociones.
El enfoque comunicacional, que estudia e interpreta los comportamientos posturales, el
contacto físico y el movimiento en relación con el contexto social, con la cohesión y la
regulación de las relaciones en el grupo.
Estos dos puntos de vista no son mutuamente excluyentes, puesto que los
comportamientos humanos pueden ser al mismo tiempo expresivos y sociales o
comunicacionales.
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Todas las veces que las personas se comunican entre si, informan al otro no solo en
términos de contenido, sino también en términos de relación. Lo cual significa que toda
comunicación afirma algo también a propósito de la relación entre quien la emite y el
que la recibe. Es entonces de esperar que el aspecto de contenido y el de relación no
solo coexistas, sino que sean complementarios en todo mensaje, donde el primero tiene
mas probabilidades de ser transmitido con el módulo verbal y el según con el analógico.
Los dos módulos difieren sustancialmente entre si en lo que respecta a:
a) Relación con el objeto al que se refiere la comunicación
La relación entre el objeto y la palabra que lo denomina es de tipo convencional
y arbitrario. La comunicación analógica aparece ligada a un modo
inmediatamente inteligible y significante con el objeto que quiere definir. Esta
diferencia entre modulo verbal y analógico es particularmente evidente en el
curso de la terapia cuando se recogen informaciones sobre la historia de la
familia y sobre las relaciones afectivas entre sus componentes.
c) Claridad y ambigüedad
La comunicación verbal transmite informaciones que pueden comprenderse o no
según la sintaxis del módulo lingüístico y únicamente de un modo simbólico. La
comunicación analógica transmite informaciones que se comprenden de una
manera diferente cuando las reciben personas distintas en culturas distintas.
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la lengua hablada. Viviendo y participando en el contexto social en cuyo ámbito
toman forma y adquieren significados en el lenguaje y los comportamientos.
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Espacio y movimiento en terapia familiar
La terapia psicodinámica utiliza principalmente la palabra como instrumento
terapéutico y medio de traducción de estados de ánimo profundos. El acento cae
sobre el hablar en torno a emociones y conflictos del analizado, para luego
interpretarlos, sobre la base de la historia y de los traumas del pasado.
En terapia relacional las señales, el contacto físico, el movimiento, la acción, la
presencia de otros provocan simultáneamente asociaciones, significados y
comportamientos en un contexto dado. El acento cae sobre el actuar y dramatizar
estados emotivos y conflictos en el presente para verificar posibilidades de cambio en el
interior del sistema familiar, mediante la intervención activa del terapeuta.
Un terapeuta psicodinámico desarrolla una aptitud específica para observaciones
pasivas y aprende a medir sus intervenciones con cautela, un terapeuta relacional se
considera miembro agente y reactivo del sistema terapéutico e introduce en el
creatividad e inventiva personal, sentido de humor y experiencias personales y
profesionales; contacto físico, utilización del espacio y del movimiento representan
instrumentos operativos indispensables para un terapeuta de la familia.
Descifrar el lenguaje analógico de una familia es fundamental dentro de una lógica
relacional: significa entrar en ese sistema especifico, o sea, aprender las reglas a
menudo implícitas de ese grupo y evaluar la mayor o menor coherencia entre mensajes
verbales u no verbales.
Para muchas familias, según Duhl y Kantor, el sistema terapéutico y el espacio actúan
como un resorte y el terapeuta como un intermediario que facilita el desarrollo de
nuevas informaciones y comunicaciones. Tarea de la terapia es proveer conocimientos
que puedan generalizarse a otros espacios o fuera del control del terapeuta. Observar la
disposición espacial de la familia en la sesión es importante para un terapeuta relacional.
El modo en que cada uno esta sentado puede proporcionar indicaciones utiles para
verificar alianzas, identificaciones, centralidad o alejamiento.
La posición espacial de los miembros de la familia, sobre todo en la fase de formación
del sistema terapéutico, está siempre condicionada por la presencia del terapeuta,
respecto del cual el sistema familiar debe encontrar la adaptación mas adecuada.
Los movimientos que se realizan en la sesión no son nunca casuales u constituyen
indicadores extremadamente validos de secuencias interactivas.
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LA ESCULTURA DE LA FAMILIA
Permite la expresión de ideas y emociones mediante el uso del cuerpo y del
movimiento. Esta técnica se propone recrear simbólicamente en el espacio estados de
ánimo y vínculos emotivos, mediante una representación tridimensional de las
relaciones entre los miembros de la familia. La escultura puede definirse como la
representación simbólica de un sistema, en ella se enfocan los aspectos comunes a todo
sistema.
“Esculpir” es una modalidad creativa, dinámica y no verbal mediante la cual el escultor
puede representar las relaciones mas significativas que lo ligan con los otros, que ligan a
estos últimos entre si, en un contexto y en un momento histórico determinados. Hace
asumir a cada uno una posición, una relación de cercanía o distancia, una mirada y una
actitud del rostro que replanteen simbólicamente sus vivencias personales respecto de
ellos y de su relación reciproca, y al colocarse el mismo en la escultura, representa
como y donde se ve en relación con los otros. La esencia misma de sus experiencias
familiares, sean relativas al presento o al pasado, se condensa y proyecta en una imagen
visual.
El terapeuta elige a la persona que actuara como escultor, mientras los demás se
transformaran en la “arcilla” a plasmar y colocar en el espacio. En la elección tendrá en
cuenta el momento terapéutico y la realidad de cada familia especifica.
Una vez elegido el escultor, el terapeuta lo ayudara activamente en la fase inicial de su
esfuerzo creativo, pues a menudo la novedad de la cosa puede provocar dificultades
emotivas y consiguientes situaciones de bloqueo. Establecidas las reglas generales y
comenzado el proceso, el terapueto asumirá un rol de observador participe, comentando
solo esporádicamente lo que esta sucediendo. Durante la ejecución de la escultura se
hace muy poco use de palabras, salvo en lo referente a indicar la posición que cada uno
debe asumir.
La escultura es significativa porque constituye una representación espacial de una
situación emotiva actuada y no verbalizada: supera los límites expresivos de las palabras
y permite la liberación de estados emotivos y de modalidades comunicativas a menudo
adormecidas o inexpresadas.
Solo una vez terminada la escultura podrá expresar cada uno verbalmente lo que
experimento al participar en ella.
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La escultura se propone visualizar toda la red de relaciones, tanto dentro como fuera de
la familia y, además, los vínculos entre generaciones presentes y pasadas, con el fin de
promover una mayor diferenciación de cada uno en el ámbito de su propia realidad
contextual, mediante la renuncia a roles y modelos estereotipados.
Su utilización puede ser muy variada, sea en el curso de la terapia o en el proceso de
formación del terapeuta ocupacional. El terapeuta puede pedir a los miembros de una
familia que esculpan las relaciones intrafamiliares mas significativas o que representen
el problema por el cual se requirió la terapia: también puede pedir al paciente
identificado que esculpa el rol que ha asumido en la familia y como se ubican los demás
respecto de ese rol.
LA PRESCRIPCIÓN
La directividad en terapia familiar
No hay duda de que toda forma de terapia es, en su esencia misma, directiva. En la
terapia familiar la directividad es igualmente innegable, aunque el modo en que toma
forma sea totalmente distinto de la praxis psicodinámica, el terapeuta está empeñado
activamente con la familia, en determinar el contexto que se desarrolla, en establecer los
objetivos a alcanzar, en proyectar las intervenciones, en evaluar las respuestas del grupo
a sus directivas modificándolas en el caso necesario, en promover la separación de la
familia final del proceso terapéutico, etcétera.
La terapia relacional se propone en realidad hacer que adquiera una mayor capacidad de
determinación un grupo familiar que a menudo está varado en una situación de
dificultad de la que no parece en condiciones de salir por sí mismo, como no sea
mediante la formación y el mantenimiento de chivos emisarios. La imposibilidad de
cambiar, lleva el terapeuta a la convicción de que su tarea fundamental consiste en abrir
brechas en el sistema familiar para permitirles el redescubrimiento de una valencia auto
terapéutica en su interior, que liberen al paciente identificado y a la familia de una
situación de malestar que se ha perpetuado en el tiempo y le restituyan la iniciativa de
sus propias acciones. Una operación de esta clase requiere necesariamente una posición
de poder por parte del terapeuta, el cual debe enfrentarse enseguida con las fuerzas más
rígidas del sistema. Esto lleva en muchos casos a lo que se dice lucha por el control.
El terapeuta debe estar desde el comienzo en condiciones de mostrar a la familia que es
bastante fuerte como para controlarla con éxito manteniendo constantemente una
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posición de estar arriba. La primera expresión de directividad está implícita en el acto
mismo de reunir a toda la familia, es decir en implicar a todo el núcleo familiar en una
operación que requiere un enfrentamiento directo y una toma de conciencia común.
Igualmente directivo resulta a pedir a los miembros del grupo un pequeño activo en
resolver un problema interno del sistema familiar o externo a él, negando la posibilidad
de una solución fundada en la delegación al técnico.
El objetivo del cambio, se ubica en una óptica sistémica - familiar. Lo que se nos
propone es obtener un cambio y que vaya más allá de la resolución del síntoma
individual y que incida a nivel de todos los miembros del sistema proporcionándoles
modelos transaccionales nuevos que ya no tengan necesidad de comportamientos
sintomáticos. En este sentido el síntoma es solamente el indicador de la perturbación a
nivel comunicativo. Actuar sobre el síntoma quiere decir automáticamente intervenir en
las reglas de relación de ese sistema.
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modalidad a amplificar el proceso terapéutico más allá de la hora semanal de la reunión
de grupo promoviendo la presencia del terapeuta en la familia aún en el ámbito de las
actividades cotidianas, de esta manera la familia puede experimentar modalidades
nuevas de comunicación. Si logran utilizarlas para la terapia se sentirá cada vez más
capaz de funcionar autónomamente hasta que ya no tenga necesidad de apoyo
terapéutico.
La prescripción permite además la recolección de informaciones relacionales en torno a
la estructura de la familia y a las reacciones de sus componentes frente a los
requerimientos de cambio. No es importante la correcta ejecución de la prescripción por
sí misma, sino más bien el análisis de los comportamientos interactivos de los miembros
empeñados en una tarea común.
Mediante la prescripción, se lleva al grupo familiar a vivir una situación relacional
operativa, reduciendo las posibilidades de utilizar la defensa verbal y racional que
podría prolongar inútilmente el trabajo terapéutico.
PRESCRIPCIONES REESTRUCTURANTES
Se entiende por reestructuración un proceso tendiente a modificar los esquemas
relacionales habituales de la familia mediante el uso de elementos y energías ya
presentes en el sistema, el menos a nivel potencial.
El edificio asume así nuevas perspectivas, se modifica, pero los ladrillos que lo formas
son siempre los mismos. Es de hecho también válido para las prescripciones
paradojales.
1. Prescripciones contra sistémicas
Esta modalidad, más que una eficaz estrategia de intervención, es a menudo
paradigmática de la inexperiencia del terapeuta, que demasiado ligado a valoraciones de
los contenidos más bien que de las relaciones subyacentes, tenderá a contrastar
abiertamente la homeostasis del sistema familiar. Se encontrará entonces combatiendo
con una modalidad escasamente productiva contra una tendencia común a todos los
sistemas: la de preservar el statu quo.
Entran en este grupo todos los consejos terapéuticos tendientes a ver de una manera
simplista la realidad de una situación. Tales consejos apuntan a solicitar cambios en el
paciente identificado, al que se le pide que apele a esas mismas energías cuya carencia
siente, o a interrumpir un determinado comportamiento en los familiares, considerado
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improductivo o contraproducente. Esto significa oponerse a las dinámicas sistémicas de
ese grupo, o por lo menos ignorarlas.
Resultado último puede ser la creación de un contexto acusatorio o inútilmente
competitivo; esto terminará por repercutir negativamente sobre el paciente identificado
y sobre los demás miembros de la familia, y en última instancia sobre la credibilidad de
la terapia.
Son prescripciones de contexto todas las modalidades actuadas en el curso de la sesión,
que tienden a promover la formación y el mantenimiento de un contexto socio
terapéutico.
Se trata de tareas cuyo objetivo es generalmente introducir una connotación de
operatividad concreta en el ámbito de la entrevista; se las utiliza a menudo para obtener
el cambio de una atmosfera que el terapeuta considera inapropiada en esa fase
terapéutica.
2. Prescripciones de reelaboración sistémica
Con este tipo de prescripción se tiende a reestructurar los modelos comunicativos
usuales de la familia, sustituyéndolos por otros nuevos y más funcionales, mediante la
reelaboración de elementos y energías ya presentes en el sistema familiar.
Una vez iniciado un proceso de reelaboración sistémica es más fácil ampliar el campo
de acción e incluir en él problemáticas y exigencias cada vez menos vinculadas con el
problema individual por el cual se solicitó inicialmente la terapia; ésta termina siendo de
notable impor6tancia en el proceso de crecimiento de todo el grupo familiar.
3. Prescripciones de refuerzo
Nos referimos así a todas las prescripciones tendientes a reforzar movimientos ya en
acto en el sistema familiar y considerados útiles para el cambio.
Va de suyo que las prescripciones de contexto, de desplazamiento o de reelaboración
sistémica pueden tener un efecto de refuerzo en el momento en que potencian un intento
de solución ya iniciado dentro del grupo familiar.
En un momento en que, por motivos no siempre identificables, la tendencia al cambio
está prevaleciendo temporariamente sobre la tendencia a la homeostática, el terapeuta
no debe hacer otra cosa que organizar una prescripción que incluya, de una manera más
extensa y articulada, lo que ya está ocurriendo.
4. Prescripciones de utilización del síntoma
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Una utilización terapéutica del componente sistemático puede realizarse en términos de
ataque directo como de alianza.
Prescripciones de ataque de síntoma: el comportamiento del paciente identificado es
en este caso objeto de agresión o de ridículo en su naturaleza misma, mediante su
acentuación o anticipación (ejemplo pág. 108) Una regla a cual siempre nos
atenemos es la de que mientras se golpea con una decisión la manifestación
sintomática y el poder manipulativo vinculado con ésta, se buscan
contemporáneamente zonas de autonomía para sostenerlas y potenciarlas. Esto
puede ocurrir si el terapeuta, aun ateniéndose al síntoma, está en condiciones de
cambiar su significado en términos relacionales.
Prescripciones de alianza sobre el síntoma: se revelan particularmente en la pre
adolescencia, o viene en situaciones de trasformación del sistema familiar en una de
las fases más delicadas de su ciclo de desarrollo: la de la desvinculación del
adolescente.
PRESCRIPCIONES PARADOJALES
La paradoja en psicoterapia se realiza mediante la prescripción paradojal, que sólo
adquiere real eficacia si entra en el más vasto ámbito de un enfoque paradojal. Tal
enfoque se extiende a toda una modalidad de manejo de determinados procesos
terapéuticos, incluida la prescripción paradojal. El terapeuta puede organizar y realizar
todas sus intervenciones analógico – verbales, siguiendo una técnica paradojal que
ponga al sistema familiar en una forzosa disposición al cambio. Las modalidades de
utilización de un enfoque de este tipo son muchísimas y se hallan estrechamente
vinculadas con la creatividad del terapeuta y con los puntos de articulación que ofrezca
a la familia.
Se puede definir como paradojal una situación en que una afirmación es verdadera si es
alza, y sólo su lo es; esto deriva del hecho de que se emiten contemporáneamente a dos
mensajes que resultan prácticamente incompatibles entre sí.
La paradoja utilizada en psicoterapia nace de características contextuales distintas; no
obliga al paciente a responder según una modalidad patológica, sino que determina, en
todo caso, la interrupción de un círculo vicioso.
En estos casos el terapeuta puede aceptar la contradictoriedad frente a la cual lo ponen,
estimulando de este modo la tendencia al cambio presente en otros niveles en la familia.
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En cuanto a la prescripción del síntoma, la paradoja representa una respuesta terapéutica
a la lógica ayúdame a cambiar, sin nada, en la cual el paciente o todo el sistema
familiar entrampado. Así, se el paciente acude a terapia para curarse, éste le aconsejará
practicar el comportamiento enfermo que lo llevó a la consulta. Prescribir el síntoma a
un paciente individual, lejos de ser una intervención que resuelva de por sí un estado de
dificultad, representa en nuestra opinión una modalidad táctica tendiente a abrir una
brecha en sistemas particularmente rígidos, para promover la liberación de
potencialidades inexpresivas.
En cuanto a la prescripción de las reglas: en terapia familiar se puede utilizar una
técnica paradojal prescribiendo a la familia a la aplicación exasperada de las reglas de
relación individualizadas como disfuncionales, que corresponden al componente más
rígido de la homeostasis sistémica. Esta modalidad produce el efecto de hacer posible
un proceso de transformación, es decir, de promover la ruptura de las reglas de relación
que llevaron al problema y que tienden a mantenerlos. Se trata, en la práctica, de
sustituir el juego sin fin por un juego nuevo, en el cual el terapeuta, mediante la
negación de alternativas, pone en acto una modalidad provocativa y a la vez liberadora
respecto de un grupo familiar que puede ahora responder mediante una contra
provocación “terapéutica”. Esta contra provocación, más allá del significado relacional
que contiene, permite a la familia experimentar modalidades de relación y de solución
del problema hasta entonces negadas o en todo caso no expresadas.
PRESCRIPCIONES METAFORICAS
Una terapia relacional debe habituarse y escuchar de un modo metafórico. El
comportamiento sintomático, en su esencia misma puede tener significado de
comunicación.
El terapeuta puede comprender o emitir mensajes metafóricos múltiples, por el modo
de escuchar y observar el comportamiento de un grupo, y también por su modalidad de
establecer la relación. Cuando oye a alguien que habla del problema, tiene presente
que éste está refiriendo hechos y opiniones al respecto, pero que al mismo tiempo está
comunicando indirectamente algo que no se puede decir de un modo explícito.
El uso activo de la metáfora por parte del terapeuta se efectúa de varias maneras.
Puede hablar con metáforas o activar a la familia siguiendo una modalidad metafórica,
en particular con el uso de la prescripción. Se puede hablar con metáforas eligiendo un
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argumento que se asemeje a la situación problema, evitando en todo caso hacer
explicita la conexión. Otro modo de comunicarse con metáforas consiste en atribuir a
algún objeto connotaciones emotivas propias de un individuo o de varias personas.
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distribución y la amplitud de los espacios personales, y liberar las valencias que hasta
ese momento permanecían ocupadas en funciones estereotipadas de interacción.
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preparada, modulada, precisada por la implícita, y a la inversa; el contexto es
modificado por las redefiniciones verbales y no verbales, y a su vez las puede volver
más eficaces o absolutamente inútiles.
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sobre la trama relacional que las une. Llegado este punto, podrá vincular la función del
paciente designado con las funciones de los demás y, entones, atacarlo en su papel de
sostenedor de ciertas modalidades de interacción. Así el paciente designado no será
provocado como individuo aislado, sino como integrante de un sistema más amplio.
Para inducir una crisis terapéutica y empujar al sistema más allá de su esfera de
estabilidad, el terapeuta debe atribuir a la conducta sintomática una función susceptible
de ligar entre sí a los miembros de este sistema.
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contribuía a mantener la organización de la familia, mientras que aquel se prodiga para
quebrarla. Su posición central no se convierte en el apoyo de la elasticidad del sistema,
sino que es uno de los elementos más desequilibradores.
En las fases iniciales e intermedia, el terapeuta trata de hacer todavía mas gravosa la
situación de incomunicabilidad que reina en la familia, impide la interacción verbal.
Mientras que por un lado hace que se sienta la necesidad de un sinceramiento directo
entre sus miembros, por el otro lo impide manteniéndose como el interlocutor único de
cada uno.
El terapeuta participa sobre la base de los elementos que ha recogido de cada uno de los
miembros de la familia, de las emociones que estos le suscitan y de la intensidad de su
contacto personal con todo ello.
El obrar de la familia no es lineal ni circular, por esto nuestro como de hacer terapia se
puede valer de la imitación de actitudes familiares; la interpretación que ella hace de su
funcionamiento se puede llamar lineal, mientras que la nuestra de definirá como
circular.
El trabajo consiste en orientar de manera diferente la tensión que la familia ya trae
consigo, redistribuyéndola entre sus miembros.
Nuestra tarea es atacar las funciones y apoyar a los individuos, evitando
cuidadosamente hacer lo contrario.
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lograra conciliar lados contrapuestos de la realidad, y obtuviera su simultánea
cristalización. El síntoma, puede perder poco a poco sus caracteres de especificidad.
Por lo general, en el momento de intervenir el terapeuta, la evolución de la metáfora del
paciente ha llegado a su culminación; por eso mismo, èl se encuentra en la necesidad de
iniciar un proceso opuesto a fin de redescubrir en el interior de la imagen presentada los
elementos históricos y relacionales originarios. Podrá entonces condensar en una
metáfora propia los datos de observación recogidos en el curso de las interacciones
entre los miembros del sistema terapéutico.
La metáfora es transmitida del mismo modo en que el paciente manifiesta el síntoma; en
virtud de su contexto y de su forma, se afirman y niegan al mismo tiempo el contenido
del mensaje o su destinatario (Bateson, 1976).
LA METAFORA LITERARIA
La imagen proporcionada define no solo al miembro designado, sino a las relaciones e
interacciones que mantiene con los demás, situándolas en una atmosfera irreal y
fantástica. Así, aunque el mensaje representativo se envía en apariencia a una sola
persona, su estructura incluye de manera indirecta a las demás en la medida en que están
en relación con aquella.
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El objeto metafórico permite al terapeuta descentralizarse: dejar de ser el punto de
referencia, el foco de la atención. El objeto puede ser un modo muy eficaz de “tomar
distancia” cuando la situación se vuelve confusa o se está en un punto muerto; con el
uso del objeto metafórico se recrea la oportunidad de arrojar la pelota a la familia y de
observar desde fuera lo que sucede.
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Bibliografía
Andolfi Maurizio. (1987). Terapia familiar, un enfoque interaccional. Buenos
Aires: Ed. Paidos.
Andolfi Maurizio. (1995). Detrás de la máscara familiar. Buenos Aires: Ed.
Morrortu.
Minuchin, Salvador (1986) - Familias y terapia familiar - Quinta edición,
Buenos Aires, Argentina, Ed. Gedisa.
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