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FACULTAD DE ARTES Y CIENCIAS

LICENCIATURA EN PSICOLOGÍA
PSICOLOGÍA CLÍNICA II

Terapia de Familia
desde el Enfoque
Sistémico
Salvador Minuchín

Nació en San Salvador, Entre Ríos, el 13 de octubre de 1921. Se recibió de médico en la


Universidad de Córdoba. A comienzos de los años 50 se radicó en los Estados Unidos
donde comenzó a ejercer como psiquiatra trabajando con familias pobres, en barrios
marginales y difíciles.
En los años 60´s y 70’s como partícipe inicial del desarrollo de la terapia familiar, se
convirtió en un modelo con el cual los terapeutas comparaban su trabajo. Muchos
grupos de terapeutas norteamericanos y del resto del mundo, cuando se han perdido o se
pierden ante una familia, se han preguntado y se preguntan ¿Qué es lo que Minuchin
hubiera hecho?
Su modelo, que llamó “estructural”, ve a la familia como un sistema que tiende a
mantenerse estable ante las condiciones e influencias internas y externas, lo que, a
veces, favorece cierta disfuncionalidad en tanto tiende a perpetuar un sufrimiento a la
familia o a parte de ella. El regreso a la funcionalidad requiere atenerse a ciertos
principios: reestablecimiento de jerarquías, límites claros en roles y funciones, deshacer
alianzas o triángulos dañinos. Su modelo de evaluación clínica e intervención, siendo
complejo, es utilizable no sólo por terapeutas familiares sino también por agentes de
salud de formación menos sofisticada, cosa que ha podido experimentarse en la
capacitación masiva de agentes de salud en Nicaragua en los `80.
“Creo que yo estoy mucho más interesado en la exploración del conflicto que muchos
terapeutas de hoy en día. Mi terapia se originó en la terapia activa de los sesenta con
todo su optimismo y energía, experimentalismo, creatividad y candidez. Traigo el drama
familiar dentro del consultorio. Aliento a los miembros para que interactúen
directamente entre sí con la creencia de que la familia es la arena sobre la que la gente
puede expresarse a sí misma en toda su complejidad. Entonces, la interacción familiar,
con todo su potencial para ambos, destrucción y cuidado, continúa ocupando el
escenario central en mi práctica”. (S. Minuchin)

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TERAPIA ESTRUCTURAL DE LA FAMILIA

El marco de referencia del terapeuta es la terapia estructural de la familia, un cuerpo de


teoría y técnica que estudian al individuo en un contexto social. La terapia basada en un
marco de referencia, donde intenta modificar la organización de la familia. Cuando se
transforma la estructura del grupo familiar, se modifican consecuentemente las
posiciones de los miembros en ese grupo. Como resultado de ello, se modifican las
experiencias de cada individuo.
Las experiencias del hombre son determinadas por su interacción con el medio, es decir
que el hombre es influido por un contexto social, sobre el cual también influye.
La terapia de familia considera a la persona como un miembro de diferentes contextos
sociales, actuando y respondiendo en su marco. Su concepción acerca de la localización
de la patología es mucho más amplia y también lo son, consecuentemente, las
posibilidades de intervención.
El hombre en su contexto
La terapia estructural de familia, que estudia al hombre en su contexto social, fue
desarrollada en la segunda mitad del siglo XX. Se trata de una de las múltiples
respuestas al concepto de hombre como parte de su medio.
La familia constituye un factor significativo en este proceso, es un grupo social natural,
que determina las respuestas de sus miembros a través de estímulos desde el interior y
desde el exterior.
La influencia de la familia sobre sus miembros fue demostrada experimentalmente por
una investigación de las enfermedades psicosomáticas de la infancia. Las
comprobaciones realizadas en la investigación proporcionaron fundamentos
experimentales para el núcleo básico de la terapia de familia: nos referimos al hecho que
el niño responde a las tenciones que afectan a la familia.

El asiento de la patología

La patología puede ubicarse en el interior del paciente en su contexto social o en el


feedback entre ambos. La terapia orientada desde este punto de vista se basa en tres
axiomas.

1) La vida interna de un individuo no es exclusivamente un proceso interno. El


individuo influye sobre su contexto y es influido por este por secuencias
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repetidas de interacción. El individuo que vive en el seno de su familia es
miembro de un sistema social al que debe adaptarse. Este puede ser considerado
en un subsistema, o parte del sistema pero se debe tomar en cuenta al conjunto.
2) Las modificaciones en una estructura familiar constituyen a la producción de
cambios en la conducta y los procesos psíquicos internos de los miembros de ese
sistema.
3) Cuando un terapeuta trabaja con un paciente o con la familia de un paciente, su
conducta se incluye en ese contexto. Los terapeutas y la familia forman en
conjunto un nuevo sistema, terapéutico en este caso, que gobierna la conducta de
sus miembros.

La terapia estructural de familia encara el proceso de feedback entre las circunstancias y


las personas implicadas. Los cambios impuestos por una persona sobre sus
circunstancias y la forma en que los feedback en relación con estos cambios afectan su
acción posterior. Una mutación en la posición de una persona en relación con sus
circunstancias constituye una modificación se su experiencia. La terapia de familia
recurre a la técnica que altera el contexto inmediato de las personas de tal modo que sus
posiciones cambian. Al cambiar la relación entre una persona y el contexto familiar en
que se mueve, se modifica consecuentemente su experiencia subjetiva.
La nueva perspectiva modifico la experiencia de los miembros de la familia. Este es el
fundamento de la terapia de familia. El terapeuta se asocia a la familia con el objetivo
de cambiar la organización de la familia de tal modo que la experiencia de sus
miembros se modifique. A través de la facilitación del uso de modalidades alternativas
de interacción entre los miembros de la familia, el terapeuta recurre a la matriz de la
familia para el proceso de curación. La familia, al modificarse, ofrece a sus miembros
nuevas circunstancias y nuevas perspectivas frente a sus circunstancias. La nueva
organización permite un continuo refuerzo de la nueva experiencia, lo que proporciona
una validación del nuevo sentido de sí.

El objetivo de la terapia

El objetivo de la terapia de familia y la técnica que recurre están determinados por su


marco teórico. La terapia estructural de familia es una terapia de acción. La herramienta
de esta terapia consiste en modificar el presente, no en explorar e interpretar el pasado.
El pasado influye en la creación de la organización y funcionamiento actual de la
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familia; por lo tanto, se manifiesta en el presente y podrá cambiar a través de
intervenciones que cambien el presente.
El objetivo de las intervenciones en el presente es el sistema familiar. El terapeuta se
asocia a este sistema y utiliza a su persona para transformarlo. Al cambiar la posición de
los miembros del sistema, cambian sus experiencias subjetivas.
El terapeuta confía en algunas propiedades del sistema. En primer lugar, una
transformación de su estructura permitirá al menos alguna posibilidad de cambio. En
segundo lugar, el sistema de la familia está organizado sobre la base del apoyo,
regulación, alimentación y socialización de sus miembros. El terapeuta se une a la
familia para reparar o modificar su funcionamiento para que esta pueda desarrollar estas
tareas con mayor eficacia. En tercer lugar, el sistema de la familia tiene propiedades de
autoperpetuación. Por lo tanto, el proceso que el terapeuta inicia en el seno de la familia,
será mantenido en su ausencia por los mecanismos de autorregulación de esta. En otras
palabras, una vez que se ha producido un cambio, la familia lo preservara, proveyendo
una matriz diferente y modificando el feedback que continuamente califica o valida las
experiencias de su miembros.
Estos conceptos de estructura constituyen el fundamento de la terapia de familia. La
terapia estructural de familia debe partir de un modelo de normalidad que le permita
medir las anomalías. Diversas entrevistas con familias pertenecientes a diferentes
culturas que funcionan en forma eficaz ilustraran las dificultades normales de la vida
familiar que trascienden las diferencias culturales.

UN MODELO FAMILIAR

El hombre sobrevive en grupos; esto es inherente a la condición humana. Una de las


necesidades más básicas del niño es la figura de una madre que lo alimente, proteja e
instruya. El hombre ha sobrevivido en todas sociedades a través de su pertenencia a
diferentes agrupamientos sociales. La civilización urbana y no urbana industrial
moderna plantea al hombre dos requerimientos conflictivos: la capacidad para
desarrollar habilidades altamente especializadas y la capacidad para una rápida
adaptación a un escenario socio-económico que se modifica constantemente. Las
funciones de la familia sirven a dos objetivos distintos. Una es interno, la protección

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psico-social de sus miembros; el otro es externo, la acomodación a una cultura y la
transmisión de esa cultura.

La sociedad industrial urbana ha entrado por la fuerza en la familia, haciéndose cargo de


múltiples funciones que en algún momento fueron consideradas como deberes
familiares. Las condiciones que permiten o que requieren que ambos conyugues
trabajen fuera de la familia crea situaciones en la que el sistema extrafamiliar puede
aliviar y exacerbar los conflictos entre los esposos. El hombre moderno sigue
adhiriendo a una serie de valores que pertenecen a una sociedad diferente, una sociedad
en la que los límite entre la familia y lo extrafamiliar están delineados con claridad. La
adherencia a una modelo pasado de moda conduce a clasificar a muchas situaciones que
son claramente transicionales como patológicas y patogénicas. El criterio para la vida
familiar sigue siendo el legendario “entonces se casaron y vivieron felices por siempre
jamás”. Solo la familia, la más pequeña unidad social puede cambiar y al mismo tiempo
mantener una continuidad suficiente para la educación del niño que no será “extraños en
una tierra extraña”.

La matriz de la identidad

En todas las culturas, la familia imprime a sus miembros un sentimiento de identidad


independiente. La experiencia humana de identidad posee dos elementos; un
sentimiento de identidad y un sentido de separación.
El sentido de pertenencia se acompaña con una acomodación por parte del niño a los
grupos familiares y con su asunción de pautas transaccionales en la estructura familiar
que se mantienen a través de los diferentes acontecimientos de la vida. El sentido de la
identidad de cada miembro se encuentra influido por su sentido de pertenencia a una
familia específica.
El sentido de separación y de individualización se logra a través de la participación en
diferentes subsistemas familiares en diferentes contextos familiares.
El sentido de identidad de cada individuo es influido por su sentido de pertenencia a
diferentes grupos.
La familia es la matriz del desarrollo psicosocial de sus miembros, también debe
acomodarse a la sociedad y garantizar alguna continuidad a su cultura. La familia
cambiara a medida que cambie la sociedad. Probablemente en forma complementaria, la

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sociedad desarrollara estructuras extrafamiliares para adaptarse a nueva corrientes de
pensamiento y a las nuevas realidades sociales y económicas.
La brecha generacional constituye otro ejemplo de necesidades no satisfechas. La
familia renuncia a la socialización de los niños a una edad cada vez más temprana. La
escuela, los medios de difusión y los grupos infantiles se ocupan cada vez en mayor
medida de la guía y educación de los niños mayores. Pero la sociedad no ha
desarrollado aun fuentes extrafamiliares adecuadas de socialización y apoyo.
Cuando la familia deja de ocuparse de sus hijos, los deja a cargo de sistemas de apoyo
inadecuados.
Los cambios siempre se orientan desde la sociedad hacia la familia, nunca desde la
unidad más pequeña a la mayor. La familia cambiara, pero también persistirá debido a
que constituye la mejor unidad humana para sociedades rápidamente cambiantes.
Cuando mayor flexibilidad y adaptabilidad requiera, la sociedad de sus miembros, más
significativa ser la familia como la matriz del desarrollo psicosocial.
Del mismo modo en que en un sentido genérico la familia cambia y se adapta a las
circunstancias históricas, también la familia individual se adapta constantemente. La
familia es un sistema abierto en trasformación, es decir que constantemente recibe y
envía descargas de y desde el medio extrafamiliar y se adapta a las diferentes demandas
de las etapas de desarrollo que enfrenta.
La concepción habitual idealizada acerca de la familia normal es la de que no produce
stress. Esta imagen en personas que viven en armonía, enfrentando las descargas
sociales sin irritarse viven en armonía, enfrentando las descargas sociales sin irritarse y
cooperando siempre mutuamente se derrumba tan pronto como se enfrenta a una familia
con sus problemas corrientes.
La familia normal no puede ser distinguida de la familia anormal por la ausencia de
problemas; por lo tanto, el terapeuta debe disponer de un esquema conceptual del
funcionamiento familiar que lo ayuda a analizar a una familia. Un esquema basado en la
concepción de la familia como un sistema que opera dentro de contextos sociales
específicos tiene tres componentes:
 En primer lugar, la estructura de una familia es la de un sistema sociocultural
abierto en proceso de transformación.
 En segundo lugar, la familia muestra un desarrollo desplazándose a través de un
cierto número de etapas que exigen una reestructuración.

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 En tercer lugar, la familia se adapta a las circunstancias cambiantes de modo tal
que mantiene una continuidad y fomenta el crecimiento psicosocial de cada
miembro.

Estructura familiar

La estructura familiar es el conjunto invisible de demandas funcionales que organizan


los modos en que interactúan los miembros de una familia. Una familia es un sistema
que opera a través de pautas transaccionales. Las transacciones repetidas establecen
pautas acerca de qué manera, cómo y con quien relacionarse y estas pautas apuntalan al
sistema.
Las pautas transaccionales regulan las conductas de los miembros de la familia. Son
mantenidas por dos sistemas de coacción. El primero es genérico e implica las reglas
universales que gobierna la organización familiar. Por ejemplo debe existir una
jerarquía de poder en la que los padres y los hijos poseen niveles de autoridad diferente,
también debe existir una complementariedad de las funciones; en la que el marido y la
esposa aceptan la interdependencia y operen como un equipo
El segundo sistema de coacción es idiosincrático, e implica las expectativas mutuas de
los diversos miembros de una familia. A menudo, la naturaleza de los contratos
originales han sido olvidados, y es posible que nunca hayan sido explícitos. Pero las
pautas permanecen en una relación con una acomodación mutua y con una eficacia
funcional.
De ese modo el sistema se mantiene a sí mismo. Ofrece resistencia al cambio más allá
de cierto nivel y conserva las pautas preferidas durante tanto tiempo como puede
hacerlo. En el interior del sistema existen pautas alternativas.
Cuando existen situaciones de desequilibrio del sistema, es habitual que los miembros
de la familia consideren que los otros miembros no cumplan con sus obligaciones.
Aparecen entonces requerimientos de lealtad familiar y maniobras de inducción de
culpabilidad.
La estructura familiar debe ser capaz de adaptarse cuando las circunstancias cambian.
La disponibilidad de pautas transaccionales alternativas, y la de flexibilidad para
movilizarlas cuando es necesario hacerlo. La familia debe responder a cambios internos
y externos y, por lo tanto, debe ser capaz de transformarse de modo tal que le permita
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encarar nuevas circunstancias si perder la continuidad que proporciona un marco de
referencia a sus miembros.
El sistema familiar se diferencia y desempeña sus funciones a través de sus subsistemas.
Las diadas como las de marido-mujer o madre-hijo, pueden ser subsistemas.
Cada individuo pertenece a diferentes subsistemas en los que posee diferentes niveles de
poder y en los que aprende habilidades diferenciadas. En diferentes subsistemas se
incorpora a diferentes relaciones complementarias. El niño debe actuar como un hijo,
como su padre actúa como su padre; y cuando el niño lo hace es posible que deba ceder
el poder del que disfruta cuando interactúa con su hermano menor. La organización en
subsistemas de una familia proporciona un entrenamiento adecuado en el proceso de
mantenimiento del diferenciado “yo soy”, al mismo tiempo que ejerce sus habilidades
interpersonales en diferentes niveles.
Límites: los límites de un subsistema están constituidos por las reglas que definen
quienes participan, y de qué manera.
La función de los límites reside en proteger la diferenciación del sistema. Todo
subsistema familiar posee funciones específicas y plantea demandas específicas a sus
miembros.
Para que el funcionamiento familiar sea adecuado los límites de los subsistemas deben
ser adecuados. Deben definirse con suficiente precisión como para permitir a los
miembros de los subsistemas el desarrollo de sus funciones sin interferencias indebidas,
pero también deben permitir el contacto entre los miembros del subsistema y los otros.
La claridad de los límites en el interior de una familia constituye un parámetro útil para
la evaluación de su funcionamiento. Algunas familias se vuelcan hacia sí mismas para
desarrollar su propio micro cosmos, con un incremento consecuente de comunicación y
de preocupación entre los miembros de la familia. La diferenciación del sistema familiar
se hace difusa. Un sistema de este tipo puede sobrecargarse. Otras familias se
desarrollan con límites muy rígidos. La comunicación entre los subsistemas es difícil y
las funciones protectoras de las familias se ven así perjudicadas. Es posible considerar a
todas las familias como pertenecientes a algún punto situado entre un continuum cuyos
polos son los extremos de limites difusos, por un lado, y de limites sumamente rígidos
por otro.

DESLIGADA / LÍMITES CLAROS / AGLUTINADA


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_______________________ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _
……………………….

En términos humanos, aglutinamiento y desligamiento se refieren a un estilo


transaccional, o de preferencia por un tipo de interacción. La mayor parte de las familias
poseen subsistemas aglutinados y desligados.
Las operaciones en los extremos, sin embargo, señalan áreas de posible patología.
Los miembros de subsistemas o familias aglutinadas pueden verse perjudicadas en el
sentido de que el exaltado sentido de pertenencia requiere un importante abandono de la
autonomía.
La familia aglutinada responde a una variación en relación con lo habitual con una
excesiva rapidez e intensidad. La familia desligada tiende a no responder cuando es
necesario hacerlo.
A menudo un terapeuta opera como delineador de límites, que clarifica límites difusos y
abre los limites excesivamente rígidos. Su evaluación de los subsistemas familiar y de
funcionamiento de los límites proporciona un rápido cuadro diagnóstico de la familia en
función del cual orienta sus intervenciones terapéuticas.

El subsistema conyugal: se constituye cuando dos adultos de diferentes sexos se unen


con la intención expresa de construir una familia. Las principales cualidades requeridas
para la implementación de sus tareas son la complementariedad y la acomodación
mutua. Es decir que la pareja debe desarrollar pautas en la que cada esposo apuntala la
acción del otro en muchas áreas. Deben desarrollar pautas de complementariedad que
permitan a cada cónyuge ceder sin sentir que se ha dado por vencido. Tanto el esposo
como la esposa deben ceder parte de su individualidad para lograr un sentido de
pertenencia.
El subsistema conyugal puede convertirse en un refugio ante los externos y en la matriz
para el contacto con otros sistemas sociales. Puede fomentar el aprendizaje, la
creatividad y el crecimiento. En el proceso de acomodación mutua, los conyugues puede
actualizar aspectos creativos de sus pautas que permanecían latentes y apuntalar los
mejores rasgos de cada uno. Pero las parejas también pueden estimularse mutuamente
os rasgos negativos.
El subsistema conyugal debe llegar a un límite que lo proteja de la interferencia de las
demandas y necesidades de otros sistemas; en particular, cuando la familia tiene hijos.
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Los adultos deben poseer un territorio psicosocial propio. Marido y mujer se necesitan
mutuamente como refugio ante los múltiples requerimientos de la vida. El terapeuta
protege los límites que rodean al subsistema conyugal.
El subsistema parental: cuando nace el primer hijo se alcanza un nuevo nivel de
formación familiar. En un familia intacta el subsistema conyugal debe diferenciarse para
desempeñar las tareas de socializar un hijo sin renunciar al mutuo apoyo que
caracterizara al subsistema conyugal. Se debe trazar un límite que permita el acceso del
niño a ambos padres y al mismo tiempo, que lo excluya de las relaciones conyugales.
A medida que el niño crece, sus requerimientos para el desarrollo tanto de la autonomía,
como de la orientación, impone demandas al subsistema parental que debe modificarse
para satisfacerlas. El niño comienza a tener contacto con compañeros extra familiares
como ser la escuela. El subsistema parental debe adaptarse a los nuevos factores que
actúan en el marco de la socialización.
Los procesos que corresponden a ello difieren según la edad de los niños, cuando son
muy pequeños predominan las funciones de alimentación, el control y la orientación
asumen una mayor importancia luego. A medida que el niño madura especialmente en
el transcurso de la adolescencia, los requerimientos planteados por los padres
comienzan a entrar en conflicto con los requerimientos de los hijos para lograr una
autonomía adecuada a su edad.
El funcionamiento eficaz requiere que los padres y los hijos acepten el hecho de que el
uso diferenciado de autoridad constituye un ingrediente necesario del subsistema
parental. Ellos se convierten en un laboratorio de formación social para los niños
aprendan a saber cómo negociar en situaciones de poder desigual.

El subsistema fraterno: es el primer laboratorio social en el que los niños pueden


experimentar relaciones con sus iguales. En el marco de este contexto, los niños se
apoyan, aíslan, descargan sus culpas y aprenden mutuamente. En el mundo fraterno, los
niños aprenden a negociar, cooperar, competir. Aprenden a lograr amigos y aliados, a
salvar la apariencia cuando ceden y a lograr reconocimientos por sus habilidades.
En las familias amplias, el subsistema fraterno posee otras divisiones, ya que los hijos
más pequeños se diferencian de los mayores que realizan contactos y contratos con el
mundo extrafamiliar. Cuando los niños se ponen en contacto con el mundo de sus
iguales extrafamiliares, intenta actuar de acuerdo con las pautas de mundo fraterno.

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Un terapeuta debe conocer las necesidades del desarrollo de los niños y debe ser capaz
de apoyar el derecho del niño a la autonomía sin minimizar los derechos de los padres.
Los límites del subsistema fraterno deben proteger a los niños de la interferencia adulta,
para que puedan ejercer su derecho a la privacidad y disponer de la libertad de cometer
errores en su exploración.

Adaptación de la familia
Una familia se encuentra sometida a presión interna originada en la evolución de sus
propios miembros y subsistemas y a la presión exterior originada en los requerimientos
para acomodarse a las instituciones sociales significativas que influye sobre los
miembros familiares. La respuesta a estos requerimientos exige una transformación
constante de la posición de los miembros de la familia en sus relaciones mutuas, para
que puedan crecer mientras el sistema familiar conserva su continuidad. En este proceso
de cambio y continuidad las dificultades para acomodarse a las nuevas situaciones son
inevitables. El peligro de esta actitud es el excesivo énfasis en la patología. Los
procesos transicionales de adaptación a nuevas situaciones en los que la falta de
diferenciación y la angustia que caracteriza a todos los nuevos procesos, pueden ser
considerados así erróneamente como patológicos. El stress sobre un sistema familiar
puede originarse en cuatro fuentes:
1) Contacto estresante de un miembro con fuerzas extrafamiliares: la familia debe
brindar apoyo a sus miembros cuando se encuentra alguno de ellos afectados por
el stress, acomodándose a sus nuevas circunstancias.
2) Contacto estresante de la familia en su totalidad con fuerzas extra familiares: un
sistema familiar puede verse sobrecargado por los efectos de una depresión
económica o sino el stress puede generarse en un cambio de domicilio por
mudanza o traslado a otra ciudad. Los recursos de la familia para hacer frente a
estas situaciones se encuentran amenazados en forma particular por la pobreza y
discriminación. La intervención del terapeuta debe orientarse en su evaluación
de la familia. Se analiza la organización de la misma y se determina que
básicamente viable pero que se encuentra sobrecargada por los contactos con
tantas instancias incoordinadas debe actuar como el consejero de la familia.
Puede enseñar a la familia la manera de manipular las instituciones en beneficio
propio. O puede trabajar para coordinar las acciones referentes a la familia.

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3) Stress en los momentos transicionales de la familia: ante la evolución natural de
la familia se plantean inevitablemente conflictos que deben ser resueltos por
negociaciones de transición y así la familia se adaptara con éxito, logrando el
crecimiento de todos los miembros de la familia. Si no se resuelven los
problemas transicionales pueden aparecer problemas mayores. Estos problemas
pueden surgir por cambios en la evolución en los miembros de la familia y por
cambios de la composición de la familia, como por ejemplo el comienzo de la
adolescencia de los hijos. Cuando una familia incorpora un nuevo miembro
quien debe adaptarse a las reglas y el sistema debe modificarse para incluir al
nuevo miembro.
4) Stress referente a problemas de idiosincrasia: un terapeuta de familia debe tomar
en cuenta todas las circunstancias y tener presente la posibilidad de que áreas
determinadas de la familia den lugar a pautas transicionales disfuncionales.

IMPLICACIONES TERAPEUTICAS DEL ENFOQUE ESTRUCTURAL

El enfoque estructural de las familias se basa en el concepto que una familia no se


reduce a los aspectos biopsicodinámicos individuales de sus miembros.

Los miembros de una familia se relacionan de acuerdo con ciertas disposiciones que
gobiernan sus transacciones. Estas disposiciones, aunque por lo general no son
establecidas explícitamente o siquiera reconocidas, constituyen un todo: la estructura de
la familia. La realidad de la estructura no sería la misma que la realidad de los
miembros individuales.
Como la estructura familiar no es una entidad inmediatamente observable para el
terapeuta (T), los datos y su diagnóstico los va a obtener experimentalmente en el
proceso de “asociarse” con la familia. De esta forma, a través de lo que oye que los
miembros de dicen y lo que observa del modo en que los miembros se relacionan con él
y entre ellos mismos, va a poder analizar el “campo transaccional” de esa familia y así
lograr un “diagnóstico estructural.
El terapeuta se plantea un cierto número de interrogantes sobre la familia, observa la
conducta de la familia para ver si da fundamento o contradice el contenido de lo que
dice, es decir que trata de dar cuenta de las transacciones que se producen en esa

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familia, cuáles son sus límites y pautas y comienza a elaborar hipótesis acerca de cuáles
son las pautas operativas y cuáles no, de esta forma establece un mapa familiar.
Un mapa familiar es un esquema organizativo, no es representativo de la riqueza de las
transacciones de la familia del mismo modo que un mapa no representa toda la riqueza
de un territorio. El mapa es estático, mientras que la familia está en constante
movimiento. Pero es útil porque constituye un dispositivo simplificador que le permite
al terapeuta organizar los datos que obtiene y formular hipótesis acerca de las áreas que
funcionan correctamente y de las otras que no y para determinar los objetivos
terapéuticos.
Al mismo tiempo que recoge material para un mapa estructural, el terapeuta introduce
pruebas experimentales. Su sola presencia es una prueba porque la familia se organiza
en relación con él. Además puede imponer la realización de tareas planificadas para
indagar acerca de aspectos significativos de la estructura familiar.
El terapeuta se tiene que “asociar” con la familia, para ello subraya los aspectos de su
personalidad y experiencia que son sintónicos con los de la familia.
En la Terapia familiar se considera que el cambio se produce a través del proceso de
asociación con la familia y su reestructuración en una forma cuidadosamente
planificada, para poder transformar así las pautas transaccionales disfuncionales.
La única estructura familiar inmediatamente asequible para el terapeuta es la estructura
disfuncional. El terapeuta tiene que explorar esa estructura y ubicar las áreas de posible
flexibilidad y cambio. Su aporte esclarece partes de la estructura familiar que han
permanecido sumergidas, inactivas que se vuelven a activar. Si el terapeuta tiene la
flexibilidad necesaria para desligarse y observar el efecto de sus indagaciones, logrará
esclarecer así su cuadro diagnóstico de la familia.
Ante las indagaciones la familia puede responder de tres formas:
1) Puede asimilar con dificultad la intervención del terapeuta a sus pautas
transaccionales previas, lo que permite el aprendizaje pero no el crecimiento.
2) Puede responder acomodándose, a través de la extensión de sus pautas
transaccionales o de la activación de las pautas alternativas.
3) Puede responder a la intervención delterapeuta como si se tratase de una
intervención completamente nueva. Esto sería una intervención estructurante: si
la familia no la rechaza se producirá un aumento de estrés en el sistema. La

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homeostasis de la familia se verá desequilibrada, abriendo el camino a la
transformación.
Ejemplos:
La familia extensa:
El modelo de la familia extensa es una forma bien adaptada a situaciones de estrés y
penuria, es característico de muchas familias afectadas por la pobreza. Las funciones
pueden ser compartidas. Este tipo de sistema puede funcionar en forma adecuada o no.
En algunos casos, una familia extensa puede enfrentar problemas debido a la dificultad
para asignar claramente las responsabilidades y delimitar los límites lo que crea
confusión y estrés.

Ejemplos
La familia con un hijo:
La asignación de poder parental a un hijo constituye un recurso natural en las familias
amplias, en las familias con un solo padre o madre o en familias en las que trabajan
ambos padres. El sistema puede funcionar en forma adecuada. Los hijos menores
reciben los cuidados requeridos y el hijo parental puede incrementar su responsabilidad,
competencia y autonomía mayores que las habituales en su edad.
Sin embargo, una familia con una estructura de hijo parental puede afrontar dificultades
si la delegación de autoridad no es explícita o si los padres abdican, permitiendo que el
niño se convierta en la principal fuente de orientación, control y decisiones.
Es estos casos, el objetivo terapéutico consiste en realinear a la familia de tal modo que
el hijo parental pueda ayudar a la madre. Se deben clarificar los límites. El hijo parental
debe ser devuelto al subsistema fraterno.
ejemplos

La familia en situaciones transicionales:

Perdida temporaria: Esta situación se comprueba en particular en casos de separación y


retorno. Cuando uno de los padres abandona a la familia, se deben negociar una serie de
ajustes. Si retorna, los cambios deben revocarse.
Tres subsistemas desaparecen, luego reaparecen y deben ser absorbidos como parte del
funcionamiento del sistema recientemente reformado.

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En algunos casos, las pautas transaccionales afectadas pueden convertirse en vínculos
débiles.
Ejemplos

Divorcio:

Problemas crónicos de límites: Otras familias pueden acudir a terapia debido a


problemas crónicos de límites ligados a la negociación de estrés diversos en un sistema
a través de otros subsistemas. Esto se observa por lo general, cuando los padres utilizan
a un hijo para evitar o alejar conflictos entre ellos. El límite entre el subsistema parental
y el niño se hace difuso, y el límite relacionado con la tríada padres-hijos, que debería
ser difuso, se hace inadecuadamente rígido. Esta tipo de estructura se designa Triada
rígida.
Formas de Tríada rígida:

1) Triangulación: Cada padre requiere que el hijo se una a él contra el otro padre.
En todas las ocasiones en que el hijo se une a uno de ellos, se lo define
automáticamente como si atacase al otro. En esta estructura sumamente
disfuncional, el niño se encuentra paralizado. Todo movimiento que realiza es
definido por un padre como un ataque.
2) Rodeo: La negociación del estrés de los esposos a través del niño sirve para
mantener el subsistema conyugal en una armonía ilusoria. El desvío de los
padres puede asumir la forma de atacar al niño, definiéndolo como fuente de los
problemas familiares por ser malo. En otras familias los padres pueden definir al
niño como enfermo y débil, y luego unirse para protegerlo.
3) Coalición estable: Uno de los padres se asocia con el niño en una coalición
transgeneracional rígida contra el otro padre.

Esta tríada es el modelo transaccional típico, acompañado con otras características


familiares significativas en familias que tienen hijos con síntomas psicosomáticos
diversos.
El objetivo del terapeuta reside en reestructurar la organización del subsistema de
acuerdo con el paradigma de la relación padre-hijo.
En los casos de tríadas rígidas se puede recurrir a una variedad de estrategias diferentes,
que dependen de la composición, cultura y estilo de la familia.

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La transformación de la familia no es consecutiva a una única intervención terapéutica
sino que requiere una implicación continua en la dirección de la meta terapéutica. El
análisis estructural tiene el mérito de orientar el sentido de la terapia como un proceso
dirigido hacia una meta definida.

PELIGROS LATENTES DEL ANALISIS ESTRUCTURAL

Aunque es eficaz el análisis estructural presenta ciertos peligros inherentes.

1) Omisión del proceso de desarrollo. La omisión del proceso de desarrollo de la


familia y de su efecto sobre la estructura familiar constituye un serio peligro.
2) Omisión de algunos subsistemas familiares. El tratamiento de sistemas en los
que se tiene en cuenta sólo un subsistema es frecuente, sin embargo, la
ignorancia total de los otros subsistemas es indeseable, antieconómica y en
algunos casos ética o humanamente incorrecta.
3) Asociación y apoyo a un solo subsistema por parte del terapeuta. La
introducción del terapeuta acrecienta el estrés en un sistema ya rígido. El
terapeuta debe actuar como puente entre los subsistemas.

El terapeuta puede asociarse a un sistema para observar cómo responde el sistema en su


totalidad. Esta es una parte esencial del proceso de diagnóstico de unirse a una familia y
conocerla. Pero mantenerse en esta posición hasta el punto de cristalizar una
organización disfuncional, constituye un acto de ceguera. Este riesgo de la terapia
estructural de familia puede evitarse si el terapeuta se acomoda al sistema familiar hasta
un punto que le permita experimentar y evaluar el estrés y el dolor experimentado por
los miembros de la familia.

LA FAMILIA EN TERAPIA

¿Qué conduce a una familia a terapia?


Por lo general lo que conduce a una familia a terapia son los síntomas de uno de sus
miembros.
Este miembro será denominado “paciente identificado” y es quien, para la familia “tiene
problemas” o “es el problema.
Cuando una familia aplica a uno de sus miembros la etiqueta de “paciente”, es posible
considerar a los síntomas del paciente identificado como un recurso para mantener el
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sistema o mantenido por el mantenido por el sistema. El sistema puede constituir una
expresión de una disfunción familiar. O pudo haber sido suscitado en el miembro
individual por sus condiciones de vida particulares y, luego, ser apoyado por el sistema
familiar. En ambos casos, el consenso de la familia de que un miembro es el problema
señala que en algún nivel el síntoma es reforzado por el sistema.
Como sistema sociocultural abierto, la familia enfrente constantemente requerimientos
de cambio. Una familia disfuncional es un sistema que ha respondido a estos
requerimientos internos o externos de cambio estereotipando su funcionamiento. Las
pautas transaccionales habituales se han preservado hasta un límite de rigidez que
bloquea toda posibilidad de alternativas. La selección de una persona como problema
constituye un simple método para mantener una estructura familiar rígida, inadecuada.
¿Cuál es la función del terapeuta de familia?
Su función consiste en ayudar al paciente identificado y a la familia facilitando la
transformación del sistema familiar. Este proceso incluye tres pasos fundamentales que
son inseparables:
1) El terapeuta se asocia a la familia en una posición de liderazgo: Cuando el
terapeuta se asocia a la familia, asume el liderazgo del sistema terapéutico. Este
liderazgo implica responsabilidad.
2) Saca a la luz y evalúa la estructura familiar subyacente: El terapeuta debe
evaluar la familia y desarrolla objetivos terapéuticos basados en esa evaluación.
3) Crea circunstancias que le permitirán la transformación de la estructura: debe
intervenir de modo tal que facilite la transformación del sistema familiar en la
dirección de los objetivos.
La meta de su intervención es la familia. Aunque no debe ignorar a los individuos, el
terapeuta se ocupa sobre todo de realzar el funcionamiento del sistema familiar. La
familia será la matriz de la curación y del crecimiento de sus miembros. La
responsabilidad de su logro o del fracaso en relación con ello, le corresponde al T.
Cambio y Transformación:
Como consecuencia de la terapia, la familia se transforma. Se producen cambios en el
conjunto de expectativas que gobiernan a la conducta de los miembros, particularmente
le paciente identificado es liberado de su posición anómala.
Aunque los términos cambio y transformación son similares, en este contexto
pertenecen a gramáticas diferentes. En terapia familiar, la transformación o la

18
reestructuración del sistema familiar conduce al cambio, o a una nueva experiencia del
individuo. Por lo general la transformación no cambia la composición de la familia. El
cambio se produce en las sinapsis, el modo en que algunas personas se relacionan entre
sí.
Actitud del Terapeuta:

Existe la posibilidad de que el terapeuta sea percibido como poco equitativo por los
miembros de la familia. En un momento transicional particular de la terapia, el proceso
parecerá parcial e incluso insensible ante las necesidades de los miembros individuales
de la flia. Sin embargo, el proceso total de terapia revelará que el terapeuta mantiene un
sentido de contacto con los mm de la flia de tal modo que éstos lo siguen aunque lo
consideren poco equitativo.
El terapeuta debe prestar atención a la dinámica de los miembros de la familia,
apoyándolos y reforzando algunos aspectos de su personalidad aunque los descalifique
en otros.
El terapeuta tiene que tener la capacidad de proporcionar a la familia un intenso sentido
de respeto para cada uno de ellos como individuos y de demostrarles su firme voluntad
de cura.
En el proceso de ruptura del equilibrio (crisis) la confianza de la familia en el terapeuta
es extremadamente importante. Cuando el terapeuta desequilibra un sistema al asociarse
con un miembro, los otros experimentan un estrés. Su respuesta puede ser la de insistir
en la conservación del sistema. El terapeuta debe contrarrestarlo incitando a los
miembros de la familia en la dirección de los objetivos terapéuticos mientras soportan
las incertidumbres del periodo de transición. Este movimiento es facilitado por la
compresión y apoyo del terapeuta y por la confirmación de las necesidades
experimentadas por los miembros de la Flia.
En algunas ocasiones, el terapeuta puede verse obligado a recurrir a su persona para
facilitar el desprendimiento de la familia. Es posible también introducir elementos
extrafamiliares en el sistema, por ejemplo, estimulando a la madre a encontrar un
trabajo que le proporciones satisfacciones fuera de su familia, o introducciones como
“coterapueta” a un compañero adolescente para facilitar el movimiento de alejamiento
de un adolescente en dirección del mundo de sus iguales.

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El terapeuta debe controlar el impacto de la terapia y de las circunstancias de la vida
sobre la familia y estar dispuesto a proporcionar ayuda. El cambio se acompaña con
tensión y el sistema terapéutico debe ser capaz de manejar estas circunstancias.

Evolución en terapia
¿Hasta qué punto la situación anterior de la familia se restablece cuando el terapeuta
deja de formar parte de la unidad y hasta qué punto se mantienen las transformaciones?

La transformación de la familia se mantiene cuando el terapeuta no se encuentra


presente debido a que la transformación ha activado nuevas dinámicas entre los
miembros de la familia y a que apoyan las nuevas pautas transaccionales. De ese modo,
las nuevas pautas transaccionales tienen a automantenerse.

Los pacientes evolucionan por tres causas:

1) En primer lugar se cuestiona su percepción de la realidad.


2) En segundo lugar se les proporcionan posibilidades alternativas que les parecen
adecuadas.
3) En tercer lugar, una vez que ensayaron las pautas transaccionales alternativas
aparecen nuevas relaciones que se refuerzan a sí mismas.

El concepto de transformación se relaciona con evoluciones considerables en el marco


de la terapia que se producen a lo largo del tiempo.
La capacidad de una persona de pasar de una situación a otra depende del apoyo que
recibe, por lo tanto es vital proporcionarle sistemas de apoyo en el seno de la familia
para facilitar el movimiento de una posición a la siguiente. El terapeuta debe saber
facilitar los pequeños movimientos que llevan a la familia en dirección de estas metas.
Contacto Terapéutico.- Se produce en un nivel de proximidad interpersonal dentro de un
contexto específico. El contenido de una sesión depende de muchos factores de
idiosincrasia, como el propio estilo de intercambio de la familia y de la personalidad del
terapeuta. Pero el contenido terapéutico se relaciona con la forma estrecha con la
experiencia de la vida cotidiana de una familia. La dinámica y la estructura de una
familia se transmiten a través del contenido de las comunicaciones entre sus miembros
al igual que a través del orden de esas comunicaciones.

20
El contenido de una sesión es influido también por el aporte del T. Es posible que dos
terapeutas logren los mismos objetivos y tácticas en relación con una familia, aunque
los medios para alcanzar esos objetivos difieran debido a que sus estilos son diferentes.

FORMACION DEL SISTEMA TERAPEUTICO

Los métodos del terapeuta para la creación de un sistema terapéutico y situarse a sí


mismo como líder se designan Operaciones de Asociación. Son las bases de la terapia.
Si el terapeuta no puede asociarse a la familia y establecer un sistema terapéutico, la
reestructuración no puede producirse y todo intento de alcanzar los objetivos fracasará.

Unión y acomodamiento:

Unión y acomodamiento son dos procesos que describen un mismo proceso.

La unión se utiliza cuando se pone el acento en las acciones del terapeuta tendientes
directamente a relacionarse con los miembros de la flia o con el sistema familiar.
El acomodamiento se utiliza cuando se pone el acento sobre las adaptaciones del
terapeuta tendientes a lograr la alianza. Para aliarse a un SF, el terapeuta debe aceptar la
organización y estilo de la familia y fundirse con ellos, experimentando las pautas
transaccionales y la fuerza de éstas. Es decir, debe evaluar el dolor de un miembro de la
flia por ser excluido o utilizado como chivo emisario y su placer al ser amado, al existir
una dependencia en relación con él. Cuando traspasa los umbrales familiares debe estar
alerta ante los mecanismos de estabilidad del sistema. Este proceso no puede ser
unilateral: del mismo modo que el terapeuta se acomoda para unirse a la flia, ésta debe
acomodarse para unirse a él.
Todo aquel que emprende una terapia familiar se ve impresionado por la enorme
dificultad que existe para transformar un SF. La familia se modifica solamente si el
terapeuta ha logrado incorporarse al sistema de un modo sintónico a éste. Debe
acomodarse a la familia e intervenir de un modo que lo pueda aceptar. A diferencia del
antropólogo, el terapeuta intenta modificar la cultura a la que se une y dispone de las
cualidades requeridas para lograrlo, pero sus metas, tácticas y estrategias dependen
todas del proceso de unión.
Mantenimiento: El mantenimiento se relaciona con la técnica de acomodación de
proporcionar un apoyo programado a la estructura familiar , tal como el terapeuta la

21
percibe y analiza. El sistema puede ser mantenido en todos los niveles, desde la
estructura familiar como un todo hasta las características de los miembros individuales.
El terapeuta puede optar por mantener las pautas transaccionales específicas de un
subsistema familiar.
Las operaciones de mantenimiento requieren a menudo la confirmación activa y el
apoyo de los subsistemas familiares. Cuando el terapeuta acepta la definición de los
cónyuges de su complementaridad, disfruta abiertamente del humor de la familia o
expresa afecto hacia ellos, utiliza operaciones de mantenimiento.
Las operaciones de mantenimiento requieren a veces que se ratifique y apoye el
potencial y la fuerza de un individuo, o se afiance la posición de un miembro de la
familia.
Rastreo: Constituye otra técnica de acomodación. El terapeuta sigue el contenido de las
comunicaciones y de la conducta de la familia y los alienta para que continúen. Actúa
como púa que busca los surcos en un disco. En su forma más simple, el rastreo significa
el planteamiento de preguntas que clarifiquen lo que está en juego, la realización de
comentarios aprobadores o el estímulo para la amplificación de un punto. El terapeuta
no cuestiona lo que se dice. Se ubica a sí mismo como una parte interesada.
El rastreo fortalece a los miembros de la familia al estimular la información. El
terapeuta no inicia una acción: él conduce siguiendo. Convalida a la familia tal como es,
estimulando y aceptando sus comunicaciones.
Como el mantenimiento, el rastreo puede utilizarse como una estrategia de
reestructuración.
Mimetismo: El mimetismo es una operación humana universal. Un terapeuta puede
utilizar el mimetismo para acomodarse a su estilo familiar y a sus modalidades
afectivas. Así, adopta el ritmo familiar de comunicación, disminuyendo su ritmo, por
ejemplo, en una familia habituada a pausas prolongadas y lentas respuestas. En una
familia jovial, asume una actitud jovial y expansiva. En una con estilo coartado, sus
comunicaciones se hacen escasas.
El terapeuta se asemeja a los miembros de la familia en todos los rasgos universales de
la condición humana. Por lo tanto, se plantearán situaciones en las que tienen
experiencias comunes. Puede poner el acento en ellas para mezclarse con la familia en
una operación mimética.

22
En el marco del ST, las operaciones miméticas son por lo general implícitas y
espontáneas.

DIAGNOSTICO:

En terapia familiar, el diagnóstico es la hipótesis de trabajo que el terapeuta desarrolla a


partir de sus experiencias y observaciones relacionadas con su proceso de unión con la
familia. Este tipo de evaluación, con su foco interpersonal, difiere radicalmente del
proceso habitualmente designado como diagnóstico en la terminología psiquiátrica.
Un diagnóstico familiar requiere la acomodación del terapeuta a la familia para formar
un sistema terapéutico seguido por su evaluación de sus experiencias de la interacción
de la familia en el presente.
El terapeuta considera al paciente identificado simplemente como el miembro de la
familia que expresa del modo más visible un problema que afecta al sistema en su
totalidad. El paciente id. requerirá una atención particular pero la familia en su totalidad
debe ser el blanco de las intervenciones terapéuticas: Un objetivo del proceso de Dx
consiste en ampliar la conceptualización del problema para incluir las transacciones de
la familia en su contexto habitual.
Al evaluar las transacciones de la flia, el terapeuta se concentra en seis áreas
fundamentales:
1) La estructura de la familia: Sus pautas transaccionales preferibles y las
alternativas disponibles
2) La flexibilidad del sistema y su capacidad de elaboración y reestructuración.
Alianzas, coaliciones de subsistemas según las circunstancias.
3) Examina la resonancia del sistema familiar, su sensibilidad ante las acciones
individuales de los miembros.
4) Examina el contexto de la vida de la familia, analizando las fuentes de apoyo y
de estrés en la ecología de la misma.
5) El estadio de desarrollo de la familia y su rendimiento en las tareas apropiadas a
este estadio.
6) Las formas en que los síntomas del paciente id. son utilizados para el
mantenimiento de las pautas preferidas por la familia.

23
El diagnostico en la terapia familiar se logra a través del proceso interaccional de unión.
Todo lo anterior sólo puede percibirse a través de la acomodación del terapeuta a ellos y
su exploración del sistema. El diagnostico de la familia aparece en el mapa familiar y
también incluye el modo en que la familia responde al terapeuta.
El diagnostico interaccional se modifica constantemente a medida que la familia asimila
al T, se acomoda a él y reestructura o resiste las intervenciones reestructurantes.
Todo tipo de diagnóstico es, simplemente, una forma de disponer datos. El terapeuta de
familia tiene la ventaja de trabajar con el concepto de un sistema de personas
interconectadas que se influyen mutuamente. Por lo tanto, si su disposición de los datos
lo lleva a un problema insoluble, busca un ángulo diferente. El diagnostico y la terapia
son inseparables.
El contrato terapéutico:

Un elemento esencial de la formación de un sistema terapéutico está constituido por el


acuerdo en relación con un contrato terapéutico.
La familia y el terapeuta deben lograr un acuerdo en lo que concierne a la naturaleza del
problema y los objetivos del cambio. En un primer momento y de ser necesario, puede
ser muy limitado, pero se desarrollará y cambiará con el tiempo.
El contrato plantea una promesa de ayuda para la familia con el problema que ha traído
a terapia el cual pronto se incrementará. También explicita la logística de la terapia:
donde se va a llevar a cabo el tratamiento, en el consultorio, en la casa, en la escuela,
etc.; la frecuencia de las sesiones y su duración. Puede restringirse a los problemas
intrafamiliares o puede ayudar a la familia en sus dificultades con otras instancias.
Todos estos términos pueden modificarse a medida que la terapia evoluciona.
Unión con los subsistemas:
La unión con un subsistema constituye una intervención reestructurante, debido a que
otros miembros de la familia deben reagruparse para absorber el impacto de la alianza
del poderoso terapeuta con otro subsistema.
Cuando el terapeuta trabaja con una familia, se asocia a los diferentes subsistemas en
diferentes formas, acomodándose a las pautas de intercambio internas de cada uno, a su
estilo, afecto y lenguaje.
En algunas circunstancias el trabajo con subsistemas separados constituye un recurso
reestructurador sumamente útil. En las familias sumamente aglutinadas, por ejemplo, la
debilidad de los límites de un sistema con elevada resonancia es patogénico.
24
Unión y reestructuración:

El entrelazado que existe entre el acomodamiento y la reestructuración es interesante y


complejo. Es posible clasificar a los terapeutas de familia de acuerdo con su utilización
de las operaciones de acomodación y reestructuración.

a) Grupo Transferencial.- No se considera que el terapeuta se una a la familia. Los


procesos de acomodación son considerados como una parte incidental de la
terapia, que se debe controlar sólo si llegan a ser contratransferenciales. Se
considera que el proceso de reestructuración en la familia se produce como
resultado de las interpretaciones del terapeuta desde una posición desligada,
exterior.
b) Grupo Existencial.- Se considera que el terapeuta y la familia se acomodan
mutuamente. El cambio en la familia se produce como resultado de esta
acomodación mutua. Se descalifica a las operaciones y estrategias de
reestructuración como manipuladoras e inhibidoras del desarrollo. El terapeuta
opera desde el interior, sin desligarse.
c) Enfoque Estructural.- Se considera que ambos tipos de operación son esenciales
para la terapia. Los procesos de acomodación son operaciones específicas
mediante las cuales el terapeuta logra un conocimiento subjetivo de las
modalidades de intercambio de la familia y se ubica a sí mismo como el líder del
sistema terapéutico. Las operaciones reestructurantes pueden incluir la
realización de tareas en el hogar fuera de la presencia del T. El terapeuta oscila
entre las dos posiciones anteriores.

LA REESTRUCTURACION DE LA FAMILIA

Las operaciones reestructurantes son las intervenciones terapéuticas que una familia
debe enfrentar en el intento de lograr un cambio terapéutico. Se distingue de las
operaciones de unión por el desafío que plantean.
Sin embargo ambas operaciones son interdependientes. La terapeuta no puede lograrse
sin la unión pero ésta no tendrá éxito sin la reestructuración.

25
Las operaciones de reestructuración constituyen los aspectos descollantes de la terapia.
Son las intervenciones dramáticas que crean movimientos hacia las metas terapéuticas.
Pero dependen para su éxito de una unidad terapéutica que esté firmemente establecida
En las operaciones de unión el terapeuta se convierte en actor de la obra familiar. En la
reestructuración opera como director y actor.
Cuando el terapeuta se une a la familia debe encarar dos tareas fundamentales: debe
acomodarse a la familia, pero también debe mantenerse en una posición de liderazgo
dentro de la unidad terapéutica.
Solo a partir de una posición de liderazgo el terapeuta puede mantener sus posibilidades
de maniobras terapéuticas y su libertad para manipularse a sí mismo y para manipular a
la familiar. La palabra “manipulación” plantea problemas debido a su connotación
negativa pero las familias acuden a terapia debido a que sufren y necesitan ayuda. La
tarea del terapeuta consiste en manipular el sistema familiar para lograr el cambio
buscado. Debe ser capaz de realizar juntamente con la familia operaciones que faciliten
la evolución. El contrato terapéutico debe reconocer la posición del terapeuta como un
experto en la manipulación experimental social.

Categorías de operaciones reestructurantes: Existen por lo menos siete categorías:

1. Captar las pautas transaccionales de la familia


2. El señalamiento de los límites
3. El acrecentamiento del estrés
4. La asignación de tareas
5. La utilización de los síntomas
6. La manipulación del humor
7. El apoyo, educación o guía

1.- Captar las pautas transaccionales de la familia: Aunque el terapeuta debe


mantener su posición de liderazgo debe evitar el peligro de su posición, es decir, el
riesgo de centralizar en exceso el desarrollo sobre su persona.

Si el terapeuta no controla esta tendencia, la sesión puede desarrollarse de modo en el


que él ocupe siempre la posición central y es posible que se vea implicado en diadas
sucesivas, incapaz de desligarse para poder observar.

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Otro peligro es el de que la sesión se restrinja a las descripciones de la familia, debido a
que las pautas transaccionales reales pueden ser totalmente desconocidas para ella. Par
obtener una descripción verdadera, el terapeuta debe ir más allá de la autodescripción
verbal de la familia.

El terapeuta debe permanecer vigilante ante los indicios no verbales que confirman o
contradicen lo que la familia le dice. Toda comunicación es siempre reforzada,
calificada o negada por el contexto interpersonales de la transacción.

Cuenta con diferentes técnicas para lograrlo como son la dramatización de las pautas
transaccionales (la familia actúe en lugar de describir; recreación de los canales de
comunicación (el terapeuta cuenta con técnicas para estimular la comunicación
intrafamiliar en la sesión); manipulación del espacio (redistribuir geográficamente a las
personas para que se produzcan transacciones sin interferencia).

2.- Señalamiento de límites: La terapia familiar reconoce la interdependencia de


todos los sistemas. El objetivo es el de lograr un grado correcto de permeabilidad de
límites. En una familia aglutinada, los límites deben ser consolidados para facilitar la
individuación de los miembros de la familia para ello el terapeuta se une a la familia con
la intención de clarificar los límites. En las familias que se encuentran más cerca del
extremo desligado del continuum aglutinamiento-desligamiento, actúa para disminuir la
rigidez de los límites, facilitando el flujo entre los subsistemas de un modo que permita
un incremento de las funciones de apoyo y orientación de la familia.

3.- Límites de los subsistemas: Los límites del subsistema conyugal deben ser lo
suficientemente claros para proteger a la pareja de la intrusión por parte de los niños o
de otros miembros adultos de la familia extensa. Una rigidez o imprecisión inadecuada
del límite del subsistema conyugal constituye una causa habitual de la existencia de
pautas transaccionales disfuncionales. En algunos casos es útil asignar tareas que
estimulen las interacciones de la subunidad conyugal.

También se encuentran los subsistemas parental que es el subsistema ejecutivo que toma
decisiones y debe estar delimitado y tener autoridad. El subsistema fraterno también
necesita un límite protector de tal modo que pueda desempeñar sus funciones de ofrecer
a los niños la oportunidad de aprender competencias para vivir con iguales. Los padres
deben respetar esta oportunidad de crecimiento sin su ayuda o interferencia.

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El terapeuta puede imponer límites trabajando selectivamente con diferentes
subsistemas de una familia. Inicia el trabajo entrevistando a todos los miembros de una
familia nuclear, pero, a medida que establece un mapa familiar, es posible que distinga
un área en la que sería útil aumentar o disminuir el número de miembros de la unidad
terapéutica. El terapeuta trabaja siempre con su mapa de la familia total presente en su
mente, aun cuando trabaje en forma intensiva con un subgrupo, su meta es la
reestructuración total de la familia.

4.- Intensificación del estrés: La habilidad del terapeuta para producir estrés en
diferentes partes del sistema familiar le proporcionará a él, y en algunos casos a los
propios miembros de la familia, un indicio acerca de la capacidad de la familia para
reestructurarse cuando las circunstancias cambian. Puede hacerlo mediante técnicas
como el bloqueo de pautas transaccionales (consiste en obstruir el flujo de
comunicación a lo largo de sus canales habituales); acentuación de las diferencias
(puede producir estrés al señalar diferencias que la familia ha escamoteado); desarrollo
del conflicto implícito (el terapeuta actúa como el clásico “auxiliador” ofreciéndose
para “sostener los sacos de los adversarios”); unión en alianza o coalición (puede
provocar un estrés uniéndose en forma temporaria a un miembro o subsistema familiar.
Para ello debe evaluar el umbral de tolerancia de su aliado y de los otros miembros de la
familia.

5.- Asignación de tareas: El terapeuta puede recurrir a las tareas para señalar y
actualizar un área de exploración que puede no haberse desarrollado en forma natural en
el flujo de las transacciones de la familia, o también puede subrayar un área en la que la
familia necesita trabajar. Puede hacerlo dentro de la sesión o fuera de la sesión en forma
de deberes.

En algunas ocasiones una familia acepta una tarea y comprueba que las conductas
emergentes a consecuencia de ésta son más convenientes que las antiguas. En otras, los
miembros de la familia la modifican, la contradicen o la evitan.

6.- Utilización de los síntomas: En este marco de terapia se considera que los
síntomas de un miembro individual son una expresión de un problema contextual, por lo
tanto, puede combatir la tendencia de la familia a centralizarse en el portador del
síntoma. En otros casos puede elegir trabajar en forma directa con el que presenta los
problemas. A veces puede ser tan peligroso (anorexia, fobia, tendencias incendiarias,
28
etc.) que obliga a considerarlo en forma prioritaria. Puede hacer uso de las siguientes
técnicas:

Enfoque centrado en el síntoma: Los síntomas del paciente identificado ocupan


una posición especial en el sistema de transacciones de la familia. Representan un
nódulo concentrado de estrés familiar. A menudo, constituyen una de las formas de la
familia de manejar el estrés. En todo caso, los síntomas del paciente identificado son
reforzados por un número significativo de pautas transaccionales de la familia.
Parafraseando a Freud puede decirse que el trabajo con ellos puede constituir el camino
más rápido para diagnosticar y modificar las pautas disfuncionales de una familia.

Exageración del síntoma: Un terapeuta puede utilizar su poder dentro de la


unidad terapéutica para reforzar los síntomas del paciente identificado, aumentando su
intensidad. Esta táctica se convierte en una maniobra reestructurante.

Desacentuación del síntoma: En algunos casos, es posible utilizar el síntoma


como una vía que permita alejarse del paciente identificado. La técnica de almorzar con
un paciente anoréxico y su familia, por ejemplo, facilita la creación, dentro del campo
de la comida, de un intenso conflicto interpersonal, que luego predomina en relación
con el síntoma.

Adopción de un nuevo síntoma: El abordaje de un síntoma a través de su


funcionamiento en la familia permite desarrollar una estrategia para enfrentar el
problema identificado desplazando temporariamente el foco de concentración
terapéutica a otro miembro de la familia.

Reetiquetamiento del síntoma: Reconceptualización del síntoma en términos


interpersonales puede abrir nuevos caminos de cambio.

Modificación del afecto del síntoma: Puede ser útil cambiar el afecto de las
transacciones que conciernen a un síntoma.

6.- Manipulacion del humor: El afecto que acompaña a las transacciones familiares
constituye uno de los múltiples indicios que determina la conducta del terapeuta. El
afecto constituye una pista acerca de lo admisible en una familia determinada.

Emplear el afecto de la familia constituye una operación de unión, pero también puede
constituir una operación reestructurante. El terapeuta puede recurrir a una imitación

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exagerada del estilo familiar para suscitar mecanismos de enfrentamiento de la anomalía
por parte de la familia.

7.- Apoyo, educación y guía: El apoyo, la educación y la guía constituyen a menudo


operación de unión aunque también pueden cumplir funciones reestructurantes. La
alimentación, curación y apoyo que una familia proporciona a sus miembros son vitales
para ellos. El terapeuta debe comprender la importancia de estas funciones y saber de
qué modo estimularlas. A menudo se ve obligado a enseñar a la familia de qué modo
apoyarse mutuamente, a enseñar a los padres el modo de responder en forma diferencial
a sus hijos, a enseñar a un niño como desenvolverse en la escuela.

Si el funcionamiento ejecutivo de una familia es débil, es posible que el terapeuta deba


incorporarse al sistema, asumiendo las funciones ejecutivas como un modelo, y luego
abandonar esa posición para que los padres puedan reasumir estas funciones.

Técnicas
No hay una sola manera de trabajar, ni con diferentes familias ni con la misma familia
en diferentes etapas. Lo importante es la funcionalidad, lo que funciona para esta
familia. Entra en juego la creatividad, tratando de atender a las pautas generales y
transaccionales. Se trata de restructurar las pautas transaccionales en la familia en
general.

Minuchín propone dos pautas generales y transaccionales que son: Sí, y… y sí, pero.

TECNICAS DEL “SI Y “ LOS DODDS Y CARL A. WHITAKER


La familia Dodds fue entrevistada por Carl A. Whitaker como demostración en
entrevistas de familia después de un tratamiento que se había extendido durante más de
un mes con un equipo de terapia familiar familiar integrado por un psicólogo.
Carl Whitaker cuestiona a la familia Dodds y busca apoyo para cambiarla planteando la
disponibilidad de una realidad más rica en el interior de cada miembro. Apoya las
respuestas de los miembros de la familia ante las circunstancias que encaran, mostrando
respeto por sus intentos de hacerles frente. Se une a la familia, apoyándose en sus
posibilidades presentes y en las potenciales.
Whitaker intenta cambiar la sinapsis de las transacciones interpersonales desarrollando
el sentido de identidad de los participantes. Estructuralmente, desarrolla la proximidad
30
entre marido y mujer apoyando sus transacciones y separando así a la madre y al hijo,
determinando que la madre sea menos central.
Tiende a minimizar, desdramatizar una situación aparentemente importante. Los
síntomas del paciente identificado son sostenidos por la familia para no ver otras
cuestiones, cuando se le quita el peso a dichos síntomas, se abre la oportunidad de que
la familia pueda mirar o escuchar más allá del síntoma.

LA TECNICA DEL “SI, PERO…”


Es una técnica de cuestionamiento que busca liberar al paciente identificado de su
posición de enfermo. Tiende a maximizar una situación aparentemente mínima, darle
mayor peso para que la conducta sintomática pierda efectividad y pueda reestructurar
las pautas transaccionales, modificando el procesamiento del paciente problema y de la
familia en general: “si la habitación de Alicia crece, mientras Alicia permanece igual,
Alicia sentirá el cambio.”
La ubicación de la técnica del “sí, pero” corresponde necesariamente al modo en que se
interviene con el paciente. El terapeuta buscará la mejor instancia en donde escuchará y
atenderá a los problemas expuestos por la propia familia.
El terapeuta busca siempre delimitar fronteras en la familia.

31
Maurizio Andolfi
El Dr. Maurizio Andolfi es uno de los teóricos de cuarta generación de la terapia
familiar. Maurizio Andolfi nació en Roma en el 1942. Estudió medicina y
neuropsiquiatría infantil en la Universidad “La Sapienza” de Roma. Vivió durante
algunos años en New York City y estudió en las más prestigiosas universidades e
institutos de terapia familiar en los Estados Unidos: la Family Study Section del Albert
Einstein College of Medicine, el Ackerman Family Therapy Institute de New York, la
Child Guidance Clinic de Filadelfia con Minuchin y Haley, el Hanemann Medica
College de Filadelfia con Israel Zwerling y la Madison University con Carl Whitaker.
Desde hace 45 años se encarga de la terapia familiar y desarrolló un modelo original de
terapia familiar multigeneracional. Ha intentado con pasión y obstinación incluir al niño
en el pensamiento y en la praxis clínica de los terapeutas familiares, así como incluir al
padre en las teorías psicológicas y en la clínica familiar, utilizando el triángulo como
base de cada una de las exploraciones en el mundo de las relaciones familiares.
Ha fundado tanto en Italia como en el extranjero, Institutos de Terapia Familiar y
Asociaciones sobre la familia y desde hace más de treinta años dirige practicum de
formación sobre las desventajas profesionales del terapeuta, en inglés, español y
francés.
Su concepción de la familia ha sido siempre la de un sistema abierto, incluyendo en la
terapia a las familias de origen, a los amigos, los miembros de la comunidad e incluso a
los animales domésticos. Ha desarrollado sus participaciones en contextos sociales
marginados, realiza intervenciones en crisis a domicilio y terapia de red en contextos
sociales en desventaja, partiendo de sus experiencias juveniles en el South Bronx.
Siempre ha tratado de incluir a las familias y a las comunidades enteras en su modelo de
investigación sobre los resultados a distancia de la psicoterapia familiar.
En la primera fase de su actividad profesional la influencia mayor ha sido del modelo
estructural y precisamente el de Salvador Minuchin y Jay Haley, que han sido sus
primeros maestros; en particular Minuchin porque siempre ha trabajado con familias y
con niños. Sucesivamente adquiridas las bases en el plano estructural, le llamó la
atención el enfoque humanístico existencial de Carl Whitacker con el cual fue asociado
y trabajó por casi 15 años.

32
Familia
Maurizio Andolfi en su libro “Detrás de la máscara familiar” define Familia como un
sistema activo en transformación constante. Dicho de otro modo, un organismo
complejo que se modifica en el tiempo a fin de asegurar continuidad y crecimiento
psicosocial a los miembros que la componen. Este proceso doble de continuidad y de
crecimiento permite que la familia se desarrolle como un conjunto y al mismo tiempo
asegurar la diferenciación de sus miembros.
La necesidad de diferenciación, entendida como necesidad de expresión del sí mismo,
de cada quien, se integra con la necesidad de cohesión y de mantenimiento de la unidad
del grupo en el tiempo. De esta manera se hace posible que el individuo, con la
seguridad de su pertenencia a un grupo familiar suficientemente cohesionado, se
diferencie poco a poco en su sí mismo individual; en este proceso se volverá cada vez
menos esencial para el funcionamiento de su sistema familiar de origen, hasta que al fin
se separe de este y pueda constituir a su vez, con funciones diferentes, un sistema
nuevo.
Para Bowen (1979) la impronta familiar es tan determinante que el nivel de autonomía
individual se puede definir muy precozmente en la infancia, y es previsible su historia
futura, sobre la base del grado de diferenciación de los progenitores y del clima afectivo
dominante en la familia de origen.
La unidad estructural que contribuye a determinar la autonomía individual de cada
quien es la relación triangular que se instaura entre progenitores e hijo. Toda familia va
creando y deshaciendo sus propios triángulos relacionales, y estas peripecias
condicionan la evolución de su estructura. La posibilidad de variar estas modalidades
relacionales permite a cada quien experimentar nuevas partes de sí mismo, en que se
espeja el grado de diferenciación adquirido en el interior de la familiar. Para
diferenciarse, cada miembro tendrá que ensanchar y deslindar un espacio personal por la
vía de los intercambios con el exterior, así definirá su identidad.
Esta se enriquecerá en la medida en que el individuo aprenda y experimente nuevas
modalidades relacionales que le permitan variar las funciones que cumple dentro de los
sistemas a los que pertenece.
La familia cambia, alcanza nuevos equilibrios funcionales que se alcanzarán sólo si la
familia puede tolerar el acrecentamiento de la diversidad entre sus miembros.

33
El ser humano, en virtud de un intercambio continuo de conductas-informaciones, a la
par que se diferencia, adquiere una identidad específica y funciones peculiares que
evolucionan en el tiempo. Son funciones que se negocian tácitamente y permiten la
adaptación al ambiente y el despliegue de la vida en relación. El cambio de funciones
produce una continua reorganización del sistema familiar en el curso del ciclo vital.
Pero no siempre esta evolución se puede producir.
Hay veces que las reglas del sistema impiden la individuación y autonomía de los
miembros. La falta de autonomía se entiende como la imposibilidad de modificar las
funciones con el paso del tiempo, determina que las personas coexistan sólo en el nivel
de funciones, es decir, vive en función de los demás. Las personas quedan constreñidas
a ser siempre como el sistema lo impone. Y, si existen expectativas en el proceso de
diferenciación respecto a las funciones, la individuación tropezará con serios obstáculos.
Y el resultado es una progresiva alienación en la función que le asignaron.
Si la función representa el conjunto de conductas que dentro de una relación satisfacen
las demandas recíprocas, es evidente que, según las familias, puede cobrar una
connotación positiva o negativa. Cuando tiene una connotación positiva, cada quien
adquiere poco a poco una imagen diferenciada de sí mismo, de los demás y de sí
respecto de los demás, que puede ser proyectada en el espacio. En cambio, la función
cobra una connotación negativa cuando su asignación es rígida e irreversible o cuando
entra en contradicción con la función biológica. Cuando este proceso tiende a hacerse
irreversible, se engendra la situación patológica.
La falta de confines interpersonales nítidos que deriva de esta modalidad de relación se
traduce en la imposibilidad de participar libremente en relaciones de intimidad o
separación.
La injerencia en el espacio personal ajeno y la simultánea pérdida del propio se pueden
convertir entonces en la única posibilidad de coexistencia. La actitud protectora,
indiferencia, rechazo, victimización, locura son atributos que se vuelven roles
estereotipados en un libreto siempre idéntico, y en esta medida el sistema se hará rígido.
Se aprenden reglas de juego y la necesidad de no modificarlas.
En la elección de nuevos miembros del sistema, se privilegiará a personas que ofrezcan
garantías de perpetuar los juegos aprendidos y se excluirá a las que no brinden esa
seguridad, sostiene Piperno (1979).

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Flexibilidad y rigidez de un sistema
En toda familia, la diferenciación individual y la cohesión del grupo están garantizados
por el equilibrio dinámico entre los mecanismos de diversificación y los de
estabilización.
A partir de esto, se puede formular la hipótesis de que el proceso de cambio y el paso de
un estadio evolutivo a otro sobreviene cuando la relación de fuerzas entre las tendencias
a la conservación y las tendencias al cambio de los equilibrios alcanzados se modifica
en favor de estas últimas.
Entonces, la familia se puede considerar como un sistema en transformación constante,
que evoluciona en virtud de su capacidad de perder su propia estabilidad y de
recuperarla después, reorganizándose sobre bases nuevas. Su carácter de sistema
abierto, permite individualizar dos fuentes de cambio, una interior y una exterior.
En la familia, coexisten numerosos niveles de interacción: el de la pareja, el de la
familia nuclear, el de la familia extensa y aquellos que cada individuo por su cuenta
mantiene fuera, en el ambiente más vasto que lo rodea.
Un sistema familiar es una realidad tridimensional más compleja.
Flexibilidad o rigidez de un sistema no son características intrínsecas de su estructura,
sino que se manifiestan ligadas con el dinamismo y las variaciones de estado en un
espacio y en un tiempo definidos. Se las especifica por referencia a la capacidad de
tolerar la desorganización temporaria con miras a una estabilidad nueva.
Frente a una posibilidad de cambio que el sistema en su conjunto percibe como
traumática, una reacción es obrar de modo que uno de sus miembros asegure la
mitigación del stress que aquella produce y lo asegura por la expresión de una
sintomatología. Entre las familias que utilizan la designación como respuesta a una
demanda de cambio se pueden distinguir dos tipos:
 Familias en riesgo:
La designación es una respuesta provisional a un suceso nuevo, una tentativa de
solución que no se ha vuelto definitiva. El comportamiento sintomático contribuye a
catalizar sobre él la tensión en un momento particularmente riesgoso para la estabilidad
del grupo en su conjunto.

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Las funciones de los demás se modelan y se integran con la del paciente designado
temporáneamente. Hay alternancia de funciones. Este mecanismo fluctuante puede
hacerse rígido.
En terapia, generalmente se demanda en la transición cuando el riesgo parece
transformarse en una certeza incontrovertible. La intervención terapéutica puede
promover un redescubrimiento de potencialidades vitales dentro del grupo familiar que
se volvió rígido.
 Familias con designación rígida:
Se percibe catastrófico el paso de un estadio evolutivo al siguiente. La necesidad de
cambio se traduce en la adopción de una solución consabida, aplicada en el presente y
“programada” para el futuro, bloqueando toda nueva experimentación y aprendizaje.
Una solución adecuada en una fase se repropondrá de manera rígida en otras. Esta
designación tiende a ser irreversible, se la considera indispensable para evitar el riesgo
de inestabilidad y evitar la evolución ulterior de la familia.
Un síntoma disociativo, un comportamiento anoréxico o depresivo pueden ser
programados para enfrentar el peligro de la instabilidad del momento o para sobrellenar
la desvinculación de otros.
El comportamiento sintomático cobra un doble significado: representa una
transformación funciona para la cohesión, es señal de malestar y sufrimiento por las
restricciones que impone. Es la tentativa de fusionar aspectos contradictorios de la
realidad familiar, es a la vez expresión de un conflicto entre las tendencias al
mantenimiento y las tendencias a la ruptura de equilibrios conseguidos. El síntoma es
interpretado como metáfora de inestabilidad, señal que indica la fragilidad del sistema.

TERAPIA FAMILIAR: UN ENFOQUE INTERACCIONAL

La Familia como sistema relacional

Andolfi considera a la familia como un todo orgánico, es decir, como un sistema


relacional que supera y articula entre sí los diversos componentes individuales. Se
define como sistema relacional al conjunto constituido por una o más unidades
vinculadas entre sí de modo que el cambio de estado de una unidad va seguido por un
cambio en las otras unidades; este va seguido de nuevo por un cambio de estado en la
unidad primitivamente modificada, y así sucesivamente. (Parsons y Bales 1955).
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Para analizar la relación que existe entre comportamiento individual y grupo familiar,
para observar la interacción humana y en particular la familia, se deben aplicar los
principios válidos para los sistemas en general.
Von Bertalanffy (1971) plantea que todo organismo es un sistema, y del mismo modo se
puede considerar a la familia como un sistema abierto constituido por varias unidades
ligadas entre sí por reglas de comportamiento y por funciones dinámicas en constante
interacción entre sí e intercambio con el exterior.
La familia considerada como sistema abierto en interacción con otros sistemas, quiere
decir, que las relaciones interfamiliares se observan en relación dialéctica con el
conjunto de las relaciones sociales.
Otro aspecto es que la familia es un sistema en transformación, en tanto se adapta a las
diferentes exigencias de los diversos estadios de desarrollo por los que atraviesa, con el
fin de asegurar continuidad y crecimiento psicosocial a los miembros que la componen.
Esto ocurre a través de un equilibrio dinámico entre dos funciones aparentemente
contradictorias: “tendencia homeostática” y “capacidad de transformación”, las cuales
actúan a través de un complejo mecanismo de retroalimentación orientado hacia el
mantenimiento de la homeostasis, o bien hacia el cambio.
Finalmente, la familia, es un sistema activo que se autogobierna mediante reglas que se
han desarrollado y modificado con el tiempo a través del ensayo y el error, que permiten
a los diferentes miembros experimentar lo que está permitido en la relación, lo que no
está, hasta llegar a una definición estable de la relación. Todo tipo de tensión sea
originada por cambios dentro de la familia (intra-sistémicos: nacimiento, crecimiento,
etc) vendrá a pesar en el sistema familiar y requerirá de un proceso de adaptación.
Partiendo de estos supuestos, el primer objetivo del terapeuta consistirá en evaluar
correctamente la incidencia de los factores perturbadores capaces de provocar una
autentica descompensación en el funcionamiento familiar.
Si partimos de la premisa que la familia es un sistema entre otros sistemas, la
exploración de las relaciones interpersonales y de las normas que regulan la vida de los
grupos en los que el individuo está más arraigado será un elemento indispensable para la
comprensión de los comportamientos.

Elección de una Intervención


La intervención sistémica parte de algunas premisas generales:

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El terapeuta convocará a la familia en principio, tratando de establecer desde el 1er
momento una atmósfera confidencial y colaborativa.
Será misión del terapeuta crear un contexto terapéutico tranquilizador y colaborativo,
evitando asumir el rol de juez o de aliado de alguno, o el rol paralizante del defensor del
que parece débil.
Se buscará una transformación radical en la terapia a partir del análisis sistémico de los
problemas reales de la familia y sobre la activación de todas las valencias positivas y
auto terapéuticas que todo núcleo social posee en su interior.
Será entonces el sistema familiar el que tomará a su cargo la gestión de los problemas
relacionales que se van evidenciando y se constituirá en el eje del proceso terapéutico.
El terapeuta relacional podrá ubicarse en una primera fase como “consultor” de las
problemáticas que la familia trae a terapia, y en segunda como “supervisor” de los
esfuerzos realizados por esta en el curso de la terapia.
Para realizarlo debe entrar a formar parte del sistema familiar con su bagaje técnico,
experiencias, pero también con su personalidad, su fantasía, su sentido del humor, su
capacidad para participar de las emociones de los demás, renunciando al atavío mágico
y falso curador.
La misión del terapeuta es por lo tanto comprender el problema en términos relacionales
mediante la contribución de todos los miembros de la familia y trazar en su mente un
“mapa” de la estructura familiar, como resultante de las interacciones más
significativas, tanto intra como extra familiares.
En estos términos, la terapia ya no es algo misterioso, venido de lo alto, sino que
representa más bien el fruto de un compromiso de colaboración, ratificado por todos,
junto con un extraño privilegiado, que desempeña así la función de activador y
mediador de la familia.
La terapia familiar y relacional en su intervención sobre la familia, tiende a iluminar los
conflictos más evidentes de sus miembros y a liberar al paciente identificado de las
tensiones vinculadas con su condición de chivo emisario.

SISTEMA TERAPÉUTICO
Equipo terapéutico
Para comenzar con la terapia Sistémica es importante tener en cuenta la constitución del
ambiente terapéutico, el cual está conformado por una sala de terapia espaciosa, con un

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grupo de silla dispuestas en círculo, un pizarrón mural, si es que hay niños en la familia
debe poseer una caja de juegos. Por otro lado, se debe contar con un espejo
unidireccional y un equipo acústico, que permita la visión y audición directa desde una
habitación contigua, en esta última se posicionarán, el supervisor y el grupo de
observadores. Este circuito cerrado de televisión permitirá estudiar de modo inmediato
“el aquí y ahora” de la sesión, las interacciones familiares, la congruencia o no de los
mensajes verbales y analógicos, la relación terapeuta-sistema familiar de una forma más
completa. Facilita al terapeuta de “ver” en términos sistémicos y muestra con fría
objetividad qué difícil es el arte de la terapia.
La grabación de la situación tiene una ventaja ulterior, afirma Andolfi que ver el video
con la familia tiene un efecto cohesivo, de modo que el “sistema familiar” se transforma
operativamente en un “sistema terapéutico”, ya que la familia y el terapeuta están
empeñados en un esfuerzo común.
Durante el primer encuentro se informa a la familia de estas modalidades operativas.
La ubicación del supervisor en la sala contigua, le permite distanciarse emotivamente de
la sesión, lo que le ayudará a ver con mayor claridad que el terapeuta, redundancias
comunicacionales, mensajes no verbales, peligros y errores que se puedan cometer. Si el
supervisor considera necesario, puede involucrarse en la terapia, brindándole ayuda al
terapeuta, o bien pueden conversar por medio de un intercomunicador.
La relación terapeuta-supervisor es el eje de una terapia estratégica a corto plazo. Entre
ambos se requiere un notable grado de respeto y de mutua adaptabilidad, no existe una
jerarquía dentro de la pareja terapéutica, sus funciones son complementarias.
Corresponde al terapeuta traducir en acción las directivas recibidas, sin renunciar por
ello a la propia emotividad y libertad de intervención, que representan una parte esencial
de la relación terapéutica. El supervisor le sugiere directivas al terapeuta, según un plan
general de intervención, mientras que el terapeuta debe poner en acción dichas
directivas sin renunciar a la libertad de intervención.
Esta modalidad terapéutica se diferencia de una coterapia en tanto terapeuta y
supervisor desarrollan misiones diversas de las que desempeña una pareja común de
terapeutas, que actúan contemporáneamente en una sesión.
Lo que resulta muy eficaz es la utilización, en calidad de coterapeuta temporario, de uno
de los miembros de la familia. Haber encontrado un coterapeuta en la familia quiere

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decir haber entrado en ese sistema, y representa un paso decisivo en el progreso
terapéutico.

La primera sesión
La primera sesión tiene una importancia fundamental y es paradigmática para la
comprensión de un enfoque relacional. El objetivo central de esta sesión es establecer
un contexto de abierta colaboración y confianza recíproca dese el inicio.

Presesión
Hace referencia al primer contacto de alguno de los miembros con el terapeuta,
generalmente se da vía telefónica o por un breve coloquio con alguno de ellos o con un
trabajador social. La información que se brinde al terapeuta en este contacto, se lo debe
considerar como una versión del problema y no como “el problema”. El que telefonea
se propone a veces, a establecer con el terapeuta una coalición aun antes de conocerlo
en persona. Por otro lado, puede querer comunicar que la situación es desesperada o a
veces siente embarazo al requerir una intervención que él ya vive como estigmatizante.
O bien, alimenta expectativas mágicas respecto del terapeuta e intenta delegar el
problema al experto.

Primera sesión

Andolfi divide el primer encuentro en cuatro estadios sucesivos:

1. Estadio Social: se recibe a la familia y se la ubica cómodamente. Se los informa a


cerca del espejo unidireccional, el terapeuta pide que cada uno se presente y les realiza
algunas preguntas. El terapeuta propone como primera regla de la terapia, que cada uno
es igualmente importante y digno de atención. El mismo debe aprender a entrar en el
mundo del otro adaptando su propio lenguaje, su estilo personal y su experiencia a la
persona de que se trate, debe aprender a respetar las “reglas” de esa específica familia.
La primera regla de la terapia es que cada uno es igualmente importante y digno de
atención. Por lo tanto, la familia también deberá aceptar y cumplir las reglas de la
terapia, todos deben sentirse responsables e igualmente comprometidos en un trabajo

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común y el terapeuta debe entrar en el universo de la familia, modalidad de encuentro
que recibe el nombre de mutua adaptación.
En esta fase el terapeuta recoge una serie de observaciones útiles para enfrentar las fases
sucesivas de la sesión:
 Tono general de la familia: la misma puede presentarse “congelada”, responden con
monosílabos y se dan grandes silencios. Puede aparecer jovial y contenta, o bien,
sentirse presionados por la exigencia de exponer el problema que les preocupa.
 Relaciones entre los padres y los hijos: los padres pueden mostrarse muy severos con
los niños, preocupados por su actitud formal (cómo se sientan por ejemplo), o por el
contrario, absolutamente despreocupados. Es común ver cómo los padres marcan las
diferencias entre el hijo “problemático” y el hijo “que es todo lo opuesto”. El
terapeuta se encarga de observar cómo los hijos responden a las solicitaciones de los
progenitores y cómo éstos activan a su vez transacciones con los hijos.
 Relaciones entre los padres: los mismos pueden presentarse en desacuerdo desde esta
fase, o bien unidos al comienzo de la terapia y luego empiezan las diferencias entre
ambos. Con frecuencia la relación entre los progenitores resulta mediada por un hijo
que es utilizado como vehículo de comunicación entre ambos.
 Relación entre los hijos: afirma Andolfi, “a nivel de los hijos, la capacidad o la falta de
capacidad para unirse en un juego, para mostrar intereses comunes o sostenerse
recíprocamente frente a los adultos, dará la medida del grado y de la rigidez del rol
del chivo emisario desempeñado por el niño-problema y, en última instancia, será
proporcional al grado de tensión y de molestia expresados por el sistema familiar”.
 Relación entre los miembros de la familia y el terapeuta: la actitud de los niños respecto
de la terapia y del terapeuta en sí podrá reflejar la modalidad con que los padres los
han puesto al corriente de la consulta. Por ejemplo el terapeuta podrá observar si la
familia se ha sentido forzada a aceptar la consulta por el pedido de alguna autoridad
escolar.
El terapeuta en esta fase podrá darse cuenta cual es el miembro de la familia, que
intenta cautivar sus simpatías y su interés.

2. Focalización o estudio del problema: el terapeuta logra una exploración más directa
del problema que llevo a que la familia consulte.

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 Cómo pedir informaciones sobre el problema: en un primer momento el terapeuta
realiza una pregunta a la familia, en forma general, tal como ¿qué problema tienen?;
y ya luego podrá indagar en un nivel más individual, por ejemplo, ¿cuál es el
problema, en tu opinión?, esto asegura que cada uno disponga de un espacio
autónomo de respuesta, y refuerza el proceso de diferenciación. Por último, el
terapeuta intentará conocer y puntualizar cuáles son las expectativas de la familia al
acudir a terapia, por medio de preguntas, por ejemplo ¿qué esperan al venir aquí?
 Cómo recibir lo que la familia refiere en torno al problema:
El terapeuta no debe hacer:
a) dar interpretaciones o formular comentarios para ayudar a una persona a ver el
problema de una manera distinta de cómo lo está presentando.
b) Dar consejos pedagógicos, ya que así estaría facilitando soluciones “mágicas” al
problema, y no permitiría a la familia ser artífice del cambio.
c) Permanecer implicado en las emociones de alguno de los familiares respecto del
problema. Si el terapeuta se deja arrastrar por el clima emocional de la familia,
tendrá escasas posibilidades de establecer un contexto terapéutico.
El terapeuta debe hacer:
a) que cada uno exprese su opinión sobre el problema, para probar el nivel de
autonomía y de respeto de los miembros de la familia. Así el terapeuta podrá
analizar el nivel de diferenciación de cada miembro y luego de la familia como
sistema.
b) Si alguno interrumpe, hay que anotarlo (observando el momento en que surgió
y a quien se dirigía cuando habló), e impedir que vuelva a ocurrir, con un gesto
o verbalizándolo. Debe evitar que algún miembro responda con la palabra
“nosotros”.
c) Solicitar a los miembros de la familia que se refieran al problema en términos
concretos, circunscriptos, no aceptando definiciones abstractas o generales,
como por ejemplo “se ha encerrado en sí misma, ya no se comunica con
nosotros”.
 Observaciones del terapeuta: debe registrar informaciones tales como, el
comportamiento, las reacciones, y la congruencia o no entre conducta y contenido
verbal.

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 ¿Dónde reside el problema, dentro del niño o en la situación que lo circunda?:
generalmente al empezar una terapia, es la madre quien afirma que el niño es el
problema en este sistema, pero a la vez estará afirmando que en ella también existe
un problema, ya que siente frustración como madre de tener un hijo-problema. Es
necesario que el terapeuta pueda recabar información de parte de cada uno de los
miembros para así poder obtener ulteriores informaciones, evidenciar modelos
transaccionales habituales, limites personales e interpersonales, canales
funcionales y disfuncionales, constituyen modalidades operativas tendientes a
construir un mapa de las relaciones familiares más significativas, para definir
luego un plan terapéutico.

3. Estadio interactivo:
Hay dos momentos sucesivos cuando se indaga sobre el problema. En el primero cada
uno refiere su opinión y el terapeuta es la figura más central y responsable, el
interlocutor privilegiado. El segundo momento es el estadio interactivo, en el cual el
terapeuta se propone:
 Activar intercambios comunicativos directos entre los miembros de la familia sobre
el problema.
 Recibir ulteriores informaciones sobre las relaciones interpersonales, con el fin de
visualizar la estructura de la familia y las reglas que rigen las transacciones, así
podrá formular hipótesis sobre las secuencias comunicativas funcionales y
disfuncionales durante la sesión.
 Preparar el camino para la definición de un objetivo terapéutico.

4. El Contrato terapéutico: en esta fase se acuerda cuál será el objetivo a seguir en la


terapia. Un elemento esencial para la formación de un sistema terapéutico, según
Andolfi, es el acuerdo sobre un contrato terapéutico, es decir, la definición de un
objetivo. Este contrato da la medida del compromiso de cada miembro para el logro
de los cambios apetecidos. Cuanto más concreto y claro sea, más eficaz y fructífera
será la terapia. Cuanto más claro sea el objetivo terapéutico, tanto mejor podrá el
terapeuta evaluar a distancia el éxito o fracaso de la intervención. Este enfoque
terapéutico no es pura y simple intervención tendiente a eliminar el síntoma o el
malestar momentáneo, sino más bien, el comienzo de cambios positivos en el
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comportamiento y en las actitudes tanto del niño como de los padres, que “induce
ulteriores modificaciones reciprocas en la relación padres-hijo con consecuencias
positivas adicionales. La terapia ha servido para romper un círculo vicioso, y desde
ese momento los cambios clínicos no son paralelos a la intensidad de la terapia. No
dura más de cinco meses, es una terapia breve que tiene el fin de eliminar el
síntoma.
Técnicas
En su libro “Terapia familiar. Un enfoque interaccional”, Maurizio Andolfi propone las
siguientes técnicas:

LA COMUNICACIÓN NO VERBAL
Significado del lenguaje analógico
La comunicación analógica, o no verbal, no incluye solo los movimientos del cuerpo,
sino también el que uno toque al otro, la gestualidad, la expresión del rostro, el tono de
voz, la secuencia, el ritmo y la cadencia de las palabras mismas, y también la utilización
del espacio en tanto personal como interpersonal.
En la actualidad, en el campo de las ciencias del comportamiento, existen dos
modalidades distintas de lectura del lenguaje no verbal:
El enfoque psicológico, según el cual la comunicación no verbal se considera como la
expresión de emociones.
El enfoque comunicacional, que estudia e interpreta los comportamientos posturales, el
contacto físico y el movimiento en relación con el contexto social, con la cohesión y la
regulación de las relaciones en el grupo.
Estos dos puntos de vista no son mutuamente excluyentes, puesto que los
comportamientos humanos pueden ser al mismo tiempo expresivos y sociales o
comunicacionales.

Relaciones con el módulo verbal


Una vez definido el contexto en el que ocurre una determinada interacción, el lenguaje
no verbal puede contradecir no verbal puede contradecir o confirmar la comunicación
verbal.
En un contexto terapéutico, la contraposición entre modalidad comunicativa verbal y no
verbal resulta particularmente importante.

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Todas las veces que las personas se comunican entre si, informan al otro no solo en
términos de contenido, sino también en términos de relación. Lo cual significa que toda
comunicación afirma algo también a propósito de la relación entre quien la emite y el
que la recibe. Es entonces de esperar que el aspecto de contenido y el de relación no
solo coexistas, sino que sean complementarios en todo mensaje, donde el primero tiene
mas probabilidades de ser transmitido con el módulo verbal y el según con el analógico.
Los dos módulos difieren sustancialmente entre si en lo que respecta a:
a) Relación con el objeto al que se refiere la comunicación
La relación entre el objeto y la palabra que lo denomina es de tipo convencional
y arbitrario. La comunicación analógica aparece ligada a un modo
inmediatamente inteligible y significante con el objeto que quiere definir. Esta
diferencia entre modulo verbal y analógico es particularmente evidente en el
curso de la terapia cuando se recogen informaciones sobre la historia de la
familia y sobre las relaciones afectivas entre sus componentes.

b) Posibilidad de transmitir informaciones sobre los objetos


Se transmiten con el lenguaje verbal mediante la utilización de los conceptos; se
puede afirmar a propósito que la transmisión de la cultura esta confiada en la
practica sobre todo a la comunicación verbal, mientras el lenguaje analógico es
bastante mas útil y significativos en la comunicación sobre relaciones.

c) Claridad y ambigüedad
La comunicación verbal transmite informaciones que pueden comprenderse o no
según la sintaxis del módulo lingüístico y únicamente de un modo simbólico. La
comunicación analógica transmite informaciones que se comprenden de una
manera diferente cuando las reciben personas distintas en culturas distintas.

d) Utilización predominante en subculturas y edades distintas


El módulo verbal tiene un uso relativamente mayor en las clases sociales medias
y medio-superiores.
Toda intervención terapéutica puede resultar impropia o insuficiente, si antes no
se ha captado la “gramática” del lenguaje no verbal de un grupo y si relación con

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la lengua hablada. Viviendo y participando en el contexto social en cuyo ámbito
toman forma y adquieren significados en el lenguaje y los comportamientos.

El espacio en la interacción humana


El espacio es la expresión de nuestro vivir y de nuestro ser.
El espacio aparece como una dimensión innata y universal del hombre, representa la
definición de un territorio, de un lugar que se considera como propio, donde uno se
encuentra a si mismo y al mismo tiempo negocia relaciones con otros seres humanos.
Hall realiza una distinción del espacio en términos dinámicos de proximidad o distancia
emotiva:
a) Distancia intima, una distancia de cercanía, que presupone un contacto.
b) Distancia personal, una distancia mas o menos cercana.
c) Distancia social, aquella en que el único contacto directo es de tipo visual.
d) Distancia publica, una especie de distancia de seguridad, donde se pierde todo
carácter de relación interpersonal directa.
Scheflen, al poner más acento sobre el significado comunicacional que sobre el
expresivo de body language, distinguió tres modalidades de posición:
1. Posición inclusiva o no inclusiva: es el modo en que los miembros de un grupo
incluyen o excluyen a otra persona
2. Posición vis-a-vis u orientación paralela al cuerpo: dos personas pueden ponerse
en relación ubicándose una frente a la otra, o bien sentándose juntas, en paralelo,
eventualmente en dirección a una tercera. En el primer caso la relación se
potencia por un contacto visual completo y por una espacialidad que permite la
entrada de uno en el territorio del otro. En la disposición en paralelo puede
señalarse una situación en la que dos o mas personas prefieren mantener entre si
una relación neutra o por los menos indiferente.
3. Posición de congruencia o incongruencia: si en un grupo, por ejemplo, existe
una relación de afinidad y de aceptación reciproca, las actitudes y las posiciones
de cada uno resultarían casi especulares con las del otro. Operaciones de
mimesis están generalmente implícitas o son espontaneas en una situación de
congruencia. Por el contrario, una persona que quiera demostrar su disenso
puede asumir deliberadamente una posición incongruente respecto del grupo.

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Espacio y movimiento en terapia familiar
La terapia psicodinámica utiliza principalmente la palabra como instrumento
terapéutico y medio de traducción de estados de ánimo profundos. El acento cae
sobre el hablar en torno a emociones y conflictos del analizado, para luego
interpretarlos, sobre la base de la historia y de los traumas del pasado.
En terapia relacional las señales, el contacto físico, el movimiento, la acción, la
presencia de otros provocan simultáneamente asociaciones, significados y
comportamientos en un contexto dado. El acento cae sobre el actuar y dramatizar
estados emotivos y conflictos en el presente para verificar posibilidades de cambio en el
interior del sistema familiar, mediante la intervención activa del terapeuta.
Un terapeuta psicodinámico desarrolla una aptitud específica para observaciones
pasivas y aprende a medir sus intervenciones con cautela, un terapeuta relacional se
considera miembro agente y reactivo del sistema terapéutico e introduce en el
creatividad e inventiva personal, sentido de humor y experiencias personales y
profesionales; contacto físico, utilización del espacio y del movimiento representan
instrumentos operativos indispensables para un terapeuta de la familia.
Descifrar el lenguaje analógico de una familia es fundamental dentro de una lógica
relacional: significa entrar en ese sistema especifico, o sea, aprender las reglas a
menudo implícitas de ese grupo y evaluar la mayor o menor coherencia entre mensajes
verbales u no verbales.
Para muchas familias, según Duhl y Kantor, el sistema terapéutico y el espacio actúan
como un resorte y el terapeuta como un intermediario que facilita el desarrollo de
nuevas informaciones y comunicaciones. Tarea de la terapia es proveer conocimientos
que puedan generalizarse a otros espacios o fuera del control del terapeuta. Observar la
disposición espacial de la familia en la sesión es importante para un terapeuta relacional.
El modo en que cada uno esta sentado puede proporcionar indicaciones utiles para
verificar alianzas, identificaciones, centralidad o alejamiento.
La posición espacial de los miembros de la familia, sobre todo en la fase de formación
del sistema terapéutico, está siempre condicionada por la presencia del terapeuta,
respecto del cual el sistema familiar debe encontrar la adaptación mas adecuada.
Los movimientos que se realizan en la sesión no son nunca casuales u constituyen
indicadores extremadamente validos de secuencias interactivas.

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 LA ESCULTURA DE LA FAMILIA
Permite la expresión de ideas y emociones mediante el uso del cuerpo y del
movimiento. Esta técnica se propone recrear simbólicamente en el espacio estados de
ánimo y vínculos emotivos, mediante una representación tridimensional de las
relaciones entre los miembros de la familia. La escultura puede definirse como la
representación simbólica de un sistema, en ella se enfocan los aspectos comunes a todo
sistema.
“Esculpir” es una modalidad creativa, dinámica y no verbal mediante la cual el escultor
puede representar las relaciones mas significativas que lo ligan con los otros, que ligan a
estos últimos entre si, en un contexto y en un momento histórico determinados. Hace
asumir a cada uno una posición, una relación de cercanía o distancia, una mirada y una
actitud del rostro que replanteen simbólicamente sus vivencias personales respecto de
ellos y de su relación reciproca, y al colocarse el mismo en la escultura, representa
como y donde se ve en relación con los otros. La esencia misma de sus experiencias
familiares, sean relativas al presento o al pasado, se condensa y proyecta en una imagen
visual.
El terapeuta elige a la persona que actuara como escultor, mientras los demás se
transformaran en la “arcilla” a plasmar y colocar en el espacio. En la elección tendrá en
cuenta el momento terapéutico y la realidad de cada familia especifica.
Una vez elegido el escultor, el terapeuta lo ayudara activamente en la fase inicial de su
esfuerzo creativo, pues a menudo la novedad de la cosa puede provocar dificultades
emotivas y consiguientes situaciones de bloqueo. Establecidas las reglas generales y
comenzado el proceso, el terapueto asumirá un rol de observador participe, comentando
solo esporádicamente lo que esta sucediendo. Durante la ejecución de la escultura se
hace muy poco use de palabras, salvo en lo referente a indicar la posición que cada uno
debe asumir.
La escultura es significativa porque constituye una representación espacial de una
situación emotiva actuada y no verbalizada: supera los límites expresivos de las palabras
y permite la liberación de estados emotivos y de modalidades comunicativas a menudo
adormecidas o inexpresadas.
Solo una vez terminada la escultura podrá expresar cada uno verbalmente lo que
experimento al participar en ella.

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La escultura se propone visualizar toda la red de relaciones, tanto dentro como fuera de
la familia y, además, los vínculos entre generaciones presentes y pasadas, con el fin de
promover una mayor diferenciación de cada uno en el ámbito de su propia realidad
contextual, mediante la renuncia a roles y modelos estereotipados.
Su utilización puede ser muy variada, sea en el curso de la terapia o en el proceso de
formación del terapeuta ocupacional. El terapeuta puede pedir a los miembros de una
familia que esculpan las relaciones intrafamiliares mas significativas o que representen
el problema por el cual se requirió la terapia: también puede pedir al paciente
identificado que esculpa el rol que ha asumido en la familia y como se ubican los demás
respecto de ese rol.

 LA PRESCRIPCIÓN
La directividad en terapia familiar
No hay duda de que toda forma de terapia es, en su esencia misma, directiva. En la
terapia familiar la directividad es igualmente innegable, aunque el modo en que toma
forma sea totalmente distinto de la praxis psicodinámica, el terapeuta está empeñado
activamente con la familia, en determinar el contexto que se desarrolla, en establecer los
objetivos a alcanzar, en proyectar las intervenciones, en evaluar las respuestas del grupo
a sus directivas modificándolas en el caso necesario, en promover la separación de la
familia final del proceso terapéutico, etcétera.
La terapia relacional se propone en realidad hacer que adquiera una mayor capacidad de
determinación un grupo familiar que a menudo está varado en una situación de
dificultad de la que no parece en condiciones de salir por sí mismo, como no sea
mediante la formación y el mantenimiento de chivos emisarios. La imposibilidad de
cambiar, lleva el terapeuta a la convicción de que su tarea fundamental consiste en abrir
brechas en el sistema familiar para permitirles el redescubrimiento de una valencia auto
terapéutica en su interior, que liberen al paciente identificado y a la familia de una
situación de malestar que se ha perpetuado en el tiempo y le restituyan la iniciativa de
sus propias acciones. Una operación de esta clase requiere necesariamente una posición
de poder por parte del terapeuta, el cual debe enfrentarse enseguida con las fuerzas más
rígidas del sistema. Esto lleva en muchos casos a lo que se dice lucha por el control.
El terapeuta debe estar desde el comienzo en condiciones de mostrar a la familia que es
bastante fuerte como para controlarla con éxito manteniendo constantemente una

49
posición de estar arriba. La primera expresión de directividad está implícita en el acto
mismo de reunir a toda la familia, es decir en implicar a todo el núcleo familiar en una
operación que requiere un enfrentamiento directo y una toma de conciencia común.
Igualmente directivo resulta a pedir a los miembros del grupo un pequeño activo en
resolver un problema interno del sistema familiar o externo a él, negando la posibilidad
de una solución fundada en la delegación al técnico.
El objetivo del cambio, se ubica en una óptica sistémica - familiar. Lo que se nos
propone es obtener un cambio y que vaya más allá de la resolución del síntoma
individual y que incida a nivel de todos los miembros del sistema proporcionándoles
modelos transaccionales nuevos que ya no tengan necesidad de comportamientos
sintomáticos. En este sentido el síntoma es solamente el indicador de la perturbación a
nivel comunicativo. Actuar sobre el síntoma quiere decir automáticamente intervenir en
las reglas de relación de ese sistema.

CLASIFICACIÓN DE LAS PRESCRIPCIONES


Una prescripción se puede construir sobre la base del trabajo realizado en la sesión de
los datos relacionales recogidos, utilizando los contenidos que aportaron los miembros
del sistema familiar, se trata entonces de asignar una tarea que implique directa o
indirectamente a toda la familia, o a alguno de sus miembros en la sesión o en el
intervalo entre una sesión y la siguiente.
Dar prescripciones en el curso de la terapia, es una intervención estratégica realizado
por una serie de motivos. En líneas generales constituye una modalidad técnica dirigida
a promover un cambio, o sea a activar modelos relacionales distintos que no tenga
necesidad de la formación y de mantenimiento de chivos expiatorios. Es un modo de
establecer un contexto terapéutico, es decir, un clima colaborativo en el cual se respetan
algunas reglas generales evitando caer en situaciones improductivas en las que el
victimismo, la acusación, la opresión, la delegación o el uso de roles estereotipados,
pueden desempeñar una función determinante.
El terapeuta termina adquiriendo importancia a los ojos del grupo familiar en virtud de
su función de garante de la autonomía y de la subjetividad de cada miembro. Este
referente a entrar al sistema familiar y5 ser aceptado por todos, porque mantiene ajeno a
la complicidad, de las coaliciones más o menos explícitas con este o aquel personaje de
la familia. La prescripción mediante la asignación de tareas a domicilio es una

50
modalidad a amplificar el proceso terapéutico más allá de la hora semanal de la reunión
de grupo promoviendo la presencia del terapeuta en la familia aún en el ámbito de las
actividades cotidianas, de esta manera la familia puede experimentar modalidades
nuevas de comunicación. Si logran utilizarlas para la terapia se sentirá cada vez más
capaz de funcionar autónomamente hasta que ya no tenga necesidad de apoyo
terapéutico.
La prescripción permite además la recolección de informaciones relacionales en torno a
la estructura de la familia y a las reacciones de sus componentes frente a los
requerimientos de cambio. No es importante la correcta ejecución de la prescripción por
sí misma, sino más bien el análisis de los comportamientos interactivos de los miembros
empeñados en una tarea común.
Mediante la prescripción, se lleva al grupo familiar a vivir una situación relacional
operativa, reduciendo las posibilidades de utilizar la defensa verbal y racional que
podría prolongar inútilmente el trabajo terapéutico.

PRESCRIPCIONES REESTRUCTURANTES
Se entiende por reestructuración un proceso tendiente a modificar los esquemas
relacionales habituales de la familia mediante el uso de elementos y energías ya
presentes en el sistema, el menos a nivel potencial.
El edificio asume así nuevas perspectivas, se modifica, pero los ladrillos que lo formas
son siempre los mismos. Es de hecho también válido para las prescripciones
paradojales.
1. Prescripciones contra sistémicas
Esta modalidad, más que una eficaz estrategia de intervención, es a menudo
paradigmática de la inexperiencia del terapeuta, que demasiado ligado a valoraciones de
los contenidos más bien que de las relaciones subyacentes, tenderá a contrastar
abiertamente la homeostasis del sistema familiar. Se encontrará entonces combatiendo
con una modalidad escasamente productiva contra una tendencia común a todos los
sistemas: la de preservar el statu quo.
Entran en este grupo todos los consejos terapéuticos tendientes a ver de una manera
simplista la realidad de una situación. Tales consejos apuntan a solicitar cambios en el
paciente identificado, al que se le pide que apele a esas mismas energías cuya carencia
siente, o a interrumpir un determinado comportamiento en los familiares, considerado

51
improductivo o contraproducente. Esto significa oponerse a las dinámicas sistémicas de
ese grupo, o por lo menos ignorarlas.
Resultado último puede ser la creación de un contexto acusatorio o inútilmente
competitivo; esto terminará por repercutir negativamente sobre el paciente identificado
y sobre los demás miembros de la familia, y en última instancia sobre la credibilidad de
la terapia.
Son prescripciones de contexto todas las modalidades actuadas en el curso de la sesión,
que tienden a promover la formación y el mantenimiento de un contexto socio
terapéutico.
Se trata de tareas cuyo objetivo es generalmente introducir una connotación de
operatividad concreta en el ámbito de la entrevista; se las utiliza a menudo para obtener
el cambio de una atmosfera que el terapeuta considera inapropiada en esa fase
terapéutica.
2. Prescripciones de reelaboración sistémica
Con este tipo de prescripción se tiende a reestructurar los modelos comunicativos
usuales de la familia, sustituyéndolos por otros nuevos y más funcionales, mediante la
reelaboración de elementos y energías ya presentes en el sistema familiar.
Una vez iniciado un proceso de reelaboración sistémica es más fácil ampliar el campo
de acción e incluir en él problemáticas y exigencias cada vez menos vinculadas con el
problema individual por el cual se solicitó inicialmente la terapia; ésta termina siendo de
notable impor6tancia en el proceso de crecimiento de todo el grupo familiar.
3. Prescripciones de refuerzo
Nos referimos así a todas las prescripciones tendientes a reforzar movimientos ya en
acto en el sistema familiar y considerados útiles para el cambio.
Va de suyo que las prescripciones de contexto, de desplazamiento o de reelaboración
sistémica pueden tener un efecto de refuerzo en el momento en que potencian un intento
de solución ya iniciado dentro del grupo familiar.
En un momento en que, por motivos no siempre identificables, la tendencia al cambio
está prevaleciendo temporariamente sobre la tendencia a la homeostática, el terapeuta
no debe hacer otra cosa que organizar una prescripción que incluya, de una manera más
extensa y articulada, lo que ya está ocurriendo.
4. Prescripciones de utilización del síntoma

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Una utilización terapéutica del componente sistemático puede realizarse en términos de
ataque directo como de alianza.
 Prescripciones de ataque de síntoma: el comportamiento del paciente identificado es
en este caso objeto de agresión o de ridículo en su naturaleza misma, mediante su
acentuación o anticipación (ejemplo pág. 108) Una regla a cual siempre nos
atenemos es la de que mientras se golpea con una decisión la manifestación
sintomática y el poder manipulativo vinculado con ésta, se buscan
contemporáneamente zonas de autonomía para sostenerlas y potenciarlas. Esto
puede ocurrir si el terapeuta, aun ateniéndose al síntoma, está en condiciones de
cambiar su significado en términos relacionales.
 Prescripciones de alianza sobre el síntoma: se revelan particularmente en la pre
adolescencia, o viene en situaciones de trasformación del sistema familiar en una de
las fases más delicadas de su ciclo de desarrollo: la de la desvinculación del
adolescente.

PRESCRIPCIONES PARADOJALES
La paradoja en psicoterapia se realiza mediante la prescripción paradojal, que sólo
adquiere real eficacia si entra en el más vasto ámbito de un enfoque paradojal. Tal
enfoque se extiende a toda una modalidad de manejo de determinados procesos
terapéuticos, incluida la prescripción paradojal. El terapeuta puede organizar y realizar
todas sus intervenciones analógico – verbales, siguiendo una técnica paradojal que
ponga al sistema familiar en una forzosa disposición al cambio. Las modalidades de
utilización de un enfoque de este tipo son muchísimas y se hallan estrechamente
vinculadas con la creatividad del terapeuta y con los puntos de articulación que ofrezca
a la familia.
Se puede definir como paradojal una situación en que una afirmación es verdadera si es
alza, y sólo su lo es; esto deriva del hecho de que se emiten contemporáneamente a dos
mensajes que resultan prácticamente incompatibles entre sí.
La paradoja utilizada en psicoterapia nace de características contextuales distintas; no
obliga al paciente a responder según una modalidad patológica, sino que determina, en
todo caso, la interrupción de un círculo vicioso.
En estos casos el terapeuta puede aceptar la contradictoriedad frente a la cual lo ponen,
estimulando de este modo la tendencia al cambio presente en otros niveles en la familia.

53
En cuanto a la prescripción del síntoma, la paradoja representa una respuesta terapéutica
a la lógica ayúdame a cambiar, sin nada, en la cual el paciente o todo el sistema
familiar entrampado. Así, se el paciente acude a terapia para curarse, éste le aconsejará
practicar el comportamiento enfermo que lo llevó a la consulta. Prescribir el síntoma a
un paciente individual, lejos de ser una intervención que resuelva de por sí un estado de
dificultad, representa en nuestra opinión una modalidad táctica tendiente a abrir una
brecha en sistemas particularmente rígidos, para promover la liberación de
potencialidades inexpresivas.
En cuanto a la prescripción de las reglas: en terapia familiar se puede utilizar una
técnica paradojal prescribiendo a la familia a la aplicación exasperada de las reglas de
relación individualizadas como disfuncionales, que corresponden al componente más
rígido de la homeostasis sistémica. Esta modalidad produce el efecto de hacer posible
un proceso de transformación, es decir, de promover la ruptura de las reglas de relación
que llevaron al problema y que tienden a mantenerlos. Se trata, en la práctica, de
sustituir el juego sin fin por un juego nuevo, en el cual el terapeuta, mediante la
negación de alternativas, pone en acto una modalidad provocativa y a la vez liberadora
respecto de un grupo familiar que puede ahora responder mediante una contra
provocación “terapéutica”. Esta contra provocación, más allá del significado relacional
que contiene, permite a la familia experimentar modalidades de relación y de solución
del problema hasta entonces negadas o en todo caso no expresadas.

PRESCRIPCIONES METAFORICAS
Una terapia relacional debe habituarse y escuchar de un modo metafórico. El
comportamiento sintomático, en su esencia misma puede tener significado de
comunicación.
El terapeuta puede comprender o emitir mensajes metafóricos múltiples, por el modo
de escuchar y observar el comportamiento de un grupo, y también por su modalidad de
establecer la relación. Cuando oye a alguien que habla del problema, tiene presente
que éste está refiriendo hechos y opiniones al respecto, pero que al mismo tiempo está
comunicando indirectamente algo que no se puede decir de un modo explícito.
El uso activo de la metáfora por parte del terapeuta se efectúa de varias maneras.
Puede hablar con metáforas o activar a la familia siguiendo una modalidad metafórica,
en particular con el uso de la prescripción. Se puede hablar con metáforas eligiendo un

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argumento que se asemeje a la situación problema, evitando en todo caso hacer
explicita la conexión. Otro modo de comunicarse con metáforas consiste en atribuir a
algún objeto connotaciones emotivas propias de un individuo o de varias personas.

En su libro “Detrás de la máscara familiar”, Maurizio Andolfi propone las siguientes


técnicas:

LA REDEFINICIÓN COMO MATRIZ DE CAMBIO


Redefinición de la relación terapéutica
La formación del sistema terapéutico es un proceso que prevé continuas intervenciones
del terapeuta en el sentido de la redefinición. Esta tiene el propósito de trastornar las
pautas de comunicación entre los diversos subsistemas, hasta que su mantenimiento se
vuelva imposible y se engendre una modificación suficientemente estable de la trama
relacional y de los valores que la sustentan.
La familia intentara extender al sistema terapéutico sus propias reglas, porque buscara el
mejor modo de enredar al terapeuta en su propio juego. El terapeuta se ve entonces,
desde la primera sesión, en la necesidad de redefinir las relaciones dentro del subsistema
familia, y entre él y uno o más de los miembros de ella. El resultado final es el mismo,
porque el cambio de una sola relación influye por vía de consecuencia sobre las demás;
en efecto, todas contribuyen al equilibrio del sistema en su conjunto. Cualquier estimulo
significativo introducido en el interior del sistema tendera a modificar la relación entre
sus miembros, pues pondrá de manifiesto características nuevas.
Para definirse a si misma, la familia utiliza modalidades explicitas e implícitas; estas
últimas consisten en todas las actitudes y conductas no verbales que califican las
interacciones entre los familiares y entre estos y el terapeuta. Este, a su vez, puede
redefinir las relaciones en el nivel explicito o implícito.
El objetivo no es lograr que los miembros de la familia se comuniquen mejor entre si o
de manera más comprensible; en efecto, la comunicación siempre es mediada por el
terapeuta, quien escoge el input que introducirá, recurriendo a preguntas que lo
vehiculizan. El cambio consiste en el trabajo continuo que cada miembro realiza para
definirse respecto de la definición dada por el terapeuta, lo que llevara a una mudanza
de los modelos de relación y de los valores en juego. Esto importa modificar la

55
distribución y la amplitud de los espacios personales, y liberar las valencias que hasta
ese momento permanecían ocupadas en funciones estereotipadas de interacción.

Redefinición del contexto


Cada uno da una definición de si no solo por lo que dice, sino por las acciones que
realiza, los instrumentos o los objetos que emplea, el modo en que los usa o el
significado que les atribuye: todos estos ingredientes contribuyen a la creación del
contexto en que se desenvuelven los intercambios de interacción, al par que, de rechazo,
son condicionados por este.
En ocasiones basta con introducir un elemento nuevo para obtener un cambio de
contexto, y es cambio, a su vez, condicionara las interacciones posteriores. De este
modo, actuando sobre esos elementos y por medio de ellos, el terapeuta tiene la
posibilidad de redefinir las relaciones en diversos niveles.

Redefinición del problema


La redefinición del problema que la familia trae y, por lo tanto, de su demanda de
terapia, no se podrá llevar a cabo mientras la conducta sintomática del paciente
permanezca artificiosamente aislada del contexto de las relaciones donde tiene su sitio
natural.
El objetivo es transferir el síntoma a un plano relacional, haciendo de manera que a los
ojos de todos se revele funcional para el mantenimiento de las relaciones. Se trata,
entonces, de analizar la estructura de la que el problema es manifestación, y de redefinir
las relaciones que lo originan. Si conseguimos quitar a la perturbación las connotaciones
reductoras y desvalorizantes que en general se le atribuyen, podremos situarla en una
dimensión relacional diferente que nos permita procurar modalidades nuevas de
relación. Así, la conducta sintomática, se convierte en un problema de todos los
miembros de la familia, en una realidad más compleja. Es preciso redefinir en la
práctica las relaciones y el contexto en el que se desenvuelven. Por esta vía se alcanzará,
junto con la familia, una descomposición y una reestructuración de los elementos
constitutivos del problema, los mismos que permitirán observarlo en una dimensión
diferente.
En la práctica, la redefinición explicita, la implícita y la de contexto se producen casi
siempre de manera simultánea y se refuerzan unas a otras. La redefinición explicita es

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preparada, modulada, precisada por la implícita, y a la inversa; el contexto es
modificado por las redefiniciones verbales y no verbales, y a su vez las puede volver
más eficaces o absolutamente inútiles.

LA PROVOCACION COMO RESPUESTA TERAPEUTICA


LA INDUCCION DE UNA CRISIS
En las familias con designación rígida, el temor de que un miembro pueda poner en
peligro los esquemas de interacción habituales sustrayéndose de las reglas del juego,
hace que cada uno ejerza un control más estricto sobre el otro, y genera una fuerte
tensión emotiva. En la vida cotidiana de estas familias, la tensión hace las veces de
combustible para ese continuo ajetreo que lleva a modificar mucho para no cambiar
nada.
Esta tensión, por un lado es funcional para la homeostasis, y por otro, su intensidad
puede alcanzar con el tiempo un nivel tan elevado que se constituya en acicate para el
cambio. En el momento en que estas familias se deciden a demandar terapia, la tensión
interna ha llegado a un punto en que ya no puede ser contenida.
La sintomatología del paciente designado representa las dos instancias que la familia
expresa al terapeuta: por un lado, una demanda de asistencia, y por el otro el temor de
una crisis.
La necesidad de la intervención puede ser contemplada entonces desde dos ángulos
diversos. Por un lado tenemos el sufrimiento real, y por el otro, la lógica del
funcionamiento familiar.
La presencia del terapeuta permite a la familia desviar la tensión que ella ya no puede
contener en su interior.
La designación del paciente y la demanda del terapeuta resultas ser dos momentos
distintos en el tiempo, pero análogos por su significado funcional. En los dos casos, el
sistema familiar en su conjunto, se empeña en sostener más activamente que de
costumbre su propia estructura disfuncional.
Jackson y otros terapeutas habían observado cuan inútiles son las tentativas de provocar
bruscos cambios en familiar que no están en crisis, y cuan eficaz resultaba en ocasiones
obrar de manera que el sistema familiar se salga de los limites que se ha impuesto
(1957). Por otra parte, Haley (1980) ha puesto de relieve la importancia de intervenir en
familias en un momento de desequilibrio, y señalado que es mucho mas trabajoso
57
producir cambios en su organización cuando el tratamiento ya contribuyo a atenuar el
malestar. Hoffman (1981), explico que frente a un sistema familiar que demanda
asistencia para resolver sus dificultades circunscribiéndolas, puede convenir una
respuesta que aumente las variables en juego hasta el punto de provocar una pérdida de
control sobre los equilibrios preexistentes.
A partir de estos autores mencionados, y con la experiencia clínica, se puede llegar a la
conclusión de que la mejoría necesariamente debe pasar por un estado de crisis del
funcionamiento familiar. Por lo tanto se buscara inducir ese equilibrio que la familia
quería evitar.
Si nuestro primer objetivo es inducir una crisis, deberemos preocuparnos por reunir la
fuerza que nos permita provocarla y actuar de manera que la intensidad de esa crisis sea
directamente proporcional al grado de rigidez del sistema familiar.
La intervención se plantea entonces como una respuesta a los inputs que nos son
enviados por la familia. Sobre la base de nuestra vulnerabilidad calibramos la intensidad
de la intervención.
Si la intensidad de la intervención es directamente proporcional a la rigidez del sistema
familiar, la índole de nuestras respuestas lo será respecto de las comunicaciones que la
familia nos envía.

EL PACIENTE DESIGNADO: PUERTA DE ENTRADA EN EL SISTEMA


Su presencia es esencial para todos, porque hace las veces de regulador homeostático de
la interacción familiar y porque su misma atipicidad es permite cristalizar en el tiempo
todas las relaciones de función-dependencia reciproca que los encadenan entre sí.
En la mayoría de las veces, el paciente designado es traído a la terapia. Su
comportamiento en la sesión parece reforzar por lo menos cinco aspectos fundamentales
que la familia en su conjunto muestra al terapeuta:
- La centralidad absoluta de su función de enfermo.
- La imprevisibilidad y el carácter ilógico de sus comunicaciones.
- El carácter involuntario de toda su conducta.
- Las consecuencias nocivas que la enfermedad del paciente designado produce en
toda la familia.
- La inutilidad de los esfuerzos de todos para modificar su comportamiento.
Sobre la base de esta situación, el sistema familiar hace sus demandas.
58
En el interior de las comunicaciones que estas familias nos hacen están presentes
elementos altamente provocadores. Esto sugería una primera hipótesis de trabajo: ¿Por
qué no focalizar justamente el aspecto provocador de las comunicaciones que estas
familias nos hacían, e imaginar intervenciones estratégicas que fueran respuestas a esos
mensajes? Entonces, se trataba de fragmentar el complejo esquema comunicativo de la
familia en partes, de las que utilizaríamos solo algunas, las más intensamente
provocadoras. En lugar de recurrir a la defensa o de enfrentar a la familia, convenía que
el terapeuta valorizara e hiciera propios los componentes provocadores que podrían
enredarlo en posiciones improductivas.
Nuestra respuesta de contra provocación utilizaría como punto de ataque del sistema al
paciente designado: si la familia provocaba al terapeuta y controlaba el sistema
terapéutico por la vía del paciente designado, también el terapeuta trataría, por el mismo
canal, de provocar a la familia y de controlar el sistema terapéutico.
La función estable del paciente designado constituye el punto de partida de nuestro
trabajo.

DE LA FUNCION DEL PACIENTE DESIGNADO A LA RED DE LAS FUNCIONES


FAMILIARES
La intervención provocadora debe llevarnos a entrar en comunicación con todos los
miembros de la familia por el mismo camino que ellos utilizan para comunicarse entre
si: el paciente. Será preciso atribuirle una nueva función que lo señale como el
controlador oficial de la familia. Nuestro objetivo principal consiste en redefinir su
comportamiento como voluntario.
Por medio de un esquema enteramente arbitrario, el terapeuta atribuye con exclusividad
al paciente designado la tarea de poner a la familia a salvo de variaciones indeseadas.
Observando la modalidad con que el sistema transmite su propia problemática, sea de
manera espontanea o durante la provocación del paciente designado, el terapeuta puede
vislumbrar la trama de interacción de la familia y formular la hipótesis parcial de
funcionamiento.
Si bien la provocación dirigida al paciente designado es un medio para desequilibrar el
sistema familiar en su conjunto y para obtener informaciones privilegiadas sobre su
funcionamiento, para conseguirlo el terapeuta tiene que haber vislumbrado algún
elemento referido a las funciones de otros miembros del sistema, y concebido hipótesis

59
sobre la trama relacional que las une. Llegado este punto, podrá vincular la función del
paciente designado con las funciones de los demás y, entones, atacarlo en su papel de
sostenedor de ciertas modalidades de interacción. Así el paciente designado no será
provocado como individuo aislado, sino como integrante de un sistema más amplio.
Para inducir una crisis terapéutica y empujar al sistema más allá de su esfera de
estabilidad, el terapeuta debe atribuir a la conducta sintomática una función susceptible
de ligar entre sí a los miembros de este sistema.

DESAFIO A LA FUNCION Y APOYO A LA PERSONA


Cuando la familia llega a la primera entrevista, el objetivo y la principal dificultad
consisten en alcanzar individualmente cada uno de los miembros para ponerlo en
condiciones de elegir entre lo que suele hacer y lo que querría hacer, entre lo que es y lo
que querría ser.
El modo en que el terapeuta, por medio de la provocación, puede activar a una persona
para que se haga cargo de sus problemas se resume en la etimología de la palabra
“provocar”: llamar para que salga, hacer salir. En una suerte de desafío a la función del
paciente y, por medio de este, a las funciones de los demás miembros del sistema
familiar, se hace aflorar una definición más clara de las exigencias y potencialidades de
cada quien. Cuando esto empieza a ocurrir, se vuelve inevitable a crisis tan temida.
La provocación promueve la tensión en el interior de la familia, por lo que es un
instrumento poderoso para crear condiciones emotivas. Es tarea del terapeuta ligar esta
emotividad con algo distinto de aquello a lo que antes adhería. Cada uno de los
miembros de la familia debe entonces definirse con respecto a su propia ambigüedad, y
elegir. Ante todo, el paciente designado deberá hacerlo entre dos caminos: mantenerse
coherente hasta el final con el papel de paciente, que solo se puede diferenciar de los
demás por su enfermedad, o propender a su propia diferenciación, posible por la
expresión de instancias dependientes de las funciones que tiene asignadas.

¿SOMOS O NO SOMOS SISTEMICOS?


El terapeuta remplaza al paciente designado, quitándole su centralidad. Le arrebata su
puesto de administrador de la operación familiar, a la espera de tiempos mejores. Hasta
que ese momento llega, el terapeuta será el tramitador funcional de las tensiones
familiares, como la había sido el paciente designado, con la diferencia de que este

60
contribuía a mantener la organización de la familia, mientras que aquel se prodiga para
quebrarla. Su posición central no se convierte en el apoyo de la elasticidad del sistema,
sino que es uno de los elementos más desequilibradores.
En las fases iniciales e intermedia, el terapeuta trata de hacer todavía mas gravosa la
situación de incomunicabilidad que reina en la familia, impide la interacción verbal.
Mientras que por un lado hace que se sienta la necesidad de un sinceramiento directo
entre sus miembros, por el otro lo impide manteniéndose como el interlocutor único de
cada uno.
El terapeuta participa sobre la base de los elementos que ha recogido de cada uno de los
miembros de la familia, de las emociones que estos le suscitan y de la intensidad de su
contacto personal con todo ello.
El obrar de la familia no es lineal ni circular, por esto nuestro como de hacer terapia se
puede valer de la imitación de actitudes familiares; la interpretación que ella hace de su
funcionamiento se puede llamar lineal, mientras que la nuestra de definirá como
circular.
El trabajo consiste en orientar de manera diferente la tensión que la familia ya trae
consigo, redistribuyéndola entre sus miembros.
Nuestra tarea es atacar las funciones y apoyar a los individuos, evitando
cuidadosamente hacer lo contrario.

METAFORA Y OBJETO METAFORICO EN LA TERAPIA


EL LENGUAJE METAFORICO
El lenguaje y sus imágenes metafóricas cambian de significado no solo según el
contexto en que se sitúan, sino según las connotaciones que se agregan en virtud de las
circunstancias de su empleo.
La metáfora se presta a que la utilicen los miembros de la familia para expresar estados
de ánimo o situaciones de vínculo; o el terapeuta, para llevar adelante su trabajo de
análisis y de reestructuración.
El mismo síntoma que el paciente o la familia presentan se puede convertir en la
metáfora de un problema relacional, el intento de conciliar exigencias contradictorias
por medio de un símbolo polivalente. Es como si el aspecto metafórico del síntoma

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lograra conciliar lados contrapuestos de la realidad, y obtuviera su simultánea
cristalización. El síntoma, puede perder poco a poco sus caracteres de especificidad.
Por lo general, en el momento de intervenir el terapeuta, la evolución de la metáfora del
paciente ha llegado a su culminación; por eso mismo, èl se encuentra en la necesidad de
iniciar un proceso opuesto a fin de redescubrir en el interior de la imagen presentada los
elementos históricos y relacionales originarios. Podrá entonces condensar en una
metáfora propia los datos de observación recogidos en el curso de las interacciones
entre los miembros del sistema terapéutico.
La metáfora es transmitida del mismo modo en que el paciente manifiesta el síntoma; en
virtud de su contexto y de su forma, se afirman y niegan al mismo tiempo el contenido
del mensaje o su destinatario (Bateson, 1976).

LA METAFORA LITERARIA
La imagen proporcionada define no solo al miembro designado, sino a las relaciones e
interacciones que mantiene con los demás, situándolas en una atmosfera irreal y
fantástica. Así, aunque el mensaje representativo se envía en apariencia a una sola
persona, su estructura incluye de manera indirecta a las demás en la medida en que están
en relación con aquella.

EL OBJETO METAFORICO: “INTERVENCION” DEL TERAPEUTA


Una de las características de la metáfora es que consigue crear una imagen de las
emociones, de la conducta, del carácter o las relaciones que una persona tiene dentro de
un sistema.
El terapeuta puede también, en el curso de la sesión, elegir los objetos materiales que le
parezcan más aptos para representar comportamientos, relaciones, interacciones actuales
o reglas de la familia en tratamiento. En ese caso deberá observar con particular
atención las interacciones familia-terapeuta, donde el mismo se inserta con su modo de
presentarse, su personalidad y sus vivencias emotivas. La elección de objeto metafórico
es por los tanto un acto de su inventiva, con el que introduce un nuevo código que
define e interpreta cuanto está sucediendo; sobre la base de este código se empezaran a
redefinir las relaciones entre los diversos miembros de la familia, y entre estos y el
terapeuta (Angelo, 1979).

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El objeto metafórico permite al terapeuta descentralizarse: dejar de ser el punto de
referencia, el foco de la atención. El objeto puede ser un modo muy eficaz de “tomar
distancia” cuando la situación se vuelve confusa o se está en un punto muerto; con el
uso del objeto metafórico se recrea la oportunidad de arrojar la pelota a la familia y de
observar desde fuera lo que sucede.

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Bibliografía
 Andolfi Maurizio. (1987). Terapia familiar, un enfoque interaccional. Buenos
Aires: Ed. Paidos.
 Andolfi Maurizio. (1995). Detrás de la máscara familiar. Buenos Aires: Ed.
Morrortu.
 Minuchin, Salvador (1986) - Familias y terapia familiar - Quinta edición,
Buenos Aires, Argentina, Ed. Gedisa.

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