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2. LA PERSONA HUMANA..............................................................................3
2.1. Concepto de persona............................................................................3
2.2. La dignidad de la persona humana.....................................................3
2.3. La sociabilidad de la persona..............................................................4
2.4. La libertad de la persona......................................................................6
2.5. Los derechos humanos...........................................................................6
2.5.1. El derecho a la vida...........................................................................8
2.5.2. La libertad religiosa........................................................................10
2. LA PERSONA HUMANA.
2.1. Concepto de persona.
“Una nueva evangelización de la vida social requiere ante todo el anuncio del
Evangelio: Dios en Jesucristo salva a todos los hombres y a todo el hombre.
Este anuncio revela el hombre a sí mismo y debe ser el principio de
interpretación de las realidades sociales.”1
“El principio capital, sin duda alguna, de esta doctrina afirma que el hombre es
necesariamente fundamento, causa y fin de todas las instituciones sociales; el
hombre, repetimos, en cuanto es sociable por naturaleza y ha sido elevado a
un orden sobrenatural.”2
1
Pontificio Consejo de Justicia y Paz: Op. cit. n. 526, p. 295.
2
JUAN XXIII: Encíclica Mater et magistra. n.219.
3
BRUBECK G., Phillp H.: Encuentro de mentes: el éxito en los negocios. Ediciones Bellas
Letras, Durango, Mex., 2008, p. 26.
4
Pontificio Consejo de Justicia y Paz: Op. cit. n. 391, p. 217.
5
GABRIEL, Markus: Yo no soy mi cerebro. Filosofía para el Siglo XXI. Traducción de Juanmari
Madariaga, Ediciones Pasado y Presente, S.L., Barcelona, 2016, p. 274.
naturaleza los distingue ya como fines en sí mismos, esto es, como algo que no
puede ser usado meramente como medio, y, por tanto, limita en ese sentido
todo capricho (y es un objeto del respeto)”, 6 lo que nos lleva al concepto
metafísico de la dignidad de la persona humana:
“En el reino de los fines todo tiene o un precio o una dignidad. Aquello que
tiene precio puede ser sustituido por algo equivalente, en cambio, lo que se
halla por encima de todo precio y, por tanto, no admite nada equivalente, eso
tiene una dignidad.”7
“Lo que se refiere a las inclinaciones y necesidades del hombre tiene un precio
comercial, lo que, sin suponer una necesidad, se conforma a cierto gusto, es
decir, a una satisfacción producida por el simple juego, sin fin alguno, de
nuestras facultades, tiene un precio de afecto; pero aquello que constituye la
condición para que algo sea fin en sí mismo, eso no tiene meramente valor
relativo o precio, sino un valor interno, esto es, dignidad.”8
6
KANT, Manuel: Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres. Trad. Manuel García
Morente, Edición de Pedro M. Rosario Barbosa, San Juan, Puerto Rico, 2007, p. 42.
7
Ídem p. 47-48.
8
Ídem p. 48.
9
Ídem p. 49.
10
GABRIEL, Markus: Op. cit., p. 276.
11
Catecismo de la Iglesia Católica, n. 357.
12
MILLÁN Puelles, Antonio: Persona humana y justicia social. Ediciones RIALP, 4a edición,
Madrid, 1978, p. 15.
preciso que todos los programas sociales, científicos y culturales, estén
presididos por la conciencia del primado de cada ser humano.” 13
Si bien es cierto que el hombre es un ser individual, Aristóteles nos señala que
tiene a su vez una naturaleza social, toda vez que no le es posible vivir aislado
por completo de las demás personas. Basta recordar el pasaje del Génesis,
cuando Adán vio a todos los seres de la creación y no encontró a nadie igual a
él, por eso Dios dijo: “No es bueno que el hombre esté solo” y creó a la mujer.
“Más aún, el Señor, cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros
también somos uno (Io 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón
humana, sugiere una cierta semejanza entre la unión de las personas divinas y
la unión de los hijos de Dios en la verdad y en la caridad. Esta semejanza
demuestra que el hombre, única criatura terrestre a la que Dios ha amado por
sí mismo, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la entrega sincera
de sí mismo a los demás.”
“De los vínculos sociales que son necesarios para el cultivo del hombre, unos,
como la familia y la comunidad política, responden más inmediatamente a su
naturaleza profunda; otros, proceden más bien de su libre voluntad. En nuestra
13
Pontificio Consejo de Justicia y Paz: Op. cit. n. 132, p. 72. Cita a Concilio Vaticano II:
Constitución Pastoral Gaudium et spes, n. 27, y al Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2235.
época, por varias causas, se multiplican sin cesar las conexiones mutuas y las
interdependencias; de aquí nacen diversas asociaciones e instituciones tanto
de derecho público como de derecho privado. Este fenómeno, que recibe el
nombre de socialización, aunque encierra algunos peligros, ofrece, sin
embargo, muchas ventajas para consolidar y desarrollar las cualidades de la
persona humana y para garantizar sus derechos.” 14
“La sociabilidad en el hombre implica una carencia y una plenitud, Hay carencia
porque el ser humano, aislado y solitario, no podría sobrevivir desde su infancia
(...) mientras los animales, en general, nacen dotados con elementos que les
permiten adaptarse pronto al ambiente, los hombres son seres desvalidos e
impotentes desde su nacimiento. Sin ayuda de otros, morirían rápidamente.” 15
Por otra parte, “la sociabilidad humana implica riqueza y plenitud espiritual. Es
un reflejo de la vida divina, en la cual las tres divinas personas viven en el
inefable misterio de la Santísima Trinidad, que implica sociedad y
comunicación. La mente del hombre no podría manifestar todas sus
potencialidades y alcanzar la verdad, si no es en el diálogo y el contraste con
las opiniones de otros hombres.” 16 Es como suple sus deficiencias, se
complementan unos a otros y se desarrollan de manera integral.
La libertad consiste en “hacer únicamente lo que quiere sin ser impedido por
ninguna coacción exterior, y que goza por tanto de una plena independencia”. 18
Sin embargo, “la libertad no es la libertad de hacer cualquier cosa, sino que es
libertad para el Bien, en el cual solamente reside la Felicidad. De este modo el
Bien es su objetivo. Por consiguiente el hombre se hace libre cuando llega al
14
Concilio Vaticano II: Constitución Pastoral Gaudium et spes, nn. 24 y 25.
15
GÓMEZ Granados, Manuel et al: Manual de Doctrina Social Cristiana. Instituto Mexicano de
Doctrina Social Cristiana. México, 1989, p. 106.
16
Ídem, p. 107.
17
PÍO XII: Radiomensaje de Navidad 24 de diciembre de 1942. http://w2.vatican.va/content/
pius-xii/es/speeches/1942/documents/hf_p-xii_spe_19421224_radiomessage-christmas.html.
n.9, p. 3.
18
RATZINGER, Joseph: Instrucción sobre libertad cristiana y liberación. Sagrada
Congregación para la Doctrina de la fe, Ediciones Paulinas, Segunda Edición, México, 1986, n.
25p. 15
conocimiento de lo verdadero y esto –prescindiendo de otras fuerzas- guía su
voluntad.”19
De esta manera podemos ver que “la libertad no es posible sin el entendimiento
(...) para que un acto sea libre es preciso que sea deliberado, es decir,
previamente pensado o meditado.” 20
Bien lo señaló Juan XXIII: “Por esto, la convivencia civil sólo puede juzgarse
ordenada, fructífera y congruente con la dignidad humana si se funda en la
verdad. Es una advertencia del apóstol San Pablo: Despojándoos de la
mentira, hable cada uno verdad con su prójimo, pues que todos somos
miembros unos de otros. Esto ocurrirá, ciertamente, cuando cada cual
reconozca, en la debida forma, los derechos que le son propios y los deberes
que tiene para con los demás. Más todavía: una comunidad humana será cual
la hemos descrito cuando los ciudadanos, bajo la guía de la justicia, respeten
los derechos ajenos y cumplan sus propias obligaciones; cuando estén
movidos por el amor de tal manera, que sientan como suyas las necesidades
del prójimo y hagan a los demás partícipes de sus bienes, y procuren que en
todo el mundo haya un intercambio universal de los valores más excelentes del
espíritu humano. Ni basta esto sólo, porque la sociedad humana se va
desarrollando conjuntamente con la libertad, es decir, con sistemas que se
ajusten a la dignidad del ciudadano, ya que, siendo éste racional por
naturaleza, resulta, por lo mismo, responsable de sus acciones.” 21
19
Ídem, n. 26, p. 16
20
MILLÁN Puelles, Antonio: Persona humana y justicia social. Ediciones RIALP, 4a edición,
Madrid, 1978, p.13.
21
JUAN XXIII: Encíclica Pacem in Terris. n. 35.
22
PÍO XII: Radiomensaje de Navidad 24 de diciembre de 1942. Op. Cit., n. 34, p. 10.
“Todo ser humano tiene el derecho a la subsistencia, a la integridad física, a los
medios indispensables y suficientes para un nivel de vida digno, especialmente
en cuanto se refiere a la alimentación, al vestido, a la habitación, al descanso, a
la atención médica, a los servicios sociales necesarios. De aquí el derecho a la
seguridad en caso de enfermedad, de invalidez, de viudez, de vejez, de paro y
de cualquier otra eventualidad de pérdida de medios de subsistencia por
circunstancias ajenas a su voluntad.” 23
Por esta razón Juan Pablo II recalcó que “el Evangelio de la vida es una
realidad concreta y personal, porque consiste en el anuncio de la persona
misma de Jesús (...) por la palabra, la acción y la persona misma de Jesús se
da al hombre la posibilidad de «conocer» toda la verdad sobre el valor de la
vida humana. De esa «fuente» recibe, en particular, la capacidad de «obrar»
perfectamente esa verdad (cf. Jn 3, 21), es decir, asumir y realizar en plenitud
la responsabilidad de amar y servir, defender y promover la vida humana.” 29
Debido a que este tipo de crímenes tienen como víctimas a las personas que
no pueden externar su voluntad ni oponerse de manera alguna en contra de
sus agresores, “nuestra atención quiere concentrarse, en particular, en otro
género de atentados, relativos a la vida naciente y terminal, que presentan
caracteres nuevos respecto al pasado y suscitan problemas de gravedad
28
Juan Pablo II: Encíclica Evengelium Vitae.
http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/es/encyclicals/documents/hf_jp-
ii_enc_25031995_evangelium-vitae.pdf, n. 1, p. 1.
29
Ídem, n. 29, pp. 24 y 25.
30
Concilio Vaticano II: Constitución Pastoral Gaudium et Spes. n. 27.
31
Consejo Episcopal Latinoamericano: Aparecida. Documento conclusivo. Op. cit., n. 467, p.
22.
singular, por el hecho de que tienden a perder, en la conciencia colectiva, el
carácter de «delito» y a asumir paradójicamente el de «derecho», hasta el
punto de pretender con ello un verdadero y propio reconocimiento legal por
parte del Estado y la sucesiva ejecución mediante la intervención gratuita de
los mismos agentes sanitarios. Estos atentados golpean la vida humana en
situaciones de máxima precariedad, cuando está privada de toda capacidad de
defensa. Más grave aún es el hecho de que, en gran medida, se produzcan
precisamente dentro y por obra de la familia, que constitutivamente está
llamada a ser, sin embargo, «santuario de la vida».” 32
32
JUAN PABLO II: Encíclica Evengelium vitae. Op. cit., n. 11, p. 9.
33
Ídem, n. 15, pp. 12 y 13.
Las causas de estos atentados en contra de la vida, “podemos encontrarlas en
valoraciones generales de orden cultural o moral, comenzando por aquella
mentalidad que, tergiversando e incluso deformando el concepto de
subjetividad, sólo reconoce como titular de derechos a quien se presenta con
plena o, al menos, incipiente autonomía y sale de situaciones de total
dependencia de los demás. Pero, ¿cómo conciliar esta postura con la
exaltación del hombre como ser «indisponible»? La teoría de los derechos
humanos se fundamenta precisamente en la consideración del hecho que el
hombre, a diferencia de los animales y de las cosas, no puede ser sometido al
dominio de nadie. También se debe señalar aquella lógica que tiende a
identificar la dignidad personal con la capacidad de comunicación verbal y
explícita y, en todo caso, experimentable. Está claro que, con estos
presupuestos, no hay espacio en el mundo para quien, como el que ha de
nacer o el moribundo, es un sujeto constitutivamente débil, que parece
sometido en todo al cuidado de otras personas, dependiendo radicalmente de
ellas, y que sólo sabe comunicarse mediante el lenguaje mudo de una profunda
simbiosis de afectos. Es, por tanto, la fuerza que se hace criterio de opción y
acción en las relaciones interpersonales y en la convivencia social. Pero esto
es exactamente lo contrario de cuanto ha querido afirmar históricamente el
Estado de derecho, como comunidad en la que a las «razones de la fuerza»
sustituye la «fuerza de la razón».”
34
Ídem, n. 19, pp. 15 y 16.
En este ámbito se encuentra el derecho de la libertad religiosa, la cual,
conforme lo especifica el Concilio Vaticano II en la Declaración Dignitatis
Humanae, “consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de
coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier
potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue
a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella
en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites
debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente
fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce
por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural. Este derecho de
la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el
ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en
un derecho civil.”
“Todo esto se hace más claro aún a quien considera que la norma suprema de
la vida humana es la misma ley divina, eterna, objetiva y universal, por la que
Dios ordena, dirige y gobierna el mundo y los caminos de la comunidad
humana según el designio de su sabiduría y de su amor. Dios hace partícipe al
hombre de esta su ley, de manera que el hombre, por suave disposición de la
divina Providencia, puede conocer más y más la verdad inmutable. Por lo tanto,
cada cual tiene la obligación y por consiguiente también el derecho de buscar
la verdad en materia religiosa, a fin de que, utilizando los medios adecuados,
se forme, con prudencia, rectos y verdaderos juicios de conciencia.”
“Se hace, pues, injuria a la persona humana y al orden que Dios ha establecido
para los hombres, si, quedando a salvo el justo orden público, se niega al
hombre el libre ejercicio de la religión en la sociedad.”
“Además, los actos religiosos con que los hombres, partiendo de su íntima
convicción, se relacionan privada y públicamente con Dios, trascienden por su
naturaleza el orden terrestre y temporal. Por consiguiente, la autoridad civil,
cuyo fin propio es velar por el bien común temporal, debe reconocer y favorecer
la vida religiosa de los ciudadanos; pero excede su competencia si pretende
dirigir o impedir los actos religiosos.”36
“Hay que tratar también, aunque sea brevemente, este tema porque entra
dentro del complejo de situaciones del hombre en el mundo actual, porque da
testimonio de cuánto se ha agravado esta situación debido a prejuicios e
injusticias de distinto orden (...) juntamente con todos los que sufren los
36
Ídem, n. 3.
tormentos de la discriminación y de la persecución por el nombre de Dios,
estamos guiados por la fe en la fuerza redentora de la cruz de Cristo.”
37
JUAN PABLO II: Encíclica Redemptor Hominis. n. 17.