Está en la página 1de 4

El absolutismo

Absolutismo  designa el gobierno de un individuo cuya legitimidad se funda


exclusivamente en su origen según la sangre (monarquía hereditaria); su ejercicio es
fundamentalmente imparticipable y no consiente ningún poder intermedio que sea
relativamente autónomo; su competencia es regulada únicamente por el mismo que
ostenta el poder. Por su parte, el absolutismo es el punto de llegada de un proceso que
se inició en el medioevo con una nota distintiva: todas las fuerzas contrarias, los que
no pensaban igual al poder fueron destruidas y silenciadas; a esta realidad política se
le debe unir un aspecto religioso porque el soberano era quien determinaba la religión
del pueblo. Políticamente el soberano se declara desligado de cualquier autoridad
extranjera (absolutus) y concentra el poder en sus manos (rex in suo regno imperator
est); debido a esto el rey no está sujeto a la ley, él es la ley, y los súbditos no pueden ni
criticar ni exigir el respeto de sus derechos. Como el rey es supremo, es el dueño del
reino y puede disponer de todo porque el reino es su propiedad privada; éste es el
germen de las luchas de sucesión. Socialmente es un sistema de desigualdades.
el terreno de las relaciones entre la Iglesia y el Estado, la nota preponderante es, sin
duda alguna, el regalismo absolutista, que en los siglos XVII y XVIII, con nombre de
galicanismo político, derechos de regalía, josefinismo o jurisdiccionalismo de diferente
tipo, trata de ayudar a la Iglesia esclavizándola, usurpándole sus derechos sacros y
entrometiéndose autoritariamente en cuestiones que no le pertenecen.
El reinado de Luis XIV (1643-1715) representa su apogeo. Su figura ostentosa y
mayestática. se eleva como la cúspide más alta y resplandeciente del absolutismo
regio, período que se abre y se cierra con dos crepúsculos sangrientos: la decapitación
de un monarca (Carlos I de Inglaterra, t 1649) y el guillotinamiento de otro (Luis XVI
de Francia, t 1793). El Rey Sol no reflexionó sobre la posibilidad de semejantes
catástrofes, y creía que el poder de su dinastía en Francia estaba destinado por Dios
para reinar gloriosamente in aeternum. Su régimen de gobierno absolutista suele
sintetizarse en aquella frase célebre que se le atribuye: «El Estado soy yo» (L'État c'est
moi). Acaso nunca expresó su idea con esa concisión y graficismo, pero es cierto que
en sus Memorias para la instrucción del delfín parece identificar el Estado con la
persona del rey: «El bien del Estado es la gloria del rey»; éste es la cabeza del cuerpo
nacional; los súbditos son los miembros inferiores. «El rey ejerce aquí abajo una
función verdaderamente divina». Es rey por la divina gracia, y sólo ante Dios es
responsable de sus actos. El súbdito no tiene derechos; el monarca los posee todos.
Con esta conciencia de representante de Dios y señor absoluto de todo el reino,
se unía en Luis XIV un sentimiento paternalístico, que le movía a procurar el bien de
sus súbditos; pero con formas autoritarias, que su gobierno resultaba tiránico.
El despotismo ilustrado

Al interior del absolutismo se distingue entre: absolutismo puro donde prevalece la


concepción del estado como propiedad del rey, el despotismo ilustrado donde se
niega toda libertad y se acentúa el jurisdiccionismo , y la restauración o conservación
de la uniformidad administrativa que niega la libertad política y pretende retornar al
privilegio.
El proceso histórico del paso de la monarquía autoritaria al d. i. muestra, según F.
Hartung, tres fases evolutivas: absolutismo práctico, en el que el monarca va
prescindiendo de las fuerzas políticas infraestatales, como las Dietas, Parlamentos,
Cortes, Corporaciones, hasta el punto de que las Cortes ven reducida su función al
juramento y proclamación del nuevo rey, o dejan de convocarse, como en Francia
desde 1614 hasta 1789; absolutismo doctrinal, desarrollado a consecuencia de la
polémica en los s. XV y XVI, y el absolutismo ilustrado. La función carismática del
poder real, de donde procede la fuerza que asegura la paz y el bienestar público, el
desarrollo de todos los bienes materiales, espirituales y culturales y la salvación del
pueblo, se define distintamente en los s. XVI y XVIII, según las bases religiosas o
meramente racionales que fundamentan el pensamiento político desde Maquiavelo y
Lutero ante las revueltas sociales en Alemania, lanzó su doctrina sobre el poder
soberano del Príncipe, de origen divino, poder absoluto ante el que los vasallos deben
sumisión completa. Juan Bodin escribió que la soberanía es perpetua y absoluta. «Es
menester que aquellos que son soberanos no estén en algún modo sujetos al mando
de otro y que puedan dar leyes a los súbditos y quebrantar o anular las leyes inútiles
para hacer otras... Por eso la ley dice que el príncipe está absuelto (absolutus) del
poder de las leyes».
Jansenismo

El jansenismo es un movimiento multiforme que influyó en la vida de la Iglesia a partir


de los años 40 del siglo XVII, con reflejos en la dogmática, en la moral y en la
espiritualidad, a lo que hay que añadir interferencias políticas.
En la tormentosa discusión sobre la predestinación y el libre albedrío, fue el doctor
lovaniense y obispo de Ieper (Ypres) Comelio Jansenio (1585-1638) el que decidió
remontarse a los escritos auténticos de san Agustín, En su libro Augustinus, que salió
dos meses después de su muerte, Jansenio presenta una doctrina en la que afirma que
el hombre, después del pecado original, está dominado por la concupiscencia. Todas
sus acciones están envenenadas. Sólo la gracia de Dios le permite realizar obras
buenas. Pero esta gracia resulta vencedora sólo con una renuncia total a sí mismo y
una perfecta conformidad con la voluntad divina.
El movimiento tuvo tres períodos: desde los orígenes hasta la paz clementina (1640-
1669), desde la paz clementina hasta Utrecht (1669-1713), desde Utrecht hasta la
condena final posterior al sínodo de Pistoya (1713-1790). El jansenismo puede ser
considerado como la reacción al laxismo teórico y práctico del siglo XVII y como la
exasperación de las controversias sobre la gracia. En cuanto al laxismo teórico, el siglo
XVI la teología
Pronto se encendió la polémica, iniciada con los jesuitas, desplazándose de los Países
Bajos a Francia. Aquí Saint-Cyran (Jean Duvergier de Hauranne, 1581-1643),
condiscípulo y amigo de Jansenio, se convirtió en el gran apóstol de la espiritualidad
jansenista y conquistó para la causa al célebre monasterio cisterciense de Port-Royal.
La parte final de la primera etapa del jansenismo está en los formularios propuestos
para llegar a un acuerdo, y el documento de la paz clementina que data de 1669. Una
asamblea del clero francés realizada en 1657 presentó algunas fórmulas para tratar de
solucionar el problema del jansenismo. Hacia 1665 Alejandro VII presentó la
constitución Regiminis apostolice, donde la autoridad eclesial afirma que las fórmulas
condenadas por la Iglesia están expuestas en el sentido que el autor del Augustinus le
había dado.
En 1708 fue condenado el libro Reflexiones morales de Pasquier Quesnel, último líder
del jansenismo, que había sido aprobado por el arzobispo de París siempre y cuando
fuera corregido. Después de la intervención de Luis XIV para ponerle fin al jansenismo
a través de una condena explícita y articulada, aparece la bula Unigenitus Dei Filius de
1713; con esto se dio una nueva división hasta que en 1718 Clemente XI con la bula
Pastoralis officii excomulgó a quienes apelaban contra las disposiciones romanas. A
partir de la Unigenitus se desarrolló una polémica de tipo erudito que duró hasta
finales del siglo XVIII con relación a los puntos de la bula y su aceptación.
Hay que distinguir: a) el jansenismo popular o espiritual, con un ascetismo penitencial
a ultranza que se extendió también fuera de Francia; b) el jansenismo aristocrático y
teorizante, movimiento que, refugiándose en el parlamento galicano, adoptó todas las
posiciones del episcopalismo y se relacionó con algunas formas de regalismo. A lo
largo del siglo XVIII el jansenismo se mezcló con tendencias politizantes, encontrando
su expresión más audaz en el Sínodo de Pistoya (1786), condenado por la bula
Auctorem fidei (1794). Posteriormente sobrevivió en dos formas: la político-religiosa
y la íntima de la espiritualidad.

También podría gustarte