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Antropología y moral en la Gaudium et spes

26.

Antropología y moral
en la Gaudium et spes

JOSÉ BULLÓN*

I. PRESENTACIÓN: ¿QUÉ ES EL HOMBRE?

La Gaudium et spes afirma que es “en Dios y desde Dios” donde se revela
el misterio del hombre: “Cree la Iglesia que la clave, el centro y el fin de toda la
historia humana se hallan en su Señor y Maestro... Bajo la luz de Cristo,
imagen de Dios invisible, primogénito de toda la creación, el Concilio habla a
todos para esclarecer el misterio del hombre y para cooperar en el hallazgo de
soluciones que respondan a los principales problemas de nuestra época”. “En
realidad, el misterio del hombre sólo se esclarece en el misterio del Verbo
encarnado” (GS, nn. 10 y 22.1).
Para comprender estas afirmaciones del Concilio ha de entenderse lo que
es la revelación (DV, n. 2): la autocomunicación de Dios por medio de gestos y
de palabras a la largo de toda la historia de la salvación, sobre todo, en la
persona de Jesús. Por tanto, no es, fundamentalmente, manifestación de
verdades ocultas, sino presencia de Dios en favor de alguien, asociación con
alguien.
Dios se manifiesta, pues, como alguien que elige a los hombres (Adán-
pueblo de Israel), los acoge como son, se pone de su parte, tiene misericordia
y libera (Egipto), educa a través de su presencia y de la ley y les promete un
futuro (Gn 1,18ss; Ex 1,1ss; 14,15-31; 19-24). Dios es, pues, bondad en favor
de otros. En esta manifestación de Dios, el pueblo toma conciencia de quién
* * Profesor en el Instituto Superior de Ciencias Morales, Madrid.

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JOSÉ BULLÓN

es: no un pueblo culto, próspero o poderoso y, sin embargo, un pueblo


valorado, estimado por Dios, considerado como “el pueblo”; con un buen
destino y no con el fracaso como horizonte. Un pueblo, por otra parte, llamado
a ser pueblo de hermanos porque Dios valora a todos por igual y rechaza la
injusticia.
La historia de la salvación nos va manifestando, pues, quién es el hombre, a
través de la revelación de Dios como amor, misericordia, justicia, perdón y
futuro. Desde Dios, el ser humano tiene sentido, no está abocado al fracaso, es
un ser para el amor y la misericordia, un ser con futuro.
Una y otra vez la Gaudium et spes expresa esta realidad1. En Cristo se
desvela el hombre (GS, nn. 10.2 y 42.2). En Cristo, Dios se hace visible (Jn
14,9). Toda la vida de Jesús es revelación de Dios: amor, perdón, misericordia
y compasión, verdad y bien, salvación para los hombres. Y desde su persona
percibimos quiénes somos los hombres y quiénes debemos ser: “bajo la luz de
Cristo, imagen de Dios invisible, el Concilio habla a todos para esclarecer el
misterio del hombre y cooperar en el hallazgo de soluciones que respondan a
los principales problemas de nuestra época” (GS, n. 10.2).
En Cristo descubre el hombre su fragilidad y pecado, pero también su fuerza
y la posibilidad de una vida nueva. El hombre se ve en Él como amor: es
amado y llamado al amor; su vida no está abocada al desastre sino a la
plenitud. La muerte no es el final, como no lo fue la muerte de Cristo, sino la
nueva vida en Dios. Es decir, en Cristo, hasta lo más absurdo, la muerte,
encuentra sentido, apertura a la vida. Así se revela en Él nuestra humanidad.
Esto quiere decir que sólo desde Dios y, sobre todo, desde Cristo,
conoceremos mejor la condición de nuestro ser humano. Siempre que
1 Sobre la Constitución Gaudium et spes en general, y su antropología, presento algunas
obras que pueden ser de interés: AA. VV., La Iglesia en el mundo de hoy. I-II-III, Taurus,
Madrid 1970; S. QUADRI (a cura di), La Chiesa nel mondo contemporaneo. Constituzione
pastorale del Concilio Vaticano II, Borla, Torino 1967; AA. VV., Estudios sobre la
Constitución Gaudium et spes, Mensajero, Bilbao 1967; AA. VV., Église et communauté
humaine, Desclée, Paris 1968; PH. DELHAYE, La aportación del Vaticano II a la Teología
moral: Concilium n. 75 (1972) 209; PH. DELHAYE, L’utilisation des textes du Vatican II en
Théologie Morale: Revue Théologique de Louvain 2 (1971) 422; J. FUCHS, La Moral y la
Teología moral postconciliar, Herder, Barcelona 1969; P. MICCOLI, Elementi di un
umanesimo cristiano integrale nei documenti conciliari del Vaticano II: Aquinas 14 (1971)
413-424; J. QUEREJAZU, La Teología moral Social postvaticana: Moralia 14 (1992) 295-
320; AA. VV., Moral y hombre nuevo, Cátedra de Moral “S. Alfonso”, Perpetuo Socorro,
Madrid 1969.

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escuchamos la palabra de Dios descubrimos los ámbitos necesitados de


redención y la llamada a una vida superior que nos conduce a la plenitud de
nuestro ser persona.
Pero la obra de Dios no se reduce al creyente sino que se extiende a todos
los hombres; Él lleva a cabo su obra redentora salvando y santificando a todos
los seres humanos (GS, n. 22.3 y 5): todos los hombres son renovados por Él y,
por ello, han de ser valorados y queridos. No hay en el mundo situación en la
que el hombre pueda vivir que no tenga relación con la salvación. Por tanto, es
el mundo entero, en la diversidad de personas, de razas, lenguas, culturas...
quien recibe, aún a veces sin ser consciente, la acción humanizante. Dios le
desvela su ser y su sentido. Queda afectado por el amor, la verdad y el bien y,
por consiguiente, está siendo llamado a la amistad y a abrirse en fraternidad a
los demás. La Gaudium et spes lo expresa así: “Cristo murió por todos, y la
vocación suprema del hombre en realidad es una sola, es decir, divina. En
consecuencia, debemos creer que el Espíritu Santo ofrece a todos la
posibilidad de que, en la forma de sólo Dios conocida, se asocien a este
misterio pascual” (GS, n. 22.5). Por consiguiente, a todos los hombres se les
desvela, de alguna manera, su humanidad desde Dios, y a la vez se les
fortalece y orienta, aunque no lleguen a conocerlo; en ellos está presente la
acción divina que quiere el bien para el hombre, la llamada a una humanidad
perfecta.
La acción cristiana y, por tanto, la de la Iglesia, es tarea en favor de todos
los hombres, no solamente en favor de los creyentes. Se comprende, pues, por
qué la Constitución se ocupa del hombre en general y de todos los problemas
que le afectan. Así pues, la fe cristiana conlleva el compromiso en favor de
todos los hombres ofertándoles el plan salvífico de Dios, porque en él está
implícita la mejor comprensión del ser humano.

II. LA REALIDAD COMUNITARIA HUMANA2

2 Mi reflexión se centra en la dimensión antropológica de la Constitución. Los textos nos


sitúan ante el ser humano, acentuando dimensiones olvidadas que nos obligan a extraer
“consecuencias” para la Moral.

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El capítulo segundo de la Gaudium et spes en su Iª Parte, está dedicado al


estudio de la comunidad humana (nn. 23 -32). Desde el interrogante ¿qué es el
hombre?, la revelación y la reflexión eclesial nos han presentado su dimensión
esencial: ser “imagen de Dios”, “su impronta”, con todas sus derivaciones: ser
inteligente y libre, aunque frágil (pecado), señor de la creación, capacitado para
entrar en comunicación y comunión, llamado a la comunidad y encaminado a la
felicidad.
Cada uno de estos ámbitos viene desarrollado en el capítulo primero de
esta primera parte, si bien apenas se han dedicado unas líneas al aspecto
comunitario (GS, nn. 12-22)3. Sin embargo, se aprecia ya en ellas que vivir en
comunidad es elemento esencial de la vida humana, sin el cual el hombre no
logra alcanzar su verdadera humanidad.

1. Textos y síntesis

Aunque todo el capítulo está dedicado a la comunidad y ha de ser


considerado en conjunto, cabe resaltar algunos apartados. Expongo los textos
que creo son más significativos (GS, nn. 23; 24.1 y 3; 25.1; 27; 30.1 y 2; 32.1, 2 y
4).
Entre los tres primeros capítulos de la Primera Parte de la Gaudium et spes,
sobre todo entre el primero y segundo, según los redactores, existe una unidad
profunda y así deben ser leídos. El capítulo primero hace una exposición de la
dimensión individual del ser humano, mientras que el segundo desarrolla su
dimensión comunitaria.
Para evitar que se haga una lectura individualista, dependiente de filosofías
de la misma índole y existencialistas, desde el principio se acentúa en el primer
capítulo que el hombre, por su naturaleza, es un ser social: “sin las relaciones
con el otro no puede vivir ni potenciar sus cualidades” (GS, n. 12.4). Se
incorpora así la realidad social del hombre como elemento esencial de su ser
personal. Con este desarrollo de la dimensión social del ser humano, la
Gaudium et spes no desvaloriza lo que se ha dicho en el capítulo anterior, sino
3 En el número 12.4 se afirma la realidad comunitaria: “Pero Dios no creó al hombre en
solitario. Desde el principio los hizo hombre y mujer (Gn 1,27)... El hombre es, en efecto,
por su íntima naturaleza, un ser social y no puede vivir ni desplegar sus cualidades sin
relacionarse con los demás”.

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que lo completa, afirmando que todo lo que es el hombre queda plenamente


comprendido y realizado en la vida comunitaria.
Los textos dejan claro la fuerza de lo social: no se puede vivir sin relaciones
entre las personas. La comunidad de personas (GS, n. 23) está en el origen del
ser humano, es algo indisolublemente unido a la esencia del hombre sin lo cual
no puede realizarse. Esto es algo que queda iluminado por la revelación que
nos presenta a Dios como comunidad de vida en sí, creador del hombre para
vivir en comunidad, formando un pueblo para ser comunidad de hermanos (GS,
nn. 24 y 32).
Esta dimensión comunitaria absolutamente esencial a la persona exige que
la vida humana se construya desde la misma, no solamente respetando a los
otros, sino estableciendo, por una parte, el diálogo-colaboración con ellos, así
como aquel mutuo reconocimiento que posibilite el enriquecimiento personal y
el crecimiento propio y de los demás (GS, nn. 25, 26 y 27) y, por otra,
construyendo una nueva forma de existencia en la vida social; no puede
justificarse una acción estrictamente individual sin conexión con la comunidad,
ya que la persona es “esencialmente” comunidad. Por esto mismo la realidad
social es algo que toca profundamente al hombre sintiéndose obligado a una
edificación cada vez más perfecta de la misma, en colaboración con todo el
cuerpo-comunidad (GS, n. 30). Desde esta acentuación de la dimensión
comunitaria se entiende que la Gaudium et spes vea al hombre como un ser
responsable, constructor de un mundo nuevo en todos los ámbitos de la
realidad: cultural, económico, político... (GS, nn. 53-62, 62-72, 72-76).

2. Reflexión doctrinal

Un análisis un poco más profundo de los textos nos ayudará a comprender


mejor en qué consiste esta realidad comunitaria, dónde se basa y qué implica.
 El hombre, señor de su sociabilidad. Lo social no es una realidad
agregada al ser humano, que surja por necesidad histórica cuando se siente
deficiente y tiene que acercarse a los demás para solucionar sus carencias.
La Gaudium et spes afirma nítidamente que las relaciones humanas no son
producto de la modernidad que ha acercado a los hombres por necesidad
existencial (GS, n. 23.1). Es cierto que la modernidad ha posibilitado las

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relaciones y las ha potenciado, pero la sociedad industrial y tecnológica no es


la creadora de esta sociabilidad, porque ésta es anterior a ella, está en el
mismo ser del hombre. El Concilio no puede dejar de tener en mente las
corrientes filosófico-sociales, sobre todo el socialismo marxista, que hace del
hombre un producto de la realidad económica y, también, ciertas corrientes
sociológicas que lo consideran fruto de la vida social4.
La sociabilidad es un factor humano. En este sentido hemos afirmado que el
hombre es señor de su sociabilidad; es decir, es ser social en sí y desde sí,
necesariamente se conoce como relación al otro y es con los otros. Pero, a la
vez, esta realidad lo sitúa en conexión con toda la vida del mundo, formando
necesariamente parte de la misma; como imagen de Dios, dueño y
perfeccionador del mundo, no puede vivir sin ella y sin actuar sobre ella. Si bien
el progreso potencia las relaciones sociales, sin embargo, es preciso buscar el
modo cómo el hombre ha de dominarlo para que se convierta en elemento
perfectivo, dentro del plan que Dios quiere, a través de su intervención libre y
consciente.
 La esencia de la comunidad humana, fundamento teológico de la
antropología comunitaria. Al hilo del trasfondo de los textos nn. 24-25 de la
Constitución, hay que afirmar que es en lo social donde las personas se
descubren necesitadas y, a partir de esto, se proyectan hacia una superación.
En lo comunitario el hombre proyecta aún más su campo de experiencia,
porque la visión de lo común da un mundo amplio, universal, ante el que se
siente responsable para conducirlo a la perfección.
 Esta realidad propia del ser humano se desglosa en los siguientes
matices. En primer lugar estamos ante una relación entre todos los seres
humanos. Se nace en relación a otros, se crece en relación con otros, se vive
con ellos... La alteridad, la referencia al tú, está, pues, en el origen del ser
humano, la posee desde el primer momento de la existencia y no se puede ser
4 Para una visión del marxismo: R. ALBERDI - R. BELDA, Introducción crítica al estudio del
marxismo, Comisión Episcopal de Acción Social, Madrid 1977, sobre todo págs. 269-284;
ACADEMIA DE CIENCIAS DE LA URSS, Fundamentos de filosofía marxista-leninista, I-II,
Progreso, Moscú 1979; K. MARX - F. ENGELS, Tesis sobre Feuerbach y otros escritos
filosóficos, Grijalbo, México 1970 (ver sobre todo las tesis II, III, V, VIII y IX); A. SCHAFF,
Marxismo e individuo humano, Grijalbo, México 1967, 24-66, 123 y 277; R. GARAUDY,
Marxismo del siglo XX, Fontanella, Barcelona 1970, 97-100; ID., Perspectivas del hombre,
Fontanella, Barcelona 1970, 446.

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Antropología y moral en la Gaudium et spes

hombre si no es en ella. Pero esta relación se precisa aún más afirmando que
ha de ser amorosa; el sentido comunitario no se afinca sobre los intereses
humanos, desde una realidad egoísta, sino desde la donación y la entrega,
desde un amor que se hace comunión. Vivir en comunión es esencial para
afirmar la propia individualidad. Sólo en ésta se realiza el ser humano como
persona. Por consiguiente la antropología que nos presenta la Constitución se
caracteriza por una vida en unión: el ser humano se origina en la unión, crece
en la misma experimentando la vida compartidamente, y termina en esa unión.
Pero también es una antropología para la unión: el hombre no se hace si no es
saliendo de sí mismo hacia los demás; no se encuentra si no es dándose,
entregándose.
Es, también, una antropología de interacción hombre-realidad social. No se
afirma que el hombre se confunda con el entorno social, sino que éste forma
parte de su vida. Forma un todo con el mundo, con la realidad cósmica, aunque
no se confunde con ella, porque es el lugar donde él “ha caído”, formando parte
de su ser. Pues bien, como parte integrante de su existencia, es en esa
realidad cósmica donde tiene que organizar su humanidad. Es una
antropología que descubre al hombre haciéndose cargo de la realidad.
Esta antropología no suprime el ser personal. La afirmación de que el
hombre sólo puede ser tal si vive en comunión, puede llevar a pensar que se
está insistiendo en la adaptación de todos y cada uno de los seres humanos a
la plataforma social. No es esto lo que dice la Gaudium et spes: lo comunitario
no anula el ser propio de cada persona. Lo comunitario es visto como un
conjunto armónico, donde todos y cada uno de sus componentes son
realidades activas que construyen la existencia común con misiones muy
diversas, pero imprescindibles. Viene a ser como un cuerpo donde cada
miembro es necesario en la función total con tareas muy diversas; ninguno es
negado en sí porque tiene su tarea, pero nadie funciona al margen de los
demás; cada uno conserva así su autonomía sin perder su unión con los otros;
sólo así se manifiesta como miembro verdadero de la comunidad humana.

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 La vida trinitaria, razón teológica de la comunidad humana 5. El fundamento


de la antropología comunitaria es Dios y su vida trinitaria. Dios no crea ni quiere
salvar a los hombres singularmente, sino en comunidad; Dios une en el
comienzo y en el destino final. Todos los seres humanos se encuentran, pues,
entrelazados, unidos en Dios, en su voluntad salvífica. El ser comunitario está
en la voluntad de Dios que origina al género humano en igualdad y lo orienta
igualmente a una vida en plenitud: Él origina la unión, la mantiene y la culmina.
Desde la perspectiva de Dios lo que potencia la vida comunitaria es el amor:
Dios con su bondad infinita, con su donación gratuita ha manifestado y, a la
vez, producido la unidad entre todos los hombres. Su acción creadora y
redentora es amorosa, por lo que todos los seres humanos quedan unidos a Él
y, en consecuencia, entre sí: la acción divina creadora y redentora implica no
sólo una relación con Dios, sino también y al mismo tiempo con los hermanos.
Es evidente que desde esta perspectiva la vida humana tiene necesariamente
que ser una vida en comunión, y no podría ser de otra manera (GS, n. 32).
Pero aún se puede ahondar un poco más en la razón teológica de la
antropología comunitaria: Dios en su vida trinitaria es el fundamento y razón de
esta vida en comunión. Dios es Dios, no en cuanto que aparece encerrado en
sí mismo, en su misterio impenetrable; nuestro Dios, si bien es un misterio, se
nos ha ido desvelando en la historia y, así, hemos podido ir entendiendo lo que
Él es en sí y para nosotros. El texto nos dice: “hay una cierta semejanza entre
la unión de las personas divinas y la de los hijos de Dios en la verdad y en el
amor” (GS, n. 24.3). Se relaciona, pues, la naturaleza social de la personalidad
humana con el misterio de la Trinidad, que es desde donde se comprende la
dimensión comunitaria de la existencia. ¿Cómo se ha de entender esto?

5 El texto básico y fundamental lo encontramos en el número 24.1 y 3 de la Gaudium et


spes y dice así: “Dios, que cuida de todos con paterna solicitud, ha querido que los
hombres constituyan una sola familia y se traten entre sí con espíritu de hermanos. Todos
han sido creados a imagen y semejanza de Dios, quien hizo de uno todo el linaje humano
para poblar toda la haz de la tierra, y todos son llamados a un solo e idéntico fin, esto es,
Dios mismo”.
“El Señor cuando ruega al Padre que todos sean uno, como nosotros también somos uno
(Jn 17,21-22), abriendo perspectivas cerradas a la razón humana, sugiere una cierta
semejanza entre la unión de las personas divinas y la unión de los hijos de Dios en la
verdad y la caridad. Esta semejanza demuestra que el hombre, única creatura terrestre a
la que Dios ha amado por sí misma, no puede encontrar su propia plenitud si no es en la
entrega sincera de sí mismo a los demás”.

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La vida trinitaria de Dios no es un círculo cerrado: en ella se comprende la


verdadera vida y el ser divino. Dios es comunicación, corriente amorosa entre
el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, y ahí está su unidad; Dios se hace
desvelamiento en la comunión amorosa con el Hijo en el Espíritu. Su ser mismo
es comunicación amorosa de vida entre los tres. Dios es Dios en cuanto vive
en constante comunicación amorosa.
Aquí se funda la necesidad del hombre de ser comunidad. Sólo se es
persona desde la vida en comunicación con los otros; en la Trinidad se
encuentra el modelo para ser: salir de sí para ser con los otros; sin esto, sin la
comunicación y unión profunda con los demás no se es persona.
Esta realidad aparecía más clara en un texto previo de la Constitución, que
fue recortado y que era mucho más explícito, en el que se decía: “La fe
cristiana nos abre a este propósito perspectivas completamente nuevas que
nuestra razón nunca hubiera podido descubrir. Porque nos enseña que, si no
existe más que un solo Dios, hay en Él tres personas, cada una de las cuales
vive de tal manera para las otras que se halla constituida por esta misma
relación. Creada a imagen de Dios uno y trino, ¿cómo la persona humana no
habrá de llevar en sí la marca? Si el hombre es la única creatura terrestre que
Dios ha querido por ella misma, también se halla en relación con los demás,
hasta el extremo de que no se encuentra a sí mismo más que entregándose” 6.
La tradición teológico-escolástica sobre la persona puso el acento en que el
hombre es un ser in se más que un ser ad alios, pero no hay contradicción
entre los términos, puesto que si bien el ser humano es imagen de la Trinidad a
través de sus facultades de la voluntad, libertad y, sobre todo, inteligencia 7, esto
no significa que no pueda decirse lo segundo (imagen por la relación).
El hombre se encuentra en el amor de Dios, pero también es cierto que no
se encuentra si no es entregándose a los otros. La ley fundamental de su
naturaleza humana es el amor. La identidad de la naturaleza divina se
constituye en el principio de unión entre sí y su donación al hombre. La unidad
en Dios de todos los hombres se hace realidad, y el amor humano y divino se
6 Ver referencia en: J. J. WRIGHT, Le martyre de Jeanne d’Arc et la conception chrétienne
de la vocation personnelle: La Documentation Catholique 63 (1966) 1806.
7 Summa Theologica I, q.93.a.5; J. DAMASCENO, De Fide Orth. 1.2: MG 94, 920; G.
NISENO, De Homilia Opil. c.16: MG 44, 184.

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armonizan en un solo precepto en cuanto que tienden a un mismo objeto que


incorpora la multiplicidad de las personas en la unidad.
Junto a esta fundamentación trinitaria hay que resaltar también la
fundamentación cristológica. Es Cristo quien ha establecido la comunión de los
hombres con Dios y de los hombres entre sí. La progresiva incorporación de la
dimensión social del hombre se pone de manifiesto ya en el carácter
comunitario de la elección divina en Israel.
Es en Cristo donde adquiere plenitud la comunidad del ser humano. Al venir
al mundo se hace uno con los hombres y con el mismo mundo: la Encarnación
no es solamente la unión de la persona del Verbo con la naturaleza humana,
sino también la “asunción” del hombre y del mundo por Cristo. De esta forma
establece la comunión entre Dios y el mundo y se marca la dinámica de la vida
humana: unidad Dios-mundo a través de Jesús. La vida de Dios se hace
comprensible en la salida de sí a través del Verbo para fundirse en amor
salvador de la realidad mundana. El mismo Cristo establece en la vida terrena
la comunidad como forma de vida: se une a los pecadores y a los más pobres,
habla del amor de Dios a los hombres (Cf. Lc 15,11-32 y Mt 22,1-14). Se
inserta, en definitiva, en la vida de su tiempo, y, sobre todo, expresa esta unión
en la entrega de su vida por los hombres, inculcando esta vida comunitaria en
su predicación: la fraternidad, el amor a los demás (Cf. Lc 10,29-36; Jn 13,34;
Mt 20,20-28). Crea una comunidad de vida, la Iglesia, cuya dinámica sea el
amor expresado en donación, servicio y entrega a los demás.

3. Significado de la antropología comunitaria para el ser


humano

Esta antropología que nos presenta la Gaudium et spes ¿es realmente


significativa? ¿Qué repercusiones tiene sobre el ser humano y sobre la moral?
 Del ser en sí al ser con otros. La afirmación de la dimensión comunitaria
del ser humano tiene una repercusión importante en la manera de entenderlo.
El acento se venía poniendo sobre el ser humano considerado en sí mismo
como imagen de Dios; predominaba, pues, una visión individualista: la persona
vivía y debía ser respetada por sus cualidades y su condición de ser humano;

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Antropología y moral en la Gaudium et spes

las conexiones con los demás surgían y se establecían desde el respeto mutuo
y las propias necesidades o carencias.
La afirmación de la constitución esencialmente comunitaria del ser humano
va a hacer posible un giro total en la forma de concebir la persona. El ser
humano ya no podrá considerar a los demás como meras realidades ajenas
que hay que respetar y de las que se exige respeto, sino como realidades que
entran a formar parte de la propia historia, hasta tal punto que sólo con ellos y
en ellos se consigue ser persona de verdad. Así, no solamente se proclama el
respeto mutuo, sin más conexiones que la necesidad, sino que la alteridad, las
conexiones profundas del ser humano, la búsqueda de relaciones surgen como
una necesidad vital y una norma de vivir. Siendo constitutivamente con los
otros, sólo se puede vivir y crecer en unión con ellos; no son, ni forman un
mundo aparte, digno de respeto y admiración, sino que son una realidad que
no solamente suple las propias carencias, sino con la que conjuntamente se
construye la humanidad y la vida misma.
 De la contemplación del mundo a la inserción y el compromiso. La
comunidad humana no se refiere solamente a la unión de los hombres entre sí,
sino también del hombre con toda la realidad mundana. Es en esta realidad
global desde donde y en donde se construye la persona.
Por tanto, si el hombre se descubre formando unidad con el mundo, aunque
sin identificarse con él, se ha de concluir que el mundo no es una realidad ante
la cual se sitúa el ser humano de manera meramente contemplativa, sin tener
compromiso alguno con él.
En una visión individualista de la existencia, las cosas están donde están y
son lo que son para ser percibidas, admiradas y, a lo más, utilizadas para el
propio bien. Sin embargo, si percibimos que hay una conexión entre una y otra
realidad, el mundo se convertirá en aquello en lo que el ser humano se inserta
necesariamente como parte y esencia de su ser. Conoce cada vez más las
leyes que lo dominan, y adquiere un compromiso con él, lo orienta hacia el bien
de todos, lo modela como realidad beneficiosa y lo trasforma en aquello que
posibilita la humanización.
El mundo, por tanto, no será aquella realidad movida por unas leyes fijas e
inmutables o por una mano poderosa que todo lo hace, sino que es realidad

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JOSÉ BULLÓN

“del” y “para” el ser humano. De este compromiso con el mundo surgirán las
diversas acciones del hombre en los diferentes ámbitos de la vida social:
económico, político, familiar, cultural... El hombre está llamado a vivir en el
mundo para ordenarlo.
 Ampliación del campo visual personal. El mundo que es capaz de
fabricarse una persona aislada, es un espacio mínimo, muy relativo y estable:
el horizonte se extiende sólo hasta donde llega su interés. La relación “con” y
“en” la comunidad amplía este horizonte, pasando de lo reducido a lo general y
universal. El interés particular se hace mundial.

4. Sugerencias morales

 De una manera general se puede decir que tanto en el ámbito personal


como comunitario, particularmente en este último, nos hallamos ante una gran
fuente de moralidad. La Gaudium et spes, más que una descripción de lo que
es el ser humano con toda su problemática, o una exposición de verdades
sobre el mismo, es, sobre todo, una llamada a un saber estar en el mundo,
organizando la historia humana. Es, pues, una propuesta de un estilo cristiano
de vivir, una moral cristiana.
Partiendo de lo que el hombre es como comunidad, la Constitución marca
las vías fundamentales de realización humana. Por ser esencialmente
comunidad, el ser humano se ha de sentir obligado a construir la vida en todos
los ámbitos sociales; su vida moral se desvela realidad social a través de unos
valores esenciales a la misma: bien común, justicia, igualdad, responsabilidad
(GS, nn. 26-31). Toda la IIª Parte no hace más que presentar esta dimensión y
tarea social de la moralidad en sus diversos ámbitos.
La moralidad que tradicionalmente se centraba más en el ámbito de lo
individual, en su dimensión de cumplimiento legalista, pasa a percibirse y a
tener esta dimensión social, comunitaria. De forma clara se percibe que el
comportamiento moral queda implicado en y con los demás y el mundo; se es
persona con los otros y se es cristiano en la comunidad. Por tanto, no existirá
una moralidad adecuada, si el hombre no vive esta dimensión comunitaria. Se
es moral, se va realizando la vocación humana, en la medida en que se hace la
vida en comunidad.

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Antropología y moral en la Gaudium et spes

En este campo se produce un gran avance con respecto a períodos


históricos anteriores en los que la moral estaba profundamente centrada en lo
individual, en las relaciones personales con Dios, y en el cumplimiento de la
normativa. Según la Gaudium et spes la Moral cristiana impulsa a una
presencia en lo público, no por “moda” de la época, sino por esencialidad
constitutiva de la persona humana: no se es cristiano de verdad si no hay vida
comunitaria que construye la existencia.
 Dimensión pública del mensaje cristiano. La fe no es solamente una
realidad privada. El Concilio y la reflexión bíblica y teológica van a hacer
posible un cambio radical en la manera de vivir la vida cristiana: la fe ha de
tener un significado en la realidad humana; tiene que trasformar la realidad de
forma global. Por tanto, ha de ser desprivatizada 8. Ser cristiano es dar razón de
la propia fe, manifestar cómo se puede hacer presente en la realidad social. Si
la fe significa aceptar al Dios que salva y libera, creer en Él significa expresar
esta salvación y liberación allí donde el hombre se siente oprimido, y en todo
aquello donde está presente, de alguna manera, la ofensa al hombre. Así pues,
el mensaje cristiano tiene que hacerse “político”, tiene que ser “mediado”
socialmente, puesto que la existencia personal viene mediada por las
relaciones sociales.
Es por esto por lo que la fe se ha de hacer realidad crítica: señalar las
situaciones inhumanas, las realidades explotadoras, las ataduras que dejan sin
libertad. Ha de ser realidad utópica: abogar por una realidad mejor,
comprometerse en la construcción de un mundo nuevo, puesto que creer
significa aceptar la plenitud de Dios9.

8 A esto contribuyen las teologías llamadas de la “praxis”: la Teología de la liberación en


América latina con G. Gutiérrez como principal promotor, y la teología política en Europa, en
el ámbito católico con J. B. Metz y posteriormente J. Alfaro, y en el ámbito protestante J.
Moltmann. Como obras más importantes podemos citar las siguientes: G. GUTIÉRREZ,
Teología de la liberación. Perspectivas, Sígueme, Salamanca 21985; J. B. METZ, Teología
del mundo, Sígueme, Salamanca 1971; ID., La fe en la historia y en la sociedad,
Cristiandad, Madrid 1979; J. ALFARO, Esperanza cristiana y liberación del hombre, Herder,
Barcelona 1975. Posteriormente fueron surgiendo otras obras, sobre todo en América. Para
una consulta más amplia remito a los volúmenes de: EQUIPO DE SELADOC, Panorama de la
Teología latinoamericana, Sígueme, Salamanca (I) 1975 – (II) 1975 – (III) 1975 – (IV) 1980.
9 Los preceptos e instituciones que se van estableciendo en Israel tienen este sentido:
preceptos de atender al extranjero, no explotar al pobre, o instituciones como el año
sabático y jubilar. Cf. Ex 22,20; Dt 10,18 y 24,14; Lv 25,1-17. Una buena exposición de los
mismos en: F. LAGE, La remisión de las deudas en la legislación del Antiguo Testamento,

257
JOSÉ BULLÓN

Toda la Gaudium et spes reverbera este dimensión pública de la fe: la


Iglesia sale de sí misma hacia el mundo, para llevar la salvación de Dios (GS,
nn. 1-4). Justamente por creer en Dios, tiene que entrar en la historia, puesto
que Él ha actuado en la historia venciendo al mal e implantando el bien y la
verdad. Por tanto, la razón por la que el cristiano tiene que situarse dentro del
mundo no está en la moda de la época ni en la ambición de poder, sino en el
mismo mensaje cristiano10.
Se aprecia ya en esta visión un elemento renovador para la Teología moral:
el mensaje cristiano estimula a un actuar liberador en el mundo. Desde la
Gaudium et spes, se abre camino una moral en la que el cristiano tiene que ver
con el mundo, ocuparse de él, porque en él obra el espíritu de Jesús. Si bien
antes el mundo era visto como extraño e, incluso, como lugar de tentación y de
pecado, ahora se le presenta como la realidad a la que hay que salvar, porque
es por él por donde pasa la salvación de Dios. El ámbito del comportamiento
cristiano abarca no solamente el campo de lo religioso y de las relaciones con
los otros, sino también toda la realidad social y mundana. Hay que buscar por
qué y cómo el cristiano ha de comportarse en la misma, qué ámbitos han de
ser penetrados, juzgados y orientados, qué respuestas se pueden dar desde la
fe, y qué posición ha de tener el creyente en ellos11.

en: AA. VV., La justicia social, Perpetuo Socorro, Madrid 1993, 21-35. Molesta la
actuación de Jesús ante la ley y lo establecido: curar en sábado, trabajar en día de fiesta,
estar entre pecadores y gente de mala fama (Cf. Lc 13,10-17;14,1-6; Jn 9; Lc 5,27-32; Lc
6,1-11).
10 “La fe todo lo ilumina con nueva luz y manifiesta el plan divino sobre la entera vocación
del hombre. Por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas”; “la Iglesia
siente profundamente estas dificultades y, aleccionada por la revelación divina, puede
darles la respuesta que perfile la verdadera situación del hombre” (GS, n. 11.1, 12.2).
11 Observamos este cambio en la manera de afrontar hoy los temas morales en el campo
social, muy distinta de la de los años 50 del pasado siglo. En los manuales clásicos se
trataba el respeto a los bienes, la restitución, la obediencia y el respeto a las autoridades.
Cf. A. Mª. ARREGUI - M. ZALBA, Compendio de Teología moral. Mensajero, Bilbao 221958,
186-193; 259-286; J. P. GURY, Compendium Theologiae Moralis, E. Subirana, Barcinone
1904, 273-293 y 460-529; A. ROYO MARÍN, Teología moral para seglares. I, BAC, Madrid
1957, 458-690. Cerca ya del Vaticano II se amplía el tratamiento de temas elaborando
una Moral del Estado. Cf. B. HÄRING, La ley de Cristo, Herder, Barcelona 1968. Hoy la
Moral se ocupa de cómo el mensaje cristiano determina la actuación en el ámbito social y
de los diversos campos que lo forman. Cf. M. VIDAL, Moral de actitudes, III. Moral social,
Perpetuo Socorro, Madrid 81995; B. HÄRING, Libertad y fidelidad en Cristo, III, Herder,
Barcelona 1983, 182-438.

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Antropología y moral en la Gaudium et spes

 Moralidad comunitaria y solidaria. La Teología clásica situaba la Moral


Social o en el esquema de las virtudes, o bien en el de los mandamientos12. En
uno y otro la Moral Social era tratada dentro del ámbito de relaciones
meramente intersubjetivas: respeto al otro en todo lo que tiene, su propia
persona y sus bienes. La organización de la convivencia humana tenía, pues,
como única base al respeto de los derechos de cada uno. La sociedad
funcionará si cada persona, conociendo su tarea y la de los demás, es fiel a lo
propio y no obstaculiza la marcha de los demás. Si a algún miembro de la
sociedad la vida no le iba bien, lo más que se pedía era ayudar, ejercer la
caridad (limosna). No aparecía, pues, una responsabilidad proyectada desde el
todo y en el todo. No se veía necesario lo comunitario como punto de partida,
puesto que el todo debería funcionar si las partes eran fieles a la tarea
designada.
Desde la antropología comunitaria de la Gaudium et spes, podemos afirmar
que se hace posible un cambio para el planteamiento de la Moral Social: pasar
de lo intersubjetivo a lo comunitario. La característica de la sociedad moderna
que presenta el Vaticano II es ser una sociedad de cambios constantes
provocados por la actuación del hombre. Se ha originado una nueva forma de
vida: el progreso y el cambio. Todos los hombres, con su actividad, van
originando una forma de sociedad con muchos y variados problemas que sólo
pueden ser afrontados socialmente. Ya no se puede permanecer fiel a la tarea
propia sin influir en el conjunto social. Muy al contrario, la problemática social que
afecta a todos, contribuye a hacer un planteamiento cuya respuesta ha de ser
comunitaria.
Así pues, la Moral Social se encuentra con la necesidad de partir del ámbito
social, de entrar en lo comunitario como realidad a vivir; a verlo como el
enclave donde el hombre se juega su futuro, y a tener que orientarlo
adecuadamente. Su tarea está, no en mantener un orden, sino en orientar un
“posible desorden”. La vida humana no depende sólo de estar a bien con el
otro, sino de actuar bien con el otro.

12 La ubicaban en la justicia: I. B. FERRERES, Compendium Theologiae Moralis, I, E.


Subirana, Barcinone 121923, 438-748; D. M. PRÜMMER, Manuale Theologiae Moralis II,
Herder, Barcinone 131958, 2-481. Eran más partidarios del decálogo: A. Mª. ARREGUI - M.
ZALBA, Compendio de Teología moral, Mensajero, Bilbao 221958, 226-346.

259
JOSÉ BULLÓN

 Moralidad en el amor y la justicia social. Creer en Dios, recibirlo como


salvador, no es solamente confesar unas verdades y confiarse a Él, sino
realizar en la propia existencia la misma obra salvadora de Dios; hay que hacer
del mensaje cristiano un mensaje público y liberador. Desde la Gaudium et
spes esto significa para la Moral cristiana que ha de tratar de expresarlo a
través del amor y de la justicia social.
Desde la óptica de la justicia social, la reflexión moral presenta al cristiano el
aspecto liberador del ejercicio de la fe: le acerca al reconocimiento del hombre
sin distinciones; le sitúa ante la necesaria búsqueda de la igualdad humana, de
compartiendo la misma existencia y los mismos bienes, sin diferencias ni
marginaciones; y, en fin, le hace ser crítico sobre acciones e instituciones
humanas que ponen en duda o anulan el reconocimiento y atención a ciertos
sectores de la sociedad, enfrentándose, por tanto, a la opresión e implantación
del silencio.
Desde la óptica del amor social, la Moral hace percibir al cristiano cómo se
realiza realmente el sentido universal de la salvación de Dios. La Teología sitúa
al cristiano ante la alternativa de ocuparse y de entregarse a todos aquellos
que son hermanos suyos, identificarse con ellos y buscar con ellos la verdadera
liberación. El amor social interroga al cristiano sobre sus insolidaridades,
individualismos y egoísmos, y le proyecta hacia la donación de la propia
existencia por la construcción de una mayor y mejor fraternidad.
 Moralidad de la igualdad humana. Teológicamente la igualdad viene
insistida y potenciada desde la reflexión de la fe monoteísta. Creer en un Dios
de todos los hombres obliga a la teología a presentar una razón clave para la
consideración igualitaria: todos los seres humanos son iguales ante Dios, con
la misma valía y dignidad. Por tanto, no puede haber diferencias tan radicales
como las que existen en la sociedad. Esta igualdad aparece ratificada en la
Gaudium et spes al plantear la antropología comunitaria: todos los hombres
formamos un cuerpo único, y todos somos miembros en igualdad.
Al hablar de igualdad no se habla de uniformidad, sino que se refiere a la
igualdad ética. Es decir, todos los hombres somos iguales en cuanto que,
desde la diversidad humana, la actividad se orienta hacia la colaboración, hacia
un reparto adecuado entre todos, a un saber participar de la riqueza lograda.
La realización de las propias posibilidades no se encierra en un aislamiento

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Antropología y moral en la Gaudium et spes

individualista. Precisamente por ser el hombre realidad de valía, por estar


llamado a poder desarrollar sus posibilidades, se le exige una apertura hacia el
otro, cuando las posibilidades se han convertido en realidades limitadas. Es
una injusticia dejar a hombres reducidos a la imposibilidad. La igualdad ética
establece el criterio de servicio a la humanidad, de atención a todas las
personas.
La Moral Social, para ir logrando una verdadera convivencia, deberá
acentuar dentro de la sociedad el necesario reconocimiento y atención a todos
los hombres. Como Moral que proviene del mensaje liberador de Dios,
efectuará una labor de denuncia de todas las desigualdades sociales, bien en
el ámbito individual, bien en el ámbito de los grupos sociales. Se ha de sentir,
también, llamada a presentar y a explicitar de forma clara el sentido de la
colaboración y solidaridad entre los hombres. En lugar de reflexionar sobre el
valor de la persona en sí misma y del lugar que ocupa en la sociedad, así como
del deber de adquirir lo que necesita, ha de insistir en la comunión de todos los
hombres, convencida de que su vida tiene sentido y se realiza más plenamente
en la medida en que se comparte con los demás.

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