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La sociedad humana no está constituida por meros individuos, como ocurre entre los
animales, los cuales, movidos por los instintos, aunque busquen bienes comunes no los
conocen como tales ni los quieren libremente.
En una clase anterior veíamos la libertad trascendental de las dos potencias específicas del
hombre, inteligencia y voluntad, cuyos objetos formales propios son Verdad y Bien, a los
cuales tienden de modo potencial o indeterminado. Esta indeterminación ha de explicitarse
como pensamiento y amor libre, actividades vitales, inmanentes, íntimas, las más altas, que
cada persona va viviendo, como en un arduo camino hacia el fin último, que es Dios.
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Ésta es la vida interior, vida espiritual que se integra en el todo de la personalidad concreta,
subjetiva, incluida la corporeidad de cada hombre.
En la vida social encuentra la persona las ayudas necesarias para una vida personal digna.
Por eso, la sociedad está subordinada a esta vida de las concretas personas.
Este fin es un privilegiado factor de unidad social y dado que todas las personas tienden a
él, se constituye en fin último o causa final de la comunidad. Se trata de un fin personal
porque son personas quienes lo buscan; Dios es persona y las relaciones que se van
configurando son relaciones interpersonales. No se trata de la sociedad como un medio, o
condición para que la persona satisfaga necesidades con bienes que no puede alcanzar
sola.
Sin desconocer las necesidades -materiales y espirituales- no se trata sólo de éstas sino de
aquella exigencia o fin que es la propia perfección de la persona: Verdad y Bien se alcanzan
en esa apertura en la que el hombre descubre, ama y realiza la Verdad, el Bien y la Belleza,
con conocimiento de este fin como fin y en el amor de amistad a las otras personas y a Dios.
Con expresiones de E. Forment: “La sociedad, por tanto, debe ser la prolongación de la
plenitud de la vida interior de las personas, que se traduce en todas las relaciones sociales o
interpersonales.” 1
En el mismo sentido interpretó Francisco Suárez, como puede verse en su De Legibus, III:
con las inclinaciones naturales y su finalidad social, por sus beneficios y su utilidad para
otros: o sea, por su relación de servicio a la comunidad y en consecuencia, siempre la
actividad personal implica una relación con la Ética, especialmente porque debe ser
ordenada por la justicia y por las llamadas virtudes sociales -derivadas de la justicia- como
la veracidad, la gratitud, el desprendimiento, la interpretación benigna de la ley y la
afabilidad.
Finalizamos estos primeros conceptos con dos textos tomados de un trabajo del Dr. M.A.
Mirabella: “La persona en su naturaleza, es el objeto social, aquello en donde recae la
perfección social, es decir, los contenidos perfectivos del bien común”. “La sociedad según
su fin se ordena en todo a la persona, afectándola perfectivamente en su naturaleza que es
en este sentido el objeto social, es decir, aquello en donde recae el bien común social como
bien de todos y de cada uno”.2
Arthur Fridolin Utz, en su obra Ética Social, Editorial Herder, 1964, p. 128-132, explica que
todo hombre, para alcanzar el fin último, depende del auxilio de sus semejantes en lo
material, en lo cultural y en lo ético.
1
Forment, E., Dimensión social de la persona. En Lobato, Abelardo O.P., En El hombre en cuerpo y
alma, Edicep, Valencia 1994.
2
Mirabella, M.A., Aspecto social del hombre. La socialización, En La Doctrina Social de la Iglesia y la
Realidad Actual, Volumen 1, p 40, Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1983
2
b. En lo cultural: también en este orden existe la interdependencia de unos hombres
con otros, especialmente en cuanto a los valores morales, el saber, el lenguaje, el
arte; también los valores económicos y los valores religiosos.
En CDSI 149, 150 y 151 se destaca que la vida comunitaria es una propiedad natural que
deriva de la naturaleza racional que distingue al hombre del resto de los vivientes.
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Santo Tomás de Aquino profundiza esta visión aristotélica siguiendo la teoría de San
Agustín sobre la ley eterna dada por Dios y el derecho natural fundado en ésta. Más aún, ve
la vida en comunidad como la forma de vida para el hombre en la bienaventuranza eterna y
por supuesto, en esta vida. El carácter social de la naturaleza del hombre se halla en íntima
relación con la vida de comunicación de la Gracia (mandamiento de la Caridad, institución
de los Sacramentos).
En cuanto al aspecto racional de la naturaleza social del hombre puede verse en que
procura sus bienes reflexivamente, conducido por la razón. Se propone fines personales y
fines comunes y también el orden de los afectos en la experiencia de la reciprocidad está
guiado por el pensamiento racional en su dimensión teórica y práctica. En su Comentario a
la Ética expresa: “puesto que el hombre es un ser social por naturaleza, es decir, que
necesita para vivir muchas cosas que no es capaz de procurarse por sí mismo, se deduce
que el individuo es por naturaleza parte de una pluralidad, por la cual obtiene la ayuda para
vivir bien”. Y en la Suma Teológica II – II 109, 3 ad 1: …”el hombre, como individuo, debe, a
causa de su obligada vinculación social al otro, todo aquello sin lo cual no podría subsistir la
sociedad humana”.
Alcanza a decir también que la insuficiencia personal del hombre sólo se satisface en el
amor recíproco (Contra Gentes III, 117). Es de sumo interés descubrir cómo todos los
bienes materiales y espirituales, incluso el cultivo de las virtudes, requieren el conocimiento,
la motivación y la ayuda en la vida en comunidad con otros.
Tanto el fin último personal como el bien común se realizan mediante los actos humanos
cuya causa eficiente es la persona, individual. Ésta, a su vez, vive las exigencias del bien
común que, últimamente, son la justicia y el amor sociales.
Los actos del obrar socialmente justo y del amor social los va ejerciendo el hombre en la
medida en que cultiva las virtudes, por las cuales va alcanzando lo que la naturaleza le
encomienda y le exige.
En CDSI, 149, 150 y 151 se encuentra expuesta la doctrina sobre el ser social y la vida
comunitaria, característica natural que distingue al hombre entre todas las criaturas de la
tierra.
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1. 4. La subjetividad social de la familia
Nuevamente estamos aquí ante cuestiones específicamente propias de la Ética Social; nos
limitamos a indicar CDSI, 2da. Parte, cap. V .