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LA NATURALEZA SOCIAL DEL HOMBRE Y LA ÉTICA

1. Fundamento esencial de la naturaleza social del hombre

Al considerar los fundamentos antropológicos hemos destacado la realidad de la naturaleza


humana libre, sus posibilidades y sus exigencias.

En este momento de nuestro curso y de la realidad de nuestro país vamos a investigar en


primer término una dimensión de la naturaleza humana libre, una propiedad esencial de la
persona: la socialidad y su estructura ética. Se trata de una propiedad natural e intencional
de la persona; ésta es el fundamento de la vida social y su causa eficiente. Y en segundo
lugar veremos cómo la libertad de la naturaleza humana requiere y hace posible la
educación ética de la inclinación social.

1. 1. Dependencia recíproca respecto de la perfección personal. Elementos y finalidad


de la vida social

La sociedad es un hecho, un acontecimiento histórico que manifiesta la dimensión social de


la naturaleza humana libre; en la sociedad encuentra la persona la fuente irremplazable para
su perfección, para la libertad, la comunicación, el amor y la justicia.

La sociedad es una totalidad accidental de partes. En este todo, la persona singular es la


parte. La persona no podría ser parte si la sociedad fuera un todo sustancial porque la
persona mantiene siempre su entidad personal y su personalidad. Parte aquí, se torna en
sentido analógico en relación a la parte sustancial, por eso es la persona, en sentido propio,
parte accidental en la sociedad.

La sociedad humana no está constituida por meros individuos, como ocurre entre los
animales, los cuales, movidos por los instintos, aunque busquen bienes comunes no los
conocen como tales ni los quieren libremente.

En la sociedad humana, constituida por personas, éstas conocen y tienden a bienes


comunes; éstos le dan una unidad espiritual que es lo que instituye formalmente a la
sociedad. Expresa Santo Tomás en I-II, 90, 2 ad 2: “El bien común es común no por
comunicación genérica o específica, sino por comunicación de finalidad, puesto que el bien
común es también el fin común”. Y toda ley se ordena al bien común. La amistad es el bien
o fin más alto entre las personas, entre las personas humanas o entre los hombres y Dios.
Santo Tomás define la ley como “una prescripción de la razón, en orden al bien común,
promulgada por aquel que tiene el cuidado de la comunidad”, en I-II, 90, 4, in C. Todos
tienden al bien común y a la vez, cada uno, por su voluntad, busca su propio fin. Es decir,
los fines propios tienen algo en común y ese algo requiere que para ser alcanzado, los
miembros se ayuden mutuamente. El bien propio es parte del bien común; las personas
cooperan en la sociedad para alcanzar bienes de toda clase, que solas no podrían alcanzar.
Aquí existe una diferencia con el pensamiento de Jacques Maritain, y en general con los
personalismos actuales. Sostiene este filósofo cristiano que el bien propio de la persona es
superior al bien común social, que se subordina al de la persona. Como si la sociedad
existiera aparte de las personas que la constituyen y como si siendo una entidad separada
tendiera a un bien social que no afectara a la persona.

En una clase anterior veíamos la libertad trascendental de las dos potencias específicas del
hombre, inteligencia y voluntad, cuyos objetos formales propios son Verdad y Bien, a los
cuales tienden de modo potencial o indeterminado. Esta indeterminación ha de explicitarse
como pensamiento y amor libre, actividades vitales, inmanentes, íntimas, las más altas, que
cada persona va viviendo, como en un arduo camino hacia el fin último, que es Dios.

1
Ésta es la vida interior, vida espiritual que se integra en el todo de la personalidad concreta,
subjetiva, incluida la corporeidad de cada hombre.

En la vida social encuentra la persona las ayudas necesarias para una vida personal digna.
Por eso, la sociedad está subordinada a esta vida de las concretas personas.

Este fin es un privilegiado factor de unidad social y dado que todas las personas tienden a
él, se constituye en fin último o causa final de la comunidad. Se trata de un fin personal
porque son personas quienes lo buscan; Dios es persona y las relaciones que se van
configurando son relaciones interpersonales. No se trata de la sociedad como un medio, o
condición para que la persona satisfaga necesidades con bienes que no puede alcanzar
sola.

Sin desconocer las necesidades -materiales y espirituales- no se trata sólo de éstas sino de
aquella exigencia o fin que es la propia perfección de la persona: Verdad y Bien se alcanzan
en esa apertura en la que el hombre descubre, ama y realiza la Verdad, el Bien y la Belleza,
con conocimiento de este fin como fin y en el amor de amistad a las otras personas y a Dios.
Con expresiones de E. Forment: “La sociedad, por tanto, debe ser la prolongación de la
plenitud de la vida interior de las personas, que se traduce en todas las relaciones sociales o
interpersonales.” 1

Una oportuna precisión de A. Millán-Puelles en su Léxico Filosófico, 377, lleva a detenernos:


“Un determinado bien común será mejor que un cierto bien común, y eso es cuando aquél
es de un género superior al de éste, por ejemplo, el bien espiritual de una sola persona
humana vale más que el bien común material”. Recoge el pensamiento de Santo Tomás en
Sum Theol, I-II, 152, 4 ad 3.

En el mismo sentido interpretó Francisco Suárez, como puede verse en su De Legibus, III:
con las inclinaciones naturales y su finalidad social, por sus beneficios y su utilidad para
otros: o sea, por su relación de servicio a la comunidad y en consecuencia, siempre la
actividad personal implica una relación con la Ética, especialmente porque debe ser
ordenada por la justicia y por las llamadas virtudes sociales -derivadas de la justicia- como
la veracidad, la gratitud, el desprendimiento, la interpretación benigna de la ley y la
afabilidad.

Finalizamos estos primeros conceptos con dos textos tomados de un trabajo del Dr. M.A.
Mirabella: “La persona en su naturaleza, es el objeto social, aquello en donde recae la
perfección social, es decir, los contenidos perfectivos del bien común”. “La sociedad según
su fin se ordena en todo a la persona, afectándola perfectivamente en su naturaleza que es
en este sentido el objeto social, es decir, aquello en donde recae el bien común social como
bien de todos y de cada uno”.2

Arthur Fridolin Utz, en su obra Ética Social, Editorial Herder, 1964, p. 128-132, explica que
todo hombre, para alcanzar el fin último, depende del auxilio de sus semejantes en lo
material, en lo cultural y en lo ético.

a. En lo material: ya la procreación es un hecho social que implica la dependencia del


hijo, dependencia que se mantiene para poder subsistir y desarrollarse material y
espiritualmente durante toda la vida.

1
Forment, E., Dimensión social de la persona. En Lobato, Abelardo O.P., En El hombre en cuerpo y
alma, Edicep, Valencia 1994.
2
Mirabella, M.A., Aspecto social del hombre. La socialización, En La Doctrina Social de la Iglesia y la
Realidad Actual, Volumen 1, p 40, Universidad Católica Argentina, Buenos Aires 1983

2
b. En lo cultural: también en este orden existe la interdependencia de unos hombres
con otros, especialmente en cuanto a los valores morales, el saber, el lenguaje, el
arte; también los valores económicos y los valores religiosos.

c. En lo moral: si bien la responsabilidad moral es personal porque cada hombre es


libre y dueño de sí, los juicios morales de valoración reciben la influencia, por
afinidad, del mundo en el que el individuo se encuentra. Y así, los sentimientos
valorativos se van desarrollando según la aspiración al perfeccionamiento, que es
una experiencia personal en la que los ideales, los modelos y el prójimo en general
se vinculan en la formación de este sentimiento valorativo. “Esta vinculación –
expresa el autor mencionado- es ciertamente esencial, tan esencial como el modo en
que la docilidad condiciona a la prudencia”. Sin embargo, destaca, “no es la
dependencia recíproca, sino la misión común encomendada por la naturaleza, la que
fundamenta la naturaleza social en sentido propio”.

Tanto la prosperidad material como la cultura y el perfeccionamiento moral no agotan su


finalidad en el individuo sino que tienen una misión común.

En CDSI 149, 150 y 151 se destaca que la vida comunitaria es una propiedad natural que
deriva de la naturaleza racional que distingue al hombre del resto de los vivientes.

La subjetividad humana, creada a imagen y semejanza de Dios, siendo capaz de


conocimiento y de amor, es constitutivamente relacional: reconoce la necesidad de ayuda y
de colaboración de unos con otros para crecer y realizar la propia vocación.

Importa profundizar en el N° 150: “La socialidad no comporta automáticamente la comunión


de las personas, el don en sí”; por el contrario, “Toda sociedad digna de este nombre, puede
considerarse en la verdad cuando cada uno de sus miembros, gracias a la propia capacidad
de conocer el bien, lo busca para sí y para los demás. Es por amor al bien propio y al de los
demás que el hombre se une en grupos estables, que tienen como fin la consecución de un
bien común. También las diversas sociedades deben entrar en relaciones de solidaridad, de
comunicación de colaboración, al servicio del hombre y del bien común.” Y como fuentes
preciosas para la comprensión de los derechos y de los deberes propios de la vida social
merecen especial atención todas las citas que en pié de página ofrecen estos tres
parágrafos. Se trata esencialmente de las exigencias de la naturaleza humana y de su
dignidad referidas a todas las fases de la vida y en cualquier contexto político, social,
económico, cultural: derechos y deberes que constituyen un conjunto unitario, que se orienta
al bien de cada persona y de la sociedad.

1. 2. La estructura ética de la inclinación social del hombre. El bien común y la


actividad personal

Ya Aristóteles en su obra Política, I, 2, observó que el hombre no puede alcanzar su


perfeccionamiento y su fin último sin la comunidad: en primer lugar, porque sólo con la
ayuda de sus semejantes puede alcanzar los bienes materiales y espirituales, y en segundo
lugar porque el hombre está impulsado a la comunicación. Descubre y comprende por la
razón, la necesidad de la ayuda mutua en la familia, en la comunidad local y finalmente en el
Estado. Por eso, la inclinación social es una predisposición natural hacia la existencia del
Estado. Es interesante el valor de la amistad en el pensamiento del Estagirita, puesto que es
la amistad y no la sola satisfacción de necesidades lo que mueve a la comunicación con el
otro; se trata en última instancia de la vida en comunidad con el fin de alcanzar propósitos
comunes y una vida de amistad, amor en común. Naturalmente la amistad es un bien
deseable, es un bien máximo; implica la comunidad de ideas, ideales, bienes y de lo justo.
El conocimiento de éstos y de éstos y de las personas mueve a la vida en comunidad. “Todo
hombre es amigo para cada hombre”, Ética VIII, 1.

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Santo Tomás de Aquino profundiza esta visión aristotélica siguiendo la teoría de San
Agustín sobre la ley eterna dada por Dios y el derecho natural fundado en ésta. Más aún, ve
la vida en comunidad como la forma de vida para el hombre en la bienaventuranza eterna y
por supuesto, en esta vida. El carácter social de la naturaleza del hombre se halla en íntima
relación con la vida de comunicación de la Gracia (mandamiento de la Caridad, institución
de los Sacramentos).

En cuanto al aspecto racional de la naturaleza social del hombre puede verse en que
procura sus bienes reflexivamente, conducido por la razón. Se propone fines personales y
fines comunes y también el orden de los afectos en la experiencia de la reciprocidad está
guiado por el pensamiento racional en su dimensión teórica y práctica. En su Comentario a
la Ética expresa: “puesto que el hombre es un ser social por naturaleza, es decir, que
necesita para vivir muchas cosas que no es capaz de procurarse por sí mismo, se deduce
que el individuo es por naturaleza parte de una pluralidad, por la cual obtiene la ayuda para
vivir bien”. Y en la Suma Teológica II – II 109, 3 ad 1: …”el hombre, como individuo, debe, a
causa de su obligada vinculación social al otro, todo aquello sin lo cual no podría subsistir la
sociedad humana”.

Alcanza a decir también que la insuficiencia personal del hombre sólo se satisface en el
amor recíproco (Contra Gentes III, 117). Es de sumo interés descubrir cómo todos los
bienes materiales y espirituales, incluso el cultivo de las virtudes, requieren el conocimiento,
la motivación y la ayuda en la vida en comunidad con otros.

Ese conocimiento propio de la razón humana es una participación de la providencia divina, y


en consecuencia de la razón imperativa de Dios. Es la ley natural que otorga al hombre la
capacidad de regirse a sí mismo y que lo obliga además a la constitución del bien común, es
decir, a buscar su fin en la comunidad con otros. De aquí surgen los derechos y deberes
propios de esta relación recíproca. Ésta es pues, la estructura ética de la inclinación social
del hombre.

1. 3. El amor para consigo mismo y el orden de la amistad

Tanto el fin último personal como el bien común se realizan mediante los actos humanos
cuya causa eficiente es la persona, individual. Ésta, a su vez, vive las exigencias del bien
común que, últimamente, son la justicia y el amor sociales.

Los actos del obrar socialmente justo y del amor social los va ejerciendo el hombre en la
medida en que cultiva las virtudes, por las cuales va alcanzando lo que la naturaleza le
encomienda y le exige.

Estamos ya en el área específica de la Ética Social que no corresponde a esta cátedra.


Santo Tomás no desarrolló este tema del amor social. En la encíclica Cuadragésimo Anno
aparece por primera vez esta cuestión sobre la cual F. Utz, 257, expresa: “La justicia social
(socialis iustitia) y el amor social (caritas socialis) se describen como las fuerzas superiores
y más nobles que deben mantener al poder económico dentro de una estricta disciplina. Se
atribuye al amor ´la participación principal´ en la renovación social. ´La justicia, por muy
lealmente que se practique, sólo puede eliminar del mundo la materia litigiosa de los
conflictos sociales; pero no puede unir íntimamente a los corazones´. Pero si quisiéramos
referirnos a un amor natural, se pondría acaso en tela de juicio la idea de Santo Tomás de
que un hombre considera a otro, por naturaleza, como amigo suyo”.

En CDSI, 149, 150 y 151 se encuentra expuesta la doctrina sobre el ser social y la vida
comunitaria, característica natural que distingue al hombre entre todas las criaturas de la
tierra.

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1. 4. La subjetividad social de la familia

La familia es la primera sociedad natural. Es preciso destacar su valor insustituible para la


persona y para la sociedad; protagonista de la vida social, corresponde que la sociedad esté
a su servicio.

Nuevamente estamos aquí ante cuestiones específicamente propias de la Ética Social; nos
limitamos a indicar CDSI, 2da. Parte, cap. V .

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