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EL GOBIERNO DE LA REVOLUCIÓN LIBERTADORA (1955-1958)

El 16 de septiembre estalló un levantamiento en Córdoba encabezado por el general


Eduardo Lonardi que quebró el régimen democrático de la segunda presidencia de Perón y
el comienzo de la llamada "Revolución Libertadora".
La unidad del frente opositor antiperonista estuvo basada en dos acuerdos mínimos: la
necesidad de “desperonizar” la sociedad argentina, es decir, borrar la influencia del
peronismo de todos los niveles de la sociedad argentina, y la de cumplir una etapa de
reorganización política conducida por las Fuerzas Armadas para concluir con un llamado a
elecciones nacionales a fin de restablecer el régimen político democrático. Pero esta unidad
comenzó a resquebrajarse cuando el gobierno “de facto” asumió el control del Estado y
comenzó a tomar decisiones para enfrentar los problemas políticos y económicos. Lonardi
era partidario de establecer acuerdos con sectores del gobierno depuesto. Pero esta
posición no era representativa de los sectores sociales más poderosos que habían apoyado
el golpe, ni contaba con el acuerdo de los otros jefes militares golpistas. Finalmente, en
noviembre de 1955, Lonardi fue obligado a renunciar y fue reemplazado por el general
Pedro Eugenio Aramburu, quien asumió como presidente de la Nación.
Luego del desplazamiento de Lonardi, la “revolución libertadora” profundizó su
orientación antiperonista. El gobierno disolvió al Partido Peronista e intervino la CGT
luego de la convocatoria a una huelga general. Desde el punto de vista de los militares, estas
medidas solucionaban unos problemas, pero, al mismo tiempo, planteaban uno nuevo y
fundamental: el de la sucesión del gobierno militar en el marco de exclusión política de un
partido al que adherían sectores mayoritarios de la sociedad argentina.
En los planos económico y social, el gobierno de Aramburu suprimió los controles de
cambio y la comercialización de las exportaciones con intervención estatal y aplicó fuertes
devaluaciones que beneficiaron a la burguesía agraria más concentrada. También congeló
los salarios y suprimió todo subsidio al consumo de los sectores populares. Mantuvo la
política petrolera y, aunque no impulsó ningún plan para atraer inversiones extranjeras, el
gobierno gestionó y logró la incorporación de la Argentina al Fondo Monetario
Internacional (FMI), situación que abrió nuevas posibilidades de financiamiento externo.
Como resultado de estas medidas, los años de gobierno militar significaron un
estancamiento del sector industrial y una importante transferencia de ingresos hacia el
sector agropecuario. Sin embargo, la falta de un plan económico con objetivos definidos
tuvo como resultado, hacia 1958, saldos cada vez más deficitarios de la balanza comercial y
una inflación descontrolada.
Represión y resistencia social
Bajo el control del general Aramburu y el almirante Rojas, el gobierno dictó varios decretos
que tenían como finalidad desintegrar al peronismo como fuerza política y social. Además
de la disolución del Partido Peronista, decretó también la inhabilitación de todos los
dirigentes políticos y gremiales que hubieran participado del gobierno de Perón. Las
autoridades militares confeccionaron listas de dirigentes, delegados y militantes, que fueron
encarcelados. Una vez intervenida la CGT, las sedes de los gremios fueron controladas por
fuerzas de seguridad. También suspendieron las convenciones colectivas de trabajo, lo que
privó a los trabajadores de negociar mejoras salariales en un período en el que su poder
adquisitivo decaía a causa de la inflación.
Frente a esta situación de represión y deterioro salarial, los trabajadores organizaron y
protagonizaron acciones de resistencia. Muchos reaccionaron rebelándose contra la
prohibición del peronismo. Realizaban actos relámpago en las calles, en los que cantaban la
marcha peronista, arrojaban volantes favorables a Perón y, luego, se retiraban rápidamente.
Otros se nuclearon en los llamados “comandos de la resistencia peronista”. Estos fueron
pequeños grupos que surgieron en todo el país, poco después de producido el golpe militar,
que comenzaron a organizar sabotajes y elevar el tono de las protestas, haciendo estallar, en
diversos lugares, explosivos de fabricación casera, a los que llamaban “caños”. En los
primeros años de la “revolución libertadora”, estos grupos no tenían conexión entre sí y
sus acciones eran descoordinadas y espontaneas. Pero entre 1957 y 1959, las acciones de la
resistencia fueron creciendo en organización: del “caño” pasaron a la dinamita o al
explosivo plástico, de la dispersión a la planificación.
Dos años después del golpe de la autodenominada “revolución libertadora”, el gobierno
enfrentaba una crisis económica y una creciente presión social que lo convenció de su
fracaso en “desperonizar” la sociedad. De todos modos, el fortalecimiento de la adhesión al
peronismo y el repudio a todas las prohibiciones por parte de la resistencia peronista
llevaron a los militares a tomar la decisión de, en el futuro, prescindir políticamente del
pueblo peronista. Es así que, con el propósito de restablecer el régimen democrático, las
Fuerzas Armadas decidieron llamar a elecciones generales pero imponiendo la proscripción
del peronismo. Esta prohibición trajo como consecuencia la agudización de los problemas
de legitimidad del sistema político.

LA PRESIDENCIA DE ARTURO FRONDIZI (1958-1962)


En febrero de 1958, la campaña electoral estaba polarizada entre los candidatos de las dos
fracciones del radicalismo: por un lado, la Unión Cívica Radical del Pueblo con su
candidato, Ricardo Balbín y por otro Arturo Frondizi, como candidato de la Unión Cívica
Radical Intransigente. Este último propuso un acercamiento con el peronismo político y en
su campaña levantó las banderas antiimperialistas y populares que resultaron atractivas para
simpatizantes de partidos de izquierda y para un número considerable de peronistas.
Existen indicios que permiten sostener que entre Frondizi y Perón se celebró un acuerdo: a
cambio de la orden de Perón de votar a la UCRI, Frondizi se comprometía, una vez en el
gobierno, a normalizar la actividad de la CGT y los sindicatos, y a permitir la participación
de candidatos peronistas en las elecciones provinciales.
Apenas asumió la presidencia, Frondizi tomó dos decisiones relacionadas con las promesas
preelectorales: decretó un aumento de salarios del 60% e impulsó una ley de amnistía que
fue aprobada por el Congreso. Aunque esta ley no dejó definida la situación legal del
peronismo, permitió a sus adherentes usar públicamente sus símbolos y legalizar sus
organizaciones y actividades.
En el plano económico, el gobierno se propuso ejecutar el plan desarrollista, cuya
propuesta era impulsar el desarrollo de la llamada “industria pesada” — metalurgia,
siderurgia y petroquímica— con inversiones de capital y tecnología extranjeros. Para ello en
noviembre de 1958, el Congreso de la Nación sancionó la Ley 14780, que autorizaba un
nuevo tipo de inversión extranjera: la inversión extranjera directa (IED). Desde la óptica de
los inversores extranjeros, las condiciones que establecía la nueva ley eran muy ventajosas.
La ley tuvo el impacto esperado y, entre 1959 y 1962, las inversiones de capital extranjero
crecieron espectacularmente. Más del 60% de estas inversiones eran de origen
estadounidense. El 66% del total se concentró en la producción petroquímica y química, y
en la fabricación de automotores y tractores.
Relacionada con esta meta de industrialización estaba el objetivo de modernizar el campo,
mejorando la mecanización de las tareas rurales: así, se proponía aumentar la producción
del sector agropecuario, lo que produciría un aumento de los saldos exportables y un
mejoramiento en el saldo de la balanza comercial. Al mismo tiempo, se incrementaba la
demanda para las nuevas máquinas-herramienta producidas ahora en el país.
La aplicación del plan originó un importante crecimiento de las inversiones extranjeras y un
notable aumento en las producciones de acero, petróleo y automóviles. Sin embargo, el
gobierno no pudo evitar un proceso de fuerte inflación y serias dificultades en la balanza de
pagos. Para resolver estos problemas, Frondizi avaló la aplicación de un “plan de
estabilización”. Los elementos centrales de este plan eran el congelamiento de salarios y la
eliminación de las medidas regulatorias del Estado. Su aplicación generó disminución de los
salarios de los trabajadores, desocupación y agudización de los conflictos sociales.
Hacia mediados de 1959, las diferentes medidas de fuerza organizadas y puestas en práctica
por numerosos sindicatos complicaron la situación del gobierno frente a las Fuerzas
Armadas. Frondizi, entonces, buscó cambiar la imagen de un gobierno incapaz de controlar
y se decidió por la represión. Para esto contaba con el Plan CONINTES (Conmoción
Interna del Estado), que permitía declarar zonas militarizadas a los principales distritos
industriales y autorizaba allanamientos y detenciones.
Muchos gremios fueron intervenidos y otros tantos protagonizaron extensas huelgas.

La destitución de Frondizi
A pesar de la dureza con los sindicatos en la aplicación del Plan CONINTES, Frondizi
resultaba poco confiable para las Fuerzas Armadas. Su pasado acuerdista con el peronismo
preocupaba profundamente a los militares. En 1962 debían realizarse elecciones en varias
provincias del país. Frondizi permitió la presentación de los candidatos peronistas porque
pensaba que la UCRI podía llegar a obtener los primeros lugares. Los triunfos que la UCRI
había obtenido durante 1961 en las elecciones de Catamarca, San Luis y Santa Fe eran la
base de este optimismo.
En las elecciones de gobernadores de 1962, la que generaba más expectativas era la de la
provincia de Buenos Aires. Por la importancia del caudal de votos de ese distrito electoral y
por el elevado porcentaje de obreros industriales que en ella se concentraban, las Fuerzas
Armadas consideraban una prueba fundamental los resultados de esta elección. La victoria
de los candidatos peronistas resultó intolerable para los militares. En los días siguientes, el
gobierno decretó la anulación de las elecciones en la provincia de Buenos Aires y decretó
también la intervención de las provincias en las que habían triunfado los candidatos del
peronismo. Los militares no estaban dispuestos a aceptar la vuelta del “régimen depuesto”
y Frondizi fue presionado con un nuevo planteo de las Fuerzas Armadas. El 29 de marzo,
los jefes militares anunciaron al país que “el presidente de la República ha sido depuesto
por las Fuerzas Armadas”.
El senador José María Guido (presidente provisional del Senado) juró ante la Corte
Suprema y asumió como presidente de la República.

LA PRESIDENCIA DE ARTURO ILLIA


En un clima de aguda crisis económica y social el Gobierno convocó elecciones en las que
el peronismo continuó proscripto. Así, en las elecciones de julio de 1963 la Unión Cívica
Radical del Pueblo obtuvo la mayor cantidad de votos, sin embargo, casi el 20% de los
votos fueron en blancos. Por esta razón, la debilidad del gobierno de Arturo Illia estuvo
presente desde el comienzo, ya que sólo llego a la presidencia con el 25, 15% del total de
los votos.
En su mensaje de asunción, Illia manifestó su propósito de impulsar el crecimiento
económico y establecer unas más justa distribución de la riqueza, así como también, el
propósito de eliminar la desocupación y defender la monda nacional y los salarios de los
trabajadores.
La política económica llevada a cabo le ganó, rápidamente, la oposición de los grandes
grupos capitalistas, de los organismos financieros internacionales y de las grandes empresas.
A poco de asumir, anuló los contratos petroleros firmador por Frondizi con empresas
extranjeras, considerando a YPF como directora del desarrollo energético nacional.
La sanción de una Ley de Medicamentos que establecía preferencias para los laboratorios
farmacéuticos de capital argentino frente a los extranjeros llevó a estos últimos a participar
de manera activa en el derrocamiento del gobierno. A su vez, la activa intervención del
Estado en la economía generó un descontento en el empresariado que reclamaba la
"libertad de empresa".
Los planes de lucha de la CGT terminaron en la ocupación de miles de fabricas, entonces
Illia otorgó la ley de Salario Mínimo, Vital y Móvil, por la cual se elevaban los salarios;
además procedió al control de precios y no reprimió las tomas de fabricas con el ejército.
Esto significo el fin de las protestas por parte de los gremios no peronistas, no así de los
peronistas.
Desde las FF. AA; Onganía veía la prudencia de Illia y a su respeto por el diálogo como a
un vacío de autoridad, inmovilismo e indecisión. Le parecía que su gobierno caía en no
acción por la negativa a la represión militar de los conflictos laborales. También le
disgustaron sus políticas antiimperialistas, ya que estaba alineado bajo Estados unidos en la
lucha anticomunista.
La oposición por su parte, alimentaba esta situación con una campaña periodística de
acción psicológica contra Illia, la que con notable eficacia, instaló en vastos sectores de la
sociedad la idea de que el presidente carecía de autoridad y de que era "un inoperante ".
Presionado desde diversos sectores y carente de apoyos políticos, el gobierno radical estaba
cercado, y la sensación de desgobierno facilitó un nuevo golpe militar

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