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II NIVEL DE FILOSOFIA
Segundo Semestre del 2.001. 3’
Miguel Ángel Jerez C. Pro.
JUSTIFICACINES
Actualmente existen diversas corrientes del saber humano que insisten en la
necesidad de volver a las fuentes como medio para interpretar las cosas
justamente y recuperar su sentido original. La filosofía medieval, al igual que la
antigua, constituye una base imprescindible no sólo en la comprensión de los
problemas modernos, sino también como terapia a los males contemporáneos que
nos aquejan.
Desde la encíclica Aeterni Patris (1879) del Papa León XIII hasta nuestros días,
existe un renovado interés por rescatar la riqueza del pensamiento medieval,
especialmente la relación entre fe y razón. El Papa Juan Pablo II ratifica su
importancia, dedicando una de sus encíclicas al tratamiento de este tema,
llegando a afirmaciones magistrales como esta: “LA FE Y LA RAZON son como
las dos alas con las cuales el espíritu humano se eleva a la contemplación de la
verdad” (Fides et ratio).
OBJETIVO GENERAL
Al terminar este curso los estudiantes han tenido la oportunidad de conocer el
proceso histórico de la filosofía medieval y del renacimiento, al igual que abordar
algunos temas de los autores más sobresalientes.
OBJETIVOS ESPECIFICOS
- Determinar las consecuencias del encuentro entre el pensamiento filosófico
antiguo y el cristianismo.
- Leer algunos textos selectos que permitan el contacto directo con el autor y las
ideas que caracterizaron este periodo.
- Elaborar una síntesis de los principales temas debatidos y la forma como estos
incidieron en el desarrollo filosófico, teológico y científico.
- Iniciar el estudio de la cultura humanística y del renacimiento.
CONTENIDO
0.1 INTRODUCCION
0.1.1 Consideraciones generales
0.1.2 Límites temporales y temáticos
0.1.3 Estructuras fundamentales
1 .2 PATRISTICA
1.2.1 PADRES APOSTOLICOS: Clemente de Roma, Ignacio de Antioquía,
Policarpo de Esmirna.
1.2.2 PADRES APOLOGETAS: Justino, Taciano, Atenágoras, Teófilo, Minucio
Felix, Tertuliano.
1.2.3 PADRES DE LA IGLESIA: Clemente, Orígenes, Padres capadocios, San
Juan crisóstomo, San Ambrosio, San Jerónimo, San Isidoro de Sevilla.
1.4 BOECIO
1.4.1 Del cristianismo al platonismo
1.5 CASIODORO Y GREGORIO MAGNO
1.6 PSEUDO DIONISIO AREOPAGITA
1.6.1 Las vías hacia Dios y el último sentido del ser
2. ESCOLASTICA
3.2 ETICA
3.2.1 RENACIMIENTO FLORENTINO: Debate etico-político en Bruni, Braccioli y
Alberti.
3.3 NEOEPICUREISMO
3.3.1 LORENZO VALLA: El neoepicureísmo y la filología.
3.4 NEOPLATONISMO
3.4.1 MARSILIO FICINO: El neoplatonismo y la unidad dinámica del mundo.
3.4.2 PICO DE LA MIRANDOLA: Entre el platonismo y el aristotelismo; libertad y
dignidad.
3.5 NEOARISTOTELISMO
3.5.1 PEDRO POMPONAZZI: Aristotelismo; debate sobre la inmortalidad del alma.
3.6 HUMANISMO
3.6.1 ERASMO DE ROTTERDAM: Concepción humanista de la filosofía cristiana
3.8 POLITICA
3.8.1 NICOLAS MAQUIAVELO: La “virtud” del príncipe.
3.8.2 TOMÁS MORO: La utopía, conceptos morales y sociales.
3.9 NATURALISMO
3.9.1 LEONARDO, TELESIO, BRUNO Y CAMPANELA: Exitos conclusivos.
METODOLOGIA
1. Presentación de los principales períodos históricos en el desarrollo de la
filosofía medieval.
2. Exposición de los temas y problemáticas que con mayor interés se discuten.
3. Lectura crítica de textos de las obras más sobresalientes y presentación de
ensayos
4. Elaboración de cuadros sinópticos, tablas cronológicas, vocabulario técnico y
otros.
5. Evaluaciones periódicas en forma oral y escrita.
BIBLIOGRAFIA
0.1. INTRODUCCION
El segundo período, escolástica, inicia a partir del siglo IX. El término “escolástica”
(escuela) se refiere a aquellos que se ocupan de la ciencia al interno de las
escuelas, de manera particular a los maestros presente en las escuelas
catedralicias , las escuelas de la corte fundadas por Carlo Magno y más tarde las
universidades. Lo que particularmente define la escolástica es el método que
asume: el pro y el contra de cada interrogativo vienen sometidos a la investigación
racional que converge en una solución. Entre las características fundamentales
están la recuperación y la discusión crítica de las tradiciones a través de la
enseñanza.
A partir del siglo XII las universidades llegan a ser centros de vida cultural. La
enseñanza se ejerce en cuatro facultades principales: Filosofía (artes liberales),
teología , jurisprudencia y medicina.
Las disputaciones que se tenían al interno de la universidad seguían el rígido
esquema del método escolástico. Tal rigidez formal se constituye en el argumento
en contra de la escolástica llevado a cabo en la época del renacimiento.
Las fuentes clásicas de las cuales la filosofía medieval se sirve fueron en particular
modo San Agustín, la tradición neoplatónica, Boecio que transmite la lógica
aristotélica y sucesivamente todos los escritos de Aristóteles.
La escolástica se divide en tres períodos: la pre-escolástica o escolástica primitiva
(IX-XII Sig); la alta escolástica (XII y XIII) y la baja escolástica (XIV).
FILOSOFIA CRISTIANA?
Puede existir sin más una “filosofía cristiana” como tal?, qué tiene que ver Atenas
con Jerusalén? Estas y otras preguntas afectan aún más el problema
característico del pensamiento de la edad media. La lucha por encontrar una
respuesta, por trazar un puente entre la filosofía griega y la fe cristiana, constituye
en una parte esencial la dinámica interna de la época de sus controversias y de su
grandeza.
En sentido amplio, el modo de hacer filosofía propio de sus representantes
durante los siglos en que domina culturalmente el cristianismo, esto es, a finales
de la edad clásica y durante toda la Edad Media. La expresión se empezó a
cultivar cuando, tras la encíclica Aeterni Patris, del papa León XIII, sobre la
filosofía y el tomismo, con ella se designa el conjunto de corrientes católicas de
filosofía que comprendía tanto la neoscolástica tomista, como la escuela escotista,
la escuela suareziana y otras escuelas filosóficas no basadas propiamente en la
filosofía medieval, sino más bien en la corriente agustiniana, como la centrada en
torno al italiano Antonio Rosmini y, en Francia, la llamada «Philosophie de
l'esprit», con Louis Lavelle y René Le Senne como principales representantes.
La filosofía cristiana es, pues, la filosofía que se cultivó en aquellas épocas
pasadas cristianas y la que se seguía manteniendo, como continuación de la
misma, en el ámbito de la iglesia católica en tiempos de León XIII. En sentido
propio, no obstante, la expresión, ya en sí polémica, remite a la discutida tesis que
Étienne Gilson sostuvo contra filósofos católicos, como Blondel, por ejemplo, y
contra autores no católicos, como Bréhier, autor de una conocida Historia de la
filosofía, y Brunschvicg, y que se centró en torno a una discusión en la Sorbona de
París el año 1931. Según Gilson, existe filosofía cristiana propiamente dicha
porque el pensamiento de los autores cristianos, ya sea en la filosofía patrística ya
sea en la filosofía escolástica, supone una aportación positiva peculiar, no
reducible a los contenidos de la revelación ni al desarrollo de los conceptos
filosóficos griegos; en términos más simples, la afirmación de una filosofía
cristiana supone la aceptación de que la escolástica posee una filosofía propia y
original. Según Gilson, las principales nociones cristianas de la filosofía son: el
concepto de ser, en general, que remite a una relación (de creación) entre Dios y
la criatura, y de ser supremo, en concreto, que identifica con Dios; la noción de
causa derivada del acto de creación; la misma idea de creación libre, que lleva a la
de persona humana, como sujeto individual responsable y la antropología que de
aquí se deduce; la «verdad» en relación con la verdad divina y con la orientación
realista de la teoría del conocimiento tomista y escotista; la noción de libertad; la
filosofía de la historia. En cambio, Bréhier sostiene que la «revelación» es ajena a
la crítica racional y que, por consiguiente, no puede establecerse ningún vínculo
entre fe cristiana y filosofía; no hay nociones auténticamente filosóficas y
genuinamente cristianas a la vez; de hecho, la filosofía cristiana fue primero
platónica y luego aristotélica; hay filosofía medieval, pero no es otra que la griega
que se intenta conciliar con la fe cristiana; el cristianismo, en fin, influye tan poco
en filosofía como en física o matemáticas, por lo que de ningún modo existe nada
que pueda llamarse propiamente filosofía cristiana. Según Brunschvicg, los únicos
conceptos verdaderamente filosóficos de la supuesta filosofía cristiana son los de
Tomás de Aquino, que, en realidad, son de Aristóteles.
Nacido en Tarso (Cilicia) de familia judía, fue educado en la secta de los fariseos.
Enfierecido perseguidor de los cristianos. Hacia el año 38 sobre la vía de
Damasco de improviso tiene una visión de Jesús, que lo lleva a una inmediata
conversión al cristianismo. Según la tradición antigua murió mártir en Roma en
torno a los años 65/ 70 d.C. Como testimonio su actividad apostólica se conservan
14 cartas de su predicación cristiana.
En el periodo inicial de la predicación cristiana el primer problema que se afrontó
fue el de la nueva religión y el judaísmo. Se dieron dos tendencias: de una parte la
tendencia a subrayar las diferencias entre las dos concepciones para superar la
rigidez de la ley judía que por su carácter formal no era capaz de estimular las
conciencias; de otra parte se coloca en evidencia la continuidad intrínseca de las
dos doctrinas, no solamente teniendo en cuenta el testimonio que los profetas
habían dado de la futura venida del Mesías, sino también para no incurrir en las
sanciones de la ley romana, hostil a cada forma nueva de culto.
La elaboración docta de la nueva doctrina comenzó con la predicación y los
escritos de Pablo hacia el año 45 d.C. En la obra de Pablo adquiere gran
importancia la dificultad para el hombre de vencer en sí mismo la fuerza del mal, y
por esto acentúa el dualismo entre carne y espíritu y se define el concepto de
pecado, como tendencia innata del hombre.
El pecado adquiere en Pablo una fuerza aterradora de la cual solamente la gracia
de Dios puede salvar. La salvación no es más el fruto solamente de la voluntad
humana demasiado débil de frente a las tentaciones de la carne, sino sobretodo
de la fe en la ayuda divina. A la búsqueda de Dios a través del conocimiento se
agrega la necesidad de la oración, de la penitencia para alcanzar las condiciones
de gracia. A este principio se agrega el de la corresponsabilidad humana en el
pecado y en la redención (“así como por un sólo hombre entro el pecado al mundo
y por el pecado la condena; así por un sólo acto de justicia se ofrece a todos los
hombres la justificación que lleva a la vida”).
El adoctrinamiento mediante la predicación ocasional se va constituyendo en
acción organizada como forma de instrucción religiosa colectiva (es decir, que la
Iglesia de su acción carismática inicial pasa a la acción organizada y
posteriormente institucional). Con la formación jerárquica de la comunidad, con la
constitución de una Iglesia, nace la necesidad de agregar un cierto reconocimiento
de la autoridad terrena. También en la sociedad de los creyentes se va realizando
la jerarquía de valores. Pablo hablará de la necesidad de someterse a la autoridad
superior; porque no hay autoridad que no venga de Dios y aquellas que existen
están dispuestas por Dios.
Con la conversión de muchos patricios a la nueva fe, se presenta la necesidad de
adjuntar el contraste social, en particular en relación al problema de los esclavos.
Junto a la interpretación del reino de Dios, portador de justicia como un reino del
puro espíritu de celebrarse en un modo superior, se abre paso la aceptación de la
esclavitud. Sólo la fraternidad, en sentido religioso, permitirá superar los abusos
sociales; las bienaventuranzas celestes cancelará ofensas e injusticias,
restableciendo el equilibrio perdido sobre la tierra..
Existen en Pablo una defensa de la familia como pilar de orden social y moral; con
los preceptos cristianos con los cuales concluyen sus cartas, coloca en evidencia
no sólo la indisolubilidad del matrimonio sino también el sometimiento de la mujer
al marido. La aspiración a no turbar el estado social constituido viene corroborada
con el principio en el que recomienda a cada permanecer el la condición que el
Señor le ha asignado, clarificando que la esclavitud y la libertad no tienen valor en
relación con la vida terrena, sino solamente en relación con Dios en el mundo del
espíritu.
Gradualmente al acento colocado sobre la reivindicación de la justicia, se pasa a
la exaltación de la resignación, de la docilidad , de la humildad como virtudes que
refuerzan el ánimo y facilitan la aceptación del sufrimiento terreno.
El movimiento en contra de la cultura pagana promovido en nombre de la
simplicidad de los espíritus iluminados por la fe, gradualmente dan lugar a
posiciones de antagonismo cada vez más conciliador. Se inicia la distinción entre
los aspectos aceptables y no aceptables de la cultura pagana que concilian o no
con la doctrina cristiana. Se llegará así a asimilar de aquella cultura los
instrumentos lógicos, las estructuras, el arte de la sutil argumentación descartando
el contenido moral y sustituyéndolo por los contenidos de la fe cristiana.
1.2 PATRISTICA
Los ataques doctrinales que sufre el cristianismo de los filósofos paganos suscita
en algunos cristianos cultos el deseo de defenderlo: es el momento de los
apologistas (Justino ,Tertuliano). Posteriormente surgen los primeros intentos de
exposición sistemática del pensamiento cristiano en términos filosóficos (Escuela
de Alejandría y demás representantes de la alta Patrística). Después de las
invasiones bárbaras, los hombres de la Iglesia tratarán de formar a los nuevos
pueblos elaborando obras y formando escuelas que recojan los conocimientos de
la antigüedad culta y les doctrine en la fe cristiana ( patrística tardía).
El interés de la Patrística para la historia de la filosofía se encuentra no sólo en el
valor intrínseco (correspondiente a una fase del pensamiento) sino en el hecho de
ser el núcleo germinal en el que se ha nutrido toda la tradición filosófica de la Edad
Media cuya acción se ejerce en los siglos posteriores condicionando el
planteamiento de los problemas filosóficos dentro del cristianismo.
El contacto entre “saber racional” y “saber religioso” influye recíprocamente
matizando tanto el énfasis filosófico como teológico. La filosofía occidental en
adelante tendrá un nuevo elemento de origen extrafilosófico, de inquietante valor
existencial: la revelación cristiana, frente a cuyos postulados se pronunciaran
implícita explícitamente todos los pensadores que entren en contacto con la
filosofía occidental.
PADRES DE LA IGLESIA
Ubicados a mediados del sigloII y comienzos del sigloIII, los Padres Apologistas se
dedican a la defensa (apología) y justificación del cristianismo contra los ataques
de filósofos paganos, entre ellos se destaca Celso, quien inicia no sólo un contacto
con la cultura y filosofía griega ambientales, con la que entra en diálogo, sino
también un ejercicio de razonamiento sobre cuestiones religiosas. El cristianismo,
en general, se identifica con los mejores aspectos de las doctrinas paganas,
haciéndolos suyos, incorpora nociones y terminología (como la de logos)
expresivas para el cristianismo y toma contacto con la filosofía estoica y el
platonismo medio, y tiende finalmente a sustituir la filosofía como forma de vida
por el cristianismo como nueva forma de vida que la supera. Entre los apologistas
que escriben en griego, son célebres Cuadrato, Justino, Taciano, Atenágoras, el
Pseudo-Justino, Teófilo de Antioquía y Hermias. Y entre los que escriben en latín,
Minucio Félix y Tertuliano.
1.2.2.1 JUSTINO
Filósofo y mártir, nacido en Flavia Neápolis en el primer cuarto del siglo II.
Descendiente de padres paganos, se hace cristiano en la madurez, muere
ejecutado alrededor del 165. Bajo el título apología Justino dirigió dos escritos
apologéticos del cristianismo al emperador Antonio Pio. El Diálogo con el judío
Trifón nos permite seguir la evolución personal de Justino en su paso de la
filosofía griega al cristianismo. La forma en que plantea los problemas teóricos y la
estructura interna de su posible respuesta, son típicas del encuentro de la filosofía
griega con el cristianismo en su fase temprana. Conforme a la concepción de la
época toda filosofía debe en última instancia proseguir una meta religiosa, buscar
a Dios a través de la verdad, es decir, encontrar una respuesta a las preguntas
fundamentales. Al definir la relación existente entre filosofía y teología no trata de
establecer una alternativa excluyente, sino una posibilidad de coordinación
positiva de ambas. Se propone examinar si la verdad del pensamiento filosófico de
los griegos puede estar en contradicción con la verdad que Dios ha revelado.
El valor de la filosofía: En su Diálogp con Trifon tiene la convicción de que la
filosofía es un bien de alto valor y también del agrado de Dios. “tan sólo la filosofía
nos conduce y une a él”. En el neoplatonismo encontró un sistema de ideas
universales y la posibilidad de contemplar muy pronto a Dios, “objetivo de la
filosofía de Platón”. La filosofía es para él “el saber y el conocimiento de la verdad
de la verdad; y la felicidad, la recompensa por ese saber y verdad”. Al interrogante
de cómo pueden llegar los filósofos a una verdadera afirmación sobre Dios, de si
lo pueden hacer tan sólo con la razón, dado que no poseen conocimiento alguno
de él, Justino intenta responder con Platón: el espíritu humano estaría hecho de tal
forma que llevando una vida adecuada estaremos en condición de contemplar el
ser mismo, el alma sería afín a Dios, sería en sí misma algo divino o parte del
espíritu divino. Los problemas y las preguntas que plantea la filosofía griega y el
cristianismo, son los mismos. Pero la filosofía con su exclusivo apoyo en el
pensamiento humano, es fundamentalmente incapaz de dar una respuesta
segura. Las respuestas seguras a las preguntas fundamentales del hombre se
pueden dar tan sólo desde Dios; y eso es lo que ha acontecido a través de los
profetas y a través de Cristo. La filosofía helenística es, pues, incapaz de alcanzar
sus objetivos originalmente religiosos; lo que ella puede promover, lo cumple el
cristianismo, por ello es verdadera filosofía. De esta manera Justino logra integrar
la filosofía y su proprio origen filosófico en un todo. El saber es acogido por la fe a
la que el se subordina. La relación entre fe y saber ha llegado así a la primera
definición.
La función mediadora del logos.
Dios no tiene ni principio ni fin, ni figura ni nombre. El Logos es el “primogénito” de
Dios, él mismo Dios, pero distinto en número; la creación, la revelación y la
salvación se producen por medio del logos. En Cristo la totalidad del logos (pas
logos) se hizo hombre, y por ello el cristianismo posee la verdad absoluta. Pero
esto no significa que no haya en absoluto un conocimiento de la verdad fuera del
cristianismo; toda verdad, sin embargo, ha de remitirse al logos. Este vínculo pre y
extracristiano con el logos se apoya en la idea de que todo hombre participa del
logos en distinta medida a través de la razón. Para esta tesis, Justino recurre a un
concepto del estoicismo o habla de simiente o germen del logos (sperma tou
logou). La razón de que aún los poetas y los filósofos se contradigan con
frecuencia es que tampoco ellos conocían la totalidad del logos. Pero todo lo
verdadero que puedan haber conocido lo deben al logos (Apología II,10).
Paralelamente al vínculo interior mediante el logos, para Justino al igual que para
Filón, existe un vínculo exterior; estaba convencido de que los griegos conocían
las Escrituras de Moisés:
“La doctrina de la libertad moral - dice Justino- la tomo Platón de Moisés, ya que
conocía todo el Antiguo Testamento. Y cuanto han afirmado los filósofos y poetas
sobre la inmortalidad del alma, sobre los castigos después de la muerte, sobre la
contemplación de las cosas celestiales y temas análogos proviene originalmente
de los profetas judíos. Ellos difundieron la simiente de la verdad por todas partes,
si bien su defectuosa recepción ha causado la oposición de posturas” (Apología I,
44).
Con esta doble referencia del conocimiento del logos hecho hombre en Cristo, se
pone de manifiesto la pretensión universalista cristiana de Justino: cuanto alguna
vez fue reconocido como verdad es en su último fundamento, cristiano (Apología
II,13).
Esta posición epistemológica tiene una correspondencia en el contexto de la
redención, que parece haber sido para Justino lo realmente acuciante y, por ende,
decisivo: quienes hayan vivido conforme a la ley del logos, tanto Abraham como
Sócrates, eran cristianos; lo que para Justino significa que fueron redimidos por
Cristo (Apología I,46).
En esta interpretación de la realidad se perfilan ya en Justino los primeros esbozos
de la historia de la filosofía. El logos que es fundamento de la verdad y portador de
la salvación, es odiado y acechado por los demonios. Y los hombres, en tanto
partícipes del logos, comparten ese destino. Visto así Heráclito y Sócrates no son
sólo cristianos anónimos, sino también mártires cristianos (Apología I,46). Todo
aquello que desde siempre marcó y gobernó la filosofía y a los hombres se
prolonga sin solución de continuidad en el cristianismo, llegando en él a la
culminación de su evolución: el vínculo con el logos. Por ello el cristianismo es la
verdadera filosofía.
Conjunto de escritores que, desde el s. III hasta el s. VIII (hasta Juan Damasceno
[† 749], en oriente, y hasta Gregorio Magno [† 604] o Isidoro de Sevilla [† 636], en
occidente) llevan a cabo sus enseñanzas en contacto relativamente íntimo con la
cultura y la filosofía griegas, de modo que transmiten su pensamiento en términos
y categorías propios de la filosofía de su época (el «platonismo medio»).
Pertenecen a las escuelas constituidas a partir de la incorporación del platonismo.
Tales escuelas se localizan, en un primer momento, en Alejandría y Antioquía,
para los padres de la Iglesia de Oriente, y luego en el mundo romano: África del
norte, Italia, Francia y España, para los padres latinos. Por este motivo se
distingue entre padres de oriente y padres de occidente, que se diferencian, no
sólo por la distinta lengua empleada (el griego ya acostumbrado a la especulación
filosófica y teológica, y el latín con poca tradición filosófica y ninguna teológica),
sino también por cierta actitud que puede describirse en general, para los padres
griegos, como más abierta a la filosofía y al discurso racional, y más apegada a la
peculiaridad y ortodoxia religiosa entre los padres latinos. Tertuliano expresa con
rotundidad esta postura con su conocida frase: «Creo porque es absurdo».
Escuela de Alejandria
Desde los tiempos de la predicación apostólica existía en Alejandría una
numerosa comunidad cristiana de cultura griega con maestros notables,
preocupados por mantener un cristianismo ilustrado. En las últimas décadas del
siglo II se formalizó una escuela regular y permanente que se denominó
Didaskalion que tenía como fines instruir a los cristianos, catequizar a los
catecúmenos y atraer a los gentiles. En ella se enseñaban las artes liberales, la
filosofía y la Sagrada Escritura constituyendo los primeros intentos de exposición
sistemática del pensamiento cristiano a partir del marco cultural de la época. El
primer director de la escuela de Alejandría fue San Panteno, ilustre ateniense
formado en el estoicismo que coloco a la escuela en un lugar prestigioso y atrajo
numerosos discípulos. Le sucedió en la dirección de la misma, Clemente de
Alejandrino.
Razón y revelación
La cuestión de la relación entre filosofía y teología no representa un problema
exclusivamente teórico. Tenía alto aprecio a la filosofía griega y por este motivo
lucha contra la tendencia antifilosófica que consideraba a la filosofía como
superflua para un creyente, ya que según esta tendencia basta la sola fe para la
salvación eterna, puesto que la filosofía es invento del demonio (en el siglo XI
Pedro Damián volverá a adoptar esta posición). Clemente reprueba esta posición
afirmando que la filosofía ha sido deseada por Dios y es por ello buena, en cuanto
conduce a los hombres a la virtud; los hombres perversos no se ocupan de la
filosofía (VI 17).
La filosofía cumple una misión en la historia salvífica. La filosofía griega era par el
pagano una educación orientada hacia Cristo. La fuente de la verdad era la razón
por la cual Dios guiaba con la iluminación natural. Clemente establece un
paralelismo entre razón natural y el A.T. Los profetas corresponden a los grandes
filósofos, ambos son deseados por Dios y conducen hacia Cristo. Clemente, como
Justino, atribuye a la filosofía el valor de conducir a una vida recta, a través del
conocimiento de la verdad. Clemente compara la historia de la verdad con dos
corrientes que confluyen en la verdad cristiana. En el fondo de esta imagen se
encuentra la especulación sobre el logos.
En el logos se ha manifestado la totalidad de la verdad y en el deben reunirse en
una totalidad los granos de verdad esparcidos en las distintas filosofías; y ello es
capaz de realizarlo tan sólo la fe (I, 13,57).
En Clemente se perfilan los primeros pasos de una cierta autonomía de la filosofía
dentro del marco del cristianismo. Algo que más tarde haría posible la teología. La
filosofía es importante y provechosa para el cristiano ya que tan sólo por la
filosofía se hace el cristiano capaz de hacerse responsable de su fe. Tendrá armas
para defender su fe contra los sofistas (I,5).
El filosofar es un oficio deseado por Dios, es compatible con el cristianismo. En el
hombre la fe y el saber se distinguen tan sólo por su objeto y representan dos
facultades de una misma actividad espiritual (la phronesis). Recibe el nombre de
pensamiento (noesis) cuando se refiere a las causas primeras. En su camino a la
demostración el pensamiento se hace conocimiento (gnosis), sabiduría (sophia) y
ciencia (episteme).
Cuando la actividad espiritual se dirige a objetos de devoción se llama fe (pistis).
Al dirigirse hacia las cosas patentes se habla de la opinión correcta (doxa arte),
arte en las ciencias manuales. Clemente comprende la fe y la razón como
actividades diferentes de una única capacidad humana la phronesis. Desde el
punto de vista material la fe es superior al saber. Desde la fe se pueden distinguir
lo verdadero de lo falso en los filósofos, ya que estos nunca conocieron la verdad
plena.
Clemente esta convencido de que la filosofía griega no posee muchos elementos
inaceptables para el cristianismo (casi que se puede asumir sin muchos
problemas). Tan sólo excluye como ateo a Epicuro (I,1. Cf. p. 60).
La fe es un preconcepto que se acepta de libre voluntad, no es una conclusión
sino presupuesto y condición de posibilidad de conciencia de fe. Clemente se
apoya en la Sagrada Escritura para decir: “si no creéis no comprendéis” (Is 7,9). Y
de esta manera empieza a gestar el “credo ut intelligam”. Toda la especulación
cristiana tiene la fe como base y punto de partida del conocimiento de la verdad.
La fe se perfecciona con el conocimiento de la fe que es más que simple fe. El
gnóstico por ello es el creyente perfecto. Clemente propone una gnosis
genuinamente cristiana, aun cuando las influencias platónicas sean patentes. Así
como el cristianismo representa la filosofía auténtica y verdadera, la verdadera
gnosis es la que parte de la fe cristiana. El verdadero gnóstico es por ello el
cristiano perfecto y viceversa. Con ello el cristiano perfecto invade el ámbito de la
mística.
Defiende que las almas proceden, por voluntad divina, de un mundo de seres
espirituales preexistentes. Dichos seres espirituales habrían ejercitado su libertad,
de manera que los que se alejaron de Dios dieron lugar a los demonios; los que se
mantuvieron junto a Él, originaron los ángeles y las almas de los humanos estarían
en un lugar intermedio, y habrían recibido el cuerpo como castigo. El alma de
Jesús se habría mantenido unida junto al Verbo, identificándose con él.
De entre los casi ochocientos escritos que se le atribuyen destacan: Acerca de los
principios (en cuatro libros); Contra Celso (escrito en ocho libros en contra del
filósofo neoplatónico de este nombre), y diversos Comentarios: a San Juan, La
Resurrección, Los Salmos, y el Génesis. Destaca también su labor filológica en la
presentación de su Biblia conocida como Hexapla.
Ninguna duda y ningún error pueden poner en tela de juicio o suprimir la siempre
previa verdad de la existencia de aquel que se equivoca o duda.
Más allá de los juicios de la conciencia, Agustín amplía la esfera de las verdades
evidentes, incluyendo precisamente la lógica - o la dialéctica - formal en que se
apoyaban los escépticos para sustentar es escepticismo. Demuestra que las
proposiciones hipotéticas pueden ser formuladas de tal forma que sean siempre
acertadas desde el punto de vista de la lógica formal; por ejemplo la afirmación: si
solamente existe un sol, no existen dos soles. Y lo mismo vale para la ley de la
lógica según la cual de dos proposiciones contradictorias una siempre tendrá que
ser verdadera y la otra falsa . Esta verdad de la lógica formal es para Agustín un
argumento a favor de la facultad de la razón humana de acceder a la verdad
independientemente de las experiencias de los sentidos (Contra académicos III
13,29).
“He aquí que de lo único que no puedo dudar, por más que apure y extreme mi
voluntad de hacerlo, es de que estoy dudando. Pero dudar es pensar y pensar es
ser. Estoy dudando, estoy pensando; luego soy, existo(je pense, donc je suis).
Todas las demás cosas, incluso mi propio cuerpo, podrían no existir, podrían ser
puras ideas, imaginaciones o sueños mios; pero mi proprio imaginar o soñar, mi
proprio idear o pensar, eso es, existe; es decir yo existo indubitablemente”.
(Discurso del Método, introd. Antonio Rosdríguez. Orbis Barcelona 1983 p.25).
El fallor ergo sum agustiniano y el cogito ergo sum cartesiano se proponen rebatir
igualmente el escepticismo, pero sus fines son muy distintos. La intención de
Agustín no es reflexionar sobre las condiciones de posibilidad del conocimiento
humano, y tampoco le atañe el planteamiento de la filosofía trascendental, su
interés es la trascendencia, la búsqueda de Dios en tanto que verdad absoluta y
meta de la aspiración humana a la bienaventuranza. No examina qué sea capaz
de rendir el conocimiento, sino que se propone mostrar cómo el hombre alcanza
aquello para lo que ha sido creado. Los conocimientos epistemológicos que de
esta labor resultan son, para él, presupuestos irrenunciables para alcanzar la meta
pretendida. Pero esta meta no consiste en un principio absoluto personal, sino en
el Dios trino de la revelación cristiana, cuyos vestigios trinitarios se pueden
encontrar en la creación entera.
1.3.3 La vía del conocimiento de la verdad. “Nolli foras ire, in te ipsum redi”.
En su encuentro con el platonismo San Agustín encuentra como núcleo básico la
autonomía del mundo inteligible del mundo espiritual (Conf. VII,9) que comporta
consecuencias que marcan su forma de pensar. De está forma encuentra
respuesta a su pregunta inicial provocada tras la lectura del Hortensius: existe una
verdad permanente, inmutable y eterna. El mundo espiritual al que pertenece el
alma es más real que el mundo de las experiencias sensibles. Las cosas
individuales y concretas son tan sólo reproducciones, remedos inauténticos y
cambiantes de la realidad auténtica y permanente de la idea. La vía del
conocimiento de la verdad no puede pasar por los sentidos del hombre; el
conocimiento verdadero esta reservado al pensamiento puro.
“Nolli foras ire, in te ipsum redi...illud ergo intende, unde ipsum lumen rationis
accenditur”. Inspirado directamente en Plotino invita a ir dentro de sí mismo, al
interior, para hallar la verdad. Se trata, como lo formula Karl Jaspers, de una
“metafísica de la experiencia interior” donde se perciben rastros de la doctrina
platónica de la hipóstasis: lo Uno (hen), lo noético (nous) y lo psíquico (psykhe),
triada que tiene su correspondencia en los conceptos agustinianos de Dios, las
ideas y el alma humana.
La idea de que la materia sensible tiende al no ser, forma parte de éste ámbito
filosófico, tanto como la interpretación del mal como privatio entis como carencia
de lo que debería ser.
La idea de la iluminatio, como condición de posibilidad del conocimiento humano
de la verdad, se basa también, en su estructura interna, en la doctrina de la
emanación de Plotino. El esquema del retorno del alma a la unidad se refleja en
Agustín en la idea de la ascensión hacia la perfección metafísica.
Desde un principio, Agustín vincula estrechamente la cuestión de la verdad a la
cuestión de la felicidad. El conocimiento de la verdad es la felicidad del hombre, o
del alma ya que tan sólo el alma espiritual posee la facultad de participar de la
verdad permanente. Si el conocimiento de la verdad significa la felicidad del alma,
el hombre deberá distanciarse todo lo posible en su vida práctica del mundo de los
sentidos, orientándose hacia ese más allá donde puede realizar su sentido vital. A
partir de estos elementos se debe entender la ética y la ascética de Agustín. El
mundo de nuestra experiencia y la vida del hombre no poseen en sí mismo un
valor proprio, son sólo referencias a otra realidad, son medios por los cuales
alcanzar otra meta. Se atribuye al mundo y a la corporeidad humana la
negatividad de lo que no debería ser propiamente y debe ser superado. El
dualismo ontológico y antropológico constituye una condición esencial en el
pensamiento agustiniano.
La verdad lógica, entendida como cualidad de juicio, en esencia la conformidad de
nuestros enunciados con la efectiva realidad del objeto, en Agustín queda
relegada a un segundo plano para dejar en su luminosidad lo que constituye el
fundamento de la verdad: las ideas y razones eternas en el espíritu de Dios. Y
puesto que estas ideas son de Dios, puede decirse que Dios es la verdad. De esta
forma la verdad se ha convertido en algo ontológico. “La verdad es lo que es”
(verum est id quod est); en esta expresión “lo que es” no significa ya la
conformidad del juicio con la cosa, sino los modelos o tipos en la mente de Dios.
En ellos ve Agustín, al igual que Platón, el ser verdadero, el “ser en verdad”.
1.3.7 Agustinismo
1.3.8 Iluminación
Teoría epistemológica que sostiene que sólo hay conocimiento si de alguna
manera el entendimiento humano recibe ayuda del entendimiento divino; esta
ayuda se concibe metafóricamente a modo de luz. La propone por vez primera
Agustín de Hipona al afirmar que el origen de la verdad y del conocimiento es
Dios. El hombre llega al verdadero conocimiento por un punto de contacto interior
con «la Verdad», en la razón o el alma, que es imagen de Dios, a donde llega la
iluminación divina. Tal iluminación, que se ha intentado explicar de muy diversas
maneras, ha de ponerse en relación con la teoría de la reminiscencia platónica -
conocer es recordar ideas-, en la que se sustituye el «recordar» por el reconocer
una concordancia y una relación entre la idea que está en el alma y las razones
(formas o especies) de la mente divina. Esta concordancia, que se alcanza por la
pureza de vida, supone que el hombre participa, en la posibilidad de conocer la
verdad, de uno de los atributos divinos. Malebranche renueva la tesis del
iluminismo sosteniendo que el hombre alcanza el conocimiento de las verdades
fundamentales percibiéndolas directamente «en Dios», lo cual no es sino una
aplicación epistemológica de su ocasionalismo; a esta postura se la llamará más
tarde ontologismo.
1.4 BOECIO
Anicius Manlius Torquatus Severinus Boethius (475/480- 524).
1.5 CASIODORO
Dado que, por una parte, su obra es propiamente neoplatónica pero, por otra
parte, se consideraba escrita por un discípulo directo de San Pablo, las evidentes
discrepancias con respecto a la ortodoxia cristiana tendieron a ser difundidas. No
obstante, a pesar de su inspiración neoplatónica, el Pseudo-Dionisio no es
propiamente monista ni panteísta ni emanatista. Ahora bien, en la medida en que
los filósofos posteriores desarrollaron sus tesis coherentemente, originaban un
pensamiento que introducía en el mero formulismo teológico oficial de la Iglesia,
un elemento de problematicidad que tuvo en Escoto Eríugena a su representante
más destacado, por lo que tuvo el mérito de abrir caminos críticos dentro de un
pensamiento que tendía a la esclerotización.
2. ESCOLASTICA
Filósofo y teólogo irlandés, que se llamó a sí mismo «hijo del Eire», Erígena.
Educado en un monasterio de Irlanda, entre 840 y 847 pasa a Francia, para dirigir
la Escuela Palatina en la corte de Carlos el Calvo. A sugerencia de los obispos de
Reims y de Laon, interviene en la llamada «disputa carolingia de la
predestinación», surgida entre Hincmaro de Reims y Godescalco, o Gottschalk, el
cual sostenía la doble predestinación, de los justos a la salvación y de los malos a
la condenación. Su respuesta a la cuestión, el libro De praedestinatione (851),
inspirada en Agustín de Hipona, no satisfizo a la ortodoxia de la Iglesia, que la
condenó en dos concilios. Por encargo del emperador, tradujo las obras de
Dionisio Areopagita, el Pseudo-Dionisio, obra sumamente leída durante la Edad
Media. Añadió a ésta otras traducciones de obras de padres de la Iglesia griegos,
de Máximo el Confesor y de Gregorio de Nysa, y por ellas conoció occidente
buena parte del pensamiento teológico oriental y ellas fueron también el
fundamento de su obra más notable y una de las más importantes de la Edad
Media: De divisione Naturae [Sobre la división de la naturaleza] (entre 862 y 866),
también llamado Periphyseon. Mediante un diálogo entre el maestro (Nutritor) y
discípulo (Alumnus), expone de forma sistemática una articulación de la realidad
(la naturaleza), según una vía ascendente y otra descendente, tal como sugería la
dialéctica platónica. La totalidad, o el ser, se divide en cuatro dimensiones o
clases:
1) la naturaleza que crea y no es creada;
2) la naturaleza creada y que crea;
3) la naturaleza creada y que no crea, y
4) la naturaleza no creada y que no crea.
argumento ontológico
Argumento sobre la existencia de Dios, considerado por Kant como «el único
argumento posible», que se basa en que la sola noción de la esencia de Dios
basta para probar su existencia. Se trata de un argumento a priori, propuesto por
vez primera por el filósofo medieval Anselmo de Canterbury, en su obra
Proslogion (cap. 2). El punto de partida es una definición, o idea o concepto de
«Dios» hecha de tal modo que hasta el «insensato», o necio, citado por el Salmo
14,1, y que dice que «Dios no existe», ha de admitir por el solo hecho de pensar
que Dios no existe. Dios es, en efecto, «el ser más perfecto que puede pensarse».
Puestos a pensar lo máximo o más perfecto, debemos pensarlo como existente,
porque en caso contrario no pensaríamos lo máximo. Por tanto, no tenemos más
remedio que pensar a Dios como existente. La prueba iba dirigida contra Gaunilón,
monje del monasterio de Marmoutiers, que negaba toda posibilidad de demostrar
la existencia de Dios, y que le replicó que, de pensar en una cosa, no podemos
concluir que tal cosa exista en la realidad, así como tampoco por el hecho de
pensar en la mejor de las islas del océano nos está permitido suponer que existe
una isla, llamada Perdida, en el océano. Suele decirse que Anselmo de
Canterbury no pretendía una prueba meramente lógica, sino una comprensión
racional de lo que ya «sabía» por la fe. Los argumentos anselmianos no
convencieron al monje «insensato» Gaunilón, y han sido discutidos por muchos a
lo largo de la historia. Tomás de Aquino, que ya mantenía la distinción medieval
entre esencia y existencia (introducida por Avicena), sostuvo, por un lado, junto
con otros muchos escolásticos, que del argumento se sigue sólo que Dios existe
en el entendimiento, esto es, que no es una noción contradictoria, y, por el otro
lado, que los argumentos sobre la existencia de Dios han de ser a posteriori.
Descartes, en cambio, lo aceptó e hizo propio en sus Meditaciones metafísicas
(Parte 5): la existencia de Dios va unida a su concepto igual como a la naturaleza
del triángulo rectángulo va unido el que la suma de sus ángulos valga dos rectos o
como el concepto de valle va unido al de montaña. Su contemporáneo Gassendi
rechazó el argumento. Kant hizo la crítica definitiva al sostener que la «existencia»
no es un predicado real que pueda añadirse a las cualidades del concepto, de
modo que un concepto pensado como existente no posee más características
esenciales que un concepto simplemente pensado: cien táleros en el bolsillo valen
lo mismo que cien táleros pensados; pero éstos no existen, aquéllos si, aunque
que existan debe probarse, no simplemente pensándolos, sino a través de la
experiencia. Por consiguiente, el enunciado «Dios existe» debe tratarse como un
enunciado sintético.
El centro intelectual más importante en la primera mitad del s. XII, hasta que fue
eclipsado por la universidad de París. Fundada por el obispo Fulberto en 990,
alcanzó fama en filosofía con Bernardo de Chartres y otros escolásticos
posteriores, como su hermano Teodorico, Gilberto de la Porrée, Guillermo de
Conches, y Clarembaldo de Arras. Se conocen las doctrinas de esta escuela sobre
todo por el Metalogicon, de Juan de Salisbury. Sus diversos componentes
comparten, además de un amplio conocimiento de los autores de la tradición
clásica y de los primeros escolásticos, un platonismo cristianizado, que proviene
sobre todo del Timeo de Platón, conocido a través del comentario de Calcidio,
neoplatónico del s. IV d.C., y de los escritos de Séneca, Boecio y Agustín de
Hipona, y por lo mismo una postura realista en la disputa de los universales.
Bernardo de Chartres, llamado el «gramático» y considerado el más platónico de
su tiempo, cultiva el estudio de la gramática latina según la tradición clásica y
acude a las teorías de Platón para la solución de los problemas que suscita.
Gilberto de la Porrée (1076-1154), discípulo de Bernardo, fue también como él
canciller de la escuela, metafísico y lógico influyente, y obispo de Poitiers.
Teodorico de Chartres, hermano de Bernardo, canciller asimismo de la escuela,
destaca por la vastedad de su cultura clásica y por haber intentado concordar el
relato de la creación del Génesis con la física de su tiempo; alude ya a la noción
del impetus.
El más importante de los miembros de esta escuela es, no obstante, Juan de
Salisbury, culto escolástico inglés, obispo de Chartres, y autor de un poema sobre
los sistemas filosóficos antiguos.
La escuela se caracteriza por impartir una enseñanza cultísima, de acuerdo con su
tiempo, del trivium y el quadrivium, donde tienen cabida autores cristianos y
paganos. A los estudiantes que se quejaban de la dureza de la enseñanza de
estas «humanidades», a quienes se llamaba «cornificienses» (de Cornificius,
detractor de Virgilio), les aconsejaba Gilberto de la Porrée que se dedicaran más
bien al oficio de panaderos.
2.1.5 LA MISTICA
De esta manera, concibe la historia como un ascenso en tres etapas: la edad del
Padre fue la edad de la ley, gobernada por la laboriosidad, el trabajo y el temor; la
edad del Hijo ha sido la edad del Evangelio, gobernada por el estudio, la disciplina,
la fe y la sumisión filial; la edad del Espíritu será la edad gobernada por la
contemplación, la esperanza, la alegría y la libertad, y se caracterizará por una
completa palingenesia. A la Iglesia jerárquica le sucederá una Iglesia más
espiritualizada basada en una religión espiritual interior. Esta concepción de la
historia no cristocéntrica, sino trinitaria, originó el movimiento joaquinista de gran
importancia en la historia medieval y ejerció gran impacto en la rama más rigorista
de la orden franciscana. Se trataba de un movimiento renovador de corte religioso
y político arropado por una teología profético-escatológica. A finales de la Edad
Media, su influencia se deja sentir todavía en autores como Dante o Savonarola, y
en la teología y filosofía alemana. Ya en la época moderna, se ha señalado la
influencia de las especulaciones de Joaquín de Fiore en autores como Lessing,
Schelling, Fichte, Hegel, en la ley de los tres estadios (teológico, metafísico y
científico) de Comte, y en las tres etapas históricas fundamentales (comunismo
primitivo, sociedad de clases y comunismo final) que concibe el marxismo.
Filósofo judío nacido en Málaga, el primer filósofo judío español y uno de los
pensadores hebreos más importantes de la Edad Media, a quien los cristianos
conocían como poeta religioso, autor de La corona real. Su obra filosófica,
atribuida entonces a un árabe al que llamaban Avicebrón o Avencebrol, cuyo título
en la traducción latina es Fons vitae [Fuente de la vida], escrita en árabe, fue
criticada por Alberto Magno y, sobre todo, por Tomás de Aquino, y acusada de
materialismo, por defender que el entendimiento piensa por su propia naturaleza
material, y de neoplatonismo, respectivamente. Avicebrón es partidario del
hilemorfismo universal: todo menos Dios, es materia y forma, también las
sustancias espirituales. A esta orientación aristotélica básica añade la de entender
la filosofía como orientada a unir el alma con el mundo inteligible, que tanto es el
entendimiento separado, de Aristóteles, como el mundo de las ideas de Platón.
Para Avicebrón, filosofía es «conocimiento de sí mismo».
Al lado de la escuela de Paris, Oxford constituye la otra gran puerta hacia la alta
escolástica. Asume una actitud crítica ante Aristóteles. El espíritu de la escuela
está más ampliamente abierto a los conocimientos de las ciencias naturales de los
árabes, se cultiva la herencia de Chartres, se impulsa la matemática y la física,
que gozan de atención mucho más limitada en París. La postura general de la
escuela, como la de la filosofía inglesa, es empírica, manteniendo fidelidad al
platonismo agustiniano. Los comienzos de Oxford se relacionan con los
franciscanos invitados por el fundador de la escuela Roberto Grosseteste.
Primun cognitum
Convencido de que Aristóteles se encuentre en el error al anteponer el estudio de
la realidad sensible a la teología, Buenaventura opta por el platonismo cristiano
siguiendo la línea filosofico-teológica de Agustín y de Anselmo adoptando, no
obstante, un lenguaje aristotélico. Coloca a Dios en el primer puesto, argumenta
también que El es el primun cognitum para el hombre: en la mente del hombre
esta innata hay una cierta noción o idea de Dios, que perfecciona a través de la
reflexión, pero suficiente para comprender que Dios no puede no existir. El mundo
proviene por creación de Dios y se distingue por la intrínseca composición de
forma y de materia, presente también en las sustancias angélicas y celestes.
Cuestión típica de la filosofía escolástica, con la que quiere expresarse que los
seres finitos no poseen el ser de por sí mismos, sino que lo poseen como recibido
(del ser que subsiste por sí mismo: esse subsistens). Tomás de Aquino defiende
una distinción real entre la esencia y la existencia de los seres finitos, que vienen a
ser como dos elementos metafísicos que entran en la composición del ente, a
modo de acto y potencia: hilemorfismo. Esta distinción real, no admitida por todos
los escolásticos, fue una de las características con que se identificó al tomismo
(esencia S. th. I q.4, a.1, ad 3; existencia S. th. I q2, a4).
La docta ignorancia
Nicolás de Cusa, inspirándose en la tradición socrática de la propia
ignorancia («Sólo sé que no sé nada») y en la tradición de la teología negativa de
algunos padres de la Iglesia y de algunos escolásticos -respecto de Dios, las
negaciones son verdaderas-, sostiene que tanto Dios como el universo o la verdad
son infinitamente distantes para el entendimiento humano, de forma que, por más
aproximaciones que se hagan en busca de su conocimiento, nunca lo finito
alcanza y comprende lo infinito, y siempre son posibles otras nuevas
aproximaciones, con lo que el conocimiento humano de tales temas nunca es
propiamente conocimiento, sino ignorancia ilustrada, y al máximo conjetura.
La prueba de esta imposibilidad de conocimiento positivo está en que el
entendimiento humano se fundamenta en el principio de no contradicción,
mientras que lo infinito, sobre todo referido a Dios, que paradójicamente es lo
máximo y a la vez lo mínimo, la unidad donde está todo, supone la coincidencia de
opuestos (coincidentia oppositorum). Esta contradicción inabarcable el
entendimiento humano sólo puede explicarla mediante metáforas (a menudo de
índole matemática: el diámetro de un círculo infinito coincide con la línea curva de
la circunferencia que delimita).
3. HUMANISMO Y RENACIMIENTO
INTRODUCCION
1. La tradición mágico-hermética
Los escritos atribuidos a Hermes Trismegistos, el llamado corpus hermeticum,
considerados auténticos por la antigüedad y por el cristianismo de los primeros
siglos, lo son también para los humanistas, una vez traducidos por Marsilio Ficino,
hacia 1460. Ayudan a romper la imagen religiosa medieval del mundo y a construir
una nueva, que armoniza la naturaleza, la alquimia, la magia y la religión. Los
humanistas aceptan de buen grado estos escritos del «tres veces grande» -en
realidad compuestos por filósofos paganos hacia los siglos II y III d.C., que
combinan el platonismo, con la simbología cristiana, la gnosis griega y el
pensamiento mágico- que, por un lado, hablan de la salvación del hombre a través
del propio conocimiento y, con mayor precisión que los libros de la Biblia, de la
encarnación del Logos, y, por el otro, de una simpatía por afinidad de todo, del
cielo y la tierra, del hombre y la naturaleza, que unifica el cosmos y lo hace
comprensible y dominable por el hombre por el poder del conocimiento, según el
adagio renacentista «el hombre sabio domina el mundo»; por eso, algunos de
ellos son conocidos también como «magos».Se añaden a estos escritos
herméticos, los Oráculos Caldeos, escritos en el s. II d.C., que mezclan el culto a
los astros, con la magia, el platonismo y las religiones orientales. Compuestos en
realidad por Juliano el Teúrgo, pero atribuidos a Zoroastro, a quien se considera
también profeta -como a Hermes-, divulgan la «teurgia», o arte de la magia con
fines religiosos. Los humanistas consideraron también auténticos los Himnos
Órficos -elogios a divinidades-, escritos que contienen una mezcla de doctrinas
órficas, estoicas y cristianas antiguas.
3.1 LITERATURA
3.2
3.1.1 FRANCISCO PETRARCA (1304-1374)
Es considerado el iniciador del humanismo en cuanto propone el retorno en sí
mismo para buscar el conocimiento de la propia alma y el redescubrimiento de la
elocuencia de las humanae literae ciceronianas: la verdadera sabiduría consiste
en el conocerse a sí mismo y el método para realizar esta sabiduría esta en las
artes liberales cultivadas oportunamente, es decir, como instrumentos de
formación espiritual. Rehaciendo al Platón del Fedón, Petrarca definió la
verdadera filosofía como pensamiento y meditación sobre la muerte.
3.2 ETICA
3.3 NEOEPICUREISMO
3.4 NEOPLATONISMO
El Platón que conocen los humanistas está constituido fundamentalmente por los
diálogos platónicos que se editan en el s. XV y el neoplatonismo que recoge todas
las interpretaciones y tradiciones antiguas añadidas a las doctrinas platónicas: el
escepticismo, el eclecticismo de la época helenística, Plotino, el Pseudo-Dionisio y
la tradición mágico-hermética.
Al platonismo conocido de la Edad Media, se añade toda la tradición platónica de
las bizantinos, que llega a Italia en tres ocasiones distintas: a comienzos del s.
XIV, con los primeros sabios griegos que llegan a Florencia a enseñar griego a los
humanistas; en 1439, con ocasión del concilio de Ferrara-Florencia; en 1453, a
causa de la caída de Constantinopla. Con ellos llegan también sus disputas
internas acerca de la primacía entre Platón y Aristóteles, sostenidas sobre todo
por Jorge Gemisto Plethon (1355-1452), Jorge Scholarios Gennadio (1405-1492) y
Bessarión (1400-1472), que intenta la conciliación.
Existe también la tradición occidental platónica, de origen medieval (Pseudo-
Dionisio y Escoto Eriúgena), cuyo mayor exponente es Nicolás de Cusa,
continuada luego por la Academia Florentina.
Aparte de Nicolás de Cusa, que no es considerado ni exclusivamente medieval ni
propiamente humanista, y que sigue la línea medieval platónica marcada sobre
todo por los escritos del Pseudo-Dionisio, los humanistas propiamente platónicos
son Marsilio Ficino (1433-1499), iniciador de la Academia Florentina, traductor del
Corpus Hermeticum, de los Himnos Órficos y, sobre todo, de las obras de Platón
(de 1463 a 1477), y Pico de la Mirandola (1463-1494), cultivador además de la
cábala, y armonizador de Platón y Aristóteles.
3.5 NEOARISTOTELISMO
Entre los humanistas se renuevan las tradicionales discusiones en torno a las tres
interpretaciones típicas del pensamiento de Aristóteles: la de Alejandro de
Afrodisia, la de Averroes y la de Tomás de Aquino. Frente a la interpretación
escolástica, difieren en que, puestos a elegir entre la autoridad de Aristóteles y lo
que enseña la experiencia, prefieren ésta. Pietro Pomponazzi, el más importante
de los humanistas aristotélicos, sigue la interpretación alejandrista en su Tratado
sobre la inmortalidad del alma (1516).
3.6 HUMANISMO
3.8 POLITICA
Considera que en todos los hombres se dan unas determinadas tendencias que
les impulsan, bien a aspirar al poder (tendencia dominante en los jefes o
«príncipes», si saben dominarlo y conservarlo), bien a aspirar al orden y la
seguridad (tendencia dominante en los naturalmente súbditos). Pero puesto que
considera que la naturaleza humana es fundamentalmente corrupta (influencia del
pensamiento cristiano y del estigma del pecado original), piensa que el príncipe,
para dominar a los súbditos y cohesionar la sociedad, es quien tiene que imponer
el orden, a través de la coacción y la fuerza, si es preciso. En el capítulo XV de El
Príncipe describe las formas de actuación del gobernante y las características
básicas que éste debe poseer, que son expresión del cinismo propio del Estado
burgués: el príncipe debe ser, ante todo, hábil y astuto; debe saber utilizar los
halagos para mejor manejar a sus súbditos o a sus competidores, pero también
debe ser implacable y echar mano de la violencia y la fuerza si es preciso; debe
carecer de escrúpulos morales, ya que la moral es propia sólo del hombre privado,
mientras que quien tiene que afrontar la responsabilidad del poder está fuera de
toda consideración moral. De esta manera, Maquiavelo teoriza la escisión entre la
moral y la razón de Estado, regida por una lógica propia y distinta de la moral que
regula la vida privada, e independiente de supuestos valores trascendentes. Por
ello, una teoría del poder del Estado debe estar más allá de la moralidad, y ha de
prescindir de las concepciones teocráticas medievales (separándose, pues, del
poder de la Iglesia): el poder del que habla Maquiavelo es absolutamente terrenal
y se justifica a sí mismo, hasta el punto de someter la religión al mismo poder
estatal, aunque manteniendo su función de cohesión social. La concepción
teocrática medieval es sustituida por la noción de patria, cohesionadora de los
diversos individuos. El Estado ha de organizar la violencia, pero no a través de
ejércitos de mercenarios, sino mediante milicias autónomas nacionales, reclutadas
entre el campesinado -lo que acerca el campo a la ciudad y refuerza el tejido
social. (Posteriormente, Gramsci retomó esta concepción cohesionadora de
Maquiavelo y propuso un nuevo tipo de príncipe, que debería ser no un individuo
sino un intelectual colectivo o partido político).
3.9 NATURALISMO
En 1627, junto con Sylva sylvarum or a natural history [Selva de las selvas,
o historia natural], o apuntes sobre experiencias hechas, su secretario William
Rawley publica New Atlantis (Nueva Atlántida), utopía social, en la que presenta
una sociedad organizada por y para la investigación científica y la técnica. El gran
mérito de Bacon es haber previsto la utilidad práctica del saber teórico y la
posibilidad de transformar la sociedad mediante las aplicaciones de la ciencia y la
técnica. Para ello, entrevió la necesidad de una reforma del saber de su época,
consistente en una reorientación de la ciencia hacia la naturaleza y hacia los
hechos, y el recurso a una metodología adecuada, no basada en la lógica
aristotélica. Este nuevo método es el que expone en su Novum Organum, obra
que pretende ocupar el lugar otorgado hasta entonces a la lógica aristotélica, u
Organon. Su nueva lógica tiene dos partes: la destructiva, que consiste
en la doctrina de los ídolos, y la constructiva, que expone las reglas del nuevo
método, al que denomina interpretación de la naturaleza. Los ídolos son los
errores o prejuicios, que hay que evitar cuando se hace ciencia, y que emanan de
la naturaleza humana (tribu), de la naturaleza del individuo (caverna), de la
comunicación entre humanos (foro) y de la excesiva servitud a las teorías
tradicionales (teatro). La parte constructiva de la lógica es la exposición de la
teoría de la inducción baconiana, o método baconiano. Éste no consiste en una
simple recogida de datos, sino en una observación cuidadosa y completa de los
hechos, que llama «historia natural y experimental», realizada según tablas de
presencia, ausencia y comparación o grados. La inducción baconiana supone de
hecho la obtención de hipótesis o conjeturas por eliminación, las cuales somete de
nuevo a otras pruebas. Algunos autores han visto en la inducción baconiana
elementos del posterior método hipotético-deductivo, pero otros la consideran más
acertadamente un método científicamente inerte. La gran fama de Bacon, que la
historia le ha otorgado como profeta o heraldo de la revolución científica o de una
nueva metodología científica, que la futura Royal Society habría puesto en
práctica, se debe al hecho de haber mantenido la creencia en que el hombre,
como sujeto colectivo, podía llegar a conocer y dominar la naturaleza mediante la
ciencia y la técnica. Según la interpretación de P. Rossi, en 1957, Bacon no hizo
más que modificar de forma significativa la creencia renacentista, de tradición
hermética, en la magia natural como medio de dominar la naturaleza. Tampoco la
Royal Society siguió en realidad los métodos baconianos de inducción, cuyo
defecto fundamental era que se inspiraban en una física cualitativa (las formas),
aristotélica, por tanto, y que ignoraba la utilidad de las matemáticas en la
investigación física. La metodología de la ciencia moderna achaca a Bacon la
escasa importancia otorgada a la hipótesis científica y la excesiva importancia
dada a la recolección de datos.