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INTRODUCCIÓN
GENERALIDADES
OBJETO Y MÉTODO DE LA FENOMENOLOGÍA
RELACIÓN Y DIFERENCIA DE LA FENOMENOLOGÍA DE LA RELIGIÓN CON:
HISTORIA DE LA RELIGIÓN
FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN
1 EL HECHO RELIGIOSO
1.1 EL HECHO RELIGIOSO EN LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD
1.2 ESTRUCTURA DEL HECHO RELIGIOSO
1.2.1 El ámbito de lo sagrado
1.2.2 El misterio realidad que determina la aparición del ámbito de lo sagrado
1.2.3 La actitud religiosa
1.2.4 Mediaciones en que se hace presente el misterio
1.3 VIDA RELIGIOSA Y VIDA PROFANA
1.4 LO SAGRADO Y LOS SÍMBOLOS
1.4.1 Valor y significado de los símbolos
1.4.2 Funciones de los ritos en los grupos humanos
1.4.3 La fiesta como celebración de la vida
1.5 El Hecho Religioso y su carácter interdisciplinar (Sociología, Filosofía, Fenomenología
e Historia de las Religiones). (Diapositivas 1)
2. ELEMENTOS DE LA RELIGIÓN
2.1 LO SAGRADO
2.2 LA ORACIÓN
2.3 EL SACRIFICIO
2.4 EL SACRAMENTO
2.5 EL MISTERIO
2.5.1 Características del misterio
2.5.2 Reacciones del hombre ante el misterio
2.6 El culto
3. EXPRESIONES DE LA RELIGIÓN
3.1 LA MAGIA
3.2 BRUJERÍA
3.3 CHAMANISMO
3.4 EL TABÚ
3.5 EL MITO
3.5.1 El mito algo más que fantasía
3.5.2 Objeto del mito
3.5.3 El mito es antihistórico
3.5.4 Funciones del mito
3.5.5 Valor y verdad del mito
3.6 EL RITO
3.7 EL SÍMBOLO
3.8 LA FE
4. OPCIONES DEL HOMBRE FRENTE A LA RELIGIÓN
4.1 ATEÍSMO
4.2 PANTEÍSMO
4.3 POLITEÍSMO
4.4 MONOTEÍSMO
4.5 TEÍSMO
4.6 DUALISMO
4.7 NUEVOS MOVIMIENTOS RELIGIOSOS
Manifestaciones pseudo-religiosas en la cultura contemporánea. (Estudia las notas
distintivas de las sectas, supersticiones, etc... y sus divergencias con lo que entendemos por
religión.) Filminas N 4)
Analizar las características generales de toda experiencia religiosa tal como las
presenta la Fenomenología, más allá de los marcos históricos y culturales donde
nace y se desarrolla cada hecho religioso en concreto.
OBJETIVOS ESPECÍFICOS
Conocer la importancia universal del hecho religioso, las ciencias que lo estudian y
los principales autores, e iniciar un acercamiento, empírico y crítico, desde la
perspectiva de las ciencias de la Religión.
Llegar a tener claridad suficiente sobre lo que es el hecho religioso como realidad
propia de la persona humana.
Conocer las ciencias que nos permiten tener la convicción de que el hecho religioso
no es un invento sino algo que le es inherente a la naturaleza del hombre.
GENERALIDADES
En sentido genérico religión, es la relación del hombre con un ser o poder superior,
relación que se da a nivel personal o comunitario.
La religión no se entiende separada del hombre, es una manifestación que hace parte
de esa apertura hacia una realidad trascendente inherente en el hombre. La religión
cualquiera que ella sea, es un fenómeno sociológico caracterizado por:
Un cuerpo doctrinal
Y por unas prácticas de orden ritual y ético
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La experiencia religiosa es la forma como una determinada persona asume en su ser
y quehacer una vivencia religiosa personalmente y dentro de una comunidad.
Objeto
La fenomenología de la religión es una rama del saber humano que teniendo por
objeto un hecho tan antiguo como es el hombre, sólo hace poco más de un siglo
consiguió el estatuto de ciencia. Su reconocimiento tuvo lugar cuando con Max
Mïller la religión comenzó a ser considerada como un hecho humano al que podían
aplicarse los mismos métodos positivos que se venían aplicando al resto de los
fenómenos humanos.
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Método
Con el fin de llegar a la esencia global del fenómeno se debe tener muy claro que se
trata no de la determinación ontológica, esto es, última de la esencia de la religión,
pues si así fuera estaría robando el campo específico de la filosofía.
LA HISTORIA DE LA RELIGIÓN
Quien solamente conoce una configuración del hecho religioso difícilmente podrá
filosofar sobre él.
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Gracias a la fenomenología de la religión, la historia de la religión ha podido contar
con un estudio sistemático. D. Allen afirma que es la fenomenología la que ha dado
en gran parte a la historia de las religiones su configuración actual.
Mientras que la fenomenología trata todas las expresiones de la vida religiosa, sea
cual sea el lugar donde aparezca, la historia de la religión investiga con su método
puramente histórico el desarrollo de las diversas religiones.
Consideramos que así queda clara la distinción recíproca de ambas ciencias, pero en
la práctica los límites resultan frecuentemente bastante borrosos porque muchas
veces no estamos en condiciones de clasificar correctamente un fenómeno sin
practicar algunas investigaciones históricas. Concluyamos diciendo que aunque en
esencia son diferentes fenomenología e historia de la religión se complementan.
FILOSOFÍA DE LA RELIGIÓN
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Para que la filosofía de la religión pueda pensar su contenido, a saber la religión, es
necesario que ésta esté dada previamente. No olvidemos que la religión tiene sus
propias raíces y puede descansar sobre sus propios píes.
Resulta ahora muy importante preguntarnos qué relación ha existido entre religión y
filosofía? No podemos desconocer que entre las dos hay nexos, pero al mismo
tiempo autonomía total. El medioevo es el más claro testimonio de esa mutua
relación ciertamente enriquecedora para ambas partes. La patrística se caracterizó
precisamente por ese afán de los santos padres en encontrar los mejores argumentos
filosóficos que les permitieran tejer argumentos lo suficientemente bien planteados
que les permitiera la claridad suficiente como para defenderse del embate de las
herejías. Es bien sabido que este tipo de argumentación filosófica de ningún modo
puso en peligro la esencia del cristianismo, por el contrario, permitió fortalecer y
enfrentar las amenazantes doctrinas paganas.
La escolática es otro momento de la historia muy importante que nos permite señalar
esa interrelación particular entre filosofía y religión. Durante ésta época la filosofía
se va a enriquecer con toda una serie de planteamientos que gracias a la teología la
filosofía va presentar a la discusión filosófica sin que ninguna de las dos perdieran
su autonomía su objeto y su método particular.
Con esto estamos diciendo que la religión es una realidad que toca la vida de la
persona humana y lo afecta, pero también es una realidad que toca y afecta su
pensamiento en cuanto que el hombre mismo la puede abarcar con su pensamiento o
mejor con su reflexión. Por eso el hombre puede plantearse este interrogante: ¿qué
es la religión? Esta pregunta es filosófica.
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Como ya se dijo la religión no depende de la filosofía para alcanzar su propósito,
pero cuando la religión ya no tiene su fuerza inicial y el pensamiento ha
experimentado un desarrollo fuerte y autónomo como reflexión, entonces la filosofía
de la religión es conveniente y también necesaria por lo menos por lo menos en
relación con ese estado de la conciencia histórica. Este es el momento en el que el
hombre tiene que intentar una exploración crítica de lo que es religión.
Esta situación no se constituye, sin embargo, en razón para no pensar ya sobre tales
fenómenos. Por el contrario precisamente en la época en la que muchos hombres
han abandonado la antigua morada de sus representaciones religiosas tradicionales y
en la que por tanto, la religión se ha hecho problemática, tanto par los que se hallan
más o menos en su espacio, como para los que se han separado de ella es cuando con
más fuerza hemos de preguntarnos: ¿Qué es propiamente la religión?
Hoy más que nunca nuestra preocupación debe ir más allá del simple hecho de la
religión, tenemos que penetrar críticamente con autonomía en la esencia, el ser y el
derecho de la misma.
La filosofía puede de hecho ser peligrosa para la religión, cuando por ejemplo se
entromete en sus asuntos indebidamente y atenta contra el sentido de su objeto.
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de este aporte de la filosofía a la religión fue todo lo que sucedió en el medioevo.
En este sentido se trata de la reconstrucción crítica de la religión previamente dada
con miras al auténtico ser y esencia de la misma.
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1. EL HECHO RELIGIOSO
Por eso, todas las historias de las religiones dedican su primer capítulo a descifrar
los signos de vida religiosa que nos han dejado las épocas más remotas de la
prehistoria. Ya en el paleolítico, las pinturas rupestres, las estatuillas femeninas, los
restos funerarios indican claramente la preocupación del hombre junto a las
actividades que le imponía la lucha por la continuidad, de unas acciones rituales
encaminadas a establecer "relaciones eficaces con la fuente de toda bondad y
beneficencia". También la vida del hombre llamado primitivo por pertenecer a
comunidades preliterarias está llena de signos de actividad religiosa que la moderna
ciencia de las religiones, a partir sobre todo del siglo pasado, nos ha dado a conocer
con abundancia de detalles. Estos signos son distintos según se trate de poblaciones
recolectoras o cazadoras, nómadas o sedentarias. Pero en todas ellas aparece una
actividad, diferente de la actividad ordinaria y mezclada generalmente con
elementos animistas, fetichistas o mágicos, que contienen muchos elementos de lo
que hoy denominamos actividad religiosa.
Posteriormente, a partir sobre todo de ese "tiempo eje" que se sitúa en torno al siglo
VI a. C, van apareciendo las grandes religiones o religiones universales que han
perdurado hasta ahora y que acogen a los creyentes actuales. Entre ellas pueden
distinguirse dos grandes familias. La primera es la que comprende las religiones del
Extremo Oriente, especialmente hinduismo y budismo. Estas se caracterizan por la
tendencia a representarse lo divino como el fondo absoluto de la realidad con el que
el hombre, tras una laboriosa purificación, debe identificarse, o en el que debe
disolverse. Por esta razón se las denomina religiones de orientación mística. La
segunda gran familia de religiones universales abarca las nacidas en el Medio
Oriente y difundidas después hacia Occidente y son el judaísmo, el cristianismo y el
islamismo. A estas últimas se las reconoce como religiones proféticas por la forma
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marcadamente personal de representarse lo divino y la tendencia a describir la
relación con Dios en términos de diálogo, alianza, amor y obediencia personales.
Para los griegos los dioses eran fuerzas naturales personificadas en forma humana.
Se puede decir que los dioses griegos eran hombres idealizados, diferentes del
hombre no por su cualidad sino por su cantidad. Los dioses griegos estaban
sometidos a la misma naturaleza, no gozaban de trascendencia en relación con el
hombre.
Con Platón resulta muy interesante la manera como él quiere demostrar que el
hombre y dios son una unidad. El alma tiende por naturaleza a la perfección, al
mundo divino, esto es al mundo de las ideas, esto con el fin de volver a su estado
perfecto, a su estado original, el que compartía con el sumo bien.
1
Homero. (s.VIII a.C.) Poeta griego. En palabras de Hegel, Homero es «el elemento en el que el mundo
griego vive como el hombre vive en el aire». Admirado, imitado y citado por todos los poetas, filósofos y
artistas griegos que le siguieron, es el poeta por antonomasia de la literatura clásica, a pesar de lo cual la
biografía de Homero aparece rodeada del más profundo misterio, hasta el punto de que su propia existencia
histórica ha sido puesta en tela de juicio.
2
Hesíodo. Ascra Siglo VIII a.C. - Siglo VII a.C. Después de Homero, es el más antiguo de los poetas helenos,
y durante buena parte del siglo XIX la crítica llegó a dudar de su existencia real, aunque ésta parece fuera de
toda duda en la actualidad. La familia de Hesíodo estableció su residencia en Beocia, procedente de Cumas
(Eolia), lugar de origen de su padre. Poco se sabe de su vida; parece que fue fundamental en ella la enemistad
con su hermano Perses a causa de la herencia paterna, y este tema abordó en su obra Los trabajos y los días.
Muerto su padre, Hesíodo se estableció en Naupaktos, donde pasó su juventud al cuidado de un rebaño de
ovejas y llevando la vida plácida y sencilla de los campesinos griegos. Los actuales especialistas sitúan como
contemporáneo de Homero a Hesíodo, mas su poesía, muy alejada del estilo épico y grandioso de la de aquél,
está destinada a instruir más que a exaltar. Murió al parecer en Ascra y sus cenizas se conservaron en
Orcómono, donde se le rindieron honores como a un fundador de la ciudad. Muchas de las obras que durante
la Antigüedad se atribuían, como los poemas sobre arte adivinatorio La ornitomancia, Los versos mánticos y
Las explicaciones de los prodigios, no son realmente suyas. Lo que parece probado con seguridad es que fue
el autor de Los trabajos y los días, de la Teogonía, que explica el origen del universo y la genealogía de los
dioses, y de los cincuenta y cuatro primeros versos del Escudo de Heracles. Junto con las de Homero, las
obras de Hesíodo se convertirían en parte del corpus fundacional de la cultura griega, gracias a su labor de
sistematización del conjunto de mitos heredados y al inicio de su interpretación en un sentido moral y
práctico. La cultura griega se caracterizaría en todo momento por la compleja relación que mantendría con el
conjunto de concepciones mitológicas y religiosas de sus propias tradiciones, tanto para rechazarlas como
para reverenciarlas, aunque siempre extraería de allí sus más fecundas intuiciones.
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Aristóteles considera que entre la divinidad y el hombre no existe una amistad.
Pero la exigencia de una profunda comprensión del hecho religioso no podía estar
satisfecha, ni reduciendo la religión a una ciencia miedosa e injustificada como la
presentaban los epicúreos y los estoicos. La plena conciencia de lo que significa y
vale la religión en la vida del espíritu se dará en la filosofía cristiana.
Es evidente que estas dos formas de conocimiento puedan entrar en conflicto, pero
cualquier enfrentamiento que tenga lugar queda resuelto siempre a favor de la fe que
ostenta supremacía sobre la razón. La luz de la fe es anterior y superior a la luz de la
razón, que con respecto a las verdades fundamentales antes indicadas debe
armonizarse con aquella y someterse de buen grado a sus dictámenes ya que se
funda en la autoridad de la palabra de Dios. Esto quiere decir que la filosofía ha de
construirse en función de la teología sin que ello signifique rechazo o renuncia a la
racionalidad.
Esto significa que estamos ante dos modos de conocer a Dios: uno desde la razón,
filosofía, y otro desde la revelación, esto es, teología.
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racionalista. Todo este movimiento va a estar preparado por el humanismo, el
renacimiento y la reforma.
Por esta época surge el deísmo; corriente que admite vagamente un Dios personal
causa del mundo, pero niega la revelación y el principio de autoridad religiosa, es
decir, quiere ser una religión sin dogmas y sin un culto positivo, admitiendo
solamente aquellos principios religiosos a los cuales el hombre llega gracias a su
razón.
Surge igualmente por esta época este cuestionamiento ¿es críticamente legítimo una
fundamentación racional de la religión? Y si no lo fuese ¿cuál es el origen de la
religión en la naturaleza humana? Estos son los dos grandes problemas que D. Hume
discute y para los que no encuentra sino una respuesta: si la religión es un hecho
universal es porque es una manifestación del sentimiento.
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LECTURA COMPLEMENTARIA
EL HECHO RELIGIOSO
Según algunos filósofos del XIX y principios del XX, la religión iba a quedar para
siempre superada por el progreso histórico. En cuanto al hecho religioso, ha
sucedido más bien lo contrario: lo superado son aquellas ideologías. Mas ellas nos
han dejado un cierto vacío de filosofía de la religión. Parece obligado, pues,
comenzar dando una explicación –breve– del espíritu antirreligioso de buena parte
de la filosofía reciente. El hecho no puede ser pasado por alto, porque religión y
filosofía se han dado casi siempre muy juntas, aunque claramente distinguidas; y esa
proximidad ha aportado ideas e inspiración. ¿Cómo se rompió el lazo? Creo que esta
pregunta nos remite a Hegel. Ruego al lector que tenga la paciencia de leer los
párrafos que siguen. No se preocupe si se le escapa el detalle, bastará considerar
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cómo eso que más arriba llamábamos «postulado racionalista» (lo que no puedo
entender, no puede ser) llegó hasta el ateísmo por su lógica interna.
El «Espíritu» de Hegel
«Es verdad que la filosofía tiene algunos objetos en común con la religión, por ser el
objeto de ambas la verdad en el sentido más alto de la palabra; esto es, en cuanto
Dios, y solamente Dios, es la verdad. Además, ambas tratan del reino de lo infinito,
de la naturaleza y del espíritu humano, y de las relaciones que tienen entre sí y con
Dios, como su verdad». (G. W. F. Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas,
«Introducción», § 1).
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supresión de Dios y de la metafísica, se dijo. Mas no ha sido así. Pasemos, pues, al
estudio del hecho religioso.
Monoteísmo primitivo. Frente a esas teorías, que parten del a priori culturalista, los
hechos se resisten. Andrew Lang (1844-1912), partiendo del folklore y de las formas
de la literatura arcaica, advirtió en los pueblos primitivos un doble elemento
religioso: 1) superior y racional (hay un Dios supremo, padre, legislador y doctor,
creador de todas las cosas); y 2) inferior y mitológico (irracional y fantástico,
plasmado en figuras míticas). Según Lang el segundo no explica el primero. Por otro
camino, los estudios de campo de Wilhelm Schmidt (1868-1954) fundador de la
«Escuela Vienesa» de etnología, llevaron a la misma conclusión: el monoteísmo
como hecho primitivo, más antiguo que todas las formas de animismo o politeísmo.
La monumental obra de Schmidt (Der Ursprung des Gottes Idee,1926-1935), es
rigurosa: parte de una cantidad ingente de datos y no de hipótesis apriorísticas. Del
estudio del lenguaje, costumbres, tradiciones y mitos de tribus cuya cultura es
prehistórica (pigmeos de África Central, semang de Malaca, negritos de Filipinas,
australianos, etc.) se desprende una cosmovisión que contradice la hipótesis
evolucionista. En las formas culturales más primitivas que se conoce Dios es
concebido como espíritu supremo, se le llama “Trueno”, “Cielo” o “Padre nuestro”;
habita generalmente en el cielo y no tiene templos ni imágenes; existió antes que
todo y siempre existirá. Ese Ser supremo tiene potestad sobre todas las cosas, que Él
mismo hizo, especialmente sobre los hombres, de quienes cuida; es santo, justo y
vindicador de la ley moral, sobre todo en la otra vida. Se le tributa culto mediante
oraciones, sacrificio de las primicias y, sobre todo, con el cumplimiento de los
preceptos morales.
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Origen psicológico. El filósofo pragmatista norteamericano, William James (1842-
1910), se propuso explicar la religión a partir de sus propias teorías psicológicas. En
The Varieties of Religious Experience, (Nueva York, 1902), distingue dos formas de
fenómeno religioso: a) el personal y b) el de las instituciones eclesiásticas. La
religión institucional debe su existencia a una primera «experiencia religiosa»,
vivida por el fundador. Añade a esto que el objeto de esa experiencia –lo divino– es
diferente de todo otro objeto psicológico; además, el «sentimiento religioso» no es
ciego, sino que pertenece al orden cognoscitivo y consciente. Señala, por último, el
carácter «dinámico» de la religión, en cuanto que motiva la conducta de forma más
intensa que la moral.
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Sólo un ente real, con el carácter esencial de lo divino, puede ser la causa de la
disposición religiosa del hombre, es decir, de la disposición para el ejercicio real de
aquella clase de actos, que no pueden cumplirse con la experiencia finita y, no
obstante, exigen cumplimiento (Erfüllung). El objeto de los actos religiosos es, al
mismo tiempo, la causa de su existencia». Para el filósofo alemán, esta prueba es
válida por sí misma y suficiente: «Si ninguna otra cosa probara la existencia de
Dios, la probaría la imposibilidad de derivar la disposición religiosa del hombre de
otra cosa que de Dios. (Vom Ewigen im Menschen, págs. 547 y 553).
La fenomenología
La fenomenología es un «método»; también se llama así una escuela del siglo XX.
Los fenomenólogos se reconocen discípulos de Edmund Husserl. Ha sido el método
de la mayoría de pensadores del siglo XX, a excepción de los neopositivistas. Sin
pretender una clasificación completa, cabe distinguir algunas tendencias:
Fenomenología metafísica e idealista (E. Husserl)
Fenomenología metafísica realista (E. Stein, D. Von Hildebrand)
Antropología (M. Scheler)
Fenomenología existencial (M. Heidegger, K. Jaspers)
Existencialismo ateo (Jean-Paul Sartre)
Personalismo (E. Mounier)
Humanismo intersubjetivo (E. Lévinas, G. Marcel, M. Buber, K Woytila)
Otros pensadores que se valen del método fenomenológico son H. G. Gadamer
(hermenéutica), H. Marcuse (neohegelianismo marxista), etc.
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objeto (noema), y también que captamos objetos esenciales, cuya verdad no depende
de nuestro estado de conciencia, ni de datos singulares; así, por ejemplo, 2 x 2 = 4 es
un objeto ideal, una «esencia» dotada de estructura propia. Por tanto, se puede llegar
a la intuición de esencias, no sólo de fenómenos como habían afirmado Hume y
Kant; eso reabría el camino a la metafísica, y así lo entendió la mayoría de sus
discípulos; aunque Husserl nunca pensó en fundamentar esas esencias ideales en el
ser real, sino en el «yo trascendental», de forma similar a Kant.
Fenomenología de la religión
Según Scheler hay una tercera, las «formas de la revelación», mediante la cual lo
divino se manifiesta al hombre, pero él mismo reconoce la extrema dificultad del
tema y a penas lo desarrolla. Ahora, el punto de vista que va de Dios al hombre es,
tradicionalmente, el de la Teología propiamente dicha, no el de la filosofía, ésta
siempre sigue la vía inversa: del hombre a Dios.
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La historia confirma que cada pueblo y civilización tiene una religión. La
universalidad del hecho invita a buscar en el hombre su raíz. El hecho en cuestión es
la experiencia de nuestra radical finitud; experiencia que se acrecienta y ahonda con
el paso de los años. El ser humano se da cuenta de su limitación, de su indigencia en
el ser, en el poder, conocer, etc., por contraste con la sabiduría, felicidad o seguridad
a las que aspira. Todo ser humano tiende hacia algo para lo cual se sabe
radicalmente impotente. Esta característica de la religiosidad ha sido subrayada
como un hecho fundamental por la mayoría de los filósofos. Recordemos a Pascal,
para quien la excelencia de la razón está en poder llegar a comprender que no puede
comprenderlo todo, y siendo la razón lo propio y distintivo del ser humano éste se
descubre referido a Dios. Kant señaló a Dios como necesario para sostener la
moralidad. Friedrich E. D. Schleiermacher (1768-1834) puso la esencia del
sentimiento religioso en el «sentimiento de dependencia», constitutivo del hombre.
En el siglo XX H. Bergson, R. Otto3, M. Scheler, Boutroux, etc., coinciden
también en identificar el núcleo de la conciencia religiosa en ese sentimiento de
absoluta dependencia y de anhelo de salvación, propio del alma humana. El
existencialismo, por su parte, tomó como experiencia original la angustia del
hombre ante la nada, o las «situaciones límite», lo cual es equiparar la existencia
humana con la contingencia.
El ser divino es también santo, esto es, dotado de perfección moral; se define la
santidad como la plena coincidencia entre el querer libre y el bien. La santidad
divina justifica la adoración. Si la divinidad no fuera santa, su poder sólo
inspiraría temor. De este modo se inserta la moral en la religión y Dios aparece
como el único juez justo para con la verdad del hombre.
3
OTTO, Rudolf. (Peine, 1869-Marburgo, 1937) Filósofo e historiador de las religiones alemán. Abandonó las
explicaciones éticas y racionalistas de la religión para centrarla, fenomenológicamente, en el sentimiento de lo
sagrado (Lo santo. Lo racional y lo irracional en la idea de Dios, 1917). Escribió también sobre mística
occidental y oriental.
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El ser divino es también misterioso, su realidad absoluta, omnipotente y santa es
incomprensible, para la razón humana, que la percibe como majestad de Dios.
La religión natural
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filosofía realista. Ante todo, la religión es una virtud natural. Forma parte de la
justicia, el hábito de dar a cada uno lo que es suyo. Pero «lo suyo», en el caso de la
divinidad, es distinto que en el caso de un hombre o un grupo social; la deuda con
Dios es impagable. La justicia para con Dios es, así, una forma de la piedad, como el
amor filial. Quienes nos han dado el ser merecen un respeto y amor que no se da una
vez para siempre. Esa reverencia la siguen mereciendo y no es posible excederse en
ella. Que la religión sea una virtud natural, y forma eminente de las virtudes de la
piedad y la justicia, entraña que forme parte del sentido moral de la humanidad. Eso
explica que el hecho religioso sea universal y de carácter moral. Este «hecho» se da
esencialmente vinculado a los valores morales. Es cierto que la moral no es la
religión, pero también es cierto que toda religión comporta una moral.
La religión revelada
Se ha dicho, en ocasiones, que el Dios de los filósofos es “otro” que el Dios de las
religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islamismo. ¿Es cierto que el Dios
de la fe no es el de la razón?
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tanto la razón como la revelación, objeto de la fe. La razón y la revelación no se
contradicen, si es único su origen, y es imposible que Dios se contradiga. La razón
alcanza a Dios desde el punto de vista humano, finito, sumamente reducido. Lo que
de Él sabemos no es falso, pero es poco. Dios está infinitamente por encima de los
conceptos que la filosofía se puede formar.
El paganismo
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1.2 ESTRUCTURA DEL HECHO RELIGIOSO
En la tradición religiosa cristiana la realidad que hace surgir lo sagrado es Dios. Una
cosa es religiosa o sagrada cuando es referida a Dios. Una persona es religiosa
cuando se relaciona con Dios. Lo religioso, lo sagrado, comporta fundamentalmente
una relación con Dios. Pero existen tradiciones religiosas que carecen de un nombre
o una figura para Dios, como el budismo primitivo, y que son tradiciones
auténticamente religiosas. Por eso buscamos nosotros un nuevo nombre capaz de
abarcar lo que en nuestra tradición llamamos Dios, designado en otras religiones con
otros nombres, o evocado en otras por la ausencia de todo nombre y el vacío de toda
representación. Este nombre es el Misterio.
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Con este término designamos en este primer momento esa realidad anterior y
superior al hombre que aparece en su espacio vital cuando éste se introduce en el
ámbito de lo sagrado y que le fuerza a una reorganización del conjunto de su mundo
y de su vida.
Pero indisolublemente ligado con este rasgo de la reacción del sujeto ante el
Misterio, como la otra cara de la misma experiencia, aparece el elemento de lo
fascinante.
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Por tratarse de una realidad absolutamente trascendente, la presencia del Misterio
no puede tener otro origen que una iniciativa suya totalmente gratuita. Es lo que
expresa el sujeto religioso cuando al describir su conocimiento de Dios o del
Misterio o su posible relación de amor con él, lo declara fruto de un acto de Dios
más que de su propia iniciativa.
Para que exista religión no basta con que el Misterio aparezca en la vida de un
hombre. Lo que convierte a un hombre en religioso no es el "sentimiento" de lo
"totalmente otro" que en determinadas circunstancias de su vida pueda experimentar.
A esta situación el sujeto debe responder de una forma bien precisa.
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terrena y corporal a que se ve sometido el elemento espiritual del hombre,
indebidamente privilegiado como único constitutivo del sujeto. O como la situación
de sufrimiento a que se ve condenado el hombre como fruto de su sed radical, de su
deseo. En la tradición religiosa cristiana el mal del que el hombre aspira a ser
salvado se designa con el nombre de pecado. Este nombre no se refiere
fundamentalmente a la transgresión de unos preceptos concretos, sino a la opción
fundamental -enraizada en la condición finita del hombre aunque no se confunda
con ella- por la que el hombre situado en la presencia del Misterio decide ser
encerrándose en sí mismo, renunciando a las posibilidades que esa presencia le
descubre o queriendo realizarlas con sus solos recursos. De este mal radical, de esta
situación de perdición busca el hombre ser salvado en la actitud religiosa.
Resumiendo los elementos de la actitud religiosa que hemos descrito, diremos que, a
la aparición del Misterio en su vida, el sujeto religioso responde reconociendo ese
Misterio en una actitud de confiado abandono y de total necesidad de sí mismo y
esperando y buscando en ese reconocimiento su perfección última, su salvación
definitiva.
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1.2.4 Mediaciones en que se hace presente el Misterio
Los apartados anteriores nos han familiarizado con los dos polos de la relación
religiosa. El polo principal está constituido por el Misterio, la realidad invisible,
inefable, sumamente trascendente que afecta al hombre íntima e
incondicionalmente. El segundo polo de la relación religiosa es el hombre, todo el
hombre, ya que todo él se ve afectado por la presencia del Misterio en su vida. Pero
este hombre es constitutivamente mundano, corporal, comunitario. Su forma de
existir es "ser-en-el-mundo", ser exteriorizándose en la corporalidad, distendiéndose
en la duración y refiriéndose a otros sujetos. ¿Cómo puede el Misterio hacerse
término de una relación efectiva para un hombre así? Condición indispensable para
ello será que el Misterio, sin dejar de serlo, se haga presente en el mundo espacio
temporal, en la historia del hombre. A esta necesidad vienen a responder las
mediaciones "objetivas" del Misterio. En efecto, sin aparecer en el mundo el
Misterio pasaría desapercibido para el hombre. Pero su aparición no puede
convertirlo en objeto del mundo. Por eso en todas las religiones existen una serie de
realidades mundanas que, sin dejar de ser lo que son, sin perder su condición de
tales realidades mundanas, adquieren la capacidad de remitir al hombre, a través del
significado que como tales realidades del mundo poseen, a la realidad invisible del
Misterio. Son lo que la fenomenología reciente de la religión denomina las
hierofanías, las apariciones de lo sagrado, o, en el lenguaje de nuestra descripción,
las manifestaciones del Misterio.
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Estos conjuntos hierofánicos presentan una última propiedad importante.
Generalmente muestran una correspondencia estrecha con la situación cultural y
social del hombre o del pueblo que los viven. Así, una cultura nómada suele tener
sus hierofanías propias, tomadas generalmente del "cielo", y sus elementos. Una
cultura sedentaria y agrícola toma por lo general sus hierofanías de la tierra y los
acontecimientos y fenómenos relativos a la fecundidad, etc. Y es frecuente que el
cambio de situación comporte un cambio en las realidades tenidas por hierofánicas.
Es indudable que el hombre no inventa estos símbolos por completo. ¿Cómo podría
él crear una referencia a una realidad que está más allá, infinitamente más allá de sí
mismo? Pero también parece claro que el hombre interviene en el proceso
hierofánico. ¿Cómo se explicaría de otra forma la variedad de las hierofanías y la
correspondencia con la situación cultural del hombre que las vive como tales? En las
hierofanías proyecta el hombre la presencia del Misterio que le afecta interiormente
y esta proyección en el mundo exterior, esta exteriorización es la única forma de
vivir, de hacer suya la presencia misteriosa de la realidad absolutamente
trascendente.
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La condición finita y corporal del sujeto le llevará a desgranar en actos concretos esa
actitud religiosa difractada en las facetas de las diferentes dimensiones humanas. Así
surgirán la oración, el sacrificio, el ayuno, la limosna, la peregrinación, y las casi
innumerables acciones concretas en que cada sujeto religioso expresa el
reconocimiento del Misterio.
El hombre cuyo interior se ha visto afectado por el Misterio expresa esa presencia,
en primer lugar, a través de las acciones sacrales -necesarias pero sólo relativas- que
constituyen la vida específicamente religiosa. Pero tales mediaciones no son las
únicas. La actitud fundamental de aceptar el Misterio como sentido de la vida debe
influir en el conjunto de la vida humana. Cómo deba influir es el problema
fundamental de la relación sagrado-profano.
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el conjunto de su vida, es decir, someter todas sus dimensiones y acciones al
dominio de la vida religiosa sacral. Esta sometería todas las actividades del hombre
a sus orientaciones y criterios y terminaría por desconocer la autonomía de la vida
profana y suplir su funcionamiento normal.
Entre estas dos soluciones extremas cabe un modelo que piense la relación sagrado-
profano reconociendo su entidad y su autonomía a los dos órdenes y buscando una
articulación que respete la relación real que tienen en el seno del sujeto que los vive.
La relación religiosa es vivida en la vida profana; se expresa también en ella. Es
decir, acepta la vida humana en todas sus dimensiones: pública, profesional, ética,
como mediaciones para su realización. Pero su condición de orden de lo último y
definitivo en el hombre permite la acción de la vida religiosa sobre el orden de lo
profano sin privar a éste de su especificidad y su autonomía y sin imponerle criterios
externos de acción.
A la luz de estos principios generales, la vida religiosa aparece como una actividad
específica en la que se hace realidad una no menos específica dimensión del
hombre: su apertura, su gratuita capacidad de relación personal con una realidad
infinita de la que procede y a la que se encamina. Esta actividad, anclada en lo más
profundo de la persona, convive en el hombre con el resto de las actividades
humanas en las que se expresan las demás dimensiones del hombre. No las puede
sustituir. Tampoco puede verse suplida por ellas sin que el hombre resulte
empobrecido. La articulación entre todas esas dimensiones y entre los niveles de
realización de todas ellas constituye la difícil y hermosa tarea del hombre que acepta
todas las posibilidades que le ofrece la condición humana.
Agreguemos otro par de consideraciones que nos ayudarán a una más profunda
comprensión del hecho religioso. No basta constatar la universalidad del hecho
religioso, es necesario comprenderlo y a su vez interpretarlo.
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Es muy importante que hagamos claridad de lo siguiente: todas las diversas
expresiones religiosas tienen una naturaleza simbólica.
1.4.1 Valor y significado de los símbolos. Los símbolos son realidades físicas,
perceptibles por los sentidos, a través de las cuales expresamos otras grandes
realidades de la vida que no son de orden material.
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los emblemas de realidades de orden espiritual, y en el apólogo y la fábula, en
los que el significante es un relato.
Este rasgo del simbolismo explica que para la comprensión del símbolo sea
inevitable el paso por la realidad natural que sirve de significante y explica que la
esquematización excesiva de éste o su "evaporación" o reducción alegorizante ponga
en peligro la eficacia del proceso simbolizador. Recuérdese lo que sucede cuando la
inmersión en las aguas bautismales se reduce a dejar caer unas pocas gotas sobre la
cabeza del bautizado y cuando el pan eucarístico se reduce a una forma que ha
perdido todo parecido con la realidad del pan.
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en el símbolo que garantizaba la identidad de sus pretensiones. De ahí que la suma
de los artículos de la fe en los que los cristianos se reconocen como tales pasase a
denominarse y se denomine todavía símbolo de la fe. El origen de esta "interioridad"
y de esta profundidad de que se cargan cosas acontecimientos cuando son vividos
como símbolos radica en la condición humana que comporta a la vez exterioridad e
interioridad, temporalidad y eternidad, objetividad y subjetividad, finitud e infinitud.
La raíz de esa maravillosa posibilidad de lo real de hacerse ventana visible hacia lo
invisible está en que el hombre es ese pequeño mundo, resumen de todos los
mundos en el que lo visible transparenta lo invisible, lo finito se abre a lo infinito, la
fugacidad de lo temporal se carga de la densidad de lo eterno.
Los símbolos que pueblan el mundo humano tienen su razón inmediata de ser en el
símbolo originario que es el hombre. Por eso el proceso de humanización ha podido
ser descrito como un proceso de simbolización y se ha podido situar justamente en el
simbolismo el umbral de lo humano.
La razón de esta presencia absoluta del simbolismo en la religión radica, por una
parte, en la realidad en torno a la cual se organiza el mundo todo de la religión: el
Misterio, es decir, la realidad absolutamente trascendente al hombre, totalmente otra
en relación con todo su mundo, con la que, por tanto, el hombre sólo puede entablar
contacto en la medida en que medie su presencia en una realidad mundana que de
esta manera se cargará con el plus de significación que le añade su presencia en ella.
Por otra parte, esa presencia de lo simbólico en la religión tiene su raíz en el hecho
de que la intención religiosa, es decir, la intención de referencia a esa realidad
trascendente, ejercida por un hombre que es mundano y corporal por naturaleza, sólo
puede ser vivida en referencia a realidades mundanas que servirán de apoyo a esa
referencia suscitada por la atracción de la trascendencia. Entre los símbolos
religiosos (o hierofanías) se destacan las acciones relativas a la vida humana y sus
fases y momentos importantes. Los símbolos sacramentales están constituidos, en
realidad, por símbolos cuyo significante es una acción humana, que guarda una
relación especial con la vida del hombre. Esto origina la mayor parte de los sistemas
sacramentales de las diferentes religiones en los que es frecuente que se resalten el
nacimiento, el paso a la edad adulta, la entrega amorosa, la comida que regenera las
fuerzas y el paso de la muerte.
1.4.2 La función de los ritos en los grupos humanos. Los ritos son acciones
simbólicas, individuales o colectivas, que se desarrollan de acuerdo a unas normas
establecidas y se repiten periódicamente, o bien se vinculan a determinadas
circunstancias de la vida (nacimiento, pubertad, matrimonio). Si prescindimos ahora
del significado religioso de muchos ritos, y atendemos a la función que cumplen en
la sociedad, podemos agruparlos en tres tipos:
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Ritos de iniciación: conjunto de ceremonias que marcan el ingreso, con plenitud
de derechos, de un individuo en un grupo social. Previamente hay un proceso de
iniciación que culmina con la realización de pruebas y acciones de carácter
simbólico.
Ritos de tránsito: Se realizan en los momentos claves de la existencia individual
(matrimonio, enfermedad).
Ritos de intensificación: Están relacionados con momentos especiales de la
vida. de la comunidad (iniciación y final de las tareas colectivas, fiestas
nacionales, rememoración de hechos históricos...).
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2. ELEMENTOS DE LA RELIGIÓN
La religión en general tiene unos elementos que son comunes a las culturas a lo
largo de la historia y le dan su sentido específico. Conozcamos los más destacados y
comunes a todas las religiones.
2.1 LO SAGRADO
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El mundo en último término es siempre susceptible de sacralizad, es decir, remite a
un más allá de sí mismo. Según Mircea Eliade, las características de lo sagrado son:
ruptura del nivel ontológico y realidad por excelencia.
Qué significa esa ruptura del nivel ontológico? Según M. Eliade, podemos
comprobar sin dificultad que a través de las realidades hierofánicas, ya sea que se
trate de objetos materiales como de estructuras de espacio y de tiempo o a ciertas
vivencias personales como las místicas; la realidad simbolizada por el objeto
pertenece a un orden ontológico superior. Así lo exige la dialéctica de las
hierofanías, la cual supone siempre, en el objete que le sirve de base una selección y
singularización tales que implican una innovación indudable o ruptura evidente de
nivel.
En efecto para que el objeto pueda ser considerado como sagrado se requiere que
incorpore o revele algo distinto de sí mismo, entonces el sujeto encuentra en ese
objeto no sólo un significado especial, sino también la presencia misma de una
fuerza de naturaleza más o menos incierta que al no ser equiparable a ninguna de las
energías naturales conocidas, suscita en el hombre un comportamiento especial.
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Hablando de lo sagrado nos hemos encontrado con un concepto que nos es muy útil
retomarlo para hacerlo más inteligible. Se trata del concepto hierofanía. En
palabras sencillas podemos decir que hierofanía hace relación al conjunto de
realidades que haciendo de mediaciones permiten la relación del hombre con lo
sagrado, formando a veces verdaderos sistemas.
Ahora, esta unión tiene dos características: es unión entre elementos opuestos entre
sí. En esta unión ambas realidades no cambian su entidad física permaneciendo
después de la unión perfectamente diferenciadas entre sí. Lo sagrado, esto es, lo
Ontológicamente otro no se objetiva ni se mundaniza, pero se hace presente al
hombre. Lo mundano, a su vez a pesar de ser hierofánico, sigue perteneciendo
ontológicamente a este mundo y sigue expuesto a sus propios condicionamientos
naturales.
Sin embargo a pesar de esta inmutabilidad que afecta ala condición ontológica de las
realidades unidas en la hierofanía, se produce un abajamiento de lo sagrado hacia lo
profano y una elevación de lo profano hacia lo sagrado. En otras palabras en la
hierofanía el misterio, es decir, lo sagrado se encarna sin confundirse en la realidad
mundana.
2.2 LA ORACIÓN
Puede ser definida como la conversación del hombre con la divinidad. Oración y
religión van íntimamente relacionadas. No es fácil concebir una religión sin oración.
La oración es ante todo una forma especial de lenguaje que permite que el hombre
entre en relación con la divinidad, ese lenguaje puede ser silencioso o hablado.
La oración en silencio es muy valiosa, pero está también la oración vocal, que no
puede ni debe omitirse precisamente por el carácter humano de la religión y de la
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oración, pues el lenguaje es un elemento que hace parte de la existencia humana en
general. Como bien sabemos, el lenguaje es una forma muy especial de manifestar
nuestra existencia y desde donde se pone de manifiesto lo que somos y queremos.
Esto tiene más validez si recordamos que la persona humana es por esencia un ser en
relación con … y que la persona humana se caracteriza por la alteridad. El hombre
está siempre en relación con otros y su existencia está dirigida a la convivencia y el
lenguaje precisamente es el canal que permite esa articulación con el otro y la
convivencia.
La oración es una forma de relación del hombre con Dios, en esa relación el silencio
y la devoción son manifestación de la interioridad. El silencio en la oración y en la
misma comunicación intersubjetiva es también comunicación, esto es, lenguaje. La
interioridad es una forma de manifestación que se traduce en los gestos, el rostro que
son una forma rica y particular de lenguaje, por eso la oración sea silenciosa u oral
es lenguaje.
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puede llegar a trascender. Precisamente la oración como lenguaje tiene que
superarse a sí misma por lo que respecta a aquel ser trascendente con quien establece
comunicación. La palabra ciertamente es finita pero puede y debe rebasar su propia
finitud; más allá de sí misma, tiene que señalar lo inefable. Por eso la oración con la
que se quiere Lamar e invocar a Dios ha de moverse simultáneamente en dos planos:
en el del lenguaje inmediato y finito del hombre; y por mediación de ese primer
plano en de la infinitud de dios que es invocado. El fondo finito del lenguaje tiene
que expresarse, pero por mediación del lenguaje mismo tiene que ser superado de
nuevo en el misterio inefable.
Bajo este punto de vista la oración como palabra y lenguaje abre en sí misma una
diferencia entre la finitud inmediata del material lingüístico y la infinitud de dios
que es su destinatario.
Decíamos que en la oración de una parte está el polo teológico y de otra el polo
antropológico. Detengamos ahora para examinar el significado del polo
antropológico.
Bajo este punto de vista la oración tiene que caracterizarse por la sinceridad y la
totalidad. Ante dios somos lo que somos, por eso la oración ha de ser sincera. La
oración tiene sentido cuando es un abrirse sin límites, con todo lo que hay en nuestro
interior, a dios. El desahogo es una expresión fuerte de la sinceridad, por eso en la
oración como lenguaje debe expresarse todo lo que hay en el hombre: alegrías,
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gratitud, esperanzas, temores, súplicas, reconocimientos, necesidades,
preocupaciones etc. Esto significa que todo lo que hay en mí tiene que abrirse a dios
en el lenguaje de la oración. La totalidad hace relación a mi mundo, es decir, el
mundo de aquello en lo que pienso, de lo que me preocupo, todo ello se constituye
en tema de la oración pues pertenece a la totalidad de lo que yo soy.
La oración como forma específica de comunicación del hombre dios crea una
relación. Cuando el hombre que ora invoca a dios entra en una relación especial y
excepcional, por eso el carácter relacional de la oración debe tenerse en cuenta,
como ya se dijo la oración es un abrirse así mismo hacia el interior de dios.
Porque la relación que se expresa en la oración es singular y va más allá de todas las
relaciones finitas por ello mismo es también consecuente que las palabras relativas
en las que se formula la oración mental estén positivamente llenas de reverencia ante
el siempre mayor y superior. La relación de la oración en forma de lenguaje se
desarrolla en una multitud de modalidades concretas bajo las formas de adoración y
de alabanza, de gratitud, de petición y de queja.
2.3 EL SACRIFICIO
Sacrificio viene de la palabra latina sacrificium que significa hacer sagrado algo
que el hombre ofrece a la divinidad.
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Existen diversos tipos de sacrificio. Sacrificio de oblación. Era algo predominante
en la antigüedad. Para la religión griega desde Homero, sacrificar significaba
presentar ofrendas a los dioses, por eso el sacrificio debía ser considerado en primer
término como una ofrenda a los dioses cuyo fin era servirles de alimento. Con esta
idea se quería expresar que la divinidad vive de la materia del sacrificio.
La relación fundada por la ofrenda exige reciprocidad para llegar a ser relación
armónica. de lo anterior podemos concluir que la ofrenda no es simple expresión de
sentimientos, sino consecuencia necesaria de una relación real interpersonal y del
hombre con la divinidad, o la confirmación de una relación. Esto deja entender que
el don no es voluntario en el sentido de que pueda hacerse o no, cuando la relación
lo exige es un deber, como también crea obligaciones. Quien lo recibe tiene el deber
de dar y quien ha dado algo exige como respuesta que se le devuelva algo.
El sacrificio de oblación que esta basado en el principio “doy para que des” no se
puede calificar como un simple trato con la divinidad, efectuado con la intención de
conseguir ciertas ventajas. De acuerdo con una concepción más profunda del don el
sentido del sacrificio de oblación pasa a ser la creación de un vínculo entre el
donante y quien recibe el don. Más aún es casi imposible para el donante presentarse
ante la divinidad sin una ofenda, esto sucede incluso entre las personas.
El análisis de la esencia del don es válida también para el sacrificio en cuanto don u
ofrenda. Nos encontramos aquí con una estrecha relación entre sacrificio y oración.
Queda claro que el sacrificio en cuanto oblación crea un vínculo entre la divinidad y
el oferente; y que ese sacrificio puede ejercer influencia sobre la divinidad a fin de
alcanzar lo que necesito.
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Este vínculo, esta estrecha relación entre el destinatario del sacrificio y el oferente se
pone de manifiesto con mucha mayor agudeza al considerar el sacrificio que es
ofrecido como expiación.
Lev. 16,15-16
Después degollará en expiación el macho cabrío, que era del pueblo, y meterá la
sangre de él del velo adentro; y hará de su sangre como hizo de la sangre del
becerro, y esparcirá sobre la cubierta y delante de la cubierta:
Y limpiará el santuario, de las inmundicias de los hijos de Israel, y de sus
rebeliones, y de todos sus pecados: de la misma manera hará también al tabernáculo
del testimonio, el cual reside entre ellos en medio de sus inmundicias.
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En la religión griega toda comida tenía algo de carácter sagrado de un sacrificio. La
inmolación de un animal para la comida era considerada como un sacrificio. Por eso
la comida era siempre como una comunión con los dioses. En la comida los dioses
eran siempre invocados y como invitados; y hasta tenían su parte mediante una
libación de vino derramada simbólicamente. Justamente del sacrificio es de donde la
comida adquiere su carácter sagrado (K. Kerenyi)
2.4 EL SACRAMENTO
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2.5 EL MISTERIO
2.5.1 Ahora vamos a presentar las características objetivas con que ese misterio se
presenta a la conciencia del hombre religioso.
Sin embargo esa existencia del misterio es indemostrable porque el hombre religioso
no puede recurrir a ninguna prueba de tipo racional para demostrar
convenientemente una presencia que se impone con absoluta independencia de su
esfuerzo por conseguirla, ni se puede recurrir a ninguna explicación científica para
dar cuenta del contenido de esa presencia que no es ni perceptible ni pensable.
Pero por otro lado y sin perder su trascendencia el misterio es inmanente a todo, es
el centro de nuestra vida, aún estando más allá de ella.
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que interviene en el mundo del hombre y en su vida afectándola de una manera
incondicional.
Esta fuerza poderosa no anula la libertad del hombre, ni provoca reacción en forma
mecánica, por el contrario respeta su libertad, solicita su respuesta y promueve su
compromiso voluntario en orden a secundar la acción del misterio en este mundo;
por eso lo llamamos también comprometedor, al no encontrar un término más
expresivo para indicar como el misterio no arruina la libertad del hombre, sino que
la anima y enriquece.
2.5.1.4 El misterio es valioso y gratuito. El misterio es una realidad que vale por
sí misma y da valor a todo lo que existe, es decir, es una realidad digna de ser en sí
misma y hace digno de ser a todo lo que es. El misterio es también el sumo bien; y
en cuanto no es manipulable por el hombre para despejar sus incógnitas, ni para
satisfacer sus deseos lo llamamos gratuito.
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La estructura personal que ofrece el misterio manifestado en su capacidad dialogal o
de relación intersubjetiva con el hombre no impide a la experiencia religiosa de su
silencio. Ese silencio de dios es lo que ha llevado en la actualidad a que se originen
cantidad de corrientes de opinión como: el deísmo, la secularización e incluso el
ateísmo. Sin embargo podemos afirmar que de ese silencio es totalmente culpable el
hombre en cuanto se ha olvidado de dios y se ha ido dejando envolver por la
indiferencia ante dios y por su desmedido antropocentrismo.
A fin de llegar a una mayor inteligibilidad del argumento es necesario hacer dos
precisiones:
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1.5.2.3 Actitud de temor. El temor del sujeto religioso, es decir, del hombre que
queda atónito ante la presencia del misterio, revierte inmediatamente sobre sí mismo
en forma de temor; éste puede ser de dos clases:
Temor existencial. Éste surge ante la superioridad ontológica del misterio, ante
esa trascendencia que deja anonadado y que genera un sentimiento de
dependencia absoluta. El hombre religioso percibe a la luz de esa presencia, la
enorme distancia ontológica que le separa del misterio y toma conciencia de su
condición de criatura, de su contingencia, de su caducidad y finitud existencial.
1.5.2.5 Actitud simbólica. Otra reacción que la epifanía del misterio provoca en el
sujeto religioso es la reacción simbólica. El hombre no se limita a experimentar la
presencia benéfica de la realidad trascendente en su vida, sino que además la celebra
con todos los medios al alcance de su mano: la palabra, el rito, el acompañamiento
etc., esta reacción convierte a la persona religiosa en generador de símbolos
expresivos. Esto quiere decir que el hombre no se contenta con recibir los símbolos
hierofánicos de la presencia de la divinidad, sino que además crea otros nuevos.
2.6 EL CULTO
Culto privado: Se llama privado el culto que es realizado por gente particular.
Culto público: Se llama público el culto que es realizado por una comunidad,
como tal.
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Culto civil: Se llama civil el culto que es dirigido a todo lo que está relacionado
con la humanidad, la patria, el grupo social o la familia. Por ejemplo: la abuelita
difunta, que se recuerda cada año con ceremonias especiales el día 2 de
Noviembre o el aniversario de su muerte; los hombres ilustres, los héroes,
ANZAC....etc. y a todo lo que los simboliza (la bandera simboliza la Patria) o
representa (la fotografía representa a la abuelita difunta; el monumento
representa a los caídos en tal guerra, etc.)
Culto religioso: Se llama culto religioso al culto que es dirigido a Dios y a las
personas, por ejemplo: los ángeles y los santos. O a cosas relacionadas con Dios,
por ejemplo: la cruz, imágenes, etc.
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Culto de Hiperdulía o Veneración Especial: Es el culto que se da solamente a la
Santísima Virgen María, por ser la Madre de Jesús, el Hijo de Dios y nuestro
Salvador y Señor. Por esta razón, María tiene un lugar especial entre todos los
ángeles y santos. Está muy por encima de ellos.
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3. EXPRESIONES DE LA RELIGIÓN
55
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