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DESCARTES
Índice:
2. VIDA DE DESCARTES
2.1. Vida
2.2. Obras
2.3. Muerte
5. EL MÉTODO CARTESIANO
9. LA REALIDAD
Tres son los referentes filosóficos sobre los que hay que enmarcar la
filosofía moderna: 1) la filosofía de la Baja Edad Media, 2) la
reaparición de la escuela escéptica en el Renacimiento y 3) los
avances científicos llevados a cabo a partir de Copérnico.
La Baja Edad Media está dominada por dos grandes corrientes filosóficas.
Por un lado, la escolástica, tanto de inspiración cristiana (Alberto Magno,
Tomás de Aquino) como de índole árabe (Avicena, Averroes); y, por otro,
la filosofía positivista de origen anglosajón (Grosseteste, Bacon,
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Método de conocimiento en el que a partir de la observación de una serie de casos
particulares, se obtiene una conclusión general. Es, por tanto, un método que, al contrario
de la deducción, procede de lo particular a lo general.
TEMA 4. DESCARTES 3
B) El Renacimiento
C) La nueva ciencia
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El fideísmo consiste en aquella posición que respecto la existencia de Dios y las doctrinas
esenciales de la religión afirma que no es posible obtener, ni sería necesario, una
demostración racional; por el contrario, es suficiente su aceptación mediante un acto de fe.
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A) El racionalismo
Los filósofos que trataron de poner en práctica estas ideas, entre los que
destaca Descartes, Leibniz y Spinoza, reciben el nombre de
racionalistas y desarrollaron su actividad entre los siglos XVII y XVIII.
B) El empirismo
2. VIDA DE DESCARTES
2.1. Vida
2.2. Obras
2.3. Muerte
“Nada tengo que decir de la filosofía, sino tan sólo que, viendo
que ella ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que
han vivido desde hace siglos, sin embargo no se encuentra ni
una sola cosa que no sea objeto de disputa y que, por lo tanto,
no sea dudosa, no tenía yo ninguna pretensión de encontrar ahí
nada mejor que los demás; y considerando cuán diversas
opiniones hay respecto de una misma materia que han sido
defendidas por gentes doctas, sin que haya ni una sola de la
que se pueda decir que sea verdadera, yo consideraba casi
como falso todo aquello que no era más que verosímil”
(Discurso del Método, 1ª parte)
5. EL MÉTODO CARTESIANO
Una vez que se tiene el método hay que aplicarlo, con lo que Descartes
aborda el último de los tres interrogantes que mencionábamos antes (el
referido a cuál es el punto de partida del método). Nuestro autor
considera que el método exige, en primer lugar, iniciar un proceso de
duda que elimine todos los conocimientos, ideas y creencias que
no aparezcan dotados de una certeza absoluta: hay que eliminar todo
aquello de lo que sea posible dudar, para ver si queda algo que resista a
toda duda, es decir, algo que sea indubitable y, por tanto, cierto. Ese
algo indubitable, caso de ser encontrado, ha de constituir el cimiento
sólido a partir del cual sea posible construir el edificio entero de nuestros
conocimientos (de acuerdo con el ideal deductivo de los racionalistas).
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Descartes se fija aquí, seguramente, en experiencias cotidianas tales como cuando
introducimos un palo en el agua de un estanque y nuestra vista lo percibe como si estuviera
quebrado, o como cuando ponemos la palma de nuestra mano sobre el hielo y recibimos la
sensación de que nos estamos quemando, pero existen un número inmenso de
experiencias creadas al efecto de demostrar la limitación de nuestros órganos sensoriales a
la hora de percibir los estímulos de la realidad (nos referimos a las llamadas “ilusiones
ópticas”, algunas de las cuales ya eran conocidas por los antiguos griegos, aunque la
mayoría se estudiaron a partir del siglo XIX).
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“Pero, ¿quién soy yo ahora que supongo que hay cierto geniecillo
en extremo poderoso, y por decirlo así, maligno y astuto, que
dedica todas sus fuerzas e industria a engañarme…?”
Esta hipótesis del “genio maligno” equivale a suponer que tal vez
el entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca
siempre y necesariamente cuando piensa captar la verdad.
Aunque se trata de una hipótesis improbable, nos obliga a dudar
de todos nuestros conocimientos.
Así que Descartes concluye: “Pienso, luego existo” (cogito, ergo sum;
je pense, donc je suis), siendo este el primer principio absolutamente
evidente de su filosofía, puesto que es inmune a toda duda, por muy
radical que sea: puedo pensar que no existe el mundo o que no existe
Dios, pero no puedo pensar que yo, que pienso esas cosas, no existo al
mismo tiempo que las pienso.
El reto que tiene que afrontar Descartes consiste en ser capaz de,
partiendo de la idea de su propia existencia como realidad mental,
romper el cerco de su propio pensamiento y salir a la realidad
extramental, demostrando que existe algo más que únicamente su
propia mente, que existe, además, el mundo externo, el mundo de los
objetos. Así pues, el objetivo de Descartes será ahora abrirse a las
cosas partiendo del yo, que es lo único que tiene seguro. ¿Podrá el
filósofo deducir la existencia de la realidad exterior a partir de la
existencia de su propio pensamiento?
9. LA REALIDAD
¿Habrá alguna otra idea innata, tan clara y distinta como el cogito, que
nos permita tener seguridad de la existencia de alguna realidad exterior
a nuestro propio pensamiento?
Siguiendo el símil del reloj, podemos decir que, de la misma manera que
éste ha sido construido por un relojero que le ha dado cuerda para iniciar
el movimiento automático de los engranajes, en el universo mecánico de
Descartes Dios es el relojero que ha creado el universo de materia
inerte y la ha dotado después de movimiento. La cantidad de materia
y de movimiento permanece constante en el universo porque Dios es
inmutable y no vuelve a intervenir en el mundo desde el momento de la
creación, garantizando la estabilidad del mecanismo. La materia que ha
creado es divisible indefinidamente y es mediante sucesivas divisiones
de esa materia única y común a todos los seres que se van generado
todas las clases de seres materiales existentes en el universo. El choque
y el roce de los cuerpos en los que se ha dividido la materia extensa
hace que se produzcan unas “limaduras” muy sutiles que llenan todos
los huecos, con lo que el vacío no existe. Al no existir el vacío, el
movimiento se transmite necesariamente de un cuerpo a otro por
contacto. Todos los seres, incluidos los seres vivos (plantas, animales y
al propio ser humano en cuanto que posee un cuerpo material), son y se
comportan como una especie de máquinas complejas regidas por las
leyes universales y necesarias del movimiento, sin que exista la
posibilidad de la libertad ni el azar.
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Si a un asno hambriento se le sitúa equidistante a dos montones de paja exactamente idénticos, ¿hacia
qué montón se dirigiría? Como el asno carece de razón por la que preferir un montón de heno a otro
estaría paralizado para tomar una decisión y quedaría inmovilizado en medio de ambos montones hasta
morir de hambre... Se trata, según algunos, de una paradoja, ya que, pudiendo comer, no come porque
no sabe, no puede o no quiere elegir qué montón es más conveniente, ya que ambos montones le
parecen iguales. Aristóteles, en el De Caelo, ya se había preguntado cómo un perro confrontado ante
dos cantidades idénticas de alimento podría comer.
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“Si un rey que ha prohibido los duelos, y que sabe con toda seguridad
que dos gentilhombres de su reino, que viven en distintas ciudades,
tienen conflictos entre ellos, y están animados de tal manera el uno
contra el otro, tal que nada les podría impedir batirse si se
encontraran; si, digo, este rey da a uno de ellos la misión de ir cierto
día hacia donde está el otro, y da también la misión a este otro de ir el
mismo día hacia el lugar donde está el primero, sabe bien con toda
seguridad que no dejarán de encontrarse y de batirse, y así
contravenir su prohibición, pero él no les obliga para nada a ello; y su
conocimiento, e inclusive la voluntad que haya tenido para mandarles
de esta manera, no impide que no sea sino voluntariamente y también
libremente que se batan cuando se encuentren, como habrían hecho
si él no hubiese sabido nada, y hubiese sido por cualquier otra
circunstancia por la que se hubiese encontrado, y pueden ser
castigados por haber contravenido su prohibición. Así pues, lo que un
rey puede hacer al respecto, en lo referente a las acciones libres de
sus sujetos, Dios, que tiene una presciencia y un poder infinito, lo hace
infaliblemente en lo referente a las de los hombres”.
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Puede haber una doble interpretación en el sentido último de la expresión “morale par provisión”: a) algo
provisional, temporal; vigente sólo hasta alcanzar dictámenes morales definitivos y b) una provisión, un
acopio moral para prevenirse de cualquier contingencia inesperada en el ámbito de la acción.
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