Está en la página 1de 34

TEMA 4

DESCARTES
Índice:

1. CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO

1.1. Contexto histórico y cultural


1.2. Contexto filosófico previo
1.3. Racionalismo y empirismo

2. VIDA DE DESCARTES

2.1. Vida
2.2. Obras
2.3. Muerte

3. EL OBJETIVO DE LA FILOSOFÍA DE DESCARTES

4. LAS OPERACIONES DE LA MENTE: INTUICIÓN Y DEDUCCIÓN

5. EL MÉTODO CARTESIANO

6. EL PUNTO DE PARTIDA: LA DUDA

6.1. Consideraciones previas acerca de la duda cartesiana


6.2. ¿De qué duda Descartes?

7. EL RESULTADO DE LA DUDA: EL COGITO

7.1. Pienso, luego existo…


7.2. Análisis del cogito

8. LAS IDEAS: ANÁLISIS Y CLASIFICIÓN

9. LA REALIDAD

9.1. La existencia de Dios


9.2. La existencia del mundo

10. LA TEORÍA DE LA SUSTANCIA

10.1. La sustancia extensa y la concepción mecanicista de la naturaleza

11. EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO Y EL PROBLEMA MECANICISMO-LIBERTAD

11.1. El dualismo antropológico: el problema de la interacción cuerpo-alma


11.2. El problema de la libertad

12. LA MORAL PROVISIONAL


TEMA 4. DESCARTES 1

1. CONTEXTO HISTÓRICO Y FILOSÓFICO

 La filosofía moderna (siglos XVI-XVIII) puede dividirse en tres etapas o


períodos. En primer lugar, la filosofía renacentista, caracterizada por sus
escasas aportaciones, si la comparamos con la enorme fecundidad que le
había precedido en la Baja Edad Media (siglos XII-XV). En segundo lugar,
el debate entre el racionalismo y el empirismo, que domina el siglo
XVII y buena parte del XVIII. Por último, la filosofía de la Ilustración
(siglo XVIII), que tuvo sus máximos exponentes en Kant y en Rousseau.
En este tema, dedicado al pensamiento del filósofo francés René
Descartes, uno de los protagonistas de la corriente racionalista, nos
centraremos, por tanto, en el segundo de los ciclos filosóficos
mencionados.

1.1. Contexto histórico y cultural

 El siglo XVII, la época en que le tocó vivir a Descartes, puede


considerarse como una continuación, consolidación y profundización en
los cambios sociales y políticos iniciados en el Renacimiento, respecto al
viejo orden medieval. Los hechos más relevantes son:

a) El triunfo de las monarquías nacionales y el establecimiento del


Estado absolutista, soberano e independiente. Las luchas entre la
monarquía y la nobleza, iniciadas ya en el siglo XIV, finalizan con el
triunfo de la primera y con el hundimiento de la sociedad feudal. El
monarca considera que su autoridad proviene de Dios y, en
consecuencia, decide concentrar en él todos los poderes: el
legislativo, el ejecutivo y el judicial. Es la época conocida como
“Antiguo Régimen”, cuya duración aproximada abarca desde finales
del siglo XVI hasta mediados del siglo XVIII, momento en el que
surge un movimiento intelectual, llamado Ilustración, que comienza a
gestar el periodo histórico contemporáneo. Los primeros países en
implantar una monarquía parlamentaria fueron Inglaterra y Holanda,
que hacia 1700 ya habían limitado los poderes del monarca por
medio de un parlamento.

Junto al absolutismo monárquico, hay que destacar la supervivencia


del régimen económico señorial enfrentado al capitalismo comercial
incipiente, el ascenso de la burguesía y una población dedicada en
su mayor parte (un 85%) a tareas agrícolas.

b) La ruptura de la unidad religiosa del cristianismo provocada por


la Reforma protestante de Lutero, iniciada en 1517, y la subsiguiente
Contrarreforma, llevada a cabo por la Iglesia católica a lo largo del
siglo XVII. Las diferencias religiosas entre protestantes y católicos
estuvieron mezcladas con los intereses políticos de determinados
gobernantes, que con el tiempo derivaron en fuertes enfrentamientos
entre diversos países europeos, como la Guerra de los Treinta Años,
en la que participó el propio Descartes.
TEMA 4. DESCARTES 2

c) La exaltación del antropocentrismo. Frente al anonimato o el


espíritu colectivo en que a menudo le gusta ocultarse al hombre
medieval, en la modernidad se convierte en el centro del mundo.
Esto supone que el propio individuo se convierta en objeto
preferente de conocimiento y que la razón humana pase a ser,
además, la fuente de la certeza desbancando así, a la fe y a la
revelación.

d) El triunfo de la Revolución científica, que habían iniciado Robert


Grosseteste (1175-1253) y Jean Buridan (1295-1358) en las
universidades medievales de los siglos XIII y XIV. El primero
reclamando una contrastación experimental de los conocimientos
alcanzados a través de la inducción1 y el segundo explicando el
movimiento de los cuerpos mediante su teoría del ímpetus, que
suponía el primer paso serio para destruir la dinámica aristotélica
(más centrada en las causas finales) e inaugurar la física moderna
en la que, como es sabido, las causas eficientes centrarán el
quehacer investigador. Copérnico, Kepler, Galileo y Newton
culminan tres siglos más tarde esta revolución, que supone, en
definitiva, el fin de la imagen geocéntrica del Universo, sustentada a
lo largo de toda la Antigüedad y la Edad Media, y la instauración del
heliocentrismo. En efecto, Copérnico (1473-1543) sitúa el Sol –y no
la Tierra– en el centro del Universo; Kepler (1571-1630) aporta una
sistematización matemática del sistema copernicano y ejecuta el
revolucionario tránsito desde el movimiento circular (natural y
perfecto, según la vieja cosmología) hasta las órbitas elípticas de los
planetas; Galileo (1564-1642) demuestra la falsedad de la distinción
entre física terrestre y física celeste, promovida desde la cosmología
aristotélica, demostrando que los cuerpos celestes poseen la misma
naturaleza que los terrestres. Todos ellos subrayan el papel que la
matemática y la observación desempeñan en los descubrimientos
científicos. Es la razón y no la fe la que hace avanzar a la ciencia.

1.2. Contexto filosófico previo

 Tres son los referentes filosóficos sobre los que hay que enmarcar la
filosofía moderna: 1) la filosofía de la Baja Edad Media, 2) la
reaparición de la escuela escéptica en el Renacimiento y 3) los
avances científicos llevados a cabo a partir de Copérnico.

A) La Baja Edad Media

 La Baja Edad Media está dominada por dos grandes corrientes filosóficas.
Por un lado, la escolástica, tanto de inspiración cristiana (Alberto Magno,
Tomás de Aquino) como de índole árabe (Avicena, Averroes); y, por otro,
la filosofía positivista de origen anglosajón (Grosseteste, Bacon,

1
Método de conocimiento en el que a partir de la observación de una serie de casos
particulares, se obtiene una conclusión general. Es, por tanto, un método que, al contrario
de la deducción, procede de lo particular a lo general.
TEMA 4. DESCARTES 3

Ockham). La primera había heredado de Aristóteles el interés por el


estudio de una de las especialidades de la filosofía, la metafísica, cuya
pretensión era responder a preguntas como “¿qué es lo que existe?” y
“¿cómo existe?”; en este sentido, se trataba de una ontología o estudio
del ser. Con la escolástica, la metafísica se escindió en tres grandes
ramas: la psicología racional, cuyo objeto de estudio era el alma; la
teología racional, que tenía por objeto la demostración de la existencia de
Dios; y la cosmología racional o teoría del mundo y de la materia. Así
pues, los tres grandes objetos de estudio de la metafísica eran el alma, el
mundo y Dios. Pero si algo caracteriza a los metafísicos, desde
Parménides a los escolásticos, pasando por Platón, Aristóteles, San
Agustín y muchos otros, es que cada uno de ellos decía cosas distintas e
incluso contradictorias de las que sostenía su predecesor. Por ejemplo,
centrándonos en el tema del alma, mientras unos defendían su
inmortalidad, otros abogaban por su carácter perecedero; o frente a
quienes la consideraban como un principio que infundía vida al cuerpo,
otros defendían que sólo era fuente de la inteligencia humana pero no un
principio vital; no había faltado quien afirmara que existían diversos tipos
de alma, al tiempo que sus oponentes sólo admitían su unicidad. Y otro
tanto ocurría con los otros dos grandes temas de la metafísica, Dios y el
mundo, sobre los que existían diversas concepciones, sin que hubiera
manera de demostrar quién tenía razón. Por ello, en tiempos de la
escolástica, esta disciplina se parecía más a un conjunto deslavazado e
informe de opiniones, que a una ciencia perfectamente estructurada.

 A diferencia de los escolásticos, la segunda corriente filosófica formada


por un grupo de maestros franciscanos ubicado en Oxford organizó
toda una contienda para intentar que imperara una filosofía de orientación
empírica. Quien inició esta tendencia hacia la experiencia fueron dos
franciscanos, Robert Grosseteste (1175-1253) y su alumno Roger
Bacon (hacia 1214-1292), para quienes la experiencia, ayudada en
algunos casos por las matemáticas, constituía la única vía para alcanzar
conocimientos verdaderos.

 Esta tendencia hacia un pensamiento empírico tuvo en otro franciscano,


Guillermo de Ockham (1288-1347), uno de sus máximos exponentes.
Nacido en la pequeña aldea de Ockham, al sur de Londres, está
considerado como una de las figuras más originales de la historia de la
filosofía y de la ciencia. Su principio más conocido es la llamada “navaja
de Ockham”, o principio de economía metafísica, que suele enunciarse
así: los entes no deben multiplicarse sin necesidad. Según tal principio, en
la realidad y en el conocimiento que se posea de la misma no debe
admitirse aquello que no sea necesario, ni cabe nada que no pueda
probarse o demostrarse. Así, el término “astro” no existe en la realidad (en
contra de lo que diría Platón) sólo es un signo lingüístico con una función
referencial, es decir, un nombre con el que se designa un conjunto de
individuos (Marte, Tierra, Sol…). El principio de economía condujo a
Ockham a un pensamiento de corte empirista, en el que no tenían cabida
ni las ideas platónicas, ni las esencias aristotélicas.
TEMA 4. DESCARTES 4

 Los planteamientos de la tradición escolástica medieval influyeron


decisivamente sobre el pensamiento de Descartes, que tuvo
conocimiento de los mismos a través de uno de los más insignes
pensadores renacentistas, el jesuita español Suárez. Descartes rechaza
esa gran cantidad de opiniones, en muchos casos contradictorias, que
caracteriza a la metafísica y siente la imperiosa necesidad de encontrar
un nuevo fundamento para los tres temas del ámbito metafísico: alma,
mundo, Dios.

 En cambio, la filosofía positivista de los maestros de Oxford es la que


prepara el camino tanto a la filosofía de Hume, como a la creación de la
ciencia moderna.

B) El Renacimiento

 El escepticismo había resurgido durante el periodo renacentista como


movimiento filosófico de las manos principalmente de Michel de
Montaigne (1533-1592). Recordemos que el escepticismo (puesto en
práctica como doctrina filosófica previamente ya por los sofistas) es una
de las escuelas filosóficas de la etapa helenística (siglos IV-II a.C.) que
mantiene posiciones enfrentadas con otra escuela de la época, el
estoicismo. Los estoicos mantenían una posición dogmática en lo que
respecta al conocimiento y afirmaban que el hombre podía llegar a
obtener verdades absolutas; en cambio, los escépticos niegan esta
posibilidad, en cuanto creen que ni los sentidos ni la razón pueden
proporcionar una representación exacta de la realidad. Por ello,
recomiendan no pronunciarse a favor ni en contra de nada, es decir,
abstenerse de emitir cualquier juicio sobre algo.

 Montaigne recupera esta tradición y afirma que lo máximo que nos


pueden proporcionar los sentidos o la razón son aproximaciones o
probabilidades. Todo es relativo e incierto. En su biblioteca había hecho
inscribir frases como “lo que se sabe de cierto es que nada es cierto” y
“suspendo el juicio”, tomadas de Sexto Empírico. La debilidad de la razón
humana y la variedad de las costumbres y opiniones humanas son los
principales tema de sus Ensayos. En esta obra, tras describir las
costumbres de los indios caníbales del Brasil, afirma: “cada cual
considera bárbaro lo que no pertenece a sus costumbres”. O, burlándose
de la sabiduría contenida en los libros, escribe: “dignificamos nuestras
sandeces poniéndolas en letras de molde”. Incluso la religión que
practicamos, las leyes por las que nos regimos o las normas sociales que
respetamos “están hechas a nuestro modo y por nuestra manos y pueden
ser diferentes en el seno de otros grupos sociales”. En consecuencia, la
mejor posición en la vida consiste en la tolerancia máxima ante cualquier
costumbre o comportamiento, ya que en ocasiones “los salvajes son más
sabios que nosotros”. La duda es la única vía que nos puede acercar
hacia esa tolerancia y la posición más sensata que puede adoptar el
género humano.
TEMA 4. DESCARTES 5

 Sin embargo, su escepticismo no le conduce a la incredulidad ni a la


crítica del orden religioso o político, sino que acaba en el
conservadurismo y el fideísmo2: la razón humana es débil y, por
consiguiente, mala guía de nuestras creencias y acciones; por lo tanto,
concluye, mantengámonos dentro de la fe en la que hemos sido educados
y de la autoridad de la Iglesia.

 Descartes coincide con los escépticos en que debe dudarse de todo;


pero, a diferencia de estos, no permanece indefinidamente en ese estado,
sino que lo toma como punto de partida para erradicar de su filosofía
cualquier error y, una vez superada la duda llegar a la verdad absoluta.
Además, en cuestiones religiosas y morales manifiesta un fideísmo
análogo al de Montaigne, llegando también a la conclusión de que se
debe “obedecer las leyes y costumbres de mi país, conservando con
constancia la religión en la que Dios me ha concedido la gracia de ser
instruido desde mi infancia”. En cambio, Hume considera que la razón es
tan limitada que muchas cuestiones escapan de su alcance y, en
consonancia con ello, adoptó una posición que él mismo calificó como
moderadamente escéptica.

C) La nueva ciencia

 El tercer elemento que condiciona el devenir filosófico de los siglos XVII y


XVIII es el triunfo de la nueva ciencia. Como hemos visto, el nuevo
método científico pivota en torno a dos pilares: la utilización de la
matemática y la exaltación de la experiencia. Pues bien, sobre el primero
de ellos se asienta toda la filosofía del racionalismo; mientras que su rival,
el empirismo, se inclina por el segundo.

 Pero, además, hay otro aspecto en el que la ciencia influye decisivamente


sobre la filosofía; partes que habían sido fundamentales en ésta, como la
investigación de la naturaleza y el estudio de los seres, empiezan a
independizarse y a formar nuevas áreas del conocimiento científico. Es
el caso de la física celeste (astronomía) y de la física terrestre (física,
entonces denominada filosofía de la naturaleza), que inician su propia
andadura, arrebatándole a la filosofía buena parte de su objeto de
estudio: los seres naturales, el movimiento de los cuerpos, los fenómenos
naturales, sus causas… En pocas palabras, la unidad de la filosofía
empieza a resquebrajarse. Y la pérdida de esas partes relevantes de su
campo de investigación hace que, precisamente en esta época, la filosofía
desplace su objeto de estudio y, en lugar de centrarse en el análisis de lo
que existe, lo haga en la investigación del fundamento de nuestro
conocimiento de las cosas. De esta manera, la filosofía deja de ser sobre
todo ontología, para convertirse básicamente en epistemología o teoría
del conocimiento; pues se considera que la primera tarea a emprender es
la resolución de los problemas epistemológicos (búsqueda del criterio de

2
El fideísmo consiste en aquella posición que respecto la existencia de Dios y las doctrinas
esenciales de la religión afirma que no es posible obtener, ni sería necesario, una
demostración racional; por el contrario, es suficiente su aceptación mediante un acto de fe.
TEMA 4. DESCARTES 6

certeza y fundamento de la verdad) para pasar después desde ellos, a


solucionar los ontológicos (conocimiento de la realidad).

1.3. Racionalismo y empirismo

 Racionalismo y empirismo son las dos corrientes filosóficas que, en los


siglos XVII y XVIII, representan la nueva orientación en el pensamiento.
Como hemos visto, la revolución científica llevó a la filosofía a situar en el
centro de sus preocupaciones el problema del conocimiento, problema
que podemos formular en los siguientes interrogantes: ¿Cuál es el origen
y el fundamento del conocimiento verdadero? ¿Cuáles son las
operaciones del entendimiento que garantizan el conocimiento
verdadero? ¿Cuál es el método adecuado para alcanzar la verdad en las
ciencias?

 Las dos grandes escuelas de esta nueva época, racionalismo y


empirismo, se enfrentan a la misma problemática, pero se diferencian y
de manera fundamental en la forma de enfocarla y tratar de resolverla.
Los rasgos diferenciadores básicos de estas dos corrientes filosóficas
son: 1) Su procedencia: el racionalismo es continental, el empirismo es
británico. 2) Su fundamentación: el racionalismo confía en la capacidad de
la razón; el empirismo, en la experiencia. 3) Su concepción de la ciencia:
el racionalismo destaca el aspecto formal, deductivo y matemático del
saber científico; el empirismo, su carácter empírico y observacional.
Veamos con mayor detalle cuáles son los rasgos distintivos de cada una
de estas dos corrientes filosóficas.

A) El racionalismo

 El racionalismo es la corriente filosófica caracterizada por conceder la


primacía a la razón para alcanzar la verdad. De acuerdo con esta idea, los
racionalistas sostienen como principio básico que nuestros
conocimientos verdaderos de la realidad tienen su origen y
fundamento en la razón. Ésta descubre en ella misma, sin ayuda de la
experiencia, verdades completamente evidentes, llamadas ideas innatas,
a partir de las cuales irá deduciendo el resto de verdades. El
conocimiento, por tanto, no tiene límites: descubiertas los primeros
principios del conocimiento (ideas innatas) es cuestión de poseer un
método adecuado y esperar el tiempo necesario para que la razón llegue
adquirir conocimientos verdaderos.

 Hemos dicho que, los racionalistas se caracterizan porque consideran que


la razón es la principal fuente de conocimiento. Pero, de acuerdo con esta
caracterización, muchos filósofos griegos y medievales podrían llamarse
racionalistas, ya que desde los presocráticos cualquier filósofo aspira a
ofrecer una explicación racional del mundo. ¿Por qué, entonces,
reservamos el término racionalista para un grupo determinado de
pensadores, entre los cuales figuran los que acabamos de citar? La
respuesta la encontramos en que sólo este grupo considera que la razón
es la única fuente válida de conocimiento. Esto los diferencia de 1) los
TEMA 4. DESCARTES 7

filósofos griegos que en mayor o menor medida hacían intervenir la


experiencia; 2) los escolásticos que junto a la razón, tenían muy en
cuenta la fe y la autoridad de los clásicos, como la de Aristóteles, en
física, o la de Galeno, en medicina, y 3) sus rivales, los empiristas, que
afirman que todo nuestro conocimiento procede de la experiencia.

 Los racionalistas identifican el conocimiento racional con el conocimiento


científico, y muy especialmente con las matemáticas. Observando el
éxito obtenido con la aplicación de las matemáticas a la física, las toman
como modelo del saber. Están convencidos de que la estructura de la
realidad es de índole matemática, idea que habían defendido ya en el
siglo VI a.C los pitagóricos (los números son el arjé de todas las cosas),
que influyó notablemente en Platón un siglo después (“No entre aquí
quien no sepa matemáticas”), que Leonardo da Vinci defiende durante el
Renacimiento (“Quien rehúse la suprema certeza de la matemática,
nutrirá su espíritu de confusión, y se perderá en sofismas y discusiones
sobre palabras”), y que Galileo hace suya en el siglo XVII convirtiéndola
en guía de su investigación física (la naturaleza se expresa en lenguaje
matemático). En este mismo sentido, Descartes (s. XVII), inaugurador y
principal representante del racionalismo, afirma: “Me complacía sobre
todo con las matemáticas a causa de la certeza y evidencia de sus
razones”. Los racionalistas, por tanto, creen que sólo por medio de las
matemáticas puede obtenerse conocimiento seguro sobre la realidad. El
problema que al respecto se les presentará será el del método, esto es,
cómo aplicar el método matemático a la filosofía.

 Siguiendo el modelo de las matemáticas, los racionalistas establecen


como ideal del conocimiento el método deductivo. La deducción es un
razonamiento que parte de unas proposiciones primeras y generales
(premisas) para alcanzar una conclusión necesaria en virtud de unas
reglas o leyes de deducción. Si la premisa de la que se parte es
verdadera, la conclusión también lo será, si no nos equivocamos en
alguno de los pasos de la deducción. Generalmente, la deducción es un
proceso que va de lo general a lo particular. Por ejemplo, de la
proposición “todos los hombres son mortales”, considerando que
“Sócrates es hombre”, podemos deducir de manera necesaria que
“Sócrates es mortal”. Los racionalistas creen encontrar en el carácter
deductivo de la matemática un modelo de claridad y certeza de la que
adolecen los demás saberes.

 La pretensión de los racionalistas es, en última instancia, conseguir


para la metafísica una objetividad y certeza semejantes a las que poseen
las matemáticas, utilizando para ello el método que utilizan éstas. Se
trataría, por tanto, de partir de unos principios universales, absolutos y
evidentes por sí mismos, y deducir de ellos el resto de verdades. Si la
tarea se lleva con rigor, entonces se puede hacer de la metafísica un tipo
de saber cierto y seguro, en vez de un campo de interminables
discusiones, de razonamientos defectuosos y de conclusiones
mutuamente incompatibles. El problema que habrán de afrontar será el
TEMA 4. DESCARTES 8

de establecer el origen de esas ideas y principios primeros de los que ha


de partir el proceso deductivo.

 Los filósofos que trataron de poner en práctica estas ideas, entre los que
destaca Descartes, Leibniz y Spinoza, reciben el nombre de
racionalistas y desarrollaron su actividad entre los siglos XVII y XVIII.

B) El empirismo

 El empirismo es la corriente filosófica que, negando la existencia de ideas


innatas, afirma que nuestro conocimiento procede, en última instancia,
de los sentidos. A partir de la información que nos suministran los
sentidos, la razón construye nuestros saberes. La experiencia sensible
es, pues, el origen y fundamento de nuestro conocimiento, pero
también su límite: nuestro conocimiento no puede ir más allá de dicha
experiencia sensible y sólo podremos tener certeza de los conocimientos
que caen dentro de ella. Cualquier pretendido conocimiento que no pueda
ser reducido, en última instancia, a los sentidos, será rechazado como
producto de una especulación en el vacío o de la imaginación.

 Así pues, los empiristas se caracterizan por considerar que todo el


conocimiento deriva de la experiencia. Muchos filósofos de la Antigüedad
pueden considerarse empiristas. Aristóteles tuvo al final de su vida
filosófica un carácter empirista frente a su maestro Platón, a menudo
caracterizado como racionalista y no empirista. El epicureísmo y el
escepticismo son también doctrinas empiristas, especialmente la de
Sexto, llamado “el empírico”. Pero a pesar de estos antecedentes suele
restringirse el término “empirismo” a la corriente filosófica de los siglos
XVII y XVIII cuyos principales representantes son originarios de Gran
Bretaña (lo que se conoce como empirismo británico o menos
correctamente empirismo inglés). Entre sus representantes cabe citar a
Locke, Berkeley y Hume. Este último es un autor típico de la Ilustración,
pero, dada la analogía de su pensamiento con el de los dos primeros, se
suele incluir dentro del movimiento empirista.

 Si los racionalistas tomaban como disciplina de referencia las


matemáticas, los empiristas tomarán como modelo el método
experimental de la nueva física. En consonancia con la valoración que
realizan de la física, los empiristas defenderán el método inductivo. La
inducción puede definirse como aquel modo de razonar que parte de
experiencias particulares para extraer de ellas conclusiones universales.
Por tanto, puede decirse que la inducción es el proceso inverso de la
deducción, pues va de lo particular a lo general. Por ejemplo, de la
afirmación “este cisne es blanco” y “este otro es blanco” y “aquel otro
cisne también es blanco” y así sucesivamente se infiere que “todos los
cisnes son blancos”.

 La pretensión de los empiristas, especialmente de Hume, es destruir los


errores y falsas ideas de la metafísica, utilizando para ello el método de la
física de Newton: la observación y la experimentación. De esta manera
TEMA 4. DESCARTES 9

pretende librar a la filosofía del dogmatismo y la intolerancia. Como para


el empirismo el conocimiento se fundamenta en la experiencia, en la cual
encuentra sus propios límites, todo conocimiento que exceda de la misma
será considerado “sin significación”, es decir, sin sentido. Así, muchos de
los términos y conceptos clásicos de los metafísicos (“esencia”,
“causalidad”, “Dios”, etc.) serán considerados por Hume como simples
palabras vacías de significado. Sin embargo, el gran problema que
tuvieron que afrontar los empiristas es que afirmamos como verdaderos
muchos enunciados de los que no podemos tener experiencia directa o
inmediata, como, por ejemplo, cuando sostengo un enunciado general
(“los pinos son árboles de hoja perenne”) o la existencia de objetos que
no estoy percibiendo actualmente (“detrás de la puerta del aula se
encuentra el pasillo”).

 A pesar de sus notables diferencias, racionalistas y empiristas


coinciden en:

a) Afirmar que todo nuestro conocimiento es conocimiento de ideas; es


decir, no podemos conocer directamente la realidad (como se
pensaba en las tradiciones antigua y medieval), sino a través de las
ideas que tenemos de ella.

b) Plantear como tarea prioritaria el problema epistemológico del origen


y fundamento del conocimiento.

c) Considerar un problema fundamental el del método.

2. VIDA DE DESCARTES

2.1. Vida

 Descartes nació en 1596 en la población francesa de la Haya (en la


Turena), en el seno de una familia de la pequeña nobleza, lo que le
permitió utilizar la herencia de su padre para poder dedicarse a estudiar
y recorrer el mundo durante toda su vida (de hecho fue uno de los
últimos filósofos amateur, en el sentido de que nunca fue profesor ni
vivió de la filosofía).

 Estudió en el colegio jesuita de La Flèche, uno de los más prestigiosos


de toda Europa, donde siguió fielmente las enseñanzas de sus
maestros, quienes pretendían reconciliar la filosofía escolástica medieval
con el espíritu renacentista. Durante esta etapa detecta la inconsistencia
y la confusión del saber de su tiempo, lo que le conduce a dedicar sus
esfuerzos a encontrar un fundamento sólido para el saber. De hecho, de
las muchas materias que cursó en su etapa escolar solo las matemáticas
le ofrecieron seguridad “a causa de la certeza de sus demostraciones y
de la evidencia de sus razonamientos”.
TEMA 4. DESCARTES 10

 Cuando termina su educación escolar continúa sus estudios en la


universidad, donde obtiene un título en leyes. Desilusionado con el
conocimiento académico decidió que debía aprender directamente del
libro de la vida y del mundo y, aprovechando que en 1618 estalla la
Guerra de los Treinta Años entre católicos y protestantes, se alista como
voluntario en el ejército protestante de Mauricio de Nassau, pasándose
al año siguiente al ejército católico de Maximiliano de Baviera. Así,
después de probar fortuna en los ejércitos de Holanda, Baviera y
Hungría, se retiró a la campiña francesa, desde donde cobró cierta fama
como uno de los hombres más inteligentes de su tiempo.

 Según cuenta el propio Descartes, en 1619, cuando todavía estaba en el


ejército, tuvo un sueño que podríamos llamar iniciático: se le apareció “el
espíritu de la verdad” y le hizo ver que debía unificar todo el
conocimiento humano bajo un sistema regido por las matemáticas. A
raíz de esto, rechazó su formación escolástica y decidió partir de cero.
Sin embargo, mantiene en secreto este íntimo descubrimiento y no
publica nada durante seis años, aunque frecuenta las sociedades de
científicos y filósofos que hay en Francia, en las que es admirado por
sus conocimientos.

2.2. Obras

 Su obra más temprana es Reglas para la dirección del espíritu, la cual


suele datarse en 1628 pero que se publica póstumamente. En ella ya
plantea la necesidad de un método para alcanzar la verdad, y en 1633
tenía listo para la imprenta su Tratado del Mundo, obra de carácter
científico construida sobre la hipótesis de Copérnico que no fue
publicada durante su vida al llegar a sus oídos la condena de la Iglesia
Católica de las obras de Galileo. En 1637 publicó su obra más conocida,
el Discurso del Método, que es, en realidad, un prefacio escrito por
exigencia de su editor para el compendio de carácter científico titulado
Dióptrica o teoría de la refracción. Como puede desprenderse del título
completo de esta introducción (Discurso del método para conducir la
razón y buscar la verdad en las ciencias) en ella establece las reglas que
debe seguir el razonamiento para evitar el error y obtener así
conocimientos fiables. Por esa misma época circulaban ya privadamente
las Meditaciones Metafísicas. Esta obra, junto con las objeciones que
le plantearon y las respuestas que Descartes dio a las mismas, fue
publicada el año 1641. Esta obra constituye el núcleo de la filosofía y de
la ciencia cartesiana.

 La filosofía cartesiana empezó a ganar renombre y prestigio por toda


Centroeuropa, lo que le acarreó también algún problema, ya que fue
acusado en varias ocasiones de atacar la religión, aunque estas
acusaciones no tuvieron consecuencias gracias a la intervención de
ciertos influyentes amigos.
TEMA 4. DESCARTES 11

2.3. Muerte

 Entre sus principales admiradores se encontraba la reina Cristina de


Suecia, quien, paradójicamente, acaba prematuramente con su vida. La
historia es la siguiente: Descartes ya desde niño había tenido una salud
delicada. En sus años de interno en La Flèche había sido autorizado a
permanecer más tiempo en la cama, reposando, costumbre que
mantuvo durante el resto de su vida. Ya de adulto se levantaba a
mediodía, después de una mañana de profunda reflexión filosófica.
Podríamos decir que su vida fue cómoda: nunca tuvo que trabajar y
nunca se casó, aunque tuvo una hija que falleció a los cinco años,
produciéndole el mayor dolor de su vida. Parece ser que utilizó su
talento matemático en los juegos de azar, a los que era muy aficionado.
También era buen bailarín. Pero como decimos su vida se truncó cuando
a la reina Cristina, gran aficionada a la filosofía, se le ocurrió que podía
permitirse recibir las enseñanzas de los hombres más sabios de su
tiempo, y empezó por llamar a Descartes. El filósofo fue conducido a
Suecia en un barco de guerra, e “invitado” a dar clases particulares a la
reina. Sin embargo, las obligaciones de gobierno de esta hicieron que
las clases hubieran de ser a las cinco de la mañana, muy en contra de
su arraigadísima costumbre de permanecer largas horas en la cama
durante la mañana. Las clases duraban cuatro o cinco horas y el invierno
sueco es muy frío. Descartes murió de neumonía a los pocos meses de
trasladarse a Suecia, en el año 1650.

 Al cabo de unos años, sus amigos franceses decidieron que el cuerpo de


Descartes debía reposar en suelo galo y enviaron un ataúd a Suecia.
Pero según las autoridades de aquel país, el ataúd era demasiado corto,
así que colocaron en él el cuerpo sin cabeza, y enterraron de nuevo la
cabeza en Suecia, hasta que un oficial del ejército desenterró el cráneo
para guardarlo como recuerdo. Durante 150 años, “la noble calavera”
anduvo en manos de diversos coleccionistas hasta que se volvió a
enterrar en París. Quién le iba a decir al pobre Descartes que sus restos
se convertirían durante años en una metáfora física del dualismo cuerpo-
mente que él lideró.

3. EL OBJETIVO DE LA FILOSOFÍA DE DESCARTES

 El principal objetivo de la filosofía de Descartes es resolver el problema


del origen y el fundamento del conocimiento y conseguir convertir
a la filosofía en una ciencia siguiendo el modelo de la matemática y
manteniendo así la unidad del saber. En efecto, al igual que ocurre en
matemáticas, se trataría de establecer en el ámbito de la filosofía unos
principios seguros a partir de los cuales deducir con rigor científico el
cuerpo total de la filosofía. Por tanto, podemos afirmar que el enfoque de
la filosofía cartesiana es principalmente epistemológico o gnoseológico,
es decir, interesado especialmente en cuestiones relativas a la teoría del
conocimiento.
TEMA 4. DESCARTES 12

 Descartes, al pasar revista de lo aprendido en el colegio de los jesuitas,


estima que la enseñanza tradicional, y más concretamente la metafísica
tradicional (la escolástica) no está basada en fundamento sólido alguno:

“Nada tengo que decir de la filosofía, sino tan sólo que, viendo
que ella ha sido cultivada por los más excelentes espíritus que
han vivido desde hace siglos, sin embargo no se encuentra ni
una sola cosa que no sea objeto de disputa y que, por lo tanto,
no sea dudosa, no tenía yo ninguna pretensión de encontrar ahí
nada mejor que los demás; y considerando cuán diversas
opiniones hay respecto de una misma materia que han sido
defendidas por gentes doctas, sin que haya ni una sola de la
que se pueda decir que sea verdadera, yo consideraba casi
como falso todo aquello que no era más que verosímil”
(Discurso del Método, 1ª parte)

 Ese estado de falta de consenso en el que se encuentra la filosofía


hace que el objetivo fundamental de Descartes sea intentar encontrar un
fundamento sólido sobre el que levantar todo el edificio filosófico,
siguiendo el modelo de la matemática, el cual le atraía por su claridad y
certeza:

“Me esforzaré (…) en apartar todo aquello que ofrece algo de


duda, por pequeña que sea, de igual modo que si fuera falso; y
continuaré así hasta que conozca algo cierto, o al menos, si no
otra cosa, sepa de un modo seguro que no hay nada cierto.
Arquímedes no pedía más que un punto que fuese firme e
inmóvil, para mover toda la tierra de su sitio; por lo tanto, he de
esperar grandes resultados si encuentro algo que sea cierto e
inconcuso.” (Meditación 2ª)

 Y lo primero que hay que establecer para alcanzar este objetivo es un


método; un método que permita aprender a distinguir lo verdadero de lo
falso, para ver claro y marchar con seguridad por el camino de la
ciencia; un método que nos permita obtener un conocimiento evidente
de las cosas. Afirmada, pues, la necesidad de contar con un método
adecuado, a continuación Descartes debe responder: 1) puesto que el
objetivo es el de alcanzar conocimientos seguros, ¿cuáles son las
operaciones básicas de la mente que nos permitirán lograrlo?, 2)
¿cuáles son las reglas a las que debe ajustarse el método?, y, 3) ¿cuál
debe ser el punto de partida de dicho método?
TEMA 4. DESCARTES 13

4. LAS OPERACIONES DE LA MENTE: INTUICIÓN Y DEDUCCIÓN

 Según Descartes, todos los humanos poseemos en igual medida la


capacidad de la razón o entendimiento, la cual define como “la
capacidad de juzgar correctamente y de distinguir lo verdadero de lo
falso”. Sin embargo, no todas las personas usan igual dicha capacidad,
razón ésta que explica que encontremos diversidad de opiniones y que
unas sean más verdaderas que otras. La razón es entendida por
Descartes como una capacidad natural que nos permite alcanzar la
verdad y que es infalible si se utiliza sin la influencia perturbadora de
otros factores (pasiones, prejuicios, influencia de la educación,
impaciencia, autoridad, etc.), pero como no siempre sucede así,
necesitamos ejercitarla siguiendo ciertas reglas que eliminen la
influencia de factores perturbadores. Para lograr este objetivo
necesitamos un método que evite que la razón se ciegue y no emplee
correctamente sus operaciones naturales. Pero, ¿cuáles son tales
operaciones? Descartes afirma que sólo hay dos operaciones de la
mente que nos permiten obtener el conocimiento de las cosas: la
intuición y la deducción.

 La intuición es definida como una especie de “luz natural” por medio de


la cual captamos de manera inmediata y sin posibilidad alguna de duda
o error ideas simples que son evidentes por sí mismas. La intuición es
un acto del entendimiento puro, ya que en ella no intervienen ni los
sentidos ni la imaginación. Por eso el conocimiento que ofrece esta
operación de la mente es un conocimiento absolutamente cierto, que no
deja lugar alguno para la duda. Para que un conocimiento sea
considerado intuitivo tiene ha de ser: claro (manifestarse sin oscuridad o
dificultad), distinto (no estar mezclado y, por tanto, no poder confundirse
con ninguna otra cosa) y simultáneo (no implicar un acto de la memoria).

 Además de la intuición, Descartes admite otro modo de conocimiento: la


deducción. El motivo es que los primeros principios son conocidos por
la intuición con absoluta certeza; sin embargo, la mayoría de las cosas
no pueden ser intuidas, porque no son evidentes. Se hace necesario
deducirlas. La deducción es un razonamiento en el que, a partir de unas
proposiciones iniciales se llega a una conclusión necesaria. Si las
proposiciones iniciales son verdaderas, la conclusión necesariamente
también lo será. Esta operación conlleva cierto movimiento o sucesión
del pensamiento, el que conduce desde los principios verdaderos
(enunciados) a los conocimientos nuevos (conclusiones). Por tanto, a
diferencia de la intuición, la deducción no es simultánea, aunque
también es capaz de proporcionar certeza. De todas formas, Descartes
afirma que la intuición es más segura que la deducción, ya que en la
primera la captación del conocimiento es directa, mientras que en la
segunda es indirecta:

“La intuición es la concepción (operación intelectual) libre de


dudas de una mente pura y atenta, que nace de la sola luz de la
razón y que, por ser más simple, es más segura que la propia
deducción” (Reglas para la dirección del espíritu, 75)
TEMA 4. DESCARTES 14

5. EL MÉTODO CARTESIANO

 Así pues, para Descartes sólo hay dos posibilidades de conocimiento


científico, la intuición y la deducción, y por tanto, estas son las dos
operaciones que el método, a través de una serie de reglas, deberá
dirigir para descubrir verdades indubitables. ¿Cuántas y cuáles son esas
reglas? Descartes nos lo revela en su obra el Discurso del Método, en
donde señala cuatro:

1) Regla de la evidencia. Sólo hay que admitir aquel conocimiento


que se nos presente con tal claridad o evidencia que no quepa la
menor duda:

“…no aceptar ninguna cosa como verdadera que yo n la


conociera evidentemente como tal; es decir, evitando
cuidadosamente la precipitación y la prevención; y de no incluir
ninguna cosa de más en mis juicios que aquello que se
presentara tan clara y distintamente anti mi espíritu que yo no
tuviera ninguna ocasión de ponerlo en duda.”

Reparemos un instante en esos dos conceptos que hemos


subrayado: “clara” y “distintamente”. Ambos constituyen el criterio
general de certeza que propone Descartes: sólo debemos aceptar
lo que se nos presenta con claridad y distinción. “Claridad”, es
decir, lo que se manifiesta sin oscuridad y sin dificultad.
“Distinción”, lo que es simple, lo que está separado de cualquier
otra cosa, lo que no puede confundirse con ninguna otra cosa. Por
consiguiente, la base para no incurrir en el error estriba en no
aceptar ningún tipo de idea o conocimiento que no sea claro y
distinto.

2) Regla del análisis. Análisis significa división. Podemos tener


evidencia de las ideas simples; pero no de las complejas. Por tanto,
hay que reducir o dividir las dificultades compuestas en simples.
Los datos de la experiencia suelen ser más complejos y confusos;
por ello, la física debe encargarse de descomponerlos en partes
más simples, como puntos, líneas, cuadrados, etc. Sólo así
evitaremos incurrir en errores:

“… dividir cualquier dificultad que yo examinara en tantas partes


como se pudiera y que fuera necesario para resolverlas mejor.”

3) Regla de la síntesis. A partir de los elementos simples conocidos


por intuición debemos reconstruir deductivamente el saber:

“…conducir por orden mis pensamientos, comenzando por los


objetos más simples y más fáciles de conocer, para ascender
poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los
más complejos. Y suponiendo, incluso, un orden entre los que
no se preceden naturalmente los unos de los otros.”
TEMA 4. DESCARTES 15

4) Regla de la enumeración y de la sinopsis. Puesto que la


deducción implica una serie de pasos hasta llegar a la
demostración de lo que interesa, es necesario hacer un recuento
de todos los pasos dados, con el fin de no dejar nada en el olvido.
En realidad, se trata de comprobar si la aplicación de las dos reglas
intermedias se ha realizado correctamente:

“…hacer en todas partes recapitulaciones tan completas y


revisiones tan generales que yo estuviera seguro de no haber
omitido nada”

6. EL PUNTO DE PARTIDA: LA DUDA METÓDICA

 Una vez que se tiene el método hay que aplicarlo, con lo que Descartes
aborda el último de los tres interrogantes que mencionábamos antes (el
referido a cuál es el punto de partida del método). Nuestro autor
considera que el método exige, en primer lugar, iniciar un proceso de
duda que elimine todos los conocimientos, ideas y creencias que
no aparezcan dotados de una certeza absoluta: hay que eliminar todo
aquello de lo que sea posible dudar, para ver si queda algo que resista a
toda duda, es decir, algo que sea indubitable y, por tanto, cierto. Ese
algo indubitable, caso de ser encontrado, ha de constituir el cimiento
sólido a partir del cual sea posible construir el edificio entero de nuestros
conocimientos (de acuerdo con el ideal deductivo de los racionalistas).

6.1. Consideraciones previas acerca de la duda cartesiana

 Antes de continuar, hay que dejar claro que Descartes no es un


escéptico y que, por lo tanto, su duda no es permanente, sino tan solo
provisional: Descartes utiliza la duda únicamente para encontrar la
verdad. La duda cartesiana tiene, por tanto, características especiales:

1) Es la expresión de una actitud de desconfianza y cautela,


provocada por el hecho de que al menos una parte de nuestros
conocimientos han resultado erróneos.

2) Es una duda de carácter metódico, es decir, concebida como un


instrumento para alcanzar la verdad, puesto que si se logra una
afirmación que resulta inmune a los ataques de la duda metódica,
dicha afirmación deberá ser considerada como cierta y evidente.
De hecho, Descartes parte de la confianza en la posibilidad de
alcanzar dicha verdad. Su duda no es, pues, un fin en sí mismo,
como ocurría en el escepticismo, sino una estrategia para
encontrar el conocimiento indubitable. Podríamos definirla
también como una hipótesis de trabajo o un camino a seguir para
encontrar un principio seguro. Dicho de otro modo: se duda para
dejar de dudar. Una vez tengamos la intuición de una idea clara y
distinta (es decir, evidente) el proceso de duda habrá terminado y
TEMA 4. DESCARTES 16

el camino a seguir será entonces el de la deducción a partir de


esa primera idea del resto de conocimientos.

3) Es universal dentro del ámbito de la reflexión teórica, es decir,


que exige dudar de todas las certezas que a nivel teórico
(filosófico, científico) se han tenido hasta ese momento.

4) Sin embargo, es puramente teorética, es decir, que la duda


metódica no debe extenderse al plano de las creencias ni de los
comportamientos éticos, puesto que la acción práctica, a
diferencia de la reflexión teórica, resulta ineludible.

6.2. Los niveles de la duda cartesiana

 Como ya queda dicho, Descartes considera que debe dudar de todos


sus conocimientos, tanto de los que proceden de los sentidos, como los
que proceden de la razón (incluidos los de las matemáticas). Ahora bien,
como resulta imposible revisar todos los conocimientos adquiridos uno a
uno se propone analizar las diferentes razones por las cuales, hasta
ahora, ha considerado sus opiniones y creencias como verdaderas y
buscar los motivos por los que podría dudarse de dichas razones. Como
la exposición de dichos motivos es diferente en su obra Discurso del
Método y Meditaciones Metafísicas, a partir de aquí combinaremos
ambas fuentes y estructuraremos su proceso de duda en cuatro niveles
de radicalidad ascendente.

1) En primer lugar, Descartes duda de la información suministrada


por los sentidos, lo cual podría parecernos bastante lógico en un
racionalista. En efecto, los sentidos son falaces y a veces nos
inducen a error3. Si los sentidos nos engañan a veces, ¿qué
garantía existe de que no lo hacen siempre? Se podría, por tanto,
suponer que los sentidos nos engañan siempre. Si bien la mayoría
de los hombres consideran altamente improbable que los sentidos
nos induzcan siempre a error, la improbabilidad no equivale a la
certeza y, por tanto, la posibilidad de dudar acerca del testimonio
de los sentidos no puede quedar totalmente eliminada.

“Los sentidos son engañosos y es prudente no fiarse nunca


por completo de quienes nos han engañado una vez.”
(Meditaciones metafísicas, 1ª)

3
Descartes se fija aquí, seguramente, en experiencias cotidianas tales como cuando
introducimos un palo en el agua de un estanque y nuestra vista lo percibe como si estuviera
quebrado, o como cuando ponemos la palma de nuestra mano sobre el hielo y recibimos la
sensación de que nos estamos quemando, pero existen un número inmenso de
experiencias creadas al efecto de demostrar la limitación de nuestros órganos sensoriales a
la hora de percibir los estímulos de la realidad (nos referimos a las llamadas “ilusiones
ópticas”, algunas de las cuales ya eran conocidas por los antiguos griegos, aunque la
mayoría se estudiaron a partir del siglo XIX).
TEMA 4. DESCARTES 17

Dudar de la fiabilidad de los sentidos nos permite dudar de que las


cosas sean tal y como las percibimos o, dicho de otro modo, dudar
de cómo es el mundo (aunque, en principio, no podríamos dudar de
la existencia de las cosas en sí mismas).

2) En segundo lugar, Descartes cuestiona también la información


suministrada por nuestros razonamientos, aspecto éste ya más
notable en un racionalista. En efecto, el filósofo afirma que la razón
no es infalible, puesto que a veces nos equivocamos en
razonamientos muy sencillos –incluso en geometría– que tomamos
como verdaderos. Si la razón nos engaña a veces, podríamos
suponer que nos engaña siempre, por lo que la posibilidad de
dudar acerca de los razonamientos no puede quedar totalmente
eliminada.

“¿Qué sé yo si Dios ha querido que yo también me engañe


cuando sumo dos y tres, o enumero los lados de un cuadrado?
Heme aquí obligado a confesar que todo cuanto yo creía antes
verdadero puede en cierto modo ser puesto en duda…”
(Meditaciones metafísicas, 1ª)

3) En este punto, y en relación con el primer nivel de duda, Descartes


va a introducir un elemento nuevo (la hipótesis del sueño), que le
va a permitir cuestionar la propia existencia del mundo exterior
(la cual todavía no había sido puesta en duda en su conjunto, como
una totalidad). En efecto, la posibilidad de dudar de que las cosas
sean como las percibimos por medio de los sentidos no nos
permite dudar de que realmente existan las cosas que percibimos.
Pero, si a veces es imposible distinguir la realidad exterior del
sueño, ¿cómo podemos estar seguros de que exista realmente ese
mundo exterior que creemos percibir? ¿Cómo distinguir el estado
de sueño del de vigilia y cómo alcanzar certeza absoluta de que el
mundo que percibimos es real? Como en el caso de las falacias de
los sentidos, la mayoría de los hombres cuentan con criterios para
distinguir la vigilia del sueño; pero estos criterios no sirven para
fundamentar una certeza absoluta.

“Cuántas veces me ha sucedido soñar de noche que estaba en


este mismo sitio, vestido y sentado junto al fuego, estando en
realidad desnudo y metido en la cama… Veo tan claramente que
no hay indicios ciertos para distinguir el sueño de la vigilia…”
(Meditaciones metafísicas, 1ª)

4) Finalmente, la duda es llevada por Descartes a su punto máximo al


atreverse a cuestionar la propia naturaleza del entendimiento
humano mediante una nueva hipótesis. En efecto, la imposibilidad
de distinguir la vigilia del sueño permite dudar de la existencia de
TEMA 4. DESCARTES 18

las cosas y del mundo, pero no parece afectar a ciertas verdades,


como las matemáticas: dormidos o despiertos, los tres ángulos de
un triángulo suman 180 grados en la geometría de Euclides. De ahí
que Descartes añada, como decimos, el más radical motivo de
duda: la hipótesis del espíritu maligno.

“Pero, ¿quién soy yo ahora que supongo que hay cierto geniecillo
en extremo poderoso, y por decirlo así, maligno y astuto, que
dedica todas sus fuerzas e industria a engañarme…?”

Esta hipótesis del “genio maligno” equivale a suponer que tal vez
el entendimiento humano es de tal naturaleza que se equivoca
siempre y necesariamente cuando piensa captar la verdad.
Aunque se trata de una hipótesis improbable, nos obliga a dudar
de todos nuestros conocimientos.

7. EL RESULTADO DE LA DUDA: EL COGITO

7.1. Pienso, luego existo…

 La duda parece haber eliminado todos los conocimientos y creencias, y


el escepticismo parece triunfar. Pero, de pronto, en el interior mismo del
acto de dudar, surge un “resto indubitable”, algo que resiste toda duda:
“estoy dudando”. Lo único, pues, que no puede eliminar la duda es la
duda misma, el acto de dudar: puedo dudar de todo, pero no puedo
dudar de que estoy dudando.

 Así que Descartes concluye: “Pienso, luego existo” (cogito, ergo sum;
je pense, donc je suis), siendo este el primer principio absolutamente
evidente de su filosofía, puesto que es inmune a toda duda, por muy
radical que sea: puedo pensar que no existe el mundo o que no existe
Dios, pero no puedo pensar que yo, que pienso esas cosas, no existo al
mismo tiempo que las pienso.

 El cogito le permite a Descartes afirmar la realidad de su propia


existencia en tanto que ser pensante: no puedo dudar de mi
pensamiento, y mi pensamiento se da porque se da mi existencia. Mi
pensamiento y mi existencia los percibo simultáneamente, luego es un
hecho indudable la existencia simultánea del propio pensamiento y
la propia existencia.

 En resumen: dudo, luego, pienso, luego existo.


TEMA 4. DESCARTES 19

7.2. Análisis del cogito

 En el “pienso, luego existo” de Descartes, hay dos elementos claros, a


saber, el pensar y el existir, que requieren de un breve análisis:

a) Pensar. Descartes entiende por “pensamiento” todo aquello que


ocurre en nosotros: dudar, entender, afirmar, negar, querer,
imaginar, sentir; es decir, todo acto consciente de la mente. Todo
pensamiento goza, pues, del carácter evidente de la duda (siento,
luego existo; creo, luego existo, imagino, luego existo, etc…)

b) Existir. Descartes parte de su propia interioridad (postura


subjetivista), de los pensamientos que descubre en sí mismo, y a
partir de ahí llega a demostrar su propia existencia: la evidencia
de la existencia se da sólo en el interior del sujeto y esa evidencia
no garantiza la existencia de otros seres pensantes ni, por
supuesto, de los objetos del mundo exterior. Si Descartes sólo es
capaz de demostrar su propia existencia en tanto que sujeto que
tiene pensamientos, pero no la existencia real de los objetos de
sus pensamientos, el filósofo permanecerá encerrado en el
solipsismo (solo estamos seguros de la existencia del yo). Por
tanto, a partir de la intuición cierta del cogito tendrá que demostrar
la existencia de las cosas que son distintas al yo y ésta será la
parte deductiva de su filosofía que veremos a partir del siguiente
epígrafe.

 Una vez aclarados los dos términos de la fórmula, conviene tener en


cuenta que el cogito no es un silogismo, es decir, que el “Pienso,
luego existo” no es una deducción (a pesar de ese “luego” de la
fórmula), en la que pudiera ocultarse algún error. El cogito es una
intuición mental, es decir, una evidencia inmediata: intuyo, sin realizar
ninguna deducción, la imposibilidad de mi pensar sin mi existir. El cogito
es, por tanto, la primera idea clara y distinta.

 Por último, el cogito es una verdad inmutable y el prototipo de toda


verdad y de toda certeza: ¿Por qué la existencia del sujeto pensante
es absolutamente indubitable? Porque se percibe con toda claridad y
distinción. De aquí deduce Descartes su criterio de certeza: todo
cuanto perciba con igual claridad y distinción será verdadero y, por tanto,
podrá afirmarse con inquebrantable certeza.
TEMA 4. DESCARTES 20

8. LAS IDEAS: ANÁLISIS Y CLASIFICACIÓN

 Como resultado de todo el proceso mental anterior, Descartes ha


encontrado una base firme para construir su filosofía, una idea clara y
distinta: el cogito. “Clara” porque se manifiesta sin oscuridad (sin
dificultad) a la inteligencia que la intuye. “Distinta” porque está separada
de cualquier otra idea, no contiene en sí otras ideas, es decir, es simple,
elemental.

 Sin embargo, este descubrimiento no es suficiente, porque el ideal del


método matemático que Descartes sostiene obliga deducir nuevas
ideas a partir de este primer principio indubitable.

 El reto que tiene que afrontar Descartes consiste en ser capaz de,
partiendo de la idea de su propia existencia como realidad mental,
romper el cerco de su propio pensamiento y salir a la realidad
extramental, demostrando que existe algo más que únicamente su
propia mente, que existe, además, el mundo externo, el mundo de los
objetos. Así pues, el objetivo de Descartes será ahora abrirse a las
cosas partiendo del yo, que es lo único que tiene seguro. ¿Podrá el
filósofo deducir la existencia de la realidad exterior a partir de la
existencia de su propio pensamiento?

 Para demostrar la existencia de la realidad extramental sólo cuenta con


las ideas que tiene. Descartes entiende por “idea” los objetos del
pensamiento, los elementos con los que conformamos nuestros
pensamientos. Así pues, decide someter sus ideas a un análisis
cuidadoso para descubrir si alguna de ellas le sirve para romper el
cerco de su propia conciencia. Al realizar este análisis de la
naturaleza de las ideas se da cuenta de que no todas son iguales y
distingue tres tipos de ideas:

a) Ideas adventicias: Son las que parecen provenir de nuestra


experiencia externa (las ideas de hombre, de árbol, de las cosas,
de los colores, etc.). Decimos “parecen provenir” y no
“provienen”, porque aún no nos consta la existencia de una
realidad exterior. Eso es lo que Descartes quiere demostrar pero
no puede hacerlo apoyándose en la existencia de las ideas
adventicias, porque la hipótesis del sueño proporciona una
explicación plausible para este tipo de ideas. Para poder afirmar
que estas ideas se corresponden con un mundo exterior habrá
que demostrar la existencia de ese mundo por otra vía, pero no
partiendo de ellas.

b) Ideas facticias (o ficticias): Son las que provienen de nuestra


imaginación y voluntad, y pueden construirse partiendo de estas
dos facultades o de otras ideas (por ejemplo, la idea del
minotauro o de la sirena). Estas ideas no tienen existencia real.
Tampoco sirven para demostrar la existencia de ninguna
TEMA 4. DESCARTES 21

realidad extramental porque son ideas construidas por el


pensamiento, con lo que su validez como prueba de la existencia
de alguna realidad objetiva es todavía menor que la de las ideas
adventicias.

c) Ideas innatas: Son aquellas que el pensamiento posee en sí


mismo. No se trata tanto de que los humanos nazcamos con
ellas (a pesar del adjetivo “innatas”), como de que, de manera
innata, aparecen en nuestra mente cuanto nos ponemos a
pensar. Por tanto, dichas ideas no las encontraríamos acabadas
en la mente del niño aunque estarían presentes virtualmente en
su entendimiento, existiendo una predisposición natural a
formarlas. Ideas innatas son, por ejemplo, la de “pensamiento” y
la de “existencia”, que no son construidas por mí (facticias) ni
proceden de experiencia externa alguna (adventicias), sino que
las encuentro de manera natural cuando tomo conciencia de que
estoy dudando o de que un genio maligno me puede estar
engañando (es decir, las intuyo o capto de manera directa como
ocurre con el cogito).

 La afirmación de la existencia de ideas innatas constituye una de


las piedras angulares del racionalismo, puesto que es a partir de este
tipo de ideas que se va a poder construir el edificio entero del
conocimiento, según el modelo matemático. Por esta razón, aunque son
muy pocas cuantitativamente hablando, estas ideas son cualitativamente
las más importantes, puesto que serán las que permitan a Descartes
salir de su realidad mental a la realidad extramental.

9. LA REALIDAD

9.1. La existencia de Dios

 La idea innata del “pienso, luego existo”, le ha servido a Descartes para


demostrar su propia existencia en tanto que ser pensante. De todo lo
demás duda.

 ¿Habrá alguna otra idea innata, tan clara y distinta como el cogito, que
nos permita tener seguridad de la existencia de alguna realidad exterior
a nuestro propio pensamiento?

A) Demostración a partir de la idea de infinitud (o de perfección)

 Descartes descubre entre las ideas de su mente la idea de infinito, y a


partir de ella intenta demostrar la existencia real de Dios. En el Discurso
del método este argumento aparece desarrollado con la idea de
perfección, pero la esencia de la argumentación es la misma.
TEMA 4. DESCARTES 22

 El razonamiento que utiliza para demostrar que la idea de infinito es una


idea innata que debe haber sido puesta en la mente por un Dios infinito
es el siguiente: 1) Precisamente porque dudo, piensa Descartes, me
percibo como un ser limitado, imperfecto (porque sería más perfecto
no dudar, tener certeza de las cosas). Es decir, me contemplo a mí
mismo como siendo un ser finito. 2) Pero no sería posible tener el
concepto de lo finito sin la idea de lo infinito, puesto que lo finito es
la negación de lo infinito. Al contemplarme como finito lo estoy haciendo
en relación a lo infinito. 3) Luego, entre las ideas de mi mente se
encuentra, como idea previa, la idea de infinito, a pesar de que yo
soy un ser finito. 4) La idea de infinito no es una idea adventicia,
porque no poseemos experiencia directa de nada infinito. 5) Tampoco
es una idea facticia, es decir, no puedo haberla construido yo con mi
imaginación, puesto que yo soy un ser finito y de lo finito no puede surgir
la idea de infinito (recuerda que Descartes sostiene que la noción de
finitud, de limitación, presupone la idea de infinitud, a la cual le
imponemos unos límites para crear la idea de finitud). 6) Conclusión:
como la idea de infinitud no es adventicia ni tampoco facticia, debe
haber sido “puesta por una naturaleza más perfecta que yo”, puesto que
la causa debe haber, por lo menos, tanta realidad como en el efecto. La
idea de lo infinito sólo puede proceder, por tanto, del mismo ser
infinito, de Dios. Luego, Dios existe.

 Como ya habrás notado, este argumento puede ser utilizado,


igualmente, con otras ideas descubiertas en la mente en referencia a
Dios, como la idea de perfección, omnipotencia, omnisciencia,
eternidad, inmutabilidad, etc.

B) Demostración a partir de mi propia existencia

 Este argumento puede considerarse una variante del anterior. 1)


Descartes constata que posee la idea de perfección en su mente
pero que él mismo es un ser imperfecto. 2) ¿De dónde procede mi
existencia imperfecta? No puede ser de mí mismo porque en ese caso
yo me habría dado las perfecciones que en encuentro en la idea de Dios
pero de las que yo carezco como ser realmente existente. 3) Tampoco
soy yo el que me conserva instante tras instante pues si yo tuviese ese
poder no dejaría de existir nunca. 4) En consecuencia, tanto mi
conservación como mi creación proceden de un ser que no soy yo,
y, ese ser, en función del principio de que debe haber una
correspondencia cualitativa entre la causa y el efecto, tiene que ser
perfecto y omnipotente, con lo que Descartes lo identifica con el Dios
creador y providente en el que cree, el cual al crearme ha impreso en mi
mente su idea, como el artífice que pone impreso su sello en su obra.
TEMA 4. DESCARTES 23

C) Demostración a partir del concepto mental de Dios como el ser


absolutamente perfecto

 Esta prueba es conocida como el argumento ontológico y fue creada


ya en la Edad Media por Anselmo de Canterbury en el siglo XI. 1) El
argumento parte del concepto que todos los hombres tienen de Dios
como un ser tal que es imposible pensar otro mayor que él. 2) Un
ser definido mentalmente de esa manera ha de existir no solamente
en nuestro pensamiento sino también en la realidad, ya que en caso
contrario sería posible pensar otro mayor que él: por ejemplo, uno
que existiera realmente. 3) En tal caso, caeríamos es una
contradicción con el propio concepto mental que tenemos de Dios
(el ser mayor que el cual no puede pensarse ningún otro), 4) con lo que
Dios debe existir no sólo en el pensamiento sino también en la
realidad.

 Formulado de una manera más sencilla, este argumento sostiene que,


como la idea que tenemos de Dios es la de un ser que reúne todas las
perfecciones posibles es imposible que no exista en la realidad ya que
la existencia es un rasgo de perfección que debe estar presente en
Dios (puesto que las tiene todas y no le puede faltar ninguna y existir es
más perfecto que no existir). Luego, Dios existe, puesto que lo
contrario sería un rasgo de imperfección.

9.2. La existencia del mundo

 La existencia de Dios, la segunda realidad que Descartes ha sido capaz


de demostrar, se convierte en la clave de bóveda del sistema cartesiano,
pues la existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia
de Dios. El argumento es el siguiente:

1) Dios existe y es perfecto, puesto que de lo contrario no sería


Dios. Así que, como es perfecto ha de ser bueno y veraz, con lo
que no me puede engañar. La veracidad de Dios se demuestra
por el argumento de que engañar es un signo de imperfección que
no puede darse en un ser perfecto como es Dios.

2) Pero Dios me engañaría si, teniendo nosotros una inclinación tan


grande a creer en la existencia del mundo como causa de
nuestras sensaciones, el mundo no existiese. Si las sensaciones
que nosotros tenemos del mundo no correspondieran a un mundo
objetivamente existente… Dios me estaría engañando, y entonces
ya no sería Dios.

3) Luego, si Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, y yo


tengo ideas del mundo, es porque el mundo existe.

 La hipótesis del genio maligno, el motivo de duda más radical de


todos, ha quedado eliminada. Así pues, probada la veracidad divina,
Dios se convierte en el sistema de Descartes en la garantía de que a mis
TEMA 4. DESCARTES 24

ideas corresponde un mundo, una realidad extramental. Las ideas que


perciba clara y distinta serán pues verdaderas, pues Dios respalda la
aplicación del criterio general de certeza.

10. LA TEORÍA DE LA SUSTANCIA

 De la verdad del “cogito” ha deducido Descartes la existencia del yo, de


Dios y de los cuerpos. Y a estos tres elementos considerados
genéricamente los llama sustancias. Se trata de un concepto que
tiene su origen en la filosofía aristotélica y con el que Descartes intentará
analizar la naturaleza de lo existente. Siguiendo la tradición filosófica,
define la sustancia como “lo que existe de tal manera que no necesita de
ninguna otra cosa para existir”. Esta definición, si la tomamos en su
sentido estricto, sólo sería aplicable a una de las tres realidades
descubiertas: Dios, ya que cualquier otra realidad requiere de Dios para
existir: los seres finitos, pensantes y extensos, son creados por Dios y
conservados por su poder, por lo que dependen de él.

 Sin embargo, en un sentido más extenso, Descartes afirma que, por


analogía, el concepto de sustancia puede ser aplicado a todos
aquellos otros seres que percibimos con claridad y distinción que
no necesitan de ninguna otra cosa para existir excepto de Dios, y
estos son dos: el yo o alma y los cuerpos materiales, los cuales son
mutuamente independientes y no se necesitan el uno al otro para existir
(el pensamiento, según opina Descartes, no requiere de un cuerpo para
que exista ni el cuerpo necesita del pensamiento). Hecha esta
aclaración, podemos afirmar que existen tres tipos de sustancias: 1)
Dios, 2) el yo o alma y, 3) los cuerpos materiales.

 Ahora bien, según piensa Descartes nosotros no podemos percibir


directamente las sustancias en sí mismas si no que nuestro
conocimiento de las mismas se produce por mediación de sus atributos,
que son las cualidades o propiedades de la sustancia. El atributo, a
diferencia de la sustancia, no puede existir por sí mismo, sino que
necesita de la sustancia para existir, puesto que ésta es su soporte.
Así:

1) El atributo esencial del yo o alma que se nos manifiesta como


absolutamente claro y distinto es el pensamiento y es esta
cualidad la que nos permite conocer la existencia del alma, razón
por la cual esta realidad recibe el nombre de sustancia pensante.
Descartes utiliza también la expresión latina res cogitans o el
término “conciencia” para referirse a ella. Esta sustancia es
indivisible y, en consecuencia, inmortal, puesto que la destrucción
supone necesariamente división, y es el ámbito de la libertad.

2) El atributo esencial de las cosas materiales que podemos percibir


con claridad y distinción es la extensión y es esta cualidad (el
hecho de que las cosas ocupen un lugar en el espacio) el que nos
TEMA 4. DESCARTES 25

permite conocer lo material o corpóreo, razón por la cual esta


realidad recibe el nombre de sustancia extensa. Descartes utiliza
también la expresión latina res extensa y los nombres de
“extensión” y “mundo” para denominarla. Se caracteriza porque es
mensurable y en ella rige el mecanicismo, correspondiendo su
estudio a la física.

3) Finalmente, el atributo esencial que Dios posee es la infinitud


(sabiduría infinita, poder infinito, bondad infinita, etc.), razón por la
cual lo denomina la sustancia infinita.

10.1. La sustancia extensa y la concepción mecanicista de la naturaleza

 Como ya hemos mencionado en el epígrafe 9.2., la existencia de las


cosas corpóreas ha quedado demostrada a partir de la demostración de
la existencia de Dios, quien se convierte en el garante de que a mis
ideas sobre el mundo les corresponde un mundo real y objetivamente
existente. Sin embargo, una vez que conocemos los conceptos de
sustancia y atributo hemos de llevar la pregunta sobre la realidad un
paso más allá: ¿garantiza Dios la realidad objetiva de todas las
cualidades que percibimos en las cosas?

 La respuesta a esta nueva pregunta es negativa: Dios no garantiza que


a todas mis ideas corresponda una realidad extramental. Descartes,
siguiendo en este punto a Galileo y en consonancia con toda la física
moderna, distingue en las cosas dos tipos de cualidades: las primarias y
las secundarias. Las cualidades primarias son aquellas que se pueden
medir y, por tanto, expresar matemáticamente y son tres: la extensión (o
volumen), el movimiento y la figura. El conocimiento del mundo sensible
queda limitado a las ideas claras y distintas de estas tres cualidades de
los cuerpos, las cuales existen objetivamente, independientemente del
sujeto. Las cualidades secundarias (luz, color, sonido, olor...), por el
contrario, no son percibidas con la misma claridad y distinción que las
primarias (en aquella época todavía no eran susceptibles de ser
medidas). De hecho, sostiene Descartes que no existen en los cuerpos
sino que son apreciaciones subjetivas. En efecto, la ciencia moderna
podía medir cualidades como la extensión de un objeto (el volumen en
sus tres dimensiones) y el movimiento: podía decirse que un cuerpo
tenía doble volumen que otro o que su movimiento era uniformemente
acelerado. Sin embargo, de un objeto, aunque podía decirse que olía
más que otro, no podía decirse que olía tres veces más. Por tanto, las
cualidades secundarias, al depender de la apreciación del sujeto tienen
una validez subjetiva y su verdad no puede estar garantizada por Dios:
Dios sólo garantiza la existencia de un mundo constituido
exclusivamente por la extensión, movimiento y figura.

 ¿Qué función tienen, entonces, las cualidades secundarias o


sensaciones subjetivas (temperatura, olor, sabor, color, sonido, etc.)?
Su función, según piensa Descartes, no está relacionada con el
conocimiento seguro que podamos tener de las cosas, sino que es
TEMA 4. DESCARTES 26

básicamente utilitaria: las necesitamos en la vida cotidiana porque nos


dan información acerca del para qué sirven las cosas (pero no sobre el
qué son las cosas). Por ejemplo, sobre el fuego nos enseñan que sirve
para calentar y nos incitan a buscarlo o rehuirlo, pues el fuego nos
puede proporcionar un calor agradable o dolor si nos aproximamos
demasiado a él. Sin embargo, las sensaciones no pueden decirnos nada
más sobre el fuego, nada al respecto de su naturaleza, ningún saber
objetivo y seguro. Así pues, las sensaciones nos enseñan lo que nos
conviene y lo que nos perjudica, pero no nos enseñan nada sobre la
verdad de las cosas, pues esto último es propio y exclusivo de la razón y
no de los sentidos.

 A partir de las tres cualidades cuantificables de la materia (extensión,


movimiento y figura) deduce Descartes su física (básicamente
cinemática), que constituye una interpretación mecanicista de la
naturaleza, o, lo que es lo mismo, una explicación de los fenómenos
naturales que no admite más causas explicativas que las derivadas de
los movimientos o combinaciones de movimientos de cuerpos en el
espacio. La teoría mecanicista concibe la naturaleza (la res extensa
cartesiana) como una máquina o mecanismo en el que el movimiento
de una de sus partes es el resultado automático de otros
movimientos, que se transmiten de cuerpo a cuerpo mediante una
acción recíproca. La metáfora más evidente para comprender la
concepción mecanicista del mundo natural es la del reloj de cuerda, que
es un mecanismo en el que los movimientos de unos engranajes son
resultado automático del movimiento de otros engranajes, transmitidos
por contacto de una pieza a otra, y en el que interviene la acción
recíproca.

 Siguiendo el símil del reloj, podemos decir que, de la misma manera que
éste ha sido construido por un relojero que le ha dado cuerda para iniciar
el movimiento automático de los engranajes, en el universo mecánico de
Descartes Dios es el relojero que ha creado el universo de materia
inerte y la ha dotado después de movimiento. La cantidad de materia
y de movimiento permanece constante en el universo porque Dios es
inmutable y no vuelve a intervenir en el mundo desde el momento de la
creación, garantizando la estabilidad del mecanismo. La materia que ha
creado es divisible indefinidamente y es mediante sucesivas divisiones
de esa materia única y común a todos los seres que se van generado
todas las clases de seres materiales existentes en el universo. El choque
y el roce de los cuerpos en los que se ha dividido la materia extensa
hace que se produzcan unas “limaduras” muy sutiles que llenan todos
los huecos, con lo que el vacío no existe. Al no existir el vacío, el
movimiento se transmite necesariamente de un cuerpo a otro por
contacto. Todos los seres, incluidos los seres vivos (plantas, animales y
al propio ser humano en cuanto que posee un cuerpo material), son y se
comportan como una especie de máquinas complejas regidas por las
leyes universales y necesarias del movimiento, sin que exista la
posibilidad de la libertad ni el azar.
TEMA 4. DESCARTES 27

 La física cartesiana es, en resumidas cuentas, una física


exclusivamente de la cantidad y del movimiento espacial, variables
éstas que pueden representarse geométricamente. La inclusión del ser
humano, al menos en la medida en que tiene un cuerpo y forma parte de
la sustancia extensa, plantea el problema de la existencia o no de la
libertad humana que abordaremos a continuación.

11. EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO Y EL PROBLEMA MECANICISMO-


LIBERTAD

11.1. El dualismo antropológico: el problema de la interacción cuerpo-


alma

 Como hemos mencionado, la sustancia pensante y la sustancia


extensa reciben esta denominación porque el pensamiento no necesita
del cuerpo para existir ni la existencia del cuerpo implica la del
pensamiento. Para Descartes se trata de realidades mutuamente
independientes entre sí, con lo que su concepción del ser humano es
dualista, lo que significa que define al hombre como un compuesto de
dos elementos: el pensamiento (el alma) y la materia (el cuerpo).
Aunque ambas sustancias, según reconoce el propio Descartes, están
estrechamente unidas en el ser humano, ello no implica que no se trate
de elementos absolutamente independientes entre sí. En efecto, nuestro
cuerpo, como una cosa material que es, está sujeto a las mismas leyes
universales y necesarias que rigen el comportamiento del resto de cosas
materiales. El cuerpo humano es concebido por Descartes como una
simple máquina, muy compleja, pero una máquina al fin y al cabo, que
responde a todas las leyes mecánicas de la física.

 Llegados a este punto debemos preguntarnos: ¿por qué el filósofo


insiste tanto es esta tajante separación entre el cuerpo (sustancia
extensa) y el alma (sustancia pensante)? No hay que olvidar que esta
independencia alma-cuerpo implica numerosos problemas como, por
ejemplo, el hecho de que mi cuerpo responda a las órdenes de mi mente
(mi mano coge el cuchillo porque mi mente se lo ordena) o de que mi
mente conozca los estados de mi cuerpo (si me corto un dedo y sangro,
noto el dolor).

 Como se puede suponer, la insistencia de Descartes en este asunto no


es gratuita y el filósofo mantiene la división mente-cuerpo con un
objetivo: hacer compatible su concepción mecanicista de la ciencia
con su creencia en la libertad humana y su responsabilidad moral.
Toda la “res extensa”, es decir, el universo, las plantas, los animales y el
mismo cuerpo humano son considerados como simples mecanismos
cuyo comportamiento puede ser explicado desde la ciencia física. No
obstante hay un ámbito que debe escapar al mecanicismo y que es
necesario salvaguardar a toda costa de la necesidad de las leyes
universales de la naturaleza y este ámbito no es otro que el de la plena
TEMA 4. DESCARTES 28

libertad de las decisiones y actuaciones humanas. Esa es la razón de


que el mundo de la conciencia se separe radicalmente del mundo de la
materia: Descartes, al mismo tiempo que acepta la concepción
mecanicista imperante en la ciencia de la época moderna, quiere salvar
los valores espirituales en los que cree y que defiende como es el de la
inmortalidad y libertad del alma humana.

 El problema que tendrá que resolver Descartes, como consecuencia de


su afirmación radical del dualismo antropológico, es el de poder explicar
cómo se relacionan en el ser humano ambas realidades (el alma y el
cuerpo). Este problema se conoce como el problema de la comunicación
de las sustancias y ya estaba presente en Platón, quien también
defendió la separación del alma racional y del cuerpo sensible. En el
caso de Descartes el problema es más agudo aún por dos razones: 1)
Primero, porque la separación que establece entre el alma y el
cuerpo es más radical que la platónica, al concebir ambos elementos
como dos sustancias diferentes e irreductibles entre sí, que poseen
atributos distintos (recuerda que en Platón algunas partes del alma
permanecen unidas al cuerpo y desaparecen con él). 2) Porque es
plenamente consciente de la estrechísima relación existente entre
ambas realidades. En este sentido, Descartes rectifica a Platón
aludiendo al símil del piloto y el navío: el alma y el cuerpo están más
unidos que el piloto y el navío; de hecho, están como mezclados y llegan
a formar una misma cosa, pues, si no fuera así, no sentiría dolor cuando
estoy herido. Sólo como ser pensante percibiría la herida
exclusivamente con el entendimiento, como cuando el piloto ve que se
rompe un cabo en el barco; pero yo siento dolor, por tanto, la relación
entre mente y cuerpo es muy estrecha. Es más, el entendimiento
concibe inicialmente mi cuerpo como un cuerpo más, no precisamente
como el mío, siendo los sentimientos de dolor, placer, sed, hambre, etc.,
los que hacen posible que yo comprenda que este cuerpo es mi cuerpo
(yo no veo solamente con “los ojos del espíritu”, pues en ese caso vería
la sangre brotar de la herida, pero no la sentiría como la mía).

 ¿Cómo explicar Descartes esta estrecha relación entre mi alma y mi


cuerpo? Este es un problema al que, de manera infructuosa, se han
enfrentado todas las concepciones dualistas del ser humano. Descartes,
frente a lo que se conoce como el problema de la comunicación de
las sustancias, recurre a una solución de tipo fisiológico un tanto pueril:
la afirmación de la existencia en la parte central del cerebro de una
glándula conocida como glándula pineal que sería el punto de contacto
donde tendría lugar la interacción cuerpo-alma y que, por tanto,
permitiría la comunicación e interacción entre ambas realidades. Esta
explicación es claramente insatisfactoria puesto que la propuesta seguía
sin resolver el problema, que no era tanto dónde se unían alma y cuerpo
sino cómo lo hacían. Sin duda, es uno de los puntos más débiles de la
filosofía de Descartes.
TEMA 4. DESCARTES 29

11.2. El problema de la libertad

 Como hemos visto, la insistencia de Descartes en afirmar la separación


del cuerpo y del alma como dos realidades mutuamente independientes,
responde a su interés por preservar la libertad del ser humano. Esta
capacidad sólo puede residir en el alma, puesto que al no formar parte
de la sustancia extensa, tampoco está sometida al dictado de las leyes
universales y necesarias de la física. La libertad de la voluntad humana
es para Descartes una idea innata que se percibe con absoluta
evidencia y un rasgo que constituye la máxima perfección del ser
humano:

“Por lo demás, es tan evidente que tenemos una voluntad libre


que puede dar su asentimiento, o cuando le plazca no darlo,
que ésta puede ser contada como una de las primeras y más
comunes nociones, innatas en nosotros…” (Principios de la
filosofía, I-39).

“…que la principal perfección del hombre consiste en tener libre


albedrío, y que es lo que le hace digno de alabanza o censura.”
(Principios de filosofía, I-37).

A partir de esta capacidad especial de los seres humanos (la “voluntad


libre”) explicará Descartes tanto nuestra responsabilidad a la hora de
tomar decisiones morales como nuestros errores cognitivos. Veamos
cómo lo hace.

 Descartes distingue en el alma humana dos funciones: el


entendimiento, que es la facultad de pensar, y la voluntad, que es la
capacidad que nos habilita para controlar los propios impulsos y dirigir la
conducta hacia finalidades prefijadas de forma racional (Descartes la
define como la capacidad de “afirmar o negar, pretender o evitar las
cosas que el entendimiento nos propone”). La voluntad humana,
identificada en Descartes con la libertad, tiene una gran importancia
dentro de la filosofía general de Descartes puesto que es a partir de la
existencia de esta capacidad en nuestra alma que se pueden explicar
dos cosas: 1) la responsabilidad del hombre en lo que se refiere a
las consecuencias de sus decisiones y acciones morales, puesto
que, de no existir la libertad humana, dicha responsabilidad no podría
recaer sobre la criatura sino que recaería sobre el Creador y, 2) los
errores cognitivos, puesto que, haciendo un mal uso de nuestra
voluntad, a veces nos precipitamos al afirmar o negar cuestiones que el
entendimiento no concibe clara y distintamente y, en otras ocasiones,
por prevención, negamos ideas que son claras y distintas. Lógicamente,
Dios no garantiza la verdad de este tipo de conclusiones erróneas ni es
el responsable de dichos errores a los que me ha conducido mi voluntad
libre.
TEMA 4. DESCARTES 30

 Por tanto, la libertad es entendida por Descartes como la capacidad de


elegir entre diversas opciones que se nos presentan y, en
consecuencia, la capacidad que nos puede llevar a la verdad o al
error en el ámbito del conocimiento y al bien o al mal en el ámbito
moral. Ahora bien, ¿consistirá la libertad en la total indiferencia ante las
diversas opciones que se nos presentan porque de ese modo no me
sentiré en principio inclinado por ninguna de ellas y podré elegir así
“libremente”? Es el viejo dilema del asno de Buridan4 que ilustra esta
concepción de la libertad como indiferencia absoluta y frente a cual
Descartes se muestra en desacuerdo. La libertad no puede consistir
en la indiferencia absoluta porque una situación así sólo puede surgir
de la ignorancia del entendimiento y la libertad consiste precisamente,
según hemos dicho, en que la voluntad elija aquello que el
entendimiento le presenta con claridad y distinción como bueno y
verdadero. Así pues, sólo cuando el entendimiento tiene ideas claras y
distintas sobre lo bueno y lo malo, o sobre lo verdadero y lo falso, la
voluntad puede elegir con plena libertad. La libertad, por tanto, consiste
en el sometimiento de la voluntad al entendimiento, y este sometimiento
es la idea central de la ética cartesiana que desarrollamos en el último
apartado.

 Por último, Descartes se ocupa también de responder a quienes


criticaban la idea de que el ser humano no es libre argumentando la
tesis de la presciencia divina. Esta tesis, derivada del protestantismo y
de mucho peso en la época, defiende que, puesto que Dios conoce todo
lo que cada ser humano hará en el futuro (puesto que es omnisapiente),
este mismo conocimiento divino implica que el futuro está ya
establecido, de donde resulta una contradicción con la tesis del libre
albedrío o libertad del hombre (que, por esencia, debe consistir en una
falta de determinación del comportamiento futuro, el cual sólo puede ser
determinado por cada uno de nosotros). Para Descartes, la tesis de la
presciencia divina no es capaz de destruir la afirmación de la libertad
humana y el argumento que utiliza para rebatir dicha tesis viene a decir
que el conocimiento divino no interfiere en absoluto en las
decisiones libres de nuestra voluntad: Dios conoce de antemano lo
que nosotros, libremente, vamos a decidir en el futuro. Este argumento
lo explica muy gráficamente en una carta a Elisabeth de Bohemia con el
siguiente ejemplo:

4
Si a un asno hambriento se le sitúa equidistante a dos montones de paja exactamente idénticos, ¿hacia
qué montón se dirigiría? Como el asno carece de razón por la que preferir un montón de heno a otro
estaría paralizado para tomar una decisión y quedaría inmovilizado en medio de ambos montones hasta
morir de hambre... Se trata, según algunos, de una paradoja, ya que, pudiendo comer, no come porque
no sabe, no puede o no quiere elegir qué montón es más conveniente, ya que ambos montones le
parecen iguales. Aristóteles, en el De Caelo, ya se había preguntado cómo un perro confrontado ante
dos cantidades idénticas de alimento podría comer.
TEMA 4. DESCARTES 31

“Si un rey que ha prohibido los duelos, y que sabe con toda seguridad
que dos gentilhombres de su reino, que viven en distintas ciudades,
tienen conflictos entre ellos, y están animados de tal manera el uno
contra el otro, tal que nada les podría impedir batirse si se
encontraran; si, digo, este rey da a uno de ellos la misión de ir cierto
día hacia donde está el otro, y da también la misión a este otro de ir el
mismo día hacia el lugar donde está el primero, sabe bien con toda
seguridad que no dejarán de encontrarse y de batirse, y así
contravenir su prohibición, pero él no les obliga para nada a ello; y su
conocimiento, e inclusive la voluntad que haya tenido para mandarles
de esta manera, no impide que no sea sino voluntariamente y también
libremente que se batan cuando se encuentren, como habrían hecho
si él no hubiese sabido nada, y hubiese sido por cualquier otra
circunstancia por la que se hubiese encontrado, y pueden ser
castigados por haber contravenido su prohibición. Así pues, lo que un
rey puede hacer al respecto, en lo referente a las acciones libres de
sus sujetos, Dios, que tiene una presciencia y un poder infinito, lo hace
infaliblemente en lo referente a las de los hombres”.

(Carta a Elisabeth de Bohemia, enero de 1646)

11. LA MORAL PROVISIONAL Y LA LIBERTAD

 Sin duda alguna, la propuesta moral es la parte menos tratada y


desarrollada del proyecto cartesiano. En la tercera parte del Discurso del
Método, justo antes de empezar a aplicar la duda metódica, Descartes
establece unos mínimos morales que orientarán las acciones en su
vida cotidiana mientras se dedica a la tarea principal de búsqueda de los
fundamentos del conocimiento cierto y seguro. Porque, aunque en el
ámbito teórico, en el ámbito de la verdad, la razón, tal y como demanda
el método, está autorizada a suspender inicialmente el juicio en aras a la
consecución de un criterio de certeza firme y sólido que nos permita de
una vez por todas conseguir la verdad en las ciencias, en el ámbito
práctico la voluntad no puede dejar de tomar decisiones y actuar. Es
por ello, por lo que propone para sí mismo, en principio con carácter
provisional (“morale par provisión” en la edición francesa)5 aunque en
su obra posterior (Tratado de las pasiones y en su correspondencia)
adoptan un carácter definitivo, los cuatro preceptos morales que
seguidamente pasamos a detallar.

 La primera norma consistía en la sumisión a las leyes del país en el


que uno vive y a las normas de la religión en la que ha sido
educado, o en palabras del propio Descartes:

5
Puede haber una doble interpretación en el sentido último de la expresión “morale par provisión”: a) algo
provisional, temporal; vigente sólo hasta alcanzar dictámenes morales definitivos y b) una provisión, un
acopio moral para prevenirse de cualquier contingencia inesperada en el ámbito de la acción.
TEMA 4. DESCARTES 32

“…obedecer las leyes y costumbres de mi país,


manteniendo de forma constante la religión en la que Dios
me había hecho la gracia de ser instruido desde mi
infancia y gobernándome en las restantes cosas siguiendo
las opiniones más moderadas y más alejadas del exceso,
que fueran comúnmente aceptadas en la práctica por las
personas más sensatas de entre aquellas con las que
tendría que vivir”.

Mediante esta norma se trata de conseguir la tranquilidad de espíritu, sin


la cual no sería posible la búsqueda de la verdad. Como referente de
actuación también se propone seguir las opiniones más moderadas
apartadas de todo exceso; observamos aquí un paralelismo con la
doctrina de la virtud como el justo medio entre los dos extremos de la
ética aristotélica. En esta primera máxima también se considera como
un exceso “todas las promesas por las cuales se pierde algo de la propia
libertad”; es decir, se recomienda salvaguardar nuestra libertad evitando
hacer promesas en el presente que comprometan nuestra libertad en el
futuro.

 La segunda norma consistiría en eliminar las demoras en la acción o,


expresado por el propio Descartes:

“…la de ser tan firme y decidido en mis acciones como


pudiera y no seguir en las opiniones más dudosas después
de haber optado por ellas, con menor constancia que si
ellas hubieran sido muy seguras”.

 La tercera consiste en controlar los deseos y las pasiones mediante


el ejercicio de la razón:

“[la tercera]…era la de tratar siempre de vencerme a mí


mismo y no depender de la Fortuna, de cambiar antes mis
deseos que el orden del mundo y, en general,
acostumbrarme a creer que no hay ninguna cosa que esté
completamente en mi poder como no sean nuestros
pensamientos”.

Se trata de una máxima de clara influencia estoica consistente en


adaptar los deseos y aspiraciones a las posibilidades, renunciando a
ellos si su satisfacción no es posible.

 Finalmente, la cuarta norma consiste en potenciar la razón con el fin


de alcanzar la verdad tanto en la acción como en el conocimiento
TEMA 4. DESCARTES 33

porque Descartes piensa, de acuerdo con Sócrates y su intelectualismo


moral, que basta con conocer el bien para obrar de manera buena.

“… dedicar toda mi vida a cultivar mi razón y avanzar tanto


como pudiera en el conocimiento de la verdad, siguiendo
el método que yo me había prescrito”.

 La intención última de este proyecto ético es la sumisión de la


voluntad y de las pasiones a la razón. Con esa intención emprende
Descartes el análisis de las pasiones y su interacción en el alma. Para
el filósofo francés las pasiones son sentimientos o emociones del alma
causadas por el cuerpo, concretamente por sus fuerzas vitales o
tendencias naturales. Al ser generadas por el cuerpo las pasiones se
caracterizan por ser: 1) irracionales, pues no son acordes con los
dictados de la razón y, 2) involuntarias, pues no dependen de la
voluntad, sino que se le imponen a ella, obligando a esta capacidad a
establecer una lucha para someterlas a su control. Consideradas en sí
mismas, las pasiones no son ni buenas ni malas; lo que las convierte en
negativas es el mal uso que se pueda hacer de ellas como, por ejemplo,
permitir que sean satisfechas de forma inmediata o que se manifiesten
excesivamente.

 El objetivo de la ética cartesiana es, pues, que la voluntad controle


y dirija las pasiones, siguiendo en este punto la ética de los estoicos
para quienes el control de las pasiones era un requisito para alcanzar el
equilibrio interior y la paz de espíritu. En este combate contra las
pasiones, el entendimiento tiene la función de suministrar los
conocimientos correctos para que la voluntad pueda regular los
deseos y decidir cuáles de ellos son buenos y cuáles perniciosos.
¿Qué conocimientos son los que el entendimiento debe comunicar a la
voluntad? En primer lugar, que los acontecimientos que no dependen
de nosotros proceden de la providencia divina y escapan a nuestro
control, por lo que hemos de someternos a ellos. En segundo lugar, que
no debemos desear aquellas cosas que estén fuera del alcance de
nuestras posibilidades porque la insatisfacción de ese deseo provocará
emociones negativas en nuestra alma. Finalmente, después de
identificar lo que cae dentro de nuestras posibilidades, nuestro
entendimiento ha de discriminar lo que es bueno para nosotros y lo que
no lo es, lo que nos conviene y lo que no nos conviene.

 Una vez que el entendimiento haya alcanzado ideas claras y distintas


sobre lo bueno y lo malo, lo verdadero y lo falso, la voluntad estará en
condiciones de obrar con libertad. Como su tendencia natural es
actuar bien, la libertad de la voluntad elegirá aquello que el
entendimiento le muestre como verdadero y bueno. La virtud, como
ocurre con el intelectualismo moral socrático, consistirá en realizar las
acciones que el entendimiento juzgue como buenas y positivas.

También podría gustarte