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I. El concepto de competencia.
a. Conceptos a partir de los cuales se realiza la distribución territorial del
poder.
i. Materia: cualquier realidad sobre la que puede recaer una
determinada actividad o función pública.
ii. Función: potestades públicas que cabe ejercitar sobre una misma
materia.
iii. Competencia:
1. Círculo de intereses que define la capacidad de actuación
de cada ente.
2. Titularidad de una determinada función o potestad pública.
b. Necesidad de acotar jurídicamente las materias. Técnicas:
i. División material del sector (p. ej. Bases y coordinación general de
la sanidad, art. 149.1.16ª).
ii. División del sector según un criterio territorial (p. ej. Ferrocarriles
que transcurran por el territorio de más de una CA, art. 149.1.21ª).
iii. División en función del interés (p. ej. Aeropuertos de interés
general, art. 149.1.20ª).
c. Las materias objeto de distribución competencial.
i. El carácter no exhaustivo de las listas: el problema de las reservas
tácitas (atribución a un órgano concreto de un ente territorial:
tácitamente se atribuye la competencia a ese ente) y las reservas
implícitas.
ii. Nociones intrínsecas. La indagación del significado de las fórmulas
constitucionales “no puede plantearse a partir de datos extrínsecos,
sino, en cuanto sea posible, a partir sólo de nociones intrínsecas a
la propia Constitución” (STC 35/1982).
II. Las reglas de distribución de competencias: artículos 148 y 149 CE.
a. Principio de asunción estatutaria (inicialmente, materias del art. 148;
pasados 5 años desde la aprobación del Estatuto, todo aquello que
no esté expresamente reservado al Estado). Las CCAA del art. 151
podían asumir desde el principio todo lo no expresamente
reservado al Estado.
b. La asunción estatutaria se realiza dentro del marco constitucional.
Asimismo, “las marcas competenciales que la CE establece no agotan su
virtualidad en el momento de aprobación de los Estatutos de Autonomía,
sino que continuarán siendo preceptos operativos en el momento de
realizar la interpretación de los preceptos de éstos” (STC 18/1982).
c. Competencias no asumidas por las CCAA: cláusula residual a favor del
Estado (art. 149.3 CE).
d. Atribución extraestatutaria de competencias:
i. Leyes sectoriales (ej. LOTC, tras la reforma de 2007).
ii. Leyes de transferencia y delegación (art. 150 CE).
III. La significación de las competencias exclusivas del Estado en el sistema
autonómico.
a. El sentido constitucional de las competencias exclusivas del Estado:
necesarias, permanentes, inseparables.
b. Las competencias exclusivas del Estado como competencias superiores y
ordenadas a asegurar y mantener la unidad última del sistema.
c. El soporte del art. 149.1 CE en la cláusula de indivisibilidad de la Nación
española del art. 2 CE.
d. Significación de las competencias del art. 149.1:
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i. Atributos directos de la soberanía.
ii. Instrumentos de integración y homogeneización social y jurídica.
iii. Formulación de regulaciones básicas (STC 25/1981: estatus
jurídico-constitucional unitario para todos los españoles).
IV. El régimen de la distribución competencial.
a. Distribución competencial basada en el binomio funciones normativas y
funciones ejecutivas. Posibilidades.
i. Materias reservadas íntegramente a la competencia estatal.
ii. Materias reservadas íntegramente a la competencia de las
respectivas CCAA.
iii. Materias en que Estado y CCAA se reparten las funciones públicas
sobre las mismas.
b. Tipología de las competencias.
i. Competencias exclusivas: aquellas en las que se atribuyen a un
ente todas las funciones públicas (normativas y ejecutivas) sobre
una materia.
1. Íntegras: sobre una materia en su integridad (ej. Art.
149.1.4ª CE).
2. Posibilidad de que la atribución se haga respecto de una
materia previamente acotada, ya sea en virtud del interés
(ej. aeropuertos de interés general, art. 149.1.20ª CE;
aeropuertos, art. 140.1 EAC) o de la afectación territorial (ej.
obras públicas “cuya realización afecte a más de una
Comunidad Autónoma”, art. 149.1.24ª CE).
ii. Competencias compartidas (1): supuestos en que ambas instancias
políticas tienen atribuidas funciones de la misma naturaleza sobre
una materia. Constituyen supuestos en que la competencia
normativa estatal no agota la regulación de la respectiva materia.
1. Concurren los dos centros territoriales de poder (estatal y
autonómico) para la regulación global de la misma materia.
La STC de 23/12/1982 señaló que: “la regulación final es
siempre resultado de la actividad concurrente del Estado y
de las CCAA”.
2. Idea esencial de la normación básica: establece una política
global (dentro de la cual caben una diversidad de
regulaciones). Las bases integran un común denominador
normativo por existir un interés general. STC 147/1991 (FJ
4): “La definición de las bases, en el ámbito de la legislación
compartida, tiene por objeto crear un marco normativo
unitario, de aplicación a todo el territorio nacional, dentro del
cual las Comunidades Autónomas dispongan de un margen
de actuación que les permita, mediante la competencia de
desarrollo legislativo, establecer los ordenamientos
complementarios que satisfagan sus peculiares intereses;
por ello, en principio, debe entenderse que excede de lo
básico toda aquella ordenación que, por su minuciosidad y
detalle, no deja espacio alguno a la competencia
autonómica de desarrollo legislativo, produciéndose, en tal
caso, por regla general, un resultado de vulneración
competencial que priva a lo presentado como básico de su
condición de tal”.
a. La regulación básica estatal es una regulación
nacional unitaria. A partir de ella, cada CA
establecerá las peculiaridades que le convengan.
b. El Estado no puede agotar la regulación de la
materia.
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c. Con las normas de las dos procedencias ha de
constituirse un mismo sistema normativo.
d. Concreción: reserva constitucional de norma
complementaria autonómica.
e. La existencia de materias que precisan un
tratamiento jurídico uniforme supone que las
autoridades estatales deben ser competentes para
establecer un común denominador y para ejercer
funciones de tipo ejecutivo, que permanecen
centralizadas y que por ello son “básicas”.
3. El concepto de bases como concepto horizontal del Estado.
La reserva al Estado de “bases” de una materia puede
extenderse tanto a funciones legislativas como ejecutivas
respecto a una materia determinada
4. El TC ha elaborado unos requisitos formales que deben
reunir las normas básicas estatales:
a. Para evitar que la regulación del Estado agote la
materia, y por tanto deje vacía de contenida la
competencia autonómica, el TC ha elaborado “el
principio de preferencia de Ley que rige esta
materia -no confundible con el de reserva de Ley,
incompatible con el aspecto material que interviene
en la conformación del concepto de lo básico-, en
virtud del cual corresponde, siempre que así sea
posible definir lo básico a la norma emanada del
poder legislativo del Estado, que es la que mejor
garantiza la generalidad y estabilidad de las reglas
básicas y, por consiguiente, el respeto debido a las
competencias autonómicas de desarrollo” (STC
147/1991, FJ 4).
i. En principio serán las Cortes Generales,
mediante ley, las que deberán establecer lo
que haya de entenderse por básico.
Excepcionalmente el Gobierno podrá regular
por Decreto aspectos básicos de una
materia.
ii. La propia ley básica ha de definirse como
tal: ella misma ha de declarar expresamente
el alcance básico de todos o parte de sus
preceptos (a semejanza de lo que ocurre
con las Leyes orgánicas). No obstante, para
que una regulación sea básica no es
suficiente con que el legislador le atribuya
ese carácter.
iii. Competencias compartidas (2): ambas instancias territoriales
comparten funciones sobre una materia, si bien dichas funciones
presentan naturaleza diferente.
1. Corresponde al Estado la función normativa sobre una
materia, pudiendo las CCAA asumir funciones ejecutivas
sobre la misma.
2. El término legislación equivale a normación sustantiva
(incluye no sólo las normas con rango de Ley, sino también
los Reglamentos de desarrollo de los mandatos legales).
3. Los reglamentos organizatorios son parte de la función
ejecutiva, por lo que pueden corresponder a las CCAA. En
estos casos, las facultades propias de la función ejecutiva
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corresponde a las CCAA, si bien el Estado puede retener
una parte residual de la función ejecutiva, que consiste en
la Alta Inspección. Así, “la alta inspección recae sobre la
correcta interpretación de las normas estatales, así como
de las que emanan de las asambleas comunitarias, en su
indispensable interrelación Así entendida, la alta inspección
constituye una competencia estatal de vigilancia, pero no un
control genérico e indeterminado que implique dependencia
jerárquica de las Comunidades Autónomas respecto a la
Administración del Estado, sino un instrumento de
verificación o fiscalización que puede llevar en su caso a
instar la actuación de los controles constitucionalmente
establecidos en relación con las Comunidades Autónomas,
pero no a sustituirlos convirtiendo a dicha alta inspección en
un nuevo y autónomo mecanismo directo de control” (STC
32/1981, FJ 2).
iv. Competencias indistintas: supuestos en que se produce una
concurrencia perfecta de funciones (ej. Art. 149.2 CE).
V. La modificación extraestatutaria de las competencias.
a. El supuesto del art. 150.1 CE: El Estado puede ampliar unilateralmente el
ámbito competencial de las CCAA.
i. Atribución a las CCAA de potestades legislativas en el marco de
una ley estatal.
ii. Características de las leyes marco:
iii. Realizada por las Cortes mediante ley ordinaria.
iv. Posibilidad de extenderlo a los Reglamentos ejecutivos.
v. Las Cortes fijan los principios, bases y directrices.
vi. Las Cortes fijan la modalidad del control. Vid. arts. 167 y 153 del
Reglamento del Congreso de los Diputados.
b. El supuesto del art. 150.2 CE: Ampliación competencial mediante
delegación o transferencia.
i. Se refiere a todo tipo de facultades estatales: normativas y
ejecutivas.
ii. Acompañada por la transferencia de medios financieros.
iii. Sometida a reserva de ley orgánica (no cabe la delegación en un
Estatuto, por su rigidez).
iv. La ley orgánica determinará las formas de control que se reserva el
Estado. Vid. arts. 153 del Reglamento del Congreso de los
Diputados y 22.5 de la Ley orgánica del Consejo de Estado.
VI. Las leyes de armonización. Art. 150.3 CE.
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Sobre el orden de distribución de competencias.
Para solucionar la cuestión suscitada es necesario efectuar unas precisiones acerca de los
principios de la Constitución en orden al reparto de competencias, en la medida necesaria
para determinar el criterio a seguir en los supuestos en que, según la perspectiva que se
utilice, pueda llegarse a conclusiones contradictorias. Para lo cual es necesario recordar
que la Constitución distingue entre distintos niveles del interés general, en función de los
cuales han de atribuirse las respectivas competencias (arts. 150.3, 155.1 y 137, entre
otros). En concreto, la consecución del interés general de la Nación, en cuanto tal, y de los
de carácter supracomunitario, queda confiada a los órganos generales del Estado, lo que
se traduce en la atribución al mismo de una serie de competencias, entre las cuales se
encuentran las del art. 149.1 de la Constitución y, por otra parte, el interés general propio
de cada Comunidad se refleja asimismo en la asunción de una serie de competencias en
su respectivo Estatuto.
La técnica utilizada por la Constitución es compleja, dada la coincidencia sobre una misma
materia de intereses generales de diverso alcance, y dado que un mismo objeto es
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susceptible -generalmente e ser situado en diversos campos. De aquí que para solucionar
las cuestiones que puedan plantearse hay que partir del contenido inherente a cada
competencia y sólo si, aun aplicado este criterio, se sigue produciendo un
entrecruzamiento habrá que determinar la competencia que debe prevalecer.
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Alcance de la normación básica.
Esta concurrencia de competencias normativas hace que el sistema sólo quede cerrado
mediante la producción por el Estado de la ordenación que defina, en cada materia en la
que se ocasione dicha concurrencia, los contornos básicos delimitadores de las
competencias autonómicas, que quedan así configuradas por remisión al espacio que deja
la positividad básica estatal.
A la segunda finalidad atiende el principio de Ley formal que la misma doctrina acoge en
razón a que sólo a través de este instrumento normativo se alcanzará, con las garantías
inherentes al procedimiento legislativo, una determinación cierta y establece de los
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ámbitos respectivos de ordenación de las materias en las que concurren y se articulan las
competencias básicas estatales y las legislativas y reglamentarias autonómicas, doctrina
que se proclama con la afirmación de que «las Cortes deberán establecer lo que haya de
entenderse por básico» -fundamentos jurídicos 5.° de la STC 32/1981 y 1.° de la STC
1/1982-, la cual expresa, de manera bien relevante, que la propia Ley puede y debe
declarar expresamente el alcance básico de la norma o, en su defecto, venir dotada de
una estructura que permita inferir, directa o indirectamente, pero sin especial dificultad, su
vocación o pretensión de básica.
Como excepción a dicho principio de Ley formal, la referida doctrina admite que el
Gobierno de la Nación pueda hacer uso de su potestad reglamentaria para regular por
Decreto alguno de los aspectos básicos de una materia, cuando resulten, por la naturaleza
de ésta, complemento necesario para garantizar el fin a que responde la competencia
estatal sobre las bases. Esta excepción, establecida principalmente para adecuar la
legislación preconstitucional a situaciones nuevas derivadas del orden constitucional, como
es la organización territorial del Estado, debe entenderse limitada al sentido que
corresponde a su naturaleza de dispensa excepcional de suficiencia de rango normativo,
pero no alcanza a la exigencia de que su carácter básico se declare expresamente en la
norma o se infiera de su estructura en la misma medida en que es ello aplicable a la Ley
pues lo contrario sería permitir que por la vía reglamentaria se introduzcan elementos de
confusión e incertidumbre, siendo que ello se deja negado en la Ley formal.
El art. 111 EAC no se ajusta, por tanto, al cometido de la sistematización de las categorías
del régimen constitucional de distribución de competencias que, según tenemos repetido,
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puede desempeñar, sino que, elevando a regla esencial una sola de las variables
admitidas por este Tribunal en la definición del concepto de las bases estatales, termina
por definir el ámbito competencial del Estado. Si las bases son «principios» o «normación
mínima» no es asunto a dilucidar en un Estatuto, sino sólo en la Constitución, vale decir:
en la doctrina de este Tribunal que la interpreta. Ello es así, ante todo, por razones de
concepto. Pero, además, por razones de orden estructural y práctico. De un lado, porque
el concepto, el contenido y el alcance de las bases no pueden ser, como regla general,
distintos para cada Comunidad Autónoma, pues en otro caso el Estado tendría que dictar
uno u otro tipo de bases en función de lo dispuesto en cada Estatuto de Autonomía. De
otro, porque, siendo mudables las bases (STC 1/2003, de 16 de enero), también lo es, en
correspondencia inevitable, el ámbito disponible por la legislación de desarrollo, de manera
que la rigidez procedimental de un Estatuto lo convierte en norma inapropiada para
determinar con detalle el alcance de las potestades inherentes a esa legislación.