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Charles Taylor (2005)

LA LIBERTAD DE LOS MODERNOS

6. Comprensión y etnocentrismo

Las teorías cumplen algo más que objetivos descriptivos y explicativos, pues también sirven para definirnos a nosotros mismos, y esa
definición da forma a la práctica. El uso de la teoría como autodefinición también debe tenerse presente cuando se explican y se
practican las ciencias sociales. Esto plantea una serie de cuestiones sobre la relación entre la teoría explicativa del científico y las
autodefiniciones de sus sujetos. Una explicación adecuada de la acción humana debe hacer que los agentes sean más comprensibles.
No basta con que la teoría social tenga por objeto predecir o permita deducir el patrón real de los acontecimientos sociales o históricos
y las regularidades presentes en él, descriptas en cualquier lenguaje que admita una verificación inequívoca. Una explicación
satisfactoria también debe atribuir un sentido a los agentes. Esto no significa que deba mostrar que su acción tiene sentido. Pues a
menudo no lo tiene. La teoría social debe tomar a los sujetos como agentes como agentes de autodefinición, cuya comprensión da
forma a su práctica, lo que es una forma de exponer la tesis de que tenemos que explicarlos como agentes y no podemos hacerlo a
menos que los entendamos, vale decir, captemos la comprensión de sí mismos. El ideal opuesto de una ciencia verificable y predictiva,
según el modelo de las ciencias naturales, es una quimera.
Esto tiene que desestimar dos malentendidos comunes acerca de las ciencias sociales interpretativas. El primero es el de que éstas
exigen empatía con los sujetos de estudio. La empatía puede ser útil para alcanzar la comprensión, pero ésta no consiste en ella. El
segundo malentendido se refiere a que para comprender al agente, es menester adoptar su punto de vista; o describir y explicar lo que
hace con sus propias palabras o las de su sociedad y su tiempo (tesis de Peter Winch). Este tipo de exigencia no tiene nada que ver
con las ciencias sociales interpretativas. Al contrario, en el caso normal se espera que, gracias a una explicación teórica, los actos del
agente sean más claros de lo que lo fueron para él. Y no es difícil que esto implique cuestionar lo que el agente ve o vio como el
lenguaje normal de la descripción de sí mismo. Comprender a alguien no puede significar simplemente adoptar su punto de vista.
Sin embargo, detrás de esta confusión se esconde una importante verdad. Que para comprender a los agentes es preciso entender las
descripciones que dan de sí mismos. Las ciencias sociales no pueden eludir la autocomprensión del agente. Las ciencias sociales
interpretativas requieren dominar la descripción de sí mismo del agente a fin de identificar los explananda, pero no exigen en modo
alguno formular los explanantia en el mismo lenguaje. Al contrario, es menester trascenderlo. Pero si se intenta, por otro lado, hacer
caso omiso de las autodescripciones del agente se frustra toda tentativa de comprenderlo. El tipo de comprensión que se busca es una
“comprensión humana”. Para alcanzar el tipo de comprensión humana susceptible de formularse, es preciso aplicar el concepto de
Elizabeth Anscombe “caracterizaciones de deseabilidad” que definen el mundo de la persona en cuestión. Se logra entender a
alguien cuando se entienden sus emociones, sus aspiraciones, lo que considera admirable y despreciable en sí mismo y en los otros, lo
que desea, lo que aborrece, etc. A su vez, con esto se ciernen nuevo problemas para al ciencia. En primer lugar su convalidación
intersubjetiva es problemática. El interrogante de si un modo de vida está en verdad integrado o libre de ilusiones da pábulo a disputas
interpretativas potencialmente interminables. Una segunda característica es que estos términos son inexorablemente evaluativos. En
tercer lugar, el uso de las descripciones de deseabilidad parece poner en peligro la aspiración a una ciencia social universal de la
sociedad. En efecto, esas descripciones son culturalmente específicas. Describir a la gente en sus propios términos es describir cada
cultura en términos diferentes e inconmensurables, vale decir, que no tienen una traducción exacta en otras lenguas.

No hay manera de eludir la exigencia de la comprensión. Para que la interpretación sea persuasiva, es preciso mostrar que se ha
entendido lo que hace y siente el agente en el caso estudiado. Su acción, sus sentimientos, sus aspiraciones y su perspectiva,
expresados en los términos que le son propios, constituyen el explanandum. Esto es valido no sólo para las teorías funcionalistas sino
para cualquier intento de identificar las acciones de losa gentes en un lenguaje “científico”, sea el del funcionalismo holístico, el de la
maximización de la utilidad individual o el que fuere. [Ver el ejemplo crítico sobre el funcionalismo y sus limitaciones.]

II

La concepción interpretativa o del verstehen, a saber, la tesis de que las teorías sociales se refieren a prácticas, debe distinguirse de
otras dos concepciones. Una es el enemigo natural, el modelo de las ciencias naturales. La otra es un falso aliado, la idea que
conceptualiza erróneamente la interpretación al presentarla como la adopción del punto de vista del agente, llamada “tesis de la
incorregibilidad”. La concepción interpretativa evita dos errores opuestos y de igual trascendencia: por un lado, el de ignorar por
completo las autodescripciones e intentar trabajar con un lenguaje “científico” neutro; por otro, el de tomar esas descripciones con
extrema seriedad, de suerte tal que resultan incorregibles.
Una de las deficiencias llamativas de las ciencias sociales transculturales y comparadas ha sido su tendencia al etnocentrismo. En esta
situación, podría sostenerse, decir que las ciencias sociales corrigen la comprensión cotidiana es invitar a los científicos de una cultura
dominante a “corregir” las comprensiones de sí de otras culturas menos poderosas y sustituirlas por la suya. El estudio transcultural se
transforma así en un campo para el ejercicio del prejuicio etnocéntrico. Desde ese punto de vista, la tesis interpretativa quizá parezca
especialmente vulnerable. Si no es en sus términos, empero, ¿de qué modo podemos entenderlas, como no sea en los nuestros? ¿Están

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las ciencias interpretativas inevitablemente condenadas al etnocentrismo? No. El error de esta visión consiste en sostener que el
lenguaje de una teoría intercultural debe ser el de ellos o el nuestro. Si fuera así, cualquier intento de comprensión entre culturas se
enfrentaría a un imposible dilema: o aceptar la incorregibilidad o adoptar una arrogante postura etnocentrista. Necesidad de adoptar un
lenguaje de contrastes transparentes, un lenguaje en el que se pueda formular ambos modos de vida en cuanto posibilidades
alternativas, vinculadas a ciertas constantes de lo humano vigentes en uno y otro. Esta concepción de los contrastes evita a todas luces
las trampas de la tesis de la incorregibilidad. La explicación no tiene que formularse en el lenguaje de la comprensión de la sociedad
de los agentes, sino en el lenguaje del contraste. Esta concepción es también superior al modelo de las ciencias naturales, puesto que
puede aceptar la validez de la tesis del verstehen. De hecho, cuando pretenden evitar la comprensión, los lenguajes científicos
presuntamente neutros siempre terminan siendo etnocéntricos sin saberlo.
La comprensión de sí de la otra sociedad no es incorregible. El enfoque interpretativo, lejos de conducir al etnocentrismo, debería
generar exactamente lo contrario, porque a menudo nos vemos ante la imposibilidad de entender a otra sociedad si antes no nos
entendemos mejor a nosotros mismos. Así sucede cada vez que el lenguaje de los contrastes transparentes que es adecuado para el
caso también nos obliga a una nueva descripción de lo que hacemos. [Ver ejemplo…]

III

Teorías sociales y políticas son teorías sobre la práctica. En este aspecto, debe contrastárselas marcadamente con las teorías elaboradas
por las ciencias naturales. Explicar al otro implica entenderlo. Y al mismo tiempo, esto puede darnos cierta idea de las complejas
relaciones que ligan la explicación a la autodefinición y la comprensión de si a la comprensión del otro. La comprensión es
inseparable de la crítica, pero ésta, a su turno, es inseparable de la autocrítica. La comprensión de otra sociedad puede llevarnos a
cuestionar nuestras autodefiniciones. Esto también muestra que las ciencias explicativas de la sociedad son lógica e históricamente
dependientes de nuestras autodefiniciones. Lo son lógicamente porque una explicación valedera debe tomar al sujeto como agente.
Este punto de vista remite asimismo a una dependencia histórica: dentro de cualquier cultura dada, los lenguajes de las ciencias
sociales se desarrollan y nutren de los lenguajes de la definición de sí que evolucionaron en su seno. El confuso modelo de la ciencia
libre de valores y por encima de la cultura no permite a quienes lo practican advertir su etnocentrismo y sus decisiones normativas.

[Ch. Taylor, “Comprensión y etnocentrismo”, en La libertad de los modernos, Editorial Amorrurtu, Buenos Aires, 2005, pp.
199-222.]

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