Está en la página 1de 3

Reflexiones sobre un modo de politizar lo inconsciente.

Qué difícil parece ser darle un lugar al psicoanálisis. Mi impresión es que o bien ocupa todo o bien
parece que hay que descartarlo, que no hay que darle lugar alguno. Lo más difícil es que pueda
tener un lugar desde el que hacer con y desde el que hacer entre.

Considero que el psicoanálisis no funciona cuando habla como si supiera de situaciones sobre las
que no se da un modo de intervención. Es importante que su decir sea siempre uno situado, para
que se dé a sí mismo la práctica de ir definiendo desde dónde hace, desde dónde piensa y qué
busca. Esto permite que quede claro que el psicoanálisis no alcanza ni siquiera para todas las
situaciones en las que sí se propone un modo de intervenir.

Al mismo tiempo, necesita saber en qué mundo está. No poder hacer una adecuada descripción
del mundo del que las situaciones clínicas que constituimos son parte, impide recibir, recepcionar,
dar lugar a aquello que a las personas mismas que nos consultan muchas veces les está costando
hacerle lugar.

De ahí que sea imperioso para habilitar la efectividad subjetivante de nuestra práctica poder
imaginar ese mundo, hacerlo pensable, para no reduplicar en el espacio clínico (muchas veces de
modos sutiles y teóricamente refinados) los rechazos, destratos continuos y violencias que muchxs
de quienes nos consultan ya sufrieron. Violencias que le (también nos) ocurren a quienes nos
consultan con más asiduidad y virulencia de lo que el psicoanálisis ha reconocido a lo largo de su
historia.

¿Qué haría falta para darle ese un lugar al psicoanálisis? Que no ocupe todo el "espacio". A mí,
para practicar eso me sirve una vía, la técnica, que, según la entiendo, es un tipo de pensar y hacer
que se da cuando centramos nuestros esfuerzos en cómo hacer con el psicoanálisis como
herramienta y no en otras cuestiones como qué es psicoanálisis y que no. Considero que hay algo
que podríamos denominar pensamiento técnico que transforma ideas teóricas demasiado
universales (fácilmente traducidas como receta para todes les pacientes) en modos de hacer
situacionalmente definidos. Por ejemplo, desde el pensamiento técnico, abstinencia no es no
satisfacer la demanda, no es un decir que no, un negarse; es no satisfacerla en la máxima medida
en que la situación lo permita, para dar lugar a que ciertas cosas puedan ocurrir quizá por primera
vez y resulten fundantes, pero al mismo tiempo se pueda dejar lugar para que haya que buscar la
satisfacción en la vida y no en el análisis.

Todo concepto pasado por el pensamiento técnico encuentra un hasta dónde, limitado por algún
otro concepto. En el ejemplo relatado abstinencia y neogénesis se limitan mutuamente, son
operadores clínicos que se regulan entre sí. Algo parecido podría decirse de la búsqueda de
diferenciar en cada situación entre resistencia e imposibilidad.

En mi trabajo cotidiano, este pensamiento técnico hace cierto uso de la idea de sujeto como tema a
co-construir con quiénes participan de la situación clínica, lo que a veces requiere no consentir a
que sea una sola persona quien será considerada como paciente, pero sobre todo no suponer que
se puede trabajar de esto sin poner en juego los propios/impropios límites, que siempre son
personales y, por lo tanto, políticamente im/personales. De esto se deriva lo limitado de trabajar
con un único dispositivo, porque, por ejemplo, para trabajar adecuadamente con un tema a veces
necesito de más de una persona involucrada (por empezar el/la/le analista deberá admitir que
también está involucradx en tanto persona en los dispositivos que propicia). Estas dos ideas
requieren de un desarrollo aparte1.

También implica la idea de que el jugar es más importante que de qué jugar se trate. Por ejemplo,
hay situaciones clínicas donde es importante largar la asociación libre y encontrar otro jugar más
apto para dicha situación. En consecuencia, la palabra perderá su exclusividad, no así su
importancia. A veces hará falta que ciertas cosas ocurran para que eso que nombramos como
decir tenga lugar.

Este modo de trabajo supone la imposibilidad de ser un iano: no se podrá ser lacaniano ni
winnicottiano ni ningún otro iano, porque no se puede ya creer que eso resulte suficiente; porque
desde un hacer que busque resultar psicoanalíticamente efectivo no nos sale seguir prestando
creencia a que un autor alcance, no se puede consentir a que ocupe todo el espacio de aquello que
nos permite hacer lo necesario para que un análisis ocurra.

Por lo tanto, no será posible identificar de modo exclusivo al psicoanálisis ni con unx únicx autorx,
ni con un único dispositivo, ni con ese decir tan particular que involucra a lo inconsciente, harán
falta tantas otras cuestiones como por ejemplo cuando el único modo de recuerdo es un hacer, que
no es pasaje al acto ni acting out. Claro, cada quien necesariamente dará prioridad a ciertas
cuestiones por sobre otras.

Hacer un esfuerzo por no ser un analista de consultorio, aunque se trabaje allí. Porque el
psicoanálisis como institución nos determina, y el psicoanálisis no existiría bajo el modo en que
existe si no hubiera entregado su potencia de denuncia de violencias sistémicas a cambio de su
validación y existencia institucional tal como la conocemos (este es otro tema que también requiere
de un desarrollo aparte2).

El monodispositivo y la monoteoría fuerzan a identificar al / a lo inconsciente que puede


actualizarse transferencialmente con aquello que se da cuando se consulta en nombre propio en
lugar de, por ejemplo, como padre, madre, pareja, familia, grupo de trabajo, institución e inclusive
cuando no se consulta a unx profesional y se hace un grupo de pares, usuarios, etc. Desde este
modo de pensar y trabajar, es importante que quien conduzca el análisis pueda pensar en
dispositivos situacionales que se van transformando con la situación, dispositivos que podrán incluir
a otres significativos en algún momento del recorrido y que hace necesario pensar que para que un
análisis ocurra, pueden ser necesarios también dispositivos no analíticos. Sería mejor no creer que
solo somos una de nuestras "facetas", o que todas las "facetas" que somos o que no queremos ser
y que pueden requerir de un análisis puedan trabajarse del mismo modo.

1
Para la idea de propio límite como herramienta clínica ver “Galleguitos en Fuga” y “De lo que hay que
abstenerse de abstenerse” de mi autoría en www.topia.com.ar y para la idea de sujeto como tema ver
“Diagnosticar el sujeto” de Alfredo Eidelsztein en Imago Agenda n° 73 y
https://www.eidelszteinalfredo.com.ar/diagnosticar-al-sujeto/ y también “¿Seguirá siendo contemporáneo el
psicoanálisis? Parte I – Seducidos y desorientados: La división del psicoanálisis por escuelas” de mi autoría
en Revista de Psicoanálisis n° 1-2 año 2018, APA Editorial.

2
Ver “Abuso sexual contra menores: Violencia de la desmentida” por Isabel Monzón en
http://www.enigmapsi.com.ar/menoresabusados.html
¿Será que no poder ir transformando los dispositivos situacionalmente va de la mano con no poder
imaginar otros modos para los dispositivos de pareja, sexualidad, crianza, trabajo, estudio, no
poder imaginar otros modos del habitar los barrios y las instituciones, distintos a los conocidos? Los
activismos pueden abrirnos los ojos en estas cuestiones.

¿Por qué lo que estoy diciendo sería una vía para politizar lo inconsciente? En realidad, es más
bien una vía para no seguir despolitizándolo, porque lo inconsciente siempre fue político. Solo
ahogándolo mucho es posible que parezca otra cosa. Hay que generar mucha fidelidad de
pensamiento para resultar tan monógamos.

Pero, ¿por qué esto que digo sería una vía para -entonces- no despolitizar lo inconsciente o mejor,
para remover algo de la despolitización de lo inconsciente? Pienso que puede resultar así porque
busca dejar lugar para que con el psicoanálisis no alcance. Busca que se nos hagan necesarias
-que se nos vuelvan imprescindibles- otras formas de pensar y de hacer con lo inconsciente, como
las formas de hacer y pensar de otros campos, por ejemplo la antropología y los activismos. Elijo
estas dos porque son las que se me imponen y creo que me sucede eso porque la antropología
muestra y hace pensable que es posible vivir de otros modos y porque los activismos generan
formas colectivas de modificar los modos en que vivimos.

Es decir que, sin un diagnóstico adecuado del mundo que hacemos en conjunto en la actualidad y
sin una idea de que hay posibilidades de hacer otros mundos y de que hay modos de transformar
el que hacemos, no hay un decir psicoanalítico que no sea reproducción de lo existente (a veces
logrando algún espacio un poco más creativo para quien consulta, pero solo a veces y
limitadamente, porque se mueve dentro de las instituciones ampliadas tal cual las conocemos).
Todo esto busca empezar a no desentendernos de las recurrencias en las consultas, como por
ejemplo las violaciones intrafamiliares contra niñes, de tal modo que seguir atendiéndolas una por
una sin más, se muestre como la complicidad que es (sea voluntaria o involuntaria). También
busca que esto nos obligue a revisar nuestras bases teóricas, como por ejemplo lo insostenible de
la prohibición del incesto tal cual la solemos pensar, tomando a autores como Clastres para
mostrar las violencias que quedan invisibilizadas en la teoría levistraussiana del intercambio (de
palabras y de mujeres). Este es otro tema que merece un desarrollo distinto3.

Diseñar dispositivos para pasar de las diferencias oposicionales propias del estructuralismo entre,
por ejemplo, militancias y saberes profesionales, a diferencias no-oposicionales…

Pienso que estoy hablando de una vía de politización posible y también de una forma en que se
puede manifestar esa vía, con mucho interés en saber cuáles les están sirviendo a ustedes y cómo
podemos potenciarnos mutuamente…pienso que algo de esto ya ocurrió en el estar en el
laboratorio durante este año.

Pablo Tajman
Practicante avezado de la tijerita y el papel glacé
2/12/2021 Saavedra, Bs. As.

3
Ver “Arqueología de la violencia” de Pierre Clastres.

También podría gustarte