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Arturo Torres
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Sin embargo, hay quien ve las relaciones sociales desde una perspectiva opuesta. En vez
de aprovechar las múltiples maneras de conectar con los demás que nos ofrece el
presente, prefieren dedicar buena parte de su tiempo libre en expresar actitudes
negativas sobre la gente que les rodea. Se trata de las personas que juzgan y critican
a los demás de manera constante y sistemática. En este artículo hablaremos sobre por
qué actúan de este modo y cómo podemos aprender de ellas sobre cómo no enfocar
nuestras relaciones personales.
Puede sonar contradictorio, pero el hábito de ir siempre juzgando a los demás puede
servir para establecer vínculos informales entre personas. Vínculos que son similares
a la amistad.
¿Cómo ocurre esto? Por un lado, ir siempre contra los demás pero a la vez tener trato
con una persona da a entender la idea de que esa persona es mejor que la gran mayoría.
Por omisión, el hecho de que alguien que siempre critica a otros tolere nuestra presencia
e incluso parezca disfrutar con ella puede llegar a hacernos sentir bien.
Por el otro, el hecho de sentido juzgado por alguien cercano a nosotros, sumado a lo
anterior, hace que creamos que esa persona que siempre critica puede ayudarnos a
detectar nuestras debilidades, con lo cual será más fácil vencerlas. El razonamiento es
el siguiente: los demás no tienen la oportunidad de tener cerca a alguien que las esté
corrigiendo, pero nosotros sí, así que debemos de ser unos privilegiados.
Algo que indica que esto es una forma sutil de manipulación es el hecho de que aunque
los comentarios vejatorios o los intentos de ridiculización son frecuentes (lo que se
supone que nos tendría que ayudar a reconocer nuestros propios fallos), resulta
inimaginable la idea de que la persona que nos lanza esos puñales también nos ayudase
a superar esas supuestas imperfecciones.
Estos comentarios pueden resultar más o menos ingeniosos dependiendo del caso, pero
lo que está claro es que no vienen al caso y hablan sobre características o hechos muy
poco relevantes.
En Internet, las personas que juzgan a los demás habitualmente sienten que cuantan
con la protección extra del anonimato, por lo que aprovechan para dar rienda suelta a
su crueldad. Eso significa que dejan toda clase de comentarios despectivos, a la vista de
todo el mundo, sabiendo que el impacto negativo de esta clase de publicaciones es más
notoria: todo el mundo puede saber quién es el blanco de las críticas, pero no queda
muy claro quién las emite.
Además, como Internet suele ser un lugar en el que evitar una discusión o debate
racional no tiene un alto coste (a diferencia de un diálogo cara a cara, en el que siempre
queda claro quién quiere dejar de intervenir) estas críticas son simples y poco
sofisticada, dado que no tienen por qué dar pie a un intercambio de opiniones. Son poco
más que insultos que se alargan a través de varias palabras colocadas formando una
frase.
Cuando una de estas personas formula un pensamiento dirigido a hundir a otra persona
(ya sea pronunciándolo en voz alta o guardándoselo para sí), en realidad está tratando de
evadirse temporalmente de la ruina que es su propia autoestima.
Del mismo modo en el que quienes piensan obsesivamente en una idea que les causa
ansiedad tratan de buscar distracciones de manera desesperada, como atracones de
comida, el consumo de drogas o incluso los cortes en la piel, hay quien trata de rescatar
su autoimagen por un breve instante creando la ficción de que se está muy por encima
de alguien más.
Es por eso que, en una época en la que la lucha de egos está a la orden del día, concierne
no tomar como normal esos arranques de desprecio hacia otros con los que algunas
personas tratan de hacerse notar ante otros y ante sí mismos. Quien necesita arrojar
dardo a los demás para mantenerse a flote está mostrando claramente que no tiene nada
que ofrecer y que solo le queda pedir ayuda.
Tópicos
Personalidad
Comunicación
Autoestima
Política editorial
Los seres humanos son entidades complejas que se distinguen entre sí por sus atributos
físicos y psicológicos. Cada persona constituye en sí misma una convergencia especial
de estas propiedades, lo que la hace única entre las demás. Dentro de ellas, una de las
dimensiones más fascinantes para los científicos y profesionales de la salud mental es la
personalidad. Esta ha sido objeto de estudio en las investigaciones del comportamiento
miles de años antes de que la psicología se consolidara como una disciplina científico
(Schmidt, et.al 2010). En este artículo repasamos la teoría de las dimensiones de la
personalidad de Eysenck.
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La personalidad y su estudio
Es posible definir la personalidad como el conjunto de aspectos relativamente
estables en cada individuo que lo distinguen de los demás, haciéndolo susceptible
de comparación (Sahili, 2010).
Es una teoría dimensional: Los rasgos son dimensiones continuas sobre las que
puede disponerse cuantitativamente. Es decir, pueden ser medidas, estableciendo
diferencias entre los individuos.
Se apoya en un modelo psicobiológico: Cada individuo nace con una estructura
cerebral particular que lo predispone a desarrollar un tipo específico de
personalidad. Sin embargo, la influencia del ambiente y las relaciones
interpersonales en la vida de cada individuo determinan la forma en que esta se
expresa.
Es una teoría disposicional: Existen disposiciones o rasgos que dan estabilidad
y consistencia a las acciones, las reacciones emocionales y los estilos cognitivos
de los sujetos.
Es una propuesta basada en la psicofisiología de la personalidad: Cada
dimensión planteada por Eysenck fue estudiada y explicada en términos de la
biología del cerebro. De tal forma, que a cada una de ellas es considerada el
producto de un proceso neurológico distinto.
Dimensiones de la personalidad E, N y P
De acuerdo a esta teoría, las personas pueden ser descritas a partir de tres dimensiones o
suprafactores:
Extraversión (E): Una persona extravertida suele ser sociable, vivaz, activa,
asertiva, buscadora de sensaciones socializadas, despreocupada, dominante,
espontánea y aventurera. Sin embargo, una persona con una puntuación baja en
este rasgo se le considera tranquila, poco sociable, reservada, reflexiva y
pesimista.
Neuroticismo (N): Es una dimensión relacionada con las afecciones neuróticas,
como la ansiedad y los trastornos del estado de ánimo. Por lo tanto, un individuo
con alto N es: ansioso, deprimido, tenso, irracional, tímido, triste, emotivo, con
baja autoestima y sentimientos de culpa. Mientras que alguien con un puntaje
bajo posee un alto grado de control emocional.
Psicoticismo (P): Una persona con alto P es: agresiva, hostil, fría, egocéntrica,
impersonal, impulsiva, antisocial, creativa, rígida y poco empática. En el otro
extremo, un individuo con bajo P es: altruista, empático, responsable,
socializado y convencional.
Estas tres dimensiones son tratadas como categorías no excluyentes, lo que significa que
todo sujeto puede ubicarse en el continuo representado por las mismas (Schmidt, et.al
2010).
Legado
La teoría de las dimensiones de la personalidad de Eysenck no está libre de críticas. Sin
embargo, es indudable que ha cimentado las bases para el estudio científico de la
personalidad. Por un lado, ha sido la fuente de instrumentos psicométricos que se ha
normalizado y adaptado a muy distintas poblaciones en todo el mundo. Además, la
claridad de sus postulados y, sobre todo, su empeño en construirse y crecer a partir de
trabajos experimentales, le ha dado un lugar exclusivo en el estudio de la personalidad.
De esta forma, se hace evidente que la aportación de Hans Eysenck no se limita a su
particular respuesta a la búsqueda de una explicación de la personalidad, sino que se
extiende a realizar algunas de las preguntas correctas que forman el camino de los
investigadores en psicología actuales y del futuro.
Bibliografía:
El 58,3% de los
niños hospitalizados y sus familias presentan factores de riesgo psicosocial a nivel
clínico. Es decir, se encuentran propensos a experimentar angustia, ansiedad, respuestas
de afrontamiento inadaptadas y desequilibrios en los factores de resiliencia de los que
disponen (Rocque et al., 2019). Es por esto que los niños en condición de
hospitalización corren el riesgo de sufrir un desarrollo emocional, social y conductual
deficiente. En consecuencia, se genera una preocupación adicional en los padres, una
preocupación que se extiende más allá de la condición de salud física exclusivamente
(Caprini y Motta, 2017).
Adicionalmente, los programas que incluyen a otros miembros del contexto familiar
como, por ejemplo, los hermanos o parientes del niños hospitalizado resultan de gran
ayuda para los padres. Estudios muestran que los hermanos de niños con enfermedades
crónicas corren un mayor riesgo de sufrir efectos psicológicos negativos, como
pensamiento depresivo, tristeza y ansiedad. Además de lidiar con la ausencia de sus
cuidadores en su cotidianidad (Loveday et al., 2018).
Conclusión
La hospitalización del niño enfermo es vivida como una experiencia estresante tanto
para el niño como para sus padres o cuidadores. Dentro de las principales
consecuencias, encontramos la presencia de una mayor angustia psicológica, un mayor
riesgo de desarrollar síntomas de depresión, estrés postraumático y ansiedad. Además,
la presencia de enfermedades crónicas en la infancia se asocia con aumento de la
angustia marital y vulnerabilidad económica.
Es esencial que las instituciones de salud brinden espacios de apoyo psicosocial que
promuevan el bienestar de los niños y sus familias. Finalmente, resaltamos la necesidad
de crear programas que ayuden a reducir la vulnerabilidad asociada a la hospitalización
pediátrica y promuevan el cuidado de la salud mental del paciente y sus cuidadores.
Referencias Bibliográficas