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Las vacaciones, como se las llama, dan para la reflexión.

Ni bien uno baja la guardia y descuida el


necesario trabajo de prevención, la reflexión, como un grupo de hormigas hacia el interior de un hogar,
penetra en el feliz estado de sopor que uno tan afanosamente se esfuerza por conseguir arruinándolo
todo. Así, en este caso, el hecho simple de ver a otros tomar fotografías y de posar para que otros tomen
fotografías y de ver fotografías ya tomadas, por otros, el hecho simple de la fotografía, simple hasta el
cansancio, hoy, que todo es fotografía y la fotografía lo captura, congela y despedaza todo, el hecho de
que La Naturaleza es un accidente de La Fotografía y La Vida, un momento de La Fotografía y La
Experiencia, el instante de tomar no una, sino innumerables fotografías, este hecho, tan banal que
puede ser verificado por cualquiera, en cualquier lugar y en cualquier tiempo: basta mirar a cualquier
lado para comprobar este hecho y para convencerse de lo simple y común y banal del hecho de que
todo es hoy ya fotografía, todo es, no en potencia, sino ya mismo fotografía, incluso si es fotografía
fallida, o si es, incluso, fotografía perdida, lo cual se ejemplifica de mil y una formas, en lo cotidiano,
como se dice, y, se hace patente en la forma cotidiana que toma lo no cotidiano, como pueden ser las
vacaciones, con su rutina definida de experiencias y momentos no rutinarios, el hecho aquél,
perfectamente observable en las actitudes, y en los movimientos, y en las expresiones y acciones del
personal de las vacaciones, del conjunto de personas que tiene a su cargo vivir, experimentar y
confirmar con toda su existencia el sentido de las vacaciones, ese hecho me hizo reflexionar, por un
momento, por qué no disfruto y en general odio las fotografías así producidas y todo en mi rechaza
participar de esa producción infinita de lo que no podría menos que calificar de restos y desechos de La
Fotografía, un vertedero indetenible e indemorable de imágenes arrojadas en la repetición maquinal del
gesto de fotografiar, de capturar, no, no capturar sino confirmar y dramatizar La Vida y La Experiencia
y La Naturaleza como estados cambiantes de La Fotografía. Todo en mí quisiera alejarse y no estar allí
donde se producen las fotografías, las escenas ya total y absolutamente determinadas que, y esto es lo
peor, lo más fatal, lo terriblemente letal, esas escenas son fotografías aún en ausencia de una fotografía,
podría decirse, concreta, aún en ausencia del gesto de fotografiar, aún sin la acción de fotografiar, son,
en los ojos, si puedo decirlo así, ya fotogramas. Y al mirar, ven siempre una fotografía, ven, no un
atardecer, sino la fotografía del atardecer y, no el mar, sino la fotografía del mar y, no una montaña, un
río, sino siempre la fotografía de una montaña y la fotografía de un río, y si comen, no es comida sino
la fotografía de comida y, no están comiendo sino que son la fotografía de alguien comiendo y, ni
brindan, ni beben, ni ríen, sino siempre y cada vez son una fotografía de un brindis, de la bebida, de la
risa. Todo siempre primero es La Fotografía. Siempre en primera instancia: La Fotografía. Y por eso no
tolero y deseo siempre que no sea todo fotografía y admiro y prefiero siempre a quienes toman fotos
contra La Fotografía, y le hacen la guerra a La Fotografía con fotografías y producen imágenes que
destruyen e impiden la confirmación absoluta y victoriosa de La Fotografía. Quines así actúan, en
detrimento y en sentido contrario a La Fotografía, son arbitrarios pero, más fundamentalmente aún son
un esfuerzo negativo, no quieren estar en la fotografía, porque quien participa y confirma y dramatiza
con todo su ser La Fotografía está siempre allí, y no puede no estar ni ausentarse ni por un segundo, y
cuando toman una fotografía se fotografían a sí mismos, y cuando congelan un atardecer se congelan a
sí mismos en ese atardecer, y cuando brindan y ríen y comen, son la foto de un brindis y de una risa y
de una comida, son ellos, allí, su ser, el que quiere ser capturado, el que quiere ser detenido y fijado en
una imagen, mientras que el que actúa contra La Fotografía es sólo una mirada, y en lo posible es
completa y absolutamente una mirada y no más que una mirada, es a eso, a una mirada que,
arbitrariamente selecciona aquello que mira, a lo que busca conformarse. Y selecciona así un detalle,
no previsto por La Fotografía y así, la sorprende, y la vence. La Vida y La Experiencia y La Naturaleza
son ahora enemigas de La Fotografía y aliadas de esa persona que las dirige contra Ella y las dispone
como obstáculo al vertedero. Y yo, a esa persona, se lo agradezco.

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