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Herramientas clínicas para psicólogxs

en sus inicios

2023

Guía de conceptos técnicos,

alguunos punteos generales.


Temas
Entre la teoría y las herramientas clínicas.

¿Cómo entendemos las primeras entrevistas?

¿Cómo pensamos el encuadre?


Presentación de la demanda.

Asociación libre y atención flotante.

Intervenciones e interpretaciones.

Transferencia y contratransferencia.

Responsabilidad subjetiva.
Entre la teoría y las herramientas clínicas

¿Existe una tensión entre la teoría y las herramientas


clínicas? ¿Hay una tendencia a pensarlas en términos
de oposiciones binarias? ¿Será posible integrarlas sin
disociarlas?

Notamos que la técnica analítica suele estar oculta y no


es fácil encontrar textos que hablen de ella de forma
clara y precisa. La mayoría de los conceptos estudiados
en el recorrido académico conllevan tal grado de
abstracción y complejidad que al momento de querer
utilizarlos como herramientas no sabemos bien cómo
hacer.

Esto hace que nos veamos oblilgadxs a adivinar o


aprender intuitivamente cómo es que se ve
concretamente la labor analítica.

Si bien es verdad que hay una cuota de invención ante


cada consulta consideramos que una base clara sobre
la cual apuntalarnos puede hacer nuestro trabajo mucho
más disfrutable y enriquecedor.

.
A continuación desarrollaremos algunos conceptos
técnicos fundamentales, la asociación libre,
interpretación, transferencia, encuadre, demanda.

Todos condensan mucha complejidad y se los puede


leer desde diferentes perspectivas, pudiendo
resignificarlos a lo largo de nuestra práctica. Nuestra
intención es aproximarnos de un modo sencillo que nos
permita trasladarlo a la clínica y de este modo
familiarizarnos y apropiarnos progresivamente de ellos.

Para esto retomamos las ideas de algunos autores


contemporáneos de referencia que nos resonaron el
último tiempo, teniendo en cuenta que estos transmiten
solo una lectura posible entre tantas otras.

El objetivo es que este cuadernillo funcione como una


guía sobre la cual apoyarte para hacer tu propia
búsqueda.

¿Cómo pensamos las primeras entrevistas?


Consideramos las primeras entrevistas como un momento


de apertura en el que lanzaremos y pondremos en juego
piezas claves para el despliegue del proceso terapéutico.
En ellas daremos a conocer el encuadre, pensaremos las
demandas y cómo hacer uso de la regla fundamental,
inferimos que particularidades tendrá ese encuentro con
ese paciente, y que tipo de intervenciones serán más
propicias.

Silvia Gomel expresa "Elijo la denominación primeras y no


preliminares porque esta última sugiere que lo
verdaderamente crucial tendrá lugar a futuro. Pienso en
cambio que si bien a lo largo de un proceso terapéutico se
van enhebrando efectos y novedades, cada encuentro
promueve experiencias aun desde el inicio, seguramente
diferentes a las creadas a posteriori pero no menos
significativas".

“Las primeras entrevistas son encuentros propiciatorios


para la formulación de preguntas acerca de la
disponibilidad de los pacientes para el trabajo terapéutico
y de nuestra propia disponibilidad para comprometernos
en ese tratamiento”.
¿Cómo entendemos el encuadre?

Puede pensarse como un contrato simbólico que obliga


tanto al terapeuta como al paciente a regirse por él.
Alude a regulaciones fijas impuestas que los pacientes
eligen o no aceptar, pero una vez aceptadas pasan a ser
constantes.

El objetivo es construir el marco estable a partir del cual un


análisis sea posible, es decir induce a promover una escena
y un relato, instaurando condiciones de simbolización.

Tanto pacientes como analistas necesitamos algunos


elementos constantes para poder organizar nuestro
tiempo y espacio, y también nuestra economía, pero esto
no significa que no pueda haber variaciones a lo largo de
un proceso.

Entonces ¿Puede haber modificaciones en el encuadre? Si,


es posible pero no sin tener un marco claro. Silvia Gomel
separa dos aspectos que atraviesan el encuadre.

El primero, propuesto por el analista desde su


posicionamiento teórico-clínico, incluye un conjunto de
reglas y requisitos para poner en marcha la tarea.
El segundo surge a partir del proceso y está abierto a
cambios y transformaciones.

Ella lo resume así "Elegimos nuestro marco de trabajo


apuntalados en nuestro horizonte teórico (esto será lo
invariable) y hay un punto donde nos reservamos la
capacidad de decidir cuáles son las condiciones para
hacer posible la tarea conjunta (esto lo veremos con cada
paciente).

El encuadre entonces propicia las condiciones para que


un proceso terapéutico se instale, serán los cimientos
necesarios sobre los que construiremos el espacio
analítico. Podríamos resumirlo así, “sin el encuadre no se
puede pero con el encuadre solo no alcanza”.

La creación de un espacio analitico donde circule “otra


escena” expresada en lapsus, sueños, síntomas conlleva
una complejidad que implicara tiempo y trabajo de
instalación.
Presentación de la demanda

Quizás venimos de una formación académica que nos lleva


a esperar ese paciente ideal que se acerca con muchas
preguntas, con síntomas claramente obsesivos o histéricos,
pero esto no es lo más usual en nuestro tiempo. Hoy el
pedido de ayuda terapéutica y demanda de análisis tiene
sus particularidades.

El mundo cambia, los imaginarios e ideales respecto a la


salud mental, el bienestar, los síntomas también. Los
discursos de nuestro tiempo acompañan cierta idea de
certeza respecto al padecimiento, alimentando teorías,
nombres, métodos como verdades absolutas.

Esto no implica que nosotros como terapeutas también


quedemos encerrados en la queja diciendo “todo tiempo
por pasado fue mejor” sino que promueve nuevos desafíos
y modos de pensar el encuadre, las intervenciones, nuestro
vínculo con la teoría y la práctica.

La producción sintomática más frecuente hoy no tiene que


ver con un “mensaje a ser descifrado” sino que se acercan
más a actuaciones o padecimientos en el cuerpo.
La mayoría de las veces los pacientes traen una teoría
elaborada respecto de su malestar atravesada por los
discursos que circulan.

El atravesamiento de las redes sociales y la inmediatez


hacen que la demanda quede teñida por eslóganes
“sanar el linaje, las heridas de la infancia”.

Las primeras entrevistas resultan útiles para ver la


capacidad de dudar sobre estas teorías, indagar si se
trata de hipótesis o de verdades absolutas, si hay un
pensamiento reflexivo o con certezas. El grado de
estereotipia o flexibilidad que puedan desplegar.

Transformar la queja o las teorías en una pregunta o


un relato no es algo que se da orgánicamente o de
forma espontánea.

Tener claro los modos de presentación del


padecimiento nos dará la información necesaria para
compatibilizar nuestro estilo personal, formación
teórica, recursos técnicos para intervenir en esa
situación sin esperar un paciente ideal o con la
sensación de estar haciendo mal nuestro trabajo por
que no logramos que haya una “implicación subjetiva”
con el paso de las sesiones.

La regla fundamental.
Asociación libre
*Recortes de libro Bruno Bonoris, Que hace un psicoanalista?

La asociación libre es una consigna técnica correlativa a


una hipótesis: existe un saber no sabido, el
inconsciente. Su fin es posibilitar “las vías de acceso” a
este tipo de saber.

El psicoanálisis es la puesta a prueba de esta hipótesis,


por eso es un experimento, pero sobre todo es una
praxis, debido a que no se trata únicamente de la
verificación de esa hipótesis sino también de su uso
como instrumento para modificar la realidad.

Es notable cómo el modo de respuesta a la regla


fundamental ya es un indicador diagnóstico (...)
pacientes obsesivos siguen “literalmente” (¡como si esto
fuera posible!) lo que suponen que es el deseo del
analista: que diga cosas sin sentido, tonterías,
incoherencias, etc.

“Diga todo lo que se le cruce por la cabeza”.


Creo que este es un mal modo de expresar la regla
fundamental. Decir todo puede confundirse con decir
cualquier cosa, hecho que no debería ocurrir en un análisis.

Este es un punto crucial, dado que puede haber analizantes


que digan todo lo que se les cruza por la cabeza para no decir
nada. Este “para”, desde ya, no da cuenta de una mala
voluntad. La resistencia es independiente de cualquier tipo de
intención.

Ferenczi se refirió a este tipo de abuso de la asociación en


pacientes neuróticos obsesivos: “a veces, se evaden relatando
solamente las asociaciones carentes de sentido, como si
deliberadamente equivocasen las indicaciones del médico que
les pide que relaten todo, aún las cosas carentes de sentido”.

Un modo más sencillo de enunciar esta premisa podría ser, por


ejemplo, “diga lo que se le ocurra”.
La idea no es que el paciente reflexione sino que se observe a
sí mismo. Se le pide lo mismo que al analista: que no
comprenda.

No debemos exigirle al texto del paciente ni coherencia, ni


racionalidad, ni extraordinariedad, ni dramatismo, ni
sistematicidad lógica o cronológica. Hay que liberar al texto de
“las cadenas del relato”.
Atención flotante

La atención parejamente flotante implica una


disposición, un esfuerzo, una actitud deliberada para
salir de la lógica imaginaria de las conversaciones de la
vida cotidiana.

Que el analista se entregue a la atención parejamente


flotante significa que debe evitar “la formación de
expectativas conscientes” para no fijar en la memoria
nada particular de lo escuchado.

Prescindir de las expectativas conscientes no implica ser


irracional o insensato, su objetivo es habilitar la
aparición de otro tipo de pensamientos, así como de
una atención y de una memoria diferentes.

El analista recuerda el texto porque presta mucha


atención, lo recorre en sus sinuosidades y en sus
recovecos. No da nada por sentado, no prefiere ni
subestima nada, intenta constantemente silenciar sus
ideales y sus afectos. Solo así puede ser capaz de
evocar significantes que no estaban presentes en el
discurso, pero que resuenan en el texto frente a otros
significantes.

Las posiciones del analizante y del analista, si bien no son


simétricas, son correlativas. El paciente no podría asociar
libremente si el analista no mantuviese una atención
parejamente flotante.

El analista disponible no espera, no presupone ni se


anticipa; planea el texto sin concentrarse en nada en
particular –ni siquiera en los detalles–, observando el
cuadro entero. La disponibilidad es una apertura ética y
estratégica.
Intervenciones e interpretaciones.

Hacer consciente lo inconsciente sigue siendo una


definición general del objetivo psicoanalítico, pero esto
implica una serie de operaciones que no constituyen sólo
a la interpretación.

Para pensar el mejor modo de intervenir, ya sea con


interpretaciones más metafóricas, elaboradas o
intervenciones más concretas tendremos que tener una
idea del modo de presentación de la demanda y alguna
conjetura diagnóstica.

Muchas veces a la espera de ese paciente ideal


esperamos también interpretaciones magistrales, pero en
la cotidianeidad esto no es lo más frecuente
Es por eso que es necesario darle estatuto técnico
también a las intervenciones en sentido amplio.

En todas las intervenciones es crucial transmitir empatía,


un deseo de comprender que aun cuando sepamos
irrealizable, es a mi gusto imprescindible para sostener la
ilusión de los pacientes de poder ser ayudados en su
sufrimiento.
Silvia Gomel sugiere

1. Realizar preguntas no solo para averiguar sino para


mostrar sorpresa ante algo dicho o actuado o dejar en
claro que no entendemos porque no compartimos el
mismo código.

2. También son eficaces los señalamientos cercanos a lo


descriptivo, adecuados para testear si existe la
capacidad de escuchar una versión diferente de los
hechos relacionando sucesos que en el relato no
presentan ninguna concatenación (agregamos, esto es
util en los primeros encuentros cuando aun no
contamos con la información suficiente para
interpretar).

3. Contrastaciones con la realidad.

4. Apertura de opciones de pensamiento que el


paciente no se permitía por sus represiones u otras
defensas.
Transferencia.

En este apartado tomaremos algunos recortes de la idea


de transferecia para pensarla de modo general y practico
en los primeros encuentros con un paciente, de ningun
modo se puede reducir a eso, ya que es un concepto
muy complejo que puede ser pensado desde muchas
perspectivas.

A lo largo del tratamiento nos encontraremos con


distintos movimientos transferenciales y
contratansferenciales, no los interpretaremos pero
haremos usos de ellos al momento de intervenir
Repasamos la definición clásica de Freud “Las cuestiones
transferenciales refieren al proceso en virtud del cual los
deseos inconscientes del paciente se desplazan y
actualizan creando un falso enlace sobre el analista”.

Definición apoyada en el concepto de repetición como


reedición de una historia vivida con un sentimiento de
actualidad.

Esta es una vertiente de la transferencia, pero también


nos encontramos con que existe algo fundante,
novedoso en ese encuentro singular.
Gomel expresa “Ese paciente será tal vez otro con otro
analista y ese analista será a su vez otro con otro
paciente. E incluso ese mismo paciente con ese mismo
analista ya no serán los mismos en otro momento de sus
vidas”.

Entonces no solo nos encontramos con la reedición de la


escenas del pasado, sino que conlleva otra complejidad y
modos de pensarla.

“Al momento del encuentro, todos los actores juegan


sus representaciones previas en un esfuerzo por
metabolizar quién es el otro, poniendo en circulación –
del lado del analista– problemáticas referidas a la
abstinencia y a la neutralidad”.

La abstinencia se basa en el principio de no hacer del


paciente un objeto de goce perdiendo de vista su
condición de sujeto.

La neutralidad, en cambio, se apoya en la idea de un


terapeuta inmune a su propio mundo psíquico, que solo
funciona como depositario de las transferencias. (la
mayoria de los autores contemporáneos sostienen que
esto es un imposible, no existe tal neutralidad en un
análisis).
Silvia Gomel habla de varias transferencias, acá
citaremos una en particular, la que ella denomina
"Transferencia de apertura", ¿A que se refiere con esta
idea?

Creer es ya una posición transferencial El paciente


tiene que creer que el terapeuta SABE que le sucede y
que POSEE las herramientas para ayudarlo.

Si estos primeros movimiento transferenciales no se


producen o no se va construyendo a lo largo del
proceso, se hará muy difícil continuar porque los
sentimientos de desconfianza, descalificación y
amenaza respecto del terapeuta pasarán a primer
plano.

Además se pueden poner en juego cuestiones


afectivas, por ej, la ilusión de encontrar una figura
contenedora de las angustias, enojos, etc

El terapeuta puede ser ubicado como representante del


exterior exogámico bajo diferentes dimensiones: juez,
árbitro, sostén de la ley de la cultura, testigo,
mediador, o ajeno, extraño, hostil.
Contratransferencia

*Recortes del libro de Silvia Gomel “Familias, parejas, analistas”

Si la concepción teórica acerca del analista ubica a


este como puro objeto de transferencias, su propia
transferencia sobre los pacientes será inevitablemente
teorizada como resistencia a la escucha.

Sin embargo estos afectos y representaciones que


suelen emerger de modo sorpresivo en el analista ,
pueden prestarse a posteriori a ser utilizados para el
despliegue de intervenciones aportando riqueza al
proceso, en la medida que nos encontremos
advertidos de su existencia.

Se trata de hacer visible el efecto que el paciente


pueda tener sobre el analista, efecto que este deberá
procesar para poder devolverlo al paciente en un
formato productivo.
En el pasado la idea de contratransferencia como el
conjunto de reacciones inconscientes del terapeuta
frente a la transferencia del analizado fue utilizada en
exceso, casi como única vía de acceso al inconsciente,
suponiendo un terapeuta en total control de su propio
psiquismo que responde únicamente desde las
posiciones en que es ubicado por los pacientes.

Desde la vereda opuesta, se afirma que no es posible


tomar al analista por mero espejo y surge una fuerte
crítica por parte de autores contemporaneos respecto a
la instalación de una cuota de poder y al riesgo de
imaginarización, convirtiendo a la contratransferencia
en verdadero obstáculo o más aún, simple resistencia
del terapeuta. A partir de allí se la condenó a la
hoguera.

Me parece importante en la clínica estar atentos a los


matices sin caer en disyunciones. Si nos arriesgamos a
jugar con la idea de que el concepto apunta no solo a
los núcleos no resueltos del analista sino a todo su
funcionamiento psíquico, tal vez logremos salir de este
atolladero.
Rescato del término contratransferencia la constatación
clínica de que ciertos pacientes nos despiertan
asociaciones, sentimientos, emociones o sensaciones
corporales inexistentes un minuto antes de empezar la
sesión, que pueden virar en obstáculo cuando remiten a
pliegues ignorados de nuestro psiquismo y muchas veces
requieren de un trabajo en el análisis propio.

Aun cuando se sostenga que la contratransferencia no


juega ningún papel en el proceso, no por ello dejará de
experimentarse, y por tal motivo resulta más provechoso
estar atento y poder seguir la pista de su emergencia
para poder utilizarla en nuestras intervenciones cuando
resulte oportuno, en lugar de desembarazarse de ella
rápidamente.

Por qué razón nos posicionamos frente a los pacientes


de una determinada manera y no de otra, más allá o más
acá de nuestro bagaje teórico?

No somos únicamente objetos de transferencia sino


también sujetos del inconsciente que a su vez
transferimos aspectos de nuestro mundo
representacional No me parece necesario hablar de
asimetría entre ambas transferencias pero sí de
diversidad, en línea con las distintas expectativas con
que ambos actores se dan cita en la escena.
No emprender una rápida retirada ante estos
fenómenos a través del uso de interpretaciones
únicamente apoyadas en lo simbólico habilita la
creación de nuevas formas de significación cercanas a
los avatares afectivos, que suplementan nuestras
herramientas de acercamiento a las problemáticas
clínicas.
Responsabilidad subjetiva

*Recortes libro Bruno Bonoris, ¿Que hace un psicoanalista?

Este es un concepto que puede tener interpretaciones


equivocas, vamos a tomar las ideas de Bonoris para
problematizarlo ya que puede confundirse con la idea
de “hacerse cargo de la parte que te toca en tu queja” lo
cual puede llevar a intervenciones apresuradas y
expulsivas.

Quien consulta a una analista por decisión propia, salvo


raras excepciones, supone de entrada que hay algo que
anda mal en su posición subjetiva, por más que el
problema sea con los otros. En general, los analizantes
están convencidos de que ellos mismos son los únicos
responsables de sus desgracias, incluso tienen la idea de
que existe una satisfacción masoquista en su padecer. “Si
no puede dejar de hacer eso que me hace mal debe ser
porque me gusta”, dicen convencidos. Implica mucho
trabajo deshacerse de esa idea.

Tampoco se trata de echarle la culpa a los otros de los


propios infortunios.
Tal vez estas sean las dos caras paródicas del
psicoanálisis: la culpa es de los padres o la culpa es del
paciente. La clave está en salir de la lógica inocente-
culpable.

El acento debe estar puesto en el cómo y no en el


quién, en el texto y no en el autor, en el sujeto y no en
el yo. Se trata de interrogar al síntoma en su dimensión
de saber: ¿Por qué Dora cambió de actitud luego de la
escena del lago? ¿Qué pasó allí para que desde ese
momento se pase de la connivencia a la queja?, etc.

Cuando Dora afirma que los motivos de su queja


provienen de la realidad y no de ella misma, que las
cosas son así tal como ella las cuenta y que nada se
puede hacer con eso, Freud no intenta persuadirla de
que en verdad se trata de un problema “subjetivo” o
psicológico (“es solo tu interpretación de la realidad,
son las lentes con la que ves el mundo”, etc.) sino que
la incluye en la realidad, la cuenta como parte
interesada en esta.
El objetivo de Freud fue que ella advierta su
participación en una maquinaria que no le traía ningún
beneficio, y no que deje de quejarse de los otros para
asumir la responsabilidad por su goce. Ella misma era
uno de los engranajes que sostenía su funcionamiento.
Estaba lo suficientemente bien adaptada a la realidad
como para contribuir a su fabricación.

En un análisis no se trata, como podría creerse, de


develar y juzgar el comportamiento de padres abusivos
o negligentes. Tampoco de incitar a quien nos habla a
convencerse de que su sufrimiento lo provoca él
mismo. El analizante no es el autor de ese texto, es más
bien su protagonista. Por lo tanto, si bien no podemos
responsabilizar al analizante por la invención de
determinado “argumento”, podemos revelar y advertir
que su vida se juega en la obra.

El psicoanálisis demuestra que el sufrimiento psíquico


no es una falta de adaptación a la realidad, sino un
exceso de adaptación. Una pasión por que la cosa
marche sin importar el costo personal.
Lacan llamaba rectificación subjetiva cuando en el
análisis el sujeto aprende también su responsabilidad
esencial en lo que ocurre. La paradoja es que el lugar
de la responsabilidad del sujeto el mismo del
inconsciente.

El objetivo del psicoanálisis no es que el analizante sea


más responsable porque el psicoanálisis no tiene
pretensiones morales, y la responsabilidad, como bien
dijo Freud, es una categoría jurídica y luego moral.
El psicoanálisis no libera ni adjudica responsabilidad al
analizante porque así entendido no es un concepto
pertinente para su campo de intervención.

Además, no es una regla que la gente llegue


quejándose de los otros. Tengo la impresión de que en
verdad nos quejamos bastante poco. Estamos
demasiado bien adaptados. Somos disciplinados y
obedientes. La queja puede ser el primer paso que nos
dirija hacia una verdad.

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