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La clínica a cielo abierto

Manuel Rial
El espíritu caballeresco y heroico que alguna vez perteneció al Jinete
parece ahora residir, o quizás halla caído hasta su fondo, en el Caminante
-no el Caballero, sino el Caminante, el Errante.
El es una especie de cuarto poder, más allá de Iglesia, Estado y Pueblo.
Henry David Thoreau, Caminar.

Nadie se engaña más que quien pretende partir de los “hechos”, cuestión que uno creería superada a
partir de la vasta bibliografía existente en el terreno de la epistemología, retorna una y otra vez bajo
nuevas máscaras, hoy la tan insistente “evidencia”, la tan consistente “estadística”. Y bien, el “hecho”:
hay quien parece no responder a las expectativas mínimas de la sociedad, hay quien parece no
sentirse convocado a “unir su espíritu a la obra común de la humanidad”, hay quien no responde a
ningún llamado. Hasta aquí no avanzamos mucho respecto de la división freudiana entre neurosis de
defensa y narcisistas. Decir que existe un modo de existencia para el cual el mecanismo de
sustitución metafórica no vale y por lo tanto mal podría sustituir su Otro primordial en la figura del
clínico se resume rápidamente: no será una clínica bajo transferencia. Pero entonces, para decirlo
con Quinet, la vía regia no será las formaciones del inconsciente bajo transferencia, “la vía regía al
inconsciente en la psicosis es la calle”. Lo que esto significa es que en la psicosis la efectividad
simbólica (y su impotencia/imposibilidad) se muestra al desnudo, a plena luz del día. Si el neurótico
vive bajo el signo de su inconsciente “hogareño” que le asegura que vaya donde vaya tampoco irá
muy lejos, ni se perderá demasiado, el psicótico es un errante del inconsciente. Ya conocemos la
cara negativa de esta posición: la imposibilidad de alejarse demasiado de su barrio, de su casa, de su
cuarto, de su cama. ¿Acaso el neurótico huye y el psicótico se esconde? Si uno se mete en un
cuarto, se intima a hablar, se mete en la cama/diván para hacer su terapia, al otro parece que habría
que hacerle la propuesta de salir a tomar un poco de aire fresco, ir a dar una caminata clínica. ¿Y el
analista? Si alguien se dispone a acompañar a la psicosis en su particular terapia, ¿no sería justo
llamarlo acompañante terapéutico?
Es un hecho… la psicosis se caracteriza por una dificultad especial para realizar lo que todos dan por
sentado, una muy especial “incapacidad” para dejarse llevar por el curso de los acontecimientos, en
un sentido más preciso, para dejarse tentar, para cautivarse por las propuestas que hacen lazo entre
los que participan de pleno derecho en la “realidad”. Existe una propuesta “terapéutica” consistente
en enseñarle al psicótico las “habilidades que le faltan” para integrarse en dicha realidad, oscura
entidad metafísica defendida por los monotonoteístas del positivismo. No es una propuesta analítica
por supuesto, esta se caracteriza por el debido respeto al rechazo de la impostura que el psicótico
siempre testimonia. ¿Cuál será la invitación del acompañante terapéutico que podría homologarse a
la propuesta del analista de hablar libremente? ¿No habrá que considerar la invitación a caminar?
Hago del caminar una figura del circular por el mundo, hago del caminar el nombre un poco salvaje
de algo que podría definirse como un errar en compañía. El Errante, el Vagabundo, no se “enlaza”, a
lo sumo acampa por un tiempo, comparte algo de lo suyo, comunica algo de lo que aprendió en
soledad y luego levanta campamento nuevamente. Todo lo que puede llamarse Imperio: Iglesia,
Estado, Pueblo, Salud, envía un mensajero para recuperar a la oveja descarriada que no se
entusiasma por “todo lo que estamos logrando juntos”. Pero este mensajero quizás esté informado
psicoanalíticamente, esté de alguna forma dispuesto a realizar una invitación abstinente.
Existen versiones de la clínica psicoanalítica para la psicosis y la función que el clínico podría
desempeñar: testigo, semejante, quien recorta un nombre o un Ideal, etc. Respecto del “trabajo de la
psicosis” para retomar una expresión de Soler, ¿por qué no también un ayudante, una especie de
aprendiz del oficio? Así, se diferencia netamente de quien porta o aporta un saber, en todo caso, hace
el esfuerzo de aprender. El acompañante es las más de las veces el lugar donde se formula la
pregunta: ¿cómo? ¿qué hace falta? Es quien se procura elementos, quien cartografía el territorio,
quien dibuja recorridos, quien está dispuesto a caminar por las vías secundarias que hagan falta
incluso si a veces implica dar vueltas en círculo. ¿Llega a hacerse discípulo de ese individuo siempre
excepcional desalojado de la ciudad del discurso? No se trata por supuesto de olvidar todo el
conjunto de tareas que se despliegan en función del “apremio de la vida en comunidad” o del cuerpo
mismo: cuestiones de higiene y de alimentación, cuestiones médicas, cuestiones de burocracia y
economía. Lo que intento recortar aquí es que el “estar acompañante” se caracteriza por la
posibilidad de hacer de eso una excusa para caminar, para ponerse en movimiento. Si tuviera que
decir en pocas palabras algo respecto del deseo del acompañante (creo que igual tiene un alcance
general) es esto: deseo de movimiento. Pero entendiendo esto en el sentido de movimiento =
diferencia, mientras que petrificación = identidad. Vale decir que de ninguna manera se trata de
“movilizar” al “desobediente” para cumplir las expectativas de la civilidad, esta es una seudodiferencia
supeditada a la identidad. Se trata del proceso inverso, si es necesario, reiterar una y otra vez el
mismo circuito a la espera de la diferencia. Cuando me referí a “invitación abstinente” intentaba dar
cuenta de esto: una invitación al movimiento que no sancionará destino. Una invitación no
teleológica. A lo sumo aportará los mapas necesarios para recorrer el territorio que se despliega en
el caminar mismo. El acompañante puede saber muchas cosas pero hay un saber del que se
abstiene: hacia dónde hay que ir.
El psicótico no va “hacia lo salvaje”, lleva lo salvaje donde vaya, en el bolsillo. Si bien en muchas
ocasiones la terapia se ve orientada hacia domesticarlo, volverlo compatible con el zoológico urbano,
cuánto mejor es cuando lo que se consigue es un nombre salvaje, un nuevo valor. Es otra de las
posibles orientaciones del acompañamiento, destituirse de la civilización, tolerar (dentro de lo
posible) lo salvaje para verlo prosperar. Lo salvaje no es la salvajada, el pasaje al acto que se estrella
contra los muros de la ciudad. Lo salvaje es más parecido a la hierba que crece en las grietas de
aquellos muros y que tan afanosamente arrancan los jueces del buen gusto (a veces con tan nobles
intenciones...). Tolerar lo salvaje no es más que esto: suspender el juicio, no apresurarse a juzgar.
El acompañante tiene el raro privilegio de una cercanía no habitual con el terreno donde eso podría
crecer. Y por eso es menester que lo habite un deseo más fuerte que el de cualquier estética que
podría tomarlo por asalto frente a un gusto un tanto peculiar. Personas que comen raro, se visten
raro, hablan raro, tienen un hogar raro y todo esto le salta a la vista literalmente al acompañante que
puede sentirse convocado desde lo más hondo de su alma, siempre neurótica, a intervenir para
normalizar ese modo de existencia. Lo acuciante de las imágenes, que siempre apuran a
comprender, es mucho más marcado para esta clínica que se despliega en las tres dimensiones del
espacio. Sin el recurso al encuadre del consultorio, orientado a reducir el material a lo simbólico-real,
la pregnancia de lo imaginario es un gran obstáculo, pero puede también convertirse en una ventaja.
El acompañante puede sentir en muchas ocasiones que lleva adelante una clínica bajo asedio, bajo el
asedio de estas imágenes sostenidas por miradas propias y ajenas (médicos, curadores, padres,
maestros, otros en general); pero, y al mismo tiempo, la posibilidad de estar en lo imaginario, de
operar directamente allí, permite el recurso a la mostración de una otra vía.
Retomo la figura de la errancia, del errar que resuena con una definición foucaultiana de la vida que
anuda contingencia y potencialidad: “posibilidad de error”. Posibilidad de errar a distinguir netamente
de un movimiento errático. El acompañante, el therapein puede tomar a su cargo la tarea de
“servidor” del psicótico en el sentido de algo que le sirve, que tiene su utilidad para aumentar las
posibilidades de errar. Pienso la psicosis a partir de Thoreau, Nietzsche, de la tradición cínica de la
filosofía. En el sentido preciso que plantea Foucault: “mártires de la verdad”. Caminantes que
cuestionan las leyes de la polis en su andar. Pero a la vez la clínica se orientará en un sentido
completamente inverso al que según Foucault ha tomado la figura del otro necesario para el cuidado
de sí: para el acompañante no se trata de ser un “confesor”, un “director de conciencia”, un
“psiquiatra” ni un “psicólogo” (reemplazo “psicoanalista” por “psicólogo” porque la versión del
psicoanálisis que Foucault pone en esta serie es justamente, y él mismo lo había aclarado dos años
antes, la versión psicologízada). Se puede oponer punto por punto a cada una de estas figuras, su
reverso: el acompañante será “testigo”, será “secretario”, será therapon, objeto que sirve para
cuidarse, será incluso, “analista”, en el sentido preciso de que paga con su juicio más íntimo.
No en vano la figura del cínico se le revela tan importante a Foucault en el cruce entre el gobierno de
sí y de los otros. El psicótico es el ingobernable y el ingobernado. Perro en las calles de la ciudad que
ladra y muerde los talones de los saberes instituidos. El deseo de “enlazar”, aún con las mejores
intenciones, corre siempre el peligro de ponerle una correa al perro.¿Y el acompañante? ¿Lo saca a
pasear? ¿Debe ser el también un cínico? ¿Caminar cínico? No se trata de mimetizarse con la
psicosis, ni de ser “la sombra del caminante”, el acompañante no precisa tener el “coraje de decir
la verdad” sino el de escucharla. El coraje de escuchar esa radical alteridad, esa vida otra, ese
mundo otro, que la psicosis testimonia. ¿Y que hará con ella? La invitará a caminar al sol (o la lluvia)
y olfatear los lugares donde puede dejar marca sin tener que defenderse a dentelladas ni esconderse
con el rabo entre las piernas.
Citas
Thoreau
Desobediencia civil (Ed. El Río)
P51 Existen leyes injustas; ¿debemos contentarnos con obedecerlas, o procuraremos enmendarlas,
obedeciéndolas mientras lo conseguimos, o las quebrantaremos desde ahora? La generalidad de los
hombres, bajo un gobierno como el actual, piensan que están en obligación de esperar hasta tanto
no hayan convencido a una mayoría de que deben enmendar la ley. Se figuran que, en caso de
resistirla, el remedio será peor que la enfermedad. Pero es culpa del propio gobierno que la medicina
sea peor que el achaque, por cuanto es él quien lo empeora. ¿Por qué no se cuida de anticipar la
posibilidad de la reforma? ¿Por qué no es más solicito con la inteligente minoría? ¿Por qué se
lamenta y resiste antes de que se le haga violencia? ¿Por qué no invita a los ciudadanos a que se
esmeren en descubrir las faltas de su gobierno, procurando seguir una conducta mejor que la que
exige de cada uno de ellos?

Una vida sin principios (Ed. Godot)


P22 Consideremos la forma en que pasamos nuestras vidas.
P60 “¿A favor de qué es la conferencia?” (Utilitarismo)
P71 Es tan difícil olvidar la información completamente inútil, peor que inútil.
P76 ¿Qué es el nacer libres, y no vivir libres? ¿Cuál es el valor de cualquier libertad política, si no es
el de hacer posible la libertad moral?
P83 ¿Pero cuáles son las “necesidades artificiales” a estimular?
P84 Tal como una ventisca se forma cuando hay una pausa en el viento, se podría decir que, cuando
hay una pausa en la verdad, se forma una institución. La verdad, sin embargo, sopla justo por sobre
ella y a la larga termina destruyéndola.
P85 Es una extraña era del mundo, esta en que los imperios, los reinos y las repúblicas vienen
rogando a la puerta de un hombre privado, y le cuentan sus problemas al oído. Algún miserable
gobierno, acorralado y en sus últimos días, me está pidiendo a mí, que vote por él. (Te pido por favor
que me acompañes con tu voto…)

Caminar (Ed. Nulu Bonsai)


P26 Desde luego no tiene caso dirigir nuestros pasos hacia el bosque si no nos llevan allá.
P50 En lo salvaje está la preservación del mundo.
P51 Dame un salvajismo cuya mirada no pueda soportar ninguna civilización.

Foucault
El coraje de la verdad
22 Socio indispensable de la obligación de decir la verdad sobre uno mismo.
24 Lo que califica a ese otro para ser eficaz es la parrhesía.
26 Noción fundamentalmente política
27 Al examinarla puede verse el entrelazamiento del análisis de los modos de veridicción, el estudio
de las técnicas de gubernamentalidad, y el señalamiento de las formas de prácticas de sí. Saber,
poder, sujeto. Del conocimiento a la veridicción, de la dominación a la gubernamentalidad, del
individuo a las prácticas de sí. Verdad, poder y sujeto.
30 Condiciones de la parrhesía → el que habla se liga a la verdad de lo que dice, se obliga por ella,
que corra cierto riesgo por decirla. Un riesgo que concierne a la relación misma con aquél que
escucha. Cuestionamiento del lazo entre los interlocutores.
30 Puede suceder que se vea en la necesidad de arriesgar su propia vida. (biopolítica)
32 Juego parrhesiástico → pacto entre quien corre el riesgo de hablar y quien acepta escuchar.
35 El parrhesiasta no habla mediante enigmas. No deja nada librado a la interpretación.
36 El sabio es sabio para si mismo y no necesita hablar.
37 El parrhesiasta es el interpelador incesante, permanente, insoportable.
38 El parrhesiasta no revela al interlocutor lo que es el mundo, sino lo que él es.

172 Rendición de cuentas → la manera como uno vive, la manera como ha vivido.
173 riesgo de decir a los hombres el coraje que necesitan y lo que este les costará para dar a su vida
un estilo determinado. (estilística de la existencia)
174 Bios como objeto estético.
177 En el cinismo se articula la exigencia de una práctica de vida con el principio del decir veraz.
179 El cínico explorador → hombre del vagabundeo, luego debe regresar para anunciar la verdad.
182 Carece de toda inserción; no tiene ni casa, ni familia, ni hogar, ni patria, es el hombre de la
mendicidad.
183 Funciones de esta estilística → estar libre de toda atadura
184 Para ser el ángel. Reducción de todas las obligaciones inútiles (función de reducción). Función
de prueba. Reducción de la vida misma, de la vida a sí misma.
185 Hace de la existencia una aleturgia, una manifestación de la verdad.
186 Mártir, testigo de la verdad. Ha sufrido para que la verdad cobre cuerpo en su propia vida.
191 Cinismo como respuesta a la destrucción de la ciudad y la comunidad política → busca su
fundamento en la animalidad.
196 Militancia.
197 Manifestar la posibilidad concreta y el valor evidente de otra vida (verdadera).
201 Cinismo como puesta al desnudo de lo real. Función anticultural. Verdad bárbara.

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