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INSTRUMENTO
PARA LA LIBERTAD
DEL HOMBRE?
POR:
A.
El hombre desde sus inicios filosóficos, se ha catalogado como un ser social por naturaleza
Aristóteles (384-322, a. de C.), pero a medida que avanza en la búsqueda de su bienestar,
este postulado ha ido cambiando para dar lugar a que las necesidades del ser humano lo
hacen querer formar parte de sociedades que en una simbiosis puedan ser beneficiados desde
el aporte ideológico que cada necesidad hace que surja.
Es el mismo deseo humano de estar en plenitud el que logra levantar ideologías que en
consenso con los miembros de las sociedades dan origen a políticas enmarcadas en leyes,
normas, estatutos etc., cuyo único fin es equilibrar y poner un orden que ayude a que las
personas puedan estar en armonía cuando se tiene conocimiento del beneficio de estar acorde
a lo que el medio nos permite.
El significado de ciudadano y la evolución de este concepto, tuvo paso por luchas históricas
que buscaban dar ese título a aquellas personas que habitaban en un territorio, y este
implicaba la adquisición de responsabilidades y derechos; entre esos derechos se tiene la
libertad, que se ve limitada a eso que el estado como garante de derechos nos permite hacer,
en esa concepción individual de lo bueno y lo malo.
Siendo así, ¿es la política la herramienta que garantizará la libertad de una sociedad?
Cuando se identifica la libertad, se determinan las capacidades de cada individuo para lograr
la convivencia y armonía en la sociedad, para así alcanzar un equilibrio de valores o procesos
de reestructuración con el fin de recuperar el balance.
El ejercicio de libertad política que tiende a girar en torno a una participación ciudadana y
que estimula procesos de poder y economía se manifiestan como ejercicio de las capacidades
de asociación y participación en pluralismo y equilibrio de fuerzas. En las diferentes
revoluciones se logra reconocer las ideologías y movimientos sociales que crean perspectivas
culturales para el pensamiento, la educación, la salud y el trabajo frente al estado, surgiendo
el término “autonomía de la libertad política” la cual entra a ser un campo que determina por
naturaleza las leyes, los derechos y deberes en el que el ser humano contribuye al bienestar
común de la sociedad cumpliendo como sujeto individual de libertad.
Gobernar es en ocasiones mal llamado sinónimo de poder, siendo este último el que se desea
cuando dentro de una sociedad ya demarcada, el ser humano quiere estar con comodidades
por encima de las que todos podrían estar disfrutando; “el deseo de dominación surge una
vez establecidas las sociedades, vale decir, cuando existen motivos para atacarse o para
defenderse” (Aguilar, 2003); es por esto que se hace necesaria la lucha de “poder frente al
poder” con el fin de que hayan frenos que evitan que la brecha de la desigualdad se ensanche
y distorsione el concepto de libertad que la política en su significado más genuino quiere
que los conciudadanos de un estado compartan.
Bajo las dos categorías, que no son en absoluto coincidentes, del pensar políticamente y del
actuar políticamente, pero el decir de alguien que piensa políticamente no significa
cualificarlo como teórico de la política, sino que significa identificar en su pensamiento un
eje de politicidad que instituye en él el interés y la estructura, de forma que el objeto del
pensar es dado por la realidad en tanto que política, es decir, por la constitución política de lo
real humano, de la efectividad histórica. Lo político no es entonces una esfera entre otras de
la actividad humana, sino el horizonte mismo en el que se desarrolla el drama de la acción, es
actuar políticamente el penetrar en esta escena con el discurso y con la memoria (o sea con la
narración rememorativa). En definitiva, lo político es coextensivo con el logos, vale decir con
el discurso y con la razón (siendo la razón la capacidad de “dar razones”), que es como
Arendt traduce la célebre definición aristotélica del ser humano como zoon logon echon
(Arendt, 1964, 33).
La política entonces debe pensarse desde el hecho de que las experiencias y las perspectivas
varían de persona a persona y que por ende la libertad no puede enmarcarse sino que debería
trascender a la instrucción de vías de hecho que no revolucionen la sociedad hacia la
rebeldía, sino que ayuden a promover horizontes que hagan que no se sienta limitado el ser
libre, por el contrario lo permitido, lo reglamentado y lo legal sea un goce para sobre quienes
recaen estas coberturas de ley, teniendo siempre presente las diferencias que hacen parte de
un ejercicio político completo, en el que indudablemente no es posible garantizar que todos
piensen o actúen igual, pero si en el respeto de esa diferencia.
“Política es actuar según principios (no fines u objetivos) en un espacio público sostenido
por la energía de las relaciones... al que hacen duradero y estable esas formas de
organización de la convivencia que son las instituciones” (Boella, 1995, 151).
Teniendo en cuenta el análisis anterior y en respuesta al interrogante principal, hay que partir
del principio de que el término libertad es subjetivo, pues no todos compartirán el mismo
significado de libertad, sin embargo, cabe resaltar que, como se mencionó en el texto, la
libertad no puede vincularse a hacer lo que se quiere o el libre albedrío; libertad para este
caso es sinónimo de ser libres a desarrollarnos de manera conjunta como sociedad, mas no se
refiere a vivir sin control, es alcanzar un objetivo común que nos beneficie a todos como
sociedad y se lleva a cabo en ese horizonte político, y será ejecutado mediante acciones
encaminadas hacia esa ideología, hacia ese pensar político, que materialicen esa visión que
tenemos o queremos de la sociedad.
Finalmente las ideologías políticas que generan un cambio o desarrollo en el ser humano para
nuevas esferas culturales de pensamiento, y emociones, en el cumplimiento de las libertades
políticas, implica la igualdad, equidad y lucha de los derechos en la libertad política.
Entender que debemos cuidar de otros para asegurar el bienestar común, lleva implícito
empoderarnos del concepto de libertad que obligatoriamente estamos sometidos a inmiscuir
en nuestra idiosincrasia, es casi como “aplaudir eufóricamente un mal discurso para ganar un
millón de dólares” donde es preferible ser feliz aplaudiendo que lamentándose por no obtener
un beneficio. Es entonces la relatividad del término “libertad” y la tenacidad del término
“política” que nos demandan: aceptación y respeto por las diferencias.
Referencias Bibliográficas