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Suicidio y Eutanasia: “Una vida que elimina la libertad tampoco es vida”1

“No hay más que un problema filosófico verdaderamente


serio: el suicidio. Juzgar si la vida vale o no vale la pena
ser vivida es responder a la pregunta fundamental de la
filosofía.”2

El sentido de la vida y de la muerte.

La vida constituye el máximo valor del hombre, como sostenía Nietzsche, y todos

tienen el derecho a ella (este es el primer postulado de los derechos del humanos). En

palabras de carácter más religioso, la vida es sagrada y por tanto es deber del individuo

protegerla. “El derecho a la vida implica el deber de conservarla y exige: darle

permanencia y natural desarrollo, defenderla de peligros y agresiones, perfeccionarla,

haciéndola progresivamente más plena en todas sus manifestaciones.” 3

Todo lo que realiza el hombre está en función de poder vivir plenamente, es decir,

desde la acción de los instintos hasta la adquisión de conocimientos, tiene como

finalidad poder perpetuar la mayor cantidad de tiempo posible la estancia dentro de

este mundo, apartando por un momento las promesas de un más allá.

Estas ideas han sido sostenidas inclusive por muchos individuos, entre ellos el

filósofo español Miguel de Unamuno, quien muestra la necesidad – y a su vez angustia

– propia del hombre por poder perpetuarse en el tiempo y expone cómo lo que realiza

1
AMENÁBAR, Alejandro. Mar Adentro. 2004.
2
CAMUS, Albert. El mito de Sísifo. Editorial Losada. Buenos Aires. 1953. p. 5.
3
MARTÍN, Ángel. Introducción a la ética y a la crítica de la moral. Editorial Vadell. Caracas. 2009. p. 171.

1
tiene este cometido. Al principio de su obra cumbre, Del sentimiento trágico de la vida,

deja constancia de ello:

“El conocimiento está al servicio de la necesidad de vivir, y primariamente al servicio


del instinto de conservación personal. Y esta necesidad y este instinto han creado en
el hombre los órganos del conocimiento, dándoles el alcance que tienen. El hombre
ve, oye, toca, gusta y huele lo que necesita ver, oír, tocar, gustar y oler para
conservar su vida; la merma o la pérdida de uno cualquiera de estos sentidos
aumenta los riesgos de que su vida está rodeada […] Un ciego solo, sin lazarillo, no
podría vivir mucho tiempo.”4
A pesar de que todo lo que se realiza es con el ímpetu de perpetuarse, al estar

arrojado aquí en este mundo, como sostenía Heidegger, el individuo ha de saberse un

ser para la vida como también para la muerte. Esa angustia de no querer acabarse

pero saber que en un momento llega la aniquilación total del ser es la tensión que

ayuda a comprender al hombre su libertad.

El reconocimiento de la angustia de vivir entre el presente de la vida y el futuro de la

muerte, en otras palabras, al reconocerse el hombre como un ser finito, vive entre la

realidad que le muestra su razón y el anhelo que le ofrece su corazón. Nuestra

existencia se convierte en una especie de “náusea” dónde el desear más allá de

nuestros límites choca contra la racionalidad.

“Porque vivir es una cosa y conocer otra, y como veremos, acaso hay entre ellas una
tal oposición que podamos decir que todo lo vital es antirracional, no ya sólo
irracional, y todo lo racional, anti-vital. Y ésta es la base del sentimiento trágico de la
vida.”5
El ser humano no necesita otra vida sino seguir existiendo en ésta, y es por ello que

la mayoría de los individuos – y ya veremos por qué no todos – deciden abrazar este

mundo con todo y los males que pueda sufrir en él. Porque el hambre de inmortalidad

4
DE UNAMUNO, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Editorial Alianza. Madrid. 2007. p. 43.
5
Ídem. p. 53.

2
en el hombre solamente se calma dentro de los parámetros de la existencia terrenal

como lo sostenía Ibsen:

“Señora Linde: Hay que vivir, doctor.


Doctor Rank: Se trata de una opinión general ciertamente. La mayoría estima
necesario vivir.
Nora: ¡Oh, doctor!, segura estoy de que usted tiene mucho apego a la vida.

Doctor Rank: Por supuesto que lo tengo. Tan enclenque como estoy, quiero a todo
trance seguir sufriendo el mayor tiempo posible. A todos mis pacientes los anima
idéntico deseo. E igualmente lo afirman quienes padecen una afección moral.” 6
Esto nos muestra que “la vida a pesar de todo”. Sin embargo, cabe preguntarse si

esta afirmación puede ser completamente valedera. Tiene razón el Doctor Rank a

querer prolongar su existencia a pesar de su padecimiento. Es necesario preguntarse

teniendo como referencia al doctor: ¿Aferrarse al sufrimiento o desligarse de él?.

Sobre esta cuestión nace un conflicto moral, si bien es cierto que todos los hombres

tenemos derecho al pleno disfrute de nuestra libertad y de por sí somos libres en

cuantos individuos, pero también ciudadanos que debemos respetar la libertad de los

demás.

“La libertad moral es precisamente el rasgo que distingue al hombre, dueño y señor de
su vida y arbitro responsable de sus actos. La libertad extiende su legítima exigencia al
pensamiento (libertad de conciencia), a la expresión (manifestación de sus propias
ideas y sentimientos), a la acción (actuar de acuerdo con su propio criterio, en cuanto
no se oponga o impida el de los demás).”7
Dentro de los parámetros de esta libertad moral nace el hecho de que algunos

hombres no necesiten seguir existiendo en esta vida, sino más bien, su deseo es

aniquilarse. Se sienten incomprendidos en varios sentidos: moral, cultural, físico, entre

6
IBSEN, Henrik. Casa de muñecas, Los espectros, El pato salvaje. Editorial Edaf. Madrid. 2010. pp. 47-48.
7
MARTÍN, Ángel. Introducción a la ética y a la crítica de la moral. Editorial Vadell. Caracas. 2009. pp. 172-173.

3
otros. Famosos han sido los casos de estos individuos, por ejemplo, el poeta

venezolano José Ramos Sucre decidió quitarse la vida porque sentía ser extrañado a

nivel de ideas por sus coetáneos, lo mismo que Ramón San Pedro (Mar Adentro) que

vio en su aniquilación terrenal (era parapléjico) una especie de liberación espiritual.

La libertad estima que el hombre, como dueño y señor de su vida, pueda elegir

también acabar con ella. Aunque esto es visto en diversas perspectivas, y sobre todo

desde la religiosa como una ofensa, pero no tanto al hombre como a Dios que – para la

religión – es quien le otorga la existencia. Es por ello que en el suicidio entra en

contradicción el autonomismo moral contra el heteronomismo moral.

El Suicidio o El conflicto de la libertad

“Me quedo. Para escoger la muerte, mi suicidio,


necesitaría valor y sólo tengo miedo.”8

El suicidio nace, en la persona que lo realiza, como cansancio, pero no “ante la vida”

sino “de su vida”, cuando el ser humano siente profanados su respeto y honor,

entendidos estos como la pérdida de su dignidad humana. Lo vemos desde la

antigüedad, en Yocasta y Edipo; la primera al enterarse de que estaba casada con su

propio hijo se siente profanada en su interior, una especie de suciedad que sólo puede

ser lavada con su propia sangre (dicho de una forma poco amigable) y decide acabar

con su existencia, cosa que ocurre satisfactoriamente; el segundo, siente igual aversión

a su vida, porque se da cuenta de que la envuelve un hado fatal, lo demás eran

8
CHOCRÓN, Isaac. Animales feroces. En: Teatro II. Editorial Monte Ávila. Caracas. 1992. p. 61.

4
apariencias que nada valen si el hombre encuentra un vació en su interior, por eso

también intenta poner fin a su tiempo, pero no lo consigue satisfactoriamente.

“[…] sabrás los sufrimientos de aquella infortunada. Cuando arrebatada por el furor
atravesó el vestíbulo del palacio, se lanzó derechamente hacia el lecho nupcial,
arrancándose la cabellera con ambas manos […] dando un horrendo grito, y como si
fuera guiado por alguien, se arrojó sobre las puertas: las derribo de los goznes y se
precipitó en la sala nupcial donde vimos a la reina colgando de las fatales trenzas
que la habían ahogado. En seguida que la vio el desdichado, y cuando en tierra cayó
la infeliz – aquello fue espectáculo horrible –, arrancándole los broches de oro con
que se había sujetado el manto, se hirió los ojos diciendo que así no vería más ni los
sufrimientos que padecía ni los crímenes que había cometido.” 9
La tragedia de Edipo y su madre-esposa, muestra cómo mediante suicidio encuentra

paz el ser humano, porque, al igual que Yocasta, se hace para huir de esta existencia

que se le ha convertido en miserable, para terminar el sufrimiento e inclusive para

aspirar, ejemplo en Las Troyanas (tragedia de Eurípides), a través de la negación de la

vida obtener la libertad.

“¡Oh fastuosas pompas de mis mayores! ¡Cómo has venido a tierra! ¡Nada eras!
¡Tantas deberían ser mis quejas, tantos mis lamentos, que no sé por dónde
empezar! ¡Desdichada de mí! Tristemente reclino mis miembros, presa de
insoportables dolores, yaciendo en duro lecho! ¡Ay de mi cabeza! ¡Ay de mis sienes
y de mi pecho! ¡Cuánta es mi inquietud! ¡Cuánto mi deseo de revolverme en todos
sentidos para dar descanso a mi cuerpo y abandonarme a perpetuos y lúgubres
sollozos.”10

De esta manera la muerte se convierte en una necesidad: “murió, como sabemos,

pro más feliz es su suerte que la mía, aunque yo viva.” 11. Al igual que en las mujeres

troyanas existe esa angustia de morir para escapar, lo mismo ocurre en quien decide

suicidarse. Es aquí donde resuelve su conflicto: es libre en cuanto toma conciencia de

que su vida le es suya y decide que la mejor manera de dignificarla, y por tanto

9
SÓFOCLES. Edipo Rey. En: Tragedias de Sófocles. Editorial Edaf. Madrid. 2008. pp. 203-204.
10
EURÍPIDES. Las Troyanas. En Tragedias de Eurípides. Editorial Edaf. Madrid. 2002. p. 256.
11
Ídem. p. 273.

5
dignificarse es poner punto final a ella. “Es el desenfrenado amor a la vida, el amor que

la quiere inacabable, lo que más suele empujar al ansia de la muerte” 12, porque la

quiere, en cuanto tal pueda gozar de plena libertad y con ello de sus plenas funciones,

para lograr la felicidad. Pero no con una vida a medias, así siente el victimario que es a

su vez víctima, sino plena a nivel de cuerpo y espíritu.

Ahora: ¿qué es el suicidio?, es un acto realizado por el ser humano con plena

conciencia, donde decide acabar con su existencia. Escoge libremente privarse de su

propia vida, es decir, el victimario y la victima son la misma persona. Existen varias

formas y aspectos propias del suicidio, sin embargo, en la mayoría de los casos se

debe a la necesidad del individuo de lograr liberarse de esta existencia (por las razones

que sean), ya que su muerte y esclavitud están aquí, su vida y libertad sólo la alcanza

al quitarse ésta.

A nivel de la interioridad del hombre, y eso es lo que corresponde a su psique

porque allí debate su libertad hacía la muerte o su esclavitud ante la vida, la definición

más acertada para entender el suicidio es la proporcionada por Martín en cuanto a

estos motivos se refiere:

“Por la motivación psicológica o por tal razón del “impulso”: Positivo: se busca el
suicidio como tal y por sí mismo; no como solución sino como posición ante la vida,
por su valor ético, como signo testimonial, como lógica consecuencia de su máxima
de vida, como ejemplo de señorío, como acto supremo de libertad. Negativo: como
solución y liberación, similar al que actúa en legítima defensa contra el injusto
agresor, que aquí está representado por una situación agresiva intolerable o
insoportable. El suicidio no tiene por fin quitarse la vida, sino librarse de una
desesperada vida-muerte; se busca “dejar de morir” en la agonía del dolor y de
amargura,… es decir, para evitar males mayores.”13

12
DE UNAMUNO, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Editorial Alianza. Madrid. 2007. p. 63.
13
MARTÍN, Ángel. Introducción a la ética y a la crítica de la moral. Editorial Vadell. Caracas. 2009. p. 185.

6
El suicidio por tanto no compete a Dios, el Estado o la sociedad, es algo propio del

hombre autónomo, quien reconociéndose como dueño de su vida toma una decisión

que parte de su ley personal (su conciencia) donde el beneficiado o afectado es él. Por

tanto, el suicidio muestra, a nivel ético, la escogencia de la autonomía moral (el

individuo) por sobre la heteronomía moral – ley divino-positiva o humano positiva.

La Eutanasia o La afirmación de la libertad.

La libertad es la capacidad que tiene el ser humano de elegir. Todo aquel que no

goza de esto vive inmerso en una esclavitud y un fallecimiento continuo: “Yo he muerto,

¡desventurada de mí!, ¡Yo he muerto! ¡No puede ser más funesto mi destino! 14. La vida

sin libertad no vale la pena perpetuarla; saberse de una existencia dónde el accionar

individual (psico-motor) está subordinado a un ente fuera del “yo”, otros individuos o

una maquina, es la castración a la libertad plena porque se deja de ser independiente,

es decir, ya no se goza de la libre elección. Más que al arbitrio de otro, el enfermo se

encuentra a merced de la enfermedad, es ella la que decide.

Esta cuestión del saberse vivo pero a su vez carecer de poder realizarse libremente

es la angustia del enfermo, que para escapar de esta muerte y abrazar la vida decide

acabar con su cuerpo, aniquilarse en su beneficio, quiere dejar de sufrir, quiere volver a

vivir.

“La eutanasia, eu-zanásia (acto de bien morir), puede definirse como el hecho
resultante de un proceso que, por acción o por omisión, está directamente dirigido a
causar la muerte a un ser humano en situación de gravedad extrema irreversible,
con el solo fin de evitarle mayores sufrimientos y males en vano. Ante la muerte
cierta y próxima o ante un estado de vida sui generis limitada a las meras funciones

14
EURÍPIDES. Las Troyanas. En: Tragedias de Eurípides. Editorial Edaf. Madrid. 2002. p. 262.

7
vegetativas, la eutanasia propone una alternativa entre morir sufriendo y
circunstancias lamentables luego o morir en paz y dignamente ahora.”15

A diferencia de la mayoría de los suicidas, dónde su conflicto está en la parte

psicológica, el hombre que decide por la eutanasia es un ser enfermo a nivel de las

funciones biológicas del cuerpo – también se puede producir deterioro en la psique –,

es decir, no puede realizarse como un individuo normal, vive en un estado de constante

agonía y sufre al saberse incapaz de poder revertirlo.

Una muestra la deja Amenábar en su película Mar Adentro, donde el protagonista,

Ramón San Pedro, siente la necesidad de morir porque no puede soportar el saberse

en una cama incapaz de poder valerse por sí mismo, de poder disfrutar la verdadera

libertad, el verse en la dependencia hasta para sus funciones básicas. El verdadero

problema a nivel ético, en cuanto a la eutanasia, es abrazar la existencia por muy

miserable que ésta se presente o decidir libremente acabar con ella.

Si bien es cierto que el hombre, como sostiene Unamuno, tiene ansias de

inmortalidad, “lo que en rigor anhelamos para después de la muerte es seguir viviendo

esta vida, esta misma vida mortal”16 no es cuestionable para el ser humano que goza

de su plena libertad. Sin embargo, el enfermo (terminal, es decir, un sufrimiento

irreversible) invierte los valores y ve que en la muerte consigue la vida; como el propio

Ramón San Pedro mostraba al soñar y verse levantado de la cama y volar hasta la

playa para encontrarse con su amada. Hasta el propio filósofo español se acerca a

esto, en la continuación de su misma sentencia, al afirmar que la existencia terrenal

15
MARTÍN, Ángel. Introducción a la ética y a la crítica de la moral. Editorial Vadell. Caracas. 2009. p. 189.
16
DE UNAMUNO, Miguel. Del sentimiento trágico de la vida. Editorial Alianza. Madrid. 2007. p. 240.

8
“pero sin sus males, sin el tedio y sin la muerte”17, es decir, con plenas facultades

psicomotoras.

El problema ético se construye desde la heteronomía moral, la Iglesia, el Estado, la

sociedad, pero no desde la víctima. Éste en plena gocé de su conciencia autónoma

reconoce que “siempre será desagradable el recuerdo de la muerte como dulce es la

vida hasta que se presenta la peste.”18 El individuo siente que su enfermedad (la peste

para él) lo ha privado de su plena realización de libertad entonces opta por decidir

acabarse, ya no le interesa la inmortalidad unamuniana.

Cuando se da cuenta de lo imposibilitado que esta, desprecia su ser en cuanto

cuerpo enfermo que no le permite ser libre completamente (sólo de espíritu). Pero esa

claridad “espiritual” lleva a tomar la decisión de liberarse de esté mundo, para la

víctima, fantasmal (muerto). Si en el sueño pasajero el individuo logra sentirse sano un

instante hasta que retorna de golpe a su realidad, en el “sueño eterno” (el fin de la vida-

muerte) guarda la esperanza de curarse completamente o por lo menos de dejar de

sufrir constantemente.

“En las tinieblas que confiesas vivir, en las que confieso vivimos todos los hombres,
no encontrarás a nadie que escuche tu angustiosa suplica y se pueda conmover,
sécate las lágrimas y mira el fin con serenidad […] en este último instante goza al
menos del prodigio de vivir en la verdad tangible antes de caer en la nada.” 19

Ese instante de realidad intangible, donde los lamentos propios del enfermo solo él

los conoce, prefiere abalanzarse sobre la nada antes de seguir sufriendo para nada. Al

17
Ibíd.
18
BERGMAN, Ingmar. El séptimo sello. 1956.
19
Ibíd.

9
igual que en la última escena de El Séptimo Sello, el enfermo prefiere ser uno más en

la danza de la muerte a perpetuar su sufrimiento en la danza de la vida.

No es la decisión de la Iglesia o El estado aprobar la eutanasia como forma de

suicidio, porque no pertenece a ellos, como se expuso anteriormente, pertenece al

hombre como “yo” sin prestar relevancia a los “otros”, el acto moral corresponde a la

ley del individuo y no a ninguna otra, como lo expresa Camus:

“Siempre se ha tratado el suicidio como un fenómeno social […] Un acto como éste
se prepara en el silencio del corazón, lo mismo que una gran obra […] Morir
voluntariamente, aunque sea instintivamente, el carácter irrisorio de esa costumbre,
la ausencia de toda razón profunda para vivir, el carácter insensato de esa agitación
cotidiana y la inutilidad del sufrimiento.”20
La eutanasia desde la ética filosófica se resuelve en el último acto de autonomía

moral del hombre sobre lo que le ha sido impuesto históricamente desde la

instituciones. En ese acto el enfermo deja de serlo “espiritualmente” y se convierte en

un ser libre en su suspiro final. La muerte es vista no como condena sino como una

liberación del encierro que le propone la enfermedad biológica (por su incapacidad) y

social (por lo tabúes existentes). “El hombre es un ser autónomo y, como tal, decide

libre y responsablemente su propia suerte; y todo lo demás es consecuencia […] es

necesario convertir el morir en un acto plenamente humano; no un trance de intereses

egoístas sino un gesto inspirado en el respeto a sí mismo y a la dignidad de la

persona”21

20
CAMUS. Albert. El mito de Sísifo. Editorial Losada. Buenos Aires. 1953. p. 6.
21
MARTÍN, Ángel. Introducción a la ética y a la crítica de la moral. Editorial Vadell. Caracas. 2009. p. 190-ss.

10
Conclusiones

La vida como la muerte forman parte de nuestro transitar dentro de este mundo, son

estados que consiguen su unidad en el hombre. Así como no sé es cuerpo y alma sino

hombre, lo mismo ocurre con la vida y la muerte, son estados que pertenecen a la

naturaleza propia del ser humano. No es de adorarla a una y temerle a otra, sino

comprender que ambas no hacen ser lo que somos, aparte de otras características por

supuesto.

Si bien son ciertas las ansias que el hombre tiene por perdurar en el tiempo, tiene

que reflexionar, en sus limitaciones y por ellas, que esto no puede ser así. El conflicto

existencial unamuniano no tiene solución más que interpretando a Heidegger; el

hombre es un ser para la muerte o más bien un ser para vivir y para dejar de hacerlo.

Cuando se reconoce esto comienza la angustia pero ella libera al hombre, es decir, lo

hace tomar conciencia de su libertad.

Antes que la vida y la muerte, lo más importante es la libertad, porque es aquí donde

el individuo es capaz de entender que lo importante “más que el cuánto vivamos

importa el cómo vivimos y morimos.” 22 Esto solo puede reconocer quien asevera su

libertad más allá de las limitaciones que le ofrece el mundo, no es estar alejados de sí

sino más bien no extrañarnos de nosotros, autoafirmarnos en nuestro sentimiento de

libertad.

El suicidio es un problema que se resuelve en esa libertad propia del hombre, quien

al verla afectada decide, en un último acto de reconocimiento de ella, quitarse la vida

22
Ídem. p. 192.

11
por los motivos que sólo él conoce porque son propios de su interioridad. Desde afuera,

y mayoritariamente por las costumbres religiosas, se toma el suicidio como algo “malo”

propio de personas que son incapaces moralmente, es decir, a-morales, porque no

respetan su vida. Pero ¿es acaso esto cierto o más bien es lo contrario?

Aferrarse a la vida, eso es necesidad de todos, ya lo hace saber Unamuno, pero

despreciarla es cosa de pocos, porque quien la desecha es aquel que entiende que ya

ésta no tiene sentido. Quien se suicida no se quita la vida sino que se libera de la

muerte, invierte los valores, porque esta es una existencia que le trae dolor, no

reconoce en ella su libertad.

La eutanasia, como forma de suicidio, libera al hombre de su miserable existencia,

porque lo coloca en un sitio que sólo en la muerte logra hallar. Su máximo valor no es

la vida, porque sufre incansablemente, sino la muerte porque es allí donde se yergue y

camina como los dioses.

El suicida, y en este caso particular el enfermo que decide por la eutanasia,

comprende que debe sumergirse en su ocaso para poder lograr la libertad, pero para

esto necesita crearse y antes de ello aniquilarse, es decir, logra abrazar de cierta

manera el ideal del “superhombre” a través de su decisión de morir. Porque como esta

al principio de este escrito “una vida que elimina la libertad tampoco es vida”23 y por ello

es necesario aniquilarla.

23
Véase nota 1.

12

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