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Marco teórico:
Para poder desarrollar y dar una respuesta aproximada a ¿qué rol ocupa la mujer en la
Historia, dentro de los Diseños Curriculares de Educación Secundaria de Argentina, en
la actualidad?, es necesario comenzar desarrollando algunas conceptualizaciones.
Como primera necesidad, hay que entender el valor y la importancia que actualmente
tiene la educación. En general es entendida como una de las herramientas más
importantes para fortificar y afirmar el crecimiento y desarrollo de los países y de sus
ciudadanos. El papel de la educación es entendido como uno de los métodos vitales para
lograr una sociedad democrática, participativa y justa. Es apreciada como un derecho
humano esencial, al permitir la inclusión de la ciudadanía en los sistemas sociales y
económicos. Siguiendo con el análisis, Taely (2010) visualiza a la educación “como
proceso de formación de los seres humanos para la sociedad, se encuentra
determinada por los requerimientos del ser social” (p. 183). Arancibia (2008) enfatiza
que “además de un derecho básico y habilitante para ejercer el resto de los derechos,
la educación es condición esencial para el bienestar humano de hombres y mujeres, así
como para el desarrollo integral y sostenible de los pueblos" (online).
Dentro de esta concepción de educación la Historia cumple un rol de gran relevancia.
Al entender el presente como un producto de desarrollos en el tiempo y el espacio, la
Historia, aunque la primera impresión es la de ver el pasado, es sumamente importante
para entender el presente, el mundo actual, e incluso nuestra propia identidad. Tomando
las ideas presentes en el Diseño Curricular de Educación Secundaria Orientada, la
Historia “genera condiciones para el desarrollo del pensamiento crítico y reflexivo
situando al estudiante como protagonista activo de la realidad social, y lo prepara
para pensar históricamente. Por todo ello, aporta a la formación de ciudadanos
activos, plenos, reflexivos y capaces de enfrentar creativamente los problemas de su
tiempo”. (p.85)
Frente a tal importancia de la enseñanza y el aprendizaje de la Historia es imposible
no preguntarse sobre qué supuestos se construyen los diseños curriculares para la
Historia. Además, hay que tener en cuenta de que resulta muy difícil pretender estudiar
el pasado de la humanidad en su completitud, más aún si tenemos en cuenta que el ciclo
de Educación Secundaria, por lo general, dura solo cinco años, y más impensable
todavía si tenemos presente las distintas modalidades que se alejan de las Ciencias
Sociales, como por ejemplo la Modalidad Técnico Profesional, donde la carga horaria
para el aprendizaje de la Historia disminuye aún más.
Teniendo en cuenta lo anterior, es necesario y obligatorio hacer un recorte y
seleccionar aquellos ejes temáticos más relevantes y a los cuales dar importancia a la
hora de diseñar un plan curricular. Pero esta delimitación no es al azar. Tenemos que
tener presente que hay factores, elementos, criterios que permiten discernir entre los
momentos históricos que deben ser estudiados y los que no. En relación a la actual
investigación, principalmente se busca analizar qué rol se les da a las mujeres, al género
femenino, dentro de esos ejes temáticos.
Para ello se debe comenzar desarrollando qué representa el “género”. Siguiendo a
Raquel Osborne y a Cristina Molina Petit, el concepto de género “se refiere a la
operación y el resultado de asignar una serie de características, expectativas y
espacios —tanto físicos como simbólicos- a las mujeres y a los hombres, […] de modo
que quedan definidos como «hombres» y «mujeres». Estas características y espacios
que van a definir lo femenino frente a lo masculino varían de una sociedad a otra […].
Por otro lado y en relación a las críticas de «ficción totalizadora», esta concepción del
género como herramienta heurística no pretende erigirse en un explanans universal de
la situación de las mujeres sino que media con la raza, la clase, la etnia y la
orientación sexual para tratar de construir solidaridades a través de estas otras
diferencias” (2008, p. 147 y 148). Dicha definición nos presenta al género como una
categoría repleta de características y elementos que nos permiten definir y a la vez
diferenciar entre hombres y mujeres, pero finalmente, ambas autoras presentan que esta
definición nos obstaculiza ver que detrás de la categoría de “género”, como elemento
que busca representar la existencia igualdad entre los distintos géneros, en realidad
oculta las relaciones de poder y las desigualdades que existen: “Se utiliza el concepto
«género» como un eufemismo que le resta su fundamental dimensión jerárquica- como
si lo masculino y lo femenino fueran dos géneros equivalentes- y así se camuflan las
relaciones de poder que encierra, como cuando se habla de «violencia de género» (en
lugar de violencia contra las mujeres)”(148)
Si tenemos en cuenta las “relaciones de poder” que contiene el término de género,
veremos que estas “relaciones” generan desigualdades, lo que por oposición demostraría
la falta de igualdad. Siguiendo a Ramos, Málik y Sánchez (2001), estos entienden al
concepto de igualdad como “un constructo complejo que debe situarse en el plano del
deber ser y dentro de la ética” (p. 1). Los autores analizan, además, cómo a través de la
historia se han generado desigualdades que se hacen evidentes solamente a través de la
toma de conciencia crítica, por lo que “Sólo pueden llamarse iguales quienes tienen la
misma capacidad de poder. La igualdad implica también reconocimiento de la
capacidad del poder del otro… La igualad es una relación recíproca que los individuos
se conceden mutuamente (p.17)
Si tomamos en cuenta el Diseño Curricular de la Educación Secundaria Orientada de
la provincia de Santa Fe, y más específicamente al Espacio Curricular Historia, veremos
que poco se nombra o se advierte al género a la hora de enseñar Historia, y que incluso
no se utilizan términos que nos permitan pensar en la historia de la humanidad de forma
plural, sin distinción, como en el siguiente fragmento “Si bien los hombres construyen
su propia historia –y con ello la Historia– no lo hacen sólo en función de sus
elecciones, sino que en esas decisiones intervienen ciertas condiciones heredadas del
pasado, ciertos condicionamientos que provienen de ideas e intereses que conforman
imaginarios sociales, de las estructuras socioeconómicas, de las dinámicas de
legitimación y ejercicio del poder” (2014, p.84). Además, el adentrarse en los manuales
escolares y analizarlos permite constituir más sólidamente la hipótesis de que el rol de la
mujer tiende a ser marginado, discriminado, estereotipado o poco atendido por el
sistema educativo, desde el diseño curricular cómo por los manuales, como veremos
más adelante.
Desarrollo
El género en la Historiografía:
La mujer está presente en la humanidad, como actor social, desde que ésta existe. Así
se puede recordar a las primeras comunidades matriarcales de la Prehistoria, a las diosas
griegas y romanas, a la figura de la mujer representada principalmente por María
durante la Edad Media, pudiendo continuar hasta el presente, mujeres que ocuparon
roles protagonistas en las sociedades pasadas. Lo que ha sucedido es que la
consolidación de modelos patriarcales ha perjudicado los derechos de las mujeres y sus
condiciones de igualdad respecto al género masculino, no solo a nivel práctico, en sus
capacidades de ocupar “grandes” lugares en su contemporaneidad, sino también a nivel
histórico. “No fue hasta las primeras décadas del siglo XX cuando los movimientos
feministas, que se desarrollaron en Inglaterra y Estados Unidos para la equiparación
de derechos civiles entre el hombre y la mujer, impulsaron la visibilidad de las mujeres
en el terreno historiográfico”. (p.281. Sanchez Ibañez, y Miralles MArtinez).
Para entender la aparición y proliferación de los estudios sobre mujeres es necesario
entender que se dio dentro de un contexto social de movimientos feministas.
“Precisamente fue en la historiografía anglosajona donde primero aparecieron
trabajos con la mujer como principal objeto científico de estudio. Working Life of
Women in the Seventeenth Century de Alice Clark (1919) y Women Workers and the
Industrial Revolution (1750-1850), publicado por Ivy Pinchbeck (1930), fueron obras
que analizaban la incorporación de la mujer al trabajo en tiempos de la Revolución
Industrial” (p.282. Sanchez Ibañez y Miralles Martinez). Estos trabajos mencionados
para Robles (2004, p. 358), “surgieron como una necesidad de explicar a las mujeres
como sujetos válidos históricos”.
Actualmente la investigación sobre la historia de las mujeres no sólo tiene gran
difusión, sino que también brinda la posibilidad de diferentes enfoques, y esto queda
demostrado en las múltiples formas en que se pueden llamar los trabajos donde el objeto
de estudio es principalmente la mujer, no solo de forma singular sino, y principalmente,
plural, como respuesta a la búsqueda de dar voz a la multiplicidad de mujeres, y no solo
a aquellas que han destacado u ocupado importantes roles.
La conceptualización de “historia de género”, originaria de la historiografía
norteamericana, se constituyó según Morant (2013, p. 82), “como una categoría útil
para los estudios de las mujeres, que parecían embarrados en un fatigoso debate sobre
las determinaciones propias del sexo femenino, entre las explicaciones que apelaban a
la Naturaleza y los planteamientos que ponían el acento en la Cultura”. El uso del
concepto “genero”, desde esta perspectiva, es planteado como caracterizador de la
identidad femenina, pero en oposición a la masculina. Además, no debemos olvidar que,
dentro del sistema patriarcal que aún está vigente hablar de género supone establecer
una desigualdad, una jerarquía y superioridad de lo masculino sobre lo femenino. Como
bien expresa (Ibañes y martillo, 285), la única manera de dar el paso para caminar hacia
una verdadera igualdad es lograr “la superación en el terreno historiográfico de esta
dicotomía hombre/mujer, en beneficio de una corriente historiográfica que convierta a
las mujeres en sujetos claves de la historia con el poder analítico suficiente para la
comprensión de procesos sociales, relaciones de poder y modelos culturales. De esta
manera, el concepto mujer será igual de válido y efectivo en el terreno historiográfico
que otros conceptos claves como familia, instituciones, élite o clase social”. (285)
Frente a tanto camino que queda por recorrer, se puede ya vislumbrar una mayor
presencia de las mujeres en los discursos históricos. Pero ¿qué sucede al respecto en las
aulas?
Conclusión:
No lo hice aún.
Bibliografía: