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RESUMEN: CLASE 2. ASIA Y ÁFRICA.

Contenidos: China y el proceso de descolonización.

POLÍTICA EXTERIOR CHINA, O CÓMO CONVERTIRSE EN UNA GRAN POTENCIA.


Alberto Ballesteros (elordenmundial.com)
Desde el triunfo de la revolución comunista en 1949, los líderes de la República Popular China han
perseguido dos metas principales en su política exterior: recuperar los territorios que el país considera
suyos y volver a convertirse en una gran potencia internacional. La influencia internacional de China ha
aumentado de manera exponencial en las últimas décadas. El motivo de que la política exterior de China
gire en torno a esos dos pilares está enraizado en la historia. El país mantuvo su territorio unificado desde
el año 211 a.C. hasta la llegada de las potencias coloniales en el siglo XIX. Además, se demografía era tan
vasta que, cuando pueblos invasores como los mongoles conquistaron algunos de sus territorios, estos
tuvieron que adaptarse a las tradiciones culturales y políticas chinas para poder ejercer control sobre la
población, ya que fueron incapaces de imponer las suyas propias.
De esta manera, China mantuvo su integridad y dignidad prácticamente intactas durante dos milenios y
esto generó un fuerte sentimiento de superioridad cultural y política que llevo al país a considerarse a sí
mismo el eje central del mundo. Es por ello que China se llevó un durísimo golpe cuando fue sometida por
los poderes coloniales en el siglo XIX. La primera guerra del opio, que empezó en 1839, dio comienzo al
Siglo de la Humillación, 110 años en que el país quedó por primera vez a merced de potencias extranjeras
como el Imperio británico o el japonés. Por eso, desde que triunfó la revolución comunista y Mao Zedong
fundó la República Popular de China en 1949, el país ha centrado sus esfuerzos en volver a la
preeminencia internacional que le corresponde, según su tradición, así como recuperar los territorios.
Mao Zedong: poniendo la primera piedra:
Los esfuerzos de Mao por recuperar el control de la totalidad del territorio chino se centraron
especialmente en Tíbet y Taiwán. La primera fue sometida tras varias intervenciones militares, pero fue la
relación con la segunda la que tuvo un mayor impacto internacional. Tras la guerra civil, Taiwán se había
convertido en el refugio del Kuomintang, que insistía en su legitimidad para continuar representando al
pueblo chino. Pero el Partido Comunista no aceptaría oposición a su Gobierno y exigió la rendición de la
isla. Para aumentar la presión y dejar clara su postura ante el resto del mundo, Mao diseñó el concepto de
“Una sola China”, según el cual la República Popular solo establecería relaciones diplomáticas con
aquellos países que renegaran de Taiwán como un Estado independiente, una política que todavía está en
pie y que ha condicionado enormemente la relación del país con la comunidad internacional. Además,
haciendo alarde de su agresividad, Mao bombardeó la isla en 1954 y 1958, aunque sin resultado: EE. UU.
vio en Taiwán un contrapeso al avance del comunismo en Asia y lo ayudó a salir al paso.
Al mismo tiempo que trataba de recuperar la soberanía de estos territorios, Mao buscó integrar a China en
el orden internacional. En un primer momento, con una China débil en situación de posguerra, su prioridad
fue blindar el país y evitar que otros Estados pudieran atacarla. Para ello se alió con la Unión Soviética, el
único estado ideológicamente afín y suficientemente poderoso como para disuadir a Estados Unidos o
Japón de agredir a China. Además, la URSS y China apoyaron juntos a los norcoreanos en contra de los
estadounidenses y las tropas de la ONU durante la guerra de Corea (1950-1953). Pero esa alianza no
duró mucho: tras la muerte de Stalin en 1953, la URSS inició un proceso de desestalinización que la alejó
de los posicionamientos más fundamentalistas del comunismo. Esto no gustó a Mao y llevó a los dos
países a una confrontación primero ideológica y más tarde territorial. En 1969 llegó a haber un breve
conflicto fronterizo entre ambos. El líder chino trató de alejarse de la dinámica de bloques de la Guerra Fría
argumentando que, como país en desarrollo y no alineado ni con EE. UU. ni con la URSS, China
pertenecía al tercer mundo. En esa línea, Pekín apoyó a economías más pobres y Mao esperaba que, con
el tiempo, esos países devolvieran el favor China apoyando sus iniciativas. Pero, además, mientras
aumentaba la ayuda para los países en desarrollo, consiguió un asiento para China en la ONU en 1971,
con la consecuente expulsión de Taiwán de la institución en virtud de la política de “Una sola China”.
Además, Mao inició un acercamiento gradual a EE. UU.
Deng Xiaoping y el “desarrollo pacífico”:
Deng Xiaoping se hizo con el control de China en 1979, tres años después de morir Mao. Frente al perfil
agresivo y revolucionario de su predecesor. Deng representaba a una corriente más pragmática y
reformista. El logro de Deng fue cimentar el creciente peso de China en la comunidad internacional. Bajo
esta nueva estrategia, China usó la diplomacia, y no las armas, para recuperar la soberanía de Hong Kong
y Macao, que en los años ochenta todavía estaban bajo la administración de Reino Unido y Portugal,
respectivamente. Deng acordó con estos países la devolución de ambos territorios y, para ofrecer
garantías de las buenas intenciones de China, diseñó el esquema conocido como “Un país, dos sistemas”,
una obra de ingeniería política que concedía un estatus de semiautonomía a Hong Kong y Macao a
cambio de que reconocieran la soberanía de China como un actor independiente. Pero, además, que EE.
UU. reconociese a la República Popular obligó a los estadounidenses a renunciar a sus relaciones
diplomáticas con Taiwán. Así, Deng privó a la isla del reconocimiento de su principal aliado. Y aunque
extraoficialmente EE. UU. ha seguido siendo el socio más importante de Taiwán, la isla cada vez cuenta
con menos apoyos diplomáticos.
La de Deng hubiera sido una época de éxito indiscutible de no ser por su nefasta gestión de las
manifestaciones en la plaza pequinesa de Tiananmén en 1989. El Ejército chino cargó contra miles de
personas que protestaban contra las reformas políticas y económicas del Gobierno, causando entre 200 y
10.000 muertes. El episodio consternó a la comunidad internacional. Esto dio pie a la doctrina del
“desarrollo pacífico”, según la cual China debía avanzar hasta conseguir sus objetivos, pero sin hacer
ruido, una máxima que el Partido Comunista ha respetado hasta la llegada al poder de Xi Jinping.
Xi Jinping, ¿la recta final?:
Xi Jinping asumió como presidente en 2013. Para entonces, China ya se había convertido en la segunda
potencia económica mundial y tenía gran peso en multitud de organismos internacionales. Esos avances
se debieron en gran medida a las políticas de Deng y a la máxima del “desarrollo pacífico”. La llegada al
poder de Xi ha cambiado eso. Ahora que China ya se ha convertido en un actor de peso y ha tejido lazos
con multitud de países, Xi tiene pocos motivos para temer la confrontación con otros Estados, lo que le
permite perseguir sus objetivos con mayor determinación que sus predecesores. Esto se puede ver
cuando China ha estrechado el cerco sobre Taiwán y ha reprimido movimientos separatistas en otras
regiones además del Tíbet, como Sinkiang. En lo que respecta a Taiwán, Xi ha dejado claro que su
intención es recuperar la soberanía de la isla tan pronto como sea posible. Además, China ha aumentado
descaradamente la presión sobre Gobiernos, instituciones e incluso empresas privadas de otros países
para que retiren su reconocimiento a Taiwán como Estado independiente, amenazándolos con fuertes
represalias económicas. La táctica ha tenido éxito, ya que desde 2016 cinco países han roto sus
relaciones diplomáticas con la isla, y multinacionales como Inditex o Delta Airlines han dejado de referirse
a Taiwán como país independiente.
Xi parece haber encarado la recta final de la carrera de China para convertirse en la primera potencia
mundial y recuperar la posición más alta en la jerarquía. China se ha propuesto ponerse a la cabeza de la
carrera tecnológica con su plan Made in China 2025, ya lidera el desarrollo del 5G o de la inteligencia
artificial, y está haciendo grandes progresos en la exploración espacial. En el plano internacional, China
está aprovechando que EE. UU. parece renegar cada vez más de su hegemonía y del multilateralismo
para perfilarse como el máximo valedor de la globalización. Xi busca incorporar al resto del mundo en
varios proyectos bajo liderazgo chino, como la Nueva Ruta de la Seda, un macroproyecto comercial y de
infraestructuras para conectar Asia, África y Europa. La importancia geoestratégica de este plan, lanzado
en 2013, es mayúscula, ya que podría desplazar a la hasta ahora dominante alianza transatlántica y poner
a Eurasia, con China como eje central, en el centro de las dinámicas internacionales. A estas alturas,
parece que solo una crisis económica y reputacional de gran calibre, como la que podría desatar su
cuestionada gestión de la pandemia de coronavirus, podría comprometer el hasta ahora imparable
ascenso de China. Desde la época de Mao, el avance en ambos frentes ha sido imparable, pero aún no se
ha consolidado: EE. UU. todavía es la potencia dominante, Taiwán sigue actuando de forma independiente
y China está embarcada en disputas por la soberanía de otros territorios estratégicos, especialmente en el
mar de la China Meridional. Cumplir esos objetivos es el plan a medio plazo de los líderes chinos, a tiempo
para el 2049, el centenario de la fundación de la República Popular.

HISTORIA MÍNIMA DE CHINA. Flora Botton Beja CAP 14: DE LA DINASTÍA QUING
EN EL SIGLO XIX HASTA EL FIN DE LA REPÚBLICA CHINA (Eugenio Roch)
Para 1800, el territorio de China tenía una extensión de alrededor de 13 millones de kilómetros cuadrados,
la mayor alcanzada en cualquier época por esta nación, con más de 300 millones de súbditos, más del
doble de la población europea, incluida la Rusia zarista. Pero a medida que avanzaba el siglo XIX esta
civilización entró en una espiral de decadencia interna y debilidad frente al resto del mundo, lo que llevará
a la caída de la dinastía gobernante, pero también a brotes revolucionarios con los que se buscaba la
modernización económica del país, de su sociedad, estructura política y gobierno. Los 150 años que van
de 1800 a 1950 en la historia de China se presentarán en tres partes: el siglo XIX, que corresponde a la
fase tardía de la dinastía Qing y a la irrupción de las potencias extranjeras; el final de la dinastía y el
surgimiento de la república y, finalmente, el periodo 1927-1949, correspondiente a la vida de la República
de China y a la guerra civil que le dio el triunfo al Partido Comunista.
1. ERA TARDÍA DE LOS QING, 1800-1900:
Jiaqing, 5to emperador Quing, reinó desde 1796 a 1820 y heredaría de su padre un sistema político
profundamente corrupto, una gran crisis económica y la amenaza de las potencias extranjeras. A partir del
Congreso de Viena (1815, conferencia internacional de acuerdos territoriales y fronterizos principalmente
para Europa central y oriental), el imperio británico retomó su objetivo anterior, de incorporar a China a un
sistema de relaciones internacionales basado en el concepto de igualdad jurídica de los estados, regido
por tratados comerciales, abierto al comercio exterior, y con intercambio de representaciones diplomáticas
entre los países. Pero, para los soberanos de China no se debía pactar en posición de igualdad con países
extranjeros ya que para ellos el orden internacional se basaba en relaciones de subordinación entre el
centro de la civilización y la cultura (China) y la periferia.
Asia interior:
La región de Asia Interior consistía de cuatro áreas principales: Manchuria, Mongolia, Xinjiang y Tibet,
todas ellas custodiadas por tropas Qing, pero gobernadas por estructuras administrativas distintas una de
la otra. En teoría, el gobierno imperial esperaba de sus dependencias de Asia interior que fueran
autosuficientes, lo que en la práctica ocurría de manera desigual y variable en función de la incidencia de
rebeliones internas, ataques de grupos externos, o sequías y frecuentemente la propia China se veía
obligada a prestarles ayuda.
La irrupción de los extranjeros, 1800-1842: (1er Guerra del opio)
El “Reino del Centro” contuvo por algún tiempo la presión de los países europeos, incluida la Rusia zarista,
para ello estableció zonas periféricas en las que se practicaban operaciones mercantiles con extranjeros,
principalmente con Gran Bretaña, Países Bajos, Francia, Portugal, Dinamarca, Suecia y Estados Unidos.
Este sistema regulado y jerarquizado de comercio a través de Guangzhou fue buen negocio para la corte
Qing, además de eficaz barrera contra la penetración de los “bárbaros”. China gozaba de un amplio
superávit comercial en su comercio con el exterior, en particular frente a Gran Bretaña, hasta que los
británicos encontraron la forma de resolver su desequilibrio comercial ante el imperio chino: la venta de
opio. En 1729, el gobierno Qing prohibiría las importaciones de opio, a pesar de lo cual los portugueses
continuaron introduciéndolo de contrabando.
Ya en el ascenso de Daoguang como el sexto emperador, desde 1821 a 1850, la adicción al opio se había
extendido en China como para preocupar a sus dirigentes; no por razones de salud social o de seguridad
política, sino porque llevaba a déficit comercial, principalmente ante los británicos, con la consecuente
salida de plata para pagarlo. En 1838, el emperador Daoguang decretó la prohibición al comercio del opio,
y para hacerla efectiva designó como comisario imperial a Lin Zexu, quien movilizó a la aristocracia rural
local, organizándolos para ubicar a los adictos de cada comunidad. En cuanto a las importaciones de esta
droga, el comisario Lin empleó una combinación de persuasión y coerción, con las que pretendía
convencer a los extranjeros de que dejaran de introducir opio a China. Ante lo infructuoso de sus
esfuerzos, Lin ordenó la inmediata suspensión de todo comercio con los extranjeros, el retiro del personal
chino que trabajaba con ellos, y el bloqueo del enclave donde residían 350 extranjeros, entre ellos el más
alto funcionario británico en el lugar. Tras seis semanas de sitio, los extranjeros entregaron a la autoridad
china más de 20 mil cestas (1 316 toneladas) de opio, que fueron destruidas. Esta acción habría de llevar
a una intervención militar británica en China. Sin declaración de guerra, el parlamento británico aprobó el
envío de una fuerza naval y en 1839 se produjeron enfrentamientos entre la avanzada de esa fuerza naval
y juncos artillados chinos, en los cuales se hizo patente la superioridad bélica británica. Los británicos
continuaron su avance hasta las puertas mismas de la capital del imperio lo que hizo que se iniciarían las
negociaciones formales de paz.
En 1841 se alcanzó un acuerdo sino-británico, por el cual China cedía a perpetuidad la bahía de Hong
Kong; aceptaba pagarle a Gran Bretaña una indemnización de guerra de 6 millones de “dólares
mexicanos”. permitía los contactos oficiales directos entre británicos y miembros del estado Qing, así como
la reanudación, en un término de 10 días, del comercio a través de Guangzhou. Los términos del acuerdo
enfurecieron a los altos dirigentes de ambas partes. Los británicos quisieron negociar un nuevo acuerdo,
directamente con el emperador de China. Y ante la negativa a negociar con él, volvieron a movilizar sus
tropas. Para 1842, la flota invasora ya había alcanzado gran territorio. El tratado de Nanking de 1842
marcaría el final del aislacionismo chino y la pretensión de singularidad y superioridad del Reino del Centro
sobre los países y reinos extranjeros. Se estableció un tratado de paz y amistad entre Inglaterra y China;
se abrieron al comercio exterior cinco ciudades portuarias chinas; se abolió el sistema monopolista de
comercio del Cohong; y el gobierno Qing pagó cerca de 21 millones de dólares plata, por el opio incautado
y por el costo de las campañas bélicas de los británicos.
La rebelión Taiping, 1851-1864:
Al comenzar el siglo XIX, el descontento y la agitación social en China eran cada vez mayores por la
creciente corrupción en la administración Qing como por el deterioro de la ecuación entre recursos
disponibles y población. La presión demográfica sobre el abasto alimentario, el empleo, la educación y la
capilaridad social, terminó por desbordar la capacidad del sistema administrativo y económico. A lo
anterior se agregaron inundaciones y otras catástrofes naturales, y hubo inflación, alimentada por la
creciente exportación de plata para pagar el déficit comercial derivado del creciente consumo de opio. La
injusticia social y la decadencia de la administración imperial y local motivaron brotes de rebeldía. La más
significativa de estas rebeliones fue la de los Taiping (“gran paz”), desde 1850 a 1864, tanto por su
magnitud y duración, como porque su estallido y aplastamiento provocó la muerte de varias decenas de
millones de personas. Su líder fue Hong Xiuquan, que creía que había ido al cielo y era un ser puro. El
ejército rebelde organizaba a sus contingentes bajo una estricta disciplina militar y rígido puritanismo,
abolió la propiedad privada y expropió tierras para convertirlas en propiedad del “Reino Celestial”,
explotándolas en forma comunitaria. Sin embargo, pronto aparecerían desigualdades entre dirigentes y
dirigidos, rivalidades individuales y excesos en la forma de vida de los líderes. Por su parte, Hong Xiuquan
se atribuyó el título de “rey celestial”. Su destrucción sucedió en 1864. Hong Xuquan había muerto de
enfermedad poco antes de la caída de su ciudad, y los líderes que escaparon del sitio u operaban en otras
partes, fueron aniquilados en los meses subsiguientes.
Segunda guerra del opio:
En plena revuelta de los Taiping, Gran Bretaña presionó para que se revisara el Tratado de Nanjing de
1842. El gobierno chino se opuso a este requerimiento ya que creía que Gan Bretaña al inmersa en otra
guerra no los invadirían. Un incidente menor, la detención en aguas chinas de una embarcación británica,
sería el pretexto para que el gobierno de Londres ordenara a su marina que efectuara acciones bélicas a
fines de 1856. Dos años después se concertaría el Tratado de Tianjin de 1858, que entre otras cosas
estipulaba la residencia de un embajador británico en Beijing y protección a la libre evangelización y
divulgación del cristianismo en China, una vergüenza más para el imperio chino. La resistencia de Beijing
al cumplimiento del nuevo tratado llevó a un nuevo asedio británico. Esta vez los Qing rechazaron a los
atacantes, los que optaron por la negociación y en 1860 enviaron un grupo de negociadores a Beijing, al
que se unieron 13 representantes de Francia; pero las autoridades chinas los arrestaron y ejecutaron a
algunos de ellos. Tropas británicas, acompañadas de efectivos franceses, avanzaron directamente sobre
Beijing y la ocuparon en 1860. Allí hubo operaciones y el emperador Xianfeng, quien había ascendido al
trono en marzo de 1850, a la edad de 19 años, mostró poca capacidad para enfrentar esta crisis, en parte
debido a su profunda ignorancia del mundo exterior, y ante el avance anglo-francés huyó dejando a su
hermano menor, el príncipe Gong, la tarea de negociar con los invasores. De ahí resultó la “Convención de
Beijing”, adicional al Tratado de Nanjing, desde luego onerosa para China: pago de una indemnización de
ocho millones de taeles; conversión de Tianjin en otro puerto de tratado y cesión a perpetuidad de la
península de Kowloon.
Restauración, reformas y nuevos conflictos:
En 1862 ascendió al trono, a la edad de cinco años, Tongzhi, pero en realidad gobernó el príncipe Gong,
su tío. Lo más notable de este reinado fue la sobrevivencia del régimen imperial a los embates de las
rebeliones campesinas y de las potencias extranjeras. Se propuso la “restauración Tongzhi”, la que
desafortunadamente no condujo a cambios trascendentales en el sistema de gobierno vigente, por la
inmovilidad del sistema imperial y la estratificación de sus jerarquías.
Tensiones dinásticas de fin del siglo XIX:
En 1875 subió al trono Guengxu, de 10 años, quien reinará bajo la tutela de su madre Cixi hasta 1908. En
la década de los sesenta del siglo XIX, el imperio chino finalmente se insertó en la diplomacia mundial, ello
con la ayuda de asesores extranjeros. El régimen imperial chino había recibido el reconocimiento político
de las principales potencias extranjeras de la época, con excepción de Francia. Un acuerdo con Gran
Bretaña donde esta reconocía a China como una igual, con derecho de políticas de comercio, fue negado
por la corona inglesa, lo que hizo que la élite china concluyera que no valía la pena profundizar en las
relaciones con el exterior. Paralelamente, desde fines de la década de los sesenta del siglo XIX comenzó a
manifestarse internamente un rechazo a la presencia de los extranjeros, principalmente de los misioneros.
El mayor motín popular anticristiano ocurrió en Tianjin en 1870 y terminó con la muerte de cristianos y de
iglesias. Las potencias exigían indemnización, lo que terminó en que China, para solucionar esa nueva
crisis diplomática, debió pagar una indemnización de 400 000 taeles a Francia, enviar una misión de
ofrecimiento de disculpas a París, mandar al destierro y ejecutar a varios funcionarios.
La guerra con Japón, 1894-1895:
Uno de los países que irrumpió en los dominios chinos a fines del siglo XIX fue Japón. La restauración
Meiji en aquel país y el ambicioso programa de modernización integral que la acompañó, habían
despertado los apetitos imperialistas. Pero en 1870 Tokio parecía buscar el establecimiento de las
relaciones con China sobre bases modernas, para lo cual envió a un negociador a Beijing, donde a pesar
de focos de resistencia dentro de la corte Qing, en 1871 se concluiría un tratado comercial bilateral, en el
que se establecía el principio de no agresión a las posesiones territoriales de cada parte. A fines de ese
año, 54 marineros japoneses naufragaron en Formosa (Taiwan) y fueron masacrados por lugareños. De
inmediato, Japón exigió a China que castigara a los culpables, y al no obtener respuesta satisfactoria a su
demanda invadió Taiwan, en 1874. China carecía de capacidad de respuesta bélica a ese acto y optó por
la negociación, la que resultó en el pago de una indemnización de un millón de taeles a Japón y la cesión
a éste de las islas Ryūkyū. Otro conflicto era que ambas pretendían influir sobre Corea, por lo que ambas
partes se comprometieron a retirar en un plazo de cuatro meses sus tropas de Corea, y a informarse
mutuamente de antemano si alguna de ellas tuviese necesidad de volverlas a mandar temporalmente a
ese país. Pero Japón volvió a influir en asuntos coreanos, hasta que en 1894 China y Japón se declararon
la guerra. La derrota final de los chinos se produjo en 1895 y se suscribió el Tratado de Shimonoseki, por
el cual China reconocía la independencia coreana, bajo regencia japonesa; pagaba una indemnización de
30 millones de taeles a Japón; cedía Taiwan, islas Pescadores y abría a esta nación varios puertos de
tratados comerciales.
El movimiento de Reforma de 1898:
El trauma causado por la derrota llevó a una revisión de la situación del país y al rescate del movimiento
de auto fortalecimiento. El emperadro Guangxu ordenó cambios en cuatro áreas principales de la vida y el
gobierno de los Qing. Reforma del sistema de exámenes burocráticos; elevación del nivel académico del
Colegio de Beijing, al que se agregó una escuela de medicina; conversión de las viejas academias y de los
templos rurales en escuelas modernas para la enseñanza de las culturas china y occidental, y apertura de
institutos vocacionales para el estudio de minería, industria y ferrocarriles. En cuanto al desarrollo
económico, se ordenó a los funcionarios locales que coordinaran la ejecución de reformas en comercio,
industria y agricultura.
Guangxu creía contar con la simpatía de su tía en esas medidas reformistas, pero Cixi veía en ellas una
amenaza al control del poder y una influencia excesiva de ideas extranjeras, en detrimento de la tradición
china. Parte de la elite coincidía con la percepción de la emperatriz y la apoyaron cuando en 1998 montó
un exitoso golpe de Estado y puso al emperador en reclusión solitaria. Efectuó una purga en la que fueron
ejecutados letrados reformistas jóvenes, entre ellos el hermano menor de Kang Youwei (principal
pensardor de la reforma). Éste salvó la vida porque, con ayuda de funcionarios británicos, logró escapar a
Hong Kong.
La política de puertas abiertas y la rebelión boxer:
A fin de contrarrestar la ambición de otras potencias extranjeras, el gobierno Qing buscó un acercamiento
con Rusia. Se precipitó así una verdadera lucha entre las potencias extranjeras por la obtención de
concesiones en China. Ante esto, en China cundió una ola de repudio a lo extranjero y un sentido
patriótico entre las elites dirigentes, las que buscaban fortalecer a su país ante el embate externo. Por otra
parte, la expansión de los ferrocarriles y de las áreas de los puertos de tratados internacionales propició
cierta bonanza económica y del comercio exterior, en beneficio de los extranjeros y de una minoría china.
La gran mayoría de la población quedaba al margen de esos beneficios, e incluso una parte de ella se veía
perjudicada por la apertura. En un clima de xenofobia surgió el movimiento de los boxers, nombre en
inglés de una sociedad secreta llamada “puños justicieros y armoniosos”. Estaban constituidos por varios
grupos descoordinados y muchos mantenían su objetivo de “derribar a los Qing y restaurar a los Ming”.
Pero, por primera vez, los boxers levantaron, en 1899, la directiva de: “apoyar a los Qing, destruir a los
extranjeros” y comenzaron a levantarse en oposición a intervenciones extranjeras. En 1900 se organizó
una fuerza internacional que se movilizaban a la capital china, pero fueron interceptados por los boxer.
Mientras tanto, otros rebeldes incendiaban instituciones británicas y mataron al canciller japonés. En junio,
el mismo día en que la corte anunciaba a las legaciones diplomáticas que estaban seguras bajo su
protección, convergían a la capital numerosos grupos de boxers, quemando iglesias y residencias de
extranjeros, matando a chinos conversos y arrastrando a las calles a funcionarios moderados del gobierno
local y central, para humillarlos en público. Mataron al ministro alemán, mientras en Tianjin otros de boxers
saqueaban parte de la ciudad. Se efectuaron cuatro consejos imperiales para definir posiciones, y en todos
ellos se tomó la decisión de romper relaciones diplomáticas con el exterior, aceptar la ayuda de los boxers
para combatir a las potencias extranjeras y sobreseer la propuesta del emperador Guangxu, de posponer
el enfrentamiento. El 21 de junio de 1900, la emperatriz Cixi ordenó declarar la guerra a las potencias
extranjeras. Pero finalmente tropas rusas, japonesas, británicas, estadounidenses, francesas, austríacas y
italianas derrotaron a los boxer. En lo internacional, a pesar de no haber sido aceptada por las potencias la
declaración de guerra de la corte Qing, las condiciones impuestas por el denominado “Protocolo Boxer”
fueron desastrosas para China: una indemnización de 450 millones de taeles10 en partidas anuales con su
correspondiente tasa de interés. El apoyo gubernamental a un movimiento de campesinos fanáticos y los
excesos en los que éste incurrió, dañaron por largo tiempo la imagen de China en el exterior y retrasaron
cualquier posibilidad de evolución gradual; aunque la emperatriz regente logró mantenerse en el poder,
pronto aparecerían movimientos revolucionarios que acabarían derrocando a los Qing.
2. FIN DE LOS QING Y LA REVOLUCIÓN NACIONALISTA, 1900-1927:
Al comenzar el siglo XX, China estaba inmersa en decadencia administrativa, corrupción burocrática y
debilidad del régimen gobernante frente al resto del mundo; en el exterior se percibía a la raza china como
debilitada por la pobreza y los vicios. Ante tal situación de vulnerabilidad nacional y social, surgirían entre
los intelectuales y las elites inquietudes vindicadoras de la grandeza pasada de China, que evolucionarían
hacia movimientos nacionalistas cuyos objetivos eran el derrocamiento de la dinastía Qing y la resistencia
al imperialismo occidental. Curiosamente, los nacionalistas tomaban sus ideas de modernización de
Occidente y de Japón.
Últimos años de la Dinastía Qing:
En 1901 el emperador señalaba la necesidad de cambiar la forma de gobierno para adecuarla a los
tiempos modernos. Hubo reformas a nivel educativo, se estableció el Ministerio de Educación, pero los
resultados fueron limitados. Lo que sucedía era que los que operaban el nuevo sistema eral los mismos
que en el anterior y la “escuela reformada” era solo otra forma de llamar al sistema anterior. Otras
reformas, como la del sistema militar, administrativo y financiero, siguieron un camino similar al de la
reforma educativa. No se completó la transformación estructural. En cuanto a las fuerzas armadas, en
1901 el gobierno Qing ordenó a los gobernadores de las provincias que reorganizaran sus ejércitos, abolió
el viejo sistema de exámenes militares y creó academias militares en cada provincia. Los cambios en la
administración se limitaron a la creación de nuevos ministerios. Aun así, respectivamente en 1909 y 1910
se efectuaron las reuniones de asambleas provinciales y de la asamblea nacional, y se convocó a un
parlamento nacional para 1917. La emperatriz regente murió en noviembre de 1908 y un día después el
infortunado emperador Guangxu, a quien sucedió su sobrino Puyi (1906-1967), con el nombre dinástico de
Xuantong, último emperador chino. Su padre, el príncipe Chun II (Zaifeng) asumió la regencia y congeló la
reforma.
La Revolución Republicana:
Lo que en la historia china se conoce como Revolución de 1911, en años recientes ha sido objeto de un
intenso debate. En un principio, los hechos ocurridos que condujeron a la caída de la última dinastía
monárquica, se interpretaron como un hito histórico, porque el régimen Qing había sido sustituido por uno
republicano. Dicha visión –difundida por el gobierno nacionalista y por el comunista que lo sucedió en
1949– obedecía al interés por estimular el patriotismo y sería posteriormente cuestionada. En su lugar
surgiría una explicación crítica de mayor rigor analítico, según la cual la revolución de 1911 había sido una
mera farsa, dada la escasa transformación social que produjo; o bien, una “revolución dinástica” más, en la
que una dinastía era sustituida por otra. A pesar del cambio de régimen, la vieja clase dirigente había
mantenido casi intactos sus privilegios tradicionales.
En 1910 el gobierno Qing contrató una serie de préstamos algo-americanos. El endeudamiento externo
resultante provocó ira en círculos civiles y militares, preocupados por la creciente dependencia del país
respecto al extranjero. Eso se sumó al descontento de los grupos de poder provincial, quienes encontraron
simpatizantes en las filas del Nuevo Ejército, en el que se habían infiltrado miembros de la Alianza
Revolucionaria de China. La explosión de una bomba en una ciudad fue lo que finalmente desencadenó el
levantamiento contra el imperio. En 1911 otras unidades militares se sumaron al amotinamiento, y se
hicieron del control del complejo triurbano. En días subsecuentes los motines dentro del Nuevo Ejército se
extenderían a varias provincias, donde se formó una alianza entre comerciantes, estudiantes, maestros y
asambleístas. La corte Qing encontró resistencia de sus generales del norte en cuanto a combatir de
inmediato a los rebeldes. En vez de movilizarse, estos comandantes de campo le enviaron a la corte un
telegrama con 12 demandas, entre las que estaban el establecimiento de un parlamento nacional en el
término de un año; la promulgación de una constitución por ese parlamento; el nombramiento por parte del
emperador (a través del príncipe regente), de un primer ministro, y la formación de un gabinete. Aceptada
la mayoría de esas demandas, la asamblea provisional de Beijing eligió a Yuan Shikai como jefe del
gobierno chino, y días después los Qing emitirían un decreto por el que se nombraba premier a Yuan, y se
ordenaba la formación de un gabinete. Los rebeldes se enfrentaban con el problema de encontrar una fi
gura de prestigio nacional para ponerla al frente del movimiento. Y a ese respecto, la Alianza
Revolucionaria comenzó a ganar adeptos para su jefe, Sun Yatsen. Entre tanto la Alianza Revolucionaria,
sin fuerza militar propia, encontró un sorprendente apoyo de las masas, que aprovecharon sus dirigentes.
A fines de 1911, las fuerzas Qing fueron derrotadas, lo que llevó a la renuncia del regente, y a que la
madre del emperador Xuantong se pusiera al frente de las negociaciones con Yuan Shikai. El 28 de
diciembre de 1911 se reunieron en Nanjing 16 asambleas provinciales, en las que se le eligió presidente
provisional de la República de China a Sun Yatsen. El doctor Sun asumiría el cargo y, consciente de la
debilidad militar de la República, envió un telegrama a Yuan Shikai, ofreciéndole la presidencia. En China
se vivía una situación política peculiar. Había un presidente republicano en la “capital del sur” (Nanjing) y
un emperador con suposiciones de gobierno parlamentario en la “capital del norte” (Beijing). Pero a
principios de 1912 se produjo el golpe final a la dinastía Manchú, cuando 44 altos mandos del ejército de
Beiyang enviaron un telegrama al gabinete establecido, demandando la inmediata formación de una
república. No obstante que varios príncipes manchús se habían refugiado en Manchuria para organizar la
resistencia militar, el niño emperador, su madre y el círculo más cercano de parientes y servidores
negociaron con Yuan Shikai las condiciones de una abdicación, la cual se anunció el 12 de febrero de
1912, en un edicto en el que se otorgaban plenos poderes a Yuan, para que organizara un gobierno
republicano provisional.
China fraccionada:
Mientras el ex general monárquico organizaba su gobierno, Sun Yatsen y sus seguidores trabajaban a
favor de la formación de una Asamblea constituyente, ingrediente esencial de una república con clara
división de poderes. En 1912, el Consejo de Nanjing votó la creación de una república unitaria, con Beijing
como capital nacional y elecciones directas para todos los hombres mayores de 21 años y poseedores de
propiedades con valor mínimo de 500 dólares chinos,que pagaran impuestos de al menos 2 dólares, y
tuvieran certificado de enseñanza primaria. Una minoría de hombres reunía esos requisitos. Las primeras
elecciones se efectuaron a fines de 1912 y la Alianza Revolucionaria, convertida en Partido Nacionalista o
Guomindang (GMD por sus iniciales), ganó la mayoría de asientos en el nuevo Parlamento bicameral. En
1913, los legisladores del GMD y otros partidos desplegaron una intensa actividad para hacer patente la
importancia del Parlamento y fortalecer su propósito de servir de contrapeso al gobierno de Yuan Shikai.
Yuan respondería con una ofensiva en varios frentes: cesó a todos los gobernadores militares
simpatizantes del GMD, y derrotó a tropas leales a este partido. Yuan forzó al Parlamento a elegirlo
presidente constitucional por un periodo de cinco años y, poco después, ordenó la disolución del partido
nacionalista. Creó un cuerpo de 66 asesores que produjeron un “pacto constitucional”, en sustitución de la
constitución provisional.
Las potencias extranjeras, neutrales desde la abdicación de la corte Qing hasta la escasamente legítima
elección de Yuan, se dieron cuenta que sus intereses estaban a salvo con el nuevo régimen político en
China. Alentados por sus gobiernos, banqueros europeos, estadounidenses y japoneses otorgaron
créditos al gobierno de Yuan para sus programas de desarrollo de infraestructura y otros y, para asegurar
el pago de esos préstamos, pignoraron los ingresos aduanales todavía libres de empeño. Para
contrarrestar la reducción de ingresos, el nuevo gobierno aumentó impuestos a los campesinos y
trabajadores urbanos, con lo que se deterioró aún más la situación económica de la población.
La guerra mundial de 1914-1918 obligó a las potencias europeas a descuidar sus intereses en China, lo
cual fue aprovechado por Japón. Este se apoderó de las concesiones alemanas en China; luego, continuó
refaccionando financieramente al régimen de Yuan Shikai, hasta que en enero de 1915 le impuso 21
demandas a cambio de ese apoyo. Dichas demandas incluían mayores concesiones económicas y
territoriales, y la obligación de preservar una esfera agrandada de influencia japonesa; Yuan aceptó la
mayor parte de ellas, en tanto en el ámbito nacional se organizaba un boicot contra los productos
japoneses, y varias agrupaciones civiles lanzaban una campaña de repudio a Japón. En 1915, Yuan Shikai
convocó a una llamada “Asamblea Representativa” que, por unanimidad, hizo una “súplica” al presidente
Yuan para que aceptara convertirse en emperador; muy pronto se iniciarían los preparativos para una
costosísima ceremonia de coronación que nunca se efectuó. Lo que sucedió fue que varios militares le
retiraron el apoyo, al tiempo que brotaban protestas populares por todo el país, contra los apetitos de
reimplantación dinástica. Las potencias extranjeras también se mostraron hostiles al proyecto de Yuan y le
negaron respaldo. En 1916, Yuan Shikai moría de uremia y le sucedería Li Yuanhong, en una maltrecha
presidencia. La recomposición del gobierno republicano quedaba en manos de los líderes castrenses del
norte, quienes por más de una década pusieron y quitaron presidentes y primeros ministros de un país
fraccionado, ocasionando el desprestigio de ambos cargos institucionales.
El Movimiento 4 de Mayo:
La Conferencia de Paz de Versalles de 1919 transfirió a Japón los derechos alemanes en Shandong. Esto
generó descontento en China y ese mismo año hubo protestas masivas en Beijing y otras ciudades chinas,
a las que el gobierno respondió, por un lado, reprimiendo a manifestantes que atacaban establecimientos
de japoneses y algunas oficinas de gobierno, y por el otro, con simpatía por la causa originaria del reclamo
popular. Estudiantes chinos y otros manifestantes rodearon el hotel de París en el que se hospedaba la
delegación de China, con lo cual se evitó que ella lo firmara el tratado de Paz de Versalles, en contra de
las instrucciones del gobierno de Beijing. Por otra parte, el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia,
en noviembre de 1917, promovió divulgación masiva de las doctrinas marxistas y de su agregado leninista.
En particular la Tercera Internacional Comunista, reunida en Moscú en 1919 y de la que se desprendió el
Comintern, ayudó enormemente en el esfuerzo de introducir ese pensamiento radical en China
Los caudillos militares:
En el periodo 1916-1928, China quedó fraccionada en cotos de poder que impidieron la consolidación de
un nuevo régimen político nacional. La división del país se dio entre un gobierno central extremadamente
débil con sede en Beijing, un conjunto de jefes militares que controlaban una o más provincias y
guerreaban entre ellos, y una república con influencia marginal, encabezada por Sun Yatsen en la ciudad
de Guangzhou. A este periodo de la historia de China se le conoce como el de los señores de la guerra o
del caudillismo militar. Los señores de la guerra llevaron el terror a millones de chinos, y aunque hubo
caudillos guiados por criterios de justicia, orden y paz, el saldo consolidado fue negativo. Al mismo tiempo,
la división causada por esas islas de poder desencadenó una vigorosa reacción a favor de la reunificación
del país, manifiesta en la fundación del Partido Comunista en 1921, y en la reorganización del
Guomindang en 1924.
La República y el Primer Frente Unido:
Lenin había enviado a los primeros dos agentes del Comintern, para que exploraran la posibilidad de
establecer allí un partido comunista. Muy pronto, los trabajos de estos pioneros darían fruto y, en 1921, se
fundaría el Partido Comunista de China. Mao Zedong (1893-1976) fue uno de los dos delegados por
Hunan al congreso fundacional. En 1922 se formó la alianza PC-GMD fue tema importante de discusión,
con el resultado de que se acordó “hacer causa común con el GMD contra el imperialismo y los señores de
la guerra”. Esa coalición con los comunistas le granjeó fuertes críticas a Sun Yatsen de parte de diversos
sectores de su partido. Fuera de algunas fricciones entre operadores y funcionarios nacionalistas y
comunistas, la coalición funcionó en cuanto a los preparativos de una campaña militar para acabar con los
señores feudales y reunificar al país, lanzada en 1926 y llamada “expedición del norte”. La república
nacionalista de Sun Yatsen se estabilizó en poco más de dos años, ello a pesar de su fallecimiento en
1925. A la muerte de Sun, se crearon dos consejos bajo la dirección del GMD, uno de gobierno y otro
militar, para continuar con la política de reunificar a China. Pero un acuerdo entre lugartenientes de Sun
dio lugar a la creación extra-estatutaria de un Consejo Político de cinco miembros, que en la práctica operó
como triunvirato. En 1927 el Partido Comunista, en preparación para la toma de Shanghai, organizó una
huelga del Sindicato Nacional de Trabajadores, de reciente creación, que sería seguida de una
insurrección armada. Entraron las primeras tropas nacionalistas para e exigir que se desarmara a los
obreros antes de completar la toma de la ciudad. Los comunistas instrumentaron la medida mientras el
GMD preparaba un golpe sagaz. Poco después, hombres fuertemente armados de la Sociedad para el
Progreso Común, pandilleros e incluso soldados disfrazados de civil, atacaron las sedes sindicales y otras
agrupaciones afines y, al final del día, habían matado a unos 100 civiles e iniciado una cacería de
comunistas, poniendo fin de facto al frente unido. La alianza así fracasó y Moscú cambió su directiva, y
ordenó a los comunistas chinos que militarmente tomaran el mayor número posible de ciudades al sur.
Esta acción fracasó, pero oficialmente es considerada como el nacimiento del Ejército Popular de
Liberación.
3. LA REPÚBLICA DE CHINA, 1927-1949:
La violenta ruptura del primer frente unido entre nacionalistas y comunistas marca el fi n de la etapa de
fragilidad de la República creada por Sun Yatsen, y el comienzo del largo y accidentado proceso de
unificación del país bajo un régimen que nunca alcanzó la democracia, sino se quedó en algo parecido a la
era de tutelaje prevista por su creador.
Consolidación de la República de China:
Chiang (líder del GMD) reactivó la “expedición del norte” y lograron tomar Beijing y cambiaron su nombre a
Beiping (“paz del norte”). En 1928 se proclamaría formalmente la República de China en Nanjing, ciudad
que quedó como capital. Chiang quedó como dirigente supremo de la República, apoyado por ex rivales
suyos del GMD, ablandados por los privilegios que obtenían y el temor al generalísimo. Fue así como
Chiang pudo acaparar los cargos de jefe de gobierno y de Estado, comandante en jefe de las fuerzas
armadas y presidente del comité ejecutivo central del Partido Nacionalista. El talón de Aquiles del régimen
nacionalista fueron las finanzas públicas, mermadas por corrupción y nepotismo llevados al extremo.
Fuertes gastos militares más el pago de la deuda externa acumulada, y fuentes tributarias limitadas,
generaron un déficit fiscal estructural que en gran parte continuó siendo financiado con contratación de
deuda adicional. El cobro de los impuestos locales estaba en manos de pequeños sátrapas que
expoliaban a los campesinos, ya de por sí víctimas de la usura y del pago de rentas en especie, por las
tierras que trabajaban en alquiler. La explotación extrema de labriegos y obreros sería un factor más de
descontento contra el régimen. Entre 1927 y 1937, China creció, pero de manera desigual; millones de
pobres frente a una minoría rica y cosmopolita, con una clase media incipiente.
Los comunistas en repliegue:
Después del fracaso del levantamiento en el que muchos militantes comunistas perdieron la vida, los
sobrevivientes se replegaron a varios puntos apartados del mapa de China. Un grupo encabezado por
Mao encontró refugio, y se le unieron bandidos y miembros de sociedades secretas regionales, con los
cuales organizó una base guerrillera. El comité central del partido ordenó la formación inmediata de soviets
campesinos que deberían solidarizarse entre sí para mantener el fervor revolucionario y expropiar y
repartir tierras en sus áreas de influencia. El comité central del Partido Comunista de China realizó un
congreso en Moscú por la imposibilidad de hacerlo en territorio chino y este pidió que hagan “revoluciones
agrarias”. Mao Zedong, que se había unido a otros jefes y miembros del partido, hizo caso omiso de las
instrucciones de un comité central que operaba en la clandestinidad o desde el extranjero, y aplicó una
política pragmática con la cual se ganó el apoyo de los campesinos pobres y de grupos de desclasados,
así como de propietarios agrícolas y pequeños caciques. Esto provocó su salida del comité central, críticas
constantes y marginación del liderazgo comunista central. En 1934, una “campaña de supresión de
bandidos”, emprendida por el GMD, en la que se combinaban el bloqueo económico con el cerco militar,
hizo muy difícil a las fuerzas comunistas el mantener sus posiciones, por lo que la dirigencia decidió
abandonar la base. Durante esta retirada el partido llevó a cabo mítines de masas y otras acciones de
propaganda, y 18 dirigentes comunistas clave celebraron una conferencia en la que se hizo una crítica al
liderazgo del soviet de Jiangxi. Las críticas procedían principalmente de Mao, a quien se nombró miembro
titular del comité permanente del buró político, órgano supremo del partido, y jefe asistente para la
planeación militar, a quien se la quitaría más adelante. Los sobrevivientes de la Larga Marcha
establecerían una nueva base de operaciones en Yan’an.
La Segunda Guerra con Japón:
Japón denunciaría enérgicamente lo que consideraba una malévola alianza entre nacionalistas y
comunistas chinos que, según los líderes japoneses, amenazaba la seguridad de su país. Ese sería el
pretexto para que se produjera un nuevo enfrentamiento armado sino-japonés, que comenzó el 7 de julio
de 1937, cuando unidades japonesas desplegadas en el norte de China efectuaban maniobras militares
nocturnas. No hubo apoyo internacional para China ante la agresión japonesa. El avance japonés se hizo
más lento a partir de 1939, pero a final de cuentas los japoneses se apoderaron de la mayor parte del país.
Franklin D. Roosevelt no reconoció la ocupación japonesa de China ni el establecimiento de un gobierno
pro-japonés en Nanjing, sino exigió la salida incondicional de Japón de China e Indochina, y amenazó a
esa nación con el embargo económico total si no se retiraba perentoriamente de los territorios que había
invadido u ocupado. En respuesta, el Estado Mayor Combinado de las fuerzas armadas japonesas efectuó
un ataque sorpresivo a la flota estadounidense del Pacífico, en 1941 contra la base naval de Pearl Harbor,
Hawái. Simultáneamente, los japoneses invadieron las posesiones coloniales británicas y holandesas en
Asia, incluidas sus concesiones territoriales en China. En 1941 Estados Unidos le declaraba la guerra a
Japón, y tres días después, Italia y Alemania, las otras dos potencias del Eje, harían lo mismo contra los
estadounidenses; fue así como el conflicto sino-japonés se subsumió en la Segunda Guerra Mundial.
China entre los “Cinco Grandes”:
Al comenzar 1942 Japón controlaba toda la costa de China. El frente unido entre nacionalistas y
comunistas lo era más de nombre que, de hecho, porque ninguno de los respectivos liderazgos del
Guomindang y del Partido Comunista confiaba en el aliado, por lo que nunca unieron fuerzas ni actuaron
bajo una coordinación central en la guerra contra los japoneses. EEUU brindaba ayuda militar y económica
a China, esta última en la forma de un programa de “préstamo y arriendo. En 1942 se creó la alianza de
las Naciones Unidas, integrada por los países en guerra contra las Potencias del Eje, varios de ellos
representados por gobiernos exiliados en Gran Bretaña; por parte de Asia participaba China. Comenzó
una terrible contraofensiva estadounidense hacia Japón que terminó con el lanzamiento de dos bombas
atómicas en 1945 sobre Hiroshima y Nagasaki que obligaron al emperador japonés a rendirse. A diferencia
de la Primera Guerra Mundial en la que China participó como socio menor del lado de los ganadores, en la
segunda fue uno de los aliados principales del bloque victorioso de las Naciones Unidas. China había
sostenido una lucha ininterrumpida contra Japón, obligándolo a desplegar varias divisiones de sus fuerzas
armadas en territorio chino, y el GMD tenía una relación especial con el gobierno de Estados Unidos, país
que veía en China un aliado clave en la guerra del Pacífico. En las conferencias de Moscú de 1942, entre
el primer ministro británico Winston Churchill, Stalin y un representante personal del presidente Roosevelt,
y de El Cairo, de 1943, China quedó como la cuarta potencia que participaría en la creación del orden
internacional posguerra. Aun así, el gobierno chino se vio obligado a negociar bilateralmente con Estados
Unidos y con la Unión Soviética, sobre aspectos vitales para su futuro. Chiang quería más apoyo
económico de EEUU, pero la corrupción del gobierno nacionalista hizo que este país no confía y limite su
apoyo financiero. Con la Rusia soviética China firmó un Tratado de Amistad y Alianza entre nacionalistas y
soviéticos.
Guerra civil y derrota nacionalista:
Ante la rendición incondicional de Japón, anunciada en 1945, hubo caos en China, ocasionado por
acciones precipitadas tanto del gobierno nacionalista como de los comunistas, en su afán por ocupar las
ciudades y posiciones donde las tropas japonesas se rendían. El balance de fuerzas era favorable a los
nacionalistas ya que, en apoyo de los nacionalistas, el Estado Mayor Conjunto de las fuerzas armadas
estadounidenses ordenó que sus soldados retuvieran las principales ciudades chinas entregadas por los
japoneses, mientras se trasladaba a tropas del gobierno del GMD para que las ocuparan. Las
negociaciones entre nacionalistas y comunistas continuaron hasta octubre de 1945, y se convino en
convocar a un Congreso Popular para preparar la formación de un nuevo Estado y así poner fin al periodo
de tutelaje político previsto por Sun Yatsen, anterior a la democracia. Pero en noviembre de 1945
estallaron intensos enfrentamientos entre nacionalistas y comunistas. El gobierno de Washington envió
entonces al general George Marshall, quien convenció a los contendientes a que firmaran una tregua en
enero de 1946, y llevaran a cabo una “Conferencia Consultiva Política” (CCP), ofreciéndoles a cambio
algunos estímulos. Se alcanzaron acuerdos en casi todos los puntos relativos a la formación de un
gobierno nacional, unificación del comando militar y reunión de la asamblea nacional.
Desafortunadamente, los choques militares continuaban, sin contar con que el comité ejecutivo central del
GMD hizo unilateralmente cambios cruciales a los acuerdos de la Conferencia, a fin de preservar el poder
de Chiang. Los comunistas y la Liga Democrática se rehusaron a aceptar esos cambios, en tanto el GMD
continuaba con los preparativos para una asamblea nacional en la que finalmente se aprobó una nueva
Constitución. La guerra civil ya estaba en marcha.
Hasta mediados de 1947, el GMD tenía el control de las principales ciudades, y sus tropas selectas
estaban en posición de recuperar la base más fuerte de los comunistas, en su contra tenían la creciente
impopularidad de su gobierno, tanto por la inflación galopante que lo caracterizaba como por las duras
políticas de contención y represión de sus opositores y críticos, pero muy especialmente por la enorme
corrupción de administradores, fuerzas del orden, oficiales del ejército y la cima misma del liderazgo
nacionalista. Los comunistas avanzaban y la situación de los nacionalistas se hizo desesperada cuando
los comunistas tomaron los aeropuertos, cortándoles la vía de abastecimiento. El último bastión
nacionalista que quedaba caería en abril de 1949. Chiang renunciaría a la presidencia y su segundo
intentaría negociar la paz con los comunistas que no veían ninguna opción de paz válida, siguiendo con
las hostilidades. Anticipando la victoria final, Mao Zedong comenzó los preparativos para el
establecimiento de un nuevo Estado, que desembocaron en la reunión en Beiping de la Conferencia
Consultiva Política. En ella se aprobaron los principios de un “gobierno democrático de coalición” entre el
Partido Comunista, obviamente dominante, y otros 14 partidos políticos, varios de ellos sumamente
pequeños. Se eligió a los miembros de un gobierno central provisional, con Mao como presidente y Zhu De
cómo vicepresidente principal; se designó a Beijing –que recobró su antiguo nombre– capital de una nueva
república; se seleccionó la bandera, y se estableció el uso del calendario gregoriano occidental. Dos días
después de concluida la Conferencia, el 1 de octubre de 1949, desde la Puerta de la Paz Celestial, en la
entrada principal al Palacio Imperial, Mao proclamaba la fundación de la República Popular China

HISTORIA MÍNIMA DE CHINA. Flora Botton Beja CAP 15: HACIA EL MUNDO
CONTEMPORÁNEO (Romer Cornejo)
La historia de este periodo tiene una constante: una elite ha impuesto desde el poder sus diversas
propuestas políticas y, por lo tanto, su estudio implica desentrañar la relación dinámica entre esta elite y
las circunstancias en las que ha actuado. Esta relación se ha desenvuelto en un marco internacional en el
que ha predominado una tensión constante, con intensidad variable: la falta de aceptación por parte de las
potencias de la legitimidad del gobierno del Partido Comunista chino, mientras éste ha insistido en la
búsqueda de un espacio acorde con una autorrepresentación que parte de los logros de su civilización
previos al siglo XIX, la cual pretende reforzar con el desarrollo económico.
1. EL ESTABLECIMIENTO DE LAS BASES 1949-1957:
En 1949, Mao Zedong anunció que las condiciones estaban maduras para la organización de un nuevo
gobierno, e hizo una propuesta de reorganización económica para la industrialización del país y para la
formación de un gobierno de alianza nacionalista de clases, definido como dictadura democrática popular.
2. LOS PRIMEROS AÑOS DE GOBIERNO:
El Programa Común contenía los principios fundamentales del nuevo gobierno. Propone el predominio en
el campo de la propiedad de la tierra de los campesinos y el estímulo de la propiedad privada, y su objetivo
último era “transformar el país de uno agrícola a uno industrial”; establecía para la población todas las
libertades políticas de un sistema democrático. Desde 1949 y hasta su muerte en 1976, Mao Zedong,
Zhou Enlai y Zhu De se mantuvieron en la cúpula del poder. Desde ese momento el partido se abocó a
continuar con la pacificación del país, la incorporación de los vastos territorios que aún no estaban bajo su
gobierno, el nombramiento de las autoridades, la refundación de todas las instituciones sociales y la
estabilización de la economía. Después de diversas medidas la inflación bajó de más del 80% a fines de
1949 a 3% en 1951. Asimismo, el gobierno inició un proyecto de nacionalización de empresas. Mientras en
el campo se continuaba con un proceso de transformación agraria de pequeña propiedad, la situación en
las ciudades era más difícil para el Partido Comunista, pues no tenía una buena base de cuadros urbanos
y las ciudades grandes estaban prácticamente tomadas por organizaciones delictivas que controlaban la
distribución de bienes y el funcionamiento mismo de las ciudades. Por ello el partido optó por la
construcción de redes de comités de vecinos que fueron asumiendo el control de las principales
actividades como el abastecimiento y los servicios educativos y de salud. Se desarrolló una campaña que
incluía a todos, comúnmente llamada de Supresión de los Contrarrevolucionarios y que se convirtió en una
lucha contra todos los definidos como enemigos del régimen. Desde un primer momento los líderes chinos
expresaron su intención y necesidad de tener relaciones con todos los países del mundo. Pero frente a la
intervención norteamericana a Corea, el gobierno chino propuso una campaña política de “resistir la
agresión de EEUU y apoyar a Corea”. China continuó con su proyecto de cambio social e institucional. La
Ley de Matrimonio prohibía los matrimonios arreglados, los compromisos infantiles, el infanticidio, el
concubinato y los intercambios de valores relacionados con el matrimonio, se instituyó la libre elección de
los contrayentes, la monogamia, la igualdad de derecho de los cónyuges y la protección de la mujer y los
hijos. La ley, además, dio a la mujer el derecho a la propiedad y a la administración de bienes familiares, a
la herencia y al uso de su nombre después del matrimonio. Con la Ley de Reforma Agraria se buscaba la
abolición de la propiedad de los terratenientes. Se trataba de instituir un sistema de pequeña propiedad
privada. A los terratenientes se les confiscó la tierra, el ganado, los aperos agrícolas, los excedentes de
granos y los edificios rurales, pero no se les incautaron las empresas industriales y comerciales ni los
bienes utilizados directamente en las empresas. Las tierras de los llamados campesinos ricos, cultivadas
con mano de obra asalariada, tampoco fueron confiscadas, pero sí se les incautaron las grandes
propiedades que éstos tenían en arrendamiento. La Ley disponía que los gobiernos locales debían
organizar comités para la puesta en práctica de la reforma, cuya aplicación debía estar en manos de los
grupos de campesinos de las comarcas y aldeas, de los comités que elijan, y de los comités de las
Asociaciones Campesinas elegidos por los congresos campesinos de territorio, distrito y provincia. En
1951, la campaña de los “tres contra” tenía el propósito luchar contra la corrupción, el dispendio y el
burocratismo. Una vez concluida esta campaña se inició la de los “cinco contra” fundamentalmente al
empresariado, pero también abarcaba a los funcionarios, con ella se combatían los sobornos, los fraudes,
las evasiones fiscales, la malversación de bienes del estado y la obtención ilegal de los secretos
económicos del estado.
Todos estos desarrollos de los primeros años de gobierno contribuyeron para delinear el carácter del
nuevo régimen. El partido recurrió a sus militantes de base para que le ayudaran en funciones de
gobierno, convirtió a los comités locales en órganos de policía y de impartición de justicia, recurrió a la
organización de la población en comités de vecinos con gran poder de vigilancia. De esa manera logró
establecer una amplia red horizontal de control que le permitió lograr sus objetivos de gobernación y de
drásticos cambios en la sociedad.
Planificación, colectivización y definiciones políticas:
En 1953 el gobierno dio por concluida su campaña contra los contrarrevolucionarios, finalizó la guerra de
Corea y se inició el desarrollo económico guiado por planes quinquenales. Estos respondían a la
necesidad de desarrollar aceleradamente la industria pesada a gran escala, usando para ello los recursos
obtenidos del excedente agrícola. Si bien el plan respetó en principio la propiedad privada, la línea política
prevaleciente era limitar al sector empresarial privado por medio de la restricción de la esfera de sus
actividades, el aumento de los impuestos, el control de los precios del mercado y la regulación de las
condiciones de trabajo. Se recurrió primero a acelerar la llamada “ayuda mutua y cooperación” y de allí se
pasó a la cooperativización. Durante estos primeros años del régimen, los logros económicos son
innegables. Sin embargo, la aplicación del primer plan implicaba una carga impositiva muy elevada para el
campo, que la colectivización de la agricultura palió, pero no pudo resolver, como tampoco resolvió la
creciente demanda de empleos, a pesar de la construcción de grandes fábricas.
3. EL ESTADO Y EL PARTIDO:
En 1954 se adoptó la primera Constitución de la República Popular China, que define al país como “un
Estado de democracia popular, dirigido por la clase obrera y basado en la alianza entre los obreros y los
campesinos”. Se estableció el sistema de registro familiar, hukou, con el propósito de evitar la migración
del campo a la ciudad. Este registro consolidó un sistema de privilegios en la medida en que los habitantes
de las ciudades gozaban de mejores servicios y trabajos que los del campo, y los de las ciudades más
industrializadas o con mejores servicios tenían más privilegios que los de las ciudades pequeñas o de
regiones pobres. Dado el aislamiento diplomático del país, durante este periodo las autoridades de China
desplegaron una intensa campaña entre sus vecinos y los países de independencia reciente. A pesar de
las críticas de Mao al sistema soviético, no conocidas en ese momento fuera de los círculos internos del
Partido Comunista chino, las relaciones con ese país continuaron siendo estrechas.
4. LA EVALUACIÓN DEL PROCESO Y LOS MÉTODOS DE ANÁLISIS:
Un elemento que individualiza al gobierno del Partido Comunista en China ha sido la práctica de la
autocrítica. 1956 Mao dio un discurso donde resumió los problemas más importantes del país en diez
contradicciones. Estas se veían entre el acento en la industria pesada y el rezago de la industria ligera y la
agricultura, el desarrollo prioritario de las áreas industrializadas de la costa, la necesidad del desarrollo
económico antes que otras tareas del estado, la atención a las necesidades de los trabajadores, la
centralización excesiva, la burocracia, y la necesidad de aprender del extranjero sus adelantos científicos y
tecnológicos, así como sus métodos de administración de empresas. Para Mao las contradicciones entre
“nosotros y el enemigo son antagónicas”, mientras las existentes en el seno del pueblo no son
antagónicas. En relación con el método de tratar las contradicciones, Mao propone que para la
contradicción antagónica hay que “establecer una clara distinción entre nosotros y el enemigo” y para la no
antagónica entre lo correcto y lo erróneo. De esta manera Mao explica el paradójico concepto de dictadura
democrática, donde supone que los derechos democráticos los tiene el pueblo, que goza de una libertad
dirigida, y que a su vez ejerce la dictadura sobre sus enemigos.
5. DE LAS PURGAS POLÍTICAS:
La primera gran purga política de altos funcionarios del nuevo régimen se produjo entre fines de 1953 y
principios de 1954. Si bien los motivos de estas purgas no son claros, es lógico suponer que la red de
lealtades locales que estos líderes habían construido fue la razón de su caída. A la crítica a estos
personajes le siguió un movimiento que exaltaba la unidad dentro del partido. Una de las más importantes,
la campaña contra Hu Feng tocaba el campo de la filosofía, el partido veía una amenaza a su base
ideológica, el materialismo histórico, además esta campaña fue más importante porque también abarcaba
el control sobre las revistas literarias y la eliminación de la posibilidad de creación de escuelas o corrientes
de pensamiento fuera del control del partido. De críticas sobre cuestiones ramdons se pasó a críticas al
partido mismo, al unilateralismo ideológico, al sistema elitista y autoritario y Mao mismo era objeto de
duras críticas. En las cinco semanas que duró el movimiento, hubo una participación muy amplia de
intelectuales, artistas y científicos en las principales ciudades del país. Desde ese momento se desató una
gran persecución en todo el país contra intelectuales, artistas y científicos que por sus posiciones podían
ser etiquetados de derechistas.
El juego entre la historia previa que dejaba un legado de corrupción, paralizante del desarrollo económico
y social, y la determinación del partido de llevar a cabo reformas radicales, que eran vistas con urgencia
por la magnitud del atraso socioeconómico y por la situación de aislamiento internacional, así como la
tendencia a un liderazgo personalista, condujeron al sistema político hacia el autoritarismo voluntarista.
Las campañas de masas produjeron una politización de la vida cotidiana y el trabajo, que resultó en un
control casi total del partido sobre la población
6. LAS POLÍTICAS RADICALES Y LA LUCHA POR EL PODER 1958-1978:
A fines del año 1957, si bien el primer plan quinquenal había llegado a su fi n sobrepasando sus metas,
para los líderes chinos la evaluación de la situación económica no resultaba del todo positiva. Dada la
estabilidad política y económica la población crecía a un ritmo acelerado y el aumento de la producción en
el campo no resultaba suficiente para las necesidades de consumo y acumulación, lo mismo ocurría con
los bienes manufacturados. Asimismo, las diferencias con la URSS y el aislamiento internacional
aumentaban el sentido de urgencia por introducir cambios para acelerar el crecimiento en la economía.
La política económica radical de 1959:
Para esta fecha Mao proponía comenzar una revolución tecnológica de manera tal que China supere a
Gran Bretaña en quince años o un poco más ya que veía que la economía china era atrasada y
materialmente débil. Se propuso una gran reforma a nivel laboral que pretendía desplazar el énfasis
puesto en la industria pesada a la industria rural y local; pasar de la dependencia de operaciones a gran
escala con tecnología avanzada a una mayor extensión de las empresas pequeñas y medianas con
tecnología desarrollada localmente; cambiar la toma de decisiones centralizada a una mayor autonomía
local; ir del manejo de las empresas por una sola persona a una mayor participación del comité del partido
y de los equipos de producción; y abandonar uso de incentivos materiales y sustituirlos por
responsabilidad social. El movimiento se realizó sobre la base de una politización muy elevada de la
población. El motor de estas políticas radicales fue el entusiasmo que los cuadros del partido lograron
despertar entre las mayorías, que fue alentado por la buena cosecha de 1958, ello fue muy importante en
cuanto a la participación de las masas y, junto con el imperativo de legitimidad que llevaba a muchos
cuadros de base a informar sólo de éxitos, contribuyó para que se dieran cifras exageradamente elevadas
sobre el aumento de la producción en casi cada rubro, así como en relación con los inventos producidos
por las masas, casi siempre inservibles. Pero no se disponen de fuentes confiables para evaluar si éxito o
fracaso. Este movimiento llamado “Gran Salto” dejó una red importante de obras públicas y el
establecimiento de algunas industrias que sobrevivieron a la improvisación del momento, así como la
organización de las comunas, que en su tiempo mitigaron los efectos de la escasez de alimentos que
luego sobrevino. Sin embargo, los resultados del GSA en relación con la producción revelan un inmenso
fracaso. El entusiasmo desmedido y la descentralización en la toma de decisiones condujeron a la
construcción de obras hidráulicas ineficaces y al desperdicio de recursos. Todos estos problemas tuvieron
un impacto aún mayor debido a las graves sequías e inundaciones que se presentaron de 1959 a 1961,
donde algunas cifras hablan de 30 millones de muertes por hambruna. A pesar de todo esto, el Partido
Comunista y Mao mantuvieron su legitimidad entre la mayoría de la población. Ello se puede explicar por
dos factores, uno fue la falta de comunicación entre las diferentes partes del país, que provocó que en su
momento la crisis no fuera percibida por los cuadros locales y la población en general como de carácter
nacional. El otro factor fue que el involucramiento de los cuadros locales en el GSA hacía recaer sobre
ellos una parte importante de la responsabilidad por los resultados y por el informe de datos exagerados
sobre el éxito del movimiento. Todo ello, más la acción colectiva a través de las comunas o sus
organizaciones, que aminoraban los efectos de la catástrofe, mantuvieron la legitimidad del régimen.
Lucha por el poder y reajuste económico:
A partir de las políticas radicales de 1958 la cúpula del Partido Comunista tuvo su primera gran ruptura,
pues se profundizaron los desacuerdos económicos además de los ya sostenidos sobre asuntos
internacionales y militares. Mao mismo decidió dejar la presidencia de la república, para la cual fue
nombrado Liu Shaoqi en abril de 1959. Se retomaron planes que ponían mayor atención en la agricultura y
a la industria de bienes de consumo. Las estrechas relaciones con la Unión Soviética que se había
establecido a principios de la fundación de la República Popular China habían sufrido un proceso de
deterioro paulatino a partir de la muerte de Stalin en 1953 y del consecuente viraje de la política de Moscú.
De manera tal que los grupos radicales dentro del Partido Comunista chino comenzaron a tener serias
diferencias con Moscú en relación con su percepción de las condiciones internacionales para fomentar
movimientos revolucionarios en los países de descolonización reciente y con las políticas económicas
radicales voluntaristas dentro de China. Esta situación hizo crisis en el verano de 1960 con el retiro de la
ayuda técnica soviética, lo que obligó al gobierno chino a impulsar el desarrollo industrial por sí mismo,
utilizando como base las plantas instaladas por los soviéticos y los técnicos que éstos habían preparado.
En este contexto, China dio un gran impulso a la investigación nuclear y al desarrollo de la industria
petrolera. Por la misma razón, el país se vio en la necesidad de diversificar sus socios comerciales y
comenzó a importar bienes con cierto nivel tecnológico de Japón, Francia, Alemania e Inglaterra. Durante
este periodo el país logró recuperar la producción en casi todos los sectores y probablemente lo más
importante fue que, como consecuencia del retiro de la ayuda soviética, gran parte del impulso del
desarrollo fue nacional, lo que generó confianza en los recursos propios.
El movimiento de educación socialista:
El movimiento de educación socialista fue una gran campaña de motivación ideológica que rescataba
muchos de los elementos políticos del Gran Salto Adelante. Mao condujo este movimiento haciendo giras
por el país, lo que le sirvió para mantener su liderazgo y reforzar sus proposiciones, así para consolidar
una amplia base de cuadros adeptos a sus ideas. El movimiento se extendió a todos los medios de
comunicación y de expresión artística e intelectual, se basaba en transformar los métodos de dirección y
alentar la participación de los cuadros en el trabajo productivo, en la motivación ideológica y moral, así
como en la lectura de algunos textos de Mao relativos al heroísmo, al desprendimiento individual y a la
confianza en la perseverancia del pueblo. Así comenzó a propagarse un sistema de educación combinado
con el trabajo productivo, además se propuso colocar a las escuelas en manos de las unidades de
producción en un intento de despojarlas de su carácter literario y teórico. Se estimuló la imitación de
héroes míticos que supuestamente eran fieles al pensamiento de Mao. En el campo se llevó a cabo una
campaña llamada las “cuatro limpiezas” que comenzó a adquirir características cuasirreligiosas en el
sentido de imprimirle a la práctica revolucionaria un contenido místico y de concederle a las clases
trabajadoras una especial sabiduría donde la fe en lo sobrenatural devino en una confianza plena en las
capacidades de las masas guiadas por el pensamiento de Mao, cuyo culto era inspirador de grandes
acciones y sacrificios. (Cualquier parecido con el peronismo es pura coincidencia).
La revolución cultural:
Si bien la transformación de los intelectuales y la cultura había sido puesta en la agenda por Mao el asunto
fue madurado durante el movimiento de educación socialista y retomado con mayor énfasis en 1964. En
1964 se estableció el Grupo de la Revolución Cultural y Mao elaboró su concepto de clase burocrática y de
líderes que toman el camino capitalista, a ambos los clasificó como elementos burgueses, en contradicción
con la clase obrera y los campesinos pobres y medios. El inicio de la revolución cultural se ha marcado
cronológicamente el 10 de noviembre de 1965. A partir de allí continuó la crítica a intelectuales
prominentes, particularmente a los historiadores, que en su mayoría no satisfacían estrictamente las
necesidades del grupo en el poder. el Partido Comunista había hecho un esfuerzo por reescribir la historia
de China ajustándola a líneas de sucesión de modos de producción y que justificara el tipo de gobierno y
las políticas del Partido Comunista. Por otra parte, dado el escaso margen para la crítica abierta, muchos
intelectuales escogían como tema algunas anécdotas históricas para hacer alusiones críticas al régimen.
Los estudiantes universitarios comenzaron una ola de críticas a las formas de la educación, a su carácter
elitista, a su estilo teorizante, etcétera. La dirigencia del partido envió a las universidades a los llamados
“grupos de trabajo” para apaciguar este movimiento. En 1966 apareció en la Universidad de Beijing un
periódico mural con críticas muy severas contra el rector y otros funcionarios del partido. Una semana
después Mao declaraba que ese periódico mural era “el primer cañonazo de la revolución cultural” y
ordenó su difusión en los medios. Una de las principales banderas en los centros educativos era la
abolición de los exámenes de admisión. Unos meses después el partido decidió cerrar las universidades y
escuelas secundarias. Para mostrar su apoyo al estilo de lucha del movimiento estudiantil, Mao escribió el
5 de agosto su propio periódico mural, lo cual era un llamado al ataque al comité central del partido y al
presidente de la república, Liu Shaoqi. Se proponía una transformación importante del sistema educativo,
cuya meta era acabar con la dominación de los “intelectuales burgueses”, colocar la enseñanza al servicio
de la política proletaria y combinar el estudio con el trabajo productivo. Como guía ideológica se
recomendaba el estudio de las obras de Mao. Diez días después Mao, ante una concentración de cerca de
un millón de personas en Tiananmen, la mayoría de ellos jóvenes, oficializó la presencia de los guardias
rojos, hong weibing, portando él mismo el brazalete que los identificaba. Los guardias rojos eran grupos de
jóvenes que ejercían la crítica a sus maestros, padres y demás autoridades. Poco después comenzaron en
Beijing grandes manifestaciones violentas de los guardias rojos, que acudían al llamado a la rebelión y
asumían su papel de jueces de la pureza revolucionaria, su radicalismo los condujo a la violencia y al
vandalismo descontrolado. A ello siguió una movilización masiva de guardias rojos que venían de todas
partes del país a rendir homenaje a Mao en Beijing.
A mediados de 1968, al parecer, los únicos elementos de unión entre el partido y los guardias rojos eran el
ejército y la persona de Mao, alrededor de quien se puso en práctica la campaña de “las tres lealtades”: a
su persona, a su pensamiento y a su línea política. Tanto Mao como su esposa Jiang Qing comenzaron a
invitar a los incontrolables guardias rojos a la disolución de sus organizaciones y a la vuelta a sus lugares
de origen. El Partido Comunista organizó una reunión donde se expulsó de todos sus cargos a Liu Shaoqi,
quien había desaparecido de la luz pública desde fines de 1966, y a otros altos funcionarios, se propuso la
redacción de una nueva constitución y se planeó el IX congreso para el año siguiente. A partir de él se
puso fin a las movilizaciones de masas, se le puede considerar el congreso de la institucionalización de la
revolución cultural. Al concluir este congreso, el partido, maltrecho por las luchas, después de una amplia
depuración, intentó reasumir su función dirigente en el país, bajo el liderazgo omnímodo de Mao Zedong y
del grupo triunfante de la revolución cultural. El comité permanente del buró político del comité central
quedó compuesto por Mao Zedong, como presidente, Lin Biao, como vicepresidente. El estado quedó
acéfalo con la crítica y caída del presidente Liu Shaoqi. Oficialmente la presidencia fue abolida en la
Constitución de 1975, que plasmaba las ideas de la revolución cultural. Mao, con una salud en
decadencia, se mantuvo hasta su muerte como el hombre fuerte del país, en ocasiones mediando entre
los diferentes grupos que pugnaban por el poder.
Tomando como base algunos textos de Mao y documentos emanados durante la revolución cultural, la
justificación ideológica del movimiento descansó en un análisis funcional de clases, según el cual, una vez
estatizados los medios de producción, la división técnica del trabajo y no la propiedad se convierte en la
fuente de la división de clases. Según los líderes de la revolución cultural, los descendientes de las viejas
clases educadas y de los nuevos estratos privilegiados tenían las mayores oportunidades de ser exitosos
en los exámenes de admisión a las universidades y de mantenerse en ellas. Esta racionalidad detrás del
movimiento no desvincula a la revolución cultural de las luchas personalistas y de grupo que en ella se
dieron, y que hacen que las interpretaciones más comunes, no exentas de razón, sólo vean en el
movimiento una lucha por el poder, enmascarada con una discusión sobre proposiciones políticas. El
autoritarismo y la tendencia de Mao a recurrir a su carisma y a la movilización de masas condujeron a
excesos represivos y a una corrupción que tuvieron un enorme costo social, cultural y económico para el
país.
Las secuelas de la revolución cultural y la lucha por el poder:
Con el propósito de reconstruir al partido, los nuevos líderes en el poder después del noveno congreso
revivieron y estimularon las actividades de la Liga de la Juventud Comunista, con lo que se cerró el
capítulo de los guardias rojos, y se puso mucha atención en el trabajo de los comités locales del partido. El
grupo de la revolución cultural dejó de existir y la lucha política se agudizó entre los mismos líderes
radicales triunfantes del movimiento. Si bien las relaciones internacionales se paralizaron durante la
revolución, China ingresó de nuevo a la Organización de Naciones Unidas en 1971 y el presidente Nixon
visitó Beijing. Estos acontecimientos fueron el detonante para que la mayoría de los países del mundo
establecieran relaciones diplomáticas con Beijing. Paradójicamente, al mismo tiempo crecían las tensiones
con la Unión Soviética.
A pesar de que la mayoría de los autores asumen la versión oficial china de que la revolución cultural
finalizó en 1976 con la muerte de Mao y la posterior caída de sus líderes, ya desde el X congreso del
partido en 1973 es claro que la facción de los moderados, bajo la tutela de Zhou Enlai, había empezado a
tomar el control de sectores claves en el gobierno, como las relaciones internacionales y la planificación
económica. 1976 es un año clave ya que hubo una gran manifestación en Tienanmen que se expresó
duramente contra el gobierno y fue duramente reprimida. La muerte de Mao exacerbó la lucha política y la
urgencia de los diferentes grupos de tomar el control del partido y del estado, por lo que los moderados
dentro del poder, representados por Hua Guofeng, Ye Jianying (Ministro de Defensa) y Li Xiannian,
tomaron la decisión de arrestar el 5 de octubre a los líderes radicales, que serían desde ese momento
llamados la “banda de los cuatro”: Jiang Qing (viuda de Mao), Yao Wenyuan, Zhang Chunqiao y Wang
Hongwen. La historia oficial toma esta fecha para marcar el fin de la revolución cultural. Hua Guofeng
concentró los puestos de primer ministro y presidente del partido y de su comisión militar, su fuente de
legitimación era una designación que supuestamente Mao le había hecho meses antes de morir, sin
embargo, carecía de bases fuertes de apoyo entre los cuadros del partido y en el ejército. Deng Xiaoping
asistió al tercer pleno del décimo comité central en julio de 1977, en el cual fue reinstalado en sus puestos
como vicepresidente del partido y miembro del comité permanente del buró político, vicepresidente de la
comisión de asuntos militares, viceprimer ministro y jefe del comité directivo del ejército. Durante los años
siguientes, Deng continuó ganando espacios de poder y en la medida en que fue desplazando a sus
contrincantes políticos, fue promoviendo a sus aliados.
7. LA ERA DE LAS REFORMAS:
La Tercera Sesión del XI Congreso del partido, a fines de 1978, es el hito con el que la historiografía china
suele marcar el inicio del amplio proceso de reformas que ha afectado casi cada aspecto de la sociedad.
El planteamiento básico de esa sesión fue cambiar el centro de gravedad del esfuerzo del partido del
ámbito de la lucha política al del desarrollo económico. Este cambio empezará con murales criticando
duramente a Mao y a sus seguidores y apoyando a Deng. En una actitud aparentemente paradójica, Deng
Xiaoping y su grupo catalogaron al movimiento de inaceptable y por lo tanto de incompatible con las cuatro
modernizaciones lo que se tradujo en represión y encarcelamientos y consecuentemente en la salida del
país de muchos intelectuales y artistas. Las reformas económicas se basaron sobre la sustitución de las
organizaciones colectivas en la agricultura por el sistema de responsabilidad familiar y los mercados libres,
en la responsabilidad de las empresas estatales sobre sus pérdidas y ganancias y la construcción de una
economía de exportación con la participación de la inversión extranjera. El impulso inicial de las reformas
económicas en China a fines de la década de 1970, provino del análisis del estancamiento de la
producción agraria, fuente de acumulación de la paralizada economía industrial, y sustento de una
población cuyo crecimiento representaba un auténtico desafío. Gracias al Sistema de Responsabilidad
Familiar la producción agrícola tuvo un crecimiento sostenido hasta 1998, fecha donde hubo descensos y
levó al país a tener un importante déficit en el comercio exterior de productos agrícolas. La reevaluación de
estas políticas ha dado como resultado el freno de la tendencia decreciente en la producción de granos.
Actualmente el campo chino es objeto de cercana atención por el gobierno, tiene serios atrasos sociales,
de inversión y políticos. Otra de las grandes reformas iniciadas en China en 1979 fue la aceptación de
inversión extranjera y la liberalización de la inversión en el ámbito urbano. Todo ello condujo a que a partir
de 2002 el país se colocara como el principal receptor de inversión extranjera directa en el mundo, y se ha
mantenido como un destino privilegiado para ellas. El estado ha conservado su función rectora del proceso
de reformas tanto a través de la propiedad en sectores considerados importantes como de su intervención
en políticas centrales como la de ciencia y tecnología. Los resultados económicos y sociales de estas
reformas son inéditos en la historia de la humanidad en el sentido de lograr altos y sostenidos ritmos de
crecimiento de la producción, las más elevadas cuotas de inversión extranjera y de acumulación de
reservas, ser uno de los más importantes exportadores de bienes manufacturados del mundo, así como
una radical transformación de la estructura social en un lapso de 25 años. Las reformas han planteado una
reinserción de China en la comunidad internacional.
La represión del gobierno de Beijing sobre los manifestantes de Tiananmen en 1989 produjo una reacción
de rechazo en Europa y Estados Unidos cuyas consecuencias aún se viven. Sin embargo, el comercio y la
inversión de esos países han sido el principal motor del desarrollo económico de China, aunque
mantengan su desconfianza y falta de reconocimiento de la legitimidad de su régimen político. Su
necesidad de asegurarse fuentes de materias primas y mercados ha llevado a Beijing a estrechar sus
relaciones con regiones como África y América Latina, provocando la reactivación de varias economías de
estos continentes. Las reformas vinieron también aparejadas con la reincorporación de Hong Kong en
1997 y de Macao en diciembre de 1999, sin embargo, desde su perspectiva, el gobierno chino aún espera
por la reincorporación de Taiwán. Dentro de sus fronteras continentales el gobierno del Partido Comunista
aún enfrenta la oposición de grupos tibetanos y musulmanes, que presentaron varios movimientos de
protesta y exigencia de su autonomía. En estos dos últimos casos el gobierno apuesta a una solución de
largo plazo basada en transformaciones económicas y movimientos de población.
Los cambios políticos y sociales:
Desde el punto de vista institucional, los líderes de la reforma proveyeron al país de una nueva
Constitución en 1982, que retoma los principios de la de 1954. Esta nueva Constitución restauró la
presidencia de la república18 y ha sido enmendada cuatro veces, expresando así los profundos cambios
estructurales del país. Las transformaciones que se han experimentado en el sistema político de China
pueden resumirse en el tránsito de un autoritarismo políticamente muy opresivo e interventor a uno donde
un gobierno unipartidista ha liberalizado el control sobre la vida cotidiana y sobre las actividades
económicas de la población, así como descentralizado la toma de decisiones, a la vez que ha puesto en
práctica formas particulares de participación política local ajustadas a las nuevas circunstancias. El partido
ha reducido al máximo los elementos de censura, de manera que, si no se cuestiona explícitamente al
gobierno del partido, las posibilidades temáticas son muy amplias. Obviamente este tipo de intelectuales
no son favoritos del régimen y padecen las consecuencias de no serlo, pero son tolerados. En el ámbito
académico y político los debates se han intensificado y las posiciones se han diversificado. La censura del
estado ha sido sustituida por los imperativos de los mecanismos de evaluación de la academia o por los de
las audiencias.
El nuevo grupo político que se ha consolidado en el poder en China desde 2002, en el XVI y el XVII
congresos del Partido Comunista, ha expresado un importante cambio en su discurso político. Partiendo
del probado análisis, basado en las contradicciones, pone el acento en los grandes desbalances creados
por el proceso de reformas y se propone indagar e iniciar la solución de la inequidad social, de la
desigualdad regional en la distribución del ingreso, de la contaminación ambiental y de la corrupción, así
como el establecimiento de un estado de derecho, de elecciones locales en los tres más bajos escalones
de la división administrativa, la innovación propia en ciencia y tecnología, etcétera. Algunas de estas
propuestas ya han sido expresadas en reformas constitucionales y en otras leyes nacionales. En el ámbito
político el Partido Comunista busca estimular la participación de los ciudadanos a través de la elección de
las autoridades colegiadas locales, así como de las organizaciones sociales que representen intereses
colectivos funcionales reconocidos por el estado. Gran parte de estas propuestas de cambio son también
una respuesta a la expansión de manifestaciones de protestas populares que se han dado en todo el país,
algunas con saldo de vidas perdidas.
Los actuales cambios sociales en China no han sido compulsivos, sino que el poder central cambió la
estructura económica y relajó los controles políticos, y éste fue el marco propicio para que, en un lapso tan
corto como 25 años, de las masas campesinas primero y urbanas después surgiera y se consolidara uno
de los empresariados más dinámicos y complejos del mundo, y además una rica y creciente clase media
urbana y una elite intelectual educada en las corrientes del pensamiento más avanzadas; y todos ellos
conviven en relación estrecha y dinámica con un estrato de cuadros del partido que está en un proceso de
renovación que implica mayor educación y profesionalización, una amplia mayoría de campesinos y
población urbana de trabajadores fuertemente orientados a la satisfacción de sus necesidades básicas, y
un fluctuante número de pobres, excluidos todavía del desarrollo. La eficaz política de control del
crecimiento de la población, aplicada desde principios de las reformas, también ha transformado
estructuralmente a las familias y a la población misma y, sin pretender rebasar esta aproximación
esquemática, en la complejidad de la sociedad china actual hay que considerar también la diversidad
étnica y regional y los amplios movimientos espaciales de la población.

CAP 13: EL PROCESO DE DESCOLONIZACIÓN Y LOS NUEVOS PROTAGONISTAS


(De Montserrat Huguet, en Aróstegui)
La descolonización es difícil de acotar cronológicamente, pero su máximo desarrollo se dio entre 1947 y
1965.
1. El final de los imperios ultramarinos:
Fueron los imperios fundados en la era de la comunicación marítima los que sucumbieron tras la segunda
gran guerra. La naturalidad con que en la segunda mitad del siglo XX Occidente asumió los procesos de
independencia de las antiguas colonias fue el contrapunto a la tendencia explícita de los Estados europeos
que buscaban, desde mediados del siglo XIX, sostener a toda costa los territorios imperiales como símbolo
de status en la escena mundial. La pérdida de sus territorios de ultramar a comienzos del siglo XIX supuso
para España y Portugal un estigma que contribuyó a relegar definitivamente a ambos Estados en el
panorama mundial. No siendo sino una promesa el conjunto de beneficios que para Europa iba a derivarse
del control de los espacios coloniales, dado que en realidad los territorios de ultramar causaban a las
economías metropolitanas cargas económicas importantes, las autoridades administrativas y políticas de
los países europeos estaban convencidas de que había que mantenerlos a toda costa para no caer en la
desgracia de las dos antiguas metrópolis. Esta actitud contrasta vivamente con la expresada tras la
Segunda Guerra Mundial, cuando Gran Bretaña y Francia, que habían asumido la pérdida de buena parte
de su imperio colonial, consideraron que la independencia de los territorios de ultramar no causaba ningún
menoscabo a su posición como Estados rectores de la sociedad internacional. La naturaleza de la
dominación había cambiado desde el momento en que las comunicaciones habían dejado de ser
esencialmente marítimas y el desarrollo de la economía internacional se convertía en una posibilidad
sustitutiva de la presencia física de las naciones más allá de sus fronteras. El imperio estadounidense, que
tenía dispersos a sus dominios ultramarinos, estos no eran esenciales para la consolidación de su poder
hegemónico tras la Segunda Guerra Mundial, pero estaba esencialmente preocupado por los efectos que
la descolonización de los territorios pertenecientes a las naciones europeas pudiera tener en el contexto
de la Guerra Fría. Ciertamente, desde finales de la década de los 50 y hasta bien entrada la de los años
60, en consonancia con la acción propagandística soviética, las tesis comunistas arraigaron con facilidad
allí donde los procesos de descolonización habían sido más tardíos y resistentes. En un contexto
caracterizado por su afirmación definitiva como primera potencia del bloque occidental y de
enfrentamientos con la URSS en diferentes áreas del planeta, tales procesos no constituyeron verdaderos
momentos de quiebra para el imperio en el sentido en que lo había sido la India para Gran Bretaña o la
guerra de Indochina para Francia.
Casi siempre, las confrontaciones bélicas y la derrota de los Estados-nación que sobrevienen tras las
guerras están en el origen de las pérdidas territoriales de los imperios. Después de una guerra se produce
la recomposición del espectro territorial y las naciones vencedoras reajustan espacialmente su dominio
sobre las colonias propiedad con anterioridad de los vencidos. Sin embargo, a partir de las dos guerras
mundiales del siglo XX -puerta de acceso, sin duda, a las independencias para buena parte de los
territorios coloniales- los procesos de descolonización adquirieron un rasgo diferenciador en relación con la
readaptación territorial de los siglos anteriores. Por primera vez en la historia, los Estados antes imperiales
tuvieron que reconocer el derecho a existir como entidades nacionales a los pueblos sometidos a la
impronta de las civilizaciones de origen europeo. Pero el nacimiento de los nuevos países presentaba
serias dificultades desde su inicio. Desprotegidos del paraguas de las naciones dominantes, los
descolonizados constituían en su mayoría países desestructurados, carentes de una identidad definida ya
que la suya, precolonial, había sido alterada por los procesos de conquista, carentes también de las
condiciones materiales y económicas precisas para comenzar a navegar con independencia. Desde
entonces, la desigualdad entre lo que algunos han denominado el Tercer Mundo, otros Sur y, por otro lado,
el Primer Mundo o sencillamente el Norte, no ha hecho sino incrementarse.
En los años 50, las primeras independencias provocaron el derrumbamiento en cadena de los demás
pilares de los dos imperios territoriales fundamentales, el británico y el francés. La independencia política
significó mucho para la mayoría de las jóvenes naciones que sin embargo hubieron de enfrentar una
nueva circunstancia: los europeos y ahora también los norteamericanos estaban perfeccionando nuevas
formas de dominación en el terreno económico y en el cultural. De esta forma, y desde su origen,
quedaron cercenadas las posibilidades históricas de las independencias políticas. En el inicio de las
diferentes formas con las que se operó la independencia de los territorios estuvo sin duda presente la
diversidad de los modelos y de las prácticas bajo las que se había puesto en marcha la colonización. El
llamado "gobierno indirecto" practicado por el Imperio británico en sus territorios permitió conceder una
importante cuota de gobierno a las fuerzas locales o nativas, siempre bajo la supervisión de los consejeros
metropolitanos. Así, la cesión de autonomía resultaba lógica y en apariencia sencilla. En cambio, la
tendencia centralista aplicada por Francia a sus colonias, que obligaba a los pueblos colonizados a asumir
las formas políticas, administrativas, pero también de cultura y civilización galas, dificultó enormemente la
disolución del imperio colonial. Esto la situó en una posición de desventaja en el momento de la
descolonización. A diferencia de Gran Bretaña, Francia no estuvo en condición de rentabilizar en beneficio
propio la independencia de sus colonias. Los procesos de independencia de las primeras etapas de la
historia poscolonial estuvieron marcados por una fuerte carga personalista y por una acentuada tendencia
hacia el golpismo y las convulsiones. Los líderes de las independencias gozaron de un fuerte carisma
entre los miembros de sus comunidades nacionales. Casi todos ellos habían sido formados según los
métodos y criterios de Occidente, de manera que las viejas metrópolis confiaron en ellos. A pesar de la
facilidad con la que estos líderes elevaban discursos plenos de nacionalismo y de antioccidentalismo, a
pesar de que en la mayoría de los jóvenes países las compañías comerciales habían sufrido duros
reveses al ser nacionalizadas por los gobiernos, el modelo de desarrollo económico, político y social de las
nuevas naciones se construía sobre los pilares occidentales del liberalismo en el que habían sido
formadas las élites afroasiáticas.
De ahí que el comienzo de la historia poscolonial deba contemplarse en términos de soberanía antes que
de política. El modelo democrático o el partido único fueron las dos opciones más utilizadas en el terreno
político. En cuanto a las economías de las jóvenes naciones, el principal problema se plasmaba a la hora
de reducir la amplia distancia existente con las economías del Primer Mundo. Este proceso ponía en
riesgo la estabilidad de las frágiles nuevas democracias. De esta manera, los diferentes Estados optaron
por desarrollar políticas económicas de carácter mixto que, al tiempo que permitían ganar autosuficiencia,
fomentaban la producción de los recursos primarios, mantenían las exportaciones de materias primas y
desarrollaban nuevos y costosos procesos industriales. Así pues, tras la herencia colonial y el
resurgimiento de los nacionalismos que habían estado ocultos por el modelo colonizador, se expresaron
fuerzas exógenas. Junto al cúmulo de tensiones generadas en los países recientemente independizados,
la tendencia cada vez más intensa de las superpotencias a diferir sus choques diplomáticos y militares
hacia los espacios periféricos se convirtió en una seria amenaza para el orden mundial. Casi cualquier
pretexto fue suficiente para que estallaran guerras interétnicas y entre vecinos en los países recién
descolonizados. Las metrópolis supieron observar y manejar el momento adecuado para, con un mayor
grado de presión, según los casos, poder desembarazarse de las responsabilidades políticas,
administrativas y sociales de los espacios coloniales. Los conflictos se instalaron en muchas de las
antiguas colonias, que terminaron por olvidar la naturaleza de las viejas ofensas que las habían conducido
a la guerra para aferrarse a las luchas endémicas de carácter civil, algunas de cuyas consecuencias
siguen hoy.
2. La primera quiebra de los imperios (1914-1945):
Tras la 1° Guerra Mundial se aceleraron muchos procesos de afirmación nacional. No debemos perder de
vista tampoco el impacto provocado en aquel momento por un fenómeno de la magnitud de la Revolución
rusa y la onda expansiva mundial subsiguiente. Pero el mensaje de libertad para los pueblos no fue
exclusivo de la campaña bolchevique, sino también por parte de EEUU. La concepción acerca del fin de la
esclavitud había llegado y esto constituyó un argumento muy útil para las reivindicaciones particulares de
las naciones hasta entonces sometidas a las diferentes administraciones coloniales. La guerra trajo para
todas las colonias europeas un profundo agravamiento de las condiciones de la vida material. Las
metrópolis arrancaban a las colonias los productos agrícolas, minerales y energéticos que necesitaban,
incrementaban los impuestos y reclamaban recursos para la defensa nacional. Las levas forzosas fueron
masivas porque los recursos humanos constituían para las potencias un elemento de primera magnitud.
A) Principios wilsonianos para la esperanza:
El abandono alemán de sus territorios extraeuropeos entorpeció la disposición de una vía lenta y
organizada para una emancipación fructífera. Con los territorios austro-húngaros, turcos y alemanes se
procedió de manera particular: los principios de autodeterminación recogidos en los famosos "catorce
puntos" del presidente Wilson se aplicaron tan sólo en los territorios del continente europeo. Las potencias
centrales se desintegraron con el reconocimiento internacional de los nuevos Estados, de modo que las
naciones que habían pertenecido al Imperio austro-húngaro pudieron decidir sobre su destino.
Checoslovaquia, Hungría y los pueblos yugoslavos nacieron de las ruinas del gigante austro-húngaro; algo
similar sucedió con el maltrecho Imperio turco que, confinado a su espacio asiático, tuvo que liberar su
dominación a los pueblos árabes. A pesar de las promesas británicas, no se consideró que los árabes
fueran aún aptos para desempeñar su autogobierno y tras la guerra las naciones vencedoras se
apresuraron a establecer un "sistema de mandatos". Éstos implicaban una superación del anterior estatuto
colonial y, por lo menos en teoría, suponían el comienzo del camino hacia la autodeterminación de los
pueblos involucrados. Los mandatos diferían de acuerdo con la situación geográfica, condiciones
económicas y otras circunstancias; confiándose la tutela a las naciones "adelantadas" en condiciones de
asumir la responsabilidad. Se establecieron tres tipos de mandatos: A ("orientales"), B ("africanos") y C
("coloniales"), que incluían África del sudoeste y los territorios del Pacífico en poder de Alemania hasta la
guerra.
Tras la guerra, la Conferencia de Paz establecía que las reclamaciones coloniales debían basarse en el
principio de que "los intereses de las poblaciones concernidas deben tener un peso igual a las justas
reclamaciones de los gobiernos cuya titularidad ha de determinarse". La realidad fue que Francia y Gran
Bretaña ejercieron su tutela sobre casi todos los mandatos de tipo A y B, aquellos que exigían un control
más directo. Con una fuerte carga aún de paternalismo, ambas naciones estaban obligadas a informar a la
Sociedad de Naciones de sus gestiones para el mantenimiento del gobierno en los mandatos. El
compromiso internacional de controlar los procesos de independencia no se extendió sin embargo a los
mandatos de tipo C. Los mandatos de tipo A, surgidos de la desmembración del Imperio otomano, fueron
considerados de especial interés. Las potencias mandatarias, Francia para el caso de Siria y El Líbano, y
Gran Bretaña para el de Mesopotamia y Palestina, incluidos los territorios de Jordania e Israel, se
comprometían a establecer las vías para que estas naciones alcanzaran su independencia en un tiempo
razonable. La imprecisión de la Sociedad de Naciones en este sentido hizo que tales emancipaciones
fuesen, además de complejas, lentas. La realidad fue que en vísperas de la Segunda Guerra Mundial tan
sólo Iraq, la antigua Mesopotamia, había conseguido la independencia. En África y Asia, las ex colonias
alemanas fueron sometidas a un régimen de mandato de tipo B.
B) El resurgimiento de la nación árabe. El panarabismo:
Al diluirse el Imperio otomano, el deseo franco-británico de que la región no quedase descontrolada por la
ausencia de un poder fuerte actuó como motor para la puesta en marcha de las independencias. Durante
aquellos años de contienda general, el Imperio turco, aliado de Alemania y potencia predominante en la
región, fue abandonando el control de los territorios árabes. Dos tratados internacionales promovían el
abandono turco de los países árabes, la presencia franco-británica y la organización y el establecimiento
de los mandatos orientales, siempre en el marco regulador de la Sociedad de Naciones. La inesperada y
reciente aparición de un nuevo Estado de dimensiones gigantescas y con fuertes ansias de control
territorial, la Unión Soviética, así como el interés occidental por controlar los que ya se preveían generosos
recursos petroleros de la región, avivaron la alerta internacional en la zona. Por el Tratado de San Remo y
el Convenio de París (1920), los mandatos orientales quedaban bajo la tutela de Francia y Gran Bretaña,
en una suerte de nuevo colonialismo cuya naturaleza habría de ser gestionada por la Sociedad de
Naciones. Siempre bajo tutela occidental, los diferentes Estados se fueron organizando, bien como
monarquías árabes, bien como repúblicas, según estuvieran bajo el dominio británico o el francés
respectivamente, al tiempo que se profundizaba en la preparación de las independencias, que se darán
entre 1920 y 1940 mayormente. En la mayoría de los casos y siempre con el apoyo occidental, las grandes
familias tradicionales y aristócratas configuraron un conjunto de Estados, reinos y repúblicas que durante
el período de entreguerras mantuvo su apoyo unánime a las posiciones británicas y francesas. A finales de
la 2° Guerra Mundial podía considerarse prácticamente concluida la independencia del mundo árabe, pero
no así su afán por consolidar la unidad de la nación árabe, en una línea de pensamiento y de acción que
pasó a denominarse "panarabismo". Sin duda, la formación de la Liga Árabe en 1945 fue un paso de
gigante en la aspiración hacia la unidad. Pero se debe olvidar que incluso una iniciativa de esta naturaleza
fue impulsada por el interés británico que había retirado su influencia de esta área, por lo que la Liga no
satisfizo en absoluto las expectativas depositadas en ella por los árabes.
C) El Oriente asiático:
En el otro extremo de Asia, antiguas civilizaciones como la china o la india reaccionaban a las fuerzas de
la colonización utilizando dos resortes: el nacionalismo, que servía para estructurar una fuerte conciencia
de identidad, y el comunismo, surgido en el período de entreguerras a instancias de la gravedad de los
problemas sociales y del desajuste entre el ancestral mundo rural y la incipiente y desestructurada
sociedad urbana. Instalada la república de corte liberal en China en 1911, la evolución del país condujo en
las décadas siguientes a la creación de un Estado que fusionaba el nacionalismo de las masas con el
comunismo, teniendo como marco de desarrollo el ámbito rural. El carácter único de la experiencia
transformó la vieja civilización en una nación autoritaria y dinámica. Por su parte, la de la India constituyó
una experiencia singular, fruto de la complejidad de las identidades nacionales, pero también de la
intensidad y aplicación con las que se había desenvuelto el proceso colonizador británico.
 Nacionalismo y revolución en China:
Desde finales del siglo XlX y hasta 1911, las potencias occidentales habían completado el reparto colonial
de China (recordemos que la guerra franco-china de 1882-1885 se había saldado con el control de
Indochina por parte de Francia, lo que dio a Occidente el pie que necesitaba para avanzar en la conquista
y el reparto de China). El territorio chino se distribuyó en zonas de influencia extranjera. Paralelamente a la
irrupción de Occidente en la región, Japón (guerra chino-japonesa de 1894-1895) asumiría las formas del
nuevo colonialismo, convirtiéndose a partir de entonces en una amenaza permanente para China. Así
pues, el clima de derrota se convirtió en caldo de cultivo para la gestación de la revolución liberal dirigida
por Sun Yat-sen en 1911. La monarquía imperial, tremendamente debilitada, se mostró incapaz de detener
la oleada revolucionaria que el Kuomintang ("Partido Nacional del Pueblo") se encargó de llevar a todos los
confines del viejo imperio. La principal crítica que la revolución hacía a la monarquía imperial se dirigía a la
ausencia de resistencia a la expansión del colonialismo. En consecuencia, la revolución liberal consideró
prioritario poner fin al colonialismo occidental. La abdicación del emperador chino Pu-yi, en 1912, fue
seguida del establecimiento formal de la república. Los dos fundamentos que guiaron el giro histórico en
China fueron el antiimperialismo y el nacionalismo. En 1915 los japoneses intentaron sin éxito restituir el
régimen monárquico en China para favorecer su control sobre la región. A su vez, el movimiento
revolucionario se fue dividiendo rápidamente en dos facciones. En primer lugar, la de aquellos grupos
reformistas integrados por los protagonistas de la revolución de Sun Yat-sen (oficiales, profesionales
liberales y estudiantes) cuyos planteamientos revolucionarios encajaban en una propuesta de corte
reformista. En segundo lugar, un sector compuesto por intelectuales y minorías de adscripción marxista,
que estimaron insuficiente la experiencia liberal diseñada por el Kuomintang y terminaron fundando el
Partido Comunista chino, que supo atraerse con facilidad al conjunto de los trabajadores del campo y de
las fábricas. Pero la revolución tuvo dificultades para llegar a buen puerto porque las resistencias
imperiales, coloniales y feudales eran demasiado fuertes. Sin embargo, en la primavera de 1919 la
revolución china recobró nuevas fuerzas. El ala izquierda de la intelectualidad lideró el llamado
"Movimiento del 4 de Mayo", que puso en marcha una serie de reacciones en cadena: manifestaciones
públicas, y huelgas obreras y estudiantiles. La actividad de los grupos comunistas se hizo muy intensa
pese a la hostilidad de los señores de la guerra, aliados también de las potencias económicas extranjeras.
La necesidad de hacer frente al militarismo heredero de Yuan Che-kai forzó el acercamiento de las fuerzas
del Kuomintang a los comunistas en 1924. A partir de esa fecha la fragilidad del acuerdo entre reformistas
y revolucionarios comunistas no impidió la expulsión de las tropas militares del norte del país, la dispersión
de los señores de la guerra y el control de las ciudades por parte del proletariado. Los líderes chinos
tomaron conciencia de la necesidad de asumir un proceso largo y lento y de la conveniencia de consolidar
el comunismo. En 1927 se puso en marcha la revolución nacional china. Diezmados por las fuerzas del
Kuomintang lideradas por Chang Kai-chek, los comunistas chinos se refugiaron y pusieron en práctica la
guerrilla revolucionaria. La constitución del Ejército Rojo y las tácticas defensivo-ofensivas diseñadas por
Mao Zedong al frente del Partido Comunista chino desembocaron en una serie de operaciones relámpago
contra las ciudades. Pese a esto las tropas del Kuomintang sometieron a los comunistas e hicieron difícil
su supervivencia. En 1934 el gobierno de Nankín emprendió una campaña más de agresión contra el
ejército y el Partido Comunista chino, que se vieron forzados a abandonar la ciudad de Riujin y a
emprender la "gran marcha": una penosa travesía de más de diez mil kilómetros. El avance de trescientos
mil hombres a lo largo del país sirvió para crear el mito de Mao, consolidar las expectativas del comunismo
rural, pero sobre todo para hacer posible al Estado comunista chino, sustentado en el partido. En 1931,
con el inicio de la guerra japonesa contra China, algunos sectores del Kuomintang consideraron prioritaria
la lucha contra Japón, para lo cual aceptaron un compromiso con el Ejército Rojo. Los comunistas, por su
parte, aceptaron anteponer la defensa nacional al objetivo de la lucha de clases y renunciaron
momentáneamente a su programa agrario. A partir de 1946 se sucederán más de dos años de violentos
enfrentamientos entre los comunistas y las tropas nacionalistas de Chang Kai-chek, con ventaja para los
primeros, que irán consolidando su poder sobre importantes centros urbanos y zonas rurales. En enero de
1949, Pekín es ocupada por los "rojos", y ocho meses más tarde se instaura la República Popular China.
 Las etapas de la revolución China:
La proclamación de la República Popular el 1 de octubre de 1949 inició en China un proceso
revolucionario que llega hasta la actualidad. Bajo el liderazgo de Mao Zedong, que se prolongó hasta su
muerte en 1976, el impulso socialista se expresó bajo la forma de una dinámica continua que atravesó
diferentes etapas. Tres fases: 1) la etapa de instalación del nuevo régimen y reconstrucción nacional, que
se extiende entre 1949 y 1952; 2) el período de construcción de la "vía china" al socialismo, que abarca
desde 1953 a 1965, y 3) el momento de la "revolución cultural" y sus consecuencias, que va desde 1966 a
1975.
La primera etapa estuvo marcada por acontecimientos de importancia, como la reforma agraria, la
reorganización general de la enseñanza y las campañas orientadas a la liquidación de la contrarrevolución,
que incluía la lucha contra la corrupción y contra la influencia de clase de la burguesía. El tratado chino-
soviético y la participación en la guerra de Corea marcaron una orientación que favoreció la exaltación del
sentimiento nacional; le significaron una ayuda económica en momentos difíciles y potenciaron el prestigio
exterior del país, aunque el apoyo de Estados Unidos al régimen de Chang Kai-chek instalado en Taiwán
(Formosa) generó una situación de distanciamiento con la principal potencia capitalista. Entre 1953 y 1965
la economía adquirió un papel fundamental, pautando las diferentes etapas de tránsito al socialismo. El
primer plan quinquenal priorizó la industria pesada, subordinando al sector agrario. Asimismo se produjo la
extinción de la propiedad privada en el sector industrial y en el comercial y el agrupamiento de los
campesinos en cooperativas de producción. Los resultados fueron muy positivos en terrenos como las
obras públicas, los ferrocarriles, el desarrollo de la industria pesada y la urbanización, pero bastante
menos significativos en todo lo vinculado con la agricultura. La constatación de estos desniveles condujo a
una fase de aceleración, el "gran salto adelante", en la que sin renunciarse a la construcción de una base
industrial poderosa se buscó potenciar el desarrollo agrario, movilizando de manera sistemática una más
que abundante mano de obra rural. Se organizan entonces las "comunas populares", unidades agrarias,
artesanales, obreras y militares destinadas al encuadramiento de los campesinos, modelo de una sociedad
comunista ideal. Los errores verificados en la planificación provocaron una seria crisis, que obligó a que a
partir de 1962 se revisara el orden de prioridades favoreciendo la integración de la industria con la
agricultura a partir de la potenciación del desarrollo de los sectores abastecedores del campo, La situación
crítica se superó en los años siguientes, pero fue acompañada de duros enfrentamientos políticos entre los
partidarios de la nueva orientación revolucionaria, encabezados por Mao, que otorgaba un gran
protagonismo a las masas, y los moderados, poco favorables a las comunas populares y al "gran salto
adelante". Se fueron creando así las condiciones para la revolución cultural. Durante esos años, China
desarrolló un papel activo en los asuntos internacionales: participó en 1962 en un enfrentamiento armado
con la India a causa de los conflictos fronterizos e hizo explotar su primera bomba atómica dos años más
tarde. Pero la situación de mayor trascendencia fue el distanciamiento creciente con la Unión Soviética,
que se nutrió tanto de divergencias ideológicas como de cuestiones geopolíticas, económicas e históricas.
Los enfrentamientos internos en la cúpula del poder fueron el disparador de la revolución cultural, un
intento del grupo liderado por Mao de relanzar la revolución para asegurar su triunfo definitivo,
transformando las mentalidades y las actitudes individuales y colectivas, al tiempo que se liberaban
nuevas fuerzas productivas. Entre 1965 y 1969 la política se antepuso a la economía; una ofensiva
ideológico-cultural y política transformó el régimen desde sus cimientos, generando sucesivas purgas que
culminaron con el afianzamiento del máximo líder, pero en una situación de inestabilidad política que
presagiaba nuevos cambios. La Constitución promulgada en enero de 1975 afirmó la necesidad de
continuar la revolución bajo la forma de la dictadura del proletariado, destinada a resolver las
contradicciones de clase que persistían en el socialismo.
Con la muerte de Mao en 1976 se inician una serie de cambios que no sólo acabaron oficialmente con el
maoísmo a lo largo de un proceso que duró seis años e incluyó duras persecuciones y condenas, sino que
llevaron a la república hacia un rumbo nuevo, que arrancó en 1978 con las reformas que impulsa Deng
Xiaoping. En ellas se puso en primer plano la cuestión de la modernización económica, que en la práctica
implicó un retorno al capitalismo, en un escenario político que funciona sobre la base de un partido único
que monopoliza el poder apuntalado por una burocracia jerarquizada que expresa el control que ejerce el
partido-Estado. Cambios: reforma agraria basada en el fomento del cultivo de las parcelas privadas,
libertad de mercado para el conjunto de las pequeñas y medianas empresas -conservando el Estado el
control directo sobre los sectores considerados clave para la economía nacional; apertura al exterior. Los
resultados macroeconómicos de la nueva orientación son espectaculares y pueden resumirse fácilmente:
el PBI por habitante se duplicó en términos reales entre 1978 y 1990. Los problemas emergentes del
crecimiento son varios: el mantenimiento de bajos niveles de productividad en el campo, las migraciones
internas hacia ciudades carentes de la infraestructura imprescindible para recibir millones de personas por
año, las desigualdades regionales, el importante déficit energético, un significativo nivel de corrupción. Sin
embargo, la dimensión de los logros no puede ni debe subestimarse. Paralelamente, en el terreno político
se produjo el desplazamiento, del partido y del ejército, de todos los dirigentes asociados de alguna
manera con el maoísmo.
La Constitución de 1982 sigue definiendo a la República Popular China como un Estado socialista basado
en una dictadura democrática y popular, definición que alimenta una contradicción permanente entre las
palabras y los hechos. En un país fuertemente desideologizado, la protesta social provino del sector
estudiantil, que en 1989 se manifestó en la ocupación de la plaza de Tíananmen, generando un fenómeno
de inusual amplitud que llevó al gobierno a implantar la ley marcial y a desalojar la plaza disparando sobre
los estudiantes. Al coincidir estos hechos con la presencia en China de Mijaíl Gorbachov, sellando la
reconciliación chino- soviética, las cámaras de televisión extranjeras difundieron por el mundo las
imágenes que mostraban la ferocidad de la represión. Las dimensiones de la crisis política, en la que las
grandes líneas de la reforma económica no fueron cuestionadas, llevaron a los dirigentes a implementar
una reforma de la reforma, en la que la lucha contra la corrupción fue uno de los temas centrales.
 La lenta independencia de la India:
En 1914 era evidente que el Imperio británico se hallaba en vías de disolución. No en vano las colonias de
poblamiento blanco (Canadá, Australia, Nueva Zelanda y Sudáfrica) habían obtenido un régimen de
autonomía, reconocido en la Conferencia Imperial de 1907 que, bajo el status de dominio, les permitía
contar con una legislación interna independiente y un ligero grado de autonomía en los procesos de toma
de decisiones referentes a la política exterior. Durante la guerra, el principal asunto colonial que ocupó al
Reino Unido fue el de la India que, años antes, en una época de máximo auge imperial, había ido
construyendo algunos de los resortes de su futura independencia. La cuota de gobierno indirecto era tan
importante que los llamados "príncipes locales" gobernaban de hecho, siempre bajo la tutela británica, la
mitad del subcontinente indio. La educación europea que durante generaciones habían recibido las élites
locales tuvo siempre como objeto implícito conseguir que la India fuese capaz de crear sus propias
instituciones británicas. En 1835 se introdujo de manera sistemática la educación occidental en la India.
Infinidad de pequeñas instituciones educativas y de universidades se fueron creando sin resistencias
significativas entre las capas hindúes de la población. Los grupos musulmanes, no obstante, recelaban de
la educación británica porque anulaba los valores que defendía su sistema sociorreligioso. En
consecuencia, los hindúes terminaron por asumir tareas burocráticas y las capas musulmanas fueron
relegadas de los principales centros de poder, fomentándose con ello una fragmentación social. En 1852,
representantes de todos los grupos religiosos, que se habían constituido en la Asociación de Bombay,
solicitaron al gobierno británico una mayor cuota de participación en la administración de la India. En 1857
se inició la que podría considerar- se la primera fase de la resistencia anticolonial: el levantamiento armado
de las unidades bengalíes del ejército británico que, una vez concluida la fase de expansión territorial
británica, contaban con escasos incentivos para mantener sus privilegios en el seno de la compleja
sociedad india. A pesar de que el ejército de nativos superaba ampliamente en número al británico,
fracasó. Los primeros elementos decisivos para la creación de un gobierno representativo fueron posibles
en 1861 con el Acta del Gobierno Indio. Los británicos tuvieron poca perspicacia para comprender el
poderoso cauce que se le abría al nacionalismo indio. El Congreso Nacional Indio, a pesar de que se
trataba tan sólo de una institución similar a un partido político y a que representaba a un estrato social
constituido por profesionales muy occidentalizados, fue el primer referente institucional que aunó la
voluntad política de los indios. Dado que la India nunca había sido una nación en el sentido de los
nacionalismos del siglo XÍX, sino un territorio muy diverso desde el punto de vista lingüístico, étnico y
cultural, unificado por la fuerza bajo el Imperio mongol, el proceso de unificación y de creación de un
Estado-nación surgiría precisamente de esta semilla de importación occidental. No obstante, al igual que
en otras regiones del mundo, el hecho nacional fue posible porque se daban las condiciones ideológicas y
materiales adecuadas. Una lengua común, el inglés, facilitaba la comunicación regional que hasta
entonces impedía la expresión de las más de doscientas lenguas existentes. Esta comunicación fue
acompañada de un desarrollo material vinculado a los procesos industriales que los británicos habían
exportado a la India. El ferrocarril, síntesis perfecta del desarrollo industrial y de las comunicaciones, fue el
vehículo esencial para este proceso de creación de una conciencia nacional india.
Sin embargo, antes de la guerra el gobierno seguía en manos británicas y la política económica de
Londres para la India era objeto de fuertes críticas. La pobreza en la que estaba sumida la mayor parte de
la población era escandalosa. Los recursos económicos del país se destinaban a mantener los propios
resortes de la dominación británica, al tiempo que los capitales fluían hacia la metrópoli. La India, además,
debía comprar las manufacturas textiles que Gran Bretaña le vendía, contemplando desde la impotencia la
ruina de su propia artesanía al ser incapaz de competir con los tejidos importados desde la metrópoli.
Cuando estalló la Primera Guerra Mundial las capitales de los distintos dominios expresaron su apoyo a la
causa británica, con el consecuente envío de tropas al frente. A cambio de su esfuerzo material y humano,
la India obtuvo del gobierno británico una declaración explícita que permitía un progresivo avance en las
pautas de autogobierno. La Declaración Montagu, en 1917, hacía pública esta manifestación de
agradecimiento y compromiso por parte del gobierno británico. Sin embargo, no queda ninguna duda
acerca de que la declaración hacía hincapié en el control metropolitano del proceso y dejaba escaso
margen al derecho de autodeterminación. Así pues, se mantenían aspectos de la legislación de
emergencia de tiempos de guerra y no se produjeron alteraciones sustanciales en el gobierno de la India,
de modo que el agradecimiento británico no pasó de ser una mera actitud formal.
La inquietud general, las huelgas (hartal), los disturbios y los ataques a algunos europeos condujeron a la
matanza de Amritsar (1919), localidad en la que las autoridades militares, sintiéndose desbordadas por
una situación de protesta que no esperaban ni quisieron comprender, lanzaron las tropas contra una
multitud de civiles de toda condición y edad que, pese a la prohibición explícita. Si el nacionalismo indio se
hallaba en una fase formativa, en la que la cooperación con los británicos era bien valorada, Amritsar
terminó con la moderación de algunos de los más importantes miembros del Congreso. Tras esta
matanza, las relaciones anglo-indias no volverían a ser iguales. Una nueva etapa iba a abrirse para la
India. En ella brillará el protagonismo de dos líderes carismáticos: el Mahatma Gandhi y el pandit Nehru,
este último, mano derecha del primero hasta su muerte en 1948, e impulsor del proceso democratizador y
modernizador de la India a partir de entonces. Ni Gandhi ni Nehru, que conocían bien los resortes de la
política británica, eran hostiles a muchas de las prácticas que los británicos introdujeron en la India,
gracias a las cuales se había puesto freno a algunas costumbres inhumanas. Ambos habían aceptado en
algún momento de su carrera política que la tutela británica en el camino hacia la independencia era
necesaria. Sin embargo, los dos supieron encontrar la forma de quebrar la que parecía inexpugnable
fortaleza de la administración colonial británica. Durante los años 20, las campañas de desobediencia civil
fueron el instrumento más efectivo con que contó Gandhi. La convocatoria de una acción de esta
naturaleza en abril de 1919 junto a los hechos de Amrítsar sirvieron para que los británicos se sintieran
más seguros con Gandhi en la cárcel. En 1922 fue sentenciado a seis años de prisión, aunque fue liberado
en 1924. La reducción de la condena obedeció a una reacción realista por parte de las autoridades
británicas, quienes hubieron de reconocer que se hallaban ante un personaje de gran calado nacional e
internacional. La doctrina de Gandhi afirmaba que la naturaleza injusta de algunas leyes hacía culpables a
quienes las obedecían. La transgresión de esas normas, sin violencia (el sufrimiento nunca debía ser
infligido al prójimo, sino que era mejor sufrirlo en carne propia), constituía una obligación para el individuo
si su conciencia así se lo dictaba. La lentitud con la que se desarrollaba la reforma política que los
británicos pretendían llevar a cabo en la India provocó una nueva oleada de protestas. La campaña de
desobediencia civil lanzada por Gandhi en 1930 tuvo como objetivo acabar con el monopolio británico
sobre la sal.
Por fin, en 1935 la ley conocida como Acta del Gobierno de la India consiguió plasmar las ansias de
autonomía de la colonia, reflejando igualmente la posición británica más progresista del momento, la de
Clement Attlee. Los conservadores, Winston Churchill y James Salisbury principalmente, hubieron de
aceptar que la India quedara organizada en once provincias con gobiernos autónomos, según un
planteamiento a todas luces federal. Gran Bretaña se reservaba aún los temas de defensa y de política
exterior. Se preveía la creación de un gobierno central para articular la administración de las provincias.
Los procesos electorales comenzaron a funcionar en las provincias indias, siendo el del Congreso el
partido más votado. En general, la ley de 1935 se puso en marcha con enormes dificultades. El estallido
de la Segunda Guerra Mundial sobrevino para Gran Bretaña cuando ésta no había terminado aún de
solucionar su problema colonial en la India. Para entonces el recelo de los líderes nacionales indios hacia
los intereses británicos era absoluto. Fruto de este recelo fue la omisión de apoyo bélico de la India a los
británicos. Antes bien, la nación en ciernes consideró la bélica una oportunidad de oro para alcanzar
definitivamente la independencia aprovechando la debilidad de Londres. Mientras los británicos hubieron
de ocuparse exclusivamente de defender sus posiciones en Europa, consiguieron que las negociaciones
con el Congreso Nacional Indio se mantuvieran en un compás de espera. Pero la apertura de los frentes
asiáticos en el momento en que Japón entró en guerra amenazando las posiciones coloniales europeas en
Asia cambió rotundamente la situación. El sudeste asiático estaba en poder de Japón, y la India parecía
convertirse en el siguiente objetivo nipón. El entonces primer ministro Winston Churchill, tradicionalmente
opuesto a la independencia, no tuvo más opción que enfrentarse a uno de los momentos de mayor
debilidad del Imperio en la India. En 1942, la India expresaba su voluntad de recibir el legado de su propio
autogobierno en la resolución aprobada por el Congreso panindio, más conocida como "Abandonar la
India", pero los británicos se apresuraron a arrestar a los líderes del Congreso. La guerra iba a ser ganada
por los británicos también en el sur de Asia sin un apoyo específico de la India, cuya fidelidad a Londres
era producto más bien de la inercia y del temor con los que se afrontaba la posibilidad de un nuevo control
colonial, el de Japón, si Gran Bretaña llegaba a perder en aquel escenario bélico. En 1945, la ausencia de
unidad y de entendimiento interno de la India se convertiría en el principal argumento de los británicos para
seguir demorando la independencia.
Las que mandaban el proceso de independencia eran las condiciones materiales: la guerra había
endeudado a Gran Bretaña como al resto de los países, y la coyuntura histórica, que volvía a situar en el
poder al Partido Laborista de Atlee, favorecía nuevamente la aceleración del proceso de independencia.
Sin proponérselo, Gran Bretaña se convertiría en el primer Estado europeo que abandonaba su más
importante posesión ultramarina tras la guerra. En 1947 el primer ministro británico anunció el retiro de la
India en junio del año siguiente. El traspaso de poderes se efectuó en realidad en el verano de 1947 y los
principados indios tuvieron que decidir su incorporación a la India o a Paquistán. Inmediatamente después
de ello, durante el otoño, se produjeron violentos estallidos en Bengala y el Punjab. Se calcula que
mientras cerca de cinco millones de hindúes huyeron de Paquistán hacia la India, una cantidad similar lo
hizo en sentido inverso. El magnicidio que acabó con la vida del propio Gandhi en enero de 1948, que
seguía luchando infructuosamente por detener la sinrazón que se había apoderado de la India, constituye
hoy el principal hito de la memoria histórica que recuerda los sucesos del Punjab en los momentos de la
retirada británica. Aunque en 1947 se había dado a las provincias la posibilidad de decidir acerca de su
pertenencia al nuevo Estado de la India o al de Paquistán, el gobierno indio se mostró reacio a aceptar la
decisión de Cachemira, con mayoría musulmana, de incorporarse al segundo, inaugurándose un período
de guerras que entorpeció la prosperidad de ambos Estados. Paquistán tuvo más dificultades que la India
para crear y sostener un sistema democrático, y en 1971 Paquistán Oriental se separó del Occidental.
3. El inicio de la historia poscolonial (1945-1955):
A) El orden internacional y las descolonizaciones:
B) La disolución del Imperio británico:
C) La crisis del Imperio francés. La retirada de Indochina:
4. De la revolución en Cuba a las independencias de África. Los años 60:
5. Los últimos retazos descolonizados:
6. Los pueblos afroasiáticos: la afirmación del Tercer Mundo:
CUESTIONES POLÉMICAS:
1. La descolonización: término y concepto:
2. La configuración política de África negra:
3. La peculiaridad asiática:

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