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Historia de las mujeres:

Hasta el siglo XX la historia se ha caracterizado por centrarse en el hombre, en


los grandes hombres públicos, en la historia política, en los grandes
acontecimientos, dejando marginada a las mujeres y su rol en la historia. El
lugar que supo ocupar la mujer en la historia fue circunscripto al ámbito
doméstico, teniendo un rol secundario con respecto al hombre, limitándose a
una serie de tareas como la de educadora, madre y esposa.

Sin embargo, frente a lo antedicho, cabe preguntarse la razón por la cual las
acciones de los hombres son un canon que representan la historia y las
acciones de las mujeres no lo son.

Es así entonces que la ciencia histórica se ha ocupado fundamentalmente de la


escena pública, en la cual las mujeres no son la mayoría, a ello se añade,
además, la creencia de que el modelo ideal de ser humano es el hombre. En
efecto, la ciencia histórica estuvo: “centrada en valores masculinos que
tomaron solo ciertos acontecimientos, procesos y movimientos como dignos de
un análisis histórico de manera exclusiva, volviendo casi “invisibles” o no
relevantes a las mujeres” (Peña. A, 2016)

Dora Barrancos en la misma línea, sostiene que la historia ha tenido como


protagonistas a los hombres en la escena pública, quedando la mujer ceñida al
marco hogareño, pese a ello destaca el papel de figuras del siglo XIX argentino
como Encarnación Ezcurra en la confederación Argentina, Mariquita Sánchez
de Thompson o mujeres que organizaban tertulias en el río de la plata, por
poner algunos ejemplos de mujeres destacadas.

A la hora de hacer historia de las mujeres no podemos concluir que una mujer
produce una historiografía distinta a la del hombre: “La historia de las mujeres,
al igual que todas las demás historiografías, debe cumplir con los rigores que
impone la disciplina de Clío: respeto a la contextualización, buen manejo de
aparato crítico, análisis pertinente de las fuentes, rechazo del anacronismo”
(Peña. A, 2016)

Una de las problemáticas más deliberadas en torno a la historiografía de las


mujeres es la de la autonomía respecto a la historia global. Hay dos visiones
respecto a ello: la que afirma que la historia de las mujeres es una historia
separada y autónoma; y la que se basa en las mujeres y procura relacionarse
con el proceso social global.

La postura radical de edificar una historia autónoma de las mujeres es limitada,


sus flaquezas son: no cuestionar las estructuras de la disciplina, no
contextualizar sus interpretaciones y no obligar a una reinterpretación de las
explicaciones existentes con base en nuevas pruebas, sino que por
contraposición aísla a las mujeres del grupo. Como sostiene Peña: “… se
busca lograr un análisis histórico centrado en las mujeres, pero dentro de una
concepción de la historia total que considere no solo las estructuras
económicas, sociales y políticas tradicionales, sino también las dimensiones de
la esfera privada, la familia, la sexualidad, la reproducción, la cultura femenina,
la salud, el trabajo doméstico, la socialización de los hijos, etc. (Peña. A, 2016)

La historia de las mujeres estuvo vinculada con el desarrollo que tuvo la historia
social en el siglo XX. En un primer momento, la conformación de la Escuela
Francesa de Annales (1929), asimismo, las contribuciones del marxismo y el
desarrollo de las ciencias sociales permitieron una apertura hacia métodos,
temas y cuestiones que superan al positivismo político, reconociendo como
campos de la historiografía, a la sociedad, a la economía, a la cultura.

Otro aporte sustantivo hacia los años sesenta, fue el de la llamada nueva
historia, que empleó de manera multidisciplinaria, los métodos y técnicas de las
ciencias sociales, a la par que centró su interés en los procesos sociales de las
masas, más que en la élite y buscó la experiencia histórica de los grupos
subalternos tales como: campesinos, obreros, mujeres, maestros, etc.

Ha de señalarse, por último, las olas de feminismo que contribuyeron a poner


de manifiesto la situación de la mujer. La primera ola feminista se desarrolló
durante el siglo XIX e inicios del XX. Se destacan los movimientos de Inglaterra
y Estados Unidos, contando entre sus objetivos abogar por sus derechos
femeninos en el matrimonio y el derecho a sufragar. En el siglo XX, asimismo,
hay una segunda y tercera ola que continuaron reclamando derechos civiles y
políticos, y en el siglo XXI aparece una cuarta ola.

La historia de las mujeres en sus comienzos tuvo como propósito rescatar sus
experiencias colectivas e históricas, intentando visualizar su papel como
agentes sociales. Sin embargo, lo que se hizo fue ponderar a las mujeres
notables y considerar a la mujer como elemento accesorio de los movimientos
sociales. Ello lo que generó fue; por un lado, poner a la mujer en papel de
víctima; y por el otro, en el papel de protagonista, no obstante, lo que faltó fue
ahondar en las complejas relaciones y cambios que vivieron en las sociedades
pasadas, haciendo una historia social en toda su complejidad.

La vitalización que tuvo la historia de las mujeres conllevó a que se


desarrollase una historia de género. El género es entendido como herramienta
analítica y categoría sociocultural que ayuda a descubrir las relaciones entre
seres y grupos humanos que antes fueron omitidos.

La herramienta analítica mencionada: “establece que las relaciones entre los


sexos no están determinadas por lo biológico, sino por lo social y, por tanto,
son históricas. La relación construida en la historia entre los hombres y las
mujeres no podía limitarse ni a la sexualidad ni al reduccionismo biológico que
la palabra sexo sugiere. Por lo que, superando esta limitante biologista, el
género hace visibles las formas concretas, múltiples y variables de la
experiencia, valores, costumbres y tradiciones, de las actividades y
representaciones sociales de los hombres y de las mujeres” (Peña.A. 2016)

En efecto, lo que sostiene la autora es que el sexo es una construcción social


que debe llevar a cabo el sujeto.
Los elementos constitutivos de la perspectiva de género son: la oposición
hombre-mujer como problemática, la representación simbólica, el lenguaje, la
marginalidad de la posición femenina en las estructuras sociales y la crítica a la
sedicente asepsia positivista. Lo que se procura es problematizar las relaciones
de género en un determinado contexto histórico, social, económico y político,
en condiciones materiales y reales de existencia, inmersas en la historia
general, pero también en la subjetiva y personal.

Ha de destacarse que actualmente el género comprende diversos tipos de


estudios: de mujeres; de las relaciones socioculturales entre los sexos; de las
masculinidades y de la diversidad sexual; investigaciones que versan sobre la
organización social de las relaciones entre hombres y mujeres; las
microtécnicas de poder manifestadas en la dominación masculina y la
subordinación femenina; las formas en que se construyen identidades
subjetivas y las aspiraciones individuales.

La teoría de género revoluciona desde el punto de vista no binario de la


sexualidad, en donde el sujeto se construye a si mismo según como se
autopercibe y a partir de ahí se puede vislumbrar la necesidad del estudio
sobre las nuevas masculinidades y femineidades, aportando así nuevas
herramientas para el abordaje y construcción de la historia.

Como interrogante final cabe preguntarse por qué la historia de las mujeres
pese a haber obtenido legitimidad y visibilidad se la sigue marginando.

El hecho de que se escriban historias de mujeres no significa que termine el


problema de la invisibilidad, sino que marca la génesis para una mayor
reflexión teórica y metodológica.

Hoy en día es imposible escribir historias que no incluyan a las mujeres como
sujetos sociales del cambio histórico y como objeto de consideraciones
políticas. La historiografía sobre las mujeres en el siglo XX ha abierto un
camino muy importante, sin embargo, aún hay mucha reticencia y queda
mucho trabajo por realizar para incluir y considerar a la mujer como un actor
social de cambio que al igual que el hombre es un sujeto histórico que
conforma el entramado social.

El legado de la historia política, y del historicismo ha sido muy grande y ha


dejado una gran huella y si bien es cierto que, en el siglo XX, la escuela
francesa de annales, el marxismo, la nueva historia han considerado a los
grupos subalternos, incluidos entre ellos a las mujeres, aún persiste el
problema de la invisibilidad de la mujer, fruto del vestigio de la historia
tradicional.

Por otro lado, todavía siguen ocurriendo desigualdades en la microesfera a


nivel social, como la violencia de género y las desigualdades laborales que
contribuyen a la invisibilización de la mujer en la historia, quitándole
protagonismo de la escena pública, por tener que preocuparse por estas
problemáticas antes mencionadas, a los que el sistema tradicional no les
encuentra solución.

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