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1
C. García Gual, Introducción a la mitología griega, Madrid, 1992, p. 21.
te a una sociedad sin civilizar2. En una sociedad no civilizada los hombres luchan
de una manera descontrolada y predomina la simple fuerza bruta; en una sociedad
civilizada incluso la fuerza física se encuentra sometida al control de unas normas3,
que permiten que la fuerza bruta pueda ser controlada y dominada por la inteligencia
y la habilidad, manifestadas en el dominio de unas técnicas.
Esta oposición entre una sociedad sin civilizar, que no conoce la práctica el de-
porte, y una sociedad civilizada, que practica el deporte de manera organizada4, se
encuentra ya en los poemas homéricos, y en ellos se hace especialmente elocuente
en el contraste que establece el poeta entre el país de los cíclopes y el de los feacios.
El de los cíclopes es un mundo precivilizado5, que no conoce leyes e ignora incluso
la vida en comunidad, requisito indispensable para que un griego pueda hablar de
civilización: “Y llegamos a la tierra de los cíclopes, prepotentes y salvajes … No
tienen ellos ni asambleas ni normas legales, sino que habitan las cumbres de altas
montañas, en cóncavas grutas, y cada uno impone sus leyes a sus hijos y mujeres, y
no se cuidan los unos de los otros” (Od. 9.106-115)6. En consecuencia, los cíclopes
tampoco conocen una actividad civilizada como la práctica del deporte. En cambio,
las competiciones deportivas organizadas desempeñan un papel importante en la
sociedad de los feacios, un pueblo que, a causa de estar gobernado por reyes justos
y disfrutar de una buena y bien desarrollada organización social (cf. Od. 7.11 y 71-
72), puede vivir felizmente, aunque apartado del resto de los hombres. Y este idílico
pueblo civilizado, y sus reyes Alcínoo y Arete, no encuentran mejor modo de agasa-
jar a su huésped Ulises que organizar en su honor un banquete y celebrar unas com-
peticiones deportivas (Od. 8.97 ss.)7, que son contempladas por “un inmenso gen-
2
La relación entre deporte y civilización es un tema muy debatido en las últimas décadas entre antro-
pólogos y sociólogos. Cf. E. Dunning & C. Rojek (eds.), Sport and leisure in the civilizing process:
critique and counter-critique, Basingstoke-London, 1992; y, para el mundo antiguo, I. Weiler, Der
Sport bei den Völkern der Alten Welt, Darmstadt, 1981, pp. 35-38. Véase, en general, J. Huizinga,
Homo ludens, Madrid, 1972; J. Ortega y Gasset: “El origen deportivo del Estado” (1946), en
Obras completas, Madrid, 1996, II 607-624.
3
Sobre el significado e importancia de la reglamentación en las ideas de los griegos sobre el deporte,
véase J.L. Navarro González, “Los juegos en Grecia: el nacimiento de un mito”, en F. García
Romero & B. Hernández García (eds.), In corpore sano. El deporte en la Antigüedad y la creación
del moderno olimpismo, Madrid, 2005, pp. 15-29.
4
Cf. F. García Romero, “Le sport dans les utopies grecques anciennes”, en P. Dietschy, Ch. Vivier,
J.F. Loudcher & J.N. Renaud (eds.), Sport et idéologie. Actes du VIIe Congrès International du
CEHS, Besançon, 2003, volume «Session Spéciale Olympique», pp. 9-17 (versión italiana: “Utopie
greche. La pratica sportiva nelle città ideali dell’antichità”, Nausica e Lancillotto, 28 [2003] 8-15).
5
Cf. D. Konstan, “An anthropology of Euripides’ Kyklops”, en J.J. Winkler & F.I. Zeitlin (eds.),
Nothing to do with Dionysos? Athenian drama in its social context, Princeton, 1990, pp. 207-227.
6
Las traducciones de Odisea son de C. García Gual, Madrid, 2005.
7
Sobre ellas, además de los numerosos libros de conjunto sobre deporte griego antiguo, pueden con-
Mitos del Deporte Civilizador 141
tío, incalculable” (vv. 109-110) y en las que los hombres pueden exhibir de manera
reglamentada, y por lo tanto civilizada, su plenitud física: “Salgamos ahora -dice
Alcínoo (8.100-103)- y practiquemos todos los juegos atléticos, para que cuente el
huésped a sus amistades, al regresar a casa, cuánto aventajamos a los demás en los
golpes, la lucha libre, los saltos y las carreras”; “pues no hay timbre de gloria mayor
para un hombre mientras vive” -asegura el hijo del rey en vv. 147-148- “que aquello
que logra con sus pies o sus propias manos”.
La antítesis barbarie-civilización expresada mediante la oposición entre la fuer-
za bruta y la fuerza controlada por el dominio de unas técnicas y sometida a unas
reglas, se explica en primer lugar a través del mito. Y se expresa en concreto, como
ha puesto de manifiesto Ingomar Weiler8, a través de los mitos en los que los héroes
griegos hacen uso de su dominio de las técnicas de diversas disciplinas deportivas
para enfrentarse y derrotar a bárbaros incivilizados que únicamente pueden oponer
su descomunal fuerza bruta. La estructura general de estos relatos míticos suele ser
la misma: terroríficos monstruos u hombres incivilizados y salvajes siembran el te-
rror asesinando a inocentes, retan al héroe a una competición deportiva, éste vence, y
la derrota del malvado supone el triunfo de la civilización sobre la barbarie, haciendo
del mundo un lugar mejor, más pacífico y más justo, más civilizado en suma.
Por supuesto, estos relatos míticos tienen en primer lugar como protagonista al
héroe civilizador por excelencia, Heracles9, que no en vano es también el patrón de
los deportistas en Grecia y Roma. Y lo es no sólo por su fuerza física, sino también
porque es un héroe civilizador y el deporte significa civilización. Por eso no es en
absoluto extraño que los combates de Heracles contra monstruos y hombres salvajes
e incivilizados aparezcan muy frecuentemente presentados en la tradición griega
antigua como una competición deportiva, tanto en los testimonios escritos como en
la iconografía. Es la norma, por ejemplo, para la lucha entre Heracles y el gigan-
sultarse: J. Goehler, “Ein Sportfest bei den Phaiaken”, Gymnasium, 56 (1959) 196-200; E. Kor-
nexl, Leibesübungen bei Homer und Plato, Frankfurt am Main, 1967; K. Willimczik, Leibesübun-
gen bei Homer, Stuttgart, 1969; D.G. Kyle, “Non-competition in Homeric sport; spectatorship and
status”, Stadion, 10 (1984) 1-19.
8
Der Agon im Mythos. Zur Einstellung der Griechen zum Wettkampf, Darmstadt, 1974; en pp. 6-7 lee-
mos: “Die Hellenen-Barbaren-Antithese impliziert schon die Vorstellung, daβ eben nur der Hellene
Sport treibe, während der Barbar den Inbegriff roher Körpergewalt darstelle … Im Mythos spiegelt
sich diese Gegenüberstellung vor allem dort wieder, wo er ‘sportlich geübte griechische Helden der
rohen Gewalt der Barbaren entgegenstellte’ [J. Jüthner]”. El tema es tratado sobre todo en pp. 129 ss.
9
Weiler, Der Agon, pp. 129 ss.; G.K. Galinski, The Herakles theme, Oxford, 1972, p. 29; C. Bonnet
& C. Jourdain-Annequin (eds.), Héraclès. D’une rive à l’autre de la Méditerranée, Bruxelles-
Roma, 1992; C. Bonnet, C. Jourdain-Annequin & V. Pirenne-Delforge (eds.), Le bestiaire de
Héraclès, Liège, 1998; E. Stafford, Herakles, Oxford-New York, 2012; F. Santi, “Eracle, eroe
delle Panatenee”, Archeologia Classica 58 (2007), p. 39.
142 Fernando García Romero
est claire: très grande taille d’Antaios (1.3.16.30.29); barbe et cheveux longs du
Barbare (1.2.3.5.7.8, etc.); corps velu (29); une fois (27), il utilise des pierres pour se
défendre”. Sobre este punto volveremos más adelante cuando hablemos de Ámico.
También es frecuente la representación en términos deportivos de otros “traba-
jos” de Heracles15. De hecho, no deja de ser significativo que la palabra empleada
en griego para designar los “trabajos” del héroe sea la misma (ἆθλα) que designa
las pruebas deportivas. El combate contra el león de Nemea es un buen ejemplo.
Normalmente es representado por los testimonios iconográficos en términos seme-
jantes a un combate de lucha deportiva, pero hay algunos casos en los cuales tal
representación resulta especialmente llamativa, como en un vaso de figuras rojas
del “pintor de Andócides”, datado hacia 520 y conservado en el Museo Británico (B
193)16, que muestra a Heracles derribando al león mediante el recurso a una técnica
de la lucha deportiva llamada ἀνατροπή, frecuentemente documentada por la icono-
grafía deportiva y consistente en voltear al rival sobre el hombro para hacerlo caer
de espaldas. Baquílides (XIII 44 ss.)17 va más allá y presenta el combate de Heracles
contra el león como el origen mítico de la prueba deportiva denominada pancracio
en los Juegos Nemeos18, insistiendo en el papel de Heracles como héroe civilizador
(“pondrá fin a su altanera soberbia, haciendo cumplir la justicia a los mortales”)19 y
en el hecho de que “for all its savagery, the pankration, too, is … part of a civilized
institution, an application of τέχνη (v.49 [παντοίαισι πέχναις])”20.
15
Por ejemplo, la lucha con Triton; véase el vaso del “pintor de Villa Giulia M482”, de ca.520-500,
Atenas, MAN 446, recogido en Το πνεύμα και το σώμα. Οι αθλητικοί αγώνες στην αρχαία Ελλάδα,
Αθήνα, 1989, no 28. Cf. R. Glynn, “Herakles, Nereus and Triton”, AJA, 85 (1981) 121-132; K.
Danale-Giole, “Η πάλη του Ηρακλή και του Τρίτωνα στα Αθηναϊκά μελανόμορφα αγγεία”, ADelt,
41 (1996) 331-339; Weiler, Der Agon, pp. 143 ss.
16
Es la figura 1883 de W. Felten, “Herakles”, en LIMC V, Zürich-München, 1990, pp. 17-34.
17
“‘Pondrá fin a su altanera soberbia, haciendo cumplir la justicia a los mortales’. ¡Qué brazo duro
para el cuello lanza el descendiente de Perseo sobre el sanguinario león con toda clase de habilida-
des! <Pues> el reluciente bronce que domeña a los mortales <no> quiere <penetrar> a través de su
cuerpo inabordable, sino que <se dobló> hacia atrás <la espada>. En verdad, afirmo que un día <en
este lugar> por conseguir las coronas del pancracio sudorosa fatiga tendrán los griegos”.
18
Cf. U. von Wilamowitz-Moellendorff, “Rezension von The poems of Bacchylides”, en W.H. Cal-
der & J. Stern (eds.), Pindaros und Bakchylides, Darmstadt, 1970 (original de 1898), p. 331; F.
García Romero, Estructura de la oda baquilidea: estudio composicional y métrico, Madrid, 1987,
pp. 763 ss. En general, G. Doblhofer, W. Petermandl & U. Schachinger, Ringen, Wien-Köln-
Weimar, 1998, pp. 424-425.
19
Cf. D. Fearn, Bacchylides. Politics, performance, poetic tradition, Oxford, 2007, p. 148.
20
D.C. Cairns, Bacchylides. Five Epinician Odes, Cambridge, 2010, p. 301. Cairns recuerda al res-
pecto el poema dedicado por Calímaco a la victoria de Berenice en Nemea (cf. Th. Fuhrer, “Ca-
llimachus’ Epinician Poems”, en M.A. Harder, R.F. Regtuit & G.C. Wakker (eds.), Callimachus,
Groningen, 1993, pp. 79-97).
144 Fernando García Romero
21
εἰσὶ δὲ οἳ τὸ παγκράτιον ἀπαρχαίζοντες καὶ τὸν Θησέα φασὶ τῷ Μινωταύρῳ παγκρατιαστικῶς
ἀγωνίσασθαι. Cf. G. Doblhofer & P. Mauritsch, Pankration, Wien-Köln-Weimar, 1996, p. 211.
22
τοῦτο δέ φησιν, ἐπειδὴ πρότερον ὁ Θησεὺς Ἀθηναῖος ὢν εὗρε παγκράτιον ἄνευ μυρμήκων· ἡνίκα
γὰρ ἐν τῷ Λαβυρίνθῳ ἐξησθένει πρὸς τὴν ἰσχὺν τοῦ Μινωταύρου, παγκρατίῳ αὐτὸν διαπαλαίων
περιγέγονεν· οὐ γὰρ εἶχε μάχαιραν· καὶ οὕτως ἐνομίσθη εὑρετὴς τῆς πυγμῆς.
23
Weiler, Der Agon, pp. 153 ss. Para los testimonios iconográficos, véase J. Neils, “Theseus”, en
LIMC VII, Zürich-München, 1994, pp. 922-951, con las figuras 123 ss.
24
Véase también schol. in Pl. Lg. VII, 796a: τὴν μὲν ἀπὸ χειρῶν πάλην ἐξεῦρε Θησεύς, τὴν δ᾿ ἀπὸ
σκελῶν Κερκύων, Βράγχου καὶ Ἀργιόπης νύμφης· πρὸς τοῦτον τὸ πέμπτον ἆθλον ἐν Ἐλευσῖνι παλαίων
διηγωνίσατο Θησεύς. οὗτος γὰρ τοὺς παριόντας ἠνάγκαζε παλαίειν, καὶ παλαίων ἀνῄρει. Θησεὺς δὲ
μετέωρον αὐτὸν ἀράμενος ἔρριψεν εἰς γῆν καὶ ἀπέκτεινεν (“El uso de los brazos en la lucha lo inventó
Teseo, mientras que el uso de las piernas Cerción, hijo de Branco y de la ninfa Argíope. El quinto trabajo
de Teseo en Eleusis consistió en competir contra él en la lucha; porque Cerción obligaba a luchar a los
que pasaban, y luchando los mataba. Y Teseo lo levantó en vilo y lo arrojó al suelo, dándole muerte”);
cf. schol. in Luc. Iov. trag. 21 (texto semejante al de Pausanias); schol. in Pi., N. 5.59b.
25
εἶναι δὲ ὁ Κερκύων λέγεται καὶ τὰ ἄλλα ἄδικος ἐς τοὺς ξένους καὶ παλαίειν οὐ βουλομένοις …
Mitos del Deporte Civilizador 145
λέγεται δὲ ὁ Κερκύων τοὺς καταστάντας ἐς πάλην διαφθεῖραι πλὴν Θησέως, Θησεὺς δὲ κατεπάλαισεν
αὐτὸν σοφίᾳ τὸ πλέον· παλαιστικὴν γὰρ τέχνην εὗρε Θησεὺς πρῶτος καὶ πάλης κατέστη ὕστερον ἀπ᾿
ἐκείνου διδασκαλία· πρότερον δὲ ἐχρῶντο μεγέθει μόνον καὶ ῥώμῃ πρὸς τὰς πάλας.
26
Neils, figs. 104 (ánfora de Nueva York, MMA 41.162.101, de ca.480), 117 ss.
27
Cf. P.A. Bernardini, “Mythe et Agon: Héraclès, fondateur des Jeux Olympiques”, en R. Renson et
alii (eds.), The Olympic Games through the ages, Athens, 1991, pp. 13-22; J. Jouanna, “La fonda-
tion des Jeux Olympiques chez Pindare”, Ktema, 27 (2002) 105-118.
28
E. Simon, “Theseus and Athenian festivals”, en J. Neils (ed.), Worshipping Athena: Panathenaia
and Parthenon, Madison, 1996, pp. 9-26 (véase también pp. 95-96 de la contribución de A.L.
Boegehold en el mismo volumen).
29
Weiler, Der Agon, pp. 174 ss. En una inscripción de Olimpia (IvO no 174.2) las técnicas del boxeo
son llamadas “las normas de Pólux” (τὸν Πολυδεύκειον…νόμον).
30
C. García Gual, Diccionario de mitos, Barcelona, 20042, p. 198.
146 Fernando García Romero
36
En el poema de Apolonio, Ámico es descrito desde el principio como “altanero … el más soberbio de
los humanos … lleno de orgullo”, y en los vv. 37 ss. se ofrece la siguiente semblanza de ambos con-
tendientes, en la traducción de García Gual: “Ni en estatura ni en talle se asemejaba el aspecto de uno
al del otro. Sino que el uno parecía un hijo monstruoso del destructor Tifón y de la propia Gea … y el
Tindárida, en cambio, era semejante a una estrella celeste, cuyos destellos son de la mayor hermosura al
aparecer a través del atardecer oscuro”. En la posterior descripción del combate, Apolonio, aunque en
menor medida que Teócrito, hace también evidente que es la inteligencia y el dominio de las técnicas del
boxeo por parte de Pólux lo que le da la victoria sobre la incontrolada brutalidad de Ámico.
37
ἔνθα δ᾿ ἀνὴρ ὑπέροπλος ἐνήμενος ἐνδιάασκε, / δεινὸς ἰδεῖν, σκληρῇσι τεθλασμένος οὔατα πυγμαῖς·
/ στήθεα δ᾿ ἐσφαίρωτο πελώρια καὶ πλατὺ νῶτον / σαρκὶ σιδηρείῃ, σφυρήλατος οἷα κολοσσός· / ἐν
δὲ μύες στερεοῖσι βραχίοσιν ἄκρον ὑπ᾿ ὦμον / ἔστασαν ἠΰτε πέτροι ὀλοίτροχοι οὕστε κυλίνδων /
χειμάρρους ποταμὸς μεγάλαις περιέξεσε δίναις. Cf. vv. 91 ss., 97, 112-113; también A.R., II 1 ss.;
Val. Flacc., Argon. 4.99-343.
38
G. Beckel, “Amykos”, en LIMC I, Zürich-München, 1981, pp. 738-742; Del Corno, “Il satiro”.
39
Roma, Villa Giulia 24787, de ca.330-310 (no 5 Beckel). La insistencia en el aspecto salvaje de Ámico es
también evidente en un espejo de Preneste de hacia 300 a.C. (no 13 Beckel), y en una hidria del “pintor
de Ámico” (no 11 Beckel). “In diesen Bildern ist Amykos gewöhnlich – im Gegensatz zum jugendlichen
Polydeukes – durch struppiges Haar und wilden Bart charakterisiert”, afirma Beckel, “Amykos”, p. 742.
148 Fernando García Romero
lucha deportiva, le es atribuida (cf. D.S., V 75.3: εἰσηγητὴν δ᾿ αὐτὸν καὶ παλαίστρας
γενέσθαι; schol. in Pi., O. 6.134e: ἐναγώνιος ὁ θεὸς…ἢ ὅτι τῆς πάλης εὐρέτης; Phi-
lostr., Gym. 16). Hermes es, en efecto, el protagonista de otro “mito del deporte
civilizador”, ligado a la invención mítica de la lucha deportiva y a la creación de la
palestra, que conocemos por la explicación de la voz πάλη en el Etymologicum Mag-
num: “Viene de Palestra, la hija de Pándoco [“el que a todos acoge”], el cual vivía
en un cruce de caminos y mataba a quienes se hospedaban en su casa. Hermes se
hospedó en ella y acabó con su vida, siguiendo los consejos de Palestra”40. También
en relación con Hermes, Horacio (Carm. I 10.1 ss.) recoge la idea de que el deporte
es signo de civilización cuando invoca al dios en los siguientes términos: “Mercu-
rio, elocuente nieto de Atlante, que habilidoso puliste las rudas costumbres de los
primeros humanos con la palabra y el ejercicio de la engalanada palestra”41. Como
símbolos de la civilización el poeta de Venusia cita el don de la palabra y, una vez
más, la práctica organizada del deporte en gimnasios y palestras.
También Apolo es protagonista de un relato mítico en el que la oposición civiliza-
ción/barbarie se presenta bajo la forma de una competición deportiva, la cual acaba con
la victoria del dios que representa la civilización sobre el salvaje asesino de inocentes.
En las proximidades de Delfos se ubicaba el combate pugilístico que enfrentó a Apolo
y Forbante, un hombre brutal que, como Anteo, Ámico, Cerción o Pándoco, obliga-
ba a los viajeros que se dirigían a Delfos a entablar con él un combate, de boxeo en
este caso42. Por supuesto, ese enfrentamiento acababa sistemáticamente con la derrota
y muerte de los obligados boxeadores, hasta que la intervención directa de Apolo43
pone fin a los desmanes de Forbante, según la noticia transmitida por los escolios a
Il. 23.660 (II 267, 27 Dindorf), que indican además que el tema era tratado en el ciclo
épico (Aethiopis, fr.4 Bernabé): “Forbante fue el más viril de los hombres de su tiempo,
pero era arrogante. Practicó el boxeo y obligaba a quienes pasaban a mantener con él
40
ἀπὸ τῆς Παλαίστρας θυγατρὸς Πανδόκου οἰκοῦντος ἐν τριόδῳ, καὶ τοὺς καταγομένους παρ᾿ αὐτῷ
ἀναιροῦντος· ὃν ῾Ερμῆς καταχθεὶς ἐφόνευσεν ὑποθήκῃ τῆς Παλαίστρας. Cf. H. Usener, “Der Stoff
der griechischen Epos”, recogido en Kleine Schriften, Cambridge, 2010, IV 230-231 (original de
1897); O. Schönberger, Philostratos. Die Bilder, Würzburg, 2004, p. 472; R.L. Fowler, Early
Greek Mythography, Oxford, 2013, II 533-534. En Philostr., Im. II 32, Palestra es hija de Hermes.
41
Mercuri, facunde nepos Atlantis, / qui feros cultus hominum recentum / voce formasti catus et de-
corae / more palaestrae.
42
Hemos tratado el tema con mayor detenimiento en “Su Forbante, pugile o lottatore”, en Ch. Ulf & P.
Mauritsch (ed.), Kultur(en). Formen des Alltäglichen in der Antike. Festschrift für Ingomar Weiler
zum 75. Geburtstag, Graz, 2013, pp. 445-456. Cf. Weiler, Der Agon, pp. 135 n. 29 y 173-174.
43
Para Apolo boxeador, véase Plu. Quaest. Conv. VIII 4.4, 724b; Paus. V 7.10. Cf. Weiler, Der Agon,
pp. 173-174; G. Doblhofer & P. Mauritsch, Boxen, Wien-Köln-Weimar, 1995, p. 168; F. Graf,
Apollo, London-New York, 2009, pp. 29, 117 y 121.
Mitos del Deporte Civilizador 149
un combate y los mataba; y por su gran arrogancia quería ser en todo igual a los dioses.
Por eso Apolo se presentó allí, le hizo frente y lo mató. A partir de ese suceso el dios
fue considerado patrono del boxeo. La historia se encuentra en los poemas del ciclo”44.
En las Metamorfosis de Ovidio (11.413-141) hay una muy breve alusión a la
salvaje conducta de Forbante. Pero la descripción más precisa la debemos a Filóstra-
to, pues el combate entre Apolo y Forbante es el tema de una de las 65 pinturas que
describe en sus Imágenes (II 19). En el relato de Filóstrato aparecen todos los rasgos
que caracterizan estos enfrentamientos míticos en los que el salvaje incivilizado y el
dios (o héroe) civilizador sostienen un combate basado en una disciplina deportiva.
Desde el comienzo de la descripción se insiste en el carácter no civilizado de los
flegios, el pueblo sobre el que reina Forbante: no habitan ciudades (el ámbito propio
de la civilización y también de la práctica del deporte, como comentamos al comien-
zo), sino que viven en tiendas de campaña (σκηνοῦσι δ᾿ ἐπ᾿ αὐτῷ Φλεγύαι βάρβαροι
πόλεις οὔπω ὄντες); y el propio Forbante vive apartado de los demás, sobre un árbol,
y se dedica al bandidaje (II 19.2: λῃστεύει δὲ τῶν ἄλλων Φλεγυῶν ἀποτάξας ἑαυτόν·
τὴν γὰρ δρῦν, ὦ παῖ, ταύτην οἶκον πεποίηται), impidiendo que lleguen a Delfos los
peregrinos que cruzan sus dominios (II 19.1: τὴν γὰρ εὐθὺ Φωκέων τε καὶ Δελφῶν
ὁδὸν κατασχὼν οὔτε θύει Πυθοῖ οὐδεὶς ἔτι οὔτε παιᾶνας ἀπάγει τῷ θεῷ, χρησμοί τε
καὶ λόγια καὶ ὀμφαὶ τρίποδος ἐκλέλειπται πάντα).
En la descripción física de Apolo y de Forbante y en la narración del comba-
te pugilístico que sostienen, reencontramos los rasgos esenciales que hemos desta-
cado cuando nos referimos al enfrentamiento entre Pólux y Ámico tal como lo relata
Teócrito, y que, más en general, son motivos tópicos en los mitos que estamos co-
mentando. Al igual que Ámico, Forbante es descrito por Filóstrato como un hombre
grande de estatura y muy feroz de comportamiento, motivos por los cuales los fle-
gios lo eligieron rey (ΙΙ 19.1: οἱ δὲ πυκτεύοντες τόν τε οἶμαι Ἀπόλλωνα ὁρᾷς, ὁ δ᾿ αὖ
Φόρβας ἐστίν, ὃν ἐστήσαντο οἱ Φλεγύαι βασιλέα, ἐπειδὴ μέγας παρὰ πάντας οὗτος
καὶ ὠμότατος τοῦ ἔθνους). Al igual que Ámico, Forbante es arrogante y fanfarrón (II
19.3), y Filóstrato subraya especialmente su comportamiento salvaje y la despiadada
crueldad con la que trata a los cadáveres de sus víctimas, cuyas cabezas cuelgan
sanguinolentas del roble en el que habita (II 19.2): “Entre quienes se dirigen al san-
tuario, Forbante coge a ancianos y niños y los envía al pueblo de los flegios, para que
los despojen y pidan un rescate por ellos. En cambio, con los hombres más fuertes se
enfrenta, y a unos los derrota en la lucha, a otros aventaja en la carrera, a otros vence
44
Φόρβας ἀνδρειότατος τῶν καθ᾿ αὑτὸν γενóμενος, ὑπερήφανος δέ, πυγμὴν ἤσκησεν, καὶ τοὺς μὲν
παριόντας ἀναγκάζων ἀγωνίζεσθαι ἀνῄρει, ὑπὸ δὲ τῆς πολλῆς ὑπερηφανίας ἠβούλετο καὶ πρὸς
τοὺς θεοὺς τὸ ἴσον φρόνημα ἔχειν. διὸ Ἀπόλλων παραγενόμενος καὶ συστὰς αὐτῷ ἀπέκτεινεν
αὐτόν. ὅθεν ἐξ ἐκείνου καὶ τῆς πυκτικῆς ἔφορος ἐνομίσθη ὁ θεός· ἡ ἱστορία παρὰ τοῖς κυκλικοῖς.
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en el pancracio o en el lanzamiento del disco, y luego corta sus cabezas y las cuelga
del roble y vive bajo esa sangría; las cabezas penden putrefactas de las ramas, y unas
las ves secas y otras frescas, y otras muestran sólo el cráneo, enseñando los dientes
y dando la impresión de que se lamentan cuando el viento sopla hacia ellas”45. En
marcadísimo contraste, la pintura que describe Filóstrato presenta al dios Apolo con
rasgos que recuerdan al Pólux de Teócrito y Apolonio: un hermoso adolescente de
largos y cuidados cabellos, mirada luminosa y sonrisa en el rostro (II 19.3: ἥκει ὁ
Ἀπόλλων εἰκάσας ἑαυτὸν μειρακίῳ πύκτῃ. καὶ τὸ μὲν τοῦ θεοῦ εἶδος ἀκειρεκόμης, ὦ
παῖ, γέγραπται καὶ τὰς χαίτας ἀνειληφώς, ἵνα εὐζώνῳ τῇ κεφαλῇ πυκτεύῃ, ἀκτῖνες δὲ
ἀπανίστανται πέριξ τοῦ μετώπου καὶ μειδίαμα θυμῷ συγκεκραμένον ἡ παρειὰ πέμπει,
βολαί τε ὀφθαλμῶν εὔσκοποι καὶ συνεξαίρουσαι ταῖς χερσίν). Y, como en el caso
del combate entre Pólux y Ámico, el dominio de las técnicas boxísticas por parte de
Apolo (II 19.4: τὸ γὰρ ἐμβεβληκὸς τῆς δεξιᾶς ἐνεργὸν ἔτι δηλοῖ τὴν χεῖρα καὶ οὔπω
καταλύουσαν τὸ σχῆμα, ᾧ ᾕρηκεν) derrota estrepitosamente la fuerza bruta de For-
bante, que acaba ensangrentado a los pies del dios (κεχώρηκε δὲ εἰς κρόταφον αὐτῷ
τὸ τραῦμα καὶ τὸ αἷμα ὥσπερ ἐκ πηγῆς ἐκδίδοται; cf. Theoc. XXII 124-125, 128 ss.),
conservando aún su aspecto feroz y salvaje (γέγραπται δὲ ὠμὸς καὶ συώδης τὸ εἶδος).
En fin, otro de estos “mitos del deporte civilizador” es presentado por la tradición
(Pi., O. 1) como origen de los Juegos Olímpicos. Me refiero a la carrera de carros
entre Enómao y Pélope46. Enómao desafiaba a los pretendientes de su hija Hipo-
damía a competir con él en una carrera de cuadrigas, que acababa invariablemente
con la derrota y muerte del aspirante47, cuya cabeza cortaba Enómao para clavarla
a la puerta de su palacio. Pélope consigue derrotar a Enómao y funda los Juegos en
agradecimiento a Zeus y en conmemoración del suceso. La representación de los
preparativos de esa carrera presidía las competiciones de Olimpia desde el frontón
oriental del templo de Zeus; por su parte el frontón occidental representaba la lucha
45
τοὺς δὲ βαδίζοντας ἐς τὸ ἱερὸν λαμβάνων γέροντας μὲν καὶ παῖδας εἰς τὸ κοινὸν τῶν Φλεγυῶν
πέμπει λῄζεσθαί τε καὶ ἀποινᾶν, τοῖς δὲ ἐρρωμενεστέροις ἀνταποδύεται καὶ τοὺς μὲν καταπαλαίει,
τοὺς δὲ ὑπερτρέχει, τοὺς δὲ παγκρατίῳ αἱρεῖ καὶ ὑπερβολαῖς δίσκων κεφαλάς τε ἀποκόπτων
ἀνάπτει τῆς δρυὸς καὶ ὑπὸ τούτῳ ζῇ τῷ λύθρῳ, αἱ δ᾿ ἀπήρτηνται τῶν πτόρθων μυδῶσαι καὶ τὰς μὲν
αὔους ὁρᾷς, τὰς δὲ προσφάτους, αἱ δὲ εἰς κρανία περιήκουσι, σεσήρασι δὲ καὶ ὀλολύζειν ἐοίκασιν
εἰσπνέοντος αὐτὰς τοῦ ἀνέμου. Obsérvese que en la versión de Filóstrato Forbante compite con
sus víctimas y las vence en diversas disciplinas deportivas. La comparación con las otras historias
míticas que hemos venido comentando invita a suponer que en el relato original el rey de los flegios
obligaba a los viajeros (como luego a Apolo) a competir con él en una única disciplina: el pugilato.
46
Weiler, Der Agon, pp. 209-217. Cf. G. Howie, “Pindar’s account of Pelops’ contest with Oeno-
maus”, Nikephoros, 4 (1991) 55-120; Ch. Ulf, “Die Mythen um Olympia. Politischer Gehalt und
politische Intention”, Nikephoros, 10 (1997) 9-51.
47
Cf. Paus., VI 21.7 ss.; Philostr., Im. II 17, en cuyo relato la oposición salvajismo/civilización se
manifiesta incluso en la descripción de los caballos de cada uno de los carros.
Mitos del Deporte Civilizador 151
de lapitas y centauros, y las metopas los trabajos de Heracles. Así pues, el programa
iconográfico del templo principal del lugar más significativo del deporte griego gira-
ba, todo él, en torno al tema del triunfo de la civilización sobre la barbarie.
Y acabo con una última referencia que liga el origen del deporte y las compe-
ticiones deportivas y el origen de la civilización, en este caso representada en los
cereales, en el hallazgo de la agricultura. Es un texto que se refiere a los misterios de
Eleusis. En los escolios a Pi., O. 9.150, encontramos la siguiente noticia: “En Eleusis
se celebran los ritos en honor de Deméter. Y dicen que fue la primera competición
deportiva. Porque después de que se descubriera el fruto de Deméter, los hombres,
tras haber comprobado la fuerza que habían adquirido, celebraron esa competición,
y aunque antes caminaban a cuatro patas, se levantaron y compitieron en una carrera.
Por eso precisamente llaman a la carrera estadio, porque estaban de pie”. Según los
ritos de Eleusis, los cereales dan a los hombres la posibilidad, la fuerza, para caminar
erectos y abandonar la manera de caminar (y la manera de alimentarse) de las fieras
salvajes, y ese inicio de la civilización humana es también -según esta tradición- el
origen del deporte, pues nada más ponerse en pie los hombres celebran su nuevo
estado con una competición deportiva (la carrera de velocidad), los vencedores en la
cual, por cierto, recibían como premio, todavía en época histórica, una medida del
cereal recogido en la llanura de Eleusis48.
48
Cf. G. Baudy, “Cereal diet and the origins of man: myths of the Eleusinia in the context of ancient
Mediterranean harvest festivals”, en J. Wilkins et alii, Food in Antiquity, Exeter, 1995, pp. 177-
195; M. Zerbini, Alle fonti del doping: fortuna e prospettive di un tema storico-religioso, Roma,
2001, pp. 3 ss.