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○ Autoría:
Adrián Gómez Farías Pimentel
○ Correo electrónico:
adriancitogf@gmail.com
○ Síntesis curricular:
Licenciado en Humanidades, Maestro en Filosofía y Critica de la Cultura,
Doctorando en Filosofía en la Universidad Iberoamericana, Entrenador de
Montañismo y Exploración de la Universidad Nacional Autónoma de México (1992-
1998) y participación atlética en eventos deportivos nacionales e internacionales
(1980 - 2002)
1
ENTUSIASMO DIONISIACO, UNA PUERTA A LA EXPERIENCIA
ÍNTIMA TRASCENDENTE.
○ Síntesis
○ Palabras claves
- Dionisios
- Éxtasis
- Deporte
- Atleta
- Contingente
2
○ Abstract
The philosophical reflection of the athletic practice through the study of the Greek
mythos is fundamental to explain ourselves, what we are. For this purpose,
Dionysus contains an enormous interpretative richness.
In Greco-Roman athletic practices and contemporary sport, one might think of a
certain type of ecstatic, Dionysian, mystical experience, et cetera. Suffice it to
recall that in various ways this type of experience has been unequivocally and
universally pointed out by various traditions throughout the history of mankind. It is
important to point out that this reflection does not have the purpose of denying or
affirming its object of power or reference and therefore issuing judgments about its
truth.
So we risk along with Deleuze, the hypothesis that even within capitalism, there
are "winks" that make possible a "divine game" contingent and Dionysian, that
"fold" can escape the sinister brutality of capital. From the birth of the tragedy,
Nietzsche takes up the word of Heraclitus: "The divine game places the world
beyond all seriousness, of all order ... In the posthumous fragments of the summer-
autumn of 1884, Nietzsche justifies and explains this assimilation: "Divine game,
which is played beyond Good and Evil"
○ Keywords
- Dionysus
- Ecstasy
- Sport
- Athlete
- Contingent
3
ENTUSIASMO DIONISIACO, UNA PUERTA A LA EXPERIENCIA
ÍNTIMA TRASCENDENTE.
INTRODUCCIÓN
Pensar el deporte filosóficamente a través de los clásicos griegos, no es solo
apuntalar la filosofía mediante la aproximación al mundo de lo cotidiano, sino que
es un fenómeno que exige reflexión como forma de adentrarlos a nosotros
mismos, hay que observarlo porque es un fenómeno extraordinariamente complejo
como lo es todo lo humano. La práctica físico atlética en el deporte
contemporáneo, en especial las prácticas de alto rendimiento y/o riesgo como
inductoras a la alteridad, encierran grandes incógnitas y pueden conllevar a
descubrir al ser humano, como tal, pues no existe excelencia fuera del mundo
humano. Nuestro tiempo lúdico quizá sea de nuestras pocas posibilidades como
especie, la filosofía de deporte, frente a la racionalización y tecnificación del
deporte, nos da una bella e inquietante posibilidad.
En las interpretaciones historiográficas, es importante precisar que la referencia
griega del pasado es un auxiliar, que si bien se considera necesario, no es el único
y definitivo, e incluso existen varias formas de interpretarlo, como lo señala
Mandell1: Cabe señalar, que posteriormente en Grecia, se incluyen el pugilismo,
boxeo, danza y el juego con los toros, que tienen particular importancia, porque se
vinculan a los orígenes culturales de la historia griega y sus festivales atléticos de
culturas precedentes. Además que, hay múltiples referencias de dichas prácticas
en Homero, Píndaro, Platón, Aristóteles, Juegos Olímpicos de la antigüedad;
asimismo, en Roma se da la cima política-religiosa de los juegos, como ejemplo
sabido es el Circo, máximo espectáculo del anfiteatro.
Es necesario apoyarse en investigaciones diversas, para lo cual la reflexión
filosófica es el punto de apoyo de este trabajo, en miras de entender lo particular
1
Mandell D, Richard, Historia Cultural del deporte, España, Ediciones Bellaterra, 1986. pp. 2-3
4
de la cultura, tal y como lo afirma Mandell señala que efectivamente los deportes
antiguos y contemporáneos, son difícilmente analizables fuera del margen de la
vida social, es decir, como lo afirmaba Hegel fuera del marco histórico.
Por lo anterior, es casi imposible separar la práctica atlética de otras
manifestaciones culturales y que no sean tan solo la filosofía como hoy la
entendemos, para lo cual hay que recordar que en la antigüedad un filósofo
integraba en su persona diversas disciplinas, tales como la medicina, arte, ciencia
y más, a lo citamos a Mandell:
“… determinados aspectos de la vida del hombre en sociedad parecidos a nuestros juegos
y competiciones han sido estrechamente relacionados con las áreas de lo mágico y lo
sagrado. Las competiciones deportivas de casi todas las sociedades anteriores a la nuestra
eran parte integral o anexos de las creencias religiosas. Los juegos y las competiciones
formales eran asimilados a la danza y al teatro. De hecho una descripción histórica del
deporte, que lo deslinde del ritual, de la danza y del teatro, en realidad está separando
artificialmente unos componentes culturales de otros.2
2
Óp. Cit. p. 5
3
Para la construcción de este apartado se utilizó básicamente las introducciones de las obras de
Píndaro citadas en la bibliografía y de W. Jaeger, Paideia
4
http://www.imer.mx/opus/capsulas-y-programas-del-maestro-ernesto-de-la-pena/ consulta enero
2016
5
Ídem
5
interés humano en la práctica del cuerpo como medio de alcanzar la culminación
del sentido último de la vida, de la victoria, mismo que da perfección.
Las características principales que Píndaro describe como rasgos del antiguo
espíritu griego, mismas que podemos considerar de interés particular a la cultura
occidental y así, explicar lo que hoy conocemos como deporte en occidente. Las
Olímpicas de Píndaro celebran como ideal humano el vencimiento del hombre por
el hombre; se alaba la gloria del vencedor y, por consecuencia, se pone de
manifiesto la vergüenza del vencido6. No existe mayor bien que la victoria, ya que
es cumplimiento humano; las expresiones usadas por el mismo Píndaro lo
denotan: es honor, fama, liberación de los pesares, consecuente con la felicidad,
alegría, belleza y es de todo humano, lo más alto, es suma de virtudes; de ello,
resulta evidente que se alcanza la connotación de unión sexual de los términos al
unir el poder y la victoria.
Para Píndaro el atleta es el hombre ideal, la más perfecta forma del aristócrata, tal
como lo concibe el poeta, a saber, el hombre que destaca tanto por sus cualidades
físicas como por sus cualidades intelectuales y morales, puestas siempre al
servicio de la comunidad, en beneficio de la buena marcha de los asuntos de su
ciudad.
Píndaro y el ideal atlético del deporte contemporáneo. Para alinear el tema de
Dionisios, con el espíritu atlético griego, hacemos una última mención a Píndaro,
quien retrata estéticamente los juegos griegos y nos proporciona un ideal de
perfección al cual aspirar en esta era de modernidades y posmodernidades
Del particular el interés en Píndaro para este trabajo es la manera en la que
recoge en su obra las características que bien explicar la aristocracia griega y la
formación del ideal del hombre, y su relación con lo divino, así con la experiencia
de ese individuo con lo divino7: Es precisamente este momento en que la antigua
Grecia con su momento lleno de divinidad y dentro de los límites de lo terrenal,
donde se vio la posibilidad de perfección y elevar a la figura humana a la cumbre
de la divinidad y concebir el propio significante, donde los artistas mostraban a
6
Cfr. Píndaro, Olímpica VII “Hizo pesar en cuatro cuerpos jóvenes, un regreso odioso y una
lengua sin honra y un oculto sendero”
7
Jaeger Werner, Paideia, México, Fondo de Cultura Económica, 1995 p. 196
6
través de su obra y leyes la perfección, como una real aspiración. Hoy se
encuentra perdida la unidad de lo espiritual y corporal, pero que admiramos en el
arte griego, pero nos muestra el camino para llegar a la comprensión de la
grandeza humana del ideal agonal. Es decir los más profundos sentimientos del yo
humano frente a un “tu” sobrehumano, donde el hombre mismo se convierte en
objeto de los himnos y por ende se diviniza, por ello los himnos de Píndaro a los
vencedores, se convierten en una especie de poesía religiosa, donde lo único
superior a la filosofía es la poesía.
Píndaro es el escultor en su más alta potencia. Forma, con sus vencedores, los
auténticos modelos, donde se encuentra en intima conexión con los hechos de los
antepasados famosos. Quién vive y actúa debe sufrir, de acuerdo a las creencias
griegas de acción, mismas que se encuentran reservadas a los grandes, en que la
felicidad y fortuna de un linaje, que es otorgado por los dioses.
La raza de hombres y dioses está profundamente separada, pero ambas proceden
de la madre tierra; por ello, los hombres se asemejan a los dioses en espíritu y
naturaleza. Píndaro está en el mundo de los mitos donde es tan real como la
realidad, por ello coloca los ideales en su peculiar sentido y valor, donde se
muestra a los hombres la más alta expresión de su propio ser “deviene lo que
eres”.
En las Olímpicas de Píndaro, se manifiestan dos tipos de virtudes, que se
mantienen la práctica deportiva contemporánea: virtudes que el hombre tiene por
sí, ya sean nativas en él o adquiridas mediante el esfuerzo. Y por otro lado las que
mediante la victoria, recibe de los dioses. Estas virtudes, como ya se dijo, en la
unión de ambas se consuma la posibilidad de perfección humana. Píndaro tal vez
sea el único puente real, entre los juegos antiguos y la práctica deportiva
contemporánea.
Los atletas a que Píndaro canto eran espíritus rectos, sencillos, algo obtusos, con todas las
creencias y vestigios de la sociedad humana primitiva. Quizá las modernas generaciones
no pueden ya comprender la majestuosa y suntuosa grandeza de la lírica coral de Píndaro.
La sensibilidad rítmica del pueblo griego penetraba toda su vida, de un modo tan profundo
y sutil que no puede ni soñar nuestra grosera concepción cultural moderna. 8
8
Agustín Eclasans prólogo y traductor, en Op. cit. Píndaro, Olímpicas… p. 23
7
Dionisios, lo humano se diviniza en las prácticas atléticas. 9
9
Cfr. Otto Walter F, Dionisio Mito u Culto, España, Ediciones Siruela, 1997; para la construcción de
este apartado se utilizó fundamentalmente la obra citada.
10
La materia del poema es con claridad el milagroso nacimiento invernal de la criatura divina
(Dionisios) Wasson Gordon, A. Hofmann, Carl Ruck, El camino a Eleusis, México, Fondo de
Cultura Económica, 1995, p. 217
11
Cfr. Kerényi Karl, Dionisios, Raíz de la vida indestructible, España, Editorial Herder, 1998. Este
autor dedicó gran parte de su obra al estudio de este dios y en particular, esta versión utilizada
para este apartado es la del dios como el triple nacimiento.
8
una muerte segura para ella; sin embargo, tuvo que cumplir su juramento y la
desafortunada Sémele fue casi completamente incinerada, solamente su matriz, que ella
había envuelto con un poco de hiedra, se salvó de las llamas, ante ello Zeus, rápidamente
arranco el feto de la matriz, se hizo una incisión en su propio muslo e introdujo ahí el feto,
quien a su vez creció dentro del muslo de Zeus y cuando El dios dio a luz, le llamo
Dionisios al pequeño nuevo dios.” 12
Entre otras muchas variantes de la continuación de esta historia, hay una en que
Dionisios, es encontrado, despedazado y hervido en un caldero por los Titanes,
pero el pequeño dios no permanecería muerto, un granado, símbolo de la
fertilidad, creció rápidamente, donde había caído una gota de su sangre y Rea la
madre de Zeus, le reconstruyó de nuevo, de modo que el dios nació por tercera
vez, de la sabiduría de la tierra. Al respecto Ruck señala:
“…habían ingerido a Dionisios crudo, bajo alguna forma animada. El papel de la madre era
el desafortunado, pues si llegaba a participar, en el éxtasis la posesión podía destruirla.
Así, se decía que Sémele, la madre prototípica de Dionisios, fue engañada por Hera que,
disfrazada como una de las ayas, la indujo a que deseara disfrutar a su amante en la
plenitud de su gloria: la descarga del rayo que la destruyó y engendro al niño. También se
decía que concibió a Dionisios al ingerirlo bajo la forma de un brebaje preparado con el
corazón del dios." 13
Más tarde ella fue revivida por ese mismo hijo del mundo de los muertos y la llevo
al Olimpo, que dio a su personificación más oscura, Hades, una rama de mirto en
reconocimiento del desposorio que la redimió de la muerte. Hestia, la diosa del
hogar, bajo por el dios y le dio un lugar en el Olimpo, sentado a la derecha de
Zeus. Después de su redención ella recibió el nombre de Tione (Thyone), epíteto
que describe su unión menàdica y que significa “éxtasis”.
Lo divino en las prácticas atléticas grecorromanas, es la gran aportación al espíritu
occidental que los griegos supieron descubrir y plasmar en sus mitos y rituales de
sus juegos, el entusiasmo dionisiaco es sin duda, la posibilidad de identificar de
manera histórica los elementos religiosos y de sentido que explican, muchísimas
de las acciones que hoy por hoy suceden en el deporte contemporáneo así: “Lo
que retenemos de la evolución de los Juegos Olímpicos griegos es que, a partir de
su fundación en honor a Zeus y después de haber guardado durante mucho
12
Ìdem
13
Óp. cit. G. Wasson, El camino a Eleusis. p. 163.
9
tiempo ese carácter de celebración sagrada, se convierten, tras un lento proceso
iniciado en el siglo IV a.C., en una fiesta profana” 14
Por otro lado, se revelan claramente las situaciones que se dan en dichas
prácticas atléticas, donde aquella parte etérea que la aristocracia cuidaba, se
derrumbó frente a la inexorable realidad de correspondencia social que implicaba
el hecho de que se convirtiese en espectáculo y que fuese utilizado por la clase
gobernante.
Es importante que pensemos las prácticas atléticas griegas desde lo refinado y
místico de la aristé, sin embargo, no podemos confundirnos y desdibujar una
imagen que dice mucho de la distancia, de lo que entendemos hoy en el deporte
del siglo XXI, con la siguiente imagen que nos narra Schöbel:
“Muchos documentos señalan que la lucha en el pancracio era algo sumamente duro y
difícil y que muchas veces los atletas se jugaban la vida. Arraquión de Arcadia, por
ejemplo, cuando su adversario lo sujetó por los muslos con una llave férrea y le apretó la
garganta al mismo tiempo, pudo defenderse de la doble llave gracias a que torció los dedos
de los pies de su adversario y éste, vencido por el dolor, suspendió la lucha. Sin embargo,
Arraquión no vivió para ver su triunfo: el otro lo había estrangulado. Pero de todos modos
15
el árcade fue proclamado vencedor y su cadáver fue cubierto con la corona triunfal.”
Imposible sería aquí reseñar a detalle lo que representó la práctica atlética griega
y la herencia para el pensamiento y práctica deportiva contemporánea, pero dicha
afirmación se captura en Louyus, con un artículo escrito en “L´Auto” y que
transcribe Durántez Corral:
“Esto fue lo que Olimpia encarnó en el antiguo mundo griego. La “religión del deporte”
ocupó y acaparó la dirección y trayectoria de su elevada ideología. Con él y sobre él,
marcaron los griegos la ulterior evolución cronológica de sus más destacados
acontecimientos nacionales. 16
14
Cfr. Salvador José Luis, El deporte en occidente, Historia Cultura y Política, España, Editorial
Cátedra, 2004. p. 12
15
Schöbel Heinz, Olimpia y sus juegos, México, Biblioteca Uthea de Historia, 1968. p. 83
16
Conrado Durántez Corral, Los juegos olímpicos antiguos, Academia Olímpica de España, 1964.
p. 207
10
17
Fundamentos neurobiológicos de la experiencia dionisiaca : Una de las
variaciones en la mitología griega, referente a Dionisios, cuenta que los titanes
capturaron al niño Dionisios, lo despedazaron en siete trozos, lo asaron y se lo
comieron. Enterado Zeus de este acto de canibalismo, pues al fin y al cabo
Dionisios era medio dios, ya que era hijo de Zeus y de Sémele, una mortal, hija de
Cadmos, rey de Tebas, fulminó a los titanes. Del humo de sus restos surgió la
raza humana, por lo que ésta tiene un origen en parte divino, que es la parte
dionisíaca que actúa en el hombre como «yo» oculto. “¿No podría ser este resto
divino aquellas estructuras del sistema límbico, cuya activación hace posible la
sensación de trascendencia? ¿Habrían intuido ya los griegos la existencia de esa
parte del cerebro que es el sustrato de la experiencia mística? ¿No es este yo
oculto lo que el psicólogo Carl Gustav Jung denominó la «mismidad» (Selfst)?”18
17
Cfr. Rubia Francisco J., La conexión divina. La experiencia y la neurobiología, Editorial Planeta.
Critica, México, 2016. pp., págs. 149 a 181
18
Óp. cit. Rubia Francisco J., La conexión divina. pp. 66- 68
19
Consideramos más apropiado manejar para este apartado el término “experiencia de lo otro”. Ya
que en las obras de referencia lo manejan indistintamente para generalizar las experiencias
dionisiacas, éxtasis, místicas, religiosas, mistéricas, divinas, etc.., Por supuesto ello incluye la
experiencia intima trascendente. De acuerdo al término propuesto por Delumeau Jean, El hecho
religioso. Una enciclopedia de las religiones hoy, Siglo XXI editores, México, 2007
11
otro”, como experiencia humana que es, y acontece en el cuerpo, tiene una base
cerebral.
El joven dios fue criado por la ninfas, aprendiendo los placeres de la naturaleza y
brincando libremente por la montaña, las musas lo inspiraron con la música y
poesía y los sátiros en los placeres de la sensualidad y danza, los siolenios la
sabiduría. De Silenios, aprendió la virtud. Finalmente al cabo del tiempo Dionisios
se reveló como dios, a lo cual la vengativa Hera le instauró en la locura, y éste
partió de su hogar y viajó por todo el mundo, nos menciona Ruck 21: Con el tiempo,
Rea libro al joven dios de su locura y le inició en los misterios, a lo cual el poder
del dios ya era incomparable. Los cuentos de éxtasis y locura dionisiacos se
difundieron por todo el mundo y muy pronto el poder de Dionisios fue reconocido
desde Asía hasta África, pasando por Europa.
Hasta aquí la historia de este dios tan singular, sin embargo, el mito fue suprimido
por los mortales: romanos, judíos y cristianos, quien fue relegado como un sueño,
pero que es su vez, esa energía aparece en la conciencia contemporánea, para
quien desea conocer de manera voluntaria comprender el arquetipo de Dionisios,
para transformar nuestras vidas. No se puede matar a un dios, que por definición
es inmortal, tampoco se puede matar un arquetipo, porque un arquetipo es un
impuso humano básico. Llevamos los arquetipos a las profundidades de nuestro
ser, forman parte integral de nuestra naturaleza humana y deben vivirse.
Como señala, Johnson22 “En la cultura de occidente, seguir a Dionisios es entrar
en el terreno del espíritu, experimentar el éxtasis de la unión con lo divino”, para la
20
Para la construcción de este apartado se utilizó fundamentalmente la obra: Cfr. Otto Walter F,
Dionisio Mito u Culto, España, Ediciones Siruela, 1997.
21
Ibídem p. 105
22
R. Johnson, Éxtasis y Psicología… p.37
12
persona que participa en la comunión, el pan es la carne y el vino es la sangre 23.
Cabe señalar, que “los seguidores de Dionisios también consumían
simbólicamente a su dios, como carne de cabra, y le bebían de la misma manera
como vino”24. La figura y concepto de Jesucristo, nacido dos veces, del mismo
modo que Dionisios tres veces, es Jesucristo el dios del amor, el éxtasis y
visionario, así se hace humano el principio de trascendente, es decir aquel que
nos enseña algo superior a nosotros mismos.
Experimentar el amor de lo divino a través de nuestros sentidos, amando a otro
ser humano, sirve tanto como hacerlo a través de cualquier otra facultad, aunque
para el caso que nos ocupa es a través de la experimentación del cuerpo. En esta
óptica dionisiaca, la acción deportiva se cualifica como esfuerzo a la superación de
un obstáculo igualmente dionisiaco, en el que interviene Apolo el logos, es decir
que el riesgo es la locura y la esperanza la divinidad.
Como se sabe, esta diferencia entre lo apolíneo y lo dionisíaco ha sido resaltada
especialmente por Nietzsche. Mientras que Dionisios era el dios del vino, de la
fertilidad y de la orgía, Apolo era todo lo contrario, el dios de la distancia y la
moderación. En el culto a Dionisios, las bacantes o ménades, es decir, las mujeres
que acompañaban en la procesión al dios, portando tirsos y antorchas durante la
noche, gracias a la danza y al vino entraban en éxtasis. El baile estaba
especialmente dirigido a modificar el estado de consciencia; se hacía girar el
cuerpo una y otra vez, se dejaba caer la cabeza hacia la nuca o sobre el pecho
hasta conseguir el éxtasis. Los creyentes estaban convencidos de que el dios
tomaba posesión de ellos: el «entusiasmo» etimológicamente significa
precisamente la morada de dios dentro de nosotros o la posesión.
Y sobre el culto a Dionisios dice Erwin Rohde 25 en su célebre obra Psique: «La
meta, y hasta podría decirse que la misión, de este culto consistía en exaltar hasta
el "éxtasis" la emoción de quienes en él participaban, de elevar sus "almas" como
23
Evangelio de San Juan 6:53-54 “en verdad, en verdad os digo que, si no coméis la carne del Hijo
del hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne (pan) y
bebe mi sangre (vino) tiene la vida eterna, y yo le resucitaré el último día” En el evangelio de San
Juan 15:1 Jesús dice, “yo soy la vid”
24
Óp. cit. K. Kerényi, Dionisios, Raíz de… p 235
25
Cfr. Erwin Rohde, Psique: la idea del alma y la inmortalidad entre los griegos, Fondo de Cultura
Económica, España, 2009
13
espíritus libres a la comunidad con el dios y el tropel de espíritus que lo
rodeaban». Para Rohde, de estas experiencias de éxtasis es de donde en el ser
humano se desprende su fe en la inmortalidad del alma. El hombre mediante el
éxtasis llega a alcanzar la divinidad, o aquello que de divino hay en el hombre, es
decir, su propia alma; de esa antítesis entre el alma y el cuerpo deduce que
aunque el cuerpo es mortal, el alma no lo es, tal y como lo postularon los órficos y
los filósofos, sobre todo Platón.
En el éxtasis, el alma no se libera del cuerpo, sino del yo, lo que es
magníficamente expresado por el místico sufí Jalal'ud-Din Rumi (1207-1273)
cuando dice: «Pues allí donde nace el amor muere ese sombrío déspota que es el
yo»26. Así la práctica deportiva contemporánea se afirma en el cuerpo, para
contrarrestar apego al yo.
Johnson nos dice que la cara negativa de la búsqueda espiritual es la adicción a
las drogas. El culto a Dionisios representaba la válvula de escape por la que los
hombres se ponían en contacto con su propio inconsciente colectivo, como diría
Jung. Dionisios era la personificación del éxtasis divino, del inconsciente más
profundo. Por eso ha sido calificado como el más importante de los dioses griegos.
Johnson dice que representa el renacimiento continuo de la vida en primavera, la
sabiduría irracional de los sentidos, y la trascendencia del alma. Nuestra
civilización occidental con la preferencia de la vida ordenada y lógica ha reprimido
una parte tan importante de nuestro ser como es el inconsciente, fuente de
inspiración, intuiciones y sentimientos.
Pero también de donde procede precisamente el desarrollo posterior del cerebro,
ya que el sistema límbico, sede probable del inconsciente, dará lugar a lo largo de
la evolución a la corteza cerebral, donde se supone tiene su sede la consciencia.
Por tanto, es como si negásemos nuestros orígenes, como si fuese posible
renunciar a la fuente de donde ha partido precisamente esa facultad lógico-
analítica, útil para analizar el mundo pero fría, de la que tan orgullosos estamos.
26
Consulta internet https://denkraum.blogia.com/2009/010401-jelaluddin-rumi-1207-1273-.php
14
Negar nuestros orígenes no es posible sin negar al mismo tiempo una parte
importante de nuestra propia esencia, probablemente la más importante. Supone
una especie de automutilación.
Ya los romanos, en el siglo III d. C., empezaron a perseguir los ritos dionisíacos y
el Senado terminó prohibiendo las bacanales. En contraposición, los romanos
ascendieron a Apolo, que representaba el pensamiento lógico-analítico y el orden
social. Quizá fue conveniente desde el punto de vista del desarrollo social, pero se
prescindió de un dios que representa una parte fundamental del ser humano.
En palabras de Jung, Dionisios representa un arquetipo, es lo que él llamó
«mismidad» (Selbst) y no desaparece porque escondamos la cabeza debajo de la
arena como el avestruz. Reconocemos su procedencia del inconsciente por su
androginia, su capacidad de asimilar lo masculino y lo femenino que hay en todo
ser humano. Por eso para Jung representa la armonía psicológica perfecta. Visto
así, nuestra renuncia a lo dionisíaco que existe en nosotros nos hace lisiados
psíquicos, seres incompletos y permanentemente insatisfechos, que intentan
siempre compensar esta falta con multitud de maniobras sustitutorias: culturismo
físico, búsqueda de emociones fuertes, violencia y drogas, es decir, todo aquello
que produzca endorfinas y actúe como sustituto del éxtasis de antaño.
La consecuencia de estas percepciones es que tendríamos que restituir al
hombre/mujer completo, desarrollando ambos campos: el consciente y el
inconsciente, lo apolíneo y lo dionisíaco en nosotros, superando así la
automutilación a la que nos ha sometido nuestra cultura. Pero, como dice
Johnson, no se puede matar a un dios porque es inmortal. La pérdida del éxtasis
espiritual ha dejado un vacío que lo llenamos con la búsqueda del peligro y de las
emociones fuertes que caracteriza a nuestra sociedad actual, de ahí que la
práctica deportiva de elite y alto riesgo siempre encierre el entusiasmo, locura y lo
divino de Dionisios.
Consideramos lo anterior, junto con Johnson y que el arquetipo continua, a pesar
que en occidente hemos intentado matar al dios, al extinguir la experiencia
trascendente, pero el siempre regresa y con cada regreso parece ganar fuerza y
poder. Destrozamos a Dionisios, le despedazamos sangrientamente y le hervimos
15
en una caldera y vuelve, ahora en forma de Jesús, quien a su vez crucificamos y
renace27.
Reflexiones conclusivas:
27
“…la mortalidad de los seres humanos resulta indispensable para los olímpicos; pues a final de
cuentas los hombres deben nutrirse de la muerte en tanto sustentan a los inmortales cuando
ofrecen a los cielos una porción de sus propios alimentos en sus sacrificios crematorios. Podemos
aventurar que en esta pauta de interdependencia se reconciliaron dos clases de chamanismo: una,
la de los ritos, que tenía un papel preponderante, y la otra, la de la deidad paternal, que llego con
los cazadores guerreros del Norte en las migraciones indoeuropeas.” Op. cit. G. Wasson, El
camino… p. 228,
28
Cfr. Pardo José Luis, La Metafísica. Preguntas sin respuesta y problemas sin solución, Pre-
textos, España, 2006. p. 42
29
Ibídem p. 43
16
ende debe haber variaciones que son las nuestras. Por lo anterior, la celebración
“sagrada” es una expresión y válvula de despresurización ante la evidente escisión
del ser en la posmodernidad, así el mito del eterno retorno permanece y prevalece
como equilibrio de todo lo separado: los dioses, las bestias, lo sagrado y lo
profano; el tiempo mítico, representa lo impresentable, lo que no es un ente y que
solamente retorna, repetido: el ser, a lo que Pardo afirma:
“Aunque el mito no es y no dice la verdad, la encierra indirectamente, la señala de modo
oblicuo, pero para extraer esa verdad es preciso interpretar, buscar en ellas un significado
simbólico, latente y distinto al literal y aparente…La interpretación mata al mito, o al menos
revela su muerte; ningún miembro de una sociedad oral hubiera tenido la idea de interpretar
sus relatos.30
30
Ibídem. p. 47
17
Por ello se insiste que la práctica de los juegos, producía la misma mentalidad
dionisiaca, con la que ahora se abordan, si bien se adelanta que el factor
denominador podría ser que la “personalidad de los participantes quedaba
totalmente absorbida en una colectividad transitoriamente sagrada”, misma que
también induce a una “experiencia intima” a la que hemos llamado dionisiaca.
Estas similitudes o factores denominadores del deporte en los que participantes y
espectadores quedan envueltos en un ambiente semi-sacro, comparable en
algunos aspectos al que se establece entre el público y los actores de teatro
griego o las estrellas de ballet modernos o un estadio. En efecto determinados
aspectos del deporte del siglo XXI, la ascética preparación de los atletas en el
gimnasio, la disciplina impuesta por los entrenadores, el uso de uniformes,
máscaras y disfraces por parte del atleta y público como medio de distanciarse de
la vida cotidiana, establece claros paralelismos con las practicas dionisiacas, en la
práctica atlético deportiva urbana actual y la de los deportes especialmente los de
alto riesgo. Si bien los antiguos juegos eran mucho más rituales que los actuales
encuentros de futbol, se puede inferir que ambos encierran a lo sacro, en algunas
prácticas existe de clara manera el trance alienante inducido por el frenesí de la
masa, ritmo, el control de la respiración, drogas o hipnotismo. De una manera u
otra naturalmente, el desarrollo y resultado de la práctica deportiva individual o los
juegos, siempre han sido interpretados oracularmente. La determinación de los
vencedores se basa hoy como en Grecia, no en la fuerza y la destreza
exclusivamente sino en el recursos de índole sagrada. Si bien se infiere, que es
bien factible estudiar las posibilidades de este fenómeno en la práctica del juego
simple o deportes urbanos
Lo sagrado es evidente casi siempre en los atletas de élite o alto rendimiento y los
de prácticas de alto riesgo (pero puede pasar en cualquiera), esto es reconocido
aceptado o no, prácticamente desde cualquier punto de vista. El hombre está al
lado de los dioses, se diviniza y es un dios, es la aspiración materializada de la
condición humana, se emancipa de su propia muerte “se halla presente la unidad
de la autoconciencia y la esencia espiritual alcanza el equilibrio en el entusiasmo
18
dionisiaco. El sí mismo está fuera de sí, mientras que en la corporalidad lo está en
esencia; hay éxtasis, este es dionisiaco y es acogido en la existencia del atleta.
El deporte griego estaba totalmente penetrado por su concepción de lo divino, y
quizá una inversión de la mirada de este tipo, no vaya mal encaminado. El
deportista esta inevitablemente ligado a lo moral y sobre todo, a lo admirable; un
hombre perfecto en la antigua Grecia, necesitaba cultivar tanto el espíritu, como el
cuerpo, así el atleta, porque combina mejor que nadie las habilidades físicas con
las intelectuales.
19
del juego simple, donde el tema de movimiento corporal en relación con el ser
humano se relaciona con el ámbito del deporte, como dinámica mecanicista y el
movimiento físico se atribuye al cuerpo, que de manera más sutil se puede
entender el concepto del ser como la unión del ser humano (anthropos) y el
movimiento (kinesis). Hay un creciente interés filosófico en la fenomenología del
cuerpo y la relación entre la capacidad del atleta y la atención que permite al atleta
para percibir el mundo de manera más significativa en relación con un proyecto de
movimiento continuo. Es decir, un atleta experto percibe más y mejores
oportunidades para las acciones. Hay una diferencia fenomenológica entre las
habilidades cotidianas y habilidades deportivas, porque el deporte es una actividad
humana significativa. En efecto, se trata de fomentar desde el deporte una filosofía
del cuerpo frente a la hegemonía de la razón estratégica y de mercado que
convierte el cuerpo de los atletas en un nuevo y rentable objeto de mercado, que
es demandado por un público incipiente y deseoso de consumir eventos
deportivos, olvidando la capacidad creadora del cuerpo de los deportistas que
pueden producir belleza a través del cultivo de sus habilidades físicas y mentales
que son fruto de largas horas de entrenamiento, que fluyen desde el cuerpo. Éste
las sublima y muestra hasta qué punto puede superarse lo humano, y trasmitiendo
la belleza en el terreno de competición y la riqueza de unos valores inherentes al
deporte y que le ayudan a construir su ethos. Esta hermenéutica del cuerpo nos
conduce a una nueva forma de valoración, permite conceder a nuestra
participación en comunitas y de la práctica física del deporte el lugar que se
merece, evitando que el deporte, como cualquier otro ámbito de nuestras
sociedades, pierda su cualidad dionisiaca en tanto lo humano sea.
20
La práctica deportiva del cuerpo, puede separarse de las pulsiones “primitivas”
dando significado y/o sentido en un religare del individuo con su humanidad y su
experiencia de lo “otro”; asimismo que, en la época contemporánea existe una
forma casi oculta un retorno a la naturaleza primitiva del individuo y muy cercana a
sus pulsiones primordiales: lo dionisiaco, que de manera convencional denotamos
como “limite” traduciéndolo también como la experiencia de lo “otro”, pero que
para el caso de este trabajo lo llamamos “experiencia intima de lo trascendente”, y
es ahí donde precisamente el ser humano deposita esa necesidad de sentido que
en forma “subterránea” o dionisiaca encierra el fenómeno deportivo.
Por lo antes expuesto, la tesis que aquí se defendió es que en la práctica
deportiva como fenómeno cultural contemporáneo, sucede una forma de
afirmación ontológica del individuo, cubriendo en él su necesidad de sentido y de
existencia, que incluye la experiencia sagrada como expresión religiosa
subyacente e íntima trascendente.
Para una interpretación del papel del deporte contemporáneo Deleuze 31 señala
que la historia, es de la contingencia, que el capitalismo encuentra su lógica y
justifica todo lo que actualmente sucede, donde las fuerzas siguen empujando, se
actualizan de tal manera que siempre están y siguen empujando; así, en la
contemporaneidad ontologizamos esas fuerzas para llevar al capitalismo al terreno
de la metafísica. Pareciera como si dentro del capitalismo avanzado, éste tuviese
la capacidad de devenir ser. En el deporte resulta particularmente peligroso pasar
por alto esta cuestión, baste recordar los modelos fascistas y absolutistas del
deporte construidos por Italia, Japón, Alemania, URSS.
31
Cfr. Deleuze Gilles. El Pliegue, Editorial Paidós, España, 1989
32
Desde El nacimiento de la tragedia, Nietzsche retoma la palabra de Heráclito: «El juego divino
sitúa al mundo más allá de toda seriedad, de todo orden... En los fragmentos póstumos del
verano-otoño de 1884, Nietzsche justifica y explica esta asimilación: ... "Juego divino, que se juega
más allá del Bien y del Mal"
21
De tal suerte, el mito griego de Dionisios, nos ayuda a reflexionar sobre el cuerpo
encarnado y profundizar en el deporte, de frente al capitalismo avanzado.
Sabemos que los mitos griegos nos ayudan a explicarnos a nosotros mismos lo
que somos, por eso hemos elegido a Dionisio, como el paradigma del entusiasmo
sagrado33 y contradicciones de vitalismo salvaje o locura. Entre otras muchas
variantes de su historia, hay una en que Dionisios quien es hijo de Zeus, es
encontrado despedazado y hervido en un caldero por los Titanes, pero el pequeño
dios no permanecería muerto, termino de gestarse en el muslo de Zeus y un
granado, símbolo de la fertilidad, creció rápidamente, donde había caído una gota
de su sangre, posteriormente muere de nueva cuenta y Rea la madre de Zeus, le
reconstruyó de nuevo, de modo que el dios nació por tercera vez, de la sabiduría
de la tierra. El mito Dionisios, comprende paradigmas humanos, así este dios
muere y renace tres veces, es reflejo de pulsión salvaje, pasión, locura; es hombre
y dios. Se le identifica con el vino (Baco), la trasgresión y los excesos, bajo su
influjo divino las seguidoras de este dios (ménades), pueden amamantar a lobos
con ternura o devorar a sus propios hijos.
Mucho más se puede decir de este dios, pero es absolutamente afín con el sentido
motivacional ultimo del deporte y más claramente en el dolor, sufrimiento y ascesis
en el deporte, particular mención se hace de los llamados deportes extremos
como el alpinismo, surf y todos aquellos que se desarrollan en medios donde la
tradición ha identificado las “moradas de los dioses” a saber: desierto, mar y
montañas. Esto muy ad hoc en estos tiempos de capitalismo avanzado donde se
proclama la muerte de Dios, pero recordemos que no se puede matar a un dios
que por definición es inmortal, tampoco se puede matar un arquetipo, porque un
mito como un arquetipo es un impulso humano básico. Llevamos los arquetipos a
las profundidades de nuestro ser, forman parte integral de nuestra naturaleza
humana y que renace bajo las dos posibilidades de Dionisios: entusiasmo o
locura. Así lo sagrado casi siempre es visible para el espectador y los mismos
atletas, de élite o alto rendimiento y los deportes de alto riesgo, esto es reconocido
y puede ser aceptado o no, prácticamente desde cualquier punto de vista.
33
Exaltación del ánimo bajo la inspiración divina.
22
En el capitalismo avanzado que todo lo devora, es claro que juego y deporte, no
son lo mismo, sostenemos que en el cuerpo humano radicalmente encarnado se
da la génesis del deporte, por ende, la posibilidad del espacio; que Deleuze lo
denotaba como “pliegue”. El ludus es una de las pocas posibilidades de nuestra
supervivencia como especie, donde la herida esta siempre latente, y así
encriptada la posibilidad de lo divino. El devenir deporte es una resistencia, un
ejercicio sagrado, consecuentemente devenir deporte en lo dionisiaco es la herida
misma es el juego divino de disolución, es el abismo mismo del cual tal vez no hay
regreso, del que no se sabe el resultado o no hay resultado. Tal vez por
contingencia, se renace del viaje porque la territorialización es la añoranza, es el
eterno retorno en tanto humano como nuevas formas de mayéutica de la tierra,
que por lo azar toca a algunos y es el genio creador, señala Deleuze. Es la
extraña eternidad del instante, del atleta de Hegel como obra de arte viviente, que
solo es, en tanto se realiza, en tanto da y se ejecuta, sufre en su interior el pathos
de la divinidad y pierde así la libertad de su autoconciencia, sin embargo esa
potencia del absoluto en el atleta es trascendida, por el ser mismo del atleta, por
una potencia igual, misma que es actividad y consciente de su fuerza inalienable
(la divinidad); este movimiento “convierte aquel pathos en su materia” y así surge
la expresividad que da contenido; y de esta unidad surge como obra de arte, es
decir el atleta como el espíritu universal representado.
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Referencias
Delumeau Jean, El hecho religioso. Una enciclopedia de las religiones hoy, Siglo
XXI editores, México, 2007
Erwin Rohde, Psique: la idea del alma y la inmortalidad entre los griegos, Fondo
de Cultura Económica, España, 2009
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Schöbel Heinz, Olimpia y sus juegos, México, Biblioteca Uthea de Historia, 1968
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