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112 Período helénico

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Das Gesetz ist der Freund des Schwachen,
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Mochte gern die W elt verflachen.
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píritu urbano, El Escorial, 1962. todo lo pretende igualar,
G. MuRRAY, Esquilo, el creador de la tragedia, trad. cast. de L. Mirlas, Buenos Aires, ya quisiera aplanar al mundo.)
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w. NESTLE, «Die Weltanschauung des Aischylos», reimpr. en sus ya citadas Griechische
Studien, Stuttgart, 1948, 61-132. LA SOFISTICA Y SU ESPIRITO
l. Caracteres generales de la sofística.-2. Naturaleza y convención.-3. Protá-
E. ABBOTT, «The Theology and Ethics of Sophocles», en Hellenica, dir. por él mismo, goras.-4. El Anónimo de Yámblico.-5. Juicio de conjunto sobre la sofística.-
Londres, 1880, 34-66. 6. Eurípides.-7. Tucídides.
W. NESTLE, «Das Rechtsbewusstsein der Antigone», reimpreso en su libro Griechische
Studien, 1947, antes cit., 186-225. SOFISTICA Y UTOPIA
- «Sophokles und die Sophistik», ibid., 195-225. 8. Hipódamó de Mileto y Fáleas de Calcedonia.
F. RODRÍGUEZ ADRADOS, «Religión y política en la Antígona», Rev. de la Univ. de TEORIA DE LAS FORMAS DE GOBIBRNO Y PANHELENISMO
Madrid, vol. XIII, núm. 51, 1964, 493-523. 9. El trasfondo histórico-constitucional.-10. Herodoto.-11. La idea de la de-
mocracia. Pericles.-12. La República de los Atenienses del Pseudo-Jenofonte.-
12. Isócrates y Demóstenes.
Herodoto

M. GIGANTE, La Costituzione degli Ateniesi. Studi sullo Pseudo-Senofonte, Nápoles,


1953 (Cap. V: «Erodoto e lo Pseudo-Senofonte», pp. 91-145). La sofística y su espíritu
J. HERMANN, «Nomos bei Herodot und Thukydides», en Gedacbtnisschrift für Hans
Peters, Berlín, 1967, 116-25. ' l. La victoria de las ciudades griegas, unidas frente al ataque de Per-
K. WüsT, Politisches Denken bei Herodot, Wurzburgo, 1935. sia, fue seguida, en el siglo v, de un auge cultural maravilloso que tu-y:9 su
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114 Período helénico 2. Los sofistas su influencia 115

centro en la Atenas de Pericles, convertida en capital intelectual del mundo sostenida en ciertos círculos, o acaso· implícita en determinadas actitudes
helénico, en «la Hélade de la Hélade» (Tucídides). En Atenas confluyen sin que nadie se atreviera a formularla.
ahora las diversas tendencias filosóficas, y al mismo ·tiempo se produce en
la filosofía el giro decisivo que la desvía de la consideración del cosmos 2. Los sofistas sometieron a crítica el fundamento de la validez de
para conducirla a la consideración del hombre. El período cosmológico de las leyes y costumbres, del nomos. Despojaron la tradición de su aureola
la filosofía griega da paso al período antropológico. Como artífices de este sacra, negando que fuera exigible, sin más, la sumisión del individuo a
cambio de perspectiva aparecen los sofistas. sus preceptos. El hecho que a ello les condujo fue, por una parte, la labor
Sin formar propiamente una escuela, tenían los sofistas en común, más codificadora que resultó de las luchas sociales; por otra, la comprobación
que una doctrina, una actitud espiritual y rasgos externos que los distin- del cambio de las instituciones en el espacio, de un pueblo a otro, y en el
guen de sus predecesores. Si antes la filosofía se cultivaba en círculos ce- tiempo, en un mismo pueblo. Este cambio se percibía especialmente en las
rrados y con móviles desinteresados, ahora se traslada a la vida pública, y ciudades de gobierno democrático, donde unas asambleas deshacían lo
tiende ante todo a formar ciudadanos capaces de lucirse en las asambleas, que las anteriores hicieran. En todo caso, la ley se presentaba como un
que en la democracia ateniense desempeñan un papel esencial. En este producto meramente humano. A la mudanza y contingencia del nomos
sentido, la sofística era como una exigencia de la evolución democrática opusieron los sofistas un principio permanente e inmutable, a cuya luz
en Atenas y otras ciudades. De ahí que los sofistas, atendiendo a la de- enjuiciaron las instituciones concretas; este principio fue la naturaleza, la
manda de su público, cultiven de preferencia la retórica, y den más impor- physis. De esta suerte, la filosofía jurídica propiamente dicha se inicia, en
tancia a la argumentación en sí, al arte de convencer por el discurso, que los sofistas, de la misma manera que la filosofía natural en los pensadores
a la búsqueda de la verdad. Esta propensión a la retórica va unida al ra- jónicos. En ambos casos es punto de partida el movimiento, y se busca
cionalismo y al espíritu crítico, que les hace poner en entredicho la tra- su superación en una realidad unitaria que permanezca idéntica a sí misma.
dición y han dado lugar a que se designe a veces a la época de los sofistas Así surgió en la sofística la contraposición entre physis y nomos, en-
como la Ilustración griega. Pero debe observarse que en este punto los tre la naturaleza y la ley o convención, entre lo que está sustraído al arbi-
sofistas no hacían sino aplicar al mundo de la cultura la actitud espiritual trio humano y lo que depende de éste. A diferencia de lo que ocurría en
de la cosmología anterior. Así, Heráclito y Jenófanes les habían precedido los filósofos de la naturaleza y en la tradición, la moralidad positiva queda
en la crítica de los dioses homéricos. Incluso en lo que constituiría uno de ahora desligada del orden natural, e incluso contrapuesta al mismo. El in-
los puntos más característicos en el pensamiento de la mayor parte de terés y la conveniencia son los únicos pilares del edificio social, por lo me-
ellos, a saber, la contraposición entre lo natural y lo convencional en rela- nos en la dirección más radical de la sofística, asociada a los nombres de
ción con los comportamientos humanos, se anticipó a ellos un «físico»: Trasímaco de Calcedonia y Calicles.
Arquelao, el primer filósofo ateniense -que una historiografía posterior Ahora bien, la tesis inicial recibe en uno y en otro una versión opuesta.
convirtió en discípulo de Anaxágoras y maestro de Sócrates- cuando afir- Para Trasímaco, de quien se dice que entre otras muchas obras com-
mó que nada es justo o injusto, bueno o malo por naturaleza, sino única- puso una República de Calcedonia, el interés que da origen al nomos se
mente por ley o costumbre, o sea, por arbitrio humano. Si a todo ello se identifica (República de Platón, libro I, 338c-339a) con el del más fuerte.
añade que en general los sofistas procedían de las regiones periféricas del Cada gobierno promulga leyes que le son favorables, y al establecerlas,
mundo helénico, se comprenderá que su irrupción en Atenas hubiera de muestran los que mandan que es justo para los gobernados lo que en rea-
provocar en muchos el recelo, cuando no el escándalo que reflejan las co- lidad a ellos conviene. Lo justo es en todas partes lo mismo: lo que
medias de Aristófanes y los diálogos de Platón. interesa al gobierno establecido, o sea, al más fuerte. Sin embargo, no re-
Por Platón, su gran adversario, conocemos principalmente a los sofis- sulta claro hasta qué punto pretendía Trasímaco hacer algo más que des-
tas, y esta circunstancia nos impone especial cautela. A él se debe so"bre cribir lo que según él ocurría de hecho, sin erigirlo, comó hará Calicles,
todo el sentido peyorativo que la palabra tiene hoy. Los nombres de los en un principio normativo.
principales (Protágoras, Georgias, Hippias) dan título a una serie de diá- Según Calicles, por el contrario (en el Gorgias platónico, 483b-484a),
logos. En algún caso, como el de Calicles, la referencia platónica es la el nomos fue establecido en beneficio de la masa de los débiles, que lo
única fuente, si no se trata de un personaje ficticio que encarna una teoría impuso a los fuertes- para poner con ello un dique al libre despliegue
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de su superioridad, pues Calicles confunde sin más a los fuertes con como creen algunos, de su homónimo el orador) el tratado Sobre la cdn-
los mejores. Por eso la injusticia, según la opinión recibida, consiste esen- cordia, en cuyos fragmentos conservados se justifica la obediencia a las
cialmente en destacarse sobre los demás. Con esta tesis Calicles se anticipa leyes por un egoísmo bien entendido y se hace referencia al papel decisivo
al ideal del «héroe» de T. Carlyle y del «superhombre» de Federico que corresponde a la educación, creadora de adecuados hábitos sociales.
Nietzsche, aunque con un naturalismo más tosco. Su exaltación de la mi- Un sesgo especialmente corrosivo adquirió la antítesis naturaleza-con-
noría señera, atada por las valoraciones vulgares, implica ya el dualismo vención en un pariente de Platón que fue miembro del gobierno tiránico
de una moral de señores y una moral de esclavos, de una tabla de virtudes de los Treinta en Atenas a raíz de su derrota en la Guerra del Peloponeso.
viriles del Uebermensch autárquico y el resentimiento de los Vielzuviele Critias (m. en 403 a. de J. C.), poeta-filósofo de una curiosidad universal,
gregarios. Hay en su doctrina la contraposición entre un estado de natura- no era un sofista de profesión, pero compartía el nuevo estado de espí-
leza, en el que cada cual despliega sus energías pr~pias, como ocurre entre ritu en lo que tenía de más novedoso. En un fragmento de su drama sa-
los animales y asimismo entre las .ciudades e imperios, y el estado civil, tírico, Sísifo, atribuye el origen de la obediencia a las leyes y de la creencia
regido por un derecho positivo que violenta este despliegue de las indivi- en los dioses a una argucia. Como las leyes sólo lograban castigar las in-
dualidades superiores para reducirlas al común rasero multitudinario. Ca- fracciones abiertas, un individuo resoluto recurrió, como medio de preven-
lides ve, pues, en el d~recho positivo una artificial cortapisa de la libertad ción más eficaz, a la ficción de una divinidad omnipresente, conocedora de
natural, bajo cuyo imperio la fuerza aseguraría una genuina y «justa» je- las infracciones ocultas.
rarquía. Porque el concepto de naturaleza que aquí se maneja, se reduce
a los impulsos irracional~$ primigenios y espontáneos del hombre. Pro- 3. Sin embargo, la filosofía social de la sofística no tuvo siempre
pugna, en consecuencia, Calicles, un derecho natural del más fuerte, pare- un carácter radical. No lo tuvo en su formulación más famosa, la de Pro-
cido al que Hesíodo relegaba al mundo animal. tágoras. Fue Protágoras de Abdera (aprox. 480-aprox. 410), el represen-
--,,- La contraposición entre naturaleza y convención tuvo en la mayoría tante más antiguo y prestigioso (con Gorgias de Leontinoi) de la sofística,
de los sofistas efectos 5-.evolucionarios, pues hizo posi~le la crítica de las amigo de Pericles, que le encomendó la redacción de las leyes de la colo-
instituciones positivas, puramente «convencionales», a la luz de lo «na- nia ateniense de Turioi, en el sur de Italia ( 444-443). Platón le trató con
tural». Esta acción revolucionaria fue claramente reconocida por un sofis- desacostumbrada consideración.
ta del siglo IV, Alcidamas, que afirmó que «la filosofía es la catapulta de Protágoras, en el mito que Platón nos ha referido, funda la cohesión
las leyes». Así, se impugnaron los privilegios de ciudadanía .(Hippias), de social en las virtudes del pudor y la justicia, que Zeus dio a los hombres
clase (Licrofrón) y la esclavitud (Alcidamas). Se formuló también la pre- cuando estuvieron en trance de perecer por causa de sus continuas luchas.
gunta de si era natural la 1subordinación de la mujer al marido, y no fal- El punto de partida es una filosofía de la cultura que ve en ésta el produc-
taron defensotes de un feminismo que Aristófanes ridiculizó en su come- to de una evolución de carácter progresivo a partir de un estado primi-
dia El .congreso de las mujeres. Se negó finalmente toda discriminación tivo de aislamiento infecundo. La industria humana fue inútil en un prin-
entre griegos y bárbaros. Antifón, de cuyo tratado Sobre la verdad se ha cipio, por faltar el arte de la política y agotarse las energías de los hom-
conservado un fragmento, afirmó la igualdad natural de los hombres de bres en continuas luchas, hasta el don hecho por Zeus, que permitió la
cualquier estirpe, fundándose en que son las mismas sus necesidades esen- institución de las ciudades. Este mito puede interpretarse en el sentido
ciales. En general, se inclina Antifór J parecer de Calicles con la obser- de que las aptitudes sociales fueron una dura y lenta adquisición de la es-
vación pesimista de que la mayor parte de lo establecido por' los' hombres pecie humana y han de prevalecer sobre las inclinaciones egoístas. Al atri-
en sus leyes va• contra la naturaleza, por lo que el sabio, más inclinado ha- buirlas expresamente a la Divinidad, parece querer subrayar Protágoras
cia ésta, infringirá las estipulaciones arbitrarias si puede hacerlo impune- el valor que les concede. En todo caso, ambas virtudes son ahora co-
mente. Es de advertir que en esos autores la idea de naturaleza conduce al munes. Quienes no las posean, no pueden ser considerados como hombres,
igualitarismo de signo democrático, mientras que en Calicle~ era u~ factor y la sociedad debe eliminarlos como una enfermedad. Así, justifica Pro-
de desigualdad que favorecía la aristocracia o, más aún, la .tiranía.: tágoras la supresión de los insociables con una teoría que atribuye a la
Pero en el caso de Antifón resulta evidente la dificultad de precisar pena una función intimidatoria y la funda en la defensa social. Pero cabe
el alcance de doctrinas tan insuficientemente conocidas, si es suyo (y' no, que el mito de Protágoras sirva tan sólo (y en todo caso sirve) para legi-
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timar la democracia: si las. virtudes sociales del pudor y la justicia son co- cnpt1vo, es indudable la perspicacia de los sofistas, a los que puede con-
munes a todos, todos serán competentes para actuar en la vida pública. síderarse en cierto modo como precursores de la moderna sociología del de-
Mas ello no excluía, según Protágoras, la necesidad de una educación de recho, por cuanto perciben el papel desempeñado por los intereses con-
la minoría dirigente. Hay, pues, la creencia en una virtud social media, cretos, no ya individuales, sino de grupo, en la génesis de toda regulación
que el esfuerzo pedagógico puede perfeccionar. Es interesante comprobar jurídica. ¿Cabe llegar hasta afirmar que no desarrollaron, sobre esta base,
ya aquí la unión del principio democrático y el optimismo antropológico. un ideal social? Incluso cuando disponemos de fragmentos y testimonios
Sea de ello lo que fuere, la filosofía social de Protágoras no incurre fidedignos, su alcance real permanece más o menos dudoso, aislados como
_.- en el individualismo de sofistas posteriores, que fundaron la sociedad en están de su contexto. En todo caso, la sofística actuó como una levadura
un simple pacto concertado con vistas a la utilidad de cada cual (Licofrón). que estimuló la reflexión filosófica sobre los problemas de la vida del hom-
Lo que sí hay en Protágoras es un relativismo ético que convierte en bre en sociedad. A su «rehabilitación», promovida principalmente por He-
pauta del bien la utilidad social, cuya determinación en cada caso es fun-

ll
gel, Grote y Nietzsche en el siglo xrx, han contribuido con especial vigor,
ción del estadista ilustrado. Es notable, en efecto, que. a diferencia de en el nuestro, E. Dupréel y B. Russell.
\ los sofistas posteriores haga Protágoras del nomos, fruto del acuerdo de Es indudable en los sofistas un relativismo gnoseológico que se refleja
cuantos constituyen la ciudad, la pauta única de lo justo, prescindiendo, en la famosa frase de Protágoras según la cual «el hombre es la medida
que sepamos, de toda idea de physis. Ahora bien, como lo justo será lo de todas las cosas: de las que son, en cuanto son; de las que no son, en
que convenga en cada caso a la sociedad, la doctrina de Protágoras se re- cuanto no son». De este relativismo gnoseológico al relativismo ético ha-
duce en último término a un pragmatismo. bía sólo un paso, que no podían menos de franquear sus sucesores, tanto
más cuanto que la coyuntura histórica lo favorecía. La tendencia a hacer
4. Que la postura antiindividualista de Protágoras no fue un caso del hombre la medida de las cosas da efectivamente la tónica a la cultura
aislado lo muestra el fragmento de un sofista no identificado, descubierto de la época, y en primer término al arte y la literatura.
por F. Blass en el Protréptico del neoplatónico Yámblico, y llamado por
esta razón el Anónimo de Yámblico. Se impugna en él la idea de que la 6. La influencia de la sofística se manifiesta nítidamente en las dos
obediencia a las leyes implique debilidad y cobardía, y se ve, por el con- figuras más representativas de las letras de la época. Nos referimos a Eurí-
trario, en la legalidad de base democrática la condición necesaria de toda pides y a Tucídides.
prosperidad. Hay en todo ello una alusión no velada a la teoría del «su- Eurípides (aprox. 485/80-405 a. de J. C.), que cierra el período clásico
perhombre» de Calicles. Especial interés ofrece la- observación (posterior- de la tragedia ática, es hijo de su época por su racionalismo, que somete
mente a menudo repetida) de que la anarquía desemboca en último término a crítica los viejos mitos, rechazando en nombre de una noción más ele-
en la tiranía. Los hombres no pueden vivir sin leyes, y si el pueblo no res- vada de la Divinidad la flaqueza moral de los dioses homéricos. Mas, den-
peta las que tiene, la consecuencia inevitable será que tome el poder el tro de cierta ambigüedad, predomina en él la duda atormentada acerca del
menos escrupuloso e instaure un gobierno personal. sentido último del universo, que no recibe respuesta clara.
A diferencia de lo que ocurriera en Esquilo y en Sófocles, el hombre
5. Ello nos conduce al difícil problema de una valoración de conjun- se convierte para Eurípides en la medida de lo trágico. Ya no es la acción
to de la sofística. El problema es difícil por nuestro conocimiento frag- dramática, aquí, un simple reflejo de lo que una voluntad superior o el
mentario, y en lo esencial indirecto, de sus doctrinas y la falta de unidad destino implacable determina, sino esencialmente un juego de pasiones
de las mismas. Teniendo en cuenta que las noticias que de ellas tenemos humanas, analizadas con admirable precisión en sus más ocultas raíces psi-
nos han llegado principalmente a través de sus adversarios, hemos de 12ro- cológicas. Contribuyó Eurípides a difundir algunas de las tesis fundamen-
curar juzgarlas, en la escasa medida hoy posible, en función de sus pro- tales de la sofística, como, por ejemplo, la impugnación de los privile-
pias premisas. Se ha entendido por algunos que, en su versión más radical, gios de clase y de la esclavitud. Pero criticó, incluso ridiculizándola, la
la teoría sofística del derecho del más fuerte tiene un alcance meramente doctrina del derecho del más fuerte, en nombre de un ideal igualitario que
descriptivo," limitándose a poner en claro la génesis efectiva de las leyes desemboca en la apología de la democracia. Para Eurípides, la democracia
en la agitada vida política de las ciudades griegas. Desde este ángulo des- es ante todo un régimen de igualdad ante la ley (isonomía), de leyes iguales
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para todos, sin distinción de fortunas; la tiranía, pura arbitrariedad al su historia_- Por eso, su formulación clásica se encuentra en la famosa dis-
servicio de uno solo. Al ideal del superhombre de Calicles opone Eurípi- cusión entre los embajadores atenienses y los melios (relatada en el libro
des el humanitarismo, que en oca""sfones adquiere un acento casi cris- V, 84-113). Sólo caben, dicen los atenienses, consideraciones de justicia
tiano y se aplica al enemigo vencido, como de manera grandiosa ocurre en cuando las fuerzas de una y otra parte son iguales. Fuera de esta hipó-
Las Troyanas. Consecuencia del humanitarismo es el pacifismo. Pero el pa- tesis, los fuertes imponen su voluntad a los débiles sin miramiento alguno.
cifismo no supone en Eurípides, como en otros pensadores de la Anti- Se trata de una ley inexorable, que los negociadores han encontrado ya es-
güedad (por ejemplo, los cínicos), desarraigo o indiferencia con respecto tablecida, que transmitirán a sus descendientes, y que además los débiles
a la patria, sino que recibe su plena significación precisamente del recono- aplicarían también, si llegasen a ser los fuertes.
cimiento de la patria como un valor positivo. Las bases antropológicas de la historiografía y la política de Tucídi-
des son, de un lado, la idea de una naturaleza humana que permanece
7. La Historia de la Guerra del Peloponeso de Tucídides (aprox. 460-
idéntica a sí misma en sus inclinaciones esenciales, y de otro, una concep-
395 a. de J. C.) no es sólo un relato inspirado en la más exigente objetivi-
dad; es también una clara toma de conciencia con respecto a un sector ción pesimista del hombre. La tendencia a la dominación se conjuga con
de lo político del que el pensamiento griego se había despreocupado: el la tendencia al desorden. La esencia de la sociedad política es el poder, y
de la política exterior. el resorte de la historia, la lucha por el poder entre las sociedades políti-
A diferencia de Herodoto, explica Tucídides la historia por el libre cas. La guerra entre Atenas y Esparta era tan inevitable como el choque
juego de la naturaleza humana, cuyos resortes íntimos supo aprehender de dos cuerpos moviéndose en dirección opuesta. Maquiavelo y Hobbes,
sin ilusiones. Al igual que los sofistas, tiene un perfecto set;1tido de lo que con Espinosa, serán en este punto seguidores de Tucídides.
hay de ficticio e «ideológico» (en la acepción de la moderna sociología del
conocimiento) en las invocaciones a la justicia, que tanto se prodigan en
la guerra, y busca por ello las causas reales y verdaderas, distintas general- Sofística y utopía
mente de las que alegan las partes. Su pensamiento alcanza peculiar relie-
ve doctrinal en los discursos que jalonan el relato de los hechos y cons- 8. El racionalismo, que con la sofística se había aplicado a la consi-
tituyen exposiciones sistemáticas y estilizadas del contenido intelectual deración crítica de los fenómenos culturales, no podía dejar de inspirar
objetivo de las respectivas situaciones. Lo cual no permite distinguir siem- a hombres de acción, y a idealistas políticos, proyectos de reformas insti-
pre nítidamente la posición personal del autor. tucionales. Tales proyectos culminarían en esbozos de constituciones per-
Como pensador político, es Tucídides ante todo el teórico del derecho fectas, ajustadas a un esquema racional. Así nació en Grecia la utopía como
natural del más fuerte en las relaciones entre los pueblos. Ya Calicles ha- género literario llamado a floreciente porvenir.
bía visto en el ámbito de la política exterior la mejor ilustración de su Las dos primeras utopías de que tenemos noticias son las de Hipóda-
concepción de un estado de naturaleza en el cual el derecho se mide por mo de Mileto y Fáleas de Calcedonia, que merecieron la consideración crí-
el poder. "Tucídides ensancha la perspectiva, señalando la paradoja de que tica de Aristóteles en el libro II de su Política.
la ciudad, condición de toda vida moral y digna, no esté sometida en sus El arquitecto Hipódamo de Mileto (aprox. 475-400) construyó el puer-
relaciones con las demás a pautas éticas, y obedezca tan sólo al propio in- to del Pireo y la colonia ateniense de Turioi, en tiempo de Pericles, según
terés, erigido en norma suprema, en función de la constelación de fuerzas. un criterio geométrico, de inspiración tal vez pitagórica, que también in-
Se abre con ello una grieta entre la política exterior y la moral. La polí- forma su doctrina social. Dividía a los ciudadanos de su república en cam-
tica exterior adquiere así autonomía frente a la ética, como ocurrirá con la pesinos, artesanos y guerreros, y asignaba sólo un tercio del suelo a la
política en su conjunto en la doctrina moderna de la razón de Estad0'1' apropiación privada, reservada a los campesinos. Lo restante era patrimonio
Lo impresionante en Tucídides no es tanto su adhesión personal al común al servicio de la colectividad. Se protegía expresamente a los ex-
principio del derecho del más fuerte en las relaciones entre sociedades po- tranjeros y a los huérfanos, previéndose un auxilio por parte de la ciudad
líticas, cuanto que se limita a mostrárnoslo en acción, cual testigo objetivo a los hijos de los caídos en la guerra, y premios a cuantos hicieren descu-
que lo da por supuesto, como opinión común de los protagonistas de brimientos de interés público.
2. Los sofistas su influencia 123
122 Período

Más radical era la postura de Fáleas de Calcedonia (segunda mitad del vocaba reacciones en forma de oligarquías, cuando imperaban los grupos
siglo v y primera del rv a. de J. C.). Comoquiera que la desigualdad eco- económicamente más fuertes. Por lo demás, la democracia misma, que era
nómica es, según él, la causa principal de las revoluciones, y es la miseria una democracia directa sólo se extendía a los hombres libres.
el factor principal de la delincuencia, propugnaba la comunidad absoluta Era lógico, pues, s~meter a una consideración comparativa las distin-
y total de bienes. Extendía además su comunismo a las actividades pro- tas «constituciones» (politeiai) con el consiguiente intento de establecer
fesionales. Estas debían realizarse por cuenta de la ciudad, según una mo- una tipología de las mismas. A lo largo de la evolución esbozada, fueron
dalidad. cuyos detalles no conocemos. Consecuencia lógica de ello tenía :finalmente destacándose Atenas y Esparta como prototipos contrapuestos
que ser, según Fáleas, la instauración de una misma educación para todos, de la polis y polos de atracción de preferencias doctrinales.
a cargo de la colectividad.
10. Un primer esbozo de esta índole se encuentra en Herodoto (apro-
ximadamente 484-425 a. de J. C.), el cual ofrece, en el libro III de su
Teoría de las formas de gobierno y panhelenismo Historia, la :ficción literaria de una discusión que acerca de las ventajas Y
los inconvenientes de distintas formas sostienen los magnates de la corte
9. Hemos visto que la diversidad en las instituciones había estimula- de Persia después de la derrota y muerte de los magos. Divide Hero?ot?
do la reflexión de los sofistas y condicionado su problemática filosó:fico- las formas de gobierno según que el poder supremo pertenezca a un md1-
jurídica. Esta diversidad era especialmente rica de sugerencias en lo que viduo (monarquía), a un grupo necesariamente reducido de hombres que
atañe a las formas de gobierno. La polis, el Estado-ciudacl, era ciertamente hayan recibido cierta educación (oligarquía) o al conjunto de los ciudada-
la forma común de organización política de Grecia; pero el régimen con- nos, el demos (es lo que él caracteriza por la isonomía, la igualdad ante la
creto de su gobierno variaba según los individuos o los grupos sociales ley, y que equivale a la democracia). Ahora bien, del coloquio resulta que
que ocupaban el ,poder, o según la manéra como lo ejercían. la monarquía puede ser absoluta, al servicio de quien la ejerce, en cuyo caso
Dentro de la diversidad apuntada, cabe señalar una evolución general estaremos realmente ante una tiranía. Tras la crítica de esta forma de mo-
cuyas vicisitudes se reflejaron en la especulación filosófica, a la que tam- narquía y una discusión de lo positivo y lo negativo del régimen popular
bién suministraron urta terminología~ Si el punto de partida fue la monar- (la igualdad puede verse malograda por la violencia de la multitud Y su
quía, la fase ulterior se caracterizó por el aumento del poder de la nobleza, ignorancia, capaces de engendrar también un gobierno tiránico), seguida
que dio lugar al régimen áristocrático. En 'él la virtud esencial era la forta- de la ponderación de la oligarquía, el resultado de la discusión es la opción
leza, acrisolada por la emulación entre iguales (agon), y apoyada en el ethos en favor de la monarquía entendida como gobierno del mejor, por cuanto
comunitario ensalzado por un Tirteo (segunda mitad del siglo vn) y un Pín- quedan en ella garantizadas con mayor eficacia la libertad y la paz. Sin
daro (siglo v a. de J. C.), cuya manifestación histórica fuera Esparta. El que quede del todo clara la preferencia personal de Herodoto, llama la
tránsito de la economía natural a la monetaria redujo en las' ciudades mer- atención en todo caso el hincapié que hace en la denuncia de los males
cantiles el peso de la nobleza, surgiendo frente a ella en las ciqdades mercan- de la tiranía.
tiles y marítimas una clase media cada vez más pujante, que le disputó Esta clasificación será desarrollada sistemáticamente por Platón (en
el poder. El resultado fueron agitaciones sociales, con ocasión de las cua- El Político) y por Aristóteles.
les un individuo enérgico lograba muchas veces encaramarse al poder y
mantenerse en él. los griegos llamaron «tiranos» a quienes de esta mane- 11. En la época que ahora consideramos, la discusión gira ante todo
ra irregular llegaban al mando supremb, sin que la palabra ¡:u.viera en un en torno al valor de la democracia. Hemos visto que la sofística no ofrecía
principio el sentido peyorativo que pronto adquirió. Porque si bien no po- en· este punto una doctrina unitaria, sino que se enfrentaban en su seno
cas ciudades debieron a la tiranía un gran florecimiento, dicho régim~n no tendencias opuestas.
logró quitarse la mácula de la usurpación e institucionalizarse, · quedando Si en Esquilo la excelencia de la democracia resultaba implícitamen~e
excesivamente vinculado a la personalidad del tirano. Forma. de transi- de las hazañas de Atenas en la guerra contra los persas, aparece en cambio
ción, desembocó por lo general en la democracia, c~mo en Atenas. Esta, en Eurípides expresamente asociada a lo que Atenas representa en el ám-
a su vez, al degenerar en demagogia, cual ocurrió ell. la _propia Aten,~s, pro- bito intelectual. Así fue adquiriendo cuerpo una idealización de la demo-
124 Período helénico 2. Los sofistas su influencia 125

erada ateniense que en ·cuanto tal tiene también su lugar en una historia nas, no deja de reconocer que es consecuente: d'isculpa expresamente el
de la filosofía política. Su formulación más cabal se encuentra en la ora- que el pueblo en general sea demócrata, «porque merece indulgencia todo
ción fúnebre de Pericles (hacia 500-429 a. de J. C.) en honor de los caídos, aquel que tiende a su propio bien»; y una vez instaurada la democracia,
que Tucídides nos ha transmitido (libro II, 35 ss.) en términos que hacen es normal que ésta adopte las instituciones más idóneas a su conservación.
de ella la apología clásica de esta forma de gobierno en cualquier tiempo Concede asimismo que el comercio marítimo, por facilitar contactos con
y lugar. otros pueblos, eleva el bienestar. Algunos rasgos permanentes de toda po-
Se han señalado semejanzas entre la concepción de la democracia en lítica exterior fundada en el dominio del mar están perfectamente vistos
Pericles y la teoría de Protágoras, su amigo. Es punto central de la mis- y perfilados, como la posibilidad de controlar un territorio a distancia, sin
ma la participación de todos los ciudadanos en la vida política, llamada a necesidad de ocupación, con la amenaza ejercida sobre sus vías de comu-
crear en ellos un sentido de responsabilidad y su sumisión libremente nicación.
aceptada a las exigencias del bien común. Una igualdad de oportunidades
debe sustituir los privilegios hereditarios. Hay sobre todo en el discurso 13. A la discusión doctrinal sobre formas de gobierno suscitada en el
de Pericles una fe optimista en el valor social de la libre discusión y de la siglo v podemos asociar los nombres de los grandes oradores rivales, Isó-
espo~taneidad individual. De ahí un programa pedagógico que fomenta el crates (436/5-338) y Demóstenes (384-322), aunque cronológicamente sean
despliegue de los caracteres, en contraste con la rigidez de la educación contemporáneos de Platón y Aristóteles. El problema fundamental es
espartana. La contraposición con respecto a Esparta es constante en la para ellos el que plantea el caudillaje en la democracia y el de los me-
oración de Pericles, y se manifiesta con el mayor vigor en la acentuación dios más adecuados para asegurar el logro de la moderación. Buscan la
de la actitud abierta de Atenas en relación con el mundo exterior frente fórmula susceptible de evitar, por un lado, la funesta acción de los dema-
al aislamiento cultural de su rival. ' gogos, y por otro, la corrupción de los tribunales populares, los dos males
yna vez más se abre un hiato entre la esfera interna y la externa de fustigados ya por Aristófanes en sus comedias. Los vicios de la democracia
la ciudad, por cuanto en las relaciones internacionales no caben los mis- ateniense no le impidieron a Demóstenes calificar esta forma de gobierno
mos principios: el gobierno hegemónico de Atenas sobre sus aliados equi- de única legítima. Isócrates, por su parte, propuso como reforma práctica
vale a una tiranía, reconoce con claridad el estadista en otro de sus grandes en su Areopagítico (354) y su Panatenaico (340) la sustitución de la demo-
discursos. cracia directa por una democracia indirecta, por no decir todavía represen-
tativa, que, al encargar la gestión de los asuntos a los mejores, implicase un
12. En el lado· opuesto, el documento sin duda más característico de elemento aristocrático. Distinguió también Isócrates la justicia que da a
esta discusión es un opúsculo anónimo que fue erróneamente atribuido a cada cual lo que merece de la que pretendiera dar a todos lo mismo sin dis-
Jenofonte y suele aún figurar, por este motivo, en las ediciones de sus criminación. Por lo demás, profesaba en esta materia cierto relativismo, por
obras completas: la República de los Atenienses. Escrita hacia el año 424 cuanto al ocuparse de ella lo hacía siempre en función de la comunidad
antes de J. C. por un oligarca violentamente hostil a la democracia (se le respectiva. Así, al dirigirse a Nicocles, rey de Salamina en Chipre, ensalza
llama a veces el Viejo Oligarca), la República de los Atenienses ofrece la monarquía, destacando entre sus · excelencias la más amplia identifica-
peculiar interés por la lucidez de su perspectiva sociológica, que advierte ción entre el gobernante y la comunidad y la eficacia de decisiones rápidas,
el nexo existente entre la evolución democrática de Atenas y su expansión dejando un espejo del príncipe sabio, justo y noble que prepara y anuncia
comercial y marítima. ¿Cómo no saldrían más favorecidos en Atenas los los de la época helenística.
pobres Y el pueblo que los nobles y los ricos, si dpueblo es quien impulsa Pero lo más interesante es la amplitud de la perspectiva desde la cual
las naves y da su fuerza a la ciudad, siendo su papel muy superior al de la Isócrates se enfrenta ahora con las dificultades constitucionales de Grecia.
aristocracia, que constituía las tropas de tierra? Si tan sólo los pudi~ntes En su Panegírico de Atenas (380), la problemática política se ensancha hasta
lograban costearse sus armas para la infantería, los que nada o poco te- rebasar el marco del Estado-ciudad. Más importante que la· reforma interior
nían podían por lo menos alistarse como remeros en las naves. Y el desti- de la ciudad es la revisión de sus relaciones con las demás ciudades. Para
no ~omún se ventilaba en el mar. En honor del autor desconocido hay que super_ar la situación creada por las continuas guerras, que finalmente provoca-
decir que, aun cuando desapruebe la actitud igualitaria del pueblo de Ate- rían el culto de la fuerza y la ruina de todos, supp elevarse Isócrates a la
2. Los sofistas su influencia 127
126 Período helénico
·~~~~-~~- ---~~==--~~ K. HONIG, «I principi giusnaturalistici dei sofisti», en R.l.F.D., Roma, XVII (1937),
idea de una federación panhelénica seriamente encaminada a poner tér- 577-607.
mino a la inveterada y anacrónica atomización política de la nación. Cierto G. G. KERFERD, The Sopbistic Movement, Cambridge, 1981.
es que con excesiva buena fe creyó poder encomendar su realización a S. MONTERO DíAZ, «El individualismo político en el pensamiento griego», en su libro
Filipo de Macedonia, sin tener debidamente en cuenta las miras interesa- De Calicles a Trajano, 11-42, Madrid, 1948.
W. NESTLE, «Politik und Aufklarung in Griechenland im Ausgang des V. Jahrhun-
das de éste. Pero antes había esperado en vano que Atenas se pusiera al derts v. Chr.», reimpreso en su Griechische W eltanschauung, ya cit., 92-123,
frente del movimiento confedera! y renunciara a toda política de fuerza. Stu ttgart, 1946.
Isócrates, en contraste con el sentir dominante de la tradición helé- G. RoMEYER-DHERBEY, Les sophistes, París, 1985.
nica, niega un derecho natural del más fuerte en la esfera internacional, J. DE RoMILLY, Les grands sophistes dans l'Athenes de Péricles, París, 1988.
incluso por razones de propia conveniencia; destacando (con especial in- G. SAITTA, L'illuminismo della sofistica greca, Milán, 1938.
M. SALOMON, «Der Begriff des Naturrechts bei den Sophisten», en Zeitschr. der Sa-
sistencia en el discurso Sobre la paz, 356) cómo el desprecio de la justicia vigny-Stift. Rechtsgesch., Romanist. Abth., XXXII (1911).
en relación con las demás ciudades se volvió finalmente contra Atenas y M. UNTERSTEINER, I sofisti, Torino, 1949, 2.ª ed., 2 vols., Milán, 1967.
Esparta, sucesivamente. S. ZEPPI, Studi sul pensiero etico-politico dei sofisti, Roma, 1974.
La idea panhelénica de Isócrates no car.ecía ciertamente de preceden-
tes, pero eran más bien de carácter literario y retórico. El más notorio es Sofistas en particular
un discurso de Gorgias de Leontinoi (aprox. 480-380) en los juegos olím- PRoTAGORAS, Fragmentos y testimonios. Trad., introd. y notas por J. BARRIO GUTIÉ-
picos, en el que pidiera que el sentimiento de comunidad se extendiese a to- RREZ, 2.ª ed., Madrid, 1973.
das las ciudades griegas. En general el pensamiento helénico, absorbido por GoRGIAS, Fragmentos y testimonios. Trad., introd. y notas por J. BARRIO GuTIÉRREZ,
el tema de la polis y 'su mejor forma de gobierno, se desentendió del fenó- 2.• ed., Madrid, 1974.
GoRGIAS, Fragmentos, versión bilingüe de C. TAPIA ZÚÑIGA, México, 1980.
meno de las ligas y confederaciones de ciudades, y más aún de la posibi- PRónrco e HrPPIAS, Fragmentos y testimonios. Trad., pról. y notas por J. BARRIO
lidad de una integración de la polis en una organización más extensa. Cual- GuTIÉRREZ, Buenos Aires, 1965.
quiera que sea la insuficiencia de su elaboración doctrinal, muy vinculada F. ALTHEIM, «Staat und Individuum bei Antiphon dem Sophisten», Klio, 20 (1926),
a la situación concreta de la Grecia de entonces, y especialmente del proyec- 257-269.
E. ALVAREZ ZAVALA, Ensayo sobre las ideas filosófico-jurídicas de Protágoras, Ma-
to de una guerra panhelénica contra Persia, queda en pie el hecho de
drid, 1931.
que Isócrates tuvo conciencia de la caducidad del Estado-ciudad y de la im- A. T. COLE, jr., «The Anonymous Iamblichi and his place in Greek political theory>>,
portancia de la monarquía macedónica como forma política, dos realidades en Harvard Studies in Classical Philology, LXV (1961), 127-163.
que a un Aristóteles, por ejemplo, se le escaparon. En este sentido su pen- D. LOENEN, Protagoras and the Greek Community, Amsterdam, s. f. [1940].
samiento apunta al porvenir, vislumbrando la era de las grandes conste- A. MENZEL, Kallikles. Bine Studie zur Geschichte der Lehre vom Rechte des Star-
keren, Viena y Leipzig, 1922.
laciones imperiales del período helenístico y romano. W. NESTLE, «Kritias», reimpr. en sus ya cit. Greichische Studien, Stuttgart, 1948,
253-320.
BIBLIOGRAFIA M. SALOMON SHELLENS, «Der Gerechtigkeitsbegriff des Thrasymachus», en Z. f. phil.
Forsch., VII (1953), 481-492.
Las obras mencionadas en el capítulo anterior de DIELS, EGGERS LAN, FREEMAN,
GARCÍA BACCA, HORVATH, KIRK-RAVEN, MüNDOLFO, NESTLE. Eurípides
G. MURRAY, Eurípides y su época, trad. cast. de la 2.' ed. ingl., corregida, por
Sofística en general A. Reyes, Méjico, 1949.
W. NESTLE, «Die Religiositat der griechischen Tragiker», cit. en el cap. anterior.
A.-H. CHR.OUST, «The Philosophy of Law of the Early Sophists», Amer. J. J!,J, 20,
1975, pp. 81-94.
E. DuPRÉEL, Les sophistes. Protagoras, Gorgias, Prodicus, Hippias, Neuchatel, 1948. Tucídides
E. GALÁN GuTIÉRREZ, Introducción al estudio de la filosofía jurídica, c. VI, Madrid,
J. ALSINA, Tucídides: Historia, ética y política, Madrid, 1981.
1947.
R. ARON, «Tucídides y el relato histórico», en su libro Dimensiones de la conciencia
F. HEINIMANN, Nomos und Physís. Herkunft und Bedeutung einer Antíthese ím grie-
chiscben Denken des 5. Jahrhunderts, Basilea, 1945. histórica, trad. castell., Madrid, 1962, 91-117.

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