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COMUNICACIÓN POLÍTICA E INCLUSIÓN

Comunicación Política e Inclusión

Módulo 1
Semiótica e información

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COMUNICACIÓN POLÍTICA E INCLUSIÓN

Contenido
INTRODUCCIÓN .......................................................................................................................................... 4

1. LA INFORMACIÓN EN UN SOLO SENTIDO: PROCESOS TRANSMISIVOS .................................................... 9

1.1. PROCESO INFORMATIVO ........................................................................................................................ 19


1.1.1. Energía física de entrada ........................................................................................................ 19
1.1.2. Transducción sensorial ............................................................................................................ 20
1.1.3. Actividad intercurrente del cerebro ........................................................................................ 21

2. PROCESO COMUNICATIVO .................................................................................................................... 22

2.1. ELEMENTOS DEL PROCESO COMUNICATIVO................................................................................................ 23

3. FACTORES DE PERFECCIONAMIENTO Y DEGRADACIÓN DE LA COMUNICACIÓN .................................... 28

3.1. COMUNICACIÓN PLENA ......................................................................................................................... 29


3.2. COMUNICACIÓN ABERRANTE .................................................................................................................. 30
3.3. COMUNICACIÓN FALLIDA ....................................................................................................................... 30

CONCLUSIÓN ............................................................................................................................................ 32

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Introducción
Las palabras dichas –lo sabemos- tienen el poder de generar emociones. Una
palabra, por ejemplo, es capaz de hacer descender loa niveles de serotonina en
el cerebro y –entonces- de deprimirnos. O al revés. Sin embargo, olvidamos,
demasiado a menudo, que la palabra dicha intencionalmente entra en
competencia no solo con otras palabras, sino con la información proveída por
nuestro entorno. Y de eso trata este módulo: de comprender que por más
poder que confiramos a nuestras palabras, estas operan en un contexto
informativo. Y así iremos entendiendo –más adelante- que hablar de
comunicación política no es lo mismo que hablar de discurso político.

Cuando se califica a nuestro tiempo como una época signada por la


información, de inmediato imaginamos al hombre y a su mundo envueltos en
noticias que provienen veloz y simultáneamente de todas partes del planeta.
Pensamos en computadoras, satélites, imágenes de televisión y propuestas
publicitarias. Y, para referimos a todo ello, utilizamos palabras.

De manera que la información aparece en una primera instancia como


vinculada necesariamente a una fuente emisora y reductible —a fin de
cuentas— al empleo de signos lingüísticos.

Sin embargo, los datos, las noticias, la información que el ser humano extrae y
procesa no provienen únicamente del mundo de lo intencional y menos
exclusivamente del mundo del lenguaje; aun cuando nos cueste percibirlo con
claridad porque culturalmente estamos predispuestos a suponer que detrás de
la información hay alguien que quiere decirnos algo, aun cuando nos cueste
admirar los datos y noticias con los que trabajamos cotidianamente, provienen
indiscriminadamente de estímulos deliberadamente producidos para informar,
pero también de estímulos ajenos en el origen a toda voluntad significativa.

Observemos, por ejemplo, un día de nuestra vida; detengámonos a ensayar


una clasificación provisoria de la información que hemos extraído y procesado
durante las horas de ese día. Si somos alumnos universitarios será «natural»
que primero vengan a nuestra mente informaciones provenientes de los
diferentes cursos o asignaturas que la universidad nos ha ofrecido; de igual
forma, la información con los libros, apuntes, avisos, orientaciones, etc.; pero,
si seguimos clasificando los datos obtenidos, reconstruiremos informaciones
aprehendidas del estado de tiempo, del ánimo de nuestros familiares, de

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nuestra propia habitación, de la calle, de nuestra ciudad, en fin, de todo un


universo de estímulos carentes de una fuente emisora y, sin embargo, nos
conducen a la captación de datos, noticia, informaciones.

Incluso cuando asociemos información con intencionalidad expresada


especialmente a través del uso del lenguaje, una reflexión primaria nos dice
que información no supone, por fuerza, intencionalidad, y no se reduce al
consumo de palabras.

Pensemos en una situación de competencia informativa. Los libros escolares y


los medios de comunicación proporcionan datos sobre un «deber ser» en
referencia a la relación individuo/medio ambiente: el equilibrio ecológico. Pero
junto a este «deber ser» el propio «ser» de nuestra existencia cotidiana nos
lleva a aprehender datos y noticias sobre la consideración real que la sociedad
en la que vivimos tiene respecto a ese tema. Nótese a través de este caso que
el hecho de que una información sea trabajada sistémicamente para que sea
entendida y aceptada no garantiza per se resultados, porque lo que nos «dice»
nuestro entorno compite para bien o para mal con aquello que nos ha sido
planteado intencionalmente. Y yendo al plano del efecto de la información
sobre la conducta: ¿será la información intencional la que alcanzará resultados
o, en la competencia sígnica, será la información no intencional la que
movilizará nuestro comportamiento?

De todo esto resulta que, al considerar la información, no solo hay que


considerar la información deliberada o no deliberada, sino tomar en cuenta
también que los elementos significativos que portan esta información compiten
entre sí por su efectividad. De tal forma que, si se quiere estudiar los procesos
informativos en una sociedad, no basta con determinar información en una
sociedad, no basta con determinar como objeto de estudio los signos
intencionalmente producidos para significar, no basta con aislar los signos
lingüísticos como objeto de estudio, sino contemplar en su conjunto, citando
Saussure en el Curso de lingüística general: «La vida de los signos en el seno
de la vida social».

Para reflexionar sobre la información, por lo tanto, es indispensable que


distingamos entre el conocimiento cotidiano que, como ya vimos, puede inducir
a error (considerar que toda información es intencional) y el conocimiento
científico. Y en este deslinde se hace necesario introducir dos conceptos: el
concepto de metalengua y el concepto de lengua-objeto.

¿Qué es la lengua-objeto?

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La delimitación de nuestro objeto de estudio, el universo sobre el cual nos


interesa una reflexión científica, en nuestro caso, como ya señalamos, ese
universo es de la información sustentada en la observación del funcionamiento
de los signos en la sociedad.

Para realizar una observación científica, y no basada en impresiones subjetivas,


se requiere tener claro el concepto de metalengua.

¿Qué es la metalengua?

¿Qué supone hablar del nivel metalingüístico de una ciencia? El metalenguaje


es denominado así porque es un lenguaje formulado para hablar de otra lengua
(por eso metalengua: más allá de la lengua); es el conjunto sistemático de
conceptos de los cuales se vale una disciplina para dar cuenta de su objeto de
estudio.

Así, el nivel de lengua-objeto en la psicología (objeto de estudio) sería la


conducta, cuya explicación científica requiere de un aparato conceptual ofrecido
por la ciencia psicológica. En esta necesidad de precisiones, la palabra mercado,
para la economía, se refiere al punto de encuentro de la oferta y la demanda y
no a lo que el conocimiento cotidiano nos puede hacer suponer. Y así, en
diferentes ciencias, pensemos en conceptos que tienen validez dentro del
aparato conceptual de esas ciencias. Las palabras palanca y fusión en Física, los
términos lengua y articulación en la Lingüística, el concepto de elemento en
Química, etc.

Si nuestro nivel de lengua-objeto es el universo de la información, como lo


anunciábamos anteriormente, requeriremos, para su análisis, del aparato
conceptual o metalenguaje dado por una disciplina capaz de ofrecernos los
instrumentos de reflexión requeridos. Esa disciplina será Semiología o
Semiótica, que es la disciplina encargada de estudiar la vida de los signos en el
seno de la vida social.

Así, tendríamos:

Metalengua Lengua-objeto

Semiótica Signos en la sociedad

Esta disciplina, la semiología o semiótica, fue esbozada por Ferdinand de


Saussure en las clases distadas por este lingüista ginebrino, y recogidas en el
Curso de lingüística general, publicado por sus discípulos en 1915. De acuerdo

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con Saussure, los signos lingüísticos son solo una parte de los signos que se
entretejen en una sociedad; en ese sentido, si bien existía un metalenguaje
para dar cuenta del lenguaje, se requiere de otra disciplina capaz de explicar el
comportamiento de los signos en general. Así se planteó la necesidad de la
semiología o semiótica, de la cual la Lingüística sería solo un capítulo.

METALENGUA LENGUA-OBJETO

Psicología general Conducta


Psicología social Conducta social
Semiología Signos en general

Lingüística Signos
lingüísticos

Entre metalengua y lengua-objeto hay necesariamente una relación de


interdependencia. Es decir, hay nada en el metalenguaje que no esté referido a
una delimitación conceptual de nivel de lenguaje-objeto y viceversa: hay nada a
nivel de lengua-objeto que antes no haya sido conceptualizado a nivel de
metalenguaje; así, el hombre como realidad independiente de una disciplina
científica es el mismo que sirve de objeto de estudio a disciplinas como la
Antropología o la Psicología, pero cada una de estas ciencias lo concibe
peculiarmente, singularizando algunas de las dimensiones de su quehacer y
precisando esa dimensión como objeto de estudio. El avance del metalenguaje
de una disciplina supondrá mayores delimitaciones y precisiones en el nivel de
lengua-objeto, y evidentemente la identificación de estas mayores precisiones
enriquecerá el aparato conceptual metalingüístico.

Ahora estamos en condiciones de retornar al mundo de la información, de


recordar que esta no se sustenta únicamente en estímulos voluntariamente
producidos para significar, y de reafirmar que los signos lingüísticos no son los
únicos portadores de información. Y si a todas estas observaciones las
vinculamos con la constatación de que los diferentes signos que se entretejen
en una sociedad compiten entre sí por su efectividad, nos enfrentamos al nivel
de lengua-objeto de la semiótica: su preocupación por los signos en general.

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El conocimiento científico, en su búsqueda de objetividad, debe contar con un


metalenguaje adecuado. Este metalenguaje debe estar regulado por tres
principios fundamentales:

 Autocoherencia. Libre de contradicción interna.


 Exhaustividad. Tratar de dar cuenta del mayor número de fenómenos
 Simplicidad. Implica el empleo del menor número de conceptos
posible.

La autocoherencia prima sobre la exhaustividad y la exhaustividad sobre la


simplicidad.

Nuestro común impulso por «dar sentido» a todas y cada una de las cosas y
ocurrentes se enriquecerá con un mayor manejo conceptual sobre la vida de los
signos.

La semiótica no solo es un ejercicio científico e intelectual que se agota en la


disciplina misma, sino que deberá posibilitar un enriquecimiento de nuestra
condición de generadores y consumidores de información. Cuanto más
sistemático sea nuestro conocimiento respecto a la información, nos alejaremos
—con certidumbre científica— de los «me parece», «creo que» y transitaremos
con seguridad en el descubrimiento de elementos, estructuras y funciones.
Habrá que interesarnos, pues, el carácter sistemático de la información. La
referencia de nuestros sistemas permitirá que nuestros continuos avances
conceptuales sobre la información posean puntos de referencias estables
capaces de transmitirnos, «dar sentido» científico —y por eso humano— a
nuestra existencia.

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1. La información en un solo sentido:


procesos transmisivos
Imaginemos una situación clásica: las características del sonido de una moneda
al impactar sobre el piso pueden evocar en nosotros muchas sensaciones y
reflexiones. Un rápido reconocimiento del sonido nos hace imaginar casi de
inmediato el tamaño, peso y probable valor; es posible, también, el color del
metal, la forma, la distancia que ha recorrido antes de impactar, la rapidez de la
caída misma. En fin, la caída de la moneda (y su impacto) «nos dirá» si vale la
pena recogerla.

La cantidad de datos o noticias recogidas en la situación descrita nos sitúa ante


la necesidad de intentar contribuir a que el metalenguaje semiótico, es decir los
términos formales de esta disciplina, permitan una descripción de fenómenos
análogos; porque la experiencia interactiva nos dice que cuanto más
sistematicemos nuestras ideas y conocimientos en torno a estos procesos «en

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un solo sentido» —que por ahora señalaremos solo como no comunicativos—


estaremos en mejores condiciones de asumir conductas predictivas.

¿Existe, de veras, lo que podríamos denominar como «lenguajes de la


naturaleza» o, aun, de «las cosas»?

Responder a esta sencilla pregunta nos pone frente a la necesidad de


establecer delimitaciones en el comportamiento sígnico de los elementos de una
sociedad.

Y nos obliga, entones, a emprender una experiencia que, con ayuda de los
conceptos provenientes de la semiótica, nos permite las respuestas que el
conocimiento científico habrá de proveernos.

Empecemos por preguntarnos si habla la naturaleza.

Hoy nos parecerá extraño, pero es claro que el hombre «primitivo» nos hubiese
dicho automáticamente que sí, que no solo habla, sino que lo hace en nombre
de la divinidad.

Así, el sol, el rayo, las mareas, un eclipse o una sequía serían —desde esta
perspectiva— una manera de hablar de los dioses, constituirían —entonces— su
«lenguaje».

Y, ciertamente, hoy desdeñaremos esta creencia, sonreiremos ante la


«mentalidad primitiva» que confiere al rayo un significado divino, pero nos
persignaremos ante el primer remezón que indique un temblor de tierra.

Sin embargo, la ciencia nos ha dado una respuesta base. La naturaleza, con sus
leyes y elementos, no obedece a la divinidad; la naturaleza es, está y ocurre,
pero esta ocurrencia es ajena a toda intencionalidad.

Pero decir que la naturaleza no nos habla, ni por sí ni como mediadora, no


implica que los hechos, elementos o procesos de la naturaleza no signifiquen.
Para usar una designación de Umberto Eco, los hechos, elementos o procesos
de la naturaleza constituyen un tipo de «signos naturales» que, en cuanto tales,
nos proveen de información sobre el entorno natural.

Y ¿un estornudo, un bostezo, un tic nervioso, el enrojecimiento del rostro ante


una situación embarazosa? En fin, todo ese mundo de actos inconscientes que,
siendo producidos por el hombre, escapan a su voluntad, deliberación o
inteligencia… ¿También significan? Todos lo sabemos. Tanto que regulamos
nuestra conducta a partir de esa observación. El profesor acorta la clase ante
las expresiones de agotamiento del alumno, éste toma sus providencias si el
gesto del maestro traduce enojo; por último, quisiéramos desaparecer cuando
nuestro rostro se enrojece y revela así la incomodidad ante una situación que

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nos parece ridícula. Se trata, por tanto, de otro tipo de signos naturales, porque
debajo de ellos tampoco identificamos la presencia de una voluntad o
deliberación.

Hasta aquí hemos aludido a la existencia de signos naturales y a una distinción


de dos tipos de estos. Pero, y ¿una licuadora, una tostadora, un horno de
microondas, un automóvil, una casa, una ciudad limpia y ordenada?

No podemos decir que se trata de signos naturales, porque se sustenta en


fenómenos que han derivado de la inteligencia humana. ¿Y también significa?
Aun cuando se trate de creaciones humanas formuladas para satisfacer una
serie de necesidades humanas o significativas, es evidente que todo obtenemos
información a partir de estos elementos.

En estos últimos casos, ¿ante qué tipo de signos estamos? Concordando con
Eco, se trata obviamente de signos artificiales (que implican inteligencia y
voluntad), pero signos soportados en estímulos creados por el hombre para
satisfacer una función no significativa en el origen, de allí su nombre: signos
artificiales podrecidos como función. Pero, ¿qué tienen en común estos signos?
Proponemos llamar procesos informativos transmisivos a todos aquellos
procesos de extracción de información en los cuales el individuo, ante la
presencia de un estímulo no significativo en su origen, interpreta dicho estímulo
a partir de su programa de experiencias, le confiere un significado y crea —con
ello— un signo, en el que inicialmente solo existía un estímulo neutro desde la
perspectiva de las significaciones. Los procesos transmisivos, entonces, están
basados en:

 Signos naturales, sean aquellos identificados con cosas, elementos o


procesos de la naturaleza o aquellos generados inconscientemente por el
hombre.
 Signos artificiales, producidos como función:

PROCESOS TRANSMISIVOS

X Estímulo

Interpreta y Crea
atribuye signos
significado

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Observamos, entonces, que en el tejido social hay una serie de procesos de


extracción de información o procesos informativos carentes de una
intencionalidad significativa. Y no solo por su cantidad, sino por su pertinencia
cultural, requerimos delimitarlos y conceptualizados científicamente. De allí que
aludamos a estos procesos con el término específico de procesos
transmisivos, y de allí que precisemos los tipos de signos que constituyen su
materia prima.

Es claro que junto a estos procesos informativos transmisivos existe otro tipo
de procesos informativos: los procesos comunicativos. En ellos, nuestra
propia experiencia nos lleva a abstraer sus rasgos relevantes. Son procesos en
los que media una intencionalidad significativa en el origen; procesos que
suponen, por tanto, la presencia de un emisor (alguien que quiere decir algo) y
procesos que se soportan en signos artificiales producidos expresamente para
significar. En estos procesos, a diferencia de lo que sucede en los procesos
transmisivos, la información fluye en doble sentido, es bidireccional porque el
emisor atribuye significado al estímulo propuesto y el receptor también lo hace.

Así tenemos que en estos procesos:

PROCESOS COMUNICATIVOS

X Estímulo X
Emisor (EFE)

Interpreta Interpreta
y atribuye y atribuye
significado significado

Nos interesa aquí referirnos particularmente a la información «en un solo


sentido», a los procesos transmisivos, a esa dimensión de la información a la
que muchas veces se suele dejar de lado como objeto de estudio, como lengua-
objeto.

Decíamos que los procesos transmisivos suponían unidireccional: que ante la


presencia de un estímulo no significativo en el origen era el receptor de dicho
estimulo el que le atribuía —desde su programa de experiencias— un valor
significativo.

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¿Cómo se produce esta atribución de significado? En su Proyecto de


semiótica, CORRADO MALTESE nos dice:

«La experiencia cotidiana


confirma que la atribución
del valor de signo a un
fenómeno, y la ulterior
atribución de un significado
al signo mismo, depende del
receptor; es más, es —en
cierta medida— creación
suya».

¿Por qué la restricción «en cierta medida»? Porque la atribución de


significado que realiza el receptor está condicionada por la existencia de un
código social (cultural) de interpretación que la sociedad ofrece a sus
individuos. Y es esto lo que determina que, si bien la atribución de significado a
un fenómeno X es mía, no es en términos absolutos una creación, porque la
comunidad, a través de la cultura, ofrece a los individuos un sistema previo de
clases para la interpretación.

Como bien dice Kenneth PIKE:

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«Hay que tener en cuenta que


las estructuras conductivas
poseen unidades émicas, es
decir, aquellas que son
parcialmente relativas a cada
cultura particular, y
parcialmente determinadas
por características humanas
innatas y por la relación de la
comunidad con su porción
del mundo circundante».

De modo que no solo los procesos comunicativos, no solo los procesos de


extracción de información basados en signos artificiales producidos
expresamente para significar, y obviamente no solo el lenguaje, constituyen ese
mundo de información que la sociedad ofrece a sus individuos. Todas las
estructuras conductivas —todos los procesos informativos, sean transmisivos o
comunicativos— son portadores de las relevancias culturales de una sociedad.
Sociedad que revela su modo de ver el mundo a través de diferentes registros
de su quehacer.

Vemos aquí, una vez más, la importancia de los procesos informativos


transmisivos para un grupo humano. El modo de interpretar los estímulos que
tienen los individuos pertenecientes a una comunidad dada no va a estar
condicionado solo por los procesos comunicativos, o por la estructura misma de
la lengua, sino también por el cúmulo de procesos de extracción de información
«en un solo sentido» —procesos transmisivos— que, junto a la comunicación,
constituyen la propuesta de signos que la colectividad ofrece a sus individuos.

De todo esto resulta:

Código social Código individual Experiencia inanalizada

En los procesos transmisivos, por tanto, la atribución de significado es en un


solo sentido con los condicionamientos implícitos en la propuesta social. De allí

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que, como señala DUFRENNE, mientras en el sistema verbal «el signo se


convierte en cosa», en los sistemas no verbales «la cosa se convierte en
signo».

Y esta conversión en signo nos lleva otra vez al terreno de la producción de los
signos reclamado por Umberto ECO, a propósito del diseño de la semiótica
general; conviene precisar aún más la operatividad del código social y el código
individual en esta conversión. Como ya vimos, las diferentes comunidades
codifican formas de expresión y contenido que ofrecen a sus individuos.

Conviene recordar con Louis HJELMSLEV que en la estructura del signo existen
dos planos:

 Plano de la expresión. Correspondería genéricamente a los términos


significante, imagen, nombre o cara externa del signo.
 Plano del contenido. Correspondería a lo que diferentes lingüistas han
denominado como significado, concepto, sentido o idea.

En cada plano, la glosemática distingue entre sustancia y forma. Así, existirá


una EF (forma de la expresión) y una CF (forma del contenido). En el
signo lingüístico, entonces:

 Será forma de la expresión el


aspecto relevante del sonido que
cada lengua estructure.
 Entenderemos como sustancia del
contenido lo «significable», aquello
de lo cual se puede hablar.
 Entenderemos como forma del
contenido la organización particular
que cada lengua confiere a esa
sustancia.

Toda lengua, por lo tanto, se presenta inmediatamente como un sistema de


signos, es decir, como un sistema de unidades de expresión a la que va unido
un contenido (sentido). La estructura del signo lingüístico implica, pues, una
relación de evocación recíproca entre forma de la expresión y forma del
contenido que se defiende solo por su solidaridad mutua, y ninguna de ellas
puede identificarse de otro modo.

Si extrapolamos los conceptos de forma de la expresión y forma del contenido y


los signos transmisivos, los cuales, como indicamos, no constituyen datos
previos, tendremos:

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EF ES

CF CS

Individuo Experiencia
inanalizada

(EF: forma de la expresión).

(ES: sustancia de la expresión).

(CF: forma del contenido).

(CS: sustancia del contenido).

Es claro, entonces, que mientras la forma expresión y contenido, en los signos


transmisivos, es una atribución que realiza el individuo unilateralmente respecto
a lo percibido, la sustancia de ambos planos corresponde a la experiencia
inanalizada. La EF estará constituida por las propiedades sobresalientes de lo
aprendido, la CF comprometerá la organización conceptual de lo evocado. Así,
si percibimos una silla del continuo inanalizado en que se halla inmersa,
mientras la CF será la pertinencia conceptual a la que llegó («para sentarse»),
«para una sola persona», etc.), en virtud de la asociación con la expresión.

De suerte que estos individuos constituirán sus códigos de aprehensión a partir


de la propuesta social y en su interacción con la experiencia inanalizada, con los
resultados de conducta ocurridos.

Así, si bien la atribución de significado en los procesos transmisivos la realiza el


hombre desde un código individual, se debe admitir la existencia de un
condicionamiento social. Condicionamiento que será más o menos intenso en
orden al número, calidad y ordenamiento de experiencias aprehendidas en la
interacción.

De allí, la importancia para el hombre de enriquecer su programa de


experiencias o código individual, de incrementar permanentemente lo
aprehendido y sistematizarlo adecuadamente. Debemos recordar que nuestras
experiencias no están almacenadas inorgánicamente en nuestro cerebro, sino
constituyendo un sistema, es decir, se encuentran ordenadas. Cuidado: no
bien o mal, sino ordenadas; por ello lo imperioso del incremento cuantitativo de
experiencias, pero también la necesidad de su ordenación. No olvidemos que

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este programa opera por oposiciones y combinaciones y que si yo leo sí lo


entiendo como no-no: que cuando percibo casa entiendo no edificio, etc. Y
que esto nos obliga a conferir particular cuidado al orden o sistema con el que
operamos.

De nada valdría un gran número de experiencias (la lectura, por ejemplo), si el


individuo no remite la información a los casilleros correspondientes. Si yo
pretendiese jugar ajedrez, por ejemplo, «corriendo el programa» de mis
experiencias como tenista, es altamente probable que se plantee una situación
de operativa grotesca: igual ocurrirá si pretendo abordar un análisis semiótico
(que implica una clarificación entre metalengua y lengua-objeto) con criterios
de una ciencia ajena, «corriendo el programa» de la sociología. Ciertamente
podré hacer un análisis, pero deberé darme cuenta de que el sistema empleado
no era el pertinente, y que, por tanto, mi interpretación tendrá tal vez validez
sociológica (si el sistema empleado fuese correcto desde esta perspectiva), pero
no se tratará de un análisis semiótico. Si no me diera cuenta del desfase,
querría decir que mi sistema matriz a nivel del código individual estaría
deficientemente constituido.

¿Por qué enriquecer el programa de experiencias?

Porque en la producción de signos dicho programa cumple dos roles:

 La creación del signo dependerá del rol del programa de experiencias en


tanto umbral cultural de percepción (o filtro) respecto a la experiencia
inanalizada.
 La creación del signo dependerá del rol del programa de experiencias en
tanto umbral cultural de percepción (o filtro) respecto al código social.

El primer rol significa que, a mayor programa de experiencias, el individuo


tendrá un mayor umbral cultural de percepción (límites de comprensión del
mundo en un momento dado) y, consecuentemente, podrá captar más
información. El segundo rol implica que, a mayor programa de experiencias, el
individuo usará su umbral como filtro para valorar los condicionamientos
interpretantes proveídos por el código social.

Así es claro que cuanto más y mejor sepa yo de economía, estaré en mejores
condiciones para percibir y «leer» ciertos fenómenos económicos; pero es claro
también que si mi umbral no me permitió distanciarme del código social para

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valorar su propuesta, mi producción de signo será tal vez correcta, pero en el


contexto de un fenómeno que denominaremos percepción de individualidad
vacía, porque el código social asume y expropia el rol del código individual.
Reparemos en la importancia que tiene para nosotros este concepto de
percepción de individualidad vacía, porque un individuo signado por esta
percepción inhibe su capacidad de conocer e inhibe, así, su desarrollo personal.

Conviene tener claro, entonces, que, como lo dice Gyorgy KEPES:

«Ver no sólo es orientarse


sobre el plano físico, sino
también sobre el plano
humano. El caos es
insoportable para el hombre
en su vida emotiva e
intelectual, tanto como lo es
en su existencia biológica».

Y conviene, por lo tanto, entender que la concepción de los procesos


transmisivos como procesos de extracción de información en un solo sentido no
nos pone en la pista der una arbitraria interpretación de estímulos, sino en la
pista de una arbitraria interpretación de estímulos, en la necesidad de admitir
que el signo transmisivo depende del juego sutil entre el código social y la
experiencia inanalizada, y que en ese juego nuestro programa de experiencias
—como formulador del signo— actúa como mediador.

P. E.

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Código Experiencia

Umbral SIGNO Umbral

Social Inanalizada

Considerando la importancia de la información en un solo sentido, vale la pena


que los procesos transmisivos exijan cada vez más una mayor preocupación de
la semiótica. De esta preocupación brotarán no solo mejores criterios para
entender los procesos transmitivos, sino —inabsentiae— los sistemas sígnicos
comunicativos y la competencia informativa entre ambos. No olvidemos, con
Kepes, que «cada lenguaje deja un trabajo incompleto para ser seguido por
otros lenguajes», y que todo esto no hace sino reafirmar que un solo sentido no
es sinónimo de arbitrariedad anárquica o totalitaria, sino de diálogo cultural en
el sentido profundo de la expresión.

1.1. Proceso informativo

Todo proceso de extracción de información supone necesariamente tres etapas:

 Energía física de entrada (EFE).


 Transducción sensorial.
 Actividad intercurrente (interventiva) del cerebro.

1.1.1. Energía física de entrada

Se denomina energía física de entrada (EFE) a todos aquellos aspectos


estimulantes de la energía capaces de impresionar los sentidos. Es claro que no
toda la energía física existente es capaz de ser aprehendida por el ser humano.
Es decir, no toda la energía física de entrada.

Hay N cantidad de fenómenos de energía física que resultan no perceptibles


para el hombre por medios naturales. En el momento en que usted está
leyendo este texto se está produciendo, por ejemplo, una serie de mutantes
físico-químicas en su organismo, que escapan a la aprehensión sensorial.
Igualmente, existe una gran cantidad de energía física en el medio incapaz de
estimular nuestros sentidos.

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El hombre posee un umbral sensorial de percepción, es decir, limites


fisiológicamente condicionados de aprehensión sensorial. Este umbral opera a
manera de un filtro respecto a la energía física en energía física de entrada.

Solo aquella energía que es capaz de vencer nuestro umbral sensorial de


percepción recibirá, entonces, la denominación de energía física de entrada
(EFE).

Hay dos tipos de EFE:

 Energía física de entrada externa. Es aquella que proviene del medio


ambiente circundante y para cuya captación el ser humano tiene volcado
hacia el exterior un aparato perceptor constituido por los cincos sentidos
clásicos: vista, oído, olfato, gusto, tacto.
 Energía física de entrada interna. El hombre recibe estimulaciones
de su propio cuerpo. Hay, pues, una energía física de entrada interna,
para cuya captación el ser humano posee un aparato perceptor volcado
a sí mismo, constituido por tres sentidos básicos:

 El sentido cinestésico, que nos proporciona noticias y datos sobre


nuestro propio movimiento movimiento.
 El sentido vestibular, que permite aprehender informaciones sobre
los datos de equilibrio de nuestro cuerpo.
 El sentido orgánico, capaz de obtenernos informaciones y noticias
sobre alteraciones físico-químicas ocurrente en nuestro organismo.

Si bien es cierto que el umbral sensorial de percepción inhibe nuestra


aprehensión de gran cantidad de fenómenos de energía física, podemos
comprobar, en cambio, que ese mismo umbral sensorial de percepción permite
al hombre trabajar a partir de un gran universo de fenómenos de EFE
sumamente útiles para su ulterior afirmación de dominio del mundo interno y
externo.

1.1.2. Transducción sensorial

El origen de la palabra transducción nos pone en la pista de lo que significa


esta etapa. Dicha palabra viene del latín: trans, que significa ‘a través’ y ducere
que significa ‘conducir’. Esta es la etapa, por lo tanto, de la conversión de la
energía física de entrada en un tipo de energía capaz de «viajar» por nuestro
sistema nervioso; es decir, es la etapa de la conversión de la EFE en energía

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sensorial y de la conducción de esta, a través del sistema nervioso, rumbo al


cerebro.

1.1.3. Actividad intercurrente del cerebro

Una vez que la energía sensorial llega al cerebro, dicha energía será procesada
por el ser humano de acuerdo con su programa de experiencias, obteniéndose
finalmente el dato, la noticia. Esta es, entonces, la etapa que cierra el proceso
de extracción de información, etapa en la cual la intervención del cerebro
permite al ser humano la identificación de la información. Como ya vimos, todo
ser humano posee un programa de experiencia. Es decir, un conjunto
organizado de experiencias que le van a permitir procesar la energía sensorial e
identificar la información; le van a permitir, también, poseer un umbral cultural
de percepción. A un programa de experiencias dado, por tanto, le corresponde
un umbral cultural de perfección dado; a un estadio de organización de
experiencia corresponderá una determinada actitud u aptitud para comprender
el mundo.

Todo conocimiento del papel que juegan los signos en el tejido social no solo
enriquecerá nuestro programa de experiencias, sino supondrá la ampliación de
nuestro umbral natural de percepción; por lo tanto, una mejor perspectiva para
nuestra adaptación al mundo externo e interno.

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2. Proceso comunicativo
Existen diversas aproximaciones al fenómeno de la comunicación. De todos los
conceptos esbozados por los autores que han tratado este tema, tendremos el
siguiente punto de partida:

Son procesos comunicativos aquellos procesos informativos en los cuales el


estímulo que los origina ha sido deliberadamente manejado por alguien por una
voluntad significativa.

La afirmación anterior sugiere que la materia prima utilizada en los procesos


comunicativos —y para decirlo según la clasificación de Umberto Eco— es la de
los signos artificiales producidos expresamente para significar. De lo cual, en
una primera aproximación, tendríamos el siguiente esquema:

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PROCESOS COMUNICATIVOS

X Estímulo, X
Emisor signos Receptor
artificiales
producidos
para
significar

Interpreta Interpreta
y atribuye y atribuye
significado significado

2.1. Elementos del proceso comunicativo

Vemos, entonces, que en todo proceso comunicativo hay alguien que quiere
decir algo y que, para hacerlo, se vale del manejo de signos artificiales
producidos expresamente para significar. A ese alguien lo denominaremos
emisor. Observamos también que en el proceso hay un destinatario, a él lo
denominaremos receptor. Los signos que circulan entre el emisor y el
receptor, estableciendo lo que se denomina un circuito comunicativo,
constituyen el mensaje. Emisor, mensaje y receptor son, pues, tres elementos
fundamentales del proceso comunicativo.

Para que el circuito comunicativo pueda cerrarse, es indispensable que entre el


emisor y el receptor exista un código o sistema de signos común. La lengua
española permite a un emisor y a un receptor —que comparten dicho sistema
de signos— ponerse en contacto. El saber que el rojo del semáforo significa
‘alto’ para el automovilista y que el verde significa ‘pase’ supone, pues, otro
código que permite que se cierre el circuito comunicativo en el caso de estas
señales de tránsito.

En un proceso comunicativo, por lo tanto, no basta que un emisor tenga


intención de comunicar algo, sino que ese algo debe ser puesto en signos para
que pueda llegar a un receptor. A este acto lo denominaremos codificación.

Al otro lado del circuito comunicativo no basta tampoco que el receptor tenga
expectativa por dejarse afectar por el emisor. Para que se establezca el circuito
comunicativo es indispensable que dicho receptor reconozca e identifique los

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signos propuestos por el emisor. A ese acto lo denominaremos decodificación


o desciframiento del mensaje. Si usáramos este último término sería válido,
entonces que usáramos el término ciframiento como sinónimo de
codificación.

Si reparamos en el gráfico que hemos presentado anteriormente notamos que


entre emisor y receptor existían signos artifíciales producidos expresamente
para significar. Entendemos, entonces, que un conjunto organizado de estos
signos constituyeron un sistema, es el código que posibilite el acto de la
comunicación; notaremos también que el emisor traduce su intencionalidad
significativa mediante el empleo parcial de algún signo —o algunos signos— de
dicho sistema. Aquel signo —o signos— que pone en contacto al emisor y al
receptor lo denominaron mensaje.

Si yo leo en la puerta de un aula la inscripción B-33, dicha inscripción constituye


un mensaje: B, el pabellón; 33, tercera aula del tercer piso. Notaremos, con
claridad que B-33 constituye solo algunos signos de un código más amplio que
contempla otras letras (para pabellones) y otros números (para aulas y pisos).
En el ejemplo analizado, observamos que los signos utilizados están afectando
o impresionando algún sentido del ser humano.

Denominaremos canal al medio físico que es afectado en el receptor; se


clasifica al canal según el sentido del receptor que se está afectando:

 Es un canal auditivo, si afecta el oído.


 Es un canal visual, si se afecta la vista.
 Y así sucesivamente.

El canal o medio supone el impacto físico de los signos, y constituye,


evidentemente, no un elemento independiente dentro del circuito comunicativo,
sino una parte del mismo mensaje.

Conviene que tomemos en consideración que muchos autores (a esta


concepción pueden adscribirse muchos de los autores, especialmente
norteamericanos, que se encuentran dentro de la escuela de Marshall McLuhan)
suelen emplear el término canal como sinónimo únicamente del soporte físico
del signo. Así, para estos autores en el caso de un libro el canal sería la
impresión de la tinta sobre el papel, y en este razonamiento se podría realizar
mayores precisiones, llegando hasta la estructura molecular implícita en el
concepto de canal así concebido. En esta concepción tendríamos tantos canales
como posibilidades de soportes físicos habría para los signos, y ciertamente no
deja de tener utilidad en algunas oportunidades emplear este concepto de canal
para el análisis de algunas situaciones comunicativas.

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COMUNICACIÓN POLÍTICA E INCLUSIÓN

Especial atención va a tener para nosotros en este curso Marshall McLuhan.


Quien revolucionó el estudio de la comunicación con su ya célebre afirmación:
«El medio es el mensaje» (para el desarrollo de esta idea consultar
particularmente su libro La compresión de los medios como las
extensiones del hombre).

MCLUHAN, cuando alude a medio, está aludiendo a «cualquier tecnología que


crea extensiones al cuerpo humano y a los sentidos». La rueda y el automóvil
serían una extensión de nuestros pies, el teléfono y la radio serían una
extensión del oído; una grúa, de nuestra fuerza física.

Es claro que MCLUHAN, al hacer su afirmación de que el medio es el mensaje,


está subrayando el hecho de que los medios no son simples soportes
indiferentes al mensaje. Y, para nosotros —y a efectos de este curso de
comunicación política— será indispensable hablar de los tres grandes medios o
tecnologías de la información que han marcado la evolución de la humanidad:

 La palabra hablada.
 La palabra escrita.
 La palabra electrónica.

Pero dado el carácter didáctico que tienen estas primeras páginas, sigamos
buscando primero un lenguaje común básico. Y continuemos definiendo los
elementos del proceso comunicativo en un sentido amplio.

Denominaremos señal a la cara extensa del mensaje; aquello que del mensaje
impresiona los sentidos. Pero dicha cara externa nos tiene que remitir a una
cara interna, a lo que el mensaje dice, a lo que denominaremos contenido del
mensaje.

La distinción entre una cara externa y una cara interna en el mensaje se realiza
porque el mismo debe reproducir la estructura que posee todo signo —los
signos son la materia prima del mensaje—; y este posee una cara externa a la
que se denomina significante y una cara interna a la que se le domina
significado.

Tendríamos:

NIVELES SIGNO MENSAJE


Cara externa Significante Señal

Cara interna Significado Contenido

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Si observamos en la práctica los procesos comunicativos, sobre todo si nos


anima una preocupación por analizarlos eficientemente, convendría que
distingamos dos conceptos más referidos al mensaje:

 El concepto de intención o propósito del mensaje.


 El concepto de semántica del mensaje.

La intención es lo que emisor-codificador quiere decir; el contenido, como


vimos, es lo que el mensaje dice; la semántica del mensaje es lo que el
receptor entiende del mensaje.

En muchas oportunidades, la intención significativa puede ser A; el contenido


del mensaje cifrado puede ser B; y la semántica del mensaje puede ser C.

Como veremos más adelante, se daría lugar a una comunicación aberrante. Y


como podremos constatar, es importante que el emisor-codificador preste
particular atención a buscar la mejor sincronización posible entre su intención
significativa (lo que quiere decir) y el contenido del mensaje (lo que el receptor
entiende).

Por último, debemos mencionar


otro elemento importante en el
proceso comunicativo: el contexto.
Denominaremos contexto a todo
aquello que rodea al proceso
comunicativo. Como es evidente,
todo proceso comunicativo se da
dentro de un contexto, en
condiciones que viven tanto el
emisor como el receptor.

Resumiendo, los elementos del


proceso comunicativo suponen los
siguientes elementos.

Se ha usado aquí el esquema que


puede resultar más completo,
recogiendo ideas de diversos autores. Sobre el esquema del proceso de
comunicación, etc. se puede consultar a David BERLO, Umberto ECO, BERTIL
MALMBERG o al mismo Ferdinand DE SAUSSURE.

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Elementos del proceso comunicativo

CONTEXTO

EMISOR RECEPTOR
CODIFICADOR MENSAJE DECODIFICADOR
 Intención
 Contenido
 Señal
 Semántica
 canal

CÓDIGO

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3. Factores de perfeccionamiento y
degradación de la comunicación
En la medida en que en un proceso comunicativo intervengan tantos
elementos, es claro que el éxito o fracaso de la comunicación no se reduce al
simple y mecánico acuerdo entre intención, contenido y semántica del mensaje.
Ciertamente, sin este acuerdo la comunicación fracasará; pero, al contemplar el
cuadro de los elementos participantes en un proceso comunicativo,
observaremos de inmediato que son muchos los factores que pueden incidir
sobre el acuerdo mencionado, aun por encima de la propia voluntad de los
sujetos participantes en el proceso comunicativo.

Más adelante profundizaremos en los factores que conducen al éxito de la


comunicación política. Por el momento —y buscando siempre un lenguaje
común básico— hablemos de lo que casi el sentido común nos dicta.

Denominaremos factores de perfeccionamiento de la comunicación a


aquellos factores que contribuyen a la mayor sincronización
intención/contenido/semántica.

Llamaremos factores de degradación de la comunicación a aquellos


factores que dificultan la sincronización mencionada.

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COMUNICACIÓN POLÍTICA E INCLUSIÓN

A nivel del emisor-codificador y del receptor-decodificador, las


habilidades, actitudes y conocimientos pueden tener signo positivo o negativo,
y constituirse en factores de perfeccionamiento o de degradación del proceso
comunicativo. Debe entenderse que estas habilidades, actitudes y
conocimientos del emisor y receptor comprenden sus habilidades, actitudes y
conocimientos respecto a todos los elementos del proceso comunicativo. Así,
por ejemplo, el conocimiento que tenga el emisor de sí mismo será un factor
que influya en el conocimiento; pero también lo será el conocimiento que tenga
respecto al código que está empleando, respecto al canal, a las características,
a la personalidad y naturaleza de sus receptores. Igual proceso afrontamos
respecto a las habilidades, actitudes y conocimientos del receptor-decodificador.

A nivel del mensaje también identificamos la presencia de un factor que


puede ser de perfeccionamiento o degradación: la redundancia. Este factor no
es otra cosa que la reiteración del mensaje. Si dicha reiteración asegura la
información, será un factor de perfeccionamiento; pero, si la confunde o la
banaliza, se convertirá en un factor de degradación.

Y, finalmente, a nivel del contexto tenemos un factor de permanente signo


negativo o degradación al cual se debe prestar atención para el éxito de la
comunicación: el ruido. El ruido es un factor del contexto que distorsiona la
calidad del mensaje. Es una interferencia existente en el contexto, y ajena a los
demás elementos del proceso, a la que muchas veces no se le suele conceder
la debida importancia.

La observación de los diferentes elementos que intervienen en el proceso


comunicativo, así como la pertinencia que alcanzan los factores de
perfeccionamiento o degradación del proceso, nos permiten comprender que es
posible que se plantee tres tipos de comunicación:

 Comunicación plena.
 Comunicación aberrante.
 Comunicación fallida.

3.1. Comunicación plena

En la que hay una intencionalidad entre emisor y receptor, y se produce una


adecuada comunicación, en virtud de que ambos comparten un mismo código y

COMUNICACIÓN PLENA A=A

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existe pertinencia de los factores de perfeccionamiento.

3.2. Comunicación aberrante

Se produce cuando, a pesar de existir intencionalidad significativa por parte del


emisor y un código compartido entre emisor y receptor, adquieren pertinencia
los factores de degradación del proceso comunicativo, produciéndose un
desencuentro entre intención, contenido y semántica del mensaje.

Así:

COMUNICACIÓN
A=B
ABERRANTE

3.3. Comunicación fallida

Supone un proceso informativo en el cual media una intencionalidad


significativa por parte del emisor; es decir, media un manejo deliberado por
parte del emisor-codificador de signos artificiales producidos intencionalmente
para significar, pero no se llega a cerrar propiamente el circuito comunicativo
porque el emisor no comparte el mismo código o sistema de signos con el
receptor.

Donde:

COMUNICACIÓN FALLIDA A≠A

La comunicación es, pues, como hemos visto, un fenómeno complejo. El éxito o


fracaso de la misma no dependerá del azar o de la casualidad, sino del mayor o
menor control que poseamos respecto a los diversos elementos concurrentes
en el proceso.

Observación final

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COMUNICACIÓN POLÍTICA E INCLUSIÓN

Es claro que en los últimos tiempos la preeminencia (y la exclusividad) de la


comunicación verbal ha sido afectada por un dramático cambio del contexto
donde ella opera.

Por un lado, no podemos negar la llamada acción «corrosiva» sufrida por la


comunicación verbal por influencia de la ampliación del espacio donde la
comunicación ocurre. Los nuevos y veloces medios de transporte y el
gigantismo y multiinformación de las propias ciudades han ampliado, de hecho,
el estrecho marco contextual donde antes operaba la comunicación verbal.

Por otro lado, tampoco podemos negar esa denominada acción corrosiva como
resultado del advenimiento de un fenómeno aun de dimensiones
insospechadas: aquel de los mass media, de los medios masivos de
comunicación. Estos no solo plantean nuevos lenguajes, sino que nos ofrecen
también una nueva dimensión del espacio y del propio tiempo.

De allí que al examinar los elementos del proceso comunicativo lo hagamos en


la clara comprensión de que su conocimiento habrá de permitirnos no solo
efectividad en la producción y recepción de mensajes, sino una mayor
disposición para entender todos eso otros fenómenos informativos
—comunicativos o no— que transforman nuestro propio tiempo y espacio.

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Conclusión
Ahora estamos en condiciones de entender que hablar de intencionalidad
significativa y, entonces, de comunicación, no basta para lograr los fines que
nos hayamos trazado. Porque los procesos comunicativos compiten
sígnicamente –para tener validez- con los procesos transmisivos, aquellos de los
que brota información aun cuando carezcan de emisor.

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