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La cuarta revolución

Cómo la infosfera está reformando


la realidad humana

LUCIANO FLORIDI

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PREFACIO

Este libro trata sobre el modo por el cual nuestras TIC 1 (Tecnologías de la Información y la
Comunicación) están afectando nuestra concepción del yo, cómo nos relacionamos, y cómo nos
conformamos e interactuamos con nuestro mundo. La nanotecnología, el Internet de las Cosas,
la Web 2.0, la Web Semántica, la computación en la nube, los juegos de captura de movimiento,
las aplicaciones de teléfonos inteligentes, las tabletsy pantallas táctiles, el GPS, la realidad
aumentada, los compañeros artificiales, los drones no tripulados, los automóviles sin conductor,
los dispositivos informáticos portátiles, las impresoras 3D, el robo de identidad, los cursos
online, los medios sociales, la guerra cibernética… El tecnófilo y el tecnófobo se preguntan lo
mismo: ¿Y ahora qué? El filósofo se pregunta acerca de lo que subyace detrás. ¿Se trata de una
perspectiva unificadora desde la cual todos estos fenómenos han de ser interpretados como
aspectos de una tendencia macroscópica? Parte de la dificultad para responder a esta pregunta
radica en que aún estamos acostumbrados a contemplar las TIC como herramientas para
interactuar con el mundo y con los demás. Pero de hecho, se han convertido en fuerzas
ambientales, antropológicas, sociales e interpretativas. Están creando y conformando nuestra
realidad intelectual y física, cambiando nuestra concepción del yo, modificando el modo por el
que nos relacionamos con los otros y con nosotros mismos, así como renovando nuestro modo
de interpretar el mundo; y todo ello de modo penetrante, profundo e implacable.

Por lo tanto, este es un libro de filosofía, aunque no es un libro solo para filósofos. Busca
identificar y explicar algunas de las profundas fuerzas tecnológicas que están afectando nuestras
vidas, nuestras creencias y todo aquello que nos rodea. Pero no es un tratado técnico o
académico. Como el lector podrá comprobar hojeando el Índice, creo que estamos asistiendo a
una profunda revolución cultural dirigida en gran medida por las TIC. Reconozco que cada
generación se considera especial solo porque está viva y, por consiguiente, localizada de modo
único y reflexivo entre los ya muertos y los aún por nacer. Comprendo, así pues, que eso resulta

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Respecto a la variación de la grafía propia de las siglas referenciadas supra, la RAE sostiene que, en
español, las siglas son invariables en la lengua escrita, es decir, no modifican su forma cuando designan
más de un referente. El plural se manifiesta en las palabras que las introducen o que las modifican (varias
ONG europeas, unos DVD, los PC). Por eso es recomendable utilizar siempre un determinante para
introducir la sigla cuando esta ha de expresar pluralidad. Debe evitarse el uso, copiado del inglés, de
realizar el plural de las siglas añadiendo al final una “s” minúscula, con o sin apóstrofo. De tal modo, no
es preceptivo escribir TICs o TIC´s según la normativa actual.

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importante para mantener una perspectiva de las cosas. Sin embargo, a veces es 16 de
diciembre de 1773 y usted se encuentra en Boston, o es 14 de julio de 1789 y está en París. Lo
que señalo en este libro es que eso significa un nuevo milenio, y Ud. está en el de la infosfera.

La revolución de la información a la me refiero es una gran oportunidad para nuestro futuro. Por
lo que este es también un libro moderadamente optimista. Digo «moderadamente» porque la
cuestión trata sobre si somos capaces de hacer lo mejor con nuestras TIC, al tiempo que
eludimos sus perores consecuencias. ¿Cómo nos aseguraremos de que podamos lograr sus
beneficios? ¿Qué podríamos hacer para identificar, coordinar y acoger lo mejor de las
transformaciones tecnológicas? ¿Cuáles son los riesgos implícitos a la hora de transformar el
mundo hacia ambiente favorable a las TIC? ¿Permitirá nuestra tecnología conferirnos más
poder, o acaso constreñirán nuestros espacios físicos y conceptuales, forzándonos
implícitamente a ajustarnos a ellas, dado que es la mejor, o en algunas ocasiones la única,
manera de hacer que las cosas funcionen? ¿Nos pueden ayudar la TIC a resolver nuestros más
acuciantes problemas sociales y medioambientales, o los van a exacerbar? Estas son algunas de
las cuestiones candentes que la revolución de la información plantea. Mi pretensión es que este
libro pueda contribuir al esfuerzo por clarificarlos y dirigirlos; y que una aproximación más
fructífera y efectiva a los problemas y oportunidades de su impacto pueda hacerse posible si
obtenemos una comprensión más profunda y esclarecedora de su impacto en nuestras vidas
actuales y futuras.

La gran oportunidad que ofrecen las TIC lleva aparejada una enorme responsabilidad intelectual
para comprenderlas y sacar ventaja de ellas en un sentido correcto. Esa es la razón por la cual
este no es un libro para especialistas, sino para todo aquel al que le preocupe el desarrollo de
nuestras tecnologías, así como el modo por el cual nos afectan a nosotros y al futuro previsible
de la humanidad. El libro no presupone ningún conocimiento previo de los temas. Tampoco es
un texto elemental para principiantes. Los complejos fenómenos pueden ser simplificados
conceptualmente, pero hay un umbral más allá del cual la simplificación se vuelve una distorsión
poco fiable e inútil. He intentado acercarme a ese umbral tan cuidadosamente como he podido,
sin intentar cruzarlo. Espero que el lector juzgue amablemente mis esfuerzos.

En tanto un libro para no especialistas, puede servir también de introducción. Es parte de un


proyecto más amplio sobre los fundamentos de la filosofía de la información, que busca
actualizar nuestra filosofía y hacerla relevante respecto a nuestro tiempo más allá de los muros
académicos i. Dadas las novedades sin precedentes que se están produciendo en el amanecer de

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la era de la información, no es sorprendente que muchas de las perspectivas filosóficas
fundamentales tan enraizadas en la historia y, sobre todo, en la era industrial, hayan de ser
actualizadas y complementadas, cuando no enteramente reemplazadas. Quizás no tanto en la
academia, en los think tanks, en los centros de investigación o en los institutos de investigación
y desarrollo, sino más claramente en las calles y en el mundo online hay una atmósfera de
confusa expectación mezclada con preocupación: una conciencia de cambios excitantes y en
ascenso que están sucediendo en nuestra perspectiva sobre el mundo, sobre nosotros mismos
y sobre las interacciones con los otros. Esta atmósfera y esta conciencia no son el resultado de
programas de investigación, o del impacto de grandes programas subvencionados. Es algo
mucho más realista y poderoso, pero también más confuso y tentativo; las alteraciones en
nuestras perspectivas sobre el mundo son el resultado de nuestra acomodación diaria, tanto
intelectual como conductual, respecto a una realidad que está cambiando con fluidez frente a
nuestros ojos y bajo nuestros pies, exponencial e inexorablemente. Estamos en vías de
encontrar un nuevo equilibrio mientras nos precipitamos al futuro, conformando y adaptando
nuevas condiciones que aún no han sido sedimentadas en su madurez. Novedades que ya no
son el resultado de una disrupción inicial que se aquilata en ulteriores patrones estables «más
o menos de lo mismo». Piense, por ejemplo, en la industria del automóvil o del libro, y en la
estabilidad que terminan proporcionando, tras un periodo inicial de disrupciones y rápidos
ajustes. Parece claro que una nueva filosofía de historia, que trate de dar sentido a nuestro
tiempo respecto al fin de la historia y el comienzo de la hiperhistoria (trataremos dicho concepto
en el capítulo 1), invita asimismo al desarrollo de una nueva filosofía de la naturaleza, una nueva
antropología, un ecologismo sintético como puente entre nosotros y el mundo, así como una
nueva filosofía política. «Cibercultura», «pothumanismo», «singularidad», y otros novedosos
términos similares pueden comprenderse como intentos de dar sentido a este nuevo trance
hiperhistórico. Los considero indicativos, y por momentos sugestivos, incluso aunque no
resulten convincentes. O buraco é mais embaixo, como dicen en Brasil: el agujero es más hondo,
el problema es aún más profundo. Necesitamos realizar prospecciones filosóficas más serias. De
ahí que la invitación a repensar el presente y el futuro en un mundo cada vez más tecnologizado
demanda una nueva filosofía de la información que pueda aplicarse a cada uno de los aspectos
de nuestra condición hiperhistórica. Necesitamos observar atentamente las raíces de nuestra
cultura y alimentarlas, justamente porque estamos directamente implicados en sus hojas y sus
flores.

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Sabemos que la sociedad de la información tiene sus raíces ancestrales en la invención de la
escritura, la imprenta y los medios de comunicación de masas. Todo ello, sin embargo, se ha
convertido en una realidad meramente reciente, una vez que los instrumentos de registro y
transmisión de las TIC evolucionaron hacia las posibilidades de procesamiento. Las
transformaciones profundas y generalizadas provocadas por las TIC han traído consigo un
enorme déficit conceptual. Obviamente, necesitamos que la filosofía se encuentre integrada y
comprometida, pues las tareas por delante son serias. Necesitamos que la filosofía asuma mejor
la naturaleza de la información en sí misma. Necesitamos que la filosofía se anticipe y conduzca
el impacto ético de las TIC en nosotros y en nuestro entorno. Necesitamos que la filosofía mejore
las dinámicas económicas, sociales y políticas de la información. Y necesitamos que la filosofía
desarrolle un correcto marco intelectual que nos ayude a semantizar (dar significado y sentido)
este nuevo momento. En resumen, necesitamos una filosofía de la información en tanto filosofía
de nuestro tiempo y para nuestro tiempo.

No me hago ilusiones acerca de la gigantesca tarea que tenemos por delante. En este libro solo
bosquejo algunas ideas para una filosofía de la historia, entendida como filosofía de la
hiperhistoria; para una filosofía de la naturaleza, entendida como filosofía de la infosfera; para
una antropología filosófica, entendida como la cuarta revolución de nuestro autoconocimiento,
tras la copernicana, la darwinista y la freudiana. Asimismo, aboga por una filosofía política,
entendida como el diseño de agentes multisistema que se sean capaces de tratar asuntos
globales. Todo esto debería conducirnos a la expansión de intereses éticos y al cuidado de todos
los ecosistemas, incluyendo aquellos que son artificiales, digitales o sintéticos. Esta nueva ética
«e-ambientalista» vendría a basarse en la ética de la información para toda la infosfera, así como
para sus componentes y habitantes. En los capítulos siguientes solo pergeñaré dichas ideas y
esbozaré la necesidad de una infraestructura ética que sea coherente con ellas. Queda mucho
trabajo por delante. Espero realmente que otros muchos estén dispuestos a unir sus fuerzas.

Finalmente, el lector comprobará que este libro contiene mucha terminología que solo se antoja
tentativa, con neologismos, acrónimos y expresiones técnicas. Tales intentos de reconfigurar
nuestro lenguaje pueden ser molestos, pero no siempre son evitables. El esfuerzo por obtener
un equilibrio entre readaptación y precisión es obvio, por lo que he decidido no ocultarlo.
Parafraseando una original analogía de Friedrich Waismann (1896-1959), un filósofo miembro
del Círculo de Viena, solo un buen nadador es capaz de nadar contracorriente, por lo que se
supone que un buen filósofo debe ser capaz de dominar el difícil arte de pensar remontando la
corriente de los hábitos lingüísticos ii. Estoy plenamente de acuerdo, pero considero también que

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mis esfuerzos para captar las profundas innovaciones intelectuales que afrontamos resultan
inadecuadas. El desafío de resistir al flujo de las viejas ideas es importante, porque las mejores
reglas apenas pueden existir sin una buena comprensión de las mismas. Conviene reconsiderar
y rediseñar nuestro vocabulario conceptual, así como nuestro modo de dar significado y dotar
de sentido al mundo (procesos y prácticas de semantización) con objeto de obtener una mejor
concepción de nuestro tiempo, y por ello, una mejor oportunidad de conformarlo hacia el mejor
camino para tratar sus problemas irresueltos de modo eficaz. Esto no implica, por otro lado,
abandonar la claridad y la razón, la evidencia relevante y los argumentos convincentes, las
explicaciones plausibles y las honestas admisiones de duda o desconocimiento. Nadar a
contracorriente no equivale a salpicarlo todo con ansiedad. Al contrario, la disciplina se antoja
aún más esencial. Es preciso mejorar nuestra condición intelectual, no abandonarla totalmente.
Acaso debería por ello introducir otra metáfora acuática iii, traída a colación esta vez por Otto
Neurath (1882-1945), otro filósofo miembro del Círculo de Viena: «ni siquiera tenemos bote
salvavidas, pero hundirse en la oscuridad no es una opción iv». El pensamiento débil solo
exacerbará nuestros problemas. Debemos realizar un esfuerzo racional y construir una lancha
salvavidas mientras aún estemos nadando. Espero que los capítulos siguientes proporcionen
cierta madera para ello.

NOTAS

Prefacio

i He desarrollado el proyecto de una filosofía de la información en Floridi (2011) y Floridi (2013).


iiWaismann, F. (1981), p. 19.
iii Parece ser que, si usted se encuentra en Viena en aquel tiempo y no aprecia demasiado el
fundacionalismo, el agua sería su compañera. Karl Popper (1902-1994), el gran filósofo de la ciencia nacido
en Viena, nunca fue miembro del Círculo de Viena; pero mantuvo muchos contactos con él y,
sorprendentemente, usó otra metáfora acuática para describir la ciencia: «la ciencia no está cimentada
sobre roca: por el contrario, podríamos decir que la atrevida estructura de sus teorías se eleva sobre un
terreno pantanoso, es como un edificio levantado sobre pilotes. Estos se introducen desde arriba en la
ciénaga, pero en modo alguno hasta alcanzar ningún basamento natural o «dado»; cuando interrumpimos
nuestros intentos de introducirlos hasta un estrato más profundo, ello no se debe a que hayamos topado
con terreno firme : paramos simplemente porque nos basta que tengan firmeza suficiente para soportar
la estructura, al menos por el momento. Popper (1980), p. 106.

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iv «No hay forma de tomar oraciones protocolares concluyentemente establecidas como punto de partida
de las ciencias. No hay una tabula rasa. Somos como navegantes que tienen que transformar su nave en
pleno mar, sin jamás poder desmantelarla en un dique de carena y reconstruirla con los mejores
materiales. Solo los elementos metafísicos pueden eliminarse sin dejar huella. De un modo u otro siempre
quedan “conglomerados lingüísticos” imprecisos como componentes de la nave.» Neurath (1981), p. 206-
207.

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