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PROGRAMACIÓN DEL PLAN DE ACCIÓN

Adaptación
PAULA ANDREA TAMAYO MONTOYA
UCN

Para poder programar adecuadamente el plan de acción, es necesario haber definido


la meta personalizada en términos de conducta, directa o indirectamente. Se hace
directamente cuando la meta en sí misma es una conducta concreta; sin embargo
cuando la meta se define a través de un constructo mental, se puede hacer sólo
indirectamente. En este caso es necesario traducirla previamente a objetivos
operativos para que pueda ser observable, medible y evaluable con criterios objetivos.
Se entiende por plan de acción el proceso detallado de los diversos pasos y recursos
que el cliente debe utilizar para alcanzar los objetivos o metas que se propone
conseguir. El plan de acción debe indicar detalladamente el camino que debe conducir
desde el estado actual en que se encuentra el cliente, al estado en que aspira a
encontrarse. El plan debe responder a los principales interrogantes sobre las
circunstancias concretas en que debe conseguir su cometido: qué cuándo, cómo,
dónde, con quién y por qué.
La meta personalizada es de índole intencional; por eso puede decirse de ella lo que ya
indicaban los escolásticos de la edad media que es “primera en la intención y última en
la consecución”. Para lograr el tránsito de un estado a otro son necesarias algunas
estrategias que lo faciliten. El plan de acción es una pieza fundamental en dicho
proceso.
En principio puede decirse que el plan de acción mejor es el más simple, pero con tal
de que ayude eficazmente a alcanzar el objetivo que pretende conseguir. La
simplicidad no es un fin en sí misma, sino solo en tanto en cuanto conduzca
eficazmente a la meta.
Entre las cualidades más significativas del plan de acción, se pueden indicar las
siguientes:

El plan de acción debe ser concreto y especifico

El plan ha de ser realista

El plan de acción debe ser adecuado para la meta

El plan de acción debe ser asumido como un compromiso personal

Elaboración del plan de acción

Actitud creativa
El terapeuta debe estimular al cliente a buscar soluciones nuevas, y para eso es
necesario fomentar su creatividad. Se entiende por creatividad la capacidad de pensar
con fluidez, con flexibilidad y con originalidad.
Estas cualidades tienen una gran importancia para afrontar con garantías de éxito la
solución de todo tipo de problemas.
Según Madrid Soriano citando a Egan (1994) la persona creativa desarrolla 10
características principales:

Optimismo y confianza

Aceptación de la ambigüedad y la incertidumbre

Campo amplio de intereses

Flexibilidad

Tolerancia de la complejidad

Fluidez verbal

Curiosidad

Direccionalidad y persistencia

Independencia

Inconformismo o capacidad de asumir un riesgo razonable

La tormenta de ideas

La tormenta de ideas, (Brainstorming) es la técnica más conocida de las utilizadas para


fomentar la creatividad y puede adaptarse fácilmente a diversos conceptos, esta
técnica pretende facilitar la expresión libre y espontánea de ideas y sugerencias en
torno a un tema o a un problema que se quiere resolver como medio de producir un
gran número de ellas, con el fin de seleccionar después las más adecuadas.

a). Producción o generación de ideas o sugerencias


La finalidad de esta etapa es la de generar el mayor número posible de respuestas y
sugerencia a las cuestiones que se han presentado, eliminando cualquier traba que lo
dificultara.
El terapeuta debe estar atento a que se cumplan fielmente las reglas específicas del
torbellino de ideas:
Se deben evitar los juicios valorativos sobre las sugerencias que se propongan, incluso las
formuladas por la propia persona que las presenta. Deben eliminarse cualquier expresión
verbal o no verbal, que de algún modo pueda interpretarse como critica o como aprobación

Se debe estimular la espontaneidad y la creatividad, aceptando de buen grado cualquier


idea por fantástica que sea.

Hay que ayudar a producir el mayor número de sugerencias posibles, pues la cantidad
aumenta la probabilidad de que se encuentren ideas de calidad.

Se debe estimular a que las sugerencias que se propongan sean concretas y especificas;
además deben registrarse por escrito para evitar que se olviden en la evaluación.

El terapeuta también puede sugerir ideas pero el grupo o el cliente debe ser el
verdadero protagonista del ejercicio. Al principio puede formular alguna cuestión
abierta de índole general para orientar la preocupación de los clientes en la visión de
conjunto del problema después debe descomponer el problema en sus elementos más
sencillos para que se reflexione y se sugieran soluciones concretas. Las categorías en
las que debe desglosarse la cuestión general deben estar preestablecidas, procurando
no olvidar ninguno de los puntos principales de que consta el plan de acción: Que,
como, cuando, donde, con quien, porque

b). Evaluación de las sugerencias

Las sugerencias recibidas deben agruparse y sistematizarse por categorías y temas. Al


presentarse conjuntamente todas las sugerencias sobre un punto determinado pueden
surgir otras más completas, que integren elementos procedentes de diversas
sugerencias.

Los criterios de evaluación que deben utilizarse para valorar las sugerencias presentadas,
deben ser concretos y específicos, realistas, adecuados para la meta que se desea alcanzar
y asumido como compromiso personal.

En la selección final no deben incorporarse todas las sugerencias útiles pues ello podría
suponer una excesiva dispersión de la atención del grupo o del cliente. Deben elegirse más
bien aquellas conductas concretas que teniendo en cuenta todas las circunstancias
parezcan ser las más adecuadas para los objetivos que se persiguen.

Desarrollo secuencial del plan de acción

Todos los planes de acción no tienen el mismo nivel de dificultad, pues algunos son
sencillos otros muy complejos y difíciles de realizar. El nivel de dificultad dicta el número
de pasos intermedios que se deben establecer. Según Madrid soriano (2005) Palom
izquierdo y Tort Raventos dicen: “los objetivos deben ser escalonados en forma de
pirámide. En la cúspide colocaremos el general o más importante para luego soportar este
macroobjetivo con los objetivos particulares que contemplen los diferentes factores que
más relevancia tienen en la actividad de toda organización”

1. Paso inicial

Carkuff concede una gran importancia a asegurar el éxito en el plan inicial por lo que
deberá cuidarse su programación.

El primer paso es el paso más importante que debe dar el ayudando. Debe ser la piedra
angular del programa. De este modo, podemos construir los otros pasos sobre él. Para
ciertas personas el primer paso para correr una milla puede ser literalmente puede ser dar
un primer paso.

El primer paso debe ser solamente un primer avance del punto en que el cliente se
encuentra en el presente. Debe pensarse si el primer paso indicado es fácilmente
ejecutable por el cliente. Es muy importante que el cliente sea capaz de llevar a cabo su
primer paso con éxito

Según Madrid Soriano, Marroquín acentúa la importancia de establecer correctamente el


paso inicial.

Es necesario en este punto, resaltar la importancia de empezar el programa por un paso


inicial, verdaderamente asequible para la persona. Ningún paso inicial es demasiado
pequeño si ello nos garantiza el éxito de la consecución. La mayor parte de los fracasos en
los programas más sistemáticos de actuación tienen su raíz precisamente en no haber
establecido de una manera adecuada dicho paso inicial.

2. Pasos intermedios

Los pasos intermedios hacen de nexo entre el paso inicial y la meta. No se puede decir
cuántos deben ser estos pasos; deben ser tantos cuantos aconseje la dificultad de la tarea.

Los pasos deben organizarse jerárquicamente, atendiendo al nivel de complejidad, al


esfuerzo requerido, a la urgencia y al poder motivador de las tareas. Puede decirse que no
es conveniente emprender pasos de mayor dificultad hasta que no se hayan superado
satisfactoriamente los pasos anteriores. La consecución de un paso debe ser una condición
para iniciar el paso siguiente.

Chequeo del plan de acción

Existe un examen sencillo de análisis del campo de fuerzas que cita Madrid Soriano según
Lewin (1969) y Spier (1973) que distingue cuatro momentos:

1. Identificar las fuerzas que obstaculizan

Pueden aparecer distintos obstáculos en la vida personal del cliente, en alguna


persona de su vida familiar, en toda su familia, trabajo, grupo de amigos o sociedad en
general. Por lo cual es necesario que el cliente haga un listado con los obstáculos que
él piensa que él puede encontrar explicando también el porqué; en este trabajo puede
utilizarse el torbellino de ideas.

2. Identificar fuerzas facilitadoras

Existen tanto en la persona como en el entorno una serie de recursos positivos que
facilitan la elaboración del plan de acción. La idea es que el cliente tome conciencia de
estas fuerzas facilitadoras realizando un amplio listado de las mismas.

3. Seleccionar las fuerzas de mas impacto, tanto restrictivas como impulsoras

Se le invita que seleccione factores que él considera que tengan mayor impacto en la
ejecución del plan de acción, ya sea porque obstaculice su realización o lo faciliten,
debe estimulársele a concretar este impacto evitando las generalizaciones o frase
hechas.

4. Tomar las medidas oportunas frente a las distintas fuerzas

Después de tomar conciencia de la presencia de las fuerzas que pueden incidir a la


ejecución del plan de acción, el cliente está en mejores condiciones para actuar sobre
ellas.
Este análisis sencillo del campo de fuerzas que intervienen en la realización del plan de
acción, produce efectos beneficiosos en el cliente. El primer efecto beneficioso es que
el cliente se logra introducir realístamente en sus circunstancias concreta,
abandonando el mundo de la imaginación y de los prejuicios; es un contraste
enriquecedor que le permite abordar más eficazmente el mundo de lo real
modificando los aspectos poco prácticos del programa.

Bibliografía

Madrid Soriano, J. (2005). Los procesos de la relación de ayuda. Bilbao: Desclée De Brouwer.

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