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DE SOBREMESA.

CONTROL DE LECTURA
Jorge Iván López Bernal

1. Seleccione 5 adjetivos que describan su proceso de lectura de la novela y


arguméntelos.
Complicado: Hay ciertos momentos de la lectura en que Fernández realiza
monólogos internos en los que hace alusión a fundamentos filosóficos que
dificultan seguir las ideas. En dichos momentos él habla en una inmensa
profundidad sobre ciertos temas que son difíciles de conectar con la narrativa,
por lo que se hace complicado entenderlos claramente.
Imaginario: De sobremesa es una lectura muy visual gracias a las
descripciones que se hacen en todo momento. Cada vez que un elemento,
lugar o personaje aparece en escena, Silva proporciona una descripción
profunda llena de adjetivos que favorecen positivamente al proceso imaginativo
del lector al facilitar una asociación con los sentidos.
Intrigante: La lectura del diario de Fernández va revelando las diversas
facetas del poeta y su historia. Esta historia evoluciona de una manera tal que
genera cierta curiosidad en el lector respecto a qué ocurrirá en cada momento.
Desde la aparición de Helena, la novela constantemente nos hace pensar en si
Fernández llegará a encontrarla en algún momento.
Satisfactorio: Durante la mayor parte de la novela el proceso de lectura es
satisfactorio. La riqueza lingüística que acompaña a cada párrafo es un placer
para alguien a quien le gusta la lengua en sí misma. Silva explota la belleza de
la lengua española a lo largo de sus laboriosos párrafos.
Laborioso: El proceso de lectura de la novela implicó cierto grado de trabajo
extra. Al estar en presencia de léxico desconocido, era indispensable el uso de
un diccionario para entender mejor las profundas y diversas descripciones.
También fue necesario consultar ciertos aspectos a los que se hacía referencia
durante distintas partes de la novela.

2. Cómo aparecen en la novela los siguientes tópicos: la burguesía, la


revolución industrial, el arte, el erotismo, la filosofía, lo cosmopolita. Ilústrelo
con fragmentos.
La burguesía es uno de los tópicos más recurrentes en la novela.
Específicamente se hace referencia a los lujos que son propios de esta clase
social. La propia descripción inicial nos da una idea de los lujos de la vida
burguesa:
Recogida por la pantalla de gasa y encajes, la claridad tibia de la lámpara
caía en círculo sobre el terciopelo carmesí de la carpeta, y al iluminar de
lleno tres tazas de China, doradas en el fondo por un resto de café espeso, y
un
frasco de cristal tallado, lleno de licor transparente entre el cual
brillaban partículas de oro, dejaba ahogado en una penumbra
de sombría púrpura, producida por el tono de la alfombra, los
tapices y las colgaduras, el resto de la estancia silenciosa.
Una refinada decoración, vajillas traídas del extranjero, licores finos y valiosas
colecciones son solo una parte del lujo de los burgueses, quienes buscan lo
exótico con la fortuna de la que son poseedores.

La revolución industrial es planteada como un afán por el progreso. Una manera


en que las naciones salen adelante y aumentan sus riquezas a cambio de generar
un impacto en el ambiente. Esta idea de la industrialización motiva al protagonista
en su imaginario de llevar a Suramérica la idea del progreso europeo:

La inmigración atraída por el precio mínimo a que se harán las


adjudicaciones de baldíos en los territorios hoy desiertos, afluirá como un río
de hombres, como un Amazonas cuyas ondas fueran cabezas humanas y
mezcladas con las razas indígenas, con los antiguos dueños del suelo que hoy
vegetan sumidos en oscuridad miserable, con las tribus salvajes, cuya fiereza
y gallardía nativas serán potente elemento de vitalidad, poblará hasta los
últimos rincones desiertos, labrará el campo, explotará las minas, traerá
industrias nuevas, todas las industrias humanas.
Esta perspectiva de la industria está muy ligada también a la figura del
burgués, quien promueve este progreso con su fortuna.

El arte aparece como uno más de los placeres que forman parte del lujo
burgués. Siempre que se hace mención del mismo se hace en un contexto en el
que los participantes son amplios conocedores del tema, por lo que en cierta
medida el arte se plantea como algo que solo una minoría puede llegar a
apreciar plenamente. Específicamente hay un fragmento que sugiere esta
cuestión:
Es que yo no quiero decir, sino sugerir, y para que la sugestión se produzca
es preciso que el lector sea un artista. En imaginaciones desprovistas de
facultades de ese orden, ¿qué efecto producirá la obra de arte? Ninguno.
Fernández plantea que la única manera en que alguien pueda apreciar el arte
es si esa persona es un artista, lo que conlleva una serie de conocimientos y
una amplia sensibilidad que solo unos cuantos llegan a tener.
El erotismo podría entenderse como otra de las ventajas de la vida burguesa.
Fernández, como poeta, posee diversas facultades que le permiten cautivar a
las mujeres con las que se encuentra. Se vale de su poesía o de sus amplios
conocimientos para acortar las distancias con ellas y entrar en la atmósfera
erótica. Ese erotismo se encuentra en ocasiones acompañado del carácter
artístico, lo cual podría vincularse a la idea del arte como promotor del placer.
Este fragmento ilustra un momento en que Fernández intercambia versos con
una de las tantas mujeres que cautiva:
Hablábamos así, perdidos en la delicia de saborear la esencia de los versos y
de sentirnos cerca, sin que ella, la orgullosa de unos minutos antes, ni yo, el
respetuoso admirador que le había jurado que se iría sin besarle la punta de
los dedos, nos diéramos cuenta del vértigo que se estaba apoderando de
ambos. Sin saber cómo, estaba sentado en el sillón y la tenía sentada en las
rodillas. Uno de los piececitos colgaba sobre la alfombra. En encaje de seda
negra de la media transparentaba la blancura del pie angosto y largo y de la
pantorrilla de túrgida curva, descubierta por la falda negra donde lucía el
brillo mate de los azabaches. Le estaba besando la nuca, llena de vello
dorado, y sentía estremecerse bajo mis labios todos sus nervios. La manecita
fina que agarraba la mía hundía crispada
en mi carne las uñas sonrosadas y puntiagudas. En el silencio sólo oíamos las
palpitaciones de nuestras arterias.

El aspecto de lo cosmopolita aparece y evoluciona a lo largo de la novela.


Podemos entender dos facetas de José Fernández. La primera, que es la
europea, es aquella que gusta del arte, de la poesía, de los lujos, la parte
sensible, en esencia la faceta que goza de los placeres del alma y del intelecto.
por otro lado, está su faceta suramericana, la que disfruta del sexo, los
narcóticos y el trago, es decir la que goza de los placeres carnales. Estas dos
partes entran en conflicto en diversos momentos de la novela y hacen que el
protagonista no tenga una identidad nacional, sino que su patria sea el mundo.
¿Qué me importó el éxito de la fiesta?, si mi lucidez de
analista me hizo ver que para mis elegantes amigos europeos
no dejaré de ser nunca el rastaquouère, que trata de codearse con
ellos empinándose sobre sus talegas de oro; y para mis compatriotas no
dejaré de ser un farolón que quería mostrarles hasta
dónde ha logrado insinuarse en el gran mundo parisiense y en
la high life cosmopolita

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