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Lo que las novelas me dijeron de Colombia y su literatura

Por: Jorge Iván López Bernal

La literatura no es algo estático que queda impreso sobre el papel de forma inmutable. No,
la literatura es dinámica y posee vida propia. Sus capacidades van más allá del límite y no
es posible evitar sorprenderse de lo mucho que pueden abarcar las palabras con su poder.
Para hablar de la literatura colombiana he optado por recurrir a la palabra misma de la
literatura en sus diferentes manifestaciones. Es a través de las novelas que el panorama se
hace más claro en mi cabeza, pues ellas son quienes me relatan las cosas sin el filtro de la
realidad. Por el contrario, es a través de las irrealidades y mentiras que creo un concepto
verdadero de lo que significó la lectura de las mismas y cuál es la relación entre aquellos
textos que pude leer. De esta forma, me propongo a hablar de lo que entendí de la literatura
colombiana a través de los cinco textos leídos en este período académico.
La leyenda del Yurupari es una manifestación de otro tiempo y otra cultura. No puede
decirse que sea siquiera una forma de expresión hecha en Colombia propiamente, y aun así
es quizás el registro más antiguo de literatura en el territorio. Una Colombia sin nación que
representa los precedentes, nuestras raíces. Una tierra de mitos que justifican su creación.
Un momento en que la literatura era aquello que mantenía a flote a las tradiciones, por lo
que su importancia era alta. Yurupari hace parte de una literatura cuyo impulso está en
localizar los orígenes y dotarlos de un misticismo digno de mención. Específicamente, el
lector es partícipe del origen de los diversos pueblos que compartían un amplio territorio
sin nombre bendecido por los dioses. En resumen, Yurupari me mostró lo que había en
Colombia antes de ser Colombia y la diversidad y riqueza en los mitos que justificaban
todo aquello.
El siguiente texto en llegar ya mostraría un enfoque nuevo. Tríptico de la infamia me habló
mucho de Colombia y América contándome una historia de tres artistas franceses. La
primera parte hace que el lector se replantee sobre qué es el salvajismo realmente. La
segunda parte ya deja sobre la mesa que el salvajismo simplemente es algo innato de las
personas. La tercera parte nos hace reflexionar sobre la importancia de mirar hacia el
pasado y preguntarse qué fue lo que ocurrió. La obra de Montoya es una novela en toda
regla. Una literatura con la habilidad de asumir tres voces distintas. La novela presenta los
hechos de manera dinámica sin encontrar en el estilo un obstáculo, y es capaz de transportar
al lector a una época ajena y hacerlo sentir empatía por unos personajes muertos hace ya
varios siglos y que, gracias al poder literario, vuelven a tener voz nuevamente.
Tríptico de la infamia puede no haber hablado de Colombia específicamente y aun así dice
mucho de los colombianos. El lector encuentra en la violencia una manera de conectar con
un contexto del otro lado del mundo y otra época, pues la violencia ha sido, es y será
siempre un tema recurrente en la humanidad. Pero también hay una esperanza hacia el
tiempo futuro, un anhelo de que las cosas cambiarán, aunque la espera parezca eterna. En
esencia, la obra de Montoya engloba una faceta interesante de la literatura, y es la del
respeto por la historia. Una literatura que proporciona oportunidades, pues vuelve a darle
sonido a unas voces ya silenciadas.
La siguiente obra fue la de Silva, que es difícil leerla sin sentir el terciopelo en las manos y
los olores en la nariz. Empezar a leer De sobremesa fue un cataclismo de sensaciones. Las
palabras invaden los sentidos del lector, y lo llevan a vivir las escenas y a formar parte de la
alta vida burguesa. Esta es una lectura que puede complicarse, pues no por nada le decían
José Presunción a Silva. Pero es precisamente esa una de las mayores cualidades que tiene
la novela. Su carácter dificultoso y lleno de referencias hace que sea candidata a más de una
lectura. Esta es de ese tipo de literatura que evoluciona con el lector. La lectura de hoy no
es igual a la de ayer, y nada tienen que ver esas dos con la de mañana. Es mediante esos
filtros laboriosos, dificultosos, embriagadores, lujuriosos y enigmáticos que Silva nos
presenta una historia de un poeta que busca a su amada, en un contexto tan lujoso y
adornado que poco a nada tiene que ver con la Colombia que podríamos imaginar.
De sobremesa me recordó que la literatura es dinámica, que no debe quedarse estancada. Al
comparar la obra de Silva con la de sus predecesores es posible darse cuanta de que la
literatura seguía una línea recta a la que los autores parecían no querer abandonar. José
Asunción Silva llega para romper ese canon en el que estaba sumida la literatura y
proporcionar algo nuevo y fresco, una reinvención de la realidad.
La siguiente es la novela que se posicionaría en la cúspide de todo lo leído en este periodo.
Por fin me fue posible saber porqué se decía que Gabriel García Márquez era un genio. Su
obra es una muestra fiel de Colombia a la que se le ha aplicado un filtro fantástico. El
realismo mágico tan presente en la historia de los Buendía es el elemento característico de
Cien años de soledad. La premisa de la novela bien podría haber sido tratada previamente
una cantidad inmensa de veces. La historia es la misma, pero lo distinto es la manera en que
se cuenta esa historia. Mezclar realidad y ficción abre todo un mundo de posibilidades que
García Márquez no desaprovecha en absoluto. Su obra me habla de una Colombia casi
bíblica en la que todo es posible, pero que al mismo tiempo se hace muy cercana. En la
novela encontramos los conflictos socio-económicos que caracterizan a Colombia, los
personajes poseen rasgos distintivos de las gentes de Colombia y la localización concuerda
con la geografía colombiana, pero en la Colombia que leemos ocurren cosas que en la
nuestra son impensables. Cien años de soledad no hace otra cosa que hablar sobre
Colombia y su gente, presentarnos sus costumbres y creencias sin caer en el paradigma del
Costumbrismo. Entender que la literatura, al igual que todo arte, se trata de encontrar
nuevas rutas para comunicar, fue el gran acierto de Gabriel García Márquez.
La última novela constituyó también una buena lectura. El estilo narrativo de Laura
Restrepo, que se opone a la mayoría de paradigmas de puntuación y dialogo, no puede dejar
de sentirse tan natural. Hay un choque en el primer párrafo por lo particular del estilo, pero
después de eso la lectura fluye con una fluidez incluso mayor que obras con el estilo
narrativo “usual”. En Delirio se nos presenta una historia con la que todo colombiano está
de alguna forma familiarizado, pero es en el juego narrativo, en las transiciones entre
personajes y la polifonía que esta novela se sitúa muy alto. Restrepo encontró la manera de
hilar su historia con “la historia” y el resultado es una obra que se siente viva. La de
Restrepo es una literatura que experimenta con la forma. Esa novela me habla de una
Colombia de la que solo conocí pequeños rastros. La Colombia de Delirio inevitablemente
me transportaba a mi niñez, y es que la autora hace un trabajo formidable a la hora de
retratar el país mediante el lenguaje escrito.
Lo que queda por decir entonces sobre la literatura colombiana es precisamente eso,
literatura. La literatura de este país ha pasado por etapas, se ha quedado estancada en
ocasiones y han aparecido personajes que la han vuelto a poner en el camino. Como todas,
es una literatura que ha evolucionado de acuerdo a sus propias necesidades. Como todas, es
una literatura que contiene toda una carga cultural. Como todas, es una literatura que hace
los mas básico, pues es capaz de evocar memorias y sentimientos en el lector. Literatura
colombiana es en esencia literatura, y todo aquello que la distinga de las otras forma parte
de los rasgos derivados de su tierra y su gente. La literatura surgida en Colombia tiene tanto
que ofrecer como la literatura de cualquier otro lado, y podemos sentirnos satisfechos de
poseer riquezas también en el mundo literario.

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