Está en la página 1de 268

Indice de autores

1 Poema dedicado al Rey Shu-sin (anónimo)

2 Volutas en el aire (anónimo)

3 Relaciones (anónimo)

4 Arolas, Juan
5 Banchs, Enrique
6 Baudelaire, Charles
7 Bécquer, Gustavo A
8 Ben Ammar de Silves
9 Ben Hazm
10 Bernárdez, Francisco Luis
11 Borges, Jorge Luis
12 Brecht, Bertolt
13 Bufano, Alfredo A
14 Camino, Miguel A
15 Cardenal, Ernesto
16 Carriego, Evaristo
17 Cisneros, Luis Benjamín
18 Darío, Rubén
19 Dávalos, Jaim
20 de Campoamor, Ramón
21 de Espronceda, José
22 de Grandis, José
23 de Ibarbourou, Juana
24 de Irrutiaga y López, B
25 de Moraes, Vinicius
26 de Unamuno, Miguel
27 del Campo, Estanislao
28 del Palacio, Manuel
29 de la Cruz, Sor Juana
30 Dickinson, Emily
31 Echeverría, Esteban
32 Fariña Núñez, Eloy
33 Fernández, Felipe A.(Yacaré)
34 Flores, Julio.
35 García, Charly
36 García Calderón, Ventura
37 García Lorca, Federico
38 Geraldy, Paul.
39 Gibran, Khalil
40 Girondo, Oliverio
41 Goethe, Juan W
42 González Prada, Manuel
43 Gordon, Jorge (Lord Byron)
44 Granata. María
45 Guido Spano, Carlos
46 Guillén, Horacio Enrique
47 Gutiérrez, Ricardo
48 Hernández, José
49 Hernández, Miguel
50 Herrera y Reissig, Julio
51 Hesse, Herman
52 Hikmet, Nazim
53 Hugo, Víctor
54 Ievtushenko, Eugueni
55 Jiménez, Juan Ramón
56 Joyce, James
57 Keats, John
58 Khayyam, Omar
59 Linyera, Dante A. (Francisco B. Rimoldi)
60 Lugones, Leopoldo
61 Llona, Numa Pompilio
62 Machado, Antonio
63 Machado, Manuel
64 Manzanero, Armando
65 Martí, José
66 Melendez Valdes, Juan
67 Milton, Juan
68 Mistral, Gabriela
69 Nalé Roxlo, Conrado
70 Neruda, Pablo
71 Nervo, Amado
72 Obligado, Rafael
73 Páez, Fito
74 Poe, Edgard Allan
75 Puebla, Carlos
76 Rada, Mario F.
77 Rilke, Rainer María
78 Rimbaud, Arthur
79 Salomón
80 Serrano, Carlos
81 Shakespeare, William
82 Shelley, Percy
83 Spinetta, Luis Alberto
84 Storni, Alfonsina
85 Summer, Gordon (Sting)
86 Tallon, Rodolfo
87 Vallejo, César
88 Verlaine, Paul
89 Whitman, Walt
90 Wilde,Oscar
91 Romance (anónimo)
92 Refranero criollo (anónimo)
93 Relación (anónimo)
94 Coplas (anónimo)
Antología
de la
Poesía
Amorosa
Recopilación: Ana M. Mesa; Mónica E. Polo;
Roberto L. Vera

Edición Impresa
Diseño de Tapa: Marcelo Biglíano
© 2001 by Pluma y Papel
Bacacay 2647
1406- Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depósito de Ley 11.723
I.S.B.N. 950-764-187-3

Edición Digital
Construcción y diseño a cargo de Libronauta
© 2001 by Pluma y Papel
Bacacay 2647
1406 -Buenos Aires, Argentina
Queda hecho el depósito de Ley 11.723

Reservados todos los derechos.


Queda rigurosamente prohibida sin la autorización por
escrito de Pluma y Papel y Libronauta Argentina S.A.,
la reproducción total o parcial de esta obra, por cual-
quier medio o procedimiento incluidos la reprografía y
el tratamiento informático.
A mis hijos
Marcela y Gabriel

EL EDITOR
1- Poema dedicado al Rey Shu-sin

(Anónimo)
Sumer (2050 a.C.-?)

"Esposo, amado de mi corazón.


Grande es tu hermosura, dulce como la miel.
León, amado de mi corazón,
Grande es tu hermosura, dulce como la miel.

Tú me has cautivado, déjame que permanezca


temblorosa ante ti;
Esposo, yo quisiera ser conducida
por ti a la cámara.
Tú me has cautivado, déjame que permanezca
temblorosa ante ti;
León, yo quisiera ser conducida por ti a la cámara.
Esposo, déjame que te acaricie;
Mi caricia amorosa es más suave que la miel.
En la cámara llena de miel,
Deja que gocemos de tu radiante hermosura;
León, déjame que te acaricie;
Mi caricia amorosa es más suave que la miel.

Esposo, tú has tomado tu placer conmigo;


Díselo a mi madre, y ella te ofrecerá golosinas;
A mi padre, y te colmará de regalos.

Tu alma, yo sé cómo alegrar tu alma;


Esposo, duerme en nuestra casa hasta el al-ba.
Tu corazón, yo sé cómo alegrar tu corazón;
León, durmamos en nuestra casa hasta el al-ba.

Tú, ya que me amas,


Dame, te lo ruego, tus caricias.
Mi señor dios, mi señor protector,

Poesía amorosa 10
Mi Shu-Sin, que alegra el corazón de Enlil,
Dame, te lo ruego, tus caricias.

Tu sitio dulce como la miel, te ruego que pongas


tu mano encima de él,
Pon tu mano encima de él como
sobre una capa-gishban,
Cierra en copa tu mano sobre él como sobre
una capa-gishban-sikin.
Este es un poema-balbale de Inanna."

Poesía amorosa 11
2- El Cantar de los Cantares

Salomón
(1033-930 a. C.)

Capítulo 1

Canción de canciones, la cual es de Salomón.


¡Oh si él me besara con ósculos de su boca!
porque mejores son tus amores que el vino.
Por el olor de tus suaves ungüentos
(ungüento derramado es tu nombre),
por eso las doncellas te amaron.
Llévame en pos de ti, correremos.
Metióme el rey en sus cámaras:
nos gozaremos y alegraremos en ti;
acordarémonos de tus amores más que del vino:
los rectos te aman.
Morena soy, oh hijas de Jerusalem,
mas codiciable; como las cabañas de Cedar,
como las tiendas de Salomón.
No miréis en que soy morena,
porque el sol me miró.
Los hijos de mi madre se airaron contra mí,
hiciéronme guarda de viñas; y mi viña,
que era mía, no guardé.
Hazme saber, oh tú a quien ama mi alma, dónde
repastas, dónde haces tener majada al medio día;
porque, ¿por qué había yo de estar como
vagueando tras los rebaños de tus compañeros?
Si tú no lo sabes, oh hermosa entre las mujeres,
sal, yéndote por las huellas del rebaño,
y apacienta tus cabritas junto a las cabañas
de los pastores.
A yegua de los carros de Faraón te he comparado,
amiga mía.
Hermosas son tus mejillas entre los pendientes,
tu cuello entre los collares.
Zarcillos de oro te haremos, con clavos de plata.

Poesía amorosa 13
Mientras que el rey estaba en su reclinatorio,
mi nardo dio su olor.
Mi amado es para mí un manojito de mirra,
que reposa entre mis pechos.
Racimo de copher en las viñas de Engadi
es para mí mi amado.
He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;
he aquí que eres bella: tus ojos de paloma.
He aquí que tú eres hermoso, amado mío,
y suave: nuestro lecho también florido.
Las vigas de nuestra casa son de cedro,
y de ciprés los artesonados.

Capítulo 2

Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles.


Como el lirio entre las espinas,
así es mi amiga entre las doncellas.
Como el manzano entre los árboles silvestres,

Poesía amorosa 14
así es mi amado entre los mancebos: bajo la som-
bra del deseado me senté,
y su fruto fue dulce a mi paladar.
Llevóme a la cámara del vino,
y su bandera sobre mí fue amor.
Sustentadme con frascos,
corroboradme con manzanas;
porque estoy enferma de amor.
Su izquierda esté debajo de mi cabeza,
y su derecha me abrace.
Yo os conjuro oh doncellas de Jerusalem,
por las garras y por las ciervas del campo,
que no despertéis ni hagáis velar al amor,
hasta que quiera.
¡La voz de mi amado!
He aquí él viene saltando sobre los montes,
brincando sobre los collados.
Mi amado es semejante al gamo,
o al cabrito de los ciervos.
Helo aquí, está tras nuestra pared,

Poesía amorosa 15
mirando por las ventanas,
mostrándose por las rejas.
Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vente.
Porque he aquí ha pasado el invierno,
hase mudado, la lluvia se fue;
Hanse mostrado las flores en la tierra,
el tiempo de la canción es venido,
y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola;
La higuera ha echado sus higos,
y las vides en cierne dieron olor:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y vente.
Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña,
en lo escondido de escarpados parajes,
muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
porque dulce es la voz tuya,
y hermoso tu aspecto.
Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas,
que echan a perder las viñas:
pues que nuestras viñas están en cierne.

Poesía amorosa 16
Mi amado es mío, y yo suya;
él apacienta entre lirios.
Hasta que apunte el día, y huyan las sombras,
tórnate, amado mío: sé semejante al gamo,
o al cabrito de los ciervos,
sobre los montes de Bether.

Capítulo 3

Por las noches busqué en mi lecho


al que ama mi alma:
busquélo, y no lo hallé.
Levantaréme ahora, y rodearé por la ciudad:
por las calles y por las plazas buscaré
al que ama mi alma:
busquélo, y no lo hallé.
Halláronme los guardas que rondan la ciudad,
y díjeles. ¿Habéis visto al que ama mi alma?
Pasando de ellos un poco,

Poesía amorosa 17
hallé luego al que mi alma ama: trabé de él,
y no lo dejé,
hasta que lo metí en casa de mi madre,
y en la cámara de la que me engendró.
Yo os conjuro, oh doncellas de Jerusalem,
por las gamas y por las ciervas del campo,
que no despertéis ni hagáis velar al amor,
hasta que quiera.
¿Quién es ésta que sube del desierto
como columnita de humo,
sahumada de mirra y de incienso,
y de todos polvos aromáticos?
He aquí es la litera de Salomón:
sesenta valientes la rodean,
de los fuertes de Israel.
Todos ellos tienen espadas, diestros en la guerra;
cada uno su espada sobre su muslo,
por los temores de la noche.
El rey Salomón se hizo una carroza
de madera del Líbano.

Poesía amorosa 18
Sus columnas hizo de plata, su respaldo de oro, su
cielo de grana, su interior enlosado de amor, por
las doncellas de Jerusalem.
Salid, oh doncellas de Sión, y ved al rey Salomón
con la corona con que le coronó su madre el día de
su desposorio,
y el día del gozo de su corazón.

Capítulo 4

He aquí que tú eres hermosa, amiga mía;


he aquí que tú eres hermosa;
tus ojos entre tus guedejas como de paloma;
tus cabellos como manada de cabras,
que se muestran desde el monte de Galaad.
Tus dientes, como manadas de trasquiladas ovejas,
que suben del lavadero, todas con crías mellizas, y
ninguna entre ellas estéril.
Tus labios, como un hilo de grana,

Poesía amorosa 19
y tu habla hermosa; tus sienes,
como cachos de granada a la parte adentro de tus
guedejas.
Tu cuello, como la torre de David,
edificada para muestra;
mil escudos están colgados de ella,
todos escudos de valientes.
Tus dos pechos,
como dos cabritos mellizos de gama,
que son apacentados entre azucenas.
Hasta que apunte el día y huyan las sombras, iré-
me al monte de la mirra,
y al collado del incienso.
Toda tú eres hermosa, amiga mía,
y en ti no hay mancha.
Conmigo del Líbano, oh esposa,
conmigo ven del Líbano:
mira desde la cumbre de Amana,
desde la cumbre de Senir y de Hermón,
desde las guaridas de los leones,

Poesía amorosa 20
desde los montes de los tigres.
Prendiste mi corazón, hermana, esposa mía;
has preso mi corazón con uno de tus ojos,
con una gargantilla de tu cuello.
¡Cuán hermosos son tus amores, hermana,
esposa mía!
¡cuánto mejores que el vino tus amores
y el olor de tus ungüentos
que todas las especias aromáticas!
Como panal de miel destilan tus labios,
oh esposa;
miel y leche hay debajo de tu lengua;
y el olor de tus vestidos como el olor del Líbano.
Huerto cerrado eres, mi hermana, esposa mía;
fuente cerrada, fuente sellada.
Tus renuevos paraíso de granados
con frutos suaves, de cámphoras y nardos.
Nardo y azafrán, caña aromática y canela,
con todos los árboles de incienso; mirra y áloes,
con todas las principales especias.

Poesía amorosa 21
Fuente de huertos, pozo de aguas vivas,
que corren del Líbano.
Levántate, Aquilón y ven, Austro,
sopla mi huerto, despréndanse sus aromas.
Venga mi amado a su huerto,
y coma de su dulce fruta.

Poesía amorosa 22
3- La visita de la amada

Ben Hazm
Musulmán-Español (994-1063)

Viniste a mí un poco antes de que los cristianos


tocasen las campanas,
cuando la medialuna surgía en el cielo,
como la ceja de un anciano cubierta
casi del todo por las canas,
o como la delicada curva de la planta del pie.
Y, aunque era aún de noche,
con tu venida brilló en el horizonte
el arco del Señor,
vestido de todos los colores,
como la cola de los pavones.
4- La amada

Ben Ammar de Silves


Musulmán-Español (-1086)

Era una gacelita que mira con narcisos,


alarga azucenas y sonríe con margaritas.
Sus arracadas me hacen señas
y sus ajorcas tienden la oreja para escuchar
la melodía de su cinturón.
5- Rubaiyat

Omar Khayyam
Persa (¿1073-1125?)

LX

Caeré en el camino del Amor y el Destino me


aplastará. ¡Oh doncella, oh mi cáliz encantado, le-
vántate y dame el fuego de tus labios antes de que
llegue el fin y me convierta en polvo!

LXX

Soy viejo ya. Y la pasión que me inspiras me lleva


a la muerte: no ceso de colmar de vino mi gran cá-
liz. Mi pasión por ti anula el discernimiento de mi
razón. Y el Tiempo marchita sin piedad la fresca
rosa que lucía...
LXXIII

¿Por qué tanta delicadeza, tanto cuidado al co-


mienzo de nuestro amor? ¿Por qué tantos cariños,
tantas delicias después? ¿Y por qué hoy tu único
placer es desgarrar mi corazón?... ¿Por qué?

LXXIV

Cuando mi alma y tu alma abandonen nuestros


cuerpos, se colocará un ladrillo bajo nuestra cabe-
za. Luego, un arquitecto amasará tus cenizas con
las mías.

XCVII

Noche. Silencio. Follaje detenido como mi pen-


samiento. De una rosa, imagen de un corto res-
plandor, cae un pétalo. ¿Dónde estás ahora, tú,
que me ofreciste el cáliz por el cual suspiro?

Poesía amorosa 26
Tal vez ninguna rosa se deshoja cerca de quien
auxilias con tu cántaro. Pero sé que nadie pue-
de ofrecerme la amarga felicidad con que me
embriagabas.

Poesía amorosa 27
6- Soneto
XVIII

William Shakespeare
Inglés (1564-1616)

¿A un día de verano compararte?


Más hermosura y suavidad posees.
Tiembla el brote de Mayo bajo el viento
y el estío no dura casi nada.

A veces demasiado brilla el ojo


solar, y otras su tez de oro se apaga;
toda belleza alguna vez declina,
ajada por la suerte o por el tiempo.

Pero eterno será el verano tuyo.


No perderás la gracia, ni la Muerte
se jactará de ensombrecer tus pasos
cuando crezcas en versos inmortales.

Vivirás mientras alguien vea y sienta


y esto pueda vivir y te dé vida.

Poesía amorosa 29
7- El paraíso perdido
(Fragmento)

Juan Milton
Inglés (1608-1674)

Sus ojos despedían una pura


Llama, que inundó mi alma de alegría;
Un mundo todo nuevo aparecía
A los míos; el suelo más florido;
El aura más suave y deliciosa.
En esto, veo que huye presurosa;
Me despierto, y exclamo, sorprendido
Al ver realmente lo que había creído
Sueño: —Detente, no huyas, ¡oh celeste
Maravilla! ¡De nuevo a presentarme
Vuelve tu hermoso rostro, y consolarme!
¡Vuelve a mí, si no quieres que me cueste
Toda mi dicha! ¿Cómo la tendría
Si, una vez que te he visto, te perdía?
¿Y qué deleite disfrutar pudiera
Si de ti para siempre careciera?
¡Vuélvete! ¡Compadece mi quebranto!
¡No me abandones a un eterno llanto!
<<Vuelo entonces tras de ella con presteza;
La alcanzo, y me parece su belleza,
Despierto, tan perfecta cual brillaba
Cuando en mi feliz sueño la admiraba:
Toda cuanta hermosura está esparcida
En las demás criaturas, reunida
Al lado de la suya, se eclipsaba.
Condesciende en volver. Interiormente
El mismo Dios, el Todopoderoso
Su mucho amor vi entonces evidente),
La mueve a que se venga con su esposo.
Le da a entender lo que era la unión pura
Del matrimonio, de sus dulces lazos
Toda la fuerza y toda la ternura,
Y que en mis castos brazos

Poesía amorosa 31
La dicha únicamente encontraría.
Yo entretanto, sirviéndole de guía.
Apresuradamente
Hacia mi alojamiento la llevaba,
Y al ver belleza tal me enajenaba.
El cielo está en sus ojos; en su frente,
Junto el candor con la inocencia habita.
El menor movimiento de su airoso
Cuerpo la admiración más dulce excita.
Desenvolviendo el talle majestuoso:
Con semblante risueño
Las gracias todas, y el amor volando
Con el placer, la van acompañando,
Y le forman un séquito brillante,
Como a su reina. Yo no soy ya dueño
De mí mismo, y exclamo agradecido:
-¿Conque ya, ¡oh Dios benigno!, está delante
De mi encantada vista aquel tesoro
Que tu bondad me había prometido?
Al verlo, mi perdón de nuevo imploro

Poesía amorosa 32
Por la audacia de habértelo pedido;
Pues su riqueza mi esperanza excede,
Y mi corazón débil jamás puede
Corresponder a tu beneficencia.
Con qué ventajas y con que indulgencia
Aquel triste momento has compensado
En que, severo, al parecer, conmigo,
Desatendiste a mi ruego osado
Y hablaste sólo de ira y de castigo!
Permite, pues, que explique en lo posible
Mi amor ardiente, mi agradecimiento
A Ti, ¡mi tierno Padre!, que sin cuento
De bienes me llenaste, y que, sensible
Por último a mi suplica rendida,
Me has dado, con mi esposa, nueva vida.
La llenaste de gracia y de hermosura:
No se halla otra tan bella criatura;
De mi propia sustancia la formaste,
Y mi imagen en ella retrataste.
Me amo a mí mismo en ella, y a ella quiero

Poesía amorosa 33
En mí; pues su ser mío considero.
A su padre y su madre, el tierno esposo
Dejará en adelante, no dudoso,
Por su mujer: enajenado padre,
Adorará en sus hijos a su madre;
Ambos un corazón serán y una alma,
Con los lazos de amor encadenados,
Y gozarán en deliciosa calma
Una felicidad misma hermanados.
«Eva oye estas palabras, y modesta,
Como recién nacida y fresca rosa,
Lejos de saborear con orgullosa
Vanidad mis elogios, manifiesta
Su obediencia, y responde con dulzura,
Rendida y vergonzosa,
A la dulce expresión de mi ternura.
«En presencia del Dueño soberano
De cuanto existe, con augusta forma,
Yo le di, ella me dio su casta mano:
Acto que deberá servir de norma

Poesía amorosa 34
A nuestros más remotos descendientes.
Celebró toda la naturaleza
Nuestra unión: cual testigos, los lucientes
Astros brillaron con mayor viveza;
Por presenciarla, el cielo silencioso
Suspendió un rato el curso majestuoso;
El aura misma, plácida y serena,
En su lengua nos dio la enhorabuena;
Los pájaros sus cantos duplicando,
Las cristalinas aguas murmurando,
El enlace aplaudieron,
Y ejemplo a todos los vivientes dieron.
Los collados, los valles, repetían
De aquel festivo día los acentos;
Los árboles con dulces movimientos
Se inclinaban; las flores olorosas
Sus coloridos senos descubrían;
El céfiro, sus alas extendiendo
Emulas de las rosas,
Ansioso sus perfumes recogiendo,

Poesía amorosa 35
De una en otra volaba,
Y sus bellos matices avivaba.
«Cual nube densa, al estrellado techo
Sube el precioso incienso reunido
De los olores del jardín florido,
Dios mismo bendice el nupcial lecho,
Mientras con suave músico gorjeo
El ruiseñor el himno de himeneo
Canta, y vuela la estrella vespertina
Sus teas a encender con la divina
Llama, con el sagrado
Fuego, que puro por la vez primera
Extrae de su esfera
Brillante, a tales usos destinado.
«Mis riquezas, mi suerte venturosa
Te he referido: ves cuán generosa
La mano del Eterno me ha colmado
De bienes, mis deseos previniendo.
Con todo, lo que siento, francamente
Te diré: los deleites terrenales

Poesía amorosa 36
Van para mí su mérito perdiendo
Con el uso, exceptuando únicamente
El tierno trato de mi esposa amada.
Los restantes placeres, desiguales
Son ya a la grande idea que formada
Tenía de ellos: el suave canto
De las pintadas aves, de las fuentes
El susurro, el aroma delicioso
De las flores, los jugos excelentes
De las sabrosas frutas que antes tanto
Lisonjeaban mi gusto codicioso,
Ya me fastidian: sólo mi querida
Eva es siempre el deleite de mi vida.
Ardí al ver su belleza casta y pura;
Ardo, cuando a mi vista se presenta;
De los demás objetos no hago cuenta.
«¡Cuál es, pues, el poder, cuál la ignorada
Fuerza de una sonrisa, de una ojeada!
Tal vez del cuerpo la delicadeza
Hará que ella no tenga la firmeza,

Poesía amorosa 37
La madurez que al hombre tocó en suerte.
Quizá también será algo menos fuerte
La idea, que en su pecho está grabada,
De la justicia y de la ley sagrada,
Que en mí imprimió el Señor profundamente,
Pues que la destinó a ser dependiente
De mí, y, para una cándida obediencia,
Ni mi carácter ni mi inteligencia
Tener necesitaba:
Una clara razón, a una inocente
Docilidad unida, le bastaba.
Del Dios que a ambos nos hizo, con efecto,
Sé que no es un retrato tan perfecto
Corno yo; no se ve en su rostro hermoso
Aquel aire del hombre majestuoso
En que la seria autoridad respira;
Mas, lo confieso, a fuerza de hermosura,
Cuando hacia mí la amable vista gira,
Mis sentidos deslumbra, de manera
Que, casi sin dudar, se me figura

Poesía amorosa 38
Que como es bella así ha de ser juiciosa.
Del imperio que ejerce en mí, segura,
No abusa de él; mas siempre que cualquiera
Ocasión se presenta, en que dudosa
Mi razón titubea, su ingeniosa
Idea sigo en todo, que hasta ahora
Jamás encontré errada ¿Y quién pudiera
No ceder a su gracia encantadora?

Poesía amorosa 39
8- Hombres necios

Sor Juana Inés de la Cruz


México (1651-1695)

Hombres necios que acusáis


a la mujer sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis

Si con ansia sin igual


solicitáis su desdén,
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis con presunción necia


hallar a la que buscáis,
para pretendida, Tais,
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro


que el que, falto de consejo,
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro?

Con el favor y el desdén


tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Poesía amorosa 41
Opinión ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan necios andáis


que con desigual nivel
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada


la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata ofende
y la que es fácil enfada?

Mas entre el enfado y pena


que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos enhorabuena.

Poesía amorosa 42
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido,


en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,


aunque, cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues para que os espantáis


de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Poesía amorosa 43
Dejad de solicitar
y después con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo


que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

IV

Enseña modo con que la Hermosura, solicitada de amor im-


portuno, pueda quedarse fuera de él, con entereza tan cortés
que haga bienquisto hasta el mismo desaire

Dos dudas en que escoger


tengo y no sé a cuál prefiera,
pues vos sentís que no quiera
y yo sintiera querer.
Con que si a cualquier lado

Poesía amorosa 44
quiero inclinarme, es forzoso,
quedando el uno gustoso,
que otro quede disgustado.

Si daros gusto me ordena


la obligación, es injusto
que por daros a vos gusto
haya yo de tener pena.

Y no juzgo que habrá quien


apruebe sentencia tal
como que me trate mal
por trataros a vos bien.

Mas por otra parte siento


que es también mucho rigor
que lo que os debo en amor
pague en aborrecimiento.

Y aun irracional parece

Poesía amorosa 45
este rigor, pues se infiere,
si aborrezco a quien me quiere,
¿qué haré con quien aborrezco?

No sé cómo despacharos,
pues hallo al determinarme
que amaros es disgustarme
y no amaros disgustaros.

Pero dar un medio justo


en estas dudas pretendo,
pues no queriendo os ofendo
y queriéndoos me disgusto.

Y sea ésta la sentencia,


por que no os podáis quejar:
que entre aborrecer y amar
se parta la diferencia.

Poesía amorosa 46
9- La copa del rey

J. W. Goethe
Alemán (1749-1842)

Hubo en Thule un rey amante,


que a su amada fue constante
hasta el día en que murió,
Ella, en ese mismo instante,
Su copa de oro le dio.

El buen rey, desde ese día


Sólo ese cáliz bebía
fiel al recuerdo tenaz
y al beber, humedecía
una lágrima su faz.

En su momento postrero
al hijo su reino entero
le entregó, como era ley:
sólo negó al heredero
la copa, el constante rey

En la torre que el mar besa,


por orden del rey expresa
(Muy cercano ve su fin)
La corte, en la regia mesa
Gozó del postrer festín.

Ya en su último aliento el anciano,


moribundo soberano,
Apuró sin vacilar
y con enérgica mano
arrojó su copa al mar.

Con expresión de agonía


observó que al mar caía.
Firme y ávido la siguió,
vio cómo el agua sorbía,
la copa y tranquilo se murió.

Poesía amorosa 48
10- Rosana en los fuegos

Juan Melendez Valdes


Español (1754-18171

Del sol llevaba la lumbre,


Y la alegría del alba,
En sus celestiales ojos
La hermosísima Rosana,
Una noche que a los fuegos
Salió la fiesta de Pascua,
Para abrasar todo el valle
En mil amorosas ansias,
Por doquiera que camina
Lleva tras sí la mañana,
Y donde se vuelve rinde
La libertad de mil almas
El céfiro la acaricia
Y mansamente la halaga,
Los Amores la rodean
Y las Gracias la acompañan,
Y ella, así como en el valle
Descuella la altiva palma
Cuando sus verdes pimpollos
Hasta las nubes levanta,
O cual vid de fruto llena
Que con el olmo se abraza,
Y sus vástagos extiende
Al arbitrio de las ramas;
Así entre sus compañeras
El nervado cuello alza,
Sobresaliendo entre todas
Cual fresca rosa entre zarzas
O como cándida perla
Que artífice diestro engasta
Entre encendidos corales,
Porque más luzcan sus aguas.
Todos los ojos se lleva
Tras sí, todo lo avasalla;

Poesía amorosa 50
De amor mata a los pastores
Y de envidia a las zagatas.
Ni las músicas se atienden,
Ni se gozan las lumbradas;
Que todos corren por verla
Y al verla todos se abrazan,
¡Qué de suspiros se escuchan!
¡Qué de vivas y de salvas!
No hay zagal que no la admire
Y no se esmere en loarla.
Cuál absorto la contempla
Y a la aurora la compara
Cuando más alegre sale
Y el cielo de su albor baña;
Cuál al fresco y verde aliso
Que crece al margen del agua.
Cuando más pomposo en hojas
En su cristal se retrata;
Cuál a la luna, si muestra
Llena su esfera de plata,

Poesía amorosa 51
Y asoma por los collados
De luceros coronada.
Otros pasmados la miran
Y mudamente la alaban,
Y cuanto más la contemplan
Muy más hermosa la hallan;
Que es como el cielo su rostro
Cuando en la noche callada
Brilla con todas sus luces
Y los ojos embaraza.
¡Ay, qué de envidias se encienden!
¡Ay, qué de celos que causa
En las serranas del Tormes
Su perfección sobrehumana!
Las más hermosas la temen,
Mas sin osar murmurarla;
Que, como el oro más puro,
No sufre una leve mancha.

Poesía amorosa 52
-¡Bien haya tu gentileza
Una y mil veces bien haya
Y abrase la envidia al pueblo,
¡Hermosísima aldeana!
Toda, toda eres perfecta,
Toda eres donaire y gracia;
El amor vive en tus ojos
Y la gloria está en tu cara;
En esa cara hechicera
Do toda su luz cifrada
Puso Venus misma, y ciego
En pos de sí me arrebata.
La libertad me has robada
Yo la doy por bien robada,
Mas recibe el don benigna
Que mi humildad te consagra.
No el don por pobre desdeñes,
Que aun las deidades más altas
A zagales, cual yo, humildes,
Un tiempo acogieron gratas;

Poesía amorosa 53
Y mezclando sus ternezas
Con sus rústicas palabras,
No, aunque diosas, esquivaron
Sus amorosas demandas
Su feliz ejemplo sigue,
Pues que en beldad las igualas,
Cual yo a todos los excedo
En lo fino de mi llama—.

Esto un zagal le decía


Con razones mal formadas,
Que salió libre a los fuegos
Y volvió cautivo a casa.
Y desde entonces perdido
El día a sus puertas le halla;
Ayer le cantó esta letra
Echándole la alborada:

Linda zagaleja
De cuerpo gentil,

Poesía amorosa 54
Muérome de amores
Desde que te vi.

Tu talle, tu aseo,
Tu gala y donaire,
No tienen, serrana,
Igual en el valle.

Del cielo son ellos


Y tú un serafín;
Muérome de amores
Desde que te vi.

De amores me muero,
Sin que nada alcance
A darme la vida
Que allá te llevaste,

Si no te condueles
Benigna de mí:

Poesía amorosa 55
Que muero de amores
Desde que te vi.

Poesía amorosa 56
11-Estrofas para ponerle música

Jorge Gordon Lord Byron


Inglés (1788-1824)

No existe ninguna de las hijas de la belleza,


con una magia como la tuya;
como música en el mar
es tu dulce voz para mí;

Como si su sonido ocasionara


el descanso de un océano maravilloso,
las olas yacen tranquilas y relucen
y los vientos dormidos parecen soñar.

La luna de medianoche teje


sus eslabones de plata sobre el abismo,
cuyo pecho mansamente exhala el aire,
como el de un niño dormido:
así mi alma a ti se inclina,
para escuchar y amarte;
con emoción absoluta y tenue
como las olas de un océano en el verano.

Poesía amorosa 58
12- Filosofía del amor

Percy Shelley
Inglés (1792-1822)

La fuente llega al arroyo,


el arroyo llega al mar
y las brisas y las auras
unidas vienen y van
Sí por ley del Universo
no hay seres en soledad:
si todo se une con algo
¿por qué a mí no te unirás?

Montes y cielos se besan,


besos las olas se dan,
la flor desdeña las flores,
si no besan a su igual;
rayos de sol y de luna
besan la tierra y el mar:
¿De qué vale tanto beso
si no me quieres besar?

Poesía amorosa 60
13- La belle dame Sans Merci
Balada

John Keats
Inglés (1795-1821)

¡Oh caballero! ¿Qué te apena,


vagando solo y pálido?
Marchítase en el lago la hierba
y no cantan los pájaros.

¡Oh caballero! ¿Qué te apena,


tan hosco y dolorido?
Ya pleno está el granero de la ardilla
y la cosecha dentro.

Hay un lirio en tu frente


con relente de angustia y rocío de fiebre,
y, mustia, en tus mejillas una rosa
que pronto ha de secarse.

Hallé una señora en los prados,


—hija de un hada— muy hermosa.
Era largo su pelo y era veloz su
pie y salvaje su mirada.

Tejí guirnaldas que puse en su cabeza,


tejí brazaletes y ceñidor fragante,
en mí fijó sus ojos, como una enamorada,
y gimió dulcemente.

En mi corcel la senté entonces


y no vi ya otra cosa en todo el día,
pues se inclina y entona
una canción de hadas.

Encontró para mí exquisitas raíces


y miel silvestre y maná de rocío,

Poesía amorosa 62
y en una extraña lengua me dijo muy segura.
"¡Es verdad que te quiero!"

A su refugio de elfos me condujo


y allí echóse a llorar y dio un suspiro,
y allí con besos le cerré sus ojos, tan salvajes y
[tristes.

Y allí me durmió ella con sus leves canciones


y allí soñé, ¡qué desventura!
Tuve el último sueño que soñara
en la ladera fría.

Vi a reyes pálidos y a príncipes,


a pálidos guerreros con palidez de muerte,
y clamaban: "¡La dama sin entrañas
te ha tomado cautivo!"

Vi en las tinieblas sus hambrientos labios,


tan abiertos para darme el aviso terrible,

Poesía amorosa 63
y me hallé al despertar,
en la ladera fría.

Por eso es que estoy vivo


vagando en estas tierras, solo y pálido,
aunque en el lago seca esté la hierba
y ya los pájaros no canten.

Poesía amorosa 64
14- A una mujer

Víctor Hugo
Francés (1802-1885)

Mujer, si fuese rey, yo te daría


mi reino, mi corona, mi cetro de oro,
y mi baño de pórfido y mis flotas
por sólo una mirada de tus ojos.

Mujer, si fuese Dios, yo te daría


el mundo, el mar, el cielo, los espacios,
la eternidad y el caos infinito
por sólo un beso de tus labios rojos.
15- La Cautiva
(Sexta Parte: La espera)

Esteban Echeverría
Argentino (1805-7851)

¡Qué largas son las horas del deseo!


Moreto

Triste, obscura, encapotada


llegó la noche esperada;
la noche que ser debiera
su grata y fiel compañera;
y en el vasto pajonal
permanecen inactivos
los amantes fugitivos.
Su astro, al parecer, declina,
como la luz vespertina
entre sombra funeral.
Brian, por el dolor vencido
al margen yace tendido
del arroyo; probó en vano
el paso firme y lozano
de su querida seguir;
sus plantas desfallecieron,
y sus heridas vertieron
sangre otra vez. Sintió entonces
como una mano de bronce
por sus miembros discurrir.
María espera a su lado,
con corazón agitado,
que amanecerá otra aurora
más bella y consoladora;
el amor le inspira fe
en destino más propicio,
y le oculta el precipicio
cuya idea sólo pasma:
el descarnado fantasma
de la realidad no ve.

Poesía amorosa 67
Pasión vivaz la domina,
ciega pasión la fascina;
mostrando a su alma el trofeo
de su impetuoso deseo
le dice: tú triunfarás.
Ella infunde a su flaqueza
constancia allí y fortaleza.
Ella su hambre, su fatiga
y sus angustias mitiga
para devorarlas más.

Sin el amor que en sí entraña,


¿qué sería? Frágil caña,
ser delicado, fina hebra,
que el más leve impulso quiebra;
sensible y flaca mujer.

Con él es ente divino


que pone a raya el destino;
ángel poderoso y tierno

Poesía amorosa 68
a quien no haría el infierno
vacilar y estremecer.

De su querido no advierte
el mortal abatimiento,
ni cree se atreva la muerte
a sofocar el aliento
que hace vivir a los dos:
porque de su llama intensa
es la vida tan inmensa
que a la muerte vencería,
y en sí eficacia tendría
para animar como Dios.

El amor es fe inspirada;
es religión arraigada
en lo íntimo de la vida;
fuente inagotable, henchida,
de esperanza; su anhelar
no halla obstáculo invencible

Poesía amorosa 69
hasta conseguir victoria:
si se estrella en lo imposible
gozoso vuela a la gloria
su heroica palma a buscar.

María no desespera,
porque su ahínco procura
para lo que ama, ventura;
y al infortunio supera
su imperiosa voluntad.
Mañana —el grito constante
de su corazón amante
le dice—, mañana el cielo
hará cesar tu desvelo;
la nueva luz esperad.

La noche cubierta, en tanto


camina en densa tiniebla,
y en el abismo de espanto,
que aquellos páramos puebla,

Poesía amorosa 70
ambos perdidos se ven.
Parda, rojiza, radiosa,
una faja luminosa
forma horizonte no lejos;
sus amarillos reflejos
en lo obscuro hacen vaivén.

La llanura arder parece,


y que con el viento crece,
se encrespa, aviva y derrama
el resplandor y la llama
en el mar de lobreguez.
Aquel fuego colorado,
en tinieblas engolfado
cuyo esplendor vaga horrendo,
era trasunto estupendo
de la infernal terriblez.

Brian, recostado en la hierba,


como ajeno de sentido,

Poesía amorosa 71
nada ve. Ella un ruido oye,
pero sólo observa
la negra desolación,
o las sombrías visiones
que engendran las turbaciones
de su espíritu. ¡Cuán larga
aquella noche y amarga
sería a su corazón!

Miró a su amante. Espantoso,


un bramido cavernoso
la hizo temblar, resonando:
era el tigre, que. buscando
pasto a su saña feroz
en los densos matorrales,
nuevos presagios fatales
al infortunio traía.
En silencio, echó María
mano a su puñal, veloz.

Poesía amorosa 72
16- Sé más feliz que yo

Padre Juan Arolas


Español (1805-1849)

Sobre pupila azul, con sueño leve,


Tu párpado cayendo amortecido
Se parece a la pura y blanca nieve
Que sobre las violetas reposó:
Yo el sueño del placer nunca he dormido:
Sé más feliz que yo.

Se asemeja tu voz en la plegaria


Al canto del zorzal de indiano suelo
Que sobre la pagoda solitaria
Los himnos de la tarde suspiró:
Yo sólo esta oración dirijo al cielo:
Sé más feliz que yo.
Es tu aliento la esencia más fragante,
De los lirios del Arno caudaloso
Que brotan sobre un junco vacilante
Cuando el céfiro blando los meció:
Yo no gozo su aroma delicioso:
Sé más feliz que yo.

El amor, que es espíritu de fuego,


Que de callada noche se aconseja
Y se nutre con lágrimas y ruego
En tus purpúreos labios se escondió:
El te guarde el placer y a mí la queja:
Sé más feliz que yo.

Bella es tu juventud en sus albores


Como un campo de rosas del Oriente;
Al ángel del recuerdo pedí flores
Para adornar tu sien, y me las dio,
Yo decía al ponerlas en tu frente:
Sé más feliz que yo.

Poesía amorosa 74
Tu mirada vivaz es de paloma;
Como la adormidera del desierto
Causas dulce embriaguez, hurí de aroma
Que el cielo de topacio abandonó:
Mi suerte es dura, mi destino incierto:
Sé más feliz que yo.

Poesía amorosa 75
17- Canción

Edgar Allan Poe


Norteamericano (1809-1849)

La vi en su fiesta nupcial,
presa de intenso rubor
aunque reinaba, triunfal,
en torno suyo, el amor.

Rutilaban como estrellas


sus pupilas. Pesaroso,
contemplé extasiado en ellas
cuanto en el mundo hay de hermoso.

El pudor que el rostro inflama


sólo es pudor virginal,
pero a su hechizo fatal
brotó más fuerte la llama
en el pecho del que un día
la vio presa del rubor,
¡aunque en torno suyo había
un mundo lleno de amor!

Poesía amorosa 77
18- Las quejas de su amor

José de Espronceda
Español (1810-1842)

Bellísima parece
al vástago prendida,
gallarda y encendida,
de abril la linda flor;
empero muy más bella
la virgen ruborosa
se muestra, al dar llorosa
las quejas de su amor.

Suave es el acento
de dulce amante lira,
si el blando son suspira
de noche el trovador;
pero aun es más suave
la voz de la hermosura
si dice con ternura
las quejas de su amor.

Grato es en noche umbría


al triste caminante
del alba radiante
mirar el resplandor;
empero es aun más grato
al alma enamorada
oír de su adorada
las quejas de su amor.

Poesía amorosa 79
19- ¡Quién supiera escribir!

Ramón de Campoamor
Español (1817-1901)

I
—Escribidme una carta, Señor cura.
—Ya sé para quién es.
—¿Sabéis quién es, porque una noche oscura
Nos visteis juntos? —Pues.

—Perdonad; mas... —No extraño ese tropiezo.


La noche... la ocasión...
Dadme pluma y papel. Gracias. Empiezo:
Mi querido Ramón:
—¿Querido?... Pero, en fin, ya lo habéis puesto...
—Si no queréis... —¡Sí, sí!
¡Qué triste estoy! ¿No es eso? —Por supuesto
¡Qué triste estoy sin ti!
Una congoja, al empezar, me viene...
—¿Cómo sabéis mi mal?
Para un viejo una niña siempre tiene,
El pecho de cristal.
¿Qué es sin ti el mundo? Un valle de amargura,
¿Y contígo? Un edén,
—Haced la letra clara, señor cura;
Que lo entienda eso bien.

—El beso aquel que de marchar a punto


Te di... —¿Cómo sabéis?...
—Cuando se va y se viene y se está junto
Siempre... no os afrentéis...
Y sí volver tu afecto no procura,
Tanto me harás sufrir...
—¿Sufrir y nada más? No, señor cura,
¡Que me voy a morir!

—¿Morir? ¿Sabéis que es ofender al cielo?...


—Pues, sí, señor; morir!

Poesía amorosa 81
Yo no pongo morir. —¡Qué hombre de hielo!
¡Quién supiera escribir!

II
¡Señor rector, señor rector! en vano
Me queréis complacer,
Si no encarnan los signos de la mano
Todo el ser de mi ser.

Escribidle, por Dios, que el alma mía


Ya en mí no quiere estar;
Que la pena no me ahoga cada día...
Porque puedo llorar.

Que mis labios, las rosas de su aliento,


No se saben abrir;
Que olvidan de la risa el movimiento
A fuerza de sentir.

Que mis ojos, que él tiene por tan bellos,

Poesía amorosa 82
Cargados con mi afán,
Como no tienen quien se mire en ellos,
Cerrados siempre están.
Que es, de cuantos tormentos he sufrido,
La ausencia el más atroz;
Que es un perpetuo sueño de mi oído
El eco de su voz...

Que siendo por su causa, ¡el alma mía


Goza tanto en sufrir!...
Dios mío ¡cuántas cosas le diría
Si supiera escribir!...

III
Epílogo
—Pues señor, ¡bravo amor! Copio y concluyo:
A don Ramón... En fin,
Que es inútil saber para esto arguyo
Ni el griego ni el latín.

Poesía amorosa 83
20- Canto a mí mismo

Walt Whitman
EE.UU. (1819-1892)

Me celebro y me canto a mí mismo.


Pues si yo digo algo de mí, lo digo de ti
porque lo que yo tengo lo tienes tú
y cada átomo de mi cuerpo es tuyo también.

Vago e invito a vagar a mi alma,


vago y me tumbo a mi antojo sobre la tierra
para ver cómo crece la hierba del estío.
Mi lengua y cada molécula de mi sangre nacieron
[aquí
de padres e hijos de esta tierra y de estos vientos
[también.
Tengo treinta y siete años. Mi salud es perfecta.
Y con mi aliento puro, comienzo a cantar hoy
y no terminaré mi canto hasta que muera.
Que se callen ahora las escuelas y los credos.
Atrás. A su sitio.
Sé cuál es su misión v no la olvidaré,
que nadie lo olvide.
Pero ahora yo ofrezco mi pecho lo mismo al bien
que al mal
dejo hablar a todos sin restricción,
y abro de par en par las puertas a la energía
[original
de la naturaleza desenfrenada.
La casa y los aposentos están cargadas de
[perfumes,
los estantes y los armarios están cargados de
[perfumes.
Aspiro y me complazco en su fragancia,
siento su influjo enervador,
pero me rebelo... Me rebelo y escapo.

Poesía amorosa 85
La atmósfera no es un perfume.
No tiene el gusto de las esencias: es inodora
está hecho para mi boca
y yo la absorbo y la adoro como a una novia.
Iré a los repechos donde comienzan los bosques
y me desnudaré para gozar enloquecido su
[contacto.

Me gusta ver el valor de mi aliento, las ondas del


[río,
los hilos de seda que se cruzan entre los árboles,
las horquillas donde descansa la vid,
me gusta oír los ecos, los zumbidos,
los murmullos de la selva.
Me gusta sentir el empuje amoroso de las raíces
a través de la tierra, el latido de mi corazón,
la sangre que inunda mis pulmones,
el aire puro que los orea
en inspiraciones y espiraciones amplias...
Me gusta olfatear las hojas verdes y las hojas

Poesía amorosa 86
secas las rocas negruzcas de la playa
y el heno que se apila en los pajares.
Me gusta oír el escándalo de mi voz, forjando
[palabras
que se pierden en los remolinos del viento.

Me gusta besar, abrazar y alcanzar el corazón


de todos lo hombres con mis brazos.
Me gusta ver entre los árboles el juego de luces
y de sombras cuando la brisa agita las ramas.
Me gusta sentirme sólo entre las multitudes
de la ciudad,
en las estepas y en los flancos de la colina.
Me gusta sentirme fuerte y sano bajo la luna llena
y levantarme cantando alegremente a saludar al
[sol.
¿Qué creías?
¿Que me conformaría con mil hectáreas
de tierra nada más?

Poesía amorosa 87
¿Pensásteis que la tierra sería demasiado para mí?
¿Para qué habéis aprendido a leer si no sabéis ya
interpretar mis poemas?
Quédate hoy conmigo, vive conmigo un día y una
[noche
y te mostraré el origen de todos los poemas.
Tendrás entonces cuanto hay de grande
en la tierra y el sol
(existen millones de soles más allá)
y nada tomarás ya nunca de segunda ni de tercera
[mano,
ni mirarás por los ojos de los muertos,
ni te nutrirás por el aspecto de los libros.
Tampoco contemplarás el mundo con mis ojos
ni tomarás las cosas de mis manos.
Aprenderás a escuchar en todas direcciones
y dejarás que la esencia del Universo
se filtre en tu ser.

Poesía amorosa 88
21- La muerte de los amantes

Charles Baudelaire
Francés (1821-1867)

Tendremos regios lechos perfumados,


y hondos tálamos, como sepulcros,
flores extrañas, dispersas en las mesas
estallarán, ya nuestras, en cielos más templados.

Avivando hasta el límite los últimos ardores


serán dos llamas nuestros corazones
que con raras luces iluminarán
nuestras almas, que gemelas, vagan.

Y, al fin, en un crepúsculo rosa y azul místico


intercambiaremos un último relámpago
como un hondo sollozo, pletórico de adioses.
Y más tarde, un Angel, entreabriendo puertas,
reanimará, constante y jubiloso,
turbios espejos y las muertas llamas.

Poesía amorosa 90
22- Nenia

Carlos Guido Spano


Argentíno (1827-1918)

En idioma guaraní,
Una joven paraguaya
Tiernas endechas ensaya
Cantando en el arpa así,
En idioma guaraní:

¡Llora, llora urutaú


En las ramas del yatay
Ya no existe el Paraguay
Donde nací como tú!
¡Llora, llora urutaú!

En el dulce Lambaré
Feliz era en mi cabaña;
Vino la guerra y su saña
No ha dejado nada en pie
¡En el dulce Lambaré!

¡Padre, madre, hermanos!, ¡ay!


Todo en el mundo he perdido;
En mi corazón partido
Sólo amargas penas hay
¡Padre, madre, hermanos! ¡ay!

De un verde ubirapitá
Mi novio que combatió
Como un héroe en el Timbó,
Al pie sepultado está
De un verde ubirapitá!

Rasgado el blanco tipoy


Tengo en señal de mi duelo,
Y en aquel sagrado suelo

Poesía amorosa 92
De rodillas siempre estoy,
Rasgado el blanco tipoy.

Lo mataron los cambá


No pudiéndole rendir;
El fue el último en salir
De Curucú y Humaitá—
¡Lo mataron los cambá!

¡Por qué, cielos, no morí


Cuando me estrechó triunfante
Entre sus brazos mi amante
Después de Curupaití!
¡Por qué, cielos, no morí!...

Llora, llora, urutaú.


En las ramas del yatay;
Ya no existe el Paraguay
Donde nací como tú—
Llora, llora, urutaú.

Poesía amorosa 93
23- Amor eres alto

Emily Dickinson
Norteamericana (1830-1886)

Amor eres alto,


yo no puedo alcanzarte,
pero si fuéramos dos,
quién sabe, nosotros,
por turno, en el Chimbronazo,
Ducal, por fin, podríamos hallarte.
Amor, eres profundo,
yo no puedo penetrarte,
si fuéramos dos
en vez de uno
remero y barca, en un mismo verano.
¿tal vez alcanzaríamos el sol?
Amor, te cubren con un velo.
Muy pocos te ven,
sonríe y excítate, habla y muere.
Sería un disparate sin ti la felicidad
llamada por Dios eternidad.

Todas las cartas que puedo escribir


no son castas como ésta,
sílabas de terciopelo,
frases de felpa,
profundidades de rubí, invioladas,
oculto, labio, para ti,
escribirlas era un susurro de ave,
que llegó sólo a mí.

Miel de una hora,


nunca entendí tu poder.
Prohíbeme
hasta que

Poesía amorosa 95
mi más pequeña dote,
mi flor, no conocida
sea merecida.

Poesía amorosa 96
24- Amor

Numa Pompilio Llona


Ecuatoriano (1832-1907)

Vuela, de ardientes ansias consumida,


a impulsos del amor que la devora,
en torno de la luz fascinadora
la mariposa que su riesgo olvida; sus fulgores con-
templa embebecida
y e ellos baña el ala tembladora;
y entre las llamas, cuyo brillo adora,
halla mísero fin su frágil vida.

Así, en su derredor, yo todo el día


girando voy, de su beldad sediento;
y si las luces de sus ojos miro, ansiosa se estreme-
ce el alma mía,
y deslumbrado, y loco y sin aliento,
me ardo en sus ojos... ¡y de amor, expiro!
25- Amor oculto

Manuel del Palacio


Español (1832-1906)

Ya de mi amor la confesión sincera


Oyeron tus calladas celosías,
Y fue testigo de las ansias mías
La luna, de los tristes compañera.

Tu nombre dice el ave placentera


A quien visto yo todos los días,
Y alegran mis soñadas alegrías
El valle, el monte, la comarca entera.

Sólo tú mi secreto no conoces,


Por más que el alma con latido ardiente,
Sin yo quererlo, te lo diga a voces;
Y acaso has de ignorarlo eternamente,
Corno las ondas de la mar veloces
La ofrenda ignoran que les da la fuente.

Poesía amorosa 99
26- Por culpa de una mujer
(Del Martín Fierro)

José Hernández
Argentino (1834-1888)

Hagámosle cara fiera


a los males, compañero,
porque el zorro más matrero
suele cair como un chorlito:
viene por un corderito
y en la estaca deja el cuero.

Hoy tenemos que sufrir


males que no tienen nombre;
pero esto a naides lo asombre,
porque ansina es el pastel;
y tiene que dar el hombre
más güeltas que un carretel.
Yo nunca me he de entregar
a los brazos de la muerte;
arrastro mi triste suerte
paso a paso y como pueda,
que donde el débil se queda
se suele escapar el juerte.

Y ricuerde cada cual


lo que cada cual sufrió,
que lo que es, amigo, yo
hago ansí la cuenta mía:
ya lo pasado pasó,
mañana será otro día.

Yo también tuve una pilcha


que me enllenó el corazón;
y si en aquella ocasión
alguien me hubiera buscao,
siguro que me había hallao
más prendido que un botón.

Poesía amorosa 101


En la güella del querer
no hay animal que se pierda:
las mujeres no son lerdas,
y todo gaucho es dotor
si pa cantarle el amor
tiene que templar las cuerdas.

¡Quién es de un alma tan dura


que no quiera a una mujer!
lo alivia en su padecer;
si no sale calavera
es la mejor compañera
que el hombre puede tener.

Si es güena, no lo abandona
cuando lo ve desgraciao;
lo asiste con su cuidao
y con afán cariñoso.
Y usté tal vez ni un rebozo
ni una pollera le ha dao.

Poesía amorosa 102


Grandemente lo pasaba
con aquella prenda mía,
viviendo con alegría
como la mosca en la miel.
¡Amigo, qué tiempo aquél!
¡La pucha, que la quería!

Era el águila que a un árbol


dende las nubes bajó;
era más linda que el alba
cuando va rayando el sol;
era la flor deliciosa
que entre el trebolar creció.

Pero, amigo, el comendante


que mandaba la milicia,
como que no desperdicia
se fue refalando a casa.
Yo le conocí en la traza
que el hombre traiba malicia.

Poesía amorosa 103


El me daba voz de amigo,
pero no le tenía fe;
era el jefe y, ya se ve,
no podía competir yo:
en mi rancho se pegó
lo mesmo que un saguaipé.

A poco andar, conocí


que ya me había desbancao,
y él siempre muy entonao,
aunque sin darme ni un cobre;
me tenía de lao a lao
como encomienda de pobre.

A cada rato, de chasque


me hacía dir a gran distancia;
ya me mandaba a una estancia,
ya al pueblo, ya a la frontera;
Pero él en la comendaricia
no ponía los pies siquiera.

Poesía amorosa 104


27- Trova
(Del poema "Lázaro")

Ricardo Gutiérrez
Argentino (1836-1896)

El hondo pesar que siento


y ya el alma me desgarra
solloza en esta guitarra
y está llorando en mi acento:
como es mi propio tormento
fuente de mi inspiración,
cada pie de la canción
lleva del alma un pedazo
y en cada nota que enlazo
se me arranca el corazón.

Te vi y aunque no sentiste,
en mi corazón te amé
con esa profunda fe
que hay sólo en un alma triste:
tú en un palacio naciste,
yo en un desierto nací,
y aunque en el alma sentí
fuerzas para alzarme al cielo,
el hombre cortó mi vuelo
y hasta el infierno caí.

La estrella de mi destino
—no importa—, un rayo lanzaba
que a disipar alcanzaba
las brumas de mi camino:
ya ese rayo mortecino
para siempre se apagó
y sólo a alumbrar sirvió
esta eterna noche impía
cuando en tu alma, la mía
también el desprecio halló.

Poesía amorosa 106


Como fiera perseguida,
piso una senda de abrojos,
sin sueño para mis ojos
ni venda para mi herida,
sin descanso, ni guarida,
ni esperanza, ni piedad,
y en fúnebre soledad,
a mi dolor amarrado,
voy a la muerte arrastrado,
por mi propia tempestad.

El cielo me ha maldecido,
el mundo me ha despreciado,
¡dónde, sin verme acosado,
sentaré el pie dolorido!...
¡No hay recuerdo, no hay olvido
para engañar mi aflicción,
sólo hay desesperación
para mí en el mundo ajeno...

Poesía amorosa 107


yo mismo huyo, de horror lleno,
de mi propio corazón.

Poesía amorosa 108


28- Fausto
(Fragmento)

Estanislao del Campo


Argentino (1834-1880)

"Vestido azul, medio alzao,


se apareció la muchacha:
pelo de oro, como hilacha
de choclo recién cortao.
Blanca como una cuajada,
y celeste la pollera,
Don Laguna, si aquello era
mirar a la Inmaculada.
Era cada ojo un lucero,
sus dientes, perlas del mar,
y un clavel al reventar
era su boca, aparcero".
29- Rimas
(Rima 38)

Gustavo A. Bécquer
Español (1836-1870)

Volverán las oscuras golondrinas


en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales,
jugando llamarán;

pero aquellas que el vuelo refrenaban


tu hermosura y mi dicha a contemplar;
aquellas que aprendieron nuestros nombres...
ésas... ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas


de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez ala tarde, aun más hermosas,
ºsus flores abrirán;
pero aquellas cuajadas de rocío,
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer, como lágrimas del día...
ésas...¡no volverán!

Volverán del amor en tus oídos


las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará;

Pero mudo y absorto y de rodillas


como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido..., desengáñate,
¡así no te querrán!

Poesía amorosa 111


30- Lasitud

Paul Verlaine
Francés (1844-1896)

Hechicera mía, ten dulzura, dulzura


calma un poco, oh querida, tu fiebre pasional;
las amante, a veces, debe tener una hora pura
y amarnos con un suave cariño fraternal.

Sé lánguida, acaricia con tu mano temblorosa


yo prefiero al espasmo de la hora violenta
el suspiro y la dulce mirada luminosa
y una boca que sepa besar aunque me mienta.
Dices que se desborda tu loco corazón
y que grita en tu sangre la más ciega pasión;
deja que se apacigüe la fiera voluptuosa.
En mi pecho reclina tu cabeza gloriosa
júrame dulce amor que olvidarás mañana
y hasta el alma lloremos, mi pequeña fogosa.

Poesía amorosa 113


31- Visión primera

Rafael Obligado
Argentino (1851-1920)

La tarde luminosa
Desplegaba en el límite del cielo,
Como el flamenco al levantar el vuelo,
Las grandes alas de luciente rosa.

¡Cuánto amor, cuánta calma


El pecho inunda y la ilusión recrea!
En la nube, que el viento balancea,
Asciende leda a columpiarse el alma.

¡Oh mi ensueño perdido!


Fue aquella tarde de cambiantes rojos,
Que mis ojos volaron a tus ojos
Como vuelan dos aves a su nido.
¿Recuerdas ese instante?
¿Lo que tu labio entonces me decía?
¿La caricia, en el aire suspirante,
Del alma tuya con el alma mía?...

¡O mi ilusión remota!
Fue una estrella fugaz... y eternamente
En lo profundo de mis cielos flota,
Como la luz de un astro sin poniente.

En tu misma mirada
Esa que al fondo de mi pecho llega;
Tu velo azul, cual niebla desgarrada,
Ese que en torno de tus formas juega.

Es tu voz musical, tierna vibrando


Con desmayado y soñoliento giro,
Esa que viene a mí como un suspiro
Y se aleja llorando.

Poesía amorosa 115


Es algo tuyo, que tu ser revela,
Que vive como el aire en tu ropaje,
Esa fragancia de azahar que vuela
De la fronda salvaje.

Tu nívea frente, aquélla


Que guarda como un sello de la cuna,
No sé qué blanco resplandor de estrella
Y qué inocente majestad de luna...

¡Inefable visión! dueño sin nombre


De aquel primer cariño
Que hiere y mata el corazón del niño
Para que nazca el corazón del hombre.

Poesía amorosa 116


32- Quiero a la sombra de un ala...

José Martí
Cubano (1853-1895)

Quiero, a la sombra de un ala,


contar este cuento en flor:
la niña de Guatemala
la que se murió de amor.
Eran de lirio los ramos,
y las orlas de reseda
y de jazmín: la enterramos
en una caja de seda.
...Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado:
ella se murió de amor.
Iban cargándola en andas
obispos y embajadores:
detrás iba el pueblo en tandas,
todo cargado de flores.
...Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer:
ella se murió de amor.
Como de bronce candente
al beso de despedida
era su frente, la frente
que más he amado en mi vida!
...Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío:
yo sé que murió de amor.
Allí, en la bóveda helada
la pusieron en dos bancos;
besé su mano afilada,
besé sus zapatos blancos.

Poesía amorosa 118


Callado, al oscurecer,
me llamó el enterrador.
¡Nunca más he vuelto a ver
A la que murió de amor!

Poesía amorosa 119


33- El amor

Manuel Gonzáles Prada


Peruano (1853-1918)

Si eres un bien arrebatado al cielo


¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?

Si eres un mal en el terrestre suelo


¿por qué los goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso encanto,
las visiones de paz y de consuelo?

Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas,


si eres llama, ¿por qué tu cielo inerte?
si eres sombra, ¿por qué la luz derramas?
¿Por qué la sombra, si eres luz querida?
si eres vida, ¿por qué me das la muerte?
si eres muerte, ¿por qué me das la vida?

Poesía amorosa 121


34- Soñado para el invierno

Arthur Rimbaud
Francés (1854-1891)

A ella
En el invierno viajaremos en un vagón de tren
con asientos azules.
Seremos felices. Habrá un nido de besos
oculto en los rincones.

Cerrarán sus ojos para no ver los gestos


en las últimas sombras,
esos monstruos huidizos, multitudes oscuras
de demonios y lobos.

Y luego en tu mejilla sentirás un rasguño...


un beso muy pequeño como una araña suave
correrá por tu cuello...
Y me dirás: "¡búscala!", reclinando tu cara
—y tardaremos mucho en hallar esa araña,
por demás indiscreta.

Poesía amorosa 123


35- La bella dama de mis pensamientos

Oscar Wilde
Inglés (1856-1900)

Mis miembros están corroídos por


una llama, mis pies están cansados
de viajar, pues de invocar el nombre
de mi dama mis labios se olvidaron de cantar.

¡Oh jilguero! Lanza tu melodía sobre


mi amor desde el zarzal de rosas silvestres.
¡Oh alondra! Canta fuerte en honor del
amor; mi gentil dama pasa muy cerca.

¡Oh flores del almendro, inclinadas hasta


que vosotros tornéis sus capullos caídos!
¡Oh retorcidas ramas trenzadas
en una corona de flores de manzano,
blancas y rojas!
Es demasiado bella para que un hombre
cualquiera pueda ver o poseer a la que
deleita su corazón, más bella que una reina
o una cortesana, o el agua en que de noche
se refleja la luna.

Su cabellera está sostenida con hojas


de mirto (¡hojas verdes sobre su dorada
cabellera!); las verdes hierbas entre
los haces amarillos de la siega otoñal
no son tan bellas.

Sus labios menudos, hechos más


para el beso que para exhalar el grito
amargo del dolor, tiemblan como el agua
del arroyo o como las rosas luego
de la lluvia del atardecer.

Su cuello, blanco como el jazmín


enrojece de placer al sol: la palpitación

Poesía amorosa 125


del pecho del jilguero no es más
dulce a la vista.

Como una granada partida en dos,


con sus rojos granos, así es su
boca carmesí; sus mejillas tienen el
tono marchito del melocotón que
enrojece por la parte del Sur.

¡Oh manos entrelazadas!


¡O cuerpo blanco y delicado,
hecho para el amor y el sufrimiento!
¡Oh hogar del amor! ¡Oh desolada y pálida
flor azotada por la lluvia!

Dios puede traer en mayo al invierno


y convertir el cielo en llameante azul,
o el grano estival de maduro en estéril.
Sólo una cosa no puede El hacer.

Poesía amorosa 126


El no puede cambiar mi amor en odio,
o hacer tu rostro menos bello a la vista,
aunque ahora El nos cierre la puerta
con vida y muerte.

Poesía amorosa 127


36- Si tú y yo,
Teresa mía, nunca...

Miguel de Unamuno
Español (1864-1937)

Si tú y yo, Teresa mía, nunca


nos hubiéramos visto,
nos hubiéramos muerto sin saberlo;
no habríamos vivido.

Tú sabes que moriste, vida mía,


pero tienes sentido
de que vives en mí, y viva aguardas
que a ti torne yo vivo.

Por el amor supimos de la muerte;


por el amor supimos
que se muere; sabemos que se vive
cuando llega el morirnos.

Vivir es solamente, vida mía,


saber que se ha vivido,
es morirse a sabiendas, dando gracias
a Dios de haber nacido.

Poesía amorosa 129


37- ¿En qué piensas?

Julio Flores
Colombiano (1867-1923)

Dime: cuando la noche, taciturna,


la frente escondes en tu mano blanca
y oyes la triste voz de la nocturna
brisa que el polen de la flor arranca;

cuando se fijan tus brillantes ojos


en la plomiza clámide del cielo,
y mustia asoma entre tus labios rojos
una sonrisa fría como el hielo;

cuando en el marco gris de tu ventana


lánguida apoyas tu cabeza rubia,
y miras con tristeza en la cercana calle,
rodar las gotas de la lluvia;
dime: cuando en la noche te despiertas
y hundes el codo en la almohada y lloras,
y abres entre las sombras las inciertas
pupilas, como el sol abrasadoras;

¿en qué piensas? ¿en qué? ¡Pobre ángel mío!


¿Piensas en nuestro amor despedazado
y, a como el junto al ímpetu bravío
del torrente que salta desbordado?

¿Piensas, tal vez, en las azules tardes


en que a la luz de tu mirada ardiente,
mis ojos indecisos y cobardes
pasáronse en el mármol de tu frente?

¿O piensas en la hojosa enredadera


bajo la cual un tiempo te veía
peinar tu ensortijada cabellera,
al abrirse los párpados del día?

Poesía amorosa 131


¡Quién sabe!... No lo sé, pero imagino
que en esas horas de aparente calma,
percibes mucha sombra en tu camino,
¡sientes muchas tristezas en tu alma!

Mas... otro amante extinguirá tu frío;


yo sé que tu pesar no será eterno;
mañana vivirás en pleno estío...
y yo, con mi dolor... ¡en pleno invierno!

Poesía amorosa 132


38- Sonatina

Rubén Darío
Nicaragüense (1867-1916)

La princesa está triste... ¿qué tendrá la princesa?


los suspiros se escapan de su boca de fresa,
que han perdido la risa, que han perdido el color.
La princesa está pálida en su silla de oro,
está mudo el teclado de su clave sonoro,
y en su vaso, olvidada, se desmaya una flor.

El jardín puebla el triunfo de los pavos reales;


parlanchina, la dueña dice cosas banales
y vestido de rojo piruetea el bufón.
La princesa no ríe, la princesa no siente;
la princesa persigue por el cielo de Oriente
la libélula vaga de una vaga ilusión.
¿Piensa acaso en el príncipe de Golconda o de
[China,
o en el que ha detenido su carroza argentina
para ver de sus ojos la dulzura de luz?,
¿o en el rey de las islas de las rosas fragantes,
o en el que es soberano de los claros diamantes?
¿o en el dueño orgulloso de las perlas de Ormuz?

¡Ay!, la pobre princesa de la boca de rosa


quiere ser golondrina, quiere ser mariposa,
tener alas ligeras, bajo el cielo volar,
ir al Sol por la escala luminosa de un rayo,
saludar a los lirios con los veros de
mayo, o perderse en el viento sobre el trueno
[del mar.

Ya no quiere el palacio ni la rueca de plata,


ni el halcón encantado, ni el bufón escarlata,
ni los cisnes unánimes en el lago de azur.
Y están tristes las flores por la flor de la corte,
los jazmines de Oriente, los nelumbos del Norte,

Poesía amorosa 134


de Occidente las dalias y las rosas del sur.

¡Pobrecita princesa de los ojos azules!,


está presa en sus oros, está presa en sus tules,
en la jaula de mármol del palacio real;
el palacio soberbio que vigilan los guardas,
que custodian cien negros con sus cien alabardas,
un lebrel que no duerme y un dragón colosal.

¡Oh, quién fuera hipsipila que dejó la crisálida!


(La princesa está triste. La princesa está pálida).
¡Oh visión adorada de oro, rosa y marfil!
¡Quién volara a la tierra donde un príncipe existe!
(la princesa está pálida; la princesa está triste).
¡Más brillante que el alba, más hermosa que abril!

—Calla, calla, princesa —dice el hada madrina—


En caballo con alas, hacia acá se encamina,
en el cinto la espada y en la mano el azor,
el feliz caballero que te adora sin verte,

Poesía amorosa 135


y que llega de lejos, vencedor de la Muerte,
a encenderte los labios con su beso de amor.

Poesía amorosa 136


39- El día que me quieras

Amado Nervo
Mexícano (1870-1919)

El día que me quieras tendrá más luz que junio;


la noche que me quieras será de plenilunio,
con notas de Beethoven vibrando en cada rayo

sus inefables cosas,


y habrá juntas más rosas
que en todo el mes de mayo.

Las fuentes cristalinas


irán por las laderas
saltando cantarinas
el día que me quieras.

El día que me quieras, los sotos escondidos


resonarán arpegios nunca jamás oídos.
Éxtasis de tus ojos, todas las primaveras
que hubo y habrá en el mundo, serán
[cuando me quieras.

Cogidas de la mano, cual rubias hermanitas


luciendo golas cándidas, irán las margaritas
por montes y praderas
delante de tus pasos, el día que me quieras...
Y si deshojas una, te dirá su inocente
postrer pétalo blanco: ¡Apasionadamente!

Al reventar el alba del día que me quieras,


tendrán todos los tréboles cuatro hojas agoreras,
y en el estanque, nido de gérmenes ignotos,
florecerán las místicas corolas de los lotos.

El día que me quieras será cada celaje


ala maravillosa; cada arrebol, miraje
de las Mil y una noches; cada brisa un cantar,

Poesía amorosa 138


cada árbol una lira, cada monte un altar.

El día que me quieras, para nosotros dos


cabrá en un solo beso la beatitud de Dios.

Poesía amorosa 139


40- Malagueñas

Manuel Machado
Español (1874-1947)

Si te quise, no lo sé.
Si me quisiste, tampoco...
Pues borrón y cuenta nueva:
yo con otra y tú con otro.

A la orillita del río


me pongo a considerar:
mis penas son como el agua,
que no acaba de pasar.

Desde la una a la una,


desde las dos alas dos,
son las veinticuatro horas
que te estoy queriendo yo.
41- Historia de mi muerte

Leopoldo Lugones
Argentino (1874-1938)

Soñé la muerte y era muy sencillo:


Una hebra de seda me envolvía,
Y a cada beso tuyo,
Con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
Era un día;
Y el tiempo que mediaba entre dos besos
Una noche. La muerte es muy sencilla.

Y poco a poco fue desenvolviéndose


La hebra fatal. Ya no la retenía
Sino por sólo un cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría,
Y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.

Poesía amorosa 142


42- Inventario galante

Antonio Machado
Español (1875-1939)

Tus ojos me recuerdan


las noches de verano,
negras noches sin luna,
orilla al mar salado,
y el chispear de estrellas
del cielo negro y bajo.
Tus ojos me recuerdan
las noches de verano.
Y tu morena carne,
los trigos requemados,
y el suspirar de fuego
de los maduros campos.
Tu hermana es clara y débil
como los juncos lánguidos,
como los sauces tristes,
como los linos glaucos.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano...
Y es alba y aura fría
sobre los pobres álamos
que en las orillas tiemblan
del río humilde y manso.
Tu hermana es un lucero
en el azul lejano.

De tu morena gracia,
de tu soñar gitano,
de tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.
Me embriagaré una noche
de cielo nebro y bajo,
para cantar contigo,

Poesía amorosa 144


orilla al mar salado,
una canción que deje
cenizas en los labios...
De tu mirar de sombra
quiero llenar mi vaso.

Para tu linda hermana


arrancaré los ramos
de florecillas nuevas
a los almendros blancos,
en un tranquilo y triste
alborear de marzo.
Los regaré con agua
de los arroyos claros,
los ataré con verdes
junquillos del remanso...
Para tu linda hermana
yo haré un ramito blanco.

Poesía amorosa 145


43- Canción de amor

Rainer María Rilke


Checoslovaco (1875-1926)

¿Cómo habré yo de sostener mi alma


para que no toque a la tuya? ¿Cómo
alzarla sobre ti hacia otras cosas?

¡Ay, con qué gusto la hubiera guardado


junto a algo perdido en la oscuridad,
en un lugar extraño y silencioso
que no vibre si tú en lo hondo vibras.

Pero todo lo que a ambos nos comprende


nos enlaza, a ti y a mí, como un arco
que de dos cuerdas arranca una voz.
¿Sobre qué instrumentos estamos ubicados?
¿Qué violinista nos sostiene en la mano?
¡Oh, dulce canción!

Poesía amorosa 147


44- Amor sádico

Julio Herrera y Reissig


Uruguayo (1875-1910)

Ya no te amaba, sin dejar por eso


de amar la sombra de tu amor distante.
Ya no te amaba, y sin embargo el beso
de la repulsa nos unió un instante...
Agrio placer y bárbaro embeleso
crispó mi faz, me demudó el semblante,
ya no te amaba, y me turbé, no obstante,
como una virgen en un bosque espeso.
Y ya perdida para siempre, al verte
anochecer en el eterno luto,
—mudo el amor, el corazón inerte—,
¡huraño, atroz, inexorable, hirsuto...,
jamás viví como en aquella muerte,
nunca te amé como en aquel minuto!
45- Chacayalera

Miguel A. Camino
Argentino (1877-1944)

Hermosa chacayalera,
bronceadita por el sol,
dame un beso.
—¡Ay que no, pue, mi iñor!
Esas cosas no se piden,
ni se venden, ni se ofrecen:
se cosechan entre dos.
De esos dos, estoy yo sola.
No ha venio aún, iñor,
el que coseche en mi boca
el beso que usía me pide
y no quiero darle yo.
¡Ay que no!...
—¡Hermosa chacayalera
bronceadita por el sol!

Poesía amorosa 150


46- El amante

Herman Hesse
Alemán (1877-1962)

Ahora yace tu amigo despierto en la noche


[templada,
tibio de ti todavía, lleno de tu aroma todavía,
de tu mirada y de tu pelo y de tu beso, ¡oh
[medianoche,
oh luna y estrella, y aire azulado de neblina!
A ti, amada, asciende mi sueño
hondamente, como dentro del mar, el monte
[y el abismo,
salpicado en la rompiente y desvanecido en
[espuma,
es sol, bestia, raíz,
sólo en torno a ti,
para estar cerca de ti.
Saturno gira lejos, y la luna, no los veo,
sólo tu rostro veo como pálida flor,
y río en silencio y extasiado lloro,
ya no hay más dicha, no más sufrimiento,
sólo estás tú, sólo nosotros, sumergidos
en el profundo Todo, en el profundo mar,
allí estamos perdidos,
allí morimos y para renacer volvemos.

Poesía amorosa 152


47- Tú y Sevilla

Juan Ramón Jiménez


Español (1881-1958)

A Sevilla le echo los requiebros


que te echo a ti. Se ríen,
mirándola, estos ojos que se ríen,
cuando te miran.

Me parece que,
como tú, llena ella el mundo
tan pequeño, tan mágico con ella, digo,
contigo, ¡tan inmenso,
tan vacío sin ti, digo sin ella!

¡Sevilla, ciudad tuya,


ciudad mía!
48- XXIII

James Joyce
Irlandés (1882-1941)

¡Oh corazón!, que cerca de mi corazón


vibras en todas mis riquezas y esperanzas,
infeliz cuando nos separamos
y feliz entre beso y beso,
la esperanza y todos los tesoros, sí.
Y toda la felicidad.

Porque ahí, como en algún musgoso nido


los reyezuelos guardan riquezas varias,
deposité aquellos tesoros que poseía
antes de que mis ojos supieran llorar.
¿No seremos tan sabios como ellos
aunque sólo el amor viva un día?
49- Tu secreto

Evaristo Carriego
Argentino (1883-1912)

¡De todo te olvidas! Anoche dejaste


aquí, sobre el piano, que ya jamás tocas,
un poco de tu alma de muchacha enferma:
un libro vedado, de tiernas memorias.

Intimas memorias. Yo lo abrí al descuido,


y supe, sonriendo, tu pena mas honda,
el dulce secreto que no diré a nadie:
a nadie interesa saber que me nombras.

...Ven llévate el libro, distraída llena


de luz y de ensueño. Romántica loca...
¡Dejar tus amores ahí, sobre el piano!...
De todo te olvidas ¡cabeza de novia!
50- Del amor

Khalil Gibran
Persa (1883-1931)

Dijo Almitra: háblanos del Amor.


Y él alzó su cabeza, miró a la gente
y una quietud descendió sobre todos.
Entonces, con fuerte voz dijo:

Cuando el amor os llama, seguidlo.


Aunque su camino sea duro y penoso.
Y entregaos a sus alas que os envuelven.
Aunque la espada escondida entre ellas os hiriera.

Y creed en él cuando os hable.


Aunque su voz aplaste nuestros sueños,

como hace el viento del norte, el viento que


arrasa los jardines.

Porque, así como el amor os da gloria,


así os crucifica.
Así como os da abundancia, así os poda.
Así como se remonta a lo más alto y acaricia
vuestras ramas más débiles,
que se estremecen bajo el sol.
Así caerá sobre vuestras raíces y las sacudirá
en su abrazo con la tierra.

Como a gavillas de trigo él os une a vosotros


[mismos.
Os desgarra para desnudaros.
Os cierne, para libraros de los pliegues
que cubren vuestra figura.
Os pulveriza hasta volveros blancos.
Os amasa, para que lo dócil y flexible
renazca de vuestra dureza.
Y os destina luego a su fuego sagrado,

Poesía amorosa 157


para que podáis ser sagrado pan
en la sagrada fiesta de Dios.

Todo esto hará el amor en vosotros


para acercaros al conocimiento de vuestro corazón
y para convertiros, por ese conocimiento,
en fragmento del corazón de la Vida.

Pero si vuestro miedo os hace buscar solamente


la paz y el placer del amor,
Entonces sería mejor que cubrierais vuestra
desnudez y os alejarais de sus umbrales,
Hacia un mundo sin primaveras donde reiréis,
pero no con toda vuestra risa, y lloraréis,
pero no con todas vuestras lágrimas.

El amor no da más que de sí mismo y no toma


nada más que de sí mismo.

El amor no posee ni es poseído.

Poesía amorosa 158


Porque el amor es todo para el amor.

Cuando améis no digáis:


"Dios está en mi corazón",
sino más bien:
"Yo estoy en el corazón de Dios".
Y no penséis en dirigir el curso del amor
porque será él, si os halla dignos,
quien dirija vuestro curso.

El amor no tiene otro deseo que el de realizarse.


Pero si amáis y no podéis evitar tener deseos,
que vuestros deseos sean éstos:
Fundirse y ser como el arroyo, que murmura
su melodía en la noche.
Saber del dolor del exceso de ternura.
Ser herido por nuestro propio conocimiento del
[amor.
Y sangrar voluntaria y alegremente.
Despertar al alba con un alado corazón

Poesía amorosa 159


y dar las gracias por el nuevo día de amor.
Descansar al mediodía y meditar en el éxtasis
[amoroso.
Volver al hogar cuando la tarde cae, volver con
[gratitud.
Y dormir con una plegaria por el amado en el
corazón y una canción de alabanza en los labios.

Poesía amorosa 160


51- Explicaciones

Paul Geraldy
Francés (1885-?)

¿Intentas otra vez reñir? Ya escucho


llanto y explicaciones.
Si mucho amamos, regañamos mucho,
y así termina todo en discusiones.
Por esta sola vez quiero que calles,
mientras, yo con cariño,
sin recordar disputas y detalles
desato tu corpiño...
Lo que intentas decirme de antemano
te digo que lo sé;
explicarte, reñir, hablar en vano,
y todo... ¿para qué?
Cuando luego el vestido desabroche,
te sentirás mejor sin ese velo...
¡Además, sin recelos,
mucha más te querré toda la noche!
No hagas mohines. Mírame sin celos,
y desde ahora, estrechamente unidos
amémonos de veras
poniendo en ello todos los sentidos.
Ven hacia mí, que haré lo que tú quieras.
Bien sabes que nos unen fuertes lazos
que el juramento anuda.
Apura, ¡vamos!, échate en mis brazos
así... ¡toda desnuda!

Poesía amorosa 162


52- Crece con lozanía en
tus regiones

Eloy Fariña Núñez


Paraguayo (1885-1929)

Crece con lozanía en tus regiones


la planta de la yerba, cuyas hojas
proporcionan el mate, el té nativo
gloria de las mañanas y las siestas.

Nada más agradable que mecerse


en la hamaca, a la sombra del naranjo
en las tórridas horas del estío
y tomar perezosamente mate
rebosante de espuma y de fragancia
cebado por las manos de una joven.
Y es también delicioso y peregrino
chupar tímidamente la bombilla
después del turno de la amada
hurtando un beso, inmaterial y trunco
a los labios ausentes cuyo aliento
se absorbe juntamente con el líquido.

Poesía amorosa 164


53- La carta que no escribí

Ventura García Calderón


Peruano (1885-1959)

Aparta tus vivaces primaveras


de mi destino solitario y vano.
No me quieras mujer, si no quisieras
sólo querer a un pensativo hermano.
Mi historia es larga, mi ventura breve,
dilapidé mi juventud, mi vida.
Por eso crispo una sonrisa leve
como los que respiran por la herida.
Con amores de tránsito y de viaje
colmé mi apetito de ilusión;
nadie agradecía mi hospedaje,
y una posada fue mi corazón.
¿Amé? Tal vez, cuando apuntaba el beso.
¿Viví? Quizás, cuando cantar solía.
Iba curvado desde el tiempo mozo
la fatiga de mi melancolía.
De amores idos y de mis quimeras
vivo forjando este delirio estulto;
me equivoqué al pensar que tú pudieras
apaciguar el interior tumulto.
No me preguntes por qué ciertos días
soy tan huraño y o me pidas calma;
doctor en letras y en melancolías,
tengo erizada de rencor el alma.
Y sin embargo, las gaviotas solas
nunca vinieron sin hallar amparo;
un faro blanco elevo ante las olas;
cándido soy como guardián de faro.
¡En cuántas noches evité quebrantos!
Ningún navío se arriesgó hasta aquí,
y en la alborada de mis desencantos
dijo tal vez: ¿quién me consuela a mí?
Consolarme de estar en este mundo,
consolarme si lloran los demás,

Poesía amorosa 166


penas inconsolables y el inmundo
pudridero para siempre jamás.
Me han quitado mi lámpara festiva;
mírame bien las sienes a la luz;
tengo en las manos una llaga viva
y en la frente la sombra de una cruz.

Poesía amorosa 167


54- Entra la aurora en el jardín

Enrique Banchs
Argentino (1888-1968)

Entra la aurora en el jardín; despierta


los cálices rosados; pasa el viento
y aviva en el hogar la llama muerta,
cae una estrella y raya el firmamento;

canta el grillo en el quicio de una puerta


y el que pasa detiénese un momento,
suena un clamor en la mansión desierta
y le responde el eco soñoliento;

y si en el césped ha dormido un hombre


la huella de su cuerpo se adivina,
hasta un mármol que tenga escrito un nombre
llama al recuerdo que sobre él se inclina...
Sólo mi amor estéril y escondido
vive sin hacer señas ni hacer ruido.

Poesía amorosa 169


55- ¡Aquellos versos... Autor!

Felipe A. Fernández (Yacaré)


Argentino (1889-1929)

Con el hondo abatimiento


del dolor, bato su garra
templo esta pobre guitarra
que cubre un negro tormento
en alas del sentimiento
quiero oír su vibración
para entonar la canción
que te canté esa mañana
cuando te vi en la ventana
como una dulce ilusión.

En el confuso remedo
de sus cuerdas; su sonido
es mustio y entristecido...
y ante su agonía cedo
quiero nombrarte y no puedo
como si una angustia atroz
llevara en vuelo veloz
aquellos versos que oístes
y que hoy son hondos, y tristes
como doliente es mi voz!
Quiero en la aguda armonía
de las cuerdas gemidoras
cantar endechas sonoras
de amor y de poesía
pero la melancolía
que embarga mi corazón
no cesa de su aflicción
y acerbo llanto derramo
en amoroso reclamo
de aquella vieja ilusión.

Aquellos versos que hablaban


ardientes y sonreían

Poesía amorosa 171


aquellos que se decían
cómo dos almas se amaban
esos versos que lloraban
inspirados de querer,
versos que pudieron ser
el sol de fieles amores
y que hoy son marchitas flores
recuerdo amargo de ayer!

Poesía amorosa 172


56- Amor amor

Gabriela Mistral
Chilena (1889-1957)

Anda libre en el surco, bate el ala en el viento,


late vivo en el sol y se prende al pinar.
No te vale olvidarlo como el mal pensamiento:
¡le tendrás que escuchar!

Habla lengua de bronce y habla lengua de ave,


ruegos tímidos, imperativos de mar.
No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave:
¡lo tendrás que hospedar!

Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas.


Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar.
No te vale el decirle que albergarlo rehusas:
¡lo tendrás que hospedar!
Tiene argucias sutiles en la réplica fina,
argumentos de sabio, pero en voz de mujer.
Ciencia humana te salva, menos ciencia divina:
¡le tendrás que creer!

Te echa venda de lino; tú la venda toleras.


Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir.
Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque
[vieras.
¡que eso para en morir!

Poesía amorosa 174


57- Espantapájaros N° 12

Oliverio Girondo
Argentino (1891-1967)

Se miran, se presiente, se desean,


se acarician, se besan, se desnudan,
se respiran, se acuestan, se olfatean,
se penetran, se chupan, se desnudan,
se adormecen, despiertan, se iluminan,
se codician, se palpan, se fascinan,
se mastican, se gustan, se babean,
se confunden, se acoplan, se disgregan,
se aletargan, fallecen, se reintegran,
se distienden, se enarcan, se menean,
se retuercen, se estiran, se caldean,
se estrangulan, se aprietan, se estremecen,
se tantean, se juntan, desfallecen,
se repelen, se enervan, se apetecen,
se acometen, se enlazan, se entrechocan,
se agazapan, se apresan, se dislocan,
se perforan, se incrustan, se acribillan,
se remachan, se injertan, se atornillan,
se desmayan, reviven, resplandecen,
se contemplan, se inflaman, se enloquecen,
se derriten, se sueldan, se calcinan,
resucitan, se buscan, se refriegan,
se rehuyen, se evaden y se entregan.

Poesía amorosa 176


58- El antiguo limo

Alfonsina Storni
Argentina (1892-1938)

Hombre de mar, debiera ser tu boca


Feroz refugio para el beso mío:
Tu labio de un pincel de luna frío,
Tu labio casto modelado en roca.

El cobre heroico de tu firme pecho


Acicatear debiera mi blandura
Y la sal de tu sangre este deshecho
De mujer, replasmarlo en tu armadura.

Iría sí, por mares de cobalto,


Ebria de yodo y viento y de fiereza,
Proas también mi testa y tu cabeza,
De tempestades bravas al asalto.
Y en tus mejillas, pálidas de amar,
Angulosas y blancas en la sombra
Vería acaso bailotear la sombra
De los muertos que yacen en el mar.

Poesía amorosa 178


59- Vida-Garfio

Juana de Ibarbourou
Uruguaya (1895-1979)

Amante: no me lleves, si muero, al camposanto.


A flor de tierra abre mi fosa, junto al riente
alboroto divino de alguna pasajera,
o junto a la encantada charla de alguna fuente.

A flor de tierra, amante. Que el tránsito así sea


donde el sol me calienta los huesos, y mis ojos
alargados en tallos, suban a ver de nuevo
la lámpara salvaje de los ocasos rojos.

A flor de tierra. Amante. Que el tránsito así sea


más breve. Yo presiento
la lucha de mi carne por volver hacia arriba,
por sentir en sus átomos la frescura del viento.
Yo sé que acaso nunca allá abajo mis manos
podrán estarse quietas,
que siempre, como topos, arañarán la tierra
en medio de las sombras estrujadas y prietas.

Arrójame semillas. Yo quiero que se enraícen


en la greda amarilla de mis huesos menguados.
¡Por la parda escalera de las raíces vivas
yo subiré a mirarte en los lirios morados!

Poesía amorosa 180


60- Lied

Alfredo A. Bufano
Argentino (1895-1950)

Saldrá la luna dorada


y ya no me encontrará.
Florecerán los almendros
y no los podré mirar.

Seguirá cantando el río


y yo no lo he de escuchar.
Tu amor será, sin embargo,
vida de mi soledad.

El mirará por mis ojos;


por mi voz él ha de hablar.
Llanto ha de ser por mi llanto
y luz de mi eternidad.
61- La sirena

Conrado Nalé Roxlo


Argentino (1898-1971)

Va la sirena muerta por el río


con una flecha al corazón clavada,
y desde la ribera desolada
mis lágrimas la siguen por el río.

Mía no fue, pero fue un sueño mío.


¿Quién la devuelve al mar asesinada?
¿Por qué pasa ante mí, muerta y dorada?
¿Dónde perdió su corazón y el mío?

¿En qué arrecife de coral distante,


irá a encallar su frágil hermosura?
Con ella encallará mi sueño amante.
Y del dardo mortal la pluma oscura
indicará en la tarde al navegante
que allí tiene la mar más amargura.

Poesía amorosa 183


62- La casada infiel

Federico García Lorca


Español (1899-1936)

Y yo me la llevé al río
creyendo que era mozuela,
pero tenía marido.

Fue la noche de Santiago


y casi por compromiso.
Se apagaron los faroles
y se encendieron los grillos.
En las últimas esquinas
toqué sus pechos dormidos,
y se me abrieron de pronto
como ramos de jacintos.
El almidón de su enagua
me sonaba en el oído
como una pieza de seda
rasgada por diez cuchillos.
Sin luz de plata en sus copas
los árboles han crecido,
y un horizonte de perros
ladra muy lejos del río.
Pasadas las zarzamoras,
los juntos y los espinos,
bajo su mata de pelo
hice un hoyo sobre el limo.
Yo me quité la corbata.
Ella se quitó el vestido.
Yo, el cinturón con revólver.
Ella, sus cuatro corpiños.
Ni nardos ni caracolas
tienen el cutis tan fino,
ni los cristales con luna
relumbran con ese brillo.
Sus muslos se me escapaban

Poesía amorosa 185


como peces sorprendidos,
la mitad llenos de lumbre,
la mitad llenos de frío.
Aquella noche corrí
el mejor de los caminos,
montado en potra de nácar
sin bridas y sin estribos.
No quiero decir, por hombre,
las cosas que ella me dijo.
La luz del entendimiento
me hace ser muy comedido.
Sucia de besos y arena,
yo me la llevé del río.
Con el aire se batían
las espadas de los lirios.
Me porté como quien soy:
como un gitano legítimo.
Le regalé un costurero
grande, de raso pajizo,

Poesía amorosa 186


y no quise enamorarme
porque, teniendo marido,
me dijo que era mozuela
cuando la llevaba al río.

Poesía amorosa 187


63 El poeta a su amada

César Vallejo
Peruano (1898-1938)

Amada, en esta noche tú te has crucificado


sobre los dos maderos curvados de mi beso;
y tu pena me ha dicho que Jesús ha llorado
y que hay un viernes santo más dulce que ese beso.

En esta noche rara que tanto me has mirado,


la Muerte ha estado alegre y ha cantado en su
[hueso.
En esta noche de septiembre se ha oficiado
la segunda caída y el más humano beso.

Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos;


se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura
y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos.
Y ya no habrá reproches en tus besos benditos;
no volveré a ofenderte. Y en una sepultura
los dos nos dormiremos, como dos hermanitos.

Poesía amorosa 189


64- Recuerdo de María A.

Bertolt Brecht
Alemán (1898-1956)

Fue un día azul de septiembre cuando


bajo la sombra de un joven ciruelo
tuve a mi pálido amor entre los brazos
como se tiene a un sueño calmo y dulce.
Y en el hermoso cielo de verano,
encima nuestro, contemplé una nube.
Era una nube altísima, muy blanca,
cuando volví a mirarla, ya no estaba.

Volaron, desde entonces, muchas lunas


navegando despacio por el cielo.
A los ciruelos les llegó su corte.
Me preguntas: "¿Qué fue de aquel amor?"
Debo decirte que ya no lo recuerdo,
y, sin embargo, comprendo lo que dices.
Pero ya no recuerdo aquella cara
y sólo sé que, un día, la besé.

Y hasta aquel beso lo habría ya olvidado


de no haber sido por aquella nube.
No la he olvidado. No la olvidaré:
era muy blanca y alta, y descendía.

Tal vez aún florezcan los ciruelos


y mi amor tenga ahora siete hijos.
Pero la nube floreció sólo un instante:
cuando volví a mirar, ya se había ido.

Poesía amorosa 191


65- Antelación de amor

Jorge Luis Borges


Argentino (1899-1986)

Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta


ni la privanza de tu cuerpo, aún misterio y tácito
[y de niña,
ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o
[acallamiento
serán favor tan persuasivo de ideas
como el mirar tu sueño implicado
en la vigilia de mis ávidos brazos.

Virgen milagrosamente otra vez por la virtud


[absolutoria del sueño,
quieta y resplandeciente como una dicha en la
[selección del recuerdo,
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no
[tienes,
Arrojado a quietud
divisaré esa playa última de tu ser
y te veré por vez primera quizás,
como Dios ha de verte,
desbaratada la ficción del Tiempo
sin el amor, sin mí.

Poesía amorosa 193


66- Estar enamorado

Francisco Luis Bernárdez


Argentino (1900-1979)

Estar enamorado, amigos, es encontrar


el nombre justo de la vida.
Es dar al fin con la palabra que para hacer
frente a la muerte se precisa.
Es recobrar la llave oculta que abre la cárcel
en que el alma está cautiva.
Es levantarse de la tierra con una fuerza
que reclama desde arriba.
Es respirar el ancho viento que por encima
de la carne se respira.
Es contemplar desde la cumbre de la persona
la razón de las heridas.
Es advertir en unos ojos una mirada
verdadera que nos mira.
Es sorprender en unas manos ese calor
de la perfecta compañía.
Es sospechar, que, para siempre, la soledad
de nuestra sombra está vencida.
Estar enamorado, amigos, es descubrir
dónde se juntan cuerpo y alma.
Es percibir en el desierto la cristalina
voz de un río que nos llama.
Es ver el mar desde la torre donde ha quedado
prisionera nuestra infancia.
Es apoyar los ojos tristes en un paisaje
de cigüeñas y campanas.
Es ocupar un territorio donde conviven
los perfumes y las armas.
Es dar la ley a cada rosa y al mismo tiempo
recibirla de su espada.
Es confundir el sentimiento con una hoguera
que del pecho se levanta.
Es gobernar la luz del fuego y al mismo tiempo
ser esclavo de la llama.

Poesía amorosa 195


Es entender la pensativa
conversación del corazón y la distancia.
Es encontrar el derrotero que lleva al
reino de la música sin tasa.
Estar enamorado, amigos, es adueñarse
de las noches y los días.
Es olvidar entre los dedos emocionados
la cabeza distraída.
Es recordar a Garcilaso cuando se siente
la canción de una herrería.
Es ir leyendo lo que escriben en el espacio
las primeras golondrinas.
Es ver la estrella de la tarde por la ventana
de una casa campesina.
Es contemplar un tren que pasa por la montaña
con las luces encendidas.
Es comprender perfectamente que no hay fronteras
entre el sueño y la vigilia.
Es ignorar en qué consiste la diferencia
entre la pena y la alegría.

Poesía amorosa 196


Es escuchar a medianoche la vagabunda
confesión de la llovizna.
Es divisar en las tinieblas del corazón
una pequeña lucecita.
Estar enamorado, amigos, es padecer
espacio y tiempo con dulzura.
Es despertarse una mañana con el secreto
de las flores y las frutas.
Es libertarse de sí mismo y estar unido
con las otras criaturas.
Es no saber si son ajenas o si son propias
las lejanas amarguras.
Es remontar hasta la fuente las aguas turbias
del torrente de la angustia.
Es compartir la luz del mundo y al mismo tiempo
compartir su noche oscura.
Es asombrarse y alegrarse de que la luna
todavía sea luna.
Es comprobar en cuerpo y alma que la tarea
de ser hombre es menos dura.

Poesía amorosa 197


Es empezar a decir siempre y en adelante
no volver a decir nunca.
Y además, amigos míos, estar seguro
de tener las manos puras.

Poesía amorosa 198


67- No moriré del todo...

Rodolfo Tallon
Argentino (1901-1976)

No moriré del todo, amiga mía,


mientras viva en tu alma mi recuerdo.
Un verso, una palabra, una sonrisa,
te dirán claramente que no he muerto.

Volveré con las tardes silenciosas,


con la estrella que brilla para ti,
con la brisa que nace entre las hojas,
con la fuente que sueña en el jardín.

Volveré con el piano que solloza


las nocturnas escalas de Chopin;
con la lenta agonía de las cosas
que no saben morir.
Con todo lo romántico, que inmola
este mundo cruel que me destroza.
A tu lado estaré cuando estés sola,
como una sombra más junto a tu sombra.

Poesía amorosa 200


68- La copla es canto del pueblo

Horacio Enrique Guillén


Cubano (1902-1979)

Las copla es canto del pueblo


y el pueblo tierra en sazón,
por eso va por el tiempo
la copla como una flor.

De tanto vestir con alma


las coplas de mi canción,
desnudo y a la intemperie
me ha quedado el corazón.

El hombre a veces desea


lo que sólo es para amar;
y sin tiempo los dos verbos
se quedan sin conjugar.
Con el filo de tu nombre
me lastimé el corazón
y el dolor lo ha convertido
en una copla de amor.

A la copla de tu nombre
la canta mi corazón,
los sueños le han puesto letra
y melodía el amor.

En mi amor está tu nombre


como una brasa de sol
que me ilumina la dicha
y me incendia el corazón.

Cuando te nombro, tu nombre


me desborda el corazón
y a mi voz llega cantando
en una copla de amor.

Poesía amorosa 202


69- El gigante de ojos azules

Nazim Hikmet
Turco (1902-1965)

Un gigante de ojos azules


Amaba a una mujer pequeña
Cuyo sueño era una casita
Pequeña, como para ella,
Que tuviera al frente un jardín
con temblorosas madreselvas.

El gigante amaba en gigante.


Su mano, a grandes obras hecha,
Mal podía construir los muros
Ni usar el timbre de la puerta
De una casita con jardín
con temblorosas madreselvas.
El gigante de ojos azules
Amaba a esa mujer pequeña
Que pronto se cansó, mimosa,
De tan desmesurada empresa
Que no concluía en un jardín
con temblorosas madreselvas.

Adiós, ojos azules, dijo.


Y, con graciosa voltereta,
Del brazo de un enano rico
Penetró en la casa pequeña
Que tenía al frente un jardín
con temblorosas madreselvas.

El gigante comprende ahora


Que amores de tanta grandeza
No caben ni siquiera muertos
En esas casas de muñeca
Que al frente tienen un jardín
con temblorosas madreselvas.

Poesía amorosa 204


70- Puedo escribir los versos

Pablo Neruda
Chileno (1904-1973)

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.

Escribir, por ejemplo: "La noche está estrellada,


y tiritan, azules, los astros, a lo lejos".

El viento de la noche gira en el cielo y canta.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Yo la quise, y a veces ella también me quiso.

En las noches como ésta la tuve entre mis brazos.


La besé tantas veces bajo el cielo infinito.
Ella me quiso, a veces yo también la quería.
Cómo no haber amado sus grandes ojos fijos.

Puedo escribir los versos más tristes esta noche.


Pensar que no la tengo. Sentir que la he perdido.

Oír la noche inmensa, más inmensa sin ella.


Y el verso cae al alma como al pasto el rocío.

Qué importa que mi amor no pudiera guardarla.


La noche está estrellada y ella no está conmigo.

Eso es todo. A lo lejos alguien canta. A lo lejos.


Mi alma no se contenta con haberla perdido.

Como para acercarla mi mirada la busca.


Mi corazón la busca, y ella no está conmigo.

La misma noche que hace blanquear los mismos


[árboles.
Nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos

Poesía amorosa 206


Ya no la quiero, es cierto, pero cuánto la quise.
Mi voz buscaba el viento para tocar su oído.

De otro. Será de otro. Como antes de mis besos.


Su voz, su cuerpo claro. Sus ojos infinitos.

Ya no la quiero, es cierto, pero tal vez la quiero.


Es tan corto el amor, y es tan largo el olvido.

Porque en noches como ésta la tuve entre mis brazos,


mi alma no se contenta con haberla perdido.

Aunque éste sea el último dolor que ella me causa,


y éstos sean los últimos versos que yo le escribo.

Poesía amorosa 207


71- Chamuyo al oído

Dante A. Linyera (Francisco B. Rimoli)


Argentino (1909-1938)

No le digás a nadie
que yo te quiero...
a nadie se lo digas...
¡aunque sea cierto!

Pebeta pura uva, rante, canyengue,


de ojos ensartadores pa' la emoción,
que a mi alma le hizo ñudos igual que a un lengue
y me ha arrugao el cuore cual bandonión...

Pebeta que me tiene bien remetido


como chorro en la cana de su chiqué,
quiero soplarte mi alma por el oído:
¡vas aver que no es d' esas de tré por dié!
Artículo primero: Te quiero tanto
que ya, más que cariño, mi metejón
resulta un disionario del esperanto
en el vocabulario del corazón...

Luego: tu pinta posta de distinguida


—regadera de gracia porteña, ¡así!—
me marea lo mismo que la bebida
y me pica en el alma com' un ají.

Y como m' he escabiao los copetines


de anís de Primavera de tus ojazos,
ando curda de risas y berretines
alumbrao por tus ojos y tus... chispazos.

Vos que sos una rana de la madona,


rejunando de reojo mi situación,
fresca como un quesito de La Martona
¡meta hacerme cosquilla en el corazón!

Haciéndote la gila como en un guiño,

Poesía amorosa 209


coqueta y cachadora te divertís
azuzando el perrito de mi cariño
y como el pobre chumba... vos te reís...

Porque, además, pebeta, sos algo dura:


en el tira y afloja del viene y vas
le ofrecés el azúcar de tu ternura
y cuando el pobre salta... no se lo das.

Largá una vez por todas el terroncito


de un "sí"... ¿no ves que el feca de mi dolor
ta muy amargado, piba?... ¡Dale al perrito
ese cachito' e carne de un alegrón!

¿Por qué me batís malo si yo soy bueno


como el vino de un mango? ¿por qué dudás
y como un Ford cualquiera le das al freno
si vos misma, pebeta, lo acelerás?...

¿Por qué como a revoque de casa vieja

Poesía amorosa 210


mi franqueza de reo descascarás,
si hace rato la viste de piso a teja,
y acaso vos mismita pintao la habrás?

¿Por qué me creés diquero, capaz de agravios,


capaz de chimentarte?, batí, ¿por qué?
si acaso estoy en curda, ¿no fue en tus labios
—copetines de ensueño— que me encurdé?

¡Vamos! Esa alcancía de barro y oro


and' escondés la guita de tu pasión,
¡rompela! pa que pueda ver tu tesoro...
¡que un ladrón pa su grela nunca es ladrón!

¡Vamos! abrí la jaula de tu ternura,


no ves que solamente vos, con amor,
al triste gorrioncito de mi amargura
le sabés dar lechuga de corazón.

Poesía amorosa 211


72- Yo no quiero más luz que
tu cuerpo ante el mío

Miguel Hernández
Español (1910-1942)

Yo no quiero más luz que tu cuerpo ante el mío,


claridad absoluta. Transparencia redonda.
Limpidez cuya entraña, como el fondo del río,
con el tiempo se afirma, con la sangre se ahonda.

¡Qué lucientes materias duraderas te han hecho,


corazón de alborada, carnación matutina!
Yo no quiero más día que el que exhala tu pecho.

Tu sangre es la mañana que jamás se termina.


No hay más luz que tu cuerpo: no hay más sol.
Todo ocaso.
Yo no veo las cosas a otra luz que tu frente.
La otra luz es fantasma, nada más, de tu paso.
Tu insondable mirada nunca gira al poniente.

Claridad sin posible declinar. Suma esencia


del fulgor que ni cede ni abandona la cumbre.
Juventud. Limpidez. Claridad. Transparencia,
acercando los astros más cercanos de lumbre.

Claro cuerpo moreno de calor fecundante.


Hierba negra el origen. Hierba negra las sienes.
Trago negro los ojos, la mirada distante.
Día azul. Noche clara. Sombra clara que vienes.

Yo no quiero más luz que tu sombra dorada


donde brotan anillos de una hierba sombría.
En mi sangre, fielmente por tu cuerpo abrasada,
para siempre es de noche: para siempre es de día.

Poesía amorosa 213


73- Soneto de devoción

Vinicius de Moraes
Brasilero (1913-1981)

Esa mujer que se arroja fría


Y lúbrica en los brazos, y a sus senos.
Me aprieta, me besa y balbucea
Versos, rezos a Dios, votos obscenos.

Esa mujer, flor de melancolía


Que ríe de mis pálidos recelos
La única entre todas a quien di
Caricias que jamás a otra daría.

Esa mujer que a cada amor proclama


La miseria y grandeza de quien ama
Y feliz de mis dientes guarda huella.
¡Un mundo, esa mujer! Es una yegua
Quizás, pero en el marco de una cama
Nunca mujer ninguna fue tan bella.

Poesía amorosa 215


74- Extasis

María Granata
Argentina (1920-)

Lienzo embebido en ti
es ahora mi cuerpo,
del todo desasido
y sin otra envoltura que tu imagen.
En mí te llevo como si cargara
sobrecogida sangre.
Sales de ti
hacia el encuentro, génesis reciente,
y yo bebo y respiro
tu exhalación, la rama de tu gozo.
Allí donde se forma
el color de tus brazos enlazados
gira el anillo impar que me contiene.
Nadie me busque, nadie.
Soy tu vigilia,
me disuelvo, pequeña,
en la dulzura que tu pecho mana.
Soy tu sombra y la mía, soy un desprendimiento de
ti mismo.
Allí donde comienza
esa felicidad sufriente y bella,
voy a tu encuentro.
Me despojo de mí
con un sacudimiento
de aterrados manzanos.
Puedo en amor morir que seguiría
recorriendo la tierra con tus pasos,
en tus manos ahogada.

Poesía amorosa 217


75- Coplas

Jaime Dávalos
Argentino (1921-1981)

Hay que ser como es el sauce


que lo hachan, vuelve a crecer,
y aunque lo pongan de poste
comienza a reverdecer.

Cuando te miro a los ojos


se me hace chanza la muerte,
porque sería mejor morir
que dejar de verte.

Cuando el amor fue profundo


cualquier vientito lo atiza,
como al rescoldo dormido
debajo de la ceniza.
Aquel que sin amar vive
sólo la pasa durando,
y es tarde cuando percibe
que es un muerto caminando.

La piedra con ser la piedra


se apiada de mi llorido,
sólo tu entraña no sabe
sentir por un afligido.

Paloma montera
con ojos de ají.
¡Qué lindo si fueras
sólo para mí!

Poesía amorosa 219


76- Epigramas

Ernesto Cardenal
Nicaragüense (1925-)

Te doy, Claudia, estos versos, porque tú eres su dueña.


Los he escrito sencillos para que tú los entiendas.
Son para ti solamente, pero si a ti no te interesan,
un día se divulgarán tal vez por toda Hispanoaméri-
ca...
Y si el amor que los dictó, tú también lo desprecias,
otras soñarán con este amor que no fue para ellas.
Y tal vez verás, Claudia, que estos poemas,
(escritos para conquistarte a ti) despiertan
en otras parejas enamoradas que los lean
los besos que en ti no despertó el poeta.

Cuídate, Claudia, cuando estés conmigo,


porque el gesto más leve, cualquier palabra, un suspi-
ro
de Claudia, al menor descuido,
tal vez un día lo examinen eruditos,
y este baile de Claudia se recuerde por siglos.

Claudia, ya te lo aviso.

De estos cines, Claudia, de estas fiestas,


de estas carreras de caballos,
no quedará nada para la posteridad
sino los versos de Ernesto Cardenal para Claudia
[(si acaso)
y el nombre de Claudia que yo puse en esos versos
y los de mis rivales, si es que yo decido rescatarlos
del olvido, y los incluyo también en mis versos
para ridiculizarlos.

Esta será mi venganza:


Que un día llegue a tus manos el libro de un

Poesía amorosa 221


[poeta famoso
y leas estas líneas que el autor escribió para ti
y tú no lo sepas.
Me contaron que estabas enamorada de otro
y entonces me fui a mi cuarto
y escribí ese artículo contra el Gobierno
por el que estoy preso.

Poesía amorosa 222


77- Esperando

Eugueni levtushenko
Ucraniano (1933-)

Mi amor regresará
repentinamente abrirá sus brazos y me envolverá
comprenderá mis temores, contemplará mis cambios.
Desde una noche vagabunda, desde la dura tiniebla,
cerrando la puerta de un taxi,
ella atravesará el umbral, subirá corriendo la escalera,
iluminada en plenitud por el amor
entrará sin llamar a mi puerta,
tomará mi rostro entre sus manos
y al dejar su abrigo en una silla,
éste caerá en un montón azul de sueños.
78 Volutas en el aire

Anónimo

Por las plantas raquíticas y casi verdes


que viven bajo las luces artificiales de la noche.

Por las cucarachas, peatonas nocturnas,


de la cerámica sucia de los baños vacíos.

Por las lámparas de colores del hotel transitorio


[en que morí,
y que olvidó el día de mi resurrección,
y dejó una levedad fría de lucecitas breves.

Por el humo de los puchos


que con sus volutas embriagan al viento en forma
[constante.
Por el sabor de tu boca que ahora suspira
y yo imagino con solo mirar tus labios rojos.

Y por tus ojos infinitos


que intentan sobrevivir a esa madrugada
luego de esa noche blanca
transformada en negra.

Yo amo a esta ciudad oscura y vital


que tienta a caer, suicidarse o mentir
eternamente en el amor.

O vivir simple y cotidianamente las cosas del corazón.

Poesía amorosa 225


79- Romance

Anónimo

Servía en Orán al Rey


Un español con dos lanzas,
Y con el alma y la vida
A una gallarda africana.

Tan noble como hermosa,


Tan amante como amada.
Con quien estaba una noche
Cuando tocaron alarma.

Trescientos Zenetes eran


Deste rebato la causa;
Que los rayos de la luna
Descubrieron las adargas;
Las adargas avisaron
A las mudas atalayas,
Las atalayas los fuegos
Los fuegos alas campanas;

Y ellas al enamorado,
Que en los brazos de su dama
Oyó el militar estruendo
De las trompas y las cajas.

Espuelas de honor le pican


Y freno de amor le para:
No salir es cobardía,
Ingratitud es dejarla.

Del cuello pendiente ella,


Viéndole tomar la espada,
Con lágrimas y suspiros
Le dice aquestas palabras:

Poesía amorosa 227


"Salid al campo, señor,
Bañen mis ojos la cama;
Que ella me será también,
Sin vos, campo de batalla.

"Vestíos y salid aprisa,


Que el general os aguarda;
Yo os hago a vos mucha sobra
Y vos a él mucha falta.

"Bien podéis salir desnudo


Pues mi llanto no os ablanda:
Que tenéis de acero el pecho
Y no habéis menester armas".

Viendo el español brioso


Cuánto le detiene y habla,
Le dice así: "Mi señora,
Tan dulce como enojada,

Poesía amorosa 228


"Porque con honra y amor
Yo me quede, cumpla y vaya,
Vaya a los moros el cuerpo,
Y quede con vos el alma.

"Concededme, dueña mía,


Licencia para que salga.
Al rebato en vuestro nombre
Y en vuestro nombre combata".

Poesía amorosa 229


80- Refranero criollo

Anónimo

Tu amor es un rebencazo
que me dejó bellaqueando,
y aquerenciao en tu pago
ando al trote y relinchando.

Una tarde de verano


un ranchito y un ombú,
una calandria cantando
y en el ranchito... yo... y tú.
81- Relación

Anónimo

Hermosa vaquilloncita
linda potranca, divina,
p' este mancarrón maceta
serás la yegua madrina.
82- Coplas

Anónimo

Cuantito te vi venir
le dije a mi corazón:
qué piegrita tan churita
para darme un trompezón.

Tienes una garganta


tan clara y bella
que hasta el agua que tomas
se ve por ella.

El mate es buena bebida;


el que lo toma lo goza;
pero el mejor matecito
es el cebao por donosa.
Es tanto lo que te adoro,
es tanto lo que te quiero,
que si me sacan los ojos
te miro con los aujeros.

De la montaña hasta el río


viene una piedra rodando;
así se viene hasta vos
mi corazón, despeñando.

Yo no andoy por que te quiera


ni andoy porque te quierás;
yo andoy porque andoy de gusto,
yo andoy... porque andoy nomás.

Alegría cuando viene,


tristeza cuando se va,
siempre está mi corazón
pensando si volverá.

Poesía amorosa 233


83- Relaciones

Anónimo

El:
Tengo rancho, tengo pingo,
tengo yerba pa'matiar,
sólo me falta una china
que me quiera acompañar.

Ella:
Si es que tenés rancho y pingo
y yerba para matiar,
y sólo te falta china,
yo te puedo acompañar.

El:
Si Dios llega a conocer
el amor de una paisana,
se va a poner chiripá
pa' ser cuñao de tu hermana.

Ella:
Dejalo a Dios en el cielo
que nos sirva de testigo,
mientras haya paisanitos
como el que baila conmigo.

El:
Hay tanto fuego en tu cara
que cada ojo es un fogón,
y cuando me encuentro cerca
estoy como chicharrón.

Ella:
Mis ojos no son tan fuertes
pa' quemarte carne y cuero,
más que mis ojos te queman
las bebidas del pulpero.

Poesía amorosa 235


El:
Si vos fueras pasto verde
y yo fuera mancarrón,
me moriría de hambre
por no darte un mordiscón.

Ella:
Vuela el chimango y el tero,
y también el picaflor,
y si los chanchos volaran,
también volarías vos.

Tomá este puñalito


y abrime el pecho,
ahí verás tu retrato
si está bien hecho.

Me dices que soy un pobre;


pobre, pero generoso;

Poesía amorosa 236


como el güeso de la cola
pelaíto, pero sabroso.

Tres veces fui a la iglesia


tres veces me confesé
tres veces me dijo el cura
que me case con usté.

La vieja que vaya a un baile


y no lleve la muchacha,
permita Dios que le coma
los calzones la vizcacha.

He tenido veinte novias


y con vos son veintiuna,
he querido mucho a todas
pero como a vos, ninguna.

Poesía amorosa 237


84- Hagamos un trato

Carlos Puebla
Uruguayo (Contemporáneo)

Cuando sientas tu herida sangrar


cuado sientas tu voz sollozar
cuenta conmigo

Compañera
usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo

si alguna vez
advierte
que la miro a los ojos
y una veta de amor
reconoce en los míos
no alerte sus fusiles
ni piense qué delirio
a pesar de la veta
o tal vez porque existe
usted puede contar conmigo

si otras veces
me encuentra
huraño sin motivo
no piense qué flojera
igual puede contar
conmigo

pero hagamos un trato


yo quisiera contar
con usted es tan lindo
saber que usted existe

Poesía amorosa 239


uno se siente vivo
y cuando digo esto
quiero decir contar
aunque sea hasta dos
aunque sea hasta cinco
no ya para que acuda
presurosa en mi auxilio
sino para saber
a ciencia cierta
que usted sabe que puede
contar conmigo.

Poesía amorosa 240


85- El amor después del amor

Fito Páez
Argentino (Contemporáneo)

El amor después del amor, tal vez


se parezca a este rayo de sol
y ahora que busqué
y ahora que encontré
el perfume que lleva al dolor
en la esencia de las almas
en la ausencia del dolor
ahora sé que ya no
puedo vivir sin tu amor.

Me hice fuerte ahí,


donde nunca vi.
Nadie puede decirme quién soy
yo lo sé muy bien, te aprendí a querer
el perfume que lleva al dolor
en la esencia de las almas
dice toda religión.
Para mí que es el amor
después del amor.

El amor después del amor, tal vez,


se parezca a este rayo de sol
y ahora que busqué
y ahora que encontré
el perfume que lleva al dolor
en la esencia de las almas
dice toda religión,
para mi es el amor después del amor.

Nadie puede y nadie debe vivir sin amor


una llave por una llave y esa llave es mi amor
una llave por otra llave y esa llave es tu amor.

Poesía amorosa 242


85- Tu amor

Charly García
Argentino (Contemporáneo)

Yo quise el fin y había más


Yo quise más, no había fin
Lo que yo quise encontrar
Estaba atrás y no aquí.

Desde las sombras no vi las


Sombras y no vi luz.

No voy a llorar
si nadie me acompaña.
No voy a dejar
ni un camino sin andar.
Aunque sea el fin del amor
Yo he visto el fin del disfraz
Yo quiero el fin del dolor
pero no hay fin, siempre hay más.

No existe sombra,
no existe culpa,
no existe cruz.

No voy a esperar
las caras que no extraño
No voy a esperar
que el destino hable por mí.

Y en medio de las lluvias del invierno


no hay tiempo ni lugar,
yo sé que entenderás que amor
para quien busca una respuesta
es un poquito mas que hacerte bien.

Poesía amorosa 244


Yo tuve el fin y era más
Yo tuve más y era el fin
Yo tuve el mundo a mis pies
y no era nada sin ti.

Crucé la línea final por

Tu amor
Tan fuerte como el
no-amor.

Tu amor
parábola de un mundo mejor.

Tu amor me enseña a vivir


Tu amor me enseña a sentir tu amor.

Poesía amorosa 245


87- Muchacha (ojos de papel)

Luis Alberto Spinetta


Argentino (Contemporáneo)

Muchacha ojos de papel,


¿adónde vas? Quédate hasta el alba.

Muchacha pequeños pies,


no corras más. Quédate hasta el alba.

Sueña un sueño despacito entre mis manos


hasta que por la ventana suba el sol.
Muchacha piel de rayón,
no corras más. Tu tiempo es hoy.

Y no hables más, muchacha


corazón de tiza.
Cuando todo duerma
te robaré un color.

Muchacha voz de gorrión,


¿adónde vas? Quédate hasta el día.
Muchacha pechos de miel,
no corras más. Quédate hasta el día.

Duerme un poco y yo entretanto construiré


un castillo con tu vientre hasta que el sol,
muchacha, te haga reír
hasta llorar, hasta llorar.

Y no hables más, muchacha...

Poesía amorosa 247


88- Como yo te amé

Armando Manzanero
Mexicano (Contemporáneo)

Como yo te amé
jamás te lo podrás imaginar
pues fue una hermosa forma de sentir
de vivir, de morir
y a tu sombra seguir
así yo te amé.

Como yo te amé
ni en sueños lo podrás imaginar
pues todo el tiempo, te pertenecí
ilusión no sentí
que no fuera por ti
así es como te amé.
Como yo te amé
por poco o mucho tiempo
que me quede por vivir
es verbo que jamás
podré volver a repetir
comprendo que fue una exageración
lo que yo te amé.

Como yo te amé
no creo que algún día
me lo quieras entender
tendrías que enamorarte
como lo hice yo de ti
para así saber cuánto yo te amé.

Poesía amorosa 249


89- Fortaleza alrededor de
tu corazón

Gordon Summer (Sting)


Inglés (Contemporáneo)

Bajo las ruinas de una ciudad murallada,


torres desmoronándose en haces de luz amarilla.
Sin banderas de tregua, sin gritos de piedad,
los disparos del asedio estuvieron golpeando
durante toda la noche.
Construir la ciudad tomó un día,
caminamos por sus calles en el atardecer.
Mientras regresaba por campos que una vez conocí,
reconocí las murallas que una vez construí,
tuve que detenerme en mis pasos por miedo
de pisar las minas que yo mismo había colocado.
Y si yo he construido esta fortaleza alrededor de
[tu corazón,
rodeándote en trincheras y alambre de púa,
entonces dejame construir un puente,
porque no puedo llenar el vacío,
y permitime prender fuego a las defensas.
Luego me fui a pelear alguna batalla
que inventé en mi cabeza.
Alejado por años y años,
vos seguramente creías o incluso deseabas
que yo estuviera muerto.
Mientras todos los ejércitos están durmiendo,
bajo la bandera que hicimos,
tuve que detenerme en mis pasos por miedo
de pisar las minas que yo mismo había colocado.

Ahora esta prisión se convirtió en tu casa,


una condena que parecés preparada para cumplir.
Construir la ciudad tomó un día,
caminamos por sus calles al atardecer.

Poesía amorosa 251


Mientras regresaba por las tierras que una vez conocí,
uve que detenerme en mis pasos por miedo
de pisar las minas que yo mismo había colocado.

Poesía amorosa 252


90- Araca la cana

Mario F. Rada
Argentino (Contemporáneo)

Araca la cana
ya estoy engriyao.
Un par de ojos negros
me han engayolao.
Ojazos profundos,
oscuros y bravos,
tajantes y fieros
hieren al mirar,
con brillo de acero
me van a matar.
De miedo al mirarlos
el cuore me ha fayao.
¡Araca la cana ya estoy engriyao!
Yo me anduve entreverao
en mil y una ocasión
y en todas he guapeao;
yo que al bardo me he jugao
entero el corazón
sin asco ni cuidao,
como un gil vengo a ensartarme
en esta daga que va a matarme.
Si es pa creer que es cosa' e Dios
que al guapo más capaz le faye el corazón.

Poesía amorosa 254


91- Recordándote

José de Grandis
Argentino (Contemporáneo)

Indignado por el opio


que me diste tan fulero,
francamente estoy cabrero
y jamás olvidaré
que una noche embobicado
te juré que te quería,
mucho más que al alma mía
y que a mi madre también.

Te acoplaste al cotorro
de este vate arrabalero
y te juro hasta diquero
por tenerte se volvió.
Se acabaron las verseadas
de mi numen peregrino,
¡si era el verso más divino
llevarte en el corazón!

En mis noches de lirismo


por los tristes arrabales,
rimando los madrigales
puse vida en cada estrofa
que a tu lado deshojé.
Mi amor, mi paz y ventura
y la inefable ternura
de tu alma de mujer.

Cuántas noches en mi rante


bulincito de poeta,
una lágrima indiscreta
furtivamente cayó.
Pensé que fueras el verso
más intenso de mi vida,

Poesía amorosa 256


porque aún sangra la herida
que tu espiante me causó.

Ya que sabés el secreto


de lo mucho que he sufrido,
decime quién te ha querido
con más intensa pasión.
Y desde el fondo de tu alma
silenciosa, cruel y cruda,
la eterna verdad desnuda
te dirá quién más te amó.

Poesía amorosa 257


92- Cada comarca en la tierra

B. de Irrutiaga y López
Argentino

Cada comarca en la tierra


tiene un rasgo prominente
dice un bardo cuya frente
refleja la inspiración
y al hablar de Buenos Aires
tan heroica y opulenta
las fértiles pampas menta
en florida descripción...

Hijo de aquella provincia


como el celebrado vate
pongo de relieve al mate
en rima pobre quizás:
desde mis primeros años
le he profesado cariño
y si me agradó de niño
ahora me gusta más.

¡Oh, qué sabor exquisito!,


¡qué elixir refrigerante!,
él me reanima al instante
en hora de postración.

Circula de igual manera


en la choza y los salones
y hasta en remotas regiones
han alcanzado aceptación.

Se le recibe gozoso,
máxime si quien lo brinda
es alguna Joven linda
realzada por la virtud.
Recuerdo que siendo novio
ni a los reyes envidiaba

Poesía amorosa 259


cuando un dulce me cebaba
la dueña de, mi laúd.

El argentino lo toma
con deleite verdadero
y bien pronto el extranjero
le cobra afición aquí
otros dan la preferencia
al té, café o chocolate,
yo me quedo con el mate,
un bálsamo para mí.

¡Cuán poético resulta,


discurriendo por el llano,
al albergue de un paisano
dirigirse en buen bridón;
apearse junto al palenque
y, después en la enramada
con gente ingenua y honrada
paladear un cimarrón!

Poesía amorosa 260


No pocas veces exento
de toda influencia importuna
a los rayos de la luna
sentí profundo placer
oyendo de una guitarra
el rasgueo melodioso,
mientras un verde sabroso
me entretenía en sorber.

Aunque el pintoresco rancho


desapareciera un día
y se aboliese a porfía
el uso del chiripá
jamás el valiente gaucho
sería echado en olvido
porque el mate tan querido
su memoria eterna hará!

Poesía amorosa 261


93- Ausencia

Carlos Serrano
Argentino (28/9/95)

No he notado tu ausencia porque te extraño


y parece que al hacerlo, miro tu rostro
y estás más conmigo.

Sostengo tu retrato
y siento el calor de tu mirada buscándome,
el tono de tu voz,
el olor de tu piel en un abrazo.

Yo no te perdí.
Simplemente te arrancaron de mis manos.

Estás conmigo.
Te acaricio en mis sueños,
te lloro en mis silencios,
te amo a cada instante que respiro.

Yo espero por vos


o tú espera por mí.

Hay un niño en la muchedumbre.


Comerse las uñas tiene por costumbre,
ese es mi hijo.

Poesía amorosa 263


94- Los jazmines

Luis Benjamín Cisneros


Peruano (1837-1904)

Cándida virgen, pudorosa y tierna,


en sus pupilas negras sonreía,
como velada irradiación interna
de inocencia, de amor y de poesía.

La negra cabellera coronaba


su talle esbelto de ideal belleza:
la vez primera que la vi, llevaba
blanco jazmín prendido en la cabeza.

Bañaba siempre un encendido rayo


de nácar rosa su mejilla pura,
rosa ella misma de florido mayo
en todo el esplendor de la hermosura.
Yo, casi niño aún, la amé sincero
con la ilusión de virginal cariño,
con la ternura del amor primero
y el sobresalto y timidez del niño,

El vivo ardor de mi amorosa llama


nunca mi labio revelarle pudo,
que es débil siempre el corazón que ama
y mi propio temor era su escudo.

Con las frases más breves y sencillas


quise hablarle cien veces el lenguaje
de la pasión, besando de rodillas
la cola vaporosa de su traje;

y cien veces callé, porque temía


agregar su desdén a mi tormento,
y al pensarlo, mi ser desfallecía
sin esperanza, ni valor, ni aliento.

Poesía amorosa 265


Cansado, al fin, de tan cruel tortura,
escribíle un billete perfumado
en que, después de hablar de mi ternura,
le rogaba decirme si era amado.

Y la agregué, con mano temblorosa:


—"Iré a verte a la tarde, y si tuvieres
puesto un jazmín en tu cabeza hermosa
será feliz señal de que me quieres".—

¡Oh, amor! ¡Con qué ansiedad devoradora


vi aproximarse la anhelada tarde!
¡Fue eterno siglo para mí cada hora,
sin vida casi el corazón cobarde!...

¡Pero, oh feliz señal!... Ventura humana,


al llegar de la calle a los confines,
la vi que me esperaba en su ventana
¡la cabeza cuajada de jazmines!

Poesía amorosa 266


Tiñó su tez cual llama purpurina
que pronta reacción trocó en sonrojos
y del pudor con la expresión divina
al mirarme avanzar, bajó los ojos...

¡Oh, amor!... ¡Oh, dulce aspiración sentida


que unes las almas y la vida creas,
primer y último encanto de la vida,
amor, oh santo amor, bendito seas!

Poesía amorosa 267

También podría gustarte