Está en la página 1de 23

LA FILOSOFÍA DE LA

INVESTIGACIÓN SOCIAL
Breviarios

John Hughes
Wes Sharrock

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA

1ª ed., 1987

Colección: Breviarios

ISBN: 968-1656563

Este material se utiliza con fines


exclusivamente didácticos
III. EL POSITIVISMO Y EL LENGUAJE DE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL

Como ya se dijo, gran parte de la motivación del positivismo se debió a una opinión enérgicamente
sostenida de que las ciencias sociales debían esforzarse por emular las más avanzadas de las ciencias
naturales. Aceptar esta ambición era una cosa, pero realizarla era otra. No estaba claro lo que había en las
ciencias naturales que las hacía tan superiores, al parecer, como formas de conocimiento. Por lo general se
aceptaba que la física era la más avanzada de las ciencias naturales y por ello encarnaba con la mayor
claridad el que debía ser el método científico, pero aún se discutía sobre cuál era esa característica de la física
que la hacía sobresalir tanto. Sin embargo, entre quienes deseaban seguir su ejemplo no se prestaba mucha
atención a las prácticas reales de las ciencias naturales. Los sociólogos, por lo general, tomaban de la
filosofía de la ciencia sus ideas acerca de las ciencias naturales; el positivismo era su principal inspiración.
Seguir el supuesto “método científico” tal como lo describía el positivismo era la principal ruta a lo largo de
la cual los sociólogos, desde 1930 hasta el decenio de 1960, esperaban avanzar en la dirección señalada por
la más triunfante de las ciencias naturales y, a la postre, igualar sus logros.
A pesar de todo, debe notarse que entre los sociólogos de inspiración positivista había discusiones
(como todavía las hay, aunque la adhesión directa al positivismo se ha reducido desde los sesenta, pero sigue
teniendo influencia y partidarios) por cuestiones como la naturaleza de la explicación científica, si las teorías
de la ciencia social podían alcanzar la certidumbre categórica de las teorías de la ciencia natural o si sólo
podían llegar a conclusiones probabilistas, si la norma fundamental que distinguía los planteamientos
científicos era la refutación o la verificación, de los no científicos, etc. En cierto momento estos debates
formaron parte de las cuestiones principales de la filosofía de la ciencia social (véanse, por ejemplo,
Papineau, 1978; Ryan, 1970). Sin embargo, algunos positivistas estaban interesados en convertir su
programa en una práctica y en realizar parte de la investigación empírica que su filosofía consideraba
importantísima. Trataron de idear instrumentos científicos apropiados para la investigación social. En este
capítulo nos dedicaremos a analizar estos intentos por descubrir cómo. Si se debía seguir el ejemplo de las
ciencias naturales, entonces, ¿cómo hacerlo? ¿De qué manera la idea general positivista del método
científico podía aplicarse a la vida social?

EL LENGUAJE DE LA OBSERVACIÓN

Uno de los rasgos importantes de las filosofías positivistas de la ciencia fue la preminencia otorgada
a la investigación empírica en la producción de conocimiento. Se afirmaba que todos los grandes avances
científicos habían resultado de la paciente acumulación de hechos acerca del mundo, para producir las
generalizaciones conocidas como leyes científicas. Ante todo, la ciencia era una empresa empírica y su base
estaba en la observación de lo que podemos llamar “datos brutos”, es decir, datos que no son resultado de
interpretaciones del juicio ni de otras operaciones mentales subjetivas (véanse Anscombe, 1957-1958;
Taylor, 1978: 60). De la misma manera que los naturalistas o científicos naturales describían y clasificaban
fenómenos anotando “datos brutos” como la forma, el tamaño, el movimiento, etc., así también los
sociólogos o científicos sociales habían de definir y precisar los fenómenos de su interés.
Los positivistas sostenían, entonces, que la objetividad de la ciencia dependía del hecho de que existe
un “lenguaje de observación”, teóricamente neutro, en el que los investigadores pueden hacer la descripción
más escueta de su experiencia directa del mundo, presentando así datos de los que el científico puede estar
absolutamente seguro, ya que describe lo que ha sido observado en forma directa. Sin embargo, las teorías
científicas tratan de ir más allá de lo que simplemente se ha observado, para explicar los fenómenos
observados y, por consiguiente, deberán crear hipótesis acerca de lo que no ha sido directamente observado
pero que, por ejemplo, sólo se puede inferir a partir de ello. Por eso, el lenguaje de la observación es
ontológica y epistemológicamente primario; ontológicamente porque informa de fenómenos que se han
observado, y epistemológicamente porque son estos fenómenos observados los que presentan los objetos de
explicación y los datos de la ciencia. 1 En el lenguaje de la observación, las declaraciones pueden ser

1
Carnap (1967, la. ed. en Alemania, 1928), por ejemplo, da una explicación de todo el aparato del discurso científico en
términos de una similitud recordada entre impresiones sensoriales. Éstos son los elementos básicos a partir de los cuales
se construyen, con ayuda de la lógica, los conceptos de las cosas materiales, otras mentes e instituciones sociales. Los
temas del pensamiento se encuentran en varios niveles, reductible cada uno al que lo precedió. Las declaraciones de
nivel superior se justifican por inducción a partir de declaraciones de los niveles inferiores; las declaraciones del nivel

2
directamente evaluadas como verdaderas o falsas, sin más que relacionarlas con los "hechos" observados del
mundo.
El concepto de un “lenguaje de la observación” establecía, para los positivistas, la conexión entre el
lenguaje y el mundo, e implicaba una “teoría de la correspondencia de la verdad”, a saber, que las
declaraciones hechas en el lenguaje de la observación coinciden directamente con los fenómenos observados;
por consiguiente, la verdad de una declaración, incluyendo las declaraciones teóricas, quedará determinada
por su correspondencia con los hechos observados. A partir de las declaraciones teóricas, se podían deducir y
comprobar las implicaciones sobre los hechos que debían ser observables, compulsándolas contra las
declaraciones de la observación. De este modo podía elegirse entre teorías rivales viendo cuáles hechos
observables debían seguirse a partir de diferentes principios, y luego comparando éstos con las declaraciones
de la observación, para ver qué consecuencias predichas coincidían mejor con los hechos observados. La
importancia de la "neutralidad teórica" del lenguaje de la observación queda así de manifiesto; los hechos se
pueden plantear en términos que no dependen ni se derivan de las suposiciones de cualquiera de las dos
teorías rivales, permitiéndoles así ser comparados contra testimonios observacionales independientes. Por lo
tanto, las teorías deben ser de tal claridad que permitan hacer una comparación inequívoca con los hechos, de
modo que pueda decirse de modo definitivo si los hechos lógicamente implicados por una teoría prescribían
o no prescribían lo que se había observado que ocurría. Si correspondían, entonces la teoría era cierta; si no,
era falsa. Más adelante, en manos de los positivistas lógicos, el hecho de que una teoría pudiera ser
aprovechada en el sentido de que confirmara o rebatiera inequívocamente las declaraciones de la observación
se convertiría en norma del sentido mismo de la teoría y por lo tanto, en cierta forma, en manera de distinguir
las declaraciones científicas de las metafísicas.

Los positivistas lógicos

Los positivistas lógicos propusieron la versión que tal vez sea más clara y más influyente del
positivismo en el siglo XX. El grupo comenzó en Viena a finales de los veinte, encabezado por Ernst Mach,
Mauritz Schlick y Rudolf Carnap. 2 Habrían de darle a la filosofía positivista de la ciencia una forma y un
sistema que servirían para convertirla en la visión predominante de la primera mitad del siglo XX.
Al igual que otras formas de positivismo, ellos rechazaron la metafísica al reconocer sólo dos tipos
de proposiciones: la analítica y la sintética. Las proposiciones analíticas incluían las de las matemáticas y de
la lógica que, por sí solas, no tienen nada que decir acerca de los hechos empíricos del mundo pero que son
verdaderas o falsas por virtud de las reglas y definiciones del sistema formal al que pertenecen. De este
modo, la proposición 2 + 2 = 4 es verdadera por causa de las definiciones contenidas en el sistema numérico
utilizado, de igual modo que “este libro rojo es de color” es tautológicamente cierto por virtud de la conexión
que hay entre las palabras “rojo” y “color”. “Rojo” es una palabra que define un color, entre otros, y por lo
tanto utilizar una de las palabras que significan color es, precisamente, decir que es de color. Decir “Este
libro rojo no es de color" sería contradecirse. En contraste, la verdad de las proposiciones sintéticas queda
verificada por la observación empírica, es decir, al determinar si lo que la proposición dice corresponde o no
a los hechos del mundo. La verdad de la proposición “este libro es rojo” no depende del significado de sus
palabras constitutivas, sino de que se haya identificado el verdadero color del libro. Si en realidad el libro es
de color verde, entonces la proposición es falsa. El hecho de que la proposición sea verdadera o falsa puede
determinarse viendo cuál es el color del libro. Sin embargo, las declaraciones que no son tautologías ni
declaraciones empíricas no son proposiciones y, por lo tanto, carecen de sentido.
Las declaraciones religiosas, morales y estéticas, junto con las metafísicas, fueron consignadas así al
basurero del absurdo o a un destino apenas mejor, reducidas a declaraciones acerca de gusto o preferencia
personal, ya que no eran verificables ni por observación empírica ni por deducción lógica. Por ejemplo, la
declaración “Este cuadro muestra dos perros y un gato” es una declaración empírica y sintética. Declara algo
que es directamente observable en el cuadro. Podernos ver en el cuadro si en él aparecen, o no, dos perros y
un gato. Pero la declaración “Este cuadro es hermoso” no nos dice nada por el estilo. En la pintura no hay
nada directamente observable que podamos señalar como evidencia observable o falsedad de la afirmación.
Por consiguiente, para algunos positivistas lógicos este último tipo de declaración no nos dice nada, y carece

más bajo no necesitan ni pueden tener justificación inferencial. En este punto el sistema de declaraciones hace contacto,
por medio de la observación, con el mundo del hecho empírico "bruto".
2
Como es bien sabido, muchos miembros del Círculo de Viena fueron a Estados Unidos antes de la segunda Guerra
Mundial y ejercieron gran influencia sobre la filosofía de la ciencia norteamericana, así como sobre la filosofía en
general. Véanse, por ejemplo, Ayer (1959) y Achinstein y Barker (1969).

3
de sentido. Ya se dijo que otros tolerarían tales declaraciones como expresiones de gusto personal. Pero no
nos dicen nada acerca de la pintura sino acerca de la persona que hace la declaración, y equivalen a decir:
“Me gusta este cuadro”. Utilizando el ejemplo de Ayer como nueva ilustración, “el Absoluto entra en la
evolución y el progreso, pero es incapaz de hacer éstos” no es una frase analítica y, ni siquiera en principio,
es verificable; es una locución “literalmente insignificante”. 3 El principio de verificación, es decir, si una
declaración puede compararse con algunos hechos directamente observados, sirvió de norma para decidir si
una declaración era significativa o no.
El positivismo lógico también difirió de las versiones decimonónicas del positivismo al subrayar el
carácter lógico del método científico, así como del empírico. La lógica siempre había sido un problema para
las filosofías positivista y empirista, dada su insistencia en lo empírico como fuente del conocimiento, y de
allí su rechazo de las doctrinas racionalistas como apenas mejores que las metafísicas. Algunos, como J. S.
Mill, plantearon una interpretación empirista de la lógica y de las matemáticas. Para Mill la lógica y la
matemática pura consistían en proposiciones que eran generalizaciones a partir de la experiencia; según esto,
declaraciones matemáticas como 2 + 2 = 4 eran susceptibles de refutación empírica. Los avances de la lógica
formal desde mediados del siglo XIX ofrecieron una solución a la desconfianza con que las filosofías
empiristas veían la lógica y las matemáticas. La lógica –y las matemáticas como rama de la misma– llegó a
ser considerada como una colección de reglas formales para construir proposiciones y estipular las
condiciones en que, dentro del sistema formal, podían tomarse como verdaderas o falsas. En otras palabras,
la lógica formal elabora la estructura relacional de términos dentro de un sistema simbólico, pero en sí
misma carece de todo contenido empírico. La lógica puede decirnos, por ejemplo, que si la proposición a es
verdadera, entonces la proposición p, que se sigue deductivamente de ella, también debe ser verdadera, sin
que importe lo que declaren, respectivamente, las proposiciones a y p. Sin embargo, la lógica no tiene nada
que decir sobre si a es o no es verdadera. De este modo, aunque estuvieran más allá de la experiencia, la
lógica y las matemáticas, en contraste con la metafísica, expresarán verdades analíticas; es decir, sus
declaraciones son verdaderas o falsas por virtud de las reglas para manipular los símbolos. Las verdades
matemáticas y lógicas son a priori, no, como pensaban muchos racionalistas, porque reflejan el modo en que
funciona la mente humana o pertenecen a un ámbito platónico de esencias, sino porque son analíticas y
reciben su verdad del modo en que se han planteado las reglas del sistema de símbolos. Una manera de decir
esto es afirmar que plantean verdades que son verdaderas por virtud de su significado, y otra es contarlas
como verdaderas por convención. Como verdades analíticas, podrían incorporarse a la estructura misma de la
ciencia sin temor al contagio de la metafísica. Es decir, sin riesgo de llevar a la ciencia unas verdades que
supuestamente eran verdaderas del mundo empírico pero que no eran empíricas y, por lo tanto, no podrían
engendrar declaraciones de observación inequívocas. De acuerdo con las normas positivistas, tales
declaraciones sólo se entrometerían inútilmente en la ciencia porque carecen de todo sentido y sólo dan una
apariencia ilusoria de plantear verdades acerca del mundo empírico.
En lo tocante al positivismo lógico, estos desarrollos de la reconceptualización de la naturaleza de la
lógica y de las matemáticas constituyeron el fin de la filosofía tradicional. Su principal empeño, el
metafísico, había intentado descubrir las verdades fundamentales acerca de la realidad, las cuales eran más
profundas o más generales que las que podía alcanzar la ciencia. Para el positivismo lógico las únicas
verdades acerca del mundo eran las alcanzadas por la ciencia, porque la metafísica no tenía ningún sentido.
El análisis lógico, como método, podía resolver problemas filosóficos y paradojas reconstruyendo los
planteamientos filosóficos en el lenguaje de la lógica formal. También ayudaron a reformular el concepto de
empirismo. A partir de Hume el conocimiento empírico se había concebido en términos de ideas o de
conceptos, que eran los restos de impresiones sensorias, es decir, cosas creadas en la mente por el contacto
causal con cosas del mundo exterior. Éstas eran la fuente, la única fuente, de nuestro conocimiento del
mundo exterior, todo lo cual debía llegarnos a través de los sentidos. Como ya se dijo, contra los
racionalistas como Descartes, no había ideas innatas, pues si las ideas se creaban en la mente sólo por
contacto con el mundo exterior, no podía haber ideas ya presentes en la mente que fueran anteriores al
contacto experiencial con el mundo de las cosas.
Para los positivistas lógicos, así como para el positivismo en general, la observación empírica del
mundo era el fundamento del conocimiento y, por lo tanto, de la ciencia. Sin embargo, quedó claro que la
observación empírica no era cosa sencilla. Hasta nuestra experiencia “directa”, de sentido común, del mundo
que nos rodea –mundo de mesas y sillas, naranjas y limones, programas de televisión, tazas de café, copas de
vino y demás– no eran simples percepciones directas sino conjuntos complejos de impresiones sensoriales

3
Esto fue tomado de Ayer (1990: 114). La selección fue tomada de Ayer (1946), quien cita al hegeliano británico F. H.
Bradley como fuente del ejemplo.

4
más básicas, entre otras cosas. Tales experiencias no podían satisfacer el persistente escepticismo y, por lo
tanto, no pudieron servir como piedras angulares del conocimiento. En cambio, lo que se necesitaba era la
identificación de los datos elementales básicos de la observación, de los que no se pudiera dudar, y sobre los
cuales se edificarían estas percepciones más complejas.

EL LENGUAJE DE LA OBSERVACIÓN Y LOS ESTADOS MENTALES

La idea de que el conocimiento se basa en un len-guaje observacional primario o "protocolo"


pretendía fincar la ciencia como disciplina empírica, dándole un carácter objetivo, al hacer –en principio al
menos– declaraciones que eran exclusivamente acerca de cómo son las cosas en el mundo empírico,
declaraciones acerca de cosas que fueran observables, públicamente disponibles para que las observaran
otros, y liberadas de todos los prejuicios emocionales, ideológicos y teóricos, ofreciendo así un claro criterio
de verdad independiente del capricho y el prejuicio humanos, con lo que quedaría privilegiada su condición
de conocimiento del más alto orden. Sin embargo, las dificultades mismas de formular una observación
básica adecuada o lenguaje de protocolo indicaron que la observación era cosa compleja. En realidad, hubo
empiristas radicales, entre ellos Mach, que desconfiaban hasta de los poderosos conceptos teóricos de la
física, como el “átomo” o el “vacío absoluto”, ya que estaban fuera de la experiencia. Pero a final de cuentas
para los empiristas más moderados la idea de un lenguaje experimental sensorial resultó difícil de establecer.
Los hechos simplemente no aparecían. No estaban allí aguardando a que los recogiera de paso algún
científico; había que descubrirlos, reunirlos y hacerlos informativos. Todos los "hechos" que Darwin empleó
como pruebas de su teoría de la evolución eran “conocidos” antes de que él los empleara. Otros naturalistas
habían notado los fósiles muchos años antes que Darwin, y también la flora y la fauna habían sido
descubiertas o vistas por otros viajeros. Lo que Darwin aportó fue una manera profundamente radical de
redisponer estos “hechos” de modo que hablaran dentro de un marco teórico diferente, a saber, la teoría de la
evolución. 4 Así, pues, la observación científica no sólo trataba de "observar directamente", por muy básicos
o "brutos" que parecieran ser estos llamados hechos.
En lo tocante a los positivistas lógicos, aunque la mayoría de los miembros de esta escuela
consideraron que este lenguaje de la observación consistía en hacer informes directos y no inferenciales de la
experiencia, exactamente a qué se referían los términos del "protocolo" en el lenguaje observacional fue tema
de muchos debates que no llevaron a ninguna conclusión. Algunos sostenían que estos informes de la
observación directa se referían a datos sensoriales, es decir, se remitían a la experiencia del observador,
inducida en su aparato sensorial, lo que significaba que la "experiencia" era experiencia de un objeto y
requería hacer una inferencia a partir de datos sensoriales. Pero para nuestros fines la idea es que, cualquiera
que sea la caracterización de estos términos del protocolo, el lenguaje ontológica y epistemológicamente
privilegiado fue el observacional, como si se encontrara más allá de toda duda razonable. En lo tocante a la
práctica científica, no se sugirió que todos los términos y conceptos descriptivos se pusieran en este básico
lenguaje observacional. Todo lo que se necesitaba era que, si se quería que tuvieran sentido, en principio
debían ser traducibles o reducibles a declaraciones en el lenguaje observacional. Los positivistas no podían
ponerse de acuerdo sobre cómo debía efectuarse esa traducción, y tampoco sobre a qué se referían los
informes de la observación.
Así, aunque la formulación de un lenguaje observacional primario resultara filosóficamente elusiva,
si no ilusoria, se necesitaban otras normas o principios de observación para determinar los hechos. Hasta
cierto punto, ya se encontraban implícitos en la teoría positivista del conocimiento. El mundo, fuese natural o
social, actuaba de acuerdo con leyes estrictas, y por lo tanto poseía una estructura determinista que la ciencia
debía descubrir, una estructura que pudiera ser descrita formal y, como veremos, cuantitativamente. Así
pues, en términos metodológicos, la investigación empírica (y aquí podríamos decir que esto para los
positivistas significaba la "investigación científica"), equivalía a descubrir las propiedades regulares e
invariables de los fenómenos del mundo y las relaciones que había entre ellos; las propiedades debían ser
descritas, de ser posible en términos de lo que es rigurosamente observable. De este modo, el físico no se
enfrenta a bolas de billar o plumas que caen, autos que chocan, agua que hierve, sino a cuerpos de una forma,
un tamaño, una masa, un movimiento, una longitud de onda, etc., particulares. Las correlaciones entre esos
atributos abstractos constituyen los ingredientes básicos de las teorías científicas. Muchos de esos atributos
pueden no ser observables sin la ayuda de instrumentos, pero, a pesar de todo, allí está el principio.

4
Como lo veremos más adelante, en el capítulo VI, la relación de los "hechos" con los marcos teóricos se volvió
cuestión sobresaliente en la obra de Kuhn y de los construccionistas sociales.

5
Llevada a las ciencias humanas, esta clase de concepción se enfrentó a buen número de problemas.
Uno de ellos tuvo que ver con los llamados "estados mentales". Los seres humanos no son simplemente
cáscaras externas de forma, tamaño y movimiento; tienen una vida interior que no es accesible a la
observación en la forma normal, a menos que la introspección privada se cuente como una forma
públicamente disponible de observación. Algunos sostuvieron que lo inaccesible de los fenómenos mentales
a la observación directa significaba que no se podía hacerles frente objetivamente, y por ello los excluyeron
del domino de la investigación científica. Objetos físicos, acontecimientos físicos y procesos físicos podían
describirse en versiones más rigurosas de los cinco sentidos y, por lo tanto, estaban públicamente
disponibles. Por otra parte, los estados mentales o estados de conciencia sólo los podía experimentar y
conocer verdaderamente una persona: la que estaba pasando por esa experiencia. Algunos positivistas
lógicos (el "fisicalismo" de Neurath [1973], con su insistencia en que la ciencia sólo podía hablar
legítimamente de fenómenos descritos en el vocabulario de la física tal vez fue el más destacado y radical de
ellos) afirmaron que la ciencia sólo podía hablar de "mente" en la medida en que lo hiciera en términos de
fenómenos espacio-temporales, como sonidos del habla, expresiones faciales, etc. En otras palabras, las
ciencias sociales eran el estudio de la conducta; la concepción de la conducta estaba interpretada de manera
sumamente estrecha y confinada tan sólo a los fenómenos que pudieran ser descritos como movimientos
físicos. Sin embargo, tan riguroso fisicalismo resultó demasiado radical para la mayoría de los positivistas.
Una estrategia más característica consistió en sostener que, aun cuando los estados mentales no
fueran observables directamente, ciertos estados mentales particulares sí estaban asociados con
manifestaciones corporales físicas específicas y se los podía inferir a partir de ellas. Por ejemplo, si vemos
que una persona aprieta los puños, rechina los clientes, y mira fijamente con un rostro enrojecido,
razonablemente concluimos que el estado mental que esa persona está experimentando es de ira; en realidad,
que la causa de toda su dramática postura es la experiencia interna de ira y rabia. Por consiguiente, se planteó
el argumento de que todas las declaraciones que se refirieran a estados mentales podrían ser analizadas en
otro conjunto de declaraciones, refiriéndose a señales o manifestaciones corporales visibles. Entonces, los
fenómenos mentales podían ser observados indirectamente, tratando la correspondiente manifestación
conductual externa como índice de los estados mentales "internos".
Este tipo de explicación de la relación entre los estados mentales y la conducta manifiesta resultó
cómodo para muchos empiristas puesto que, al menos en apariencia, ponía la "mente" en un marco de
referencia científico en el que sus rasgos podían ser públicamente observados, trazados, cuantificados y
correlacionados. El principio epistemológico de experiencia sensorial como fundamento del conocimiento
científico se mantuvo, y la mente pareció ser conocida por medio de la observación sistemática de
acontecimientos o conductas públicamente accesibles, y no de una introspección asistemática y subjetiva. Sin
embargo, aunque esta explicación tuviese cierta plausibilidad con referencia a la ira, el placer o el dolor, los
seres humanos experimentan "estados mentales" más complejos que éstos. Pueden desear riqueza, categoría
o poder, pueden creer en la democracia o en el derecho divino de los reyes, determinar el valor moral de
acciones, admirar la belleza de la Gioconda, adorar a Eric Clapton, enamorarse, y muchas cosas más.
¿Podían interpretarse del mismo modo todas estas emociones, creencias, moral y juicios? ¿Se correlacionan
estos estados mentales con determinadas manifestaciones corporales, del mismo modo que puede decirse de
la ira? Para los positivistas la respuesta tenía que ser afirmativa. Las creencias que la gente alberga, los
valores que suscribe, los juicios que hace, sus gustos y sus preferencias son, todos ellos, públicamente
verificables, ya que se manifiestan en una conducta observable, en artefactos de varios tipos, etc. Estos
estados mentales más "complejos" sólo difieren del caso de la ira en su grado de complejidad. Por ejemplo,
una persona que adora a Eric Clapton probablemente tenga una gran colección de sus discos, coloque
carteles de Eric Clapton en las paredes de su dormitorio, haga todos los esfuerzos posibles por asistir a sus
conciertos, etc.; todas son conductas públicamente observables, e indicadores de la pasión de esta persona.
Los valores son objetivos en el sentido de que los sostienen personas que, oralmente, pueden informarnos de
estos valores y creencias. Los sociólogos no tienen que estar de acuerdo o disentir con los valores y creencias
expresados, sino que simplemente pueden informar de ellos o utilizarlos como datos primarios. En suma, los
valores que las personas sostienen son tan fácticamente "brutos" como los estratos geológicos, los átomos,
los gases, las velocidades, etc. Al emplear instrumentos cuidadosamente construidos, como cuestionarios,
escalas de actitud o entrevistas, los sujetos pueden ofrecer respuestas que son reveladoras de estados
mentales, y de esta manera proporcionar un acceso objetivo a aspectos importantes de la vida mental
humana.
El hecho mismo de desarrollar una metodología para investigar los aspectos mentales de la vida
humana era parte de una cuestión de mayor envergadura, mencionada antes, de formular principios de
observación social científica. Se consideró que, para adherirse a lo que el científico natural podía lograr, el

6
lenguaje de la observación de la ciencia social debía consistir en observables objetivamente definidos, y
debía ser generalizable y, de ser posible, cuantificable; casi las mismas normas que había exigido Durkheim.
En efecto, como el objetivo era satisfacer la visión comteana de descubrir leyes generales de la vida social,
los términos básicos del lenguaje científico debían expresar cualidades generales, no particulares. Uno de los
pasos importantes de la investigación social a este respecto fue la adopción de términos cuasimatemáticos
con los cuales hablar acerca de los datos: el lenguaje de las variables. Esto representó un modo de hablar de
los fenómenos sociales dentro de un marco aparentemente neutral en términos de sus atributos y propiedades
generales, que los ejemplos particulares poseían o no poseían, o poseían en diversos grados, y que podían
compararse entre sí y con otros respecto a sus presuntas causas.

El lenguaje de las variables

Hoy es difícil recuperar el impacto revolucionario de esta formulación del carácter de la


investigación social y sus fenómenos, pues el lenguaje de las variables se da por sentado en la investigación
social empírica. 5 Los avances del "lenguaje de las variables" debieron mucho a la obra de Paul F. Lazarsfeld
(1901-1976) y sus colegas. El propio Lazarsfeld fue participante ocasional en el Círculo de Viena antes de la
segunda Guerra Mundial y su emigración a Estados Unidos. Lazarsfeld dedicó sus mayores esfuerzos a crear
técnicas y diseños de investigación en el marco de la investigación, por ejemplo, de los efectos de los medios
informativos y los determinantes de la votación en las elecciones, áreas, ambas, en que realizó labor de
pionero. Su obra fue inspirada por una concepción particular –aunque no exclusiva– de la ciencia, y de cómo
esto podía hacer que la investigación social fuese más científica en su búsqueda de teorías con una base
empírica adecuada.
El concepto de variable tiene ya una larga tradición en matemáticas, estadísticas y –lo que es
importante– lógica simbólica. En esencia, es una idea sencilla. Una variable, en oposición a una constante,
puede variar en valor dentro de una gama de valores, aun si esto es sencillamente del orden de 0 a 1, en que 0
indica la ausencia de una variable, y 1 su presencia. El paso innovador consistió en utilizar esta idea como
pivote en torno al cual podía girar toda una manera de pensar acerca de la investigación social. "Ninguna
ciencia –declaró Lazarsfeld–, trata sus objetos de estudio en su plena concreción." 6 Ciertas propiedades son
seleccionadas como ámbito especial del estudio de cada ciencia, entre las cuales cada una trata de descubrir
relaciones empíricas; las últimas son las que tendrán carácter de ley. Así, como ya se dijo antes, la física se
interesa en sus objetos no en su plena concreción sino en propiedades abstractas de ellos, como su masa,
longitud, fuerza, velocidad, composición molecular, etc. La conexión de la ciencia con el mundo es abstracta
y describe las propiedades o cualidades de las cosas, y no las cosas en sí mismas. En todo esto Lazarsfeld es
absolutamente kantiano, y abraza la posición de que las cosas nunca pueden ser conocidas "en sí mismas"
sino captadas sólo por medio de sus apariencias o indicaciones "superficiales". Esto significa que la primera
tarea de cualquier ciencia es identificar esas pocas propiedades generales por las cuales todos los fenómenos
de su ámbito pueden ser conocidos; ésta no es una tarea fácil, como lo atestigua la historia de la ciencia. Es
particularmente difícil para las ciencias sociales cuando aún tienen que desarrollar su propia terminología
común. Sin embargo, para Lazarsfeld éste no fue un problema insuperable y en realidad tampoco tenía que
ser resuelto por medio de la reflexión epistemológica u ontológica. Lo que propuso fue una estrategia
empírica para que la ciencia social buscara este objetivo tratando las propiedades como variables; es decir,
utilizando las variables como "modos por los cuales caracterizamos los objetos de las investigaciones
sociales empíricas" (Lazarsfeld y Rosenberg, 1955: 13).
Dicho brevemente, Lazarsfeld consideró que el proceso de investigación consistía en convertir
conceptos en indicadores empíricos; es decir, indicadores basados en lo que es observable, registrable y

5
Como lo escribió Smelser hace algunos años, hablando del lenguaje de la ciencia: "el lenguaje de los ingredientes de la
ciencia; variables independientes, variables dependientes, marcos teóricos y métodos de investigación" (1968: 43). Sin
embargo, esto revela hasta qué grado la investigación empírica de la ciencia social había sido cautivada, en aquella
época, por el análisis de variables, ya que en la ciencia física es muy raro que se hable de variables. Otro ejemplo más o
menos de la misma época es el consejo que da un libro de texto acerca de los métodos: "Es necesario traducir las ideas
de usted [..] al lenguaje de las variables [...] El sociólogo experimentado desarrolla la costumbre de traducir
rutinariamente el inglés que lee y oye a variables, así como una persona bilingüe puede leer un lenguaje mientras piensa
en otro" (Davis, 1971: 16). En estos días sería difícil encontrar a alguien que expresara tales sentimientos con ese tipo
de entusiasmo.
6
Lazarsfeld y Rosenberg (1955: 15). Toda esta colección, a pesar de su antigüedad, es testimonio del vigoroso
entusiasmo del análisis de variables en sus primeros días.

7
mensurable de alguna manera objetiva. El primer paso era la creación de una "imagen vaga" o constructo,
que resulta de la inmersión de un investigador en un problema teórico. La verdadera tarea empieza por
"especificar" sus componentes, aspectos o dimensiones, y por seleccionar "indicadores" que puedan
"representarlos". De este modo, el concepto de "prejuicio étnico" puede manifestarse de muy diversas
maneras: por la abierta expresión de desagrado a las personas de distintos antecedentes raciales o étnicos, por
la renuencia a contratar a personas de distinta raza o etnia, por negarse a trabajar con ellos, por votar por los
partidos políticos que proponen políticas racistas, negarse a comprar una casa en un barrio en que viven
grupos étnicos o raciales distintos, mediante abierta hostilidad, y de muchas maneras más. También podemos
pensar en el concepto de "prejuicio étnico" como cuestión de grado, y no como en una propiedad que alguien
puede poseer o no poseer. Sea como fuere, al elegir los indicadores debemos pensar en el contexto en que se
está efectuando la investigación. Por ejemplo, contratar a alguien es algo que sólo puede hacer una persona
que se encuentre en posición de contratar o despedir trabajadores. Puede no haber partidos políticos que
explícitamente confiesen una política racial. La cuestión de comprar una casa en cualquier barrio puede no
ser ningún problema en casos particulares. La idea es que el concepto debe ser elaborado en términos de
cuáles manifestaciones apropiadas, en caso de que ocurrieran, serían indicadores apropiados de "prejuicio".
El siguiente paso es pensar en las formas en que esas manifestaciones se pueden observar como datos. En el
caso del análisis de variables esto probablemente incluirá encuestas y cuestionarios, aunque no
necesariamente. Las técnicas particulares de recabación de datos e instrumentos de medición utilizados
dependerán, sin embargo, de las exigencias prácticas de la investigación. La mayor parte de los conceptos
resultarán, con frecuencia, combinaciones de indicadores, y no una sola medida. Dado que la mayor parte de
la investigación social se interesará en más de un solo constructo, las descripciones empíricas se edifican
descubriendo patrones entre los indicadores en términos de su covariación e interrelaciones, y de todo ello
pueden surgir teorías empíricamente fundadas para explicar los patrones descubiertos. Según Lazarsfeld, la
cuantificación es posible mediante el uso de la idea de variables, si bien sólo en el nivel relativamente burdo
de contar la frecuencia de la presencia o ausencia de alguna propiedad, ya que aun este modesto nivel
permite la identificación de covariaciones entre las variables. 7
Como ya se insinuó antes, tal vez lo mejor sea considerar los esfuerzos de Lazarsfeld como
metodológicos, no filosóficos; es decir, como la búsqueda de un modo de hacer que la investigación social
fuese una ciencia de base empírica. Sin embargo, hay allí una metafísica del realismo ontológico en la
medida en que sólo tiene sentido hablar de índices si se puede afirmar que "representan" algo. No obstante,
aunque Lazarsfeld hablara de una conexión abstracta entre los conceptos científicos y el mundo, en la
práctica su estrategia se efectúa por medio de correlaciones entre índices y la fuerza y estabilidad que
muestran, si existen, en los diversos estudios. Pero no hay manera real de fincar la conexión de índices con
los "objetos" o las "propiedades" que putativamente representan. Aunque, por ejemplo, el concepto de
"prejuicio étnico" tiene un significado de sentido común, su conexión con las acciones o los sentimientos
–los fenómenos que se supone representan, y que, en cierto sentido, son empíricamente observables mediante
las respuestas a cuestionarios y otros instrumentos–, también es cuestión de juicio de sentido común de parte
de los investigadores, y no una derivación teórica estricta como lo sería, por ejemplo, en la física. La validez
teórica se debe a la posición soberana otorgada a lo empírico, ya que la adecuación de un constructo queda
determinada por patrones que se encuentran entre las variables o índices mensurables. Se atribuye
importancia especial al hecho de operacionalizar los conceptos para convertirlos en indicadores medidos y
observables. Según Lazarsfeld, los indicadores son aquello con lo que trabaja la investigación de las ciencias
sociales, e indican algo, en diversos grados, si muestran patrones detectables de asociación entre sí. En otras
palabras, los patrones de asociación consistentes descubiertos en toda una gama de estudios son, para
Lazarsfeld y para el análisis de variables más en general, buena evidencia de que la investigación ha
descubierto verdaderas relaciones causales entre los fenómenos de interés.
Así, para la ciencia social empírica el lenguaje de las variables ofrecía un medio de expresar
relaciones en datos y, como tal, una manera de describir objetiva y cuantitativamente los fenómenos. Todos
los fenómenos que son de interés para la investigación social, incluyendo los estados objetivos, podían ser
conceptualizados y medidos al menos en cierto nivel, correlacionados y manipulados de diversas maneras
por las técnicas formales del análisis variable. Se podían formular y poner a prueba hipótesis. Aunque pocas
o ninguna de las ciencias sociales podían emular la psicología, en el sentido de ser capaces de efectuar
experimentos de laboratorio, mediante métodos estadísticos de partición se podían lograr buenas
aproximaciones a la lógica del diseño experimental en medios no experimentales de investigación social.

7
Véase Ackroyd y Hughes (1991). Hay muchos otros que tratan estas técnicas.

8
Sin embargo, y pese a que la concepción lazarsfeldiana se ha convertido virtualmente en el estilo
ortodoxo de investigación social, considerado por algunos como el método de la investigación social
empírica, no le han faltado críticas. Hubo quienes objetaron el modo en que la realidad de los fenómenos y
procesos sociales, en toda su integridad, riqueza, complejidad y flujo, quedaba oculta tras lo que no era más
que un aparato descriptivo cuyo carácter debía más a los requerimientos técnicos de crear los instrumentos
de medición y de manipular las estadísticas que al deseo de captar auténticamente las conexiones
subyacentes entre los fenómenos que se supone describía (véase Benson y Hughes, 1991). Algunos de estos
temas se desarrollarán más en el capítulo V.
Otra dificultad era que el análisis de las variables era intencionalmente ateórico, método ubicuo para
buscar patrones en los datos como camino hacia la formulación de teorías. Las teorías explicaban los
patrones, pero antes se necesitaban éstas para obtener mejores teorías. Es decir, aunque unas ideas teóricas
"vagas" imbuirán los tipos de variables que serán investigados, o que serán considerados variables
independientes, variables dependientes mediadoras, etc., su significación quedará determinada por patrones y
correlaciones empíricamente confirmados que aparezcan en los datos. 8 En pocas palabras, el método resulta
una estrategia para la formación de teorías empíricas que, como veremos, no llegan a ser el tipo de
generalizaciones teóricas que eran el objetivo de las ambiciones de los positivistas. 9
Este enfoque tampoco pudo evitar compromisos filosóficos y problemas de índole ontológica. No
sólo incluía una concepción del método científico y de cómo se podía aplicar en las técnicas y prácticas de la
investigación, sino que también tuvo que enfrentarse a ciertos problemas acerca de la naturaleza de los
fenómenos sociales. Aunque el enfoque pretendía ser "neutral" con respecto a los compromisos teóricos, al
ser propuesto como método ubicuo para poner a prueba cualquier teoría que surgiera, hubo dudas sobre si,
dentro de este marco, podía enfrentarse de modo adecuado, por ejemplo, la idea tan afanosamente propuesta
por Durkheim: que la sociedad no era reductible a las propiedades de los individuos.

CONJUNTOS SOCIALES FRENTE A INDIVIDUALISMO METODOLÓGICO

Como lo había sostenido Durkheim, las ciencias sociales no se preocupaban por los fenómenos
individuales como tales sino por fenómenos colectivos que, desde luego, incluían esos estados individuales
de conciencia que reproducían la comprensión y la visión colectivas. Las ciencias sociales trataban de grupos
y colectividades de varias clases, instituciones, culturas, sistemas completos de interacción y procesos que,
por decirlo así, son más que la suma de fenómenos individuales y, como lo dijo Durkheim, tienen una
realidad por derecho propio. La economía trata de instituciones interesadas en la producción y distribución
de bienes; la sociología, de clases, grupos, instituciones y hasta sociedades enteras; la ciencia política, de
gobiernos, partidos políticos, votaciones, y más. Y sin embargo, como en el caso de los estados mentales,
esos fenómenos colectivos no son, en sí mismos, lo que un positivista consideraría directamente observables.
Por ejemplo, no podemos observar clases sociales, el sistema económico, el capitalismo y similares, por lo
cual, ¿qué estatus ontológico pueden poseer tales conceptos? Una vez más, como enérgicamente lo dijo
Durkheim hablando de la realidad de los fenómenos colectivos, "La sociedad no es una simple suma de
individuos. Antes bien, el sistema formado por su asociación representa una realidad específica que tiene sus
propias características" (Durkheim, 1966: 103). En suma, la realidad social trasciende a la de los individuos.
Al igual que en la naturaleza, también ocurren en el mundo social, definitivamente, conjuntos que no sólo
son agregados de los elementos individuales que los integran sino que son unidades orgánicas, más que la
suma de sus partes. Esos todos nacientes no se pueden reducir a las partes que los componen.
Podría decirse que para la viabilidad de las ciencias sociales es necesaria una buena confirmación de
este tipo de pretensión, y eso afirmó Durkheim, pues sin ella el estudio apropiado de la conducta humana, se
le considere social o no, se convertiría en psicología o en una de sus ramas. En el aspecto filosófico, la
cuestión es ontológica en lo tocante a la realidad de las entidades sociales (Lukes, 1970; O'Neill, 1973;
Sharrock, 1987). Como lo hemos visto, Durkheim afirmó que las entidades sociales eran "cosas" reales,
aunque no fuesen "cosas" materiales. Sin embargo, no era tan fácil resolver operacionalmente las cuestiones.
La evidencia empírica aducida para los hechos sociales se derivaba, básicamente, de los individuos. De
modo directo sólo se podía observar la conducta individual, ya fuese en forma de respuestas a cuestionarios,

8
Casi no puede haber duda de que el pensamiento de Lazarsfeld le debió mucho a su compromiso con la investigación
de encuestas.
9
Esto es evidente en la obra de Blalock, tal vez el principal exponente de la modelación causal en sociología. Véase,
por ejemplo, Blalock (1984).

9
pruebas de actitudes, observaciones etnográficas, índices registrados de la frecuencia de actividad delictiva,
índices de suicidio, preferencias de los votantes, compras generalizadas o cualquier otra cosa. En pocas
palabras, "nada en los hechos sociales es observable salvo en sus manifestaciones individuales" (Lesnoff,
1974: 77).
Aquí parece patente la paradoja; por una parte, la afirmación de que los conjuntos sociales eran
reales dependía del hecho de que no fuera posible reducir completamente las declaraciones acerca de ellos a
aseveraciones acerca de individuos; por otra, la evidencia de la realidad de los conjuntos sociales parecía
depender por completo de una evidencia derivada de conductas individuales observables. Aun cuando
Durkheim, entre otros, había afirmado estar mostrando que las características y la conducta individuales
variaban con factores contextuales sociales, o eran determinadas o causadas por ellos, los datos en que se
basaban tales conclusiones siempre podían remitirse en sus orígenes a la observación de individuos.
Es indudable que se pueden predecir propiedades de los conjuntos sociales que no se pueden predecir
de un individuo. Puede decirse que una sociedad o un grupo es estratificado, jerárquico, democrático,
dividido en clases, etc., mientras no pueden afirmarse las mismas características de un individuo. Como
último ejemplo, puede decirse que los grupos mantienen su identidad pese al remplazo de sus miembros. Y
también que es posible demostrar que el carácter de los grupos influye sobre la conducta de sus miembros.
En muchos sistemas jurídicos algunas asociaciones son tratadas como si fueran personas, con derechos y
obligaciones distintos de los de sus miembros. Los economistas hablan de la empresa e incluso tienen teorías
acerca de ella. Y sin embargo, hasta cierto punto, esas observaciones están erradas. Aunque en el lenguaje
jurídico y en el ordinario podemos hablar de este modo y lo hacemos, la cuestión es saber si esto es legítimo
científicamente y, en caso afirmativo, qué justificaciones ontológicas y epistemológicas pueden darse para
hablar así. Las respuestas a esto afectan las interpretaciones verosímiles que se pueden ofrecer de las
operaciones de investigación que supuestamente miden o indican los fenómenos colectivos.
Desde luego, el problema tal como fue planteado no exige hacer una elección entre la realidad de los
conjuntos sociales o la realidad de los individuos; no es ni necesita ser cuestión de la una o la otra. Para
sostener la opinión de que hay a la vez individuos y conjuntos sociales, mientras se acepta al mismo tiempo
que los últimos no son observables en forma directa, también necesitamos poder afirmar que, si algo va a ser
verdaderamente predicado como conjunto social, esto deberá implicar la verdad de las descripciones de los
individuos que, en parte, comprenden el conjunto social. Sin esta condición sería imposible poner a prueba
las declaraciones acerca de los conjuntos sociales por medio de la observación, ya que éstos no son
observables, aunque los individuos sí lo sean (Mandelbaum, 1955; Lessnoff, 1974: 80-81). Pero, asimismo,
la descripción de los conjuntos sociales, aunque implique verdaderas descripciones de individuos, debe
abarcar más que esto; es decir, deberá significar que el conjunto de descripciones individuales pertinentes no
agota lo que puede decirse acerca del conjunto social. De este modo, por ejemplo, puede proporcionarse "la
sociedad británica" como nombre de una colectividad social y el número de propiedades abarcadas por él,
como "es una monarquía", "es miembro de la Unión Europea", "tiene un bajo índice de delincuencia en
comparación con las sociedades X, Y, Z", "tiene una tasa de inflación de X%", etc. Sin embargo, lo que se
trata de saber es si cada una de estas declaraciones, aunque implique la verdad de un puñado de
aseveraciones acerca de individuos –su conducta en las elecciones, en el mercado, su obediencia a la ley, sus
actitudes y creencias, y muchas más– es simplemente reductible a una lista de tales declaraciones
individuales, por muy grande que sea su número. En caso contrario, qué ha quedado que no sea así
reductible? (véase Coulter, 1982).
De acuerdo con la doctrina del "individualismo metodológico no queda absolutamente nada, ya que
todos los hechos llamados colectivos son, en principio, explicables en términos de hechos acerca de
individuos. Según esta opinión, las referencias a conjuntos o colectividades sociales son referencias
esencialmente sumarias a las características y propiedades de individuos, y estas últimas podrían remplazar a
las primeras sin dejar residuo. En otras palabras, lo "real" se limita a lo que se puede observar, y éstas son las
características y propiedades de individuos. Lo más que ontológicamente se puede decir de los conjuntos
sociales, dado que nunca se pueden ofrecer concretamente a la observación, es que son una categoría de
entidades teóricas que sólo tiene conveniencia explicativa (véase, por ejemplo, Hayck, 1964: 5-15). La
realidad ontológica sólo es atribuible a individuos, mientras que los conjuntos sociales son considerados
como entidades abstractas o teóricas no observables pero que tienen una utilidad explicativa, un tanto
parecida a ciertos tipos similares de conceptos teóricos en la física y en las otras ciencias naturales.
Para algunos, esta interpretación tuvo enorme importancia, pues pareció acercar aún más las ciencias
sociales a la práctica de la ciencia natural, en que un principio de reducción, es decir, la derivación lógica de
las generalizaciones, por ejemplo de la química, a partir de la generalización más inclusiva de las de la física,
podía verse en acción por medio de una jerarquía de la explicación, partiendo de la física más fundamental y

10
las leyes absolutamente generales acerca de la conducta de los procesos físicos en pequeña escala, hasta
aquellas generalidades que se aplicaban a fenómenos más sólidos, como la conducta de los objetos,
incluyendo la de los seres vivos. También dio la impresión de evitar los lapsos metafísicos de los que
parecían herederas las ciencias sociales, particularmente los de reificar colectividades y atribuirles unas
cualidades que, propiamente hablando, sólo podían pertenecer a individuos y sus relaciones entre sí. En la
medida en que, en el lenguaje ordinario, se recurría a cosas como el "espíritu del pueblo", "la memoria
racial", "el espíritu de una época.", la "conciencia de clase", "el pueblo", etc., esto, o bien era un modo
descuidado de hablar en busca del puro efecto o, en el mejor de los casos, una manera convenientemente
sumaria de referirse a grandes números de individuos en alguna capacidad o, en el peor de los casos, algo
acientífico e ignorante. En las ciencias sociales éste era en esencia el argumento de Weber: las referencias a
entidades colectivas como "el Estado", "la organización burocrática", "el espíritu del capitalismo", etc., eran
expresiones sumarias utilizadas por la simple conveniencia de no tener que expresar todas las declaraciones
acerca de los individuos que las componían. 10
Sin embargo, para otros "individualismo metodológico" resultaba demasiado timorato y, además,
parecía conducir a un reduccionismo psicológico en que todos los denominados hechos sociales, incluyendo
las propiedades y atributos de los individuos, eran reductibles, a la postre, a explicaciones en términos de
disposiciones psicológicas. Sin duda Durkheim habría planteado esta objeción. A los conjuntos sociales se
les debía dar un carácter menos efímero que el de simples entidades teóricas o expresiones sumarias y, en
cambio, darles una concepción más congruente con una visión de ellos como verdaderos factores causales.
Desde luego, como ya se insinuó, el reduccionismo metodológico no necesariamente implica un
reduccionismo psicológico, es decir que las únicas explicaciones válidas de la vida social son las que se han
puesto en términos de disposiciones psicológicas humanas. Por ejemplo, George Homans (1967) arguyó que
la sociología podía ser "reducida" a psicología en el sentido de que sus leyes pueden derivarse lógicamente
de las de la psicología, así como las leyes de la química pueden deducirse de las leyes más generales de la
física. Por otra parte, la sociología, junto con otras ciencias sociales, afirma que la acción humana es, al
menos en aspectos importantes e irreductibles, el resultado de la interacción con otras. Es decir, reconoce que
existen propiedades nacientes" que se desprenden de que los individuos interactúan con otros, propiedades
que no están presentes en el individuo por sí solo. La interacción misma es una de esas propiedades
nacientes, y todo lo que se deriva de esto, como la posibilidad de poder entre dos o más personas,
intercambio, posición social, cooperación, conflicto, y mucho más. En realidad, al describir las acciones de
individuos a menudo tenemos que hacer referencia a su posición institucional para comprender las acciones
que están efectuando. Las acciones de una persona para con sus hijos no pueden comprenderse sin la
descripción relacional "padre"; ser arrestado por una persona no se puede comprender a menos que
entendamos la identidad institucional "policía". En pocas palabras, todo el contexto relacional que es la vida
social no es reductible a disposiciones psicológicas. 11 Desde luego, esto no es disponer de las explicaciones
psicológicas como pertinentes a la explicación de la conducta social humana, pero tampoco pretende serlo;
simplemente se trata de reservar lugares para la respectiva disposición de las explicaciones sociales y
psicológicas.
¿A qué se reduce todo esto, metodológicamente? ¿Cuáles son las implicaciones de estas ideas para la
investigación social? El problema se plantea para las ciencias sociales de la siguiente manera: "individuos" y
"conjuntos sociales" no son fenómenos discretos y separados; los últimos quedan definidos y
conceptualizados, en gran parte, en términos de los primeros, porque sólo son observables los individuos, sus
atributos y su conducta. Si esto es correcto, entonces resulta extremamente difícil establecer, teórica y
empíricamente, la realidad de los conjuntos sociales independientemente de la realidad ya aceptada de los
individuos. Mas, para el positivista, si no se puede dar una base observacional a los conjuntos sociales, son
poco más que entidades metafísicas, y los datos que supuestamente son acerca de las entidades están
disfrazándose de datos científicos.

10
Según Weber, los conceptos colectivos "tienen un significado en las mentes de personas individuales, en parte como
algo que en realidad existe, en parte como algo con una autoridad normativa [...] Así, por ejemplo, uno de los aspectos
importantes de la existencia de un Estado moderno [...] consiste en el hecho de que la acción de diversos individuos es
orientada hacia la creencia de que existe o debería existir, de modo que sus actos y leyes son válidos en el sentido
jurídico" (Weber, 1978: 14).
11
Las sociologías estructuralistas, a veces derivadas de interpretaciones de Marx combinadas con ideas tomadas de la
lingüística, llevan esto más allá y ven al individuo como "portador" de estructuras relacionales más grandes, de tal
manera que estas estructuras actúan por medio del individuo. Véase, por ejemplo, Althusser (1969). Estas ideas serán
abordadas en el capítulo VIII.

11
La práctica del análisis de variables fue una manera de pasar por encima de estos problemas en la
investigación. Para sus propósitos, todo lo que se necesita son unos modos de indicar las propiedades de
"objetos", ya se trate de individuos, colectividades, agregados o hasta sociedades enteras. Sin embargo, al
pasar por alto estas cuestiones se comete petición de principio. Mientras parece ofrecer indicadores de los
fenómenos colectivos, deja abierta la cuestión de cómo se deberán interpretar estos indicadores; por ejemplo,
si reflejan simples fenómenos acumulados, como los indicados por alguna operación igualadora de las
variables derivadas de individuos, tal como podríamos calcular un ingreso promedio para reflejar los
ingresos de un grupo particular de trabajadores, o si representan unas propiedades nacientes auténticamente
colectivas. Podemos calcular esos índices, pero la afirmación ontológica es anterior a las elecciones de los
indicadores, ya que –puede suponerse– el indicador debe reflejar las propiedades del fenómeno al que
supuestamente "representa". No es que no puedan producirse indicadores pero, habiéndolo hecho, ¿qué
inferencias nos permite hacer esto acerca del carácter del fenómeno subyacente? 12 Si nos inclinamos hacia el
individualismo metodológico, la interpretación de las pautas producidas nos conducirá a un tipo de
interpretación teórica diferente que si estamos persuadidos de otras concepciones. Las pautase empíricas del
análisis de variables no resolverán este tipo de cuestiones. Éste es un problema al que volveremos, bajo otro
aspecto.

LA NATURALEZA DE LAS GENERALIZACIONES Y EL ESTATUS DE LA TEORÍA

Mientras la tradición positivista hacía grandes esfuerzos por resolver sus problemas filosóficos, la
investigación basada en el análisis de variables seguía adelante. Esto tal vez no deba sorprendernos, dado el
énfasis hecho en la observación empírica como primer ingrediente de la ciencia. Por ejemplo, tanto Bacon
como Mill, separados por muchos años, anhelosos por explotar y defender el método de la experimentación,
consideraron la naturaleza y sus leyes como si ya estuvieran esperando simplemente ser descubiertas por los
métodos empíricos correctos. Cualesquiera que fuesen las preguntas acerca del significado del análisis de
variables, esto sin duda les pareció a muchos un método auténticamente científico, que aceptaba el énfasis de
la ciencia natural en la medición por medio de la generación de estadísticas, y la sustitución de métodos
experimentales por medio de la manipulación de relaciones estadísticas de correlación y de asociación.
En general llegó a creerse que el objetivo de la ciencia era producir generalizaciones o leyes que
establecieran las relaciones causales que se sostenían entre los fenómenos del universo. La ciencia natural
había progresado al descubrir las conexiones invariantes y necesarias entre los fenómenos en un universo
ordenado y que seguía sus leyes. Galileo, Newton, Darwin, después Einstein y otros, habían contribuido,
cada quien a su modo, haciendo una declaración precisa y universal sobre cómo operaban ciertos fenómenos
y, aprovechando estas declaraciones, los científicos tenían la capacidad de predecir con asombrosa precisión
los acontecimientos del mundo natural. Parecía que tales declaraciones eran universales en el sentido de que
especificaban que todos los acontecimientos de una índole particular estaban invariablemente conectados con
otros acontecimientos y tenían la forma lógica básica de "Si A entonces B." El problema estaba en
comprender cómo funcionaban estas declaraciones. Por ejemplo, ¿expresan una necesidad que es inherente a
la naturaleza de las cosas mismas o, como lo propuso el filósofo del siglo XVIII David Hume, una
propensión psicológica natural a proyectar tal conexión a la naturaleza?
Pero la comprensión de por qué las leyes abarcan tanto la invarianza como la necesidad no resultó
directa. La invarianza de la regularidad era el problema menor, ya que podía verse que, en condiciones
constantes, las leyes se aplicaban y actuaban sujetas a condiciones simplificadoras. Las variaciones de lo que
la ley establecía podían explicarse por circunstancias especiales que pudieran ser elaboradas bajo la
condición de "en condiciones constantes". Por ejemplo, la generalización de que el agua hierve a 100 grados
centígrados presupone (aun cuando alguna declaración particular de la ley pudiera no mencionarlo) que la
presión del aire debe ser equivalente a la del nivel del mar, que el agua esté suficientemente pura, etc. El
verdadero problema era la necesidad. Como lo ha señalado Outhwaite, la manera más obvia era considerar
que la fuente de la necesidad era inherente a la naturaleza de las cosas, y sin embargo otros consideraron que
esto era antropomórfico o trivial. 13 La tradición positivista, con su presuposición de que el conocimiento

12
Véase Lazarsfeld y Menzel (1969) para un intento de resolver tales cuestiones dentro del marco analítico de las
variables.
13
Al llegar el siglo XVII la idea de "leyes de la naturaleza" empezó a perder sus tonalidades teológicas y, por lo tanto,
la idea de que aquéllas eran, de alguna manera, expresiones de la voluntad de Dios. Véase Outhwaite (1987).

12
empírico era el único conocimiento posible de la realidad, daría a las leyes una interpretación empírica
siguiendo las ideas de Hume y de otros filósofos de la tradición empírica británica.

Las leyes como generalizaciones empíricas

Hume sostuvo que la idea de causa no es más que el resultado de repetidas observaciones de un
objeto que sigue a otro, o de un acontecimiento que sigue a otro. Según Hume, las ideas eran impresiones
obtenidas por los sentidos, y su interpretación de la causa fue congruente con este punto de vista. El
conocimiento de las causas era el resultado de sensación y de costumbre. Por ejemplo, la razón, por sí sola,
no podía llegar a la idea de que el calor hacía que el agua hirviera, o de que la gravedad hacía que los cuerpos
cayeran, sin una experiencia en que basarse. Decir que A causa B es decir que A y B están "constantemente
unidas", es decir, que siempre ocurren juntas en nuestras sensaciones; la conexión causal es atribuida a la
naturaleza, pero no observada en ella. Por medio de repetidas observaciones de conjunciones similares, por
costumbre llegamos a esperar que estén, y siempre estén, causalmente relacionadas.

La idea de causa y efecto se deriva de la experiencia, que nos informa que tales objetos particulares,
en todos los pasados ejemplos, han estado unidos entre sí. Y cuando se supone que un objeto similar
a uno de éstos está inmediatamente presente en su impresión, suponemos a partir de ello la existencia
de uno similar como su habitual acompañante [Hume, 1978: 89-90].

Sin embargo, en algunos respectos esto no parece llegar lo bastante lejos. Se consideraba que las
leyes universales eran precisamente eso: universales tanto en tiempo como en espacio, aplicándose al pasado,
al presente y al futuro. Sin embargo, los razonamientos de Hume, al convertir a las generalizaciones causales
en resultado de la experiencia sensorial, no podían ofrecer garantía de que las generalizaciones se sostuvieran
en el futuro, ya que se basaban en una evidencia que sólo se podía recabar en el pasado y en el presente: se
aplicaban a los acontecimientos hasta aquí. Por definición, la conjunción constante no podía ser observada
hoy para experiencias futuras, y en el futuro el agua tal vez hirviera a los 80 y no a los 100 grados
centígrados. La respuesta de Hume a esto sería que, en realidad, no podía haber garantía de que tales
generalizaciones, ni aun las mejor establecidas por la ciencia, continuaran siendo válidas en el futuro. Sin
embargo, sólo podemos basar nuestras expectativas para el futuro sobre la experiencia pasada, de modo que
todo lo que podemos hacer es extrapolar éstas al futuro. Por consiguiente, el conocimiento de las conexiones
empíricas, de las causas y de los efectos nunca es absolutamente seguro sino sólo probable; es decir, jamás
podemos tener confianza absoluta en su conexión repetida en el futuro.
Una declaración causal general, según esta opinión, era un resumen de nuestras sensaciones de dos
conjuntos de fenómenos, y constituía lo que normalmente se llama una generalización empírica. Para
determinar las causas, formulamos categorías de objetos o de hechos sobre la base de sus respectivas
similitudes. La relación entre ellas es observada, natural o experimentalmente, y se anota la secuencia. Si
descubrirnos que en un número suficiente de casos hay una conjunción constante de la causa putativa
seguida por su efecto correspondiente, esperamos que esta asociación se sostenga en el futuro, aunque no hay
garantía de que así será. De este modo tenemos nuestra generalización causal.
Más adelante John Stuart Mill aportaría nuevos argumentos a la interpretación empirista de las leyes.
Definió los conceptos diciendo que se remitían a clases de objetos que demostraban una similitud con
respecto a alguna propiedad. Hombre, mujer, vaca, muchacha, temperatura, energía, catolicismo, etc., serían
conceptos en los términos de Mill porque cada palabra representa un grupo de objetos que tienen
características similares. Al método de relacionar conceptos dentro de proposiciones sintéticas (es decir,
proposiciones que son empíricas, en oposición a a priori –y las únicas pertinentes a la ciencia, en opinión de
Mill–) lo llamó "inducción", es decir, "esa operación de la mente por la cual inferimos que lo que sabemos
que es verdad en un caso o casos particulares será verdad en todos los casos que se asemejen al primero en
ciertos respectos asignables" (Mill, 1961: 188).
Mientras que Hume justificaba la generalización a partir de ejemplos particulares por los motivos
pragmáticos de que el futuro –posiblemente– no sería diferente del pasado, Mill sostuvo que podía hacerse la
inferencia inductiva de que el conocimiento que tenemos de algunos casos será verdad en todos los casos en
todos los tiempos, pasado, presente y futuro. Justificó esto apelando a la uniformidad de la naturaleza, a la
que había llegado por medio de un proceso inductivo de razonamiento en el que las acumulaciones de
inducciones de uniformidades individuales en la naturaleza son la base de la inducción absolutamente válida
de que la naturaleza es uniforme. La inducción se justificaba por inducción.

13
En cambio, Mill reconoció que la vida no era tan sencilla. En la naturaleza las cosas no parecen
relacionadas unas con otras de la manera más simple. Pequeñas regularidades empíricas se traslaparían,
dando la apariencia de irregularidad; algunas parecerían regulares sólo porque eran comúnmente producidas
por otro agente causal no tan visible, y así sucesivamente. Las diversas regularidades causales absolutas sólo
podían ser descubiertas derivando sistemáticamente una uniformidad de otra mediante métodos
experimentales de manipulación. Según Mill, el resultado final de la aplicación de estos métodos serían unas
generalizaciones causales absolutas.
Sin embargo, hasta para los minuciosísimos empiristas esta interpretación de la naturaleza de las
leyes tenía sus puntos flacos. Los métodos de Mill estaban firmemente basados en la suposición de que la
naturaleza es uniforme, tiene leyes absolutas y está causalmente interrelacionada y que, por lo tanto, el
lenguaje necesario para describirla debía ser, asimismo, causal. Casi no había necesidad de hablar de teorías.
Aunque había jerarquías de leyes –las de Newton ocupaban el pináculo– las leyes generales no son más que
generalizaciones empíricas que se han descubierto, como las generalizaciones más restringidas, por la
aplicación de métodos empíricos de investigación. La fuente de toda ley empírica es la generalización
empírica; esta conclusión se basa en la presuposición de que la naturaleza obedece sus leyes y es uniforme.
En otras palabras, apegarse a las leyes es una característica de la naturaleza misma.
A pesar de todo, el moderno pensamiento positivista y empírico sostiene que la interpretación de las
leyes causales caracterizada por la filosofía de la ciencia de Mill es simplemente ingenua. El conocimiento
en la ciencia es seguro, no probable. Por consiguiente, aunque reconociendo la naturaleza esencialmente
empírica de las leyes, se sostuvo que su certidumbre se deriva del empleo de las conexiones rigurosas y
necesarias establecidas por la inferencia deductiva en las matemáticas y en la lógica, y no por la inducción.
De este modo, "todos los cisnes son blancos", si se interpreta como una generalización empírica, deberá
verificarse una y otra vez a cada nueva observación de los cisnes. Semejante inferencia no puede justificar
inferencias para el futuro, así como la declaración "Todos los primeros ministros británicos son varones" es
algo que simplemente se refiere a la experiencia del pasado, hasta que la señora Thatcher llegó a primera
ministra, y no habría podido decir nada acerca del futuro, como sí lo haría una ley científica. El puro
empirismo no puede generar las leyes universales de la ciencia. Éstas, se sostuvo, sólo puede aportarlas la
lógica en que la determinatividad, la necesidad, es consecuencia de la estructura deductiva. Si se siguen las
reglas deductivas la conclusión de un argumento lógico debe seguirse de las premisas generales. Esta
interpretación de la explicación científica, como una unión entre proposiciones empíricas y las certidumbres
de la lógica deductiva, llegó a ser conocida como el "modelo hipotético-deductivo" de la explicación
científica.

EL MODELO DE EXPLICACIÓN HIPOTÉTICO-DEDUCTIVO

Según esta escuela, una teoría científica consistía en un conjunto de declaraciones conectadas por
reglas lógicas. La ley fue expresada como declaración universal de la forma "Siempre que A, entonces B."
Cuando estas generalidades se unen a otras declaraciones que Dan las "condiciones iniciales" (es decir, que
declaran las circunstancias empíricas a las cuales se aplica la ley), entonces se puede deducir una hipótesis
que puede ponerse a prueba contra la observación empírica. 14 La concepción de "dar una explicación" de un
hecho llegó a significar, para los positivistas, que se puede predecir un hecho como consecuencia lógica de
las declaraciones teóricas, junto, desde luego, con la especificación de "condiciones iniciales". Esta
interpretación pareció resolver buen número de problemas, entre ellos las deficiencias de la idea de
inducción como base para la universalidad de las leyes científicas. Aunque declaraciones de la forma
"siempre que A, entonces B" no pueden demostrarse o verificarse lógicamente de manera concluyente, sí
pueden ser refutadas por un contraejemplo en que A no va seguida por B. Es la naturaleza absoluta de la
"generalización universal es decir, cada vez que ocurre A, siempre va seguida por B, la que afirma su posible
vulnerabilidad a la refutación. Dado lo que dice la generalización, sólo es necesario que una vez se dé el caso
de que ocurra A sin ser seguida por B para que quede refutada la afirmación de que cada vez que ocurre A
también ocurre B. Karl Popper, quien se disoció de los positivistas aun cuando otros lo contaran entre ellos, a
lo largo de su carrera negó la posibilidad de la validez de llegar a una ley general empleando el razonamiento

14
Por ejemplo, si la ley afirma que "cada vez que se deja caer azufre en una llama encendida", la llama se vuelve
amarilla, las condiciones iniciales podrían decir "se ha dejado caer azufre en la llama de esta vela", lo que autoriza la
conclusión-predicción de que la llama de esta vela se volverá amarilla.

14
deductivo, y en cambio propuso la interpretación de la falsación o refutacionista de la naturaleza de las leyes
científicas, como lo veremos en el próximo capítulo.
La universalidad de la ley tampoco puede ser cuestión de probabilidad, ya que esto, de hecho, diría
que la ley a veces era cierta y a veces no. Sin embargo, las leyes científicas están sometidas a confirmación
empírica, y la deducción participa en el método de ponerlas a prueba. La explicación científica es explicación
causal en que "la explicación de un hecho significa deducir una declaración que lo describe, utilizando como
premisas de la deducción una o más leyes universales, junto con ciertas declaraciones singulares, las
condiciones iniciales". 15 Las leyes científicas son declaraciones causales que describen hechos en la
naturaleza y que pueden ser verdaderas o falsas; su verdad o falsedad queda determinada por observación.
Otra cuestión que la combinación de empirismo y de lógica pareció resolver fue analizada antes en
relación con la observabilidad –o falta de ella– de los conjuntos sociales. Una teoría, interpretada del modo
que acabarnos de analizar, era evidentemente más compleja de lo que parecería implicar "Siempre que A,
entonces B." La teoría puede contener postulados y conceptos que no están sometidos a la prueba
observacional. Tales conceptos servían a un propósito heurístico dentro del lenguaje teórico. Por lo tanto,
aunque las teorías aún recibían una interpretación empírica, llegó a dejarse más espacio a los no observables,
a conceptos que, para ser verdaderos, no dependían directamente de que correspondieran con el mundo. La
estructura formal de una teoría era tan compleja y detallada que a menudo se hacían necesarios unos
"conceptos teóricos" para la conveniencia de la manipulación lógica y matemática. Ya no se consideró
necesario que todos los conceptos de una teoría tuviesen un significado empírico. Una manera de expresar
esto era hablar de un lenguaje teórico y de un lenguaje observacional, unidos ambos por reglas de
correspondencia que interpretaban empíricamente algunos de los conceptos teóricos. 16 De esta manera, la
teoría aún estaba sometida a la prueba empírica por medio de hipótesis derivadas deductivamente de ella.
Estas desviaciones de la interpretación empirista, un tanto ingenua, de la explicación teórica que
proponían Mill y sus seguidores, no destruyeron, empero, el espíritu empirista: la reinterpretación
simplemente la enmendó para que se adaptara más de cerca a la que se consideró la práctica científica. Para
las ciencias sociales éste fue un desarrollo favorable, ya que vino a autorizar los que hoy son los métodos de
investigación ortodoxos. La distinción entre un lenguaje teórico y uno observacional fue decisiva. También
lo fue la versión de la supuesta certidumbre de la ciencia. La interpretación empirista de las leyes científicas
había afirmado que sólo eran probables en el sentido de que eran tentativas, y expuestas a revisión. Entonces,
¿cómo podía explicarse la certidumbre? Según la versión hipotético-deductiva de la explicación científica, la
combinación de matemáticas-cum-lógica y la interpretación esencialmente empírica de las leyes fue la que
les dio a las leyes su "certidumbre". Esta "certidumbre" era una ficción, desde luego conveniente y útil, pero
no dejaba de ser ficción, ya que no podía ocultar el carácter provisional del descubrimiento científico. Al fin
y al cabo, en la historia constaba que se había descubierto la falla de leyes científicas, sólo para ser
remplazadas por otras más nuevas y eficaces. La historia de la ciencia es una historia de teorías erróneas.
Para las ciencias sociales esto era alentador, pues su incapacidad para formular leyes, así fuesen de una
probabilidad solamente moderada, podía achacarse a la mucho mayor complejidad de los fenómenos sociales
en comparación con los de la naturaleza inanimada. Los fenómenos sociales también eran más difíciles de
medir con el tipo de precisión ya lograda en las ciencias naturales. Todo esto fue tomado como señal de que
la ciencia social positivista iba al menos por el buen camino al subrayar la creación de métodos más y más
refinados de investigación, y prestar menor atención a las cuestiones de la base teórica de las disciplinas.

La explicación correlacional de las generalizaciones

A este respecto, vale la pena observar que Karl Pearson, pionero de la biología matemática y uno de
los fundadores de las modernas estadísticas inductivas a principios del siglo XX, sostuvo que las leyes
precisas y prístinas de la ciencia son idealizaciones, productos de porcentajes y no descripciones del
verdadero universo, en el que están presentes todo tipo de "contaminaciones" (Pearson, 1911). Hasta en la
más avanzada de las ciencias naturales existe toda clase de factores que afectan la relación causal de interés.
El resultado es que los datos tienden a una variabilidad debida a errores de todas clases. Por consiguiente, la
distinción entre una relación causal, como queda expresada en una ley, y una correlación empírica entre
15
Popper (1959: 59). Para Popper la posibilidad de que una teoría fuese refutada por evidencia empírica era la que
determinaba la distinción entre las teorías científicas y las teorías no científicas. En su opinión, muchas de las teorías de
las ciencias sociales podrían volverse acientíficas.
16
Véase Nagel (1961) para un análisis de los lenguajes "teóricos" y "observacionales" de la ciencia. Esa fue una
concepción también empleada por Lazarsfeld.

15
variables, es totalmente espuria. Una declaración universal de una conexión causal es simplemente el límite
conceptual de la correlación, pero en el confuso mundo en el que se efectúan las investigaciones no
esperaríamos llegar a este límite debido al hecho de que es imposible excluir todo lo que pudiera afectar la
conexión causal de interés. En cambio, lo que esperamos son unas correlaciones sólidas, aunque no
perfectas. En este caso, y basándose en este argumento, falla la distinción entre la ciencia natural y la ciencia
social –que la primera trata de relaciones causales, y la segunda de correlaciones–, ya que todo lo que esto
refleja son las condiciones en que se pueden estimar los errores. En realidad, semejante interpretación
también pareció convenir al hecho de que, en contraste con la mayoría de las ciencias naturales, aunque no
con todas, y por buenas razones prácticas y éticas, era difícil lograr condiciones experimentales en la
investigación social. En su mayor parte, la investigación social debía efectuarse en el mundo "confuso" en el
que era extremamente difícil separar todos los factores potencialmente interactuantes y, por consiguiente,
poder especificar la envergadura de cualquier generalización putativa. Es decir, no podríamos precisar cuáles
casos serían determinados por la generalización y cuáles por otras generalizaciones. Existen muchos factores
que afectan, por ejemplo, el logro educativo, pero identificar cuáles de ellos son más importantes, cuáles
pueden ser los efectos interactivos entre los diversos factores, cómo otros factores desconocidos pueden
afectar la relación, en qué circunstancias se aplica la generalización, son, todas ellas, cosas difíciles de lograr
a falta de controles efectivos. Todo lo que podemos esperar, en términos de Pearson, son correlaciones
razonablemente sólidas entre los factores más importantes.
Quedaban otros problemas. Ya hemos señalado antes que el modelo hipotético-deductivo de la
explicación requería que la teoría se relacionara con el mundo por medio de reglas de transformación que
convirtieran algunos de los conceptos de la teoría en conceptos observacionales. Para ser verdadera o falsa la
teoría dependía –sin que importara la posición verificacionista o refutacionista popperiana– de los hechos del
mundo. El mundo era "externo" a la teoría; la teoría no le daba forma al mundo sino que sólo podía
responder a él. La importancia de un lenguaje de observación neutral estaba precisamente en esto, aunque la
idea de semejante lenguaje resultara inquietante. Las reglas de transformación también resultaron igualmente
reacias y se redujeron a lo que llegó a ser conocido como el "problema de la medición". 17

Generalizaciones nomológicas y generalizaciones empíricas

Entre las soluciones positivistas a este problema se encontraron diversos modelos de medición que,
suponíase, se aplicaban a los datos de la investigación social y a los contextos en que habían sido recabados,
como lo hemos analizado antes en relación con las variables y los índices. Una doctrina que ejerció gran
influencia fue el "operacionismo", el cual estaba fundamentado en la suposición de que las categorías
empleadas en la investigación empírica quedaban insuperablemente definidas en términos de las operaciones
empleadas para medirlas (véanse Bridgeman, 1927; Campbell, 1957). Por ello, según esta doctrina, el
concepto de IQ queda definido como la propiedad medida por las pruebas del IQ; conceptos similares, como
clase, posición, poder, autoridad, etc., quedarían definidos por los indicadores empleados al medirlos. Por
ejemplo, el concepto de clase podía medirse por la ocupación o por el informe de los interrogados sobre la
clase a la que creían pertenecer, o por su nivel de educación, etc. Tales medidas podían ser empleadas, y en
realidad lo son, en el análisis estadístico de los datos. Una vez más, el operacionismo encarnó una
concepción empirista de la naturaleza de los conceptos, que no correspondía a las esperanzas puestas en ella.
Una dificultad era que el operacionismo, como fue rigurosamente concebido, creaba agudos problemas de
validez. Aunque estrictamente hablando no se podía preguntar lo que una prueba medía en realidad, ya que
la medida era el concepto, sí surgieron cuestiones de validez. Por una parte, podía decirse que las diferentes
medidas de los fenómenos, como el IQ, estaban midiendo diferentes cosas, puesto que eran diferentes
medidas. De manera similar, las diferentes medidas de clase social o de posición social estarían midiendo
diferentes cosas. Sin duda ésta no era una situación satisfactoria, ya que a menudo las medidas tenían que ser
diferentes por muy buenas razones prácticas, y sin embargo los investigadores seguían deseando generalizar
a todos los ejemplos de los fenómenos, cualesquiera que fuesen, pese a tener que emplear diferentes
medidas. Por ejemplo los físicos, después de todo, miden la temperatura de muy diversas maneras, utilizando
toda una variedad de instrumentos, pero todas se ven como medidas de una misma propiedad. Asimismo,
hasta un débil operacionismo –es decir, uno que no afirme que los conceptos eran las propias operaciones de

17
Por ejemplo, así es como aparece en la obra de Blalock. Véase, entre estos, Blalock (1982).

16
medición sino que, en cambio, adoptara la doctrina como útil imperativo para guiar la investigación social–
conducía al problema de relacionar conceptos empíricos con conceptos teóricos. 18
Aunque los procedimientos de medición en buen número de las ciencias sociales son extremamente
refinados, como lo son los métodos del análisis cuantitativo de datos, sigue teniendo importancia la cuestión
de la pertinencia teórica de tales técnicas. 19 En su mayor parte fueron diseñadas para explotar el principio de
asociación o de correlación, muy en la tradición de descubrir generalizaciones empíricas, y su objetivo era
medir conceptos en un nivel lo bastante elevado como para satisfacer las suposiciones de las técnicas
correlacionales, creadas inicialmente en la genética, a principios del siglo XX. Aunque el uso de tales
técnicas ha dado por resultado cualquier número de generalizaciones empíricas, hasta hoy ninguna se ha
ofrecido como ley causal. La ciencia social ha producido todo un catálogo de asociaciones entre cualquier
número de variables; por ejemplo, entre clase y logro social, entre logro social y movilidad, entre clase y
elecciones al votar, entre clase y enfermedad mental, entre religión y elecciones de los votantes, entre el
grado de industrialización y la violencia política interna, etc.; casi demasiadas para poder enumerarlas. 20
Todas van de lo débil a lo fuerte y ninguna es perfecta, lo que se ha atribuido a diversos tipos de errores de
medición y a la dificultad de controlar todos los factores posibles. Y sin embargo, ¿a qué equivalen tales
generalizaciones? ¿Son "protoleyes" tomadas de disciplinas jóvenes e inmaduras que, sin embargo, podrían
servir como base para leyes más sólidas? ¿O son, simplemente, generalizaciones empíricas que describen
relaciones locales y temporalmente restringidas?
Abordemos primero la cuestión de la naturaleza de tales generalizaciones. Tales asociaciones
normalmente se derivan de una muestra de alguna población, y las medidas de asociación resumen las
relaciones entre las variables de tal muestra. En cualquier muestra podría producirse un número
indeterminado de tales asociaciones, entre todos los tipos de fenómenos heteróclitos que normalmente no
consideraríamos de gran interés. Por consiguiente, las asociaciones resumen las relaciones entre las variables
que parecieron de importancia suficiente para ser consideradas. Así, ¿cómo se llega a la decisión de qué
incluir dentro de un estudio, dado que es imposible incluirlo todo? El modelo hipotético-deductivo sugeriría
que la teoría dicta lo que se debe incluir, las variables que se deben examinar, las variables que se deben
controlar, etc. El propio Mill, aunque tan empirista como el que más, no negó la importancia de las hipótesis
como necesarias si se quería aplicar alguno de sus métodos de investigación y derivar consecuencias
verificables de las propias leyes. Más para Mill todas las hipótesis eran sugeridas por la experiencia y podían
ser verdaderas o falsas. Si aceptarnos esto, aún no queda claro cómo podría decirse que las asociaciones entre
variables pudieran ser teóricamente pertinentes. ¿Qué debemos hacer con una asociación o correlación que
no es perfecta? ¿Prueba o refuta una teoría? O bien, ¿debemos decir algo un poco más débil: que "presta
apoyo" o que "no es enteramente congruente con"? En realidad, por lo general la interpretación de tales
asociaciones es cuestión post hoc, a pesar de que nos inclinemos ante el hecho de que el modelo hipotético-
deductivo ha aprobado la prueba de la predicción. Todos los tipos de racionalizaciones, algunos más
plausibles que otros, pero muchos de ellos aun bastante plausibles, intervienen para hacer teóricamente
interesantes las asociaciones. La obra clásica de la ciencia social positivista, el estudio del suicidio hecho por
Durkheim, contiene muchas generalizaciones que resumen las correlaciones entre el matrimonio y el
suicidio, la vida urbana y el suicidio y más, mientras que el resto del análisis consiste en interpretaciones y
argumentos, muchos de ellos sagaces, ingeniosos y profundos, que elaboran razones post hoc, para explicar
qué había en los fenómenos correlacionados que condujo al suicidio. Lo que queda claro es que las
asociaciones entre variables no hablan por sí solas.
¿Pueden considerarse tales asociaciones como protoleyes? Una respuesta afirmativa a esta pregunta
parece difícil, pues lo que hasta aquí se ha dicho señala la conclusión de que ninguna generalización puede,
lógicamente, entrañar una ley. El hecho de que A siempre, hasta hoy, haya sido seguida por B no implica que
siempre será seguida por B. En realidad, no todas las declaraciones de la forma lógica "Siempre que A,
entonces B" pueden tratarse como leyes en el sentido requerido por la ciencia. Por ejemplo, las
"generalizaciones nomológicas" apoyan las declaraciones condicionales subjuntivas y contrafácticas
mientras que no lo hacen así las "generalizaciones empíricas". Por ejemplo, la ley sobre los efectos de los
solutos en el punto de ebullición de un líquido impone un condicional subjuntivo como "Si esta sal sólida se
disolviera en esta olla de agua hirviendo, entonces se elevaría el punto de ebullición." La ley, junto con
declaraciones acerca de las condiciones iniciales que afirman que la ley es aplicable en este caso particular,
18
Para un útil análisis véase Pawson (1989).
19
Tales preguntas no sólo son planteadas por los filósofos sino también por practicantes. Véanse, por ejemplo, Blalock
(1982) y Lieberson (1985).
20
Véase, por ejemplo, el compendio de "descubrimientos" que aparece en Berelson y Steiner (1967). Tal vez sea señal
de los tiempos el hecho de que, desde entonces, nadie haya intentado repetir este ejercicio.

17
nos permite hacer semejante declaración. De manera similar, apoya declaraciones contrafácticas como "Si
este pedazo de sal sólida se hubiera disuelto en agua –aunque no ocurrió así– se habría elevado el punto de
ebullición del agua"; en pocas palabras, las "generalizaciones nomológicas" o leyes nos permiten hacer
inferencias acerca de casos que no ocurren hoy, no ocurrieron en el pasado y pueden ocurrir o no en el
futuro. Declaran unas relaciones hipotéticas de conexión invariable, ya sea que las relaciones se hayan
ejemplificado realmente o no.
Ninguna de estas características se aplica a las generalizaciones empíricas. La generalización de que
todas las personas que hay en la habitación miden menos de 1.80 m no permite hacer la inferencia de que
cualquiera que entre en la habitación medirá menos de 1.80. Aunque siempre se haya sostenido buen número
de tales generalizaciones, en realidad, en todo tiempo y lugar, esto seguirá siendo, como dice Brown, "Un
feliz accidente y no una consecuencia de que exista una conexión similar a ley entre las propiedades en
cuestión o, más básicamente, que haya una teoría científica de la cual se pueda derivar la generalización. 21
Es decir, a falta de una teoría científica que impida la aparición de alguien de más de 1.80 m que entre en
esta habitación, no tenemos ninguna base para el tipo de inferencia que podernos hacer utilizando
generalizaciones nomológicas. Sin embargo, la cuestión consiste en saber si las generalizaciones empíricas o
las nomológicas son la clase de generalizaciones que producen los métodos de ciencia social del tipo de
Lazarsfeld.
Supongamos, por ejemplo, después de intensivos estudios de muestras de individuos, que
encontramos una alta correlación positiva entre el número de hijos de una familia y un mal desempeño
educativo. ¿Qué clase de generalización sería ésta? ¿Una "accidental" o empírica, o qué? Resulta difícil
decirlo, pues podría argüirse que fueron ambas cosas. En realidad, no es de esto de lo que se trata. Si
deseáramos aplicar la generalización para explicar por qué el pequeño Juanito, en la pobreza con 12
hermanos y hermanas, no lo está haciendo muy bien en la escuela, ésta bien podría ser la explicación. Pero,
¿basta? ¿Qué decir de otros factores que pueden desempeñar una parte? ¿Cómo sabemos que es el número de
hermanos el que causa su mal aprovechamiento, y no, por ejemplo, la mala escuela, la pasión de Juanito por
la pesca, su dislexia o cualquier otra cosa que pueda caracterizar la vida y las circunstancias de Juanito? En
pocas palabras, ¿podría deducirse el mal aprovechamiento de Juanito a partir de esa generalización? La
respuesta es: no, y por tres grandes razones. En primer lugar, en contraste con las leyes que se ofrecen en las
ciencias naturales, el requisito de si las condiciones permanecen constantes, en que se juzga la aplicabilidad
de la ley, en este ejemplo y en la mayoría de los ejemplos de la verdadera vida social, no ha sido
determinada... por decir lo menos. En segundo lugar, la falta de una teoría de la cual derivar la generalización
y –lo que es importante– junto con alguna declaración de las condiciones en que se aplicará la teoría,
significa que cualquier aplicación tendrá que ser determinada post hoc. Aunque los mecanismos que
intervienen aquí tienen plausibilidad intuitiva –por ejemplo, las familias numerosas significan menos tiempo
para estudiar, menos atención de los padres a cada hijo, rivalidad entre hermanos, etc.– este proceso ad hoc
no es precisamente lo que se esperaría de una teoría científica y de las observaciones que de ella pudieran
deducirse. Más aún, en realidad existe cualquier número de teorías que pudieran explicar el mal desempeño
de Juanito en la escuela, congruentes algunas de ellas con la generalización, pero muchas no tanto, y para las
cuales la conexión empírica entre el número de hermanos y el aprovechamiento escolar no tiene importancia.
En tercer lugar, dado que la generalización se hace a partir de muestras, todo lo que tenemos es una
generalización estadística, según la cual una propiedad (el número de hermanos) queda asociada con otra
propiedad (el aprovechamiento escolar) en una dirección y un tamaño particulares. De esto no se sigue nada
acerca de ningún ejemplo particular. 22 No se puede encontrar una conclusión deductiva, sino sólo una
inductiva. Las premisas erigidas sobre tales generalizaciones no pueden implicar lógicamente una conclusión
sino tan sólo darle apoyo.
A este respecto Lieberson nos ofrece un ejemplo esclarecedor. 23 Pregunta: ¿cómo se las arreglan los
investigadores sociales, utilizando sus métodos y modos de pensar, para estudiar la cuestión de por qué caen
los objetos? Visualiza un estudio, basado en una analogía con el tipo característico del estudio de

21
Brown (1973: 93). En las elecciones generales de Gran Bretaña en 1997 los encargados de las encuestas se
emocionaron mucho pensando que por entonces habían logrado hacer correctas sus predicciones de los resultados,
después de fallar en la lección anterior. Lo lograron después de hacer varios ajustes a sus métodos para tomar en cuenta
las tasas cambiantes de la revelación de las intenciones de los votantes y otros cambios sociales. Esta vez predijeron
sumamente bien el resultado de la elección, pero aún están batallando con generalizaciones empíricas, y no teóricas.
22
Robinson (1950) es un ejemplo clásico que identifica cierto número de "falacias ecológicas" que intervienen al hacer
inferencias acerca de individuos, a partir de datos acumulados.
23
Lieberson (1985: 99-101). También es importante observar que comprende que la investigación social es,
principalmente, investigación de estudios y análisis cuantitativo de datos.

18
investigación social en que el objetivo característico es explicar la varianza en la conducta de diferentes
ejemplos de los fenómenos (como las diferencias de logros educativos de individuos o de clases de
individuos). De este modo, en la analogía con la ciencia natural, se deja caer toda una variedad de objetos
desde una altura, sin beneficiarse de fuertes controles, como el vacío, condición, repetimos, que corre
paralela a la mayoría de las circunstancias en la investigación social, en que los controles, si existen, entran
post hoc en la etapa del análisis de datos. Si el tiempo que tardan los objetos en llegar al suelo difiere,
entonces la pregunta se vuelve: ¿cuáles características de los objetos determinan esta diferencia? La
resistencia del aire a falta de un vacío, y el tamaño y la densidad de los objetos, a primera vista afectan la
velocidad de la caída. Supongamos que estos factores, aun incluyendo a otros, tomados en conjunto explican
todas las diferencias de velocidad de la caída entre los objetos. 24 En el contexto de una investigación social,
la mitad de las veces se concluiría que debía llegarse a una completa comprensión del fenómeno, puesto que
ya se habían explicado todas las diferencias. Pero, desde luego, la idea de este ejemplo es que no habíamos
contado con la idea de la gravedad. ¿Qué estuvo mal? Como dice Lieberson, los datos sobre el fenómeno de
interés no necesariamente son aplicables a la cuestión de interés. Por ello, un análisis de la velocidad de la
caída de diversos objetos podría revelarnos por qué difieren en la velocidad de su caída, pero no por qué
caen. Lo que no tendríamos sería la capacidad de la teoría de la gravedad y su declaración de la constancia de
la tasa de aceleración de los objetos al caer, para enfrentarnos a muchas de las aplicaciones para las que se la
emplea.
Aquí una consideración importante, que ya encontramos en nuestro análisis de las ideas de Pearson,
y plenamente reconocida por Lazarsfeld, en su búsqueda de las ideas del análisis de variables, es el carácter
no experimental de la investigación social. Sin la capacidad de hacer eficazmente suposiciones, si las
condiciones permanecen constantes, acerca de los efectos de factores no deseados, identificar relaciones
causales en que siempre está presente la "contaminación" por diversas influencias probablemente le
presentará dificultades fundamentales a los investigadores positivistas. Como ya se ha dicho antes, en el
análisis de las variables normalmente se emplean controles en la etapa del análisis de datos, por ejemplo,
comparando unidades en las estadísticas de algunas características para ver cómo, dado que esas
características son las mismas, difieren de otras características; el objetivo es ver cuánto de la variabilidad de
los valores de la variable dependiente queda explicado por una o más de las variables independientes.
Asimismo, como ya se dijo, para Pearson y sus afines esto es enteramente el problema, a saber, encontrar las
variables que explican la mayoría pero no toda la varianza. Para él simplemente no tiene objeto tratar de
sumar las causas hasta que se haya explicado toda la variación. La eliminación completa de la variabilidad en
la observación del mundo real es una quimera. Lo único que importa son las variables sumamente
correlacionadas. 25

EL POSITIVISMO Y LA TEORÍA

La concepción positivista del conocimiento científico, con su hincapié en la observación y en el


método empírico, con relativo descuido de la teoría, resulta ser una mala caracterización de la lógica de la
ciencia natural a la que supuestamente rinde homenaje. Esto no es decir que la observación y el método
empírico carezcan de importancia en la ciencia natural o en cualquier otra ciencia, aunque el positivismo tal
24
Esto presupone que podríamos explicar todo lo que se conoce como la varianza, estadísticamente definida, en la
investigación social. Sería algo sin precedentes. Lieberson saca algunas conclusiones devastadoras acerca de la
capacidad de la investigación social no experimental para realizar sus ambiciones de predecir explicaciones que
teóricamente fuesen pertinentes.
25
Por desgracia para este tipo de concepción, tiene varias graves fallas técnicas, aparte de las sugeridas por el ejemplo
de Lieberson. Turner (1987) señala, por ejemplo, que ni la metafísica subyacente en esta concepción de la investigación
social ni las técnicas estadísticas utilizadas para aplicarla toman en cuenta que las teorías quedan subdeterminaclas. No
sólo no hay un objetivo alcanzable de la eliminación completa de la variabilidad sino que habitualmente hay más de una
manera de añadir o de combinar variables hasta llegar al punto de redundancia, suponiendo que esto sea capaz de
arribar a una definición plausible, sin tomar en cuenta el hecho de que hay más de una elección acerca del modo en que
se pueden medir las variables. Turner indica que no se puede mantener una relación lógica entre pretensiones teóricas y
generalizaciones basadas en datos estadísticos, en gran parte por causa de la suposición acerca del orden de las
variables, el hecho de que estén completas, su linealidad u otras cosas, y su independencia, esencial todo ello para las
matemáticas de la modelación estadística, y que siempre hará que las generalizaciones estén relacionadas con
suposiciones. Sin embargo, esto no equivale a decir que las condiciones de una ley, por ejemplo las leyes de Newton, se
apliquen en un vacío a baja velocidad, sin una presión significativa de la luz, etc. Pero se sabe que éstos son factores
mensurables, y no suposiciones que haya que hacer para aplicar modelos estadísticos.

19
vez tendiera a convertirlas en fetiches. El problema se encontró en la forma en que el positivismo trató la
teoría y las generalizaciones teóricas con su conexión con lo empírico. De acuerdo con la versión positivista,
los fundamentos del conocimiento científico han de encontrarse en la relación sistemática y persistente de lo
observable con lo observable. 26 Es un sistema de prueba y error, y no por ello pierde eficiencia. En contraste,
el racionalismo subraya la conexión lógica de la idea con la idea, como es característico en la lógica, en las
matemáticas y en algunos sistemas metafísicos de pensamiento. La ciencia comparte características de
ambas, pero de una manera muy distinta de la propuesta por el positivismo. En realidad, la ciencia se interesa
principalmente por producir explicaciones teóricas de conexiones empíricas pero no –al menos no de manera
sencilla– como relación de lo observable con lo observable. Podríamos decir que sus explicaciones teóricas
son más racionalistas que empiristas, y en las más avanzadas de las ciencias naturales consisten casi
exclusivamente en formulaciones matemáticas. Los conceptos de las teorías reciben su relieve empírico a
través de la abstracción mediante la cual se seleccionan propiedades de objetos empíricos y se las conecta
racionalmente dentro de un marco teórico. La fuerza del anterior ejemplo, tomado de Lieberson, es que los
métodos de la ciencia social no pueden simplificar suficientemente sus problemas para poder formular leyes
definitivas. Para volver a emplear el mismo ejemplo, no pueden abstraer las propiedades pertinentes de los
"cuerpos que caen" haciendo suposiciones, en este caso, acerca de un vacío perfecto en que los objetos están
cayendo, y aportando así las condiciones necesaria para la matematización de la teoría. 27
Una explicación científica utiliza conexiones teóricas determinativas, y no conexiones interpretadas
como declaraciones causales generales, como lo quería el pensamiento positivista. Pero esto es lo
determinante de la conexión racional. Como ejemplo (Willer y Willer, 1973: 16) una relación entre el clima
frío y la ruptura de radiadores de autos puede establecerse fácilmente por medio de métodos empíricos. En
semejante caso, la conexión se precisa como resultado de repetidas observaciones y, como diría Hume, por
hábito. Semejante explicación, valiéndose de la conexión empírica entre radiadores rotos y clima helado,
puede ser adecuada para su propósito, especialmente si el objeto es evitar que se rompan los radiadores de
los autos. En cambio, una explicación científica podría empezar con la idea de que, con perfecta elasticidad,
tensión es igual a esfuerzo. Se haría entonces un intento por determinar un valor para el límite de elasticidad
del radiador, midiendo la cantidad de fuerza aplicada antes de que el radiador se rompa. Al medir la
temperatura del aire y del agua la noche en cuestión, podemos determinar el punto en que el agua se
congelaría, produciendo hielo suficiente para aplicar la fuerza que llevaría la resistencia del radiador hasta su
límite; una fuerza superior a este límite quebraría el radiador. En este caso estamos aplicando una ley, una
afirmación de identidad, en que la fuerza es igual a la tensión en condiciones de perfecta elasticidad de un
objeto. El propósito de la ley es derivar una medido del límite de presión, y comparar con tal límite la
presión calculada en el momento de la ruptura. En la medida en que el valor del límite de presión fue
determinado por un cálculo de la presión, es difícil ver cómo se podrían refutar las leyes en semejante
aplicación. No habría sido posible llegar empíricamente al cálculo exacto de un límite. Aun cuando la
temperatura se habría podido medir con tanta exactitud como aplicando métodos empíricos, y hacer la
generalización de que cuanto más frío haga más probablemente se romperá el radiador, esto no daría por
resultado el cálculo de un límite. Puede resultar en una distribución de la probabilidad, pero esto no nos
revelará si el radiador se romperá o no. La ley científica puede señalar una condición mensurable en la cual
ocurrirá esa rotura; una generalización empírica sólo nos dirá que la rotura tiene una cierta probabilidad.
Antes ya se observó que la explicación positivista de los modos en que trascendían los ejemplos
particulares fue deficiente. En efecto, propone un proceso de aplicar un nombre a un conjunto de propiedades
similares, para formar una categoría particular: un Volkswagen sedán pertenece a la categoría general
"automóvil", John Hughes a la categoría "varón", Charis Hughes a la categoría "hija", etc. Luego, esas
categorías se relacionan con otras categorías empíricas por medio de métodos como las correlaciones. La
ciencia, por su parte, trasciende los casos particulares, como ya se dijo, por abstracción; es decir, por un
proceso de selección, y no por la suma de características similares. En realidad, los fenómenos de
observación abstraídos de esta manera pueden tener poca similitud obvia entre sí. Las bolas de billar no son
como los cohetes; pero podrían ser conectadas de modo abstracto con los conceptos de las mismas leyes del
movimiento.

26
Esto es uno de los rasgos distintivos de la mayor parte de las formas del empirismo y se encuentra en muchas
actividades diversas, desde la magia primitiva hasta la tecnología moderna. Véase Willer y Willer (1973: 16).
27
El proceso, desde luego, es más complicado que esto, y no toma en cuenta los años de paciente trabajo que sentaron
la base de la idea. Pero recuérdese que nuestro análisis, aquí, es acerca de la lógica de la explicación científica, y no de
la práctica de la ciencia. Se sabía de los "cuerpos que caen" antes de que Newton propusiera la teoría de la gravedad.
Para él la cuestión era explicar por qué caen los cuerpos.

20
El significado de los conceptos abstraídos no se deriva de la similar apariencia de los objetos sino de
su relación con otros conceptos en la teoría. En efecto, el proceso de abstracción es una de las observaciones
conceptualizadoras, de tal modo que se las pueda relacionar deterministamente con otros conceptos. Al punto
se ofrece como marco conceptual de la teoría un universo potencialmente infinito. La conexión racional entre
los conceptos de una teoría no es como una conexión causal. Bien podemos emplear la relación d = vt
("distancia" igual a "velocidad" multiplicada por "tiempo"), y utilizarla para construir velocímetros, medir
distancias recorridas, calcular cuánto tiempo necesitaremos para llegar hasta Guadalajara, etc., pero no
observamos la distancia para descubrir si en realidad es una velocidad multiplicada por el tiempo; vt nos dice
lo que es la distancia en términos de tiempo y de velocidad.
La abstracción en la ciencia va y viene entre el nivel empírico y el teórico, exponiendo y agudizando
la gama de aplicación y su poder explicativo. Es cuestión de establecer un isomorfismo entre términos
teóricos que, por su naturaleza, son inobservables, y los observables empíricos. Esto se puede facilitar
mediante la manipulación en condiciones de laboratorio, fijando condiciones empíricas y variando el modelo
que convenga al caso empírico, etc. En lo tocante al proceso de abstracción, y en contraste con el caso de las
generalizaciones, no hay dificultad acerca de cuán similar es lo similar, puesto que la teoría y su(s) modelo(s)
son constructos o invenciones mentales deliberadas para adaptar y traducir la teoría a fin de aplicarla a casos
particulares. En realidad, las teorías pueden aplicarse a un gran número de casos, así como la ley de los
cuerpos que caen se aplica a todo lo que cae o vuela. No ocurre así con las generalizaciones empíricas. La
falta de éxito en el caso de una teoría no significa que la teoría fuera falsa; puede indicar más bien un límite
para su alcance, o que se ha cometido un error al abstraer. 28
En esta visión de la explicación científica se encuentra una concepción muy diferente de la medición.
Para el positivista la medición es, efectivamente, cuestión divorciada de la teoría. Por lo tanto, el llamado
"problema de la medición" en la ciencia social se ha visto casi siempre como un esfuerzo por tratar de poner
en escala todo tipo de variables, desde las macroestructurales hasta las afectivas, intentando darles el tipo de
precisión y exactitud que se consideran características de la medición en la ciencia. 29 Se dedicó mucha
energía a formar "índices" para los conceptos teóricos, con el objeto de conectar la teoría con el mundo
empírico de las cosas observables mediante el uso de técnicas esencialmente empíricas. Sin embargo, según
la visión abstractiva de la conexión de la teoría con los hechos observables empíricos, es la medición la que
da su interpretación empírica a un concepto teórico. La medición ordena los datos, y no a la inversa, y es, en
gran parte, consecuencia de la teoría. Por ejemplo, la "longitud" en una teoría científica tiene un significado
puramente teórico determinado por los postulados y las leyes de la teoría. Los conceptos que se miden son
elegidos a consecuencia de estos postulados y leyes y pueden ser empíricamente interpretados de muy
distintas maneras, de acuerdo con las circunstancias. La aplicación de una teoría a una vasta gama de
fenómenos hace surgir muy diversas interpretaciones empíricas. Como lo ha señalado Pawson, en la ciencia:

el objetivo de la medición es encarnar dentro de un instrumento los principios derivados de la ciencia


teórica. De este modo, la instrumentación se ve como rama de la ingeniería y la ingeniería no es más
que la aplicación de las leyes, teorías, hipótesis y principios de la física teórica [...] la incorporación
de la teoría en el dominio observacional no es considerada como un problema sino como la
verdadera justificación de la medición [Pawson, 1989: 106-107].

Por ejemplo, se puede medir la temperatura empleando un simple termómetro de mercurio o, con
objetos muy fríos, por medio de la resistencia de una corriente eléctrica. En ambos casos la medición es
resultado directo de las leyes de la termodinámica aplicadas a diferentes dominios: la expansión de los
líquidos en un caso, y la conductividad eléctrica en el otro. La medición de un carácter científico riguroso es
imposible sin una teoría rigurosa que especifique la estricta relación matemática existente entre los
conceptos.

28
El advenimiento de la teoría de la relatividad de Einstein y la mecánica cuántica en física, por ejemplo, no han
refutado la teoría de Newton sino, más bien, indicado su alcance, es decir, su restricción a la baja velocidad de la luz y
en distancias relativamente cortas.
29
Duncan (1984) tiene mucho que decirnos sobre la llamada exactitud de la medición en las ciencias físicas y, con
mayor extensión, sobre los esfuerzos de las ciencias humanas por emularlas. Durante los decenios de 1930 y 1940 se
dedicó considerable esfuerzo, principalmente entre los psicólogos, a lo que se conoció como la "teoría de la medición",
la cual trataba la medición como si fuese una lógica "que se sostenía por sí sola", independiente de consideraciones
teóricas. Véase, por ejemplo, Torgerson (1958); Stouffer (1962) contiene escritos de uno de los principales iniciadores
de este movimiento.

21
Si las ideas que acabamos de resumir son correctas, debemos descartar la visión positivista del
conocimiento científico. Subrayaba algunos aspectos de la ciencia, en particular su carácter empírico, al
precio de no ver la significación de otros, especialmente de la teoría. La ciencia es empírica pero también es
profundamente teórica; en realidad, tal vez podría establecerse un argumento más convincente de que la
ciencia está más interesada en la teoría que en lo empírico. Las leyes, que eran objetivo a la vez del
positivismo y de la ciencia, no son generalizaciones empíricas causales, sino declaraciones racionalmente
conectadas. Cierto es que en su infancia algunas ciencias bien pueden proceder de manera más empírica
correlacionando hechos observables con otros hechos observables, pero si se quiere que haya progreso las
cosas no terminarán allí. El positivismo sospechó que la conexión racional podía ser más importante de lo
que quisieran algunos de sus partidarios y, por ejemplo, el modelo de explicación hipotético-deductivo fue
un intento por racionalizar la importancia de la lógica y de las matemáticas, pero firmemente dentro del
marco empirista.
Sin embargo, aunque bien puede aceptarse que la visión positivista de la ciencia estuvo mal
concebida, esto no es decir que los métodos que autorizaba como propios de la ciencia social también sean
enteramente inútiles. Bien puede ser que no sean científicos, ya sea en el modo en que el positivismo los
interpretaba o, en realidad, en términos de la opinión que acabarnos de esbozar, pero esto no implica que
carecieran de todo objeto como forma de conocimiento. En cambio sí implica que no podemos salir del paso
tan fácilmente otorgando a esos métodos la categoría de parangón científico, que no tienen.
Se ha dicho, y desde muy diversos enfoques, que el esfuerzo por emular la ciencia natural y, para el
caso, la más avanzada de las ciencias naturales, es prematuro, dado el actual desarrollo de las ciencias
sociales. Por ejemplo, el empleo del modelo de explicación hipotético-deductivo bien puede no ser útil dadas
las condiciones especiales de las que depende: un conocimiento sólido, una capacidad de mantener factores
constantes ajenos a la relación de interés, claras conexiones deductivas con la teoría general, etc., y por
consiguiente, en la actualidad las ciencias sociales deben contentarse con formas "menores" de explicación.
Al fin y al cabo la historia funciona bien con "explicaciones genéticas", interesadas por mostrar cómo
ocurrieron ciertos acontecimientos y sin hacer ninguna referencia explícita a las leyes como tales, sino por el
despliegue de una narración explicativa. 30
También es posible reconocer que hay más maneras de ser científico de lo que aceptaría el
positivismo, y que no es posible tratar las ciencias sociales como si fuesen ciencias naturales inmaduras, sino
que son claramente diferentes y, por lo tanto, necesitan seguir una lógica de explicación diferente. Esto fue,
en términos generales y como lo veremos en el capítulo v, el centro de los debates ocurridos en Alemania a
partir de finales del siglo XIX.
Éstas son, obviamente, cuestiones importantes, algunas de las cuales serán abordadas más
directamente en capítulos ulteriores. De momento, procede sacar una o dos conclusiones preliminares. Una
implicación es que la versión positivista de la autoridad intelectual de los métodos de la ciencia social es
deficiente, al igual que algunas de las afirmaciones hechas en nombre de esos métodos. En la medida en que
tales métodos producen generalizaciones empíricas, se verán sometidos al tipo de limitaciones lógicas que
hemos analizado. Pero, reiterando, esto no es decir que tales generalizaciones carezcan de interés.
También hay implicaciones para las interpretaciones de la naturaleza de la teoría científica social,
que en su mayor parte se vuelven menos que científicas. Aun dentro de un marco positivista, la relación de la
teoría con los datos resultó problemática. Suponíase que, para ser verdad, la teoría dependía de los "hechos"
del mundo que eran externos a la teoría misma. La teoría no le daba forma al mundo, pero respondía a él. La
importancia atribuida al desarrollo de un lenguaje de la observación que fuese neutral ante las teorías
radicaba precisamente en esto. Sin embargo, muchas de las candidatas a teorías en la ciencia social fueron y
siguen siendo rechazadas por motivos extraempíricos. Por ejemplo, durante los sesenta, el gran debate
teórico en la sociología fue entre las teorías del conflicto y el funcionalismo. El funcionalismo fue atacado
porque parecía desconocer el hecho del conflicto en la vida social, mientras que uno de sus principales
objetivos era examinar las causas y consecuencias del conflicto dentro de un marco de conceptos que
subrayaban la naturaleza sistemática de la sociedad. Sin embargo, cada bando del debate hablaba sin
escuchar al otro. Estaba en juego algo distinto de la categoría científica de las respectivas posiciones teóricas,
lo cual tenía mucho que ver con lo que las connotaciones de conceptos como "conflicto", "estabilidad", etc.,
llevaban consigo acerca de acontecimientos y procesos familiares en las sociedades históricas. Más vale ver
esos debates como riñas sobre cómo debería verse al mundo social, poco relacionadas en realidad con el
valor científico de tales teorías. Esto nos lleva a otro punto general acerca de la teoría científica social, que
analizaremos más completamente en el próximo capítulo.

30
Pero véase Nagel (1961) para otro concepto de la explicación histórica.

22
El positivismo, con su insistencia en la idea de un lenguaje de observación neutral, generalización
empírica, etc., se mostraba renuente a preocuparse por el origen y la fuente de las teorías. Esto queda
ilustrado por la relativa falta de interés hacia la cuestión del descubrimiento científico, que fue relegada a la
posición de aspecto secundario, fuera de toda preocupación filosófica seria. De mucho mayor importancia
era la cuestión de verificar las teorías, una vez formuladas. El descubrimiento de teorías era cuestión de
conjetura de parte de los científicos y su imaginación, fantasía, inducción y especulación, pero ciertamente
quedaba más allá de la descripción lógica formal. Se sostuvo que lo que podría describirse como proceso
lógico era la confirmación y prueba de las teorías. En esa medida las teorías habían de apegarse a ciertas
normas formales para ser capaces de ser probadas contra los "hechos" del mundo. Sin embargo, aunque esta
insistencia habría podido parecer excusable o justificable en conexión con las teorías de la ciencia natural, lo
resulta bastante menos con referencia a las ciencias sociales. El concepto mismo de un ámbito de la
investigación, fuese sociología, economía, física, química, historia o cualquier otra cosa, presupone cierto
esquema conceptual que ordena el mundo como preludio a la observación de los hechos pertinentes. Por
ejemplo, esto fue lo que Durkheim insistió en establecer, a saber, la distintividad conceptual de la sociología
como disciplina autónoma con su propio dominio de hechos, hechos que cobran importancia y significación
porque son distintivamente sociales. En otras palabras, el ordenamiento conceptual necesario para identificar
una especie de hechos empieza a desafiar la idea de que la observación es, exclusivamente, una cuestión
neutral en términos teóricos. Sugiere que el conocedor es constituyente activo de la construcción del
conocimiento. Según esta opinión, las teorías científicas se vuelven como invenciones activamente dedicadas
a crear una realidad, y que no aguardan en forma pasiva su sustanciación por los hechos del mundo exterior.
En realidad, gran parte de la teoría científica social queda subdeterminada por los hechos del mundo social,
en el sentido de que no es concebible un "experimento estratégico" que pudiera decidir entre ellos. Antes
bien, más vale considerar tales teorías como esquemas conceptuales que estipulan y hasta legislan lo que
puede ser el dominio del hecho.
Una última observación. Aunque se ha mostrado que la concepción positivista de la ciencia tiene
graves fallas, esto no equivale a decir que las ciencias sociales no pueden ser científicas según otra
interpretación de la ciencia. Habrá que enfrentarse a esta cuestión, pero antes de hacerlo es necesario poner al
día algunos de los debates acerca de la naturaleza de la ciencia.

23

También podría gustarte