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En esta clase vamos a trabajar sobre los fundamentos y características del pensamiento
positivistas y el problema que se plantea sobre la observación como única garantía de la ciencia.
● Comprender los límites del modelo especular respecto de la observación como garantía de
la objetividad en la ciencia;
El pensamiento positivista
El pensamiento moderno surge en el siglo XVI en oposición a las ideas respecto del origen
religioso del conocimiento poniendo en el centro el ser humano, su razón y sus sentidos para
conocer el mundo. Como una proyección de estos supuestos se desarrolla y extiende a partir de la
segunda mitad del siglo XIX un pensamiento filosófico, el positivismo, que propugna que el
conocimiento verdadero es el conocimiento científico. De este modo, el conocimiento científico se
distingue del conocimiento religioso y de la especulación metafísica, por rechazar las nociones a
priori, los conceptos y las creencias que no hayan sido comprobadas por medio de la experiencia.
El positivismo se basa en el supuesto de que los hechos empíricos son los que fundamentan el
conocimiento.
Los filósofos de la época analizaron los principios del conocimiento humano a partir de repensar el
lugar de la naturaleza y del ser humano. Uno de sus principios centrales era que la naturaleza se
regía por leyes estables, y que estaba en permanente equilibrio. Así, la vida de los seres humanos
debía regirse por las leyes de la naturaleza, y estas leyes podían descubrirse y hacerse inteligibles
a los seres humanos a partir del uso de la razón para desentrañar el sentido de las mismas. Así, la
producción del conocimiento debería orientarse hacia el descubrimiento de la lógica de
funcionamiento del mundo natural, utilizando la razón y el método científico. Las ciencias básicas,
la física fundamentalmente proporcionaron los modelos explicativos para todos los ámbitos de
producción de conocimiento. Un rasgo generalizado del positivismo en sus diferentes expresiones
es el reduccionismo, esto se refiere a buscar las explicaciones de los fenómenos de determinadas
esferas del saber a partir de las formulaciones de otras esferas de niveles más sencillos de
complejidad. Por ejemplo, explicar los fenómenos biológicos a partir de la física; o los fenómenos
sociales a partir de fundamentos biológicos. Esta perspectiva reduccionista en la explicación
traerá consecuencias en el desarrollo del conocimiento científico que aún perduran.
El positivismo constituye no solamente una concepción de la ciencia sino además una ideología
que complementa desde el nacimiento del capitalismo el desarrollo de la modernidad. El
positivismo responde a dos demandas sociales: por un lado la necesidad de liberar las ciencias
de la metafísica y por el otro la necesidad de encontrar un nuevo ideario que legitime el
establecimiento de un nuevo poder. Es decir, que la legitimidad de un determinado orden social –
económico – y político, el capitalismo, debía fundarse en una nueva razón, la razón de la ciencia
que viene a reemplazar a la razón de Dios, como fuente de legitimidad del poder.
El cientificismo fue otra de las características del pensamiento positivista, es decir que se asumió
que la ciencia occidental era la única forma válida de explicar la realidad, invalidando y/o
subalternizando otros tipos de conocimientos.
Esta concepción acerca de la forma en que se produce ciencia es la que Martínez Miguelez (2004)
denomina “modelo especular”. Según este autor esta forma de pensar la ciencia sostiene que
existe una realidad fuera de nosotros, externa, que está plenamente acabada y que a través de
nuestro aparato cognitivo podemos reflejarla tal cual es. Desde esta perspectiva, ser “objetivo” es
copiar bien la realidad sin deformaciones, y la “verdad” sería la correspondencia entre nuestra
imagen interior con la realidad que representa.
La ciencia moderna en su versión positivista se propuso lograr plena objetividad (en este sentido),
absoluta certeza y verdades incuestionables, y para ello se apoyaron en el análisis de las
percepciones de origen sensorial como fuente de conocimiento verdadero; por ello se los
denominó también empiristas. Estos filósofos del conocimiento consideraban que solamente
aquellos postulados verificables empíricamente serían aceptados en el cuerpo de la ciencia, que
la única relación verificable sería la de causa y efecto, y que los términos fundamentales de la
ciencia debían representar entidades concretas, tangibles, mensurables y verificables; de lo
contrario estaríamos frente a palabras sin sentido y conceptos vacíos. Esto explica también el
énfasis del positivismo en los sistemas de medición y en las formas de cuantificación para la
medición de los datos (Martínez Miguelez, 2004).
En su libro Chalmers (2000) nos plantea una pregunta: ¿qué es esa cosa llamada ciencia? y a
partir de allí va a ir dando distintas respuestas que van a ubicarnos fundamentalmente en las
características centrales de la ciencia moderna. ¿Cuál es la característica central que diferencia al
conocimiento científico de toda otra producción de conocimiento? El autor nos llama la atención
respecto a que “la ciencia goza de una alta valoración. Aparentemente existe la creencia
generalizada de que hay algo especial en la ciencia y en los métodos que utiliza. Cuando a
alguna afirmación, razonamiento o investigación se le da el calificativo de "científico", se pretende
dar a entender que tiene algún tipo de mérito o una clase especial de fiabilidad. Pero, ¿qué hay de
especial en la ciencia, si es que hay algo? ¿Cuál es este "método científico" que, según se afirma,
conduce a resultados especialmente meritorios o fiables? Chalmers sostiene que la visión común
de la ciencia -esa que se corresponde con nuestro sentido común o de ´conocimiento natural´- y la
visión positivista de la ciencia coinciden en considerar que “lo específico de la ciencia es que
deriva de los hechos en vez de opiniones personales”.
Es decir, se va a detener entonces en el análisis de los argumentos que sostienen que la actividad
científica supone que los hechos observables a través de la experimentación, que pueden ser
verificados por cualquier otra persona que siga los pasos del método científico, va a llegar a la
verdad. El eje en el que este autor se detiene es en la relación entre hechos, observación, teorías
y verdad.
Es aquí donde Chalmers propone que reflexionemos sobre el acto de mirar. Siendo la observación
uno de los sentidos más utilizados, este autor se detiene a analizar esta actividad humana que,
para la ciencia moderna, resultó ser la clave para afirmar que todo lo que se observa
desprejuiciadamente, nos lleva a la verdad de las cosas. Cuando decimos desprejuiciadamente,
nos referimos a no apelar a un juicio previo sobre aquello que vamos a conocer, es decir, a utilizar
la observación cual si fuéramos una máquina fotográfica.
El análisis de Chalmers tiene como trasfondo las siguientes preguntas: ¿todo lo que se observa
desprejuiciadamente nos lleva a la verdad de las cosas? ¿Es posible el uso desprejuiciado de los
sentidos? Para construir respuestas, el autor nos propone una serie de ejemplos a partir de los
cuales podemos volver a pensar sobre el acto de mirar y replantearnos sobre qué es aquello que
vemos cuando miramos. A través de su análisis Chalmers nos ayuda a comprender que el mirar
es una actividad que se aprende, es decir, mirar depende de una serie de factores de los cuales,
por más que quisiéramos, no podemos desprendernos: las expectativas, los conocimientos
previos, el ámbito cultural en el que crecimos, el estado interno de nuestras mentes; entonces: ¿la
observación resulta ser la clave de la verdad del método científico? Veamos el planteo en las
palabras del autor:
Chalmers, Alan (2000). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? México, Madrid. Siglo XXI
editores. Introducción y fragmentos capítulo 1
Uno de los componentes de la visión común de la ciencia y el positivismo sostiene que “los
hechos constituyen un fundamento firme y confiable para el conocimiento científico”. Y, si una de
las características de la ciencia es la proposición de leyes generales, entonces se plantea la
necesidad de dar cuenta de qué forma a partir de hechos particulares se puede llegar a
afirmaciones generales. Sobre esta cuestión se ha discutido largamente, veremos a continuación
uno de estos debates, identificando dos posiciones tradicionales dentro del positivismo, sobre el
quehacer científico.
1
La Epistemología es una disciplina que se ocupa de estudiar la ciencia. En particular, cuáles son las características
del conocimiento que proporciona y de qué manera lo elabora.
particulares. Tomemos un ejemplo provisto por Chalmers (2000): Supongamos que un científico se
propone estudiar el comportamiento de los metales en diferentes circunstancias. De acuerdo con
el inductivismo, el aludido científico debe comenzar su investigación consiguiendo algún metal
(caso particular). A continuación, puede someter dicho metal a una temperatura elevada y percibir
si sufre alguna modificación (observación). Desde luego, una vez realizada semejante acción, el
investigador tiene que anotar el resultado al que arribó para que no quede en el olvido. Por cierto,
es fácil imaginar qué escribió en su libreta:
“El metal 1 se dilató al ser calentado”
A esta frase se la denomina “enunciado observacional” porque su verdad o falsedad puede ser
establecida, precisamente, a partir de la observación. En nuestro ejemplo, se trata de una
proposición verdadera porque se corresponde con lo que, en efecto, ocurrió en la realidad
(Chalmers, 2000).
Ahora bien, según el inductivismo, el quehacer científico no termina aquí. La razón de ello es
sencilla. Al igual que Sabino (1996), los defensores de esta corriente sostienen, como enunciamos
más arriba, que el conocimiento científico se caracteriza, entre otras cosas, por la generalidad. De
modo que la meta de dicho quehacer no puede residir nunca en brindar información sobre un solo
caso sino en proporcionar un saber acerca de todos los que componen una misma especie.
Si, como ocurre aquí, el científico constata que todas las experiencias condujeron a un mismo
resultado, podrá concluir:
A esta frase se la denomina “enunciado universal” porque refiere al conjunto de casos incluidos en
una misma especie. El proceso de obtención del conocimiento científico habrá finalizado cuando
el científico logre formular proposiciones de tal índole. Por lo demás, recién entonces se
encontrará en condiciones de realizar predicciones. Dado que ha probado que “todos los metales
se dilatan al ser calentados”, cada vez que se tope con un nuevo metal, no le será difícil anticipar
que de igual forma reaccionará si aumenta la temperatura. La posibilidad de predecir se basa en
la creencia de que la realidad es regular, es decir, en la idea de que ella tiene un orden que hace
que siempre se comporte de la misma manera.
De acuerdo con el inductivismo, semejante camino, originado en la observación de casos
particulares y culminado en la formulación de enunciados universales (que, articulados con otras
proposiciones, conforman una teoría), debe ser tomado para conocer no sólo el comportamiento
de los metales sino también el de cualquier fenómeno. En otras palabras, es el recorrido que
permite que cada vez sepamos más acerca del mundo. En ese sentido, garantiza el progreso
científico, entendido como un mayor acercamiento a la verdad.
El falsacionismo, por su parte, brinda una respuesta diferente a la pregunta por la manera en que
se obtiene el conocimiento científico. Para la exposición de la postura perteneciente a esta
segunda corriente epistemológica, resultará conveniente retomar el ejemplo del estudio del
comportamiento de los metales en diversas circunstancias. La variedad de condiciones a la luz de
las cuales puede ser analizada la reacción de tales elementos es inmensa. La temperatura
constituye apenas una de ellas. Pero existen muchas otras. En principio, nada impide al científico
evaluarla según el color de las medias que lleve puestas (Chalmers, 2000). De modo que un día
abordará un metal específico con medias rojas y, al día siguiente, se pondrá medias celestes para
ver si se produce alguna alteración en ese mismo metal. Sin embargo, nunca se le ocurriría hacer
semejante cosa ¿Por qué? Porque es una pérdida de tiempo: bien sabe él que el comportamiento
de los metales no está relacionado con el color de la ropa que tenga quien lo investigue. Por más
obvio que parezca esto, nos llama la atención sobre algo que el inductivismo pasa por alto: que no
podemos percibir sin un conjunto de ideas que establezcan hacia dónde es relevante dirigir la
mirada y hacia dónde no; que no hay observación sin teoría. Por tanto, aquella no puede ser el
punto de partida del conocimiento.
Ahora bien, el falsacionismo plantea una segunda crítica al inductivismo. De acuerdo con aquel,
los enunciados observacionales, referidos a casos particulares, no constituyen una prueba
concluyente de la verdad de un enunciado universal, concerniente a la totalidad de elementos
incluidos en una misma especie, a pesar de que el científico haya recabado la información
necesaria para formular un gran número de proposiciones del primer tipo. El motivo de esto radica
en que el enunciado universal alude a una cantidad potencialmente infinita de casos, por lo que
siempre afirmará más de lo que el investigador haya podido comprobar. Por más que el científico
haya observado un millón de metales y haya constatado que todos ellos se dilatan al ser
calentados, tamaño volumen de experiencias no asegura que el siguiente metal se comporte de la
misma manera cuando sea sometido a altas temperaturas. De modo que la proposición “todos los
metales se dilatan al ser calentados” jamás hallará un fundamento firme. En cambio, lo que, según
el falsacionismo, puede probarse de manera concluyente no es la verdad sino la falsedad de un
enunciado universal. Alcanza con que aparezca un solo metal que no se dilate al ser calentado
para refutar la proposición que sostiene que todos reaccionan de igual forma ante elevadas
temperaturas.
De las dos críticas comentadas recién surge la postura falsacionista. Si, como afirmaba la primera
de ellas, no hay observación sin teoría, entonces el proceso que conduce a la obtención de
conocimiento científico debe empezar con la formulación de una teoría. Uno de los máximos
exponentes de esta corriente epistemológica, Karl Popper, concibe aquélla como un conjunto de
hipótesis, es decir, de conjeturas, de presuposiciones, de afirmaciones tentativas, que pueden
asumir la forma de enunciados universales. Volviendo a nuestro ejemplo, el científico comenzará
su labor, no examinando metales singulares, sino planteando la siguiente hipótesis: “todos los
metales se dilatan al ser calentados”. Una vez que la tiene, procederá a observar casos
particulares. Por cierto, gracias a ella, sabe que debe dirigir su atención hacia el calor y no hacia
sus calcetines. Mientras que dicha observación arroje resultados que se adecuen al enunciado
universal, el científico lo sostendrá, pero como conjetura, no como una proposición verdadera
porque, como se sostenía en la segunda de las críticas vistas, esto es imposible de comprobar. En
cuanto irrumpa un caso que no se comporte según lo establecido por el enunciado universal, el
científico tendrá una razón concluyente para desecharlo como falso y reemplazarlo por uno mejor
(esto es, que explique lo que el anterior explicaba, pero también aquello que lo refutó).
Al igual que el inductivismo, el falsacionismo cree que existe el progreso científico, pero a
diferencia de aquel, este no es entendido como un paulatino acercamiento a la verdad (insistimos,
debido a que no es posible probarla de manera concluyente) sino como la formulación de teorías
con mayor capacidad explicativa, a través de la realización del camino que acabamos de
explicitar, al que podemos caracterizar como un proceso de ensayo y error.
Con todo, a pesar de las profundas discrepancias que tienen, ambas corrientes epistemológicas
coinciden en algunos puntos. En primer lugar, tanto inductivismo como falsacionismo se proponen
brindar una visión prescriptiva del quehacer científico. Con el fin de aclarar qué significa esto,
resultará de utilidad realizar un breve rodeo por la medicina. En tal ámbito, la palabra
“prescripción” alude a una indicación que el médico, fundado en sus conocimientos, hace al
paciente acerca de lo que este debe tomar si quiere recuperarse. De la misma manera, en
epistemología, “prescriptiva” remite a una perspectiva que el filósofo de la ciencia, apoyado en sus
conocimientos de la lógica, elabora sobre el modo en que los científicos deben trabajar si buscan
alcanzar legítimamente el conocimiento. Dicho en otros términos, los inductivistas y falsacionistas
no están interesados en mostrar qué acciones efectivamente llevan adelante los científicos sino en
establecer qué acciones tendrían que emprender para llegar a buen puerto.
En segundo lugar, ambas corrientes explican la labor científica a partir de dos aspectos, la
observación de casos y la formulación de teorías, dejando de lado cualquier factor histórico o
social. Más aún, coinciden en concebir la observación como espejo de la realidad, es decir, como
un vehículo que permite al sujeto captarla tal como es, y no a la manera de Chalmers, como una
actividad influida por los conocimientos y experiencias previos, así como también las expectativas.
Resumiendo, el planteo de Chalmers nos permite reflexionar en torno a los argumentos utilizados
por el positivismo, particularmente por la ciencia moderna, en la que los hechos y la observación
son las herramientas con las que se llega a la verdad. Ahora podemos ubicar que en la ciencia
como en cualquier actividad humana, no es posible desprender la acción de la observación de
quien observa, de su grupo de pertenencia, sus conocimientos previos, su contexto sociohistórico
y los intereses que guían el acto de mirar. Esto no significa que se abandone la objetividad como
una de las características distintivas del conocimiento científico respecto de otros. El punto al que
llegamos nos invita a seguir reflexionando sobre qué es lo que se entiende por “ser objetivo” y de
que manera se construye una explicación centrada en el objeto de interés.
Bibliografía
Chalmers, Alan (2000). ¿Qué es esa cosa llamada ciencia? México, Madrid. Siglo XXI
editores. Introducción y fragmentos capítulo 1
Martinez Miguelez, M. (2004) “El proceso de nuestro conocer postula un nuevo paradigma
epistémico”. En: Polis. Revista Académica Universidad Bolivariana V(3) 8. Chile.