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Chi Kung : Los 8 brocados de la seda

Es una forma de trabajo energético externo que activa la circulación de la energía interior y activa los
órganos internos, por medio de movimientos y estiramientos muy suaves.
Se atribuye el origen de estos ejercicios a Zhong Li (Chung-li Chuan) de la dinastía Tang (618-907).
La descripción del grupo de los 8 ejercicios, aparece por primera vez en el libro de Diez Textos para
el Estudio de la Realidad, incluido en el Canon Taoísta, fechado hacia el s. XII. El origen de estos
ejercicios lo indica una introducción escrita por Zeng Zao, muerto alrededor de 1150 y autor de una
enciclopedia sobre alquimia interna (el Daoshu): "Los 8 ejercicios de Zhong Li fueron, grabados so-
bre un muro de piedra de la mano del Maestro Lü (Lü Dongbin); así fueron transmitidos al mundo".

Los ocho brocados de seda


Hay muchas variaciones de los ocho ejercicios, en especial de la forma de pie que es la más popular.
Es importante entender la intención de los mismos, su raíz. Si comprendemos esta intención entende-
remos cualquiera de sus variantes y su ejecución será efectiva. La práctica de los ejercicios requiere
relajación, suavidad y cierta perfección. La respiración debe ser ligera y acompañar a los movimien-
tos. Las variaciones practicadas deben ser acordes a nuestra capacidad para avanzar gradualmente
(uno, dos o tres años).
La descripción que sigue de las ocho piezas del brocado de pie se adapta a la forma sencilla publicada
por la Comisión de Deportes Nacional de China.

1 - Sostener el cielo con las manos.

Se ejecuta de pie y entrelazando


los dedos de las manos enfrente
del abdomen, se suben por enci-
ma de la cabeza. Se inspira al su-
bir las manos y se espira al regre-
sar a la posición original.
Cruzamos las manos delante del
abdomen con las palmas mirando
hacia arriba.
Al llegar al pecho las palmas giran hacia nosotros para orientarse hacia el cielo.
Finalmente sostenemos el cielo.
Haremos la intención de empujar hacia arriba y abriremos despacio los brazos hacia los lados como
si fuésemos un pájaro que despliega sus alas, en un círculo amplio; mientras espiramos lentamente
vaciando los pulmones de arriba hacia abajo al ritmo de los brazos.

2 - Tensar el arco.

Vigoriza los músculos y tendones de brazos


y hombros y aumenta la capacidad pulmo-
nar.
Adoptamos la posición de un jinete. Solo gi-
ramos el cuello y la cabeza. El torso perma-
nece orientado al frente. La cintura no gira.
3 - Separar el cielo y la tierra con las manos.

Separamos las manos: la una sube por enci-


ma de la cabeza, la palma hacia arriba, los
dedos apuntando en la dirección del hom-
bro opuesto; la otra desciende, la palma ha-
cia abajo, hasta dejar el brazo al costado, la
palma mira al frente.
Elevamos la mirada hacia la mano que está
encima de la cabeza.
Llevamos las manos de nuevo a la altura del estómago, pero invirtiendo la postura del comienzo, para
separarlas al exhalar cambiando a la postura simétrica.
Tendremos la sensación de que las manos empujan algo que ofrece cierta resistencia, pero sin poner
los músculos en tensión excesiva.

4 - Vista lateral y hacia atrás.


Sin girar la cintura ni el pecho, volvemos la
cabeza a la izquierda cuanto nos sea posible.
Retornar despacio a la postura inicial, la
mirada siempre acompañando de frente al

primero la pelvis, luego los hombros y por


último el cuello.

5 - Girar tronco en la postura del jinete.


Doblamos las rodillas para adoptar la posi-
ción de un jinete. Apoyamos las manos en el
hueco de las ingles, los pulgares hacia atrás.
Flexionamos el tronco hacia delante lleván-
dolo a la horizontal. La espalda ha de man-
tenerse recta.
El tronco describe un arco de círculo hacia
la izquierda, al tiempo que cargamos el peso
-
-
ce doblado y el derecho se estira al tiempo que la mano derecha se eleva un poco.
La cabeza, el tronco y la pierna derecha quedan en línea. Mantener la postura un momento.
Retornamos al centro para repetir el mismo ejercicio hacia el lado derecho.

6 - Tocar los pies con ambas manos vigoriza la cintura y los riñones.

Las manos descienden con los brazos exten-


didos, por delante del cuerpo, hasta agarrar
los dedos de los pies (si es necesario do-
blamos las rodillas). La espalda recta en la
misma línea de brazos y manos. Erguimos el
cuerpo recto.
7 - Puños cerrados.
Damos un paso a la izquierda y doblamos
las rodillas para adoptar la posición de un
jinete. Mantenemos derecha la parte supe-
rior del cuerpo, con los muslos paralelos
al suelo. La pelvis girada, mantiene rec-

lumbares. Las rodillas no han de sobre-


pasar la punta de los pies, caso contrario
podemos hacernos daño. Doblamos los
brazos hacia el cuerpo a la altura de la cintura, los puños cerrados. Desplegamos el brazo izquierdo
hacia el frente mientras apretamos el puño con fuerza. Los músculos de cara, cuello y hombros han
de estar relajados.

8 - Elevarse sobre la punta de los pies.


Partimos de la posición inicial. Mantene-
mos bien alineados el cuerpo y la cabeza.
Nos elevamos poco a poco sobre la pun-
ta de los pies empujando con la cima del
cráneo hacia el cielo. El mentón queda re-
cogido hacia el cuello.
Descendemos y ascendemos de nuevo re-
botando.

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