Está en la página 1de 6

Proust y

Dostoievski
Por Marco Perilli

54 LIBER 14 · Arte & Cultura Grupo Salinas


El escritor Marco Perilli crea ideal de la Virgen y termine por el de Sodoma.
Pero lo más horrible es que, llevando en su co-
un diálogo ficticio entre Marcel
razón el ideal de Sodoma, no repudie el de la
Proust y Fiódor Dostoievski. Virgen”. Usted conoce el tema, ¿cierto?
El primero defiende la P —No se deje engañar por el título de un li-
bro ni por mis personajes… Yo no creo que la
reviviscencia de la memoria,
vida y la obra de un autor profesen la misma
como un viaje material al fondo realidad.
de la consciencia, y el segundo, D —¿Ah, no?
P —He escrito algo sobre el tema… y creo que a
la redención a través de la
usted también le convendría pensarlo…
experiencia sórdida del mal D —Yo he manifestado mis ideas públicamen-
y el principio de la libertad. te, siempre.
P —Casi siempre… No olvidará el capítulo que
A finales de este 2021 se
fue censurado en Los demonios… y que se co-
celebran el 200 aniversario noció sólo en 1922.
de Dostoivski y el 150 D —Repito: no soy responsable de las ideas y
las acciones de mis personajes. Yo escribo, y si
aniversario de Proust.
el gobierno me censura…
P —Usted empuñó sus ideas en artículos fero-
ces y no defendió, con la misma convicción, la
integridad de su novela. ¿Un autor puede va-
lerse de pesos y medidas diferentes para dos
facetas de su obra?
D —Mire, cuando digo que hay que separar mis
ideales de aquellos de mis personajes, marco

D
ostoievski nació en 1821, Proust mu- una distinción de contenido, no de valor: soy un
rió en 1922. Cuando murió Dostoievski, personaje más de mis novelas y las opiniones
Proust tenía 10 años. Mucho tiempo que yo manifiesto en un periódico y dirijo a un
después, en un lugar cualquiera, a la hora que público real no son más valiosas de las que pue-
sea: uno tiene prisa, el otro no se apura. den expresar u ocultar los personajes que habi-
tan en mis libros. La conciencia humana es un
*** dominio fluido, que se expande y se contrae, no
hay confines definidos, no hay censura capaz
D —Y no se diga más. de sujetar los anhelos del alma. Su liberación
P —Perdone si insisto, no podemos reducir la es lo que produce mis novelas.
belleza a un asunto moral. P —¿Sabe lo que me preguntó mi novia?
D —¿Reducirla? D —No, no lo sé, pero sé que usted es un exper-
P —Usted dice que la belleza salvará al mundo. to militante del arte de la conversación y no
D —Sí. me extraña un salto tan osado desde los anhe-
P —En cambio, uno de sus personajes afirma los del alma y las ideas a sus intrigas amorosas.
que la belleza es algo espantoso. P —Tiene que ver con usted…
D —Mitia… son cosas de él. D —Su novia… ¿conmigo?
P —¿Y usted qué piensa? P —Un día, Albertine me preguntó si usted, al-
D —Pienso que Mitia tiene razón cuando dice: guna vez, mató a alguien.
“No puedo soportar que un hombre de gran co-
razón y de elevada inteligencia empiece por el Dostoievski suelta la carcajada.

Arte & Cultura Grupo Salinas 55


D —Fantástica mademoiselle Albertine, dígale, su novia, Albertine, como si fuera una mujer
monsieur Proust, que he matado cada vez que de carne y hueso. El que dice yo, en su libro, se
un personaje soñó con hacerlo… adueña del acento que sale de su boca y esto es
peligroso, extremadamente peligroso.
Proust se pone serio. P —¿Para quién?
D —Para quien habla y para quien escucha. Si
P —Albertine no es la muchacha frívola que usted y aquel son una sola persona, cae la auto-
imagina usted… acompañó su pregunta con nomía de las ideas, que son la puesta en escena
esta reflexión: “Todas las novelas suyas que yo del alma en perenne conflicto, es decir, de un
conozco se podrían titular Historia de un cri- pensamiento vivo. Usted, en algún punto de su
men. Es una obsesión, no es natural que hable libro, escribió que hablar de teorías literarias
siempre de eso”. en una novela es como dejar la tarjeta del pre-
D —Perdone, no quería ofender ni a usted, ni a su cio colgada en un traje… Como ve, yo también
novia. Entiendo la inquietud de mademoiselle. soy su lector. Ahora bien, si una idea puede
Pero, antes de contestarle, ¿puedo preguntarle adscribirse a una intención, pierde su razón
qué le dijo usted? de ser y su espontáneo temple revolucionario.
P —Le dije: “No creo, pequeña, conozco mal su P —¿Usted piensa que un autor no debería rei-
vida. Desde luego, como todo el mundo, cono- vindicar su postura?
ció el pecado, en una forma u otra, y probable- D —Las ideas son anónimas, o no son.
mente en una forma que las leyes prohíben. En P —Esto, si aún no lo ha dicho un personaje
este sentido, debía de ser un poco criminal, co- suyo, podría decirlo.
mo sus héroes, que, por lo demás, no lo son del D —Nadie lo dijo porque es la condición para
todo, pues se les condena con circunstancias que todos puedan hablar y pensar.
atenuantes. Y quizá no valía la pena que fuera P —Nosotros, mi querido Dostoievski, nos pa-
criminal. Yo no soy novelista; es posible que a recemos mucho más de lo que a usted le gus-
los creadores les tienten ciertas formas de vi- ta admitir.
da que no han experimentado personalmente. D —Pese al abismo moral que nos separa… en-
Si voy contigo a Versalles, como hemos conve- tonces, ¿en qué nos parecemos?
nido, te enseñaré el retrato del hombre hon- P —Usted insiste con el tema moral, y sus nove-
rado por excelencia, del mejor de los maridos, las lo autorizan. Pero, llegar a la moral a través
Choderlos de Laclos, que escribió el libro más de una cadena de asesinatos, o a través de un
terriblemente perverso… De todos modos, re- cuadro de la corrupción mundana, ¿no lleva al
conozco que en Dostoievski esta preocupación mismo destino?
del asesinato tiene algo de extraordinario y me D —¿Y usted considera que el camino es
lo hace muy extraño”. indiferente?
D —¿Usted no es novelista? P —No, al contrario… pero su camino lleva a la
P —No haga caso a ese detalle: cité al pie de la redención a través de la experiencia más sórdi-
letra, justamente, el diálogo de una novela mía. da del mal, y el mío lleva a la reviviscencia del
D —Señor, usted abusa de la lógica y de su lec- pasado a través de un sinuoso periplo interior.
tor, ya es demasiada materia, un embrollo de Yo no veo el abismo.
voces, parece una novela mía… y además, me D —Revivir el pasado es un capricho burgués,
sorprende la sutileza con que ha recorrido His- digno de los salones que usted retrata con tan-
toria de un crimen, buen título para mis obras to pormenor, pero está muy lejos de cualquier
completas, espero que mis editores futuros to- aspiración moral.
men en serio a su novia (ríe). Pero, con orden… P —Estimado colega, ¿no entiende que la bus-
Lo que sorprende, en primer lugar, es que us- ca del pasado es un viaje hacia el fondo mate-
ted se identifica con su personaje y me habla de rial de la conciencia?

56 LIBER 14 · Arte & Cultura Grupo Salinas


Marcel Proust, fotografía
de Otto Wegener,
1895, colección privada.
Fuente: Wikipedia.

D —No, no lo entiendo. portará poco a su cuerpo comido por los gusa-


P —En mi novela digo, o si usted prefiere, mi nos… Todas estas obligaciones que no tienen
novela dice: “En nuestra vida ocurre todo co- su sanción en la vida presente parecen per-
mo si entráramos en ella con la carga de obli- tenecer a otro mundo, a un mundo fundado
gaciones contraídas en una vida anterior; en en la bondad, en el escrúpulo, en el sacrificio,
nuestras condiciones de vida en esta tierra no a un mundo por completo diferente de este y
hay ninguna razón para que nos creamos obli- del que salimos para nacer en esta tierra, an-
gados a hacer el bien, a ser delicados, incluso a tes quizá de retornar a vivir bajo el imperio de
ser corteses, ni para que el artista ateo se crea esas leyes desconocidas a las que hemos obe-
obligado a volver a empezar veinte veces un decido porque llevábamos su enseñanza en no-
pasaje para suscitar una admiración que im- sotros, sin saber quién las había dictado”.

Arte & Cultura Grupo Salinas 57


D —¿Usted cree esto? equivocado, monsieur, cuando piensa que ve-
P —Es lo que usted afirma, con otras palabras, nimos de una matriz común. Su principio es
quizá, mas el propósito no cambia. Cierto, uste- el individuo que trae el mundo a sí mismo, el
des, los rusos… tienen su ímpetu eslavo, mien- mío es el individuo que sale de sí mismo para
tras que nosotros, en París, lo vemos con más enfrentar al mundo: en una palabra, mi prin-
indolencia, pero ambos buscamos un principio cipio es la libertad.
al que aferrarnos tras la mueca que nos mira P —¿Y en qué difiere, su querida libertad, de mi
en el espejo. culto a la memoria?
D —Siempre generoso de metáforas, usted, y D —Un personaje mío escribió un poema, en el
suspicaz… en eso nunca falla. Pero está muy que Cristo, en el siglo XVI , volvió a la tierra. Un
viejo inquisidor lo reconoce y ordena su arres-
to. Me atrevo a pensar que lo ha leído… Cuan-
do el viejo visita al prisionero en su calabozo, le
dirige esta acusación: “El hombre que no tenga
una idea clara de la finalidad de la vida, prefe-
rirá renunciar a ella aunque esté rodeado de
montones de pan y se destruirá a sí mismo an-
tes que permanecer en este mundo. Pero ¿qué
hiciste? En vez de apoderarte de la libertad
humana, la extendiste. ¿Olvidaste que el hom-
bre prefiere la paz e incluso la muerte a la li-
bertad para discernir el bien y el mal? No hay
nada más seductor para el hombre que el libre
albedrío, pero también nada más doloroso. En
vez de principios sólidos que tranquilizaran
para siempre la conciencia humana, ofrecis-
te nociones vagas, extrañas, enigmáticas, algo
que superaba las posibilidades de los hombres.
Procediste, pues, como si no quisieras a los se-
res humanos, Tú que viniste a dar la vida por
ellos. Aumentaste la libertad humana en vez de
confiscarla, y así impusiste para siempre a los
espíritus el terror de esta libertad”. Y continúa:
“Así, las consecuencias de tu amarga lucha por
la libertad humana fueron la inquietud, la agi-
tación y la desgracia para los hombres”. Reco-
noce, el viejo inquisidor, que hay unos elegidos
que pueden soportar el cargo de la libertad, pe-
ro una gota no hace el mar: “¿Y los demás qué?
¿Es culpa de ellos, de esos débiles seres huma-
nos, no haber podido soportar lo que soportan
los fuertes? El alma débil no es culpable de no

Fiódor Dostoievski, fotografía de I.A.Gokh, circa 1860.


Fuente: Fedor Dostoevsky (sitio web).
poseer prendas tan extraordinarias. ¿Viniste al Dostoievski lo mira con desdén.
mundo sólo para los elegidos? Esto es un miste-
rio para nosotros, y tenemos derecho a decirlo P —No, no me estoy apartando de su obra, mi
así a los hombres, a enseñarles que no es la li- estimado colega, al contrario… Cuando escri-
bre decisión ni el amor lo que importa, sino el bo que “casi únicamente el sadismo puede ser-
misterio, al que deben someterse ciegamente, vir de fundamento en la vida a la estética del
incluso contra lo que les dicte su conciencia. melodrama”, la forma, lo reconozco, es la mía,
Esto es lo que hemos hecho. Hemos corregi- pero, la sustancia… ¿no la encuentra, usted, en
do tu obra, fundándola en el milagro, el mis- sus novelas?
terio y la autoridad. Y los hombres se alegran D —El peor enemigo de la libertad es la busca
de verse otra vez conducidos como un rebaño de la felicidad; y bien se le llame sadismo o me-
y libres del don abrumador que los atormen- lodrama, las revoluciones, en su país como en
taba”. El desenlace, acaso usted y su novia lo el mío, han abanderado la primera para buscar
recuerden… a la segunda, matando a las dos de un solo tiro.
P —Y usted se pone del lado de Cristo. La razón, monsieur, con su despotismo eucli-
D —Yo me pongo del lado de la lucha. diano y necio… la razón conduce al hombre a la
P —… Del lado de la lucha, hablando de la de- felicidad y lo vuelve esclavo del milagro.
bilidad del alma humana… En vez de confiscar P —En esto encuentra usted a un aliado. Yo,
la libertad, Cristo la aumentó, condenando al por mi parte, cada día atribuyo menos valor a
hombre al tormento perpetuo, al infierno en la la inteligencia.
tierra… y este es el amor que usted le tiene a sus
lectores, si no estoy divagando demasiado… Uno hace un gesto de fastidio, el otro suspira
D —Usted es incapaz de razonar fuera de la y toma aliento.
metáfora.
P —No, no, permítame volver a la conversa-
ción con Albertine, porque, sin quererlo o sin Referencias y citas de las obras
tener plena consciencia, toqué un punto esen- Fiódor Dostoievski: Los hermanos Karamázov,
cial de su visión del mundo, que ahora, justa- Los demonios, Diario de un escritor.
Marcel Proust: De En busca del tiempo perdido:
mente, usted me hizo ver.
Por el camino de Swann, Sodoma y Gomorra,
D —Lo escucho.
La prisionera, El tiempo recobrado. Contra
P —Le decía a Albertine que “yo conozco muy Sainte-Beuve, Ensayos literarios.
pocos libros suyos, pero ¿no es un motivo es-
cultórico y simple, digno del arte más antiguo,
un friso interrumpido y luego continuado en
el que se representan la venganza y la expia-
ción, el crimen del padre de los Karamázov
dejando embarazada a la pobre loca, el movi-
miento misterioso, animal, inexplicable, con el
que la madre, involuntario instrumento de las
venganzas del destino, obedeciendo tan oscu-
ramente a su instinto de madre, quizá a una Marco Perilli nació en Trento, Italia, en 1964. Vive en México desde
mezcla de resentimiento y de gratitud física 2003. Es escritor y editor. Entre sus libros se encuentran El carrusel
de los dioses niños, en colaboración con el pintor Roberto Rébora
por el violador, va a dar a luz en casa del pa-
(Artes de México, 2003), El artesano de la verdad (Taller Ditoria-
dre de los Karamázov?”. ¿Me entiende, ahora? Conaculta, 2008), Diario del mar, en colaboración con el fotógrafo
La venganza y la expiación… Milagro y liber- Nicola Lorusso (Artes de México, 2013), Dante (Pre-Textos, 2019).
tad no están en conflicto; son caminos del mis-
mo destino.

Arte & Cultura Grupo Salinas 59

También podría gustarte