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Es un gravísimo error pensar que todos los clientes que se suman a nuestro negocio se
comportarán de la misma manera. La personalidad, esa impronta que define en gran
medida quiénes somos, es algo que nos acompaña incluso cuando asumimos el papel de
consumidores y elegimos un producto sobre el resto.
Cada vez más empresas son conscientes de ello y trabajan día a día para mejorar su oferta.
De ahí que existan, por ejemplo, las oficinas de atención al cliente o los diversos canales de
comunicación con ellos (internet, redes sociales, entre otros). En el fondo, se trata de
personalizar el servicio lo máximo posible.
¿Y por qué es tan importante que la atención sea cada vez más personalizada? Fácil:
porque en el actual mercado, con tanta información circulando y una multiplicidad de
ofertas disputándose los nichos de negocio, el cliente siempre se inclinará por aquellas
soluciones que le parezcan más cercanas y que le
presten la atención que se merece.
Recordemos que ya no estamos en los tiempos en
que las empresas decidían la oferta y los clientes
simplemente se plegaban a sus decisiones. La
ecuación se ha invertido: es el cliente el que, en
función de sus necesidades, determina los
mercados.
3) Clientes indiferentes:
Este grupo de consumidores se caracteriza por tener una actitud neutral hacia un
producto. No sienten ni atracción ni rechazo hacia lo que les ofrecemos. Son de los más
difíciles de captar, pues implica un doble esfuerzo: el de sacarlos de su esquema y el de
seducirlos con nuestra propuesta. Aun así, pocos acaban por sumarse a una determinada
marca.
4) Clientes rehenes:
La característica principal de estos clientes es que, aun cuando no están del todo
contentos con la marca, permanecen ligados a ella. Es decir, no se atreven a romper
completamente el vínculo. Esto se debe a factores como el monopolio de una empresa en
ciertos sectores comerciales o la falta de mejores alternativas. No se recomienda
mantener un cliente en estas condiciones, pues en cuanto aparezca una oferta que le
seduzca y suponga mejores garantías, no dudará un segundo en mudarse de compañía.
5) Clientes mercenarios:
Son los que no priorizan la calidad del producto ni sus características, sino más bien
las condiciones en las que éste se ofrece. Por ejemplo, no dudan en cambiar de marca si
les ofrecen un precio más bajo. No tienen preferencia por alguna oferta en concreto ni
demuestran niveles de fidelidad.
1. Para enfrentarte con este cliente debes tener sólidos conocimientos teóricos y
prácticos de dirección y liderazgo, una formación especializada en estrategias de
negociación que te ayude a consolidar esa inteligencia emocional clave para tratar
eficazmente todo tipo de conflictos profesionales.
2. No te empeñes en discutir o intentar convencer a un cliente que no quiere
soluciones, sino conflictos. Es difícil callarse en una discusión, pero ahí
precisamente está la diferencia entre un profesional y un gran profesional:
dominar la situación en todo momento.
8) Clientes impacientes:
A este cliente no lo mueven los detalles ni las explicaciones; lo que realmente le importan
son las soluciones a su problema. Se quedará con la marca que sepa atender con mayor
rapidez sus solicitudes.
La transformación digital en la que vivimos inmersos actualmente ha provocado que
aumente este tipo de clientes: el impaciente, ese hombre o mujer que está acostumbrado
a obtener información a golpe de clic y en un milisegundo y que, por supuesto, lo quiere
todo “para ya”.
Los clientes impacientes no son sencillos de tratar, convencer y enamorar, pero con un
poco de mano izquierda seguro que puedes conseguirlo. Dos claves fundamentales:
9) Clientes indecisos:
Se ubican en el mismo espectro que los clientes indiferentes, pero a diferencia de éstos sí
que demuestran algún interés por lo que se le ofrece. El asunto no es que presten
atención; el tema pasa por seducirlos para que realicen una buena elección. Les cuesta
decidir, generalmente entre dos o más opciones, y por ello la mejor manera de captarlos
es a través de un discurso breve, eficaz y directo.
Una de las claves de esa compleja disciplina llamada atención al cliente es el conocimiento
puro y duro, un conocimiento teórico de la tipología de la clientela que nos permitirá
poner en práctica una serie de recursos básicos para tratarlos, fidelizarlos y, por
supuesto, enamorarlos.
https://retos-directivos.eae.es/cuales-son-los-principales-tipos-de-clientes-del-mercado-
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