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La Extremaunción, un

sacramento poco comprendido


por los no católicos
20/07/2012Mons. Martin Dávila GandaraTags: Sacramentos
La Extremaunción es el 5to. y el último, de los sacramentos de los
que se refieren a la vida individual del que lo recibe, y es, así
llamado por ser la última y extrema-unción que recibe el cristiano
a punto de salir de este mundo para entrar en la eternidad.
La Extremaunción es un complemento del sacramento de la
Penitencia, como la Confirmación lo es del Bautismo. En la
confirmación el hombre bautizado se corrobora en su fe para
confesarla y defenderla valientemente como auténtico soldado de
Cristo. en la Extremaunción, el cristiano recibe un aumento de
energía para superar victoriosamente la última batalla de la vida.
Y así como en la vida corporal, además del remedio para curar
una grave enfermedad, se requiere una medicina que restablezca
totalmente las fuerzas del enfermo, así en la vida espiritual,
además del sacramento de la penitencia, que libera de la grave
enfermedad del pecado, se requiere otra espiritual medicina que
restaure íntegramente la salud del cristiano y borre los últimos
rastros y reliquias del pecado. Tal es, cabalmente, el sacramento
de la extremaunción, por eso dice Santo Tomás que “este
sacramento es último y, en cierto modo, el que consuma toda
curación espiritual, sirviendo como de medio para que el hombre
se prepare para recibir la gloria” (Contra los Gent. 4, 73).
El sacramento de la extremaunción puede definirse de la siguiente
forma: Como un sacramento de Nueva Ley, instituido por el
mismo Cristo, para conferir al enfermo en peligro de muerte la
salud del alma y aveces la del cuerpo, en virtud de la unción del
óleo bendecido y de la oración del sacerdote.
 LA EXISTENCIA DE ESTE SACRAMENTO
Han sido muchos los errores y herejías entorno al sacramento de
la extremaunción he aquí los principales:
a)Los albigenses, valdenses, wiclefitas y husitas lo negaron, más o
menos abiertamente, la existencia de este sacramento o hablaron
irreverentemente contra él (cf. D 424, 669).
b)Lutero lo consideraba un sacramental (en el libro sobre la
cautividad de Babilonia)
c)Calvino niega su existencia y llama a este
sacramento “histriónica hipocresía”.
d)Los modernos protestantes –excepto los ritualistas— rechazaron
el sacramento de la extremaunción.
e)Los modernistas niegan también al igual que Lutero la
sacramentalidad de la extremaunción y afirman que el apóstol
Santiago no intentó promulgar un verdadero sacramento instituido
por Cristo (D. 2048).
La Doctrina Católica en lo referente a éstas negaciones ha
expuesto la siguiente conclusión: La Extremaunción es un
verdadero sacramento de la Nueva ley, instituido por el mismo
Cristo y promulgado por el apóstol Santiago. (De fe divina,
expresamente definida).
He aquí las pruebas: a)La Sagrada Escritura. Se encuentra una
ligera insinuación en el mismo Evangelio: “Partidos (los
apóstoles), predicaron que se arrepintiesen, y echaban muchos
demonios, y ungiendo con óleo a muchos enfermos, los
curaban (Mc., VI, 12-13). Y aparece claramente en la epístola del
Apóstol Santiago: “¿Esta enfermo alguno entre vosotros? Llame a
los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en
el nombre del Señor.Y la oración de la fe salvará al enfermo, y el
Señor le aliviará, y si se halla con pecados, se le
perdonarán” (Sant., V, 14, 15).  Este texto ha sido interpretado
por toda la tradición cristiana como alusión directa al sacramento
de la extremaunción, del que se declara su materia, forma,
ministro y principales efectos. El Concilio de Trento confirmó
definitivamente esta interpretación (D. 908).
b) El Magisterio de la Iglesia. Lo enseñó así desde los tiempos
primitivos:  Los Santos Padres de los primeros años de la Iglesia
Católica hacen  numerosas alusiones a este sacramento.
 Orígenes (185-255) se refiere a él como un complemento de la
Penitencia, en su Levítico, dice: “También hay una remisión de los
pecados por la penitencia, cuando el pecador… no se avergüenza
de declarar sus pecados al Sacerdote del Señor, y buscar el
remedio… con lo cual también se cumple con lo que dijo el
Apóstol Santiago:“¿Esta enfermo alguno entre vosotros? Llame a
los presbíteros de la Iglesia, y oren por él, ungiéndole con óleo en
el nombre del Señor”.
En su tratado sobre el Sacerdocio (Homilía ii: 43) S. Juan
Crisóstomo hace una comparación entre el poder de los
sacerdotes y el de los progenitores. “Nuestro padres nos
engendran a la vida natural, escribe, y los sacerdotes, a la vida
sobrenatural. Además, nuestros padres no pueden apartar de
nosotros la muerte corporal, ni la enfermedad que nos amenaza.
Pero los sacerdotes con frecuencia alivian el alma, cuando esta
enferma y a punto de perecer, haciendo más ligero el castigo
para unos, y evitando a otros totalmente la caída; y esto no sólo
hacen por medio de la enseñanza, sino con el auxilio de la
oración. Y no solamente cuando nos regeneran  (por el
Bautismo) y nos perdonan nuestros pecados, sino también tienen
el poder de perdonar los pecados cometidos después: porque dice
Santiago: ¿Esta enfermo alguno entre vosotros? Etc.”  (Lib. 3 de
Sacred).  Puesto que la Extremaunción perdona los pecados,
necesariamente ha de haber sido instituida, no por la Iglesia, sino
por Cristo, único que tiene poder para conferir la gracia
santificante.
En una carta escrita en el año 417 a Decenio, Obispo de Gubio. El
Papa Inocencio I cita las palabras de Santiago, para probar que la
Extremaunción es un sacramento, lo mismo que la Penitencia y la
Eucaristía. Además declara que si bien el óleo puede ser
bendecido únicamente por el obispo, el sacramento puede ser
administrado, ya sea por los sacerdotes, ya por los obispos, y que
remite el pecado.
La Liturgia da testimonio: El Sacramentario de Sarapión, Obispo
de Tmuis, en el Egipto, fue escrito a principios del siglo IV. En ese
ritual litúrgico se encuentra una oración para bendecir el óleo de
los enfermos, lo cual prueba que la Extremaunción era
administrada en aquellos primitivos tiempos, como ahora mismo,
por sus efectos saludables sobre el alma y el cuerpo. Dice así: “Te
invocamos… Padre de nuestro Salvador, Jesucristo, y te pedimos
que derrames desde el cielo el poder curativo del Unigénito sobre
este óleo, a fin de que sea para todos los que ungen con él,
extirpación de toda enfermedad, antídoto contra todos los
demonios…  gracia santificante y remisión de los pecados,
medicina de vida y salvación, salud e integridad de alma, cuerpo y
espíritu, y perfecta fortaleza”. (Dictionnaire d´Archaeologie, v.
1032).
En Occidente, el Sacramentario Gelasiano (735) y el Gregoriano
(975) contienen ciertas oraciones para la bendición del óleo de los
enfermos. Dichas oraciones no solamente piden a Dios “aliviar
todas la enfermedades del paciente, sino tener misericordia de
todas la iniquidades; a fin de que sienta Tu medicina no sólo en
su cuerpo, sino también en su alma ”. Estos rituales, tanto de
Occidente como de Oriente, nos dan una idea clara de las
prácticas y doctrinas de la primitiva Iglesia, pues las oraciones de
la Iglesia constituyen el índice seguro de sus creencias.
Y el Concilio de Trento lo definió con las siguientes palabras: “Si
alguno dijere que la extremaunción no es verdadera y
propiamente sacramento instituido por Cristo nuestro Señor (Mc.,
VI, 13) y promulgado por el bienaventurado apóstol  Santiago
(Sant., V, 14), sino sólo un rito aceptado por los Padres de la
Iglesia o una invención humana, sea anatema” (D. 926).
c)La Razón Teológica. Descubre sin esfuerzo la gran conveniencia
de que Cristo, que tantos enfermos sanó durante su vida mortal,
instituyera un sacramento para ayudar a los enfermos en su
tránsito a la eternidad. Así como el bautismo nos da la gracia de la
regeneración, y la confirmación la corrobora, y la eucaristía la
alimenta, y la penitencia la restaura repetidas veces en la vida,
era muy conveniente que hubiera otro sacramento especial para
confortar al enfermo en sus últimos momentos y prepararle para
el tránsito a la vida eterna.
En cuanto a cuando Cristo instituyó el sacramento de la
Extremaunción: la opinión más fundamentada de los teólogos es
que instituyó Cristo este sacramento después de su resurrección
en aquellos cuarenta días que precedieron a su ascensión, y en
los que apareció repetidas veces a los apóstoles “hablándoles del
reino de los cielos” (Hech., I, 3). La principal razón que parece
persuadirlo es que la extremaunción es un complemento del
sacramento de la penitencia, y, por lo mismo, debió instituirse
después de ella; y consta que la penitencia la instituyó Cristo
después de su resurrección (Juan XX, 22-23).
ESENCIA DEL SACRAMENTO DE LA EXTREMAUNCIÓN
A)La Materia: Es el aceite de olivas, bendecido expresamente
para esto por el obispo, como materia remota y válida de este
sacramento (Cf. cn. 945). Y la materia remota lícita en los casos
ordinarios es el óleo puro, bendecido el mismo año por el obispo
de la diócesis. Y siendo la materia próxima de este sacramento la
unción del enfermo con el óleo bendecido, en la forma
determinada por la Iglesia.
B) La Forma: Consiste en las siguientes palabras que pronuncia
el sacerdote al administrarlo: “Per istam sanctam unctionem
et suam piisimam misericordiam indugeat tibi Dominus
quidquid (per vusum, aunditum, odoratum, gustum et
locutionem, tactum, gressum) delequisti. Amen”. (Por esta
santa unción y su piadosísima misericordia, te perdone el Señor
todo cuanto has pecado por la vista, oído, olfato, gusto, palabra,
tacto y malos pasos). Y en caso de necesidad urgente debe de
emplearse la siguiente formula: “Per istam sanctam
unctionem indulgeat tibi Dominus quidquid deliquisti”.
Amen, haciendo una sola unción en la frente.
Este sacramento se administra únicamente a los que se hallan
gravemente enfermos, y nunca se administra a los soldados antes
de entrar en combate o a los criminales que van a se ejecutados.
EFECTOS DEL SACRAMENTO
Los efectos principales, indicados por el Concilio de Trento, son el
conferir la gracia, la remisión de los pecados, y el alivio del
enfermo. “Este efecto, declara el Concilio, es la gracia del Espíritu
Santo, cuya unción borra los pecados, si algunos quedan sin
expiar, y las consecuencias del pecado y alivia y fortalece el alma
del enfermo, suscitando en él una gran confianza en la divina
misericordia, sostenido por la cual lleva con mayor ligereza la
aflicciones y sufrimientos de la enfermedad y con más facilidad
resiste las tentaciones… y algunas veces, cuando es conveniente
para la salvación de su alma, recobra la salud corporal”.
El efecto primario del sacramento de la extremaunción es conferir
al enfermo la gracia sacramental, confortando su alma contra las
reliquias del pecado, o sea, contra la debilidad procedente de los
pecados pasados.(De fe divina, expresamente definida)
Los efectos secundarios del sacramento de la Extremaunción son:
a)en absoluto, la disminución del reato de pena temporal debida
por los pecados; b)hipotéticamente, la remisión de los pecados
mortales o veniales, si los hay, y la salud del cuerpo si conviene
para el bien espiritual del enfermo. (Doctrina cierta y común)
EL MINISTRO DE ESTE SACRAMENTO
El Ministro para la válida administración de este sacramento de la
Extremaunción es únicamente el sacerdote valida y legítimamente
ordenado.
Ya que este sacramento es complementario del de la penitencia y,
a veces, perdona incluso los pecados del que lo recibe. Luego sólo
al sacerdote corresponde administrarlo, ya que solamente él ha
recibido de Dios la potestad de perdonar los pecados. No pueden
hacerlo los seglares ni los diáconos.
OBLIGACIÓN DE ADMINISTRAR ESTE SACRAMENTO
El Código de Derecho Canónico de 1917 preceptúa lo
siguiente: “El Ministro ordinario, es el párroco del lugar, está
obligado por justicia a administrar este sacramento por sí mismo
o por medio de otro, y, en caso de necesidad, todo sacerdote está
obligado a ello por caridad” (cn. 939).
SUJETO PARA LA RECEPCIÓN DE ESTE SACRAMENTO
La Extremaunción sólo puede administrarse al bautizado que
después del uso de razón se halla en peligro de muerte a causa
de enfermedad o vejez. (cn. 940, 1)
No puede reiterarse este sacramento durante la misma
enfermedad, a no ser que el enfermo haya convalecido después
de la extremaunción y haya recaído en otro peligro de muerte.
(cn. 940, 2).
Cuando se duda si el enfermo ha llegado al uso de la razón, o si
está realmente en peligro de muerte, o si ha muerto ya,
adminístrese este sacramento bajo condición. (cn. 942).
No debe administrarse este sacramento a aquellos que
permanecen obstinadamente impenitentes en pecado mortal
manifiesto; y si hay duda de esto, adminístrese bajo condición.
(cn. 942).
No debe diferirse hasta el último momento, cuando ya el enfermo
esté inconsciente. Debe administrarse cuando el paciente se halla
en su conocimiento y puede aún unirse al sacerdote en las
oraciones. El conferir este no significa necesariamente que el
enfermo va a morir; pues debe recordarse que uno de su fines es
ayudar al enfermo a recobrar la salud. Si no vacilamos en llamar
al médico para que atienda a la salud corporal, ¿por qué hemos
de vacilar en llamar al sacerdote, que atiende tanto a la salud
corporal como a la espiritual? “Porque en verdad una medicina
espiritual, dice el Cardenal Gibbons, que disminuye los terrores de
la muerte, consuela al cristiano moribundo, fortifica al alma en su
última batalla, y la purifica para traspasar los linderos del tiempo
a la eternidad, debiera aprovecharse con gratitud y con anhelo,
especialmente en vista de que prescribe el Médico celestial”.
Existe un cuadro conmovedor que S. Juan Evangelista nos
presenta el cual nos narra: Llegado apenas Jesús a galilea,
procedente de Judea, se le acerca un alto funcionario de Herodes
Antipas, el tetrarca de Galilea.Su corazón está destrozado por
dolor, porque su hijo yace en el lecho a punto de morir en su casa
de Cafarnaúm. Aunque no es uno de los seguidores de Jesús, el
ha oído hablar de las curaciones portentosas que ha realizado en
Judea y en Samaria. Extranjero como es, su ansiedad paterna por
su hijo moribundo le arrastra a la presencia del divino Maestro, al
cual dirige sus palabras de suprema angustia: “Ven Señor, antes
que mi hijo muera”. ¡Con cuánta ternura se vuelve a él Jesús, y le
dice: “Anda, que tu hijo esta sano”.
Resonando la melodía de estas dulces palabras todavía en sus
oídos, la humanidad doliente, a lo largo de casi veinte siglos ha
vuelto sus tristes ojos a Jesús, y ante el espectro de la muerte
próxima grita como aquel oficial de Galilea:  “Ven, Señor antes
que muera mi hijo”. Y por todos estos siglos Cristo ha acudido
solicito al llamado, por medio del Sacramento de la
Extremaunción, el canal divinamente establecido para llevar la
clemencia y socorro del Señor a los enfermos y a los moribundos.
Por último espero en Dios, que toda esta información que hemos
mostrado acerca de este sacramento, les sea de suma ayuda,
para que a través de un conocimiento más profundo, puedan
valorarlo mejor, y de esta manera estar más atentos y caritativos
para llevar al sacerdote, para que administre este último
sacramento   a nuestros enfermos.
Para la elaboración de este escrito, tomamos como base
algunos textos, como: Catecismo Romano ed. De 1956; El
Magisterio de la Iglesia de E. Denzinger; Teología Moral
para Seglares P. Royo Marín II tomo, 3ra. Ed.; la Iglesia
Católica del P. Juan A. O´Brien.

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