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Tema 6.0.

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Universal – Siglo XVI (2)

LA REBELION DE LOS PAISES BAJOS

Sin duda el mayor problema en la política interior del rey español fue la sublevación de
los Países Bajos, un problema que perduró durante tres reinados y casi 80 años. La
importancia de estos territorios era mucha. En primer lugar, desde esta situación se
podía controlar a sus principales enemigos, Francia, Inglaterra y los protestantes
alemanes. En segundo lugar su importancia económica para España, no solo por el
comercio que generaba sino por ser el centro de las finanzas de la época.

Cuando Carlos V abdicó, en los Países Bajos abundaba la desconfianza social y las
inquietudes autonómicas, lo que vino a chocar con el carácter autoritario del nuevo
monarca, sobretodo por su intransigencia religiosa. Estos serán los dos puntos de
ruptura, la resistencia local ante el autoritarismo del rey y la represión religiosa.

El calvinismo seguía su avance y ya aceptado por la burguesía, comenzó a calar entre


los miembros de la baja nobleza. Al mezclarse el factor nacionalista con el religioso el
problema se hacia más evidente para los católicos: obedecer al rey que defendía su
religión pero pisoteaba sus derechos o seguir a los sublevados que defendían su
libertad pero atacaban su religión.

Los problemas se agravaron con las polémicas decisiones políticas tomadas por el
nuevo rey. El nombramiento de Granvela como consejero de Margarita de Parma, la
creación de nuevas sedes episcopales, la aplicación de los acuerdos tridentinos o la
instauración de la Inquisición, encendieron aún más el sentimiento nacionalista al
frente del cual se situaron Guillermo de Nassau, gobernador de Holanda y el conde
Egmont, gobernador de Flandes.

Las protestas se suceden tras la subida de los impuestos y el alza de los precios, pero
el pueblo es aún incapaz de organizarse y aunque se comisionó al conde de Egmont
para negociar, Felipe II hizo caso omiso de sus peticiones. Finalmente serán las
condiciones económicas de penuria después de 3 años de malas cosechas y la
opresión de los impuestos españoles los que conviertan este descontento popular en
un conflicto político, religioso y social.

Cuando en 1566 el populacho se amotina y comete toda clase de excesos, pero


desorganizado es fácilmente derrotado y reprimido por el Duque de Alba avivando aún
mas el fuego de la revolución. Mientras algunos nobles católicos intentan apoyar a
Margarita de Parma a controlar la sublevación, Felipe II ordena una gran represión
religiosa y política, nombrando gobernador al Duque de Alba un gran militar pero
pésimo político y diplomático. Lógicamente tanta represión solo consiguió avivar más
la rebelión al frente de la cual se situó Guillermo de Orange, pero de nuevo la
respuesta es la represión y la ejecución de Egmont y Horn, exasperó los ánimos.

En este tenso ambiente, Felipe II comete el error de introducir nuevos impuestos,


gravando el comercio, con lo que se unen a la protesta los más pudientes y poderosos
burgueses.
Guillermo de Orange pensando contar con el apoyo de los calvinistas franceses
intenta la toma de la ciudad de Flandes pero el descalabro de la noche de San
Bartolomé arruina sus planes y de nuevo la represión del Duque de Alba es feroz.

Ante las protestas de los consejos, Felipe II decide por fin destituir al gobernador,
nombrando esta vez a Requesens, que a pesar de heredar una situación insostenible
era partidario de la moderación, pero siguiendo las instrucciones del rey, tuvo que
proseguir la guerra contra los sublevados, con un ejército indisciplinado y falto de
recursos, lo que se convertirá en un verdadero peligro por tratarse de mercenarios a
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sueldo. Efectivamente, tras una primera victoria, las tropas se amotinan por falta de
pago y saquean Amberes complicando, si cabe aún más, la situación.

La intransigencia del rey de un lado y la negativa de Orange a pactar ningún acuerdo


hacen que continúen los enfrentamientos armados con escasos éxitos por ambas
partes hasta que en 1575 se proclama la separación y soberanía de las provincias de
Zelanda y Holanda. Ante este grave suceso no cabe reaccionar pues muere
Requesens y en medio de la confusión general es saqueada, de nuevo, Amberes, la
ciudad más rica de los Países Bajos.

En este momento de vacío de poder, el Consejo de Estado se halla dividido entre


partidarios y contrarios a España. Los que encabezan la sublevación son los nobles,
mayoritariamente católicos siendo la diferencia religiosa lo que les separaba del grupo
liderado por Orange. Pero este segundo saqueo de Amberes provoca una reacción
nacionalista y antiespañola que hace que la separación religiosa entre catolicismo en
el sur y calvinismo en el norte, desaparezca.

Se inicia así el periodo más oscuro de la sublevación, el que va de 1576 a 1579.


Cuatro días después del segundo saqueo de Amberes, las provincias flamencas,
excepto Luxemburgo se unen a Zelanda y Holanda contra la opresión española,
firmando la Pacificación de Gante, cuyos objetivos principales eran, la expulsión de los
soldados y funcionarios españoles, restablecimiento de la antigua autonomía y otorgar
soberanía plena a los Estados Generales. Era pues, el intento de crear un estado
nuevo.

De nuevo Felipe II escogió mal al hombre que debía ser gobernador de los Países
Bajos, su hermano Don Juan de Austria, un buen militar más que un diplomático o
estadista. A pesar de ello, Don Juan firma con los dirigentes de la pacificación de
Gante un tratado conocido como Unión de Bruselas por el que se comprometía a la
salida de las tropas españolas en un plazo de 20 días, devolver las libertades
autonómicas, suspender las persecuciones religiosas, establecer como religión oficial
el catolicismo y confirmar a Guillermo de Orange como gobernador de Holanda y
Zelanda. Pero al imposición de la religión católica no es aceptada por Orange y de
nuevo se recurre a las armas.
Ante la falta de recursos para enfrentar la batalla, Don Juan se refugia en Namur, lo
que aprovechó Orange para entrar triunfalmente en Bruselas.

Pero el fanatismo religioso de algunas facciones hizo que el pueblo se amotinara


tomando el poder en Amberes, Gante y Bruselas. Los enfrentamientos internos
comenzaban y los nobles retiran su apoyo a los Estados Generales. Mientras
Guillermo de Orange intenta mantener unidos a los revolucionarios enfocando esta
unidad hacia el nacionalismo, el sur está inmerso en una problemática social y
religiosa demasiado violenta lo que aprovecha el rey para ordenar el regreso de los
tercios bajo el mando de Don Juan de Austria, pero la falta de dinero y el asesinato de
su amigo y secretario Escobedo, provocan el fracaso militar primero y su propia
muerte después.

Y esta vez Felipe II si elige bien a su gobernador, Alejandro Farnesio un estadista que
sí contará con el apoyo económico y militar suficiente para afrontar la situación.

Las disensiones religiosas internas habían provocado la ruptura, La nobleza católica


del sur opuesta al radicalismo social y religioso de los calvinistas, constituyen la Unión
de Arrás, partidaria de llegar a un acuerdo con el gobernador español. Como
respuesta, las provincias del Norte forman la Unión de Utrech para defender la religión
calvinista y la independencia política.
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Alejandro Farnesio, mientras, combina los éxitos militares con la diplomacia y va


ganando terreno a cambio de promesas, y sobre todo siendo magnánimo con las
ciudades conquistadas, pero todo se fué al traste al poner el rey precio a la cabeza de
Guillermo de Orange en contra de la opinión del propio Farnesio. La reacción no se
hace esperar y en 1581 se declara la independencia de las provincias del norte como
república federal. Estas 7 provincias no serán ya recuperadas por los españoles.

El asesinato en 1584 de Orange y una serie de triunfos militares parecen augurar una
rápida solución a la rebelión, pero las provincias del norte piden ayuda a los ingleses
proclamando al conde Leicester gobernador de estos estados, lo que provoca un tensa
calma durante la cual se fragua la invasión de Inglaterra que acaba con el fracaso de
la armada invencible. Pero antes de hacer frente de nuevo al problema de los Países
Bajos, es enviado a Francia para unir sus tropas a la Liga Católica en las guerras de
religión.

A la muerte de Alejandro Farnesio, en el norte se había constituido ya de hecho, un


gobierno independiente, vinculado definitivamente a la familia Orange y antes de
terminar el siglo las provincias unidas fueron reconocidas oficialmente como estado
libre por los enemigos de Felipe II, Inglaterra y Francia.

Antes de morir, Felipe II cede en 1598 los Países bajos al archiduque de Austria,
esposo de su hija Isabel Clara Eugenia, con la condición que los territorios vuelvan a
España si no hay heredero directo, lo que de hecho se dio, volviendo al dominio de
Felipe III, conformándose el norte como un estado burgués, protestante , federal y
liberal, mientras que el sur seguirá siendo español, católico y controlado por la
aristocracia cercana al rey.

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