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Universal – Siglo XVI (2)
Sin duda el mayor problema en la política interior del rey español fue la sublevación de
los Países Bajos, un problema que perduró durante tres reinados y casi 80 años. La
importancia de estos territorios era mucha. En primer lugar, desde esta situación se
podía controlar a sus principales enemigos, Francia, Inglaterra y los protestantes
alemanes. En segundo lugar su importancia económica para España, no solo por el
comercio que generaba sino por ser el centro de las finanzas de la época.
Cuando Carlos V abdicó, en los Países Bajos abundaba la desconfianza social y las
inquietudes autonómicas, lo que vino a chocar con el carácter autoritario del nuevo
monarca, sobretodo por su intransigencia religiosa. Estos serán los dos puntos de
ruptura, la resistencia local ante el autoritarismo del rey y la represión religiosa.
Los problemas se agravaron con las polémicas decisiones políticas tomadas por el
nuevo rey. El nombramiento de Granvela como consejero de Margarita de Parma, la
creación de nuevas sedes episcopales, la aplicación de los acuerdos tridentinos o la
instauración de la Inquisición, encendieron aún más el sentimiento nacionalista al
frente del cual se situaron Guillermo de Nassau, gobernador de Holanda y el conde
Egmont, gobernador de Flandes.
Las protestas se suceden tras la subida de los impuestos y el alza de los precios, pero
el pueblo es aún incapaz de organizarse y aunque se comisionó al conde de Egmont
para negociar, Felipe II hizo caso omiso de sus peticiones. Finalmente serán las
condiciones económicas de penuria después de 3 años de malas cosechas y la
opresión de los impuestos españoles los que conviertan este descontento popular en
un conflicto político, religioso y social.
Ante las protestas de los consejos, Felipe II decide por fin destituir al gobernador,
nombrando esta vez a Requesens, que a pesar de heredar una situación insostenible
era partidario de la moderación, pero siguiendo las instrucciones del rey, tuvo que
proseguir la guerra contra los sublevados, con un ejército indisciplinado y falto de
recursos, lo que se convertirá en un verdadero peligro por tratarse de mercenarios a
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Universal – Siglo XVI (2)
sueldo. Efectivamente, tras una primera victoria, las tropas se amotinan por falta de
pago y saquean Amberes complicando, si cabe aún más, la situación.
De nuevo Felipe II escogió mal al hombre que debía ser gobernador de los Países
Bajos, su hermano Don Juan de Austria, un buen militar más que un diplomático o
estadista. A pesar de ello, Don Juan firma con los dirigentes de la pacificación de
Gante un tratado conocido como Unión de Bruselas por el que se comprometía a la
salida de las tropas españolas en un plazo de 20 días, devolver las libertades
autonómicas, suspender las persecuciones religiosas, establecer como religión oficial
el catolicismo y confirmar a Guillermo de Orange como gobernador de Holanda y
Zelanda. Pero al imposición de la religión católica no es aceptada por Orange y de
nuevo se recurre a las armas.
Ante la falta de recursos para enfrentar la batalla, Don Juan se refugia en Namur, lo
que aprovechó Orange para entrar triunfalmente en Bruselas.
Y esta vez Felipe II si elige bien a su gobernador, Alejandro Farnesio un estadista que
sí contará con el apoyo económico y militar suficiente para afrontar la situación.
El asesinato en 1584 de Orange y una serie de triunfos militares parecen augurar una
rápida solución a la rebelión, pero las provincias del norte piden ayuda a los ingleses
proclamando al conde Leicester gobernador de estos estados, lo que provoca un tensa
calma durante la cual se fragua la invasión de Inglaterra que acaba con el fracaso de
la armada invencible. Pero antes de hacer frente de nuevo al problema de los Países
Bajos, es enviado a Francia para unir sus tropas a la Liga Católica en las guerras de
religión.
Antes de morir, Felipe II cede en 1598 los Países bajos al archiduque de Austria,
esposo de su hija Isabel Clara Eugenia, con la condición que los territorios vuelvan a
España si no hay heredero directo, lo que de hecho se dio, volviendo al dominio de
Felipe III, conformándose el norte como un estado burgués, protestante , federal y
liberal, mientras que el sur seguirá siendo español, católico y controlado por la
aristocracia cercana al rey.