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TEMA XIX: CONSECUENCIAS DE LA EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII


A. GUERRAS Y PARIAS
Durante el siglo XI las fronteras entre cristianos y musulmanes no experimentan las
variaciones que cabría esperar de la superioridad de los cristianos (salvo algunas
poblaciones aragonesas y Toledo, importante por su valor simbólico de la unidad
peninsular de época visigoda), pocas son las conquistas realizadas por los reinos
cristianos que dedican sus esfuerzos a la consolidación de sus fronteras y a la
repoblación de zonas ocupadas anteriormente y no repobladas hasta que el peligro
almorávide obliga a establecer una línea defensiva.
Las conquistas se detienen debido a la escasez de población –de nada sirve la ocupación
militar si no se dispone de personas capaces de asegurar el control- y a la falta de interés
de reyes y nobles que prefieren el dinero de las parias a la ocupación y llegan a proteger
a los musulmanes y a enfrentarse entre sí para conseguir ese dinero (apoyo de El Cid a
los reyes de Zaragoza y Valencia, enfrentamientos entre catalanes, aragoneses, navarros
y castellanos por las parias de Zaragoza, Lérida, Tortosa o Valencia, etc.).
El dinero de las parias sirvió a Ramón Berenguer I de Barcelona para comprar los
derechos de su madre al condado, llegar a soluciones de compromiso con la nobleza
feudal y asegurar la hegemonía del condado barcelonés. Las parias también están en el
origen de la política ultrapirenaica de los condes de Barcelona, compradores de algunos
derechos sobre el condado de Razés y la ciudad de Carcasona (para legarlos en herencia
a los segundones).
Sin el dinero de las parias no se explicaría la proliferación de monumentos románicos en
el N de los reinos cristianos ni la fortificación de las fronteras, así como la llegada de
importantes grupos de francos a la Península (en León, Raimundo de Borgoña,
repoblador del valle del Duero, Enrique de Lorena, primer rey de hecho de Portugal,
casados ambos con hijas de Alfonso VI, etc.). También el dinero de las parias es
importante en la activación del Camino de Santiago, cuya ruta principal se fija en los
tiempos de Alfonso VI de Castilla-León y Sancho Ramírez de Aragón, concediendo una
serie de privilegios y exenciones de peajes y portazgos a los peregrinos y a repobladores
o fundadores de nuevos asentamientos (muchos de ellos francos).
Las parias siguen cobrándose en los siglos XII y XIII al desintegrarse los imperios
almorávide y almohade respectivamente, pero los ingresos de la guerra proceden
fundamentalmente del botín que pertenece a los combatientes, una vez entregado el
quinto al rey o conde, y de la explotación de las nuevas tierras incorporadas así como de
las soldadas percibidas por los mercenarios, cuyos máximos representantes pero no
únicos son los almogávares.
Las grandes conquistas del XIII fueron seguidas de la entrega de tierras a quienes habían
intervenido en la campaña y en casos como el mallorquín, el inicio de la guerra fue
precedido del reparto en función de la contribución militar o económica ofrecida por cada
uno. Jaime I se reservó la mitad de la isla y distribuyó el resto entre los nobles; de la parte
real saldrían las concesiones hechas a los oficiales del rey, a las ciudades que habían
intervenido en la campaña y a quienes quisieron repoblar la isla.
El territorio andaluz, aunque los sistemas de repoblación variaron de unos a otros lugares
en función de la modalidad de conquista, puede aceptarse que fue dividido en donadíos y
heredamientos, los primeros constituyen la recompensa a quienes han intervenido en la
campaña de modo directo (fuerzas militares) o indirecto (persona y organizaciones que
han contribuido a financiar las expediciones, avituallar las tropas, gobernar el reino
durante las ausencias del rey), y los segundos son entregados a los repobladores que
acuden a sustituir a los musulmanes huidos o expulsados. La extensión de los donadíos
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varía considerablemente según la importancia del beneficiario.


Finalizadas las conquistas peninsulares, los nobles buscan salida en el exterior
contratándose como mercenarios entre los que cabe destacar en los años iniciales del XIII
a Sancho VII de Navarra, cuyo reino carece de fronteras con los musulmanes, que
obtiene de su actividad militar dinero suficiente para convertirse en prestamista de los
reyes de Aragón; tropas castellanas intervienen en la defensa del N de África e igual
papel realizan las milicias catalano-aragonesas existentes desde mediados del XIII en
Túnez, Bona, Bujía y Constantina, cuyo jefe era nombrado por el rey aragonés al que
correspondía una parte del salario de estos caballeros, valorada entre cuatro y nueve mil
dinares de oro al año.
B. LIBERTAD Y SERVIDUMBRE TRAS LA CONQUISTA
Tanto en los reinos occidentales como en los orientales, los avances cristianos se
efectúan sobre tierras de difícil defensa si no se consigue atraer a pobladores
ofreciéndoles privilegios que compensen el evidente riesgo que supone habitar en zonas
expuestas a las correrías de los musulmanes o a los ataques de los reinos vecinos. El
ofrecimiento de condiciones favorables, entre ellas la libertad para los pobladores de
nuevas tierras, tuvo repercusiones sociales, no sólo sobre el territorio fronterizo sino
también sobre las zonas alejadas de la frontera, cuyos pobladores intentarán trasladarse
a las nuevas tierras o conseguir condiciones similares en sus lugares de origen. Se
produce así un doble fenómeno en las regiones del norte de todos los reinos
peninsulares:
* Por una parte, los señores reforzarán los lazos jurídicos que unen a los campesinos a
la tierra (para evitar que la abandonen).
* Por otra, mejorarán las condiciones materiales de estos mismos campesinos.
1. REINOS OCCIDENTALES
La conquista de Toledo permitió incorporar definitivamente a los dominios castellano-
leoneses la extensa zona situada entre el Duero y el Tajo; para colonizarla fueron
llamados campesinos de las zonas norteñas y de los reinos y condados europeos
llegados con los peregrinos, clérigos y caballeros francos que se acercan al Apóstol.
La repoblación tiene carácter político-militar y está dirigida por el rey o los personajes
allegados a él y encargados de organizar las nuevas poblaciones, los concejos surgidos
en la cuenca del Duero, en la Extremadura castellana, leonesa o portuguesa:
* En la parte central se crean los concejos de Medina, Cuéllar, Arévalo, Sepúlveda y
Olmedo, repoblados desde Palencia, Valladolid, Burgos y La Rioja.
* La repoblación más importante se efectúa en la cuenca del Bajo Duero en la que el
conde Raimundo de Borgoña dirige la colonización de Segovia, Ávila y Salamanca con
pobladores de origen franco, navarro, aragonés y mozárabe.
* Al aragonés Alfonso el Batallador se debe la creación de los municipios de Soria,
Berlanga, Almazán y Belorado.
En todas estas poblaciones se acepta discriminadamente a cuantos quieren repoblar
siempre que se comprometan a fijar en ellas su domicilio al menos durante un año; sus
habitantes son eximidos de tributos feudales como la mañería y el nuncio 1; de peajes,
portazgos y montazgos.
Cada concejo tiene sus propias milicias, que actúan con gran independencia y a las que

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Mañería: prestación económica que era satisfecha al señor por el colono estéril o mañero para poder
trasmitir por herencia el predio cultivado y por extensión sus otros buenos cultivos.
Nuncio: prestación que los vasallos satisfacían a su señor para poder trasmitir a sus hijos las tierras que
habían recibido de éste en beneficio. Esta prestación mortuorium tenía origen en el derecho germánico.
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Castilla y León debieron el mantenimiento de sus fronteras durante los ataques


almorávides y almohades. La guerra con los musulmanes es una fuente importante de
ingresos para estas milicias, además se reconoce una superior categoría social a quienes
dispongan de un caballo de guerra y se concede a estos concejos amplias zonas de
influencia, de tierra no conquistada por la que pueden y deben extenderse por la acción
de estos caballeros concejiles, populares o villanos que alternan la guerra y pastoreo.
La superioridad militar de los pastores-guerreros sobre los campesinos sedentarios
provoca una diferencia social que los fueros recogen al establecer un estatuto distinto
para los caballeros y encomendarles no sólo la defensa permanente del territorio sino
también la protección del ganado comunal.
Toledo, entregada a Alfonso VI en 1085 es un caso especial, éste se comprometió a
mantener a la población musulmana, judía y mozárabe, por lo que más que de
repoblación hay que hablar de castellanización y de romanización eclesiástica llevada a
cabo por los nuevos pobladores castellanos y francos, minoritarios que acabarán
imponiéndose sobre los antiguos pobladores. Entre 1100 y 1300, los mozárabes perdieron
la propiedad de las tierras que cultivaban, sus diferencias litúrgicas (rito mozárabe) y
lingüísticas (hablaban árabe) irán desapareciendo bajo la presión de los arzobispos y de
sus auxiliares francos.
Los mudéjares fueron numerosos durante los primeros años, pero la inseguridad de las
fronteras animaría a la emigración, al menos a la aristocracia musulmana y en el reino
toledano sólo permanecieron los campesinos, sucesores sin duda de los que en el VIII
aceptaron resignadamente a los musulmanes.
Los judíos controlaban gran parte de la administración toledana en el momento de la
conquista y los reyes les mantuvieron en sus funciones y les utilizaron como prestamistas,
administradores y recaudadores de impuestos. Tanto francos como castellanos gozaban
de fueros específicos, que fueron suprimidos en 1118 por Alfonso VII al conceder a todos
un mismo fuero, el de Toledo visigodo, el Fuero Juzgo, para conseguir la convivencia que
los distintos fueros hacían difícil.
Las tierras situadas al sur del Duero e incorporadas a fines del XI se perdieron en su
mayor parte durante los contraataques de almorávides y almohades y sólo se
mantuvieron en poder de los castellano-aragoneses Toledo, Talavera, Madrid, Maqueda y
Guadalajara que fueron organizadas de forma semejante a la empleada en los concejos
del Duero. La conquista y repoblación de estas tierras, sobre todo las situadas al sur del
Tajo, fue obra de las Órdenes Militares, cuya importancia repobladora se explica no sólo
por su actividad militar sino también por su papel de agentes de la centralización
eclesiástica a los que Roma favorece con privilegios.
En las tierras dominadas por las Órdenes, La Mancha y la Extremadura actual, no hubo
establecimientos monásticos de importancia ni grandes ciudades porque las Órdenes se
reservaron diversos privilegios que coartaban la libertad y reducían el estímulo de los
nuevos pobladores.
La frontera portuguesa apenas tuvo cambios hasta mediados del XII; el condado y
posteriormente el reino tenía una extensión próxima a los 30.000 km 2, divididos en tierras
o territorios. Las conquistas efectuadas al disgregarse el imperio almorávide situaron la
frontera en las orillas del Tajo. La repoblación se hizo de forma semejante a la empleada
en León o Castilla, cuyos fueros (forais) se hallan aplicados en numerosos lugares de
Portugal, tanto en la frontera con los musulmanes como en tierras próximas a León. La
zona del Tajo fue repoblada en gran parte por las Órdenes Miliares.
2. ARAGÓN
Entre 1087 y 1170 este reino incorporó a sus dominios unos 48.000 km 2, entre la Tierra
Nueva de Huesca, el reino de Zaragoza y la comarca de Teruel, cuya conquista se
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diferenciaba de lo ocurrido en los reinos occidentales por haberse efectuado en tierras,


que a excepción de la comarca turolense, tenían abundante población musulmana cuya
permanencia garantizaban las capitulaciones firmadas entre vencedores y vencidos,
aparte del interés de estos últimos de mantener en cultivo estas tierras. En el campo se
mantuvo la mayor parte de la población, aunque sometida ahora a los nuevos señores
que se limitaron a sustituir a los dirigentes musulmanes.
En las ciudades se toleró la presencia de los musulmanes durante un año, siendo
obligados después a fijar su residencia extramuros de la ciudad, en sitios donde no fueran
una amenaza para el control militar de la zona. En todos los casos fueron respetadas las
costumbres, religión y organización interna de la comunidad musulmana.
Para sustituir a los ciudadanos expulsados y a los campesinos fugitivos, ni Aragón ni su
aliada Navarra disponían de hombres suficientes ni los monarcas se hallaban en
condiciones de obligar a la nobleza que permitiera la salida de sus colonos o siervos de
las zonas del N, para atraer pobladores era preciso ofrecerles, como en el Tajo,
condiciones ventajosas: propiedad de las tierras que cultivaran dentro y fuera de la ciudad
y concesión de la libertad. Francos, campesinos libres y siervos fugitivos de Aragón y
Navarra acudieron en estas condiciones a repoblar Zaragoza, pero su número sólo fue
suficiente para repoblar las tierras más rentables, las de regadío, las de secano serán
repartidas de nuevo posteriormente, a pesar de lo cual esta zona estuvo escasamente
poblada.
Dificulta la repoblación que aumenta en las zonas de frontera expuestas a la guerra, en
las que se hace preciso conceder los fueros de los concejos castellanos, el de Sepúlveda,
a las poblaciones de Soria, Almazán, Medinaceli, Calatayud, etc. La ciudad que servía de
centro a este tipo de repoblación se confiaba a un noble que, con su comitiva, era el
organizador de la defensa y de los ataques a tierras musulmanas en busca de botín, que
es una fuente normal de ingresos en poblaciones fronterizas.
El concejo y sus funcionarios están en algunos aspectos a las órdenes del señor de la
villa, pero tan sólo en cuanto éste era delegado del rey; la nueva situación era
incompatible con las atribuciones señoriales y el concejo no estará sometido a un señor
sino que constituirá una entidad de gobierno con autonomía derivada de los fueros. A la
diversidad territorial de Aragón corresponde una clara diferenciación social:
* En los núcleos originarios de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, zona de valle y hábitat
disperso, predomina el campo sobre la ciudad, la organización señorial sobre el
derecho territorial.
* En la Nueva Tierra, de hábitat concentrado, predominan los núcleos locales con
derecho y normas de gobierno propias aunque en el campo existan distritos militares y
señoríos laicos y eclesiásticos donde los campesinos musulmanes pasan de aparceros
a siervos adscritos a la gleba.
Los vecinos de la Tierra Vieja necesitan poseer caballo para ser libres por habitar en esta
zona y sus hombres sólo acuden al fonsado, a la guerra, con el rey y bajo su dirección,
por lo que se convierten o se intenta convertirles en eficaz contrapeso del poder nobiliario
y en valiosos auxiliares del monarca.
El único vínculo que une a todos los aragoneses es la dependencia del rey y estos lazos
se refuerzan al unirse Aragón y Cataluña: las diferencias entre aragoneses y catalanes
hacen que disminuyan las existentes dentro del reino.
3. CATALUÑA
La Cataluña Vieja sólo supera ligeramente los límites alcanzados en vida de Carlomagno.
Las diferencias entre esta zona y la situada al sur eran tan evidentes, que ya desde el XII
puede darse a las segundas el nombre de Cataluña Nueva para indicar su distinta
organización social, directamente relacionada con el sistema de repoblar el territorio.
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El sistema concejil y la concesión de fueros especiales a los repobladores de frontera no


es una innovación aparecida en el XI ni se limita a Castilla; también en Cataluña los
condes ofrecen privilegios cuando se trata de repoblar zonas fronterizas: exención de
peajes y tributos, inmunidad a los criminales que acudiera a repoblar y libertad a los
seirvos.
La creación de estos concejos se incrementó tras la expedición de los condes de Urgell y
de Barcelona a Córdoba el año 1010, para apoyar a los eslavos en la guerra civil
musulmana. Este tipo de fuero o carta de población sería otorgado en 1025 a la ciudad de
Barcelona por el conde Ramón Berenguer I en un documento en el que se habla de una
zona franca, libre, que comprende el territorio asignado a la ciudad. La concesión de
franquicias y cartas pueblas no se generalizó hasta la 2ª ½ del XII, es decir, hasta que
fueron conquistadas y fortificadas Lérida y Tortosa y pudieron asentarse en ellas nuevos
pobladores con garantías de continuidad.
Lérida y Tortosa eran ciudades con una fuerte población musulmana, cuyos derechos
fueron mantenidos según los modelos de Tudela y Zaragoza, es decir, permitiendo la
permanencia en el campo, y durante un año en el núcleo urbano. A los pobladores
cristianos de Tortosa se les concedió la plena propiedad del suelo, la exención de
impuestos y la promesa de que la administración de justicia sería regulada por el conde
junto con los prohombres de la ciudad. Su territorio fue repartido entre los genoveses que
habían colaborado en la conquista (un tercio), el noble Guillermo Ramón de Montcada (un
tercio) y el conde de Barcelona, que cedió la quinta parte de sus derechos a los
templarios.
La repoblación de Tarragona se inicia oficialmente en 1118 con la entrega al obispo
barcelonés Olegario y a la sede tarraconense de la ciudad y de su territorio para cuya
repoblación se autorizaba a reunir pobladores de cualquier procedencia y clase social y se
les ofrecía la libre posesión de sus bienes de acuerdo con las normas que, en su
momento, dictara Olegario.
Barcelona, Lérida, Tortosa o Tarragona son los puntos sobresalientes de una repoblación
que se extiende en los siglos XI y XII a otros muchos lugares y lleva a la instalación de
nuevas poblaciones en las zonas protegidas por los castillos. Para evitar la huida de
campesinos del N hacia estas localidades, los señores feudales se vieron obligados a
mejorar las condiciones de sus hombres, con declaraciones de ciertas poblaciones como
villa franca o villa libre, aunque este método sólo será utilizado de modo sistemático a
fines del XII y durante el XIII por los condes-reyes para crear núcleos fieles al monarca y
contrarrestar la influencia de los señores feudales.
4. LAS FRONTERAS ENTRE LOS REINOS CRISTIANOS
La Rioja fue una zona fronteriza disputada desde la muerte de Sancho el Mayor, entre
navarros y castellanos hasta la definitiva incorporación a Castilla por Alfonso VIII entre
1173 y comienzos del XIII al tiempo que ocupaba Álava y Guipúzcoa. Las 3 zonas fueron
repobladas y en ellas se establecieron concejos de frontera con poblaciones de origen
castellano en Vitoria, Treviño, San Sebastián.
Los incidentes fronterizos entre Castilla y León en la 2ª ½ del XII dieron lugar a la
fortificación de la Tierra de Campos por Fernando II y Alfonso IX de León y Alfonso XIII de
Castilla, estableciéndose fuertes guarniciones en varias poblaciones de ambos reinos. El
sistema de repoblación fue en todos los casos el concejil con asentamiento de numerosos
caballeros villanos encargados de la defensa del territorio. La frontera castellano-leonesa
en el sur fue reforzada por Alfonso VIII con la creación de los concejos de Béjar y
Plasencia, castellanas, mientras que Cáceres y Mérida, ocupadas más tarde, serán
leonesas.
Las fronteras entre León y Portugal fueron reforzadas en la zona gallega, pero los intentos
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de implantar concejos fracasaron en parte por la resistencia opuesta por los señores
eclesiásticos y por la negativa de los pobladores libres a instalarse en zonas de fácil
control por señores con atribuciones feudales. Con la repoblación de este lugar, Fernando
II recortaba los límites del poderoso concejo salmantino. Obispo y concejo no dudaron el
alzarse contra el monarca y en pedir ayuda al monarca portugués, sin éxito.
5. LA REPOBLACIÓN INTERIOR
La emigración hacia el sur y la insuficiencia demográfica de los reinos cristianos,
obligados a dar preferencia a la repoblación fronteriza, dejaron sin poblar numerosos
lugares del interior, que serán repoblados por artesanos y mercaderes de origen franco a
lo largo del Camino de Santiago (llamado camino francés) bajo la dirección de clérigos
cluniacenses en el XI y por los monjes del Císter a partir de mediados del XII.
En todos los lugares que atravesaba el Camino de Santiago, en sus diferentes ramas, se
estableció una población relativamente importante de francos que trabajaban como
campesinos en algunos casos y en otros como artesanos y mercaderes.
A pesar de la actividad comercial realizada en las ciudades situadas en el Camino, ni en
Aragón ni en Navarra y Castilla surgió una burguesía activa durante la E.M. a causa de
que, en ningún caso, estas ciudades crearon una artesanía e industria de mediana
importancia y se limitaron a recoger los beneficios del comercio efectuado a través del
Camino en Al-Ándalus y Europa, entre los cristianos y musulmanes. Al desaparecer en el
XIII su privilegiada situación de intermediario entre el Islam y Europa por la destrucción de
los reinos islámicos y la apertura del estrecho a la navegación europea, estas ciudades
desaparecieron como centros económicos y perdieron importancia del mismo modo que la
perdió el Camino de Santiago al quedar reducido a su papel de camino de peregrinación.
Los monjes cistercienses llegados a mediados del XII se instalan en lugares desiertos de
las montañas de Galicia, León y en las nuevas tierras de Cataluña y Portugal. Todos los
monasterios (Sacramenia, Veruela, Huerta, Alcobaça, Poblet, etc.) se hallan en la mitad
norte de la Península y la mayor parte está en la Meseta, a ambas orillas del Duero. El
Tajo parece actuar como frontera de las abadías: el sur es zona reservada a las Órdenes
Militares.
El establecimiento de los cistercienses –llegaron a tener 70 abadías- se inicia con la
deforestación de las cercanías del monasterio, realizado por los propios monjes,
auténticos expertos en el trabajo agrícola, ayudados por conversos o por jornaleros
cuando el dominio se extiende lejos de la abadía; en estos casos se crean granjas en las
que residen estos trabajadores y que, con el tiempo, se transforman en villas, en nuevos
centros de población en los que se acepta a cuantos tienen algo que hacerse perdonar.
En determinados casos las abadías cistercienses se transforman en verdaderos señoríos
feudales como ocurre en Las Huelgas de Burgos, o en Poblet.
C. EFECTOS SOCIALES DE LA EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII
1. EL REINO CASTELLANO-LEONÉS
La fertilidad de las tierras ocupadas y las facilidades dadas por los soberanos deberían
haber atraído a una gran masa de campesinos semilibres del N, si bien el número de
gallegos, asturianos y leoneses instalados en Sevilla fue menor al de castellanos y
leoneses procedentes de los concejos creados en los siglos XI y XII y de las zonas
castellanas de Burgos, Palencia y Valladolid donde la fuerza nobiliaria era menor; no
obstante, el control del reino por los nobles no fue total y resultó imposible evitar la huída
de los campesinos, según se desprende de la exigencia presentada ante Alfonso X por
los nobles en 1271 para que cesara la creación de las nuevas poblaciones reales porque
hacían disminuir las rentas y vasallos que la nobleza tenía en León y Galicia:
* No podían permitir los nobles que fueran abandonadas sus tierras para acudir a
pueblas reales.
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* Y mucho menos instalarse en Andalucía.


* Sólo aceptando estos supuestos puede entenderse la permanencia de la población
musulmana hacia 1264 y la relativa despoblación posterior de las tierras ocupadas por
los monarcas de los reinos occidentales.
A la insuficiencia demográfica y a la resistencia nobiliaria se añadieron razones de
carácter político-militar, psicológico y económico para explicar la permanencia de
musulmanes en los primeros momentos: Fernando III debió la mayor parte de sus
conquistas a la alianza con los reyes musulmanes y más que de conquista debe hablarse
de capitulaciones cuyos pactos han de respetarse, entre ellos el de permitir la
permanencia de los antiguos habitantes.
Por otra parte, los siglos de convivencia en la Península de cristianos y musulmanes, aún
cuando frecuentemente estaban enfrentados, no habían producido un odio irreparable
entre ambas comunidades, y tanto la experiencia aragonesa y valenciana como la
castellana demostraron que era posible la convivencia pacífica entre ambas comunidades
si se privaba a los vencidos de sus dirigentes y los vencedores controlaban castillos y
plazas fortificadas, por tanto, ni el rey castellano ni los que con él colaboraron en las
campañas militares tenían el menor interés en prescindir de una población que era
necesaria para mantener la producción agraria y urbana.
Sólo tras la sublevación de 1264 se produjo un cambio de población en Andalucía y
Murcia con características distintas:
* En Andalucía predominaron los grandes latifundios, cuyos dueños terminarían
controlando a los repobladores de las ciudades. Todos los intentos de los reyes
castellanos para contrarrestar la influencia nobiliaria fracasarían al no instalar en las
ciudades población artesano-comercial; la escasa industria y el importante comercio
quedaron en manos de extranjeros a los que el fuero vedaba la particilación en el
gobierno municipal, y en poco tiempo los grandes propietarios agrícolas extenderían
su acción sobre las ciudades.
Los pequeños propietarios de los concejos de la zona del Duero, los únicos que podían
moverse libremente, fueron los más atraídos por las nuevas tierras y para acudir a
Andalucía malvendieron o abandonaron sus propiedades y con ello facilitaron la
concentración de la propiedad y la aparición de las dehesas o latifundios salmantinos y
extremeños, que si no alcanzaron la importancia de los andaluces, sirvieron como
éstos para romper en favor de la nobleza el equilibrio económico y político entre nobles
y concejos, con graves consecuencias económicas.
* En Murcia, Alfonso X completó la repoblación inicial dirigida por Jaime I, aunque con
criterios diferentes: el aragonés llevó a cabo un reparto de carácter señorial al otorgar
grandes extensiones de tierras de regadío a un grupo reducido de caballeros a los que
estarían sometidos los habitantes de la ciudad, Alfonso X quiso evitar la excesiva
fuerza de los nobles y alejó a estos de Murcia dándoles grandes extensiones de tierra
en las zonas próximas a la frontera granadina, donde la población era escasa y con
economía predominantemente ganadera y dicha población se agrupó alrededor de las
fortalezas. En la huerta, la atribución de bienes a los repobladores se realiza con gran
cuidado, y cuando se conceden grandes extensiones, éstas se dividen en lotes
separados sin posibilidad de unirlos por compras, permutas o donaciones,
expresamente prohibidas por el rey.
2. LA CORONA DE ARAGÓN
Aquí, los nobles, antes que permitir la emigración de sus campesinos, apoyaron a los
mudéjares sublevados contra Jaime I en 1248 y 1254 o consintieron el relativo
despoblamiento de Valencia o Mallorca. Cabe distinguir diferentes repoblaciones en los
distintos estados que conforman la corona de Aragón:
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2.1. Mallorca
Hubo numerosos campesinos procedentes del Ampurdán, zona fuertemente
señorializada, por lo que cabe suponer que se establecerían en las tierras concedidas a
los nobles. Mallorca absorbería el excedente demográfico de la montaña catalana y una
vez restablecido el equilibrio entre la población y los recursos ampurdaneses se impediría
la emigración porque la despoblación de la Cataluña Vieja suponía la pérdida de ingresos
señoriales.
El sistema de repoblación empelado en Mallorca impidió la creación de grandes
propiedades, y el carácter urbano de los repobladores de la ciudad permitió mantener
actividades artesanales y comerciales que la isla había tenido bajo dominio musulmán.
2.2. Reino de Valencia
Pueden distinguirse dos zonas, todavía diferenciables en la actualidad:
* En el litoral, repoblado por catalanes y aragoneses de la frontera, predominó la
pequeña propiedad, y se mantuvo un cierto comercio que alcanzaría su mayor
desarrollo en el XV.
* En el interior, repoblado por nobles aragoneses, abunda la gran propiedad, escasean
las ciudades y la economía es exclusivamente agrícola.
2.3. Reino de Aragón
A lo largo del XIII los nobles obtuvieron de la monarquía concesiones judiciales y
económicas que dejaron a los colonos de las tierras señoriales totalmente en manos de
los dueños de la tierra. Ciertamente, un recrudecimiento de la dependencia campesina
habría sido inconcebible mientras hubiera tierras libres si no hubiese ido acompañado de
una mejora de la situación económica de los campesinos. Las condiciones de trabajo,
arbitrarias hasta el XIII, comenzaron a ser especificadas en los contratos, desaparecieron
o disminuyeron las prestaciones personales que fueron sustituidas por el pago de una
cantidad en productos o en dinero. Este endurecimiento de las relaciones señoriales
parece haber sido mayor en las comarcas del norte, de tierras más pobres, es decir, allí
donde los campesinos habrían abandonado las tierras si los señores no hubieran
dispuesto de la fuerza material y legal para impedírselo.
2.4. Cataluña
La expansión hacia el sur y hacia el Mediterráneo fue acompañada en el interior del doble
fenómeno ya descrito: concesión de franquicias y de privilegios a los campesinos y por
otro lado, aumento de las presiones señoriales en las zonas montañosas y de escaso
rendimiento. De esta forma se produjo una diferenciación en el mundo campesino de la
Cataluña Vieja:
* En las zonas fértiles, de llanura, no fue preciso someter al campesino a una mayor
dependencia para evitar la huída, bastó hacer algunas concesiones económicas que,
por otra parte, el señor podía permitirse dada la fertilidad de la tierra.
* En las zonas pobres, los privilegios y franquicias eran insuficientes para retener a los
campesinos y se les impidió la emigración de manera legal.
Esta diferencia será decisiva a la hora de explicar el distinto carácter de los movimientos
campesinos a fines de los siglos XIV y XV: en la comarca próxima a Barcelona y en Vic
desaparecieron los malos usos a fines del XIII y los campesinos luchan para que se les
permita cultivar la tierra en condiciones ventajosas, mientras que en el N se exige el
derecho de abandonar la tierra, los primeros se muestran dispuestos a negociar, para los
segundos la única opción es la revuelta para conseguir la libertad, para redimirse.
La remensa, la obligación de pagar un rescate para abandonar la tierra, se fijó en el XIII,
sin duda para frenar el movimiento migratorio. En 1283, Pedro el Grande reconoció la
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vigencia de la remensa y dispuso que los campesinos de los lugares donde


acostumbraban a redimirse no podían fijar su residencia en villas de realengo si antes no
pagaban la cantidad exigida; en estas mismas Cortes se fijó la dependencia de los
vasallos respecto a su señor, aparte de otras medidas regresivas (como la disposición en
desuso de 1202). Para evitar la competencia entre señores, la atracción de campesinos
de unos por otros, en 1202 se prohibió a todos recibir bajo su protección al hombre de
otro señor sin la autorización de éste.
3. LOS GASTOS SUNTUARIOS Y DE PRESTIGIO
La existencia de un público comprador que dispone de dinero en abundancia y la
pacificación relativa del Mediterráneo tras el control del Estrecho que supone la ocupación
del Algarve y de Andalucía hicieron posible la llegada masiva de productos italianos y
flamencos cuya posesión se convierte en símbolo de riqueza y de importancia social. Los
vestidos y los adornos que eran sólo el símbolo y reflejo de una situación económica y de
la categoría social correspondiente, pasaron a ser el elemento esencial y se consideró
más rico y más importante desde el punto de vista social a quien más lujosos vestidos y
objetos de adorno poseía.
Se inició así una desenfrenada competencia que acabó por provocar la ruina de
numerosas personas y la confusión externa entre los diversos grupos sociales. La
búsqueda de nuevos ingresos para mantener su prestigio social daría lugar a las
sublevaciones nobiliarias de la 2ª ½ del siglo y obligaría a los reyes a tomar medidas:
* Fijación de precios y salarios.
* Adopción de medidas proteccionistas.
* Promulgación de leyes suntuarias con las que se pretendía tanto reducir el gasto como
fijar claramente los signos externos que podría utilizar cada persona de acuerdo con
su condición social.
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TEMA XX: LOS TRABAJADORES DEL CAMPO Y SUS MODOS DE VIDA


INTRODUCCIÓN: TRABAJADORES, CLÉRIGOS Y NOBLES
La sociedad medieval se conforma según un esquema tripartito: unos trabajan y de su
trabajo viven los demás. Otros tienen la función de defender la tierra y los últimos rezan.
Los tres grupos se necesitan y sus funciones son complementarias, pero el trabajo de
unos y otros no tiene el mismo valor:
* El primer puesto de la jerarquía social lo ocupan los clérigos cuya mediación relaciona
al hombre con el más allá y su función se compensa entregándoles tierras, animales y
productos en forma de diezmos, primicias, ofrendas a la hora de recibir los
sacramentos, donaciones en el momento de la muerte; a las riquezas así acumuladas
y al ascendiente que les proporciona su función se une el prestigio de una mayor
formación cultural que les lleva a convertirse en consejeros y asesores del monarca y
en representantes y dirigentes culturales de la sociedad.
* Siguen a los clérigos en importancia los guerreros, imprescindibles en una sociedad
amenazada e insegura, cuya función exige medios suficientes y al igual que en el caso
de los clérigos, personas que trabajen por y para ellos, que les libren de la obligación
de buscar el sustento para que puedan dedicarse a la guerra. Ésta lleva aparejada la
dirección de la sociedad, la reserva de los cargos públicos.
* En último lugar figuran los trabajadores de cuyas manos sale cuanto necesitan
clérigos, guerreros y ellos mismos.
– Si son propietarios de la tierra que cultivan entregarán una parte de su producción
a nobles y eclesiásticos, además de al rey.
– Si carecen de tierra pondrán su fuerza de trabajo a disposición de los propietarios,
que les permitirán quedarse con una parte de la producción, les cederán una
parcela para que la tengan en usufructo o les pagarán un jornal por su trabajo.
Cuando se desarrollen las ciudades, el mundo de los trabajadores se diversifica y junto a
los laboratores-labradores aparecen artesanos y mercaderes que, por vivir en los burgos,
en los nuevos barrios surgidos junto a las fortalezas o a las ciudades episcopales, reciben
el nombre de burgueses. Su forma de vida no se adapta a ninguno de los modelos
existentes y aunque en principio fueron considerados un grupo marginal dentro de la
sociedad, la fuerza económica, la cultura y en muchos casos la potencia militar de los
ciudadanos terminará imponiéndose y romperá el viejo esquema tripartito de la sociedad
medieval.
Por otra parte, la división de la sociedad, atendiendo a la función que cada uno
desempeña, pierde gran parte de su eficacia ante las nuevas condiciones de vida, mucho
más diversificadas, y la sociedad tiende a organizarse en grupos de acuerdo con su
riqueza y su poder político. En el XIV, aunque los orígenes son anteriores, la sociedad
aparecerá dividida en tres grupos:
* Integran el 1º los altos cargos eclesiásticos, los miembros de la nobleza, los oficiales
del rey de mayor importancia y los dirigentes de las ciudades y concejos que no sólo
tienen el poder económico sino también el político a través de su vinculación con el
monarca o gracias a su intervención en las reuniones de las Cortes.
* El 2º grupo lo integran los restantes cargos eclesiásticos, la nobleza de 2ª fila, los
oficiales menores, los miembros de las profesiones liberales urbanas, los dueños de
industrias y los pequeños mercaderes.
* En el 3er grupo están los campesinos, el bajo clero y los demás habitantes de las
ciudades.
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A. CAMPESINOS PROPIETARIOS, DEPENDIENTES Y JORNALEROS EN LOS


REINOS OCCIDENTALES
El estatus laboral y la forma de vida de los campesinos en este período variará
dependiendo de la zona en que habiten y de la estructura socio-política que predomine en
ésta.
El pequeño propietario libre surgido en los siglos iniciales de la Reconquista va
lentamente perdiendo su propiedad y cae bajo la dependencia de un noble o de un centro
eclesiástico, a través de diversos medios, que éstos utilizan para incrementar sus bienes:
* Un préstamo hecho en años de malas cosechas y no devuelto a tiempo, se saldará
con la entrega de la tierra del campesino, lo único que éste posee.
* Ésta servirá igualmente para pagar las multas judiciales, para hacerse perdonar delitos
en los que el señor o los clérigos son los jueces.
* Con la tierra se pagarán los tributos que el señor tiene derecho a cobrar.
* Otras veces, no será la presión económica sino la política o militar la que lleve al
campesino a entregar sus tierras: necesidad de protección, incluyendo la necesidad de
salvar el alma.
* Incluso hay ejemplos de campesinos obligados a vender porque sus tierras están en
zonas cuyo control interesa a un noble o monasterio (concentración de parcelas
dispersas).
Privado de su tierra, el campesino se ve obligado a ofrecer su trabajo a un propietario,
que le entregará en usufructo una parcela o su antigua tierra a cambio de que reconozca
el señorío, aceptando su dependencia mediante el pago de ciertos tributos y el cultivo
durante ciertos días al año de las tierras que se reserva el señor (reserva dominical).
Podemos hablar ya de campesinos dependientes.
Los hombres de behetría castellanos, que se entregan a un señor para que les proteja y
defienda, también han de reconocer su dependencia. Inicialmente, éstos conservan su
libertad de movimiento y pueden elegir como señor a quien le plazca. En la práctica
abundan las behetrías hereditarias y el protector se transforma en señor de una familia o
de una aldea completa en las behetrías colectivas, percibiendo tributos muy diversos
(según el Fuero Viejo de Castilla: infurción o tributo con el que se reconoce la
dependencia, posada y alimentos cuando visita el lugar). No obstante, hay diferencias
según se trate de la Zona Norte y de la Zona Sur.
En la Zona Norte existe la dependencia generalizada, consecuencia de la creación de
grandes propiedades laicas y eclesiásticas, a lo que contribuye decisivamente la entrada
en la Península, por el Camino de Santiago, de las ideas y de la organización feudal euro -
pea (por ejemplo, el fuero concedido a Sahagún en 1085), que reconoce la dependencia y
el total dominio del señor, bien sea laico o eclesiástico.
Los vasallos, en ocasiones, se rebelaron contra su señor cuando las circunstancias les
son favorables, es decir, cuando se producen enfrentamientos entre los señores y el
monarca, siendo utilizados por éste en su lucha contra clérigos y nobles. No es que el
monarca sea antiseñorial y apoye a los vasallos, los utiliza en su lucha contra la iglesia
cluniacense. Esto es prueba del malestar campesino que se agudiza a medida que se
aleja la frontera musulmana y puede prescindirse de los campesinos para la defensa de la
zona. La guerra había permitido a los campesinos de Castilla y en menor medida a los de
León y Portugal, tener una libertad de movimientos mayor que sus contemporáneos
europeos. Pero ahora servirá a largo plazo para fortalecer a los guerreros: su función
perderá sentido, pero la fuerza adquirida les permitirá controlar a los campesinos.
En la zona Sur, la conquista de Toledo habría sido inútil si no se hubieran reforzado las
zonas próximas y repoblado las tierras situadas entre el Duero y el Sistema Central (entre
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los años finales del XI y primeros del XII), con la ocupación definitiva y permanente de las
provincias de Segovia, Ávila, Salamanca y Zamora y se crean o restauran estos núcleos y
Olmedo, Medina, Coca, Cuéllar, Sepúlveda. Los pobladores son libres o adquieren
libertad junto con la propiedad de la tierra, por el hecho de instalarse en estos lugares.
Puede afirmarse que gracias a la guerra, en la zona repoblada en este período
predominan los campesinos libres propietarios de la tierra que cultivan mientras en el
Norte se acentúa la dependencia en parte para evitar la migración masiva hacia nuevas
tierras. Pero sería erróneo afirmar que los habitantes de los concejos del Valle del Duero
son todos libres e iguales, pudieron serlo en el momento inicial de la repoblación, pero en
el XII hay claras diferencias:
* Entre los habitantes de la villa o ciudad y los de las aldeas que forman el territorio o
alfoz de cada concejo.
* Entre los que poseen casa y tierra y los que trabajan para otros.
* Entre los agricultores y los pastores que alternan esta actividad con las militares
(guerreros-pastores) en defensa del concejo. Estos nuevos guerreros concejiles o
caballeros villanos tienden a reservarse en exclusiva los cargos concejiles,
aumentando las diferencias con el resto de la población.
A pesar del predominio de los concejos de realengo en el Valle del Duero y la abundancia
en ellos de hombres libres, el rey concede tierras y derechos a nobles y eclesiásticos, los
cuales repueblan sus dominios poniendo a los pobladores condiciones diversas. En
muchos casos, campesinos y señores están ligados por contratos agrarios de clara
naturaleza feudal, reconociendo el señorío de nobles o eclesiástico, pagarle tributos y
trabajar determinados días al año la reserva dominical (prestaciones personales en forma
de corveas, jeras o sernas, durante las cuales los campesinos son alimentados por el
propietario). Este trabajo en la reserva señorial va desapareciendo, sustituido por pagos
en dinero, a medida que se reactive el comercio pues el propietario prefiere ceder nuevas
partes de la reserva a nuevos vasallos o a jornaleros que la cultiven. El campesino sale
beneficiado al no tener que abandonar sus tierras en las fechas clave (siembra, siega,
trilla y acarreo) para cultivar las del señor.
Propietarios teóricos de la tierra que cultivan el resto del año, su propiedad está
fuertemente limitada: están obligados a residir en el lugar para mantener sus derechos y
no pueden vender la tierra sino al señor o a otro vasallo que acepte su dependencia y las
obligaciones que conlleva. La libertad y la propiedad tienen como límite los derechos
señoriales, que en ningún caso deben verse perjudicados. Si el señorío es eclesiástico se
obliga a los campesinos a ser parroquianos de la iglesia local, a recibir de ella los
sacramentos y entregarle los diezmos, primicias y ofrendas de todo tipo.
Junto a los campesinos libres y dependientes (propietarios en una u otra forma) hay otros
que carecen de tierra y viven como criados en casa de un señor de forma permanente, o
como jornaleros que alquilan su trabajo con carácter temporal. Los primeros se integran
plenamente en la familia del señor, que los alimenta y responde por ellos en juicio.
Los jornaleros están unidos al propietario mediante un contrato verbal o escrito en el que
se especifican sus derechos y obligaciones con respecto al señor para el que trabajan,
contratos que en principio son acordados libremente por las partes, pero en momentos de
crisis es el rey el que debe obligar a los jornaleros a ofrecer sus servicios a precios por él
fijados. Las diferencias de salario son consecuencia del mayor o menor nivel económico y
de la mayor o menor necesidad de mano de obra (menos necesarios en la zona norte, de
predominio de campesinos dependientes, absolutamente necesarios en las tierras
andaluzas). Los sueldos de las mujeres son la ½ que los de los hombres.
B. LA DEPENDENCIA EN NAVARRA, ARAGÓN Y CATALUÑA
Al igual que ocurre en los reinos occidentales, el libre en los siglos iniciales de la
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Reconquista, evoluciona a la dependencia del noble o la Iglesia por motivos de tipo


económico; préstamos o rentas impagados, multas judiciales y de tipo político-militar;
petición de protección a un señor noble o eclesiástico. Para atender a estos compromisos
o necesidades, el campesino tiene que pagar con lo único que posee: su tierra.
En Aragón y Navarra esta dependencia se acentúa por el hecho de la imposibilidad de
expansión hacia Levante, con lo que los señores feudales ven mermada su capacidad de
adquisición de nuevas tierras (sobre todo tras la toma de Valencia), y aumentan la presión
sobre el campesinado. A pesar de este endurecimiento de la relación señor-vasallo, la
situación económica mejora, ya que, a partir del siglo XIII los pechos y servicios que el
campesino presta, quedan reflejados por escrito en documentos que obligan a ambas
partes.
Existen ejemplos como la carta donde el monasterio de Rueda da a poblar la villa de
Jaulín en 1217, los nuevos pobladores adquieren una serie de compromisos como
construir casa en el lugar, residir en él, trabajar heredades, pagar diezmos y primicias,
ayudar a la siembra que se reserva el monasterio. El monasterio se reserva la exclusiva
de administrar justicia, dominio del lugar y el horno. Si alguien quiere vender su parte se la
ofrecerá en primer lugar al monasterio; caso de venderse a otro, éste deberá cumplir con
todos los compromisos que tuviera el antiguo poblador.
En Cataluña durante los siglos XI y XII numerosos campesinos pierden la propiedad y se
convierten por tanto en dependientes de un señor: “homes propis i solius”, y, en el siglo
XIII este número aumenta cuando el campesino busca protección militar.
En los “Usatges de Barcelona” se relatan las múltiples maneras de dependencia:
* Lo que encuentran los campesinos en la tierra como oro, plata, animales, es propiedad
del señor, reservándose éste la facultad de galardonar al campesino por lo encontrado.
* Para las peticiones de Justicia, hay que acudir al señor, que es quien la administra
entre sus vasallos.
* Cuando el vasallo muere sin testar, el señor recibe 1/3 de la propiedad si el difunto
tenía mujer e hijos y ½ si sólo tiene mujer o sólo tiene hijos.
C. GANADEROS Y AGRICULTORES: LA MESTA
Con la concesión de los primeros fueros que se conceden a tierras altas de interés militar
adaptadas a la economía pastoril, vislumbramos, a fines del siglo XIII el comienzo del
predominio ganadero cuyas causas podemos expresarlas en:
* Insuficiencia demográfica.
* Dada la escasez de población, la ganadería se convierte en único medio de
explotación de grandes espacios.
* El ganado es de más fácil defensa en condiciones de emergencia.
* La oveja, al igual que el grano, es medio de pago.
Los grandes propietarios no sólo se quedaron con tierras al sur del Duero. La
trashumancia se extendió también al norte quedando algunas zonas no aptas para la
agricultura. En la corona de Aragón y Navarra hubo más equilibrio con la agricultura por
ser tierras más pobladas y la expansión más lenta.
Los grandes propietarios de ganado eran los monasterios, los grandes nobles y los
caballeros de los concejos. Estos últimos que, al mismo tiempo, son guerreros, forman
mestas locales para defender sus intereses buscando nuevas tierras, bien a costa de
musulmanes o de otros concejos. Su cohesionada fuerza les lleva a hacerse cargo del
poder de los concejos (caballeros villanos, milicias concejiles) organizando para su interés
los usos de los pastores de los predios municipales. Los conflictos a resultas de ello con
el otro poder ganadero (monasterios-iglesias) fueron numerosos.
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El aumento de la cañada ganadera crea la necesidad de buscar nuevos pastizales, no


tanto en propiedad sino en el derecho de uso de esos pastos. Para ello, arrancan el
monarca la merced de poder pacer sus ovejas en condiciones análogas al ganado regio.
Esta situación de precariedad buscando siempre acuerdos, pactos, concordias, hace
aunar posturas a las mestas locales (Cuenca, León, Soria, Segovia) para conformar en el
año 1273, bajo el reinado de Alfonso X, el Honrado Concejo de la Mesta. El monarca sólo
se limitó a dar oficialidad a una organización ya existente. En la corona de Aragón se crea
la Casa de Ganaderos de Zaragoza entre otras agrupaciones. La fuerza de esta
organización regida por las oligarquías pastoriles (reduciendo a la larga la autonomía de
las mestas locales) incrementa aún más su poder en detrimento de la agricultura.
La Mesta regula las cañadas en las zonas de cultivo, regulando las rutas ganaderas más
importantes como son las Cañadas Reales segoviana, soriana, manchega y leones. El
Fuero municipal más completo en cuanto a la trashumancia resulta ser el de Cuenca.
Por último, añadir que el desarrollo de los grandes rebaños de ovino (raza merina) no
lleva implícito un aumento de la actividad textil. Al contrario, esta lana se vende en el
extranjero y regresa como artículo manufacturado y sensiblemente aumentado de precio.
Las Cortes proclaman que se prohíba la exportación de lana y se cree una infraestructura
textil, pero una industria solvente no interesa a los grandes propietarios del ganado.
La información que tenemos de la agricultura es escasa y casi siempre a través de fueros
o fuentes económicas y ejemplos aislados. Así se nos indica sobre la propiedad
campesina la forma de explotación de la tierra o los aperos de labranza o el ajuar de una
casa campesina.
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TEMA XXI: LA SOCIEDAD URBANA EN LOS REINOS HISPÁNICOS


A. ARTESANOS Y MERCADERES
Alrededor del año mil en Europa se produce un progreso por: mejores cosechas agrícolas,
cese de las guerras, mejores útiles técnicos en la agricultura. Al haber mejores cosechas
se produce una mejor alimentación de la población y con ello expansión demográfica,
excedentes agrícolas y su comercialización.
La fiebre de las construcciones en Cataluña: iglesias, centros urbanos y barrios
extramuros o burgos; el bienestar de los ricos trae el gusto por lo superfluo y por el lujo y
el interés por los libros y creación de escuelas catedralicias o monasterios que derivan en
el siglo XIII en universidades.
El progreso material no es sólo cuantitativo sino cualitativo: la roturación de nuevas tierras
previa desecación de pantanos, talas de bosques y construcción de caminos; con los
nuevos caminos y con la existencia de excedentes se produce el intercambio de
productos de unas zonas a otras y de unos productos por otros. En principio este
intercambio lo realiza directamente cada propietario, pero a medida que aumenta el
número de productos y las distancias donde había que transportarlos, aparecen los
mercaderes, personas que viven del comercio. Estos se instalan cerca de los posibles
clientes a la entrada de los castillos y ciudades, la ciudad recupera su función económica
sin perder la administrativa, eclesiástica o militar. Surgen los barrios o burgos donde se
instalan los artesanos. El mercado pasa de ser sólo agrícola a la fabricación de objetos
manufacturados que atienden las necesidades de la comarca. Productos: origen animal,
vegetal, mineral y manufacturados.
Los nuevos burgos surgen en todo el territorio hispánico y con ellos sus habitantes,
artesanos y mercaderes; en las zonas costeras tuvieron contactos con el mundo europeo.
En el interior estos mercados tuvieron menos importancia, pues las ciudades eran
dominadas por guerreros-pastores, villanos, nobles y clérigos y el interés fundamental
estaba en la producción de lana y su exportación para obtener dinero. Esto produjo una
gran explotación de la ganadería y el poco desarrollo de la artesanía.
La artesanía tuvo gran desarrollo en el Camino de Santiago en el siglo XI y sigue las
mismas pautas que en Europa: los mercados locales y regionales de carácter agrícola
ganadero semanal; sigue pronto la instalación de tiendas en ciudades y concejos y la
posibilidad de comprar productos de otras zonas hace que surjan los mercados anuales o
ferias, estas se mantienen hasta la actualidad. Los mercados diarios están copiados del
zoco.
Las ferias, aunque autorizadas y creadas por los reyes, sólo prosperan cuando están en
zonas aptas por su riqueza y por su situación estratégica.
El mercado periódico no puede realizarse sin garantizar el orden, para ellos se prohíbe el
uso de armas en los mercados. El funcionario que dirige y controla el mercado es el
zabazoque, para controlar pesos y calidades, mantener el orden, aunque en algunos
concejos esto lo realicen los jueces y alcaldes, el sayón es el encargado de percibir las
caloñas o multas; los impuestos que recargan la entrada de mercancías las cobran los
teloneros, portazguero o portero.
B. EL COMERCIO INTERNACIONAL CATALÁN
La reactivación agraria de los siglos X y XI en los condados catalanes se manifiesta en la
creación de industrias, que si en un principio sirvieron para atender necesidades locales, a
partir del siglo XIII también suministraron productos para un activo comercio internacional.
A través de acuerdos (Paz y Tregua) se garantiza a los mercaderes la paz del mercado.
A partir del siglo XIII aparecen los primeros gremios que apoyan y organizan a los
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artesanos. La industria textil fue la más importante, siendo exportada a Castilla y norte de
África. También destacan la elaboración de joyas y la construcción naval. Junto a estas
actividades industriales o artesanales se desarrollan las comerciales, facilitadas por la
proximidad al Mediterráneo y por la pacificación de los condados. Los mercaderes
sufragan mediante préstamos las conquistas y financian la ocupación de Mallorca. Los
mercaderes con sus residencias y tiendas en las ciudades también realizan viajes fuera
de los condados para desarrollar su actividad en ferias y mercados.
Debido a esta expansión comercial surgen peajes como el de Barcelona de 1222 para los
productos locales e importados. En el arancel de 1271 se fijan por los conseller de
Barcelona las cantidades que deben cobrar los corredores o intermediarios y evitar los
fraudes. Los aranceles de Valencia (1243 y 1271) se hallan exentos de peaje, debido tal
vez a la falta de una artesanía capaz de atender a las necesidades locales y que estaban
obligados a la importación de artículos para abastecer el mercado.
La proyección externa de los mercados catalanes no habría sido posible sin una
organización, siendo la primera la de la Ordenanza de la Ribera de Barcelona de 1258, en
la que se definen los derechos y obligaciones de marinos y mercaderes, con
disposiciones como:
* El capitán y los marineros no abandonarán la vigilancia y cuidado de las mercancías,
hasta que éstas hayan sido desembarcadas.
* Un escribano deberá levantar acta de lo que ocurra entre ambas partes; señor de la
nave y los mercaderes o dueños de las mercancías.
* Servicio de vigilancia en función del valor de las mercancías.
* Solidaridad y ayuda que deben prestar a las naves de Barcelona en caso de apuro.
* Nivel de carga que puede transportarse sin peligro.
* Crea la figura de cónsules en el exterior.
Entre 1260 y 1270 los barceloneses procederán a una nueva redacción de las
Ordenanzas en el “Libro del Consulado”. En la segunda mitad del siglo XIV será aceptado
en todo el Mediterráneo como código marítimo el “Llibre del Consolat del Mar” donde
están reguladas la construcción y reparación de naves, derechos y obligaciones de los
accionistas, obligación del patrón y marineros, condición de los fletes, normas de carga y
descarga y forma de compensar los daños causados y las relaciones entre el patrón, los
mercaderes y los pasajeros embarcados.
La expansión del comercio exterior está estrechamente relacionada con la expansión
política, la unión de Aragón y Cataluña (1137), la conquista de Baleares y Valencia y el
protectorado sobre Túnez (Jaime I), la incorporación de Sicilia (Pedro el Grande),
Cerdeña (Jaime II) y los ducados de Atenas y Neopatria (Pedro el Ceremonioso) y
Nápoles y el protectorado de Epira (Alfonso el Magnánimo). Los mercaderes necesitan un
apoyo político militar.
Entre las causas de la expansión tiene lugar preferente la económica, apoyada por los
burgueses. Cataluña en general y Barcelona en particular (desarrollo agrícola, comercio
de esclavos, oro, marina).
Las rutas del comercio fueron:
* Norteafricana, se inicia a comienzos del siglo XIII. La mayor parte de los mercaderes
son catalanes y mallorquines. Los productos eran oro y esclavos. Las ciudades Ceuta,
Túnez y Trípoli. Otros productos como el marfil, incienso, cera, atún, coral, dátiles,
azúcar, pimienta, ámbar, alumbre y desde el siglo XIV, cereales.
* Mediterráneo central y el acceso a Bizancio, a las islas griegas, Siria y Egipto,
amenazada por Carlos de Anjou, con quien se enfrentan catalanes por defender el
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comercio tunecino y su acceso a la ruta de las especias, además de la necesidad del


abastecimiento del trigo siciliano para Barcelona.
* Bizancio y de las islas griegas, además del aspecto comercial, existe el intento de
aproximarse a Chipre, mediante el matrimonio de Jaime II con María de Lusignan. A
pesar del fallido matrimonio de Jaime se mantienen las relaciones negociadas por
mercaderes y por la presencia en Rhodas de la Orden de San Juan.
A los puertos de Siria y Egipto llegan mercaderes catalanes y sus cónsules, también
existen relaciones piadosas y humanitarias, como la petición del cuerpo de Santa Bárbara
al sultán egipcio Abu Al-Fatah, el cual exige a cambio el envío a Egipto de artículos
prohibidos por Roma como armas, hierro, naves y material para su construcción y
alimentos.
El comercio de estas rutas proporciona numerosos artículos a los mercaderes catalanes
que negocian en el mundo europeo, haciendo intercambios de productos orientales en la
feria de Champagne por paños flamencos que serán distribuidos por Roma, Gaeta,
Nápoles, Palermo y norte de África.
Otro centro importante del comercio catalán es Sevilla, donde los catalanes obtienen
numerosos privilegios durante los reinados de Alfonso X y Sancho IV; desde mediados del
siglo XIV misioneros y comerciantes catalanes y mallorquines se establecen en las Islas
Canarias, convertidas en el gran centro de exportación de esclavos.
En los libros de mercaderías se detallan los productos, clases y procedencias, forma de
descubrir los fraudes, las monedas, pesos y medidas utilizadas en cada zona, los
jornales, el coste de los fletes, las tasas mercantiles y aduaneras. Las ciudades con las
que se traficaba estaban reflejadas en el Primer manual hispánico de mercaduría:
Damasco, Trìpoli, Alejandría, El Cairo, Constantinopla, Chipre, norte de África, Génova,
Montpellier, Pisa, Sicilia, Narbona, Carcasona, Limoges, Ipres, Brujas, París y Saint-
Homer, entre otras ciudades.
C. MOZÁRABES, MUDÉJARES Y JUDÍOS
Entre los pobladores de los reinos hispánicos de los siglos XIII y XIV se encontraban tres
grupos diferenciados, atendiendo a su etnia, religión o cultura: los mozárabes, judíos y
mudéjares que convivían con la población cristiana.
Los mozárabes eran los cristianos que habían vivido en territorio musulmán,
conservaban su idioma árabe y la cultura visigoda. Eran muy numerosos en territorio
musulmán hasta el siglo XIII pero al aumentar la inseguridad se trasladan a las zonas
cristianas y a Toledo, conquistada en 1085, manteniendo su código: el Fuero Juzgo.
Conocían bien ambas culturas por lo que se adaptaron e integraron entre los cristianos, e
incluso fueron traductores cualificados por su dominio del romance y del árabe y sus
clérigos hablaban latín, lo que les permite actuar de intermediarios entre cristianos y
musulmanes.
Los judíos mantenían sus diferencias religiosas y vivían en juderías, apartados
físicamente de los cristianos, aunque en todos los reinos hispánicos. Su situación estaba
condicionada por las normas de la Iglesia, que a partir del siglo XIII les exigía identificarse.
Estaban en condiciones de inferioridad con respecto a los cristianos, tanto en el ámbito
social (cargos laborales inferiores) como religiosos (se les prohibía salir los Viernes
Santos por considerárseles autores de la muerte de Jesucristo). A este estado de cosas
se llegó a través de diversos concilios y sínodos ya desde principios del siglo XIV como el
celebrado en Zamora en 1313. Sin embargo, ciertos comerciantes judíos se fueron
enriqueciendo y poco a poco ocupando cargos de responsabilidad bajo la protección del
monarca, a quien favorecían económicamente (se dedicaban a recaudar impuestos, eran
administradores de Hacienda), convirtiéndose en funcionarios del monarca y adquiriendo
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una autoridad que por su condición les estaba negada. Esto hizo que entre la población
cristiana surgiera una gran animadversión hacia los judíos, especialmente a finales del
siglo XIV. Muchos hubieron de emigrar o convertirse al cristianismo. Sin embargo, con
Jaime I de Aragón o Alfonso XI, se autorizó su vuelta y se les protegió.
Los mudéjares eran musulmanes que habían permanecido en los territorios ocupados
por los cristianos, eran muy modestos social y económicamente, pues se dedicaban
generalmente a la agricultura o artesanía. Eran respetados en su religión y tolerados
socialmente (tenían sus propios jueces, como la aljama sarracena de Lérida). No
obstante, esta tolerancia no era aceptación plena al igual que los judíos, eran obligados a
llevar distintivos para no ser confundidos con los cristianos.
Las minorías mudéjares y las judías no pueden equipararse entre ellas, pues a pesar del
desdén que los cristianos sentían por ellos, los judíos podían llegar a ocupar altos cargos
en la sociedad mientras que los mudéjares debían conformarse con puestos más
modestos.
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TEMA XXII: DEFENSORES Y CABALLEROS (1)


A. NOBLEZA CASTELLANO-LEONESA
Al cambiar la situación a partir del siglo XI, serán los reyes cristianos quienes exijan parias
a los musulmanes, exigencia también de los nobles fronterizos cristianos para no ocupar
el territorio musulmán.
Una vez ocupado, el botín se reparte de una manera previamente establecida: un quinto
para el monarca y el resto proporcional a los nobles. El oro musulmán sirve entre otras
cosas para primar servicios militares y políticos a los nobles. Para éstos, ya no es la tierra,
sino la moneda, la posesión de artículos de lujo, lo que muestra la categoría de quien los
posee.
En un principio, la nobleza es un grupo abierto, al que se accede por intervenir en la
guerra, por repoblación o por cargos en el gobierno de las tierras conquistadas, por tener
tierras y caballo. Poco a poco esto irá cambiando; los cargos se van haciendo hereditarios
así como las donaciones reales y la nobleza pasará a ser un grupo cerrado al que se
pertenece por nacimiento. Los nobles intentarán establecer diferencias jurídicas con el
resto, como privilegios fiscales y judiciales, consolidándose en textos legales.
El primer fuero nobiliario del que se tiene noticia es de la época de Alfonso VII, al cual se
alude siempre en época de sublevaciones (el buen fuero anterior). Además se redactaron
otros en Nájera y en León, referentes a las relaciones de los nobles con los vasallos.
Todas estas recopilaciones pasaron al “Fuero viejo de Castilla” y al “libro de los fueros de
Castilla” (que también se refieren a León). Del ordenamiento de León recogemos leyes
referidas a las obligaciones de hidalgos y ricoshombres con el monarca, además de otros
derechos señoriales. El poema del Mío Cid es un claro ejemplo de estas costumbres y
leyes establecidas.
Hay una clara diferencia entre ricoshombres (unos 30 linajes) y simples nobles. Los
primeros tienen fuerza militar y política suficiente para provocar las sublevaciones e
intervenir en el reino. Los segundos obtienen cargos en Cortes y municipios. La nobleza
militar de épocas anteriores se va transformando en cortesana y los ingresos y tierras
obtenidos por conquista se obtienen ahora en la Corte, estando cerca del rey. Ahora, la
pérdida de ingresos equipara muchas veces a los nobles con mercaderes y burgueses
enriquecidos. Esto es lo que los nobles tratan de evitar con la aprobación de leyes
suntuarias (cada uno viste según la categoría) y la defensa del estatuto nobiliario, así
como la de poder pertenecer a una Orden de Caballería. Ordenarse caballero será como
un sacramento con funciones específicas consideradas sagradas, que dan sentido a la
continuidad de su status. Las revueltas nobiliarias se producirán por intentar mantener ese
status y salvar los fueros, por obtener más tierras del rey y más cargos que realcen social
y políticamente a los nobles.
Las revueltas condicionan los reinados de Alfonso VIII de Castilla, Fernando II, Alfonso IX
de León y, ya en el siglo XII de Fernando III. Hay bandos nobiliarios importantes: los Haro,
los Castro, los Lara, que capitanean las revueltas. Los problemas surgen con Alfonso X, a
pesar de que consiguen del monarca más tierras y dinero de las que habían tenido nunca.
El pretexto será que este rey pretende imponer el Derecho Romano frente al nobiliario.
Alfonso necesita a los nobles, su ayuda económica y militar para sus aspiraciones
imperiales y por eso acaba accediendo a todas sus demandas.
La situación será muy parecida en Portugal, en donde, desde el siglo XII hay división en
los bandos de los grandes nobles. Alfonso II crea una nueva nobleza cortesana. La
monarquía intenta seguir una política centralizadora creando mecanismo como las
“inquirioes”. Esta política acabará en una auténtica guerra civil en tiempos de D. Dionis.
También es Castilla la monarquía intenta regular los derechos y deberes de los nobles.
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B. EL FUERO GENERAL DE NAVARRA


Sancho VII de Navarra había previsto la unión de su reino al de Aragón, pero a su muerte
(1234) los nobles y el obispo de Pamplona ofrecieron el reino a Teobaldo de Champaña,
sobrino de Sancho.
Los nobles navarros impulsaron, promovieron y aprovecharon el cambio de dinastía para
defender mejor sus intereses; a tal efecto consiguieron imponer un fuero, cuyo objeto no
era otro que limitar considerablemente las atribuciones y poderes del nuevo monarca. A
diferencia de la nobleza de los reinos occidentales que utilizaron las dificultades del rey
para imponer sus puntos de vista.
En 1238 una comisión formada por diez ricoshombres, veinte caballeros y diez
eclesiásticos discutirán con el rey y con el obispo los derechos y obligaciones que
corresponden al monarca y a cada uno de los grupos sociales representados.
La concreción de estos privilegios de ambas partes se recogieron en el llamado “Fuero
Antiguo” que regulaba, entre otras cuestiones:
* La estructura de la monarquía y la sucesión del reino.
* Los derechos de los ricoshombres en relación con la corona “... el rey no puede quitar
tierra ni honor a los ricoshombres sin sentencia judicial previa...”
* Las garantías procesales de los infanzones “...los infanzones sólo pueden ser
juzgados en la corte del rey, en presencia del alcalde de la corte y de tres a siete
ricoshombres que sean de la misma tierra que el acusado... “
* El sistema hereditario de ricoshombres, caballeros, infanzones y dueñas de linaje.
* La distribución de las conquistas que efectuarán el monarca y los ricoshombres, etc.
Es significativo el prólogo del “Fuero Antiguo”, ya que los nobles navarros recuerdan a
Teobaldo de Champaña que sus derechos al trono proceden de su elección más que de
su parentesco con Sancho VII y consecuentemente su legitimidad viene de sus súbditos y
no de Dios.
Enlazando así con el viejo derecho germánico, del que tomaban también el rito de
proclamación del rey: jurar los fueros, recibir la orden de caballería, alzamiento sobre el
escudo, reparto de monedas entre el pueblo y una vez realizado todo ello, doce
ricoshombres, en nombre de todos los navarros, juran defender al rey, a la tierra y a los
fueros.
La imposición de estas cláusulas tiene por un lado una base histórica, Aínsa-Sobrarbe
(nobles contra musulmanes), así como paralelismo con Covadonga.
El “Fuero Antiguo” fue la matriz a partir de la cual, en los siglos posteriores, se fue
conformando y amejorando el que hoy conocemos como “Fuero General”. En este
amejoramiento hay que incluir a Felipe III, en 1630.
El poder de los ricoshombres se manifestó en un frente común ante los reyes extranjeros,
lo que no impidió la formación de bandos desde finales del XIII.
C. LOS GRUPOS PRESENTADOS A CORTES
1. PRECEDENTES
Los reyes y condes hispanos gobiernan aconsejados por nobles y eclesiásticos que
siguen a la corte o son llamados en circunstancias especiales, como los concilios de
Carrión en 1130 que Alfonso VII ordena convocar a Diego Gelmírez o el de León 5 años
más tarde. Las separaciones de los reinos da lugar a curias por cada uno de los reinos
separados.
Estos concilios y curias no son las únicas asambleas. En Cataluña se convocan
asambleas más amplias, las de “paz y tregua” para legislar sobre las paces y las treguas
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perpetuas en los territorios. Suelen estar relacionadas con campañas exteriores, como por
ejemplo, la toma de Valencia.
2. LAS CORTES
Los diferentes reinos peninsulares se disputan la prioridad de las Cortes pero es en León
en 1188 donde se convocan las consideradas más antiguas, no sólo en España
posiblemente también en Europa, por ser las primeras en convocar a los ciudadanos junto
con los clérigos y los nobles y que además conllevan el compromiso de seguir los
consejos de los “obispos, nobles y hombres buenos”.
Las Cortes pierden su función de consejo (que procedía de la curia) a favor de la ayuda
económica, política y militar. Las Cortes suponen la debilidad monárquica al exigir
siempre contrapartidas a la ayuda monetaria. Preocupándose con frecuencia, los
representantes, más de sus intereses que de los generales. Los asistentes a cortes
representan al reino según el concepto y la forma de la tradición medieval.
3. LOS COMPONENTES DE LAS CORTES
Los clérigos: arzobispos, obispos, cabildos catedralicios, clérigos regulares (monjes y
frailes) y órdenes militares. Estos no sólo se representan a sí mismos, también a todos los
que viven bajo su protección, son los territorios de abadengo.
Los nobles, con éstos pasa lo mismo no sólo se representan a sí mismos, también a
todos los que viven bajo su protección incluidos otros nobles bajo su jurisdicción, son los
territorios solariegos.
Los ciudadanos: dependen directamente del rey son llamados bien a título personal o
bien elegidos entre los principales de las ciudades, son la caballería villana de los
concejos semi-urbanos y los grandes mercaderes “los burgueses” de las ciudades, son
gentes con gran poder económico. Proceden de las zonas de realengo (brazo real).
La representación es la que corresponde a una sociedad basada en la desigualdad y el
privilegio. Teóricamente todos están representados y a todos atañe lo pactado. En la
práctica sólo una minoría con poder socioeconómico y militar actúa confundiendo en
ocasiones, más que el bien común, sus propios intereses.
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TEMA XXIII: DEFENSORES Y CABALLEROS (II)


A. LOS FUEROS DE ARAGÓN
La palabra fuero, del latín “forum” = foro, etimológicamente significa juicio, lugar donde se
administra la justicia, o territorio sobre el que se extiende la jurisdicción, aunque en
legislación se refiere a uso, costumbre y “derecho, no observado de un modo general”,
definiéndose entonces como “colección de privilegios, franquicias e inmunidades
otorgadas por el poder público a determinadas localidades o clases sociales”. En el
Derecho vigente se usa en equivalencia de “legislación especial”.
Durante el siglo XIII vemos repetirse el mismo proceso en todos los reinos del norte
peninsular: los nobles, caballeros y defensores, a quienes las prerrogativas forales
benefician, buscan ser plasmados de forma expresa los “Usos y Costumbres” que se
remontan a tiempos ancestrales (principios de la Reconquista e incluso los visigodos)
aprovechando cualquier período de debilidad real, sucesiones o peticiones de ayuda. Los
reyes lógicamente eran remisos a sancionar lo que era para ellos pérdida de poder
efectivo, de sus intereses centralizadores y sobre todo de la capacidad para represaliar
debidamente a quien se alzara en armas o conjurara contra el poder real.
El “Fuero Real” promulgado por Alfonso X para los territorios de Castilla y León, los
“Usatges” de Cataluña, promulgados por Ramón Berenguer I (1068) y elevados a
compilación legal con el Privilegio “Recognoverunt Proceres” dado por Pedro III en 1283,
en la misma fecha y situación en que se vio obligado a otorgar el “Privilegio General” a los
nobles aragoneses, o el “Fuero General de Navarra”, recopilado como consecuencia de
las disidencias entre la nobleza y el rey Teobaldo I en 1287, todos ellos son el resultado
de esa pugna entre el rey y la nobleza por delimitar sus respectivos campos de actuación.
A diferencia de los anteriores, en Aragón no se produce confusión entre alta y baja
nobleza, formando grupos diferenciados en su representación en Cortes.
Los “Fueros de Aragón” son una colección de “cartas pueblas” y privilegios concedidos
desde los comienzos de la Reconquista a Sobrarbe, Aínsa, Jaca, San Juan de la Peña
(en cuyo monasterio se recopiló la Crónica que más tarde invocarían los nobles),
Zaragoza, Belchite, Calatayud, Daroca, Alcañiz y Teruel. Fueron recopiladas por el
Obispo de Huesca Vidal de Cañellas, por orden de Jaime I y aprobadas por las Cortes de
Huesca de 1247, agregándose en 1283 el “Privilegio General” en las siguientes
circunstancias:
Tras la conquista de Sicilia, Pedro III fue excomulgado y depuesto por el Papa Martín IV y
Felipe III se disponía a invadir el territorio. El rey necesitaba subsidios y a la nobleza para
organizar la defensa pero, a pesar de su crítica situación, en las Cortes de Tarazona
(septiembre) se resiste a las presiones nobiliarias. Un mes más tarde, en las Cortes de
Zaragoza se ve obligado a otorgar 30 nuevas leyes añadidas a los Fueros, dando lugar al
“Privilegio General”, aceptando entre otras cosas, las siguientes:
* Reunir Cortes todos los años.
* No proceder contra la clase privilegiada de oficio sino sólo a instancia de parte.
* Nombramiento del Justicia de Aragón entre caballeros o hijosdalgo y con el consejo de
ricoshombres.
* Derecho a los honores y a trasmitirlos a sus hijos.
* Derecho de los ricoshombres a juzgar sus propios pleitos.
* Protesta por la concesión de un Fuero propio al reino de Valencia, y sobre todo
* Obligación de jurar los fueros como condición indispensable para ser aceptado como
rey.
Sancionados los Fueros de Aragón, Cataluña y Valencia, se hace frente a los franceses
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derrotándoles en el paso de Panisars, donde muere Felipe III. Poco después muere el
Papa Martín IV, Alfonso X y el propio Pedro III, superándose la crisis pero consolidándose
una situación favorable a los intereses socio-económicos de la nobleza. Entre las
consecuencias de la aprobación de los Fueros se pueden citar:
* Imposición de la nobleza al poder real.
* Imposición de la nobleza a las nuevas clases sociales emergentes de burgueses y
comerciantes.
* Consolidación de las estructuras feudales.
* Separación de los intereses aragoneses y catalanes.
* Reclamación sobre el reino de Valencia como zona de expansión aragonesa y salida
al mar.
* Intereses por los asuntos estratégicos del Mediterráneo.
B. LOS USATGES DE BARCELONA
Usatges del latín “usatici”, derivado de “usus” (uso, costumbre). Son el fuero de Barcelona
que se extienden a todos los dominios del conde y aunque en sentido estricto no pueden
ser definidos como fuero nobiliario, son mayoría en ellos las disposiciones referentes a los
nobles, comenzando por las que regulan la compensación que se ha de pagar por la
muerte o herida causada a un vizconde, a un caballero, un burgués o un campesino.
Otras disposiciones regulan las relaciones entre caballeros y sus señores, entre éstos y
los campesinos que cultivan sus tierras, pero donde verdaderamente puede verse el
derecho feudal catalán es en las “Conmemoracions” redactadas por el canónigo
barcelonés Pere Albert (siglo XIII), subtituladas “Costumbres de Cataluña entre señores y
vasallos”.
Fijados los derechos feudales en los Usatges y en las Conmemoracions, las
Constituciones de Paz y Tregua confirman la independencia de los señores y su autoridad
sobre los campesinos:
* 1173, Alfonso el Casto ponía bajo la protección de la paz y tregua las iglesias,
personas y bienes eclesiásticos, las personas y propiedades de los campesinos y sus
casas “siempre que no se hallaran en alodios de caballeros” sobre los que el conde-
rey carece de jurisdicción.
* 1202, se precisó aún más la independencia nobiliaria al adoptarse una disposición por
la que los señores que maltrataran a los campesinos o les quitaran sus cosas no
deberían composición alguna al rey, excepto en el caso de que los campesinos o sus
bienes hubieran sido recibidos en feudo del rey o de personas eclesiásticas.
* 1214, tras señalar las personas y bienes protegidos por la constitución, se aludió
directamente a “los hombres de los alodios y castillos de los caballeros en los que el
rey sólo poseía la potestad” (la justicia criminal); estos hombres no podían ser
incluidos en la paz y tregua sin una declaración expresa de sus señores.
Las disposiciones legales no impiden la tendencia a la confusión entre los distintos grupos
de nobles, al igual que en Castilla, y en las Constituciones de Paz y Tregua (1235) se
adoptaron medidas semejantes a las tomadas por las Cortes Castellanas (1258): se
prohibieron los vestidos lujosos. Al mismo tiempo se completó la tendencia a convertir la
caballería en grupo cerrado al ordenar que nadie pudiera ser caballero si no era hijo de
caballero, aunque no todos los hijos de caballeros llegan a esa categoría según se
desprende de los Usatges, que reconocen al hijo de caballero la categoría paterna hasta
que llegan a la edad de 30 años y de aquí en adelante se le considerará como a un payés
si no reúne las condiciones de los caballeros, si ni tiene caballo, armas ni feudo, no va en
hueste ni en cabalgadas, pleitos o cortes como corresponde a un caballero mientras no se
lo impidan la vejez o la enfermedad.
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C. LOS GRUPOS PRESENTADOS A CORTES


Los reyes y condes hispánicos gobiernan aconsejados por nobles y eclesiásticos que
siguen a la Corte. Los concilios y la curia son los precedentes de las Cortes. Pero en
Cataluña existen unas asambleas, anteriores a las futuras Cortes, denominadas “Paz y
Tregua”, que se convocan junto con el consejo del rey-conde y que tienen como finalidad
mantener pacificado el territorio en momentos de gravedad; desde el XII tendrán un
significado político más que religioso. Lo acordado en estas asambleas difiere poco unas
a otras. Es el caso de las asambleas de Ramón Berenguer III para mantener la paz, o de
Jaime I, que aconsejado por obispos, nobles, caballeros y ciudadanos de Cataluña
decreta Paces y Treguas perpetuas para llevar a cabo la conquista de Mallorca. Por esta
paz están protegidos: iglesias, clérigos, viudas, huérfanos, campesinos, burgueses. Con
la conquista de Valencia ocurrirá lo mismo, pero esta vez las asambleas de Paz y Tregua
tomarán medidas de carácter social y económico como las leyes suntuarias que ponen
límite a los gastos, reconocen la autoridad de los señores sobre sus hombres.
Las Cortes heredan de la curia la función de consejo, pero éste va perdiendo importancia
a favor de la ayuda económica, política y militar. La convocatoria de Cortes mostrará en
ocasiones la debilidad de la monarquía, que servirá para exigir e imponer sus condiciones
mediante pactos con el rey, que en adelante no podrá gobernar sin el consentimiento de
las Cortes.
Las limitaciones del poder monárquico se verán reflejadas por ejemplo en Navarra, donde
al subir Teobaldo de Champaña e incumplir los fueros provocarán una revuelta nobiliar.
4. LOS COMPONENTES DE LAS CORTES
4.1. Iglesia
Fuertemente jerarquizada, a las Cortes van: arzobispos, obispos, miembros de los
cabildos catedralicios, los clérigos regulares y los caballeros-monjes de las órdenes
militares.
4.2. Nobleza
Guerreros a los que la actividad militar ha convertido en señores de vasallos. Su consejo y
ayuda es doble: como especialistas de la guerra y como señores que deben autorizar la
ayuda económica de sus vasallos. Serán compensados con el reconocimiento de sus
derechos y privilegios.
4.3. Ciudadanos
Aquéllos que se han desvinculado del rey-señor feudal, que poseen un mayor nivel
económico, político y militar. Muchos son miembros de la caballería villana que controlaba
los cargos municipales o quienes destacaban en los centros urbanos como mercaderes,
llamados burgueses o ciudadanos.
En Cataluña los funcionarios importantes de la administración: batlles (general de
Cataluña, más tarde gobernador del Principado y lugarteniente real) y los veguers (que
dirigen las catorce veguerías en las que se haya dividido el Principado).
Teóricamente todos están representados y se cumple el principio de Derecho Romano.
En la práctica, sólo una minoría de mayor fuerza económica, política y militar está
presente en las Cortes.
Mallorca carecerá de Cortes y deberá aceptar las catalanas.
Las concesiones hechas por Pedro el Ceremonioso a las Cortes catalanas limitarán el
poder real y someterán aún más a los vasallos de los señores feudales.
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TEMA XXIV: LOS INTERCESORES ANTE DIOS


* ORATORES = rezan e interceden * En la Santa Misa
* Predican las verdades de fe

* Los clérigos se * Diócesis (clero secular)


organizan, tienen Órdenes (clero regular)
* Organización de los *
intereses contrapuestos:
creyentes
– Órdenes militares
– Laicos / familiares
Los fieles deben ser conscientes de que no son dueños de los bienes que pertenecen a
Dios  las donaciones  poder económico del clero.
A. ARZOBISPADOS, DIÓCESIS Y PARROQUIAS
Una de las características de la institución eclesiástica es la continuidad por encima de las
contingencias políticas.
La Iglesia hispana se organiza en época romana y visigoda, época unitaria y mantiene la
idea de unidad incluso cuando la situación política es de clara diversidad y de
enfrentamiento entre los reinos en que se ha dividido Hispania.
La restauración del primado toledano es el símbolo de esta unidad, adaptándose a la
realidad política permitiendo la restauración de sedes episcopales o la traslación de éstas
y de sedes metropolitanas a lugares donde no las hubo en época romana o visigoda.
La autoridad del primado toledano encontrará numerosas resistencias inicialmente entre
los condes de Barcelona que se apresuran a restaurar la metrópoli tarraconense para
evitar cualquier posible intervención del toledano-castellano.
Cuando en Aragón y Barcelona se unan, la unidad política será reforzada con la
eclesiástica.
Tarragona extenderá su autoridad sobre las diócesis catalanas sobre los territorios de
Aragón y también sobre Navarra con una serie de problemas. Plantea dos a raíz de las
ocupaciones al independizarse Portugal a comienzos del siglo XII y separarse León y
Castilla en 1157: el primado de Toledo-Castilla se contrarresta desde los arzobispados de
Braga, en el que se ponen las diócesis y clérigos portugueses y de Mérida. Trasladado
éste a Santiago de Compostela por orden de Diego Gelmírez. Esta realidad explica que
Fernando II y los arzobispos de Santiago unan su esfuerzo en la ocupación de
Extremadura, amenazada por castellanos y portugueses y hace que la Orden militar de
Cáceres o de la Espada se convierta en la Orden de Santiago al hacerse familiar de ella el
arzobispo de Santiago que ofrecerá a sus miembros la mitad de Mérida, puesto que el
control de la ciudad garantiza que la sede metropolitana podrá seguir en Santiago y no
volverá a Mérida. La de Sevilla en 1249 chocará con la de Toledo, extendiendo sus límites
hasta Córdoba y la expansión de Portugal hacia el sur hará que se cree una provincia
eclesiástica en Lisboa, cuyos intereses chocarán con los de Sevilla, esta incorporará la
diócesis de Canarias y el obispado de Marruecos.
La situación es cambiante y la fidelidad visigoda hace que los límites metropolitanos y
políticos no coincidan de forma total. De Toledo dependen Palencia, Osma y Segovia. De
Braga, Zamora y Astorga, más tarde dependerán de Compostela los obispos de León y
Burgos consiguen que sus iglesias estén exentas, es decir, no dependan de ninguna
metrópoli.
Las diócesis se extienden sobre territorios demasiado extensos que es preciso subdividir
en arcedianatos y éstos en arciprestazgos, cada uno de los cuales comprende varias
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parroquias, base de la organización eclesiástica que engloba a los fieles de cada barrio de
las ciudades. El obispo es auxiliado en su tarea pastoral por el cabildo catedralicio, cuyos
miembros forman una especie de aristocracia dentro del clero por su intervención en
ceremonias litúrgicas, misas, horas canónicas y procesiones que se realizan en torno a la
catedral y por la situación económica que disfrutan los canónigos.
En todos los cabildos están las dignidades o personas entre los que se incluyen el deán o
presidente del cabildo.
B. MONASTERIOS Y CONVENTOS
Hasta los reinos hispánicos llegan monjes cluniacenses, símbolo de la independencia de
los monjes respecto al poder civil. Son los agentes de la centralización de la cristiandad
emprendida por Roma. Su influencia se hizo sentir especialmente en Castilla y León. El
primer monasterio, San Isidoro de Dueñas, se fundó en 1073. Monjes cluniacenses o
clérigos formados por ellos llegarían a las más importantes sedes episcopales. La
vinculación a Cluny será decisiva en el cambio del rito mozárabe por el romano.
Pese a la importancia de la reforma, la iglesia mantuvo su estructura feudal, semejante a
la de los laicos. Contra esta situación se alzan numerosos reformadores que exigen la
vuelta de la iglesia al ideal evangélico de la pobreza. Dentro de esta corriente se inscribe
la comunidad cisterciense, creada en 1099 por Roberto de Molesmes, quien aspiraba a
que su grupo viviera del trabajo personal, en el más absoluto retiro y con sujeción estricta
al ideal de pobreza individual y colectiva. Pero el grupo adquirió tal renombre que le
llovieron los donativos y pronto sus monasterios rivalizaron en riqueza con los
cluniacenses. En menos de 25 años el ideal evangélico de pobreza había pasado a un 2º
plano.
Los cistercienses llevaron a cabo una actividad repobladora de extraordinaria importancia.
Entre las condiciones exigidas para aceptar la donación de tierras y fundar en ellas sus
monasterios figuran la propiedad absoluta del lugar y la concesión por el obispo de lo que
podemos llamar inmunidad episcopal, es decir, la renuncia a inmiscuirse en el gobierno de
la abadía. Previamente a la aceptación de las tierras, dos o tres abades de la orden
realizaban una visita de inspección para comprobar si los terrenos permitían la vida de los
monjes en régimen de autosubsistencia y si se hallaban lejos de cualquier aglomeración
urbana, característica que diferencia claramente a los monasterios cistercienses de los
cluniacenses.
San Bernardo de Claraval, cisterciense, está en la base de la creación y organización de
las órdenes militares creadas para acoger y defender a los peregrinos que se dirigían a
Tierra Santa y combatir a los musulmanes, objetivo que despierta gran interés en la
Península, según se vio en el testamento de Alfonso el Batallador. Alfonso es también el
creador de cofradías como Zaragoza, Uncastillo, Monreal y Belchite, precedente de las
órdenes que se crearán en la 2ª ½ del XII, ante la falta de combatividad de las órdenes
internacionales. Así nació la orden de Calatrava, la 1ª de una larga serie que incluye a las
de Santiago, Alcántara, Avis y otras menos conocidas.
Cistercienses, premostratenses, Comunidad de Fontevrault y cartujos aspiraban a
reformar la iglesia mediante el ejemplo personal. Otros grupos aspiraban a reformar las
costumbres mediante la predicación. Entre ellos no sólo hay clérigos sino también laicos.
Entre los laicos destacaron Pedro Valdo y Francisco de Asís. El segundo se adaptaría a
las exigencias de la jerarquía y su movimiento será incorporado tras la adaptación
correspondiente al sistema eclesiástico y sus seguidores formarán la orden franciscana.
Pedro Valdo se negaría a aceptar la injerencia eclesiástica y sus teorías serán
condenadas como heréticas. Para combatir doctrinalmente a los valdenses y a los
cátaros, se crea en el XIII, por Domingo de Guzmán la orden de los dominicos. Completan
esta relación de órdenes surgidas durante este período, las creadas a comienzos del XIII
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para redimir cautivos (trinitarios y mercedarios) y las de origen eremítico (carmelitas y


agustinos). Todos estos frailes, por estricta que sea la orden, viven en el mundo, en las
ciudades y desempeñan un papel fundamental en ellas como agentes de Roma y
promotores de universidades.
Si en algún lugar podían surgir órdenes dedicadas a la redención de cautivos cristianos
era en la Península, en las zonas costeras amenazadas por los piratas. Catalanes fueron
los fundadores de trinitarios y mercedarios (San Juan de la Mata y Pedro Nolasco), cuyas
casas hallamos repartidas por toda la geografía hispana.
1. VINCULACIÓN A ROMA
Hasta fines del XI la influencia de Roma en la Península es reducida y los reyes,
siguiendo el ejemplo visigodo, convocan concilios por sí mismos en los que se tratan tanto
asuntos religiosos como políticos. En 1215 se celebró en Letrán, con presencia de
numerosos obispos peninsulares, un concilio universal que concedió especial importancia
a la reforma de las costumbres del clero, pero sus ecos apenas fueron oídos en la
Península hasta la llegada en 1228-9 del legado pontificio Juan de Abbeville. Las
disposiciones de Letrán relativas a la obligación de confesar y comulgar una vez al año,
pagar los diezmos y en especial los acuerdos sobre las relaciones de los clérigos con las
mujeres, la necesidad de tener unos conocimientos mínimos para ejercer dignamente el
ministerio eclesiástico y la obligación de los canónigos de asistir al coro y al rezo de los
oficios divinos, fueron el empeño de la obra de Juan de Abbeville, que, sin embargo, no
tuvo continuidad.
Equiparados los clérigos en muchos puntos a los nobles, como ellos ocupan cargos en la
administración. Desde fines del siglo XIII se pide insistentemente que los clérigos sean
apartados de cargos en la administración de los que no se les puede pedir
responsabilidades por estar sometidos únicamente al fuero eclesiástico.
Concilios y sínodos no son asambleas políticas, pero en ellos se hace hincapié en la
defensa del fuero y de las propiedades eclesiásticas.
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TEMA XXV: DERECHO, LITERATURA Y ARTE, EXPRESIÓN DE LA SOCIEDAD


A. DERECHO REGIO Y DERECHO MUNICIPAL
Los monarcas tienen un doble objetivo jurídico: instaurar un derecho nacional
sustituyendo los derechos locales e instaurar el Derecho Romano que les permite ejercer
poderes más amplios. Así, normas de mayor alcance empiezan a sustituir normas locales
como es el caso de los Usatges de Barcelona en Cataluña y el Fuero Juzgo en León.
En Castilla fracasa el intento de imponer el Fuero Real, imponiendo la nobleza los
antiguos fueros. Serán las Cortes de Alcalá las que aprueben el Código de las Partidas, a
propuesta de Alfonso XI, si bien coexistirá con los fueros locales y la consuetudo, además
del reconocimiento del poder legislativo del monarca.
En Aragón el derecho se mantiene codificado y unificado, pudiendo ser modificado por las
Cortes y la costumbre que es la fuente preeminente del Derecho. Mediante el Justicia de
Aragón se previenen las influencias legales foráneas.
En Cataluña el derecho visigodo se mantiene si bien juntamente con el Derecho Romano,
la costumbre y las normas canónicas. Se le reconoce al conde de Barcelona
determinadas prerrogativas y su preeminencia en Cataluña. Al mismo tiempo que se
refuerzan las instituciones feudales se fortalece la autoridad del príncipe.
El Valencia el cuerpo normativo estuvo compuesto por el Fuero de Aragón y Les Furs de
Valencia, aplicados territorialmente de manera diferenciada. Los grupos privilegiados
consiguieron la renuncia real al ejercicio del poder legislativo libre del control de las
Cortes, diferenciándose así de Cataluña y Aragón.
En Mallorca la consuetudo carece de valor gozando el monarca de amplia capacidad
jurídica. En Navarra se crea un derecho común sin perjuicio del derecho local y
respetuoso con las costumbres, Fuero General de Navarra.
Por otro lado, a medida que los concejos adquieren importancia, se recopilan los Fueros
Extensos que contienen privilegios, costumbres y sentencias de los jueces con el objetivo
de mantener la paz y seguridad ciudadanas. Cuando al frente de los concejos, los
hombres buenos son sustituidos por caballeros, los fueros locales desembocarán en
regulaciones diferenciadas para los grupos sociales. En Cataluña son los burgueses los
que ostentarán el poder municipal.
Los regidores (probi homines) terminan constituyendo un grupo social que, con el
reconocimiento regio, representan a la ciudad. Disposiciones reales, en especial de Jaime
I, regulan los nombramientos y funcionamiento de los concejos que colaborarán con el
veguer, delegado real. El gobierno municipal acabará quedando en manos de los grandes
mercaderes que crean un patriciado urbano que, mediante el Consejo de los Cien,
repartirá los cargos entre los mismos beneficiarios, quedando relegado, sin atribuciones,
el delegado real.
De los fueros de Barcelona (Recognoverunt Proceres, 1284) se desprende un apoyo a la
aristocracia urbana que confunde sus intereses con los municipales y que provocará
conflictos sociales y levantamientos a lo largo del siglo XIII.
B. POESÍA Y ARTE DE CORTESANOS Y CLÉRIGOS
El arte es casi exclusivamente religioso. Símbolos de la unificación de la cristiandad de
occidente son las rutas del Románico y del Gótico. El primero se difunde a través del
Cluny y el segundo con el Císter.
Son ejemplos del arte Románico Ripoll, la catedral del Jaca, San Isidoro de León, las
catedrales de Zamora, Salamanca y Santiago y del Gótico: Las Huelgas, Poblet, Santa
María del mar y catedrales de Burgos, Toledo, León, Gerona y Pamplona, estas dos
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últimas en el XIV.
El Románico y el Gótico vinculan a la Península con Europa. El arte Mudéjar recuerda las
diferencias en la Seo, El Salvador y San Martín de Teruel.
En el aspecto literario, las lenguas romances se van imponiendo al latín, aunque éste
conserve su importancia como lengua filosófica, científica y litúrgica.
Tanto Alfonso X como Jaime I están interesados en favorecer la difusión de las lenguas
habladas porque reflejan mejor el sentir de la población y además es una nota diferencial
frente al Pontificado y el Imperio.
La única epopeya conocida en castellano es el Poema del Cid. También hay fragmentos
de otras en las Crónicas del siglo XIII y en el Romancero. Los orígenes de Castilla dan
lugar a diversos poemas. También hay poesía erudita. Gonzalo de Berceo recuerda que
San Millán salvó a los castellanos del peligro musulmán y éstos, agradecidos se obligan a
pagar los Votos a San Millán como los leoneses los de Santiago.
Surge la poesía lírica o cortés en las cortes señoriales europeas, cantadas por trovadores.
Se utiliza como arma política.
Algo después aparece la poesía gallego-portuguesa, también en el XIII, para unos,
derivación de la lírica mozárabe, y para otros, imitación de la poesía provenzal llegada a
Galicia con los peregrinos.
Otra manifestación son los poetas goliardos, vagabundos que no se encuadran en
ninguno de los grupos sociales existentes. Se desplazan siguiendo a los maestros
célebres. Sus poesías atacan a la sociedad, a todos los grupos establecidos y cantan al
juego, al vino y al amor. Uno de sus blancos preferidos es la jerarquía eclesiástica.
Alfonso X está considerado como el creador de la prosa literaria castellana. Reunió todo
el saber de la época en lengua castellana. Trabajan, traduciendo todo tipo de géneros de
obras, árabes y hebreas, sabios judíos, musulmanes y cristianos.
La primera crónica se redacta en el reinado de su hijo Sancho IV es la Primera Crónica
General de España y finaliza en el reinado de Fernando III. También está la crónica o
Llibre dels Feits (libro de los hechos) del reinado de Jaime I, en catalán y escrita por el
monarca. Con esta obra se inicia la literatura catalana, cuyo mejor representante es
Ramón Llull que utiliza por primera vez un léxico científico en catalán.
El latín no perdió su carácter de lengua cultural y se escribieron himnos, poemas
religiosos y obras de tipo histórico. En Ripoll se redacta la que comprende desde Vifredo
el Velloso hasta Jaime I.
En Castilla y León, el continuador de las crónicas del ciclo de Alfonso III es Sampiro.
También está la Crónica Silense, la de Pelayo de Oviedo, la de Alfonso VII. De tema
particular son la Historia Compostelana o de Diego Gelmírez y la Primera crónica anónima
de Sahagún. La crónica de Jiménez de Rada y la rudense defienden la idea unitaria de la
Península, identificando a los hispanos con los visigodos, de modo especial a los astur-
leoneses-castellanos.
TEMA XXVI:
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TEMA XXVII: LA CORONA DE ARAGÓN: DE LAS CORTES DE BARCELONA A


LA DINASTÍA TRASTÁMARA
A. LA DIFÍCIL UNIÓN POLÍTICA Y LA FORMULACIÓN DEL PACTO SOCIAL
Los reinos de Aragón, Valencia, Cataluña y Mallorca forman la corona de Aragón, que es
una confederación a cuyos miembros une la dependencia de un mismo monarca pero con
un derecho distinto.
En su testamento de 1262, Jaime I mantiene unidos los reinos de Aragón, Valencia y el
Principado y separa el reino de Mallorca (Baleares, Rosellón, Cerdaña y Perpiñán). La
presión de Pedro III el Grande de Aragón y de los mercaderes catalanes desembocó en el
Tratado de Perpiñán (1279) por el que Mallorca y su rey se convierten en vasallos del
aragonés.
Los aragoneses se niegan a colaborar en la guerra provocada por la ocupación de Sicilia
(1282) y culpan al rey de haber embarcado al reino aragonés en una guerra que en nada
beneficia a Aragón. El precio por colaborar con Pedro III es el reconocimiento del Fuero
de Aragón y el control del de Valencia por los nobles aragoneses agrupados en la Unión.
También los catalanes negocian su ayuda al monarca en la guerra que le enfrenta con el
rey de Sicilia, el Papa, el monarca francés y con Jaime II de Mallorca. Enfrentado a Carlos
de Anjou, al Papa, al monarca francés y al rey de Mallorca, Pedro III (1276-85) necesita
que aragoneses, valencianos y catalanes le faciliten hombres de guerra y dinero y para
conseguirlo aceptará todas las exigencias de los súbditos. Los catalanes ponen otro
precio: que el rey use el título de conde de Barcelona y más consejeros catalanes.
1. LA FORMULACIÓN POLÍTICA DEL PACTO SOCIAL
Desde 1283 las limitaciones impuestas al poder monárquico serán un factor esencial en la
historia política de Cataluña. Los acuerdos impuestos al monarca sirven para reforzar la
autoridad de miembros destacados de la nobleza, eclesiásticos de alto rango y los
dirigentes de las ciudades importantes. Pedro III, que había pretendido limitar la autoridad
señorial, confirmó en 1283 las libertades y privilegios catalanes.
Se restablece una Constitución de 1202 por la que se prohibía a los señores acoger en
sus dominios a vasallos ajenos sin licencia del dueño. Por lo que se refiere a los patricios,
se reafirma la independencia de las ciudades respecto al monarca. A los ciudadanos se
les concedió el privilegio de proceder personalmente al embargo de los bienes de quienes
no pagaran las rentas de las casas en las que viven. La presión de los acreedores
combinada con un año de malas cosechas, con el alza de los impuestos y la subida de los
precios, fue determinante en el levantamiento de los menestrales barceloneses que
llegaron a instalar un auténtico gobierno popular (Berenguer Oller representa el primer
intento de acceder al poder municipal para desde él anular las disposiciones que les
imposibilitan la vida). Pedro III se negó a escuchar las razones del dirigente de la revuelta
e hizo ahorcar a Oller y a siete de sus partidarios después de hacerles arrastrar por las
calles de la ciudad. Ejecutados los dirigentes, el movimiento fue sofocado y Barcelona
entra en un período de calma sólo alterada hacia la 2ª ½ del XIV por algunos motines
populares provocados por la carestía de productos alimenticios y por abusos de los
dirigentes urbanos.
Los efectos de la ocupación de Sicilia fueron considerables: el Papa excomulgó a Pedro
III el Grande y dictó el entredicho contra los dominios aragoneses. Jaime II de Mallorca
aprovechó las dificultades del monarca aragonés para recuperar la independencia y se
alió a los enemigos de Pedro III, que tuvo que hacer frente a los ataques angevinos en
Sicilia, a los franceses y a los mallorquines. La división de Castilla entre los partidarios de
Alfonso X (1252-1284) y de su hijo Sancho IV (1284-95) permitirá negociar el apoyo de
uno de los bandos, el que, al seguir a Sancho tiene como enemigo al monarca francés y
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está obligado a mantener relaciones amistosas con Aragón mientras Pedro tenga en su
poder a los infantes de la Cerda, candidatos al trono castellano.
Pedro III murió mientras organizaba la expedición contra los dominios de Jaime II de
Mallorca y su hijo Alfonso III el Franco dirigirá con éxito la campaña contra el reino de
Mallorca que vuelve de este modo a formar parte de la corona de Aragón. Al morir Alfonso
III dejó sus reinos a Jaime II de Sicilia, que a su vez, debería renunciar a Sicilia a favor del
tercer hermano, Federico.
Por el Tratado de Anagni (1295) Jaime II, rey de Aragón, abandona Sicilia, donde se
proclama rey a Federico, devuelve Mallorca a Jaime II y en la negociación obtiene de
Roma los derechos de ocupación de Córcega y Cerdeña y la paz con los angevinos y con
Francia. Por el Tratado de Caltabellota (1302) se condecía a Federico la posesión del
reino mientras viviera. Este acuerdo no fue respetado y, en definitiva, Sicilia continuará en
manos de la dinastía catalana, pero la paz de 1302 dejó libres a los mercenarios de uno y
otro, cuyos servicios fueron reclamados por diversas ciudades italianas y por el
emperador bizantino para defender sus tierras contra los turcos. Recuperada la Corona de
los gastos ocasionados por la actividad política de Jaime II, pudo el rey llevar a efecto la
ocupación militar de Cerdeña (1323-1324).
La independencia de cada uno de los reinos de la Corona no impide que Cataluña sea el
centro político de los territorios. Los unionistas aragoneses, ante las disensiones entre
Alfonso IV el Benigno (1327-37) y su hijo Pedro, jugaron la carta del heredero, confiando
en recuperar el predominio: durante los primeros años de su reinado, Pedro IV el
Ceremonioso (1336-87) tomó como principal consejero al arzobispo de Zaragoza, pero
pronto el monarca confía el gobierno al catalán Pedro de Ribagorza, lo cual avivó el
malestar aragonés, que halla ocasión de manifestarse en el momento en que Pedro IV
hizo proclamar heredera a su hija Constanza. Los aragoneses se aliaron a los
hermanos de Pedro IV y resucitaron la unión. El monarca aceptó las exigencias
unionistas, pero mientras el rey negociaba con los nobles, sus partidarios organizaban el
ejército que vencería a los unionistas y aseguraba el predominio catalán dentro de la
corona.
Pedro IV intenta en el XIV sustituir la unión personal de sus reinos por una vinculación
más firme que vendría dada por la creación de cargos generales, con autoridad sobre
todos los territorios. Su hijo Juan I creará vicecancillerías en cada uno de los reinos y en
1419 Alfonso V el Magnánimo nombrará para el reino de Valencia un Mestre nacional.
La guerra civil que enfrenta a los catalanes entre 1462 y 1472 es el final de un proceso en
el que se mezclan la pugna por el poder político entre el monarca y los grupos dirigentes
de Cataluña, los enfrentamientos entre patricios y los maestros de los gremios de
Barcelona por el control del municipio y la lucha de los campesinos por su libertad
personal.
2. DEBILIDAD DE LA MONARQUÍA ARAGONESA
Rompe el equilibrio en el reino con un cambio de intereses en los grupos sociales que nos
llevan directamente a un enfrentamiento entre todos: campesinos, ciudadanos, artesanos,
rentistas, etc., y un acentuado pactismo en el reino.
B. EL DESCONTENTO CAMPESINO Y LOS MOTINES URBANOS
La colaboración entre el monarca y los ciudadanos mercaderes se rompe porque estos
últimos preferían (s. XIV) comprar propiedades y vivir como nobles sin dejar de controlar
los municipios. Se produce, al tiempo, una desvinculación con los artesanos que al ver
que aquellos se habían alineado con los propietarios ven la solución en la modificación del
régimen municipal de Barcelona para dar peso a los gremios. Al enfrentamiento
ciudadanos-gremios se une el de campesinos-señores.
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Todos estos enfrentamientos tienen su reflejo en el pactismo político. El monarca es


controlado por las Cortes y éste se apoya en campesinos y artesanos.
La Remensa (obligación de pagar para poder abandonar las tierras señoriales) no es el
único mal uso impuesto por los señores para incrementar sus beneficios gracias a otros
usos conocidos con los nombres de intestia (morir sin testar), eixorquia (sin
descendencia), cugucia (adulterio), arcia (incendios) y firma de spoli.
El más importante es el de la remensa: en muchos contratos se incluye la renuncia
específica de los payeses a fijar su residencia en los lugares de realengo y, para quienes
olvidan su dependencia, las Cortes recuerdan en 1289, 1291, 1300 y 1321 la obligación
de redimirse. Insisten en 1350 cuando a causa de la peste negra se acelera la emigración
a la ciudad que declara ciudadanos a quienes tienen alquilada habitación y van a
Barcelona en determinadas fiestas.
El interés señorial radica en mantener la tierra en cultivo y en las zonas de montaña se
restablecen estos malos usos para mantener en ellas a los campesinos. En comarcas
como el Maresme y el Vallés se ofrece reducción de censos y se permite la ocupación de
mansos abandonados. Así, mientras unos campesinos se enriquecen, otros se ven
abocados a la miseria. Unos aspiran a obtener la libertad y otros, los campesinos ricos, a
mantener su posición. En 1370-80 se originarán manifestaciones de descontento de los
payeses de remensa por la reimplantación de los malos usos.
Las amenazas de los campesinos se acompañan de una organización interna que
permite, a fines de siglo, ofrecer a los reyes cantidades importantes para conseguir la
redención en masa. A esta oferta se une el interés real por limitar el poder señorial y el
convencimiento de la injusticia de la servidumbre. Pese a la buena disposición de la
monarquía, los intentos de recuperar el patrimonio real no despertaron entusiasmo entre
los campesinos cuyo interés está en la supresión de los malos usos y no en el pago al
realengo donde subsiste la remensa, a pesar de las gestiones para que la supriman los
eclesiásticos en sus dominios.
Las manifestaciones del conflicto campesino coinciden con los intentos de modificar el
régimen municipal para hacer frente a la situación del mundo urbano. Las primeras
dificultades surgen en 1333 en que los cereales escasean, su precio aumenta y el
descontento popular se ve atizado por frailes que acusan a los dirigentes de acaparar el
trigo y provocar su encarecimiento. Las medidas tomadas no impidieron la revuelta, 1334,
ni el saqueo de las casas y bienes de los consellers y la condena de los dirigentes de la
revuelta. La escasez de cereales se debe a la dedicación de tierras de cultivo al azafrán,
cáñamo y lino, de fácil salida comercial, que ocupan el lugar de los cereales y hay que
traer éstos del exterior.
Nuevas hambrunas y motines preparan la gran peste de 1348 que diezmó a la población
urbana, subalimentada a pesar de los intentos de avituallamiento. Fueron asaltadas las
casas de los patricios y judíos. El hambre y la peste fueron seguidas de un alza de precios
y salarios y de una escasez de mano de obra que paralizó la ciudad, de la ruina de
numerosos cambistas-banqueros y de la renuncia al comercio por algunos mercaderes
que prefirieron invertir en tierras.
Pedro el Ceremonioso aprobó el proyecto de búsqueda de una mayor democratización del
gobierno municipal propuesto por algunos artesanos y mercaderes, quienes piden
permiso para formar un sindicato.
Sin embargo, el saneamiento de la hacienda municipal no prosperó ya que muere el rey y
Juan I puso fin a la reforma. Las manifestaciones violentas se suceden y el odio popular
se desvía hacia los judíos ricos y prestamistas que serán saqueados y atacados. El
pueblo consiguió se autorizara la participación en las deliberaciones del Consejo de
Ciento a personas que antes no formaban parte del mismo; se piden las cuentas del trigo,
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impuestos municipales, rebaja de los sueldos de los consellers. Durante algunos meses
los menestrales controlaron las ciudades y los procesos contra los atacantes de los judíos
como contra los que intervinieron en las reuniones del Consejo se prolongaron durante 2
años. En este tiempo se fue consolidando el poder de la oligarquía urbana aunque ésta
asumió algunas de las peticiones de los populares como disminución de impuestos sobre
alimentos, reforma de la moneda y medidas favorables al comercio.
Los impuestos y las contribuciones de ciudades como Barcelona no bastan para hacer
frente a las necesidades de éstas. Se recurre al crédito facilitado por los judíos o por los
cambistas-banqueros; en la práctica cubrirán los gastos del municipio cuando se halle al
descubierto; a cambio Barcelona deposita la mayor parte de sus ingresos en las taulas de
los cambistas a los que se confiará el pago de los gastos previo el cobro de salario.
Esto resuelve los momentos de apuro, pero al necesitar mayores ingresos se emite deuda
pública (de censals y violaris), pero este tipo de préstamo se gasta en necesidades
urgentes y provoca que se renuncie a la producción por parte de mercaderes y a colocar
su dinero en deuda. Es un círculo vicioso: quiebra de cambistas-banqueros, creación de la
Taula de Barcelona que inmovilizó capitales. Medidas para el relanzamiento económico
(comercio, moneda) no ponen fin al problema.
La falta de estabilidad de la moneda catalana trae consigo la tendencia a sustituirla por las
francesas de oro y planta cuyo valor oficial es superior al que da el metal contenido. Esta
sobrevaloración hace que se deje de llevar oro y plata a las cecas reales y el metal es
ofrecido a las cecas francesas. Se dan varios intentos de revalorización de la moneda con
fuerte oposición de los rentistas catalanes que no se fían.
Contención indirecta de precios, rebajando los impuestos municipales, control de
revueltas urbanas, disminución de deuda pública y solución a los problemas monetarios
no bastan para devolver a las ciudades catalanas su esplendor: éste depende del
comercio y para reactivarlo se creará el Consejo de los Mercaderes y se dictarán o
reactivarán ordenanzas proteccionistas como la de 1227 que daba prioridad a los barcos
catalanes para cargar en Barcelona los artículos destinados a Ultramar.
C. LA SUCESIÓN DE PEDRO EL CEREMONIOSO
1. JUAN I
La rivalidad entre Pedro el Ceremonioso y su hijo Juan es un reflejo de la división
existente en el reino de Aragón: Pedro sigue fiel a los ideales mediterráneos de la dinastía
y Juan se inclina hacia la colaboración con Francia y Castilla, países a los que los que
seguirá en la obediencia al Papa de Aviñón, oponiéndose a la política tradicional de la
monarquía aragonesa al negarse a unirse en matrimonio con María de Sicilia, mediante el
cual se pretendía unir de nuevo la isla a la corona de Aragón.
Anuló la reforma del Consell barcelonés y se enfrentó a unas Cortes que exigieron la
expulsión de algunos de sus consejeros más influyentes porque consideraban que
llevaban al rey hacia un gobierno personalista al margen de los fueros y derechos
tradicionales, que reclamaban el derecho a intervenir en la elección del canciller y los
consejeros reales, y que se negaban a enviar tropas tanto a Cerdeña como a Sicilia. A los
problemas planteados por las Cortes, se unieron en 1391 manifestaciones de descontento
popular que acabaron en el ataque y la destrucción de los barrios judíos y un intento de
invasión dirigida por el heredero de Mallorca, conde de Armañac.
En 1392 Juan I, ante la situación de Cerdeña, preparó una expedición que no llegó a
producirse por las acusaciones de corrupción de los consejeros.
El final del reinado acaba con malestar: tema de Benedicto XIII, problema de los
consejeros denunciado por Valencia. Cuando muere el monarca sus fieles son juzgados.
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2. MARTÍN I (1396-1410)
Designado rey a la muerte de su hermano, centró su política en poner fin al cisma de la
Iglesia con una solución favorable a Benedicto XIII, en afianzar la posición aragonesa en
Cerdeña y Sicilia y, en el interior, proteger a los judíos, poner fin a las banderías, ambas
sin éxito, y en recuperar el patrimonio enajenado por sus antecesores. Promueven esta
política de recuperación las ciudades, que exigen al rey que incluya en su juramento de
coronación el no vender ni empeñar los bienes patrimoniales ni siquiera en caso de
extrema necesidad. El monarca, aunque no cumplió esto, ya que enajenó propiedades
para financiar las campañas sardas, buscó la integración a la corona de los derechos
jurisdiccionales y de los bienes cedidos por sus antecesores, de acuerdo con un
inventario de los bienes del patrimonio real realizado por los consejeros de Juan I. La
recuperación de tierras y castillos apenas se llevó a cabo debido a la falta de
disponibilidad de dinero del monarca. Recuperar la jurisdicción se conseguiría si los
habitantes de las villas y lugares enajenados corrían con los gastos de la recompra. Las
Cortes de Valencia y Aragón prestaron al monarca cantidades para la redención del
patrimonio y nombraron comisiones para llevarla a cabo. Esto exigía el nombramiento de
representantes del monarca que controlasen las operaciones, autorizasen la celebración
de asambleas generales que actuasen en nombre de la comunidad y negociasen con los
hombres del rey las condiciones de la redención.
Los campesinos de remensa fueron los más resistentes ante estas redenciones, aunque
adquirieron conciencia de su fuerza, llegando al convencimiento de que el sistema
empleado para la recuperación del patrimonio podría liberarles de los malos usos y de la
autoridad señorial. Entre cataluña y aragón
La ocupación de Valencia fue obra de aragoneses y catalanes, unidos bajo la misma
Corona y diferentes, por su lengua, estructura social, sistema monetario, legislación,
economía. El doble origen de los conquistadores-repobladores se manifestará
posteriormente en sus formas de vida.
En las comarcas montañosas próximas a Aragón se asentaría la población aragonesa
bajo la dirección de su clase nobiliaria, el obispo de Tortosa y las órdenes Militares entre
las que destaca la de Montesa y como consecuencia, con una organización socio-
económica feudal basada según las normas de las Cartas Pueblas aragonesas.
En las zonas bajas, pero sobre todo en el litoral, el origen de los asentados sería de
procedencia catalana y con una organización administrativa preferentemente en concejos.
En estos lugares de realengo los ciudadanos se rigen por el derecho valenciano (los furs),
que se extenderán a las tierras alicantinas (Elche, Orihuela, etc.) tras su incorporación al
Reino en el XIV.
La importancia económica de la ciudad, centro artesanal y comercial, y con una
agricultura intensiva y de regadío y su identificación con el Reino, lleva a la confusión
ciudad-reino que viene propiciada por los furs, que dicen estar vigentes en la ciudad de
Valencia y en todo el reino, villas, castillos, etc.; a pesar de lo cual al menos 50 ciudades
se rigen por el fuero aragonés, unas 12 por las costums de Lérida y unos 100 lugares en
los que está vigente el derecho valenciano que se extenderá hacia Alicante.
Según el franciscano Francesc Eximierais que escribe a fines del XIV, los mercaderes son
la base de la riqueza valenciana. Sus palabras son reflejo de una sociedad próspera
donde caben todos los estamentos sociales porque en la sociedad valenciana todos son
necesarios y útiles. Con una economía relativamente saneada gracias a la fertilidad de
sus tierras, al trabajo de sus artesanos y sobre todo a la actividad de sus mercaderes, a
los cuales hay que favorecer quitándoles impuestos de tránsito, concediéndoles privilegios
y honores especiales.
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D. EL COMPROMISO DE CASPE
Martín I el Humano fue rey de Aragón de 1396 a 1410. Al morir sin descendencia su
hermano, su hijo Martín el Joven tendrá el trono aragonés. En 1409 muere Martín el
Joven sin hijos legítimos, planteándose el problema de la sucesión al no tener Martín el
Humano, viudo, otros hijos. Podía contraer matrimonio buscando un hijo, o designar
alguien capaz de sucederle. Casó nuevamente pero no tuvo descendencia y los juristas
no aceptaron que Fadrique, hijo ilegítimo de Martín el Joven pudiera reinar. Sólo quedaba
la posibilidad de pensar en algún pariente y así, se nombra a Jaime de Urgell como
lugarteniente del reino, que no supo poner fin a las banderías internas y su candidatura no
es aceptada por ninguno de los reinos de la corona. La elección tendrá que hacerse por
acuerdo de las Cortes de Cataluña, Aragón y Valencia. Pero aragoneses y valencianos
tienes parlamentos irreconciliables, al final, en 1412, una comisión de nueve personas
procedió en Caspe a la elección como rey de Aragón del regente castellano Fernando de
Antequera con el que se inicia la presencia de los Trastámara castellanos en la corona de
Aragón. Los historiadores castellanos y catalanes consideran que con Fernando de
Antequera comienza la unidad española y a favor de Castilla. Por otro lado, los
nacionalistas catalanes culpan del declive nacional a las decisiones de Caspe. Los
castellanistas apoyaban a Fernando de Antequera, sobrino de Martín y nieto de Pedro el
Ceremonioso, contra él están Luis de Anjou, nieto de Juan I, Fadrique de Luja, Jaime de
Urgell y Alfonso de Gandía, nieto de Jaime II.
Ante tantos candidatos era lógico que Martín I preguntase a los juristas si el parentesco
de los candidatos debía referirse a él o a sus antecesores. En Aragón, las mujeres no
pueden reinar pero sí transmitir los derechos, mientras en Cataluña la herencia se
transmite por línea masculina. La situación es muy complicada.
Los candidatos con posibilidades eran Jaime de Urgell y Luis de Anjou, a los que apoyan
uno de los bandos en que está dividida la nobleza: a Jaime le apoyan los Luna de Aragón,
los Vilagut de Valencia y parte de la nobleza catalana. Apoyan a Luis los Urrea y los
Centelles, algunos nobles catalanes enemigos de Jaime y parte de la burguesía catalana.
El 1-6-1411 el arzobispo de Zaragoza, cabeza de los partidarios de Luis de Anjou, es
asesinado, esto llevó a los aragoneses a buscar a Fernando de Antequera para que se
enfrentase a los Luna. El nuevo aspirante, que en realidad tiene escasos derechos,
tardará más de 4 meses en presentar su candidatura, pero tiene riquezas personales y es
regente de Castilla (hijo de Juan I de Castilla y Leonor de Aragón y regente desde 1406),
contando además con el respaldo de Benedicto XIII (el Papa Luna).
El parlamento aragonés se reúne en Alcañiz, mientras las tropas castellanas dominan la
mayor parte de Aragón. Por recomendación de Benedicto XIII se acuerda que la elección
del rey fuese hecha por 9 personas, divididas en grupos de 3, se debería obtener 6 votos,
siendo al menos 1 de cada grupo. En Alcañiz se confía la elección de los 9 al gobernador
y al Justicia del Reino, pero en Tortosa los catalanes eligen 24 personas, de diversas
tendencias, para que nombren a los 9. Los aragoneses designaron rápidamente a los 9,
pero los catalanes no llegan a un acuerdo y al final tuvieron que aceptar íntegramente la
propuesta de Alcañiz.
Fernando será el único candidato posible, un parlamento reunido bajo las armas
castellanas sólo podía elegir compromisarios adeptos al pretendiente castellano al que
además apoyan los valencianos. Mientras catalanes y aragoneses discuten, las tropas
castellanas penetran en Valencia, derrotan a los urgelistas y consiguen que el parlamento
acepte a los 9 ofrecidos por Aragón.
Fernando obtuvo los votos necesarios. El triunfo de Fernando se debió a la división
existente entre los reinos y en el interior de cada uno, al poder que tenía como regente de
Castilla y al apoyo de Benedicto XIII (que hasta 1411 apoyó a Fadrique de Luna, pero
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luego cambió su apoyo al castellano). Amenazado por el concilio, el Papa Luna


necesitaba afianzar su posición, contar al menos con la obediencia de los reinos
peninsulares y ni Luis de Anjou ni Jaime de Urgell garantizaban la obediencia de Aragón.
La situación interior de Castilla favoreció también al infante, asimismo la nobleza y la reina
Catalina de Lancaster confían en que Fernando renunciará a la regencia de salir elegido y
dan toda clase de facilidades a pesar de que, legalmente, tuviera mayores derechos al
trono aragonés el rey Juan II.
Sólo Cataluña tuvo en sus manos la posibilidad de rechazar a Fernando, nombrando
como rey a Jaime de Urgell inmediatamente después de la muerte de Martín I, e imponer
después su candidatura en Aragón y Valencia con la ayuda de los urgelistas de estos
reinos. Creyéndolo así, los historiadores hablan de claudicación de Cataluña, quienes
piensan que debería haber sido elegido un catalán, otros hablan de madurez política
catalana al permitir la elección de Fernando.
Pero Cataluña no estaba unida como en las épocas de esplendor, después de la crisis del
XIV si no se eligió a Jaime de Urgell en 1410 fue porque una parte importante de los
catalanes no quiso aceptarlo debido a que sus intereses personales o de grupo eran
opuestos a los defendidos por los partidarios del conde y para ellos sus intereses eran
más importantes que el hecho de que el nuevo rey fuera o no catalán y Cataluña desunida
nada podía hacer contra el parlamento aragonés unificado por Fernando de Antequera. La
división era tal que se presentaron 6 opciones distintas e irreconciliables: sus intereses
estarían mejor defendidos por el castllano que por cualquier candidato y otros porque la
elección de Jaime podía provocar una guerra civil en la que no estaban interesados o
porque podía dar lugar a la ruptura de la unidad de la corona de Aragón.
Fernando I (1412-1416) sabe que el apoyo no ha sido unánime y al tiempo que premia a
sus fieles intenta atraerse a los antiguos adversarios haciendo concesiones a nobles,
eclesiásticos y ciudadanos: las barreras comerciales entre Castilla y Aragón desaparecen
y se perdonan diversos impuestos debidos por los mercaderes mientras nobles y
eclesiásticos logran que el rey les apoye en sus reivindicaciones. La sublevación de Jaime
de Urgell no tuvo partidarios ni siquiera en Cataluña, fue fácilmente sofocada ese mismo
año y Jaime permaneció en prisión hasta su muerte. En los breves años del reinado,
Fernando impulsó considerablemente los asuntos mediterráneos y firmó la paz con
Génova.
El problema del cisma de la Iglesia halló una solución definitiva durante su reinado. La
alianza y amistad con Benedicto XIII fueron mantenidas, pero las posibilidades del Papa
Luna se terminaron al iniciarse el concilio de Constanza. El concilio exigió que Benedicto
fuese depuesto, sin que de nada sirviera la defensa hecha por Fernando. En 1416 Aragón
negaba obediencia al que en adelante sería el Papa de Peñíscola, su lugar de residencia
y un año después Castilla se adhería a los acuerdos de Constanza.
E. LOS INFANTES DE ARAGÓN ENTRE ITALIA Y CASTILLA
Los compromisos reunidos en Caspe, le eligieron en efecto rey de Aragón (1412). En el
momento de su elección estaba en Cuenca y marchó a Zaragoza, convocó Cortes, juró
los fueros y libertades aragonesas, recibió el homenaje de sus súbditos y nombró
heredero a su hijo primogénito Alfonso. Fernando I impulsó asuntos mediterráneos,
pacificó Sicilia y Cerdeña y tuvo relación con el N de África. En estos años se transforma
la Diputación General de Cataluña en un organismo político con atribuciones muy
grandes.
Fernando I no renunció a la regencia de Castilla y la utilizó para preparar el futuro de sus
hijos, los Infantes de Aragón, de forma que controlaban todos los reinos peninsulares: el
mayor, Alfonso, le sucedería en Aragón; el segundo, Juan, sería rey de Navarra por su
matrimonio con Blanca; ambos apoyarían a Enrique, maestre de Santiago, para que
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gobernara Castilla como jefe de la nobleza; Sancho sería maestre de Alcántara, y la


posición familiar se reforzaría mediante el matrimonio del primogénito Alfonso con María,
hermana de Juan II de Castilla. Las dos hijas de Fernando, María, se casó con el monarca
castellano y la segunda, Leonor, con el heredero portugués.
El cabeza de familia, Alfonso V el Magnánimo (1416-58) intenta en los primeros años
compaginar la defensa de los intereses de los infantes en Castilla con la política
mediterránea de la corona, en la que encuentra dificultades semejantes a la de los reyes
anteriores. Aunque no hubo acuerdo sobre el papel de las Cortes en el gobierno del
Principado, Alfonso recibió la ayuda económica solicitada y puso fin a la revuelta de
Cerdeña, además decide atacar una de las bases genovesas, la isla de Córcega,
concedida a Aragón después del tratado de Anagni (1295).
En 1420 un ataque realizado por Génova proporcionó pequeños éxitos militares que
prepararon la incorporación de Nápoles a la Corona. En 1421 las naves de Aragón
entraban en el puerto de Nápoles y poco después la reina Juana proclamaba heredero,
virrey y lugarteniente general a Alfonso.
En 1423 Alfonso regresa a la Península tras su fracaso en Nápoles y la situación de
Castilla. Sin la colaboración de las Cortes de Cataluña no era viable la política del
monarca y éste tuvo que aceptar cuanto fue exigido a su esposa María por las Cortes de
1421-3.
Poco más tarde, Alfonso interviene activamente en la política castellana y forma una
alianza con sus hermanos para anular al favorito Álvaro de Luna, mientras tanto, las
Cortes no sólo actúan en el interior, sino que dirigen la política exterior y obligan a Alfonso
a aceptar la tregua de Majano (1420) que puso fin a la intervención de Alfonso en los
problemas de Castilla.
Por lo tanto, la renuncia a intervenir en Castilla se debe al desinterés tanto de aragoneses
como catalanes y valencianos. Eclesiásticos, nobles y ciudadanos formaron un frente
común y actuaron divididos en otros por los que Alfonso tuvo el dinero solicitado y
además intervino en Nápoles donde la presencia de la flota dio lugar a una coalición
formada por el Papa, Venecia, Florencia, Milán – Génova, bajo la dirección de Felipe
María Visconti, duque de Milán y señor de Génova. Esta coalición teme la ruptura del
equilibrio italiano si Nápoles se une a la corona de Castilla.
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TEMA XXVIII: HACIA LA GUERRA CIVIL CATALANA


Enfrentamientos entre el monarca y las Cortes-Diputación, revueltas campesinas y
conflictos urbanos desembocan en la guerra civil del último tercio del XV, en donde el
monarca, por estrategia política se une a campesinos y menestrales y una vez
conseguida la victoria se aliará con el grupo dirigente catalán.
A. LA BUSCA Y LA BIGA
Compartir el poder municipal para resolver los problemas económicos es la aspiración de
artesanos y mercaderes catalanes que radicalizan sus posturas a medida que encuentran
resistencias y consiguen el apoyo de la monarquía que se une a ellos como forma de
presionar a los dirigentes urbanos y de obtener dinero que éstos le niegan para mantener
la política mediterránea.
Se produce una crisis económica mediterránea hacia 1425 que conlleva a la intervención
por medio de medidas proteccionistas, pero para aplicarlas hay que vencer la resistencia
de la oligarquía.
Las protestas y motines se suceden lo que da lugar a una serie de cambios y reformas
(1436). Los mercaderes y menestrales proponen una serie de medidas: devaluación
monetaria, prohibición de importación de productos, mejora de la producción textil,
impuestos a extranjeros. Los ciudadanos proponen medidas más limitadas: trabajos
públicos para atenuar el paro, etc.
La intransigencia de los ciudadanos y su resistencia al cambio precipitaron la crisis
económica y dividieron a los barceloneses, a partir de 1450, en dos grupos claramente
diferenciados: la biga y la busca:
* La Biga, integrada por la mayoría de los ciudadanos y algunos mercaderes –
importadores de paños de lujo-, se considera, actúa y vive como un grupo nobiliario,
tienen tierras, castillos y derechos señoriales y viven de las rentas. Se oponen a las
alteraciones monetarias.
* La Busca, el partido de los menestrales y mercaderes que aspiran a controlar el
gobierno municipal para hacer cumplir los privilegios, libertades y costumbres de
Barcelona. Quieren la devaluación monetaria y medidas proteccionistas.
Entre la Busca y la Biga, Alfonso el Magnánimo, que mantendrá una postura ambigua, ya
que por un lado necesita dinero y lo aceptará tanto de buscaris como de bigaris y por otra
parte, aspira como los demás reyes del XV a imponer su autoridad en las Cortes.
Finalmente se inclinará a favor de campesinos y buscaris, a veces de manera directa y en
ocasiones apoyando medidas antioligárquicas, como Galcerán de Requesens.
La oposición sistemática a los mayores, la divulgación de las irregularidades cometidas y
de los altos salarios cobrados por los ciudadanos, la insistencia en la necesidad de
devaluar la moneda y la promesa de rebajar los impuestos sobre la carne, dieron a la
Busca el apoyo del pueblo e hicieron posible el reconocimiento por el monarca del
Sindicato de los Tres Estamentos (mercaderes, artistas y menestrales).
El reconocimiento del Sindicato de los Tres Estamentos fue acompañado (1451) por una
modificación del sistema de elección de los consellers y de una reorganización del
Consejo de Ciento, con lo que el gobierno del municipio quedó en manos del Sindicato y
la Biga en minoría. El triunfo de la Busca fue seguido de las reformas pedidas o
prometidas.
Sin embargo, no todo fueron éxitos en su gestión y a menudo cayeron en los mismos
errores que los bigaris. Las diferencias entre el programa y las posibilidades reales de
Barcelona, así como la heterogeneidad de los miembros del Sindicato, dieron lugar a una
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escisión en el grupo y el relativo fracaso de las medidas económicas le hizo perder parte
del apoyo popular.
Pero el fracaso no es imputable sólo a la Busca, desde el primer momento la Biga
(apoyada por las Cortes y la Diputación) se opuso por todos los medios a las reformas y
las hizo fracasar.
Igualmente unidas, la Busca y la Biga, hicieron fracasar, retrasaron o anularon los efectos
de la devaluación monetaria y de la prohibición de importar paños de lujo.
La ofensiva contra el Consejo buscari continuó especialmente después de la muerte de
Alfonso el Magnánimo (1458). Lentamente recuperó la Biga su ascendencia en el Consejo
y de forma especial se confirmó el resurgimiento de los ciudadanos cuando la Diputación
General creó el Consell Representant de lo Principat de Catalunya y lo puso bajo la
dirección de la Biga: en 1461, después de la Capitulación de Villafranca que prohibía al
monarca entrar en Cataluña y acusando a los buscaris de conspiradores, ajusticiaron a
los más principales.
B. EL SINDICATO REMENSA
Por los mismos años en que se reconoce al Sindicato de los Tres Estamentos barcelonés
tiene lugar la autorización a los payeses a reunirse y crear el Sindicato Remensa,
después de años de dudas y ambigüedades, que se inician en las Cortes convocadas por
Fernando de Antequera en 1412-3. El monarca pide ayudas que le permitan vivir como
corresponde a su categoría y los nobles se la dan tras conseguir la reparación de los
agravios sufridos y lograr la aprobación de la constitución, que alude a los derechos
señoriales, en contra de los payeses que tras cambiar de domicilio pretendían mantener
sus derechos sobre las tierras y amenazaban a los señores y a los nuevos cultivadores.
En 1413 se da plazo de un año para vender a vasallos o ceder las tierras al señor junto
con los documentos acreditativos de sus derechos.
La Constitución tiene carácter retroactivo sin limitación de fecha; el objetivo fundamental
es la recuperación de las tierras para cederlas en condiciones más ventajosas a otros
payeses, cultivarlas directamente o venderlas.
Los campesinos ven coartada su libertad de movimiento y limitados sus derechos sobre la
tierra, pero indudablemente, la situación de los remensas es más dura y desde 1440 el
primer objetivo de los campesinos es conseguir la libertad personal, la supresión de los
malos usos mediante la compra de los derechos de los señores. Con esta finalidad se
forma el Sindicato Remensa, en cuya creación intervienen abiertamente los oficiales del
rey. Éste mantiene la política de ambigüedad que se ha visto al hablar de la Busca. El
problema remensa aparece estrechamente ligado al de la recuperación del patrimonio
real, iniciado en tiempos de Martín I. Ya en 1420 se autorizó a los habitantes de diversos
lugares a reunirse para encontrar el modo de pagar la redención de los derechos
señoriales y volver a la jurisdicción real. Pero esta política no aparece claramente definida
hasta 1446, cuando Pere de Besalú fue encargado de inventariar y amortizar todos los
títulos señoriales de posesión de castillos, villa, masías, casas, lugares y tierras de
realengo y de embargar los bienes de cuantos señores no pudieran presentar títulos
convincentes.
Estas medidas se relacionan con las necesidades económicas del monarca, residente en
Nápoles e incapaz de conseguir la ayuda de las Cortes mientras no las presidiera
personalmente y regresar a Cataluña. Los remensas se ofrecieron a cubrir las
necesidades del rey a cambio de volver a la jurisdicción real y los oficiales del monarca
facilitaron las reuniones de los campesinos. Las protestas de las Cortes contra los
instigadores de estas reuniones no se hicieron esperar y en 1447 llega a culparse de la
agitación campesina a los malos juristas (los oficiales). Alfonso se limitó a disolver las
Cortes y se inclinó hacia los campesinos y hacia los remensas a los que autorizó a
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reunirse en 1448.
Asume la defensa de los señores la Diputación del General, que envía embajadas a
Nápoles, se opone a que se haga pública la decisión real y manda detener a los oficiales
que la pregonan. Colabora activamente con la Diputación el Consejo barcelonés, cuyos
dirigentes y el propio municipio son propietarios de campesinos de remensa. Pese a la
prohibición, se celebraron las reuniones, pero la oferta hecha en 1449 se quedó corta ante
los 400 mil florines que ofrecieron las Cortes en 1452. Nuevas contraofertas payesas y la
negativa de las Cortes a hacer efectiva la ayuda mientras el monarca no regresara a
Cataluña le llevaron a apoyar de nuevo a los remensas y a suspender, provisionalmente,
en 1455, los malos usos y servidumbres hasta que se llegara a un acuerdo. Tras una
nueva anulación, la sentencia fue confirmada en 1457, cuando el rey anunció que
renunciaba definitivamente a volver a Cataluña y recibir la ayuda ofrecida por las Cortes.
Las necesidades económicas por sí solas no explican la actuación de Alfonso el
Magnánimo, al que habría resultado más fácil entenderse con los señores que con los
campesinos. En el fondo, lo que estaba en juego es el poder político de Cataluña: lo que
se discute es la autoridad real, que no podrá ser efectiva por más dinero que se dé al
monarca mientras no se recupere el patrimonio real y no se reduzcan los poderes
señoriales.
C. EL MONARCA SOMETIDO AL CONSELL DE CATALUÑA
Fernando de Antequera reconoció en las Cortes atribuciones políticas a la Diputación del
General. Las Cortes siempre apoyadas por el Consejo barcelonés van perdiendo fuerza
hasta que son disueltas. Pero de nuevo con Alfonso V (1421-22) reconoce la vigencia de
los usos y constituciones de Cataluña, el control a través de la Diputación y la facultad de
nombrar representante ante la corte para vigilar el cumplimiento de las leyes.
En las Cortes de 1454 presididas por Juan de Navarra (futuro Juan II) se produce una
ofensiva contra el monarca, los buscaris y los payeses. Las Cortes, lógicamente hacen
causa común con la Biga barcelonesa. Fueron disueltas sin acuerdos, pero quedó el
problema del hijo de Juan de Navarra, el príncipe de Viana, enfrentado a su padre que se
utilizará como pretexto para oponerse al monarca. Las Cortes asumirán su defensa
cuando es encarcelado en 1460.
Un año más tarde Juan II se ve obligado a firmar la concordia de Villafranca del Penedés
con la que culmina el proceso pactista iniciado en 1283: Juan II no podrá entrar sin
permiso en Cataluña en donde el poder corresponderá a su hijo de forma limitada, ya que
la Diputación, el Consejo de Ciento barcelonés y el Consejo del Principado controlan el
resto de aquel poder. Cuando muere en 1461 Carlos de Viana, el príncipe Fernando, su
medio hermano, inicia los contactos con los aliados monárquicos buscaris y remensas
para establecer el brazo real. El Consejo reacciona utilizando la violencia contra éstos y el
rey, el 28 de mayo de 1462 rompe el acuerdo y entra en Cataluña.
D. LA GUERRA CIVIL
En la guerra de 1462-72 se enfrentan por un lado el monarca (apoyado por buscaris y
remensas) y las Cortes (Biga). La causa de la guerra tiene como antecedente la prisión
del príncipe Carlos cuyo error permite aglutinar, a través de la Diputación del General, a
todos los catalanes y declararle la guerra a Juan II aunque lo que buscas no es su
destronamiento sino la imposición de sus puntos de vista, tanto políticos como socio-
económicos. La Biga, mientras tanto, había afianzado su posición, frente a sus enemigos.
La guerra se internacionalizó ya que Juan II buscó el apoyo de Luis XI de Francia (al que
le da entre otras cosas en garantía el Rosellón y la Cerdaña) y Gastón de Foix (promesa
de heredar Navarra). El Consejo de Cataluña, por su parte, buscará apoyos interiores y la
desarticulación de las fuerzas opositoras: el partido buscari y los remensas. Al no obtener
los resultados deseados, el Consejo comienza a ofrecer el Principado a candidatos que,
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50 años después de Caspe, pueden albergar derechos en Cataluña.


Se propuso nombrar conde de Barcelona al rey Enrique IV de Castilla si respetaba toda la
particularidad catalana y la Concordia de Villafranca, además el rey castellano, aparte de
sus derechos al trono, puede contar con la ayuda de los beamonteses navarros enemigos
de Juan II y del conde de Foix. Ellos apoyan a Blanca, hermana de Carlos de Viana, ex
mujer de Enrique IV.
Enrique IV acepta el ofrecimiento ante la división de la nobleza. Las tropas castellanas
dirigidas por Juan de Beamont obligan a levantar el cerco de Barcelona pero Juan II utiliza
las divisiones de la nobleza castellana que acabará forzando a Enrique, por la sentencia
de Bayona, con Luis XI de árbitro, a renunciar al Principado y, en compensación, se le
entrega la merindad de Estella. Juan II renuncia a las rentas que le correspondían en
Castilla.
Tras el monarca castellano, la corona se le ofrece a Pedro de Portugal, descendiente de
Jaime de Urgell que, dadas sus limitaciones, se alía con el duque de Borgoña enemigo de
Luis XI. Aragoneses, valencianos y mallorquines, mientras tanto, prestan su apoyo a Juan
II, además de los buscaris y remensas y algunos nobles y clérigos. Bernat Saportella,
diputado (uno de los tres) del Principado de Cataluña se pasa con el rey con lo que la
Diputación le permitirá la legalización de su situación.
Muere el Condestable Pedro de Portugal en 1466 y se le ofrece la corona a Renato de
Anjou, también descendiente de los candidatos de Caspe y enemigo de Alfonso V, lo que
modificará el sistema de alianzas internacionales. Finalmente Juan II busca la alianza con
Castilla a través del matrimonio de su hijo Fernando y, tras una serie de candidatas,
consigue que se case con la infanta Isabel. Sin apoyos exteriores, los catalanes tienen
que rendirse a la realidad: Barcelona se entrega a los realistas tras un perdón general.
E. LA CAPITULACIÓN DE PEDRALBES (1472)
Es el fin de una guerra que termina sin vencedores ni vencidos. Únicamente Juan II pide
que no se dé por hecha la Concordia de Villafranca. Las medidas de clemencia y una
preferencia a la Diputación rebelde frente a la realista permitiendo seguir en el cargo a
diputados que habían sido opositores, trajo alguna división pero pacificó el país. Algo
había que hacer para solucionar los graves problemas económicos, ya que Cataluña
estaba arruinada tras la guerra. Las Cortes de 1473 abordan el tema de la recuperación
que no se solucionará.
Fernando II (el Católico) intentará solucionar todos los problemas, en primer lugar
ocupando el Rosellón y la Cerdaña. El programa económico era, en parte, el de los
buscaris desde 1450. se decide también la reforma de los organismos dirigentes de
Cataluña: la Diputación y el Consejo.
El problema remensa fue el último en solucionarse. Durante la guerra el jefe de los
remensas Francesc Ventallat fue hecho vizconde de Hostolés, pero sobre los malos usos
la política siguió siendo ambigua, lo que dará lugar a nuevas revueltas, como la de 1475,
o se manifestará en medidas antirremensas (Cortes de 1480). Fernando tiene tantas
dudas sobre la cuestión que los nobles recuperan derechos perdidos y entonces se
produce la 2ª guerra remensa (1484) dirigida por Pere Joan Sala que consigue una
revuelta de grandes proporciones. Esto fuerza el compromiso que se plasmará en la
Sentencia Arbitral de Guadalupe (1486) en donde los malos usos son redimidos mediante
el pago de sesenta sueldos por mansos y los campesinos lograrán una serie de
libertades. Los señores fueron indemnizados y al monarca se le pagó una multa de 50 mil
libras. Los señores siguieron teniendo derechos sobre los campesinos cultivadores pero
no de la forma humillante como hasta aquel momento.
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TEMA XXIX: EL REINO DE MALLORCA


La conquista de la isla fue fundamentalmente obra de catalanes. La campaña fue
financiada mediante el cobro en Cataluña del bovatge (impuesto para casos
excepcionales). Conquistada Mallorca, los musulmanes que no la abandonan fueron
reducidos a la esclavitud y sus bienes repartidos entre los conquistadores
proporcionalmente a los contingentes militares aportados. Las ciudades que colaboraron
en la conquista también fueron recompensadas, así, desde 1231 se conceden franquicias
comerciales en la isla a mercaderes de Barcelona, Tarragona, Lérida, Perpiñán,
Montpellier, etc.
Si los catalanes logran franquicias en la isla, los nuevos mallorquines ven recogido en la
Carta de Franquicia o de Franquesa, considerada la Carta Constitucional del Reino, el
derecho a comerciar, exentos de cualquier carga fiscal, en todos los territorios sometidos
a la jurisdicción de Jaime I y en aquellos que en un futuro pudieran conquistar.
A. INDEPENDENCIA POLÍTICA Y VINCULACIÓN ECONÓMICA
El libre comercio de mallorquines en los territorios de la Corona, de los catalanes en la isla
y la concesión de la Carta de Franquesa, puede hacer pensar que Mallorca se incorpora a
la Corona en plena igualdad con Cataluña, Aragón y, más tarde, Valencia, pero no es así.
Jaime I utiliza las islas para resolver problemas peninsulares, así a cambio de los
derechos sobre Urgell cede el feudo vitalicio Mallorca y Menorca y, durante 2 años,
reservará la conquista de Ibiza a Pedro de Portugal y al conde Nuño Sánchez, a los que
se unirá el arzobispo de Tarragona.
Pedro de Portugal mantiene el feudo mallorquín hasta 1244. pero la entrega a Pedro del
señorío mallorquín no anula los derechos de Jaime I que en todos los testamentos deja el
reino a sus hijos. Según el último testamento, los hijos de Jaime I actuarían en sus
respectivos dominios como soberanos independientes, pero en la práctica el reino de
Mallorca está subordinado a los dominios del primogénito. Esto queda claro en el Tratado
de Perpiñán (1279), en el que Pedro el Grande hace que su hermano Jaime II reconozca
la dependencia política de Mallorca respecto a Aragón y la dependencia económica
respecto a Cataluña.
La ocupación de Sicilia en 1282 divide a los mallorquines: mientras la burguesía comercial
se une a Pedro el Grande y colabora en la campaña, la nobleza y Jaime II se alían al
Pontificado y a la monarquía francesa contra el rey de Aragón y ponen fin al vasallaje
concertado en 1279. Pedro el Grande mantuvo su política de atracción de los mercaderes
mallorquines y ratificó la exención de impuestos comerciales en las ciudades de la
Corona. La presión económica con fines políticos es una práctica habitual que explica la
facilidad con la que se acepta la ocupación del reino por el monarca aragonés en 1285 y
las buenas relaciones que mantienen los mercaderes de Mallorca y la Corona después de
la devolución del reino a Jaime II en 1298. En un intento de romper la dependencia
económica de las islas respecto a la Corona y de finalizar su autoridad política, a
comienzos del XIV Jaime II crea una moneda propia, adopta medidas para crear en la isla
una industria lanera de cierta calidad, reorganiza el mundo rural para conseguir un mayor
autoabastecimiento y eliminar en parte la dependencia del exterior, llevará a cabo una
política proteccionista, lo que implicará malestar entre los comerciantes catalanes que
verán afectado su comercio con las islas y pedirán al rey aragonés la adopción de
medidas, llegando a declarar el boicot comercial al archipiélago, acompañado de la guerra
de corso y la confiscación de naves insulares hasta conseguir la anulación del
proteccionismo. Las medidas llevadas a cabo por Jaime II no lograron superar la crisis y
Mallorca entró en un período de decadencia. En 1343 Pedro el Ceremonioso ocupó la isla
y puso fin a la breve independencia de Mallorca iniciada a la muerte de Jaime I en 1276 e
interrumpida entre 1285 y 1298.
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B. CIUDADANOS Y FORÁNEOS
A los problemas económicos se añaden los políticos provocados por la oposición entre la
ciudad y las villas de Mallorca desde la conquista por Alfonso el Franco en 1285: sólo la
parte foránea, los campesinos ofrecen resistencia mientras los artesanos y mercaderes
negocian condiciones de la redención, e igual sucede en 1343. El distinto planteamiento
no se debe sólo a diferencias económicas, sino al malestar de los campesinos ante el
control que los ciudadanos pretenden ejercer sobre todo el territorio insular a través del
Consell creado en 1249. Los campesinos tienen una presencia honorífica porque no están
representados en el Consell restringido.
La reorganización de las villas iniciada en 1300 por Jaime II da a estos una mayor
cohesión y fuerza que se manifiesta en la reforma del rey Sancho de Mallorca en 1315: la
ciudad pagará sus gastos específicos y las villa contribuirán con un tercio de los gastos
comunes y podrán controlar la gestión económica; cada villa tendrá dos representantes en
el Consell amplio y la parte foránea en su conjunto designará 10 síndicos sin cuya
conformidad no tendrán validez las ordenanzas que afecten a villas.
La anexión del reino a la Corona coincide con un recrudecimiento de la guerra de corso
en el Mediterráneo y con la aparición en las islas de la peste negra con un número de
bajas alrededor de 10 mil. El mayor número de bajas se produce en las villas, quizá por
emigrar sus pobladores a la ciudad donde muchos fijan su residencia una vez pasada la
peste, uno de cuyos efectos es la reforma del Consell en 1351 para dar entrada a los
menestrales, que tendrán igual número de representantes que ciudadanos, mercaderes y
caballeros, tanto el Consejo General como en su comisión delegada o Consejo
restringido.
En esta reforma no se alude a los foráneos cuyas protestas contra los impuestos y
representantes se ignoran. Las peticiones serán atendidas en parte por Pedro el
Ceremonioso que pone fin a determinados abusos de la ciudad: las villas estaban
obligadas a abastecer de alimentos a la ciudad y en 1358 el rey dispone que nadie pueda
obligar a los foráneos a llevar sus alimentos a la ciudad, salvo en guerra.
Tan importante como el reconocimiento efectivo de la proporcionalidad es conseguir la
independencia de las villas, sometidos tradicionalmente al control de los jurados de la
ciudad: en adelante, ni los jurados de las villas ni los síndicos estarán obligados a rendir
cuentas ante los jurados de la ciudad, en lo relativo a fondos de cada villa o de comunidad
foránea y la independencia se extiende a los funcionarios reales, prohibiendo a los bailes
y escribanos de su curia intervenir en el manejo de los fondos municipales; los oficiales
del rey no podrán elevar la cuantía de las multas por encima de lo señalado en las
ordenanzas municipales.
C. CRISIS ECONÓMICA Y REFORMA DEL CONSEJO GENERAL
Abella es el encargado de sanear las finanzas del reino mallorquín en 10 años. Éste se
propone reducir el gasto público, fiscalizar las cuentas de la administración y amortizar la
deuda en el plazo de 10 años (emisión de deuda pública cuyos intereses consumen el
90% de los ingresos mallorquines, siendo sus acreedores los barceloneses), reduciendo
salarios y gastos, limitar la inversión en obras públicas, reducir a 2 los representantes del
Reino en la Corte, vigilar la concesión de arrendamientos de impuestos, exigir informe
anual a los jurados, reducción de intereses de violarios y censales.
La oposición al plan de Abella parte de los ciudadanos que dilatan cuanto pueden su
publicación a través del Consell y pretextando la falta de agilidad de éste, se reducen sus
miembros. Se salva la independencia del Consejo y la letra del Privilegio de Franqueza,
que se reserva la elección de los consejeros a los jurados de la ciudad y de las villas. Los
jurados elegirán a los designados por el monarca. El plan Abella fracasa por la sequía, la
peste, impuestos, deuda y por la continua exigencia de ayuda económica para la defensa
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de Cerdeña y la construcción de naves para defensa de las islas.


Los menestrales de la ciudad lo mismo que en Barcelona, consideran que sus derechos
no están suficientemente defendidos por el Consejo y aspiran a un mayor control político
para resolver sus problemas económicos, con apoyo de los foráneos que intentan en vano
que se revisen sus cuentas; la tensión crece a finales del XIV y Álvaro Santamaría define
la situación como catastrófica.
En este caldo de cultivo llegan al Reino noticias de los ataques a los barrios judíos en las
ciudades peninsulares y tras el asalto al Call de Inca, foráneos y menestrales desahogan
su odio hacia los judíos y dirigentes de la ciudad. Ésta fue cercada por ejércitos foráneos
que levantan el asedio cuando el gobernador acepta sus peticiones para democratizar el
Consell y sanear la administración económica del Reino. De sanear la administración se
encargaría un regente que no podría ser mallorquín, sino catalán, con poderes absolutos
durante los 5 años de su mandato. La economía no se recupera y en 1405 se produce la
quiebra de las finanzas del Reino: se firma el Contrato Santo en 1405 por el cual se crea
una Junta Administrativa, formada por censalistas acreedores que centralizarán lo
recaudado y realizarán los pagos: primero a acreedores catalanes, los más numerosos y
con mayor volumen de deudas, y si es posible a los mallorquines.
D. DE CASPE A LA SUBLEVACIÓN FORÁNEA
La dependencia mallorquina respecto a Cataluña, económica y políticamente, se observa
especialmente cuando se produce el interregno a la muerte de Martín el Humano (1396-
1410).
Los mallorquines se consideran y son parte interesada en la sucesión y como tales
reciben en septiembre de 1409 y 22 de enero de 1410 dos cartas de Martín el Humano,
en la primera comunica el matrimonio con Margarita de Prades y en la segunda pide al
Consejo General envíe personas de todos los estamentos para que le aconsejen sobre a
quien pertenece el derecho de sucesión. Tres de los candidatos se dirigen a los
mallorquines pidiendo apoyo para su causa y el Consejo acaba enviando una delegación
a la Península, donde permanece más de 7 meses.
Los embajadores mallorquines presentan al Parlamento catalán un escrito en el que
preguntan si consideran a Mallorca un reino por sí unido a los demás reinos y al Primado
y si estiman que los representantes del Reino deben ser administrados en todos los actos
relativos a la sucesión en plano de igualdad. La respuesta no llegó y el arzobispo de
Tarragona convence a Mallorca para que retiren el escrito.
Mientras Mallorca intenta hacer valer sus derechos políticos ante aragoneses y catalanes
y por lo menos conseguir la misma consideración que Valencia, los problemas
económicos se agudizan y el reino carece de fondos para atender las necesidades más
urgentes.
La tensión ciudad-villa impide reunir dinero para defensa del Reino y el Consejo decidió
suspender el pago de sus rentas de los censalistas catalanes. Un acuerdo de revisión del
Contrato Santo se firma en 1431: los acreedores aceptan un descenso de los intereses.
En adelante los impuestos cobrados en Mallorca se dedican al pago de las pensiones y a
la amortización de los censales. La administración la llevarían tesoreros del Reino,
rindiendo cuentas ante la Junta de acreedores catalanes.
La política mediadora de Alfonso el Magnánimo exige nuevos sacrificios económicos a
mallorquines y fue el detonante de la gran revuelta foránea de mediados del siglo XV.
Alfonso concede poderes absolutos al gobernador Berenguer d’Olms al que nombró
lugarteniente para que pacificara ánimos, restituyendo a cada uno sus derechos,
especialmente en el caso de los préstamos de ciudadanos a campesinos foráneos.
Durante los meses de enfrentamiento (1450-1451) los campesinos se niegan a contribuir
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en impuestos normales, a permitir a los ciudadanos vender las cosechas de las tierras
que poseían en las villas e intentan anular préstamos recibidos alegando que sólo tenían
para pagar hasta que las rentas se igualen al capital. La parcialidad del gobernador aliado
a los ciudadanos le llevó a condenar a los foráneos al pago de 2 mil libras anuales en
concepto de servidumbre perpetua irredimible, rechazado por éstos, que inician la
revuelta y asedian la ciudad. El monarca se limitó a restablecer la situación corrigiendo
deficiencias que dieron lugar a la revuelta y exigiendo las responsabilidades oportunas.
En mayo de 1454 libre de asuntos italianos, Alfonso dicta sentencia y concede indulto
general excepto a delitos de sangre y se mantiene la organización tradicional del Reino.
La economía se resintió después de 3 años de guerra abierta. Las tensiones continúan
agravadas por el resurgimiento de bandería en el campo y en la ciudad hasta tiempos de
Fernando el Católico y surgirán en época de Carlos V con el nombre de Germanías.
El levantamiento foráneo se relaciona directamente con los conflictos entre buscaris y
bigaris de Barcelona. La presión ejercida por los acreedores catalanes pudo ser una de
las causas de la tensión entre Barcelona y Mallorca y quizá influyera, junto a la escasa
consideración que el Reino merecía a los dirigentes del Principado en el apoyo de los
mallorquines a Jaime II durante la guerra civil catalana. La primera medida fue la
supresión del pago de las pensiones, que fueron puestas a disposición del rey.
Para remediar la situación se pide al rey autorice a pagar los censales de los catalanes no
en el Principado sino en la ciudad de Mallorca. Dando la razón a Mallorca frente a las
reclamaciones de Pere Catllar y le condene al pago de Carta entre otras peticiones y tras
la explicación ofrecerá al rey 2 mil florines de oro al tiempo que le pide se compadezca del
Reino, destruido por continuas peticiones de donativos para el rey y por el pago de los
censales barceloneses.
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TEMA XXX: VALENCIA, REINO INDEPENDIENTE


A. ENTRE CATALUÑA Y ARAGÓN
La ocupación de Valencia fue obra de aragoneses y catalanes, unidos bajo la misma
Corona y diferentes, por su lengua, estructura social, sistema monetario, legislación,
economía. El doble origen de los conquistadores-repobladores se manifestará
posteriormente en sus formas de vida.
En las comarcas montañosas próximas a Aragón se asentaría la población aragonesa
bajo la dirección de su clase nobiliaria, el obispo de Tortosa y las órdenes Militares entre
las que destaca la de Montesa y como consecuencia, con una organización socio-
económica feudal basada según las normas de las Cartas Pueblas aragonesas.
En las zonas bajas, pero sobre todo en el litoral, el origen de los asentados sería de
procedencia catalana y con una organización administrativa preferentemente en concejos.
En estos lugares de realengo los ciudadanos se rigen por el derecho valenciano (los furs),
que se extenderán a las tierras alicantinas (Elche, Orihuela, etc.) tras su incorporación al
Reino en el XIV.
La importancia económica de la ciudad, centro artesanal y comercial, y con una
agricultura intensiva y de regadío y su identificación con el Reino, lleva a la confusión
ciudad-reino que viene propiciada por los furs, que dicen estar vigentes en la ciudad de
Valencia y en todo el reino, villas, castillos, etc.; a pesar de lo cual al menos 50 ciudades
se rigen por el fuero aragonés, unas 12 por las costums de Lérida y unos 100 lugares en
los que está vigente el derecho valenciano que se extenderá hacia Alicante.
Según el franciscano Francesc Eximierais que escribe a fines del XIV, los mercaderes son
la base de la riqueza valenciana. Sus palabras son reflejo de una sociedad próspera
donde caben todos los estamentos sociales porque en la sociedad valenciana todos son
necesarios y útiles. Con una economía relativamente saneada gracias a la fertilidad de
sus tierras, al trabajo de sus artesanos y sobre todo a la actividad de sus mercaderes, a
los cuales hay que favorecer quitándoles impuestos de tránsito, concediéndoles privilegios
y honores especiales.
B. EL PREDOMINIO SEÑORIAL
Tras la ocupación, las tierras de la actual provincia de Castellón fueron entregadas a
nobles como Blasco de Alagón, a las Órdenes del Temple, del Hospital, de Calatrava, a
los monasterios de Poblet. Entre todos ellos pronto destaca el Temple del que recibirá
Montesa prácticamente toda la zona del Maestrazgo. Las numerosas cartas pueblas
conservadas ponen de relieve la escasa importancia en esta zona de la reserva señorial y
consecuentemente de las prestaciones personales. Los ingresos señoriales proceden
fundamentalmente de las rentas en productos o dinero, del cobro de diezmos, primicias,
monopolios de horno, molinos, herrerías a los que se unen los derechos de caza, la
posada.
Durante el XIV prácticamente desaparecen la reserva y las prestaciones personales
excepto en las tierras cultivadas por musulmanes a los que llega a exigirse hasta ocho
días de trabajos al año en la reserva, aunque algunas veces este trabajo se transforma en
dinero: en un impuesto cobrado anualmente.
El campesino, una vez pagados los diezmos, entrega al señor entre 1/3 y 1/6 de la
cosecha, según los lugares y religión del campesino, aunque en muchos casos no se
paga cantidad alguna por el derecho a explotar la tierra. Absolutamente obligatorio es el
pago de diezmos y primicias sobre cereales, vino, aceite, lino, cáñamo, productos de
huerta, ganado, animales de corral.
Los derechos de pasto pertenecen generalmente a la Orden, igual que los monopolios,
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que se extienden ahora a carnicerías, pescaderías, baños y tabernas. Sólo el señor puede
autorizar la instalación de una carnicería y cobrar la autorización o percibir una renta; y
sólo la Orden de Montesa puede vender sal, autorizar el uso de pesos y medidas,
controlar el paso de hombres y mercancías, cobrar el correspondiente peaje, percibir la
sisa de todo cuanto se venda en las tierras del señorío. Completan los ingresos las
multas, derechos de escribanía, impuestos personales pagados por musulmanes y judíos
y las tallas extraordinarias.
A partir del XIV adquiere especial importancia la lana del Maestrazgo exportada de modo
regular a Italia y protegida, lana y ganado, mediante la creación de lligallós o
comunidades ganaderas de municipios comarcales, con la misión de recoger, administrar,
entregar a sus dueños o hacerse cargo del ganado perdido o extraviado. Al desarrollo
ganadero se une un incremento de las actividades comerciales visible por la multiplicación
de ferias y por la mayor importancia que se da a los puertos marítimos.
En esta sociedad, que basa su economía en una agricultura de secano, en el desarrollo
de la ganadería y en la exportación de materias primas como la lana, no faltan tensiones y
enfrentamientos por cuestiones de límites entre los municipios, aprovechamiento de
pastos, conflictos entre campesinos y señores, aunque en la mayor parte de los casos la
tensión se resuelve en una resistencia pasiva, en el incumplimiento de las obligaciones,
hasta que se produce el levantamiento de los unionistas aragoneses y valencianos contra
Pedro el Ceremonioso a mediados del XIV: Montesa se alinea junto al monarca y los
lugares de señorío se adhieren a las posturas de los nobles aragoneses, forman una
hermandad o germanía, destruyen los bienes y los símbolos del poder de la Orden y
cuando los unionistas son vencidos, la Orden recupera incrementados sus derechos
señoriales e impone sanciones económicas que van desde la reconstrucción de las casas
destruidas hasta el pago de cantidades relativamente importantes.
C. VALENCIA Y LA UNIÓN ARAGONESA
La revuelta de los nobles aragoneses contra Pedro el Ceremonioso se explica por su
presencia en Valencia, pero hay algo más que un movimiento nobiliario ya que intervienen
también los campesinos y el Consell de Valencia que nada tiene que ver con la nobleza.
Los orígenes de la Unión se sitúan cuando Pedro el Ceremonioso nombra heredera a su
hija Constanza. Los frustrados herederos hijos de su hermano son los que aglutinan a los
nobles aragoneses descontentos con el rey y sus consejeros catalanes. Por parte del
Consell Valenciano sólo aceptarán al heredero designado por las Cortes Generales de la
Corona.
El Consell llama en 1347 a constituir la Unión recogiendo los agravios y atentados
sufridos por el reino, la ciudad y sus fueros, negando la validez de la decisión real y
autorizando a los abogados a seguir ejerciendo sus actividades por considerar la decisión
del monarca contraria a los fueros y privilegios del reino, oponiéndose al monarca y a sus
consejeros catalanes y rosellonenses. Los nobles aragoneses en defensa de sus
intereses señoriales y los burgueses valencianos que controlan el Consell (protagonistas
de la Unión) contra la excesiva presión fiscal protagonizan la oposición al grupo
dominante so pretexto de que no se respetan sus fueros.
Los nobles agrupados en torno al gobernador del Reino formando una “Fraternitat” o
Germanía y los Unionistas de la ciudad que tendrán el apoyo de los campesinos que
aprovechan el conflicto para plantear sus reivindicaciones se enfrentan por el control del
Reino aunque el predominio burgués y de la ciudad de Valencia en la Unión aparece
claramente cuando se analiza la composición de los organismos de dirección unionistas.
Sofocada la revuelta y vencidos los unionistas en Mislata (1348), Pedro el Ceremonioso
limitará su justicia a castigar a 20 personas de las sólo 4 serán nobles.
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D. POBLACIÓN Y POBLADORES: LA PROSPERIDAD VALENCIANA


Frente a la prosperidad valenciana del siglo XV defendida por numerosos historiadores, el
Doctor Balaguer pone de manifiesto tres problemas:
* De tipo político: la pérdida de autonomía del Consell, de las Cortes.
* De tipo económico: la sangría motivada por las continuas peticiones de ayuda y
préstamos por parte de los reyes, así como el intento de controlar los municipios y las
Cortes, como puede verse en el siglo XIV y que da lugar a la formación de una clase
de rentistas. La Ciudad emite Deuda Pública para atender a las peticiones del rey, los
que suscriben retiran el capital de las actividades productivas y viven de las rentas, de
las pensiones y de los censales.
* Las dificultades para aprovisionar de trigo a la ciudad que debe adquirirlo fuera del rei-
no, a veces a precios excesivos y siempre con dinero procedente de las emisiones de
censales que van aumentando las deudas de la Ciudad. Para evitar las alteraciones
que puedan producirse ante la falta de pan, los dirigentes priman la importación,
adelantando el dinero y cobrando un interés, permiten que se exporte arroz o vino a
cambio de trigo o bien se arman naves para incautarse del trigo que puedan hallar.
Valencia está controlada por los ciudadanos-mercaderes que tienen mayoría en el Consell
Secret o Consejo restringido, integrado por 4 jurados, ciudadanos, en el siglo XIII y ya en
el XIV se incorporan 2 jurados del estado de los caballeros, este concejo está asesorado
por un Consejo amplio o Consejo de Ciento, formado por representantes de las
parroquias y de los gremios (que aumenta según aumentan las cofradías). El consejo
amplio o Consejo de Ciento, formado por 6 jurados, 6 consejeros caballeros 4 juristas, 4
consejeros de cada una de las 12 parroquias y 4 representantes de cada oficio. El poder
real radicaba en los 6 jurados, el síndico y los 3 abogados que forman el Consell Secret o
Menor.
Las competencias de este Consell son el abastecimiento urbano, la asistencia social y
mantenimiento del orden moral y público; creación de un sistema social y financiero y la
ordenación económica.
El gobierno de los mercaderes es aceptado en momento de prosperidad pero discutido en
las primeras dificultades. Todos aceptan que el comercio es el origen del bien público
pero los valencianos no toleran que estén al frente del Consell quienes no practican el
comercio, rentistas o importadores a los que nada interesa el desarrollo artesanal y que
utilizan los cargos públicos para aplicar una política favorable a sus intereses. La cual
puede ser intervencionista o liberal según convenga a sus negocios, permitiendo
comerciar brocados a los extranjeros, comerciantes genoveses y florentinos a los que les
estaba prohibido pues competían con la producción valenciana.
La oposición a los mercaderes dirigentes urbanos, está protagonizada por los maestros
de gremios que exigen una política proteccionista que elimine a los competidores
extranjeros, impida que los productos elaborados en el mundo rural accedan al mundo
urbano, esta política les enfrenta a los importadores y a los mercaderes-empresarios (que
utilizan mano de obra rural).
3. ACTIVIDAD COMERCIAL
Los cereales consumidos en Valencia proceden de Cataluña, Aragón, Castilla, Francia e
Italia. Los transportistas son en su mayoría mercaderes valencianos, a veces
comerciantes del lugar de procedencia del trigo avecindados en Valencia. Entre los
mercaderes se encuentra el rey cuyos beneficios son como los de otro mercader y recibe
ayudas y subvenciones concedidas por el Consell a los importadores.
Además de trigo, se importan otros productos alimenticios como quesos de Sicilia,
Cerdeña y Baleares, pastas de Italia (artículos de lujo); aceite de Andalucía, del Atlántico
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Norte congrios, arenques, merluza, sardinas y otros. También productos medicinales,


especias. Para la industria se importan materias primas como lana y seda, algodón,
cáñamo, alumbre, colorantes, metales, pieles. Estas importaciones son pagadas, en
parte, con productos valencianos: frutos secos, legumbres y productos de huerta que son
vendidos a genoveses, castellanos y franceses directamente a través de intermediarios.
Junto a los frutos secos, pasas, almendras, higos o dátiles, exporta seda en bruto o
elaborada en las moreras o piezas más cuidadas elaboradas en centros urbanos
(Valencia y Játiva), también paños de lana, elaborados a la manera inglesa de Bruselas o
Courtray.
Para atender a la alimentación de los valencianos se imponen limitaciones a la
exportación de algunos artículos que sólo pueden ser sacados del Reino con licencia
especial y previo pago de un impuesto, anotándose debidamente en el registro de “coses
vedades” con todo lujo de detalles.
Una gran parte de este comercio está en manos de mercaderes valencianos y son
numerosos los extranjeros avecindados que comercian en la ciudad, entre ellos hay judíos
valencianos, castellanos, portugueses, aragoneses, catalanes, mallorquines y algún
navarro, argelino, maltés, que aparecen en los registros de “coses vedades” y como
importadores. También son muy numerosos los italianos cuyas actividades son permitidas
o prohibidas según las circunstancias políticas o recargadas con un impuesto el "dret
italià". Hacia 1403 Martín el Humano puso fin a las diferencias con los italianos
concediéndoles un privilegio por el que se les permite comerciar con la Corona de Aragón
siempre que paguen tres dineros por libra del valor de los productos que introduzcan, con
lo que obligará, posteriormente, a fijar los precios de los productos italianos.
Junto a los mercaderes individuales existen las Compañías o factores representantes de
Compañías internacionales como los Passi, Alberti, Dattini, encargados de tratar
directamente con los productores obteniendo, al eliminar a los intermediarios, reducción
de costes, para luego distribuir el producto entre otras compañías. Los productos a
comerciar son: lana, tejidos, hojas de espadas, hilo de oro, papel, colorantes, paños de
Flandes, hierro y armaduras.
Los mercaderes valencianos también salen al exterior y crean empresas como Jaume
Ferrer, en Génova, desde donde comercia con Barcelona, Tortosa, Valencia, Baleares y
Pisa, mediante un impuesto "drictus catalanorum" similar al "Dret italià" en Valencia.
4. JUDÍOS Y MUSULMANES
En los años 1283-84 mediante una serie de disposiciones recogidas en el Privilegio
General de Aragón se prohíbe a los judíos ocupar cargos públicos, no pueden ser bailes
ni ejercer como recaudadores de impuestos ni otro oficio público que les dé jurisdicción
sobre cristianos.
Durante el XIV a pesar de contar con el apoyo de los monarcas, que siguieron
utilizándoles en misiones diplomáticas, la excesiva presión fiscal creó problemas a
algunas aljamas valencianas y a mediados del siglo se produjo un antisemitismo que
desembocó en ataques a los judíos como ocurrió en la judería de Murviedro en 1348,
durante el conflicto de la Unión, también el clero contribuyó a esta situación haciendo
responsables a los judíos de todas las calamidades padecidas; esto llevó a los judíos a
reunirse y pedir una bula en la que se les exima de estas culpas y se castigue a los
cristianos que utilicen la violencia contra ellos.
Tras la recuperación económica en la 2ª ½ del siglo, llega la tranquilidad en las relaciones
entre cristianos y judíos, no obstante los recelos persisten y la población cristiana pide
que moros y judíos no tengan "mustaçaf" propio en sus barrios. Se tiende a aislarlos
mediante una serie de acuerdos, actitudes similares ocurren en todos los reinos
hispánicos y en 1391 se producían asaltos a las juderías. Valencia fue la primera en
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atacar y destruir la aljama, que desaparece (los supervivientes viven entre los conversos o
se trasladan a Murviedro donde se reúnen judíos escapados de otras aljamas y llegan a
formar una comunidad). Ataques similares se producen en Játiva, Burriana, Alcira. Los
sobrevivientes se convirtieron al cristianismo para salvar la vida. Tras los ataques a las
juderías se producen los asaltos a las morerías.
Los judíos al igual que los cristianos están divididos en manos (mayor, mediano y menor)
cada una participa en las elecciones a los cargos de la aljama, cargos que acapara una
oligarquía que basa su poder en tres fuentes: fortuna, saber y ascendencia y que vive del
préstamo, arriendo de impuestos y el gran comercio, también en Valencia encontramos
orfebres, sederos, zapateros, sastres.
Contra las morería también se producen los ataques, si bien la menor importancia social y
económica de este colectivo, en la Corona de Aragón, les permite sobrevivir más de un
siglo a los hebreos.
La separación se inicia con la residencia: los sarracenos habitan en la periferia,
generalmente extramuros, durante toda la Edad Media si bien algunos cristianos no tienen
inconveniente en instalarse entre ellos, algunos conversos y prostitutas. Esta separación
se extiende a hostales, fiestas y convites. Con respecto a las relaciones sexuales entre
personas de diferente religión en Valencia se castiga con pena de muerte en la hoguera,
aunque en la práctica se ejecuta al sarraceno y se encarcela a la mujer cristiana, si se
trata de cristiano y musulmana o judía, la pena se reduce a correr desnudos por la calle,
se deja en libertad al cristiano y se reduce a cautividad a la musulmana y si ésta es
esclava a nadie extraña las relaciones con su señor. A este castigo fijado por las leyes
cristianas se une, más duro, el de las musulmanas, pena de azotes y en determinados
casos lapidación y pérdida de los derechos hereditarios.
Debían llevar determinados distintivos que permita reconocerlos a distancia, intentando
además convertirlos a la verdadera fe obligándoles a asistir a las predicaciones, que
duran varias horas. Los conversos siempre fueron mal vistos por los cristianos y por sus
propios colegas que les insultaban, las conversiones se aprovechan para confiscar sus
bienes, a pesar de las disposiciones de los monarcas que obliga a la judería o morería a
hacerse cargo de las cantidades que correspondían al converso.
Aunque raras, también existen conversiones al Islam especialmente de cautivos en
Granada y no faltan enamoradas que aceptan la fe de sus amantes, marinos y soldados o
intelectuales a través de las lecturas de la obra de Averroes.
La libertad para practicar su religión sufre en los siglos XIV y XV recortes y trabas
mediante la confiscación de mezquitas o prohibición de construir nuevas e incluso se llega
a la profanación de mezquitas y de cementerios. También fue prohibido la llamada a la
oración. Se cobra un impuesto a los peregrinos a la tumba del cadi Sid Buna al-Juzai
muerto por Jaime I.
Los musulmanes en su mayor parte son campesinos y su situación es comparable a la de
los payeses de remensa, sometidos a sus señores. A mediados del XIV se les prohíbe el
cambio de residencia y cuando éste se les autoriza pierden parte o la totalidad de sus
bienes muebles. Con el fin de atraerlos, se les conceden privilegios pero con la condición
de permanecer en el lugar, un número concreto de años y si este sistema falla se recurre
a la coacción: los musulmanes podrían cambiar de residencia pero no las musulmanas
solteras que deberán casarse dentro del grupo; para pasar de lugares de realengo a los
de señorío se precisa licencia especial de la Corte.
Las condiciones para cambiar de residencia varían de acuerdo con las Cartas Pueblas por
las que se rigen, las cuales se fueron endureciendo y cada vez fue mayor el número de
años a permanecer en las tierras del señor para recibir de éste tierras el plazo suele ser
de doce años, aunque si hay causas importantes se puede abandonarla mediante una
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compensación económica al señor y además buscar un poblador moro de su misma


condición. También están obligados a las prestaciones personales, ellos y sus animales.
Además de su trabajo, mal pagado, deben entregar al señor el derecho de tasa de
determinados productos alimenticios que éste paga a un precio inferior al de mercado. Por
contraer matrimonio debe pagar el derecho de almería y otros impuestos gravan la
tenencia del ganado, el uso de los pastos; cuando vende la tierra reconoce el derecho de
“fadiga” del señor (reconoce que la tierra no es enteramente suya y da preferencia al
señor en la compra por el mismo precio y si éste no estos interesado, pagará el luismo
(una parte de lo recibido por sus bienes).
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TEMA XXXI: ARAGÓN CABEZA DE LA CORONA


A. LAS UNIONES ARAGONESAS
De la atenta lectura del epígrafe que nos ocupa podemos colegir que la palabra “Uniones”
tiene dos acepciones: una eminentemente geográfica, por cuando la ampliación del reino
en lo que se refiere a sus fueros, usos y costumbres se haga en los territorios de
Valencia, Teruel y Ribagorza, con independencia de las nuevas conquistas que se
puedan ir añadiendo a la Corona, y otra eminentemente política, merced a la que Unión
como tal es una institución formada fundamentalmente por los ricoshombres, que crean
una hermandad para mantener sus privilegios, franquezas y libertades y las cartas de
donaciones y cambios que tenían con el rey don Jaime y los reyes pasados.
La duración de la Unión fue corta, de 1288 a 1348, y su verdadero auge o fuerza la tuvo
desde su creación hasta 1291, año en que el rey Jaime II inicia una aproximación a
Castilla, reino donde la institución monárquica, o mejor dicho el rey, tiene plenos poderes
(la indicada aproximación consta de una tregua que firman ambos monarcas, Jaime II por
Aragón y Sancho IV por Castilla, para hacer frente común contra los benimerines).
Se entiende perfectamente que el rey de Aragón, a la sazón Pedro III el Grande, en su
corto reinado (1276-85) antes de que se cree la Unión, ejerza sus funciones libremente y
que un hecho como la toma de Sicilia, demandando dinero y hombres para llevar a cabo
su impresa sea el desencadenante de la negativa de los nobles aragoneses, y maniaten
al rey con una reglamentación (el Privilegio General de Aragón de 1283) que anula la
autoridad regia e impide la actuación de éste en cualquier causa y orden. No hay lugar a
pacto en Aragón, el rey se somete a lo que estipulen las Cortes, bajo amenaza de retirarle
la obediencia, bien por escoger otro rey, bien, como le ocurrió en la realidad por quedar
excomulgado por Roma, que haciendo gala del más profundo y estricto sentido del
feudalismo, propone su propio monarca (Carlos de Valois).
Las Cortes de Barcelona seguirán el mismo ejemplo que las de Aragón, pero aquí por lo
menos el rey puede negociar, aunque las condiciones sean también muy duras y el
monarca tenga que hacer numerosas concesiones, entre ellas reunirse una vegada l’any
(una vez al año).
Es completamente natural que aunque el rey se ve por fuerza mayor obligado a respetar
los fueros, trate de liberarse de tanta opresión e incumpla sus promesas. Sus sucesores,
Alfonso III, que en 1288 tuvo que conceder el Privilegio de la Unión, Jaime II, Alfonso IV y
Pedro IV el Ceremonioso, no tendrán más remedio que jurar los fueros del reino para que
se invistieran y fueran reconocidos como reyes de Aragón. Hasta que este último vence a
los unionistas en 1348, el mismo año en que se declara por 1ª vez la peste negra y en
una irónica crónica declara que la Unión ha muerto y que bien la han llorado él y sus
partidarios, por el humo que echaba la hoguera donde ardían, después de rotos con el
puñal los privilegios y sello de la Unión. Por este hecho fue conocido aparte de El
Ceremonioso (por lo excesivamente legalista que era), como El del Punyalet (porque al
parecer se hirió con el puñal mientras rompía las hojas del libro donde constaban los
privilegios de la Unión).
La nobleza aragonesa se opone a la conquista de Sicilia y en general a la política
expansionista del Mediterráneo de Pedro el Grande, porque se consideran ajenos a esta
política, les granjea enemistad con Francia, no confía en sus propios súbditos aragoneses
y tampoco les consulta en los asuntos de la guerra ni les pide parecer, por lo que al
convocar Cortes el rey para pedir dinero, éstos le someten al privilegio ya aludido.
Pese a la confirmación de los fueros y a la reparación de agravios, ni los nobles ni las
ciudades aragonesas apoyan salvo Calatayud, Daroca y Teruel, el asedio de la plaza de
Albarracín en manos del castellano Juan Núñez de Lara, aliado del rey francés Felipe III.
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El monarca nuevamente en dificultades militares tiene que volver a confirmar los


privilegios exigidos por los unionistas especialmente en materia de justicia, extendiendo la
autoridad del Justicia de Aragón al reino independiente de Valencia y al condado de
Ribagorza que es a su vez reclamado por los catalanes, a quienes consideran
extranjeros. Únicamente dando estas concesiones en 1285, los unionistas colaborarán
con el rey en la campaña militar comenzada 3 años antes en Sicilia (situación harto
repetida en el reino aragonés, que siempre favorecía a sus enemigos).
Alfonso III el Franco, hijo y sucesor de Pedro III, jugará a quitar y dar concesiones a los
unionistas en función de la fuerza que dispone en cada momento, bien por los fieles de
los que se rodea y contrarrestan la acción de los unionistas, bien porque la situación
internacional se vuelve en su contra y tiene que plegarse a lo estipulado. Se verá obligado
bajo su reinado a conceder el Privilegio de la Unión y se comprometerá a reunir
anualmente Cortes. La Unión en este caso se abroga el derecho de nombrar diversos
cargos de la casa real, no ya a simples consejeros. Se da aunque no se logra, para la
formación de Cortes, una situación parecida a la que será Diputación del General, con
representación cuando se planteen asuntos de interés general de 4 ricoshombres, 4
mesnaderos, 4 caballeros aragoneses, 2 valencianos y 9 representantes de las ciudades.
La Unión defiende los derechos de los ricoshombres frente al monarca y los de Aragón
como cabeza de la Corona, sus intereses les llevarán a estar de un lado o de otro,
especialmente cuando hay disparidad entre miembros de la familia real o por sentirse
desplazados del Consejo Real por los catalanes y rosellonenses tras la anexión de
Mallorca.
Los aragoneses defienden el derecho de las mujeres a transmitir el trono, en el XII había
el precedente de Petronila, pero esta situación era nueva para Cataluña, en el futuro
volverá a suceder algo similar en Caspe. El rey que en estos momentos (1245) está
preocupado por su sucesión al solo tener 2 hijas, Constanza y Juana, decide nombrar
heredera a la primera. Esto dará lugar a resucitar la Unión, por cuanto ese término debe
contar con el consentimiento de las Cortes que el rey no ha convocado desde el comienzo
de su reinado y por tanto no se han podido manifestar al respecto. Los nobles,
encabezados por Jaime de Urgell, Fernando y Juan, todos ellos hermanos del rey,
resucitan la Unión, derrocan al Gobernador y al Justicia de Aragón y llevan las revueltas a
Valencia y pretenden incluso llegar a Mallorca. Serán derrotados en dos batallas: en Épila
la nobleza aragonesa y en Mislata la valenciana.
B. CORTES Y DIPUTACIÓN DEL GENERAL
Al desaparecer la Unión en 1348, existe una cierta normalidad en el funcionamiento de las
Cortes, convocadas generalmente para solicitar ayuda económica en la guerra contra
Castilla y mientras ésta dura las Cortes se convocan cada año. La ayuda es siempre
concedida, con la única salvedad del brazo eclesiástico de que sirva sólo para defender al
Reino y no para llevar la guerra fuera los límites de Aragón. Pedro el Ceremonioso se
resiste a convocar las Cortes pero ante la toma de Calatayud por las tropas castellanas se
ve obligado a reunirlas en Monzón en 1362-3 (ya consolidadas las Diputaciones de cada
uno de los territorios de la Corona). El origen es el mismo en Aragón, Valencia y Cataluña;
las Cortes atienden a las peticiones de ayuda económica del monarca pero ponen
condiciones de cuyo cumplimiento se encarga un pequeño grupo de diputados o
administradores de la ayuda y ni siquiera los hombres del rey, ni él mismo, pueden pedir
las cuentas, una vez aprobadas por las personas que las Cortes designen pues se
quemarán todos los documentos.
Cada reunión de Cortes nombra su comisión permanente de administradores de la ayuda
que, en representación de las Cortes, se encarga de reunir y administrar las ayudas; esta
comisión se llama Diputación del General y actúa por primera vez en las Cortes catalanas
de 1359. El dinero se recauda mediante un fogaje, cobrando en cada casa o fuego una
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cantidad y un porcentaje del salario a quien no tenga casa propia y trabaje para otros; la
recogida y administración de este dinero se encomienda a 12 personas, 4 por cada brazo,
que nombran recaudadores, piden préstamos, vigilan que se cumpla lo ordenado por las
Cortes, y tienen la posibilidad de introducir cambios y decidir en los casos dudosos. Cinco
años más tarde los diputados son 20, distribuidos en comisión:
* 3 oidores de cuentas
* 6 controlan a los combatientes y comprueban el armamento adecuado.
* 11 los administradores de la ayuda
Tres dirigentes siempre en Barcelona (donde se centraliza la administración) y los otros
se desplazan por Cataluña para hacer efectivo el cobro.
La Diputación aragonesa es semejante a la catalana, aunque los datos de que se dispone
no son tan precisos.
La organización interna de estas comisiones delgadas es importante pero también lo es la
creación de impuestos propios de las generalidades. Estos impuestos extraordinarios
acaban por convertirse en permanentes y serán la base del poder de las Diputaciones,
aparecen por primera vez en 1362 en las Cortes de Monzón.
El impuesto de las Generalidades va acompañado del siguiente programa económico: una
parte de estos ingresos se obtiene mediante un impuesto que grava la fabricación y venta
de paños de lana, por eso se prohíbe la venta de paños de lana extranjeros en la Corona,
así los menestrales tendrán más trabajo, también favorece a los ganaderos que
aumentarán los rebaños y las disponibilidades de lana y carne. El auge de la industria
textil atraerá maestros de otras tierras que impartirán aquí sus conocimientos y la
abundancia de paños hará que todos vistan mejor. La forma de hacer efectivo el impuesto
es:
Los paños fabricados en territorios de la Corona deberán llevar dos sellos uno con el
símbolo de la Corona y otro de plomo (por un lado el símbolo del rey y por el otro la señal
de la villa, ciudad o del señor del lugar en el que se ha fabricado), sólo estos paños
pueden venderse en los territorios de la Corona. Los paños extranjeros tendrán que ser
declarados en el plazo de dos días so pena de ser confiscados. El resto de las
generalidades se obtiene de los impuestos sobre la exportación de azafrán, aceite, miel,
plomo, hierro, cáñamo, sebo, alquitrán, vinos, arroz, frutos secos, pescado.
El retraso en el cobro de las generalidades o los errores de cálculo sobre las cantidades y
la urgencia del dinero lleva a las Diputaciones a emitir Deuda Pública, garantizada por las
generalidades. La Diputación es y funciona como una comisión permanente de las Cortes
y su nombramiento dura hasta que nuevas Cortes la revocan. Con la llegada al trono de
los Trastámara, debido a la necesidad de que las comisiones tengan continuidad para
cumplir sus objetivos, la Diputación deja de ser una comisión de las Cortes para
convertirse en un organismo autónomo con:
* 3 diputados, 3 oidores de cuentas, 2 abogados
* El mandato es de tres años tras los cuales ellos mismos y no las Cortes proceden a
nombrar a los sucesores.
La mala gestión de las generalidades entre 1436 1446 permitirá a Juan de Navarra,
Lugarteniente de Alfonso el Magnánimo, modificar el sistema e intervenir en la elección de
diputados evitando la cooptación: el arzobispo de Zaragoza y el Justicia de Aragón
preparan una lista de las personas de cada brazo aptas para ejercer el oficio de
diputados, sus nombres escritos en bolas de cera se meten en sacas extrayéndolos al
azar. En 1461 se pone fin a la inmunidad de los diputados que podrán ser acusados ante
el Justicia como cualquier oficial del rey si no cumplen con su cometido. Las funciones de
la Diputación después del siglo XV son:
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* Administración de la Hacienda
* Garantiza y controla la paz interna y externa.
* Actúa como árbitro entre nobles y ciudades.
* Controla al Justicia pues nombra a sus lugartenientes.
Se convierte en defensora de los fueros aragoneses, protagonizará revueltas como en
1483 que se opone al establecimiento de la Inquisición en el reino aragonés. Pero tendría
que rendirse a las presiones de Fernando el Católico, incluso vencida recordará que el rey
no puede gobernar sin su consentimiento.
C. DEL COMPROMISO DE CASPE A LA GUERRA CIVIL CATALANA
Tras el acuerdo sucesorio adoptado en el Compromiso de Caspe (1412), se hizo cargo de
la corona de Aragón Fernando de Antequera.
Fernando I (1412-16) consciente de que su nombramiento no había contado con todos los
apoyos, puso en práctica medidas conciliadoras con sus viejos adversarios, en especial
con las Cortes catalanas, lo que no impidió la sublevación del antiguo candidato Jaime de
Urgell. Aprovechando esta revuelta, las Cortes Catalanas de 1413 arrancaron del
monarca amplias concesiones, imponiendo su concepción pactista, lo que suponía una
limitación efectiva del poder real; en aquellas Cortes se adoptó la nueva composición de
la Generalitat y el rebustecimiento de sus poderes. Sólo tras la derrota del conde pudo el
rey recuperar parte de sus prerrogativas. Pero la mayor parte de sus esfuerzos se
encaminaron a impulsar la política mediterránea de sus antecesores, pacificando Cerdeña
y Sicilia, estrechando relaciones con Nápoles y reestableciendo las relaciones
comerciales con el N de África. Durante su breve reinado se solucionó definitivamente el
problema del Cisma en la Iglesia, al retirar Aragón su obediencia al Papa Benedicto XIII,
por negarse éste a aceptar las resoluciones del Concilio de Constanza.
A Fernando I le sucede su hijo Alfonso V el Magnánimo (1416-58), gran amante de las
artes y las letras, que también dedicó gran parte de sus esfuerzos a la política
mediterránea, residiendo muchos años en Italia. Uno de sus primeros objetivos fue la
conquista de Córcega, atribuida a los catalanes por el tratado de Anagni (1295), pero
controlada, de hecho, por los genoveses. Un primer ataque, en 1420, no dio los frutos
deseados. Simultáneamente, Alfonso interviene en Nápoles, como consecuencia de una
petición de apoyo de la reina Juana contra Luis de Anjou, lo que fue recompensado por
ésta con la designación de Alfonso como heredero del trono de Nápoles, si bien una
sublevación de los napolitanos en 1423 le obligó a abandonar precipitadamente Italia.
Sólo tras el fallecimiento de la reina Juana en 1435, puso nuevamente Alfonso sus ojos en
Nápoles. Inicialmente su flota es derrotada en Ponza por una flota coaligada de varios
reinos italianos, que veían en la intervención aragonesa un peligro para sus intereses,
siendo el rey hecho prisionero. Tras su rescate, en alianza ahora con los milaneses,
reanuda la lucha y en 1442 entra triunfante en Nápoles, que se convierte así en el centro
efectivo de los dominios de Alfonso V, aunque este reino nunca se incorporase
efectivamente a la corona de Aragón, pues se designó como heredero a Ferrante, hijo
ilegítimo del rey.
Durante sus ausencias italianas, los asuntos peninsulares son atendidos por la reina
María y nuevamente las Cortes catalanas se enfrentan al rey, negándose a apoyar
económicamente las pretensiones políticas de los infantes de Aragón en Castilla, pero
sobre todo se recrudecen los conflictos políticos y sociales, principalmente con las
revueltas de los payeses de remensa en Cataluña y los movimientos contra la oligarquía
ciudadana en Mallorca de 1450, sofocados al cabo de varios años.
A Alfonso le sucede su hermano Juan II (1458-79), hombre de larga experiencia política,
tanto en Castilla (era uno de los Infantes de Aragón), como en Navarra, de donde era rey
desde 1425, o en Cataluña, de donde era lugarteniente desde 1454. Pero durante su
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reinado el clima de enfrentamiento social y político preexistente acaba por estallar en


Cataluña, desembocando en la guerra civil de 1462 a 1472. Entre los factores que la
justifican se encuentra la crisis económica latente desde el XIV, la agitación de los
payeses y el conflicto municipal de Barcelona. Durante su período como lugarteniente de
Cataluña, Juan había apoyado a los buscaris y a los payeses, por lo que los grupos
nobiliarios del Principado se encontraban en guardia desde al ascenso al trono del nuevo
rey. La chispa que encendió la guerra fue las diferencias que mantenía Juan II con su
primogénito Carlos, Príncipe de Viana, por su condición de heredero al trono de Navarra.
El clima emocional generado por la prisión de Carlos, ordenada por su padre en 1460,
hizo pasar a la ofensiva a las clases privilegiadas del Principado. Las Cortes de Lérida de
aquel mismo año eligen un Consell del Principat que exigió al rey la inmediata liberación
de su hijo. Esta enérgica actitud, unida al levantamiento de los beamonteses navarros y a
la movilización castellana en la frontera de Aragón, obligaron al rey a ceder, liberando a
Carlos y aceptando las capitulaciones de Villafranca del Penedés (1461), donde se
recogían las reivindicaciones políticas de la oligarquía catalana, entre otras, la prohibición
al rey de entrar en Cataluña sin permiso del Consell.
Pero la súbita muerte del Príncipe de Viana a las tres semanas de su liberación alteró la
aparente pacificación. Los realistas, apoyándose en sus tradicionales aliados, buscaris y
payeses, intentaron recuperar posiciones, provocando un levantamiento campesino en
1462 y con el apoyo del rey de Francia, Juan II penetró en el Principado sin permiso del
Consell. La respuesta de los catalanes consistió en organizar un ejército para sofocar el
levantamiento campesino y destituir al monarca en junio de 1462.
Durante el desarrollo de la guerra el trono vacante es ocupado sucesivamente por Enrique
IV, rey de Castilla (1462-4), por el condestable Pedro de Portugal (1464-6) y por Renato
de Anjou (1466-72), quien a pesar de la situación desfavorable, pudo mantenerse en el
poder gracias al apoyo militar de Luis XI, rey de Francia, hasta entonces aliado con Juan
II.
Este cambio de actitud obliga al aragonés a buscar nuevos aliados, que encuentra en
Castilla, gracias al compromiso matrimonial de los herederos de ambas coronas,
Fernando e Isabel. A partir de ahí, el bando rebelde empieza a descomponerse. La
entrada de Juan II en Barcelona en 1472, tras anunciar medidas de clemencia hacia los
rebeldes, puso prácticamente fin a la guerra civil, que se consuma con la capitulación de
Pedralbes en octubre de ese año. En esta capitulación se pretende una paz sin
vencedores ni vencidos, pues si bien se anula la anterior de Villafranca, también se
acuerdan numerosas medidas de gracia. Aunque buena parte de los problemas
subsistieron, el agotamiento general del Principado hizo renacer la paz, que se mantuvo
hasta la muerte de Juan II en 1479.
D. ECONOMÍA Y SOCIEDAD ARAGONESA
Aunque Aragón no tenga salida al mar, sí orienta su economía hacia la actividad
comercial. En el campo se producen cereales, aceite y vino, cada vez dedicó más
superficie al cáñamo, lino o azafrán (monocultivo en algunas zonas); se obtiene madera
en Albarracín y valles pirenaicos, ésta dedicada a la construcción naval de Cataluña y
Valencia a donde llegan los troncos por los cauces de los ríos; la permanencia en el Valle
del Ebro de musulmanes permite mantener el sistema de regadío y huertas.
El ganado lanar tiene mucha importancia por la buena acogida de la lana de la oveja
merina. El pastoreo está organizado por la Casa de Ganaderos de la ciudad de Zaragoza,
se organizan como zonas ganaderas Teruel, Daroca y Albarracín; en el norte del reino
existe una impotente cabaña que abastece a la industria textil, aunque nunca pudo
competir en calidad con los paños catalanes, italianos, flamencos o franceses. Los
pardillos tienen buena acogida en Castilla.
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Cuenta con otras industrias como el trabajo del barro (alfarería de Huesca, Calatayud o
Teruel); metales en la zona del Moncayo o el trabajo de la piel.
Pese a la escasa importancia de la industria aragonesa, el comercio es muy activo y se
basa en la exportación de materias primas del reino (frutos, trigo, lana, azafrán, aceite,
cueros y madera) y la importación de artículos manufacturados y de lujo: especias,
algodón, azúcar, pescado, paños, telas de lujo. Los intercambios son con Cataluña y
Francia y en menor medida con Castilla, Valencia y Navarra.
Las ciudades aragonesas viven en gran parte de la agricultura. La más importante es
Zaragoza con casi 15.000 habitantes. El acceso a los cargos municipales depende de la
posibilidad económica. Las desigualdades sociales en los siglos XIV y XV aumentan por
los privilegios y exenciones que logran los grupos dirigentes, que impiden a otros el
acceso a los cargos; hasta 1441 los impuestos se repartían por parroquias. Para evitar las
injusticias, se clasificó la población en 8 grupos sociales, según ingresos.
El sistema de cooptación de los dirigentes municipales deja el poder en manos de uno de
los bandos en los que está dividida la población, para poner fin a los enfrentamientos
Alfonso el Magnánimo instaura el sistema de insaculación, que consiste en elaborar una
lista para 10 años de las personas con derecho a ejercer los cargos municipales, sus
nombres en bolsas de las que se extraen a la suerte, así se evita que los salientes
nombren a los sucesores y que el gobierno esté siempre en las mismas familias. Todos
los ciudadanos seleccionados, por una comisión en la que están representados todos los
barrios de la ciudad, tienen las mismas posibilidades.
Un grupo importante de la población aragonesa está formado por judíos que llevaron una
vida floreciente hasta el saqueo de la mayoría de las aljamas en 1391. Los sobrevivientes
emigran o se convierten gracias a las predicaciones de personajes como Vicente Ferrer, a
las que son obligados a asistir bajo pena de fuertes multas y castigos. Estas conversiones
en masa plantean problemas a las aljamas que han emitido deuda y puesto a la venta
censales, que suelen comprar los cristianos; los intereses son garantizados por la
comunidad hebrea, si uno de sus miembros se convierte, al desligarse de todo
compromiso con su grupo, su parte de la deuda recae sobre los demás, se arruinan las
aljamas y los censalistas y hubo que bajar el tipo de interés y obligar a los conversos a
contribuir.
En la ciudad también hay morerías, pero el núcleo más importante vive en el campo bajo
la jurisdicción de la nobleza o del rey. Teóricamente los musulmanes son libres y pueden
fijar su residencia donde quieran; hay momentos en que ante la insuficiencia demográfica
se establece una pugna entre los señores y entre éstos y el rey para atraer a esta
población; se supone que al igual que en Valencia, esta libertad de movimientos moros
fue restringida; aumentaron los impuestos ordinarios, la pecha (un quinto o un sexta parte
de la cosecha) y extraordinarios sobre estos pobladores que, como los judíos, recurrieron
a la emisión de deuda, de censales. En los lugares de señorío han de pagar la utilización
de los monopolios señoriales del horno, lagar y molino, contribuyen con su trabajo, al
cultivo de las tierras del señor, a la reparación de los caminos y fortalezas, y pagar los
impuestos extraordinarios que el señor imponga en momentos de necesidad.
Por lo que respecta a las mujeres, su formación varía según la condición social, las de la
nobleza aprenden buenos modales y recurren a la lectura de libros piadosos y formativos,
de tal manera que sean conscientes de su privilegiada situación y los deberes que ello
comporta. Las del común, sabe de cuentas apenas lo necesario, cocinar, llevar una casa
y en casos concretos los oficios de sus padres o maridos (carnicero, tejedor, etc.). A
veces los ejercen con total independencia, como las panaderas. También hubo
vendedoras internacionales.
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TEMA XXXII: NOBLEZA Y MONARQUÍA CASTELLANA


A. LOS REINADOS DE SANCHO IV Y FERNANDO IV
A raíz del problema sucesorio planteado con la herencia de Alfonso X, se van a suceder
en Castilla una serie de revueltas nobiliarias protagonizadas por la nobleza, agrupada
principalmente en dos familias que venían alternando en los cargos más cercanos al
monarca, en contra del poder representado por los concejos, en los cuales se apoyaba el
rey en tiempos de crisis. Este juego de contrapesos entre una nobleza dividida y unas
Cortes a las que el monarca utiliza en contra del estamento nobiliario será la base de una
monarquía fuerte no pactista como en el caso de los reinos orientales.
El detonante de las revueltas va a ser la cuestión sucesoria junto con las minorías de
edad. En el caso de Sancho IV, ante la ausencia del monarca (Alfonso X) más
preocupado en sus ansias imperialistas y a la muerte de su primogénito en la lucha con
los benimerines, cederá su sucesión a los hijos de su difunto hijo: “los infantes de La
Cerda” que en su minoría se verán apoyados por una parte de la nobleza representada
por los Lara, mientras el otro bando nobiliario representado por los Haro aceptará como
heredero a Sancho IV, triunfador frente a la amenaza benimerí. Todo esto en medio de un
juego de alianzas internacionales dará la herencia a Sancho IV, siendo la clave Navarra,
que al intentar atraerla hacia Castilla, favoreciendo al partido del Señor de Vizcaya (López
de Haro), en contra del monarca francés aliado de los Infantes. El matrimonio del rey
francés con la heredera de Navarra pondrá fin a las pretensiones de Alfonso X, con lo cual
dejó de apoyar a Sancho IV y buscó una solución “salomónica” entre los aspirantes.
Sancho se opuso a la división contando con nuevos apoyos de la nobleza, clero y el rey
aragonés, enemigo del francés, aunque Alfonso X dejará el testamento a favor de los
Infantes, éste no sería respetado.
1. SANCHO IV
En la 1ª ocasión que tuvo (Cortes de 1285) ratificó su autoridad, revocando privilegios de
nobles, ciudades y Órdenes Militares y concediendo ciertas contrapartidas a ciudades
sobre todo en el orden fiscal en contra de los judíos, defensa y recuperación del
patrimonio regio en contra de los nobles, así como evitar la injerencia de éstos en las
ciudades. Para favorecer a las ciudades, el rey retiró a los guardianes y encomendó el
cobro de los impuestos a los hombres buenos de las villas.
Salió reforzado el privado del rey, López de Haro. Éste entregó la administración de las
finanzas a Abraham el Barchillón que al volverse a apoyar en el elemento judío (hacienda)
se enemistará no sólo con el otro bando nobiliario sino también con las ciudades, lo que
provocaría la caída del Señor de Vizcaya so pretexto de su amistad con Aragón. Ante las
revueltas, tendrá el monarca que volver a apoyarse en los concejos frente a los nobles
descontentos y de nuevo volverá a otorgar concesiones a las ciudades en las Cortes de
Alfaro y posteriormente en 1293 se reunirán por separado los reinos de León y Castilla en
Valladolid (prueba de las diferencias existentes sobre todo del “nacionalismo” leonés),
donde de nuevo se revisarán sobre todo problemas fiscales, tipos de intereses en los
préstamos de los que el elemento judío eran los acreedores, así como otra serie de
beneficios de la nobleza y el clero.
2. FERNANDO IV
El reinado se inicia con la minoría de edad de Fernando IV que servirá entre otras
cuestiones de excusa para intentar los reinos vecinos (Aragón, Portugal, Granada que
reivindicarán territorios fronterizos), junto con el apoyo de la nobleza (ahora unida) frente
a la creciente importancia de las Cortes, a las que acuden sólo los concejos, para dividir el
reino.
A favor del monarca estará su madre, María de Molina, que autorizará la creación de
Hermandades junto con un pequeño grupo nobiliario. Será la ocasión de los concejos que
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reivindicarán los privilegios recibidos desde la época de Alfonso VII y otros monarcas
anteriores, junto con otra serie de disposiciones a favor de ellos de las que habían estado
privados en anteriores reinados.
La respuesta de la clase nobiliaria tanto como la eclesial no se hizo esperar, sobre todo
en el caso del clero, lo que hizo rectificar a María de Molina ante las amenazas de
Bonifacio VIII de excomunión; las concesiones hechas en 1295 (Cortes de Valladolid) a
los clérigos fueron suficientes para atraérselos a su bando, pero al igual que en el
estamento nobiliario, se producirán devaneos constantes según la situación dominante y
los intereses particulares que harán muy divisible y por medio de diversas concesiones
tanto en tierras como en títulos o dinero o bien cargos que saldrán principalmente de los
concejos y de la monarquía castellana, por lo cual volveremos a la situación de partida de
una nobleza que apenas ha perdido poder y fuerza, frente a sus vecinos. También el reino
perderá ciertas posiciones fronterizas en el juego de alianzas para mantenerse en el
poder. Dionis de Portugal es atraído al campo real cuando se concierta el matrimonio de
Constanza de Portugal con Fernando IV; otros ejemplos: los infantes Enrique y Juan
también fueron tratados y los dirigenes de la nobleza Lara y Haro.
La división de los consejeros del rey explica los fracasos militares contra musulmanes y el
monarca de Aragón, al que se le cede Alicante y otras ciudades en 1304.
A los concejos se les reconoce el derecho a participar en el gobierno, pero la sangría
económica, la administración de justicia, etc., no evitan que a la muerte de Fernando IV el
reino siga en crisis.
En conclusión, se mantuvo la unidad de Castilla frente a las divisiones propuestas por los
aspirantes, que si aceptan a Fernando IV es por el creciente predominio de los concejos
en las Cortes, pero al final del reinado de éste veremos el predominio del estamento
nobiliario que desembocará en una nueva minoría en Alfonso XI con nuevas revueltas.
B. CORTES Y HERMANDADES
Fue María de Molina, viuda de Sancho IV, quien mantuvo la unidad castellano-leonesa
durante la minoría de edad de su hijo Fernando IV, para ello se atrajo la lealtad de los
concejos, ya que éstos aceptaban las divisiones propuestas por los aspirantes a repartirse
el reino: León, Galicia y Asturias para el infante Juan, Castilla, Toledo y Andalucía para
Alfonso de la Cerda y Murcia para Jaime II de Aragón.
Si los nobles aceptan finalmente a Fernando IV es porque quieren poner fin al
ascendiente de los hombres de las ciudades, quienes consiguieron en 1297 que se les
reconozca su papel en el gobierno del reino. En 1302 se puede decir que el poder está ya
totalmente en manos de la nobleza, según se desprende de las Actas de las Cortes,
donde los procuradores de los concejos se quejan de que “ricoshombres, caballeros y
otros poderosos les exigen impuestos indebidos”. Son los campesinos y ciudadanos los
únicos que contribuyen al pago de los impuestos, pues clérigos y nobles están exentos.
La justicia se muestra impotente para reprimir estos abusos y las quejas del pueblo no
serán oídas hasta 1312, cuando un grupo de nobles pretenda sustituir a Fernando IV por
su hermano Pedro. El rey de nuevo se ve obligado a solicitar ayuda a los concejos
ofreciendo:
* La administración de justicia se encomendará a doce alcaldes legos,
* Se prohibirá ejercer como abogados en la corte a los eclesiásticos,
* Se reorganizará la cancillería para evitar que se concedan cartas en blanco y selladas
para que luego sean utilizadas en beneficio de particulares.
Todas estas concesiones habrían permitido la independencia de los concejos frente a
nobles y eclesiásticos, pero el mismo año que las otorga (1312) muere Fernando, dejando
el reino en una nueva minoría (su hijo Alfonso XI contaba un año de edad) y entrando en
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una nueva crisis.


Por la tutela del monarca y el control del reino se enfrentarán nobles, infantes y las reinas
María de Molina y Constanza de Portugal, abuela y madre de Alfonso XI. Durante 2 años
reina la anarquía y la inseguridad hasta que los concejos y prelados se ponen de acuerdo
y ordenan que la tutoría corresponda conjuntamente a María de Molina y a los infantes
Pedro y Juan (Cortes de Palencia de 1313, ventajas de las ciudades, endurecimiento con-
tra los judíos, etc.).
En 1319 y en la guerra granadina mueren los infantes y en 1321 fallece María de Molina,
por lo que la tutoría pasa al infante D. Juan Manuel (nieto de Fernando III), a Juan, hijo del
infante muerto en Granada del mismo nombre y a Felipe, hermano de Fernando IV:
* D. Juan Manuel domina Toledo y Extremadura.
* Juan domina Castilla.
* Felipe domina Andalucía, Galicia y León.
Durante estos años las banderías nobiliarias, la opresión de los señores a los
campesinos, los continuos robos, hacen que muchos campesinos abandonen el reino y
vayan a poblar lugares de Aragón y Portugal. En estas condiciones se encontró el reino
Alfonso XI cuando llega a la mayoría de edad (1325).
Cada uno de los tutores convoca sus propias cortes y los concejos se verán más o menos
favorecidos, dependiendo de las necesidades económicas de dichos tutores. Las
concesiones que se hacen a los concejos tienen su origen en las necesidades políticas,
económicas y militares de reyes y tutores. También hay que tener en cuenta la presión
que realizan las villas organizadas en Hermandades para defender sus derechos de los
abusos de los nobles y también para mantener el orden persiguiendo a los malhechores.
El origen de las hermandades con finalidad política parecer ser que fue en tiempos de
Sancho IV (1282), cuando se enfrentó a su padre Alfonso X. Sancho autorizó la formación
de hermandades de clérigos y ciudadanos para mantener la unión de sus partidarios, pero
una vez pasado el peligro las suprime en 1284.
Con María de Molina en 1295 las hermandades resurgen y las legaliza en las Cortes.
Cada reino crea su propia hermandad con capital en Burgos, León, Toledo y Murcia. Se
comprometían a guardar los derechos de Fernando IV y sus herederos. A cambio, el
monarca se compromete a guardar los fueros, usos, costumbres, franquicias y privilegios
de los concejos y los autoriza a unirse para mantener sus derechos frente al rey, contra
sus oficiales, frente a los nobles y contra los particulares.
Durante el reinado de Fernando IV las hermandades pierden fuerza, pero en 1315
(Alfonso XI) se reorganizan creando la Hermandad General, que engloba a la baja
nobleza y a los vecinos de las villas de todo el reino. La rama castellana de la Hermandad
General pronto cayó bajo la influencia de los ricoshombres y en las Cortes de Carrión de
1317 se puso fin a esta hermandad.
Junto a estas hermandades que engloban a todos los concejos de uno o todos los reinos,
existen otras más pequeñas: entre nobles y eclesiásticos, entre dos o más ciudades, baja
nobleza o entre la alta nobleza para mantener su situación privilegiada. La Iglesia que
sufre los efectos de la anarquía e intenta paliarlos mediante la creación de hermandades,
como las de los monasterios benedictinos, cistercienses y premonstratenses de Castilla y
León, sínodos de Peñafiel (obispos castellanos) y de Salamanca (leoneses),
hermandades episcopales, etc.
Las ciudades del Cantábrico también se unen creando su propia hermandad en 1295 para
defender sus intereses, ya que la importancia comercial de estas ciudades era muy
grande. Estarán representados en Cortes por los procuradores de la marisma (Fernando
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IV confirmó los fueros bilbaínos). Directamente relacionado con la revitalización de los


puertos del Cantábrico está la disputa por el control del Señorío de Vizcaya, que acabará
pasando a los propios reyes.
A finales del XIII se crearon hermandades de carácter económico en Toledo, Ciudad Real
y Talavera, como la de los Colmeneros o Santa Hermandad Vieja, para protección de
colmenas y ganados, unidos para expulsar a los bandoleros.
A comienzos del XIII y para proteger el ganado trashumante se crea otra hermandad en
Ávila, Segovia y Plasencia.
La Hermandad de Toledo, de la que forman parte los colmeneros, ballesteros y
propietarios, se rige por dos alcaldes que son nombrados anualmente. Su misión es
conservar los privilegios reales, mantener el orden en los caminos y juzgar a los
malhechores. Los reyes les dieron su protección, organizada militarmente, fue ampliada a
todo el reino por Pedro I en 1351. Más tarde dará lugar a la creación de la Santa
Hermandad por los RR.CC.
C. CONSOLIDACIÓN DE LA MONARQUÍA CASTELLANA: EL REINADO DE
ALFONSO XI
En 1325 termina la larga minoría de Alfonso XI durante la cual Castilla estuvo dividida
entre los tutores del rey, más interesados en consolidar su posición social y la de los
nobles que les apoyan que en la gobernación del reino. Obligado a elegir entre los tres
grupos nobiliarios que se disputan el poder, Alfonso se apoya en los partidarios del infante
Felipe e intenta atraerse a D. Juan Manuel, pidiendo en matrimonio a su hija Constanza,
al tiempo que manda asesinar a D. Juan (1326); todos los bienes del rebelde pasaron a
manos del monarca, que consiguío, además, comprar el Señorío de Vizcaya a la madre
de D. Juan. Abandonado el proyecto matrimonial con Constanza (acordado en momentos
de dificultad para romper la alianza de los nobles), Alfonso casará con María de Portugal,
con lo que quita a los nobles el apoyo del portugués. Después, casará a su hermana
Leonor con Alfonso el Benigno de Aragón y con la ayuda que le proporcionan las Cortes
en 1329 compra los servicios de D. Juan Manuel e inicia la guerra contra Granada, cuyo
rey se declara vasallo del castellano.
La atracción de los nobles y los concejos continúa en los años siguientes. Ya en 1325 los
concejos habían pedido al monarca que fijara las soldadas de ricoshombres y caballeros,
de manera que pudieran vivir dignamente, sin necesidad de recurrir al robo y destrucción
del reino; argumentos semejantes emplearán los dirigentes nobiliarios para prestar su
ayuda militar contra los benimerines. D. Juan Manuel exigió que sus dominios de Murcia
fueran convertidos en un ducado hereditario exento de tributo real y con permiso para
acuñar moneda. Juan Núñez pidió la devolución del Señorío de Vizcaya y de los bienes
confiscados a su padre, exigencias que no fueron atendidas por Alfonso XI. Los nobles
fueron vencidos militarmente en 1336 y desde ese momento parece existir una
colaboración sincera entre ellos y el monarca.
Las sublevaciones nobiliarias y la energía que usó para dominarlas han hecho que
Alfonso XI pase a la historia como un rey antinobiliario, pero puede afirmarse que fue un
decidido partidario del acuerdo con los nobles, intentando atraerlos a su servicio y
exaltando los ideales caballerescos: él mismo se hizo armar caballero por una imagen
articulada de Santiago en el monasterio de Las Huelgas, creó la Orden de la Banda para
premiar los hechos de caballería y armó a más de cien caballeros en una ceremonia
celebrada en Burgos en 1332.
Para el rey, la milicia no es un simple ejercicio de armas, sino que requiere de una cierta
moralidad; esto le lleva a prohibir los juegos de azar durante el servicio y a aprobar leyes
que prestigien a los caballeros y permitan distinguir claramente por el aspecto externo a
los diferentes grupos y jerarquías (el monarca tomará 4 comidas al día, los prelados y
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ricoshombres 3 y los demás 2). Las mujeres de la alta nobleza podrán utilizar vestidos de
seda, siempre que no lleven oro; las demás no tendrán este derecho.
El monarca necesitaba mantener a su servicio a los nobles, pero éstos sabían que la
mejor forma de incrementar sus beneficios era servir al rey desde los puestos de
gobierno. Para lograr este objetivo, los nobles no dudarán en sublevarse o aceptar la
voluntad real si ésta les compensa, como ocurrió en 1338, cuando el rey ordena la
reconciliación dando forma a un estatuto que fija los sueldos, tipos de armas, tiempo de
servicio, etc., que será perfeccionado en 1348 con los ordenamientos de Nájera, auténtico
fuero de los nobles, atribuidos a Alfonso VII el Emperador. Los salarios, punto más
importante del estatuto, fueron actualizados en las Cortes de Alcalá de 1348. La
estabilidad dada con estas normas al grupo militar pacificó a los nobles e hizo posible la
realización de campañas contra los musulmanes. La nobleza permanecerá sumisa
durante algunos años, pero el alza de precios que ocasionó la peste negra hará que los
nobles vuelvan a sublevarse e intenten imponerse a Pedro I.
1. PRESIÓN FISCAL
Las revueltas nobiliarias dejaron al reino en ruinas y controlado por los prestamistas ju-
díos. Las Cortes proponen que se perdone la 3ª parte de las deudas. Finalmente se
perdona la 4ª parte de las deudas y el resto se harían en pagos cuatrimestrales durante
un año. Como tampoco eso fue la solución, se decide acuñar moneda, para lo cual
Alfonso XI fija el precio de la plata. Los perjuicios fueron para la población por la
especulación de los prestamistas. Pero las Cortes siguen quejándose. Las necesidades
militares predominan sobre los intereses del reino como se ve en las concesiones a los
nobles y las decisiones sobre la cría caballar.
El control sobre la nobleza es posible gracias a la colaboración voluntaria de los concejos.
Se desarrolla la política de control de las ciudades a través de corregidores. Las Cortes de
1348 confirman el triunfo monárquico frente a las ciudades y la política de colaboración y
apoyo a la nobleza. Otra manifestación de la victoria monárquica se ve en la implantación
del “Código de las Siete Partidas”. Sólo se utilizará cuando las leyes promulgadas por
Alfonso XI y los fueros dados no sean suficientes para resolver las cuestiones planteadas.
2. POLÍTICA EXTERIOR
Como en todos los reinos, los problemas internos condicionan la política exterior. Las
relaciones con la corona de Aragón se afianzan tras el matrimonio de la hermana del rey y
Alfonso el Benigno, aunque habrá tensiones por el afán de Leonor de dejar a sus hijos
herencia (Fernando) en el realengo aragonés.
Para conjurar el peligro benimerí, Alfonso XI pacta con los nobles, aumenta los impuesto,
impone autoridad sobre concejos y Cortes y pide ayuda de otros reinos. Con ayuda de
portugueses y aragoneses el rey derrota a los benimerines en la batalla del Salado (1340)
e inicia la lucha contra los granadinos a los que vence en Palmones (1343) aunque no
logra ocupar la plaza de Gibraltar, en cuyo asedio muere de peste.
3. REVUELTAS NOBILIARIAS GRANADINAS
Los problemas internos de Castilla dificultan o hacen imposible la guerra contra los
musulmanes. Pero Granada no está libre de revueltas nobiliarias en todo semejantes a las
que se producen en los reinos cristianos, que facilitan, en ocasiones, los avances
castellanos.
Entre 1302 y 1354 se suceden al frente de Granada: Mohamad III, depuesto por su
hermano Nasr, quien es nombrado por una coalición de castellanos-aragoneses-meriníes
apoyada por los nobles granadinos. Su vasallaje fue la causa de que los nobles se
volvieran a sublevar y pusieran en el trono a Ismael I, que logró consolidar su poder,
creando un grupo de adictos que asegurarían la sucesión en su hijo, tras su asesinato.
Mohamad IV, menor de edad, fue sometido a la tutela nobiliaria hasta su deposición y
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muerte. Su hermano Yusuf I fue nombrado rey por los nobles.


Todos estos cambios repercuten en la política exterior y, a veces, estuvieron
condicionados y provocados por ella. Con el fin de consolidar su posición en Castilla, los
tutores de Alfonso XI aprovechan las divisiones entre musulmanes para iniciar las
campañas contra Granada en 1319. Esto no impide que cristianos y musulmanes
mantengan unas relaciones que pueden ser consideradas como caballerescas (uno de los
tutores, muerto en tierra musulmana, recibe honores de rey en Granada, quien manda
rezar y velar su cadáver a los cristianos cautivos en Granada).
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TEMA XXXIII: LA HEGEMONÍA CASTELLANA


A. CAMBIO DE DINASTÍA EN CASTILLA
Desde la unión en 1137 del reino aragonés y del condado de Barcelona, la corona de
Aragón y el reino Castellano-Leonés aparecen como las dos fuerzas políticas más
importantes de la Península, pero este equilibrio de potencias se romperá a mediados del
XIV coincidiendo con la guerra que enfrentó a castellanos y aragoneses y el cambio
dinástico producido en Castilla. Esta nueva hegemonía castellana en lo político-militar irá
acompañada de un auge en lo económico y una crisis en Cataluña.
Los hechos históricos que provocaron el decisivo cambio dinástico en el reino de Castilla-
León tuvieron su origen en las Cortes de 1351 (poco después del inicio del reinado de
Pedro I), en las cuales, aparte de aprobar algunas medidas contra la mendicidad,
bandolerismo y la regulación de precios, salarios y comercio, el hecho político más
importante fue la concesión de behetría y otras disposiciones favorables a la nobleza,
pero esto no puso fin a las diferencias entre nobles y es posible que éstas aumentaran al
tratar de repartir las behetrías, o cualquier otro de los ingresos que dependían del
monarca. Los lugares de behetría son en los que los campesinos pueden elegir señor.
Los nobles piden su conversión en señoríos inmunes. Pedro I manda hacer un inventario
para conocer la organización de estos lugares, llegando a tener un índice fiscal, además
de conocer la pertenencia de las behetrías. Así, el rey, entre otras cosas de importancia,
se enteró de la autenticidad o falsedad de los derechos nobiliarios. En este sentido hay
que explicar que, en la secular lucha por el poder entre nobleza y realeza, la 1ª se había
dividido en bandos nobiliarios que luchaban por el control del rey; estas facciones estaban
dirigidas durante el reinado de Pedro I por los hijos de Alfonso XI y Leonor de Guzmán
(Enrique de Trastámara, Fabrique y Tello) de un lado, y frente a ellos, por el infante
Fernando y su hermano Juan (hijos de Leonor de Castilla y Alfonso el Benigno de
Aragón).
Contra el rey se alzará Tello (Señor de Vizcaya) pero con el apoyo del grupo del infante
Fernando será derrotado y obligado a refugiarse en Aragón.
Sin embargo, a pesar de este éxito ante el primer brote de rebeldía, Pedro I provocará
que los diversos grupos nobiliarios, apoyados por la Iglesia, se unieran contra él al
abandonar a su esposa Blanca de Borbón y poner fin a la tradicional amistad castellana
con Francia. Por tanto, el rey tuvo que someterse a la nobleza, siendo total el control de
los hijos de Alfonso XI y del infante Fernando, pero pronto surgirán nuevas desavenencias
entre los nobles y con ayuda de Fernando y su hermano, a los que el monarca ofreció
numerosas posesiones, Pedro I vencerá a Enrique de Trastámara quien buscará refugio
en Francia. El rey gobernará con la ayuda de la burguesía, de los recaudadores judíos y
otros, y los nobles, descontentos, buscarán apoyo en Pedro IV de Aragón (1356).
La guerra con Aragón fue, en sus comienzos, una complicación más de la guerra entre
Aragón y Génova que era aliada de Castilla. Invocando esa alianza y aprovechando que
dos naves genovesas habían sido destruidas en aguas castellanas, Pedro I declara la
guerra al monarca aragonés. El rey castellano aspira a recuperar los lugares que en
tiempo de María de Molina pasaron a Aragón. También hay disputas por los pastos que
afectan a castellanos y valencianos, y cuestiones comerciales: Cataluña y Mallorca
quieren acabar con la flota genovesa y castellana, etc. La guerra entre ambas potencias,
que oficialmente durará desde 1356 hasta 1365, aunque las operaciones bélicas se
prolongaron hasta la victoria de Enrique de Trastámara sobre Pedro I en 1369 y aún más
tarde hasta la paz de Almazán que consagra el triunfo y la hegemonía castellana. El
desarrollo de los hechos fue el siguiente:
* En una primera fase se enfrentan los reyes de Castilla y Aragón, Pedro I cuenta con
gran número de nobles castellanos dirigidos por Enrique de Trastámara (al que el rey
aragonés hizo importantes concesiones a cambio de su apoyo contra Castilla).
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La tregua que siguió a esta 1ª fase fue aprovechada por Pedro I de Castilla para poner
fin a las ambiciones de la alta nobleza y reunir en sus manos todos los poderes
mediante muertes y persecuciones (Fabrique y el infante Juan de Aragón, entre otros,
serán asesinados).
Esta política ha valido a Pedro I el apelativo de El Cruel.
* En una segunda fase los protagonistas son el rey castellano, que cuenta con la
colaboración de ingleses, portugueses, granadinos y navarros, y el aspirante al trono
de Castilla, Enrique, apoyado por Aragón y compañías de mercenarios franceses.
* En una tercera fase la iniciativa pasaba ahora del monarca aragonés al Conde de
Trastámara, que reclamaba para sí el trono castellano en posesión de su hermanastro.
En 1358 los ataques castellanos alcanzan no sólo a los reinos de Aragón y Valencia
sino también a Cataluña. No obstante, en 1360 los trastamaristas fueron vencidos en
Nájera. En 1362 Pedro I está en una situación óptima pero la entrada de las
compañías de mercenarios pagadas por el Papa y Francia le da la vuelta a la guerra a
favor de Enrique.
En 1366 Enrique logró penetrar en Castilla y hacerse coronar en el monasterio de Las
Huelgas. Este triunfo supuso la unión de la flota castellana a la francesa e Inglaterra
intervino en el conflicto, la guerra continuará hasta la muerte de Pedro el Cruel a manos
de su propio hermanastro en Montiel en 1369, consumándose el cambio dinástico.
Con la victoria de Enrique de Trastámara triunfaba la nobleza en Castilla frente al único
rey que se había atrevido a enfrentarse directamente a ella, el nuevo rey castellano se
impondrá a su antiguo aliado Pedro el Ceremonioso y a los antiguos partidarios de Pedro
el Cruel, a todos los cuales impondrá la paz en términos ventajosos para Castilla.
B. LOS TRASTÁMARA EN LOS REINOS HISPÁNICOS
Desde 1365 Enrique de Trastámara (hijo bastardo de Alfonso XI) se convierte en
aspirante al trono castellano. La guerra entre los nobles y el monarca conlleva una fuerte
propaganda para desacreditar a Pedro I, provocar revueltas en el interior, participar a
Enrique y conseguir para él el apoyo internacional. El clero y la nobleza en principio tienen
recelos para aceptar un rey bastardo, pero desaparecen tras la campaña de rumores
sobre el origen judío de Pedro I. Así se desata el odio hacia los judíos, a su predominio
económico (recaudadores, prestamistas) e incluso político.
Los terratenientes se presentan como libertadores de la tiranía personal del monarca,
defensores del pueblo frente a los judíos y musulmanes. Esta propaganda propició la
entrada de Enrique en Castilla: Pedro fue abandonado por parte de sus partidarios y los
nobles ocuparon el eje Burgos-Toledo-Sevilla. Pronto aparecen las primeras dificultades
para Enrique ya que se presentó decido a prescindir de los judíos y a reducir la presión
fiscal, cosa que no cumplió, pues necesitaba dinero para pagar los servicios que había
recibido.
Para mantenerse en el poder, Enrique acudió a los servicios del ejército nobiliario. Los
nobles por ello recibieron títulos, cargos y donaciones (las llamadas “Mercedes
Enriqueñas”) y los judíos fueron protegidos de nuevo y volvieron al servicio del rey, y los
impuestos aumentaron. Su prestigio cayó en picado y fue derrotado en 1367 en Nájera
(en las Cortes de 1367 Enrique todavía no era rey).
Enrique también se dedicará al control y reorganización del reino. Mientras su autoridad
no está asentada, transigirá a las peticiones hechas en Cortes siempre que no pongan en
peligro el entendimiento entre el monarca y los nobles. En Burgos (1367) permitió
reconstruir las hermandades y concedió a los concejos un papel político. Los nobles
recibieron cargos y donaciones y confirmó los fueros y privilegios de cada ciudad, pero a
pesar de su política antijudía, confesó su dependencia económica respecto a los judíos,
los únicos que se hicieron cargo de las rentas del reino y adelantaron al rey el dinero que
necesitaba nada más empezar el reinado, ya que necesitó su dinero para pagar a los
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auxiliares.
Pedro I reinaba de nuevo en Castilla gracias a la colaboración de navarros e ingleses (a
cambio de la entrega de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava). Al no cumplir lo prometido, Pedro I,
la situación quedó en manos de los mercenarios franceses que reestablecieron
definitivamente en el trono a Enrique de Trastámara en 1369.
Los primeros años de su reinado fueron difíciles: en el interior abandonan los partidarios
de Pedro y en el exterior se forma una coalición contra Castilla en la que están todos los
reinos peninsulares e Inglaterra. El problema interno fue resuelto con una nueva
concesión de “mercedes” a la nobleza (parientes del rey, capitanes extranjeros, pequeña
nobleza y expartidarios de Pedro I). Esta política supuso un aumento de impuestos a los
concejos, a los que se atrajo permitiéndoles crear hermandades, fijando precios de
artículos básicos, concediendoles un mayor papel político, etc.
La falta de coordinación entre los distintos reinos peninsulares (Granada, Aragón,
Portugal y Navarra) posibilitó que Castilla negociara o combatiera por separado con cada
uno e impusiera su paz, acompañada siempre de acuerdos matrimoniales que
garantizaran el reconocimiento de la nueva dinastía haciendo olvidar sus orígenes
bastardos.
Enrique se enfrentó con éxito a Inglaterra y para ello necesitó la colaboración de los
marinos del Cantábrico que se unieron a la flota francesa para derrotar a la inglesa en La
Rochela en 1372. Así quedó el convenio del Cantábrico y del Canal de la Mancha en
manos de marinos y mercaderes castellanos.
Tras el triunfo definitivo en 1369, las Cortes de Toro buscaron soluciones a los graves
problemas del reino: aumento del bandolerismo, escasez de mano de obra, alza de
salarios, etc. A pesar de anular las disposiciones de su hermanastro Pedro I, se repiten
casi literalmente los acuerdos y disposiciones tomados por Pedro I en 1351 (aquí se
favorece a los propietarios) y en 1369 se fijan los precios de los artículos de primera
necesidad.
Pero las medidas de contención de precios y salarios fueron inútiles y perjudiciales, y las
ciudades pidieron que anulara el ordenamiento general del reino y fuera sustituido por
ordenanzas válidas para cada localidad. En las Cortes de Toro de 1371, Enrique ha
consolidado su poder y puede llevar a cabo su propia política sin tener en cuenta las
peticiones de las ciudades contra las “mercedes” hechas a los nobles y contra los judíos.
Pero como no es posible sustituir a los judíos, las ciudades piden que se les humille
socialmente obligándoles a llevar un distintivo que les diferencie de los cristianos.
A pesar de las donaciones hechas a los nobles y de la aprobación de leyes suntuarias en
las que se diferencia a nobles de otros grupos sociales, Enrique no estuvo totalmente
sometido a la nobleza: los grandes nobles fueron alejados de la política, los cargos de
gobierno se confiaron a la segunda nobleza y a juristas que no representaron peligro para
la monarquía (Cortes de Burgos de 1379). Con Enrique se puso fin al enfrentamiento
entre la monarquía y la nobleza, pero ésta mantendría intacta su potencia económica y
militar, por lo que sigue aspirando a poder controlar al rey.
C. NAVARRA, LIBRE DE LA TUTELA FRANCESA Y APROXIMACIÓN A CASTILLA
Unida de hecho a Francia tras el matrimonio de Juana y Felipe IV, Navarra mantuvo una
independencia teórica reconocida por los monarcas franceses que evitaron la existencia
de un mismo rey en Navarra y Francia, renunciando a su poder y cediendo sus derechos
a los herederos, que sería reyes privativos de Navarra. En la práctica, Felipe III gobernó el
reino hasta su muerte (1285) y Felipe IV nombró para los cargos a franceses adictos, a
pesar de que el título correspondía a Juana y luego a su hijo Luis el Hutín (X de Francia),
cuya presencia en el reino fue exigida por asambleas de prelados y nobles.
Sólo a la muerte de Felipe IV (1314) tendrán navarros y franceses el mismo rey (Luis),
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cuya sucesión fue problemática, al morir sin hijos varones, correspondiendo a Juana II el
reino navarro que fue entregado a Felipe V (hermano de Luis). Según el derecho francés,
los varones son preferidos y a Felipe IV sucederán en el trono sus hijos Luis X, Felipe V
(1316-22) y Carlos IV (1322-28). El derecho navarro reconocía la capacidad de las
mujeres de transmitir los derechos a sus hijos, así pues, los navarros reconocieron como
soberanos a Juana II y a su marido Felipe de Évreux, aceptados como reyes tras la
muerte de Carlos IV sin hijos y la sustitución en Francia de los Capeto por los Valois.
El nuevo rey supo atraerse a los súbditos al jurar ante los tres estados que conservaría
los fueros, franquezas y libertades de cada estamento, repararía los agravios, compartiría
los bienes con los súbditos, dejaría el reino a su hijo con la mayoría de edad y en caso de
morir antes, abandonaría el reino. En el exterior, mantuvo una política de amistad con los
reinos vecinos, alterada con Castilla por las disputas sobre el monasterio de Fitero y el
castillo de Tudején.
La independencia se confirma con Carlos II (1349-87) con acciones tendentes a sanear la
administración y asegurarse el apoyo de los nobles. En Navarra los señores reciben la
pecha taxada, algo que afecta a los campesinos que tienen que pagar la misma cantidad
a pesar de ser menores en nº, lo que provocará desacuerdos. La mediación entre
campesinos y señores para disminuir la pecha desemboca en aplazamientos temporales
(soffriencas) e incluso en su anulación (restancas), aunque legalmente nunca se renuncia.
Ante esto, los nobles buscan una salida en la guerra exterior, tanto en Francia como en
Castilla, ofreciéndose como soldados a quien los necesite y presionan al monarca para
que confirme las mesnadas que perciben por sus servicios nobiliarios.
Pacificado el reino, Carlos II intervino activamente en la política francesa tras la muerte de
Felipe VI, el navarro era uno de los nobles de categoría en la corte y no dudó en asesinar
al favorito de Carlos de España (o de la Cerda) cuando éste recibió tierras que el navarro
consideraba propiedad de los Évreux, ni tuvo reparos en alternar la obediencia al rey con
la revuelta. Hecho prisionero en 1356 por el monarca francés, su encarcelamiento
precedió a la derrota de Juan II en Poitiers, hecho que inicia el intento de los burgueses
(E. Marcel) de controlar el reino. Carlos apoya a la burguesía parisina contra el Delfín y
sólo abandona a sus aliados cuando se unen a los campesinos. El navarro será uno de
los miembros de la represión contra la Jacquerie y mantiene alianzas con ingleses hasta
la paz de Bretigny (1360) entre ingleses y franceses.
Vencido en Cocherel (1364), Carlos se olvida de los asuntos franceses y se concentra en
la Península, donde participa en el conflicto castellano-aragonés, tan pronto al lado de
Pedro el Ceremonioso como de Pedro el Cruel, del que obtuvo por su ayuda militar, tras la
1ª entrada en Enrique de Trastámara en Castilla, las zonas de Guipúzcoa y Álava. Muerto
Pedro el Cruel (Castilla), Carlos se unió a los monarcas de Portugal, Granada y Aragón
contra Enrique de Trastámara, pero los aliados no fueron capaces de coordinar sus
acciones bélicas y Carlos firmó el tratado de Briones (1373 y 1379) donde se estipulaba el
matrimonio del heredero navarro, Carlos III, con Leonor, hija de Enrique II de Castilla.
Frente a la capacidad política de Pedro el Ceremonioso (IV de Aragón) y de Carlos II de
Navarra para engrandecer sus dominios y evitar la integración en la órbita castellana, los
herederos de ambos reinos desarrollaron una política de pacifismo y amistad con Castilla.
Ni Pedro ni Carlos supieron sacar partido de la crisis castellana de 1385, ambos
mantuvieron cierta independencia respecto a Castilla y se negaron a secundar a Juan I
respecto al cisma de la Iglesia, sólo a la muerte de Carlos y Pedro (1387) Navarra y
Aragón prestaron obediencia al Papa aviñonés y tomaron partido en la Guerra de los Cien
Años a favor de Francia.
El cambio de actitud simbolizado por la aceptación de Benedicto XIII parece ser atribuido
a la situación en el interior de ambos reinos: repetidos fracasos militares agravan la crisis
económica y se produce una aristocratización de la sociedad. El cambio fue mental al
tiempo que material: el ideal de vida burgués cedió ante el caballeresco (algo que ya
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había sucedido en Castilla y Francia). La conjunción de cambios económicos, mentales y
sociales explicarán la nueva actitud de Navarra y Aragón, cuyos intérpretes serán Carlos
III y Juan I.
Al morir Carlos II, el heredero al trono navarro (Carlos III) se hallaba en Castilla, con cuyos
monarcas mantuvo las mejores relaciones de su reinado a pesar de la intromisión de su
mujer, Leonor, en asuntos castellanos durante la minoría de Enrique III. Contingentes
navarros colaboraron en las campañas de Fernando de Antequera contra los
musulmanes, de la misma forma que antes habían intervenido al lado de Juan I de
Castilla en la guerra de Portugal.
Las relaciones de Navarra con Aragón fueron amistosas, esto se refleja en el matrimonio
de Blanca de Navarra y Martín el Joven. Al morir Martín I, Carlos III apoyó la candidatura
de Fernando de Antequera y autorizó el matrimonio de Juan, hijo del anterior, con Blanca
de Navarra. El progresivo alejamiento de Francia se nota en el arreglo de los problemas
pendientes, así en 1404, Carlos renuncia a los condados de Champagne y de Brie a
cambio de 12.000 francos anuales.
En el interior, Carlos III continuó la política de navarrización mediante el nombramiento de
navarros para los cargos administrativos, y uno de sus primeros actos fue hacerse
coronar de acuerdo con el viejo ritual del reino (jura respetar el fuero, recibe el juramento
de los súbditos, los eclesiásticos le dan la unción que simboliza el origen divino de su
poder y sube a un escudo donde están pintadas las armas de Navarra). Partidario del
ideal caballeresco, creó las órdenes del Lebrel Blanco y de la Bonne Foi para premiar a
los caballeros más distinguidos. Su política no sirvió para poner fin a las guerras
nobiliarias de dos sociedades antagónicas, el Llano y la Montaña dirigidos por los
Agramunt y los Beamont, que darán nombre a los agramonteses y beamonteses, cuyos
enfrentamientos llenan el XV navarro.
También en las ciudades tuvo que intervenir para poner fin a las banderías, como en
Estella, donde los Ponce y Learza se disputan el control de la villa, así el nombramiento
del alcalde será perpetuo en vez de anual para evitar los enfrentamientos y sería
designado por el monarca entre tres candidatos elegidos por el sistema de insaculación.
En Pamplona continúan los enfrentamientos entre el Burgo, la población y la Navarrería
hasta la firma de un acuerdo en 1423 por el que se forma un solo municipio.
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TEMA XXXIV: EL REINO DE PORTUGAL


A. SESMARÍAS Y COMERCIO PORTUGUÉS
Portugal tiene, como en el caso castellano, desde finales del XIII, un tema político
recurrente: la afirmación del poder monárquico frente a los nobles, que se mezcla con
temas sociales y económicos por el papel ejercido por los burgueses de Oporto y Lisboa.
Hay que añadir, además, las revueltas de los eclesiásticos que se remontan a tiempos de
Alfonso III y no terminan con la muerte del rey. Los reinados de Dionís (1279-1325) y de
Alfonso IV (1325-1357) conocen tanto el reforzamiento del poder monárquico como la
contestación de los grupos sociales que se resisten a él. Los Inquiriciones o pesquisas
ordenadas por el rey Dionís para conocer la legitimidad de los derechos señoriales
pueden ser el origen de esa contestación.
En ambos reinados los reyes portugueses intervinieron en Castilla, generalmente,
apoyando a los rebeldes, que también es una manifestación de independencia de
Portugal junto con hechos como la creación de una universidad, la de Lisboa, que evitaba
la dependencia salmantina. Alfonso IV también ayudó a los rebeldes castellanos, pero
otro problema adicional fue el matrimonio de su hijo Pedro I y la afición del heredero por
Inés de Castro quien fue asesinada, lo que acabó por provocar la guerra civil entre grupos
nobiliarios. El malestar de los nobles se sigue perfectamente por las Cortes a lo largo de
todo el XIV. Destaca la convocatoria de 1340, pero aquellas revueltas nobiliarias no
impidieron sus actividades en Flandes, Inglaterra y Francia con gran éxito.
Desde 1349 los concejos y ciudades fueron protagonistas en el reino al preconizar
Alfonso IV un fuerte intervencionismo en los municipios para evitar la despoblación, causa
directa de los efectos de la peste. Las disposiciones no funcionaron y las Cortes de Lisboa
de 1352 mostraron el descontento de los concejos que culparon a clérigos, nobles,
jornaleros y hasta judíos.
Pedro I (1357-1367) y Fernando I (1367-1383) llevaron a cabo una política de pacificación
interna y de protección a la agricultura y el comercio a pesar de las divisiones políticas
que se observan dentro del Consejo Real. La división se refiere, básicamente, a los
partidarios de la colaboración con Francia (nobles) y los que apoyan, por intereses
comerciales a Inglaterra (concejos, burgueses). Las diferentes Cortes repiten las quejas y
agravios e intentan aportar la solución a los problemas internos portugueses. Pedro I logró
reunir un importante tesoro más tarde dilapidado en la guerra contra Castilla. La
devaluación de la moneda que siguió al agotamiento de las reservas tuvo consecuencias
en el alza de los precios y salarios. Esto incitó a la especulación, cosa que intentaron
evitar las leyes aprobadas en las Cortes de 1372 y 1375, de gran importancia, conocidas
como las “Leyes de las Sesmerías”. La ley pretende evitar la escasez de cereales y su
carestía, incrementar el número de campesinos y de ganado de labor para atender mejor
a la población y ofrecer estímulos a los agricultores. Muchas son las disposiciones de
estas Leyes de las Sesmerías, destacando las que obligan a poner a los propietarios en
cultivo sus tierras, directa o indirectamente, o a vender el grano a precio señalado. Las
bandas de mendigos y desocupados se utilizaron como mano de obra.
Tan importante como la agricultura en Portugal fue el comercio exterior cuyo desarrollo
favoreció el monarca (compra de naves, seguro de mercancías, etc.). Hubo privilegios
para los que construyeran o compraran barcos. Las medidas para favorecer el comercio
fueron muchas: matrícula de barcos con más de 50 toneladas, bolsa común a compensar
a quienes perdieran, sin culpa, sus naves, anulación de las normas que prohibían sacar
de las poblaciones determinados productos, acuñación de monedas de oro y plata, etc.
Pedro I mantuvo una política de recelo y control de los clérigos, favoreció a la nobleza y
en política exterior, mantuvo la alianza con Castilla y con Inglaterra. La llegada del
Trastámara, Enrique II, le obliga a elegir y también a su sucesor, entre la amistad y la
alianza con Inglaterra. Los nobles apoyan la 1ª opción (Castilla), los mercaderes la 2ª
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(Inglaterra). Estos últimos, en las Cortes de 1372, le leyeron la “cartilla” al rey.
Fernando I apoyó a los enemigos de Enrique de Trastámara pero, en el Tratado de
Alcoutim proyectó su matrimonio con una hija del castellano aunque, más tarde, rompió el
acuerdo para casarse con Leonor Téllez y, aliado de Inglaterra, ataca los dominios
castellanos. La paz de Santarem (1373) se basa en matrimonio de familias reinantes.
B. LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA DE 1383-1385
Juan I de Castilla anuló el matrimonio de Fadrique de Benavente con la heredera
portuguesa para ofrecerse él mismo como rey consorte. Este gesto le condujo a una
guerra con Portugal que, ayudado por los ingleses, marca un antes y un después en la
historia portuguesa. Portugal derrotó a los castellanos en Aljubarrota después de que los
artesanos y mercaderes de Lisboa y Oporto se impusieran a los nobles y eligieran como
rey al maestre de Avís.
El matrimonio de Juan I con la heredera de Portugal, en principio, respeta la
independencia portuguesa al mantener los reinos separados y gobernar Enrique, el
primogénito del monarca en Castilla y los hijos de Beatriz de Portugal. Pero los efectos
fueron los contrarios a los buscados. Y los nobles disidentes se pasaron al partido de los
burgueses del maestre de Avís que pronto solicitó la ayuda de Juan de Gante. Cuando
muere Fernando I, los lisboetas pidieron que se incluyeran ciudadanos en el Consejo. La
reina Leonor no se comprometió y los representantes de los concejos se sublevarán
dirigidos por el infante Juan, maestre de Avís e hijo de Pedro de Portugal.
Juan I entró en Portugal hallando una fuerte resistencia en las ciudades comerciales, que
no pudieron tomarse. Incluso comenzaron a ser discutidos los derechos al trono de
Beatriz, la mujer de Juan I. Este hizo lo propio llamando ilegítimos a los defensores del
maestre de Avís.
Las Cortes de Coimbra tienen un claro paralelismo con Caspe. Incluso el maestro Joao
das Regras es comparable con Vicente Ferrer. En Coimbra los defensores del maestre de
Avís, que tenía todos los apoyos económicos, militares y políticos, primaron sobre la
ilegitimidad y la condición de clérigo del Maestre. Las Cortes le eligieron rey.
Aljubarrota, 1385, fue una batalla trascendental tanto para la Castilla de Juan I, en donde
perdieron la vida numerosos nobles (López de Ayala fue hecho prisionero) ya que el rey
castellano tuvo que hacer frente a compensaciones ante las Cortes (Consejo Real) sino y
sobre todo, para Portugal que inició un ascenso imparable en política exterior que la
llevaría a la era de los descubrimientos.
C. LA CRISIS CASTELLANA
Durante su reinado Enrique II intenta evitar la intervención política de nobleza y Cortes.
Los soportes en los que se basa Enrique son el clero y los juristas, que le ayudan a evitar
la intervención política de Cortes y nobles, que se mantienen en equilibrio.
Juan I continuará el apoyo a los nobles para lo que creó nuevas órdenes de caballería: la
del Sol o la Paloma y la de la Rosa. Atrajo al estamento ciudadano aprobando leyes
antijudías y leyes suntuarias. No acepta la petición de Cortes de intervenir en el Consejo
Real, ni renunciar al derecho de modificar las decisiones de las Cortes, porque era el rey
la fuente suprema del Derecho y las Cortes sólo asesores.
En la lucha entre nobles y clérigos, favorece a los últimos:
* Anula la presión económica que los nobles ejercen sobre los monasterios con la
excusa de su defensa.
* Sólo reconoce el carácter de encomenderos o protectores a los fundadores de iglesias
o monasterios y a sus herederos.
Ante el Cisma eclesiástico, Juan II, aliado de Francia, se decanta por el Papa de Aviñón y
consigue que se unan a esta causa Navarra y Aragón que aceptan al Papa con Carlos III
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y Juan I.
En contraposición al equilibrio interior, en lo exterior se inmiscuye en asuntos internos de
Portugal, aspirando a ser rey consorte político que trae la derrota de Aljubarrota (1385),
que le obligará a aceptar las exigencias de las ciudades representadas en Cortes, que
intentan hacerse cargo del poder ante la incapacidad del monarca y sus nobles.
Se muestra la fragilidad del poder de los Trastámara:
* Sublevación nobiliaria dirigida por su hermano Alfonso.
* Durante la guerra tuvo que reducir a Pedro de Trastámara.
* Derrota entre Juan de Avis y Juan de Gante.
* No tiene el apoyo de la alta nobleza.
* Necesita ayuda económica para evitar que entren en Castilla ejércitos portugueses e
ingleses (Juan de Gante reclama su trono).
Ante esto acude a las Cortes que le hacen pagar el precio de su ayuda: permitir que
entren en el Consejo Real cuatro representantes de las ciudades en igualdad con clérigos
y nobles.
El Consejo atenderá en todos los asuntos del reino excepto en la Administración de
Justicia que la realiza la Audiencia y en algunos derechos sólo del monarca:
nombramiento de oficiales y presentación de obispos y cargos eclesiásticos.
El nombramiento de consejeros recayó en los obispos del reino (Toledo, Santiago y
Sevilla) y el obispo de Burgos, cuatro nobles (sólo uno de la alta nobleza) y cuatro juristas
representando a las ciudades.
Se crea un ejército nacional en el que participan obligatoriamente todos los ciudadanos
que deben armarse en proporción a sus riquezas y bienes.
En 1386, en las Cortes de Segovia, Juan I autoriza la creación de hermandades para
garantizar el orden. Continúa, aunque se adelanta a la coronación de Enrique II (1393)
para terminarla.
En la política interior, Enrique II siguió con el afianzamiento del poder monárquico:
* Intenta anular políticamente a la alta nobleza.
* Reducir las prerrogativas de las Cortes.
* Acabar con la independencia de las ciudades.
Se apoya en la segunda nobleza y en el obispo de Toledo. Para debilitar a la nobleza y
Cortes se apoya en una contra la otra: somete a las Cortes para enfrentarse y vencer a la
alta nobleza de parientes. Las consecuencias serán:
* La segunda nobleza se convierte en peligro para el rey.
* Surge la figura de Fernando de Antequera.
Aparece la figura del corregidor, delegado del rey que interviene en asuntos municipales.
La sumisión de las ciudades trae la pérdida de poder de las Cortes y sus funciones serán:
* Conceder subsidios.
* Ratificar acuerdos tomados previamente.
* Solicitar la adopción de medidas contra los judíos.
En política exterior llevará a cabo:
* Alianza con Aragón y Navarra.
* Amistad con Francia, afectada por el problema del Papa Luna.
* Paz con Inglaterra.
* Oscilación de guerra y paz con Portugal (luchas fronterizas) y Granada (incidentes
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fronterizos y expedición del maestre de Alcántara).
A la muerte de Enrique III el hombre más importante de Castilla era su hermano Fernando
de Antequera, que unía riqueza y fuerza militar y al que su hermano confía la conquista de
Granada.
Es propuesto como rey en lugar del niño Juan II pero el testamento de Enrique dispone
una regencia compartida con Catalina de Lancaster para evitar que alguno pudiera actuar
por sí solo en el reino, aunque ambos lo intentan.
Fernando logra apartar a Catalina y gobierna Castilla controlando a los nobles mediante la
guerra con Granada. Obtiene máxima autoridad, lo que le permite emplear el dinero
destinado a la lucha contra los musulmanes para acceder al trono de Aragón. Con el
apoyo de sus riquezas, de un ejército preparado y de Benedicto XIII obtuvo los votos
necesarios.
La nobleza castellana y la reina Catalina le habían apoyado, confiando en que así
abandonaría la regencia, pero no lo hizo, perjudicando a Castilla a favor de Aragón.
D. LOS DESCUBRIMIENTOS PORTUGUESES
A finales del XIV, en Portugal como en otros reinos, la nobleza tradicional pierde fuerza y
es sustituida por una segunda nobleza formada por los partidarios del monarca y por sus
juristas-consejeros.
Los intereses de esta nobleza y los de la burguesía comercial orientan la política
portuguesa a lo largo del XV. Tras la oposición castellana a las pretensiones portuguesas
de ocupar Granada, el objetivo será la costa norteafricana. En 1415 los portugueses
ocupan Ceuta por su importancia económica y estratégica. Ceuta era uno de los puntos
terminales de las rutas sahariana por las que el oro de Tombuctú llegaba al Mediterráneo
y Portugal, al igual que otros reinos europeos, necesitaba oro para mantener su actividad
comercial. No obstante, los objetivos comerciales de la expansión portuguesa no se
lograrán hasta años después con el infante Enrique el Navegante. A partir de la conquista
de Ceuta, los portugueses podrían haber ocupado una parte de Marruecos de donde
habrían obtenido oro, mano de obra esclava y trigo, escaso en la Península, pero la
magnitud del botín conseguido hizo que los portugueses se limitaran a ocupar la ciudad.
Bajo la dirección del infante Enrique, Portugal emprende una serie de expediciones por la
costa atlántica africana para mantener y aumentar sus dominios que culminan con el paso
del Cabo de Bojador, en 1434. Son expediciones de tanteo y poco rentables, pero su
importancia es grande ya que sin ellas no hubiesen sido posibles las posteriores.
Paralelamente a estas expediciones oficiales organizadas por la corona portuguesa, se
producen, en la 1ª ½ del XV una serie de viajes que llevan a los portugueses a las Islas
Canarias, Azores y Madeira, ya conocidas desde el XIV pero no ocupadas y poco
explotadas. A finales del XIV portugueses, catalanes y castellanos emprenden una serie
de viajes a las Canarias con el fin de obtener esclavos y colorantes. Los catalanes son
pronto apartados y el archipiélago canario será disputado por portugueses y castellanos.
En 1402 marinos normandos y franceses al servicio de Castilla ocupan las Canarias.
Entre 1424 y 1434, Enrique el Navegante intenta ocupar Gran Canaria pero sin éxito. Las
pretensiones portuguesas sobre las Islas Canarias terminan cuando el Papa Eugenio IV
reconoce la soberanía castellana sobre las islas en 1436, aunque Portugal no la reconoce
hasta años más tarde. El fracaso portugués en Canarias será compensado con la
ocupación de Madeira y Porto Santo en 1419 y 1420 y el establecimiento de portugueses
en el archipiélago de las Azores en 1427. Las Azores son entregadas al infante Enrique
en concepto de feudo vitalicio.
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TEMA XXXV: PROBLEMAS ECONÓMICOS Y CONFLICTOS SOCIALES EN


CASTILLA
A. DEL SECUESTRO DE TORDESILLAS A LA FARSA DE ÁVILA
A la muerte de Fernando de Antequera, la nobleza castellana se agrupó en torno a la rei-
na Catalina de Lancaster, y dirigida por el arzobispo de Toledo y por los nobles
designados por Enrique III para custodiar al rey, se hizo con el poder y alejando a los
infantes Juan y Enrique, quienes recuperando su poder sobre el monarca con el apoyo de
Alfonso el Magnánimo de Aragón, al quedarse sin dirigentes la nobleza castellana (Juan
Fernández de Velasco y Diego López de Stúñiga), en 1417. Durante dos años, los
infantes gobernaron Castilla sin más oposición que la existente entre ellos, que se pone
de manifiesto cuando Juan se aleja de Castilla para llevar a cabo el matrimonio con
Blanca de Navarra. Enrique aprovecha su ausencia para apoderarse del monarca en
Tordesillas, hacerse conceder el marquesado de Villena y unirse en matrimonio con
Catalina, hermana del monarca castellano.
Los nobles castellanos, descontentos, dirigidos por Álvaro de Luna derrotan a Enrique III
en 1422 y repartieron sus bienes y los de sus partidarios entre los vencedores, serán
estos bienes la garantía de fidelidad nobiliaria.
La unión de Juan de Navarra y Álvaro de Luna responde a las necesidades del momento
y aunque ambos no tardaron en enfrentarse por el control del reino, la alianza sirve para
anular totalmente a las ciudades y a las Cortes.
Los procuradores pasan a cobrar de la Corona y se convierten en funcionarios carentes
de autoridad, y las ciudades serán gobernadas por regidores nombrados por el monarca y
no elegidos según los fueros locales.
El Concejo amplio, integrado por todos los vecinos, desaparece para dejar paso al
Concejo restringido del que sólo forman parte los caballeros urbanos equiparables a la
nobleza de sangre con la que mantienen estrecho contacto y a la que se subordinan en
ocasiones.
La fuerza adquirida por Álvaro de Luna reconcilia a Juan de Navarra y Enrique por la
mediación de Alfonso el Magnánimo y aleja de la corte al privado en el año 1427. Si los
infantes disponían de grandes riquezas que las utilizaban para controlar el reino, Álvaro
de Luna había logrado reunir a los nobles, a los que ofrecía a cambio de su ayuda una
participación en el poder y el reparto de los bienes de los infantes que serán expulsados
de Castilla en el año 1429.
El triunfo de Álvaro de Luna fue la concesión de las tierras, cargas y títulos a los aliados,
pero pronto se formó un grupo de descontentos que solicitó una vez más la intervención
de Juan de Navarra y de Enrique, contra los que apoyaran de nuevo a Álvaro de Luna.
Entre 1435 y 1440 el sistema de alianzas cambia continuamente, los nobles aliados a los
infantes utilizan las Cortes para buscar una salida a los enfrentamientos nobiliarios y para
pedir al monarca que autorice el matrimonio del heredero de Castilla, Enrique IV, con
Blanca de Navarra, hija de Juan de Aragón. Años más tarde son los partidarios de Álvaro
de Luna los que logran que las Cortes anulen las donaciones hechas en los últimos años
y se frenen las enajenaciones de bienes reales.
Ante esta nueva situación los infantes hicieron prisionero al rey en 1443 y Álvaro de Luna
les derrotó en Olmedo en 1445.
El poder nobiliario había crecido extraordinariamente y los nobles castellanos no
aceptaron durante mucho tiempo ni la autoridad del monarca ni la de su favorito, el nuevo
jefe de los nobles rebeldes será Juan de Pacheco.
La proclamación como rey de Castilla del príncipe Alfonso, que tenía once años y
dependía totalmente de la nobleza. Sólo después es cuando se decidió el monarca a
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combatir militarmente a los nobles a los que venció (no es seguro) en Olmedo en 1467, su
victoria debilitó más el poder real, al morir Alfonso un año más tarde ofrecieron el trono a
su hermana Isabel.
Apoyada por la nobleza rebelde, Isabel evitó el enfrentamiento con los partidarios del
monarca y se proclama heredera de Enrique IV, que aceptó en la entrevista, celebrada en
Guisando (Ávila), la solución ofrecida por Isabel que era desheredar a la hija de Enrique
IV, Juana, que no era posible. Para asegurar su triunfo, los nobles partidarios de Isabel
necesitaban buscar un marido conveniente. Entre los candidatos se encontraban Alfonso
V de Portugal que estaba dispuesto a aceptar las condiciones del marqués de Villena y
dejar el gobierno de Castilla en manos de los nobles que siguen a Pacheco. Otros nobles
se mantienen fieles al infante Juan, rey de Navarra y Aragón.
Para hacer frente a los catalanes rebeldes apoyados por Luis XI de Francia, Juan II
precisa el apoyo o la neutralidad de Castilla y para lograr sus objetivos propuso el
matrimonio de Isabel con su hijo Fernando. También Luis XI, por las mismas razones que
Juan II, buscaba la alianza con Castilla y ofrece como marido de Isabel a su hermano el
duque de Guyena.
La habilidad de Juan II de Aragón y sus partidarios castellanos convirtieron en realidad el
matrimonio de Isabel y Fernando en el año 1469, y en contra los nobles descontentos
dirigidos por el marqués de Villena proclamaron heredera legítima a la hija de Enrique IV.
La guerra civil fue inevitable y se prolongó hasta después de la muerte de Enrique IV.
Durante estos años la posición de Isabel y Fernando fue consolidándose, sobre todo
cuando Juan II logró poner fin a las guerras catalanas en 1472, a la muerte de Enrique IV,
Isabel y Fernando fueron reconocidos por la mayoría de los nobles castellanos mientras
los seguidores de Juana, apoyados por Alfonso V de Portugal seguían la lucha hasta
1479.
B. HERMANDADES, CIUDADES Y CORTES
La época de esplendor de unas y otras se sitúa en los años finales del XIII y principios del
XIV, durante los años de debilitamiento del poder monárquico y división nobiliaria
(sublevación de Sancho IV contra Alfonso X y minorías de Fernando IV y Alfonso XI), pero
ni siquiera en estos momentos tuvieron importancia por sí mismas. Las promesas hechas
mientras necesitaron su apoyo se olvidaron al llegar a un acuerdo entre los nobles o entre
el monarca y los grupos rebeldes.
Tampoco reyes autoritarios (Alfonso XI o Pedro I, a los que se atribuye una alianza con
las ciudades o con la burguesía contra los nobles) concedieron importancia a los centros
urbanos (Pedro I prescindió totalmente de las Cortes).
Los primeros años de los Trastámara parecen iniciar un resurgimiento de la fuerza política
de las ciudades a las que Enrique III o Juan I halagan en los momentos de dificultad pero
de las que prescinden en cuanto la situación interna o externa lo permiten.
Enrique III incrementa el número de corregidores y reduce a las Cortes a su función más
conocida: proporcionar dinero a la corona mediante la concesión de subsidios.
A lo largo del XV la misión de las Cortes no varía; no benefician a las ciudades sino a la
monarquía, que en muchas ocasiones prescinde incluso de las reuniones de Cortes.
Durante el turbulento reinado de Enrique IV las ciudades recuperan importancia y parecen
dispuestas a resucitar las Hermandades para imponer sus puntos de vista y administrar la
justicia abandonada por el rey. En numerosas ocasiones Enrique IV facilitó la formación
de hermandades dirigidas contra los nobles (caso gallego).
En estos años y coincidiendo con épocas de predominio nobiliario se dan tres momentos
asociativos importantes: en 1456-1460, 1464-1468 y 1473-1474.
* 1456-1460. La Hermandad que adquiere mayor importancia es la formada por villas y
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campesinos de Guipúzcoa contra los nobles (Oñalcinos y Gamboinos).
* En Galicia la revuelta de los “hermandiños” adquirió carácter oficial en 1467 durante
los enfrentamientos entre Enrique IV y la nobleza dirigida por Juan Pacheco y terminó
en 1469, después de que el monarca reconociera en el pacto de Guisando el triunfo
nobiliario.
El monarca no fue ajeno a este levantamiento y autorizó la constitución de la hermandad,
seguramente después de la “Farsa de Ávila” y el nombramiento del príncipe Alfonso como
rey de Castilla.
La hermandad tuvo un gran número de seguidores y se radicalizó más a causa de la
señorialización: control de puertos por los nobles, extensión de behetrías, la ocupación de
tierras de abadengos, aumento de impuestos, prestaciones personales.
Las causas de los enfrentamientos hay que encontrarlas en las contradicciones creadas
en una sociedad en expansión económica, a pesar de la inflación y en una nobleza que se
resiste a aceptar los cambios.
El conflicto no puede reducirse a un simple enfrentamiento de los campesinos contra los
señores feudales, ya que intervienen concejos, pequeña nobleza independiente, clérigos,
etc.
En Fuensalida (Toledo) fueron aprobadas por el rey las Ordenanzas de la Hermandad
gallega y los agentes del monarca recorrieron Galicia buscando la adhesión de todos los
pobladores (paralelismos con la actuación de los oficiales del rey aragonés en el problema
remensa).
Organizadas las Juntas de Hermandad y elegidos los diputados, que representarían a las
juntas locales en las asambleas generales, los hermandiños exigieron la entrega de
fortalezas nobiliarias. En 1469 firmaron un pacto el monarca y los nobles y organizando
sus fuerzas lograron derrotar a los hermandiños, desapareciendo la hermandad.
En época de los RR.CC. se creará la Santa Hermandad, enteramente controlada por los
monarcas y cuya financiación llevó a la ruina a diversas ciudades (1476).
Es preciso recordar que no todas las ciudades son convocadas a Cortes, sólo las de
realengo pueden asistir y su número se reduce a 17.
En teoría, la ciudad está dirigida por una asamblea, por un concejo, en el que se hallan
representados hidalgos, caballeros menestrales, pero su control a mediados del XV está
en manos de una cerrada oligarquía.
En los siglos XIV y XV Sevilla fue la ciudad más importante del reino.
C. CRISIS Y RESTAURACIÓN MONÁRQUICA
Para comprender la situación de Castilla durante el reinado de Enrique IV (1454-74), es
preciso repasar la historia política del reino en época de los Trastámara. La victoria de
Enrique fue obra de la nobleza, en sus manos quedó la economía castellana, aunque el
monarca se reservó el gobierno y opuso a la alta nobleza una segunda nobleza que le
había sido fiel. Con este apoyo Juan I, Enrique III y Juan II pudieron vencer a sus
familiares, sustituyéndoles por esta segunda nobleza, cuando estos últimos consolidaron
su poder, aspiraron a tener los mismos privilegios, atribuciones y derechos de los grandes
nobles.
La victoria obtenida por Juan II en Olmedo (1445) sobre los infantes de Aragón, no le
sirvió para fortalecer el poder monárquico: Álvaro de Luna logra el triunfo militar con el
apoyo de parte de la nobleza y no estaba en condiciones de enajenarse su apoyo, por lo
que Olmedo sólo significó la derrota, no definitiva, de la nobleza de sangre y no de la
nobleza general, que buscará frente al favorito el apoyo del heredero de la Corona,
negocia con el monarca en 1446 una serie de garantías mutuas en su nombre y en el de
los grandes que siguen a uno y otro: Enrique se compromete a no tomar, ocupar ni
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consentir o ayudar a la ocupación de tierras, villas, lugares y a no embargar rentas,
pechos y derechos reales y Juan II acepta lo mismo en lugares de Príncipe.
Con estos precedentes, cuando Enrique IV sube al trono no tiene autoridad para
enfrentarse a los nobles, ni siquiera podía recurrir a las ciudades, ya que habían perdido
su poder dominadas por la nobleza triunfadora que se opone al nuevo favorito Juan
Pacheco. Un perdón general y una política de paz en el exterior permiten al reino estar
tranquilo unos años, las alianzas con Portugal y Francia fueron renovadas. Se llega a un
acuerdo con Aragón y Navarra mediante el pago de cantidades a Juan de Navarra y la
devolución de los bienes confiscados a los servidores de los infantes de Aragón. La
guerra con Granada no entretiene a los nobles y nuevas revueltas merman la autoridad
real. Los intentos de algunos nobles para devolver el poder monárquico le lleva a
reconocer como heredero de Castilla al infante Alfonso. Golpe de Estado palaciego,
destierro de Beltrán de la Cueva que había sustituido a Pacheco en el favor del monarca.
La concesión del Maestrazgo de la Orden de Santiago a Pacheco, la reducción del
ejército real y el reconocimiento del derecho a los nobles a ser juzgados por un tribunal
especial integrado por tres nobles, tres eclesiásticos y tres juristas (1464). Enrique VI
acepta todo, perdiendo autoridad, por lo que fue posible su deposición en la “Farsa de
Ávila” de 1465.
Proclamado el príncipe Alfonso rey de Castilla a los once años, esto hace que el monarca
reaccione y se decida a combatir a los nobles, a los que vence en Olmedo (1467). Al morir
el rey Alfonso en 1468, se ofrece el trono a su hermana Isabel.
Isabel no quiso enfrentamiento con Enrique, aceptó una entrevista en Guisando en la que
se ofrecía como solución desheredar a Juana, hija de Enrique y ofrecer un marido
conveniente a Isabel. Los candidatos fueron Alfonso V de Portugal, lo que convenía a la
nobleza, a Juan Pacheco, ya que se llegó a un acuerdo con él y se dejaba el poder en
manos de una oligarquía nobiliaria. Frente a éste era: el infante Juan, rey de Navarra;
Aragón y Cataluña ofrecieron a Fernando hijo de Juan II y Francia, al duque de Guyena.
La habilidad de Juan II de Aragón y sus partidarios castellanos convirtieron en realidad el
matrimonio de Isabel y Fernando en el año 1469, y en contra los nobles descontentos
dirigidos por el marqués de Villena proclamaron heredera legítima a la hija de Enrique IV.
La guerra civil fue inevitable y se prolongó hasta después de la muerte de Enrique IV.
Durante estos años la posición de Isabel y Fernando fue consolidándose, sobre todo
cuando Juan II logró poner fin a las guerras catalanas en 1472, a la muerte de Enrique IV,
Isabel y Fernando fueron reconocidos por la mayoría de los nobles castellanos mientras
los seguidores de Juana, apoyados por Alfonso V de Portugal seguían la lucha hasta
1479.
D. GUERRA CIVIL EN NAVARRA
Los grupos nobiliarios de agramonteses y beamonteses están enfrentados desde el
reinado de Carlos II el Noble (1387-1425). Las causas profundas del enfrentamiento son
además del control político, dos formas de vida muy diferenciadas dentro del reino. Estas
rivalidades superan el marco político representado por el rey Juan II y su hijo Carlos,
príncipe de Viana, que desembocan en la guerra civil, que beamonteses, montañeses de
economía pastoril, que se sienten postergados por el monarca, llevan a cabo contra Juan
de Navarra, partidario de los agramonteses, ribereños, con fuerte economía agraria y
mayor desarrollo urbano. El desencadenante de esta guerra fue el testamento de Blanca
de Navarra, esposa de Juan II, rey consorte.
La paz de Briones (1373) entre Navarra y Castilla lleva al matrimonio de Carlos III el
Noble con Leonor de Trastámara. Carlos apoya a Castilla y Francia en sus problemas
europeos y firma tratados de paz con Aragón. También ayudó a Fernando de Antequera
en la sumisión de la revuelta de Jaime de Urgell. Fruto de esta política de acuerdos y
alianzas es el matrimonio de su hija Blanca con Martín el Joven en 1402. A la muerte de
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su marido, Blanca regresa a Navarra y en 1419 se casa con el futuro Juan II, hijo del
nuevo soberano aragonés Fernando de Antequera. Blanca hereda el reino de Navarra por
el fallecimiento de sus hermanos. Las consecuencias políticas de esta unión van a ser:
mayor dependencia de Castilla pero los navarros, celosos de sus fueros hicieron hincapié
en las capitulaciones matrimoniales en que el reino pertenece a Blanca y a sus hijos.
A su fallecimiento Blanca deja como heredero a su hijo Carlos y sus descendientes, a su
hija Blanca y a sus descendientes y en último lugar a su hija Leonor, pero ruega a Carlos
que no utilice el título de rey sin el consentimiento de su padre Juan II, lo que significaba
el gobierno de hecho de Juan. La imprecisión de esta cláusula coadyuvó a la explosión de
la guerra civil. El rey optó por dejar el gobierno de Navarra a Carlos y él se ocuparía de
los asuntos castellanos. Esta fórmula no fue aceptada por el príncipe ni por parte de la
población. Las dificultades de Juan en Castilla aumentan y quiere recuperar el patrimonio
real. Con este fin el rey sustituye a los consejeros navarros por castellanos y crea una
Diputación permanente en las Cortes con la intención de prescindir de las convocatorias
generales y así agilizar los trámites, presionando a los diputados para lograr los subsidios
necesarios. Esta política fue aprobada por los nobles agramonteses pero no por el
príncipe de Viana ni los beamonteses.
La guerra se declara abiertamente cuando Juan II se casa con Juana Enríquez, entonces
quedan anulados sus derechos al trono de Navarra. Carlos, dirigiendo a beamonteses y
apoyados por Álvaro de Luna, se sublevan contra el monarca. La guerra continuará hasta
1455 con suerte alterna, pero favorable a Juan II que deshereda a su hijo y nombra
heredero a Gastón de Foix, casado con su hija Leonor.
Las Cortes también se dividen, tomando partido por el príncipe (Pamplona) y por Juan
(Estella). Carlos va a Nápoles para pedir la intervención de Alfonso el Magnánimo (su tío),
quien fallece al poco tiempo, dejando como sucesor de los estados peninsulares, en
Mallorca, Sicilia y Cerdeña a su hermano Juan. Carlos tiene el apoyo de los sicilianos que
intentan mantener su propio rey y ante este peligro, Juan II perdona a su hijo, por el que
habían intercedido los reinos de la Corona. La reconciliación entre padre e hijo duró poco,
Juan II encarcela a su hijo cuando el monarca conoce la noticia de las negociaciones de
Carlos con Castilla para su matrimonio con la infanta Isabel, entonces los catalanes se
alzan e imponen al monarca la capitulación de Villafranca del Penedés y le declaran la
guerra por incumplimiento de los acuerdos.
En 1461 fallece Carlos y son reconocidos herederos Gastón de Foix y su mujer Leonor a
pesar de los derechos preferentes de Blanca, quien fue reducida a prisión por haber
apoyado a Carlos y ser cabeza de los beamonteses. Esta decisión de Juan II tiene un
interés político: necesita la colaboración del conde de Foix para alcanzar un acuerdo con
Luis XI de Francia contra los catalanes rebeldes que eligieron como señor a Enrique IV.
Este había repudiado a su esposa Blanca cuando se rompió el acuerdo con el rey
castellano.
Blanca decide ceder sus derechos a su antiguo marido, el cual se convierte en rey de
Castilla, de Navarra y jefe de los beamonteses. En 1463 Enrique renuncia y los
beamonteses vuelven a la obediencia de Juan II por poco tiempo, ya que la ruptura de la
alianza con Luis XI de Francia les enfrenta de nuevo al monarca castellano.
En 1469 Gastón y Leonor son depuestos como herederos y Juan II nombra nuevo
heredero a Gastón, hijo de ambos, en lugar de su hijo Fernando, heredero de Aragón y
rey consorte de Castilla. Juan teme que los beamonteses arrastren a cuantos en Navarra
deseaban tener un rey propio. Leonor y su padre llegan a un acuerdo, pero la guerra
continua hasta 1476, en que Navarra muy debilitada no puede hacer frente a las tropas
castellanas dirigidas por Fernando el Católico y pasa a ser protectorado de Castilla.
Juan II fallece en 1470 y Leonor reina brevemente, pues muere 15 días después. Su
nieto, Francisco Febo es el heredero al que apoyan agramonteses, mientras que
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beamonteses se inclinan hacia la alianza con Fernando el Católico. El rey muere
prematuramente en 1483 y le sucede su hermana Catalina. Castilla y Francia están
interesadas en mantener su influencia en Navarra. Los continuos enfrentamientos de los
nobles permiten a Castilla incrementar su influencia y en 1512, Fernando el Católico
decide ocupar el reino ante la alianza de Navarra con Francia, en guerra con Castilla. En
las Cortes de Burgos, tres años después, Navarra será incorporada a Castilla.
El rey tiene que jurar los fueros navarros para reinar y aunque tiene la máxima libertad, en
la práctica está sometido al control de las Cortes, que están constituidas por 12
ricoshombres, 50 miembros del estamento militar (caballeros e infanzones), eclesiásticos,
con nutrida representación: el obispo de Pamplona, el deán de Tudela, el prior de la
Orden de San Juan y los abades de los monasterios más importantes, en los que
ocasionalmente también están incluidos los obispos de Bayona y de Calahorra. Por
último, por el estamento real, los representantes de las Buenas Villas. El número de
representantes de cada estamento puede variar según las épocas, pero se mantiene una
proporción según la importancia económica. El rey es la autoridad máxima y en su
ausencia lo será el gobernador o lugarteniente del rey. Otros funcionarios con amplios
poderes son los inquisidores y reformadores del estado del reino de Navarra, nombrados
por los monarcas con carácter eventual.
La administración central la lleva el Hostal, el Consejo Real, la Cancillería, el Tribunal de
la Corte y la Cámara del Comptos. Los ingresos proceden de las posesiones reales y de
los impuestos ordinarios: pecha o impuesto sobre la tierra cultivada, derechos del rey
sobre hornos, molinos, aguas, mercados, venta de sal, monopolio del rey, minas y
ferrerías, también de propiedad real, así como los tesoros sin dueño conocido. Mercados
y baños públicos son monopolio real.
Los ingresos extraordinarios proceden de las ayudas otorgadas por las Cortes, las
ciudades o los estamentos, y de los préstamos concedidos al monarca por particulares o
corporaciones. A partir de 1350 tienen periodicidad anual por lo que se convierten en
impuestos ordinarios.
Una ayuda especial es el monedaje, equivalente a 8 sueldos por fuego y pagadero en
principio al comienzo de cada reinado por los pecheros para mantener la estabilidad y
calidad de la moneda, aunque las devaluaciones fueron numerosas en los siglos XIV y
XV.
Los nobles, clérigos y francos están exentos del pago de impuestos ordinarios y del
monedaje. Los pecheros son exclusivamente labradores, tanto de realengo, como de
solariego (dependientes de un laico) o collazos (cuando residen en señoríos
eclesiásticos).
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TEMA XXXVI: EL REINADO DE LOS RR.CC.


El reinado de los RR.CC. es de importancia fundamental en la historia de España; en
tanto que para unos autores pone fin a la E.M. española, para otros supone el comienzo
de la Modernidad. Lo más lógico es, probablemente, contemplarlo como un período de
transición entre una y otra edades históricas.
El restablecimiento de la autoridad regia (en grave quebranto desde el advenimiento al
trono de la dinastía Trastámara), fue uno de los mayores logros de Fernando e Isabel,
acompañado de un importante impulso al proceso de reorganización institucional y
administrativa y de un significativo esfuerzo por la reconstrucción de la economía. La
culminación de la empresa reconquistadora y el establecimiento de las bases para la
inmediata expansión española en el mundo son también logros achacables a la política de
los RR.CC.
A. POLÍTICA PENINSULAR
1. LA GUERRA DE SUCESIÓN
Hay que tener en cuenta el problema sucesorio de Enrique IV de Castilla, atendiendo a
las circunstancias que provocaron tal situación y a los primeros intentos de solución del
mismo. Habrá que señalar las líneas más generales de la evolución de los
acontecimientos tras la muerte del monarca.
Inmediatamente después de la muerte de Enrique IV, Isabel fue proclamada reina de
Castilla en Segovia, ciudad que le era adicta desde hacía tiempo. Mediante la sentencia
arbitral de Segovia (1475) se creaba una fórmula de gobierno conjunto de Fernando e
Isabel para Castilla (en los sellos y en las monedas que se acuñaran figurarían ambos
reyes), y acto seguido se enviaban mensajeros a las principales ciudades del reino
animándolas a prestar juramento a la nueva soberana.
La rápida actuación del partido isabelista obligó a los nobles y a las ciudades a tomar
partido ante una situación de hecho. Ciudades como Ávila, Valladolid, Tordesillas o
Toledo reconocieron sin dificultades a Isabel como reina; por el contrario, Burgos, Zamora
y la mayor parte de las ciudades del sur del reino se opusieron a Isabel o quedaron a la
expectativa de los acontecimientos. La nobleza también se dividió: en tanto que los
Mendoza, los Enríquez, los Velasco o los Pimentel se adhirieron al partido isabelista, los
Stúñiga o los Girón apoyaron la candidatura de Juana.
La guerra de sucesión castellana tuvo importantes connotaciones internacionales: Aragón,
Borgoña e Inglaterra apoyaron a Fernando e Isabel, mientras Portugal y Francia se
situaron del lado de Juana.
En mayo de 1475 Alfonso V de Portugal invadió Castilla, al tiempo que los nobles
partidarios de Juana se lanzaban a la ofensiva. Los aparentes éxitos iniciales de los
adversarios de Isabel fueron contrarrestados desde marzo de 1476 por una campaña de
Fernando, quien asedió Burgos y Zamora y derrotó a los portugueses en Toro. La guerra
se prolongó aún durante 3 años, pero Fernando e Isabel consolidaron poco a poco sus
posiciones, al tiempo que se disolvía el partido que apoyaba a Juana y se desvanecía el
apoyo francés a esta causa.
El tratado de Alcaçovas (septiembre de 1479) puso fin de forma definitiva a las
hostilidades: Portugal reconoció a Fernando e Isabel como reyes de Castilla, renunciando
a toda pretensión dinástica. Como contrapartida, Castilla se comprometió a no interferir en
la expansión portuguesa por el África occidental. La importancia de este tratado es
enorme, no sólo porque puso las bases de una futura alianza dinástica de las monarquías
portuguesa y castellana (se acordaba el matrimonio de la infanta Isabel hija RR.CC., con
el infante Alfonso, heredero de la corona portuguesa), sino también porque al cortar a
Castilla el paso hacia África la obligó a buscar nuevas rutas marítimas, propiciando el
descubrimiento de América. Juana “la Beltraneja” por su parte, profesó en el convento de
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Santa Clara de Coimbra.
También en el año 1479 murió el rey Juan II de Aragón, siendo sucedido por su hijo
Fernando II, dando un paso decisivo el proceso que conducía a la unidad de Castilla y la
corona de Aragón.
2. LAS REFORMAS DE LA ADMINISTRACIÓN
Concluida la guerra de sucesión, los RR.CC. pusieron en marcha en el reino de Castilla
un programa de reformas internas, con el fin de garantizar la paz que contribuyera al
reforzamiento de la autoridad regia y la reconstrucción económica. Para ello, el primer
paso consistía en el sometimiento de la nobleza a su autoridad. La política de los
monarcas en relación con la nobleza se puede resumir en dos ideas básicas: el
mantenimiento de su poder económico y de su prestigio social y la sumisión incondicional
a la autoridad regia (son significativas a este respecto las decididas acciones llevadas a
cabo contra los Guzmán y los Ponce de León sevillanos y contra la nobleza gallega, así
como la incorporación a la corona de buen número de villas del marquesado de Villena);
por tanto, la actuación política de la nobleza quedó supeditada a la monarquía.
El inmenso poder de las Órdenes Militares fue absorbido por la monarquía, al recabar
para el rey Fernando el cargo de gran maestre de las distintas Órdenes, a medida que
iban quedando vacantes. De este modo las Órdenes, con sus inmensas rentas, pasaron a
ser administradas directamente por la corona.
La autoridad regia se impuso también de forma decidida a los municipios, extendiéndose
el régimen de corregidores, oficiales regios encargados de supervisar la gestión
municipal.
El Consejo Real, reorganizado en las Cortes de Toledo de 1480, adquirió un papel
preponderante en la gobernación del reino. Letrados expertos en Derecho romano fueron
quienes llevaron el peso fundamental de este órgano de gobierno, contribuyendo
poderosamente al reforzamiento de la autoridad regia.
En la misma línea, las Cortes perdieron gran parte de su peso político y fueron reunidas
en escasas ocasiones a lo largo de todo el reinado de los RR.CC., cuando era preciso la
votación de nuevos impuestos directos extraordinarios (servicios) o cuando hubo que
preparar la sucesión al trono. Las Cortes fueron también utilizadas por los monarcas al
comienzo de su reinado como firme apoyo a su proyecto de reorganización del Estado,
frente a las pretensiones nobiliarias; son particularmente importantes en este sentido las
Cortes de Madrigal de 1476 y las de Toledo de 1480.
Otro paso en la política de reforzamiento de la autoridad regia fue la reestructuración de la
Hermandad, llamada desde entonces Santa Hermandad, cuyo papel fue fundamental para
garantizar el orden y la seguridad en territorios despoblados. La Santa Hermandad
terminó convirtiéndose en un organismo estable a cuyo sostenimiento colaboraban todos
los concejos castellanos que formaban las “cuadrillas locales”.
Los RR.CC. procedieron asimismo a la reorganización de la administración judicial. A la
Audiencia y Chancillería de Valladolid (alto organismo de justicia encargado de tramitar en
última instancia los procesos civiles y criminales) se unió otra en Ciudad Real (para todos
los territorios situados al sur de Sierra Morena) que, más tarde, fue trasladado a Granada.
Galicia contó también con una Audiencia propia, dependiente de la de Valladolid. Del
mismo modo, los monarcas impulsaron una importante tarea de recopilación jurídica
(dirigida por el legista Montalvo), que supuso el primer intento de superar la confusión de
la legislación medieval y ofrecer a los jueces unas referencias mucho más precisas.
En la corona de Aragón Fernando el Católico puso también en marcha una política
tendente a reforzar el autoritarismo regio que, sin embargo, tuvo que acomodarse a las
peculiares características de cada una de las unidades políticas que la integraban. En
Cataluña, donde mayores podían ser las resistencias a la monarquía autoritaria, Fernando
consiguió la permanencia de las instituciones propias, aun cuando limitando sus
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competencias; el rey intervino activamente en el nombramiento de los cargos municipales
de Barcelona y de los diputados de la Generalitat.
Las Cortes fueron aquí también convocadas en muy pocas ocasiones (entre 1481 y 1515
sólo siete veces en Aragón, una en Valencia y seis en Cataluña), por su abierta oposición
al gobierno de Fernando.
Desde el punto de vista institucional, la principal novedad afecta a la administración de
justicia. La Cancillería (órgano máximo de la administración de justicia) se dividió: una
parte se adscribió a los distintos reinos como órgano judicial y otra parte se integró en el
Consejo Real de Aragón, quedando a su cargo el estudio de las disposiciones relativas a
los diferentes estados de la Corona.
3. LA GUERRA DE GRANADA
Tras la ocupación del valle del Guadalquivir, la empresa reconquistadora quedó
prácticamente detenida durante más de un siglo, posibilitando la pervivencia del reino
nazarí de Granada. Una vez concluida la guerra de sucesión al trono y suscrita la paz con
Portugal, y habiendo puesto en marcha el proceso de reorganización institucional en las
Cortes de Toledo de 1480, los RR.CC. se mostraron decididos a retomar las operaciones
militares que les permitieran hacerse con el reino granadino.
El pretexto para el inicio de las hostilidades lo dieron los granadinos, al apoderarse a fines
de 1481 de Zahara. La reacción cristiana no se hizo esperar y se expresa en la toma de
Alhama (febrero de 1482); desde este momento las habituales escaramuzas fronterizas
entre cristianos y musulmanes se transformaron en una guerra auténtica, cuya duración
fue de 10 años.
Entre 1482 y 1485 los castellanos fracasaron en varias operaciones militares para
apoderarse de Loja y de Málaga, aunque conquistaron Álora en 1484. La primera etapa
de la guerra se caracterizó por las periódicas campañas de tala y saqueo de la Vega
granadina y por el aprovechamiento de las interminables discordias civiles granadinas
para provocar la división interna.
Desde 1483 se aprecia una organización mucho más eficaz, que se manifiesta en la
conquista de Ronda (mayo de 1485). Las operaciones militares castellanas (con el apoyo
de numerosos caballeros borgoñones, franceses e ingleses) se centraron en el territorio
de la actual provincial de Málaga. Las disensiones internas granadinas concluyeron con la
abdicación del rey Muley Abdullassan a favor de su hermano El Zagal, agravándose los
enfrentamientos entre éste y el hijo de aquél, Boabdil, quien fue apoyado por los RR.CC.
En agosto de 1487 cayó la ciudad de Málaga, sitiada desde el mes de mayo, lo que
supuso un gran triunfo del ejército castellano.
La última fase de la guerra vino marcada por el enfrentamiento entre el Zagal y Boabdil, y
se inició con una serie de operaciones lanzadas desde Murcia que permitieron la toma de
Vélez Blanco, Vélez Rubio, Mojácar, Baza, Guadix y Almería; sólo permanecía la ciudad
de Granada, mantenida por Boabdil. Los RR.CC. reunieron importantes medios
financieros y establecieron el cuartel general de las operaciones en el Real de Santa Fe,
donde se instalaron desde junio de 1491 hasta la ocupación de la ciudad de Granada el 2
de enero de 1492.
La guerra de Granada exigió un importante esfuerzo militar y económico, que se
materializó en la recaudación de impuestos extraordinarios, como la bula de cruzada, y en
el obligado endeudamiento de la hacienda regia con nobles, monasterios, ciudades o
financieros particulares.
El reino de Granada quedó vinculado a Castilla, y los grandes dominios territoriales fueron
confiscados y repartidos entre los municipios y los representantes de la alta nobleza que
habían participado en las operaciones militares. La capital del reino recibió un trato
privilegiado, porque la ocupación fue precedida de un acuerdo de los RR.CC. con Boabdil,
por el que se comprometían a respetar la vida y los bienes de los musulmanes, su
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religión, sus leyes y sus costumbres.
El acuerdo de rendición fue respetado en los primeros años, mientras estuvo al frente del
arzobispado de Granada fray Hernando de Talavera, quien llevó a cabo una campaña de
evangelización basada en la persuasión de la palabra. Pero en 1499 fue relevado por
Cisneros, quien se mostró mucho más enérgico con los mudéjares y con los moriscos que
mantenían costumbres islámicas, provocando una revuelta en el barrio del Albaicín que
fue rápidamente sofocada por el conde de Tendilla, capitán general del reino de Granada.
Las conversiones al cristianismo se multiplicaron pero, entre tanto, se produjo una
revuelta mudéjar en las Alpujarras, que sólo pudo ser sofocada en mayo de 1501. Unos
meses después, en febrero de 1502, y como reacción frente a dicha sublevación, los
RR.CC. dieron una pragmática en la que se obligaba a los mudéjares de todo el reino a
elegir entre la conversión al cristianismo o el exilio.
Concluida la toma de Granada, los RR.CC. pudieron intervenir en otros ámbitos
geográficos peninsulares, en los que chocaron de forma inexorable con Francia.
4. ROSELLÓN Y CERDAÑA
Francia había aprovechado las dificultades internas de la corona de Aragón para imponer
su autoridad sobre los condados del Rosellón y la Cerdaña, desde hacía mucho tiempo
motivo de fricción entre franceses y catalano-aragoneses. En 1463, y como compensación
por el apoyo de Luis XI de Francia frente a la revuelta catalana, Juan II le hizo entrega de
ambos territorios; pero desde este momento fue una aspiración permanente de Juan II y
de su sucesor Fernando II su recuperación.
La ocasión se le presentó a Fernando II con motivo del enfrentamiento surgido por el
dominio de Bretaña (1484-91), en el que intervinieron las principales potencias europeas:
Francia, Borgoña e Inglaterra. España se situó al lado de Borgoña e Inglaterra, frente a
Francia, con el decidido propósito de recuperar los condados pirenaicos. Pese al fracaso
español en la guerra de Bretaña, deseosos los franceses de romper la triple alianza anglo-
hispano-borgoñona, y conocedores de la decidida voluntad de Fernando el Católico de
recuperar el Rosellón y la Cerdaña, propiciaron un acuerdo de paz, suscrito en Tours y
Barcelona, en enero de 1493. Los RR.CC. establecían la alianza con Francia y suspen-
dían las negociaciones matrimoniales que tenían en marcha con Inglaterra y Borgoña,
obteniendo a cambio el compromiso de la devolución de los condados pirenaicos, que se
hizo efectivo en septiembre de 1493.
5. LA ANEXIÓN DE NAVARRA
La rivalidad franco-castellana permitió también al rey Católico anexionar el reino de
Navarra. Navarra había permanecido al margen de los conflictos europeos, pero mantenía
una política de amistad con Francia que preocupaba a Fernando II. El monarca español
reclamó a Juan III y Catalina de Albert, reyes de Navarra, la confirmación del tratado de
paz que mantenían y la entrega de ciertas plazas fuertes navarras mientras durara el
conflicto franco-castellano, como mejor garantía de que los reyes navarros no permitirían
el paso de tropas francesas. Pese a que los tratados de paz fueron confirmados, los
monarcas navarros se negaron a entregar las plazas solicitadas, por lo que Fernando el
Católico ordenó al duque de Alba y al conde de Lerín la ocupación del reino de Navarra
que se materializó en 1512.
En marzo de 1513 el virrey castellano Diego Fernández de Córdoba reunió las Cortes
navarras en Pamplona y juró los fueros en nombre del rey Fernando II, quien fue
reconocido como rey de Navarra (en este reconocimiento tuvo un papel fundamental el
matrimonio de Fernando, en segundas nupcias, con Germana de Foix). En 1515 las
Cortes de Castilla, reunidas en Burgos, aceptaron la integración permanente de las
coronas de Navarra y Castilla.
Pese a que la Navarra ultrapirenaica (merindad de Ultrapuertos, en torno a Pau) quedó
bajo dominio francés, la incorporación del reino navarro llevó la vieja aspiración de los
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RR.CC. de lograr la unidad hispánica. Como los restantes reinos, Navarra siguió
rigiéndose con arreglo a sus propias instituciones.
B. POLÍTICA EXTERIOR
1. LA CONQUISTA DE LAS ISLAS CANARIAS
En los primeros años del XV, el rey Enrique III había patrocinado la conquista de las Islas
Canarias “menores”: entre los años 1402 y 1404 un grupo de caballeros normandos, al
mando de Jean de Bethercourt y de Gadifer de la Salle, ocuparon para Castilla las islas
de Lanzarote, Fuerteventura y parte de la de El Hierro. En torno a 1420 los linajes
sevillanos de Las Casas y Peraza se hicieron con el señorío de estas islas, completaron la
conquista de El Hierro y se apoderaron también de la de La Gomera. Algunos decenios
después, y en el marco de la pugna luso-castellana por el dominio del Atlántico, los
RR.CC. se interesaron por proseguir la conquista de las Islas Canarias; como primer
paso, compraron a los señores de Canarias, Diego de Herrera e Inés Peraza, el derecho
de conquista sobre las islas “mayores”, aún no ocupadas: La Palma, Tenerife y Gran
Canaria. Asimismo, en el tratado de Alcaçovas (1479) se garantizaban los derechos de
los portugueses a la conquista de toda África, excepto las Canarias y una estrecha franja
litoral que se extendía desde el cabo Bojador hasta el límite con el reino de Fez, que
quedaban para Castilla.
La conquista de Gran Canaria fue iniciada por un pequeño ejército financiado por Juan de
Frías, obispo de Lanzarote, y capitaneado por Juan Rejón, quien estableció en 1478 el
real de Las Palmas. La ocupación total de la isla no tuvo lugar hasta 1483, tras las
operaciones militares dirigidas por Pedro de Vera, capitán general, corregidor y alcaide, y
financiada por la propia corona y por el marino y mercader genovés Pedro Fernández
Cabrón. La conversión al cristianismo del Guanartene de Gáldar, Tenesort Semidam
(llamado en lo sucesivo Fernando Guanarteme), aceleró la ocupación de la isla. Una vez
conquistada, se procedió al reparto de la tierra entre los conquistadores.
La isla de La Palma fue sometida fácilmente por alonso Fernández de Lugo entre
septiembre de 1492 y mayo de 1493, apoyándose en las parcialidades de los indígenas
ya cristianizados. Al igual que para la conquista de La Palma, Fernández de Lugo dispuso
de capital italiano (principalmente genovés) para la empresa de Tenerife. Iniciadas las
operaciones militares en abril de 1494, los castellanos encontraron una muy fuerte
resistencia (sufrieron una terrible derrota en mayo de 1494 en Acentejo), que sólo pudo
ser vencida en noviembre de 1495 con las victorias obtenidas en Agüere (donde se fundó
la ciudad de San Cristóbal de la Laguna) y en Acentejo sobre los guanches dirigidos por el
mencey Benitomo. La ocupación total de la isla no se consiguió hasta mayo de 1496,
cuando fueron sometidos los últimos reyes o menceyes insumisos.
2. LA EMPRESA AMERICANA
Desde el XIII se habían producido algunos avances importantes en las técnicas de
navegación, que facilitaron el descubrimiento de América, al permitir una navegación de
altura: el uso de la brújula y del astrolabio permitían el alejamiento de la costa y la
carabela era un nuevo tipo de barco mucho más apto para la navegación en las aguas
atlánticas.
La experiencia de los marinos cántabros y portugueses y la localización geográfica de la
Península Ibérica convirtieron a Castilla y Portugal en los reinos mejor situados para llevar
a cabo esta aventura. Las expediciones atlánticas fueron impulsadas por diversos factores
económicos (especialmente la búsqueda del oro) y animadas por las colonias de
mercaderes y financieros italianos establecidas en distintas ciudades de la Península
Ibérica.
Diversos acuerdos y tratados de paz entre Castilla y Portugal, suscritos a lo largo de la 2ª
½ del XV, se habían ocupado de regular los derechos a la expansión africana, en la que
Portugal cobró clara ventaja. Precisamente fue la intensa dedicación portuguesa a la
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expansión por el África islámica el motivo que llevó a los monarcas lusos a no prestar
atención a los proyectos de Colón, que ofrecían la posibilidad de alcanzar las “Indias”
navegando hacia occidente.
Concluida la guerra de Granada, los RR.CC. y algunos miembros de la alta nobleza
(duque de Medinaceli) se decidieron a patrocinar la expedición de Colón. Las razones
para el apoyo decidido de la corona, fundamental para el éxito de la empresa, fueron de
diversa índole: económicas (búsqueda del oro, potenciación del comercio), religiosas
(deseo de extender el cristianismo), intelectuales (ansia de ampliar conocimientos).
La expedición, compuesta por una nao y dos carabelas, partió del puerto de Palos el 3 de
agosto de 1492 y, tras una parada en las Islas Canarias, alcanzó la isla de Guanahaní, en
las Bahamas, el 12 de octubre. Posteriormente se hicieron otros descubrimientos, entre
los que destaca el de la isla de la Española (actual Santo Domingo).
En virtud de las convenciones firmadas antes de la partida, Colón tomaba posesión de las
tierras descubiertas en nombre de los reyes de España, recibiendo los títulos de almirante
de la mar océana y virrey y gobernador perpetuo de todas las tierras e islas que
descubriera cien leguas al oeste de las islas de Cabo Verde y de las Azores.
Tras el primer viaje de Colón, hubo otros muchos, en los que se prosiguió la tarea de
descubrimiento de nuevas tierras, iniciándose también la puesta en explotación de las
mismas. Con el deseo de reservarse el monopolio en la colonización de “las Indias”, los
RR.CC. firmaron con Portugal el tratado de Tordesillas (7 de junio de 1494) en el que se
delimitaban las zonas de expansión de España y Portugal en el Atlántico occidental; una
línea teórica que se extendía de polo a polo, a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo
Verde, dividiría las tierras descubiertas o por descubrir: todo lo situado al oeste de esta
línea quedaba para España, en tanto que lo situado al este de la misma (excepto las Islas
Canarias) era para Portugal.
3. LA PRESENCIA EN EL NORTE DE ÁFRICA
Los RR.CC. se propusieron la conquista de diversas plazas del N de África que impidieran
las siempre temidas razzias musulmanas sobre las costas andaluzas y que, al mismo
tiempo, aseguraran mejor la defensa del recién conquistado reino de Granada.
Los objetivos principales eran Melilla y Orán. Melilla fue conquistada en el año 1497 por el
duque de Medina Sidonia, quien la recibió en “tenencia”. La conquista de Orán hubo de
aplazarse con motivo de la guerra contra los turcos en 1501 y de la 2ª guerra de Nápoles.
En 1505 fue conquistada Mazalquivir, en 1508 el Peñón de los Vélez de la Gomera y en
1509 Orán; en 1510 fueron asaltadas Bugía y Trípoli.
Asimismo, los reyes se interesaron por establecer puestos fronterizos en la costa
norteafricana, con el fin de proteger el sector pesquero al que acudían a faenar los
castellanos desde Canarias. Estas operaciones fueron llevadas a cabo por los
gobernadores castellanos de las Islas Canarias.
Pero África ocupó siempre un lugar secundario en los objetivos políticos y militares de los
RR.CC. Estas empresas tuvieron siempre unos objetivos muy limitados, consistentes en
disponer de plazas y puestos fortificados en la costa desde los que poder prevenir los
ataques o actos piráticos de los musulmanes norteafricanos y que, al mismo tiempo,
sirvieran como plataformas para el comercio castellano hacia el interior del Magreb.
4. LA POLÍTICA EUROPEA DE LOS RR.CC.
Concluida la guerra de Granada, los RR.CC. quedaban libres para desplegar una
auténtica política europea, que orientarán en dos direcciones: los Pirineos e Italia. En
ambos espacios geográficos los intereses españoles chocaban con los de Francia, lo que
influyó en un acercamiento de los RR.CC. a Inglaterra y a la casa de Borgoña, mediante
el establecimiento de alianzas dinásticas.
Por lo que se refiere a la política europea, fueron los intereses de la Corona catalano-
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aragonesa los que marcaron las directrices. Tradicionalmente Castilla y Francia habían
mantenido a lo largo de la Baja E.M. una política de alianzas y amistad, mientras las
relaciones franco-aragonesas habían sido muy distintas: rivalidad y continuos
enfrentamientos en los Pirineos, en el Mediterráneo y en Italia. En este contexto, los
RR.CC. asumieron los objetivos de la diplomacia aragonesa, de forma que la política
europea de Fernando e Isabel vino marcada por una profunda rivalidad con Francia.
La entrada de los RR.CC. en la política internacional europea fue preparada
concienzudamente desde los años 80 mediante una política de alianzas matrimoniales.
En noviembre de 1490 contrajeron matrimonio el príncipe heredero Alfonso de Portugal y
la hija primogénita de los RR.CC., Isabel; la muerte del príncipe portugués poco tiempo
después no rompía, sin embargo, los proyectos de enlace dinástico hispano-portugués.
La política de acercamiento a Inglaterra, en la que estaban especialmente interesados los
mercaderes y marinos vascos y cántabros, se sellaba con un acuerdo de marzo de 1489
sobre colaboración militar y comercial, en el que se contemplaba el futuro matrimonio del
heredero inglés Arturo con la infanta Catalina, hija de los RR.CC.
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ÍNDICE

TEMA XIX:CONSECUENCIAS DE LA EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII 1


A. GUERRAS Y PARIAS 1
B. LIBERTAD Y SERVIDUMBRE TRAS LA CONQUISTA 2
1. reinos occidentales 2
2. Aragón 3
3. Cataluña 4
4. las fronteras entre los reinos cristianos 5
5. la repoblación interior 6
C. EFECTOS SOCIALES DE LA EXPANSIÓN DEL SIGLO XIII 6
1. el reino castellano-leonés 6
2. la corona de Aragón 7
3. los gastos suntuarios y de prestigio 9
TEMA XX:LOS TRABAJADORES DEL CAMPO Y SUS MODOS DE VIDA 11
A. CAMPESINOS PROPIETARIOS, DEPENDIENTES Y JORNALEROS EN LOS
REINOS OCCIDENTALES 12
B. LA DEPENDENCIA EN NAVARRA, ARAGÓN Y CATALUÑA 13
C. GANADEROS Y AGRICULTORES: LA MESTA 14
TEMA XXI:LA SOCIEDAD URBANA EN LOS REINOS HISPÁNICOS 17
A. ARTESANOS Y MERCADERES 17
B. EL COMERCIO INTERNACIONAL CATALÁN 17
C. MOZÁRABES, MUDÉJARES Y JUDÍOS 19
TEMA XXII:DEFENSORES Y CABALLEROS (1) 21
A. NOBLEZA CASTELLANO-LEONESA 21
B. EL FUERO GENERAL DE NAVARRA 22
C. LOS GRUPOS PRESENTADOS A CORTES 22
1. precedentes 22
2. las cortes 23
3. Los componentes de las cortes 23
TEMA XXIII:DEFENSORES Y CABALLEROS (II) 25
A. LOS FUEROS DE ARAGÓN 25
B. LOS USATGES DE BARCELONA 26
C. LOS GRUPOS PRESENTADOS A CORTES 27
4. Los componentes de las cortes 27
TEMA XXIV:LOS INTERCESORES ANTE DIOS 29
A. ARZOBISPADOS, DIÓCESIS Y PARROQUIAS 29
B. MONASTERIOS Y CONVENTOS 30
1. vinculación a roma 31
TEMA XXV:DERECHO, LITERATURA Y ARTE, EXPRESIÓN DE LA SO-
CIEDAD 33
A. DERECHO REGIO Y DERECHO MUNICIPAL 33
B. POESÍA Y ARTE DE CORTESANOS Y CLÉRIGOS 33
TEMA XXVI: 34
TEMA XXVII:LA CORONA DE ARAGÓN: DE LAS CORTES DE
BARCELONA A LA DINASTÍA TRASTÁMARA 35
A. LA DIFÍCIL UNIÓN POLÍTICA Y LA FORMULACIÓN DEL PACTO SOCIAL 35
1. la formulación política del pacto social 35
2. debilidad de la monarquía aragonesa 36
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B. EL DESCONTENTO CAMPESINO Y LOS MOTINES URBANOS 36
C. LA SUCESIÓN DE PEDRO EL CEREMONIOSO 38
1. juan i 38
2. MARTÍN i (1396-1410) 38
D. EL COMPROMISO DE CASPE 39
E. LOS INFANTES DE ARAGÓN ENTRE ITALIA Y CASTILLA 41
TEMA XXVIII:HACIA LA GUERRA CIVIL CATALANA 43
A. LA BUSCA Y LA BIGA 43
B. EL SINDICATO REMENSA 44
C. EL MONARCA SOMETIDO AL CONSELL DE CATALUÑA 45
D. LA GUERRA CIVIL 45
E. LA CAPITULACIÓN DE PEDRALBES (1472) 46
TEMA XXIX:EL REINO DE MALLORCA 47
A. INDEPENDENCIA POLÍTICA Y VINCULACIÓN ECONÓMICA 47
B. CIUDADANOS Y FORÁNEOS 48
C. CRISIS ECONÓMICA Y REFORMA DEL CONSEJO GENERAL 48
D. DE CASPE A LA SUBLEVACIÓN FORÁNEA 49
TEMA XXX:VALENCIA, REINO INDEPENDIENTE 51
A. ENTRE CATALUÑA Y ARAGÓN 51
B. EL PREDOMINIO SEÑORIAL 51
C. VALENCIA Y LA UNIÓN ARAGONESA 52
D. POBLACIÓN Y POBLADORES: LA PROSPERIDAD VALENCIANA 53
3. Actividad comercial 53
4. Judíos y musulmanes 54
TEMA XXXI:ARAGÓN CABEZA DE LA CORONA 57
A. LAS UNIONES ARAGONESAS 57
B. CORTES Y DIPUTACIÓN DEL GENERAL 58
C. DEL COMPROMISO DE CASPE A LA GUERRA CIVIL CATALANA 60
D. ECONOMÍA Y SOCIEDAD ARAGONESA 61
TEMA XXXII:NOBLEZA Y MONARQUÍA CASTELLANA 63
A. LOS REINADOS DE SANCHO IV Y FERNANDO IV 63
1. sancho iv 63
2. fernando iv 63
B. CORTES Y HERMANDADES 64
C. CONSOLIDACIÓN DE LA MONARQUÍA CASTELLANA: EL REINADO DE
ALFONSO XI 66
3. presión fiscal 67
4. política exterior 67
5. revueltas nobiliarias granadinas 67
TEMA XXXIII:LA HEGEMONÍA CASTELLANA 69
A. CAMBIO DE DINASTÍA EN CASTILLA 69
B. LOS TRASTÁMARA EN LOS REINOS HISPÁNICOS 70
C. NAVARRA, LIBRE DE LA TUTELA FRANCESA Y APROXIMACIÓN A
CASTILLA 71
TEMA XXXIV:EL REINO DE PORTUGAL 75
A. SESMARÍAS Y COMERCIO PORTUGUÉS 75
B. LA REVOLUCIÓN PORTUGUESA DE 1383-1385 76
C. LA CRISIS CASTELLANA 76
D. LOS DESCUBRIMIENTOS PORTUGUESES 78
TEMA XXXV:PROBLEMAS ECONÓMICOS Y CONFLICTOS SOCIALES EN
TEMA XXXV 95 de 95
CASTILLA 79
A. DEL SECUESTRO DE TORDESILLAS A LA FARSA DE ÁVILA 79
B. HERMANDADES, CIUDADES Y CORTES 80
C. CRISIS Y RESTAURACIÓN MONÁRQUICA 81
D. GUERRA CIVIL EN NAVARRA 82
TEMA XXXVI:EL REINADO DE LOS RR.CC. 85
A. POLÍTICA PENINSULAR 85
1. la guerra de sucesión 85
2. las reformas de la administración 86
3. La guerra de Granada 87
4. rosellón y cerdaña 88
5. La anexión de Navarra 88
B. POLÍTICA EXTERIOR 89
1. la conquista de las islas canarias 89
2. la empresa americana 89
3. la presencia en el norte de áfrica 90
4. la política europea de los RR.CC. 90

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