Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
1. Antecedentes
2. España y la Revolución francesa
3. El príncipe de Asturias
4. El motín de Aranjuez
5. La ocupación francesa y las abdicaciones de Bayona
1. Antecedentes
Los años finales del siglo XVIII y los inicios del XIX son el marco en el que se asiste a la
crisis del Antiguo Régimen. 1808 es la fecha comúnmente aceptada en la historia peninsular
para marcar el inicio de una nueva etapa, la denominada Edad Contemporánea. Con el inicio de
la guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz, y el largo y variado reinado de Fernando VII
se pusieron de manifiesto en la Península los mismos conflictos que se estaban expresando en
otras zonas de Europa, aunque los resultados no fueron siempre idénticos. Los límites del
reformismo ilustrado, la amenaza napoleónica y las tensiones que resultan del enfrentamiento
entre los defensores de los postulados liberales y quienes se resistían al cambio.
Los rasgos fundamentales del Antiguo Régimen: Una demografía de «tipo antiguo»
con una natalidad y mortalidad elevadas, un crecimiento vegetativa pequeño y muy vulnerable
a las crisis externas. Una sociedad estamental, organizada en grupos de acuerdo a una
atribución de funciones y a una peculiar valoración del honor inherente a cada uno de estos
desempeños, y que aseguraba a algunos el disfrute de privilegios. La nobleza y el clero eran los
estamentos privilegiados, amplísimo tercer estado o estado llano, que incluía desde ricos
comerciantes o agricultores a mendigos y vagabundos. Esta estructura social se comparaba al
cuerpo humano. Todo ello coronado por el rey que ocupaba el lugar reservado a la cabeza. Ya
fuese la monarquía absoluta basada en el derecho divino o la «moderada» británica, como la
calificó Montesquieu, la monarquía era para el Antiguo Régimen el sistema político indiscutible.
La economía del Antiguo Régimen se basaba fundamentalmente en la agricultura, con unos
sistemas de explotación, propiedad de la tierra y derechos adquiridos, que imponían graves
frenos a su desarrollo y la abocaban a crisis de subsistencias de graves consecuencias. La
industria era limitada y el comercio se veía lastrado por la escasa integración de los mercados
nacionales y los problemas de todo tipo que acompañaron al desarrollo de los mercados
coloniales.
A lo largo del XVIII soplaron vientos de cambio en algunos de estos campos. La
población aumentó a lo largo de la centuria, debido sobre todo al descenso de la mortalidad, al
incremento de la nupcialidad y de la natalidad. El porcentaje de población urbana también
creció. La agricultura tuvo que intentar responder poniendo de manifiesto sus limitaciones, lo
mismo que la industria y el comercio. El cambio más importante fue en el ámbito de las ideas,
los análisis y las críticas. A la hora de las realizaciones, pocos problemas alcanzaron solución.
Las reformas fueron en la mayoría de los casos «atenuaciones», «retoques» que no llegaron a
modificar sustancialmente la realidad vigente.
Si exceptuamos a algunos pocos precursores, los ilustrados españoles del XVIII,
incluso de sus últimos años, creían en el Antiguo Régimen. Eran conscientes de que la
La Revolución francesa fue un aldabonazo entre las filas de los ilustrados y reformistas
españoles. la coronación de Carlos IV tuvieron lugar pocas semanas después de la mítica toma
de la Bastilla, escasas noticias que se filtraron en las páginas de la prensa oficial española, había
pocos interesados que no estuviesen informados de las convulsiones que agitaban al país
vecino. Floridablanca estableció una férrea censura para lo cual no dudó en solicitar la ayuda
de la Inquisición. Esperar y observar, intentando mantener el país bajo control, fue la obsesión
del gran ministro ilustrado en estos años, frente a la complicada situación internacional desde
una nada cómoda posición interior. Sufrió un intento de asesinato, algunos motines entre
campesinos y se movilizaron tropas hasta la frontera para organizar un cordón de seguridad. La
Inquisición y el gobierno trabajaban a destajo intentando frenar la entrada de propaganda
revolucionaria.
El cambio tenía que afectar a los ilustrados españoles. Como Jovellanos, Cabarrús o
Campomanes, pronto se les alejaba de los puestos de responsabilidad, se les privaba de su
limitada libertad de expresión al suspenderse en 1791 las publicaciones periódicas no oficiales.
La revolución y sus consecuencias estaban enfriando a gran velocidad los tibios atisbas
reformistas de que habían hecho gala la corte y el gobierno. Era el principio del fin de la política
ilustrada. La monarquía se enfrentaría a graves problemas a los que no sabría hacer frente. La
reaparición de Aranda, otro prohombre de la Ilustración, fue un paréntesis. El irresistible
ascenso de Godoy fue el inicio de un periodo de profunda crisis del sistema que le llevaría al
colapso. La difícil situación internacional tendía radicalizar las posturas. Muchos reformistas
ilustrados, frustrados sus afanes renovadores, dieron un paso al frente hacia posturas más
radicales, vieron en la Revolución francesa una confirmación de la necesidad de endurecer sus
posturas.
En febrero de 1792 Floridablanca era apartado de su puesto. Probablemente el
principal motivo de su cese fue un intento desesperado por parte de la corona de fortalecer al
débil Luis XVI en su breve luna de miel con la Revolución. El nuevo secretario era el conde de
Aranda, quien se encargó de suavizar la política oficial hacia la Revolución francesa.
Pero en agosto de 1792 se proclamó la República y la propaganda contra los Borbones
españoles empezó a filtrarse en folletos que conseguían entrar en la Península, Aranda tuvo que
dejar de lado sus actitudes conciliadoras, su política parecía quedar en entredicho dificultando
lo que era la principal obsesión del monarca español, salvar la vida a su primo francés.
Carlos IV decidió introducir en la difícil escena política a un nuevo personaje. En
noviembre de 1792, Godoy sustituía a Aranda como secretario de Estado, era un joven
inexperto, cuyo mérito más conocido era ser el «cortejo» de la reina, institución que nunca había
llevado aparejada un ascenso social y político de tal calibre. Su nombramiento podía comportar
ciertas ventajas para la corona -no pertenecía a ninguno de los dos sectores encabezados por
Floridablanca y Aranda-, esta posible apuesta por una «tercera vía» no fue comprendida, ni
aceptada y no pudo borrar la imagen de un joven advenedizo ascendiendo al poder por medios
poco lícitos. La estrecha relación que unía a la corona con el favorito incluso por el apoyo
constante de que gozó en difíciles circunstancias le permitió mantenerse en el puesto y vinculó
3. El príncipe de Asturias
El joven príncipe Fernando apareció desde comienzos de siglo como el mejor banderín
de enganche para todos aquellos que deseaban la caída de Godoy y un cambio de rumbo. Sin
participación en las tareas de gobierno, el príncipe se convirtió en la cabeza del «partido
fernandino». Tomaban así cuerpo los temores de Carlos III: entre un rey y un príncipe heredero
no podía haber diversidad de intereses, pues al final quien lo pagaban eran el soberano y el
Estado. Del entorno del príncipe partió una constante y destructiva crítica que alcanzaba no
sólo a Godoy también a los reyes y a la larga afectaría a la propia institución, dando alas a otros
sectores de la oposición cuyos fines últimos no tenían por qué coincidir con los de los
«fernandinos».
La crisis originada por la derrota de Trafalgar, la muerte de la primera mujer de
Fernando y el viraje de Godoy, propiciarían el acercamiento del príncipe y su entorno, a
instancias de Escoíquiz, al todopoderoso Napoleón, utilizando el argumento de una alianza
matrimonial.
La victoria imperial en la batalla de Jena, las de Eylau y Friedland ya en 1807, dejaron
bien sentada la superioridad de los ejércitos franceses en el continente. Napoleón consiguió
reducir una vez más a Godoy a la plena obediencia mientras continuaba sus coqueteos con
Fernando. La concesión a Godoy del tratamiento de Alteza Serenísima fue un paso más en el
camino del valido hacia una regencia en caso de muerte de Carlos, lo que llevó a su clímax el
ambiente conspiratorio de la camarilla del príncipe.
Como consecuencia de investigaciones promovidas por el mismo Godoy, se
secuestraron los papeles del príncipe de Asturias. Se inició un proceso en el que se formularon
acusaciones de conspiración difíciles de probar, y que terminó con el perdón del rey para su hijo
y el destierro y posterior exculpación de los supuestos conjurados. El Proceso de El Escorial fue
un duro golpe para el prestigio de la corona, un fortalecimiento de la figura pública de
Fernando, fue una prueba más para Napoleónde la situación de profunda crisis en que se
encontraba la institución monárquica en España. Mientras alentaba las divisiones entre padre e
hijo y daba esperanzas a las propuestas de alianza de Fernando, había firmado con Godoy el
Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807) que abría la puerta a la penetración de sus
tropas en España.
El motín de Aranjuez y las primeras medidas adoptadas por el nuevo rey no pueden
hacemos olvidar la presencia en la Península de tropas extranjeras, 70.000 hombres. La supuesta
voluntad o la febril actividad inicial del nuevo monarca se ejercían en realidad bajo un régimen
de libertad vigilada que no había suscitado reacciones y permitía a Napoleón seguir siendo el
árbitro.
El ambicioso general Murat, duque de Berg, jefe militar al frente de las tropas
francesas en la Península con esperanzas de hacerse con la corona que tan precariamente ceñía
Fernando VII. Era un peón más que añadir. Napoleón supo moverlos con gran habilidad,
replanteándose su estrategia hacia España en función de los acontecimientos. Los principales
tomaban posiciones.
Los miedos de los antiguos reyes por su seguridad y la de su valido, expresadas a
Murat proporcionaron a éste una espléndida oportunidad para iniciar sus maniobras
diplomáticas en pro de sus intereses personales. Para ello consiguió de Carlos un documento en
que éste declaraba nulo su decreto abdicando en favor de su hijo. Con ello ambos monarcas
veían igualmente debilitada su situación. Sin embargo, el emperador no dejó en manos de su
cuñado la solución de este pleito que abría una nueva expectativa: obtener de forma pacífica y
diplomática lo que en última instancia también podía reclamar con la fuerza de su ejército.
Bibliografía:
Guerrero Latorre, A. C.;, Pérez Garzón, S y Rueda, G., Historia política, 1808-1874, Madrid,
Istmo, 2004 (bibliografía básica).
1. El dos de mayo
2. El reformismo de Bayona
3. La guerra de la Independencia
4. El reinado de José I
5. Las Cortes de Cádiz
1. El dos de mayo
Las presiones cada vez mayores de Murat sobre la Junta y su pretensión de que ésta
autorizase la salida del infante don Francisco de Paula, hacia Francia, lleva ron a sus miembros
a solicitar una reunión urgente a la que también fueron convocados otros representantes de las
instituciones del Antiguo Régimen, Consejos de Castilla, Hacienda, Indias y Órdenes. Se
planteó por fin la posibilidad de iniciar una guerra para hacer frente a la ocupación francesa, se
acordó sin embargo designar una especie de Junta suplente por si Murat cumplía sus amenazas
de terminar con la designada por Fernando antes de su partida. En esta nueva Junta, al lado de
personajes que reaparecían en escena, como Jovellanos, ocupaban un lugar destacado los
militares.
Al día siguiente de esta reunión, en la mañana del 2 de mayo, comenzó la agitación en
las calles de Madrid entre los que asistieron a la salida de palacio de los últimos miembros de la
familia real. El intento de evitar que abandonasen la ciudad provocó el choque entre la
población y un escuadrón francés, que tuvo que ser protegido por soldados españoles. La
noticia de los muertos y heridos ocasionados por la reacción francesa al acudir a sofocar la
revuelta, generalizó el levantamiento popular por toda la villa. La sangrienta y desorganizada
lucha entre los madrileños y las tropas francesas que llenaron la ciudad en poco tiempo y la
durísima represión que siguió, orquestada por Murat y Grouchy para castigar la rebelión,
presentan de forma inmejorable al que se convirtió en actor principal de los importantes
acontecimientos que seguirían, el pueblo, que se rebelaba pese a las recomendaciones reiteradas
de calma por parte de las desprestigiadas.
Las noticias corrieron como un reguero de pólvora. El mismo día que estallaba
Madrid, Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, se presentaba como depositario de esa soberanía
de la que habían sido incapaces de hacerse cargo las altas instancias del Antiguo Régimen y
publicaba un bando llamando a todos los pueblos a la guerra contra los franceses. En las
semanas siguientes las revueltas se fueron sucediendo en las distintas provincias. Los hasta
entonces considerados dirigentes naturales de acuerdo con las creencias del Antiguo Régimen,
se verían enfrentados a la tesitura de tener que elegir entre apoyar el levantamiento popular o
aceptar los nuevos planes que Napoleón tenía para España.
Las abdicaciones de Bayona habían abierto aún más el camino al emperador quien
continuó jugando con la sumisión de la Junta y del Consejo de Castilla que le permitían
mantener la ficción de legalidad en sus decisiones. Aceptó a Murat como teniente general del
reino, lo que ponía de hecho el ejército español bajo su mando. Sus enormes ambiciones
parecían quedar así colmadas. Pero el emperador había entrado en contacto con su hermano
José, dándole instrucciones para dejar Nápoles, para hacerse cargo de la corona española.
2. El reformismo de Bayona
Se ha dicho que el alzamiento contra los ejércitos franceses fue de carácter popular y
espontáneo de índole nacional, convirtiéndolo en la primera manifestación de soberanía del
pueblo español. Sin negarlo, estudios más recientes ponen en cuestión algunos elementos e
insisten en que la realidad del alzamiento es aún bastante «opaca».
Espontáneo o no, sí fue popular. Han insistido en el carácter variado e incluso
contradictorio de estos acontecimientos. Presentan un levantamiento al tiempo «espontáneo» e
«inducido por agentes británicos»; una guerra «nacional y popular», «librada no por ideales y
aspiraciones revolucionarias, sino en nombre de conceptos tradicionales como monarquía y
religión»; una «guerra española de independencia» y a la vez un «conflicto internacional».
El vacío de poder facilitó un trasvase de poderes y la aparición generalizada de Juntas
Supremas Provinciales, que terminaron constituyendo en Aranjuez, una Junta Central Suprema
y Gubernativa del Reino. Las Juntas defendieron desde sus inicios su legitimidad emanada del
pueblo como depositarias de la autoridad soberana, por lo que se ha destacado su indudable
carácter revolucionario. Sin embargo, la extracción social de sus componentes, su fidelidad a la
causa fernandina, incluso sus posteriores actuaciones, difícilmente son prueba de un talante
revolucionario anti Antiguo Régimen. La Presidencia de la Junta Central recayó en
Floridablanca y resulta difícil imaginar al anciano conde en un defensor de proyectos
revolucionarios. La Junta fue muy moderada, además de poco eficaz. Aunque sí es verdad que
se codeaba con algunos acérrimos defensores de las nuevas ideas más radicales.
José llegó a Madrid, no fue como rey de toda España. El y su gobierno tendrían un
precario control, basado en el ejército, sobre parte del territorio de dominio francés, en el que
amplias regiones quedarían bajo el mando directo de los generales. La Junta Suprema Central
intentaría poner orden y racionalizar la reacción antifrancesa en el resto del territorio. Pero ya se
habían producido importantes acontecimientos militares.
El levantamiento generalizado había desencadenado el empleo de la fuerza por parte
francesa, desplegándose 150.000 hombres en un intento de recuperar el control de la situación y
asegurar la comunicación entre la capital y la frontera. Los resultados fueron desiguales, serias
dificultades en Aragón, Cataluña y Valencia, destacando la resistencia de las ciudades de
Zaragoza, Gerona y Valencia. Por el contrario, en el flanco oeste los problemas en el bando
español de la falta de una Junta Central que coordinara las fuerzas. Las tropas francesas se
hicieron con el control de la zona, una victoria tan irrebatible reafirmaba a Napoleón en su
imagen de los españoles y reforzar su conciencia de superioridad, convencido de que sus tropas
conquistarían en muy poco tiempo el reino. Sin embargo, la euforia imperial duraría poco.
Las tropas del general Dupont, que habían cruzado Despeñaperros buscando asegurar
Andalucía, sufrieron una importante derrota en Bailén frente al ejército de Castaños. La
capitulación del ejército francés fue la consecuencia más inmediata. Otras, no menos
importantes, se seguirían en poco tiempo. El recién instalado rey José 1, su flamante gobierno y
los afrancesados tuvieron que abandonar Madrid con dirección a Vitoria. Los ejércitos franceses
se replegaron hacia el Ebro, dejando aislados en Portugal a Junot y sus hombres, esta primera
derrota de los ejércitos imperiales en campo abierto influyó en las expectativas de los españoles,
que se plantearon la posibilidad de pasar a la ofensiva en pie de igualdad, fue un poderoso
incentivo en el camino hacia la constitución de la Junta Central que debería configurar un nuevo
ejército español. La retirada de Portugal, donde un pequeño ejército británico mandado por
Arthur Wellesley -el futuro duque de Wellington- había derrotado a Junot, causaron una honda
conmoción. Napoleón tuvo que modificar su actitud y anunciar su intervención.
4. El reinado de José I
Uno de los principales logros de los patriotas opuestos a los Bonaparte, la Constitución
de Cádiz, Desde septiembre de 1808 la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino,
depositaria de la autoridad soberana y presidida por Floridablanca, se esforzaba por encontrar
un equilibrio entre aquellos que querían que desempeñara un papel estabilizador y moderador
y los que representaban tendencias más revolucionarias, mientras se veía obligada a defenderse
de los ataques de los grupos más reaccionarios que querían terminar con ella. Con el horizonte
reformista establecido por la Constitución de Bayona y los Decretos de Chamartín, la Suprema
Junta Central, trasladada a Sevilla por el empuje de las tropas francesas, tenía que dar alguna
prueba de que era merecedora de esa autoridad soberana.
Muerto Floridablanca, cabeza visible del sector más reacio a cualquier iniciativa que
pudiera romper de forma radical con el Antiguo Régimen, y no sin largas discusiones previas,
se anunció la celebración de Cortes para el próximo año. También la creación de una Comisión
que se ocuparía de cuestiones relativas a la convocatoria. En ella tendría un papel destacado
Jovellanos, el gran protagonista de este periodo preconstituyente. Su actuación nos permite
tener una idea clara de las divergencias existentes en el bando patriota entre los planteamientos
reformistas de los «viejos ilustrados» y las aspiraciones revolucionarias de los <<jóvenes
liberales». Cómo deberían formarse las Cortes y qué asuntos fundamentales deberían tratar
fueron los dos terrenos en que se plantearon las discusiones iniciales.
La opinión de Jovellanos fue determinante. Gran Bretaña había constituido el modelo
por excelencia para muchos pensadores continentales. La influencia de este modelo en
Jovellanos se hizo patente en su defensa del legado constitucional español. Veía en las antiguas
leyes y costumbres de los reinos la «constitución» que había fijado y preservado los derechos de
los soberanos y de los súbditos. La influencia de Burke en el asturiano al defender la herencia
histórica de la nación frente a una libertad permanente que se manifiesta de forma destructiva.
Este respeto a la continuidad le llevó a defender la convocatoria a la «antigua» de unas Cortes
de estamento s u órdenes que podrían contener los abusos de la corona y a la vez evitar lo que
él mismo denominó «el triste ejemplo de Francia». El modelo del otro grupo de partidarios de
reunir Cortes influidos por el ejemplo de la Revolución francesa y la Asamblea Nacional,
algunos miembros de la Comisión -aun muy en minoría- preferían convocarlas contando sólo
con los representantes del tercer estado. La Junta Central aprobó la reunión de las nuevas
Cortes siguiendo las recomendaciones de Jovellanos.
A la hora de abordar la elaboración de una especie de catálogo de asuntos a tratar
decidió realizar una gran encuesta en la que las disparidades de criterio propias del periodo
quedaron una vez más de manifiesto. Se acordó consultar «a los consejos, juntas superiores de
las provincias, tribunales, ayuntamientos, cabildos, obispos y universidades y oír a los sabios y
personas ilustradas», no menos de 150 instituciones y personas, que constituían, las elites
Bibliografía:
Guerrero Latorre, A. C.;, Pérez Garzón, S y Rueda, G., Historia política, 1808-1874, Madrid,
Istmo, 2004 (bibliografía básica).
1
Acuerdo diplomático firmado por España y Francia en 1807.Pactó la entrada en España de 30000 soldados
franceses que marcharían sobre Portugal junto a 10000 soldados españoles, y la repartición del territorio luso en dos
reinos: el norte correspondería a un nieto de Carlos IV mientras que el Alentejo y los Algarves serían para
Godoy.Napoleón usó este tratado como pretexto para invadir España con su ejército.
2
Insurrección popular acaecida en Aranjuez (Madrid) la noche del 17 al 18 de marzo de 1808.Promovido por
algunos nobles, su objetivo era propiciar la caída de Godoy y el acceso al trono de Fernando, hijo de Carlos IV.
3
A pesar de su parentesco con Godoy.
4
Como Escoïquiz, el duque del Infantado y el duque de San Carlos.
5
Accede sin sospechar porque veía en la audiencia con el Emperador el reconocimiento a su persona como rey de
España.
6
Seguían viviendo en España.No son queridos por nadie y temeroso por su integridad física y por la de Godoy,
solicitan la protección de Murat.Cuando abandonan España para entrevistarse con el Emperador, prácticamente
nadie en el país lo sintió.
7
¿Qué es la soberanía nacional? Una doctrina política que atribuye al pueblo, al conjunto de la ciudadanía, la
facultad de ejercer la voluntad política suprema. El concepto de soberanía nacional surge con el pensamiento
político de la Ilustración, que hizo recaer sobre la voluntad de los ciudadanos la legitimización del Estado, y
acompañó los principios de la Revolución Francesa.
La soberanía nacional surge para sustituir el principio de soberanía absoluta del monarca. De la conocida frase de
Luis XIV “el estado soy yo” se pasó a la de “el estado somos todos”, afirmación que acompañó la revuelta del tercer
estado.
8
Gérard Dufour opina que los altercados del 2 de mayo no eran tan espontáneos como parece, de hecho se constató
la presencia de un mayor número de forasteros en esa fecha en Madrid de lo normal. Quizás, en el bando español,
también se estaba esperando el momento de alzarse contra los cada vez más odiados franceses.
9
La reina de Etruria, hija de Carlos IV, también abandonó ese día el Palacio.Lo hizo de forma voluntaria, por lo que
el pueblo no reaccionó con su marcha.
10
Según los franceses, de su bando murieron sólo 80 personas mientras que de los españoles 1600.Para los
investigadores españoles como el historiador Pérez de Guzmán, fueron 406 los fallecidos y 172 los heridos
españoles. Pero la cifra oficial es difícil de conocer pues en aquella fecha en Madrid había muchos forasteros.
11
Aunque los motivos que llevaron a los españoles a la Guerra de la Independencia son varios: defensa del rey y de
la religión, intento de reformar el Antiguo Régimen, conflicto del pueblo español contra Napoleón y la presencia de
su ejército en el país y el nombramiento del hermano del Emperador-José- como rey.
12
Desarrollo de las abdicaciones en el anexo.
13
Víctimas del odio del pueblo fueron: el conde de Albalat en Valencia, el conde de Águila en Sevilla, el
gobernador conde de la Torre del Fresno en Badajoz, los corregidores de Vélez Málaga y la Carolina, los generales
Solano en Cádiz y Trujillo en Granada...
14
Este pensamiento queda plasmado en uno de los grabados de Goya-fiel transmisor de la Guerra- “Lo mereció”.
Lo primero que hicieron las Juntas supremas fue declarar la guerra a Napoleón y para ello se
creó un ejército. Éste estaría dirigido por un general de prestigio, teniendo como base los
cuerpos regulares, la existencia de voluntarios y los alistamientos. Para sufragar los gastos que
generaba la existencia de este ejército, las Juntas realizaron colectas, suprimieron impuestos,
crearon nuevas contribuciones e incluso llegaron a acuñar moneda. Solicitaron, también, ayuda
económica y militar a Gran Bretaña.
Las Juntas Supremas constituían el poder supremo, un poder soberano; sin ninguna de las
connotaciones de la Revolución Francesa, ya que se trataba exclusivamente de la vuelta 16de la
autoridad. Nacen aprovechando el vacío de poder existente y la necesidad de defender los
derechos del pueblo español y de su único soberano reconocido por ellos: Fernando VII. Las
Juntas no son revolucionarias en ningún sentido ni suponen un intento de romper con el
Antiguo Régimen
Las Juntas se consideraban legítimas ya que Fernando VII no podía ejercer su autoridad al
hallarse cautivo y los órganos centrales de la monarquía se habían vendido a los franceses;
además, la corte se hallaba bajo el control del ejército francés. La autoridad, la soberanía del país
recaía sobre el pueblo y éste la había transmitido a una institución ya existente o creada en
aquel momento.
Pero hacia falta la existencia de un único poder fuerte y esta necesidad comienza a quedar
patente tras la victoria de Bailén y la presión británica en la necesidad de un interlocutor válido
para que se enviasen las ayudas económicas y militares de este país.
El Supremo Consejo Real de Castilla17 propuso a las demás Juntas que se adhiriesen en una sola.
Pero sería la propuesta emitida desde la Junta de Valencia la que si viese la luz, ya que entre el
pueblo cada vez era más patente la necesidad de unirse, además de que el planteamiento
llegado desde Valencia decía que la Junta Central tendría que estar formada por diputados de
cada una de las Juntas Supremas.
A finales de agosto de 1808 todas las Juntas Supremas de España estaban de acuerdo en
constituir un Gobierno central bajo la forma de Junta compuesta por dos diputados de cada una
de ellas y que asumiese la soberanía hasta que Fernando VII estuviera libre.
15
Las cuales no se habían reunido desde la derogación de los fueros a comienzos del s. XVIII
16
El objetivo principal de las Juntas es el restablecimiento en el trono de Fernando VII, con todos sus derechos;
puesto que así lo desea el pueblo.
17
Quien no quería perder la oportunidad de ocupar el poder.
3. Desarrollo de la Guerra
Al generalizarse el levantamiento, el ejército francés se tuvo que desplegar por la Península con
el propósito de hacerse con el control de la situación y asegurar la comunicación entre Madrid y
la frontera.
Desde la primera base, el mariscal Bessièrs debía de someter a las provincias septentrionales y
dominar a los rebeldes de Zaragoza que perjudicaban las comunicaciones con Cataluña.
El primer enfrentamiento entre franceses y españoles tuvo lugar cuando el general Cuesta
decidió tomar la iniciativa y cortar el camino de Burgos a Madrid, con un ejército de voluntarios
sin apenas instrucción militar. A los franceses, al mando de Lasalle, no les resultó difícil someter
a los españoles, quedando ocupadas Valladolid y Santander.
18
Como dice Dufour, la calificación de Junta Central Suprema implica el reconocimiento como emanación de las
Juntas que obtuvieran su legitimidad del pueblo. El adjetivo gubernativa hace referencia a que en ella descansa la
autoridad de toda la monarquía. Es por ello por lo que todas las disposiciones comenzaban con el protocolo
Fernando VII y en su nombre la Junta Central.
El mariscal Dupont se dirigió desde Toledo hacia el sur avanzando tan deprisa que cometió el
error de dejar sin controlar el terreno que dejaba en su retaguardia.
En Córdoba, los franceses saquearon la ciudad y sembraron el terror entre sus ciudadanos. Al
saberse la noticia de la actuación francesa en la ciudad de los califas, todos los pueblos de la
comarca se alzaron; cortando la comunicación de Dupont con Madrid y efectuando terribles
venganzas sobre cualquier soldado francés que cayese en sus manos.
El general Castaños cerró al ejército francés la retirada de Despeñaperros, al mismo tiempo que
contraatacaba en Bailén.Dupont actuó con indecisión y lentitud20.
La batalla de Bailén comenzó el 19 de julio terminando tan sólo tres días después son la
capitulación de todas las tropas francesas.
¿Qué consecuencias supuso la batalla de Bailén?
-Psicológicamente: creó grandes esperanzas entre los españoles, esperanza y entusiasmo que
creció aún más al conocerse la resistencia de los habitantes de Girona y Zaragoza.
Surgió la necesidad de un poder único, acatado por todos y con autoridad suficiente, que
gobernara en nombre de Fernando VII y en su lugar dirigiera la guerra, aunara y coordinara
esfuerzos. Nace la Junta Suprema y Gubernativa del Reino.
-Militarmente: significó la primera derrota campal sufrida por un ejército napoleónico.
Estratégicamente, Bailén abrió el camino hacia Madrid de los rebeldes por lo que el rey José I y
los pocos fieles que le quedaban abandonaron la corte para replegarse a Vitoria.
19
Desde Barcelona, el general Duhesme debía dominar Cataluña y enviar una columna de ayuda a Moncey.Llegó a
Barcelona tras intentar el asedio a Girona con un ejército hambriento y desmoralizado y sin poder cumplir ninguna
de sus misiones.
20
Actuación debida a la carga que suponía el botín que se habían llevado de Córdoba.
21
Al desastre de Bailén hay que unir la derrota de Junto en Portugal a manos británicas.
Estos decretos son propios de una mentalidad ilustrada, encaminados a lo que Napoleón
consideraba la regeneración de España.
Pero no consiguió que aumentasen los adeptos al gobierno de José I, el cual seguía siendo
rechazado por la población. Además, estos decretos-en concreto el referido a la Inquisición y a
la disminución de los conventos- provocó las iras de la Iglesia católica quien no dudó en alentar
entre la población a una cruzada contra los ateos, antirreligiosos y demoníacos franceses.
Napoleón cedió de nuevo la Corona a su hermano y bajo la amenaza de convertir las provincias
españolas en departamentos franceses, obligó a los madrileños a prestar fidelidad al rey José
para con ello dar ejemplo a las demás provincias.
Ese mismo mes, Napoleón recibió la noticia de que el ejército inglés23, liderado por John Moore,
había llegado a Salamanca desde Portugal y se dirigía a Valladolid.Napoléon decidió
abandonar la idea de adentrarse más en el país y decidir ir al encuentro de los ingleses. Moore,
en cambio, debido a las condiciones reinantes-recordar que se encuentran en el mes de
diciembre con toda la zona cubierta de nieve- no creyó oportuno el enfrentarse con los ingleses;
emprendiendo la retirada a La Coruña.
Napoleón recibió la noticia de que Austria se había rearmado y de que en Francia, Fouché y
Talleyrand tramaban una conspiración contra su persona. Puesto que según parecía el ejército
inglés se iba debilitando, Napoleón abandona España para solucionar los demás problemas y
deja en el mando a los generales Soult y Ney.
22
A quienes catalogó de holgazanes.
23
Llegados a este punto habría que explicar porqué Inglaterra-enemiga tradicional de España- se involucra en la
Guerra de la Independencia.Los británicos eran conscientes de que si Napoleón se hacia con el dominio de España,
ellos tendrían un gran problema con el Emperador.Y para evitarlo, deciden embarcarse en la lucha, significando ello
el apoyo a los españoles.
Lo más frecuente es el que número de componentes de una guerrilla no superase el de las cien
personas.
Sus acciones se limitaban a pequeñas escaramuzas, amagos y emboscadas valiéndose del
perfecto conocimiento del terreno que tenían y la ausencia de problemas logísticos de
abastecimiento y comunicaciones.
Contaban con el apoyo incondicional de la población civil, de la que los propios guerrilleros
formaban parte. Es por ello por lo que los franceses nunca sabían si aquel tranquilo labrador
que sorprendían faneando en sus campos, había sido el responsable de una emboscada poco
antes.
Las guerrillas mermaron la tranquilidad de los franceses. Éstos se encontraban desmoralizados,
nerviosos; estaban en un país hostil en el que cualquier actitud, incluso la que parecía amistosa,
tenía que ser tomada con desconfianza.
El número de guerrillas existente es desconocido. La máxima concentración de guerrillas se dio
en las zonas montañosas y en las cercanías de las vías de comunicación.
Las guerrillas consiguieron tres importantes resultados:
-obstaculizaron las comunicaciones entre los ejércitos franceses: las órdenes de
Napoleón llegaron a tardar entre cuarenta días en llegar de París a Madrid; e
incluso llegaron a cortarlas: a principios de 1812, el general Marmont tuvo que ir a
la batalla de los Arapiles con 14000 hombres menos por su fallida comunicación
con el rey José I para el envío de hombres.
-fueron una valiosa fuente de información para los militares aliados: como ejemplo, los
ingleses, a mando del duque de Wellington, estuvieron a punto de ir a batalla con los
franceses con un equipamiento mucho menor. Gracias a la información de la guerrilla
se evitó una derrota total para los británicos y, seguramente, el fin de la guerra en
España.
-obligaron a destinar un elevado número de tropas francesas para la protección de las
comunicaciones y de las ciudades. Ello suponía la permanencia de estas tropas en
estos lugares por que si los abandonaban corrían el riesgo de que las guerrillas,
Entre 1809 y 1811 las tropas francesas se apoderaron de un gran número de provincias
españolas, pero para ello dejaron en el camino gran cantidad de vidas humanas. Había
comenzado una guerra de desgaste con la que los franceses pensaban en extender su dominio
por todo el territorio español.
La ocupación se llevó a cabo siguiendo tres líneas de penetración: Levante, Andalucía y
Portugal.De este período, aunque consiguieron dominar muchos territorios, los franceses vieron
con sus propios ojos hasta que punto era capaz la población civil española de aguantar con tal
de no caer en manos francesas. Fueron muchas las ciudades que tras su rendición ofrecían un
aspecto desolador: totalmente ruinosas y con suciedad, los habitantes habían decidido dejarlas
en tal estado para que los franceses no se pudieran instalar en ellas.
Conforme descendían hacia el sur peninsular, la dominación se hacía más difícil. Debían de
dejar hombres custodiando en las ciudades ya conquistadas, reduciendo con ello los efectivos
para la lucha. Además, las noticias llegadas desde Rusia pedían constantes refuerzos de tropas
napoleónicas.
La victoria de Napoleón sobre los austriacos en Wagram permitió el envío de refuerzos a
España.José I destinó miles de hombres a la conquista de Andalucía, conquista basada en dos
motivos: para vengar la derrota sufrida en Bailén y para hacerse con el control de la zona más
grande, rica y poblada del país. José I pensaba que si se conquistaba Andalucía ello le reportaría
un doble beneficio: económico, con el que hacer frente a los enormes gastos derivados de la
guerra y estratégico, puesto que si caía la región andaluza caía el gobierno rebelde.
La expedición se planteó de forma tan rápida en el bando que francés que los patriotas apenas
tuvieron tiempo de reaccionar. Rápidamente conquistan gran parte de la zona. Cádiz se
convirtió en el lugar de gran resistencia. La flota conjunta hispano-británica suponía una gran
fuerza artillera flotante, a ello había que sumar las baterías de la ciudad, los barcos cañoneros
armados por la Junta de Cádiz y el ejército del duque de Alburquerque que habían conseguido
llegar a la ciudad tan sólo un día antes de la presencia en ésta de los franceses. Además, los
españoles habían volado el puente de Zuazo, con lo que el río Santi Petri se convirtió en un foso
natural insalvable para un ejército como el francés que carecía de embarcaciones. La ciudad de
Cádiz no llegó a ser invadida.
Se conquistó toda Andalucía excepto Cádiz y la Junta Central se disolvió incapaz de asimilar
tantas derrotas.
El ejército francés tenía ante sí un triple objetivo: proteger las comunicaciones, las ciudades
conquistadas y controlar a los rebeldes de Cádiz.Tarea que absorbieron casi la totalidad de los
efectivos, reduciendo casi al mínimo el volumen de las fuerzas operativas de tal forma que
durante los dos años que duró la ocupación francesa en Andalucía apenas se registraron
batallas importantes.
Otro punto de conquista napoleónica en la Península era Portugal.El Emperador quería
deshacerse a toda costa del ejército británico allí apostado, ejército liderado por el metódico y
frío Wellesley.Se realizó un ataque desde tres puntos: Galicia, el oeste y sur, para llegar con ello
hasta Lisboa.El resultado fue un fracaso24 para el mariscal Soult quien se tuvo que retirar a
tierras zamoranas.
24
Debido a la ofensiva de Wellesley y la falta de cooperación del mariscal Ney y sus tropas.
25
La nobleza rusa quería abandonar el bloque continental porque perjudicaba a sus intereses económicos.
26
Que comenzó el 24 de julio con el paso del Niemen.
27
Tuvo mucha prisa en firmar el acuerdo: su situación en Europa era cada vez más desastrosa por lo que decide
cerrar de una vez por todas con el foco que tenía abierto en España.Se puede considerar como una rendición del
Emperador.
Tan sólo 8 días después de haber llegado a Madrid( el 1 de agosto de 1818), y con motivo de la
derrota francesa sufrida en Bailén, José I se vio obligado a abandonar la ciudad. Se instaló en
Vitoria, cerca de la frontera por si fuese necesario emprender la huida a Francia.Fue entonces
cuando José le pidió a su hermano volver a ocupar su trono de Nápoles, pero Napoleón se negó
a ello manteniéndolo, contra su voluntad, al frente de un pueblo que lo odiaba cada vez más.
Napoleón decidió intervenir directamente en los acontecimientos españoles. De nuevo José
volvió a ocupar su trono español a comienzos de 1809,momento en el que Napoleón vuelve a
centrarse en sus asuntos europeos. Daba comienzo lo que la historiografía conoce como el
segundo reinado de José I en España.
El rey puso todavía más empeño en su labor. Y para ello llegó a plantearse entre seguir siendo
fiel a los dictados llegados de Francia o elegir por completo los deseos de sus nuevos súbditos.
A consecuencia de este dilema la relación entre José y su imperial hermano se enfrió.
José no llegó a controlar por completo las riendas de su reino. Aunque Napoleón había
abandonado España, su ejército se encargaba de hacer cumplir cualquiera de los deseos del
Emperador, por lo que José poco tenía de mando. A ello añadir la continua presencia de la
guerra, lo cual perjudicaba muchísimo cualquier intento de José en llevar a cabo un gobierno
estable. Aunque el rey se quejó en innumerables ocasiones ante su hermano, las cosas no
cambiaron.
Sin haber llegado a ser un rey en el sentido estricto de la palabra, José y sus seguidores se
vieron encaminados hacia el destierro.Éste llegó de forma temporal en Valencia en 1813 para
convertirse en definitivo tras el asedio de las tropas británicas lideradas por Wellington.
En diciembre de 1813,Napoleón -asediado por los problemas a los que tenía que hacer frente en
Europa-daba carpetazo definitivo a “les affaires d’Espagne” con la firma del Tratado de Valençay
por el que Fernando VII recuperaba la Corona española.
En un desesperado intento de intentar separar a los españoles de su alianza con los británicos,
Napoleón –en graves dificultades políticas-intentaba retomar las relaciones con España en el
punto anterior a mayo de 1808.
28
No se les puede considerar afrancesados en el más sentido estricto de la palabra.
Napoleón convoca en Bayona una Asamblea de españoles con un doble objetivo: hacer de
España un país libre de la mala gestión a la que estaba sometida por los Borbones y con ello
otorgar a la población española de una vida digna, y para justificar jurídicamente el cambio
dinástico. Este grupo de Notables –a modo de Cortes-, tenía que aprobar el traspaso de la
Corona 29en nombre del pueblo español.
Es por ello que mandó reunirse en junio, en Bayona, una diputación general de 150 miembros
que tenían que representar los tres brazos estamentales: clero, nobleza y estado llano.
El que la reunión tuviera lugar en territorio francés ya hacía presagiar que sería un fracaso30.
Fueron muchos los citados que no acudieron a Bayona, alegando excusas31 de todo tipo.
Muchos de los que acudieron lo hicieron por el temor de perder sus cargos, pero también
fueron otros muchos los que acuden por su propia voluntad, porque confiaban en las reformas
que pretende llevar a cabo Napoleón.Comienza en este momento la separación entre
“afrancesados” y patriotas.
Para suplir las faltas, se repartieron credenciales entre los españoles residentes en Bayona,
convirtiendo a la Asamblea en un fracaso ya que la formaban individuos que sólo se
representaban a ellos mismos, no a la nación española.
La Asamblea estuvo presidida por Azanza, siendo secretarios de la misma Urquijo y Ranz
Romanillos.
El 8 de julio de 1808,José I –como nuevo rey de España- juró la Constitución, al igual que
hicieron los asambleístas quienes hacían un juramento de fidelidad al nuevo monarca.
Rápidamente quedó patente que la Asamblea no se había formado para proponer soluciones y
reformas para acabar con los males de la patria, sino para aceptar una Constitución redactada
según los deseos del Emperador.
La Constitución de Bayona establecía un sistema político bastante autoritario, basado en
cuerpos colegiados -Senado, Cortes, Consejo de estado- sin ninguna coordinación entre ellos y
sin iniciativa legal.
Se declaraba la independencia de la Justicia, aunque sin proclamar la división de poderes, al
mismo que se enunciaban ciertos derechos de los ciudadanos como la inviolabilidad del
domicilio, la libertad de movimientos, la supresión de los privilegios y la igualdad de todos los
españoles ante la ley.
Se trataba de un texto a caballo entre dos mundos, que intentaba introducir en España algunos
principios liberales. Pero mantenía una monarquía autoritaria en la que el rey y sus ministros
seguían teniendo un poder decisivo. Con esta constitución se pretendía trasladar a España una
serie de ideas y principios conseguidos en Francia durante la revolución. Aunque se
modificaron ciertos aspectos como el respeto de la religión católica como única, pese a ser un
principio contrario a la libertad de cultos establecido por el Imperio.
La Constitución de Bayona fue considerada muy adelantada para la situación de España por lo
que se dio de plazo para su completa implantación hasta 1813.
29
En teoría, la Constitución es obra de José I, aunque en realidad es obra de Napoleón.
30
Pero al fin y al cabo era normal porque Napoleón no quería penetrar en España para imponer su voluntad y porque
además no quería perder de vista a los asambleístas.
31
Normalmente acerca de enfermedades inexistentes. Entre los que no asisten se encuentran Floridablanca y
Jovellanos a pesar de que a éste último le habían ofrecido un puesto en el primer reinado de José.
Afrancesados
Todos los españoles tuvieron que decidir que postura adoptar ante el nuevo régimen, los que se
mostraron partidarios de éste fueron conocidos con el nombre de “josefinos”,”juramentados” o
“afrancesados”.
Los primeros afrancesados32 fueron aquellos que acudieron a la junta de Bayona y reconocieron
al nuevo soberano y a la Constitución, como es el caso de personajes como Llorens, Cabarrús o
Urquijo.Pero también es cierto que no todos los que adoptaron esta postura permanecieron
fieles a ella: muchos, como Cevallos, la abandonaron en cuanto tuvieron el mínimo de libertad
para ello. Es más, muchos de los que juraron fidelidad al nuevo rey, o hicieron para no perder
su supervivencia económica o legal.
Entre los afrancesados los había activos33 –aquellos que participaban de forma entusiasta del
nuevo gobierno- y los pasivos- quienes acataban las órdenes por que no tenían más remedio.
Realmente, afrancesados activos hubo muy pocos y cuando terminó la Guerra se vieron
obligados a exiliarse en Francia ya que eran mal aceptados por el pueblo. Pero también fueron
muchos los afrancesados que actuaron de buena voluntad, ya que veían en ello una buena
forma de solucionar los problemas de su país.
Desde septiembre de 1808,la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino 34tiene que hacer
frente al papel de equilibrar a quienes se inclinan hacia una actitud estabilizadora y moderada y
los que optan por una postura más revolucionaria. También tenía que hacer frente a las
numerosas críticas que les estaban llegado, principalmente desde las Juntas provinciales.
La Junta Central tomó importantes decisiones de índole diplomático – tratado de paz, amistad y
alianza con el Reino Unido el 14 de enero de 1809-,fiscal-contribución extraordinaria de guerra-
y militar-formación de ejércitos-. Pero carecía de credibilidad entre la población a consecuencia
de los constantes fracasos militares.
En junio de 1809 la Junta Central se disuelve, traspasando sus poderes a un Consejo de
Regencia o Comisión –compuesto por cinco personas- que debían de preparar el terreno para la
32
Teniendo en cuenta que son afrancesados aquellos que colaboraron con el poder francés, bien ocupando cargos en
el Gobierno intruso o jurando fidelidad al nuevo monarca.
33
Estaban totalmente convencidos de la eficacia de las reformas que proponía Napoleón.
34
Presidida por Floridablanca, se había trasladado a Sevilla debido al empuje francés.
35
Que conocía el decreto de Fernando VII en el que pedía a las Cortes que se reuniesen con él para proporcionar los
medios económicos necesarios para la defensa del reino. Es en este momento cuando se piensa que las Cortes
podían ser el medio adecuado para solucionar los males que afectan a la nación.
Estas propuestas, que marcan una profunda transformación política en España, fueron
aprobadas con gran facilidad. ¿Cómo pudo, pues, ser aprobado un decreto que eliminaba
jurídicamente la soberanía total del monarca y a la vez establecía los fundamentos de un nuevo
régimen político? Las razones son las siguientes:
-El enunciado era tan simple que podía servir para cualquier persona que no
tuviera una fuerte formación jurídica.
-Se anhelaba ardientemente la presencia de un poder fuerte que no se dejara
llevar por la desmoralización de las derrotas.
-El deseo de reformas estaba muy extendido desde tiempos de Carlos IV38.
-Las circunstancias de la guerra crearon una coyuntura favorable a las
reformas en Cádiz: ciudad que a pesar de estar sitiada estaba muy bien
abastecida, los individuos más inconformistas vivían en ella...
La única persona que se dio cuenta del cambio político fue el obispo de Orense, Pedro de
Quevedo y Quintana, presidente de la Regencia( aunque ya había presentado su
dimisión)Planteó el problema de la existencia de un rey soberano y unas Cortes también
soberanas, cuando la propia definición de la soberanía debía ser única. Las Cortes le obligaron a
jurar acatamiento, ni que decir tiene que el obispo de Orense se convertiría en el símbolo del
partido realista.
36
Dimitieron de sus cargos una vez establecida las Cortes.
37
Representados por el sacerdote extremeño Diego Muñoz Torrero.
38
En concreto desde la privanza de Godoy.
39
Concretamente en la iglesia de san Felipe Neri.
40
Propuestas por Solís.
41
Ex secretario de la Junta de Notables de Bayona, traductor de la Constitución otorgada por Napoleón y ex
consejero de Estado de José I durante su primer reinado.
42
Tal y como habían hecho en las constituciones francesas de 1791,1793 y 1795.
Lo primero que llama la atención es la gran extensión del título dedicado al poder legislativo:
un 36% del total, con cinco artículos más hubiera igualado a los de la Constitución de Bayona.
La Constitución estableció una monarquía liberal y parlamentaria basada en los principios de la
soberanía nacional y la separación de poderes. Pero la separación de poderes no era igual entre
los mismos, ya que el poder legislativo era superior al ejecutivo el cual tenía ciertas restricciones
con el propósito de que el rey no obstaculizase el desarrollo de las Cortes y para que éstas
obtuviesen un papel más centrado en la representación. Es por ello por lo que se crea una
Comisión permanente de Cortes que velaría por el buen hacer de la Constitución.
La Constitución de 1812 intentó configurar una sociedad nueva centrada en el individuo que
con la ingenuidad propia de la Ilustración deberían de ser justos y benéficos, sociedad basada en
dos principios: la libertad y la propiedad. Fue la decisión política más importante que tomaron
las Cortes de Cádiz.
El proceso reformador que llevan a cabo las Cortes de Cádiz consiste en sustituir las estructuras
sociales, económicas y políticas de la monarquía del Antiguo Régimen por las de un estado
liberal.
Estas reformas se llevan cabo de forma escalonada, así las reformas políticas se sitúan entre
1810-1812,las sociales entre 1812-1813 y las económicas entre 1813-1814.Reformas que en su
conjunto transforman totalmente la situación jurídico-política de la monarquía española.
Con motivo de las reformas políticas, se produce una serie de cambios administrativos:
-Para cubrir el hueco dejado por la desaparición del Consejo de Castilla, se creó
un nuevo Ministerio, el de Gobernación de la Península.
43
Con este decreto la figura de José I quedaba debilitada pues negaba la validez de la renuncia de Fernando VII al
no estar consentida por la nación.
44
Esta ley no es un ataque a la Iglesia ya que quedaba excluida de ella cualquier asunto que tuviera que ver con la
religión, tarea que seguía siendo competencia de la Iglesia.
45
Algunos realistas se niegan a establecer esta división provincial, inclinándose por que se realizase sobre unas
pocas regiones y sin mezclar provincias de lenguaje, educación y costumbres distintas.
-En agosto de 1811 se promulgó la ley que suprimía las preeminencias jurídicas
de la nobleza.
Las Cortes distinguieron entre el señorío jurisdiccional (aquel que se manifestaba
en las relaciones entre señor y vasallo) y el señorío territorial o propiedad de la
tierra. Quedó abolido el primer privilegio, de ahora en adelante la relación entre
señor y vasallo sería de un contrato de particular a particular.
El segundo privilegio, el referido a la propiedad de la tierra, no sufrió
modificación por la sencilla razón de que convertir las propiedades
señoriales en particulares era ir contra el principio del liberalismo de la
propiedad individual. Tampoco suprimieron el mayorazgo, por lo que las
propiedades de las grandes familias se vieron inalteradas.
La Iglesia no se quedó muy conforme con la reforma y es por ello que se alzaron voces desde su
seno de índole antiliberal.
Al deseo de una mayor igualdad social se debe la supresión de las pruebas de nobleza para
ingresar en las academias militares o para ocupar cualquier puesto que hasta entonces hubiera
exigido distinción. Para hacer patente la igualdad de toda la población ante la ley, se exigió el
pago de los impuestos o el servicio militar de todos los que debían de cumplir con ello.
46
Costó numerosas sesiones pero al final se consiguió.
47
Muy liberalizadoras, sobre todo las referidas al comercio y a la industria.
48
Calcada en muchos de sus párrafos del Informe sobre el expediente de la ley Agraria de Jovellanos
-Ley de comercio: dejaba el campo abierto para comerciar a todo aquel que lo desase,
independientemente de su clase social o económica.
¡Viva la Pepa!
La Guerra de la Independencia
G.Dufour
Edit.Historia 16, 1999
49
“aquella Constitución y decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiese
pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de
cualquiera clase y condición, a cumplirlos ni guardarlos”
50
Napoleón abandona con su guarnición la isla de Elba, desembarcando en el golfo Juan, con intención de cruzar los
Alpes y penetrar militarmente en Francia; las potencias reunidas en Viena movilizan sus efectivos y lo derrotan en
Waterloo el 18 de junio. Tras este episodio de “Los Cien Días” se firma la segunda Paz de París con unas
condiciones más duras para Francia: su territorio es reducido a las fronteras de 1790; se solicita una indemnización
de 700 millones de francos y su territorio estará ocupado por un contingente de 150.000 hombres durante tres años
51
El proyecto era original de Argüelles y estaba basado en el anterior de José Bonaparte de organización en
Prefecturas y que será utilizado posteriormente por Javier de Burgos para la división.
3.2 Las tensiones entre los liberales: moderados doceañistas y exaltados veinteañistas.
La unidad liberal era muy débil y las luchas entre moderados y exaltados era continua,
así los moderados fijaban su atención en los exaltados y en su temida capacidad de movilizar a
las masas populares. En los últimos meses de 1821 aumentaron los incidentes al unirse contra el
gobierno moderado, personalizado en Feliú, los ayuntamientos, la Milicia y las Sociedades
Patrióticas. Los moderados acusaban a los exaltados de desestabilizar el país y fomentar la
oposición absolutista con sus excesos, y éstos a los primeros de impedir el triunfo de un
auténtico programa reformista.
Así el 27 de diciembre se volvió a ordenar el cierre de las Sociedades Patrióticas de las
que surgiría la sociedad secreta de los Comuneros52 en la que militarían los jóvenes más
radicales.
Nuevos enfrentamientos entre ambas corrientes liberales tuvieron lugar con motivo de
la convocatoria electoral para el periodo 1822–23, cuando a Riego se le relacionó con unas
supuestas conspiraciones revolucionarias y fue destituido como capitán general de Aragón, lo
que provocó que en Madrid tuviera que intervenir la Milicia Nacional –en este caso al servicio
de la autoridad moderada.
Para analizar correctamente estas tensiones debemos tener en cuenta que, tras las
elecciones para las Cortes que se reunirían el 1 de marzo en las que triunfarían los exaltados, el
poder ejecutivo estaba en manos de los moderados y el legislativo en las de los veinteañistas; el
rey, mientras tanto, fomentaba tanto la división liberal con sus actuaciones, promovía las
conspiraciones realistas y cortejaba a las potencias extranjeras.
52
Los Comuneros era una sociedad secreta radical fundada en febrero de 1821 por jóvenes extremistas, como
consecuencia de la entrada de los hombres de Cádiz en las logias masónicas que intentaron utilizar su prestigio para
hacerse con su control.
2. El reformismo absolutista
Tras el cese de Víctor Sáez, el moderado marqués de Casa Irujo pasó a presidir el nuevo
gabinete compuesto por otros reformistas como López Ballesteros, Luis Salazar, Cruz o el
Conde de Ofelia. El nuevo gabinete, que calmaba las ansias de las potencias continentales,
emprendió la difícil tarea de restablecer una Administración desquiciada por los
acontecimientos vividos desde 1822 donde, a las divisiones entre realistas y liberales se
sumarían las del bando absolutista al perder el poder los sectores más reaccionaros.
3. La cuestión portuguesa.
Desde la salida de la familia real hacia Brasil, como consecuencia de la invasión
napoleónica, Portugal había sido dirigido por el mariscal británico Baresford. La revolución de
1820 hizo sonar las alarmas en Portugal ante el temor de un contagio, circulando informes en las
embajadas. El 24 de agosto se rebeló la guarnición de Oporto, seguida de Lisboa y otras
ciudades lo que supuso el nombramiento de una junta Provisional, la convocatoria de Corte y la
promulgación de una Constitución inspirada en la de Cádiz.
Entre los logros de la revolución portuguesa encontramos el establecimiento de un
Parlamento unicameral, la libertad de prensa, la abolición del feudalismo, supresión de la
Inquisición y algunas órdenes religiosas y se inició un proceso desamortizador. El rey Juan VI,
que había regresado a Lisboa, se convirtió en monarca constitucional al jurar la Carta Magna en
octubre de 1822; pero el movimiento Vilafrancada respaldado por la reina Carlota Joaquina –
hermana de Fernando VII- y su hijo don Miguel ponía fin al experimento constitucional pocos
meses después.
El monarca portugués murió, en marzo de 1826, sin dejar testamento lo que planteó
algunos problemas al estar su hijo mayor, don Pedro, en Brasil y ser proclamado emperador de
un Brasil independiente en 1822. Por este motivo sus derechos a la Corona estaban en
entredicho y además tenía que hacer frente a su hermano Miguel, respaldado por los
absolutistas. Finalmente, la Regencia reconoció como heredero a don Pedro que renunció a
favor de su hija María de la Gloria, de siete años, no sin antes otorgar una nueva Carta
Constitucional (abril de 1826) que inauguraba una nueva etapa y el inicio de nuevos
enfrentamientos entre absolutistas y liberales.
María de la Gloria reina bajo regencia y su tío don Miguel, con quién debería casarse
llegado el momento y siempre que él aceptara la Carta –de acuerdo con os planes de don Pedro-
, comienza a reunir a sus seguidores en un movimiento (miguelismo) contra el gobierno
constitucional. Los movimientos en el país vecina preocupan a Fernando ya que los liberales
podían contar con apoyos desde Portugal y preparar desde allí una contraofensiva. Si bien es
cierto que los exiliados liberales españoles recibieron con alegría la noticia, en la práctica no fue
nunca preocupante para el absolutismo aunque el liberal luso Saldanha estaba dispuesto a
colaborar en una invasión de Andalucía. La realidad fue bien distinta y España tuvo que hacer
frente a la llegada masiva de exiliados absolutistas; a lo largo de la frontera se organizaron
campos y los portugueses presionaron a los españoles para obtener ayuda en una posible
intervención. Esta situación provocó una confusa situación a ambos lados de la frontera ya que
los dos gobiernos demandaban neutralidad y la adopción de medidas contra destacados
dirigentes, así como el control de desarme de los refugiados. La tensión fue en aumento y al
final del verano un centenar de soldados de caballería españoles pasaron a Portugal y se inició
el alzamiento miguelista en el Algarve.
4. La revuelta ultra
En 1827 las preocupaciones de Fernando se situaban más en el lado ultra que en el
liberal, ya que la circulación de panfletos y las revueltas eran moneda común. Los ultras, que
reclamaban una vuelta al Antiguo Régimen y la reimplantación de la Inquisición, comenzaban a
abandonar la idea del monarca cautivo en manos de los liberales y planteaban la alternativa de
su hermano don Carlos –al que aclamaban como Carlos V-. Fernando se resistía, a pesar de los
informes policiales, a creer la amenaza ultra y la participación de su hermano.
En la primavera–verano de 1827 estalla en Cataluña la denominada “guerra de los
agraviados” originada fundamentalmente por el malestar existente entre el campesinado y por
el descontento entre los oficiales del ejército, mal pagados y relegados se sumaron a la corriente
ultra, contraria a la evolución reformista que en algunos momentos adoptaba el régimen y que
ya se había manifestado con anterioridad (1825). Las primeras manifestaciones se produjeron en
marzo y las medidas que se sugieren son limitadas y se centran en la propaganda que desde los
incondicionales al régimen se debe trasladar a la población; a finales de abril se otorga un
indulto que no consigue calmar el ambiente. Los gritos de “Viva el Rey, la Religión, Muera la
Policía y el mal gobierno” se extendieron a finales de julio y se aparta de las filas realistas a los
implicados. El gobierno era cada vez más consciente de la gravedad de la rebelión y de la
dificultad de recuperar la fidelidad de los voluntarios realistas; el clero ponto quedaría también
en entredicho. En poco tiempo los agraviados dominan buena parte de Cataluña, sobre todo el
campo, aunque tiene serias dificultades para hacerse con el control de las ciudades.
53
El establecimiento de la Ley Sálica se realiza por el Auto de 10 de mayo de 1713, llamado también Nuevo
Reglamento para la Sucesión, al ordenar “que fuesen preferidos todos mis descendientes varones por la línea recta
de varonía a las hembras y sus descendientes aunque ellas y los suyos fuesen de mejor grado y línea…”
54
El 1 de octubre don Carlos María Isidro proclama desde Portugal sus derechos dinásticos (Manifiesto de
Abrantes). El día 3 se produce la primera proclamación de Carlos V –en Talavera-, y el día 5 es reconocido como
rey en Bilbao y Álava; mientras surgen partidas carlistas por todo el país
55
Blancos americanos
Bibliografía.
– Historia política, 1808–1874. Ana Guerrero Latorre, Sisinio Pérez Garzón, Germán Rueda
Hernanz. Itsmo, 2004.
– Historia Universal Contemporánea. Hipólito de la Torre, Víctor Morales. CERA, 2001.
La transición del Antiguo Régimen al Nuevo Régimen resultó en España un proceso lento y
difícil. La guerra de la Independencia supuso una primera etapa en la que se mezclaron
elementos tradicionales con otros revolucionarios. La tónica de alternancia entre revolución y
contrarrevolución siguió durante el reinado de Fernando. Pero al iniciarse la regencia de Mª
Cristina se dio el paso ya irreversible hacia el Nuevo Régimen.
1. El carlismo.
1.1. Orígenes.
1.2. Componentes e ideología.
1.3. Las etapas de la primera guerra carlista
Mª Cristina fue habilitada el 6 de octubre para el despacho general de los asuntos al seguir el
rey enfermo. Se tomaron una serie de medidas dirigidas a la defensa de los derechos de Isabel:
el indulto del 7 y la amnistía del 30 del mismo mes dirigida a los liberales exiliados, la apertura
de las universidades cerradas en 1830, la sustitución de los altos mandos militares ultras,
medidas contra los voluntarios realistas, etc. El monarca finalmente declara públicamente (31 de
diciembre de 1832) la nulidad del decreto que había derogado la Pragmática. Más tarde se alejó
a don Carlos de la corte y se preparo la jura de Isabel (de 3 años de edad) como princesa de
Asturias. A la muerte de Fernando VII se nombró reina a su hija con el nombre de Isabel II y Mª
Cristina reina gobernadora en funciones de regente.
Ideología carlista
Los orígenes del carlismo se pueden buscar en el siglo XVIII, pero sobre todo desde 1820,
con la Regencia de Urgel, y la revuelta de los "agraviados" (1827). El partido
"Apostólico", origen de los carlistas, tenía en sus inicios pocos seguidores, pero se fueron
añadiendo combatientes que en realidad tenían motivaciones diversas:
-La defensa de la religión, a la que genéricamente llamaron muchos clérigos.
-El foralismo, sobre todo en el norte de España (desde Vizcaya a Cataluña).
-El mantenimiento de las diferencias fiscales honoríficas de ciertos grupos
sociales. De hecho, muchos núcleos de apoyo al carlismo fueron promovidos por
familias de origen hidalgo y en zonas con hidalguía universal.
Don Carlos se presentó como defensor de todo lo mencionado. Las intenciones
centralistas liberales y los ataques de estos al clero, sobre todo a partir de 1835 con la
exclaustración y la desamortización, proporcionaron buen número de seguidores a los carlistas
y activaron la lucha.
Los carlistas, además, no reconocían valor jurídico a la Pragmática Sanción por
diferentes razones. Pero en cualquier caso, el problema no era sólo dinástico, sino
ideológico. De hecho, el tímido acercamiento del rey a los liberales desde 1826 ya había
sido una de las razones que provocó en 1827 la rebelión de los agraviados o
malcontentos, de carácter absolutista.
Desde 1832 la corona se había acercado más claramente a los liberales y desde ese momento
hasta la muerte de Fernando VII (1833) se dieron los pasos para operar la transición al régimen
liberal con el gobierno de Cea Bermúdez, que practicó un reformismo de cuño ilustrado. Esta
situación tuvo como resultado el surgimiento de un nuevo partido en torno a la figura de Don
Carlos, el partido carlista. Sus seguidores se encontraron en gran número entre los campesinos,
pero también los hubo entre la población urbana. Este nuevo partido, su objetivo (que Don
Carlos fuese el sucesor de Fernando VII) y una situación economico-social ya de por si
problemática provocaron la guerra. El ejército estuvo del lado del Gobierno y dominó los
diferentes alzamientos excepto en el norte.
En las guerras carlistas se pueden distinguir hasta 7 etapas, enmarcándose las 4 primeras en la
llamada I Guerra Carlista (1833-1840):
Séptima etapa
Esta etapa es simplemente un episodio que se produjo en abril de 1860, cuando Carlos, el conde
de Montemolín (hijo de don Carlos), y su hermano Fernando fueron apresados en La Rápita al
intentar introducirse en España. Ambos renunciaron a sus derechos de sucesión, aunque se
retractaron más tarde. El tercero de los hijos, Juan de Borbón, asumió los derechos. Tras la
muerte de Carlos y Fernando en 1861, Juan asumió definitivamente la herencia dinástica hasta
que su hijo (Carlos VII) tomo la dirección de la causa e inició en 1872 la cuarta guerra carlista.
1. La política nacional
1.1. La Corona.
1.2. El ejecutivo.
1.3. El legislativo. El sistema electoral.
2. El sistema judicial.
3. El poder local.
4. Los partidos políticos
4.1. Liberales frente a carlistas
1. La política nacional
Los componentes del mundo político de Madrid (presidentes del Consejo, ministros, secretarios
de ministerio, altos funcionarios y diputados más o menos habituales) fueron intercambiables
en sus puestos.
El poder ejecutivo (gobierno) se componía de varios ministerios (entre 6 y 8): Estado, Gracia y
Justicia, Hacienda, Fomento, Guerra y Marina fueron estables. Gobernación del Reino y
Ministerio de Ultramar fueron más cambiantes. Los ministerios se nombraban por la corona.
Los ministros reunidos formaban el Consejo de Ministros, con un presidente designado por la
corona y que acostumbraba a ser también el ministro de Estado. Los ministros eran
habitualmente hombres de leyes o militares. Los ministerios contaban además con una
secretaría general y una serie de altos cargos (directores generales) con una serie de subalternos.
La administración no era especialmente numerosa ni ágil. Los gobiernos se formaban por
iniciativa de la corona, que si bien debía ser un poder arbitral, con frecuencia se orientaba a
favor de los moderados.
El poder legislativo estaba compuesto por dos cámaras: Congreso y Senado. Respecto a la
elección de los mismos hubo hasta 6 disposiciones distintas por las que se rigieron las 22
elecciones del reinado de Isabel II. Las principales diferencias eran de división de las
circunscripciones en distritos uninominales o plurinominales, la adopción del sufragio directo o
indirecto, y la mayor o menor dimensión del censo electoral.
En cuanto a las circunscripciones, la provincia fue el ámbito de representación y el número de
diputados por provincia era en función del número de habitantes. La división en distritos
uninominales (defendida por moderados) implicaba que cada distrito (habitualmente partido
judicial) elegía un diputado. Esto permitía pactos con familias o poderes locales e inicia los
cacicazgos. Las listas plurinominales (habituales excepto con la ley de 1846), cada votante
2. El sistema judicial
A principios del siglo XIX persistió el sistema judicial característico del Antiguo Régimen:
-Multiplicidad de jurisdicciones (fundamentadas en criterios de "privilegio") con sus
frecuentes conflictos de competencia.
-Multiplicidad de legislaciones en distintas zonas del país.
La Constitución de 1812 introdujo el principio de la separación de poderes. Por ello se
pretendió la autonomía y responsabilidad de los jueces respecto al poder ejecutivo. Asimismo,
el principio de igualdad ante la ley llevaba a la unidad de fueros, lo que llevaría más en llevarse
a la práctica. La jerarquía de jueces (alcalde, jueces de Partido, Audiencias y Tribunal Supremo)
3. El poder local
La nueva división provincial fue realizada por Javier de Burgos en 1833. Las provincias se
basaban en unidades históricas, corregidas por circunstancias geográficas, extensión, población
y riqueza. Se organizaron 49 provincias con el nombre de sus capitales excepto los
archipiélagos, Navarra, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, que conservaron denominación y límites
antiguos.
Al frente de cada provincia se colocó un subdelegado de Fomento (luego jefe político y luego
gobernador civil), que era representante del gobierno de la nación. La Diputación era el órgano
de gobierno de la provincia, que desde 1834 se dividió en partidos judiciales. El modelo
progresista, que apenas estuvo en vigor, era partidario de cierta descentralización y la
Diputación tenía competencias propias. En el modelo moderado la Diputación tenía una
función más consultiva. La administración provincial contaba en cualquier caso con un escaso
número de funcionarios.
El modelo moderado se basaba en la administración pública napoleónica, el doctrinarismo
francés. Este modelo se basaba en una administración subordinada desde el gobierno hasta el
último pueblo. Al haber contraposición de intereses deberían prevalecer los públicos sobre los
privados y los nacionales sobre los locales. Así pues, el alcalde era básicamente un
representante del gobierno por la línea jerárquica desde la corona y a través de los jefes políticos
o gobernadores. El gobierno podía reforzar su poder nombrando un alcalde corregidor, que al
no ser cargo electo podía ser de duración ilimitada, para sustituir al ordinario. Los alcaldes eran
designados por el gobierno entre los concejales electos. Estuvo vigente casi todo el reinado de
Isabel II, excepto en los períodos 1840-1843 y 1854-1856.
Los progresistas hicieron de la elección de los alcaldes uno de sus caballos de batalla en los
procesos revolucionarios de 1840, 1854 y 1868. En el modelo progresista los alcaldes tenían más
autonomía respecto al gobernador.
La alternancia entre unionistas y moderados entre 1856 y 1868 deterioró las estructuras
caciquiles. El modelo estaba adaptado al gobierno de un solo partido, pero no para partidos
próximos pero rivales y sin pacto previo. Los caciques locales dividieron sus fuerzas y esto
1. La Reina Gobernadora
Durante la Regencia de María Cristina se dieron los primeros pasos hacía el pleno
constitucionalismo. La guerra civil condicionó toda esta transición liberal, que se plasmó en
un primer momento en el Estatuto Real (1834). Tras la acción del sector progresista se provocó
un período revolucionario que se plasmó en la Constitución de 1837.
La regente renovó la confianza en Cea Bermúdez, pero este período no satisfizo del todo a los
liberales. Se realizaron reformas administrativas desde el Ministerio de Fomento. Javier de
Burgos llevó a cabo la división provincial de España, así como la creación de la figura de
subdelegado de Fomento (luego “jefe político” o gobernador provincial). En octubre Cea
Bermúdez se mostró partidario de la monarquía absoluta. Esto no gustó a los liberales y además
la guerra se iniciaba y la reina acabó decidiendo el cambio de gobierno.
La regente decidió dar un paso decisivo hacia la renuncia por parte de la corona al poder
exclusivo. Para ello llamó en enero del 34 a Martínez de la Rosa para formar un nuevo gabinete
y elaborar un régimen constitucional aceptable. Martínez de la Rosa era un liberal doctrinario
muy influenciado por el pensamiento francés. La aplicación del Estatuto Real en 1834 fue un
paso más firme, ya que se establecía un régimen constitucional en el que la corona renunciaba al
poder exclusivo y compartía la soberanía con las Cortes. De todas maneras, sólo los liberales
más moderados se conformaron con el Estatuto. Aunque el rey cedía parte de su poder a las
Cortes, estas sólo podían ser convocadas por el monarca (excepto para el presupuesto, cada dos
años). Las Cortes eran bicamerales: la nobleza estaba representada en el Estamento de Próceres
y el resto de la población en el de Procuradores. Estos últimos se elegían por tres años a través
de sufragio en segundo grado y limitado.
Los progresistas consideraron el Estatuto Real como un primer paso, aunque equivocado, y
continuaron luchando por un régimen basado en la Constitución de 1812. Las peticiones de los
procuradores en Las Cortes fueron mayoritariamente deshechadas y la relación entre estas y el
gobierno se hicieron muy tensas. La situación de guerra lo agravaba todo y los liberales se
radicalizaron. Un intento de golpe de estado en enero de 1835 y otro intento de voto de censura
hicieron que finalmente Martínez de la Rosa dimitiera.
Lo sustituyó el conde de Toreno con un gobierno que duro 4 meses. Se produjo en este período
un acercamiento a los progresistas con la llamada a Mendizábal para la cartera de Hacienda.
De todas maneras, la decreto de disolución de los conventos y otras decisiones marcaron una
separación del liberalismo moderado que había caracterizado al gobierno y empujó a
determinados sectores de la sociedad (el clero sobre todo) a apoyar al carlismo. Se produjo en
este período también un proceso revolucionario a cargo de la milicia urbana que llevó a la
constitución en diversas ciudades de juntas locales que asumieron el poder. Toreno intentó la
disolución de las juntas, pero no tuvo éxito. Finalmente, la regente llamó a Mendizábal a formar
gobierno para atraerse al sector progresista.
Entre agosto del 35 y del 37 se aceleró el proceso de liquidación del Antiguo Régimen con la
acción decisiva de Mendizábal. Se liquidó la situación revolucionaria con diferentes acciones,
entre ellas integrar los componentes de las juntas al gobierno de la diputación. La figura de
Mendizábal dominó completamente este período y se rodeó en los ministerios de gente de su
confianza. Mendizábal lo supeditó todo a acabar con la guerra en 6 meses. Siguió con la política
de desamortización con el objetivo de afianzar una masa de propietarios fieles al liberalismo y
que tuviese al clero como enemigo. La propiedad sujeto de esta desamortización no se
consiguió repartir, ya que los compradores fueron los antiguos terratenientes y el efecto fue el
contrario: la concentración de tierras. El éxito político tampoco estuvo claro, ya que los nuevos
propietarios fueron mayoritariamente a parar al partido moderado. La desamortización
conformó las bases socioeconómicas del Nuevo Régimen, ya que se reajustó la propiedad y se
dio lugar a una poderosa clase terrateniente además de un amplio proletariado campesino. La
economía de guerra se prolongó en el tiempo y se llegó a una situación insostenible, sobre todo
por la deuda contraída. Pese a la victoria en las elecciones de febrero del 36 de los progresistas,
el paso de Istúriz y otros al moderantismo obligaron al gabinete en el gobierno a dimitir.
La regente nombró a Istúriz presidente, pero tuvo en contra a Las Cortes, que acabaron siendo
disueltas. Finalmente se produjo el levantamiento militar, que se propagó por diferentes
ciudades. Con el motín de los sargentos, se obligó a la regente a jurar la Constitución de 1812
hasta que Las Cortes decidieran. Se confió el poder a Calatrava, que se apoyó en otros
progresistas (entre ellos Mendizábal) y que promulgaron leyes en la dirección de restituir la
situación del Trienio Progresista y la Constitución de Cádiz. Finalmente se convocaron unas
Cortes Constituyentes que elaboraron la nueva constitución.
La Constitución de 1837 era más moderada que la de 1812, aunque más progresista que el
Estatuto Real. Con ella se buscó el consenso. Se mantenían en ella puntos importantes de la
Constitución de 1812, como la soberanía nacional, la separación de poderes y el reconocimiento
a los derechos individuales. Por otra parte, se reconocía a la Corona una decisiva intervención
en el proceso político, al ser quien convocaba Cortes, aunque también se ampliaban las
Entre 1840 y 1844 el poder es ostentado por militares (Espartero, Narváez y O’Donell). Los dos
primeros fueron más caudillos que políticos y practicaron más el autoritarismo que el respeto
constitucional. El tercero tuvo mayor temple político y más capacidad para liderar la vida civil.
El gobierno fue derrotado en Las Cortes y estas se cerraron en agosto de 1841. Se fraguó
entonces una conspiración entre militares y civiles que se tradujo en levantamiento entre
septiembre y octubre de 1841. Este levantamiento fracasó debido al escaso apoyo que suscitó, a
que las fuerzas de Espartero estaban intactas y la propia descoordinación del levantamiento.
Aunque el Partido Moderado de estos años no era un partido homogéneo, esta década
está marcada por su hegemonía continuada. Entre otros motivos está el apoyo cada vez más
decidido de la corona.
Los aspectos comunes del periodo: la mejoría económica en todos los órdenes y las
reformas político-administrativas, encaminadas a conseguir una mayor eficacia y la integración
del conjunto de las regiones españolas (la igualdad legal y la centralización).
3. La Constitución de 1845.
Después de abiertas las nuevas Cortes, de mayoría moderada, se iniciaron los debates
relativos a la Constitución. Los progresistas, en minoría, se retrajeron de los debates
parlamentarios. Triunfó el parecer de reformar la Constitución de 1837 que dio lugar a la más
moderada Constitución de 1845. Esta recogió las ideas del liberalismo «doctrinario», en el
sentido de que la soberanía residía en las Cortes con el monarca, frente a la soberanía nacional
de 1837. Los derechos del ciudadano se regulaban. Se proclamó la unidad católica de España. La
posibilidad de ser senador, directamente por nombramiento regio, se redujo a la aristocracia. Se
restringió el sufragio para elección de los diputados y aumentó el nivel de renta para electores y
elegibles. Desapareció la preeminencia del Congreso sobre el Senado en legislación financiera y
la convocatoria estaba, sin limitación, reservada al monarca. Por otra parte, desaparecía la
Milicia Nacional.
De las tres principales tendencias del Partido Moderado, la puritana fue la más
beneficiada por la corona en estos años. Llamó a Istúriz, antiguo progresista, que fue líder del
moderantismo, se mostró partidario de la Constitución consensuada de 1837, frente a la postura
triunfante de Narváez de la Constitución de 1845. Políticamente ahora basculaba hacía los
puritanos. A pesar de su relación con los puritanos, se apoyó en los centrales y a dicha
tendencia pertenecían los dos principales ministros, Pidal y Mon
Parece que la intención de la corona al llamarle era, sobre todo, que intentase
solucionar el problema de las bodas reales. Un problema interior que alcanzó una considerable
dimensión exterior. Su experiencia humana y sus buenas relaciones en las cancillerías europeas
parecían aconsejar su nombramiento para formar gobierno.
La resolución final del problema quizá fuera la peor de las posibles. Isabel II se casó
con su primo Francisco de Asís, que durante años fue descartado por su condición de
homosexual. Así pues, la reina se casó muy joven, con quien no quería y en medio de la
frustración general.
El gobierno de Istúriz tuvo que hacer frente a varios pronunciamientos. A la violencia
de los pronunciamientos progresistas se sumó la de las partidas carlistas que comenzaron la
denominada «segunda guerra carlista».
En diciembre de 1846 hubo elecciones. Aunque fueron ganadas por los moderados, los
progresistas obtuvieron unos cuarenta puestos y, entre los moderados, los puritanos, que eran
un buen grupo, dieron muestras de desmarcarse del núcleo del partido moderado. Lo hicieron
votando a Castro Orozco frente a la candidatura que apoyaba Istúriz, la de Juan Bravo Murillo,
que fue derrotada. El presidente entendió que había sido derrotado en las elecciones y presentó
la dimisión. La reina tardó un tiempo en admitírsela porque había que buscar una nueva
mayoría. La suma de los moderados de todas las tendencias era más que suficiente para la
mayoría absoluta. El problema era que los puritanos y algunos moderados centrales habían
votado con los progresistas o al revés. Es decir, había faltado disciplina de voto. Los propios
moderados lograron ponerse de acuerdo pero con un matiz nuevo, los puritanos actuarían de
árbitros de la situación.
El nuevo presidente fue Carlos Martínez de Irujo y durante dos meses intentó un
gobierno de coalición entre puritanos y moderados. No fue posible, tuvo que hacer frente a la
ofensiva carlista y movilizó a 50.000 nuevos jóvenes.
Aunque con menos diputados de los necesarios para gobernar, pero con apoyo
parlamentario de los progresistas, Pacheco fue llamado para formar gobierno y lo hizo con
Después de dos años desde los sucesos motivados por la revolución de 1848, otra vez
surgieron los problemas internos entre los moderados. La reina pidió al marqués de Pidal que
formase gobierno, fue imposible. Finalmente, se lo encomienda a Bravo Murillo. Durante dos
años, de 1851 a 1852, Juan Bravo Murillo fue presidente del gabinete y ministro de Hacienda.
Era un abogado, con un acreditado bufete y sólida formación humanística, actuaba siempre
conforme a unos principios claros: el pragmatismo y el orden, la mejor garantía de la libertad y
el exceso de libertad es el mejor aliado del despotismo.
La preocupación mayor de Bravo Murillo fue la de solucionar el problema de la
Deuda. Las diversas soluciones acordadas desde 1845 se habían complicado por unas u otras
razones. Como otras veces, se planteaba la alternativa de declararse en quiebra y no pagar a los
acreedores o pagar menos. Su decisión fue reducir los intereses de todos los títulos de la Deuda
a tiempo que rebajaba el capital adeudado. A cambio, el Estado, con toda clase de garantías, se
comprometía a pagar en diecinueve años. Técnicamente fueron también importantes la Ley de
Contabilidad del Estado, la publicación de las Cuentas Generales del Estado y los ajustes del
presupuesto para enjugar el déficit en una década.
El Real Decreto sobre funcionarios fue quizá la mejor aportación de Bravo Murillo, que
deseaba una burocracia moderna y eficiente al servicio del Estado. Concibió la administración
como una serie de «cuerpos» técnicos a los se accedería mediante oposiciones o concursos de
méritos. Dentro de cada cuerpo habría escalones. En los ascensos serían decisivos los servicios
reglamentados y la antigüedad. El cese sólo podría efectuarse por los tribunales o mediante
expediente donde se probase el manifiesto incumplimiento del deber.
La «Comisión General de Codificación» presentó un proyecto del Código de derecho
civil. En cuanto a las relaciones con la Santa Sede, el Concordato de 1851, era la culminación de
unas negociaciones iniciadas hacía varios años.
Las obras públicas fueron uno de los capítulos decisivos del gobierno Bravo Murillo.
El ministro de Fomento, presentó el Plan de Ferrocarriles para corregir el desorden de las
concesiones efectuadas hasta entonces. La construcción de nuevas líneas seguiría siendo con
capital privado, pero el Estado se reservaba la planificación y fomento. Lo esencial de ese plan
radial se mantuvo durante más de un siglo. Algo semejante ocurrió con el Plan de Carreteras,
que marcaba las seis nacionales que, partiendo desde Madrid unían los principales puntos de la
periferia. El Plan de Puertos y Faros preveía el aumento del tonelaje con los barcos de vapor lo
que exigía, entre otras cosas, muelles con más calado. Se impulsaron los canales, para riego y
transporte y el de Isabel II, que permitió la traída de agua potable a Madrid.
Se puede decir que el gobierno de Bravo Murillo era el primer gobierno civil fuerte
desde 1840, ministerio tecnócrata, el propio Bravo Murillo y algunos ministros, también lo eran.
Contaba en su seno con los ministros militares precisos para los ministerios de Guerra y Marina.
1. La revolución de 1854.
La revolución se inició con un conflicto entre el Senado y el gobierno del conde de San
Luis por la oposición de la mayoría de los moderados y progresistas. El Senado venció al
gabinete ministerial, pero éste respondió suspendiendo las sesiones y relevando a los
funcionarios y militares que habían votado en contra o se sospechaba que se oponían. El general
Blaser, ministro de la Guerra, acuarteló, dejó sin mando o cambió de destino a militares como
O'Donnell o Serrano.
La oposición se radicalizó y buscó el recurso a la fuerza. O'Donnell se ocultó y fue
mandado arrestar. Se mantuvo escondido dirigiendo clandestinamente la sublevación.
A pesar de la debilidad del gobierno y la fuerza de los conspiradores, el Ejército había
adquirido cierto grado de disciplina desde el último pronunciamiento triunfante en 1843. La
Década Moderada había supuesto un modelo castrense más jerárquico y no era tan fácil un
pronunciamiento.
Lo nuevo en este caso fue la obstinación de Sartorius por mantenerse en el poder y el
apoyo de la mayoría de la opinión pública madrileña y de otras ciudades a un posible
levantamiento militar que terminase con el gobierno. El 28 de junio de 1854 tuvo lugar un
levantamiento, acaudillado por los generales Dulce, O'Donnell, Ros de Olano y Mesina. Aunque
se inició en la ciudad de Madrid es conocido como la «Vicalvarada» por ser donde tuvo lugar la
principal batalla, que dejó la situación indecisa. Tras ella, O'Donnell y los demás sublevados se
retiraron a La Mancha.
Pero lo que se había iniciado como un pronunciamiento clásico, llevado a cabo por
militares con la colaboración de algunos civiles, subió de tono por la intervención, por
sugerencia de Serrano, de los progresistas, que se movilizaron a través de un manifiesto de
Cánovas del Castillo. El Manifiesto de Manzanares, un texto muy breve y claro, reivindicaba
una serie de principios para el cambio de la situación, con vistas a una «regeneración liberal» en
unas Cortes Constituyentes: «régimen representativo», «trono sin camarilla», mejora de la Ley
de Imprenta y Ley Electoral, rebaja de los impuestos, respeto al sistema de cubrir los puestos de
funcionarios por méritos objetivos a través de una oposición, descentralización municipal,
nueva Milicia Nacional.
Los sublevados siguieron su retirada hacia Andalucía, sin aumentar mucho su apoyo
militar. Cánovas del Castillo, con el manifiesto redactado por él y firmado por O'Donnell,
marchó hacia la capital. El manifiesto se difundió al mismo tiempo en Sevilla y Madrid. Siguió
una fase popular, apoyada por el Partido Progresista, en la que proliferaron los levantamientos.
Hubo pronunciamientos triunfantes en las guarniciones de Valladolid y Barcelona. En Madrid
La Constitución de 1856.
En agosto de 1854, fueron convocadas elecciones para Cortes Constituyentes con una
sola Cámara. Se escondía la intención de llevar a cabo un profundo cambio de la política liberal,
que Espartero restauró provisionalmente. La obra constituyente fue tarea de todo el Bienio.
A lo largo del siglo XIX, salvo alguna rara excepción. La manipulación a la que se
sometía el proceso en un considerable número de colegios electorales suponía, finalmente, que
quien tenía el Ministerio de Gobernación y organizaba las elecciones era quien ganaba
abrumadoramente las mismas. La de 1854 fue una de ellas. Posiblemente hubiese manipulación
de muchos colegios, pero no hubo una dirección de voto. De hecho, la circular del ministro de
Gobernación a los gobernadores provinciales iba en sentido totalmente contrario: garantizar la
absoluta libertad de voto y la estricta legalidad. Los partidos anteriores, Conservador y
Progresista, estaban prácticamente desarticulados. Un conglomerado de periodistas madrileños
(todas las líneas liberales y demócratas) redactaron y repartieron profusamente un manifiesto
electoral, llamando al voto para quienes se integraban en lo que ellos llamaban «la Unión
Liberal» que no era lo que O'Donnell llamará más tarde el Partido de la Unión Liberal. Quería
asegurar que obtuvieran acta de diputado aquellos que defendían la mayoría de los principios
de la revolución de julio y el trono de Isabel II. El carlismo aún no se había organizado como
partido político pero el Partido Demócrata sí concurrió y con relativo éxito. Se puede decir que,
finalmente, la composición del Congreso fue rara: una mayoría de liberales progresistas sin
disciplina de partido; otros, liberales moderados, que tampoco tenían cohesión ni dirección;
varios neocatólicos; algunos demócratas muy activos y unos pocos carlistas. La situación socio-
profesional de los diputados deja bien clara que la mayoría eran de clases medias.
De presidente de las Cortes, salió elegido el propio Espartero para evitar que lo fuera
Evaristo San Miguel, y tras la renuncia de aquél, fue elegido presidente Pascual Madoz, fue
relevado por Facundo Infante, un progresista.
Los grupos políticos representados en el Congreso dejaron su impronta en los
discursos parlamentarios o en las propias leyes. Aunque se manifestaron con dureza y
considerable discrepancia, las diferencias entre demócratas y progresistas por un lado y
unionistas y conservadores por otro serán mucho mayores hasta julio de 1856, cuando las
opiniones de estos grupos se enconaron y distanciaron.
LA REVOLUCIÓN GLORIOSA
1. El pronunciamiento militar.
2. La constitución de Juntas revolucionarias.
3. El ideario del movimiento juntero.
4. El gobierno provisional
4.1. Los objetivos del primer gobierno.
4.2. La disolución de las Juntas.
4.3. La decepción de los republicanos.
4.4. La escisión federal.
4.5. Las elecciones municipales
5. Las colonias y la revolución de septiembre.
En septiembre de 1868 tuvo lugar la revolución llamada «gloriosa» que cambió el rumbo
político de todo el país, sin cataclismos violentos. Cientos de miles de personas se lanzaron a las
calles, en manifestaciones, en barricadas, para defender a los nuevos líderes políticos,
progresistas y republicanos constituidos en juntas soberanas en apoyo del pronunciamiento
militar, desplazaban una monarquía que sólo servía para las camarillas de la familia real. El
pueblo asumía la soberanía y exigía el sufragio universal. También hacía aparición pública una
generación de intelectuales sobre cuyo compromiso democrático y cultural se construirían las
siguientes generaciones de 1898 y de 1914.
Por primera vez en España se proclamaban los derechos humanos, la soberanía nacional (sólo si
era popular y democrática), la cultura libre y plural, toda la sociedad debía organizarse sobre
principios de justicia y la organización equitativa de esa riqueza nacional (siempre acaparada
por unos pocos).
Tales expectativas tuvieron más dificultades de las previstas. España estaba en pleno despliegue
de los factores de desarrollo capitalista y abrir las compuertas de las libertades supuso nuevos
torrentes de programas, de propuestas y de aspiraciones. Muchas nuevas y revolucionarias.
Otras conservadoras, pero con una extraordinaria capacidad para convertirse en fuerza militar,
como el carlismo. Esta libertad era inevitable que despertase la perspectiva de la independencia
en las colonias, además también el propio Estado es objeto de un debate organizativo.
1. EL PRONUNCIAMENTO MILITAR.
El apoyo ciudadano organizado en Juntas fue determinante para el triunfo del pronunciamiento
militar y sobre todo para el giro democrático del nuevo régimen político establecido. El 17 de
septiembre Prim, con Sagasta, Ruiz Zorrilla y el rico hacendado José Paúl y Angula,
procedentes de Inglaterra, llegaban a la bahía de Cádiz donde fondeaba la Armada, al mando
del almirante Tapete.
Éste quería dar el trono a Luisa Fernanda, hermana de Isabel y esposa del duque de
Montpensier, financiador de las conspiraciones, y sólo reconocía como jefe del pronunciamiento
4. EL GOBIERNO PROVISIONAL.
Serrano, dispuesto a formar gobierno de acuerdo con la Junta de Madrid, se puso a las órdenes
del general Espartero, retirado en Logroño, al que reconocían el liderazgo moral, pero éste
declinó. Al fin llegó a Madrid el artífice de la revolución, Prim, y, aunque las demás Juntas no
vieron con buenos ojos la decisión de la Junta madrileña de formar un gobierno provisional se
constituyó con cinco progresistas y cuatro unionistas. Las personas claves eran Prim en Guerra,
Sagasta en Gobernación, Figuerola en Hacienda, Ruiz Zorrilla en Fomento, Álvarez de
Lorenzana en Estado, y Romero y Ortiz en Gracia y Justicia. Contó con el apoyo del sector de
demócratas, conocidos como los «cimbrios». Nicolás María Rivero se aupaba a la alcaldía de
Madrid y aceleraba la escisión del Partido Demócrata, ante la ausencia de Castelar y de Pi,
convencidos republicanos, encabezó el sector de demócratas partidarios del plan monárquico
del gobierno que firmaba el manifiesto monárquico que hizo clara la fisura.
LA CONSTITUCIÓN DE 1869
1. El proceso electoral constituyente.
2. El debate constitucional.
3. El texto constitucional.
4. La regencia de Serrano
4.1. La búsqueda de un Rey.
4.2. Las sublevaciones republicanas
4.3. Las insurrecciones carlistas
5. Los gobiernos de Prim
2. EL DEBATE CONSTITUCIONAL.
Las primeras medidas que abordaron las Cortes Constituyentes, en febrero de 1869, no fueron
precisamente populares, un nuevo alistamiento de 25.000 jóvenes, por el sistema de quintas tan
aborrecido y por cuya abolición tanta gente había luchado en el pasado septiembre. La segunda
medida era el empréstito de 100 millones de escudos efectivos. Además se organizó la comisión
constitucional que en veinticinco días redactaron un texto. El debate giró en tomo al concepto
de España y de la organización que proyectaban los distintos partidos e ideologías. Tras
aprobarse los derechos humanos como imprescriptibles, el primer artículo que desató la
polémica fue el referido a la libertad de cultos (el maridaje entre lo español y lo católico).
Enfrente tuvieron a la mayoría progresista y a los republicanos. Los republicanos los que con
más ahínco debatieron tanto el artículo referido al establecimiento de una monarquía
democrática, como los artículos sobre la organización de las fuerzas armadas de la nación.
Evidentemente defendieron la forma de gobierno republicana y unas fuerzas armadas
diferenciadas entre los voluntarios que servían a la patria, y los que se profesionalizaban, en
número reducido, en un ejército permanente para defensa de agresiones exteriores. Al no
lograrlo, centraron su programa directamente en la abolición de las quintas y en el
mantenimiento de los cuerpos de «Voluntarios de la Libertad». Se hizo famoso por su
elocuencia el catedrático Emilio Castelar que como cristiano coherente, defendió con brillantez
3. EL TEXTO CONSTITUCIONAL.
Es el primer código democrático de la historia de España, adelantándose en bastantes aspectos
al resto de Europa. Junto al sufragio universal masculino, secreto y directo, se establecía una
detallada relación de derechos ciudadanos, con carácter de «ilegislables e imprescriptibles»,
para garantizarlos por encima de cualquier veleidad del poder ejecutivo e incluso del propio
legislativo, para evitar las tentaciones autoritarias o las pretensiones del Estado de doblegar las
libertades personales. Eran, desde luego, derechos que significaban en el impulso
democratizador de la sociedad española. Así, junto a las clásicas libertades políticas de
expresión, imprenta e ideas, se recogían por escrito novedades tan significativas como el
derecho de reunión y «asociación pacífica», la inviolabilidad de la correspondencia, la
ampliación de las libertades individuales al pensamiento y enseñanza y al culto público de
cualquier religión, o, por ejemplo, la libertad de trabajo para los extranjeros. Los derechos de
reunión y asociación, puerta para el despegue del sindicalismo, y las nuevas libertades
permitieron el florecimiento educativo de unos años que marcaron el rumbo del pensamiento y
de la ciencia en España, con la expansión de nuevas teorías, sobre todo del positivismo y de las
ideologías anarquista y marxista. Por otra parte, aunque los republicanos no lograron la
explícita separación del Estado y de la Iglesia católica, sin embargo por primera vez no se
declaraba confesional, permitía la libertad de cultos de cualquier creencia, y, en contrapartida,
mantenía los gastos del clero y del culto.
Además, se insistía en la soberanía popular como fundamento del Estado, en este caso con una
forma monárquica, pero sobre todo organizado a partir de dos principios, la división de
poderes y la descentralización. La soberanía residía en unas Cortes integradas por el Congreso y
el Senado, ambas votadas por sufragio universal masculino. No se pedían requisitos para ser
diputado, bastaba con ser ciudadano elector, esto es, varón mayor de veinticinco años. Los
diputados del Congreso eran a razón de uno por cada 40.000 personas. Los senadores eran
elegidos por un sufragio universal indirecto, cuatro por provincia, pero se introducían
restricciones clasistas. Los candidatos debían tener más de cuarenta años, tener un título
universitario, ser de los grandes propietarios o patronos industriales, o haber ocupado un alto
puesto en el Estado. Así, en el Senado no sólo se representaban a las provincias sino a las elites
de estos territorios. Obviamente las Cortes eran el poder legislativo cuya función se garantizaba
estableciendo plazos mínimos de reunión y tiempo máximo sin ser reunidas, para evitar abusos
del poder ejecutivo al no reunirlas. Además, eran las únicas capacitadas para aprobar y decidir
4. LA REGENCIA DE SERRANO.
Cuando se debatió el texto constitucional se planteó como aspiración bastante extendida la
hipótesis de la unión con Portugal, ya coronando a un miembro de la familia portuguesa, ya por
la vía republicana de la Federación Ibérica.
En lo que hubo práctica unanimidad fue en el propósito de excluir a los Borbones de la corona
española. No obstante, mientras se encontraba la persona que encarnase lo previsto por la
Constitución, al definirse España como monarquía, la máxima magistratura correspondía
ocuparla a un regente, puesto que logró el general Serrano. Con tal motivo, Prim pasó al primer
plano directamente como jefe del gobierno. El general Prim optaba claramente por una alianza
de progresistas y demócratas y así se mantuvo en las sucesivas remodelaciones ministeriales
que hizo, conservando siempre él mismo la cartera de Guerra.
Por lo demás, el verano y el otoño de 1869 tuvieron un carácter turbulentamente federal. Ante
todo, los federales, tras los buenos resultados de las elecciones municipales de diciembre de
1868, se quedaron decepcionados con los menos de cien escaños logrados en las Constituyentes
de enero de 1869. Tal situación les obligó a organizarse como partido de oposición, por un lado,
pero de gobierno en el lado municipal. Además de una sólida prensa como altavoz de sus
propuestas. Por supuesto, las preocupaciones eran distintas a los grandes parlamentarios, les
preocupaban las libertades, derechos y formas de gobierno. A los segundos les empujaban las
demandas de esos republicanos que sufrían en sus familias el tributo tan injusto de las quintas o
el nuevo impuesto personal, o que necesitaban, ante todo, trabajo, mejores salarios, y en el caso
de los campesinos esas tierras que se habían privatizado cuando se les venía prometiendo desde
las Cortes de Cádiz tanto el reparto de la «riqueza nacional» como la abolición de las rentas
feudales. Por eso, el gobierno de Prim acusaba a los republicanos federales de permitir una
división socialista en sus filas, de fomentar la deriva del sufragio universal hacia el socialismo.
2. LA SUBLEVACIÓN CARLISTA.
Cuando se produjo el debate sobre la Internacional, Sagasta trataba de hacerse con las riendas
del liberalismo progresista en el poder, pero el tema de la Internacional lo enfrentaba a un Ruiz
Zorrilla comprometido con los principios democráticos. Sagasta lanzó un manifiesto del que
llamaba Partido Progresista, a la par se publicaba otro firmado por Ruiz Zorrilla y sus
correligionarios con el mismo nombre y casi idénticos contenidos. Fernández de los Ríos
propuso la unidad en un solo partido progresista, organizó una comisión de entendimiento y
fusión de ambas tendencias, pero Zorrilla estuvo firme en no reprimir la Internacional y en
defender el respeto a todas las opiniones de los ciudadanos, dos puntos en los que Sagasta se
acercaba a los unionistas partidarios de la primacía del Estado sobre los derechos de los
individuos. Para Zorrilla los derechos individuales eran ilegislables e irrenunciables. Pero había
otro conflicto, el de las Antillas. Sagasta era partidario de la «integridad nacional», opuesto a
cualquier fórmula que pudiera suponer el inicio de la pérdida de las colonias. Sin embargo,
Ruiz Zorrilla propugnaba la autonomía no sólo para Puerto Rico sino también para Cuba. Así
la división de progresistas y demócratas quedó marcada por una lucha de funestos resultados
políticos.
Sagasta se encontró, por tanto, en las Cortes frente al partido de Ruiz Zorrilla, además de los
carlistas, republicanos y conservadores alfonsinos. Se alió con los unionistas, formó un gobierno
para provocar el fin de la legislatura y convocó nuevas Cortes confiando en ganar una cómoda
mayoría. A la vista de los resultados, tampoco Sagasta pudo gobernar, ya organizado como
partido constitucional, y tuvo que disolver aquellas Cortes convocando otras en el mismo 1872.
Los resultados fueron imprevistos, el balance era claro: ganaban los unionistas seguidos por el
Partido Constitucional de Sagasta y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla. Es cierto que estos dos
juntos podían gobernar, pero además de estar enfrentados, había que contar con otros
diputados, federales y carlistas. No era fácil, por tanto, el equilibrio de alianzas. El Congreso lo
Se proclamó por amplia mayoría y se eligió un ejecutivo con Figueras de presidente, Castelar en
Estado, Pi en Gobernación, Nicolás Salmerón en Gracia y Justicia, Echegaray en Hacienda,
Córdoba en Guerra, Beranger en Marina, Becerra en Fomento y Francisco Salmerón en
Ultramar. Figueras pidió confianza para la República, y para asegurar la libertad, el orden y la
integridad del territorio español. Martos logró la presidencia de la Asamblea. La mayoría de la
cámara pertenecía a los progresistas radicales, quienes con demócratas y federales optaron por
una solución republicana ante el vacío de poder y antes que volver a la fórmula constitucional
de la regencia, preferida por los unionistas. A tal coalición respondía ese primer gobierno, pero
el grupo de los republicanos federales estaba sin un liderazgo oficial, porque el consejo de los
intransigentes no se había disuelto. Pi y Margall, Castelar, Salmerón y Figueras creían que la
legalidad debía afirmarse, sin violencia. Todos habían votado una República sin definir hasta
elegir una asamblea constituyente. Incluso dentro del Partido Republicano Federal, no había un
solo proyecto.
Para amplios sectores campesinos la República significaba el reparto de la propiedad, o al
menos replantearse la estructura de la riqueza agrícola; para un amplio abanico de clases
populares suponía el derecho al trabajo y menores cargas contributivas; para otros grupos más
reducidos, como los internacionalistas, o los intelectuales del federalismo, era la ocasión para
implantar las utopías sociales por las que luchaban. Catalizó, por tanto, expectativas tan
diversas y tan anheladas durante décadas que la impaciencia provocó la desunión entre sus
defensores. Sin embargo, sus enemigos, las clases propietarias bien articuladas en tomo a los
partidos liberales de moderados y progresistas, no dejó de conspirar para destruir todo el
programa político, social y económico de la República. Lo lograron en dos fases y una vez más
fue el Ejército su brazo ejecutor; primero con Pavía disolviendo las Cortes y dando el poder de
nuevo al infatigable Serrano, y luego con Martínez Campos para ya entregar las riendas
definitivamente a Canovas, restaurador de la monarquía conservadora de Alfonso XII.
Y siempre, tras esas conspiraciones se encontró el fuerte grupo de hacendados esclavistas que
no cesó de entorpecer el desarrollo de los gobiernos republicanos, dando dinero al pretendiente
carlista para armamento y soldados. Además, tanto Serrano como Cánovas estaban
políticamente unidos a ese grupo de presión. El negrero Zulueta fue la figura prominente de la
1. LA PRESIDENCIA DE FIGUERAS.
El primer gobierno fue de coalición de radicales con republicanos y fueron los líderes más
prestigiosos los que asumieron las principales tareas, era un gabinete de alta talla política y
sólida experiencia, sin embargo pronto los acontecimientos desbordaron sus planteamientos.
La respuesta a la abdicación de Amadeo I era previsible en ciertos sectores sociales y políticos, y
apareció de nuevo el recurso de constituirse las provincias en juntas revolucionarias,
destituyendo a los ayuntamientos donde no gobernaban los republicanos y lanzándose ciertos
sectores sociales a la ocupación de las tierras, la abolición de quintas o de impuestos... sucesos
que dieron motivo para que la prensa monárquica propagase la sensación de que «república»
era sinónimo de caos. A los diez días de proclamarse la República, en la plaza de Sant Jaume de
Barcelona los ciudadanos se manifestaban para pedir el Estado catalán. Las diputaciones
catalanas acordaron constituirse en Estado federal, quitaron a los militares el mando y los
convirtieron en un ejército de voluntarios.
Con eso se las tenía que ver Pi y Margall, partidario de las reformas sociales y coherente
defensor del federalismo de los pueblos españoles. Era el nuevo ministro de la Gobernación y
había que canalizar, por tanto, esas aspiraciones plurales, incluso opuestas, todas con el común
denominador de la impaciencia. Además, se echaron los del Partido Federal a la caza de puestos
públicos, discriminando a los radicales, con cuyos votos precisamente se había proclamado la
República, o despreciando a los nuevos republicanos, tan necesarios para consolidar el nuevo
régimen. Se destrozaba la ampliación de las bases sociológicas del sistema republicano. Eso
pasó con los nombramientos en el Ejército, los federales del gobierno tenían que cuadrar el
mando militar con los escasos generales adeptos, la Asamblea parlamentaria se declaró en
sesión permanente, abolió las quintas como medida para contentar la impaciencia popular y
asumió el poder el presidente de la Asamblea, Martos, quien no fue capaz de formar un
gabinete. Así Figueras volvió a formar gobierno con mayoría republicana. Se nombraron de
inmediato 38 gobernadores civiles para reemplazar a los radicales, pero el gobierno necesitaba
la Asamblea, que era de mayoría radical, para hacer una República estable.
Pi, al frente de Gobernación, ordenó de inmediato la disolución de las juntas revolucionarias
formadas y la reposición de los ayuntamientos cesados, lo que ya provocó la primera
desilusión, que fue capitalizada por los federales intransigentes. Así, aunque, se lograba la tan
ansiada abolición de las quintas, los intransigentes animaban a sublevarse a los que no se
licenciaran de inmediato. Pi estableció la milicia republicana, restableciendo los cuerpos de
Voluntarios. Serían el contrapeso al Ejército, porque era una milicia de partido, y fue la que
salvó al gobierno de la intentona golpista de Serrano y otros. La abolición de las quintas se
pensaba suplir con la afluencia de voluntarios contra la reacción carlista y antirrepublicana,
pero faltaron fondos para armar a los Voluntarios de la República, y ni siquiera bastó la venta
de las minas de Riotinto, además de que al ser mayor la paga a los voluntarios que al Ejército, se
creaba descontento entre la tropa permanente. De este modo se formaron dos fuerzas armadas,
la una de jornaleros y parados, Voluntarios de la República, en compañías cuya oficialidad era
electa por ellos mismos, y otra esa tropa permanente, sometida a una jerarquía de militares en
su mayoría partidarios de la monarquía y del candidato Alfonso de Borbón.
2. LA PRESIDENCIA DE PI Y MARGALL.
El 1 de junio se abrió la Asamblea Constituyente y de inmediato surgieron las divisiones,
Castelar y Salmerón encabezaron un federalismo sin contenidos sociales, mientras que el ala
izquierda, con Barcia y Contreras al frente, se decantaba por lo que entonces se calificaba como
«revolución social», quedándose en el centro un amplio grupo de diputados fluctuantes entre
ambas tendencias que fueron el apoyo a los gobiernos de Pi y Margall. La Asamblea había
votado a los ministros uno por uno, y cuando a los ocho días Pi solicitó permiso para
cambiarlos sin consentimiento de aquélla, ya se advirtieron las divisiones en una cámara
Se votó por unanimidad la República federal como forma de gobierno pero la unanimidad no
iba más allá. A Pi y Margall le temían los moderados de Castelar y Salmerón por sus ideas
sociales, mientras que los intransigentes federalistas, en algunos casos aliados con los
internacionalistas, lo hacían el blanco de sus críticas de modo constante. Pi y Margall nombraba
a los 49 gobernadores civiles de los cuales 32 eran catalanes, pero no catalanistas. Las ciudades
andaluzas estaban controladas por los intransigentes. La capital se convirtió en un hervidero de
rumores golpistas. Al fin llegó la Asamblea Constituyente en la que Pi y Margall pidió a la
cámara elaborar con rapidez la Constitución y anunciaba una serie de reformas inmediatas: el
reparto de la propiedad agraria, los jurados mixtos de obreros y fabricantes en el ámbito laboral,
el control del trabajo de los niños, la efectiva implantación de la enseñanza pública, gratuita y
obligatoria, la separación de la Iglesia y Estado y la abolición, al fin, de la esclavitud en Cuba,
implantando todas las libertades en aquellas provincias. Además, pedía unión entre todos los
federales para salvar la República, prometía la ley pendiente de suspensión de garantías
constitucionales y garantizaba que se revisarían las hojas del servicio militar para establecer un
sistema de ascenso profesional.
Recogía en su programa viejas aspiraciones y reformas que aunque tuviesen ciertos ribetes
radicales en 1873 sonaban a socialismo revolucionario. Pero la principal reforma estaba
obviamente en el propio texto previsto como Constitución, fue presentado a las Cortes
Constituyentes, y, aunque no llegara a promulgarse, para «asegurar la libertad, cumplir la
justicia y realizar el fin humano a que está llamada en la civilización», son metas que marcan el
rumbo de esa colectividad que sin ambigüedades se define rotundamente como «Nación
Española».
Hay una novedad radical, el título preliminar que es el soporte del resto de los títulos
constitucionales: «Toda persona encuentra asegurados en la República, sin que ningún poder
tenga facultades para cohibirlos, ni ley ninguna autoridad para mermarlos, todos los derechos
naturales». Ya continuación se hacía una declaración de derechos humanos, derechos a la vida,
a la seguridad y la dignidad humana, y al libre ejercicio de todos los derechos individuales
subrayando de modo especial la igualdad ante la ley, sin olvidar las libertades de industria,
comercio y crédito, a partir de tales principios, el constituyente procedía ya a organizar el
código fundamental en 17 títulos con 117 artículos.
Totalmente nuevo era el título primero dedicado a la «Nación Española». Constaba sólo de dos
artículos, en el primero se definía España como una nación compuesta por Estados. El título II
3. EL LEVANTAMIENTO CANTONAL.
Aunque el texto constitucional se redactó con rapidez para evitar nuevas insurrecciones
federales, los acontecimientos se precipitaron. Pi y Margall formó un gobierno con los
correligionarios más moderados para poder arreglar la deuda y acometer las reformas sin
levantar recelos. Pero todo parecía insuficiente a los intransigentes, mientras que los carlistas
arreciaban en sus acciones militares y se hacían públicas las conspiraciones de los alfonsinos,
quienes reavivaron la influencia de Serrano entre los militares. Por eso, Pi y Margall consideró
necesario pedir poderes extraordinarios para controlarlos. Sin embargo, los sucesos
desbordaron al gobierno precisamente desde las posiciones federales intransigentes y desde los
núcleos internacionalistas. La última semana de junio fue tensa en Cataluña, con un ejército
incapaz de acabar con los carlistas y un enfrentamiento en Barcelona entre federales e
internacionalistas, por un lado, y por otro la milicia ciudadana controlada por las instituciones.
Sin embargo, las mayores tensiones se produjeron desde finales de junio a mediados de julio en
comarcas andaluzas, murcianas y valencianas. Los motines sociales pidiendo tierras y la
reformas sociales empezaron en Andalucía, se organizó un Comité de seguridad pública y
proclamaron el cantón, redujeron la jornada laboral a 8 horas y los alquileres en un 50 por
ciento, confiscaron los bienes de la Iglesia y las tierras sin cultivar para repartidas entre
jornaleros. Sin embargo, el gobernador La Rosa, nombrado por Pi, restableció el orden y pudo
evitar que el ejemplo se propagase.
Los carlistas amenazaban las ciudades de Irún y Bilbao, y chantajeaban a la Compañía
Ferroviaria del Norte. Además ejecutaban en masa a los carabineros del Estado. Sin olvidar
apoyos significativos internacionales. En tal situación se discute en la Asamblea Constituyente
la suspensión de las garantías constitucionales, se rechaza que sólo sea en las provincias vascas.
La notoria falta de coordinación entre los republicanos facilitó a los carlistas algunos éxitos
militares que la prensa conservadora jaleó. El 15 de julio ya estaba media España levantada
cantonalmente.
El manifiesto del madrileño Comité de Salvación Pública, presidido por Roque Barcia, pidió que
se formaran comités análogos en provincias. Ese comité había programado el levantamiento
general de los federales, sin esperar a la Constitución. El gobierno de Pi estaba entre tanto
preocupado por los sucesos desencadenados en la industrial Alcoy, a partir de la huelga
iniciada en la papelera, ocasión que los internacionalistas aprovecharon para proclamar la
huelga general, adueñarse del ayuntamiento y constituirse en comuna colectivista. Arrasaron
fábricas y casas, mataron a los agentes de la Guardia Civil, y también al alcalde republicano.
Excesos de los que toda la prensa dio cumplida información, como también informaron de los
sucesos similares ocurridos en Toro. Pi y Margall ordenó al general Velarde que restableciera el
orden, pero fueron necesarios más de 6.000 soldados para derrotar a los obreros que se habían
56
El ejército del Centro no era exactamente fiel, en cuanto a denominación, con su demarcación, pues se creó para
actuar en las provincias de Castellón, Teruel, Valencia, Alicante y Albacete, estando su Estado Mayor en Valencia.
Su jefe era Jovellar.
1. principios doctrinales
A Antonio Canovas del Castillo se le ha atribuido el mérito de ser el artífice del
régimen político de la Restauración. Aunque es necesario subrayar que el proyecto no fue
exclusivamente suyo, muchas de las bases estuvieron directamente inspiradas por él. Había
nacido en Málaga en el seno de una familiar de clase media y desde el principio tuvo una clara
vocación humanística. En su primera juventud se trasladó a Madrid, apoyado por un familiar,
militar togado, que le consiguió un empleo en la Compañía del Ferrocarril. A partir de esa
plataforma fue ascendiendo por méritos propios. Se implicó en la vida intelectual y política de
la capital, y se afilió al Partido Moderado y posteriormente a la Unión Liberal. Participó en la
revolución de 1854 acaudillada por O´Donnell. Durante el gobierno de este llegó a ser ministro
de Gobernación, Ultramar y Hacienda. Al estallar la revolución de 1868 se apartó de la vida
pública, reapareciendo años más tarde. Fue la propia Isabel II quien, ya exiliada, le llamó para
que encabezara la causa alfonsina y preparara la restauración.
Canovas era un hombre con ideas firmemente arraigadas sobre lo que debía ser España.
Estaba influido por dos de las grandes corrientes del conservadurismo europeo: el
doctrinarismo francés y las ideas del británico Edmund Burke. Su biografía política es
inseparable de su labor como periodista y escritor, como orador y conferenciante, como
historiador. Fue un brillante especialista en el periodo de los Austrias. Al hilo de estos estudios
nacieron sus ideas respecto a la grandeza y posterior decadencia de España. De esas
3. balance
Las características de Canovas, moderado y conciliador, pero autoritario en su
concepción del régimen, llevan a concluir que creó un régimen estable y liberal, aunque no
democrático. Resolvió el problema de la gobernabilidad del país, arrastrado todo el s. XIX,
propició una Constitución abierta y de larga duración, pacificó el país tanto del Carlismo (1876)
como de la guerra colonial (1878). Por el contrario, permitió el caciquismo y la desvirtualización
electoral, dotó de excesivo poder al ejecutivo, apoyó el régimen en unos sectores excesivamente
restringidos, careció de verdadero espíritu reformista y de integrar las aspiraciones de las
grandes masas, faltó visión en la política internacional y colonial. Todo ello pasaría factura.
Pero también hubo importantes ventajas, pues se incorporó la nación a la normalidad de
las potencias del entorno, evolucionó como otros países europeos, se sentaron las bases del
Estado liberal, se instrumentalizó el diálogo, el consenso, entre partidos, se relegó,
temporalmente, la solución armada como única vía de resolución de problemas, resolvió el
problema de la gobernabilidad, aprobó grandes leyes que consolidaron el Estado de derecho,
reestructuró la administración y reorganizó la justicia, incorporó el sufragio universal
masculino. España creció, de forma sostenida, desde 1870, se forjó una nueva sociedad civil y
profesional, crecieron las ciudades y los servicios, la cultura se equiparó a Europa. Todo ello en
medio de problemas internos no diferentes de los que tenían los demás países.
La conclusión es que fue una etapa de normalización y de modernización que favoreció
su incorporación al normal desarrollo de los países europeos a fines del s. XIX.
2. Proceso constituyente
En los primeros momentos del régimen cabe destacar que el 31 de diciembre de 1874
se constituyó un Ministerio-Regencia presidido por Canovas. Trató de incluir en él, dentro de su
afán reconciliatorio, a representantes de distintas tendencias políticas a Martínez Campos,
protagonista del pronunciamiento militar, se le nombró capitán general de Cataluña, pero no se
le incorporó al ejecutivo. El gobierno quedará legalmente constituido con la sanción, por Real
Decreto del rey al poco de desembarcar en Barcelona el 9 de Enero de 1875. Comenzaba un
periodo constituyente para definir las estructuras del nuevo régimen.
Primero, afianzar la figura del monarca, convirtiendo al rey en pieza clave del sistema,
en jefe supremo del ejército; después crear un marco constitucional que aunara los principios de
la Carta Legal de 1845 con las libertades recogidas en la Constitución de 1869; restaurar el orden
social y político, elegir, entre los leales, representantes del sistema en todo el país; conceder el
mando del ejército a generales afectos a la causa alfonsina; pacificar la Península y las colonias.
Se desarrolló por fases. Primero se creó una comisión para crear la constitución, basada
en una Asamblea con mayoría moderada, siendo el presidente Alonso Martínez y repartidos
sus miembros entre canovistas, moderados y constitucionales, que delegaron a su vez en nueve
personas. Lo elaboraron siguiendo las ideas políticas de Canovas buscaba el consenso y fijaba
un marco legal lo suficientemente flexible para ser aceptada por todos.
La segunda fase fue la convocatoria de elecciones generales a Cortes Constituyentes, que
aprobaría la Constitución. La fórmula era el sufragio universal, en vigor desde 1870. Canovas
no quiso implicarse en la decisión de mantenerlo, por ser contrario a sus ideas y por poner en
peligro su liderazgo en el partido. Así, dimitió y Jovellar fue nombrado por el rey nuevo jefe de
gobierno. Fueron tres meses en los que se organizó el proceso electoral. El 31 de diciembre de
1875 se convocaban las elecciones, especificando en la convocatoria el carácter excepcional del
sistema. Tras ello Canovas recuperó el poder para realizar las elecciones. “En aras de la mejor
gobernabilidad” se procedió a reconducir los resultados, siendo básico Romero Robledo,
ministro de Gobernación.
Se proporcionó una amplia mayoría al Partido Conservador, una minoría significativa al
partido opositor y una pequeña representación a los disidentes: 333, 40, 6. La abstención alcanzó
5. Realizaciones
Destaca la aprobación, en 1878, de una ley electoral para Cortes que suprimía el sufragio
universal masculino y restringía el derecho al voto, pudiendo votar sólo los mayores de 25 años
que contribuyeran con una renta determinada al Tesoro Público y tuvieran un nivel mínimo de
estudios. Eran 85.000 votantes, de determinadas élites. Responsabilizaba al ayuntamiento de la
elaboración del censo electoral, daba la presidencia de las mesas electorales a los alcaldes, y la
LA DÉCADA DE 1880-1890
La década de 1880-1890 se caracterizó por la alternancia de los partidos en el poder. En
1881 los liberales llegaron al gobierno. Con ello se consolidaba la idea del nuevo régimen de
formar una alternativa de gobierno. Desde aquí se sucederán liberales y conservadores en el
Ejecutivo. Pero en esta década el color será liberal, gracias a la serie de leyes aprobadas por este
partido, consolidando el Estado liberal.
También hay que mencionar que se amplió la base política, pues, a derecha e izquierda
aparecieron otras corrientes políticas, amén de unirse a Sagasta una serie de demócratas y a los
conservadores una buena parte del sector católico que hasta entonces se había mostrado
reticente.
La década ve alcanzar una cierta madurez política al sistema, con el asentamiento de la
monarquía (pese al contratiempo de la temprana muerte de Alfonso XII). El turnismo permitió
alcanzar sus aspiraciones a los liberales, al tiempo que los electores adquirían mayor
protagonismo, junto al ascenso del asociacionismo obrero. Nació un sindicato al calor del
partido socialista, que también se fue consolidando. En el exterior se procedió a una mayor
integración en la realidad europea, así como a dar una mayor atención a los territorios
coloniales.
EL PRIMER GOBIERNO DE SAGASTA
En el primer gobierno de Sagasta estuvieron presentes todas las fuerzas políticas que en
mayo de 1880 habían compuesto el Partido Fusionista: constitucionales (Albareda, Camacho),
centristas (Alonso Martínez) y conservadores disidentes (Martínez Campos). Sagasta impregnó
un ritmo de prudencia y moderación a la política de reformas que pretendía llevar a cabo.
Trabajar despacio y no alarmar eran sus objetivos. Quizá por ello favoreció a la derecha del
partido. Sus primeros actos revivieron prácticas democráticas suprimidas por el gobierno
canovista; se reconoció el derecho de reunión y opinión, se aprobó un Real Decreto sobre la
libertad de prensa y se retomó una política educativa aperturista. Se apuntaba hacia libertades
prácticas y tangibles.
1. La labor legislativa
1.1. Ley de Asociaciones
1.2. Ley de lo Contencioso-Admimistrativo
1.3. Ley del Jurado
1.4. Código Civil
1.5. Ley Electoral, sufragio universal masculino
2. Dificultades para mantener la cohesión en el partido
2.1. Enfrentamiento entre Gamazo y Moret.
2.2. Proteccionismo frente a librecambismo.
1. Labor legislativa
El 1er. gobierno de Sagasta durante la regencia integraba a representantes de las distintas
tendencias que habían conformado a los liberales: Moret, Montero Ríos, Venancio González,
Alonso Martínez, Camacho, Gamazo, Jovellar y Berenger. Cristino Martos presidía el Congreso.
En esa larga legislatura, Sagasta remodeló el gobierno en 3 ocasiones: oct. de 1886, junio y
diciem. de 1888. A lo largo de 5 años, las Cortes de 1886 -las + largas de la Restauración, las úni-
cas que casi agotaron su legislatura-, fueron convirtiendo en realidad el programa liberal.
A pesar del éxito de su programa como partido gobernante, no era fácil mantener unidas
fuerzas tan heterogéneas, y a partir de fines de 1886 comenzaron a aparecer disensiones entre
los liberales. A fines de 1886, Romero Robledo y López Dominguez decidieron formar el
Partido Reformista. La experiencia fue efímera y no consiguió erosionar la dinámica del
bipartidismo. Cristino Martos se alejó de Sagasta por razones personalistas. El general Cassola
dimitió del gobierno por coherencia política, al no verse apoyado en su programa de reformas,
en el que destacaba la reorganización interna del ejército y el establecimiento del servicio militar
obligatorio, en un intento de democratizar y racionalizar este cuerpo.
La extensa duración del gobierno liberal permitió llevar a cabo una imp. labor legislativa,
que consagró las aspiraciones liberales presentes desde la época del Sexenio. Fue entonces
cuando se consolidó en España de forma definitiva el Estado liberal.
Entre las principales leyes aprobadas pueden destacarse la Ley de Asociaciones de junio de
1887, que consagró la libertad de asociación. 2 eran principalmente los tipos de asociaciones a
los que la ley iba a afectar: las asociaciones obreras y las congregaciones religiosas que en el
marco de una interpretación ambigua del concordato estaban asentándose en la Península.
Desde el debate parlamentario sobre la Internacional en 1871, y por el control impuesto en 1874,
las Asociaciones obreras estaban en la clandestinidad. Por 1ª vez iban a ser legalizadas,
apareciendo el PSOE y la UGT en 1888. En cuanto a las congregaciones religiosas, de momento
quedaron fuera del control gubernamental, previsto en la ley, hasta que en el fin de siglo los
liberales apelen a la ley de 1887 para regularizar la situación de las múltiples funciones
religiosas creadas durante la Restauración en contra de las previsiones concordatarias.
La Ley de lo Contencioso-Administrativo de julio de 1888, regulaba el Proceso contencioso,
otorgando la última instancia de los recursos al Tribunal Supremo de Justicia, en vez de al
Consejo de Estado o a la voluntad del rey. La Ley del Jurado aprobada en abril de 1888,
acordaba el juicio por Jurados para determinados delitos.
El Código Civil de 1889 consagraba la defensa del orden social y de la propiedad privada.
Culminaba una red de códigos y leyes encaminados a la conservación del orden social
En el exterior, los años 80 fueron un período marcado por la expansión colonial de las
grandes potencias. En Europa, Bismarck continuó siendo el árbitro de las relaciones
internacionales a través de una sólido sist. de alianzas tejido bajo su hegemonía. Su sist. diplo-
mático se basó en la Doble Alianza de 1879 (Alemania y Austria-Hungría), en la Alianza de los
Tres Emperadores de 1881 (Alemania, Austria-Hungría y Rusia), en la Triple Alianza de 1882
(Alemania, Austria-Hungría e Italia) y en el Tratado Secreto de Reaseguro firmado entre
Alemania y Rusia en 1887.
En España, la política internacional de esos años quedó caracterizada por los liberales, que
reaccionaron contra el recogimiento canovista impulsando una acción exterior + activa y el
librecambio en el intercambio comercial. La orientación de su política internacional siguió
marcada por la hegemonía de Alemania, aunque mejoraron las relaciones con Francia y G.
Bretaña. Fue también una época de intensa negociación de tratados comerciales.
El momento de plenitud en la política exterior de los liberales lo significó el paso de Moret
por el Ministerio de Estado. Mientras que Cánovas mantuvo siempre un férreo control a la hora
de diseñar y ejecutar la política exterior, Sagasta fue mucho menos personalista en este campo y
dejó hacer a sus ministros. La concepción de Moret respecto a lo que debía ser la actuación
española quedó reflejada en la Memoria sobre política internacional dirigida a la regente en 1888.
En ella Moret subrayaba la importancia del desarrollo de una política de prestigio en el exterior.
Moret propuso una acción diplomática más constante y activa que denominó «política de
ejecución». Pero, al tiempo, quedó patente que las demás potencias no estaban dispuestas a
ofrecer a España una garantía del statu quo territorial ni a asegurar las posesiones españolas en
Ultramar.
En julio de 1890 Sagasta dimitió de forma sorpresiva y fue sustituido por Cánovas al frente
del ejecutivo. Las razones de esa crisis de gobierno han sido objeto de distintas interpretaciones
como clima de corrupción y compraventa de favores que se había extendido en el mundo
político de la época. Se basan en datos que se conocieron, años más tarde, a través de una
biografíade la reina regente donde explicaba que ella misma le había contado a Romero
Robledo que se hizo con unos documentos relacionados con la concesión de un ferrocarril en
Cuba. La regente comunicó a Sagasta lo ocurrido y ante eso dimitió.
La alternancia en el poder.
Este inmovilismo fue debido a que la población que adquirió el derecho al voto gracias al
sufragio universal masculino no era la + capacitada para protagonizar una revolución política.
Por el contrario, era un grupo de población poco preparado y escasamente enterado de la vida
pública, y muy vulnerable a la manipulación, lo cual permitió el mantenimiento del sistema.
Uno de los grandes aciertos de la Restauración fue que, cuando el gobierno conservador
llegó nuevamente al poder en 1890, Cánovas y su equipo decidieron respetar las medidas
adoptadas en la etapa liberal anterior. Ello supuso la consolidación de los cimientos que
permitirían la modernización de la nación.
Cánovas inició en los años 90 una nueva política. Defendió que era necesaria la intervención
del Estado para resolver los problemas sociales y económicos planteados en la sociedad de fin
de siglo. Comenzó, por tanto, a proteger los derechos de los trabajadores desde el gobierno,
tratando de regular las condiciones de trabajo existentes y de mejorar sus condiciones de vida.
Adoptó también una nueva orientación económica de carácter proteccionista. En 1891
aprobó un arancel que primaba la producción nacional y suprimía las franquicias de la ley de
1882. Recordemos además que esas medidas se adecuaban a un contexto internacional
En esos primeros años de la década de los 90, tuvo lugar una importante crisis interna en el
Partido Conservador. Francisco Silvela abandonó la formación política al apoyar Cánovas la
reintegración en la misma de Romero Robledo. Silvela y Romero tenían formas opuestas de
concebir la ética y la práctica política, incompatibles en el desempeño de un mismo Ejecutivo.
Defensor Silvela de la legalidad, de la moralidad + estricta, de la reforma del Estado y la
educación del ciudadano como vías para el desarrollo. Partidario Romero de solventar día a día
la práctica política, ajustando las medidas a las necesidades del momento, adecuando los
resultados electorales a los objetivos propuestos, fiel siempre a sus amigos y partidarios, a los
que debía favorecer para mantener sus apoyos. Ambas actitudes no podían adaptarse de
manera simultánea en un mismo gabinete, y por ello, al entrar Romero en el gobierno como
ministro de Ultramar en noviembre de 1891, Silvela abandonó la cartera de Gobernación.
Meses + tarde, tras una discusión parlamentaria con Cánovas, en diciembre de 1892, Silvela
decidió romper con el partido. A corto plazo, este asunto, debilitaría la posición gobernante de
Cánovas, provocando la crisis total y el acceso de Sagasta en diciembre de 1892.
El Partido Liberal volvió al poder en 1892 con la firme voluntad de cohesionar a las distintas
fuerzas que componían esa formación política. Sagasta quiso formar gobiernos de integración,
en los cuales estuvieran representadas diferentes tendencias y personalidades, que de nuevo
manifestaron una decidida intención reformista. En esos años Gamazo ocupó la cartera de
Hacienda, y desde ella inspiró una nueva política econó. y arancelaria encaminada a sanear la
economía y a conseguir una mayor transparencia en la distribución de la riqueza. Maura fue
nombrado ministro de Ultramar e impulsó importantes reformas en las colonias, con objeto de
mejorar su administración. Montero Ríos introdujo cambios en Gracia y Justicia. Moret se hizo
cargo de Fomento y apoyó una serie de reformas sociales. El general López Domínguez se
encargó de la cartera de Guerra y desde ella trató de reorganizar este sector para adecuarlo a las
nuevas necesidades tácticas y defensivas. Los apoyos de los liberales en esta legislatura se
Además durante el año 1893 el gobierno de Sagasta tuvo que afrontar algunos problemas
nuevos y graves: los atentados anarquistas de Barcelona, la movilización prenacionalista en S.
Sebastián y, sobre todo, el conflicto militar de Melilla, con el consiguiente desgaste y
desprestigio internacional. La atención del Gobierno se vio condicionada por estos
acontecimientos, que obligaron a respuestas excepcionales: una 1ª ley de represión del
anarquismo, reclutamientos y envío de refuerzos a Melilla, y negociaciones con el sultán de
Marruecos para obtener las correspondientes compensaciones.
Sin embargo, las reformas que trataron de llevar a cabo los liberales en esta etapa, se
encontraron con una decidida resistencia por parte de las viejas fuerzas de poder. Eso hizo que
las reformas emprendidas no acabaran de cuajar y dejaran un cierto sentimiento de fracaso. El
problema fue que la modernización era necesaria, y que si las tensiones sociales, económicas y
políticas no encontraban el cauce adecuado para expresarse y para conseguir sus aspiraciones,
antes o después acabarían por estallar de una forma + dramática, como de hecho ocurrió.
Además, de alguna forma el fracaso propició también el fin de esa etapa liberal y la aparición
de voces disidentes de distinto signo. Por un lado, Antonio Maura que, tras la desilusión origi-
nada por no poder llevar a cabo su proyecto reformista en Ultramar, inició su acercamiento a
los conservadores. Por otro lado, José Canalejas, apareció en el horizonte como un posible
relevo en el líderazgo y en la orientación del partido.
En 1894 y 1895, las diferencias entre las distintas corrientes liberales, forzadas a una difícil
convivencia y afectadas por los fracasos de su proyecto político, provocaron varias crisis de
gobierno, que finalmente condujeron a la caída del Ejecutivo en marzo de 1895. El motivo que
lo originó era fútil en comparación con los temas de la gran política: un grupo de oficiales del
ejército asaltó la redacción de varios periódicos de Madrid considerando que habían publicado
noticias injuriosas sobre ellos. Martínez Campos trató de forzar que el asunto fuera resuelto por
tribunales militares. Sagasta no quiso aceptar ninguna presión en tal sentido y presentó su
dimisión.
En un clima de profunda división de los católicos en 1883 llegó a España el nuevo nuncio, el
cardenal Rampolla. Su labor fue decisiva para la consolidación de las posturas posibilistas en el
seno del catolicismo español y para la relegación de los círculos intransigentes. Su gestión se
encaminó a subrayar la obediencia debida a los contenidos de la encíclica Cum multa y a
impulsar el respeto a la legalidad vigente. Los integristas trataron de cuestionar la autoridad
del nuncio, destacando por encima de él la superioridad de los obispos fundamentalistas.
Rechazaron también la participación del líder de la Unión Católica, Alejandro Pidal y Mon, en
el gobierno de Cánovas, que había vuelto al poder en 1884.
La presencia de Pidal y Mon en el Gobierno, parece que por expreso deseo del rey, llenaba
uno de los objetivos más deseados por Cánovas: integrar a los católicos en el régimen,
apartándolos del carlismo y del abstencionismo político. Objetivo, por otras razones,
compartido e impulsado por la Santa Sede.
Estas actitudes suponían un desafío a la política conciliadora entablada entre la Santa
Sede y el régimen de Cánovas. Ante tal ofensiva el Vaticano decidió intervenir desacreditando
públicamente en 1885 varias actuaciones de los integristas españoles.
La gestión de Rampolla culminó en 1885 con la adhesión de buena parte de la jerarquía
católica española a la Regencia. Tras varias reuniones con obispos, el nuncio consiguió que en
diciembre de 1885 se elaborara una declaración en la que se reconocía la conveniencia de un
cierto pluralismo político, se establecía una limitada libertad de opinión y se subrayaba la
autoridad del nuncio sobre los obispos, en tanto que representante del pontífice. A cambio de
este apoyo explícito al régimen, los liberales entonces en el poder ofrecieron a la Iglesia un pacto
basado en el respeto y la colaboración recíprocos, y mostraron su disposición a negociar con la
jerarquía posibilista las cuestiones que todavía los separaban.
2. Temas de confrontación
Ese enfrentamiento se articulaba en torno a una serie de cuestiones. En 1er. lugar,
respecto a la enseñanza. Desde el principio de la Restauración se hizo patente la dificultad de
aprobar una Ley de Instrucción Pública. Se presentó por 1ª vez en el Congreso en diciembre de
1876, fue objeto de numerosos debates e intervenciones de la jerarquía eclesiástica, que consi-
guió paralizar el proyecto hasta 1884. Los temas en confrontación se referían al control de la
instrucción primaria y secundaria por parte del Estado en detrimetro de las órdenes religiosas,
al contenido de los planes de estudio, y a la ortodoxia doctrinal de la educación, que desde la
4 División:
Las organizaciones republicanas eran interclasistas por principio y su implantación se dio sobre
todo en núcleos urbanos. Jugaron un importante papel en su fomento los círculos culturales
(casinos, ateneos, etc.) y la prensa (El Globo, El País, La Publicidad, etc.). Defendieron la injerencia
del Estado para mejorar el nivel de vida del grueso la población, resolver los conflictos sociales,
etc., y la integridad moral en la vida y en la política, el progreso, la justicia social, la democracia,
etc. Sin embargo, su mayor debilidad estribaba en su atomización, ya que generalmente cada
líder tenía su propia facción y marcaba ideología:
4.1 Los progresistas de Ruiz Zorrilla
Eran partidarios de las acciones de fuerza para acceder al poder, entre ellas el golpe militar.
4.2 Los federales de Pi y Margall
De carácter popular. Defendían una organización federal para el Estado.
4.3 Los centralistas de Salmerón
Destacaban entre sus militantes importantes intelectuales y miembros de la Institución Libre de
Enseñanza.
4.4 Los posibilistas de Castelar
Era la tendencia más elitista. Su base la formaba miembros de la burguesía media-alta. A
comienzos de los 90 se incorporan al partido liberal, tras la aprobación del sufragio universal, en
aras del mantenimiento del orden social.
5 Unión:
En 1893 los republicanos, unidos para las elecciones, consiguieron 43 diputados. A partir de
entonces, los partidos turnistas los consideraron como una seria alternativa a tener en cuenta y
dejaron de ser perseguidos. Pese al triunfo electoral, los republicanos perdieron en reputación,
ya que adoptaron algunos vicios del adversario, dándose casos de corruptelas, escándalos, etc.
B) Los carlistas
A partir de 1888, acogiéndose a la Ley de Asociaciones, los carlistas tratan de incorporarse
al sistema. Don Carlos y el marqués de Cerralbo crean una nueva estructura de partido basada
C) Organizaciones obreras
1. Anarquistas: La Federación Regional Española de la Internacional
1.1 Objetivos revolucionarios.
1.2 No tuvo incidencia social en lo primeros años de la Restauración.
1.3 Durante los noventa, actuaciones terroristas. Represión.
1.4 Se aprueba la primera Ley Antiterrorista en 1894
1.5 1897, asesinato de Cánovas por un anarquista italiano.
2. Movimiento socialista
Fundación del Partido Socialista Obrero Español y de la UGT.
2.1 Pablo Iglesias,secretario de la comisión ejecutiva del partido.
2.2 Objetivos y estrategia
2.3 En 1910, Pablo Iglesias consigue el acta de Diputado
1.1 Objetivos
Los objetivos de los anarquistas fueron siempre revolucionarios, tendentes a la
preparación de un levantamiento popular (revolución social) y la convocatoria de la huelga
general, aunque la situación de clandestinidad decantó a los anarquistas a actuar en círculos
selectos, secretos, de radicalismo antisindical y nihilista adoptado por los dirigentes de la
Comisión Federal, cada vez más distanciados de las tendencias sindicalistas de las bases
(partidarias de la consecución de mejoras en el día a día) y partidarios de las tesis últimas del
círculo bakunista de la AIT, renuente a cualquier contacto con las instituciones.
1.1 Incidencia social en los primeros años de la Restauración
Paulatinamente se fue imponiendo la propaganda por el hecho (atentados, sabotajes,
etc.) ante la debilidad organizativa impuesta por la situación de clandestinidad. En 1881,
gracias a la relajación de las medidas gubernamentales y a la progresiva influencia del sector
anarcosindicalista, se recompone el movimiento y se crea en septiembre la Federación de
Trabajadores de la Región Española (FTRE), en la línea del bakunismo clásico, llegando a alcanzar en
1882 unos 60000 afiliados. La crisis ideológica60 y organizativa en que se sumió el movimiento
libertario en dichos años, unido a la situación de clandestinidad y represión, le restó apoyos e
incidencia social, de manera que sólo en Andalucía y Cataluña el movimiento siguió siendo
fuerte, aunque en 1888 no existía ya una organización unitaria que los englobase al decaer la
FTRE.
1.2 Terrorismo y represión
Aunque el anarquismo ibérico era en esencia pacifista y de carácter individualista,
defendiendo valores culturales (el naturismo, el esperantismo, la educación integral, la
búsqueda de una sociedad nueva, solidaria e igualitaria, internacionalismo, etc.), la
clandestinidad llevó a una parte de las élites más ideologizadas, herederas directas de las tesis
aliancistas61 (bakunistas), a propugnar la violencia directa. Además, durante los noventa se vieron
arrastrados al clima de violencia generalizado en toda Europa, de modo que se defendió
abiertamente la revolución social y la confrontación de clase, con lo que de manera espontánea
y a título individual se produjeron una serie de atentados contra empresarios y grandes
funcionarios, a veces a tribuidos a supuestas organizaciones secretas como La Mano Negra62, que
actuaría en el campo andaluz en los 80. La represión subsiguiente, que fue brutal, afectó a todos
los grupos libertarios, incluso a los círculos culturales y pacifistas.
1.3 La Ley Antiterrorista de 1894
La depauperación de la clase trabajadora iba en aumento, por lo que el clima social
estaba cada vez más enrarecido, produciéndose espontáneos estallidos de violencia popular,
60 Existían diversas tendencias en franco enfrentamiento a veces pero que no se excluían mutuamente. Groso
modo, destacan 4: las élites intelectuales partidarias de una especie de sociedades secretas que por medio de la
violencia destruyeran el Estado; los anarco-colectivistas, partidarios de retribuir a cada cual según su trabajo y
abolir la herencia; los anarco-comunistas, partidarios de retribuir a cada cual según sus necesidades; y los anarco-
sindicalistas, partidarios de la huelga general revolucionaria y de batallar el día a día para conseguir mejoras.
61 Bakunin había fundado con anterioridad a su ingreso en la AIT la clandestina Alianza de la Democracia
Socialista, cuyos postulados constituyeron para muchos anarquistas una especie de programa libertario.
62 Los historiadores no se ponen de acuerdo en su existencia real.
2 Movimiento socialista
Fundación del Partido Socialista Obrero Español y de la UGT.
2.1 Pablo Iglesias,secretario de la comisión ejecutiva del partido.
2.2 Objetivos y estrategia
2.3 En 1910, Pablo Iglesias consigue el acta de Diputado
2.1 Fundación del PSOE y de la UGT
D) Los nacionalismos
1.De la conciencia regionalista a la nacionalista.
1.1 Rechazo a la tendencia uniformadora y centralista del estado liberal
(Código Civil, política comercial).
2. Orígenes del catalanismo
2.1. Desde los años setenta aumentan las publicaciones regionalistas
2. 2 Celebración del Primer Congreso Catalanista,1880
2.3 Presentación al rey del Memorial de Greuges 1885,
2.4 Fundación de la Lliga de Catalunya por Prat de la Riba y Lluis Domenech i Montaner,
1887
2.5 La Unió Catalanista y las Bases per la Constitució Regional Catalana,
2.6 Creación de la Lliga Regionalista de Catalunya en 1901
Principios doctrinales
3. El nacionalismo vasco
3.1 Movimiento en defensa de los derechos históricos ante la supresión de los fueros vascos
en 1876
3.2 Los Conciertos Económicos
3.3 Sabino Arana y el nacionalismo vasco
3.3.1 Principios doctrinales
3.3.2 En 1893, funda el periódico Bizkaitarra
3 El nacionalismo vasco
3.1 La supresión de los fueros vascos en 1876.
En 1876 se suprimieron los fueros vascos, aunque se dotó a las provincias forales de
cierta autonomía financiera merced a los Conciertos Económicos (1878), que consagraban la
función fiscal de las diputaciones forales. Dicha supresión provocó un movimiento en defensa
de los derechos históricos que conllevó la afirmación del euskara y las particularidades
regionales.
63 En especial el suscrito con Gran Bretaña, que dañaba los intereses de los empresarios textiles catalanes.
4 Galicia
Desde los 80 aparecen publicaciones de afirmación del pueblo gallego y la necesidad de
su desarrollo, desde distintas perspectivas: Alfredo Brañas, conservadora; Manuel Murguía,
liberal; Aurelio Pereira, federal. Como respuesta al clima creado, aparecieron los primeros
proyectos políticos, como la aprobación, en 1887, del Proyecto de Constitución para el Estado
Galaico por la Asamblea Federal de la Región Gallega o la creación de la Asociación Regionalista
Gallega, presidida por Murguía, que se escindiría en la Liga Galega de La Coruña (liberal) y la Liga
Galega de Santiago (conservadora). Hasta la segunda década del siglo XX no surgirá una
formación verdaderamente nacionalista, Irmandades da Fala.
5 Valencia
De carácter más tardío, el nacionalismo valenciano se afirmó a través de los escritos de
autores como Faustino Barberá (De regionalisme i valentinicultura) o Blasco Ibáñez, donde se
resaltaban las especificidades de su cultura, lengua o tradiciones o reivindicaban las viejas
instituciones del Reino de Valencia. Pero este incipiente nacionalismo se debatía aún entre los
que reclamaban un mayor peso en la política nacional, la integración en los paissos catalans o la
afirmación de Valencia como nación diferenciada y autónoma.
BIBLIOGRAFÍA:
• Avilés Farré, J., et al. Historia política 1875-1939. Colección Historia de España, Tomo
XVII (Istmo, 2002)
• Paniagua, J. Anarquistas y socialistas. Colección Biblioteca de Historia (Historia 16,
1999)
Desde 1895 la vida política de España estuvo condicionada por la marcha de la guerra en las
colonias y por el enfrentamiento con los EEUU.
En marzo de 1895 comenzó el último gobierno de Canovas, que duraría hasta su muerte en
agosto de 1897.
Tras un breve paréntesis presidido por Azcárraga, Sagasta volvería el poder en octubre de 1897;
manteniéndose en él hasta el final del conflicto hispano-norteamericano.
La principal preocupación del gobierno español durante esta etapa (tanto del conservador como
del liberal) fue el poder hacer frente a los requerimientos de la guerra, de unirse en un esfuerzo
común para lograrlo.
Pero en 1898, España perdió los últimos restos de su imperio colonial en el Caribe y en el
Pacífico. Todo ello a consecuencia de un enfrentamiento bélico con los EEUU, enfrentamiento
que el gobierno español no quiso evitar por temor a que se produjese un golpe militar contra el
régimen si se cedía a las pretensiones norteamericanas.
El fin de siglo estuvo marcado por una gran sensación de crisis en el ámbito nacional.
A pesar de los esfuerzos del gobierno para mantenerse todos unidos ante los hechos, la
sociedad se dividió en dos grandes grupos: entre aquellos que apoyaban la guerra y los que
optaban por una solución pacífica.
Entre los que apoyaban la guerra estaban los:
-Partidos dinásticos: para ellos el conflicto era un mal menor, un desenlace rápido y honroso a
un problema que realmente no tenía otra solución.
Por otra parte, quienes no apoyaban el conflicto desando una solución pacífica ante los hechos
estaban:
-Federalistas: liderados por Pi y Margall.Apoyaban la autonomía de las colonias. Conforme se
fue radicalizando el conflicto se inclinaron a favor de una independencia de éstas. Pecaron de
ingenuos con la posición norteamericana, ya que no creían en las intenciones imperialistas de
los norteamericanos.
-Socialistas: partieron su postura con un rechazo general a la guerra en sí, condenaban el
régimen colonial y terminaron por centrarse en el descontento popular ante el conflicto.
Desarrollaron campañas contra la injusticia social del servicio militar (sistema de redención que
exime a determinadas clases sociales por el pago de una tasa). Esta campaña fue un éxito de
movilización y rentabilidad política y la implantación del partido creció a partir del 98. El
Partido Socialista fue el único partido que trató, por su propaganda y por sus campañas
públicas, de organizar una protesta popular contra la guerra.
64
Ocurrieron acciones aisladas de este tipo en el año 1900: un asalto a un cuartel de la Guardia Civil en Badalona,
episodios menores en Cataluña y Valencia.Pero todos ellos carecían de significación alguna.
Exceptuando a los federales, los demás grupos políticos adoptaron una postura contradictoria:
apoyaban las ideas autonomistas y las reformas en las colonias pero también adoptaron una
postura patriótica frente a la guerra, exaltando la necesidad de la victoria, pensando que la
derrota se volvería contra el régimen y lo haría caer.
Los grupos con intereses 65en las islas vivieron el conflicto con seria preocupación, algo lógico
porque estaban en juego sus ganancias económicas.
Los empresarios españoles 66interesados en el gobierno colonial, sin tierras y sin inversiones
directas en las islas, apoyaban una salida rápida del conflicto para que no siguiese perjudicando
sus intereses comerciales en la zona.
Los movimientos regionalistas y nacionalistas se vieron favorecidos por la guerra, sobre todo
después del desastre:
Las Ligas agrarias en Galicia se desarrollaron fruto del malestar popular, sobre todo rural,
durante la guerra.
En el País Vasco el nacionalismo rechazó cualquier proyecto colonial incluso aquellos que se
realizasen con capital vasco.
En Cataluña, numerosos sectores con intereses en ultramar apoyaban al gobierno de Madrid en
la guerra. Una vez perdidas las colonias, retiraron este apoyo que otorgaron a un partido
emergente: la Lliga.
65
Comerciantes, hacendados, inversores, militares y funcionarios destinados a las islas, órdenes religiosas de
Filipinas...
66
Textiles catalanes, los cerealistas castellanos y la siderurgia vasca.
1. Contexto internacional:
1.1 Imperialismo y expansión colonial
1.2 Fin de la hegemonía europea
1.3 Emergen Estados Unidos y Japón
2 Relevancia de los asuntos económicos y comerciales
3. Postura de los gobiernos conservadores y liberales. Mantener y defender
3. Actuaciones
4. Debates en torno a la autonomía de las colonias
Al ponerse en cuestión el futuro de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y las islas españolas de la
Micronesia, se abrió un debate internacional sobre el provenir de estas colonias.
Las potencias del momento ven una buena oportunidad para intentar sacar provecho de la
situación, entrando en juego el factor del Imperialismo.
Para ser una auténtica potencia era necesario el poseer colonias. Es por ello que países como
EEUU se inmiscuya el la política de otros países con el objetivo de sacar beneficios de ellos.
En el ámbito internacional asistimos a un cambio en el orden mundial. Europa deja de ser el
centro de la acción internacional, surgiendo nuevas potencias como EEUU y Japón.
La Guerra Hispano-Norteamericana conllevó importantes implicaciones económicas y
comerciales. La política arancelaria de España sobre sus colonias sólo beneficiaba a los
españoles, yendo en contra de los intereses de las colonias y de las demás potencias.
Es algo lógico que ningún país optase por ayudar a mantener esta situación en las islas
españolas durante más tiempo.
Ni el gobierno de Cánovas ni el de Sagasta se plantearon ceder las colonias. Era el deber de los
gobiernos de la Regencia el preservar todos los territorios del rey niño, aparte de que la cesión o
el autogobierno de las colonias podría poner en peligro el régimen de la Restauración y a la
propia monarquía.
En 1895 Cánovas buscó ayuda en Gran Bretaña.La respuesta que obtuvo de Salisbury 67fue que
les ayudarían siempre y cuando España otorgase la autonomía a Cuba.
En 1896,Cánovas volvió a solicitar ayuda a las potencias europeas con el propósito de obtener el
apoyo necesario para hacer frente a los EEUU.EEUU declaró inamistosa cualquier alianza con
España, quedando de nuevo la petición de ayuda en el aire.
En 1898,Sagasta vuelve a solicitar ayuda. La regente, Mª Cristina de Habsburgo, también había
solicitado apoyo a varios monarcas europeos, para que intercediesen ante los gobiernos de sus
países.
67
Preocupado en conseguir el apoyo norteamericano para frenar la expansión colonial rusa.
En 1895 estalló la guerra en Cuba. Tras más de 15 años de dominio español, el 24 de febrero de
ese mismo año se produjo el llamado “Grito de Baire”, última etapa de la lucha contra España.
Todo ese tiempo se había estado conspirando contra la metrópoli, al amparo de las asociaciones
entonces permitidas y algunos grupos se mostraban dispuestos a intentar de nuevo la
insurrección68. Los autonomistas (Unión Constitucional) eran partidarios de las reformas pero
seguían demandando más reformas y mayor igualdad jurídica y legal con la península. Un
hecho clave fue la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PCR) de carácter democrático,
antillano (incluía la emancipación de Puerto Rico) e interracial. Mientras se esperaba el
momento propicio para la insurrección, se acopiaban hombres y armas, conseguidas por
donaciones (EE.UU.).
La rebelión estaba capitaneada por Máximo Gómez y apoyada por José Martí.
Éste da la orden desde Nueva York para que empiece la insurrección. La reacción política en la
metrópoli se produce en forma de cambio de gobierno: Sagasta facilitó la alternativa al
Gobierno de Cánovas, cuya principal tarea será la organización financiera y militar de la guerra
cubana.
Pero la insurrección se extiende por toda la isla, amenazando incluso a La Habana, sede del
capitán general, el cual aconseja a Cánovas a adoptar una política más dura e intransigente e
incluso a que se nombrara como su sustituto al general Weyler; quien es nombrado capitán
general, llegando a la isla en febrero de 1896 dispuesto a ganar la guerra a cualquier precio.
68
Conviene recordar que ya se había producido otra insurreción en octubre de 1698: el grito de Yara.
4. La presión norteamericana
La guerra fue larga y dura. El gobierno llegó a enviar 300000 hombres a la isla, registrándose
numerosas bajas por enfermedad.
La vida política en la península estaba condicionada por la guerra: la preocupación básica del
Gobierno era allegar fondos suficientes para financiarla y lograr el consenso político para la
defensa de los objetivos nacionales. En un principio Cánovas contará con el apoyo de Sagasta
para la aprobación urgente de los presupuestos de 1895 (con mayoría liberal en la Cámara), así
se evitaba la manifestación de discrepancias y se centraban en la guerra. Incluso se aplazó la
celebración de elecciones generales. Con las nuevas Cortes de mayoría conservadora, aparecen
las primeras discrepancias sobre la gestión de la guerra. Cánovas aprobó por decreto medidas
descentralizadoras, mientras los liberales eran partidarios de la autonomía.
El enfrentamiento no tenía vistas de una solución fácil, debido en parte a que el apoyo con el
que contaban los rebeldes era demasiado grande.
Ningún político español quería perder la isla. Todos eran conscientes de la gran riqueza de ésta,
amén de que su pérdida sería un gran deshonor que traería graves consecuencias para la
estabilidad del régimen.
Los españoles eran superiores en número y en equipamiento, dominaban las ciudades y las vías
de comunicación. Pero tenían que hacer frente al espíritu de la independencia, al clima y al
terreno el cual se volvía dificultoso en el interior de la isla; área dominada por los rebeldes
cubanos.
A pesar de los refuerzos con los que contaba Weyler, los rebeldes cubanos fueron aumentando
sus efectivos y sus fuerzas. Controlaban la selva y actuaban por sorpresa sobre las tropas
españolas.
Recibían ayuda del exterior, sobre todo de EEUU quien les proporcionaba armas, municiones y
voluntarios. España temía la participación de los EEUU en la guerra por lo que los diplomáticos
españoles trabajaban para retrasarla lo más posible; pero el fin de la presidencia de Cleveland
(partidario de la soberanía española sobre la isla, aunque con concesiones), provoca un gran
cambio: el nuevo presidente McKinley inicia una etapa más abiertamente intervencionista.
Viendo que el conflicto no tenía vistos de acabar de forma rápida y que estaba perjudicando a
sus intereses, EEUU fue aumentando sus intervenciones en la isla.
En la primavera de 1897,el Parlamento español toma una firme decisión: Cánovas se muestra a
favor de continuar con la guerra y tras la victoria, otorgaría a la isla una serie de reformas.
Sagasta sigue abogando por negociar con los rebeldes una autonomía de la isla. La presión
69
Amplia franja de terreno desbrozado, de norte a sur de la isla, vigilada desde torres de observación, cuyos
centinelas comunicaban por heliógrafo a las tropas los movimientos que observaban en la zona despejada
La decisión final la tomó la reina regente, MªCristina, quien-a pesar de sentir mayor simpatía
por Sagasta- se inclina hacia la postura de Cánovas.Alega que era la postura más prudente y la
que mayor seguridad ofrecía para mantener la integridad territorial de España.
Cánovas dio órdenes a Weyler para que intensificase los esfuerzos bélicos. Weyler tenía de
plazo para acabar con el conflicto hasta finales de año. Si a partir de esa fecha la vía militar no
hubiese servido de nada, habría que buscar otra solución.
En agosto de ese mismo año, Cánovas es asesinado en el balneario de Sta.Águeda; lugar al que
se había trasladado para descansar.
Para muchos autores70, detrás del asesinato de Cánovas se hallaban grupos con intereses
cubanos, teoría que a día de hoy no ha podido ser confirmada.
La muerte de Cánovas coincidió con la intensificación de la presión norteamericana en Cuba,
complicando aún más la guerra entre cubanos y españoles.
Tras el asesinato de Cánovas, Sagasta llega al poder y con él llega también la política
autonomista que los liberales llevaban tiempo proponiendo.
Weyler fue sustituido por el general Blanco quien se inclina hacia una línea de acción más
conciliadora. Se abandonan los planes militares y la política llevada en los últimos años. La
política de los liberales era reducir las acciones militares y pasar a la acción política.
En noviembre de 1898 el gobierno español aprobó una ley en la que se concedía la autonomía a
Cuba.71
70
Ferrara, Espadas, Julian Campanys.
71
Y por extensión, también a Puerto Rico.
En 1898,EEUU decide intervenir en el conflicto entre Cuba y España; declarando la guerra a ésta
última.
El enfrentamiento hispano-norteamericano no afectó solamente a Cuba, sino que puso en
cuestión el futuro de todas las posesiones españolas en el área del Caribe y en el Pacífico.
EEUU tenía diversos motivos para embarcarse en este conflicto:
Motivos políticos: a finales del s. XIX, EEUU era un país muy rico y poderoso. Poseía un alto
grado de desarrollo en el campo de la agricultura, la industria, el comercio y las
infraestructuras.
Su sistema político estaba totalmente consolidado por lo que aparecen grupos72 que exigen una
política exterior más activa, la cual permitiese a los EEUU desempeñar el papel de gran
potencia en el ámbito internacional.
Desde que comenzó la insurrección en la isla, la población norteamericana se posicionó del lado
cubano. Creían legítima la lucha de los cubanos y sus reivindicaciones a un derecho a ejercer su
propia soberanía. Por otro lado, pensaban que España gobernaba Cuba de manera autoritaria e
intolerable, cometiendo abusos sobre la población.
Motivos económicos: la mayor parte del sector dedicado a los negocios era reacio a entrar en
guerra. Pensaban que esta decisión sería negativa para la marcha de la economía
norteamericana. Tan sólo un pequeño sector económico que tenían propiedades en Cuba, junto
a comerciantes y navieros que operaban en la isla, eran partidarios de entrar en el conflicto por
razones obvias.
La guerra de Cuba terminó por afectar a toda la comunidad de negocios. Los rumores sobre una
inminente intervención hacían oscilar el mercado, obstaculizando la marcha de la economía
norteamericana. Por ello, lo que más deseaba el mundo económico era que se resolviese el
72
Compuestos por: políticos republicanos, estrategas, militares, oficiales de la marina, comerciantes de mercados
exteriores, empresas navieras, compañías que querían tender cables telegráficos, misioneros y sociedades
humanitarias.
Motivos políticos: el Congreso apoyaba a una Cuba totalmente libre. Pero tuvo que llegar a la
presidencia del país McKinley73 para que eso se llevase a cabo.
En un principio, McKinley inclinó su política hacia los problemas de orden interno, el desarrollo
económico y las tarifas aduaneras. Por eso, trató de negociar en un principio con España para
que ésta acabara con la insurrección en Cuba y cambiase su política en la isla.
Posteriormente, McKinley modificó sus objetivos e intentó conseguir el control sobre el
archipiélago por medios pacíficos. Su postura se fue radicalizando a lo largo de 1897,al ir
aumentando el grupo de quienes señalaban que España estaba perdiendo el control de la
situación en Cuba, que los cubanos más revolucionarios se podrían hacer con el control de la
isla y que las pérdidas económicas iban aumentando.
Poco a poco se fue extendiendo por los EEUU el clamor a favor de una intervención en Cuba.
Motivos estratégicos: McKinley era plenamente consciente de que Cuba era fundamental para la
seguridad y defensa de los EEUU.Pero también era importante para la estrategia que pretendía
desarrollar en la zona del Caribe (sobre todo ante la inminente apertura del canal interoceánico)
También quería frenar a toda costa el descalabro económico que estaba suponiendo la
insurrección cubana para las inversiones norteamericanas. Por otro lado, consideraba que la
intervención en Cuba podía hacerle ganar puntos de cara a unas próximas elecciones.
Al mismo tiempo, las grandes potencias europeas parecían a punto de iniciar la distribución
definitiva del Extremo Oriente.Los EEUU podían quedar fuera de este reparto sino actuaban de
forma rápida. Así, que junto a la intervención en Cuba, surge la idea de intervenir también en la
zona de Oriente; planteándose una solución conjunta a ambas cuestiones: si se declaraba la
guerra a España y EEUU intervenía al mismo tiempo en sus colonias occidentales y orientales,
podrían terminar con la insurrección en Cuba y de paso anexionarse algunas de las islas
españolas del Pacífico que se convertirían en bases militares desde las que poder controlar sus
intereses en Asia.
Así, en 1898 –convencido de que los españoles no iban a solucionar el conflicto de forma
pacífica y temeroso del avance de los rebeldes cubanos-McKinley decide intervenir en Cuba
para hacerse con el control de la isla.
73
Llegó al poder en 1896.Cleveland ,su antecesor, no sólo se negaba a participar en el conflicto sino que animó al
gobierno español a conceder la autonomía a Cuba con tal de ver la isla en paz. Temía que el conflicto hispano-
cubano terminase por salpicar seriamente a los intereses norteamericanos.
Para colmo ese mismo mes se detectó y publicó en varios periódicos estadounidenses, una carta
privada del ministro español en Washington (Dupy de Lôme) quien criticaba abiertamente al
presidente McKinley.Este hecho originó un gran escándalo, caldeando aún más el ambiente ya
de por sí tocado tras la explosión del Maine.
Par echar más leña al fuego, la prensa norteamericana no cesaba de publicar artículos
incendiarios contra el gobierno español y de las supuestas atrocidades que cometía en la isla.
El Congreso y el Senado se inclinaron definitivamente a favor de una intervención en Cuba,
petición a la que se agregó el pueblo74.
En marzo de ese mismo año(1898) comenzaron los preparativos para la intervención
norteamericana. El gobierno estadounidense envió una serie de notas al gobierno español en las
que solicitaban un armisticio, pero con una serie de condiciones75 imposibles de cumplir por el
gobierno de Sagasta.
El 21 de abril de 1898,los EEUU declaraban formalmente la guerra a España. Exponían para ello
razones humanitarias, a favor de la defensa de la vida e intereses de los norteamericanos
instalados en la isla.
España solicitó la ayuda de otros países en el conflicto en tres momentos concretos: para frenar
la intervención norteamericana en Cuba, para evitar la guerra con los EEUU y para minimizar
las consecuencias del enfrentamiento.
Como no conseguían llegar a un acuerdo con los norteamericanos, España solicitó la
intervención de las demás potencias.
74
Muy influenciado por las noticias que les llegaban desde Cuba y que mostraban la guerra como un genocidio.
75
La última de ellas fue la intención de que España negociase con los EEUU la independencia de Cuba.
Para no dejar a España sin respuesta, le proponen que solicite la ayuda a la Santa
Sede.Consideran que la figura del Papa era una fuerza que ambos contendientes respetarían, a
la vez que no comprometía políticamente a nadie.
Las peticiones de ayuda de España apenas tuvieron efecto en el ámbito internacional. La
política exterior española de los últimos años había dejado al país totalmente ajeno a los
acuerdos continentales. A nadie le interesaba ayudar a un país que poco tenía que ofrecer a
cambio, un país que no se había preocupado de participar en los asuntos de los demás países,
que había permanecido aislado en sus territorios. País por el que nadie estaba dispuesto a
enfrentarse a los cada vez más poderosos EEUU.
España quedaba sola frente a su propio destino
Para entender mejor la postura de las potencias europeas, habría que hacer un pequeño repaso
para ver cómo era la situación política y los intereses de cada una de ellas:
Gran Bretaña permanecía aislada. Busca el apoyo de los EEUU para seguir
manteniendo esta situación.
76
Sagasta había iniciado una negociación secreta con Bismarck, paralela a la Paz de París, en la que España
vendería a Alemania las islas Carolinas, las Marianas y Palaos a cambio de 25 millones de pesetas. Gran Bretaña
apoyó a Alemania cuando EEUU intentó pasar por alto el pacto alemán con España.
El porque del apoyo británico a los alemanes es debido a que Gran Bretaña intentaba que se realizase un equilibrio
en el Pacífico y con ello alejaba a Alemania de las áreas de interés prioritarias para los británicos. Inglaterra podía
seguir manteniendo con ello su hegemonía en este ámbito.
A partir de 1898 surgen muchas de las corrientes que conformarían la España del s. XX.
Surgen corporaciones como las Cámaras Agrarias y Cámaras de Comercio, quienes buscan una
modernización económica y social del país. Querían transformar a éste, pero no lo consiguen
77
Lo cierto es que esta visión catastrofista no se correspondía totalmente con la realidad. La crisis militar y colonial
que estaba viviendo España no era tan diferente a las sufridas por otros países europeos en la misma época. Las
repercusiones que originó esta crisis fueron limitadas y la nación en general no estaba tan atrasada como decían.
Los resultados de la contienda no provocaron grandes cambios en el mapa político español, ni supusieron una
amenaza para el régimen. El sistema político de la Restauración no sufrió ningún cambio, manteniéndose todo lo
anterior a 1898: la Constitución, el titular de la Corona, la composición de las Cortes, los mismos partidos e incluso
los mismos mecanismos políticos que tanto habían criticado.
1. Composición de su Gobierno
2. Objetivos
3. Dificultades para llevar a la práctica los objetivos propuestos
4. Acción de gobierno
4.1 Oposición de la Liga Nacional de Productores
4.2 Huelga de contribuyentes. Manifestaciones violentas en Barcelona.
4.3 Declaración del estado de guerra
5. Octubre de 1900, dimite Silvela
1. Composición de su Gobierno
4. Acción de gobierno
Para tratar de acallar las protestas, en septiembre de 1899 se aprobó un Real decreto que
adoptaba medidas represivas contra toda agresión al orden y a la unidad de la patria.
La vinculación de Polavieja(ministro de la Guerra) al catalanismo, junto a la imposibilidad de
llevar a cabo los proyectos de reforma militar que se le había asignado debido a la falta de
presupuesto económico, provocan su dimisión.
Durán y Bas se queda sin el apoyo de Polavieja en las causas regionalistas, por lo que poco
puede hacer a favor del clamor catalanista.
La negativa de los contribuyentes catalanes a pagar nuevos tributos, le colocan en una situación
insostenible; presentando su dimisión en octubre de 1899.
Silvela había perdido a dos importantes bazas para su gobierno.
La principal oposición a Silvela provenía de las Cámaras Agrarias, agrupadas en la Liga
Nacional de Productores (dirigida por Joaquín Costa) y las Cámaras Mercantiles (lideradas por
Basilio Paraíso)
Ambos grupos se integraron en 1900 en la Unión Nacional, codirigida por Costa, Paraíso y
Santiago Alba.
Este grupo se opuso a las medidas de Silvela.Entre abril y junio de 1900 organizó una huelga de
contribuyentes en la que se incitaba al impago de los impuestos. Las manifestaciones fueron
muy violentas en Barcelona, donde se mezclaron las causas económicas con las nacionalistas. Se
llegó a declarar el estado de guerra en la Ciudad Condal.
Aunque la huelga fracasó y se disolvió la Unión, el gobierno de Silvela había sido muy dañado.
El Partido Conservador dejó el poder por la división que causó en su seno el nombramiento del
general Weyler como capitán general de Madrid.
En octubre de 1900,Silvela presentaba su dimisión.
Tras el breve gobierno de Azcárraga,78en marzo de 1901 comienza el último gobierno de Sagasta
y también el último para la Regencia.
Junto a los consagrados liberales de este nuevo gobierno, destaca la figura de un personaje: José
Canalejas, quien trae aires frescos dentro del seno liberal.
El gobierno de Sagasta fue un gobierno de gran inquietud social, con numerosas huelgas y
disturbios en toda España que culminaron en la huelga general de febrero de 1902.
En el ámbito político, ganan importancia los catalanistas (reforzados tras la reacción de Lliga
Regionalista, en abril de 1901), los socialistas, la Unión General de Trabajadores y los
anarquistas.
Para reprimir los motines se enviaba a la Guardia Civil o a la policía, lo que incrementaban aún
más la tensión.
La entrada en el gobierno (marzo de 1902)de Canalejas, orientó a aquel a intervenir en los
asuntos sociales.
Se proponen nuevas leyes para regular las asociaciones, para arbitrar huelgas y para
transformar el impuesto de consumos y aduanas con vista al abaratamiento de los productos de
subsistencia.
El objetivo principal era alcanzar la paz social.
Pero este propósito queda aparcado en el momento en el que Alfonso XIII cumple su mayoría
de edad. El 17 de mayo de 1902,Alfonso XIII cumple 16 años. Puesto que había sido proclamado
rey el mismo día de su nacimiento, juró la Constitución y asumió la plenitud de sus funciones
en esos días.
Comenzaba una nueva etapa política para España.
78
Su gobierno fue una especie de puente entre el gobierno saliente (el conservador de Silvela) y el posterior de
Sagasta.
Azcárraga asumió el poder para evitar la entrada de los liberales(recodar que existía la rotación de partidos en el
poder) en el gobierno, ya que éstos se oponían a la boda de la princesa de Asturias con D.Carlos de Borbón-Nápoles
(hijo del conde de Caserta quien había apoyado al aspirante Carlos III), debido a las resonancias carlistas que tenía
el novio.
Tras la boda( que generó el rechazo unánime de todas las fuerzas progresistas por lo que para evitar incidentes se
llegó a declarar el día del enlace el estado de guerra en Madrid), Azcárraga dimitió de su puesto.
79
Tras el 98 y hasta la llegada de Alfonso XIII al trono.
El 17 de mayo de 1902 Alfonso XIII con 16 años jura la Constitución y asume plenos poderes.
A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, el sistema político de la
Restauración implantado en 1876 permaneció en lo esencial inalterable.
El sistema canovista había funcionado bien gracias al pacto para alternarse
pacíficamente en el gobierno de los dos grandes partidos dinásticos, el liberal y el conservador,
cuyos factores de cohesión eran la dependencia clientelar y las relaciones privadas de amistad y
familia. Esta alternancia era pactada previamente al resultado electoral atribuyéndose un
determinado cupo electoral, es decir, negociaban el encasillado.80 El Ejecutivo, enviando por
telégrafo circulares a los gobernadores civiles señalaba el nombre del candidato que debía ser
elegido, siendo esto posible gracias al gran control ejercido sobre el electorado que mostraba
una clara inclinación a votar de acuerdo con los deseos de “los de arriba”. A pesar de que
pudieran existir métodos coercitivos para doblegar al electorado, en España el voto mediante
coacción o violencia no era predominante. Tampoco era libre, era un voto “mediatizado” o
“cautivo”. En una sociedad, mayoritariamente rural como la española, los electores votaban de
acuerdo con la voluntad de sus señores por respeto a una autoridad tenida por natural.
En definitiva, durante la primera etapa de la Restauración, gracias a la pasividad y a la
desmovilización ideológica, al voto cautivo y al consenso entre las fuerzas políticas el gobierno
de turno no había tenido dificultad para imponer el encasillado y armonizar así las aspiraciones
del partido del gobierno y de la oposición. La mayoría de los distritos electorales eran
totalmente sumisos al gobierno y son llamados “dóciles”, “muertos”, “mostrencos” o simplemente
“disponibles”, donde el Ministerio de la Gobernación mandaba un nombre, el de su candidato,
para ocupar el escaño; estos eran los diputados “cuneros” que no eran naturales del distrito y a
veces eran totalmente desconocidos y sin relación con el lugar; en aquellos distritos donde había
algún notable con arraigo, el gobierno no tuvo problemas para imponer al candidato de acuerdo
con las fuerzas políticas locales, con las que resultaba fácil pactar la victoria alternativa de los
caciques de uno y otro partido.
80
“encasillado” es un término que hacía referencia a las casillas correspondientes a los distritos que componían el
organigrama electoral elaborado por el Ministerio de Gobernación, que se publicaba sin pudor en los órganos de
prensa.
Desde los primeros años del siglo XX comenzó a reducirse la capacidad del gobierno de
imponer su voluntad, es decir, se produce un debilitamiento del poder central. Así, con el paso
del tiempo, los distritos disponibles del Ministerio de la Gobernación (más del 80% al principio
del régimen) fueron disminuyendo y aumentando los distritos “propios”, es decir, donde existía
un candidato local como representante de los intereses locales. Frente a la práctica anterior de
imponer diputados “cuneros”, se refuerza la tendencia del electorado a votar a sus naturales que
procuraban dar satisfacción a sus votantes. Estas elites políticas, conscientes de la importancia
del clientelismo político, dedicaron mucho esfuerzo a satisfacer las pretensiones ajenas con el
único objetivo de rodearse de un amplio grupo de amigos y seguidores beneficiados de sus
favores, en otras palabras redes clientelares. Redes clientelares estables y duraderas al ser
instrumento de dominio que, en algunos casos (como por ejemplo Romanones que llegó a
lograr el distrito ministerial81 por Guadalajara, por la habilitación arreglada por el padre de su
novia, Ministro de Gracia y Justicia, y estuvo medio siglo sentándose en el Congreso en
representación de Guadalajara.
Romanones es el prototipo de cacique que supo cimentar un cacicato estable hasta lograr
identificarse con su distrito, hasta el punto que, al negarse el conde a ceder en el encasillado los
puestos que le pedía el Ministerio de Gobernación, se produjo una campaña electoral reñida y
en la que la compra de votos fue generalizada. Romanones ganó demostrando al gobierno que
no podía eliminar a quién disponía de fuertes apoyos clientelares locales, lo que en medio plazo
se tradujo en verdadera dificultad para imponer a candidatos cuneros. A lo largo del reinado de
Alfonso XIII la influencia caciquil en las Cámaras fue en aumento, de modo que en 1923 era
mucho más fuerte que medio siglo antes.
Este aumento de la influencia de los notables locales, hizo que su poder frente a la
jefatura de sus partidos también creciera. Debido a la tradicional escasa cohesión y menor
control sobre sus miembros, como podemos comprobar en el elevado abstencionismo en las
Cámaras, se produjo una creciente fragmentación en los partidos dinásticos. Esta
fragmentación se hizo más patente tras la desaparición de Cánovas y Sagasta –los dos grandes
líderes del turno-, en 1897 y 1903 respectivamente.
Los jefes de las diferentes facciones se acostumbraron a renegociar su apoyo al gobierno
a cambio de favores para sus nutridas clientelas, llegando incluso a trasvasar su clientela a otro
81
Los distritos ministeriales los disponía el ministro de la Gobernación.
Tras la crisis del 98 desde dentro de los partidos dinásticos hubo propuestas de
renovación e iniciativas para reformar el sistema desde dentro, es decir, desde el gobierno, para
evitar que se hiciera desde abajo, para evitar la amenaza revolucionaria.
De todos ellos el proyecto regeneracionista más global y ambicioso fue sin duda el de
Antonio Maura que, procedente de las filas liberales, se incorporó al Partido Conservador en
1902. Al año siguiente era ya sucesor de Silvela al frente del partido y en diciembre, con
cincuenta años, ocuparía por primera vez la presidencia del Consejo de Ministros. Maura se
presentó a sí mismo como la solución que el país necesitaba, su programa –su famosa
“revolución desde arriba”- partía de la necesidad de acometer desde el gobierno profundas
reformas que lograran evitar la desmovilización social (lo que Maura definía como ausencia de
ciudadanía) que se traducía en la pasividad de la mayor parte de la sociedad. Para ello creía
fundamental movilizar desde el poder a la sociedad neutra, a la sana mayoría silenciosa,
legitimando el sistema y haciéndolo funcionar correcta y eficazmente.
La reforma del Estado, creía Maura, debía pasar por dotar de autenticidad a un sistema
representativo totalmente falseado. Así en las elecciones de 1903, las primeras de la monarquía
de Alfonso XIII, Maura no quiso y se negó a utilizar los “instrumentos electorales” para favorecer
al candidato predilecto del gobierno. Sin embargo, esas elecciones estuvieron lejos de ser
limpias porque al faltar el habitual apoyo oficial, el caciquismo local hizo uso de todo su arte
para hacer votar incluso a los muertos.
El esfuerzo purificador de Maura, no obstante, tuvo claras consecuencias. La moderada
intervención gubernamental hizo posible el éxito de los republicanos, que triunfaron en grandes
ciudades como Madrid y Barcelona. La victoria de regionalistas y republicanos hacía pensar en
la desintegración del sistema de la Restauración, Maura, en cambio, estaba firmemente
convencido de que el liberalismo oligárquico debía evolucionar hacia sistemas democráticos, es
decir, poner en práctica su ideario regenerador. En su proyecto regeneracionista era esencial el
mantenimiento de la institución monárquica y la defensa del principio doctrinario de la doble
confianza (Cortes/rey), pero dando preponderancia a las Cortes y reducir el poder del monarca
convirtiéndolo en un rey parlamentario82. Maura acertó plenamente al decidir que el monarca
viajara a Barcelona en 1904, ya que representó un éxito por la favorable acogida de las clases
medias catalanas.
82
En diciembre de 1904 Maura dimitió como Jefe del Gobierno al empeñarse Alfonso XIII en imponer a su propio
candidato para el cargo de Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, en vez de elegir al propuesto por el ministro
de la Guerra. Esta no sería la última vez que el rey precipitase una crisis de gobierno por su determinación a hacer
uso de sus poderes constitucionales, entre los que figuraba el poder realizar nombramientos militares.
Las luchas entre las distintas fracciones liberales tras la muerte de Sagasta, líder histórico
del liberalismo español en 1903, al ser muchos los personajes de relieve que aspiraban a la
jefatura. De este modo, además de la fracción canalejista, escindida en 1902, el partido se había
desgajado en noviembre de 1903 en dos fracciones lideradas por Segismundo Moret y Eugenio
Montero Ríos cuya activa vida política se remontaba al Sexenio revolucionario. Ambas
corrientes manifestaban más desavenencias personales que programáticas aunque Montero
Ríos se situaba en el ala derecha del liberalismo, mientras que Moret se situaba a la izquierda de
Canalejas, aunque su radicalismo era más retórico que pragmático. A diferencia de Canalejas,
Moret era favorable a una reforma de la Constitución centrada en el establecimiento de la
libertad de culto, mientras que Canalejas defendía el marco existente y se opuso frontalmente a
esa reforma.
Montero Ríos tuvo que enfrentarse a la política reactiva del ejército que en los
nacionalismos periféricos vio la reproducción del independentismo cubano o filipino. En esta
situación Montero Ríos quiso acudir a la declaración del estado de guerra, pero se negaron sus
adversarios del partido Liberal. El incidente del semanario catalanista Cul–Cut! le hizo dimitir,
siendo sustituido por Moret en diciembre de 1905.
Moret controlaba de manera más eficaz que Montero Ríos los cacicatos provinciales del
partido, lo que le convertía en directo rival de Canalejas para acceder a la jefatura del gobierno
y del partido. Tras el incidente del Cul–Cut! El nuevo gobierno no sólo no hizo para imponer la
disciplina a los oficiales insubordinados, sino que culpó al catalanismo de todo lo sucedido y
sucumbió a las exigencias de los militares.
Esto nos hace una idea de que los problemas con el ejército eran candentes y que, en ese
momento, el partido liberal era incapaz de desafiar a su poder. El incidente del Cul–Cut!, se
produjo por la publicación en ese semanario satírico catalanista de una caricatura que fue
considerada ofensiva por los militares; esto provocó el asalto a la redacción de la revista y de La
Veu de Catalunya, que sufrieron importantes destrozos. Esta acción era una prueba evidente de
la profunda insatisfacción y descontento que cundía en el seno del ejército, humillado en el 98,
frustrado por la inoperancia política y cada vez más decidido a actuar en defensa de la unidad
nacional, el orden público y la salvaguarda del honor militar frente al antimilitarismo. Tras el
incidente se aprobó la Ley de Jurisdicciones, según la cual las ofensas contra las Fuerzas Armadas
cometidas por medio de la imprenta serían juzgadas por la jurisdicción militar, especificando,
además, una serie de delitos que serían juzgados por los tribunales civiles.
El incidente del Cul–Cut!, en definitiva, no sólo tuvo trascendencia por la intromisión del
ejército y por el sometimiento del poder civil al militar, sino porque fue el detonante de la
extensión del catalanismo produciendo una amplísima reacción ciudadana de indignación.
Otro tema sobre el que se mostró totalmente incapaz el gobierno liberal fue el de la
cuestión religiosa, asunto que además separaba decididamente a ambos partidos dinásticos.
Los liberales, necesitados de renovar su programa convirtieron la “cuestión religiosa” en su
caballo de batalla y tema principal de su propaganda política, aunque su anticlericalismo poco
Políticamente las fuerzas eran de un tipo muy distinto a los partidos dinásticos, además
se presentaban al electorado como fuerzas regeneradoras, superadoras del parlamentarismo
falseado, de la oligarquía caciquil y del estancamiento económico: eran la Lliga Regionalista –
creada en 1901-, y el Partido Radical del republicano Lerroux, ocasionando, ambas fuerzas, una
clara ruptura con el sistema de la Restauración. Desde 1901 no volvería a ser elegido en
Barcelona ningún diputado dinástico y, desde 1905, ningún concejal.
El catalanismo de la Lliga, liderada por Francesc Cambó, fue el primero de los
nacionalismos periféricos presente en la vida política española, y el que sin duda tuvo mayor
importancia, tanto por la fuerza alcanzada como por el peso de Cataluña dentro de España. La
Lliga aspiraba a una regeneración política de España basada en la reivindicación catalanista
entendiendo que, al ser la región más dinámica del país debía tener un papel hegemónico en esa
necesaria modernización del Estado. Por otro lado tenemos que tener en cuenta que en torno a
la Lliga se fundían fuerzas de diverso origen como la Renaixença cultural, el fuerismo
conservador o la burguesía catalana, que tras la impotencia manifiesta del desastre del 98 veía
posible que desde Madrid se pudiera crear un Estado moderno. También prestaron su apoyo a
la Lliga las clases neutras, alejadas hasta entonces de la política, y las clases altas y medias, que
rompieron con los partidos tradicionales. En el sector obrero, a pesar de la presentación
interclasista de la Lliga, no contó con ninguna simpatía al mostrar el proyecto catalanista una
Frente a la nueva derecha que representaba la Lliga, los obreros se alinearon con el más
dinámico republicanismo lerrouxixta, que era una nueva fuerza de gran éxito en la Cataluña del
primer decenio del siglo XIX. Alejandro Lerroux era una figura de relativa importancia en el
periodismo de izquierdas de Madrid que encandiló con sus discursos a los obreros
demostrando su enérgica personalidad, sus dotes como organizador, propagandista y orador de
masas: “hay hombres que trabajan y no comen y hombres que comen y no trabajan”; Lerroux logró la
movilización obrera en un momento en que la apatía de los trabajadores barceloneses era total,
consiguiendo también la participación obrera en las urnas (en contra de la propuesta
anarquista).
Lerroux aprovechó y fomentó la agitación y la protesta popular, en un intento de unir
las posturas republicanas y obreras. Así logró desarrollar un nuevo dinamismo que se
manifestó en la creación de una red de círculos, fraternidades y ateneos republicanos que sólo
en Barcelona sumaron más de 50. Frente a la Lliga, los lerrouxistas gritaban lemas como “ellos
propietarios y nosotros proletarios”. La novedad, lo que resultaba espectacular del movimiento,
era su carácter popular y multitudinario; inventaron una nueva fórmula de movilización que,
en parte, consistía en ocupar calles y espacios públicos exhibiendo sus banderas y símbolos
republicanos. Se hicieron famosas las “meriendas democráticas” donde acudían las familias para
celebrar algún acto simbólico como plantar el árbol de la libertad.
La situación de los obreros catalanes estaba dominada por la precariedad y la
inseguridad. Empleos precarios de largas jornadas laborales (11 y 12 horas), bajos salarios y, en
definitiva, malas condiciones laborales que, en caso de ocurrir alguna adversidad –huelga,
enfermedad o lock-out patronal-, se sumían en la miseria y tenían que acudir a la beneficencia. A
esto debemos añadir las sobrepobladas barriadas donde habitaban, sucias e insalubres, sin
urbanizar. La diversión se dividía en acudir a la taberna o al teatro, cafés cantantes o al barato
cinematógrafo. Un ejemplo de barrio obrero típico era El Paralelo, centro de acción de Lerroux,
por lo que era apodado “El emperador de El Paralelo” por los catalanistas.
4. Nuevas fuerzas políticas
83
El Cu–Cut! Era un semanario satírico catalanista que publicó una caricatura que fue considerada como grave
ofensa por los militares y provocó el asalto de unos 300 militares a la redacción de la revista provocando graves
destrozos.
Desde principios de siglo son varias las ciudades en las que se produce una movilización
política contra el sistema y las opciones antidinásticas obtienen importantes éxitos. Así ocurre, a
parte de Madrid o Barcelona, en Valencia. De hecho es en Valencia donde el turnismo se hunde
y se implanta una hegemonía republicana de la mano de Vicente Blasco Ibáñez que, adoptando
una estrategia municipalista, logra ganar la popularidad entre las clases obreras, la pequeña
burguesía del comercio y los jóvenes profesionales liberales.
En contraste con la crisis del Partido Liberal –los dos últimos gobiernos liberales apenas
duraron unos días-, el Partido Conservador era hacia 1906 un partido unido y disciplinado
como no lo había estado desde Cánovas. En enero de 1907, recibió del rey el encargo de formar
gobierno, comenzaba el gobierno largo de Maura, excepcional por su duración de casi tres años.
2. Acción gubernamental
Era esta ley de 1097 era la que debía poner en marcha el efecto saneador deseado por
Maura y resolver la disociación entre la España oficial y la España real, dentro de su “programa
regeneracionista”, aunque no logró ese objetivo ya que una simple disposición legal no podía
conseguir modificar los comportamientos electorales de los españoles. Maura, sincero
partidario de de una modernización de la vida política través de una movilización del
electorado que legitimase el sistema, trató de propiciar la movilización hacia los partidos
dinásticos e hizo todo lo posible (por su temor a la revolución) para restar fuerza a los partidos
antisistema.
En contraste con la tónica habitual muy poco tolerante con el catalanismo emergente,
Maura tuvo un talante dialogante con los regionalistas catalanes, entonces en plena expansión.
Maura trató de atraerse a Cambó hacia la monarquía, consciente de que Cataluña era un factor
clave en cualquier proyecto regeneracionista de la nación. El punto de encuentro entre ambos
políticos se encontraba en la Ley de descentralización, pero los catalanistas eran conscientes de
que declararse abiertamente monárquicos supondría perder una buena parte de sus votantes y
simpatizantes. Este fracaso de Maura reimpidió lograr el objetivo de sacar adelante la ley,
obstaculizada también por las masas católicas y por su resistencia a hacer “política de amigos”.
6. El problema de Marruecos
El problema de Marruecos no era un tema que dividiese a la clase política, ni los liberales
ni muchos republicanos se oponían a la campaña militar en Marruecos. España había logrado
una zona de influencia al otro lado del estrecho poniendo así fin al aislamiento exterior, que se
consideraba causa de la catástrofe del 98, y volviendo a la política internacional dentro del
bloque franco-británico (aunque en calidad de potencia menor). Francia, en ese momento, tenía
una posición preponderante en Marruecos y en España esto se veía con el temor de quedar
emparedada por el norte y por el sur si Francia se adueñaba de todo Marruecos. Así las cosas, el
hombre que consideró necesario limitar la colonización española en el Norte de África iba a
decidir en 1909 una intervención militar que le valdría ser acusado de imperialista, y que
provocaría gravísimos sucesos que, en cuestión de semanas, determinaron su caída.
A principios de julio de 1909 fueron asesinados cuatro obreros del ferrocarril en una
zona minera próxima a Melilla, lo que provocó graves enfrentamientos entre cabileños y tropas
españolas. El gobierno decidió enviar tropas de refuerzo y el reclutamiento de reservistas en
Cataluña –lo que provocó manifestaciones de protesta-. Maura no hizo nada por informar a la
opinión pública y, en cambio, la prensa izquierdista supo explotar la idea de que el gobierno
sacrificaba la vida de los obreros españoles para proteger los negocios mineros de unos cuantos
ricos (entre ellos Güell y el marqués de Comillas). Los que iban a Marruecos a morir eran sólo
los pobres, los que no tenían 2.000 pesetas para la redención en metálico. En Barcelona, donde
embarcaron los reservistas, se produjeron graves desórdenes y el día 26 de julio comenzó una
huelga general contra la política del gobierno en Marruecos, que enseguida se convirtió en
Barcelona en una auténtica sublevación urbana.
Esta sublevación urbana dio origen a la Semana Trágica de Barcelona, iniciándose con
las noticias sobre nuevas y numerosas bajas en Marruecos (en la batalla del Gurugú y en al
emboscada del barranco del Lobo). Los insurgentes armados con pistolas y fusiles obtenidos del
pillaje en armerías no se dedicaron a asaltar cuarteles, ni a ocupar fábricas, sino casi en
exclusividad, a incendiar iglesias, conventos y escuelas religiosas –ardieron en Barcelona 21 de
las 58 iglesias y 30 de los 75 conventos-. La pregunta es ¿porqué una protesta antibélica se
transformó en anticlerical? No era, desde luego, la primera ni sería la última vez que la protesta
tuviera estos tintes y, además, el anticlericalismo es un fenómeno complejo.
Lo que ocurrió en 1909, según S. Sueiro fue: que estallaron los rencores acumulados durante
décadas contra la Iglesia católica. Con su retórica agresiva, los republicanos lerrouxistas habían dado
lugar con frecuencia a actos de violencia anticlerical en Barcelona… Lo que parece claro, sin embargo, es
que el levantamiento popular de 1909 fue una explosión de cólera espontánea, sin coordinación con el
resto del país, y que no había sido organizado, ni planificado, ni dirigido por ninguna elite revolucionaria.
La revuelta fue sofocada con violencia y la represión se cobró más de un centenar de
muertos y cerca de dos mil detenidos. Los derechos de asociación y reunión fueron suspendidos
siendo condenadas a muerte, en juicio sumarísimo, cuatro personas. Nadie discrepó de la
política gubernamental para superar la crisis, sólo los liberales protestaron por la censura de
prensa. En el exterior se inició una campaña tras la ejecución, la quinta y última de Francisco
Ferrer Guardia, el 13 de octubre.
1. Su programa regeneracionista
Tras los sucesos de la Semana Trágica Alfonso XIII acabó por aceptar la dimisión de
Maura y la llegada al gobierno del Partido Liberal. Un breve gobierno de Moret, dio paso al
gobierno de José Canalejas, en febrero de 1910. Canalejas como Maura, era un regeneracionista,
pero estaba por encima de los inmediatos dirigentes del partido que dirigía. Con él, los liberales
encontraron un verdadero jefe al lograr integrar en el gobierno tanto a moretistas como a
monteristas.
Canalejas protagonizó la etapa más prolongada y fecunda del gobierno liberal durante el
reinado de Alfonso XIII, siendo su labor facilitada por la actitud de Maura que abandonó su
obstruccionismo. Canalejas llegó al poder con un amplio programa de reformas: Ley de
Asociaciones Religiosas, supresión del impuesto de consumos, servicio militar obligatorio,
reforma fiscal, etc. También proyectó la política social desde las relaciones laborales hasta la
mejora de las condiciones de vida y trabajo de las clases asalariadas –los contratos de trabajo, la
negociación colectiva, reducción de la jornada laboral, protección del trabajo de mujeres y niños
y un lago etcétera como medio de impedir una explotación abusiva del proletariado y evitar, o
al menos amortiguar, los conflictos sociales-.
Al igual que Maura fracasó en su intento de incorporar a los sectores sociales
extrasistema al que ambos apelaban: Maura no logró el concurso de republicanos y socialistas ni
Canalejas el apoyo de las masas católicas.
2. El gobierno
A pesar de los muchos proyectos iniciados antes de su trágica muerte, a Canalejas le dio
tiempo a plasmar en Ley alguno de los proyectos de su programa. Su gobierno fue fecundo en
la reforma de la legislación laboral, como la reducción de la jornada de trabajo a nueve horas.
Con la Ley de Reclutamiento universalizó y democratizó, al hacerlo obligatorio, el servicio
militar, aunque quedó reducido a los llamados soldados de cuota84.
84
Los soldados de cuota tras pagar un cierta cantidad, eran licenciados al cabo de un periodo de instrucción se
libraban de soportar las duras condiciones de los cuarteles, que siguieron reservadas a las clases bajas. De cualquier
forma el soldado de cuota no dejaba de ser soldado y podía ser llamado a filas en caso de necesidad, lo que
El anarquismo
1. Ideología
2. Zonas de expansión
3. 1910, creación de la Confederación Nacional del Trabajo, CNT
1. Ideología
A comienzos de siglo aparecieron formas de protestas nuevas, como las huelgas,
prácticamente inexistentes antes de 1890. La sociedad española, muy desmovilizada en el plano
general, lo era también respecto a la protesta obrera. Los conflictos muy a menudo se
desarrollaban en un clima de violencia que producía atentados, pero solían concluir con la
intervención de una autoridad mediadora, incluso la militar, que no siempre se decantaba de
una forma automática a favor de los patronos.
La intervención de las autoridades en los conflictos sociales se hacía por motivos de puro
orden público, al margen de cualquier otra legalidad social. Con el comienzo del siglo se inició
la legislación social en España. Las legislaciones sobre tribunales industriales y fue producto de
la Comisión de Reformas Sociales en 1891 y se convirtieron en ley gracias a una disposición
diferenciaba del injusto sistema de redención en metálico que excluía totalmente a las clases privilegiadas tanto del
servicio como de la movilización.
2. Zonas de expansión
Los medios anarquistas en 1904 crearon una Federación Obrera que en 1907 daría lugar
a "Solidaridad Obrera" e inicialmente figuraron en sus filas republicanos y socialistas. En el
verano de 1910 el sector anarquista se hizo con la dirección del sindicalismo barcelonés y en
otoño se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), un nuevo sindicato. Su fórmula
de actuación predilecta debía ser la huelga general revolucionaria, de la que se decía que por ser
arma peligrosa, debía ser utilizada con tino. La CNT tenía un propósito esencialmente
revolucionario. Esta vertiente revolucionaria se apreció en la acción del nuevo sindicato, con
ocasión de su 1er congreso celebrado en Barcelona en otoño de 1911. Tuvo lugar una reunión
secreta, posterior al congreso, en la que se preparó una huelga general revolucionaria con la que
se enfrentó el Gobierno de Canalejas. Fue ella la que convirtió a la CNT en una organización
clandestina desde 1911 hasta la guerra mundial.
De noviembre de 1912 a octubre de 1913 los dos partidos dinásticos sufren una grave crisis.
1. El Partido Liberal se divide a la muerte de Canalejas.
1.1 Romanones frente al grupo de García Prieto,
1.2 La cuestión de la descentralización precipitó la escisión
2. El Partido Conservador. Maura va perdiendo apoyos en su propio partido.
2.1 Desde el propio partido conservador se promueve a Dato.
2.2 Maura renuncia a la jefatura del partido.
2.3 Grupos: datistas, mauristas, ciervistas.
Tras la muerte de Cánovas y Sagasta los partidos se separan buscando nuevos líderes, pero ya
no es factible conformar dos grandes grupos y las facciones personalistas aparecen. Esto
provoca escisiones en los partidos y graves crisis políticas.
Tras la imposibilidad de continuar el turno representado por Maura y Canalejas se acaban los
intentos regeneracionistas. Maura desaparece de la vida política y Canalejas es asesinado en
1912. A partir de aquí se ahonda en las divisiones en los partidos, lo que desembocaría en la
disolución del sistema de turno. El resultado sería una sucesión de gobiernos débiles entre 1913
y 1923 que no durarían más de unos meses y que caerían en cuanto un problema los
desbordase.
En los momentos previos a la Primera Guerra Mundial el sistema de la Restauración se resentía del gran
número de fuerzas políticas existentes. La vida política se complejizó progresivamente y el Parlamento fue
cada vez más agitado y se fueron dando más enfrentamientos y alianzas entre grupos y facciones que
pudieron bloquear las iniciativas del gobierno.
A partir de la segunda década del siglo XX cobran importancia las fuerzas regionalistas y nacionalistas.
El catalanismo fue en especial influyente en la vida política española debido a la riqueza, extensión y
densidad demográfica de Cataluña. La Lliga Regionalista se fundó en 1901 e hizo confluir tendencias
procedentes de la Renaixença cultural, del fuerismo conservador y del empresariado industrial. Su
aspiración era la regeneración política de España a través de un papel hegemónico de Cataluña necesario
para la modernización del Estado. Estuvo presidida por Enric Prat de la Riba y liderada por Francesc
Cambó. Pese a que sí calo hondo en las clases conservadoras urbanas y en las clases rurales, no tuvo
La Primera Guerra Mundial marca una línea divisoria en la historia del régimen de la
Restauración. Pese a la neutralidad de España, su impacto fue enorme. Ya antes de la guerra el
sistema canovista se mostraba desajustado, aunque en general siguió funcionando. Durante y
tras la guerra se produjeron grandes cambios sociales que evidenciaron la crisis del sistema y
las rupturas definitivas entre las élites gobernantes.
Tras la desaparición del panorama político de Maura y Canalejas la descomposición de los dos
grandes partidos prosiguió y grupos y facciones actuaban autónomamente en el Parlamento. Se
obstruía de esta manera la tarea de gobierno y los proyectos remitidos a las Cortes eran
obstaculizados sistemáticamente. Los gobiernos procuraron por ello eludir al Parlamento.
Dato declaró a España neutral al estallar la guerra. Su condición mediterránea y sus intereses
norteafricanos la ponían por fuerza en contacto con Francia y Gran Bretaña. Si el Estado español
fue neutral, la sociedad española vivió fuertes tensiones. Los alineamientos ideológicos fueron
fundamentales en la adopción de una postura sobre la guerra, aunque muy a menudo se
ocultaran bajo la pretensión de servir intereses nacionales objetivos. Para la derecha social y
política, Alemania representaba el orden y la autoridad. La prensa conservadora, la mayor parte
del Ejército y del Episcopado fueron germanófilos. Para la izquierda, en cambio, Francia e
Inglaterra estaban de lado del derecho, la libertad, la razón y el progreso. Incluso a los
movimientos obreros llegó el debate. Los socialistas eran partidarios de un neutralismo
matizado por la aliadófila; los anarquistas tenían posturas antibelicistas.
La 1ª etapa de la guerra transcurrió durante el Gobierno de Dato que duró hasta diciembre de
1915. En este tiempo se creó el Ministerio de Trabajo y una vez estallada la guerra se concentró
principalmente en el mantenimiento de la neutralidad española. En diciembre de 1913 se
produjo la aprobación de la Ley de Mancomunidades. Dato no tenía el apoyo total de los
conservadores y sus intentos por atraerse el maurismo fracasaron y lo mismo ocurrió con De la
Cierva. La crisis gubernamental se produjo por la concordancia de todas las oposiciones en la
demanda de un programa legislativo de medidas económicas.
Beneficios de la neutralidad
El hundimiento de navíos fue uno de los aspectos más negativos de la guerra mundial para
España que tampoco logró una mejora territorial en Marruecos, Gibraltar o Portugal. Pero la
neutralidad resultó positiva para España, en especial porque facilitó un importante desarrollo
económico, evitó unas tensiones políticas y sociales tan graves como las que padecieron Italia y
Portugal y realzaron la posición exterior de España en Europa. Esta etapa tuvo una entidad y
una trascendencia fundamental en el desarrollo del capitalismo español. Desde el punto de
vista económico supuso un eficaz sistema de protección para la producción española y un
sistema de primas a la exportación de un país cuya balanza comercial era siempre negativa.
Pero no en todas las ramas de la producción se dio la misma situación. Algunos productos
tradicionales de la exportación española sufrieron las circunstancias bélicas de Europa. Pero
estos casos fueron excepcionales en una coyuntura enormemente satisfactoria. Hubo una
expansión espectacular de la industria, sobre todo en Cataluña, País Vasco y Asturias, lo que
redundó en beneficios para la élite financiera y empresarial. Esto sería pasajero en algunos
casos, como sucedió en las minas asturianas y en las navieras. Así, cuando acabó la guerra, se
plantea una grave crisis. Esta, favoreció la intervención estatal demandada e incluso exigida
desde los distintos sectores de la producción. La ley de protección de industrias nuevas y de
fomento de las existentes, de marzo de 1917, proporcionó exenciones tributarias y primas a la
exportación; más tarde, disposiciones más sectoriales supusieron la ordenación y
nacionalización de las industrias relacionadas con la defensa nacional.
De todas formas, la mayoría de la población vio descender enormemente su nivel de vida
Las relaciones entre los grupos liberales se deterioran durante 1917 y el Partido Liberal se
disuelve definitivamente. Alba formó su propio partido: Izquierda Liberal. Se situaban a la
izquierda del liberalismo y cercana al Partido Reformista. Durante el gobierno de García Prieto
se plantea la “cuestión social” ya que la inflación llevó a la protesta obrera, que llevó al país a
un clima de extrema tensión y una actividad huelguística intensa. La UGT había crecido
enormemente y desde 1916 había adoptado una línea unitaria de actuación con la CNT.
Aunque este problema era grave, lo era aún más el de la situación militar. En 1914 el Ejército
español necesitaba una reforma urgente. Existía un exceso de oficiales que consumía gran parte
del presupuesto militar, lo que impedía invertir en modernizar el Ejército y en formarlo. Los
ministros de la Guerra sucesivos trataron de promover reformas que permitieran sostenerlo,
pero de este intento derivará una protesta organizada en la guarnición de Barcelona. La Junta
de Defensa barcelonesa protestaba contra el favoritismo y contra la deficiente situación
económica de los oficiales. El comienzo de la protesta juntera se produjo en otoño de 1916 pero
alcanzó su cénit en el verano siguiente. El gobierno de García Prieto encarceló a los junteros,
pero estos fueron sustituidos por una Junta suplente. El objetivo de las Juntas no era político.
Sólo buscaban ver satisfechas sus exigencias profesionales. Pero su ejemplo fue seguido por
otros cuerpos de la administración del Estado.
En junio de 1917 los militares junteros habían demostrado que no cedían ante el Gobierno
Central para disolverlos y parecía que esto podría llevar a un derrocamiento del régimen. Para
resolver la situación, Alfonso XIII recurrió al procedimiento de un cambio del partido en el
poder. Eduardo Dato ascendió al poder con un partido conservador y pareció aceptar el
reglamento de las Juntas de Defensa aunque con el probable propósito de ir sometiéndolas poco
a poco.
La Asamblea de Parlamentarios
Como el gobierno había suspendido las garantías constitucionales y no quería reunir a las
Cortes, Cambó organizó una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona para inducir al poder a
que aceptara reformas. Principalmente se buscaba limitar las prerrogativas regias, democratizar
el Senado y descentralizar el Estado. Cambó confiaba en inducir a las izquierdas a la
moderación, pero necesitaba también a los partidos dinásticos, que no asistieron. A la Asamblea
sólo asistieron 71 de los 760 parlamentarios que representaban a una parte limitada de la
política nacional: el reformismo, el republicanismo, los socialistas y los diputados catalanes.
Dato se limitó a disolver la reunión con una simbólica detención de los participantes en ella.
En Valencia hubo un conflicto social entre los ferroviarios y la totalidad del sindicato socialista
se lanzó a una huelga en la que fue acompañado por la CNT. Así sucedieron los sucesos
revolucionarios de los días 10 a 13 de Agosto, cuyo protagonismo principal fue socialista. La
huelga de agosto dio lugar a graves incidentes sobre todo en Asturias.
Como en toda Europa, los años de la posguerra fueron también en España de grave crisis que
provocó cierres de fábricas y pérdidas de muchos puestos de trabajo. Esto llevó a situaciones de
agitación social que tuvieron como resultado, igual que en otras partes, un aumento de la
influencia de los sindicatos. La constitución definitiva de un importante sindicalismo de
procedencia y significado anarquista alcanzó la plenitud de su desarrollo adquiriendo gran
superioridad respecto del resto del sindicalismo.
El PSOE siguió una estrategia de reformismo gradualista que dio sus frutos en las elecciones de
1918. Siguieron las alianzas con los demás partidos de izquierda con el objetivo de abolir la
monarquía e implantar en España una república y una estructura política democrática. Así el
PSOE empezó a tener una presencia en el Parlamento que otros partidos socialistas europeos ya
hacía tiempo que habían alcanzado.
Pero la masa de movimiento obrero español llevaba otro camino. El éxito de la Revolución Rusa
aumentó las expectativas de una revolución y las posturas proletarias se radicalizaron, y aún
más con la recesión económica que siguió a la Primera Guerra Mundial. La UGT, que había
tenido un aumento espectacular de afiliados durante esta segunda década del siglo, sufrió una
paulatina radicalización de sus bases. La CNT había considerado la huelga de 1917 como un
fracaso y se alejó aún más de los socialistas, apostando aún más por una vía antipolítica, de
lucha exclusivamente sindicalista y de acción directa mediante la huelga general.
Gran importancia tuvo el Congreso de Sants, celebrado por la CNT e el verano de 1918. El
Congreso se decantó por la acción directa, fórmula que según su patrocinador Ángel Pestaña,
no era el empleo de la violencia, sino que las relaciones entre patronos y obreros se llevarían sin
intermediarios. Otro aspecto importante del Congreso era el repudio de la acción política.
Significó este Congreso también un evidente progreso de organización (cuota de afiliación, la
conversión de Solidaridad Obrera en órgano de expresión de la CNT y, sobre todo, la aparición
de una nueva dirección del sindicalismo de esta significación). Parecía haber orientado a la CNT
a una fórmula que bien hubiera podido acabar en el sindicalismo, pero no fue así porque el
anarquismo tenía y mantuvo una fuerza superior que hizo que el sindicalismo no sólo no
perdiera su componente revolucionario, sino que se convirtiera en un anarcosindicalismo. Se
incrementó enormemente la afiliación a la CNT sobre todo en Cataluña, en un contexto de
agitación social creciente. En Barcelona su auge tuvo lugar con la huelga de La Canadiense en
marzo de 1919. Duró 44 días y supuso la paralización del 70% de la industria local finalmente
los sindicatos consiguieron una victoria pacífica y prácticamente total en sus reivindicaciones.
La fuerza del anarquismo dio lugar a 3 años de agitación social y laboral continuada en el
campo y en las ciudades de Andalucía entre 1919 y 1921 (trienio bolchevique). Se produjo una
rebelión campesina y no fueron sólo las noticias rusas las que conmovieron a esos campesinos,
sino sus propias condiciones de trabajo. Durante algunos meses el triunfo de los huelguistas fue
repetido y total. Luego comenzaron a producirse huelgas poco justificadas y la consecuencia
inevitable fue que la rebelión perdió fuerza.
La lucha sindical degeneró en puro terrorismo en Barcelona. No había una policía capaz de
enfrentarse con el desorden público. Defectuosa en su profesionalidad y fácil para la
corrupción, cuando no a la utilización de procedimientos semejantes a los del terrorismo
tampoco la Administración Judicial estuvo en condiciones de ser un instrumento eficaz ni
imparcial contra él. Alrededor de 1917 hubo también bandas armadas patronales. A partir de
1920 y hasta el final de la Restauración se pasó a una etapa de desmovilización.
Las primeras amenazas revolucionarias hicieron que se creara el Somatén, una especie de
milicia cívica, armada con fusiles, que llegó a tener 65.000 afiliados en Cataluña y que
representaba el orden social. Era burguesa y conservadora pero situada bajo el control de la
autoridad militar, no tuvo parecido alguno con las bandas fascistas.
La CNT decidió no pactar con la UGT en 1920 con un criterio defensivo al negarse la 2ª central
sindical a ir a la huelga cuando se produjo el asesinato de Layret, en noviembre de ese año.
También fue preciso rectificar la actitud de identificación con la Internacional Comunista. Nin y
Maurin fueron los principales dirigentes de la CNT durante el año 1921 y los que la
mantuvieron vinculada al comunismo. En 1922 cambió la situación con la salida de los
dirigentes sindicales de las cárceles. En junio de 1922 el Congreso de Zaragoza no sólo supuso la
ruptura con el comunismo, sino también la adopción de una línea que volvía a ser más
sindicalista que anarquista y que patrocinó Salvador Seguí (“el noi del sucre”). A comienzos de
1923 el propio Seguí fue asesinado. A la altura de Septiembre de ese año, sus sindicatos tenían
ya poca fuerza.
El sindicalismo católico no tuvo en España arraigo en general, sino sólo en algunas zonas
determinadas. Su enfoque no llegó a las masas obreras al ser paternalista y estar aliado
habitualmente con la patronal y el Estado. No fueron organizaciones independientes, sino que
estaban financiadas por poderosos capitalistas que defendían sus intereses.
Tras la guerra también existió un importante sector que se afilió a sindicatos de derechas o
Sindicatos Libres. Estos fueron fundados por trabajadores carlistas en Barcelona y estuvieron
bajo el control y dirección de obreros. Se aliaron en ocasiones con los empresarios contra el
enemigo común: la CNT. Nacieron como oposición a esta y no tardaron en convertirse en el
segundo sindicato más grande de España. Con el tiempo englobó a obreros que no tenían nada
que ver con el carlismo. Entre 1920 y 1922 gozaron de una gran protección oficial a la vez que se
seguía desde el gobierno una política de represión de la CNT.
Después de 1898 la acción colonial española quedó reducida al continente africano. Desde 1898
el eje de la política exterior de España estuvo centrado en su presencia a uno y otro lado del
Estrecho de Gibraltar. Había potencias que tenían interés en Marruecos, con las que España
debía tratar. Gran Bretaña estaba sólidamente establecida en Gibraltar y se dedicaba a proteger
sus intereses comerciales e interesada en que a ambos lados del Estrecho hubiera un poder
débil, sobre todo en Tánger. Por eso siempre prefirió a España antes que a Francia, que fue
quien obtuvo los mejores territorios en Marruecos. Como España no tenía peso propio en la
política internacional, muy a menudo se vio obligada a aceptar los acuerdos impuestos por
Francia, una vez que ésta hubo pactado con el resto de las grandes potencias.
Marruecos a comienzos de siglo estaba en plena descomposición política, dividido en 2 zonas:
una, Blad el Maizen, territorio controlado por las autoridades dependientes del Sultán, y Blad el
Siba, comarcas que llevaban una vida autónoma e independiente. Esta situación explica que
Francia y España mantuvieran desde 1902 contactos diplomáticos para delimitar las respectivas
áreas de influencia en el N. de África. El acuerdo de octubre de 1904 fue en la práctica, impuesto
por los franceses y fue aceptado por los gobernantes españoles, que se quedaron con un
territorio básicamente pobre y montañoso habitado por tribus tradicionalmente indómitas. Le
correspondió a España el Rif y la Yebala y tanto uno como otro estaban poblados por beréberes,
como la tribu de Abd el Krim, que estaban formadas por clanes en cuya forma de vida la
violencia y la guerra jugaban un papel decisivo. El logro de un botín frente a un adversario
europeo, normalmente descuidado, formaba parte de su modo de vida habitual. Francia
aprovechó cualquier ocasión para traducir en los hechos su protectorado sobre Marruecos y la
acción española sólo seguía a la francesa o aparecía motivada por incidentes. El tratado
hispano-francés de 1912 estableció el protectorado de ambas potencias sobre Marruecos,
confirmando la supremacía francesa.
Su sucesor fue un gobierno presidido por José Sánchez Guerra, heredero de Dato en la Jefe del
partido conservador y opuesto a Maura desde 1913. Destituyó a Martínez Anido del puesto de
Gobernador Civil de Barcelona y planteó ante las Cortes la cuestión de las responsabilidades
ante el desastre. Esto fue lo que produjo el colapso de su Gabinete, pues los sucesos de Annual
tuvieron lugar con un Gobierno conservador y esto afectaba a algunos dirigentes importantes
de su propio partido. Se produjeron enfrentamientos en el gobierno y además fue aumentando
en los militares la hostilidad contra el sistema. Los civiles se mostraron más contrarios que
nunca al reclutamiento de soldados de cuota.
A finales de 1922 llegó al poder un gobierno liberal de concentración. Los liberales, desde que
acabó la I Guerra Mundial habían estado divididos (igual que los conservadores), pero llegaron
en este momento a un entendimiento que contó incluso con la participación de los reformistas
de Melquíades Álvarez. El gran animador de la concentración fue Santiago Alba y el gabinete
fue presidido por García Prieto.
Las elecciones en las que la Concentración logró la mayoría parlamentaria no se distinguieron
en nada de las anteriores y se recurrió al amaño. La Concentración no dio la sensación de querer
promover una efectiva regeneración electoral de orientación democrática.
El gobierno presentó el programa de reformas (seguir una política civil en Marruecos, mayor
libertad religiosa, democratización del Senado, obligación de apertura de las Cortes, limitación
en el poder del gobierno de suspender las garantías constitucionales, etc.), pero no contó con el
entorno necesario para llevarlas a cabo. El gobierno no estuvo unido ni dio sensación de
reforma, ni pareció capaz de alejar los peligros que amenazaban al régimen parlamentario. Las
crisis parciales internas habían sido numerosas y ofrecieron un espectáculo incoherente, incluso
una semana antes de la sublevación militar.
Desde 1923 se rumoreaba la situación de golpe de Estado y eran distintas personas las que
abogaban en su favor: El Debate pedía la Dictadura con preferencia por el Conde de
Romanones, mientras que un candidato era también el general Weyler. El general Aguilera casi
preparó la conspiración con sentido izquierdista, con el apoyo de los intelectuales como
Unamuno. El rey pudo tener la tentación de una solución autoritaria temporal pero no era un
monarca dictatorial y durante el verano de 1923 pensó en una especie de Gobierno militar del
Ejército, para luego poder volver a la situación constitucional.
Hay que destacar la situación peculiar de Barcelona. El movimiento catalanista se había
radicalizado sobre todo la juventud con la aparición de Acció Catalana. Más grave era la
situación del orden público: un desorden que no se acababa, con varios atentados y una huelga
de transporte en la ciudad, siendo lo más grave la falta de reacción del Gobierno. La Lliga, trató
de buscar una fórmula que representara un Estado con pretensión de serlo. Primo de Rivera fue
hábil al no mostrarse opuesto al catalanismo.
El Gobierno demostraba con las elecciones que no pretendía modificar el comportamiento del
poder público en un régimen de liberalismo oligárquico, y que sus objetivos de reforma en el
terreno constitucional o en las relaciones Iglesia-Estado eran revocados inmediatamente
después de ser enunciados. En las últimas semanas del Gobierno liberal se veía una gran
división del gabinete sobre uno de los problemas más agudos que tenía España, el de
Marruecos. Cada persona de la clase dirigente liberal parecía sólo interesada por obtener los
mejores resultados para sí misma. Cuando se produjo el golpe, sólo 2 ó 3 ministros trataron de
resistirse.
La conspiración se preparó en Madrid en junio de 1923 cuando el general Primo de Rivera fue
llamado por el Gobierno y estableció contacto con un grupo de generales de los que la figura
más representativa era Cavalcanti. El propio Ejército estaba muy dividido, hasta el punto de
que sólo el repudio a la clase política de la Restauración permitió su unidad. El golpe no sería
militarista, en el sentido que el Ejército ocupara el poder de forma definitiva, sino que sería
entregado a elecciones civiles a políticos.
Primo de Rivera presentó su programa en un manifiesto un poco vacuo en cuanto a soluciones
concretas, pero que concordaba con el espíritu regeneracionista del momento. La razón
principal de la victoria del golpe del 13 de septiembre fue que no sólo en el Ejército, sino en la
sociedad española, ya que nadie estaba dispuesto a luchar por el gobierno. El rey, además, no
estaba tampoco muy de acuerdo con la Concentración Liberal y consideraba, como muchos
políticos, inevitable un régimen autoritario militar; pero él no estimuló ni ayudó al golpe. Los
conspiradores nunca contaron con su apoyo una vez que llegó a Madrid, no hizo más que
reconocer al vencedor.
Alfonso XIII mantuvo una apariencia de legalidad, haciendo que Primo de Rivera, que llegaba
de Barcelona dispuesto a formar un Directorio militar bajo su presidencia, aceptara jurar como
ministro único, guardando apariencias de constitucionalidad. En la prensa de los días
posteriores al golpe se percibe la sensación de popularidad de Primo. Sólo la republicana
mostró reticencias, aunque parciales; los socialistas tuvieron gran cuidado en aparecer como
expectantes sin apoyar a la clase política desplazada. Sólo Unamuno, Pérez de Ayala y Azaña,
entre los intelectuales estuvieron en contra del Dictador, pero el último reconoció que su llegada