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1.

LA ESPAÑA DE FINES DEL SIGLO XVIII

1. Antecedentes
2. España y la Revolución francesa
3. El príncipe de Asturias
4. El motín de Aranjuez
5. La ocupación francesa y las abdicaciones de Bayona

1. Antecedentes

Los años finales del siglo XVIII y los inicios del XIX son el marco en el que se asiste a la
crisis del Antiguo Régimen. 1808 es la fecha comúnmente aceptada en la historia peninsular
para marcar el inicio de una nueva etapa, la denominada Edad Contemporánea. Con el inicio de
la guerra de la Independencia, las Cortes de Cádiz, y el largo y variado reinado de Fernando VII
se pusieron de manifiesto en la Península los mismos conflictos que se estaban expresando en
otras zonas de Europa, aunque los resultados no fueron siempre idénticos. Los límites del
reformismo ilustrado, la amenaza napoleónica y las tensiones que resultan del enfrentamiento
entre los defensores de los postulados liberales y quienes se resistían al cambio.
Los rasgos fundamentales del Antiguo Régimen: Una demografía de «tipo antiguo»
con una natalidad y mortalidad elevadas, un crecimiento vegetativa pequeño y muy vulnerable
a las crisis externas. Una sociedad estamental, organizada en grupos de acuerdo a una
atribución de funciones y a una peculiar valoración del honor inherente a cada uno de estos
desempeños, y que aseguraba a algunos el disfrute de privilegios. La nobleza y el clero eran los
estamentos privilegiados, amplísimo tercer estado o estado llano, que incluía desde ricos
comerciantes o agricultores a mendigos y vagabundos. Esta estructura social se comparaba al
cuerpo humano. Todo ello coronado por el rey que ocupaba el lugar reservado a la cabeza. Ya
fuese la monarquía absoluta basada en el derecho divino o la «moderada» británica, como la
calificó Montesquieu, la monarquía era para el Antiguo Régimen el sistema político indiscutible.
La economía del Antiguo Régimen se basaba fundamentalmente en la agricultura, con unos
sistemas de explotación, propiedad de la tierra y derechos adquiridos, que imponían graves
frenos a su desarrollo y la abocaban a crisis de subsistencias de graves consecuencias. La
industria era limitada y el comercio se veía lastrado por la escasa integración de los mercados
nacionales y los problemas de todo tipo que acompañaron al desarrollo de los mercados
coloniales.
A lo largo del XVIII soplaron vientos de cambio en algunos de estos campos. La
población aumentó a lo largo de la centuria, debido sobre todo al descenso de la mortalidad, al
incremento de la nupcialidad y de la natalidad. El porcentaje de población urbana también
creció. La agricultura tuvo que intentar responder poniendo de manifiesto sus limitaciones, lo
mismo que la industria y el comercio. El cambio más importante fue en el ámbito de las ideas,
los análisis y las críticas. A la hora de las realizaciones, pocos problemas alcanzaron solución.
Las reformas fueron en la mayoría de los casos «atenuaciones», «retoques» que no llegaron a
modificar sustancialmente la realidad vigente.
Si exceptuamos a algunos pocos precursores, los ilustrados españoles del XVIII,
incluso de sus últimos años, creían en el Antiguo Régimen. Eran conscientes de que la

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maquinaria requería una puesta a punto, ciertas reformas siempre en el entendimiento de que
esto era para asegurar su mejor funcionamiento. Sin embargo sus análisis, sus críticas al sistema
y sus tenues reformas, pusieron los cimientos para luchar por derribar el viejo edificio.

2. España y la Revolución francesa

La Revolución francesa fue un aldabonazo entre las filas de los ilustrados y reformistas
españoles. la coronación de Carlos IV tuvieron lugar pocas semanas después de la mítica toma
de la Bastilla, escasas noticias que se filtraron en las páginas de la prensa oficial española, había
pocos interesados que no estuviesen informados de las convulsiones que agitaban al país
vecino. Floridablanca estableció una férrea censura para lo cual no dudó en solicitar la ayuda
de la Inquisición. Esperar y observar, intentando mantener el país bajo control, fue la obsesión
del gran ministro ilustrado en estos años, frente a la complicada situación internacional desde
una nada cómoda posición interior. Sufrió un intento de asesinato, algunos motines entre
campesinos y se movilizaron tropas hasta la frontera para organizar un cordón de seguridad. La
Inquisición y el gobierno trabajaban a destajo intentando frenar la entrada de propaganda
revolucionaria.
El cambio tenía que afectar a los ilustrados españoles. Como Jovellanos, Cabarrús o
Campomanes, pronto se les alejaba de los puestos de responsabilidad, se les privaba de su
limitada libertad de expresión al suspenderse en 1791 las publicaciones periódicas no oficiales.
La revolución y sus consecuencias estaban enfriando a gran velocidad los tibios atisbas
reformistas de que habían hecho gala la corte y el gobierno. Era el principio del fin de la política
ilustrada. La monarquía se enfrentaría a graves problemas a los que no sabría hacer frente. La
reaparición de Aranda, otro prohombre de la Ilustración, fue un paréntesis. El irresistible
ascenso de Godoy fue el inicio de un periodo de profunda crisis del sistema que le llevaría al
colapso. La difícil situación internacional tendía radicalizar las posturas. Muchos reformistas
ilustrados, frustrados sus afanes renovadores, dieron un paso al frente hacia posturas más
radicales, vieron en la Revolución francesa una confirmación de la necesidad de endurecer sus
posturas.
En febrero de 1792 Floridablanca era apartado de su puesto. Probablemente el
principal motivo de su cese fue un intento desesperado por parte de la corona de fortalecer al
débil Luis XVI en su breve luna de miel con la Revolución. El nuevo secretario era el conde de
Aranda, quien se encargó de suavizar la política oficial hacia la Revolución francesa.
Pero en agosto de 1792 se proclamó la República y la propaganda contra los Borbones
españoles empezó a filtrarse en folletos que conseguían entrar en la Península, Aranda tuvo que
dejar de lado sus actitudes conciliadoras, su política parecía quedar en entredicho dificultando
lo que era la principal obsesión del monarca español, salvar la vida a su primo francés.
Carlos IV decidió introducir en la difícil escena política a un nuevo personaje. En
noviembre de 1792, Godoy sustituía a Aranda como secretario de Estado, era un joven
inexperto, cuyo mérito más conocido era ser el «cortejo» de la reina, institución que nunca había
llevado aparejada un ascenso social y político de tal calibre. Su nombramiento podía comportar
ciertas ventajas para la corona -no pertenecía a ninguno de los dos sectores encabezados por
Floridablanca y Aranda-, esta posible apuesta por una «tercera vía» no fue comprendida, ni
aceptada y no pudo borrar la imagen de un joven advenedizo ascendiendo al poder por medios
poco lícitos. La estrecha relación que unía a la corona con el favorito incluso por el apoyo
constante de que gozó en difíciles circunstancias le permitió mantenerse en el puesto y vinculó

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su destino con el de los reyes, erosionando poco a poco la credibilidad de respetada monarquía
ilustrada.
La intercesión de Carlos IV para intentar salvar la vida de su primo, sólo empeoró las
relaciones entre los vecinos, llevando a la declaración de guerra por parte de Francia. Un
conflicto bélico y las subsiguientes dificultades económicas y financieras era lo que faltaba en
este complicado escenario. La evolución de la contienda, con importantes reveses para las
tropas españolas, unida a la difícil relación con Gran Bretaña, aliada antifrancesa en el
continente pero temido rival en las colonias españolas en América, llevó a la firma de la paz con
Francia en el verano de 1795. La evidencia de la dependencia de España con respecto a sus
colonias, especialmente en momentos de graves dificultades económicas y financieras, se hacía
sentir. La vuelta al espíritu de los viejos pactos de familia y la guerra entre Inglaterra y España
parecían inevitables.
En el interior, los reveses de 1794 dieron nuevas alas a los enemigos del ya duque de
Alcudia. Su ascenso al excepcional rango de príncipe de la paz exacerbó aun más los ánimos.
Conspiraciones de Picornell, Malaspina o el incidente protagonizado por el conde de Teba,
todas ellas reprimidas con dureza, lo que no impidió que continuara aumentando el número de
los descontentos. Godoy y la corona catalizaban todas las tensiones y el malestar que producía
la difícil situación internacional tanto en Europa como en las colonias, así como el choque entre
los defensores de las nuevas y las viejas ideas, en un marco de profunda crisis económica y
dificultades sociales.
La guerra contra Inglaterra estalló en 1796 y tuvo consecuencias aún más desastrosas
que la que acababa de librarse contra Francia. La ya difícil situación financiera no pudo menos
que agravarse. La búsqueda de ingresos en la Península, al reducirse cada vez más los que
procedían de América, unida a la resistencia a aumentar los impuestos o a la creación de
nuevos, llevó a Carlos IV a autorizar diversas medidas, precedente de la legislación liberal
posterior, entre ellas y quizá siguiendo el modelo francés de confiscación de tierras de la Iglesia,
una desamortización de propiedades eclesiásticas de poca importancia. En cualquier caso, no
fue una solución definitiva y las disposiciones de todo tipo se sucedieron afectando a casi todos
los sectores de la sociedad.
Las nuevas medidas fueron acompañadas por el retorno de algunos rostros conocidos
al gobierno. Destacados del sector ilustrado como Jovellanos, Saavedra , Cabarrús, Meléndez
Valdés, o Mariano Luis de Urquijo, se incorporaron a la política activa. Primero acompañando a
Godoy y, cuando éste cayó parcialmente en desgracia, Saavedra y sobre todo Urquijo
estuvieron brevemente al frente del gobierno. Una vez más, una crisis política interna venía
dictada principalmente por la situación internacional.
Durante dos años que duró el «dorado exilio interior» de Godoy se produjeron,
nuevas muestras de ese ya largo enfrentamiento entre los partidarios de cambios y los que se
aferraban al pasado. Los cambios en el escenario internacional, sobre todo, el ascenso de
Napoleón al puesto de primer cónsul- volvieron a ser decisivos, dejando en segundo plano los
conflictos internos.
A finales de 1800 Urquijo fue destituido, y aunque no fue remplazado directamente
por Godoy, sino por un primo suyo, Pedro Cevallos, se convirtió de nuevo en el hombre fuerte
del momento. Godoy se alejó de los reformistas cuyos objetivos pareció compartir en sus
primeros años en el poder y se apoyó en Cevallos, Álvarez y el nuevo ministro de Gracia y
Justicia, José Antonio Caballero, y no hizo nada para frenar su ofensiva antiilustrada.
Godoy tuvo menos problemas en reconsiderar su postura internacional, volvía de la
mano de Bonaparte dispuesto a secundar los planes franceses, sobre todo si éstos eran acordes

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con sus ambiciones personales. La victoria contra el aliado británico, Portugal, en la breve
guerra de las Naranjas y la firma de la Paz de Amiens en 1802 proporcionaron una corta tregua
e intentó sin demasiada fortuna la recuperación de la economía española. Mientras, Godoy se
debatía entre las agresiones británicas al mermado poder colonial español, las presiones de
Napoleón deseoso de poder utilizar la flota española contra la armada británica, y la
conveniencia de organizar un bloque neutral que le permitiese sustraerse a la lucha que por la
hegemonía mundial mantenían Francia e Inglaterra.
El imparable ascenso de Napoleón, las ambiciones personales de Godoy y la innegable
amenaza británica en las Indias determinaron la nueva colaboración franco-española. La guerra
tuvo las consecuencias para España. Sin embargo, el escándalo de la derrota de la flota franco-
española frente al cabo de Trafa1gar (1805) exacerbó al máximo el descontento contra Godoy y
sus valedores, ag1utinando un importante bloque opositor en torno al príncipe de Asturias,
quien a partir de 1802 no había dejado de expresar por todos los medios a su alcance su
aversión por el favorito. La situación interior se deterioraba cada vez.

3. El príncipe de Asturias

El joven príncipe Fernando apareció desde comienzos de siglo como el mejor banderín
de enganche para todos aquellos que deseaban la caída de Godoy y un cambio de rumbo. Sin
participación en las tareas de gobierno, el príncipe se convirtió en la cabeza del «partido
fernandino». Tomaban así cuerpo los temores de Carlos III: entre un rey y un príncipe heredero
no podía haber diversidad de intereses, pues al final quien lo pagaban eran el soberano y el
Estado. Del entorno del príncipe partió una constante y destructiva crítica que alcanzaba no
sólo a Godoy también a los reyes y a la larga afectaría a la propia institución, dando alas a otros
sectores de la oposición cuyos fines últimos no tenían por qué coincidir con los de los
«fernandinos».
La crisis originada por la derrota de Trafalgar, la muerte de la primera mujer de
Fernando y el viraje de Godoy, propiciarían el acercamiento del príncipe y su entorno, a
instancias de Escoíquiz, al todopoderoso Napoleón, utilizando el argumento de una alianza
matrimonial.
La victoria imperial en la batalla de Jena, las de Eylau y Friedland ya en 1807, dejaron
bien sentada la superioridad de los ejércitos franceses en el continente. Napoleón consiguió
reducir una vez más a Godoy a la plena obediencia mientras continuaba sus coqueteos con
Fernando. La concesión a Godoy del tratamiento de Alteza Serenísima fue un paso más en el
camino del valido hacia una regencia en caso de muerte de Carlos, lo que llevó a su clímax el
ambiente conspiratorio de la camarilla del príncipe.
Como consecuencia de investigaciones promovidas por el mismo Godoy, se
secuestraron los papeles del príncipe de Asturias. Se inició un proceso en el que se formularon
acusaciones de conspiración difíciles de probar, y que terminó con el perdón del rey para su hijo
y el destierro y posterior exculpación de los supuestos conjurados. El Proceso de El Escorial fue
un duro golpe para el prestigio de la corona, un fortalecimiento de la figura pública de
Fernando, fue una prueba más para Napoleónde la situación de profunda crisis en que se
encontraba la institución monárquica en España. Mientras alentaba las divisiones entre padre e
hijo y daba esperanzas a las propuestas de alianza de Fernando, había firmado con Godoy el
Tratado de Fontainebleau (27 de octubre de 1807) que abría la puerta a la penetración de sus
tropas en España.

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4. El motín de Aranjuez

La ocupación francesa de Portugal no iba a revestir ningún problema. El embajador


británico en Portugal aconsejó la salida de la familia real del territorio con destino a Brasil. A los
dos meses , las tropas francesas ocupaban Lisboa. Sin embargo, más soldados continuaron
cruzando los Pirineos y tomando posiciones en territorio español con el pretexto de prevenir
una posible reacción británica y aprovechando una cierta confusión entre los españoles. A los
ojos de muchos el emperador era el representante de las nuevas ideas que ellos venían
defendiendo y bajo su influencia podían finalmente esperar verlas triunfar. Para aquellos menos
preocupados por las reformas, los ejércitos imperiales eran vistos por el momento como una
amenaza para el valido y un refuerzo para las pretensiones del heredero.
Godoy, quizá más preocupado por su rivalidad con Fernando que por la suerte de la
monarquía, planteó la retirada de los reyes a Andalucía para embarcar rumbo a América. Pero
la propuesta fue recibida con muchas reticencias por todas las partes. Todos tenían miedo de
perder algo, sin darse cuenta de que el único con posibilidades de ganar era el emperador, a
quien todos temían y cortejaban para asegurarse su apoyo.
Los acontecimientos de Aranjuez, entre el 17 y el 19 de marzo de 1808, un motín
popular, orquestado por importantes personajes enemigos de Godoy, aunque la chispa había
sido el anuncio de la partida de la familia real, el objetivo primordial era el odiado valido.
Carlos IV firmaba un real decreto expresando su voluntad de «mandar por mi persona», por lo
que exoneraba al príncipe de la Paz de sus empleos de generalísimo y almirante, concediéndole
el retiro donde él escogiese.
La caída de Godoy fue acogida con gran júbilo. El descubrimiento del valido, volvió a
encrespar los ánimos populares y un aterrorizado Carlos IV abdicó antes de acabar el día en su
hijo el príncipe de Asturias. Godoy fue enviado preso y los antiguos reyes quedaron recluidos
en palacio. Se iniciaba el primer y breve reinado de Fernando VII.

5. La ocupación francesa y las abdicaciones de Bayona

El motín de Aranjuez y las primeras medidas adoptadas por el nuevo rey no pueden
hacemos olvidar la presencia en la Península de tropas extranjeras, 70.000 hombres. La supuesta
voluntad o la febril actividad inicial del nuevo monarca se ejercían en realidad bajo un régimen
de libertad vigilada que no había suscitado reacciones y permitía a Napoleón seguir siendo el
árbitro.
El ambicioso general Murat, duque de Berg, jefe militar al frente de las tropas
francesas en la Península con esperanzas de hacerse con la corona que tan precariamente ceñía
Fernando VII. Era un peón más que añadir. Napoleón supo moverlos con gran habilidad,
replanteándose su estrategia hacia España en función de los acontecimientos. Los principales
tomaban posiciones.
Los miedos de los antiguos reyes por su seguridad y la de su valido, expresadas a
Murat proporcionaron a éste una espléndida oportunidad para iniciar sus maniobras
diplomáticas en pro de sus intereses personales. Para ello consiguió de Carlos un documento en
que éste declaraba nulo su decreto abdicando en favor de su hijo. Con ello ambos monarcas
veían igualmente debilitada su situación. Sin embargo, el emperador no dejó en manos de su
cuñado la solución de este pleito que abría una nueva expectativa: obtener de forma pacífica y
diplomática lo que en última instancia también podía reclamar con la fuerza de su ejército.

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Llegó a Madrid el general Savary como enviado especial de Napoleón, con la misión
de convencer a Fernando de la necesidad de una reunión entre ambos soberanos para asegurar
el apoyo francés a la causa fernandina. El joven rey no tenía mucha elección.
Una Junta Suprema de Gobierno quedaba en Madrid, en un vano intento de cubrir el
vacío de poder. Su situación era muy difícil. Carecía de instrucciones precisas, su falta de
capacidad de reacción la convirtió en víctima fácil para Murat.
A finales de abril Napoleón tenía en su poder a casi todos los miembros de la familia
real, así como a Godoy y Escoíquiz. Inmediatamente comenzó su presión sobre todos,
ahondando las diferencias que les separaban. Carlos IV se reafirmó en la nulidad de su
abdicación, cediendo a continuación sus derechos al emperador a cambio de asilo en Francia y
unas rentas, con el argumento de que era el único capaz de restablecer el orden en España.
Después Fernando, desconociendo aún esta última actuación de su padre, terminó
sometiéndose a su vez a la voluntad imperial. Napoleón quedaba oficialmente convertido en el
dueño y señor de España. Pero, en la Península, las tropas francesas de ocupación habían
empezado a tener las primeras pruebas de que el vacío de poder podía ser colmado por una
nueva legitimidad, la popular.

Bibliografía:

Guerrero Latorre, A. C.;, Pérez Garzón, S y Rueda, G., Historia política, 1808-1874, Madrid,
Istmo, 2004 (bibliografía básica).

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2. GUERRA Y REVOLUCIÓN (1808-1814)

1. El dos de mayo
2. El reformismo de Bayona
3. La guerra de la Independencia
4. El reinado de José I
5. Las Cortes de Cádiz

1. El dos de mayo

Las presiones cada vez mayores de Murat sobre la Junta y su pretensión de que ésta
autorizase la salida del infante don Francisco de Paula, hacia Francia, lleva ron a sus miembros
a solicitar una reunión urgente a la que también fueron convocados otros representantes de las
instituciones del Antiguo Régimen, Consejos de Castilla, Hacienda, Indias y Órdenes. Se
planteó por fin la posibilidad de iniciar una guerra para hacer frente a la ocupación francesa, se
acordó sin embargo designar una especie de Junta suplente por si Murat cumplía sus amenazas
de terminar con la designada por Fernando antes de su partida. En esta nueva Junta, al lado de
personajes que reaparecían en escena, como Jovellanos, ocupaban un lugar destacado los
militares.
Al día siguiente de esta reunión, en la mañana del 2 de mayo, comenzó la agitación en
las calles de Madrid entre los que asistieron a la salida de palacio de los últimos miembros de la
familia real. El intento de evitar que abandonasen la ciudad provocó el choque entre la
población y un escuadrón francés, que tuvo que ser protegido por soldados españoles. La
noticia de los muertos y heridos ocasionados por la reacción francesa al acudir a sofocar la
revuelta, generalizó el levantamiento popular por toda la villa. La sangrienta y desorganizada
lucha entre los madrileños y las tropas francesas que llenaron la ciudad en poco tiempo y la
durísima represión que siguió, orquestada por Murat y Grouchy para castigar la rebelión,
presentan de forma inmejorable al que se convirtió en actor principal de los importantes
acontecimientos que seguirían, el pueblo, que se rebelaba pese a las recomendaciones reiteradas
de calma por parte de las desprestigiadas.
Las noticias corrieron como un reguero de pólvora. El mismo día que estallaba
Madrid, Andrés Torrejón, alcalde de Móstoles, se presentaba como depositario de esa soberanía
de la que habían sido incapaces de hacerse cargo las altas instancias del Antiguo Régimen y
publicaba un bando llamando a todos los pueblos a la guerra contra los franceses. En las
semanas siguientes las revueltas se fueron sucediendo en las distintas provincias. Los hasta
entonces considerados dirigentes naturales de acuerdo con las creencias del Antiguo Régimen,
se verían enfrentados a la tesitura de tener que elegir entre apoyar el levantamiento popular o
aceptar los nuevos planes que Napoleón tenía para España.
Las abdicaciones de Bayona habían abierto aún más el camino al emperador quien
continuó jugando con la sumisión de la Junta y del Consejo de Castilla que le permitían
mantener la ficción de legalidad en sus decisiones. Aceptó a Murat como teniente general del
reino, lo que ponía de hecho el ejército español bajo su mando. Sus enormes ambiciones
parecían quedar así colmadas. Pero el emperador había entrado en contacto con su hermano
José, dándole instrucciones para dejar Nápoles, para hacerse cargo de la corona española.

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Pronto recibiría Murat las instrucciones precisas para preparar la llegada del que sería el nuevo
rey.

2. El reformismo de Bayona

Napoleón buscaba atraerse las voluntades de los españoles más conscientes


presentándose como el libertador frente a la dinastía borbónica, responsable con su desidia de
la situación peninsular. La imagen negativa ilustrada se había visto reforzada por los
acontecimientos de los últimos años y especialmente de los últimos meses . Napoleón se
presentará ante los españoles como «el regenerador» de la patria, cuando convoque la
Asamblea que en Bayona, trataría de «la felicidad de toda España» y reconocería «todos los
males que el anterior sistema la ha ocasionado, y las reformas y remedios más convenientes
para destruidos en toda la nación y en cada provincia en particular».
José I y la Constitución de Bayona habían de ser las armas que emplearía Napoleón
para terminar con el Antiguo Régimen en España sin necesidad de una revolución. Pero tanto el
uno como la otra distaron mucho de ser eficaces. La convocatoria para la reunión de una
Asamblea Nacional con la que lograr el apoyo de los reformistas supuso un fracaso político de
los Bonaparte. Fue el comienzo de la división entre los «afrancesados» y los «patriotas»,
división que supuso la escisión del grupo de los ilustrados. Hubo personajes que decidieron
confiar en Napoleón para ver alcanzadas las tan esperadas reformas y pasaron a colaborar con
el nuevo monarca, mientras otros como Floridablanca o Jovellanos rechazaron la colaboración
con el rey extranjero, a pesar de que se contaba con ellos y de que a este último se le ofreció un
puesto en el primer gobierno de José Bonaparte.
En Bayona se aprobó la primera de la larga serie de constituciones españolas, si bien
fue promulgada a comienzos de julio, nunca logró imponerse plenamente. Texto a caballo entre
dos mundos, que intentaba introducir en España algunos principios liberales, establecía ciertos
contrapesos a la autoridad del rey.
Sin embargo, con todas sus limitaciones, la Constitución de Bayona, los Decretos de
Chamartín y otros, como la limitación de los mayorazgos y la abolición de la jurisdicción
señorial y el Santo Oficio de la Inquisición, ponían sobre el tapete una serie de temas gratos a
los ilustrados, que los «patriotas» no podrían dejar de lado en sus discusiones sobre el futuro de
España, aunque disgustase al sector de los absolutistas de viejo cuño.
El texto constitucional fue otorgado por José I y lo aprobó la menguada Asamblea de
españoles reunida a tal fin en Francia, lo aprobado constituía básicamente una trasposición a la
Península de ideas y principios ya consolidados en el país vecino en la etapa revolucionaria e
imperial, sin olvidar la necesaria adaptación a la realidad española, muy visible por ejemplo en
el respeto a la religión católica como única, el nuevo rey de España juró la Constitución y recibió
a su vez el juramento de fidelidad de los componentes de la Asamblea, designó su primer
ministerio y partió hacia Madrid. Pese a la cuidada elección de sus colaboradores, todos ellos
españoles conocidos y en su mayoría de probado talante reformista como Mariano Luis de
Urquijo o Cabarrús, no se produjo en la Península la esperada reacción pacificadora. El
alzamiento siguió generalizándose y además los sublevados se iban organizando

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3. La guerra de la Independencia

Se ha dicho que el alzamiento contra los ejércitos franceses fue de carácter popular y
espontáneo de índole nacional, convirtiéndolo en la primera manifestación de soberanía del
pueblo español. Sin negarlo, estudios más recientes ponen en cuestión algunos elementos e
insisten en que la realidad del alzamiento es aún bastante «opaca».
Espontáneo o no, sí fue popular. Han insistido en el carácter variado e incluso
contradictorio de estos acontecimientos. Presentan un levantamiento al tiempo «espontáneo» e
«inducido por agentes británicos»; una guerra «nacional y popular», «librada no por ideales y
aspiraciones revolucionarias, sino en nombre de conceptos tradicionales como monarquía y
religión»; una «guerra española de independencia» y a la vez un «conflicto internacional».
El vacío de poder facilitó un trasvase de poderes y la aparición generalizada de Juntas
Supremas Provinciales, que terminaron constituyendo en Aranjuez, una Junta Central Suprema
y Gubernativa del Reino. Las Juntas defendieron desde sus inicios su legitimidad emanada del
pueblo como depositarias de la autoridad soberana, por lo que se ha destacado su indudable
carácter revolucionario. Sin embargo, la extracción social de sus componentes, su fidelidad a la
causa fernandina, incluso sus posteriores actuaciones, difícilmente son prueba de un talante
revolucionario anti Antiguo Régimen. La Presidencia de la Junta Central recayó en
Floridablanca y resulta difícil imaginar al anciano conde en un defensor de proyectos
revolucionarios. La Junta fue muy moderada, además de poco eficaz. Aunque sí es verdad que
se codeaba con algunos acérrimos defensores de las nuevas ideas más radicales.
José llegó a Madrid, no fue como rey de toda España. El y su gobierno tendrían un
precario control, basado en el ejército, sobre parte del territorio de dominio francés, en el que
amplias regiones quedarían bajo el mando directo de los generales. La Junta Suprema Central
intentaría poner orden y racionalizar la reacción antifrancesa en el resto del territorio. Pero ya se
habían producido importantes acontecimientos militares.
El levantamiento generalizado había desencadenado el empleo de la fuerza por parte
francesa, desplegándose 150.000 hombres en un intento de recuperar el control de la situación y
asegurar la comunicación entre la capital y la frontera. Los resultados fueron desiguales, serias
dificultades en Aragón, Cataluña y Valencia, destacando la resistencia de las ciudades de
Zaragoza, Gerona y Valencia. Por el contrario, en el flanco oeste los problemas en el bando
español de la falta de una Junta Central que coordinara las fuerzas. Las tropas francesas se
hicieron con el control de la zona, una victoria tan irrebatible reafirmaba a Napoleón en su
imagen de los españoles y reforzar su conciencia de superioridad, convencido de que sus tropas
conquistarían en muy poco tiempo el reino. Sin embargo, la euforia imperial duraría poco.
Las tropas del general Dupont, que habían cruzado Despeñaperros buscando asegurar
Andalucía, sufrieron una importante derrota en Bailén frente al ejército de Castaños. La
capitulación del ejército francés fue la consecuencia más inmediata. Otras, no menos
importantes, se seguirían en poco tiempo. El recién instalado rey José 1, su flamante gobierno y
los afrancesados tuvieron que abandonar Madrid con dirección a Vitoria. Los ejércitos franceses
se replegaron hacia el Ebro, dejando aislados en Portugal a Junot y sus hombres, esta primera
derrota de los ejércitos imperiales en campo abierto influyó en las expectativas de los españoles,
que se plantearon la posibilidad de pasar a la ofensiva en pie de igualdad, fue un poderoso
incentivo en el camino hacia la constitución de la Junta Central que debería configurar un nuevo
ejército español. La retirada de Portugal, donde un pequeño ejército británico mandado por
Arthur Wellesley -el futuro duque de Wellington- había derrotado a Junot, causaron una honda
conmoción. Napoleón tuvo que modificar su actitud y anunciar su intervención.

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Los británicos conscientes de la importancia que en su enfrentamiento con Napoleón
tenían los acontecimientos que estaban teniendo lugar en España mantuvieron estrechas
relaciones con las Juntas desde sus inicios, manifestando su disposición a ayudarles, esto
convertía en aliados a enemigos.
Napoleón tomó el mando de 300.000 hombres, perfectamente pertrechados, y la
decisión del gabinete británico de entrar en liza de forma directa produjo una escalada bélica
señalando el inicio de una segunda fase en la guerra que iría desde fines del verano de 1808 a
1812, los franceses consiguieron el predominio. Su avance desde los Pirineos fue contundente y
las tropas españolas repartidas en grupos aislados y mal abastecidas no pudieron frenarles. A
principios de diciembre, Madrid había sido recuperado para los Bonaparte. La resistencia ante
los franceses iría por vías diferentes al enfrentamiento entre ejércitos regulares, campo en el que
la inferioridad española era evidente.
A fines de 1808, con los franceses de nuevo en Madrid, la Junta Central replegada en
Sevilla y el ejército español sumido en el desorden y el desconcierto, parecía estar al alcance de
Napoleón un rápido control total de la Península. La amenaza de Moore en el norte que cortase
sus comunicaciones con Francia, le obligó a desviar una parte importante de sus efectivos hacia
Galicia. Los británicos tuvieron que retirarse perdiendo a su jefe, pero dos meses después una
parte importante de las tropas francesas seguía en Galicia y el norte de Portugal, lejos de sus
objetivos.
Napoleón había abandonado España a comienzos de enero convencido de que sus
tropas solucionarían sin problemas el contencioso con Moore, y bastante más preocupado por
los asuntos en el este de Europa que por la casi sometida Península. Sin embargo, la victoria se
haría esperar. La persecución de los ingleses hasta La Coruña permitió la recuperación de las
tropas españolas que lanzaron varios contraataques en la meseta central, con poco éxito. La
lucha continuó en frentes dispersos. Zaragoza y Gerona, resistían. A Portugal llegaban nuevos
contingentes británicos. La guerrilla se veía reforzada ahora por los soldados y oficiales de los
maltrechos ejércitos españoles. La guerra se alargaba.
Aun así, la superioridad francesa era innegable y los esfuerzos españoles y británicos,
a los que se sumaron tropas portuguesas, sólo consiguieron ralentizar lo inevitable. A
comienzos de 1810 los ejércitos de Bonaparte ocupaban Andalucía,. Sólo Cádiz, gracias a la
llegada del duque de Alburquerque al frente del ejército de Extremadura, pudo resistir el
ataque. La ciudad resistiría hasta agosto de 1812. Con una España ocupada, aunque no
dominada, Portugal pasó a ser el frente decisivo, al menos en lo que se refiere a la guerra
convencional.
Esta segunda fase de la guerra fue de especial interés para la consolidación de la
guerrilla con la descomposición de los ejércitos españoles como consecuencia de sus derrotas,
los efectivos guerrilleros se reforzaron y organizaron convirtiéndose en bandas permanentes. La
Junta Central promulgó un Reglamento de partidas y cuadrillas y establecía de forma clara cual
era su función.
Sin olvidar en ningún momento su papel real en la contienda, hostigando de forma
constante a los franceses y forzando a los generales a un debilitador despliegue de tropas para
intentar dominar realmente el territorio que supuestamente controlaban, hay que destacar
además el peso decisivo que desde un punto de vista psicológico tuvo este tipo de guerra. Los
guerrilleros despertaban auténtica devoción en el pueblo, aún más justificada cuando eran
clérigos, mientras llevaban el horror no sólo a las filas francesas, sino incluso a las de los aliados
angloportugueses, por la crueldad de algunas de sus acciones. Aunque el salvajismo no fue
privativo de un sólo bando.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 10


Fue la guerrilla uno de los caballos de batalla que complicaron las ya de por sí difíciles
relaciones entre los recientes aliados. La quejas de Wellington respecto a sus aliados fueron
constantes. Críticas a las autoridades por su incapacidad para proporcionar alimentos y
suministros de todo tipo, a las tropas regulares por su incompetencia, a la guerrilla por su
indisciplina y extrema violencia. Los relatos de los soldados que participaron en la guerra que
fueron viendo la luz en años posteriores son buena prueba de este estado de opinión. Textos
como el del capitán Moyle Sherer reconociendo el papel de los españoles que «[...] sin gobierno,
sin ministros y sin generales y a pesar de tantas adversidades permanecieron fieles a la causa,
por lo que debemos nuestra victoria final a sus aislados y constantes enfrentamientos con los
contingentes franceses, esparcidos por todos los confines de su país», son la excepción que
confirma la regla. Además los recelos eran mutuos. A los españoles les molestaban
profundamente las críticas británicas a sus dirigentes, sobre todo a la Junta Central. Recelaban
de las auténticas intenciones de Inglaterra para participar en la guerra y se sintieron
decepcionados en más de una ocasión por el volumen de la ayuda y sobre todo por la retirada
británica a tierras portuguesas durante buena parte de la guerra.
A lo largo de 1810, 1811 y 1812 los franceses fueron ocupando gran parte del territorio
peninsular, a pesar de la existencia de bolsas de resistencia. Los españoles y sus aliados se
vieron forzados a pasar a una situación meramente defensiva, con los británicos replegados en
Portugal y la guerrilla manteniendo la resistencia . Consciente de esta situación, Napoleón había
tomado la decisión de atacar Portugal y empujar a Wellington y sus hombres al mar,
convencido de que sin apoyo exterior y enfrentada a un ejército imperial reagrupado la
resistencia española no podría prolongarse. Pero el fracaso en la campaña contra Portugal
restableció un cierto equilibrio entre los contendientes y volvió a frenar el de la conquista.
La evolución de los acontecimientos en los escenarios del este de Europa fue decisiva
en el desenlace final de la guerra de la Independencia española. El comienzo de la tercera y
última fase de la contienda con la campaña napoleónica en Rusia. La retirada de efectivos
redujo las fuerzas del ejército francés en la Península, unido a su inevitable dispersión
disminuyó considerablemente su capacidad ofensiva. Los ataques de Wellington, del
reorganizado ejército español y de la guerrilla obtuvieron importantes frutos en la Meseta,
dejando expedito el camino hacia Madrid y obligando a los franceses a replegarse hacia Levante
siguiendo al rey José en dirección a Valencia. Aunque debilitado, el ejército francés seguía
siendo formidable y la concentración de las tropas de Levante con las que evacuaron Andalucía
permitió una contraofensiva que restableció de nuevo el equilibrio, hizo retroceder a Wellington
a su refugio en la frontera con Portugal y repuso a José en su tambaleante trono.
Convertido en generalísimo de todas las tropas aliadas, incluidas las españolas,
Wellington pasó gran parte del invierno intentando reorganizar sus fuerzas. Las tropas
francesas en la Península, por su parte, permanecieron durante algún tiempo ajenas al desastre
ruso, debido a sus dificultades para mantener sus líneas de comunicación con Francia. Las
repercusiones del desastre que se había cernido sobre la Grande Armée en los efectivos
franceses de la Península se manifestaron al iniciar Napoleón los preparativos para una nueva
campaña para hacer frente a una ofensiva en el norte de Europa. La capacidad de los territorios
sometidos al emperador para continuar suministrando hombres estaba agotada hacía tiempo.
Napoleón tuvo que reorganizar sus tropas y ordenó de nuevo el traslado a Francia de una parte
de los soldados destinados en la Península, dejando a su hermano José en una situación cada
vez más comprometida. En 1813, por primera vez, los efectivos aliados superaban en número a
los imperiales.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 11


En la primavera Wellington planteó una nueva ofensiva, sería la definitiva. Tropas
británicas desembarcaron en Levante para asegurarse de que el ejército imperial no podría
concentrar todas sus fuerzas en la Meseta. La guerrilla recrudeció sus acciones en la zona norte
hostigando al francés, dificultando sus desplazamientos y comunicaciones. Las tropas regulares
empujaban a los escasos efectivos de José desde la frontera portuguesa y siguiendo la línea del
Duero hacia los Pirineos. Vitoria fue la batalla definitiva (21 de junio de 1813). El ejército francés
tuvo que huir a Francia a marchas forzadas.
Hubo todavía episodios bélicos en esta larga guerra en la frontera norte, País Vasco y
Navarra, reconquistándose las ciudades de San Sebastián y Pamplona. En octubre las tropas de
Wellington cruzaban el Bidasoa, llevando la guerra a suelo francés. Pocas semanas después, el
11 de diciembre del mismo año, en Valençay, residencia de Fernando VII en Francia, se firmaba
el tratado del mismo nombre. En él se acordaba el cese de las hostilidades. Napoleón reconocía
a Fernando como rey de España y le reintegraba sus territorios tal y como existían antes del
inicio de la contienda. La guerra había terminado. Las tropas que quedaban en Cataluña aún
protagonizaron algún incidente. Pero eran ya chispazos aislados en medio de la confusión
reinante. Fernando, el Deseado, regresó a España precisamente por Cataluña el 22 de marzo de
1814.

4. El reinado de José I

Lejos ya la caracterización de este monarca como un rey borracho y aficionado al


juego, estudios en profundidad han sacado a la luz su labor como gobernante reformista,
perfectamente imbricado en la mentalidad de su época.
Hermano mayor del emperador, estuvo siempre cerca de él en su recorrido por la
escena política francesa y puso su grano de arena en el camino que le llevó al trono imperial,
recibiendo las lógicas compensaciones. Esta relación de dependencia chocó siempre con sus
intentos de desempeñar de forma digna sus deberes regios y ocasionó frecuentes episodios de
tensión entre ambos.
El nuevo rey tenía sus razones para presentarse ante los españoles como garante de
una eficaz gobernación y cambios renovadores. Su breve estancia en el trono de Nápoles le
había acreditado como un buen monarca, preocupado por sus súbditos e impulsor de reformas,
y en general había contado con el apoyo de la población. Tras las abdicaciones con una
Constitución -aunque fuese la de Bayona- bajo el brazo, y respaldado por un gobierno del que
formaban parte españoles con experiencia y en su mayoría de talante reformista. La situación no
era especialmente propicia para la llegada del nuevo monarca, pero precisamente su rápida
venida era un intento de acallar la revuelta.
El nuevo rey de los españoles podía comprobar que para sus súbditos él no era una
puerta abierta hacia la salida del Antiguo Régimen, ni la promesa de un futuro de cambios, sino
que se le identificaba con las odiadas tropas extranjeras, José trasmitió a su hermano la realidad
de la situación. Era un rey «intruso».
Sólo algunos ilustrados se habían sentido atraídos por sus promesas y la falta de
apoyo popular llegó a convertirse en una obsesión para él. Un intento de recabar más
partidarios fue el decreto por el que se obligaba a todos los empleados públicos a jurar fidelidad
al rey, a la Constitución y a las leyes. Unos dos millones de personas, que vieron peligrar sus
intereses, se plegaron así a la nueva situación, la fuerza de las circunstancias recomendó a
muchos consistorios, cabildos, y en general autoridades de todo tipo hacer alarde de sumisión
ante el nuevo monarca recibiéndole con todos los honores cuando les visitaba. Pero no parece,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 12


de acuerdo con la correspondencia que cruzó con su hermano, que estas forzadas
manifestaciones de respeto tranquilizasen el ánimo del monarca.
A los ocho días de haber llegado a la corte y como consecuencia de la derrota francesa
en Bailén, se vio forzado a abandonar ese Madrid. Instalado en Vitoria, más cerca de la frontera
por si fuese necesario retirarse de forma precipitada, éste su nuevo reino tendría que
conquistarlo. Lo que ya no veía tan claro es que fuese a constituir la tarea fácil que y no dudó en
expresar sus deseos de retomar a Italia a un emperador que se negaba a escucharle.
La llegada de Napoleón a la Península para hacerse cargo personalmente de la
situación no facilitó la postura de José. Fueron unos meses de espera, Napoleón además de
dirigir las campañas militares, tuvo tiempo de iniciar esas prometidas reformas. Los Decretos
de Chamartín de fines de 1808 están impregnados de espíritu reformista. Se abolieron los
derechos feudales y la Inquisición. Se actuó sobre las órdenes religiosas existentes limitando sus
efectivos y bienes y abolió las aduanas interiores. Sin embargo, fracasaron en su intento de
atraer a más ilustrados y fueron utilizados por los sectores más tradicionales para desatar una
campaña contra medidas tan revolucionarias. Poco eficaces en la práctica, su interés radica, lo
mismo que había ocurrido con algunas disposiciones de la Constitución de Bayona en que
marcan unos mínimos reformistas.
Tras el regreso del emperador a los escenarios europeos , José y su gobierno se
instalaron de nuevo en Madrid, iniciándose su reinado propiamente dicho. Fue cuando más
patente se hizo su deseo de ser un verdadero rey de los españoles, lo que le llevó a oscilar entre
su fidelidad a Francia y a sus nuevos súbditos, enrareciendo sus relaciones con el emperador.
Meses de intensa labor legislativa. La grandeza de España, las órdenes militares y
civiles, los derechos señoriales, la antigua administración, el clero regular, las leyes que
dificultaban la agricultura, la educación..., temas de enorme tradición en el pensamiento
ilustrado español fueron el centro de la atención de los ministros de José . Racionalizar,
centralizar, liberalizar, educar, urbanizar... fueron los objetivos de las medidas dictadas,
acompañadas de una intensa labor de propaganda para granjearse nuevas voluntades, lo que
hasta cierto punto lograron en los primeros meses. Sin embargo, las ventajas, el
encumbramiento y el visible enriquecimiento de los propagandistas de las reformas josefinas
mermó rápidamente su capacidad de influencia, siendo el miedo o el afán de lucro y no el
convencimiento los principales motores que llevaron a algunos a colaborar con los auténticos
afrancesados.
El mayor problema de José I era que su hermano no estaba dispuesto a renunciar al
control directo sobre el territorio español. Al abandonar la Península en enero de 1809
Napoleón le había dejado el mando supremo del ejército francés, pero en ningún momento dio
el nuevo rey pruebas de ser capaz de imponer su voluntad a unos mariscales y generales del
imperio que manifestaban abiertamente su desprecio. El emperador desgajó del reino de su
hermano los territorios fronterizos con Francia, creando cuatro gobiernos militares -Cataluña,
Aragón, Navarra y Vizcaya- y concediendo a los generales que se hallaban al mando plenos
poderes civiles y militares. Esto complicaba aún más la frágil posición de José, le privaba de
importantes recursos y suscitaba enormes recelos, incluso entre sus seguidores afrancesados,
que veían amenazada la integridad nacional. Napoleón repetiría la operación con Burgos y
Valladolid y planearía la resurrección de la Marca Hispánica, sin que José o sus amenazas de
abdicar, tuviesen la menor repercusión en los planes imperiales.
No hay que olvidar que aunque la corte de José intentara dar una apariencia de
normalidad, el telón de fondo fue una cruenta guerra con todas sus consecuencias, sin que su
gobierno fuese capaz de paliar los sufrimientos de la población.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 13


Sin haber conseguido convertirse en un rey en el sentido pleno del término, la derrota
militar puso a José y sus seguidores en el camino del destierro. Tras un primer exilio temporal
en Valencia, en 1813 la evacuación definitiva hacia el norte,. A finales de junio el todavía rey de
España estaba ya en tierras francesas. Unos meses después, en diciembre de 1813, Napoleón
enfrentado a una invasión, firma el Tratado de Valençay por el que Fernando recuperaba la
corona. En su intento de separar a los españoles de su alianza con los británicos intentaba
retomar sus relaciones con España en un punto anterior a mayo de 1808.

5. Las Cortes de Cádiz

Uno de los principales logros de los patriotas opuestos a los Bonaparte, la Constitución
de Cádiz, Desde septiembre de 1808 la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino,
depositaria de la autoridad soberana y presidida por Floridablanca, se esforzaba por encontrar
un equilibrio entre aquellos que querían que desempeñara un papel estabilizador y moderador
y los que representaban tendencias más revolucionarias, mientras se veía obligada a defenderse
de los ataques de los grupos más reaccionarios que querían terminar con ella. Con el horizonte
reformista establecido por la Constitución de Bayona y los Decretos de Chamartín, la Suprema
Junta Central, trasladada a Sevilla por el empuje de las tropas francesas, tenía que dar alguna
prueba de que era merecedora de esa autoridad soberana.
Muerto Floridablanca, cabeza visible del sector más reacio a cualquier iniciativa que
pudiera romper de forma radical con el Antiguo Régimen, y no sin largas discusiones previas,
se anunció la celebración de Cortes para el próximo año. También la creación de una Comisión
que se ocuparía de cuestiones relativas a la convocatoria. En ella tendría un papel destacado
Jovellanos, el gran protagonista de este periodo preconstituyente. Su actuación nos permite
tener una idea clara de las divergencias existentes en el bando patriota entre los planteamientos
reformistas de los «viejos ilustrados» y las aspiraciones revolucionarias de los <<jóvenes
liberales». Cómo deberían formarse las Cortes y qué asuntos fundamentales deberían tratar
fueron los dos terrenos en que se plantearon las discusiones iniciales.
La opinión de Jovellanos fue determinante. Gran Bretaña había constituido el modelo
por excelencia para muchos pensadores continentales. La influencia de este modelo en
Jovellanos se hizo patente en su defensa del legado constitucional español. Veía en las antiguas
leyes y costumbres de los reinos la «constitución» que había fijado y preservado los derechos de
los soberanos y de los súbditos. La influencia de Burke en el asturiano al defender la herencia
histórica de la nación frente a una libertad permanente que se manifiesta de forma destructiva.
Este respeto a la continuidad le llevó a defender la convocatoria a la «antigua» de unas Cortes
de estamento s u órdenes que podrían contener los abusos de la corona y a la vez evitar lo que
él mismo denominó «el triste ejemplo de Francia». El modelo del otro grupo de partidarios de
reunir Cortes influidos por el ejemplo de la Revolución francesa y la Asamblea Nacional,
algunos miembros de la Comisión -aun muy en minoría- preferían convocarlas contando sólo
con los representantes del tercer estado. La Junta Central aprobó la reunión de las nuevas
Cortes siguiendo las recomendaciones de Jovellanos.
A la hora de abordar la elaboración de una especie de catálogo de asuntos a tratar
decidió realizar una gran encuesta en la que las disparidades de criterio propias del periodo
quedaron una vez más de manifiesto. Se acordó consultar «a los consejos, juntas superiores de
las provincias, tribunales, ayuntamientos, cabildos, obispos y universidades y oír a los sabios y
personas ilustradas», no menos de 150 instituciones y personas, que constituían, las elites

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 14


individuales o institucionales, llevaron a la constitución de una Junta de ordenación y
posteriormente a la aparición de otras por temas para estudiar y preparar las necesarias
reformas. La principal novedad que aportan las respuestas a estas consultas es la fuerza y
claridad con la que se expresa la postura liberal, representada por algunas instituciones pero
sobre todo por individuos ordenados por las Juntas, los temas presentados enfrentaban a las
futuras Cortes con todos los problemas del momento.
Es importante no olvidar que toda esta actividad se estaba produciendo en el marco de
una. La presión de las tropas francesas aconsejó el traslado de la Central a Cádiz, lo que fue
visto por algunos como una muestra de cobardía, que vino a sumarse al desprestigio
ocasionado por las derrotas militares. En enero de 1810, se convocaron las Cortes por
estamentos, aún quedaba por dilucidar si se reunirían en dos o en una sola cámara y la
importancia relativa de cada uno de los brazos.
La desaparición de la Junta Central y la formación de una regencia que no mostró
demasiado entusiasmo por la reunión de Cortes, la llegada a Cádiz de los diputados elegidos de
acuerdo con el decreto que se había enviado a las ciudades a principios de año, y, sin duda, el
especial ambiente que se respiraba en la ciudad sitiada, favoreció finalmente a los partidarios de
la reunión en una sola cámara y no por estamentos, sino a modo de asamblea nacional. Las
Cortes se reunieron en septiembre de 1810.
Sobre su composición destaca el predominio de diputados pertenecientes a las clases
profesionales. Otra característica es que algo más de una tercera parte de las Cortes eran
miembros del clero, no regular sino secular, cuyas inclinaciones reformistas ya se habían
manifestado en el siglo anterior y alguno de cuyos miembros compartían el recelo de los
liberales hacia las órdenes religiosas, la Inquisición y la intromisión de la Santa Sede en los
asuntos de la Iglesia española. Los eclesiásticos habían alcanzado una representación similar a
la que les hubiera correspondido en unas Cortes convocadas por estamentos, y algo parecido
debió ocurrir con la nobleza, que se acercó también a un tercio de la representación -en su
inmensa mayoría simples hidalgos. La ausencia de artesanos, trabajadores manuales y, sobre
todo, campesinos, no resulta tan sorprendente la representación en Cortes del tercer estado
estuvo controlada por la oligarquía urbana de sólo algunas ciudades. Tradicionalistas y
liberales se codeaban en estas Cortes, también podría hacerse una división por edades. En
general los liberales tenían entre veinticinco y cuarenta años, mientras sus mayores defendían
posturas más conservadoras que iban desde los reformistas moderados.
La labor realizada por las Cortes se divide en tres periodos. Una primera etapa en la
que predominan las reformas políticas (1810-1812), una segunda más social (1812-1813) y una
final centrada en temas económicos (1813-1814). Los primeros decretos esbozaron el programa
político a desarrollar y dejaron claro el carácter liberal, los diputados declararon que la
soberanía residía en la nación y se encarnaba en las Cortes y decretaron la división de poderes
reservándose el legislativo. El respaldo fue amplio incluso los más tradicionalistas no podían
dejar de ver ventajas a un texto que debilitaba la postura de José I al negar validez a la renuncia
de Fernando por faltarle el consentimiento de la nación. Las consecuencias últimas de este
decreto, que atacaba de lleno los cimientos del Antiguo Régimen, no tardarían en ponerse en
evidencia. Poco después se decretaban la libertad de imprenta, la abolición de la tortura y la
incorporación a la nación de los señoríos jurisdiccionales, auténticos hitos para los liberales por
su simbología. Los debates que precedieron su aprobación pusieron en evidencia las
disparidades en las posturas de los distintos grupos y la capacidad de los liberales para
imponer sus criterios sobre los que iban a ser conocidos como «serviles».

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 15


La comisión elegida y encargada de proponer un proyecto de Constitución. En ella
deberían plasmarse las reformas políticas de más calado. Los debates se prolongarían por
espacio de cinco meses. Quizás en un intento de aglutinar a todos los representantes del bando
liberal, incluso a los más moderados, para poder así hacer frente a los que se oponían a la
existencia incluso de la Constitución, pero la realidad del texto constitucional fue muy distinta y
supuso la ruptura con el Antiguo Régimen.
Hubo, es cierto, un aspecto en el que se mantuvo la fidelidad hacia el pasado, fue en la
aprobación del artículo 12 que rezaba: «La religión de la Nación Española será el credo Romano,
Apostólico y Católico, la única fe verdadera. La Nación la protege por medio de leyes sabias y
justas y prohíbe la práctica de ninguna otra». la Ilustración en España fue cristiana. Fue el clero
secular, ampliamente representado en estas Cortes, el que a lo largo de la segunda mitad de la
centuria ilustrada había entablado una lucha contra determinados elementos de la religión más
tradicional, constituyendo junto con regalistas, antimolinistas, opositores al ultramontanismo y
otros reformistas laicos lo que algunos autores han denominado «el jansenismo español» que en
ningún momento se apartó de la ortodoxia. Sin duda ideas más radicales procedentes de
Francia o la defensa de la tolerancia habían prendido entre algunos representantes de la nueva
generación.
Se puede discutir y es difícil calibrar hasta que punto el artículo 12 fue una concesión a
los más moderados de entre los liberales o si, en realidad, había un cierto acuerdo en este grupo.
Incluso un decreto en apariencia tan novedoso como el de supresión de la Inquisición que dio
lugar a encendidos debates y reacciones fuera de las Cortes. El decreto sobre la abolición de la
Inquisición y establecimiento de los tribunales protectores de la fe, estipulaba que los jueces
civiles eran competentes para «declarar e imponer a los herejes las penas que señalan las leyes o
que en adelante señalaren». La expulsión del Nuncio por su intromisión en el debate sería una
clara prueba de ese regalismo.
Hay que tener en cuenta que la furibunda reacción del sector clerical más
intransigente, que había sabido aprovechar la libertad de prensa que les garantizaron los
liberales y contribuyó de forma notable a una radicalización de las posturas liberales en materia
religiosa.
El absolutismo monárquico y otros pilares del Antiguo Régimen no salieron tan bien
parados como la religión católica en la nueva Constitución. La generación liberal dio ese paso
adelante que permitió romper con la maquinaria del Antiguo Régimen.
Especial importancia tienen los artículos del Capítulo 1.° del Título 1.°, referidos a la
nación española, definida como «la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios» . Y
en ella reside «la soberanía» y «por lo mismo pertenece a ésta exclusivamente el derecho de
establecer sus leyes fundamentales». la Constitución declara un poco vagamente en su Título 2.°
que la forma de gobierno de la nación española es «una Monarquía moderada hereditaria».
Pero en los artículos inmediatos establece de forma inequívoca la separación de poderes: el
ejecutivo reside en el rey, el legislativo en las Cortes con el rey y el judicial en los tribunales
establecidos por la ley.
En el Título 3.°, referido a las Cortes, se regula de forma detallada la elección de
diputados por sufragio universal masculino indirecto y se estipula que para ser elegido
diputado hay que «tener una renta anual (sic) proporcionada, procedente de bienes propios» .
En el Título 4.° se aborda la figura del rey, cuya persona «es sagrada e inviolable y no está sujeta
a responsabilidad», detallando sus prerrogativas, facultades y restricciones a su autoridad . La
fórmula de juramento ante las Cortes compromete al rey a defender y conservar «la Religión
católica, apostólica, romana, sin permitir otra alguna en el Reino»; a guardar y hacer guardar «la

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 16


Constitución política y Leyes de la Monarquía española»; no enajenar, ceder, ni desmembrar
parte alguna del reino; no exigir «jamás cantidad alguna de frutos, dinero, ni otra cosa sino las
que hubieren decretado las Cortes»; no tomar a nadie su propiedad, y a respetar «sobre todo la
libertad política de la Nación y la personal de cada individuo» La fidelidad al Deseado quedaba
fuera de toda duda se afirmaba que «El Rey de las Españas es el Señor don Fernando séptimo
de Borbón que actualmente reina». Artículos posteriores regulaban la designación de Regencia
cuando el rey fuese menor de edad o se hallase imposibilitado para reinar. El papel de los
secretarios de Estado y del Despacho, así como del Consejo de Estado, queda recogido en el
título referido al rey, incluyendo medidas de control por parte de las Cortes junto con otras en
las que parece que es el Consejo de Estado el que disfruta de un cierto control al asesorar al
monarca.
El poder judicial se aborda en el Título 5.° y en sus artículos se puede observar como
los liberales dieron carta de naturaleza a ideas reformistas que ya habían sido defendidas por
los ilustrados. Un buen ejemplo puede ser la prohibición de la utilización del tormento, la
obligatoriedad de manifestar al reo en menos de 24 horas la causa de su prisión y el nombre de
su acusador , o la prohibición de confiscar los bienes del reo, que son una clara reacción frente a
esos elementos del proceso inquisitorial, «En los negocios comunes civiles y criminales no habrá
mas que un solo fuero para toda clase de personas» pero perviven aspectos que la vinculan con
el pasado, como es el respeto a los fueros eclesiástico y militar.
El problema de la organización territorial de la monarquía también quedó recogido en
la Constitución con una clara orientación centralizadora. Aunque también en este terreno había
habido cambios durante la centuria ilustrada. La reforma de la administración y la tendencia a
una unificación política, junto con importantes pasos en el camino hacia una mayor
racionalización de la economía y la hacienda, obedecían a razones prácticas. Fueron cobrando
un mayor peso conceptos, como «nación» o «patria» en los razonamientos que para justificar la
centralización desplegaron los diputados liberales en los debates. La ocupación francesa y la
situación de guerra reforzó aún más la vinculación entre las dos ideas vinculando centralismo
con nacionalismo y patriotismo. Frente a los «serviles» los liberales no dudaron en hacerse
conocer como los «patriotas».
La aprobación de la Constitución y su proclamación solemne el 19 de marzo de 1812,
fue la decisión política más importante que tomaron las Cortes de Cádiz. Además las Cortes
aprobaron numerosos decretos que, considerados en su conjunto, marcaron la ruptura
definitiva con el Antiguo Régimen. Leyes como la de Señoríos, que suprimía el régimen
señorial, aboliendo el señorío jurisdiccional y convirtiendo el territorial en propiedad particular;
la Ley Agrícola, la Ley Ganadera, que suprimía la Mesta; las liberalizadoras de Industria y
Comercio...llevaban a sus últimas consecuencias los deseos ya expresados por los ilustrados de
eliminar los obstáculos y las trabas que habían impedido el desarrollo de la economía, poniendo
al mismo tiempo las bases para una nueva sociedad. La Constitución de Cádiz y todos estos
decretos emanados de las Cortes extraordinarias pusieron los cimientos de un nuevo régimen
que aún tardaría en cristalizar y se convirtieron en símbolo y referente para las generaciones
futuras.
La reacción de los absolutistas a las reformas de Cádiz fue contundente desde un
principio. Aprovechando la libertad de prensa que tanto habían combatido, acusando a los
liberales de traer a España los «horrores» de la Revolución francesa y de difundir «ideas y
doctrinas desconocidas por nuestros antepasados». Las discusiones sobre la abolición de la
Inquisición o el intento de restablecerla y otras que afectaban al papel de la Iglesia radicalizaron
los debates y exacerbaron las posturas acercando a algunos liberales moderados a las posturas

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 17


de los tradicionalistas. La división en dos bandos irreconciliables, absolutistas y liberales, era ya
una realidad. La capacidad de convocatoria de cada uno de ellos a la altura de 1814 era algo
más difícil de calibrar.
Las dudas sobre la legitimidad de unas Cortes que habían carecido de mandato
constitucional, cuyos diputados habían gozado de una representatividad discutible y cuya
autoridad se vio puesta en entredicho y lo limitado de su autoridad territorial, ponían de
manifiesto la fragilidad de la obra liberal. Para fortalecerla se organizaron manifestaciones,
recogidas de firmas y juramentos en favor de la nueva Constitución. La revolución hecha por
unos pocos buscaba la aceptación de unos españoles que se habían convertido casi sin saberlo
en ciudadanos. Sin embargo, en las elecciones a Cortes ordinarias que debían reunirse el 1 de
octubre de 1813, los liberales sólo consiguieron una tercera parte de los escaños. La durísima
campaña de la prensa absolutista, la movilización del clero más reaccionario, la imposibilidad
de reelección de los diputados que impidió el concurso de los liberales más conocidos, podrían
explicar estos resultados. Los liberales, ya a la defensiva, se vieron favorecidos por la epidemia
de fiebre amarilla que impidió a muchos de los recién elegidos diputados dirigirse a Cádiz,
elegida como lugar de reunión de las Cortes ordinarias. En un ambiente hostil, los absolutistas
esperaban la vuelta del Deseado para acabar con la obra constitucional.

Bibliografía:

Guerrero Latorre, A. C.;, Pérez Garzón, S y Rueda, G., Historia política, 1808-1874, Madrid,
Istmo, 2004 (bibliografía básica).

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 18


Tema 2: Guerra y Revolución (1808- 1814) (Anexo)
1. La ocupación francesa y el dos de mayo de 1808
2. La Guerra de la Independencia ( 1808- 1814)
3. Desarrollo de la Guerra
4. El reinado de José I ( 1808-1813)
5. Constitución de Bayona
6. Las Cortes de Cádiz
7. Reformas gaditanas

1. La ocupación francesa y el dos de mayo de 1808

Tras el Tratado de Fontainebleau1, el ejército francés entró en España el 18 de octubre de


1807,pasando la frontera portuguesa el 14 de noviembre de ese mismo año.
Aunque el tratado decía que los franceses únicamente utilizarían España como lugar de paso
para llegar hasta Portugal, lo cierto es que muy pronto quedó claro que las intenciones
francesas eran otras: ocupar militarmente nuestro país.
Apenas sin resistencia, en España se habían establecido el ejército francés a cuyo mando
Napoleón había colocado a su cuñado Murat, gran Duque de Berg.
La presencia de tanta fuerza extranjera pronto inquietó a la población española así como a sus
dirigentes.
Tras el Motín de Aranjuez2, Carlos IV renuncia en la persona de su hijo Fernando.Éste fue
proclamado nuevo rey de España en medio de un inmenso clamor popular.
Pero aunque el nuevo soberano era reconocido por su pueblo, no quería decir que Murat hiciese
lo mismo. Este ambicioso general francés llegó a la capital de España al mismo tiempo que el
nuevo monarca, y en su mente sólo había un propósito: hacerse con el trono de España.Para ello
no va a perder ninguna ocasión en inmiscuirse en los asuntos del país. Es por ello por lo que
ofreció protección al rey destronado a sí como a su favorito, cuando en realidad esta protección
se tradujo en un secuestro en toda regla. Incluso instigó al soberano para que redactase una
carta de protesta a su renuncia tan sólo dos días después de lo sucedido en Aranjuez.
Con ello quedaba claro que la política española no se decidía ni en Aranjuez ni en Madrid sino
en París.Sin saberlo, Fernando VII estaba totalmente a merced de Napoleón.
Ya como soberano, Fernando VII amnistió a los procesados por la conjura del Escorial, tanto a
sus antiguos partidarios como a otros personajes como Jovellanos o Urquijo.
Fernando VII llevaría a cabo una política inclinada hacia la moderación. Prueba de ello es que
eligió a Azanza, O’Farril y Piñuela como ministros de Hacienda, Guerra y Justicia; manteniendo

1
Acuerdo diplomático firmado por España y Francia en 1807.Pactó la entrada en España de 30000 soldados
franceses que marcharían sobre Portugal junto a 10000 soldados españoles, y la repartición del territorio luso en dos
reinos: el norte correspondería a un nieto de Carlos IV mientras que el Alentejo y los Algarves serían para
Godoy.Napoleón usó este tratado como pretexto para invadir España con su ejército.
2
Insurrección popular acaecida en Aranjuez (Madrid) la noche del 17 al 18 de marzo de 1808.Promovido por
algunos nobles, su objetivo era propiciar la caída de Godoy y el acceso al trono de Fernando, hijo de Carlos IV.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 19


en su cargo a Ceballos3, ministros de Estado.Pero sobretodo ya se intuye el sistema político de
este monarca: la formación de un gobierno oficial nombrado por él mismo junto a al existencia
de un consejo informal ( camarilla) formado por hombres de su confianza.4
La influencia de estos consejeros personales tuvo un peso decisivo en los acontecimientos
posteriores. Ante la presión francesa, se inclinaron hacia una postura de compromiso, de ceder
ante ellos; considerados superiores tanto numéricamente ( no confiaban en la efectividad del
ejército español ante un posible ataque francés) como tácticamente. Tampoco vieron necesaria la
necesidad de apoyarse en el pueblo español para hacer respetar su soberanía.
Optaron por adoptar una postura sumisa, de constante adulación a la figura del Emperador
pues creían que ésa era la única forma de que el Emperador aceptase a Fernando como rey de
España.
Murat pronto se dio cuenta del débil carácter del nuevo soberano y de su gobierno al exigirles
la devolución de la espada que en su día Francisco I de Francia le había regalado a Carlos I de
España.
Desde ese mismo momento, Fernando VII dejó de reinar. En adelante, la voluntad de Napoleón,
expresada a través de su lugarteniente o de su embajador Beauharnais, se concretó en órdenes
que habían que cumplir sin rechistar.
El Emperador, a través de su enviado Savary, duque de Róvigo, “invitó” a Fernando VII a que
se acercase a tierras francesas con el propósito de conocerle personalmente.
Así, el 10 de abril de 1808,Fernando VII5- acompañado de sus consejeros privados (Escoïquiz,
Infantado, San Carlos, Ceballos, Labrador, Ayerbe) de Savary abandona Madrid para reunirse
con el Emperador.
Como encargada de los asuntos del reino deja una Junta Suprema de Gobierno, presidida por su
tío el infante don Antonio y formada por los ministros de Hacienda ( Miguel José de Azanza),
de Guerra (Gonzalo O’Farril), Gracia y Justicia (Sebastián Piñuela) y Marina (Francisco Gil de
Lemos)
La Junta tenía que quedar en estrecho contacto con el monarca, pero desde el mismo momento
en el que Fernando VII abandona Madrid, ya se había producido un vacío de poder.
Fernando VII era plenamente consciente del grave riesgo que corría si se adentraba en territorio
francés. Estuvo tentado a quedarse en España, cerca de la frontera y esperar a que el Emperador
se adentrase en tierras españolas. Pero una carta del Emperador y la noticia enviada desde la
Junta Suprema de que Murat pretendía restaurar en el trono a Carlos IV, convencieron a
Fernando VII de la necesidad de entrevistarse con el Emperador francés.
El 20 de abril, Fernando VII entraba en Francia sin saber todavía que tardaría 6 años en volver a
pisar suelo español.
Napoleón recibió a Fernando VII como Príncipe de Asturias no como rey. Le faltó una única cita
para darse cuenta del carácter débil del aspirante al trono español.
Para Napoleón, los Borbones debían de dejar de reinar en España, por lo que la única concesión
que estaba dispuesto a ofrecerle a Fernando era el reino de Etruria.
A Fernando le quedaban dos alternativas: o aceptar ( tal y como le aconsejaron Escoïquiz y San
Carlos) o protestar ( Ceballos).
Napoleón le da un ultimátum: o renuncia a sus derechos antes del día siguiente o entrará en
contacto con su padre, Carlos IV.

3
A pesar de su parentesco con Godoy.
4
Como Escoïquiz, el duque del Infantado y el duque de San Carlos.
5
Accede sin sospechar porque veía en la audiencia con el Emperador el reconocimiento a su persona como rey de
España.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 20


Viendo que el acuerdo directo con Fernando era complicado, Napoleón se sirve de un
enfrentamiento entre los reyes depuestos 6y su hijo. Y para ello, de nuevo, se sirve de la figura
del caído Godoy.
Murat solicitó la custodia de Godoy-permanecía encarcelado-a la Junta, a lo que ésta se niega.
Tendrá que ser la mediación directa del Emperador la que consiga que Godoy abandone España
rumbo a Bayona- donde estaban reunidos Fernando y Napoleón-
La presencia de Godoy en Bayona junto a la carta recibida del Emperador prometiendo que no
reconocería a Fernando como rey, animan a Carlos IV y su esposa a reunirse con ellos en
Francia.
Así, mediante estratagemas, Napoleón captura prácticamente toda la familia real en su propio
terreno.
Carlos IV se reafirmó en su posición de exigir sus derechos al trono, renunciando a la cesión
hecha tiempo atrás. Estaba dispuesto a ceder sus derechos a Napoleón y a cambio de ello pedía
asilo en Francia y la concesión de cuantiosas rentas. En pocas palabras: Carlos IV estaba
vendiendo España a Francia.
Fernando VII, que se negaba rotundamente a ver a Napoleón sentado en el trono español, se dio
cuenta tarde de que el único apoyo que tenía para consolidarse en el trono de España no era el
apoyo del Emperador, sino la voluntad de su pueblo. Ellos, junto a la Junta de gobierno que
había dejado en Madrid, serían los únicos medios con los que contaba para ocupar de forma
permanente y segura el trono español.
Napoleón, por otra parte, confiaba en una revuelta en España: así tendría la excusa perfecta
para imponer de una vez por todas su imperial voluntad.
Napoleón había conseguido aniquilar la soberanía nacional 7española, la cual no podía ser
representada ni por Carlos IV ni por Fernando VII ambos prisioneros bajo su tutela. La Junta de
Gobierno se perfilaba como el único medio con el que poder ejercer la soberanía nacional, pero
Murat pronto se encargó de desacreditarla y dejarla como una mera espectadora de los
acontecimientos que se iban desarrollando según los deseos del Emperador.
La primera de las exigencias del lugarteniente francés hacia la Junta fue la salida de España,
rumbo a Bayona, de dos miembros de la familia real: la reina de Etruria y el infante Francisco de
Paula.La Junta se negó, pero Murat amenazó con proclamar a Carlos IV rey y asumir él mismo
en su nombre las riendas del gobierno militar.
Ante semejante situación, la Junta se reunió –con carácter urgente-la noche del 1 al 2 de mayo. A
esta reunión también asisten los representantes de las instituciones del Antiguo Régimen,
Consejos de Castilla, Hacienda, Indias y Órdenes.Se planteó la posibilidad de iniciar una guerra
para hacer frente a la ocupación francesa, decisión demasiado tardía. También se acordó la
creación de otra Junta suplente, de carácter militar, por si Murat decidía acabar con la existente.

6
Seguían viviendo en España.No son queridos por nadie y temeroso por su integridad física y por la de Godoy,
solicitan la protección de Murat.Cuando abandonan España para entrevistarse con el Emperador, prácticamente
nadie en el país lo sintió.
7
¿Qué es la soberanía nacional? Una doctrina política que atribuye al pueblo, al conjunto de la ciudadanía, la
facultad de ejercer la voluntad política suprema. El concepto de soberanía nacional surge con el pensamiento
político de la Ilustración, que hizo recaer sobre la voluntad de los ciudadanos la legitimización del Estado, y
acompañó los principios de la Revolución Francesa.
La soberanía nacional surge para sustituir el principio de soberanía absoluta del monarca. De la conocida frase de
Luis XIV “el estado soy yo” se pasó a la de “el estado somos todos”, afirmación que acompañó la revuelta del tercer
estado.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 21


Si se pensó en la idea de iniciar un enfrentamiento bélico con los franceses, pronto se desechó:
Fernando VII había emitido órdenes estrictas a la Junta de que se conservase la paz y la armonía
con los franceses. O lo que es lo mismo: ceder a sus pretensiones.
Mientras Murat amenazaba con conquistar el país empleando la fuerza si era necesario,
Napoleón intentaba conquistar el país obteniendo la renuncia legal de sus mandatarios.
El empeño de Murat en que el infante Francisco de Paula abandonase España se debe a una
provocación por parte del lugarteniente de Napoleón. Murat quería a toda costa enseñar a los
españoles que les pasaría si no se sometían a los deseos imperiales.
La Junta de Gobierno se vio incapaz de llevar a cabo el objetivo de mantener la tranquilidad del
país. Formada por hombres de edad relativamente avanzada, todos ellos tenían más de 60 años,
prácticamente habían quedado a merced de los deseos de Napoleón, lloviéndoles las criticas por
ello. La Junta siempre alegó su deseo de defender los derechos al trono de Fernando y esa era la
excusa que dio cuando permitió que Godoy o los últimos miembros de la familia real partiesen
rumbo al exilio.
Pero lo único que se estaba consiguiendo era que el odio hacia los franceses fuese en aumento.
Éstos se sentían dominadores puesto que se apropiaban de todo lo que querían, además se
dedicaron a expandir la noticia de que Napoleón había decidido reponer en el trono a Carlos IV
lo que se tradujo en los primeros altercados en Burgos y Toledo.
Pero la iniciativa de luchar llegó tarde. Aquellos que habían sido elegidos para gobernar el
país, de protegerlo, se habían mostrado incapaces de reaccionar, indecisos y esa indecisión
había sido aprovechada por los franceses para hacerse con el control del país.
Para aplacar al cada vez más encendido pueblo español, se les emitía continuos bandos en los
que se les pedía respeto hacia las autoridades francesas. Ello no hacía sino que caldear aún más
el ambiente.
El 2 de mayo de 1808,varias gentes 8de Madrid se agolparon en las inmediaciones del Palacio
Real para ver la salida 9 del infante Francisco de Paula.Poco a poco se fueron caldeando los
ánimos, todo parecía indicar que de un momento a otro se iba a producir un altercado en la
plaza.
La respuesta francesa para disolver a los congregados fue rápida y extremadamente violenta:
respondió ante la aglomeración con fuego de artillería produciendo numerosas bajas.
Ello no hizo más que exaltar el odio español hacia los franceses, a partir de ese mismo momento
no se trataba de impedir únicamente la salida del infante, sino que se trataba de vengarse y de
acabar de una vez por todas con los invasores.
El 2 de mayo de 1808 no fue la rebelión de los españoles contra el ocupante francés, sino la del
pueblo español contra un ocupante consentido por sus autoridades y las clases pudientes. No
sólo queda plasmado un gran patriotismo sino una lucha por hacerse con la soberanía nacional,
una soberanía nacional a la que habían renunciado sus gobernantes. El pueblo pasó de ser un
mero espectador de los acontecimientos para pasar a asumir su propio destino.
La noticia de lo sucedido en Madrid pronto se extendió a otras ciudades españolas. Quizás lo
que más impresionó al pueblo español fue el número de bajas nacionales y la saña de los

8
Gérard Dufour opina que los altercados del 2 de mayo no eran tan espontáneos como parece, de hecho se constató
la presencia de un mayor número de forasteros en esa fecha en Madrid de lo normal. Quizás, en el bando español,
también se estaba esperando el momento de alzarse contra los cada vez más odiados franceses.
9
La reina de Etruria, hija de Carlos IV, también abandonó ese día el Palacio.Lo hizo de forma voluntaria, por lo que
el pueblo no reaccionó con su marcha.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 22


franceses. Oficialmente no se conoce el número de los caídos10, pero la brutal represión francesa
( fusilamientos, imposición del terror generalizado) y sobre todo la pasividad de las autoridades
españolas ( el ejército, la Iglesia, el Consejo de Castilla e incluso la Junta de Gobierno se inclinan
a condenar los actos del pueblo español poniéndose al servicio exclusivo de los franceses)
fueron lo que exaltó la resistencia española en otros puntos del país.
En Móstoles, una pequeña villa de Madrid, su alcalde Antonio Torrejón, se erigió como
depositario de la soberanía nacional, ocupando un vacío de poder. Publicó un bando en el que
llamaba a todos los pueblos a la guerra contra los franceses.
Rápidamente la revuelta se extendió a otras provincias, mientras en Bayona, Carlos IV y
Fernando VII intentaban obtener del Emperador una concesión; en Madrid, su pueblo había
empezado la Guerra de la Independencia.

2. La Guerra de la Independencia ( 1808- 1814)

Contrariamente a la opinión del Emperador y de su lugarteniente Murat, el castigo impuesto a


los rebeldes del 2 de Mayo, no amedrentó a los españoles ni éstos esperaban ansiosos las
reformas por él prometidas, sino que había entrado en una lucha que sería violenta, ya que no
sólo luchaban por su rey, sino que lo hacían por su propia tierra.
Continuaron las muestras de odio hacia los invasores, pero lo que realmente provocó el
levantamiento general 11fue la noticia de las renuncias de Bayona12, concretamente la de
Fernando VII.
Del 22 al 30 de mayo, toda España se subleva contra los franceses y contra las autoridades
españolas que los apoyan.
Los alzamientos son de talante regional o local, no existiendo a simple vista ninguna conexión
con otros levantamientos. Pero sí poseen rasgos comunes como es la voluntad de luchar contra
los enemigos, tanto los franceses como aquellos que se muestran de su lado aunque sea
colaborando de forma pasiva. Se produce la escisión en España entre patriotas o traidores o
afrancesados. Traidores que el pueblo, sin respetar su rango social o administrativo, ejecuta13.
Víctimas que pagaron con su vida no el ser firmes afrancesados sino el ser obedientes a unas
órdenes que venían de Madrid y a su obsesión por mantener el orden.
Utilizando el terror contra los franceses y sus aliados, los españoles respondían igual que Murat
y sus hombres habían hecho en Madrid el 3 de mayo14.
Pero lo que llama la atención es la rapidez con la que se extiende la protesta y la doble
resistencia ( a los franceses y a aquellos que colaboran con ellos)

10
Según los franceses, de su bando murieron sólo 80 personas mientras que de los españoles 1600.Para los
investigadores españoles como el historiador Pérez de Guzmán, fueron 406 los fallecidos y 172 los heridos
españoles. Pero la cifra oficial es difícil de conocer pues en aquella fecha en Madrid había muchos forasteros.
11
Aunque los motivos que llevaron a los españoles a la Guerra de la Independencia son varios: defensa del rey y de
la religión, intento de reformar el Antiguo Régimen, conflicto del pueblo español contra Napoleón y la presencia de
su ejército en el país y el nombramiento del hermano del Emperador-José- como rey.
12
Desarrollo de las abdicaciones en el anexo.
13
Víctimas del odio del pueblo fueron: el conde de Albalat en Valencia, el conde de Águila en Sevilla, el
gobernador conde de la Torre del Fresno en Badajoz, los corregidores de Vélez Málaga y la Carolina, los generales
Solano en Cádiz y Trujillo en Granada...
14
Este pensamiento queda plasmado en uno de los grabados de Goya-fiel transmisor de la Guerra- “Lo mereció”.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 23


El movimiento surge como motines espontáneos nacidos de la indignación ante las noticias
procedentes de Madrid, pero el pueblo se limita a ser el brazo armado de la revolución dejando
su representatividad en uno jefes naturales: nacen las Juntas.
Al no responder las autoridades provinciales los deseos de la masa popular, ésta delegó su
responsabilidad en instituciones ancestrales 15como la centenaria Junta General del Principado
de Asturias, la Diputación del Reino en Cortes o las Cortes de Aragón.
En aquellos lugares donde no existían estas instituciones se crearon otras nuevas: las llamadas
“Juntas Supremas”. Estaban formadas por miembros de la jerarquía tradicional de cada zona (
Palafox en Zaragoza, Saavedra en Sevilla o Floridablanca en Murcia), la estructura de las nuevas
Juntas corresponde fielmente a la mentalidad del Antiguo Régimen ( en Valencia, los miembros
de la Junta Suprema son nombrados por estamentos)

Lo primero que hicieron las Juntas supremas fue declarar la guerra a Napoleón y para ello se
creó un ejército. Éste estaría dirigido por un general de prestigio, teniendo como base los
cuerpos regulares, la existencia de voluntarios y los alistamientos. Para sufragar los gastos que
generaba la existencia de este ejército, las Juntas realizaron colectas, suprimieron impuestos,
crearon nuevas contribuciones e incluso llegaron a acuñar moneda. Solicitaron, también, ayuda
económica y militar a Gran Bretaña.
Las Juntas Supremas constituían el poder supremo, un poder soberano; sin ninguna de las
connotaciones de la Revolución Francesa, ya que se trataba exclusivamente de la vuelta 16de la
autoridad. Nacen aprovechando el vacío de poder existente y la necesidad de defender los
derechos del pueblo español y de su único soberano reconocido por ellos: Fernando VII. Las
Juntas no son revolucionarias en ningún sentido ni suponen un intento de romper con el
Antiguo Régimen
Las Juntas se consideraban legítimas ya que Fernando VII no podía ejercer su autoridad al
hallarse cautivo y los órganos centrales de la monarquía se habían vendido a los franceses;
además, la corte se hallaba bajo el control del ejército francés. La autoridad, la soberanía del país
recaía sobre el pueblo y éste la había transmitido a una institución ya existente o creada en
aquel momento.

Pero hacia falta la existencia de un único poder fuerte y esta necesidad comienza a quedar
patente tras la victoria de Bailén y la presión británica en la necesidad de un interlocutor válido
para que se enviasen las ayudas económicas y militares de este país.
El Supremo Consejo Real de Castilla17 propuso a las demás Juntas que se adhiriesen en una sola.
Pero sería la propuesta emitida desde la Junta de Valencia la que si viese la luz, ya que entre el
pueblo cada vez era más patente la necesidad de unirse, además de que el planteamiento
llegado desde Valencia decía que la Junta Central tendría que estar formada por diputados de
cada una de las Juntas Supremas.
A finales de agosto de 1808 todas las Juntas Supremas de España estaban de acuerdo en
constituir un Gobierno central bajo la forma de Junta compuesta por dos diputados de cada una
de ellas y que asumiese la soberanía hasta que Fernando VII estuviera libre.

15
Las cuales no se habían reunido desde la derogación de los fueros a comienzos del s. XVIII
16
El objetivo principal de las Juntas es el restablecimiento en el trono de Fernando VII, con todos sus derechos;
puesto que así lo desea el pueblo.
17
Quien no quería perder la oportunidad de ocupar el poder.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 24


A comienzos de septiembre, se intentó crear un Consejo de Regencia formado por el duque del
Infantado y los generales Castaños y Cuesta para los asuntos militares, mientras que de los
civiles se ocuparía el Consejo de Castilla.Pero la negativa de Castaños hizo fracasar la segunda y
última tentativa del Consejo de Castilla de participar del poder unificado.
A mediados de ese mismo mes, los diputados de las Juntas Supremas se fueron reuniendo en
Madrid y Aranjuez.Los diputados de Murcia, Extremadura y Andalucía se reunieron en
Aranjuez bajo la tutela de Floridablanca; pidiendo que la sede de la Junta Central no se asentase
en Madrid.
Los representantes de Aragón, Asturias, Cataluña y Valencia se reunieron en Madrid en casa
del príncipe Pío, partidarios de que las reuniones se llevasen a cabo en la capital puesto que era
aquí donde se hallaban los órganos de gobierno de la monarquía.
Finalmente, las reuniones se celebrarían en Aranjuez.
L a sesión preparatoria tuvo como secretario a Martín de Garay y como presidente al conde de
Floriblanca, debido a que era el más anciano de los presentes. Se llegó al acuerdo de que
únicamente formarían parte de la Junta Central los diputados de las Juntas Supremas que
estaban erigidas en las capitales de los antiguos reinos, quedando excluidos los representantes
de Álava, Cádiz, Ciudad Real, Cartagena, La Mancha, Santander, Soria y Vizcaya.
La constitución de la Junta Central tiene un talante democrático: los diputados residentes en
Madrid se trasladaron a Aranjuez cuando ven que la mayoría de los representantes se
encuentra allí, los poderes o credenciales son aprobados por unanimidad, el presidente y el
secretario son elegidos de forma interina y la instauración se decidió de forma conjunta aunque
hubiesen diputados, como Jovellanos, que no estuviesen de acuerdo en todo.

El 25 de septiembre de 1808,los representantes de las Juntas supremas juraron sus cargos en el


palacio de Aranjuez.Quedaba declara legítimamente la Junta central Suprema y Gubernativa
del Reino.18
España volvía a tener un gobierno.

3. Desarrollo de la Guerra

-1ª fase (junio 1808-noviembre 1808)

Al generalizarse el levantamiento, el ejército francés se tuvo que desplegar por la Península con
el propósito de hacerse con el control de la situación y asegurar la comunicación entre Madrid y
la frontera.
Desde la primera base, el mariscal Bessièrs debía de someter a las provincias septentrionales y
dominar a los rebeldes de Zaragoza que perjudicaban las comunicaciones con Cataluña.
El primer enfrentamiento entre franceses y españoles tuvo lugar cuando el general Cuesta
decidió tomar la iniciativa y cortar el camino de Burgos a Madrid, con un ejército de voluntarios
sin apenas instrucción militar. A los franceses, al mando de Lasalle, no les resultó difícil someter
a los españoles, quedando ocupadas Valladolid y Santander.

18
Como dice Dufour, la calificación de Junta Central Suprema implica el reconocimiento como emanación de las
Juntas que obtuvieran su legitimidad del pueblo. El adjetivo gubernativa hace referencia a que en ella descansa la
autoridad de toda la monarquía. Es por ello por lo que todas las disposiciones comenzaban con el protocolo
Fernando VII y en su nombre la Junta Central.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 25


El siguiente enfrentamiento se produjo en Medina de Rioseco, donde los franceses volvieron a
salir victoriosos frente a un ejército español que registró numerosas bajas. El camino entre
Madrid y Burgos, donde estaba detenido José I, quedó asegurado por las tropas francesas.
Las cosas por la zona del valle del Ebro comenzaron siendo favorables a los franceses. Logroño
fue ocupado y las tropas españolas derrotadas en Tudela, Mallén y Alagón.Pero en Zaragoza a
los franceses les resultó impasible acabar con la población. Protegidos entre las murallas de la
ciudad, la población zaragozana ofreció una feroz resistencia participando tanto mujeres como
niños, con la misma intensidad y ferocidad como si se tratase del mejor de los ejércitos.
De Bailén llegaron noticias desastrosas para el ejército francés, por lo que viendo la resistencia
de Zaragoza, optaron por retirase a Vitoria.
Desde la segunda base de operaciones, Madrid, salieron dos columnas dirigidas por Dupont y
Moncey para dominar Andalucía y el Levante.Cuando Moncey llegó a Valencia se encontró con
una desagradable sorpresa: en la ciudad se habían colocado barricadas, fortificaciones
improvisadas, artillería pesada incluso habían inundado los campos para hacerlos
intransitrables. Después de perder más de 1000 hombres y al saber que no podía recibir
refuerzos de Cataluña 19porque todo el litoral se había alzado en armas, Moncey se retiró a
Madrid.

El mariscal Dupont se dirigió desde Toledo hacia el sur avanzando tan deprisa que cometió el
error de dejar sin controlar el terreno que dejaba en su retaguardia.
En Córdoba, los franceses saquearon la ciudad y sembraron el terror entre sus ciudadanos. Al
saberse la noticia de la actuación francesa en la ciudad de los califas, todos los pueblos de la
comarca se alzaron; cortando la comunicación de Dupont con Madrid y efectuando terribles
venganzas sobre cualquier soldado francés que cayese en sus manos.
El general Castaños cerró al ejército francés la retirada de Despeñaperros, al mismo tiempo que
contraatacaba en Bailén.Dupont actuó con indecisión y lentitud20.
La batalla de Bailén comenzó el 19 de julio terminando tan sólo tres días después son la
capitulación de todas las tropas francesas.
¿Qué consecuencias supuso la batalla de Bailén?
-Psicológicamente: creó grandes esperanzas entre los españoles, esperanza y entusiasmo que
creció aún más al conocerse la resistencia de los habitantes de Girona y Zaragoza.
Surgió la necesidad de un poder único, acatado por todos y con autoridad suficiente, que
gobernara en nombre de Fernando VII y en su lugar dirigiera la guerra, aunara y coordinara
esfuerzos. Nace la Junta Suprema y Gubernativa del Reino.
-Militarmente: significó la primera derrota campal sufrida por un ejército napoleónico.
Estratégicamente, Bailén abrió el camino hacia Madrid de los rebeldes por lo que el rey José I y
los pocos fieles que le quedaban abandonaron la corte para replegarse a Vitoria.

La derrota de Bailén provocó la ira de Napoleón21. Descalificó a Dupont, hasta entonces


considerado por él mismo como uno de sus mejores hombres, y envió tropas de refuerzo al
mariscal Ney para intentar estabilizar la situación. Una situación que empezaba a ser caótica
para ambos bandos. Este repliegue francés fue tomado por los españoles con júbilo. Pensaban

19
Desde Barcelona, el general Duhesme debía dominar Cataluña y enviar una columna de ayuda a Moncey.Llegó a
Barcelona tras intentar el asedio a Girona con un ejército hambriento y desmoralizado y sin poder cumplir ninguna
de sus misiones.
20
Actuación debida a la carga que suponía el botín que se habían llevado de Córdoba.
21
Al desastre de Bailén hay que unir la derrota de Junto en Portugal a manos británicas.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 26


que podían ganar la guerra y en realidad no estaban preparados para ello pues carecían de la
coordinación y disciplina necesarias.

-2ª fase (noviembre 1808-enero 1810)

Tras la derrota de Bailén, Napoleón tomó personalmente el mando de la situación. Los


españoles confiaban en repetir la acción de Bailén, embolsando a los franceses al avanzar
simultáneamente por la costa y los Pirineos.Pero lo cierto es que nada de esto resultó: las tropas
españolas, más lentas y torpes en la organización, sin un mando unificado y con gran
indisciplina, no supieron resistir.
En menos de un mes, Napoleón había dispersado a lo mejor del ejército español, aunque no
había logrado una victoria espectacular. El 2 de diciembre, el Emperador hacía acto de presencia
en Madrid, ocupó el Retiro y tras intimidar a la población madrileña a base de cañoneo, Madrid
se rindió.
Desde su base establecida en Chamartín, Napoleón dictó cuatro decretos:
-Declaraba abolidos los derechos feudales
-Suprimía el Tribunal de la Inquisición por atentar contra la soberanía y la autoridad
civil
-Disminuyó de forma drástica los conventos de monjes, 22nacionalizando sus bienes
-Trasladó las aduanas interiores

Estos decretos son propios de una mentalidad ilustrada, encaminados a lo que Napoleón
consideraba la regeneración de España.
Pero no consiguió que aumentasen los adeptos al gobierno de José I, el cual seguía siendo
rechazado por la población. Además, estos decretos-en concreto el referido a la Inquisición y a
la disminución de los conventos- provocó las iras de la Iglesia católica quien no dudó en alentar
entre la población a una cruzada contra los ateos, antirreligiosos y demoníacos franceses.

Napoleón cedió de nuevo la Corona a su hermano y bajo la amenaza de convertir las provincias
españolas en departamentos franceses, obligó a los madrileños a prestar fidelidad al rey José
para con ello dar ejemplo a las demás provincias.
Ese mismo mes, Napoleón recibió la noticia de que el ejército inglés23, liderado por John Moore,
había llegado a Salamanca desde Portugal y se dirigía a Valladolid.Napoléon decidió
abandonar la idea de adentrarse más en el país y decidir ir al encuentro de los ingleses. Moore,
en cambio, debido a las condiciones reinantes-recordar que se encuentran en el mes de
diciembre con toda la zona cubierta de nieve- no creyó oportuno el enfrentarse con los ingleses;
emprendiendo la retirada a La Coruña.
Napoleón recibió la noticia de que Austria se había rearmado y de que en Francia, Fouché y
Talleyrand tramaban una conspiración contra su persona. Puesto que según parecía el ejército
inglés se iba debilitando, Napoleón abandona España para solucionar los demás problemas y
deja en el mando a los generales Soult y Ney.

22
A quienes catalogó de holgazanes.
23
Llegados a este punto habría que explicar porqué Inglaterra-enemiga tradicional de España- se involucra en la
Guerra de la Independencia.Los británicos eran conscientes de que si Napoleón se hacia con el dominio de España,
ellos tendrían un gran problema con el Emperador.Y para evitarlo, deciden embarcarse en la lucha, significando ello
el apoyo a los españoles.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 27


A comienzos de 1809 la mayor parte de la mitad norte de España se encontraba bajo dominio
francés. Las tropas españolas estaban totalmente desorganizadas y es justo en este momento
cuando aparece de forma generalizada un conjunto de bandas armadas: las guerrillas. Rehuyen
de las acciones campales, realizando pequeñas operaciones dispersas que hacían intolerable la
vida a los franceses. Éstos comenzaron a llamar a esta forma de combatir la petite guerre de
donde, al parecer, vino la palabra española “guerrilla”En enero de 1809 comienzan a sonar los
nombres del cura Merino, del carbonero Juan Martín el Empecinado, de Mariano Renovales y
de Francisco Espoz y Mina.
Con las guerrillas llegó la participación popular en la guerra, una participación que se basaba en
un único pilar: el odio visceral hacia los franceses.
El origen de las guerrillas es múltiple:
-Contrabandistas y bandoleros que se acogen al indulto por defender su patria de los
Franceses.
-Grupos militares de soldados u oficiales que al estar dislocados del ejército regular
derrotado deciden seguir la guerra por su cuenta.
-Grupos de gente honrada de todos los orígenes sociales que por diversos motivos
(patrióticos, religiosos o personales) deciden abandonar sus quehaceres habituales
y se echan al campo para luchar contra los “gabachos”.

Lo más frecuente es el que número de componentes de una guerrilla no superase el de las cien
personas.
Sus acciones se limitaban a pequeñas escaramuzas, amagos y emboscadas valiéndose del
perfecto conocimiento del terreno que tenían y la ausencia de problemas logísticos de
abastecimiento y comunicaciones.
Contaban con el apoyo incondicional de la población civil, de la que los propios guerrilleros
formaban parte. Es por ello por lo que los franceses nunca sabían si aquel tranquilo labrador
que sorprendían faneando en sus campos, había sido el responsable de una emboscada poco
antes.
Las guerrillas mermaron la tranquilidad de los franceses. Éstos se encontraban desmoralizados,
nerviosos; estaban en un país hostil en el que cualquier actitud, incluso la que parecía amistosa,
tenía que ser tomada con desconfianza.
El número de guerrillas existente es desconocido. La máxima concentración de guerrillas se dio
en las zonas montañosas y en las cercanías de las vías de comunicación.
Las guerrillas consiguieron tres importantes resultados:
-obstaculizaron las comunicaciones entre los ejércitos franceses: las órdenes de
Napoleón llegaron a tardar entre cuarenta días en llegar de París a Madrid; e
incluso llegaron a cortarlas: a principios de 1812, el general Marmont tuvo que ir a
la batalla de los Arapiles con 14000 hombres menos por su fallida comunicación
con el rey José I para el envío de hombres.
-fueron una valiosa fuente de información para los militares aliados: como ejemplo, los
ingleses, a mando del duque de Wellington, estuvieron a punto de ir a batalla con los
franceses con un equipamiento mucho menor. Gracias a la información de la guerrilla
se evitó una derrota total para los británicos y, seguramente, el fin de la guerra en
España.
-obligaron a destinar un elevado número de tropas francesas para la protección de las
comunicaciones y de las ciudades. Ello suponía la permanencia de estas tropas en
estos lugares por que si los abandonaban corrían el riesgo de que las guerrillas,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 28


amparados por la población, se apoderase de ellas.

-3ª fase (1810-1814)

Entre 1809 y 1811 las tropas francesas se apoderaron de un gran número de provincias
españolas, pero para ello dejaron en el camino gran cantidad de vidas humanas. Había
comenzado una guerra de desgaste con la que los franceses pensaban en extender su dominio
por todo el territorio español.
La ocupación se llevó a cabo siguiendo tres líneas de penetración: Levante, Andalucía y
Portugal.De este período, aunque consiguieron dominar muchos territorios, los franceses vieron
con sus propios ojos hasta que punto era capaz la población civil española de aguantar con tal
de no caer en manos francesas. Fueron muchas las ciudades que tras su rendición ofrecían un
aspecto desolador: totalmente ruinosas y con suciedad, los habitantes habían decidido dejarlas
en tal estado para que los franceses no se pudieran instalar en ellas.
Conforme descendían hacia el sur peninsular, la dominación se hacía más difícil. Debían de
dejar hombres custodiando en las ciudades ya conquistadas, reduciendo con ello los efectivos
para la lucha. Además, las noticias llegadas desde Rusia pedían constantes refuerzos de tropas
napoleónicas.
La victoria de Napoleón sobre los austriacos en Wagram permitió el envío de refuerzos a
España.José I destinó miles de hombres a la conquista de Andalucía, conquista basada en dos
motivos: para vengar la derrota sufrida en Bailén y para hacerse con el control de la zona más
grande, rica y poblada del país. José I pensaba que si se conquistaba Andalucía ello le reportaría
un doble beneficio: económico, con el que hacer frente a los enormes gastos derivados de la
guerra y estratégico, puesto que si caía la región andaluza caía el gobierno rebelde.
La expedición se planteó de forma tan rápida en el bando que francés que los patriotas apenas
tuvieron tiempo de reaccionar. Rápidamente conquistan gran parte de la zona. Cádiz se
convirtió en el lugar de gran resistencia. La flota conjunta hispano-británica suponía una gran
fuerza artillera flotante, a ello había que sumar las baterías de la ciudad, los barcos cañoneros
armados por la Junta de Cádiz y el ejército del duque de Alburquerque que habían conseguido
llegar a la ciudad tan sólo un día antes de la presencia en ésta de los franceses. Además, los
españoles habían volado el puente de Zuazo, con lo que el río Santi Petri se convirtió en un foso
natural insalvable para un ejército como el francés que carecía de embarcaciones. La ciudad de
Cádiz no llegó a ser invadida.
Se conquistó toda Andalucía excepto Cádiz y la Junta Central se disolvió incapaz de asimilar
tantas derrotas.
El ejército francés tenía ante sí un triple objetivo: proteger las comunicaciones, las ciudades
conquistadas y controlar a los rebeldes de Cádiz.Tarea que absorbieron casi la totalidad de los
efectivos, reduciendo casi al mínimo el volumen de las fuerzas operativas de tal forma que
durante los dos años que duró la ocupación francesa en Andalucía apenas se registraron
batallas importantes.
Otro punto de conquista napoleónica en la Península era Portugal.El Emperador quería
deshacerse a toda costa del ejército británico allí apostado, ejército liderado por el metódico y
frío Wellesley.Se realizó un ataque desde tres puntos: Galicia, el oeste y sur, para llegar con ello
hasta Lisboa.El resultado fue un fracaso24 para el mariscal Soult quien se tuvo que retirar a
tierras zamoranas.

24
Debido a la ofensiva de Wellesley y la falta de cooperación del mariscal Ney y sus tropas.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 29


Mientras tanto, unos 20000 españoles, bajo el mando de Venegas, partían desde Sierra Morena
hacia Madrid.Hacia Madrid también se dirigía un ejército aliado capitaneado por Cuesta y
Wellesley.El enfrentamiento entre el ejército aliado y el francés tuvo lugar en Talavera del 27 al
29 de julio con resultados poco claro para ambos: los franceses se retiraron hacia Madrid
mientras que los aliados se replegaron sobre Badajoz convirtiendo a Portugal en una excelente
base de operaciones.
Napoleón estaba totalmente convencido de que la resistencia española se debía a la presencia
inglesa, por ello se dedicó a expulsar a los británicos de Portugal.La estrategia aliada ofrecía
tintes defensivos: arrasaron amplias regiones destruyendo puentes, transbordadores y barcas,
quemaron los recursos alimentarios y medios de transporte para que fuese difícil llegar hasta
Lisboa, evacuaron a la población de la zona. Crearon un formidable ejército aliado con 70000
solados españoles, portugueses y británicos. Ingenieros británicos y portugueses construyeron
la línea de Torres Vedras: una colosal barrera de obstáculos naturales y fortificaciones que se
extendía a lo largo de 47 Km desde el Atlántico hasta el estuario del Tajo.El objetivo de todo ello
era claro: si la ofensiva francesa se alargaba, estarían obligados a abandonarla por falta de
alimentos principalmente. El objetivo se cumplió: el ejército francés, liderado por Masséna, se
retiró de la línea de combate, hambriento, desmoralizado y minado por las enfermedades.
El fracaso francés tuvo una gran importancia. Napoleón había mandado a un poderoso ejército,
pero no contó con la excelente organización de Wellington.La creación de la barrera natural de
Torres Vedras fue fundamental para detener a los veteranos del ejército napoleónico. El
Emperador comenzó a perfilar imposible la idea de la expulsión de la Guerra a los británicos,
quienes tendrían una grandísima importancia en el final del conflicto.

Wellington se aprovechó de las circunstancias que rodeaban a la política internacional de


Francia.El Imperio francés había roto relaciones con el Imperio ruso25 y esta crisis obligó a
Napoleón a disminuir sus fuerzas en la Península para destinarlas a su campaña
continental.26Wellington, al mando de un ejército anglo-portugués, se apoderó de Salamanca,
liberando a Madrid del yugo francés el 13 de agosto de 1812.El rey José I tuvo que huir a
Valencia bajo la protección de Sucht, por lo que Soult se vio obligado a levantar el sitio a Cádiz
y abandonar Andalucía.
Madrid volvió a caer en manos francesas en noviembre pero por poco tiempo. La catastrófica
derrota de Napoleón en Rusia obligó a un nuevo debilitamiento de las fuerzas francesas en
España, hasta tal punto que por primera vez las fuerzas aliadas superaban a las imperiales.
Madrid se ocupó de forma decisiva y la batalla final llegó en Vitoria, donde el rey José I tuvo
que huir tan deprisa que llegó a dejar abandonadas sus pertenencias.
La Guerra de la Independencia estaba ganada; una guerra nacional de liberación que en el
marco europeo sirvió de modelo y estímulo para que las poblaciones alemanas y rusas
rechazaran también la dominación hegemónica francesa.
Aunque la historiografía británica ensalza la figura de Wellington hasta convertirla en
imprescindible para el desenlace del conflicto, no hay que olvidar que sin la presencia de las
guerrillas y su constante asedio a los franceses y las tropas regulares, Wellington no hubiera
podido mantenerse durante mucho tiempo en la Península ni salir triunfante del conflicto.

25
La nobleza rusa quería abandonar el bloque continental porque perjudicaba a sus intereses económicos.
26
Que comenzó el 24 de julio con el paso del Niemen.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 30


Demográficamente la guerra supuso un millón de muertos; quedando, además, la economía
española por los suelos. El país quedó exhausto. Tendrían que pasar muchos años para que se
pudieran reparar los destrozos materiales causados por el conflicto.

El 11 de diciembre de 1813,Napoleón 27firmaba con Fernando VII el Tratado de Valençay por el


que se acordaba el cese de las hostilidades al mismo tiempo que el Emperador reconocía a
Fernando como rey de España; devolviéndole sus territorios tal y como estaban antes de la
guerra. La guerra por fin había terminado.

Fernando VII, el Deseado, llegaba a España el 22 de marzo de 1814.

4. El reinado de José I ( 1808-1813)

Aunque Napoleón había publicado el 4 de junio el nombramiento de su hermano mayor como


rey de España, oficialmente el mandato de José I empezó el 8 de julio de 1808 tras jurar el nuevo
rey la Constitución de Bayona y haber recibido el juramento de fidelidad de los componentes de
la Junta española de Bayona.Napoleón casi se puede decir que obligó a su hermano a que
aceptase la nueva corona-antes era rey de Nápoles- porque España era un país más rico y con
mayor población.
Napoleón quiso presentarse ante el pueblo español como el reformador que cambiaría una vieja
y viciada monarquía por otra nueva y prestigiosa, con la que haría posible la prosperidad del
país, la felicidad de todos y –sobre todo- el fin de una era llena de injusticias y de miserias.
La historiografía de la época siempre presentó a José I como un rey borracho y aficionado al
juego, pero lo cierto es que en realidad el hermano mayor de Napoleón era un hombre
perfectamente capacitado para dirigir España y con muy buenas intenciones para gobernar. El
nuevo monarca español era un hombre apuesto e instruido. Había estudiado leyes y ejercido el
comercio en Marsella, tenía un carácter benévolo y una instrucción que le hacía disfrutar de la
literatura y de las artes. De extraordinaria lucidez mental, veía con claridad lo que estaba
ocurriendo a su alrededor por lo que desde el principio que no era bien recibido en su nuevo
trono y que las cosas no eran tan halagüeñas como su hermano trataba de hacerle creer.

José siempre se mantuvo al lado de Napoleón y su apoyo incondicional hacia el Emperador se


tradujo en una serie de títulos y nombramientos (entre ellos el de rey de Nápoles)Pero esta
dependencia hacia su hermano impidió que José realizase correctamente, de forma libre, sus
propósitos. Propósitos que demuestran que era un hombre reformista, acorde a su tiempo.
De ello habla su breve estancia en el trono de Nápoles donde dio muestra de su deseo de ser un
buen gobernante y de su preocupación hacia sus súbditos, así como de sus deseos reformistas.
A España llegó con este propósito y acompañado de una Constitución ( la de Bayona) para sus
nuevos súbditos y de un gobierno que estaba formado por ministros que habían integrado el
primer Gobierno de Fernando VII, una serie de españoles que tenían experiencia en política y
poseían cierto talante reformista.

27
Tuvo mucha prisa en firmar el acuerdo: su situación en Europa era cada vez más desastrosa por lo que decide
cerrar de una vez por todas con el foco que tenía abierto en España.Se puede considerar como una rendición del
Emperador.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 31


Así que obediente a los designios de su imperial hermano, José pronto emprendió la marcha
hacia Madrid.En el viaje, lo acompañaban parte de los asambleístas que lo habían reconocido en
Bayona como rey. Aunque José llevaba en mente el gobernar de forma benévola, pronto se
percató de la frialdad con la que fue recibido por sus nuevos súbditos para quienes no era más
que un rey intruso.
Esta falta de apoyo popular se convirtió en una obsesión para el nuevo rey. Para conseguir más
partidarios vio la luz en octubre de 1808 un decreto en el que se obligaba a todos los empleados
públicos a jurar fidelidad al rey, a la Constitución y a las leyes. Dos millones de personas 28se
acogieron a este decreto obligados a ello para no perder sus intereses. Es por ello que obligados
por estas circunstancias autoridades de todo tipo se vieron obligados aceptar al nuevo monarca,
recibiéndole con sumisión cuando éste les hacía alguna visita.
Su política consistía en atraerse a sus súbditos y para ello se sirvió de medidas ilustradas y de
una intensa propaganda en la que quería dejar constancia de la inutilidad de la resistencia
armada. Era contrario a la idea de infundir el pánico entre al población-tal y como lo había
hecho Murat- o de aniquilar a todo aquel que se mostrase contrario a su mandato-tal y como
sugería el mismo Napoleón-.

Tan sólo 8 días después de haber llegado a Madrid( el 1 de agosto de 1818), y con motivo de la
derrota francesa sufrida en Bailén, José I se vio obligado a abandonar la ciudad. Se instaló en
Vitoria, cerca de la frontera por si fuese necesario emprender la huida a Francia.Fue entonces
cuando José le pidió a su hermano volver a ocupar su trono de Nápoles, pero Napoleón se negó
a ello manteniéndolo, contra su voluntad, al frente de un pueblo que lo odiaba cada vez más.
Napoleón decidió intervenir directamente en los acontecimientos españoles. De nuevo José
volvió a ocupar su trono español a comienzos de 1809,momento en el que Napoleón vuelve a
centrarse en sus asuntos europeos. Daba comienzo lo que la historiografía conoce como el
segundo reinado de José I en España.
El rey puso todavía más empeño en su labor. Y para ello llegó a plantearse entre seguir siendo
fiel a los dictados llegados de Francia o elegir por completo los deseos de sus nuevos súbditos.
A consecuencia de este dilema la relación entre José y su imperial hermano se enfrió.
José no llegó a controlar por completo las riendas de su reino. Aunque Napoleón había
abandonado España, su ejército se encargaba de hacer cumplir cualquiera de los deseos del
Emperador, por lo que José poco tenía de mando. A ello añadir la continua presencia de la
guerra, lo cual perjudicaba muchísimo cualquier intento de José en llevar a cabo un gobierno
estable. Aunque el rey se quejó en innumerables ocasiones ante su hermano, las cosas no
cambiaron.
Sin haber llegado a ser un rey en el sentido estricto de la palabra, José y sus seguidores se
vieron encaminados hacia el destierro.Éste llegó de forma temporal en Valencia en 1813 para
convertirse en definitivo tras el asedio de las tropas británicas lideradas por Wellington.
En diciembre de 1813,Napoleón -asediado por los problemas a los que tenía que hacer frente en
Europa-daba carpetazo definitivo a “les affaires d’Espagne” con la firma del Tratado de Valençay
por el que Fernando VII recuperaba la Corona española.
En un desesperado intento de intentar separar a los españoles de su alianza con los británicos,
Napoleón –en graves dificultades políticas-intentaba retomar las relaciones con España en el
punto anterior a mayo de 1808.

28
No se les puede considerar afrancesados en el más sentido estricto de la palabra.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 32


5. Constitución de Bayona

Napoleón convoca en Bayona una Asamblea de españoles con un doble objetivo: hacer de
España un país libre de la mala gestión a la que estaba sometida por los Borbones y con ello
otorgar a la población española de una vida digna, y para justificar jurídicamente el cambio
dinástico. Este grupo de Notables –a modo de Cortes-, tenía que aprobar el traspaso de la
Corona 29en nombre del pueblo español.
Es por ello que mandó reunirse en junio, en Bayona, una diputación general de 150 miembros
que tenían que representar los tres brazos estamentales: clero, nobleza y estado llano.
El que la reunión tuviera lugar en territorio francés ya hacía presagiar que sería un fracaso30.
Fueron muchos los citados que no acudieron a Bayona, alegando excusas31 de todo tipo.
Muchos de los que acudieron lo hicieron por el temor de perder sus cargos, pero también
fueron otros muchos los que acuden por su propia voluntad, porque confiaban en las reformas
que pretende llevar a cabo Napoleón.Comienza en este momento la separación entre
“afrancesados” y patriotas.
Para suplir las faltas, se repartieron credenciales entre los españoles residentes en Bayona,
convirtiendo a la Asamblea en un fracaso ya que la formaban individuos que sólo se
representaban a ellos mismos, no a la nación española.
La Asamblea estuvo presidida por Azanza, siendo secretarios de la misma Urquijo y Ranz
Romanillos.
El 8 de julio de 1808,José I –como nuevo rey de España- juró la Constitución, al igual que
hicieron los asambleístas quienes hacían un juramento de fidelidad al nuevo monarca.
Rápidamente quedó patente que la Asamblea no se había formado para proponer soluciones y
reformas para acabar con los males de la patria, sino para aceptar una Constitución redactada
según los deseos del Emperador.
La Constitución de Bayona establecía un sistema político bastante autoritario, basado en
cuerpos colegiados -Senado, Cortes, Consejo de estado- sin ninguna coordinación entre ellos y
sin iniciativa legal.
Se declaraba la independencia de la Justicia, aunque sin proclamar la división de poderes, al
mismo que se enunciaban ciertos derechos de los ciudadanos como la inviolabilidad del
domicilio, la libertad de movimientos, la supresión de los privilegios y la igualdad de todos los
españoles ante la ley.
Se trataba de un texto a caballo entre dos mundos, que intentaba introducir en España algunos
principios liberales. Pero mantenía una monarquía autoritaria en la que el rey y sus ministros
seguían teniendo un poder decisivo. Con esta constitución se pretendía trasladar a España una
serie de ideas y principios conseguidos en Francia durante la revolución. Aunque se
modificaron ciertos aspectos como el respeto de la religión católica como única, pese a ser un
principio contrario a la libertad de cultos establecido por el Imperio.
La Constitución de Bayona fue considerada muy adelantada para la situación de España por lo
que se dio de plazo para su completa implantación hasta 1813.

29
En teoría, la Constitución es obra de José I, aunque en realidad es obra de Napoleón.
30
Pero al fin y al cabo era normal porque Napoleón no quería penetrar en España para imponer su voluntad y porque
además no quería perder de vista a los asambleístas.
31
Normalmente acerca de enfermedades inexistentes. Entre los que no asisten se encuentran Floridablanca y
Jovellanos a pesar de que a éste último le habían ofrecido un puesto en el primer reinado de José.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 33


La Constitución de Bayona pudo haber sido un camino hacia una España más liberal y
moderna. Pero apenas se aplicó, sólo a intervalos y siempre bajo la protección de las tropas
francesas. La mayor parte de los españoles apenas se enteraron de su existencia.
Tuvo, sin embargo, una gran trascendencia ya que hasta entonces el término Constitución sólo
hacía referencia a un conjunto de leyes fundamentales del reino y a partir de ahora también
hacia referencia a una serie de disposiciones que constituían un pacto entre el soberano y el
pueblo. Creó, además, la necesidad entre todos aquellos que se oponían a Napoleón de poseer
un texto constitucional que se enfrentara al texto impuesto por el Emperador.

Afrancesados

Todos los españoles tuvieron que decidir que postura adoptar ante el nuevo régimen, los que se
mostraron partidarios de éste fueron conocidos con el nombre de “josefinos”,”juramentados” o
“afrancesados”.
Los primeros afrancesados32 fueron aquellos que acudieron a la junta de Bayona y reconocieron
al nuevo soberano y a la Constitución, como es el caso de personajes como Llorens, Cabarrús o
Urquijo.Pero también es cierto que no todos los que adoptaron esta postura permanecieron
fieles a ella: muchos, como Cevallos, la abandonaron en cuanto tuvieron el mínimo de libertad
para ello. Es más, muchos de los que juraron fidelidad al nuevo rey, o hicieron para no perder
su supervivencia económica o legal.
Entre los afrancesados los había activos33 –aquellos que participaban de forma entusiasta del
nuevo gobierno- y los pasivos- quienes acataban las órdenes por que no tenían más remedio.
Realmente, afrancesados activos hubo muy pocos y cuando terminó la Guerra se vieron
obligados a exiliarse en Francia ya que eran mal aceptados por el pueblo. Pero también fueron
muchos los afrancesados que actuaron de buena voluntad, ya que veían en ello una buena
forma de solucionar los problemas de su país.

6. Las Cortes de Cádiz.

Desde septiembre de 1808,la Junta Central Suprema y Gubernativa del Reino 34tiene que hacer
frente al papel de equilibrar a quienes se inclinan hacia una actitud estabilizadora y moderada y
los que optan por una postura más revolucionaria. También tenía que hacer frente a las
numerosas críticas que les estaban llegado, principalmente desde las Juntas provinciales.
La Junta Central tomó importantes decisiones de índole diplomático – tratado de paz, amistad y
alianza con el Reino Unido el 14 de enero de 1809-,fiscal-contribución extraordinaria de guerra-
y militar-formación de ejércitos-. Pero carecía de credibilidad entre la población a consecuencia
de los constantes fracasos militares.
En junio de 1809 la Junta Central se disuelve, traspasando sus poderes a un Consejo de
Regencia o Comisión –compuesto por cinco personas- que debían de preparar el terreno para la

32
Teniendo en cuenta que son afrancesados aquellos que colaboraron con el poder francés, bien ocupando cargos en
el Gobierno intruso o jurando fidelidad al nuevo monarca.
33
Estaban totalmente convencidos de la eficacia de las reformas que proponía Napoleón.
34
Presidida por Floridablanca, se había trasladado a Sevilla debido al empuje francés.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 34


reunión de las Cortes. En la sesión de la Junta Central de 7 de octubre de 1808, Jovellanos35
propuso la convocatoria de Cortes para que éstas nombraran una Regencia. La propuesta fue
desestimada por un sector, el más numeroso, dirigido por Floridablanca.
El tema volvió a suscitarse en abril de 1809 cuando el diputado por Aragón, Lorenzo Calvo de
Rojas propuso que se convocaran unas Cortes que opusieran al regeneracionismo de Napoleón,
unas reformas del Estado con caracteres más legales y con la fuerza de una Constitución bien
ordenada.
La moción prosperó aunque no en los términos propuestos y se decidió que la Secretaría
general redactara una proyecto de decreto convocando a Cortes, y que éstas redactarían una
constitución. Jovellanos, como buen ilustrado, aceptaba e incluso recomendaba convocar las
Cortes, pero ser opuso a las ideas expuestas en el manifiesto argumentando que la plenitud de
la soberanía reside en el monarca, y ninguna parte ni porción de ella existe, ni puede existir, en
otra persona o cuerpo fuera de ella, y afirmando que ya existía una Constitución o conjunto de
leyes fundamentales que fijan los derechos del soberano y de los súbditos, y los medios
saludables para preservar unos de otros.
El 22 de mayo apareció un decreto convocando a Cortes para el año 1810,se comenzó a pedir
informes a instituciones civiles y eclesiásticas, junto con sabios y personas ilustradas, sobre los
puntos que se habían de tratar en las Cortes y creando una
Comisión de Cortes en la Junta Central, encargada de estudiar esa consulta. Estuvo formada por
cinco diputados presididos por Jovellanos que poseía la clara intención de orientar, controlar y
dirigir el proceso político de cuya importancia tenía una visión más clara. Se crearon hasta siete
Juntas auxiliares encargadas de preparar los proyectos de reforma que tendrían que ser
aprobados por la Junta Central y posteriormente pasados a las futuras Cortes.La Junta auxiliar
de legislación comenzó la elaboración de un nuevo código institucional a cargo del jurista
Antonio Sanz Romanillos.
El 1 de enero de 1810 la Junta Central, decidida a que las Cortes tuviesen una composición
estamental, las convocó para el 1 de marzo de 1810 y envió las convocatorias para las Juntas
superiores, para las ciudades con voto en Cortes y para las provincias.
Al disolverse, la Junta Central redactó un decreto sobre Cortes en el que precisaba que la
reunión se realizase en dos Cámaras y se daban pautas para controlar estrechamente la
actuación de la Cortes. Los liberales consiguieron, pues, a última hora, evitar que saliera a la luz
una norma que iba en contra de su planteamiento ideológico.
La Regencia, presidida por Castaños al no tener recursos con los que mantener los restos del
aparato del Estado, se puso en manos económicamente de la Junta de Cádiz; gracias a su poder
económico, la Junta de Cádiz pudo hacer presión política y pedir la pronta reunión de Cortes.
La presión de los representantes de algunas Juntas Provinciales, el miedo a que se produjeran
alborotos en la ciudad, el desconocimiento de los antecedentes de la convocatoria y las noticias
sobre la independencia de algunos territorios americanos pueden explicar que la Regencia
vacilara al principio y se inhibiera después en cuestiones políticas decisivas. Todo ello permitió
que el 24 de septiembre de 1810, los liberales que se encontraban en Cádiz convirtiesen unas
Cortes que debían ser bicamerales en una Asamblea constituyente.

35
Que conocía el decreto de Fernando VII en el que pedía a las Cortes que se reuniesen con él para proporcionar los
medios económicos necesarios para la defensa del reino. Es en este momento cuando se piensa que las Cortes
podían ser el medio adecuado para solucionar los males que afectan a la nación.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 35


La sesión de apertura de Cortes se llevó a cabo en la actual isla de San Fernando-antes Isla de
León-. La Regencia 36no tenía un programa político claro y delimitado y esto fue aprovechado
por los liberales37 para exponer sus puntos de interés:
-La soberanía nacional residiría a partir de entonces en las Cortes.
-Se proclamaba y juraba de nuevo a Fernando VII como rey, declarando nula
la renuncia a favor de Napoleón.
-Las Cortes se reservaban el ejercicio del poder legislativo, ya que no era
conveniente que estuvieran juntos los tres poderes (legislativo, judicial y
ejecutivo).
-El poder ejecutivo recaería en la Regencia, que debería de reconocer y acatar
la soberanía de las Cortes.

Estas propuestas, que marcan una profunda transformación política en España, fueron
aprobadas con gran facilidad. ¿Cómo pudo, pues, ser aprobado un decreto que eliminaba
jurídicamente la soberanía total del monarca y a la vez establecía los fundamentos de un nuevo
régimen político? Las razones son las siguientes:

-El enunciado era tan simple que podía servir para cualquier persona que no
tuviera una fuerte formación jurídica.
-Se anhelaba ardientemente la presencia de un poder fuerte que no se dejara
llevar por la desmoralización de las derrotas.
-El deseo de reformas estaba muy extendido desde tiempos de Carlos IV38.
-Las circunstancias de la guerra crearon una coyuntura favorable a las
reformas en Cádiz: ciudad que a pesar de estar sitiada estaba muy bien
abastecida, los individuos más inconformistas vivían en ella...
La única persona que se dio cuenta del cambio político fue el obispo de Orense, Pedro de
Quevedo y Quintana, presidente de la Regencia( aunque ya había presentado su
dimisión)Planteó el problema de la existencia de un rey soberano y unas Cortes también
soberanas, cuando la propia definición de la soberanía debía ser única. Las Cortes le obligaron a
jurar acatamiento, ni que decir tiene que el obispo de Orense se convertiría en el símbolo del
partido realista.

Desde el 20 de febrero de 1811,las Cortes se celebraron en la misma ciudad de Cádiz,39una vez


había pasado la epidemia de fiebre amarilla que había mermado considerablemente la
población gaditana.
No se sabe con certeza el número de diputados que compusieron las Cortes aunque sí es seguro
que la Constitución se firmó por 185 miembros y que en la sesión de clausura de las Cortes
extraordinarias había 223 diputados. Este aumento de miembros hace referencia a que se fueron
incorporando a las reuniones a medida que lo permitieron las circunstancias bélicas.
El 56% de los diputados pertenecían al tercer estamento o estado llano, destacando la poca
presencia de la burguesía comercial. Alrededor de un 10% de los diputados eran nobles,
mayoritariamente hidalgos. Destaca la alta participación del clero.

36
Dimitieron de sus cargos una vez establecida las Cortes.
37
Representados por el sacerdote extremeño Diego Muñoz Torrero.
38
En concreto desde la privanza de Godoy.
39
Concretamente en la iglesia de san Felipe Neri.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 36


Quienes formaron las Cortes de Cádiz fueron la minoría urbana ilustrada que no representaba a
la mayoría de la población española, rural y analfabeta. Es por ello por lo que se registra una
ausencia de artesanos, trabajadores manuales y campesinos.
Aunque las Cortes de Cádiz se han catalogado como liberales, no quiere decir que todos los
diputados fuesen liberales. No podemos hablar de la existencia de partidos políticos en una
época en la que no existían estructuras de partidos ni disciplina de voto. Era común ver como
un día un diputado defendía una opinión conservadora para el día siguiente adoptar una
postura innovadora en otro asunto.
Aún así, se pueden distinguir tres tendencias40 políticas en las Cortes:

-Conservadores: aquellos que se oponían a todo plan de reformas. Se aferraban


a la perduración del Antiguo Régimen.Son los diputados de más edad.
-Renovadores: Deseaban reformar la situación española de acuerdo con la
tradición.
-Innovadores: También llamados liberales. Pretendían adoptar un auténtico
Nuevo Régimen.Generalmente eran los diputados más jóvenes.

La homogeneidad no existía dentro de cada tendencia, pues existían conservadores a ultranza (


como Ostolaza), conservadores flexibles ( Inguanzo), Liberales moderados (Pérez de Castro) y
liberales exaltados ( Argüelles).
Gracias a su mayor capacidad intelectual y a una habilidad perspicaz, los innovadores o
liberales –que nunca fueron mayoría-llevaron la voz cantante en las sesiones. Sus iniciativas y
sus criterios siempre estuvieron por delante de las demás propuestas realizadas.
Reuniéndose no por estamentos,sino a modo de asamblea nacional,las Cortes de Cádiz
simbolizan el triunfo de la Revolución española a nivel institucional.
Pero la actitud del obispo de Orense anunciaba la acritud de las resistencias que,dentro de las
propias Cortes,habría de encontrar la Revolución.

-La Constitución de Cádiz

Promulgada el 19 de marzo de 1812,sexto aniversario de la subida al trono de Fernando VII por


el motín de Aranjuez.Recibió el popular nombre de La Pepa.
La necesidad de poseer una Constitución nace en diciembre de 1810 cuando el diputado liberal
Mejía Lequerica leyó un proyecto de decreto en el que, rememorando el juramento de la
Asamblea Nacional francesa en 1789, proponía que los diputados no se separarán sin haber
hecho una Constitución. El decreto no fue aprobado, pero se constituyó una comisión que
propondría un proyecto de Constitución política de la Monarquía. La comisión acordó recabar
la ayuda de algunas personas instruidas, aunque tan sólo un individuo fue llamado, Antonio
Sanz Romanillos 41,para presentar su proyecto constitucional, proyecto sobre el que la Comisión
encargada de redactar la futura Constitución apenas modificó nada. Tan sólo añadió dos
aportaciones: los principios generales de la nación española, obra de Muñoz Torrero, y la
incorporación en el articulado de una declaración de los derechos del hombre42. El que gran
parte del proyecto de Constitución fuese obra de un solo hombre es lo que le confiere un

40
Propuestas por Solís.
41
Ex secretario de la Junta de Notables de Bayona, traductor de la Constitución otorgada por Napoleón y ex
consejero de Estado de José I durante su primer reinado.
42
Tal y como habían hecho en las constituciones francesas de 1791,1793 y 1795.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 37


elevado grado de homogeneidad. Conviene destacar la figura de los cuatro grandes legisladores
de las Cortes de 1812: Juan Nicasio Gallego, Agustín Argüelles, el conde de Toreno y Antonio
Campany.
El 18 de agosto de 1811 se presentaron a las Cortes los cuatro primeros títulos del proyecto de
Constitución
La Constitución de 1812 consta de 384 artículos agrupados en diez títulos:
-De la Nación española y de los españoles.
-Del territorio de las Españas, su religión y su gobierno, y de los ciudadanos
españoles.
-De las Cortes
-Del Rey
-De los tribunales y de la administración de justicia en lo civil y lo criminal
-Del gobierno interior de las provincias y los pueblos
-De las contribuciones
-De la fuerza militar nacional
-De la Instrucción Pública
-De la observancia de la Constitución y modo de proceder para hacer
variaciones en ella.

Lo primero que llama la atención es la gran extensión del título dedicado al poder legislativo:
un 36% del total, con cinco artículos más hubiera igualado a los de la Constitución de Bayona.
La Constitución estableció una monarquía liberal y parlamentaria basada en los principios de la
soberanía nacional y la separación de poderes. Pero la separación de poderes no era igual entre
los mismos, ya que el poder legislativo era superior al ejecutivo el cual tenía ciertas restricciones
con el propósito de que el rey no obstaculizase el desarrollo de las Cortes y para que éstas
obtuviesen un papel más centrado en la representación. Es por ello por lo que se crea una
Comisión permanente de Cortes que velaría por el buen hacer de la Constitución.
La Constitución de 1812 intentó configurar una sociedad nueva centrada en el individuo que
con la ingenuidad propia de la Ilustración deberían de ser justos y benéficos, sociedad basada en
dos principios: la libertad y la propiedad. Fue la decisión política más importante que tomaron
las Cortes de Cádiz.

La Constitución de Cádiz, a pesar de tener varios de sus artículos calcados de Constituciones


francesas, no se puede considerar una copia de éstas. Más bien se trataría de un préstamo
acomodado a las circunstancias concretas por las que pasaba España.A los liberales les dio
miedo a una reacción violenta si se decidían a la implantación total de las ideas francesas, por lo
que se decantaron por adaptar las propuestas a la situación española.
Las reformas llevadas a cabo en Cádiz se hicieron en nombre de todos los españoles, pero sin la
participación de éstos que estaban ocupados luchando contra los franceses o sometidos por
éstos. Es más, la mayoría de la población española permaneció al margen de los
acontecimientos y no está muy claro que recibiese las reformas de muy buen grado. Es por ello
que no hubo ninguna guerra civil en 1814 para defender la Constitución

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 38


7. Las reformas gaditanas

El proceso reformador que llevan a cabo las Cortes de Cádiz consiste en sustituir las estructuras
sociales, económicas y políticas de la monarquía del Antiguo Régimen por las de un estado
liberal.
Estas reformas se llevan cabo de forma escalonada, así las reformas políticas se sitúan entre
1810-1812,las sociales entre 1812-1813 y las económicas entre 1813-1814.Reformas que en su
conjunto transforman totalmente la situación jurídico-política de la monarquía española.

-Reformas políticas (1810-1812:

-Se dicta un decreto43 estableciendo que la soberanía residía en la nación,


encarnándose en las Cortes y decretando la división de poderes
reservándose el legislativo para las Cortes.

-Derechos y deberes de los ciudadanos, entre los que destaca el derecho de


cualquier ciudadano a expresar sus ideas políticas, con la posibilidad de
denunciar, juzgar y castigar los abusos mediante el establecimiento de una
Junta Nacional de Censura.
Con la aprobación de esta ley, se rompía el monopolio que hasta entonces
había tenido la monarquía y que había ejercido a través del Tribunal de la
Inquisición44.

Con motivo de las reformas políticas, se produce una serie de cambios administrativos:

-Los Consejos desaparecen, quedando únicamente el Consejo de Estado.


La misión de éste consistiría en asesorar al monarca en las pocas decisiones

que le estaban permitidas por ley.

-Para cubrir el hueco dejado por la desaparición del Consejo de Castilla, se creó
un nuevo Ministerio, el de Gobernación de la Península.

-Se establece la división45, a modo francés, de provincias; las cuales estarían


dirigidas por un jefe político, nombrado desde el Gobierno, con una audiencia
y una delegación de Hacienda.Esta medida supone una centralización con la que
se pierden las características diversidades regionales.

43
Con este decreto la figura de José I quedaba debilitada pues negaba la validez de la renuncia de Fernando VII al
no estar consentida por la nación.
44
Esta ley no es un ataque a la Iglesia ya que quedaba excluida de ella cualquier asunto que tuviera que ver con la
religión, tarea que seguía siendo competencia de la Iglesia.
45
Algunos realistas se niegan a establecer esta división provincial, inclinándose por que se realizase sobre unas
pocas regiones y sin mezclar provincias de lenguaje, educación y costumbres distintas.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 39


Reformas sociales ( 1812-1813)

-En agosto de 1811 se promulgó la ley que suprimía las preeminencias jurídicas
de la nobleza.
Las Cortes distinguieron entre el señorío jurisdiccional (aquel que se manifestaba
en las relaciones entre señor y vasallo) y el señorío territorial o propiedad de la
tierra. Quedó abolido el primer privilegio, de ahora en adelante la relación entre
señor y vasallo sería de un contrato de particular a particular.
El segundo privilegio, el referido a la propiedad de la tierra, no sufrió
modificación por la sencilla razón de que convertir las propiedades
señoriales en particulares era ir contra el principio del liberalismo de la
propiedad individual. Tampoco suprimieron el mayorazgo, por lo que las
propiedades de las grandes familias se vieron inalteradas.

-La Iglesia también sufrió importantes recortes como estamento privilegiado:

-Se abolieron los señoríos eclesiásticos.


-Se incautaron los bienes de la Iglesia siguiendo un procedimiento indirecto:
no se devolvieron los edificios o conventos religiosos incautados bajo el
gobierno de José I.
-Se prohibió a las órdenes religiosas que pudieran tener dos o más casas en
una misma población.
-Se suprimieron aquellos conventos que no contasen con un mínimo de doce
individuos profesos.
-Se suprimió el voto de Santiago.
-Se abolió46 el Tribunal de la Inquisición.

La Iglesia no se quedó muy conforme con la reforma y es por ello que se alzaron voces desde su
seno de índole antiliberal.
Al deseo de una mayor igualdad social se debe la supresión de las pruebas de nobleza para
ingresar en las academias militares o para ocupar cualquier puesto que hasta entonces hubiera
exigido distinción. Para hacer patente la igualdad de toda la población ante la ley, se exigió el
pago de los impuestos o el servicio militar de todos los que debían de cumplir con ello.

Reformas económicas 47( 1813-1814)

-Ley agrícola48: permitía total libertad de cultivos, dejaba libre al productor a la


hora de poner el precio de los artículos y promovía el cercamiento de las propiedades.

46
Costó numerosas sesiones pero al final se consiguió.
47
Muy liberalizadoras, sobre todo las referidas al comercio y a la industria.
48
Calcada en muchos de sus párrafos del Informe sobre el expediente de la ley Agraria de Jovellanos

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 40


-Ley ganadera: suprimía el viejo Concejo de la Mesta, relegando todo a iniciativa
particular.

-Ley de industria: dejaba que cualquier ciudadano español estableciese la


fábrica, máquina o artefacto que desease sin consultarlo con nadie, ni tan
siquiera con las autoridades municipales.

-Ley de comercio: dejaba el campo abierto para comerciar a todo aquel que lo desase,
independientemente de su clase social o económica.

¡Viva la Pepa!

La Constitución de 1812,elaborada por las Cortes de Cádiz y conocida


popularmente como la Pepa por haber sido promulgada el 19 de marzo, día de
san José, responde básicamente al espíritu liberal predominante en la
asamblea: proclama el principio de soberanía nacional y consagra como
derechos la libertad individual y la igualdad ante la ley; afirma la monarquía
como sistema de gobierno, declarando el catolicismo única religión del Estado;
reconoce la separación de poderes-hace recaer el ejecutivo en el monarca, que
tenía la prerrogativa de elegir y destituir a los ministros; el legislativo, en las
Cortes y el rey; y el judicial, en los tribunales- y establece un sistema
unicameral, en el que las Cortes son elegidas por sufragio universal masculino
indirecto, aunque con algunas limitaciones. Fue derogada por Fernando VII en
1814,pero volvió a entrar en vigor durante el Trienio Liberal (1820-1823) y,
brevemente, en 1836.

Balance de las Cortes de Cádiz

La celebración de las Cortes de Cádiz y la creación de la Constitución, provocó la división entre


los patriotas en dos bandos que serían prácticamente irreconciliables: los absolutistas y los
liberales.
Los absolutistas, aprovechando la libertad de prensa, hacían su propia interpretación de
patriotismo, acusando a los liberales de traer a España ideas nefastas provenientes de la
Revolución Francesa.
Aunque los liberales intentaron por todos los medios defender su obra constitucional
(manifestaciones, recogidas de firmas, juramentos a favor de la nueva Constitución), la dura
campaña de prensa absolutista junto a la reacción del clero más reaccionario estaba
condenando a la Constitución a pasar por terribles momentos. Los absolutistas deseaban la
inminente llegada de Fernando VII a España para acabar de una vez por todas con la obra
constitucional.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 41


Bibliografía:

Historia Política 1808-1874


A.Guerrero Latorre, S.Pérez Garzón, G.Rueda Hernanz
Edit.istmo, 2004

Historia de España, tomo 12


El siglo XIX
J.Tusell, R.Sánchez Mantero
Edit.Austral, 2004

La Guerra de la Independencia
G.Dufour
Edit.Historia 16, 1999

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 42


Tema 3. El reinado de Fernando VII (1814 -1833):
Absolutismo versus liberalismo.

La Restauración del absolutismo (1814–1820)

1. El regreso de Fernando VII.


1.1. “Serviles” y “liberales”.
1.2. El Manifiesto de los Persas.
2. El primer golpe a los liberales.
3. Primeras acciones de gobierno.
3.1. El Decreto del 4 de mayo.
3.2. Otros Decretos.
4. La situación internacional: el Congreso de Viena.
5. La política interior: la crisis económica y financiera y las fallidas reformas.
6. La oposición liberal: los pronunciamientos.
6.1. El ejército
6.2. La masonería.

1. El regreso de Fernando VII.


El retorno de Fernando VII a España, tras firmar el Tratado de Valencay con Napoleón,
supuso un giro brusco en la evolución de los acontecimientos políticos. Representando, además,
la ruptura con el proceso iniciado con las Cortes de Cádiz y el restablecimiento del modelo
político del Antiguo Régimen. Fruto del contexto bélico vívido en la Península son las tensiones
políticas que derivan en la división ideológica y en el enfrentamiento entre las dos tendencias:
liberales y absolutistas.
El 13 de marzo de 1814, Fernando VII salía de Valençay con destino a la Península. El 24
de marzo cruzó la frontera por Cataluña, el recibimiento popular fue apoteósico, acogido por
enormes esperanzas al ver en él la encarnación de los ideales por los que habían luchado contra
los franceses. Fernando, "el Deseado”, mitificado hasta la saciedad, recuperó su trono entre
muestras de calor popular y de prestigio. Era el símbolo de los seis años de resistencia y
encarnaba grandes expectativas de cambio y mejoras tras una década especialmente delicada.
En un primer momento el Rey opta por deshacer la obra constitucional de Cádiz,
asumiendo el poder absoluto; sin embargo, como habían visto los reformistas ilustrados, el
mantenimiento del régimen era inviable sin acometer importantes reformas. En este contexto,
los absolutistas se mostrarán incapaces de solucionar los problemas planteados, prolongando la
agonía del Antiguo Régimen en el marco peninsular y desarrollándose el reinado con continuas
oscilaciones entre absolutistas y liberales. Paralelamente a ello la burguesía española seguirá
una evolución que acabará con la liquidación del Antiguo Régimen

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 43


1.1 “Serviles” y “Liberales”
Las tensiones en la península entre liberales y los defensores del Antiguo Régimen
(serviles) habían ido en aumento durante los meses anteriores a marzo de 1814. Los últimos,
mientras esperaban a su Rey, criticaban a la Regencia acusándola de liberal, a las Cortes –que no
conseguían controlar- e intentaban volver a la situación anterior a la guerra. Los liberales, por el
contrario, intentaban asegurar la pervivencia de su obra intentando obtener el respaldo de
Fernando a la Constitución.
En febrero de 1814, los liberales, a pesar de su minoría, consiguen sacar adelante un
Decreto que recogía el espíritu del aprobado en enero de 1811 al vincular el acatamiento de las
Cortes al rey al juramento del monarca a la Constitución –hasta entonces ni se le consideraría
libre ni se le prestaría obediencia-. La Regencia, controlada por los liberales, seguiría siendo la
titular del poder ejecutivo.
En este contexto, el panorama político del momento se encuentra en una difícil situación
al defender, por un lado, los absolutistas la necesidad de que el Rey recupere la plenitud de su
soberanía y, por otro, los liberales que aspiran a que el monarca se inspire en la Constitución de
1812.
Los serviles realizan dos claros pronunciamientos a favor del absolutismo en estos
primeros momentos; el primero lo hace el general Elío –capitán general de la zona-, a la llegada
del monarca a Valencia con un discurso inequívoco y que además se hace portavoz del
supuesto descontento en el ejército, el otro, lo realizará el diputado sevillano Mozo del Rosales
con la entrega del Manifiesto de los Persas.

1.2 El manifiesto de los Persas.


El Manifiesto de los Persas recibe su nombre por las palabras de su encabezamiento:
“Señor: era costumbre de los antiguos persas pasar cinco días de anarquía después del fallecimiento de su
rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su
sucesor…”. En él se hace referencia a lo ocurrido durante la ausencia del rey y es, a pesar de su
ambigüedad, una descalificación a los diputados gaditanos –a los que se acusa de falta de
representatividad; una dura crítica a la obra liberal –especialmente a la Constitución de 1812-
y, sobre todo, un canto a la monarquía absoluta, “obra de la razón y la inteligencia”.
Su larga exposición, el manifiesto constaba de 143 párrafos, de los que más del 90% se
dedican exclusivamente a criticar con acritud la obra de las Cortes gaditanas, concluía con la
solicitud de una convocatoria de Cortes a la manera tradicional y que anulara la Constitución y
Decretos de las Cortes de Cádiz. El Manifiesto es un documento largamente discutido. Unos
autores, apoyándose en su rechazo de la soberanía nacional, entienden que es un texto
absolutista; Hammett lo define como “una invitación a un golde de Estado”, que intenta reforzarse
doctrinalmente con argumentos de la tradición española. Otros (Suárez) lo consideran como
una proclama reformista, que desea la renovación del país en una línea nacional, lejos de los
excesos revolucionarios.
Su posible reformismo parece un intento de separar de las filas liberales a los sectores
más moderados, incluyendo un horizonte de reformas en concordancia con la tradición. En

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 44


cualquier caso, en los años siguientes no existió ninguna iniciativa, ni de estos ni de otros
representantes de los serviles, para solicitar la convocatoria de Cortes tradicionales, ni tampoco
hubo crítica a la reasunción del poder absoluto por parte de Fernando.
La importancia relativa del Manifiesto, como subraya la profesora Guerrero, la
deducimos de la sorpresa del embajador británico –Wellesley- ante el hecho de que el
documento, fechado en abril y presentado al rey por el conspirador absolutista sevillano Mozo
de Rosales al día siguiente de su entrada a Valencia, no fuese publicado por el gobierno hasta
julio. Esto puede indicar que parte de las 69 firmas de diputados absolutistas, lo que supone
más de un tercio de las Cortes ordinarias de 1813, fueran realizadas a posteriori.
En cualquier caso, el Manifiesto, fue recibido por el monarca con alegría y fue uno más de
los elementos que le animaron, junto con el decisivo apoyo de algunos generales y el triunfante
recibimiento popular, a dar los pasos siguientes.

2. El primer golpe a los liberales.


Coincidiendo con el regreso de Fernando, los liberales en Madrid habían conseguido que
se aprobase un decreto que negaba validez a las acciones de un rey cautivo. Este documento, de
febrero de 1814, vinculaba el acatamiento de las Cortes al rey al acatamiento de Fernando a la
Constitución.
El 24 de marzo cruza el rey la frontera en Cataluña para recibir con frialdad al general
Copons –quién le dio la bienvenida en nombre de la Regencia y le entregó el documento sobre
el estado de la Nación-.
Mientras los protagonistas de la revolución liberal intentaban asegurar la supervivencia
de la obra de Cádiz intentando obtener el respaldo de Fernando a la Constitución, el monarca y
sus ayudantes daban los últimos retoques al decreto del 4 de mayo en Valencia. El 5 de mayo
parte hacia Madrid, escoltado por las tropas del ultraconsevador Elío; su paso por las diferentes
poblaciones fue triunfal y acompañado de manifestaciones populares de apoyo al monarca y
contrarias a la Constitución, por lo que salen reforzadas las tesis absolutistas y Fernando
rechaza a al delegación enviada por las Cortes que salió a su encuentro. Mientras tanto Eguía
preparaba la llegada del monarca eliminando cualquier foco de resistencia liberal. La noche del
10 al 11 de mayo un buen número de liberales fue arrestado; estos fueron los primeros ya que
en los siguientes días los que no consiguieron escapar corrieron la misma suerte. Con los
liberales y un buen número de regentes en la cárcel y las Cortes disueltas Fernando hace su
entrada en Madrid y ahora había que desmontar su obra.

3. Primeras acciones de gobierno.


3.1 El Decreto del 4 de mayo.
Cuando en abril Fernando VII llega a Valencia, un numeroso grupo de diputados
absolutistas, al frente del cual se sitúan Mozo del Real y el obispo de Orense, Juan de Escoíquiz,
le presentan el Manifiesto de los Persas –texto en el cual 69 diputados de las Cortes ordinarias
solicitaban al rey la restauración el poder absoluto, la anulación de todo lo aprobado en las
Cortes de Cádiz y la convocatoria de nuevas Cortes.
Animado por este Manifiesto firmó en Valencia el 4 de mayo un decreto por el que
dejaba sin efecto toda la obra legislativa de las Cortes (constitución de 1812) a las que acusaba

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 45


de haberle despojado de su soberanía; en él dejaba claras las nuevas reglas del juego y
reproducía la críticas del Manifiesto a las Cortes gaditanas y sus realizaciones49, insistiendo en la
violación que la Constitución suponía de las leyes fundamentales y en el carácter jacobino de la
misma al afirmar que se redactó “copiando los principios revolucionarios y democráticos de la
Constitución francesa de 1791”. Algunos historiadores han comparado este decreto con el
programa de acción del golpe de estado que se avecinaba, ya que, en definitiva, derogaba todo
lo legislado en Cádiz y se decretaba la nulidad de las disposiciones de los regentes y de las
Cortes. Con el decreto del 4 de mayo, quedaba abierto el camino a la restauración del Antiguo
Régimen.
Fernando incluye en el propio decreto su particular visión de lo ocurrido en la Península
desde 1808 presentándose como un gran defensor de su pueblo, a quién ha salvado de “la
perniciosa influencia de un valido” y preservado de Bonaparte al pasar a Bayona para sufrir en su
persona “atroz atentado”. De este modo se presenta como “padre de sus vasallos”,
comprometiéndose a una futura convocatoria de Cortes –en las que incluiría la presencia de
Diputados americanos-. También quiere asegurar, mediante leyes “la libertad y la seguridad
individual y real” como corresponde a un “gobierno moderado”; su compromiso también alcanza al
respeto de la libertad de imprenta, a la religión y al gobierno de unos con otros. Todas ellas son
propuestas mínimas que pronto caerían en el olvido.
El decreto fue redactado conjuntamente por Juan Pérez Villaamil y el ex regente Miguel
Lardizábal. El texto posee tres partes claramente diferenciadas:
– En la primera se relata negativamente las actividades de las Cortes,
– En la segunda se expone un plan de reformas centradas en una convocatoria a
Cortes con procuradores de España y de las Indias en las que se conservaría el
decoro de la dignidad real y sus derechos y los que pertenecen a los pueblos que
son igualmente inviolables. El monarca se comprometía a defender la libertad y
seguridad individual como muestra de un gobierno moderado, permitiría la
libertad de prensa y establecería la separación entre las rentas del Estado y de la
Corona. Las leyes se establecerían conjuntamente por el rey y las Cortes.
– En la tercera y última parte Fernando VII declara abiertamente que no piensa
jurar la Constitución, valorando los decretos de las Cortes como “nulos y de
ningún valor ni efecto”.
En los meses siguientes se procedió a eliminar cargos e instituciones constitucionales y al
restablecimiento de todos los organismos políticos y administrativos que habían existido antes
de la guerra de la Independencia. Entre ellos destaca:
 La reinstauración del Régimen de Consejos con la variación, respecto a la Edad
Moderna, del papel menor asignado al Consejo de Castilla en beneficio del Consejo
de Estado.
 Constitución de los primeros gabinetes, formados por personajes de la absoluta
confianza del rey, caracterizados por la ineficacia en la gestión y por la rapidez con
que se producía el cambio de titular.

49
“aquella Constitución y decretos nulos y de ningún valor ni efecto, ahora ni en tiempo alguno, como si no hubiese
pasado jamás tales actos y se quitasen de en medio del tiempo, y sin obligación en mis pueblos y súbditos de
cualquiera clase y condición, a cumplirlos ni guardarlos”

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 46


 Reinstauración de la Junta Suprema de Estado creada en 1787.
 Restablecimiento de los Ayuntamientos, corregidores y alcaldes mayores en la
planta que tenían en 1808.
 Recuperación de las Capitanías Generales del poder territorial.
 Restablecimiento de Audiencias y Chancillerías.

3.2 Otros Decretos.


Con este decreto de 4 de mayo, el monarca da claras muestras de su voluntad de volver
al sistema anterior a la guerra. Otras disposiciones tomadas por Fernando ahondaron más si
cabe en la vuelta atrás al estar relacionadas con asuntos de carácter social, económico y
religioso, restableciendo los privilegios de aquellos que se vieron afectados por las medidas de
las Cortes de Cádiz. Se resucita el Tribunal del Santo Oficio, que jugó un papel fundamental en
el control ideológico. Regreso de los jesuitas. Devolución al clero de las propiedades y
conventos. Restablecimiento del voto de Santiago. Vuelta de los gremios. Restablecimiento del
Honrado Consejo de la Mesta, etc., satisfaciendo las aspiraciones de la nobleza y de la iglesia.
Por el decreto de 30 de mayo se desterró a todos aquellos que habían ocupado cargos en
el gobierno de José I. unas 4.000 personas vieron cerrada la posibilidad de retorno y tuvieron
que prepararse para el exilio a cuenta de un gobierno francés cada vez más reacio a hacerse
cargo de ellos. Fue una de las “medidas para premiar a los fieles, perdonar a los débiles y castigar a los
malos”.
En este sentido, el decreto de 15 de septiembre de 1814, es ilustrativo ya que en él se
reintegraba a los señores jurisdiccionales “en la percepción de todas las rentas, frutos, emolumentos,
prestaciones y derechos de su señorío territorial y solariego yen la de todos los demás que hubiesen
disfrutado antes del 6 de agosto de 1811”.
Estas disposiciones no eran las mejores armas para hace frente a los graves problemas
del país, pero tampoco eran los mejores hombres los seleccionados para llevar a buen puerto las
reformas. El país era llevado por una curiosa camarilla de individuos allegados, siguiendo la
costumbre familiar, entre los que se mezclaban personajes tan sorprendentes como el aguador
de la Fuente del Berro (Pedro Collado, Chamorro), o el antiguo esportillero Antonio Ugarte con
el último ministro de la Guerra, José María Alós, que se dedicaba a confeccionar alegraluces de
papel que luego iba echando a un cesto, el canónigo Escoíquiz y el único competente Martín
Garay.

4. La situación internacional: el Congreso de Viena.


Es preciso recordar que la coalición que venció a Napoleón se fijó como tarea esencial
remodelar la geografía política y social de Europa en un congreso convocado en Viena
(noviembre 1814 – junio 1815). La derrota del Emperador hace ver la necesidad de replantear la
vida internacional sobre bases muy diferentes, incluso contrarias, a las que habían inspirado a la
Europa revolucionaria, dirigida por Francia. A la dirección de una sola potencia sustituiría la
dirección de varias, las vencedoras de Napoleón. Estas naciones vencedoras desean someter la
vida internacional a un derecho que no sea el de la fuerza, para lo que han de implantar un
sistema de seguridad colectiva. Hostiles a la etapa histórica que Europa acaba de vivir, se

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 47


inspiran en el Antiguo Régimen y se oponen a la soberanía nacional; su obra significa la lucha
contra el mapa y las ideas de la Revolución Francesa.
Este contexto coincide con el regreso a España de Fernando en un escenario
internacional caracterizado por la crisis final del imperio napoleónico y el diseño de ese nuevo
sistema de equilibrio de poderes que facilitase la reconstrucción de Europa e impidiera otras
crisis similares a la recién superada. El canciller austriaco Metternich y el ministro de exteriores
británico, Castlereagh, son los que llevaron las riendas tanto en las conversaciones iniciales para
la firma de la paz como en las siguientes para el establecimiento del Sistema de Congresos.
El papel que jugó España en su diseño fue más que secundario. El descenso político
iniciado con la firma de tratados que pusieron fin a la guerra de Sucesión, la dependencia con
Francia a lo largo del siglo XVIII y la nueva relación de “amistad y alianza” con Gran Bretaña,
determinaron que España –a pesar de ser artífice determinante en la derrota de napoleón-, no
conexionara y su relación respecto al resto de Estados no se hiciera en pie de igualdad. En
definitiva, la antigua gran potencia en Europa y América no pudo ni supo hacer oír su voz en
las conversaciones que llevaron a la firma del tratado de paz con Francia y del Acta de Viena.
España estaba representada por Pedro Gómez Labrador, de escasa capacidad
diplomática y negociadora, a lo que habría que sumar el carácter errático de las instrucciones
recibidas desde Madrid. Con estos mimbres, España obtuvo escasas satisfacciones a pesar de su
prestigio por los ecos de su victoria frente a Napoleón. España había quedado fuera de la gran
alianza (Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia) que había acabado con el emperador, siendo
admitida –junto con Suecia y Portugal- en el Comité de los Ocho (formado por las cuatro
grandes potencias y Francia), Comité creado para tratar temas de menor rango.
De las reclamaciones españolas fueron escasamente satisfechas las relativas a los asuntos
italianos y la demanda territorial respecto a la devolución de la Luisiana, en poder de Estados
Unidos desde 1803, ni siquiera fue escuchada. Sobre el comercio de esclavos España, junto con
Portugal y Francia, se opuso a la abolición inmediata aunque firmó la declaración final relativa
a la condena del tráfico. El único triunfo, aunque relativo, de la diplomacia española de la época
se obtuvo tras la derrota de Napoleón en Waterloo, después de los Cien Días. En el segundo
Tratado de París50 (20 de noviembre de 1815) España obtuvo una indemnización económica y
una ayuda para la reparación de las fortalezas dañadas por la última guerra; en paralelo,
Inglaterra reclama a las autoridades españolas los suministros y el dinero prestado durante la
guerra de Independencia.
Este segundo Tratado dará paso a la creación de la Cuádruple Alianza formando una liga
permanente Inglaterra, Austria, Prusia y Rusia. En esta alianza se comprometían a mantener los
acuerdos de Chaumont, Viena y París durante los próximos veinte años y, lo más importante,
por el artículo VI acordaban celebrar reuniones diplomáticas cada cierto tiempo y discutir
asuntos de interés común. Esto no era otra cosa que el inicio del sistema de Congresos que
buscaba un mecanismo eficaz para el mantenimiento de la paz y el equilibrio. España quedaría
fuera del sistema.

50
Napoleón abandona con su guarnición la isla de Elba, desembarcando en el golfo Juan, con intención de cruzar los
Alpes y penetrar militarmente en Francia; las potencias reunidas en Viena movilizan sus efectivos y lo derrotan en
Waterloo el 18 de junio. Tras este episodio de “Los Cien Días” se firma la segunda Paz de París con unas
condiciones más duras para Francia: su territorio es reducido a las fronteras de 1790; se solicita una indemnización
de 700 millones de francos y su territorio estará ocupado por un contingente de 150.000 hombres durante tres años

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 48


5. La política interior: la crisis económica y financiera y las fallidas reformas.
Tras los seis años de guerra, la economía española era desesperada. A estas dificultades
inherentes al final de una larga guerra debemos añadir la escasa preparación que los ministros y
asesores del monarca demostraron. Según Suárez “el carácter del sistema de Fernando VII es el no
tener ninguno y, por tanto, no se puede hablar de un programa coherente, de un criterio firme o de una
línea política constante”. El rey se convierte, a partir de 1814, en el único monarca legitimista de
España cuya manifestación más clara es el gobierno personal en el que la labor del Gobierno no
es más que la voluntad del rey sin estar limitada o contrapesada por la acción colegiada de los
Consejos.
La falta de un sistema político, el carácter del rey, la mediocridad de sus consejeros y la
inestabilidad ministerial (28 ministros para sólo cinco ministerios), hizo que el Sexenio
Absolutista, juzgado por sus resultados, fuese un auténtico fracaso que defraudó las esperanzas
de la mayoría de los españoles. Desde el 4 de mayo comenzó la restauración de todos los
organismos del Antiguo Régimen, desmantelando una tras otra las estructuras políticas,
sociales y económicas de las Cortes de Cádiz.
Antes de la subida al trono de Fernando la situación era crítica, pero, los absolutistas,
fueron incapaces de solucionar la suma de problemas viejos y nuevos que se le plantearon. Un
magnífico ejemplo de la incapacidad de estos hombres nos lo ofrece el estudio de Fontana sobre
las fallidas reformas de la Hacienda. Efectivamente, la situación económica en que se
encontraba España en 1814 era deplorable: un país destrozado, la agricultura esquilmada, la
industria deshecha, las comunicaciones inservibles y las arcas de la Hacienda vacías. A todo ello
hay que añadir el comienzo de la emancipación americana, que trajo como consecuencia el corte
brutal de la llegada de metal acuñable y del comercio ultramarino. La falta de numerario
paralizó la vida económica: los precios cayeron estrepitosamente, las casas de banca y las
empresas quebraron y el tráfico comercial se redujo substancialmente. Ante el déficit
presupuestario (se calcula que rondaba los 383 millones de reales en 1816), el rey se negaba
tanto a rebajar la ley de la moneda, que desaparecía en manos de los comerciantes y
contrabandistas, como a conseguir dinero, ya fuera del exterior mediante un empréstito o del
interior por la instauración de contribuciones especiales al clero y a la nobleza.
La Real Hacienda reconoce que está sumida en el desorden y en el caos, afirmando que
“…toda medida será insuficiente,…no harán más que dilatar por un brevísimo tiempo la ruina del
Estado”. Siguiendo el estudio de Fontana vemos como las medidas eran insuficientes y, en
algunos casos, disparatadas; el cuarto ministro de Hacienda, González Vallejo, propuso volver a
la situación anterior a la reforma centralizadora de 1799 lo que le llevó al cese. A comienzos de
1816 se designó una Junta de Hacienda encargada de estudiar el estado económico del país, así
como de los rendimientos que se podían obtener con las contribuciones existentes
En diciembre de 1816 fue nombrado ministro de Hacienda Martín de Garay, antiguo
secretario de la Junta Central, al que la historiografía le define como un liberal al que apelaron
los absolutistas para sanear las finanzas, dispuesto a formular un nuevo plan fiscal que aliviara
la escasez de recursos del Estado por medio de la Memoria Garay. Esta memoria, dividida en
tres partes, partía de los estudios elaborados por las Juntas de Hacienda de principios de año.
En las dos primeras, partiendo de los gastos de los ministerios y de los ingresos de la hacienda,
Garay calculaba el déficit y proponía recurrir a una contribución extraordinaria. La novedad del
Plan Garay residía en la tercera parte, donde planteaba una drástica reducción del gasto público
y la abolición de las rentas provinciales que serían sustituidas por una contribución general,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 49


proporcional a los ingresos de cada contribuyente, que se repartiría entre todas las poblaciones
del reino, salvo las grandes capitales y en los puertos donde, por la dificultad de asignación de
la cuota se mantendrían los derechos de puertas por todas las mercancías que se introdujeran.
Como vemos, incluso esta tercera parte del proyecto tiene poco de original ya que se trataría de
un intento de adaptación de la contribución directa de las Cortes de Cádiz, siendo calificada por
Fontana como media reforma tributaria de 1813. En cualquier caso, su aplicación dependía del
establecimiento de unos complicados cuadernos de riqueza, realizados pueblo a pueblo, y,
cuando se hizo público en 1817, se asimiló la reforma de “Contribución General” con la de
“Contribución Directa” de las Cortes, por lo que no fue bien recibida y fracasó ante los
numerosos conflictos y oposición que surgió de todas las capas sociales.
Martín Garay dimitió a finales de 1817, fracasando como Ministro de Hacienda, justo
cuando se produce una concentración del tráfico comercial y un nuevo derrumbe de los precios.
La única salida se encontraba en la ampliación de la base tributaria –como ya había anticipado
Cádiz-, medida que supondría un duro golpe a la estructura del Antiguo Régimen. El
resentimiento y descontento de la burguesía comercial ante la caótica situación económica hace
que sus esperanzas se dirijan hacia la oposición liberal, que heredarán intacto el problema.

6. La oposición liberal: los pronunciamientos. El ejército. La masonería


El gobierno absolutista, incapaz de hacer frente a la política exterior y de controlar la
caótica situación económica y financiera, mostró gran competencia a la hora de dirigir la
represión que siguió a la reimplantación del Antiguo Régimen.
Los afrancesados, conscientes del odio suscitado entre las clases populares, salieron
detrás de las tropas de José I a pesar de las declaraciones hechas por el nuevo rey de “reunir
bajo su manto a todos sus súbditos en una sola familia”. El decreto de 30 de mayo de 1814
forzaba al exilio a unas 4.000 personas.
Para los liberales reservó las medidas más duras de su política de represión, en un
procedimiento que recuerda los aspectos más odiados del proceso inquisitorial: no se
formulaban las acusaciones en el momento del arresto, enfrentándose los detenidos a meses de
reclusión sin que se les tomara declaración. A pesar de todo era difícil armar un proceso legal y
la impaciencia del rey no se hizo esperar. El presidente de la Sala de alcaldes de Casa y Corte
aconsejó al monarca que adoptara una solución política y el 15 de diciembre de 1815 pronunció
el mismo las sentencias definitivas, condenando a los procesados de manera totalmente
arbitraria a diversas penas de prisión y destierro.
En el plano internacional la actuación del rey no pasaba desapercibida, suscitando
reacciones contrarias fundamentalmente en la Inglaterra del conservador gobierno tory que, si
bien vio con recelo la evolución de las Cortes gaditanas, no quería problemas con la oposición
whig, cuya simpatía hacia los liberales era evidente. Las otras potencias no mostraron
preocupación alguna por los excesos de Fernando.
En el interior, los intentos de diálogo como los protagonizados por Juan Martín El
Empecinado y Flórez Estrada que solicitaron del monarca moderación en la represión así como
la convocatoria de las prometidas Cortes –solicitud hecha también por algunos fernandinos-, el
descontento se canalizó a través de movimientos de fuerza que partieron de un sector que será
protagonista en la vida política española: el Ejército.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 50


Los ejércitos, a lo largo del siglo XVIII, habían reforzado su carácter estamental
reservando los puestos de oficiales a la pequeña nobleza y los grados más altos para la gran
nobleza y para los personajes cercanos a los monarcas. La situación cambió considerablemente
con la guerra de la Independencia y el ejército vio como se alteraba de forma notable su
composición, como consecuencia del estallido de una guerra patriótica y revolucionaria. La
constitución de 1812 profundizó en su transformación al establecer el servicio militar
obligatorio, limitar los requisitos para acceder a los puestos de oficial, establecer las Milicias
nacionales y restringir el poder de los altos mandos en las provincias. Todo ello, como es lógico,
creó un ejército renovado y dividido a la vez. Además la guerra creó el nacimiento de la
guerrilla que, desde diciembre de 1808, se intentó regularizar con el Reglamento de partidas y
cuadrillas; sus componentes eran civiles con atribuciones y grados militares con la legitimación
de sus victorias frente al ejército francés.
La restauración absolutista cambió de manera radical esta situación y a las medidas que
dejaban sin efecto la Constitución y los decretos gaditanos, se sumaron las erráticas
disposiciones de los ministros de Guerra fernandinos (cuya calidad y eficacia estaba en
consonancia con el resto de carteras). Es cierto que el número de efectivos era grande –y por
consiguiente caro para el erario-, e innecesario una vez finalizada la guerra pero del que
tampoco se podía prescindir en la situación en que estaban las colonias americanas. La decisión
absolutista fue la de reducir sueldos y discriminar a antiguos guerrilleros y simpatizantes
liberales en los destinos y ascensos, lo que contribuyó a crear un idóneo caldo en el que
prosperaba cualquier intento de oposición al régimen.
Sus jefes comenzaron alinearse con los liberales y la tendencia se acentuó después del
fracaso de Ballesteros, nombrado ministro de Guerra, ante el peligro que suponía el imperio de
los Cien Días de Napoleón. Muchos de éstos se hicieron masones y pasaron a formar parte de la
facción que aspiraba a un cambio de sistema. No hay ningún año del sexenio en el que el
descontento no se manifieste “en una forma de golpe militar asestado en contra del poder para
introducir en él reformas políticas”, esta definición realizada por Comellas, propia del siglo XIX,
recibe el nombre de Pronunciamiento. Es en estos primeros años del reinado cuando estos
pronunciamientos revisten una fuerza especial ya que se luchaba por la pervivencia o la
supresión del Antiguo Régimen.
El Primer pronunciamiento se produce en septiembre de 1814 y es protagonizado por
Francisco Espoz y Mina, uno de los guerrilleros más famosos de la guerra de la Independencia,
que motivado por la difícil adaptación a la vida en tiempos de paz o el resentimiento por perder
el control de las guerrillas navarras, movilizó sus fuerzas. Es un magnífico ejemplo de los
primeros pronunciamientos condenados al fracaso por su carácter aislado y desorganizado.
Cuando llegó a las puertas de Pamplona, sus guerrilleros le abandonaron al no poder mostrar
las órdenes del rey para el asalto a la ciudad; tuvo que esconderse y posteriormente, huir a
Francia con alguno de los oficiales que le habían apoyado. El segundo, en otoño de 1815, lo
llevó a cabo en La Coruña, un joven militar idealista y romántico llamado Juan Díaz Porlier,
cuyos éxitos en la guerra de la Independencia fueron premiados con el nombramiento de
mariscal de campo a la edad de 16 años. Confinado en el castillo de San Antón de La Coruña
por sus simpatías liberales, se atrajo a las guarniciones descontentas por el retraso en el cobro de
haberes y a algunos miembros de la burguesía profesional y mercantil. En la noche del 17 al 18
de septiembre de 1815 entró en La Coruña y logró levantar a la guarnición en nombre de la
libertad y en contra del yugo de la feroz tiranía. Porlier fracasó al no ser capaz de conseguir que

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 51


se extendiese el levantamiento, traicionado por sus propios suboficiales y detenido, fue
condenado a muerte por un Consejo de Guerra y ahorcado en La Coruña. La lección era clara:
era necesaria la coordinación y había que buscar una forma para panificarla.
Los pronunciamientos que se produjeron entre 1816 y 1819, según Hamnett, se pueden
agrupar bajo el calificativo de conspiraciones masónicas, ya que fue precisamente la logia
quien proporcionaría la organización de la conspiración rebelde. Así, en febrero de 1816, fue
descubierta una conjura que, según que fuentes se empleen, pretendía secuestrar o poner fin a
la vida de Fernando VII y la proclamación de una república liberal. Su carácter secreto impide
avanzar en el conocimiento de la conspiración. La denuncia de dos cabos de granaderos permitió
la detención de Vicente Richart junto con otras personas presuntamente implicadas; el empleo
de la tortura no permitió avanzar en las detenciones por lo que según algunos autores pudiera
ser que la trama se redujera a Richart y los granaderos y pocos más. A Richart se le condenó a
muerte, junto con Baltasar Gutiérrez –un cirujano barbero que compró los trajes de paisano para
los cabos-; ejecutados en la Plaza de la Cebada la cabeza de Richart fue cortada y, clavada en
una pica, exhibida en el lugar donde tenían pensado atentar, como escarmiento de acuerdo con
la línea de terror y persecución del rey.
Un año después, en la noche del 4 al 5 de abril de 1817, se volvió a la fórmula del
pronunciamiento. Hamnett señala la influencia masónica al ser parte de los conjurados
masones; de cualquier forma el peso de la conspiración era militar. Luis de Lacy en Barcelona y
Milans del Bosch en Gerona eran los artífices del levantamiento. Ambos habían desempeñado
un papel destacado en las guerrillas antinapoleónicas y, sobre todo Lacy, eran personajes de
prestigio y amplio apoyo popular. Sin embargo esto tampoco fue suficiente, ya que la
improvisación, la precipitación y la denuncia previa a la materialización del pronunciamiento
provocaron el arresto de los implicados. El resultado fue que Milans, con algunos oficiales,
consiguió huir a Francia; Lacy fue detenido, condenado a muerte y fusilado en los fosos del
castillo Bellver en Mallorca a pesar de la falta de pruebas sobre su papel en la conjura y las
demandas de perdón apelando a su papel de héroe en la guerra.
Entre 1817 y 1819 hubo nuevas conspiraciones en ciudades del sur y de levante en las
que estuvieron implicadas algunas logias masónicas y en la que sus protagonistas corrieron
suerte desigual. Podemos citar la protagonizada en Valencia por Juan Van Halen en 1819, que
denunciados por un traidor, fueron ejecutados trece de los implicados ante el general Francisco
Javier Elío (uno de los personajes más sombríos del periodo fernandino) mientras que Van
Halen logró huir a Londres.
Es en este contexto, de continuos levantamientos y conspiraciones para acabar con el
Antiguo Régimen y reinstaurar la Constitución de Cádiz, en el que hay que situar el que no fue
si no uno más, aunque en esta ocasión se vio recompensado con el éxito: el pronunciamiento del
general Riego.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 52


El trienio constitucional (1820–1823)
El Trienio Constitucional o Liberal se inicia el 7 de marzo de 1820, con la promesa de
Fernando VII de jurar la Constitución y el juramento efectivo dos días más tarde. Entre esas
fechas, y la reunión solemne de las Cortes el 9 de julio, tuvo lugar la transición política que dio
paso a la segunda etapa del liberalismo decimonónico español. La pieza clave fue la Junta
provisional, impuesta por Fernando VII el 9 de marzo, cuya misión consistió en asegurar el
éxito de la sublevación de signo liberal iniciada el 1 de enero en Cabezas de San Juan por el
ejército expedicionario destinado a combatir los movimientos independentistas de las colonias
americanas. De su forma de proceder dependió en gran parte la transición sin grandes traumas
y la orientación política del poder por los moderados.
El Trienio Constitucional (1820-1823)
1. El pronunciamiento de Riego.
1.1. La proclama del 1 de enero
1.2. La extensión del movimiento
1.3. Fernando jura la Constitución del 12.
2. La Junta Provisional y el nuevo gobierno.
2.1. Composición y primeras propuestas: la libertad de imprenta.
2.2. Las Sociedades Patrióticas.
2.3. El “ejército de la isla”.
3. Los gobiernos moderados.
3.1. Las tensiones entre el Rey y los liberales.
3.2. Las tensiones entre los liberales: moderados doceañistas y exaltados veinteañistas
3.3. Las reformas moderadas: ejército y educación.
3.4. Las conspiraciones realistas.
4. Los exaltados en el poder
4.1. La Regencia de Urgel
4.2. Las reformas exaltadas
5. La situación internacional y la caída del régimen constitucional
5.1. El Congreso de Verona
5.2. La posición británica.
5.3. Los “Cien Mil Hijos de San Luis”

1. El pronunciamiento de Riego. La proclama. La extensión del movimiento.


Fernando jura la constitución del 12.
A pesar de su triunfo tampoco el pronunciamiento de Riego fue un modelo a seguir, es
cierto que hubo progresos en la organización y difusión respecto a los más personales de Espoz
y Mina, Porlier o Lacy.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 53


Alcalá Galiano, fuente fundamental para el estudio de estos años, cuenta como a partir
de 1818 miembros de importantes familias de comerciantes y militares de diversa graduación
coincidían en tertulias donde se gestaba la sublevación. La diferencia entre movimientos
anteriores respecto a este radica, por un lado, en su importante base ajena al ejército y, por otro,
en la concentración de tropas destinadas a ser enviadas a las colonias. En este contexto, el 8 de
julio de 1819, el general O’Donnell detenía en el Palmar del Puerto a varios oficiales, entre los
que se encontraban Antonio Quiroga y Evaristo San Miguel, acusados de conjurar contra el
monarca. O’Donnell, que estaba dentro de la conjura, traicionó la causa en el último momento y
la abortó. Ya fuera por falta de previsión o por exceso de confianza, el caso es que quedaron
flecos suficientes como para reorganizar la cadena y continuar con la trama, pasando a ocupar
un lugar destacado jóvenes que habían permanecido en un segundo plano.
La tropa a la que dirigió Rafael de Riego su proclama el 1 de enero de 1820 estaba
compuesta, en su mayoría, por veteranos de la guerra de la Independencia que se encontraban
acantonados en Andalucía para embarcarse, reacios, hacia América y sofocar una revuelta de la
que poco o nada bueno sabían. Este ejército, compuesto por unos 15.000 hombres, escuchó a
Riego decir que la oficialidad “mirando por el bien de la Patria y de las tropas” había decidido
tomar las armas para “impedir que verifique el embarque proyectado y establecer en nuestra España un
gobierno justo y benéfico que asegure la felicidad de los pueblos y de los soldados”. Azuza el
descontento de las tropas y la consigue atraer y persuadir apelando a un “gobierno moderado y
paternal, amparados por una Constitución que asegure los derechos de todos los ciudadanos”.
Estos soldados, mucho más motivados que los de intentonas anteriores, fracasaron en los planes
de tomar Cádiz iniciando un duro viaje por Andalucía para recabar apoyos para la sublevación.
Vejer, Algeciras, Málaga, Antequera… vieron pasar las tropas de Riego proclamando la
Constitución desde finales de enero hasta marzo y la capacidad de resistencia de las tropas, a
pesar de no encontrar los apoyos esperados, permitió ganar tiempo y mantener la llama del
pronunciamiento así como la generalización del movimiento liberal (al extenderse por todo el
país sus hazañas que avivó el fermento constitucionalista), estadio al que nunca habían llegado
los movimientos anteriores.
En los últimos días de febrero Coruña, Ferrol, Vigo, Barcelona, Zaragoza…, se sumaban
a la revolución. O’Donnell, conde de Labisbal, que recibió el encargo de aplastar la rebelión,
proclamó la Constitución en Ocaña.
Las noticias que llegaban a la Corte hicieron a Fernando y a su entorno mover pieza e
intentar poner freno a lo que se avecinaba con la promesa de convocatoria de Cortes
tradicionales. Finalmente, abandonado por la Guardia Real y presionado por algunos
consejeros, el monarca cedió afirmando, el 7 de marzo que: “siendo la voluntad de mi pueblo,
me he decidido a jurar la Constitución promulgada por las Cortes generales y extraordinarias
en el año 1812”. El 9 de marzo el rey juró la Constitución y al día siguiente se publicó el
manifiesto que contiene la frase: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda
constitucional”. El régimen absolutista se desmoronaba, lo que suponía el primer triunfo de
liberalismo español en lucha abierta y la primera oportunidad de los liberales para ejercer el
poder de forma práctica.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 54


2. La Junta Provisional y el nuevo gobierno
El golpe de mayo de 1814 supuso la destitución, la persecución y encarcelamiento de los
liberales, así como la destrucción de los símbolos que habían acompañado la promulgación de
la Constitución. Por el contrario, el triunfo de la revolución de 1820 fue acompañada de la
reposición en sus puestos a los sustituidos en 1814, la amnistía y encumbramiento de los
represaliados y la reposición de la simbología liberal en calle y plazas en medio del entusiasmo
popular carente de revanchismo. Seis largos años parecían haberse borrado de un brochazo y
era hora de poner en marcha las reformas liberales ideadas por los hombres de Cádiz.
La Junta Provisional fue el organismo que dirigió la transición hasta la reimplantación
del régimen constitucional y la designación de un nuevo gobierno, facultad reservada al
monarca pero que tuvo que tomar para poder designar unos ministros aceptables a las tesis
liberales, y en la convocatoria de Cortes.
La Junta, presidida por el cardenal de Borbón, estuvo formada por liberales de no
mucho relieve ya que los más importantes estaban encarcelados, desterrados o exiliados, en
teoría no tenía ninguna autoridad para mandar, pero “toda la amplitud posible para proponer, para
consultar, y puede decirse que para impedir”.

2.1 Composición y primeras propuestas: la libertad de imprenta.


El primer gobierno liberal, formado a base de los ex condenados de 1815, era llamado
"gobierno de los presidiarios" por el monarca y estaba compuesto por el cardenal de Borbón
(Presidencia) Pérez de Castro (Estado), Agustín Argüelles (gobernación); José Canga Argüelles
(Hacienda), García Herrero (Gracia y Justicia), Porcet (Ultramar), Jabat (marina) y el Marqués de
las Amarillas como único hombre de confianza del rey.
Con excesiva prudencia para la mayoría la Junta Provisional elevaba al rey propuestas
para restablecer el régimen constitucional. Especial importancia, dentro de este contexto, tuvo la
propuesta de reanudación de la libertad de imprenta ya que permitió publicar un gran número
de periódicos, destacando las de signo liberal que cubrían el arco desde las más moderadas a las
más radicales, lo que significa la vitalidad del género.
Se decretó de nuevo la abolición del Santo Oficio, esta vez para siempre. Se convocaron
las Cortes, no sin la polémica sobre si debían ser ordinarias o extraordinarias triunfando los
partidarios de la primera opción. Poco a poco fueron restablecidos otros decretos de las Cortes
de Cádiz, con excesiva moderación para algunos y con prudencia para otros.

2.2 Las Sociedades Patrióticas.


Surgidas desde los primeros días de la revolución tienen su origen en las reuniones de
liberales en lugares públicos, normalmente cafés, que proliferaron en toda la Península, donde
se discutían asuntos de índole política y se propagaban las máximas del liberalismo.
En estas reuniones se hablaba de todo, de lo presente y de lo venidero, de las personas y
de las cosas; era donde los jóvenes entusiastas que, subidos en sillas, ensayaban el arte de la
palabra improvisando arengas que “arrancaban mil aplausos por sus felices inspiraciones”. Las
opiniones respecto a estas Sociedades eran encontradas ya que los moderados veían con temor
la orientación de algunas, a las que consideraban como amenaza, mientras que sus partidarios
estaban dispuestos a defenderlas por encima de todo. La polémica se ha trasladado a la

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 55


historiografía actual y lo que para algunos autores fue un poder en la sombra al servicio de los
más revolucionarios, para otros estas sociedades fueron la respuesta para ilustrar al pueblo y
controlar los fines de la revolución. Precisamente en la difusión de los ideales revolucionarios
radicó su fuerza, utilizándola el poder central para respaldar su propia política pero, al mismo
tiempo, negándose a admitir propuestas que socavaran su autoridad. Fueron suprimidas
durante la estancia de Riego en Madrid –crisis del ejército de la isla-, aunque se mantuvieron La
Fontana y la Gran Cruz de Malta.

2.3 El “ejército de la isla”.


El ejército que inició la revolución, y por tanto el cambio de régimen, era conocido
popularmente como Ejercito de la Isla. Su fuerza procedía del prestigio alcanzado por su
contribución al éxito de la revolución. Aunque sus logros ceñidos a Andalucía eran muy
limitados, sirvió de ejemplo para el resto y llegó alcanzar categoría de mito. Por otro lado, la
Junta era consciente de que podía ser útil si era necesario el uso de la fuerza para defender la
revolución, pero a la Junta tampoco se la escapaba que podía ser utilizado como elemento de
presión para defender una determinada interpretación de la misma –Riego, el 13 de julio (poco
después de la constitución de las Cortes) se dirige a ellas con la advertencia velada de “si los que
ahora han merecido la confianza de los españoles olvidasen…”-, y, como es lógico, tampoco podía
plantear su envío a las colonias; era por tanto un problema y sobre todo una pesada carga
económica tener a esos miles de hombres acantonados en Andalucía.
Las primeras Cortes tuvieron que abordar este espinoso tema y poco después de su
constitución, el ministro de guerra, el marqués de las Amarillas, firmó el decreto de disolución
del ejército acantonado en Andalucía posiblemente presionado por Canga Argüelles (deseoso
de equilibrar su presupuesto) o por propia iniciativa tras las advertencias realizadas por Riego
en su última proclama a las Cortes. En cualquier caso, prescindir de los héroes no podía por
menos que causar graves tensiones.
Por medio de publicaciones en prensa, Riego criticaba que se disolviera el ejército de
Andalucía y suplicaba al rey la supresión de la orden; al mismo tiempo se dirigió a las Cortes
pidiendo su apoyo. Con ello encendió una mecha que inició una crisis que derivaría en el
abandono por parte de Fernando de la senda constitucional y que serviría, además, de
catalizador para la escisión de los grupos liberales. En efecto, además del enfrentamiento entre
el rey y el resto de instituciones, el tema del “ejército de la isla” supuso un serio conflicto dentro
del bando liberal; en ese momento se mantenía la decisión de disolver el ejército y de enviar a
Riego como capitán general de Galicia, esto radicalizó a los exaltados que usaron todos los
mecanismos para alentar algaradas.
A su llegada a Madrid, para entrevistarse con el rey, los ministros y hablar a las Cortes,
Riego fue recibido con gran entusiasmo por el pueblo y se puso sobre la mesa lo que muchos
pensaban: que unos habían echo la revolución y otros se hacían con ella. Por otro lado el
gobierno estaba en alerta al recibir numerosos banquetes y agasajos el general Riego que,
acompañado de la falta de discreción y de su incontinencia verbal, que decidió tomar medidas y
alejar a destacados militares de la Corte (Riego recibió la orden de partir hacia Asturias); esta
decisión se tradujo en algaradas, manifestaciones y motines callejeros. Por su parte el gobierno
acusaba veladamente a Riego de republicanismo, de la que se defendió en una larga vindicación
firmada en octubre en Asturias. Finalmente el gobierno controló las Cortes y reinstauró una

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 56


cierta tranquilidad, alternando medidas represoras con conciliadoras; los moderados habían
triunfado pero el bloque monolítico liberal sufrió importantes daños.

3. Los gobiernos moderados.


Entre la disolución de Cortes (9 de noviembre) y la reunión de las nuevas (1 de marzo de
1821) hubo tiempo para nuevos enfrentamientos entre el rey y los liberales y para la división de
estos en dos tendencias: los doceañistas –moderados llamados así por participar en las Cortes
de Cádiz-, y los veinteañistas, o exaltados, para los que la revolución no había llegado a su fin
por lo que había que seguir luchando y cambiarlo todo.
Si la primera etapa del Trienio Liberal viene definida por estos constantes
enfrentamientos, la segunda –correspondiente al gobierno Bajardí-, lo está por intentar poner
algo de orden a la administración y la hacienda; en el plano económico se concretó en un ajuste
presupuestario y en el administrativo por dos importantes reformas: la primera el desarrollo de
la Ley de Instrucción Pública, que establecía tres etapas de enseñanza que perdurarían en el
tiempo: primaria, media y superior, fijaba en 10 las universidades y establecía unos planes
únicos de estudios para todo el país. La segunda corresponde a la aprobación de la Ley Orgánica
del Ejército, base del nuevo ejército.
El 30 de junio se disuelven las Cortes ordinarias para dar paso a unas extraordinarias
con los mismos diputados. El motivo grave que justifica a estas Cortes, que comienzan en
septiembre, está en la necesidad de abordar reformas administrativas en profundidad y
pacificar América. Fueron estas Cortes las que aprobaron la primera división territorial en 52
provincias51 y el fortalecimiento de las diputaciones y tesorerías que debían mejorar la
recaudación tributaria. Otras leyes de esta legislatura son la de Beneficencia y el primer Código
Penal español.

3.1 Las tensiones entre el Rey y los liberales.


Tras el envío de Riego a Asturias, la política del gobierno se volvió oscilante y ni a
propios ni a extraños convencía. Mientras tanto el rey, instalado en El Escorial, retrasaba su
vuelta en medio de rumores de conspiraciones serviles que provocaban manifestaciones y
alteraciones del orden. El gobierno, además, utilizaba a las masas populares cuando le eran
necesarias y reprimiéndolas después, lo que provocó que los incidentes arreciaran en un marco
de división liberal y de solidez de una oposición absolutista cada vez más organizada.
En febrero se produjo un choque entre los Guardias de Corps, enfrentados a una
muchedumbre que se manifestaba en las cercanías de palacio, y la Milicia Nacional con el
resultado de la retirada de la guardia y la extinción definitiva del Real Cuerpo de Caballería de
Guardias de la Persona del Rey por un decreto de las Cortes fechado el 26 de abril.
La nueva legislatura se inauguraba el 1 de marzo y la debilidad del gobierno quedó de
manifiesto en lo que se ha denominado “crisis de la coletilla”, cuando en el discurso de
apertura de las nuevas Cortes Fernando introdujo una coletilla en la criticaba con dureza a su
gobierno por no haber defendido al rey constitucional de ultrajes y desacatos y anunciando un
sinnúmero de males y desgracias para la nación española si se renovaban los excesos. El gobierno

51
El proyecto era original de Argüelles y estaba basado en el anterior de José Bonaparte de organización en
Prefecturas y que será utilizado posteriormente por Javier de Burgos para la división.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 57


se vio obligado a dimitir, aunque ya había sido cesado, y Fernando, buscando dividir aún más a
los liberales, se dirigió al Legislativo primero y al Consejo de Estado después para que le
recomendaran las personas apropiadas para formar un nuevo gobierno; de los nombres
proporcionados salió un gabinete del que formaban parte un nuevo grupo de moderados que
no gozaba de las simpatías de nadie, encabezado por Bardají.

3.2 Las tensiones entre los liberales: moderados doceañistas y exaltados veinteañistas.
La unidad liberal era muy débil y las luchas entre moderados y exaltados era continua,
así los moderados fijaban su atención en los exaltados y en su temida capacidad de movilizar a
las masas populares. En los últimos meses de 1821 aumentaron los incidentes al unirse contra el
gobierno moderado, personalizado en Feliú, los ayuntamientos, la Milicia y las Sociedades
Patrióticas. Los moderados acusaban a los exaltados de desestabilizar el país y fomentar la
oposición absolutista con sus excesos, y éstos a los primeros de impedir el triunfo de un
auténtico programa reformista.
Así el 27 de diciembre se volvió a ordenar el cierre de las Sociedades Patrióticas de las
que surgiría la sociedad secreta de los Comuneros52 en la que militarían los jóvenes más
radicales.
Nuevos enfrentamientos entre ambas corrientes liberales tuvieron lugar con motivo de
la convocatoria electoral para el periodo 1822–23, cuando a Riego se le relacionó con unas
supuestas conspiraciones revolucionarias y fue destituido como capitán general de Aragón, lo
que provocó que en Madrid tuviera que intervenir la Milicia Nacional –en este caso al servicio
de la autoridad moderada.
Para analizar correctamente estas tensiones debemos tener en cuenta que, tras las
elecciones para las Cortes que se reunirían el 1 de marzo en las que triunfarían los exaltados, el
poder ejecutivo estaba en manos de los moderados y el legislativo en las de los veinteañistas; el
rey, mientras tanto, fomentaba tanto la división liberal con sus actuaciones, promovía las
conspiraciones realistas y cortejaba a las potencias extranjeras.

3.3 Las reformas moderadas: ejército y educación.


Entre los reglamentos aprobados por la nueva legislatura destacan, por su importancia,
los que afectaban al ejército y a la educación. El 9 de junio de 1821 era aprobada la Ley Orgánica
del Ejército, ejemplo del “utopismo liberal” y base para la creación de un nuevo ejército pequeño,
eficaz y al servicio de la sociedad civil. Riego expresó su alegría ante la aprobación de la ley y
recomendaba, mediante una proclama a los soldados de Cantabria, que grabasen en sus
corazones los artículos 7 y 8 que calificaban de traición el abuso de la fuerza armada y eximía de
obediencia al superior en caso de que se empleara para impedir la elección de diputados a
Cortes, para disolver la Cámara o su Diputación Permanente o para ofender la figura sagrada
del rey.

52
Los Comuneros era una sociedad secreta radical fundada en febrero de 1821 por jóvenes extremistas, como
consecuencia de la entrada de los hombres de Cádiz en las logias masónicas que intentaron utilizar su prestigio para
hacerse con su control.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 58


También a principio de junio fue discutida la Ley de Instrucción Pública, que puso la
base del sistema de tres niveles:
 Enseñanza primaria, de carácter obligatorio e impartida en todas las escuelas que
habría en todos los pueblos de más de cien vecinos.
 Enseñanza secundaria, que se cursaría en todas las capitales de provincia; y la
 Enseñanza tercera o superior, impartida en 10 universidades peninsulares y 22 de
Ultramar.
Este era un sistema uniformador y centralizado que, con algunas variantes, fue la base
de la organización educativa española durante muchísimos años.

3.4 Las conspiraciones realistas.


Las conspiraciones realistas se fueron haciendo cada vez más organizadas y peligrosas al
acercarse el cierre de la legislatura. El 30 de mayo de 1822, onomástica del rey, en el Real Sitio
de Aranjuez se escucharon gritos a favor de un rey absoluto; en Valencia los artilleros
encargados de disparar las salvas de honor se encerraron en la ciudadela aclamando al rey y al
general Elío allí encarcelado. La insurrección rápidamente fue controlada y el general Elío fue
finalmente condenado a muerte y ejecutado en septiembre. El rey se enfrentó a su gabinete al
negarse a condenar los acontecimientos de Valencia, lo que hacía presagiar males mayores. El
estallido definitivo tuvo lugar el 30 de junio cuando –el rey que se encontraba en Madrid para
asistir a la clausura de las Cortes-, se produjeron nuevos incidentes entre una multitud que
gritaba a favor y en contra de la monarquía absoluta con el resultado de la carga de la Guardia
Real. Este no era un mero enfrentamiento callejero ya que una sublevación palaciega, con la
colaboración de la familia real, estaba en marcha. Madrid quedó convertido en campamento de
ejércitos contrarios: de un lado el rey y sus guardias; del otro la Milicia Nacional y algunos
oficiales exaltados que crearon el Batallón Sagrado, apoyados por el Ayuntamiento y la
Diputación Permanente.
El 3 de julio el Gobierno ordenó que los batallones de guardias concentrados se retiraran
dos a Toledo y los otros dos a Talavera; los Guardias se negaron a acatar las órdenes y crearon
un tenso impasse que finalizó con la presentación de dimisión del gobierno al rey el 4 de julio y
la negativa de éste a aceptarla. La madrugada del 7 de julio los Guardias marchan sobre
Madrid, donde la Milicia y el Batallón Sagrado defendieron sus posiciones y les obligaron a
replegarse hacia palacio buscando la protección del monarca para posteriormente rendirse.
El golpe del 7 de julio finalizó con la victoria liberal y el rey, defensor de la permanencia
del gabinete de Martínez de la Rosa, tuvo que plegarse y designar un nuevo gobierno (esta vez
exaltado). Artola apunta que el monarca radicalizó la situación para animar la intervención de
las potencias extranjeras, a las que llevaba meses cortejando.

4. Los exaltados en el poder


La pérdida de las elecciones de 1822 por los moderados hizo saltar el gobierno de
Martínez de la Rosa, quizá motivada porque la intentona golpista del 7 de julio fuera resuelta
por el Batallón Sagrado y no por el Gobierno.
A comienzos de agosto de 1822 el general Evaristo San Miguel (comandante del Batallón
Sagrado en los recientes acontecimientos) toma posesión al frente de la cartera de Estado. Los

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 59


exaltados llegaban al poder y tomaban las riendas de la Revolución en un momento en que el
deterioro político, económico y social reforzaba a posrealistas, pese a que acababan de sufrir un
importante derrota.

4.1 La Regencia de Urgel.


A mediados del mes de agosto se creaba, en los círculos realistas exiliados del sur de
Francia, la llamada Regencia de Urgel, originada en los grupos que combatían al gobierno
constitucional. Tras la ocupación de la Seo de Urgel se constituyó una regencia, dreada por el
marqués de Mataflorida, que provocó la tan temida unidad del movimiento realista en el
interior y en el exilio. Los manifiestos emitidos por estos regentes retoman los argumentos de
ilegalidad del régimen constitucional, la condición de prisionero del rey y vagas promesas de
reformas de acuerdo a fueros y costumbres.
Sin embargo esta Regencia no contó nunca con el apoyo de Fernando ni logró, pese a
continuos intentos, el respaldo de las potencias de la Santa Alianza. Espoz y Mina fue el
encargado de dirigir las operaciones contra ella y, apenas tres meses después de creada, tuvo
que refugiarse en Francia don de su desprestigio aumentaría día a día hasta su desaparición.

4.2 Las reformas exaltadas.


A las pésimas condiciones climáticas de 1822 hay que añadir las económicas y sociales
que ponían a los campesinos al borde de la desesperación, siendo presa fácil de proclamas y
llamamientos contra el régimen constitucional.
Lejos de enfrentamientos armados gobierno y Cortes intentaron reconducir la situación
y para ello se convocaron, como era tradicional, Cortes extraordinarias. En ellas se abordaron
temas que afectaban al Ejército, al clero regular y a sus bienes –en enero de 1823 se rompieron
las relaciones con el Vaticano- y proclamas patrióticas en medio de un ambiente en el que se
respiraba la amenaza de una invasión armada.
Estas Cortes fueron clausuradas a mediados de febrero no sin antes aprobar el traslado
de la Corte a Andalucía, para evitar el intercambio de notas entre embajadores de la Santa
Alianza que provocó nuevas tensiones entre el monarca y los exaltados cada vez más divididos
que condujo a la crisis del 19 de febrero. Esta crisis es un magnífico ejemplo de la situación del
momento: por un lado el rey se resiste al traslado a Andalucía y depone al gabinete San Miguel
y designa uno nuevo; por otro, las protestas de los exaltados en la calle condujo a la devolución
a sus puestos de los ministros con lo que la imagen sería la de un rey, dos gabinetes y unas
nuevas Cortes que se aprestaban a abandonar la capital con dirección a Sevilla.

5. La situación internacional y la caída del régimen constitucional.


El Congreso de Verona. La posición británica. Los “Cien mil hijos de San Luis”
Debemos recordar que el sistema de Congresos acordado por la Cuádruple Alianza
estaba en pleno funcionamiento cuando se produjo la revolución liberal de 1820. Anteriormente,
en la reunión de Aix–la–Chapelle (sep-nov de 1818) los aliados dedicaron su atención sobre
todo a los asuntos franceses: la retirada del ejército de ocupación, pago de indemnizaciones de
guerra e invitación a Francia a sumarse a las reuniones de las grandes potencias; la situación
española pasó de lado y el debate se centró en la petición del zar de mantener las disposiciones

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 60


territoriales adoptadas en Viena y en la defensa de los gobiernos frente a movimientos
revolucionarios. Esto fue desestimado por Inglaterra y Austria, ya que la amenaza territorial
provenía de las colonias españolas en América y por diferentes motivos no veían clara la
intervención.
Pero, cuando las potencias se reunieron en Troppau (oct-dic de 1820) la situación
internacional era bien diferente. El denominado, por algunos autores, sarampión revolucionario se
extendía por Europa y afectaba a algunas potencias; Metternich hizo frente a los primeros
estallidos revolucionarios de Alemania mediante acuerdo con Prusia y los príncipes alemanes
(sep 1819). Los primeros meses de 1820 traen episodios revolucionarios en diferentes puntos del
continente: pronunciamiento de Riego el 1 de enero; asesinato del duque de Berry en Francia en
febrero; promulgación de la Constitución de Cádiz en marzo; revolución napolitana en julio y la
portuguesa de agosto hacen que Austria cambie de actitud y se acerque a la postura rusa
favorable a la intervención. En Troppau Austria, Prusia y Rusia acuerdan un protocolo de
intervención si fuese necesario (Gran Bretaña y Francia asisten como observadores)
Cuando la reunión de Laibach (enero-mayo de 1821) estaba a punto de concluirse estalló
la revolución griega –marzo-, que podía arrastrar al zar a una guerra contra los turcos. Los
aliados se separaron y convocaron una nueva para abordar el asunto griego y peninsular que,
una vez más, había quedado en un segundo plano ante la gravedad de otros conflictos.
Sería durante el Congreso de Verona (oct-dic de 1822) cuando España se convierte en la
gran protagonista, los acontecimientos de julio la situaban, junto con Grecia, en foco de
preocupación de las potencias. Francia, tras la explosión de fiebre amarilla en Cataluña en el
verano de 1821, había instalado un “cordón sanitario” en la frontera. Este cordón fue sustituido
en septiembre de 1822 por un ejército de observación, debido a la creciente violencia y al avance
de los exaltados, mientras continuaba dando largas a las peticiones de ayuda de Fernando y le
repetía la imposibilidad de volver a la situación de 1814.
Mientras tanto el zar Alejandro I aprovechaba para sumar apoyos a su política
intervencionista –base de su Santa Alianza-, y Austria junto con Prusia intentaba frenar el
protagonismo de los rusos buscando una imposible unidad de acción que atemperase los excesos
de los veinteañistas exaltados. El 7 de octubre de 1822 el nuevo embajador británico, A. Court,
enviaba al también recién nombrado secretario de Estado, Cunning, su estimación sobre la
situación española que fortalecía la política británica desde Viena: “Las fuentes de su prosperidad y
grandeza se han secado y algunas para siempre; su comercio está arruinado: su agricultura abandonada;
sus colonias perdidas…No es más que una gran ruina”.
Con el punto principal de la posible intervención en los asuntos españoles se habría el
Consejo de Verona. La posición británica en el Congreso era defendida por su representante,
Wellington, quien era firme en su negativa a respaldar un ataque contra España. Esta posición
no era debida a que Cunning defendiera el liberalismo sino a su defensa de los intereses
británicos, entendía que una paz estable y promover el prestigio y la prosperidad británicas
eran compatibles. Al mismo tiempo Wellington afirmaba que: las cuestiones americanas son con
gran diferencia para nosotros más importantes que las europeas. Wellington intentaba sin éxito frenar
la intervención en España y Court, por su parte, procuraba extraer el máximo provecho de la
situación postulándose como mediador entre España y sus colonias en América. Francia adoptó
una postura decidida a favor de la intervención y preguntó cual sería la reacción de los aliados
así como el tipo de apoyo que recibiría en caso de intervenir. El resultado fue el abandono del
Congreso por parte de Wellington, dejando clara la posición británica, y el respaldo del resto de

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 61


aliados. Se enviaron notas al gobierno español exigiendo la reforma del texto constitucional, la
respuesta española ante la injerencia cerraba el camino a una posible negociación.
La postura de Montmorency, representante francés en Verona, era la realizar una acción
conjunta aliada chocando con la postura de Villèle y de Luis XVIII, partidarios del
protagonismo francés, lo que provocó su dimisión y el nombramiento de Chateaubriend –quién
consiguió la exclusividad francesa. El 28 de enero de 1823 Luis XVIII anuncia que Cien Mil
franceses están preparados para avanzar invocando a San Luis para conservar el trono de España a un
nieto de Enrique IV. La invasión se inició el 7 de abril de 1823, cruzando el Bidasoa las tropas
mandadas por Angulema.
No se produjo la resistencia popular que se esperaba y los ejércitos formados al mando
de Ballesteros y el conde de La Bisbal se rindieron sin apenas combatir. El desánimo, la
sensación de impotencia de los liberales ante el rápido avance de las tropas y el descontento con
la política económica (sobre todo en las zonas agrarias), repercutieron en el deterioro de la
reacción popular frente a los invasores. La única excepción la constituyeron los hombres
mandados por Espoz y Mina que ocasionaron problemas a los franceses hasta el final.
El 23 de mayo de 1823 los franceses entraban en Madrid y se constituía una regencia
presidida por Infantado. El 4 de julio realizaba un manifiesto en el que afirmaba su voluntad de
emprender una labor puramente administrativa y prevención de persecuciones, en realidad fue
una vuelta atrás similar a la de 1814 con represiones más feroces. La derrota de las fuerzas
gubernamentales en Despeñaperros obligó a un nuevo traslado a Cádiz, lugar simbólico de los
constitucionalistas, que mostraban más preocupación por los símbolos que por los
acontecimientos. La negativa de Fernando al nuevo traslado obligó a decretar locura transitoria
del rey (hecho que Fernando VII nunca perdonaría) y a crear una Regencia encargada del poder
ejecutivo. Una vez en Cádiz, tuvo lugar el único combate de las tropas francesas: el asalto al
poco defendido fuerte del Trocadero. El 29 de septiembre las Cortes decidieron dejar libre al rey
y negociar con el duque de Angulema.
El Trienio caía como consecuencia de una intervención extranjera, pero ello no debe
ocultar que su fracaso obedeció a las propias contradicciones internas. La incapacidad por
articular un sistema político eficaz impidió la estabilización del régimen y facilitó el surgimiento
de los movimientos contrarrevolucionarios. Con ello finalizó la segunda Revolución Liberal
española y se abrió el último período de existencia del Antiguo Régimen en España.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 62


La década final del Absolutismo (1823–1833)
1. La vuelta a la monarquía absoluta.
1.1. El ejército de ocupación
1.2. La represión política.
1.3. La creación del Consejo de Ministros
2. El reformismo absolutista
2.1. La escisión realista
2.2. La reforma de la Hacienda: López Ballesteros
3. La cuestión portuguesa
4. La revuelta ultra
5. La Francia de 1830 y los liberales españoles
6. Los últimos pronunciamientos: Torrijos
7. La cuestión sucesoria.
7.1. La Pragmática Sanción
7.2. Los sucesos de La Granja
7.3. El Gobierno de Zea Bermúdez.

1. La vuelta a la monarquía absoluta.


La Junta Provisional de Gobierno de España e Indias en sus apenas dos meses de vida
dio los primeros pasos para restablecer la situación anterior al triunfo de Riego. Así en abril de
1823 se dio la orden de restablecer los ayuntamientos anteriores al Trienio, se diseñaron las que
serían Comisiones de Purificación y se ordenó la retirada de lápidas y símbolos constitucionales
y la concesión de una medalla a los “persas”. Fue obra de la Junta también la creación de
“voluntarios realistas” en un intento de proporcionar al absolutismo una fuerza armada propia
al margen de un ejército que había dado muestras de simpatías constitucionales. La Regencia
aprobada por Angulema tras su entrada en Madrid, y que sustituiría a la Junta desde finales de
mayo, siguió la misma política.
Aunque restaurado el poder absoluto Fernando no podía ejercer plenamente su
soberanía, al lograr su triunfo gracias a una intervención extranjera y al no poder estar seguro
de la fidelidad de su propio ejército; de este modo el rey se vio obligado a demandar la
presencia de las tropas francesas de Angulema.

1.1 El ejército de ocupación.


La solicitud del monarca a Luis XVIII suponía no sólo la oportunidad de fortalecer la
situación francesa en el exterior –en un momento que la política de concertación del sistema de
Congresos hacia aguas-, sino también el mejorar las relaciones comerciales hispano-galas en
perjuicio de las posiciones británicas. El 9 de febrero de 1824 se firmó en Madrid un convenio
por el que las tropas francesas permanecerían en España con la misión de afianzar el Gobierno
de Fernando VII y se asegurase la tranquilidad del país. El convenio, que en principio tenía una
duración de cinco meses, permitió el establecimiento de un ejército cercano a los 50.000

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 63


hombres. Posteriormente fue prorrogado sine die disminuyendo los efectivos hasta la retirada
definitiva en septiembre de 1828.
Esta ocupación tolerada y deseada permitió a las potencias de la Santa Alianza ejercer
una influencia moderadora en determinados momentos. Ni Luis XVIII ni su primer ministro
Villèle podían ver con buenos ojos la actitud represiva que adoptaba el primer gabinete español,
reiterando a Fernando la moderación; Rusia también se sumó a estas peticiones y Gran Bretaña
seguía más interesado por lo que ocurría en las colonias que por lo que ocurría en la Península.

1.2 La represión política.


La preocupación de los europeos por el primer gabinete de Fernando VII no era vana, ya
que a la persecución orquestada por el gobierno y respaldada por el monarca hubo que sumar
también los estallidos violentos producidos en diversos sectores sociales, consecuencia del
ambiente de guerra civil que se vivía en la Península.
Si la Constitución fue recibida con desbordante alegría, ahora Fernando era aclamado
como “rey absolutamente absoluto” y sus partidarios querían resarcirse de los agravios sufridos.
Todo tipo de violencia quedó reflejado en estas primeras semanas: ejecuciones –como el
ahorcamiento del general Riego en la plaza de la Cebada-, sentencias de muerte, exilio, cárcel,
presidio, destierro, expedientes de “purificación” lo que llevó a los aliados a aumentar la presión
para frenar la brutal represión. El 2 de diciembre se produciría el ansiado cambio de gobierno y
su Ministro de Estado y confesor, el canónigo toledano Víctor Sáez, fue cesado.

1.3 La creación del Consejo de Ministros.


Entre las escasas actuaciones del gabinete Sáez destaca la creación del Consejo de
Ministros por un Real Decreto de 19 de noviembre de 1823. En un breve texto el rey alude a la
necesidad de adoptar las decisiones de gobierno guardando la unidad conveniente basándose
en dos precedentes: el Consejo de gabinete de noviembre de 1714 y la Suprema Junta de Estado
de julio de 1787. De modo que bien por buscar una mayor eficacia y orden a las tareas de
gobierno, o bien por la presión de Luis XVIII pronunciándose a favor de las antiguas
instituciones e insistiéndole en la necesidad de buscar el consejo de hombres prudentes y sabios,
este decreto supuso el inicio de las labores de un Consejo de Ministros compuesto por cinco
miembros (Estado, Gracia y Justicia, Guerra, Marina y Hacienda). El Real Decreto de 31 de
diciembre de 1824 complementaría el anterior para establecer las normas de funcionamiento
para estipular que en ausencia del rey lo presidiría el secretario de Estado. Ni que decir tiene
que la prevalencia de la voluntad del rey estaba fuera de toda duda y ni el Consejo ni su
Presidente supusieron límite a su autoridad

2. El reformismo absolutista
Tras el cese de Víctor Sáez, el moderado marqués de Casa Irujo pasó a presidir el nuevo
gabinete compuesto por otros reformistas como López Ballesteros, Luis Salazar, Cruz o el
Conde de Ofelia. El nuevo gabinete, que calmaba las ansias de las potencias continentales,
emprendió la difícil tarea de restablecer una Administración desquiciada por los
acontecimientos vividos desde 1822 donde, a las divisiones entre realistas y liberales se
sumarían las del bando absolutista al perder el poder los sectores más reaccionaros.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 64


Al día siguiente del nombramiento del nuevo Gobierno y con motivo de la visita que los
nuevos ministros le hicieron, Fernando hizo entrega a Casa de Irujo de un texto de su puño y
letra que contenía las Bases sobre las que ha de caminar indispensablemente el nuevo Consejo de
Ministros. En ellas el rey enumera:
1º Plantear una buena policía en todo el Reino,
2º Disolución del ejército y formación de otro nuevo,
3º Nada que tenga relación con Cámaras ni con ningún género de representación,
4º Limpiar todas las Secretarías del Despacho, tribunales y demás oficinas tanto de la
Corte como de lo demás del Reino de todos los que hayan sido adictos al Sistema
Constitucional protegiendo decididamente a los Realistas,
5º Trabajar incesantemente en destruir las Sociedades Secretas y toda especie de secta, y
6º No reconocer los empréstitos constitucionales.
El gabinete siguió las Bases con las que el rey había marcado el camino intentando sacar
adelante alguna medida reformista que llevaría las divisiones realistas a su mismo seno,
especialmente el proyecto de amnistía de Ofelia. Así, por una Real Cédula de 13 de enero de
1824 se reorganizó el sistema de seguridad pública con una policía orientada al control político.
Los sectores más reaccionarios preferían que esta función la realizara la Inquisición, lo que
ocasionó algunas protestas. Finalmente, dos obispos, el de Valencia y el de Orihuela, crearon
unas Juntas de Fe. Consecuencia de la actuación de la de Valencia fue la celebración del último
Auto de Fe de nuestra historia. También se crearon las Comisiones Militares Ejecutivas y
Permanentes, con una actuación en la que se mezclaban los asuntos políticos y los de orden
público. Pero el tema más polémico sin duda era el proyecto de amnistía ya que chocaba con las
potencias, que reclamaban una más amplia, y por otro con los ultras opuestos a cualquier
perdón. La muerte de Irujo y la entrada de Calomarde en Gracia y Justicia rompieron la unidad
del gabinete sobre el tema aunque finalmente el decreto de amnistía fue aprobado en mayo de
1824 sin lograr satisfacer a nadie, ni siquiera al gabinete, ya que los más reaccionarios se
oponían al considerar el delito que fue el que mayor pudo ser, en palabras de D. Carlos y los
liberales, lógicamente, lo repudiaban por escaso.

2.1 La escisión realista


La aprobación de la amnistía trajo como consecuencia un aumento de la tensión entre el
rey y los moderados y dentro del gabinete. El 11 de julio Ofalia fue destituido y Cea Bérmudez
ocupó la Secretaría de Estado. Todo parecía indicar que el gabinete seguiría con un número
similar de moderados y ultras pero, poco antes de la llegada de Cea, el ministro de la Guerra, el
moderado general Cruz fue también sustituido por el reaccionario general realista Aymerich,
hasta entonces al frente de los Voluntarios realistas, por lo que Cea perdía alguno de sus
posibles apoyos.
Con la división en las filas realistas, el cuerpo de voluntarios, en cuya creación tanto
interés tuvo el rey y su círculo, se volvía ahora contra el monarca. De las filas de voluntarios
realistas había salido la rebelión del brigadier Capapé de mayo de 1824 y que ocasionó el cese
de Cruz. El origen de la división lo encontramos:
– En el miedo que tenían los sectores más reaccionarios a que la presión francesa
atemperara en demasía el absolutismo de Fernando;

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 65


– En los nombramientos de algunos ministros a su juicio de demasiado tibios y
– A las medidas aprobadas, entre ellas la amnistía.
Esta división, encabezada por el infante don Carlos, llevó a ejercer una presión
permanente sobre el monarca y su entorno. El clero se organizó en sociedades secretas o Juntas
Apostólicas como “la Purísima” o el “Ángel Exterminador” que elogiaban a don Carlos y
criticaban al rey y sus gobiernos, proporcionando los voluntarios realistas un brazo armado
para ejercer su presión en nombre del rey, en principio, pero con don Carlos dispuesto a ocupar
el trono en defensa del Antiguo Régimen.
La evidencia de la fuerza de la oposición ultra preocupó seriamente a Fernando quién
organizó una Junta Consultiva del Reino, presidida por el duque del Infantado, para que
pudiese proponer los medios adecuados para sofocar los posibles desórdenes. Estos temores
con los ultras no hicieron olvidar a Fernando a sus enemigos los liberales, lo que ayuda a
explicar la política tornadiza del rey que le llevó a apoyarse alternativamente en el Consejo de
Estado (presidido por don Carlos) y en el moderado gabinete de ministros.

2.2 La reforma de la Hacienda: López Ballesteros.


Otro problema acuciante era la situación económica y hacendística del reino, sumido en
el caos tras la guerra y la crisis de las colonias. La Secretaría de Hacienda era desempeñada por
López Ballesteros, buen conocedor de la casa ya que llegaba desde la Dirección General de
Rentas. Permaneció en el puesto desde 1824 a 1832 lo que le permitió formar un sólido equipo y
abordar los principales problemas.
El 14 de febrero de 1824 el rey le instó a que se ocupase del arreglo del sistema de
contribuciones del reyno que era prioritario, pues tras anular lo dispuesto por el Trienio no se
había establecido ningún sistema de rentas. A la hora de abordarlo tenía que tener en cuenta
dos limitaciones impuestas: huir de las innovaciones y no reconocer los empréstitos
constitucionales, lo que complicaba la tarea. Ballesteros planteó una reforma tributaria para
atender a los gastos ordinarios del Estado y una reforma de la caótica administración, el
resultado fue negativo al ser la recaudación ordinaria insuficiente y tener que echar mano a
todos los recursos existentes y contraer nuevas deudas. La necesidad de conseguir un equilibrio
mediante la reducción del gasto le llevó a elaborar el primer Presupuesto efectivo de la historia
de España. Los presupuestos, tras tres años de obstáculos de todo tipo, consiguieron reducir los
gastos ordinarios del gobierno, aunque no fue posible lograr un equilibrio completo y hubo que
recurrir de nuevo a préstamos, superando el colapso que amenazaba la Hacienda en 1828. Con
la crisis internacional del año 30 la situación se descontrolaría al exigir un aumento de los gastos
militares.
Para salvar el gravísimo problema de la Deuda, en 1824 se definió una nueva ordenación
cuyo elemento principal era la Caja de Amortización y estaba encargada de inscribir los créditos
contra el Estado, consolidarlos, pagar sus intereses y amortizarlos, así como responder de los
intereses y amortización de los nuevos empréstitos. Realmente, el nuevo sistema se centró en
gestionar nuevos empréstitos extranjeros, dejando de lado a los tenedores de deuda nacionales
de los que poco se podía obtener.
Lo menguado de los ingresos le obligó a disminuir los gastos en un momento en que
todas las potencias europeas aumentaban sus presupuestos de forma considerable para sostener
a los ejércitos y marinas que defendiesen sus intereses políticos y económicos. En ese mismo

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 66


momento España renuncia definitivamente a la reconquista de sus colonias americanas y los
ingresos que reportaban y aceptaba un papel de potencia secundaria en Europa. López
Ballesteros consiguió prolongar durante diez años más la agonía del Antiguo Régimen y evitar
el colapso inmediato de haber estado la Hacienda en manos menos competentes; fue cesado el 1
de octubre de 1832 aunque sus colaboradores siguieron en sus puestos hasta diciembre de 1833.

3. La cuestión portuguesa.
Desde la salida de la familia real hacia Brasil, como consecuencia de la invasión
napoleónica, Portugal había sido dirigido por el mariscal británico Baresford. La revolución de
1820 hizo sonar las alarmas en Portugal ante el temor de un contagio, circulando informes en las
embajadas. El 24 de agosto se rebeló la guarnición de Oporto, seguida de Lisboa y otras
ciudades lo que supuso el nombramiento de una junta Provisional, la convocatoria de Corte y la
promulgación de una Constitución inspirada en la de Cádiz.
Entre los logros de la revolución portuguesa encontramos el establecimiento de un
Parlamento unicameral, la libertad de prensa, la abolición del feudalismo, supresión de la
Inquisición y algunas órdenes religiosas y se inició un proceso desamortizador. El rey Juan VI,
que había regresado a Lisboa, se convirtió en monarca constitucional al jurar la Carta Magna en
octubre de 1822; pero el movimiento Vilafrancada respaldado por la reina Carlota Joaquina –
hermana de Fernando VII- y su hijo don Miguel ponía fin al experimento constitucional pocos
meses después.
El monarca portugués murió, en marzo de 1826, sin dejar testamento lo que planteó
algunos problemas al estar su hijo mayor, don Pedro, en Brasil y ser proclamado emperador de
un Brasil independiente en 1822. Por este motivo sus derechos a la Corona estaban en
entredicho y además tenía que hacer frente a su hermano Miguel, respaldado por los
absolutistas. Finalmente, la Regencia reconoció como heredero a don Pedro que renunció a
favor de su hija María de la Gloria, de siete años, no sin antes otorgar una nueva Carta
Constitucional (abril de 1826) que inauguraba una nueva etapa y el inicio de nuevos
enfrentamientos entre absolutistas y liberales.
María de la Gloria reina bajo regencia y su tío don Miguel, con quién debería casarse
llegado el momento y siempre que él aceptara la Carta –de acuerdo con os planes de don Pedro-
, comienza a reunir a sus seguidores en un movimiento (miguelismo) contra el gobierno
constitucional. Los movimientos en el país vecina preocupan a Fernando ya que los liberales
podían contar con apoyos desde Portugal y preparar desde allí una contraofensiva. Si bien es
cierto que los exiliados liberales españoles recibieron con alegría la noticia, en la práctica no fue
nunca preocupante para el absolutismo aunque el liberal luso Saldanha estaba dispuesto a
colaborar en una invasión de Andalucía. La realidad fue bien distinta y España tuvo que hacer
frente a la llegada masiva de exiliados absolutistas; a lo largo de la frontera se organizaron
campos y los portugueses presionaron a los españoles para obtener ayuda en una posible
intervención. Esta situación provocó una confusa situación a ambos lados de la frontera ya que
los dos gobiernos demandaban neutralidad y la adopción de medidas contra destacados
dirigentes, así como el control de desarme de los refugiados. La tensión fue en aumento y al
final del verano un centenar de soldados de caballería españoles pasaron a Portugal y se inició
el alzamiento miguelista en el Algarve.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 67


En España, el Consejo de Ministros para aliviar, adopta varias medidas que iban desde
el envío de un agente secreto a Lisboa a facilitar las armas y medios al movimiento absolutista
portugués. En noviembre los exiliados cruzan la frontera y toman algunas plazas, lo que
provocó la petición de ayuda de Lisboa a su aliado británico; Cunning aborda el tema con un
discurso en defensa de los países constitucionalistas, aunque los verdaderos motivos de su
apoyo se encuentran en el cumplimiento de su tratado de alianza con Portugal y en la defensa
del sistema librecambista. Cunning envía 5.000 hombres a Lisboa y sin disparar un solo tiro
lograron amedrentar al gobierno español que cesó en su apoyo a los miguelistas. Mas tarde, con
el nombramiento del conde de Ofalia –un moderado respetado por las potencias-, como
ministro plenipotenciario en Londres sostuvo ante el rey la necesidad de acreditar la
neutralidad española, manteniéndose España al margen de los acontecimientos,
La evolución de la cuestión portuguesa se vio afectada por la muerte de Cunning en
agosto de 1827 y su sustitución por Wellington que privó a los liberales de un sólido aliado. En
1828 don Miguel instaura el régimen absolutista que desencadena una ola de terror y lleva a
María al exilio. Una insurrección popular hace a Pedro perder su trono en Brasil, en 1831, por lo
que regresa a Europa y se presenta como defensor de la causa liberal y de su hija María II; desde
las Azores organiza un ejército de 7.500 soldados que desembarcan en Portugal y, en julio de
1832, toman Oporto. La marina británica hace lo propio en el cabo de San Vicente y es tomada
Lisboa en julio de 1833. María es restaurada en su trono y se abre un periodo de luchas entre
liberales moderados (partidarios de la Carta de 1826) y radicales septembristas (defensores de la
Constitución de 1822). Unos meses después, en abril de 1834, muerto ya Fernando, se firmaría la
Cuádruple Alianza entre Gran Bretaña, Francia, Portugal y España, para expulsar a miguel,
finales de mayo, y proteger a las jóvenes reinas.

4. La revuelta ultra
En 1827 las preocupaciones de Fernando se situaban más en el lado ultra que en el
liberal, ya que la circulación de panfletos y las revueltas eran moneda común. Los ultras, que
reclamaban una vuelta al Antiguo Régimen y la reimplantación de la Inquisición, comenzaban a
abandonar la idea del monarca cautivo en manos de los liberales y planteaban la alternativa de
su hermano don Carlos –al que aclamaban como Carlos V-. Fernando se resistía, a pesar de los
informes policiales, a creer la amenaza ultra y la participación de su hermano.
En la primavera–verano de 1827 estalla en Cataluña la denominada “guerra de los
agraviados” originada fundamentalmente por el malestar existente entre el campesinado y por
el descontento entre los oficiales del ejército, mal pagados y relegados se sumaron a la corriente
ultra, contraria a la evolución reformista que en algunos momentos adoptaba el régimen y que
ya se había manifestado con anterioridad (1825). Las primeras manifestaciones se produjeron en
marzo y las medidas que se sugieren son limitadas y se centran en la propaganda que desde los
incondicionales al régimen se debe trasladar a la población; a finales de abril se otorga un
indulto que no consigue calmar el ambiente. Los gritos de “Viva el Rey, la Religión, Muera la
Policía y el mal gobierno” se extendieron a finales de julio y se aparta de las filas realistas a los
implicados. El gobierno era cada vez más consciente de la gravedad de la rebelión y de la
dificultad de recuperar la fidelidad de los voluntarios realistas; el clero ponto quedaría también
en entredicho. En poco tiempo los agraviados dominan buena parte de Cataluña, sobre todo el
campo, aunque tiene serias dificultades para hacerse con el control de las ciudades.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 68


A mediados de agosto el Consejo de Ministros analiza el asunto y sus consecuencias,
como afectaba a las relaciones diplomáticas y a la economía ya que el erario no tenía dinero
suficiente para mantener a 80.000 hombres desplazados. A mediados de septiembre las tropas
en Cataluña eran de 20.000 soldados, estando en la mente las relaciones catalanas y los primeros
Borbones. Quizá por ello Fernando, por voluntad propia, abandonó Madrid y se dirigió a
Cataluña, instalándose en el Palacio del Arzobispo de Tarragona; desde allí hizo un
llamamiento a dejar las armas con la promesa de sólo castigar a los cabecillas, desactivando
rápidamente el movimiento. Los líderes fueron fusilados y se abrió un momento de cierta
calma. Fernando y su esposa, María Amalia, permanecieron casi un año en Barcelona lo que se
tradujo en la conversión de puerto franco del puerto barcelonés.

5. La Francia de 1830 y los liberales españoles


En julio de 1830 se produjo en Francia la revolución que derribó del trono a Carlos X,
como consecuencia de la aprobación, el 25 de julio, de las “cuatro ordenanzas de Saint Cloud” que
suspendían la libertad de prensa, disolvían la nueva Cámara y reformaban la ley electoral. El 27
de julio se inician las “tres jornadas gloriosas”, en las que se pasó de la simple resistencia al
gobierno a una revuelta en toda regla. El miedo de los monárquicos a la implantación de un
república presidida por La Fayette inspiró la proclama de Thiers en al que se condenaba a
Carlos X, anunciaba los males que seguirían a la República y presentaba al Duque de Orleáns,
Luis Felipe, como respetuoso con la revolución y auténtico ciudadano; Luis Felipe fue
nombrado lugarteniente del reino y el 7 de agosto los diputados le eligieron rey de Francia por
voluntad de la nación, jurando la Carta liberal y la bandera tricolor sustituyó de nuevo a la flor
de lis.
Los acontecimientos franceses fueron recibidos por los contemporáneos de manera muy
diversa, mientras que en las monarquías más conservadoras Luis Felipe era denominado el rey
de las barricadas, en los movimientos liberales se abrían nuevas expectativas. Los exiliados
españoles pudieron moverse con libertad y empezaron a recibir muestras de simpatía. Los
refugiados en Gran Bretaña comenzaron a llegar a Francia donde apreciaron las simpatías a la
causa liberal. La negativa de Fernando a reconocer a Luis Felipe favoreció la causa de los
exiliados, ya que Francia los utilizó como elemento de presión en sus difíciles relaciones con
España. Toreno, Isturiz, Alcalá Galiano, Martínez de la Rosa y otros muchos se reunieron en
París y comenzaron a organizarse.
Juan Álvarez de Mendizábal, de acuerdo con el banquero Ardoin, puso fondos a favor
de los exiliados e impulsó una especie de gobierno en el exilio bajo el nombre de Directorio
provisional del levantamiento de España contra la tiranía, para poder garantía oficial a
préstamos y créditos. El Directorio, que sería conocido como Junta de Bayona, se instaló en el
sur de Francia donde creó una oficina de reclutamiento a la que acudían tanto liberales
convencidos procedentes de España como buscadores de fortuna atraídos por las promesas de
oro. Ya en esta primera fase se puso en evidencia las tensiones entre moderados y exaltados que
seguían chocando y desconfiando unos de otros, así los informes que llegaban a Madrid
hablaban de fuerzas fragmentadas y de unos 4.000 hombres. El gabinete español, preocupado
por la repercusión que una invasión tendría sobre la situación internacional, optó por reconocer

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 69


a Luis Felipe (cambio fundamental que llegó en un momento en el que los preparativos de
invasión llegaban a su término); esto supuso un cambio radical en la postura francesa y se
cursaron órdenes prohibiendo las concentraciones de españoles en la frontera, lo que provocó
una invasión acelerada por las circunstancias y en la que aún quedaban muchos puntos oscuros
por la falta de acuerdo.
Valdés fue el primero en cruzar el 14 de octubre con 400 hombres; Espronceda cruzó por
Roncesvalles; Espoz y Mina llegaba a Vera de Bidasoa el 21 de octubre conociendo las
desalentadoras noticias de las victorias de las tropas realistas y los apuros que encontraban los
liberales. Mina, con proclamas en las que intentaba no hablar del Trienio, centraba su discurso
en solicitar convocatoria de Cortes, respeto a los fueros, olvido, unión y libertad y. sobre todo,
buscaba provocar nuevos movimientos. Controlaba Guipúzcoa y quería avanzar hacia el sur
para instalar un gobierno provisional en Navarra o Aragón a la espera de la caída de Madrid.
Como en ocasiones anteriores, los otros levantamientos no se produjeron y acosados por un
ejército realista superior en número los invasores tuvieron que volver a cruzar la frontera. A
pesar del recibimiento entusiasta, y de la aureola romántica de la intentona, los derrotados
fueron confinados en provincias alejadas de la frontera y la actitud francesa respecto a la
española no varió; las solicitudes de los exiliados por un cambio de postura fracasó y con el
paso de los meses unos volvieron a sus actividades y otros pasaron a engrosar las filas de
Torrijos.

6. Los últimos pronunciamientos: Torrijos


José María de Torrijos llegó a Inglaterra en abril de 1824 y sus actividades le ocasionaron
más de un problema con sus anfitriones pero, sin embargo, también consiguió reunir en torno
suyo un grupo de incondicionales británicos. A finales del verano de 1830, cumpliendo
instrucciones de una Junta a favor del alzamiento, embarcó en Marsella rumbo a Gibraltar para
preparar desde allí el levantamiento liberal y dirigir una sublevación que una junta local
preparaba. A su llegada descubrió que los preparativos estaban muy atrasados y que se
necesitaba una importante inyección de dinero; pese a ello, y tras recibir noticias de la entrada
de Mina por Pirineos, los ánimos eran elevados. Los intentos se saldaron con fracasos, incluso la
mejor organizada de Salvador de Manzanares que acabó con la muerte de su dirigente.
La presencia de Torrijos en el Peñón era una fuente constante de preocupaciones para el
gobierno y se preparó un plan para atraerle a territorio español; informes falsos sobre una
conspiración que se llevaría a cabo en Málaga, que contaba con apoyos de buena parte de la
guarnición y garantizaban el traslado de los apoyos enviados desde el Peñón, hicieron caer a
Torrijos en la bien urdida trama. El 30 de noviembre salió de Gibraltar con unos 50 compañeros
que cayeron, poco después, en la trampa y aunque consiguieron huir hacia el interior sólo
retrasaron unos días su captura.
El 11 de diciembre, sin proceso ni condena, morían fusilados los protagonistas del
último pronunciamiento liberal del reinado de Fernando VII.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 70


7. La cuestión sucesoria
En mayo de 1829 moría en Aranjuez la reina María Amalia de Sajonia y Fernando VII se
encontró sin descendencia; a pesar de sus tres matrimonios solo había tenido una hija, María
Isabel Luisa, que no llegó a cumplir los seis meses de edad. A sus 45 años tenía numerosos
achaques por lo que no podía demorar mucho el contraer nuevo matrimonio sí quería asegurar
un heredero al trono, con lo que la maquinaria se puso en marcha para encontrar a la candidata
idónea. Sin embargo, el contexto político del momento ha hecho que se especule sobre el papel
que jugaron las diferentes facciones en liza.
La elegida fue María Cristina, una joven de 23 años hija del rey de Nápoles y de una
hermana de Fernando VII, y la decisión y los preparativos del enlace se realizaron con la mayor
celeridad. El 9 de diciembre se celebraba la boda en Aranjuez y dos días después fue acogida
con gran cariño por Madrid.
Mientras tanto el futuro del infante don Carlos, hasta entonces sucesor de Fernando,
quedaba en entredicho y los grupos ultras mantenían sus esperanzas en él y en la restauración
plena del Antiguo Régimen; pero la situación empeoraría para el infante Carlos con el embarazo
de la reina y con las medidas adoptadas por el monarca para asegurar el trono a su
descendencia directa. La llegada de los Borbones a la Corona española alteró el orden sucesorio
establecido en las Partidas; Felipe V, siguiendo la costumbre de los Borbones, había establecido
la Ley Sálica53 mediante la que se excluía a las mujeres de la Corona.
El 30 de septiembre de 1789, Carlos IV, había reinstaurado las leyes originales en una
Pragmática Sanción por la que “si el Rey no tuviera hijo varón, heredará el Reino la hija mayor”. La
Pragmática fue aprobada por las Cortes pero no llegó a ser publicada y ahora, ante el embarazo
de la reina, Fernando la publica en La Gaceta y deja a don Carlos prácticamente excluido. Las
discusiones sobre la idoneidad de la Ley no se hicieron esperar y los efectos políticos fueron
indudables y un claro motivo de conflicto entre moderados y los absolutistas más encendidos.
Mientras vivió Fernando, los carlistas, se limitaron a discutir la legalidad del texto y centraron
su actividad en intrigas cortesanas. Pero, tras los sucesos de 1830 de Francia las depuraciones
políticas volvieron a la Península y el partido ultra parecía tomar fuerza.
María Cristina tuvo muy claro que acercándose a los reformistas y a los liberales
moderados podía hacer frente a los carlistas –rivales y enemigos en la lucha por el trono-, que,
tras los sucesos de Francia, habían tomado fuerza. Es en este contexto donde podemos intentar
explicar los sucesos de La Granja y las acusaciones de liberalismo de la reina.
En septiembre de 1832, mientras pasaban el verano en La Granja, Fernando vio como
empeoraban sus achaques de gota hasta el punto que los médicos creían mortal. Se reunió el
gabinete presidido por el ultra conde de Alcudia, por si fallecía el rey, para tomar las
previsiones necesarias y asegurar la sucesión al trono en el marco al respeto a la legalidad. Los
crecientes rumores de que don Carlos no estaba dispuesto a aceptar esa legalidad y de que
incluso estaría dispuesto a llegar a la guerra civil movieron a María Cristina a aceptar lo que
parecía inevitable: el decreto de derogación de la Pragmática.
La noticia de derogación de la Pragmática corrió como la pólvora; los realistas
moderados y los liberales se movilizaron para evitar la subida de don Carlos al trono, había que

53
El establecimiento de la Ley Sálica se realiza por el Auto de 10 de mayo de 1713, llamado también Nuevo
Reglamento para la Sucesión, al ordenar “que fuesen preferidos todos mis descendientes varones por la línea recta
de varonía a las hembras y sus descendientes aunque ellas y los suyos fuesen de mejor grado y línea…”

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 71


defender la Pragmática por encima de todo y conseguir la anulación del nuevo decreto. La
recuperación del monarca y la organización de los “cristinos” permitieron un cambio
ministerial que llevaría al mantenimiento de la Pragmática y no parece cierta la teatral visión
liberal de la infanta Luisa Carlota (hermana de la reina) que reventando caballos se presentó en
el Real Sitio y abofeteó a Calomarde para recuperar el documento que rrompería en mil
pedazos.
De cualquier forma, el gabinete fue totalmente remodelado y el, hasta entonces,
todopoderoso Calomarde y el conde de Alcudia terminaron en el extranjero. Fue nombrado un
nuevo gobierno y Cea Bermúdez, ahora embajador en Londres, volvía para ocupar la Secretaría
de Estado y la Presidencia del Consejo de Ministros. El nombramiento debe responder más a
una calculada maniobra defensiva del entorno de la reina para hacer frente a los movimientos
carlistas, que a un golpe de estado dirigido por los cortesanos liberales; además debemos tener
en cuenta que ya Cea Bermúdez en su primer mandato había destacado por su tendencia hacia
un reformismo ilustrado.
Las primeras iniciativas del nuevo gobierno venían avaladas por María Cristina,
habilitada para el despacho de los asuntos del reino el 6 de octubre y mientras continuara la
enfermedad del rey. Estas iniciativas fueron, entre otras, indulto concedido al día siguiente a
todos los presos y amnistía el día 30 especialmente a los liberales exiliados; reapertura de
universidades; sustitución de altos mando militares o la adopción de diversas medidas contra
los voluntarios realistas. Esto significó la alianza entre realistas y liberales moderados en torno a
María Cristina y en defensa de los derechos de su hija Isabel y en contra de don Carlos y lo que
simbolizaba; era, en definitiva, la oportunidad para llevar a cabo la reforma del régimen sin caer
en los excesos del Trienio. Pieza clave de esta reforma fue la creación del Ministerio de Fomento
que se encargaría de la creación del Estado contemporáneo.
El 31 de diciembre de 1832 el rey haría pública la nulidad del decreto de derogación de
la Pragmática. Pocos meses después don Carlos era alejado de la Corte y se organizó la jura de
la pequeña Isabel, contaba con sólo tres años, como princesa de Asturias.
El 29 de septiembre moría Fernando VII dejando a María Cristina como regente durante
la minoría de edad de la princesa. Una semana después de la muerte del rey las partidas
Carlistas aparecían para defender los derechos de Carlos V54 y el Antiguo Régimen: era el inicio
de una sangrienta guerra civil.

Las colonias en América


1. Antecedentes.
2. Las colonias ante la crisis del Antiguo Régimen.
3. Los “patriotas americanos” ante el regreso de Fernando VII.
4. La crisis colonial durante el Trienio.
5. Las potencias y las colonias españolas.
6. La pérdida del Imperio.
1. Antecedentes

54
El 1 de octubre don Carlos María Isidro proclama desde Portugal sus derechos dinásticos (Manifiesto de
Abrantes). El día 3 se produce la primera proclamación de Carlos V –en Talavera-, y el día 5 es reconocido como
rey en Bilbao y Álava; mientras surgen partidas carlistas por todo el país

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 72


Al comenzar el Siglo XIX, los dominios de España en América se extendían por todo el
continente desde México hasta la Patagonia con la exclusión de Brasil. Cuando murió Fernando
su hija Isabel sólo recibió las islas de Cuba y Puerto Rico. En veinticinco años se produjo un
proceso de disgregación del Imperio forjado en el siglo XVI; el proceso estuvo muy unido a la
crisis política del Antiguo Régimen y supuso una drástica alteración de las relaciones de la
metrópoli y sus colonias para desembocar en la independencia de la mayoría de los territorios
del imperio.
A comienzos del siglo XVIII, durante la guerra de Sucesión española, las colonias no
aprovecharon la situación de debilidad de la metrópoli quizá por no existir un ambiente
intelectual adecuado. Las relaciones también fueron bien distintas entre la primera y la segunda
mitad del siglo: mientras que en la primera la autosuficiencia era cada vez mayor, durante la
segunda se buscó reorganizar el comercio trasatlántico. Esto era debido a la fuerte
desproporción entre los altos rendimientos obtenidos por Gran Bretaña, Holanda o Francia en
sus pequeños territorios y las pequeñas ganancias que a España aportaba su basto territorio;
estos resultados llevaron a realizar un plan de reformas dirigidas a frenar la emancipación
económica colonial a través, fundamentalmente, de la recuperación para el estado de la
administración de la alcabala que además aumentó de un 4 a un 6%, lo que provocó una gran
oposición traducida en revueltas violentas.
En 1765 España, al igual que otras potencias, tomó las primeras medidas para aplicar el
“comercio libre”, ampliando el número de puertos, eliminando trabas burocráticas y
flexibilizando, en definitiva, un sistema para funcionar de forma más eficaz (al menos para los
peninsulares de ambas orillas) que acrecentó la hostilidad criolla. A este problema económico
debemos añadir otro político al no poder acceder la población criolla55 a los cargos públicos, de
modo que este sentimiento de identidad diferenciada fue reforzándose y creando un
nacionalismo incipiente en la centuria ilustrada.

2. Las colonias ante la crisis del Antiguo Régimen


Lynch insiste en que se ha sobrevalorado la influencia de las ideas ilustradas como causa
del surgimiento de los movimientos revolucionarios en las colonias españolas; es cierto que
algunos grupos elitistas criollos conocían el movimiento ilustrado y los ideales de las
revoluciones francesa y norteamericana. El papel de estos ideales fue más el de proporcionar
una justificación ideológica a un movimiento con raíces prácticas: la defensa de intereses
económicos y políticos criollos.
Según diversos autores, entre 1780 y 1808 se producen los momentos de máxima tensión
entre criollos y peninsulares. Sin embargo hay que esperar a los acontecimientos de 1808 para
iniciar un proceso que culminaría en 1825 con la independencia de las colonias españolas en la
América continental. Todos los hechos desde la entrada de tropas francesas a la Península, hasta
el nombramiento de José I, pasando por la rebelión del 2 de mayo o el cautiverio de la familia
real en Bayona llegaron a América con rapidez y la extrema gravedad de la situación puso a la
administración colonial en la tesitura de sumarse a los afrancesados o mantenerse al lado de las
juntas provinciales.
La reacción no fue muy diferente a la que tuvo lugar en la Península produciéndose un
vacío de poder que había que llenar con la constitución de poderes emanados de la soberanía

55
Blancos americanos

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 73


popular. Pero la situación de dependencia estaba en el aire y la toma de decisiones llevó a
enfrentamientos entre las autoridades reales y las elites americanas que querían hacerse con el
control de la situación. Allí no había afrancesados, ni levantamientos, ni tropas invasoras, por lo
que era difícil convencer a los antiguos representantes de la corona de la necesidad de cambios.
De esta forma se constituyeron las Juntas de Nuevo México (1808) o las de Alto Perú o Quito
(1809) que enseguida fueron reprimidas por los peninsulares produciendo un sustrato de
desconfianza al quedar de manifiesto la desigualdad entre el derecho peninsular a constituirlas
y el castigo a los americanos que lo intentaban.
Las nuevas autoridades peninsulares generan expectativa y decepción al mismo tiempo
y en la Real Orden de 22 de enero de 1809 se afirmaba que los territorios en América “no son
propiamente colonia o factorías como las de las otras naciones, sino una parte esencial e integrante de la
monarquía española” lo que suponía el ansiado reconocimiento. Reconocimiento que no se
traducía en la representación, ya que se les concedía sólo 9 diputados frente a los 26 de los
peninsulares. La convocatoria de elecciones de 1810 concedía sólo 30 diputados a los
americanos frente a los 250 españoles, lo que dará paso a posiciones rupturistas; esta
desigualdad fue una de las causas fundamentales del rechazo americano a las nuevas
autoridades y de la constitución de juntas autónomas, primer paso hacia la desvinculación
definitiva con la Península y, también, hacia la división entre las propias colonias. Otros
muchos elementos sociales subyacentes tuvieron también cabida para dar lugar a cuatro años
de agitación social, cambios políticos y guerra civil.

3. Los “patriotas americanos” ante el regreso de Fernando VII


Cuando Fernando VII cruzó la frontera en 1814 pareció que, a pesar de todo lo ocurrido,
aún sería posible restablecer el orden en América. Partiendo de las zonas fieles a la Península, el
virrey de Perú, Abascal, logró restablecer su autoridad en el oeste. En otras regiones el cariz
social y racial que adoptaban los independentistas facilitó una reacción favorable para la causa
realista y en otras era más difícil su recuperación. Por tanto, en estas fechas Fernando tenía una
buena posición para haber intentado una solución negociada mediando entre las corrientes
“fidelistas o realistas” y “autonomistas o independentistas”. Lejos de adoptar este papel optó
por, aprovechando el final de la guerra en la Península y la disposición de tropas, ponerse a la
cabeza del grupo realista. En 1816 todas las provincias de Ultramar estaban bajo su control
excepto el Río de la Plata (Buenos Aires, Paraguay y Uruguay).
Los independentistas comenzaron a denominarse “patriotas” dando comienzo a la
transformación de guerra civil en guerra contra la metrópoli lo que permitió moderar los
extremismos y ampliar su base a antiguos realistas. Bajo la dirección de dos grandes líderes,
Bolívar y San Martín, la contienda tomó nuevas fuerzas a partir de 1816–17. La situación en
España, recién salida de una guerra, era económicamente catastrófica y políticamente incapaz
de obtener apoyos internacionales.

4. La crisis colonial durante el Trienio


El problema de la insurrección colonial pasó intacto a los liberales del Trienio. En esos
momentos liberales y absolutistas coincidían en considerar los territorios americanos como
parte integrante de la corona española. Los motivos desde luego eran muy diferentes y
encontramos entre ellos los económicos, los históricos y los sentimentales.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 74


La proclama de Riego de 1 de enero de 1820 no hizo mención expresa a los sublevados
en las colonias y a su lucha por la libertad, esto se debe a la convicción de los liberales de que el
restablecimiento de la Constitución gaditana sería suficiente para que depusieran las armas. Tal
es así que el 11 de abril se informó del restablecimiento de la Constitución para anunciar, poco
después, un alto el fuego para iniciar conversaciones con los rebeldes en el marco conciliador
del nuevo régimen. Pero allí el problema se veía de manera diferente la Constitución no daba
respuesta a sus quejas y la representación continuaba siendo demasiado pequeña; la libertad de
comercio se mantenía alejada y no se apreciaban cambios en la actitud de los representantes de
la metrópoli –más allá del cambio de denominación ya que ahora eran “jefes políticos”-.
Ya fuese por la creencia ciega en las virtudes de la Constitución o porque las dificultades
de la política interior peninsular acapararon gran parte de la atención de las Cortes y los
gobiernos, la realidad es que la pacificación tardaba en llegar a las colonias, lo que de hecho la
hacía cada vez más imposible. Las soluciones que se aportaban eran parciales como la de
mediados de abril de 1820 en la que se enviaban unos comisarios para tratar de convencer a los
rebeldes de las ventajas que suponía la unión a la metrópoli que ahora gozaba de un gobierno
justo, agitando al mismo tiempo el fantasma de una intervención extranjera. También se publicó
una proclama del rey en al que admitía y pedía disculpas por los errores pasados.
Pero a Bolívar o a San Martín nada podía convencerles que no fuera la independencia y
así informaron a los comisarios. El antiabsolutismo de Bolívar estaba unido al anticolonialismo
y por ello la actitud del gobierno liberal hacia las colonias decepcionó al líder independentista
quien afirmó que, si venían a hablar de paz y a reconocer Colombia como un Estado libre y
soberano estaba dispuesto a recibirlos, pero si no, se negaba a escuchar ninguna proposición. La
posición de San Martín, más conciliador y de tendencias monárquicas, era inflexible en el
objetivo de un régimen independiente.
El fracaso negociador hizo que se fueran alejando los dos continentes. La revolución en
la Península dejaba poco tiempo para los asuntos americanos y, además, los territorios con una
independencia de hecho se asentaban y ampliaban, de tal manera que cuando las Cortes
encontraban un hueco para ocuparse de las colonias tomaban decisiones sobre un Imperio que
no existía. Sin embargo, en la Península, la mayoría se resistía a aceptarlo. A comienzos de 1822
el gobierno presenta un informe en el que, tras reafirmarse en su negativa a reconocer su
independencia, recomendaba detener las hostilidades, recibir todas las quejas, suspender o
revisar leyes o decretos, etc. Por fin el eco de las peticiones llegaba al gobierno, la respuesta de
ultramar era evidente y la independencia es un hecho. Ya sólo queda comunicar a las potencias
que cualquier reconocimiento total o parcial de la independencia de los territorios de ultramar
sería considerado como una violación de los tratados existentes.

5. Las potencias y las colonias españolas


La rápida evolución de los acontecimientos en las colonias americanas y la incapacidad
de la metrópoli animaban a las potencias a tomar postura ante el inminente triunfo de los
insurgentes. Especial interés mostraba Estados Unidos que la crisis española ya le había
permitido hacerse con La Florida al anexionarse la costa occidental primero y comprando el
resto en febrero de 1819. Así las cosas, Adams y Monroe, se encontraban más libres para poner
en marcha su política hacia la América meridional con el objetivo de impedir el control
comercial de la zona por parte de Gran Bretaña.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 75


Por su parte Gran Bretaña, con las concesiones realizadas por su aliado español, estaba
en una posición de privilegio y convencidos de que las cuestiones americanas eran más
importantes para su país que las europeas por lo que no estaban dispuestos a dejar pasar la
oportunidad que la crisis les brindaba.
Francia, menos preparada que los británicos para sacar beneficio de la cuestión, quería
evitar –como los estadounidenses- evitar un predominio británico en la zona. Así las cosas, las
propuestas rusas para la colaboración de las potencias con España para la recuperación de las
colonias tenían poco futuro. España se quedaba sola ante la rebelión y se tenía que proteger de
los otros estados que buscaban proteger sus intereses.

6. La pérdida del Imperio


En el verano de 1822 los americanos del norte reconocían a los nuevos estados y
establecían relaciones diplomáticas con ellos. Era el final del aislamiento diplomático de los
insurgentes y un paso más hacia la completa independencia.
El 2 de diciembre de 1823 el presidente Monroe formuló lo que se ha conocido como
doctrina Monroe, en la que mantenía que cualquier intervención europea en América sería
considerada por los Estados Unidos como una amenaza a su paz y seguridad. A finales de 1824
Gran Bretaña anunció a España su decisión de negociar directamente tratados comerciales con
Colombia, México y las Provincias Unidas del Río de la Plata. Al igual que los Estados Unidos
los europeos iniciaban el reconocimiento de los nuevos Estados.
Todavía tuvo que pasar algún tiempo para que la metrópoli aceptara la pérdida del
Imperio y sus terribles repercusiones económicas. De hecho el reconocimiento definitivo de la
independencia de las colonias no llegó hasta después de la muerte de Fernando VII. En febrero
de 1834, España anunció que negociaría con los nuevos Estados. México fue el primero en
restablecer sus relaciones con su antigua metrópoli.

Bibliografía.
– Historia política, 1808–1874. Ana Guerrero Latorre, Sisinio Pérez Garzón, Germán Rueda
Hernanz. Itsmo, 2004.
– Historia Universal Contemporánea. Hipólito de la Torre, Víctor Morales. CERA, 2001.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 76


TEMA 4. LAS REGENCIAS (1834-1843). LA IMPLANTACIÓN DEL
RÉGIMEN LIBERAL

La transición del Antiguo Régimen al Nuevo Régimen resultó en España un proceso lento y
difícil. La guerra de la Independencia supuso una primera etapa en la que se mezclaron
elementos tradicionales con otros revolucionarios. La tónica de alternancia entre revolución y
contrarrevolución siguió durante el reinado de Fernando. Pero al iniciarse la regencia de Mª
Cristina se dio el paso ya irreversible hacia el Nuevo Régimen.

1. El carlismo.
1.1. Orígenes.
1.2. Componentes e ideología.
1.3. Las etapas de la primera guerra carlista

LAS GUERRAS CARLISTAS


Los acontecimientos de los últimos años del reinado de Fernando VII son de importancia
capital en la transición entre el Estado del Antiguo Régimen y el Estado Liberal. Se dieron en
estos años tanto medidas reformistas (establecimiento del Consejo de Ministros en noviembre
de 1823) como persecuciones a liberales. Precisamente este punto dividió a los absolutistas en
intransigentes y moderados.
Un grupo absolutista más radical aún (los realistas puros) se desarrolla durante este tiempo y
se manifiesta con fuerza en el exilio. A este grupo se añaden jefes militares descontentos y el
campesinado con ocasión de la Guerra de los Agraviados (1827).
Al morir la reina sin que Fernando VII tuviese aún descendencia, los realistas más radicales (los
ultras) ponían su esperanza de vuelta a un régimen de corte más claramente absolutista en el
Infante Don Carlos, hermano de Fernando VII. Pero la boda con Mª Cristina (hija del rey de
Nápoles y de una hermana de Fernando VII) y su embarazo sembró la inquietud entre los
ultras.
Con la llegada de los Borbones al trono español había llegado también la Ley Sálica (que excluía
de la sucesión a la mujer siempre que hubiese descendencia masculina por la rama directa o
colateral). En 1789 Carlos IV había reinstaurado las leyes originales (posibilidad de sucesión de
las descendientes mujeres en caso de no haber descendencia masculina) en una Pragmática
Sanción, pero no llegó a ser publicada. Ante el embarazo de la reina, Fernando VII decidió
publicar la Pragmática Sanción (abril 1830), que anulaba la Ley Sálica. Esto fue un duro golpe
para este grupo, al ver como Carlos perdía las posibilidades de ser el sucesor del monarca.
Durante los últimos años de reinado de Fernando VII se derogó o puso en vigor la Pragmática
según las presiones recibidas.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 77


Sucesos de La Granja (1832).
En septiembre de 1832, mientras la familia real pasaba el verano en La Granja, Fernando
sufrió un ataque de gota que a sus médicos les pareció mortal. Se iniciaron así los
trabajos para prever la sucesión del monarca. Ante los rumores de que don Carlos no
aceptaría la sucesión en Isabel (la hija de Fernando) y que estaría dispuesto a llegar a la
guerra, se preparó un decreto derogando la Pragmática Sanción que fue firmado por
Fernando.
Pero al no mantenerse en secreto la derogación, los liberales y realistas moderados se
movilizaron y organizaron. Además, el monarca se recuperó y el cambio ministerial
producido posibilitó finalmente mantener la Pragmática. Calomarde y el conde de
Alcudia acabaron en el extranjero y Cea Bermúdez ocupó la presidencia del Consejo de
Ministros.

Mª Cristina fue habilitada el 6 de octubre para el despacho general de los asuntos al seguir el
rey enfermo. Se tomaron una serie de medidas dirigidas a la defensa de los derechos de Isabel:
el indulto del 7 y la amnistía del 30 del mismo mes dirigida a los liberales exiliados, la apertura
de las universidades cerradas en 1830, la sustitución de los altos mandos militares ultras,
medidas contra los voluntarios realistas, etc. El monarca finalmente declara públicamente (31 de
diciembre de 1832) la nulidad del decreto que había derogado la Pragmática. Más tarde se alejó
a don Carlos de la corte y se preparo la jura de Isabel (de 3 años de edad) como princesa de
Asturias. A la muerte de Fernando VII se nombró reina a su hija con el nombre de Isabel II y Mª
Cristina reina gobernadora en funciones de regente.

Ideología carlista
Los orígenes del carlismo se pueden buscar en el siglo XVIII, pero sobre todo desde 1820,
con la Regencia de Urgel, y la revuelta de los "agraviados" (1827). El partido
"Apostólico", origen de los carlistas, tenía en sus inicios pocos seguidores, pero se fueron
añadiendo combatientes que en realidad tenían motivaciones diversas:
-La defensa de la religión, a la que genéricamente llamaron muchos clérigos.
-El foralismo, sobre todo en el norte de España (desde Vizcaya a Cataluña).
-El mantenimiento de las diferencias fiscales honoríficas de ciertos grupos
sociales. De hecho, muchos núcleos de apoyo al carlismo fueron promovidos por
familias de origen hidalgo y en zonas con hidalguía universal.
Don Carlos se presentó como defensor de todo lo mencionado. Las intenciones
centralistas liberales y los ataques de estos al clero, sobre todo a partir de 1835 con la
exclaustración y la desamortización, proporcionaron buen número de seguidores a los carlistas
y activaron la lucha.
Los carlistas, además, no reconocían valor jurídico a la Pragmática Sanción por
diferentes razones. Pero en cualquier caso, el problema no era sólo dinástico, sino
ideológico. De hecho, el tímido acercamiento del rey a los liberales desde 1826 ya había
sido una de las razones que provocó en 1827 la rebelión de los agraviados o
malcontentos, de carácter absolutista.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 78


Los seguidores carlistas fueron sobre todo labradores, y las principales zonas de
procedencia fueron:
-La región vasconavarra.
-Cataluña.
-La montaña levantina.
-El Bajo Aragón.
-Otras zonas (resto de la fachada cantábrica y Castilla), pero en menor
proporción.
En cuanto al carácter de la confrontación, Carr propone un enfrentamiento campo-
ciudad. Pero algunos de los últimos estudios (Alfonso Bullón de Mendoza) recalcan que
en las zonas carlistas también estos son mayoría en las ciudades. Se demuestra la
persistencia del carlismo en estas ciudades (como Pamplona o Bilbao) con los buenos
resultados obtenidos cuando se dan las primeras elecciones con sufragio universal. La
razón de haber permanecido en manos de las fuerzas cristinas habría sido la importante
presencia de tropas en ellas.

Desde 1832 la corona se había acercado más claramente a los liberales y desde ese momento
hasta la muerte de Fernando VII (1833) se dieron los pasos para operar la transición al régimen
liberal con el gobierno de Cea Bermúdez, que practicó un reformismo de cuño ilustrado. Esta
situación tuvo como resultado el surgimiento de un nuevo partido en torno a la figura de Don
Carlos, el partido carlista. Sus seguidores se encontraron en gran número entre los campesinos,
pero también los hubo entre la población urbana. Este nuevo partido, su objetivo (que Don
Carlos fuese el sucesor de Fernando VII) y una situación economico-social ya de por si
problemática provocaron la guerra. El ejército estuvo del lado del Gobierno y dominó los
diferentes alzamientos excepto en el norte.
En las guerras carlistas se pueden distinguir hasta 7 etapas, enmarcándose las 4 primeras en la
llamada I Guerra Carlista (1833-1840):

Primera etapa (1-I-1833 a VII-1835)


Don Carlos no aceptó a Isabel como sucesora de Fernando (tomó el título de rey de España el 1
de octubre de 1833) y las primeras partidas carlistas empezaron ya a organizarse cuando aún no
había pasado una semana de la muerte del monarca. En pocos meses Zumalacárregui las
organizó para formar un ejército regular que pudiera enfrentarse al ejército regular cristino. En
noviembre ya se podía hablar de guerra civil en algunos lugares y en los meses siguientes se
empezaron a delimitar las zonas dominadas por cada bando.
Los carlistas, desde Guipúzcoa, se fueron expandiendo por esta provincia (excepto San
Sebastián), por Vizcaya (excepto Bilbao), norte de Álava y Navarra (excepto Pamplona).
También sería carlista la zona alta de Cataluña y se organizarían partidas o grupos guerrilleros
en Aragón, El Maestrazgo, Galicia, Asturias, Santander, La Mancha y otros.
Esta fase finaliza con la muerte de Zumalacárregui durante el asedio a Bilbao el 21 de julio de
1835.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 79


Segunda etapa (verano de 1835-octubre de 1837)
Paso de la guerra del ámbito regional al nacional. Luis Fernández de Córdoba tomo el mando
del ejército Cristino, siendo sustituido luego por Espartero, quien logró romper el sitio de
Bilbao. Los carlistas habían puesto mucho empeño ya que necesitaban ocupar alguna ciudad
que les diera prestigio internacional.
El Maestrazgo y el Bajo Aragón se convirtieron en otra zona de dominio carlista, con el general
Cabrera como protagonista. Además, se produjeron durante esta época las principales acciones
carlistas fuera de su zona de influencia con las gestas militares del general Gómez, de don
Basilio, de Zariátegui y Elío, quienes llegaron a ocupar por poco tiempo Valladolid y Segovia.
Don Carlos incluso llegó a las puertas de Madrid con un ejército de 14.000 hombres, aunque
acabó volviendo a Navarra. Posiblemente la idea de llegar a un acuerdo para concertar un
matrimonio entre los hijos de Mª Cristina y don Carlos es la que llevó a este a emprender la
acción, pero la falta de respuesta de la regente habría hecho que don Carlos desistiese.
La población civil rara vez se opuso a la entrada de las tropas carlistas en sus poblaciones,
aunque tampoco mostró entusiasmo. Podrían tener partidarios en lugares fuera de sus zonas de
influencia, pero no en el número ni con las ganas suficientes como para movilizar a la
población.

Tercera etapa (octubre de 1837-agosto de 1839)


El Ebro se constituyó en frontera del carlismo, que se estabilizó territorialmente. Se crearon
divisiones entre los propios militares carlistas. Aquellos generales que habían protagonizado
acciones fuera de las zonas carlistas (como Gómez, Zariátegui o Elío) fueron procesados y
asumió el mando un "apostólico" (sector más reaccionario del carlismo): el general Guergué.
Frente a los apostólicos intransigentes existe una oposición más moderada que se hace patente
durante estos años. También suceden las guerras de "camarillas" para obtener más poder en el
gobierno carlista. Esto desacreditó a don Carlos en el extranjero y entre sus propios seguidores.
Muñagorri organizó un partido político dispuesto a negociar ("Paz y Fueros"), con apoyo de
Inglaterra y Francia, pero su éxito fue escaso. Aún así, fue su idea la que se impuso y Maroto
acabó firmando la paz con Espartero (Convenio de Vergara, 29 de agosto de 1839). Maroto,
carlista moderado, había sustituido al apostólico Guergué y el cansancio y la incertidumbre por
el resultado le hicieron dar el paso de Vergara. En el Convenio se reconocieron los empleos y
grados del ejército carlista y se recomendó la devolución de los fueros a las provincias vascas y
Navarra.

Cuarta etapa (agosto 1839-julio 1840)


Don Carlos no reconoció el Convenio y la guerra siguió, pero la diferencia de fuerzas ayudó a
Espartero a liquidar la resistencia en Álava y Navarra y obligó a Carlos a huir a Francia el 14 de
septiembre. La resistencia se prolongó en los focos de Aragón comandados por Cabrera y en
Cataluña, con el conde de España. Este fue asesinado en noviembre y Cabrera quedó como jefe
supremo. Con la pérdida de Morella en junio de 1840 llegó la derrota casi definitiva y el 6 de
julio un ejército de más de 25.000 hombres cruzó la frontera.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 80


Posteriormente se puede hablar de 3 etapas más: la segunda guerra carlista, la tercera y un
episodio final. La cuarta guerra carlista tendría lugar más adelante, en 1872.

Quinta etapa (1846-1849)


Cuando Mª Cristina y don Carlos estuvieron exiliados en Francia (entre 1840 y 1844) tuvieron
ocasión de hablar de una posible unión de las líneas dinásticas con un matrimonio entre sus
hijos. Un sector de políticos y pensadores liberales moderados (como Jaime Balmes o Manuel de
la Pezuela) crearon un clima de opinión favorable a ello, intentando sintetizar las dos posiciones
ideológicas. Pero la mayoría de liberales y carlistas mantuvieron sus postulados ideológicos.
Don Carlos había abdicado en su hijo, Carlos Luis en 1845. Ante estos intentos de aunar las
líneas dinásticas, algunas partidas carlistas volvieron a levantarse en 1846, en Cataluña. Esta
segunda guerra se desarrolló de forma discontinua y en lugares diferentes: Cataluña en 1846;
Valencia y Toledo en 1847; Cataluña y otras zonas en 1848 y principios de 1849.

Sexta etapa (1854-1856)


Sería la llamada tercera guerra carlista, que se plasmó en acciones guerrilleras por todo el norte
de España. Las causas aludidas fueron la defensa del catolicismo y la lucha contra las ideas
revolucionarias. La guerra empezó con el manifiesto de Montemolín y el primer enfrentamiento
se produjo en Palencia en 1854. En 1855 se extendió por Castilla, Santander, Aragón, Cataluña y
Levante, con un importante foco en el Maestrazgo.

Séptima etapa
Esta etapa es simplemente un episodio que se produjo en abril de 1860, cuando Carlos, el conde
de Montemolín (hijo de don Carlos), y su hermano Fernando fueron apresados en La Rápita al
intentar introducirse en España. Ambos renunciaron a sus derechos de sucesión, aunque se
retractaron más tarde. El tercero de los hijos, Juan de Borbón, asumió los derechos. Tras la
muerte de Carlos y Fernando en 1861, Juan asumió definitivamente la herencia dinástica hasta
que su hijo (Carlos VII) tomo la dirección de la causa e inició en 1872 la cuarta guerra carlista.

LA ORGANIZACIÓN DEL RÉGIMEN LIBERAL

1. La política nacional
1.1. La Corona.
1.2. El ejecutivo.
1.3. El legislativo. El sistema electoral.
2. El sistema judicial.
3. El poder local.
4. Los partidos políticos
4.1. Liberales frente a carlistas

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 81


4.2. Los moderados. Ideología. Principales corrientes.
4.3. Los Progresistas: Liberales, exaltados o progresistas.
4.4. Otros grupos: demócratas, neo-católicos,...
Durante el reinado de Isabel II, además de los poderes estipulados por el orden
constitucional, existieron otros: la corona, el Ejército, la prensa, la Iglesia, el poder económico y
la Milicia Nacional. Pero las tres principales fuerzas fueron la corona, el Ejército y los partidos.
Las tres estuvieron unidas frente a amenazas externas (carlistas, republicanos y asociaciones
obreras), pero conspiraron unas contra otras en diversos momentos.
Una situación anómala al funcionamiento normal del Régimen pero relativamente habitual fue
el pronunciamiento. En este tipo de sucesos, un general, apoyado por un sector del ejército,
pasa a dirigir un partido o interpreta la supuesta voluntad popular. A veces, estos
pronunciamientos son apoyados por revueltas callejeras, que a través de las juntas locales
daban un carácter civil al golpe.
Otra situación anómala al funcionamiento normal pero habitual en este período son los
constantes cambios de gobierno, incluso dentro del mismo partido y la permanente intriga
palaciega de la clase política. La "camarilla" era también fuente de intriga habitual, aunque su
capacidad de influir en política era limitada.

1. La política nacional

Los componentes del mundo político de Madrid (presidentes del Consejo, ministros, secretarios
de ministerio, altos funcionarios y diputados más o menos habituales) fueron intercambiables
en sus puestos.
El poder ejecutivo (gobierno) se componía de varios ministerios (entre 6 y 8): Estado, Gracia y
Justicia, Hacienda, Fomento, Guerra y Marina fueron estables. Gobernación del Reino y
Ministerio de Ultramar fueron más cambiantes. Los ministerios se nombraban por la corona.
Los ministros reunidos formaban el Consejo de Ministros, con un presidente designado por la
corona y que acostumbraba a ser también el ministro de Estado. Los ministros eran
habitualmente hombres de leyes o militares. Los ministerios contaban además con una
secretaría general y una serie de altos cargos (directores generales) con una serie de subalternos.
La administración no era especialmente numerosa ni ágil. Los gobiernos se formaban por
iniciativa de la corona, que si bien debía ser un poder arbitral, con frecuencia se orientaba a
favor de los moderados.
El poder legislativo estaba compuesto por dos cámaras: Congreso y Senado. Respecto a la
elección de los mismos hubo hasta 6 disposiciones distintas por las que se rigieron las 22
elecciones del reinado de Isabel II. Las principales diferencias eran de división de las
circunscripciones en distritos uninominales o plurinominales, la adopción del sufragio directo o
indirecto, y la mayor o menor dimensión del censo electoral.
En cuanto a las circunscripciones, la provincia fue el ámbito de representación y el número de
diputados por provincia era en función del número de habitantes. La división en distritos
uninominales (defendida por moderados) implicaba que cada distrito (habitualmente partido
judicial) elegía un diputado. Esto permitía pactos con familias o poderes locales e inicia los
cacicazgos. Las listas plurinominales (habituales excepto con la ley de 1846), cada votante

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 82


acudía a la mesa situada en la población cabeza del distrito electoral, pero elegía los diputados
del conjunto de la provincia y no sólo al del distrito. Las cabezas de partidos judiciales (creados
en 1834) adquirieron significado político.
El método indirecto de elección (señalado ya en las cortes de Cádiz), se basa en la elección de
compromisarios o electores por parte de aquellos españoles con derecho de sufragio. Los
compromisarios elegían a los diputados de cada provincia. Con las sucesivas cribas que suponía
este sistema, se podía orientar el voto hacia aquellos candidatos que más interesasen. Este
sistema fue cayendo en desuso en Europa y en España también se dejó de aplicar desde la ley
de 1837. A partir de entonces se prefirió la elección directa por parte de aquellos españoles
"capaces de comprender" el sistema liberal y elegir a las personas más convenientes (sufragio
censitario). Así, la elección era directa, pero muy pocos podían votar (varió entre el 0,1 y el 25 %
de los españoles).

Los cambios de gobierno


Aunque con los cambios de legislación electoral los gobiernos afirmaban que se buscaba una
mayor transparencia, la realidad es que las elecciones no se perdían nunca porque siempre se
controlaban. Los cambios de gobierno no eran realizados a través de elecciones, sino por
decisión de la corona (encargo de formar gobierno y convocar elecciones). Esta actuaba a
menudo forzada por la situación creada desde los partidos políticos, que podían presionar con
las armas o mediante la provocación de disturbios callejeros. Habitualmente, los presidentes de
gobierno que convocaban elecciones continuaron como tales con mayorías parlamentarias.
De las 22 elecciones generales que hubo sólo en 5 no las ganaron. Incluso en 2 de estas los
presidentes siguieron en el poder y tuvieron que ser expulsados por pronunciamientos. Sólo
una vez perdió el presidente, Evaristo Pérez de Castro, las elecciones claramente en verano de
1839, pero gobernó en minoría sustentado por Espartero. En las siguientes elecciones, también
convocadas por Pérez de Castro, se corrigió la situación, obteniendo la mayoría los moderados.
Las otras 3 ocasiones corresponden a la regencia de Espartero, durante la que nunca llegó a
tener mayoría parlamentaria.
Como norma general, los políticos isabelinos manipularon la maquinaria parlamentaria
desde el momento de las elecciones. Tanto la elección indirecta como el sufragio censitario
estrechaban el grupo de personas con las que se podía llegar a acuerdos, a través del
gobernador o jefe político de la zona, a cambio de favores o prebendas.

2. El sistema judicial

A principios del siglo XIX persistió el sistema judicial característico del Antiguo Régimen:
-Multiplicidad de jurisdicciones (fundamentadas en criterios de "privilegio") con sus
frecuentes conflictos de competencia.
-Multiplicidad de legislaciones en distintas zonas del país.
La Constitución de 1812 introdujo el principio de la separación de poderes. Por ello se
pretendió la autonomía y responsabilidad de los jueces respecto al poder ejecutivo. Asimismo,
el principio de igualdad ante la ley llevaba a la unidad de fueros, lo que llevaría más en llevarse
a la práctica. La jerarquía de jueces (alcalde, jueces de Partido, Audiencias y Tribunal Supremo)

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 83


contemplada en la Constitución de Cádiz fue anulada por Fernando VII en 1814. Con Martínez
de la Rosa ser reprodujo lo básico de la Constitución de 1812. Asimismo se dividieron las
provincias en partidos judiciales. Los jueces eran nombrados por una Junta del Ministerio de
Gracia y Justicia. Así pues, no se consiguió la pretendida independencia.
La organización judicial no cambió en lo esencial hasta 1870 con la Ley Orgánica del Poder
Judicial. Se establecieron los siguientes principios:
-Independencia: vacantes y ascensos cubiertos por oposición, inamovilidad judicial,
responsabilidad de los jueces en sus actos, incompatibilidad con el ejercicio activo de la política.
-Colegialidad de los tribunales.
La unidad de fueros recibió un fuerte impulso en 1862, con un Real Decreto que establecía las
bases para organizar los tribunales y dejando a la jurisdicción ordinaria como la única
competente.

3. El poder local

La nueva división provincial fue realizada por Javier de Burgos en 1833. Las provincias se
basaban en unidades históricas, corregidas por circunstancias geográficas, extensión, población
y riqueza. Se organizaron 49 provincias con el nombre de sus capitales excepto los
archipiélagos, Navarra, Álava, Vizcaya y Guipúzcoa, que conservaron denominación y límites
antiguos.
Al frente de cada provincia se colocó un subdelegado de Fomento (luego jefe político y luego
gobernador civil), que era representante del gobierno de la nación. La Diputación era el órgano
de gobierno de la provincia, que desde 1834 se dividió en partidos judiciales. El modelo
progresista, que apenas estuvo en vigor, era partidario de cierta descentralización y la
Diputación tenía competencias propias. En el modelo moderado la Diputación tenía una
función más consultiva. La administración provincial contaba en cualquier caso con un escaso
número de funcionarios.
El modelo moderado se basaba en la administración pública napoleónica, el doctrinarismo
francés. Este modelo se basaba en una administración subordinada desde el gobierno hasta el
último pueblo. Al haber contraposición de intereses deberían prevalecer los públicos sobre los
privados y los nacionales sobre los locales. Así pues, el alcalde era básicamente un
representante del gobierno por la línea jerárquica desde la corona y a través de los jefes políticos
o gobernadores. El gobierno podía reforzar su poder nombrando un alcalde corregidor, que al
no ser cargo electo podía ser de duración ilimitada, para sustituir al ordinario. Los alcaldes eran
designados por el gobierno entre los concejales electos. Estuvo vigente casi todo el reinado de
Isabel II, excepto en los períodos 1840-1843 y 1854-1856.
Los progresistas hicieron de la elección de los alcaldes uno de sus caballos de batalla en los
procesos revolucionarios de 1840, 1854 y 1868. En el modelo progresista los alcaldes tenían más
autonomía respecto al gobernador.
La alternancia entre unionistas y moderados entre 1856 y 1868 deterioró las estructuras
caciquiles. El modelo estaba adaptado al gobierno de un solo partido, pero no para partidos
próximos pero rivales y sin pacto previo. Los caciques locales dividieron sus fuerzas y esto

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 84


benefició a los progresistas, demócratas y carlistas, que durante los años 60 obtuvieron mayoría
en muchos ayuntamientos.
La política local tuvo cierta vitalidad, aunque estaba muy desconectado del gobierno del país.
Eran las clases medias y altas con derecho a voto las que se interesaron por los asuntos políticos.
Estos se discutían en ateneos, sociedades económicas, etc. Pero la gran mayoría de la población
permanecía ajena a la vida política.

4. Los partidos políticos hasta 1856


Tras la muerte de Fernando VII y con la guerra en marcha, los dos grupos herederos de la
Constitución de 1812 (exaltados y moderados, junto a los afrancesados) se unieron entorno a la
reina. Esta unión se mantuvo los años 34-37. En estos años se fraguaron dos partidos: los
exaltados (los que se oponían al gobierno) y los moderados (los que defendían a aquellos que
entonces estaban en los ministerios).
En el caso de los moderados había afrancesados que habían colaborado en la confección de la
Constitución de Cádiz, exiliados en buena parte, y gente que estuvo con Fernando VII en su
última etapa. En una primera etapa (34-36) Martínez de la Rosa los lideró, aunque la disciplina
interna del grupo era escasa. En verano de 1836 se produjo una refundación del partido al
entrar Istúriz, Alcalá y otros (de origen liberal exaltado), que sustituyeron a Mendizábal en el
poder. El liderazgo político pasó a estar compartido entre Martínez de la Rosa e Istúriz y en el
plano ideológico fueron los doctrinarios los que impusieron sus tesis. En verano de 1837 se
produce otro cambio al cambiar su nombre de Partido Moderado a Monárquicos
Constitucionales, denominación que apenas fue utilizada. Al final de la guerra carlista se
unieron al partido políticos procedentes del carlismo. Entre 1844 y 1854 ejercieron el poder y
surgió un nuevo líder moderado: el general Narváez.
Cuando desde 1844 los moderados se afianzaron el poder dieron lugar a tres corrientes:
-Los moderados "puritanos" ("Unión Liberal" ó, desde 1845, "Partido Moderado de la
Oposición"), situados a la izquierda y con Pacheco, Pastor Díaz y Ríos Rosas como
cabezas principales. Derivaron desde 1856 en la "Unión Liberal de O'Donell". Pese a la
rivalidad, siempre estuvieron en contacto con los progresistas.
-Los "centrales" tenían a Narváez como líder y símbolo del partido.
-La "Unión Nacional" desde comienzos de los cuarenta se situó a la derecha, con Jaime
Balmes y Manuel y Juan Pezuela. En los cincuenta tuvieron continuidad con los "ultra-
moderados", con Bravo Murillo. De estos, con otros añadidos, surgieron los neocatólicos,
que intentaron integrar a los carlistas y tradicionalistas.
Los moderados se impregnaron de un nuevo pensamiento filosófico y político-jurídico de
origen francés: el "liberalismo doctrinario" o "doctrinarismo". Sus principios parten del
liberalismo clásico: derechos individuales de libertad, la división de poderes y la negación de la
soberanía monárquica por la gracia de Dios. En lugar de esta última proponen la soberanía
compartida entre rey y Cortes. Estas últimas con dos instituciones: Congreso (representación de
la soberanía popular) y Senado (síntesis de las dos soberanías parlamentarias). Además, la
organización política debe estar dirigida tal que el gobierno quede en manos de los mejores.
Esto es denominado "soberanía de la capacidad" o "soberanía de la inteligencia". Para lograr
esto es esencial una ley electoral selectiva, a través de un sufragio restringido. Esta capacidad,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 85


en la práctica, se identifica con aquellos que poseen más bienes o pagan más impuestos. Entre
los principales doctrinarios se encuentran Javier de Burgos, Alcalá Galiano y otros. La eficacia
de la actividad política se identificaba entre los doctrinarios con una administración ordenada,
subordinada y centralizada.
En el caso de los “exaltados” (también llamados “liberales” y desde finales de los años treinta
“progresistas”), tardaron más en organizarse como partido y hay que esperar al bienio 1854-
1856. De todas maneras, existen como grupo desde las Cortes de Cádiz. A la vuelta del exilio se
reunieron en torno a algunos personajes como Fermín Caballero y cafés, casinos, etc. sirvieron
como sedes de reunión de sus grupos. En 1835-1836 llego Mendizábal a España y se convirtió en
líder del “Partido Liberal”. Durante estos años surgió la escisión de Istúriz y Alcalá Galiano.
También destacó Salustiano Olózaga, que disputaría con el general Espartero el liderazgo del
partido. Espartero quedaría desde 1837 como líder político y defensor militar del progresismo.
Mª Cristina apoyó principalmente a los moderados, que estuvieron en el gobierno hasta
verano de 1840. Pero los progresistas ganaron terreno en los medios urbanos y en el Ejército.
Así pues, conseguían mayorías en los ayuntamientos de las ciudades y dominaban la Milicia
Nacional. Además, Espartero creó en 1837 el “Partido Militar del Norte”, próximo a los
progresistas, mientras que el “Partido Militar del Centro”, próximo a los moderados, fue
creado por Narváez.
Durante la Década Moderada los progresistas perdieron la escasa estructura que habían tenido,
aunque les quedaban los periódicos y buen número de concejales y alcaldes. Tuvieron como
principal papel la denuncia de las corrupciones y desviaciones del liberalismo. Su principal
habilidad fue aprovechar los desacuerdos entre los propios moderados para ganarse a buena
parte de estos. Tanto los progresistas como los moderados se debilitaron con la coalición
opositora de 1852 contra Bravo Murillo. Espartero aprovechó para en 1854 alcanzar el liderazgo
del Partido Progresista y el poder quedó en sus manos durante el Bienio Progresista.
A la izquierda del partido progresista y a la derecha del Moderado surgieron otros partidos a
partir de los 50 y que se manifiestan con fuerza ya en el Bienio Progresista y años siguientes:
-Partido Demócrata: a la izquierda del Partido Progresista. Se organizó hacia 1846 y
tomó fuerza a raíz de los acontecimientos de 1848, que en España no tuvieron excesiva
importancia. Sus puntos fuertes ideológicos eran el sufragio universal masculino y la soberanía
popular.
-“Neocatólicos”: a la derecha de los moderados. Se encuentra en algunos gobiernos
desde 1852, pero no se organizan hasta 1854. Siempre estuvieron cerca del Partido
Moderado, pero con objetivos relacionados con los intereses eclesiásticos nacionales y
pontificios.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 86


LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1833-1840)
1. La Reina Gobernadora.
2. El gabinete Cea Bermúdez.
3. Martínez de la Rosa, el liberalismo doctrinario y el Estatuto Real.
4. La radicalización del régimen:
4.1. Toreno.
4.2. Mendizábal: la Desamortización.
4.3. El Motín de los Sargentos de La Granja y la Constitución de 1837.
4.4. El Trienio moderado 1837-1840.
4.5. Espartero y el fin de la guerra.

1. La Reina Gobernadora

Durante la Regencia de María Cristina se dieron los primeros pasos hacía el pleno
constitucionalismo. La guerra civil condicionó toda esta transición liberal, que se plasmó en
un primer momento en el Estatuto Real (1834). Tras la acción del sector progresista se provocó
un período revolucionario que se plasmó en la Constitución de 1837.

2. El gabinete Cea Bermúdez

La regente renovó la confianza en Cea Bermúdez, pero este período no satisfizo del todo a los
liberales. Se realizaron reformas administrativas desde el Ministerio de Fomento. Javier de
Burgos llevó a cabo la división provincial de España, así como la creación de la figura de
subdelegado de Fomento (luego “jefe político” o gobernador provincial). En octubre Cea
Bermúdez se mostró partidario de la monarquía absoluta. Esto no gustó a los liberales y además
la guerra se iniciaba y la reina acabó decidiendo el cambio de gobierno.

3. Martínez de la Rosa, el liberalismo doctrinario y el Estatuto Real

La regente decidió dar un paso decisivo hacia la renuncia por parte de la corona al poder
exclusivo. Para ello llamó en enero del 34 a Martínez de la Rosa para formar un nuevo gabinete
y elaborar un régimen constitucional aceptable. Martínez de la Rosa era un liberal doctrinario
muy influenciado por el pensamiento francés. La aplicación del Estatuto Real en 1834 fue un
paso más firme, ya que se establecía un régimen constitucional en el que la corona renunciaba al
poder exclusivo y compartía la soberanía con las Cortes. De todas maneras, sólo los liberales
más moderados se conformaron con el Estatuto. Aunque el rey cedía parte de su poder a las
Cortes, estas sólo podían ser convocadas por el monarca (excepto para el presupuesto, cada dos
años). Las Cortes eran bicamerales: la nobleza estaba representada en el Estamento de Próceres
y el resto de la población en el de Procuradores. Estos últimos se elegían por tres años a través
de sufragio en segundo grado y limitado.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 87


4. La radicalización del régimen:

Los progresistas consideraron el Estatuto Real como un primer paso, aunque equivocado, y
continuaron luchando por un régimen basado en la Constitución de 1812. Las peticiones de los
procuradores en Las Cortes fueron mayoritariamente deshechadas y la relación entre estas y el
gobierno se hicieron muy tensas. La situación de guerra lo agravaba todo y los liberales se
radicalizaron. Un intento de golpe de estado en enero de 1835 y otro intento de voto de censura
hicieron que finalmente Martínez de la Rosa dimitiera.
Lo sustituyó el conde de Toreno con un gobierno que duro 4 meses. Se produjo en este período
un acercamiento a los progresistas con la llamada a Mendizábal para la cartera de Hacienda.
De todas maneras, la decreto de disolución de los conventos y otras decisiones marcaron una
separación del liberalismo moderado que había caracterizado al gobierno y empujó a
determinados sectores de la sociedad (el clero sobre todo) a apoyar al carlismo. Se produjo en
este período también un proceso revolucionario a cargo de la milicia urbana que llevó a la
constitución en diversas ciudades de juntas locales que asumieron el poder. Toreno intentó la
disolución de las juntas, pero no tuvo éxito. Finalmente, la regente llamó a Mendizábal a formar
gobierno para atraerse al sector progresista.
Entre agosto del 35 y del 37 se aceleró el proceso de liquidación del Antiguo Régimen con la
acción decisiva de Mendizábal. Se liquidó la situación revolucionaria con diferentes acciones,
entre ellas integrar los componentes de las juntas al gobierno de la diputación. La figura de
Mendizábal dominó completamente este período y se rodeó en los ministerios de gente de su
confianza. Mendizábal lo supeditó todo a acabar con la guerra en 6 meses. Siguió con la política
de desamortización con el objetivo de afianzar una masa de propietarios fieles al liberalismo y
que tuviese al clero como enemigo. La propiedad sujeto de esta desamortización no se
consiguió repartir, ya que los compradores fueron los antiguos terratenientes y el efecto fue el
contrario: la concentración de tierras. El éxito político tampoco estuvo claro, ya que los nuevos
propietarios fueron mayoritariamente a parar al partido moderado. La desamortización
conformó las bases socioeconómicas del Nuevo Régimen, ya que se reajustó la propiedad y se
dio lugar a una poderosa clase terrateniente además de un amplio proletariado campesino. La
economía de guerra se prolongó en el tiempo y se llegó a una situación insostenible, sobre todo
por la deuda contraída. Pese a la victoria en las elecciones de febrero del 36 de los progresistas,
el paso de Istúriz y otros al moderantismo obligaron al gabinete en el gobierno a dimitir.
La regente nombró a Istúriz presidente, pero tuvo en contra a Las Cortes, que acabaron siendo
disueltas. Finalmente se produjo el levantamiento militar, que se propagó por diferentes
ciudades. Con el motín de los sargentos, se obligó a la regente a jurar la Constitución de 1812
hasta que Las Cortes decidieran. Se confió el poder a Calatrava, que se apoyó en otros
progresistas (entre ellos Mendizábal) y que promulgaron leyes en la dirección de restituir la
situación del Trienio Progresista y la Constitución de Cádiz. Finalmente se convocaron unas
Cortes Constituyentes que elaboraron la nueva constitución.
La Constitución de 1837 era más moderada que la de 1812, aunque más progresista que el
Estatuto Real. Con ella se buscó el consenso. Se mantenían en ella puntos importantes de la
Constitución de 1812, como la soberanía nacional, la separación de poderes y el reconocimiento
a los derechos individuales. Por otra parte, se reconocía a la Corona una decisiva intervención
en el proceso político, al ser quien convocaba Cortes, aunque también se ampliaban las

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 88


funciones de Las Cortes. Se establecía un sistema bicameral (Congreso de Diputados y Senado)
y el sufragio censitario y directo. Los senadores eran elegidos por el monarca de entre una lista
confeccionada por los electores. De todas maneras, se permitía la disolución de Las Cortes por
el monarca, lo que junto al sistemático falseamiento de las elecciones facilitó el control de estas
por el gobierno.
El liberalismo más extremo del período se había alcanzado con Mendizábal, que llevó a cabo la
desamortización. Además, la actitud mostrada hacia la Iglesia provocó malestar en algunos
sectores, que giraron hacia el conservadurismo. El grupo moderado salió reforzado y adquirió
mayor significado política. Se dotó además de una nueva teoría política, el doctrinarismo, según
la cual lo que legitima el poder es la capacidad para gobernar.
Tras declinar Espartero la oferta de formar gobierno, Bardají se encargó, con victoria moderada
en las elecciones. Su gabinete tuvo poca duración y le siguió Narciso Heredia, iniciándose así el
Trienio Moderado (1837-1840). En este período se produjo el problema de las pagas a los
militares y sus subsecuentes motines. Espartero impuso sus condiciones al gobierno, que tuvo
que ceder. Se fue formando así en el norte un “Partido Militar” fuertemente influenciado por la
situación de guerra y, por tanto próximo al progresismo. Al parecer, las presiones de Espartero
acabaron con el gobierno.
Durante el siguiente Gobierno se produjo un enfrentamiento entre Espartero y Narváez
(responsable del ejército del centro y de tendencia moderada). El tema acabó en
pronunciamiento militar fracasado de Narváez, su exilio y el fortalecimiento de Espartero.
Evaristo Pérez de Castro se hizo cargo del gobierno, que en este caso duró bastante (hasta julio
de 1840), aunque sufrió profundas reorganizaciones.
Durante 1838 y principios de 1839 hubo entre los liberales dos tendencias en cuanto a la
guerra. Por una parte, la corriente de Mendizábal, pedía acabar completamente con el carlismo.
Los moderados eran partidarios de una paz honrosa que permitiese integrarlos en el Nuevo
Régimen. En junio del 39 Espartero pidió a Mª Cristina que disolviese Las Cortes. Las elecciones
tuvieron lugar casi al mismo tiempo que el Convenio de Vergara, que Espartero presentó como
una victoria propia y del progresismo. Los progresistas vencieron en las elecciones, aunque
luego le recriminaron a Espartero como había conseguido la paz, achacándole haber seguido las
tesis moderadas. Además, para humillación de Espartero, se hicieron modificaciones al
Convenio. El gobierno se sostuvo a pesar de estar en minoría por el apoyo de Espartero, pero se
creo un clima de crispación ciudadana y se tuvo que cambiar el gobierno y convocar elecciones.
En diciembre se obtuvo holgada mayoría moderada. Se modificaron importantes leyes, entre
ellas una relativa a la elección de los representantes en los ayuntamientos desde la corona. Este
punto fue conflictivo, porque por el sistema de elección los ayuntamientos tenían mayoría
progresista y eso les daba el control sobre la Milicia Nacional. La tensión entre el gobierno y los
ayuntamientos creció y se produjo una movilización que empujó a Mª Cristina a buscar un
acuerdo con Espartero. Este le propuso retirar la Ley de Ayuntamientos, disolver Las Cortes y
sustituir el gobierno, aunque él se negó a encabezar un nuevo gobierno. Mª Cristina, en
respuesta, siguió adelante con la Ley de Ayuntamientos en julio de 1840. A partir de ahí los
sucesos se precipitaron: Espartero presentó una dimisión que no fue aceptada, el ayuntamiento
de Barcelona se amotinó, Mª Cristina insistió en la opción moderada, etc. Se produjeron los
primeros enfrentamientos entre milicianos y el ejército en diferentes lugares y se reprodujeron
las juntas (otra vez según la fórmula de 1808) en varias ciudades. Con esta situación la regente
tuvo que ceder ante las peticiones de Espartero y lo nombró presidente del Consejo de

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 89


Ministros. Este formó un gobierno progresista y se redactó un programa de gobierno ante el que
la reina gobernadora acabó renunciando a la regencia. Se exilió a París, desde donde conspiró
con la ayuda de Luis Felipe de Orleáns y moderados y militares que se colocaron en la
oposición al nuevo gobierno.

LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-1843)


1. La revolución de 1840 y el exilio de María Cristina.
2. Un general al frente de la vida política: el primero de los “espadones”.
3. La política económica: la orientación librecambista.
4. La crisis política: los levantamientos contra Espartero y el papel de la Milicia Nacional
5. El pronunciamiento de 1843 y el exilio de Espartero
6. La mayoría de edad de Isabel II

1. La revolución de 1840 y el exilio de María Cristina

Entre 1840 y 1844 el poder es ostentado por militares (Espartero, Narváez y O’Donell). Los dos
primeros fueron más caudillos que políticos y practicaron más el autoritarismo que el respeto
constitucional. El tercero tuvo mayor temple político y más capacidad para liderar la vida civil.

2. Un general al frente de la vida política: el primero de los “espadones”

Según la constitución, hasta la designación de nuevo regente el poder lo detentaría el Consejo


de Ministros, que estaba dirigido por Espartero. Este estaba más acostumbrado a ejercer el
poder militar que el civil y su relación con el Partido Progresista duró mientras este le fue útil.
En esta línea, suspendió Las Cortes en octubre de 1840 y no las volvió a convocar hasta que no
tuvo una supuesta mayoría parlamentaria. En realidad, Espartero nunca tuvo mayoría, ya que
la suma de los moderados y de los progresistas que se ponían en su contra le hizo perder varias
elecciones. En el Senado los moderados siempre fueron mayoría y en las sesiones conjuntas se
tuvo que apoyar precisamente en los moderados para sacar adelante cuestiones concretas (sobre
todo las relacionadas con la regencia).
En el tema de la regencia la Constitución preveía que pudiese ser ejercida por 1, 3 ó 5 personas.
Los progresistas eran partidarios de 3 personas y los moderados y Espartero de 1 persona al
frente únicamente. Así pues, con el apoyo de algunos progresistas fieles y de los moderados
sacó adelante la regencia única en su persona en mayo de 1841. Formó un nuevo gabinete con
sus incondicionales.
Una de las principales acciones del nuevo gobierno fue la venta de los bienes del clero secular
(la llamada Ley Espartero). La venta ya había sido aprobada anteriormente, pero no fue hasta

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 90


verano de 1841 cuando se produjo la subasta de los bienes, que se vendieron a un ritmo muy
rápido.
3. La política económica: la orientación librecambista

Otro aspecto importante de la política de Espartero fue su orientación librecambista, en la línea


de Mendizábal. Aunque los aranceles impuestos podían hacer pensar que se mantenía el
proteccionismo, la realidad es que se rebajaron los aranceles, facilitando así la entrada de
producto extranjero y la salida de productos españoles. Esta política librecambista y las
intromisiones del embajador británico le hicieron a Espartero ganar fama de anglófilo. Esto le
supuso una oposición creciente.

4. La crisis política: los levantamientos contra Espartero y el papel de la Milicia Nacional

El gobierno fue derrotado en Las Cortes y estas se cerraron en agosto de 1841. Se fraguó
entonces una conspiración entre militares y civiles que se tradujo en levantamiento entre
septiembre y octubre de 1841. Este levantamiento fracasó debido al escaso apoyo que suscitó, a
que las fuerzas de Espartero estaban intactas y la propia descoordinación del levantamiento.

De todas maneras, el gobierno antiforalista de González acabó provocando la reacción de varias


zonas del norte donde Espartero utilizó el sitio. Esto le valió la reprobación del Congreso.
Espartero conservó el poder gracias al apoyo de significados progresistas y las clases urbanas,
así como aún de buena parte del Ejército. Pero las conspiraciones le hicieron perder apoyos
también en este ámbito. Narváez conspiró junto a Mª Cristina desde París con la creación de la
Orden Militar Española, que fue ganándose a militares partidarios del derrocamiento de
Espartero y de la vuelta de Mª Cristina.

5. El pronunciamiento de 1843 y el exilio de Espartero

En el derrocamiento de Espartero jugó un papel clave Barcelona, que ya se había rebelado


contra decisiones de su gobierno. La clase industrial catalana también se sintió fuertemente
amenazada por la política librecambista del general. En este clima surgió en Barcelona una de
las muchas revueltas conocidas como “motines de quintas” que se oponían a la recluta anual de
soldados. El 13 de noviembre de 1842 se produjo una pelea entre civiles y soldados. Se acabó
organizando una rebelión que aunó a fuerzas opuestas a Espartero, incluida la Milicia Nacional.
Se formó también una junta provisional de gobierno y Espartero reaccionó con una represión
durísima y el bombardeo masivo de la ciudad. A las protestas de los diputados catalanes
Espartero respondió disolviendo Las Cortes. Desde principios de 1843 se multiplicaron las
alianzas entre progresistas descontentos y moderados.
Las elecciones de abril fueron perdidas por Espartero, aunque este lo achacó al gobierno y
sustituyó a Rodil por López, que juró en mayo de 1843. Pero el programa presentado no era
aceptable para Espartero y le obligó a dimitir. Un nuevo gobierno tampoco duró y además,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 91


desde finales de mayo los pronunciamientos se difundieron por España pidiendo la normalidad
constitucional. La Orden Militar Española también se movilizó. Tras la revuelta de julio en
Sevilla, se consolidó el movimiento en Cataluña, con la “Junta Suprema de Barcelona”
nombrando a Prim ministro universal. El golpe final fue la derrota del ejército esparterista de
Seoane contra Narváez en Torrejón de Ardoz entre los días 22 y 23 de julio. Espartero decidió
buscar refugio en Londres.

6. La mayoría de edad de Isabel II

Los gobiernos intermedios y la mayoría de edad de Isabel II


Hasta mayo de 1844 se da un período de transición. Aunque el esparterismo había sido
derrotado, el progresismo seguía vivo. En cualquier caso, el dominador de la nueva escena
política fue Narváez.
López volvió a la presidencia para un gobierno breve que se dedicó a desmontar todo el
aparato esparterista (disolución de la Milicia Nacional entre otras acciones). Pero algunos
problemas continuaban pendientes. Entre ellos, estaba la continuidad de la Junta de Barcelona,
que pedía una solución de cara a equilibrar los poderes de la regencia y el gobierno. Además, la
vuelta de Mª Cristina no estaba bien vista por parte del progresismo. La junta barcelonesa, que
reconocía a Prim y a Serrano como máximas autoridades, propuso el adelantamiento de la
mayoría de edad de la reina. Narváez y el gobierno aceptaron la solución e Isabel II fue
proclamada reina el 10 de noviembre de 1843 con 13 años de edad.
Tras la dimisión de López, accedió a la presidencia Olózaga, que intentó rehacer la fuerza
progresista (amnistías, rehabilitación de la Milicia Nacional, derogación de la ley de
ayuntamientos...). Pero acabó siendo bajo acusaciones de los moderados y tuvo que huir a
Portugal. El siguiente presidente, Luis González Bravo, dio marcha atrás a las decisiones de
Olózaga (volvió a disolver la Milicia Nacional). Las revueltas de respuesta fueron reprimidas
muy duramente. Con la vuelta a España de Mª Cristina se acabó el gobierno de González Bravo
y Narváez decidió asumir personalmente el gobierno el 8 de mayo de 1844.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 92


LA DÉCADA MODERADA, 1844-1854

Aunque el Partido Moderado de estos años no era un partido homogéneo, esta década
está marcada por su hegemonía continuada. Entre otros motivos está el apoyo cada vez más
decidido de la corona.
Los aspectos comunes del periodo: la mejoría económica en todos los órdenes y las
reformas político-administrativas, encaminadas a conseguir una mayor eficacia y la integración
del conjunto de las regiones españolas (la igualdad legal y la centralización).

1. Narváez, el “espadón” moderado.


2. Los moderados y la reforma de la Constitución de 1837.
2.1. La facción Viluma. 2.2 Los “puritanos”.
2.3. La tendencia centrista.
3. La Constitución de 1845.
3.1. El liberalismo doctrinario.
4. La política moderada: uniformidad jurídica, política, fiscal y docente.
5. El matrimonio de la Reina.
6. El predominio puritano (1846-1847).
7. La Segunda Guerra Carlista (1846 -1849).
8. La dictadura “moderada” de Narváez (1847-1850).
8.1 La crisis económica. 8.2. Las “tormentas” del 48.
8.3 Los últimos años de Narváez en el Gobierno.
9. La etapa Bravo Murillo. 10. La desintegración de los moderados.
11. La política exterior de los moderados.
11.1. Las relaciones con Portugal
11.2. La unidad italiana

1. Narváez, el espadón moderado.


El 3 de mayo de 1844 se abrió la «Década Moderada», al hacerse cargo del gobierno
Narváez, quien dominó la política en la mayor parte de este periodo, personalidad, excepcional,
destacan el talento, eficaz en una batalla y en los gobiernos que presidió, con alternancia de
estados de ánimo, eufóricos y depresivos. Otros rasgos eran el autoritarismo y la disposición a
interpretar la ley arbitrariamente. Todo ello puede explicar parte de alguna de sus actuaciones.
Aunque no se destacó por un pensamiento político riguroso, hay un fondo liberal, se puede
decir que fue más liberal en sus años anteriores a 1848. Después, su liberalismo se moderó por
el miedo a la revolución. En estos años hubo dos gobiernos presididos por Narváez, el primero,
relativamente largo, terminó a principios de 1846, el segundo, sólo 19 días.

2. Los moderados y la reforma de la Constitución de 1837.

En el primer gobierno de Narváez, al poco tiempo de iniciado, se suscitó la posible


reforma de la Constitución. Se vislumbraron las tres principales tendencias del partido
moderado: el grupo a cuyo frente estaba el marqués de Viluma intentaba volver a un estatuto
otorgado por la corona, que sería la depositaria de la soberanía. La tendencia de los
«puritanos», dirigida por Pacheco, deseaba continuar con la de 1837. Narváez, que carecía de
una formación política profunda, parecía aceptar la tesis de Viluma. Mon y Pidal le

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 93


convencieron de hacer una verdadera constitución nueva y más moderada. La mayoría, la
tendencia «central», liderada por Narváez junto con Mon y Pidal, plantearon una nueva
constitución que reflejase mejor su forma de entender el liberalismo.
La cuestión relativa a la desamortización diferenció netamente la política de los
moderados respecto a los gobiernos anteriores desde 1840. En abril de 1845 se decretaba que los
bienes del clero secular aún no enajenados fuesen devueltos a sus antiguos propietarios. La
mayoría de las transformaciones moderadas se hicieron, o su rumbo quedó marcado, en el
primer gobierno de Narváez.

3. La Constitución de 1845.
Después de abiertas las nuevas Cortes, de mayoría moderada, se iniciaron los debates
relativos a la Constitución. Los progresistas, en minoría, se retrajeron de los debates
parlamentarios. Triunfó el parecer de reformar la Constitución de 1837 que dio lugar a la más
moderada Constitución de 1845. Esta recogió las ideas del liberalismo «doctrinario», en el
sentido de que la soberanía residía en las Cortes con el monarca, frente a la soberanía nacional
de 1837. Los derechos del ciudadano se regulaban. Se proclamó la unidad católica de España. La
posibilidad de ser senador, directamente por nombramiento regio, se redujo a la aristocracia. Se
restringió el sufragio para elección de los diputados y aumentó el nivel de renta para electores y
elegibles. Desapareció la preeminencia del Congreso sobre el Senado en legislación financiera y
la convocatoria estaba, sin limitación, reservada al monarca. Por otra parte, desaparecía la
Milicia Nacional.

4. La política moderada: uniformidad jurídica, política, fiscal y docente.

Quedó como política liberal moderada la tendencia de una organización jurídica,


política, docente y fiscal única para toda España. La puesta en marcha del plan de estudios, las
leyes de administración provincial y local o la concentración de la autoridad del jefe político.
Igualmente, el ministro de Hacienda, simplificó el sistema tributario, anuló las particularidades
regionales e intentó el «arreglo» de la Deuda rebajando los intereses de lo que el Estado tendría
que pagar. El ministro de Justicia, llevó a cabo la modificación de uno de los elementos típicos
de la ideología progresista que aún no se había consolidado como era el juicio por jurado que
fue modificado por un tribunal compuesto por magistrados profesionales.
Las modificaciones del gobierno dieron lugar a un sistema que generó una burocracia
mayor que en los gobiernos anteriores, se amplió el problema del funcionariado, aún muy poco
profesionalizado. Casi todos los que trabajaban al servicio de un ministerio se consideraban
disponibles.
Los enemigos más poderosos de Narváez fueron las intrigas palaciegas de otros
políticos o de sus más allegados, que le producían fatiga y que, en todo caso, no podía controlar.
El primer gobierno de Narváez terminó sorpresivamente. Aparentemente no había pasado
nada, pero Narváez dimitió y disolvió su gabinete. Las explicaciones no dejan de ser
suposiciones, quizás, simplemente, una depresión de las que frecuentemente sufría Narváez. La
razón a este estado de ánimo se debió a las disensiones entre sus ministros por el posible
marido de la reina.
El gobierno de transición, formado por un afamado diplomático, el marqués de
Miraflores, tenía como finalidad inmediata la negociación de las bodas de Isabel 11 y su
hermana. Ante el fracaso de las gestiones, se forzó su dimisión por parte de la corona, que

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 94


volvió a nombrar a Narváez como presidente del gobierno. Volvió al gobierno con el propósito
de reanudar el acuerdo con los Borbones napolitanos para casar a Isabel con su tío. Encontró
muchos problemas, sobre todo en España. Narváez se disponía a un gobierno largo y fuerte.
Nombró unos ministros de primera fila. Disolvió las Cortes. Restringió la libertad de imprenta.
Sin embargo esto no llegó a tres semanas. La solución para el matrimonio de la reina, había
adquirido un carácter internacional, no satisfizo a Inglaterra ni a buena parte de los políticos
españoles. En este caso, se repiten las razones de su caída, había que encontrar un detonante
para reactivar su depresión. Todo apunta a un posible fraude «legal», Narváez, según unas
versiones, fue obligado a exiliarse en Francia; según otras, lo hizo voluntariamente. Pero todas
coinciden en la decisión de Narváez de «abandonar para siempre» la política activa.

5. El matrimonio de la reina. El predominio de los moderados puritanos, 1846-1847. La 2ª


Guerra Carlista.

De las tres principales tendencias del Partido Moderado, la puritana fue la más
beneficiada por la corona en estos años. Llamó a Istúriz, antiguo progresista, que fue líder del
moderantismo, se mostró partidario de la Constitución consensuada de 1837, frente a la postura
triunfante de Narváez de la Constitución de 1845. Políticamente ahora basculaba hacía los
puritanos. A pesar de su relación con los puritanos, se apoyó en los centrales y a dicha
tendencia pertenecían los dos principales ministros, Pidal y Mon
Parece que la intención de la corona al llamarle era, sobre todo, que intentase
solucionar el problema de las bodas reales. Un problema interior que alcanzó una considerable
dimensión exterior. Su experiencia humana y sus buenas relaciones en las cancillerías europeas
parecían aconsejar su nombramiento para formar gobierno.
La resolución final del problema quizá fuera la peor de las posibles. Isabel II se casó
con su primo Francisco de Asís, que durante años fue descartado por su condición de
homosexual. Así pues, la reina se casó muy joven, con quien no quería y en medio de la
frustración general.
El gobierno de Istúriz tuvo que hacer frente a varios pronunciamientos. A la violencia
de los pronunciamientos progresistas se sumó la de las partidas carlistas que comenzaron la
denominada «segunda guerra carlista».
En diciembre de 1846 hubo elecciones. Aunque fueron ganadas por los moderados, los
progresistas obtuvieron unos cuarenta puestos y, entre los moderados, los puritanos, que eran
un buen grupo, dieron muestras de desmarcarse del núcleo del partido moderado. Lo hicieron
votando a Castro Orozco frente a la candidatura que apoyaba Istúriz, la de Juan Bravo Murillo,
que fue derrotada. El presidente entendió que había sido derrotado en las elecciones y presentó
la dimisión. La reina tardó un tiempo en admitírsela porque había que buscar una nueva
mayoría. La suma de los moderados de todas las tendencias era más que suficiente para la
mayoría absoluta. El problema era que los puritanos y algunos moderados centrales habían
votado con los progresistas o al revés. Es decir, había faltado disciplina de voto. Los propios
moderados lograron ponerse de acuerdo pero con un matiz nuevo, los puritanos actuarían de
árbitros de la situación.
El nuevo presidente fue Carlos Martínez de Irujo y durante dos meses intentó un
gobierno de coalición entre puritanos y moderados. No fue posible, tuvo que hacer frente a la
ofensiva carlista y movilizó a 50.000 nuevos jóvenes.
Aunque con menos diputados de los necesarios para gobernar, pero con apoyo
parlamentario de los progresistas, Pacheco fue llamado para formar gobierno y lo hizo con

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 95


personas consideradas dentro del grupo «puritano». El mismo se reservó el Ministerio de
Estado. El hombre fuerte del gabinete, José Salamanca y Mayol (marqués de Salamanca).
Pacheco, líder de los moderados puritanos, se había rodeado de algunos influyentes diputados
que tenían buenas relaciones en el palacio real, donde, por cierto, se plantearon graves
problemas de convivencia entre la reina y el rey. Francisco de Asís se trasladó a vivir al Pardo.
La hermana de Isabel 11 y su madre se habían ido a vivir a París. Pacheco decidió prohibir toda
noticia o comentario en la prensa sobre la vida privada de los reyes. Sin embargo se difundió
como la pólvora.
Joaquín Francisco Pacheco, su pensamiento se resume en la defensa de la «democracia
legal, pacífica, progresiva y ordenada» apoyada en la las clases medias. El otro ideólogo del
moderantismo puritano, Nicomedes Pastor Díaz, era liberal moderado puritano y desde 1856
unionista. Como contrapeso de ambos dirigentes e ideólogos, José Salamanca y Mayol era
mucho más pragmático y destacó en el mundo de las finanzas. La labor del nuevo gobierno se
centró en intentar un juego político abierto que otros moderados no compartían. Amnistió a
todos los que estaban en el exilio o en la cárcel por motivos políticos o de pensamiento.
Desde el punto de vista hacendístico y financiero, intentó hacer cuadrar las cuentas y,
sobre todo, llevó a cabo la unificación de los Bancos de San Fernando e Isabel 11 en el «Banco
Español de San Fernando», antecedente del Banco de España. Procuró un sistema de
recaudación más abierto y favoreció el librecambismo. Puso también en venta los bienes de las
Órdenes Militares.
La guerra carlista se desarrolló en chispazos en zonas dispersas y alejadas, como
Valencia y Toledo. El gobierno tuvo que hacer frente a otras violencias y motines.
El gobierno fue breve pero intenso. Pacheco se encontró con que los progresistas
dejaron de apoyarlo en el Parlamento y muchos de los moderados le pasaban factura, por ello
dimitió. El gobierno que le siguió lo organizaron dos amigos personales de la reina, el general
Serrano y un ministro del anterior gabinete, Salamanca, que siguió siendo ministro de
Hacienda. La presidencia la ocupó un moderado, próximo a los puritanos, Florencio García
Goyena. Se trataba de un gobierno que intentó aglutinar a moderados centrales y puritanos con
progresistas. A pesar deque la coalición estaba pensada para equilibrar el sistema, el gobierno
continuó el giro hacia la izquierda, o al menos eso le pareció a los compañeros de Narváez,
Pidal y Mon, porque, en realidad, al gobierno no le había dado tiempo de nada en 15 días. El
caso es que llamaron a Narváez para que regresase urgentemente desde Francia. Así lo hizo
para perpetrar un curioso golpe de Estado. En una reunión del Consejo de Ministros, Narváez
irrumpió en la sala y les echó de allí. El gobierno y el periodo de predominio puritano se habían
terminado y a Isabel II sólo le quedó tomar nota.

6. La dictadura «moderada» de Narváez, 1847-1850.


El general Narváez formó gobierno el mismo día en que había mandado a su casa al
gabinete anterior. El nuevo se puede decir que duró, con varias remodelaciones, tres años.
En octubre, Narváez, que significativamente ocupó también los Ministerios de Estado
y Guerra, se hizo acompañar de un político relativamente joven, Luis Sartorius, ministro de
Gobernación hasta 1851. Sevillano de origen polaco, habilidad y rapidez mental pero escasa
formación. La universidad de Sartorius fue la calle, su principal trabajo fue el de periodista. Se
enriqueció a través de la vida política. Él mismo, mediante compra, se ennobleció con un título
de Castilla (conde de San Luis), lo que exasperó a la nobleza titulada. Su misión en el gobierno
fue organizar todo el entramado de las jefaturas políticas provinciales y ganar, sin discusión, las
elecciones. Este trabajo lo llevó a cabo aumentando la corrupción de dos formas: premiando a

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 96


los que se prestaban a sus intenciones y persiguiendo a quienes no le seguían su juego. Además,
introdujo reformas en Correos y en los aranceles.
Otro ministro que tuvo continuidad en el cargo de Gracia y Justicia, quizás como
contrapeso de Sartorius, fue Alejandro Arrazola, uno de los logros más importantes, de su
ministerio fue el impulso a la «Comisión General de Codificación», que publicó un código de
derecho penal en 1848.
El resto de los ministros, otras nueve personas, se fueron turnando en los diversos
ministerios. Destacaban los dos escuderos de Narváez: los cuñados José Pidal y Alejandro Mon.
La revolución de 1848 tuvo su correlato en España con las jornadas de marzo y mayo,
no pasaron de algaradas. La crisis financiera y la bajada de la Bolsa en España durante la
primavera de 1848 fue una consecuencia directa de una situación semejante en las principales
economías europeas que a su vez se habían contagiado del pánico político.
En Madrid, un coronel próximo al grupo «demócrata» del Partido Progresista
organizó un pronunciamiento en marzo. El 26 de marzo, en coches distintos, la reina, Narváez y
algunos de sus ministros paseaban por el Prado. Al final de la mañana, se dirigía de vuelta al
palacio cuando comenzaron las algaradas callejeras que casi le cortan el paso. Narváez se puso
al frente de las fuerzas militares y, en unas horas, con la ayuda de la policía, redujo la
insurrección.
Los acontecimientos de Madrid, así como otros movimientos de menor intensidad en
varias localidades más, no cuajaron, en parte porque estuvieron mal organizados y en parte
porque Narváez terminó con ellos contundentemente. Estos alborotos se sumaron, en algunas
zonas, a las guerrillas carlistas.
Una consecuencia directa de la revolución en Europa fue la orientación de la política
hacia la derecha. Internamente, el Partido Moderado ya estaba mucho más unido, cuando
comprendieron que el Partido Progresista podría volver a gobernar, pero, ahora, después de lo
que estaba ocurriendo en Europa, hicieron una piña con Narváez, a quien se le dio fortaleza
para gobernar dictatorialmente varios meses y con medidas especiales dos años más. Se puede
hablar de una dictadura legal de Narváez durante nueve meses, apoyada en un voto de
confianza del Congreso. Hubo un estado de excepción. Los sospechosos fueron encarcelados o
deportados a las colonias.
Desde el punto de vista de las relaciones exteriores, el apoyo de la embajada de
Inglaterra a los revolucionarios llevó a la ruptura diplomática entre ambos países. En Roma, las
tropas españolas, colaboraron a restaurar al papa en su Sede Pontificia. Los gobiernos
conservadores de Europa Central, Austria, Prusia, Piamonte y el propio Estado Pontificio,
reconocieron el régimen español.
En el Ministerio de Comercio, Industria e Instrucción Pública, Juan Bravo Murillo se
estaba mostrando como un gestor especialmente eficaz, se colocó frente a una campaña a favor
del control y reducción de los gastos públicos y en contra de la corrupción. Éste fue el aspecto
dominante del último año del gobierno de Narváez. La ausencia de control parlamentario y de
libertad de prensa se habían utilizado durante tanto tiempo, según parece, para robar desde los
cargos públicos o para obtener beneficios millonarios. El propio Narváez había recibido, sin
motivo aparente, un regalo de la corona de ocho millones de reales en metálico. La misma
corona, incluidos María Cristina y Francisco de Asís, no estaba exentos de habladurías sobre su
chantaje al gobierno para obtener dinero a cambio de silencio sobre lo que ocurría en la alcoba
real. Los despilfarros y el lujo en lo personal y en lo institucional con dinero público eran
evidentes. En noviembre de 1850, Bravo Murillo dimitió.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 97


Bravo Murillo quedó como cabeza del grupo de moderados que deseaba la limpieza
en la vida política y Narváez como el que se beneficiaba o amparaba la corrupción, tenía en sus
manos una buena parte del Ejército y Bravo Murillo apenas tenía seguidores. Pero Bravo
Morillo era superior en equilibrio emocional, que, una vez más traicionó a Narváez.
Un discurso demoledor de Donoso Cortés en las Cortes sobre la corrupción, tras el que
Martínez de la Rosa pidió pruebas concretas, Narváez se fue al palacio y presentó la dimisión
con la promesa, otra vez, de abandonar «para siempre la cochina política».

7. La etapa de Bravo Murillo. La desintegración de los moderados. La política exterior de


los moderados.

Después de dos años desde los sucesos motivados por la revolución de 1848, otra vez
surgieron los problemas internos entre los moderados. La reina pidió al marqués de Pidal que
formase gobierno, fue imposible. Finalmente, se lo encomienda a Bravo Murillo. Durante dos
años, de 1851 a 1852, Juan Bravo Murillo fue presidente del gabinete y ministro de Hacienda.
Era un abogado, con un acreditado bufete y sólida formación humanística, actuaba siempre
conforme a unos principios claros: el pragmatismo y el orden, la mejor garantía de la libertad y
el exceso de libertad es el mejor aliado del despotismo.
La preocupación mayor de Bravo Murillo fue la de solucionar el problema de la
Deuda. Las diversas soluciones acordadas desde 1845 se habían complicado por unas u otras
razones. Como otras veces, se planteaba la alternativa de declararse en quiebra y no pagar a los
acreedores o pagar menos. Su decisión fue reducir los intereses de todos los títulos de la Deuda
a tiempo que rebajaba el capital adeudado. A cambio, el Estado, con toda clase de garantías, se
comprometía a pagar en diecinueve años. Técnicamente fueron también importantes la Ley de
Contabilidad del Estado, la publicación de las Cuentas Generales del Estado y los ajustes del
presupuesto para enjugar el déficit en una década.
El Real Decreto sobre funcionarios fue quizá la mejor aportación de Bravo Murillo, que
deseaba una burocracia moderna y eficiente al servicio del Estado. Concibió la administración
como una serie de «cuerpos» técnicos a los se accedería mediante oposiciones o concursos de
méritos. Dentro de cada cuerpo habría escalones. En los ascensos serían decisivos los servicios
reglamentados y la antigüedad. El cese sólo podría efectuarse por los tribunales o mediante
expediente donde se probase el manifiesto incumplimiento del deber.
La «Comisión General de Codificación» presentó un proyecto del Código de derecho
civil. En cuanto a las relaciones con la Santa Sede, el Concordato de 1851, era la culminación de
unas negociaciones iniciadas hacía varios años.
Las obras públicas fueron uno de los capítulos decisivos del gobierno Bravo Murillo.
El ministro de Fomento, presentó el Plan de Ferrocarriles para corregir el desorden de las
concesiones efectuadas hasta entonces. La construcción de nuevas líneas seguiría siendo con
capital privado, pero el Estado se reservaba la planificación y fomento. Lo esencial de ese plan
radial se mantuvo durante más de un siglo. Algo semejante ocurrió con el Plan de Carreteras,
que marcaba las seis nacionales que, partiendo desde Madrid unían los principales puntos de la
periferia. El Plan de Puertos y Faros preveía el aumento del tonelaje con los barcos de vapor lo
que exigía, entre otras cosas, muelles con más calado. Se impulsaron los canales, para riego y
transporte y el de Isabel II, que permitió la traída de agua potable a Madrid.
Se puede decir que el gobierno de Bravo Murillo era el primer gobierno civil fuerte
desde 1840, ministerio tecnócrata, el propio Bravo Murillo y algunos ministros, también lo eran.
Contaba en su seno con los ministros militares precisos para los ministerios de Guerra y Marina.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 98


Aun así, el ministro de Guerra, Luis Arístegui, dimitió en febrero. La creciente oposición a
Bravo Murillo, además de su denuncia de la corrupción que afectaba a muchos políticos de su
partido, fue la reacción dé los espadones militares que veían peligrar su hegemonía en el orden
político.
Para reemplazar a Arístegui, Bravo Murillo eligió sin consultar a los espadones
militares a un joven mariscal de campo, Francisco Lersundi, esto aumentó el disgusto de
aquéllos, la asunción de la jefatura suprema del Ejército por Lersundi le enfrentó con el capitán
general de Madrid y con otros generales. Entre los enfrentamiento s con militares fue
especialmente grave la que tuvo el gobierno con el capitán general de Cuba.
Otra crisis parcial del gabinete estuvo forzada por la actitud del ministro de
Instrucción y Obras Públicas, que inexplicablemente votó en el Parlamento en contra de la
propuesta del gobierno sobre la Deuda. Bravo Murillo constató que había perdido la mayoría.
En las Cortes, contaba con la oposición de los progresistas y los moderados de Narváez,
encabezados por Sartorius, Isabel II sugirió lo que Bravo Murillo le aconsejaba: convocar
elecciones. Ello llevaba aparejada la expulsión del ministro del gabinete y la disolución del
Congreso.
Las elecciones de junio de 1851 dieron mayoría al Partido Moderado. La propuesta que
había sido derrotada sobre la Deuda en abril se volvió a plantear. Obtuvo una considerable
mayoría.
Bravo Murillo no se oponía por sistema al Parlamento, pero sí a la práctica corriente en
España. En 1851 disolvió las Cortes por tres veces.
Es destacable el intento de reforma constitucional de Bravo Murillo en 1852. Se trataba
de una modificación de la Constitución de 1845, que alteraba sustancialmente lo que se había
conseguido en cuanto a la implantación del liberalismo. El hecho hay que incardinarlo en una
corriente autoritaria de época.
La Constitución de 1852 era un retroceso que reforzaba al máximo el poder de la
corona, dejaba al mínimo el de las Cortes, prohibía las sesiones abiertas del Congreso y limitaba
los derechos y garantías individuales. Su interés por reforzar la autoridad del ejecutivo y
eliminar las críticas quedó patente al prohibir su discusión en la prensa.
La clase política, en una coalición casi unánime, se manifestó contra el proyecto,
coincidían en lo sustancial: pedían que se mantuviese la Constitución vigente al tiempo que
atacaban a Bravo Murillo.
La reina, que en principio no había tomado partido, recibió el consejo de su madre en
el sentido de forzar a presentar la dimisión al presidente del Consejo de Ministros. Bravo
Murillo se sintió abrumado por la actitud de Isabel II así como por la crítica tan generalizada,
decidió retirarse. Su carrera política terminaba así, próximo a cumplir cincuenta años.
Al dimitir Bravo Murillo, el Partido Moderado estaba fraccionado al menos en cinco
grupos que se manifestaban en el Parlamento cada uno por su lado. La reina, tal vez muy
influida por su madre, no se atrevió ni a llamar a gobernar a los progresistas ni a la
personalidad aún más fuerte del moderantismo, Narváez u otros hombres relevantes. Optó por
personajes secundarios que embarrancaron la vida política.
En el año y medio que siguió, desde la caída de Bravo Murillo hasta la revolución de
1854, se sucedieron tres gobiernos. Fueron de segunda fila por su composición, con las escasas
miras de intentar mantener la situación, al tiempo que se obtenían algunos beneficios privados.
Breves en el tiempo, aunque suficientes para la desintegración progresiva de los moderados y
que permitió renacer al Partido Progresista.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 99


El gobierno de Federico Roncali parecía planteado como una transición para un
gobierno más estable. La mayoría de la coalición opositora que derrotó a Bravo Murillo no sólo
no se disolvió, sino que continuó contra este nuevo gobierno. Por supuesto, se mostraron en
contra los progresistas, pero también los narvaístas, en el Congreso y en el Senado.
El nuevo gobierno, presidido por el también teniente general Francisco Lersundi, duró
algo más, seis meses. Su intención fue atraerse al menos a parte de la oposición y no hostilizar al
resto. En esto contaba con el apoyo de la corona. El programa gubernamental, genérico y lleno
de buenas intenciones, no fue suficiente para calmar a la oposición narvaísta y menos a la
progresista. Ambas se concentraron en pedir, a través de la prensa y los círculos de opinión, la
apertura de las Cortes. El gabinete se vio envuelto en un escándalo con motivo de una comisión
económica para el transporte de carbón destinado a la flota española en Filipinas. La reina
aceptó la dimisión del gobierno y nombró presidente a Luis Sartorius.
El nuevo gobierno rehabilitó a Narváez e hizo importantes cambios entre los mandos
militares. No obstante, Sartorius se encontró pronto frente a la misma coalición opositora.
Sartorius envió muchos proyectos de ley al Parlamento. Entre ellos, una rectificación
de la Ley de Ferrocarriles. El enfrentamiento mayor se dio en el Senado con motivo de las
denuncias de corrupción que llevaba implícita la Ley de Ferrocarriles, la acusación era
precisamente que varias personas (algunas muy importantes) se habían enriquecido con estas
subvenciones. Sartorius se había enriquecido tanto en la vida política y había sido tan corrupto
y corruptor (“polacada” quedó incorporado a la lengua española como un acto arbitrario o
despótico) que pocos políticos confiaban en él. La opinión pública manifestada en la prensa le
consideró como un enemigo público. Su proyecto perdió la votación parlamentaria y provocó
un escándalo popular. La reina madre, María Cristina, y su marido quedaron seriamente
dañados por el escándalo. La propia reina se vio afectada indirectamente.
Ante la derrota del gobierno en el Senado, la reacción del conde de San Luis fue
suspender las sesiones de las Cortes al tiempo que promulgaba los presupuestos por medio de
un decreto y destituía a todos los altos funcionarios que habían votado contra el gobierno.
En ese momento se difundieron en España noticias, procedentes de Londres, en las
que se implicaba a personajes de la denominada «coalición» (la oposición al gobierno surgida
desde la caída de Bravo Murillo) en una corriente del «iberismo» que pretendía unir España y
Portugal bajo la monarquía de la casa de Braganza, lo que implicaba destronar a Isabel II. Tanto
el gobierno de Madrid como el de Londres habían desaprobado tal iniciativa, que supuso un
balón para el gabinete, pues la reina y sus consejeros interpretaron que en este momento no
podrían reemplazarles sin ciertos riesgos.
A finales de diciembre de 1853 y principios de 1854 hubo dos manifiestos de los
directores y redactores de siete periódicos de Madrid y un buen número de políticos moderados
y progresistas contra el gobierno por secuestrar periódicos, abusar de la censura, impedir la
publicación de las actas de las sesiones del Senado, en las que se derrotó al ejecutivo o publicar
noticias sobre el iberismo, las contratas del puerto de Barcelona y otros temas. El ministro de
Gracia y Justicia dimitió. El resto del gabinete se mantuvo en una situación tensa en la que se
preparaba la revolución.

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LA REVOLUCIÓN DE 1854 Y EL BIENIO PROGRESISTA
1. La revolución de 1854
1.1. La “Vicalvarada”.
1.2 El Manifiesto de Manzanares.
1.3. La sublevación urbana: las Juntas.
2. El Bienio Progresista.
2.1. El difícil equilibrio entre progresistas y liberales unionistas.
2.2. El Gobierno de Espartero y el predominio progresista.
2.3. La Desamortización de Madoz.
2.4. La oposición: demócratas, neocatólicos, carlistas
2.5. La discusión de la Constitución de 1856.
3. El Gobierno de O’Donnell y el predominio liberal unionista.

1. La revolución de 1854.
La revolución se inició con un conflicto entre el Senado y el gobierno del conde de San
Luis por la oposición de la mayoría de los moderados y progresistas. El Senado venció al
gabinete ministerial, pero éste respondió suspendiendo las sesiones y relevando a los
funcionarios y militares que habían votado en contra o se sospechaba que se oponían. El general
Blaser, ministro de la Guerra, acuarteló, dejó sin mando o cambió de destino a militares como
O'Donnell o Serrano.
La oposición se radicalizó y buscó el recurso a la fuerza. O'Donnell se ocultó y fue
mandado arrestar. Se mantuvo escondido dirigiendo clandestinamente la sublevación.
A pesar de la debilidad del gobierno y la fuerza de los conspiradores, el Ejército había
adquirido cierto grado de disciplina desde el último pronunciamiento triunfante en 1843. La
Década Moderada había supuesto un modelo castrense más jerárquico y no era tan fácil un
pronunciamiento.
Lo nuevo en este caso fue la obstinación de Sartorius por mantenerse en el poder y el
apoyo de la mayoría de la opinión pública madrileña y de otras ciudades a un posible
levantamiento militar que terminase con el gobierno. El 28 de junio de 1854 tuvo lugar un
levantamiento, acaudillado por los generales Dulce, O'Donnell, Ros de Olano y Mesina. Aunque
se inició en la ciudad de Madrid es conocido como la «Vicalvarada» por ser donde tuvo lugar la
principal batalla, que dejó la situación indecisa. Tras ella, O'Donnell y los demás sublevados se
retiraron a La Mancha.
Pero lo que se había iniciado como un pronunciamiento clásico, llevado a cabo por
militares con la colaboración de algunos civiles, subió de tono por la intervención, por
sugerencia de Serrano, de los progresistas, que se movilizaron a través de un manifiesto de
Cánovas del Castillo. El Manifiesto de Manzanares, un texto muy breve y claro, reivindicaba
una serie de principios para el cambio de la situación, con vistas a una «regeneración liberal» en
unas Cortes Constituyentes: «régimen representativo», «trono sin camarilla», mejora de la Ley
de Imprenta y Ley Electoral, rebaja de los impuestos, respeto al sistema de cubrir los puestos de
funcionarios por méritos objetivos a través de una oposición, descentralización municipal,
nueva Milicia Nacional.
Los sublevados siguieron su retirada hacia Andalucía, sin aumentar mucho su apoyo
militar. Cánovas del Castillo, con el manifiesto redactado por él y firmado por O'Donnell,
marchó hacia la capital. El manifiesto se difundió al mismo tiempo en Sevilla y Madrid. Siguió
una fase popular, apoyada por el Partido Progresista, en la que proliferaron los levantamientos.
Hubo pronunciamientos triunfantes en las guarniciones de Valladolid y Barcelona. En Madrid

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 101


tuvieron lugar las “jornadas de julio”, en Barcelona un levantamiento con un fuerte cariz social,
al coincidir con escasez de trabajo y bajo nivel de salarios. Siguieron otros en Zaragoza y San
Sebastián.
El pronunciamiento y la sublevación urbana constituyen una revolución en dos
tiempos, con rebelión militar en un principio y algaradas urbanas posteriormente. El espíritu de
los militares de Vicálvaro había sido desplazado por los progresistas. La suma de las acciones
populares convirtió la situación en una revolución. Se suele decir que la revolución de 1854 en
España es una versión retrasada de la de 1848 en Europa.
El gobierno del conde de San Luis se sintió impotente y presentó su dimisión a la
reina, que aceptó ya con la amenaza, que acababa de recibir por escrito, con la firma de los
generales pronunciados. Durante los últimos días del proceso revolucionario se produjo el cenit
de la inestabilidad.
Se difundió por la capital la caída del gobierno. Una masa de gente se acercaba a la
plaza de toros a presenciar un espectáculo taurino. Después de la corrida, al anochecer,
siguieron las manifestaciones ya en la calle, con mueras a Sartorius, «los polacos» y la reina
madre María Cristina. Unos cuatrocientos hombres armados con fusiles almacenados en el
Gobierno Civil, tomaron la Casa de la Villa y se constituyeron en Junta, que redactó una
exposición llevada a palacio que fueron recibidos por Fernández de Córdoba y después por la
reina.
La Junta de la Casa de la Villa se disolvió ante la llegada de soldados. De madrugada,
grupos armados produjeron desmanes e incendios y muertes de civiles y soldados.
Al mismo tiempo se reunieron los ministros para jurar sus cargos. Su primer acuerdo
fue considerar que el presidente no era la persona adecuada para esos momentos. Propusieron
al duque de Rivas, conservando Córdoba la cartera de Guerra. La violencia siguió y se extendió
toda la madrugada y los dos días siguientes, se desarrolló una verdadera batalla urbana con
cerca de un centenar de muertos y cientos de heridos. Un ya anciano general de fama
progresista, Evaristo San Miguel, se puso el uniforme y apareció como mediador entre la calle y
el palacio. Hacia las siete de la mañana se constituyó, con San Miguel como presidente y
compuesta por progresistas y moderados, la autodenominada, primero «Junta de Salvación» y,
poco después, «Junta Superior de Madrid».
El gobierno del duque de Rivas dimitió. Se decidió elegir para sustituirle a Espartero
que se había desplazado a Zaragoza para ponerse al frente de la revolución. La reina le
telegrafió para hacerle venir a Madrid. La Junta de Madrid envió un mensaje al palacio en el
que se pedía que nombrase a San Miguel ministro de la Guerra. Ante la acción revolucionaria,
la reina nombró un gobierno provisional en el que Evaristo San Miguel era ministro universal.
La violencia cesó, pero continuó el clima revolucionario en la capital y otras ciudades.
Además de la Junta de Madrid, surgió otra denominada «Junta del Cuartel del Sur», con un
carácter demócrata y republicano, que llevó a cabo algunas atrocidades. Las barricadas no sólo
no desaparecieron sino que aumentaban por horas. Miles de personas tomaron cada tramo de
calle esperando acontecimientos. Se colocaron retratos de Espartero, O'Donnell, Dulce y San
Miguel. Cuando la reina suscribió la proclama redactada por San Miguel, empezaron a
engalanarse las barricadas con retratos de la reina. Se reconstruyó la Milicia Nacional y uno de
sus primeros cometidos fue la custodia del palacio real. La Junta de Salvación negoció con la
Junta del Cuartel del Sur y ofreció varios puestos. Se formó así la Junta Superior de Madrid. Las
tropas estaban en los cuarteles. La Guardia Civil había sido llevada a Villaviciosa de Odón. El
duque de Ahumada fue destituido. La revolución había terminado con un triunfo relativo de las
intenciones de algunos de los revolucionarios.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 102


2. El Bienio Progresista.
Espartero, desde Zaragoza, envió un mensaje a la reina, en términos más claros que
confusos, si bien jugando con la ambigüedad, quería imponer a la reina que el poder emanado
de la revolución era superior a la monarquía. Que, en definitiva, él representaba a la soberanía
nacional y la reina debía someterse. De hecho, Isabel II estuvo cohibida durante los dos años
siguientes. Aceptadas sus propuestas por la corona, Espartero llegó a Madrid.
En la revolución de 1854 salió triunfante el progresismo. Espartero, a su vez, pactó con
O'Donnell, que aceptó la cartera de Guerra. El denominado «Bienio Progresista» fue un régimen
regido por dos caudillos militares: Espartero -al que seguían los progresistas puros- y
O'Donnell, que aglutinaba la «Unión Liberal», nacida de la Vicalvarada y formada por
moderados y progresistas transigentes de signo ecléctico. Se formó así una coalición de
progresistas y liberales unionistas, con preeminencia de los primeros hasta julio de 1856 y
viceversa desde ese mes hasta octubre de 1856.
El primer gobierno estaba formado en su mayoría por progresistas. Dos pesos pesados
del entonces naciente partido «Unión Liberal», eran miembros del gobierno. El propio
O'Donnell como ministro de la Guerra y Juan Francisco Pacheco, ministro de Estado. Ambos,
procedentes del moderantismo puritano, eran ya personajes conocidos en la vida pública
española.
Este gobierno tomó algunas decisiones muy significativas, que marcaban la tendencia
de los próximos dos años. Además de ascender a todos los militares que habían participado en
la revolución y separar de sus cargos a quienes no lo hubieran hecho, reemplazaron las
diputaciones provinciales por aquellos que ejercían el poder en 1843. Fueron cambiados los
principales embajadores y muchos gobernadores civiles. Se convocaban elecciones (tan sólo
para el Congreso) a Cortes Constituyentes. El Ministerio de la Gobernación devolvió a los
periódicos las multas impuestas desde el gobierno de Bravo Murillo. Otra decisión fue la que
tomó el ministro de Gracia y Justicia, mandó una carta a cada uno de los obispos españoles, de
forma suave, les advertía que si ellos o cualquier sacerdote de su diócesis impedían «la libre
emisión del pensamiento» de algún español, actuaría judicialmente contra el clérigo.
Asimismo, el gobierno hizo frente a la situación de la reina madre María Cristina. Sin
la firma de Isabel II, que se negó, la hicieron salir de España. Al exilio se sumaba el embargo de
sus bienes y el anuncio de un juicio político de las Cortes que se preveía condenatorio. La
respuesta de algunos madrileños y parte de las milicias fue salir a la calle para protestar por esta
medida, que les parecía que había sido la de facilitar la huida de María Cristina. Espartero y
O'Donnell, actuaron con contundencia para disolverlos. Se puede decir que terminó la
revolución. A partir de ese momento, los demócratas que habían intervenido en ella se pasaron
a la oposición.
El gobierno presidido por Espartero, entre 1854 y 1856, se reestructuró tres veces. Un
denominador común: la inestabilidad política de los grupos que apoyaban al ejecutivo. La
primera, provocada por una circunstancia política, la cartera de Hacienda pasó de Collado (que
se negaba a poner en práctica la disposición parlamentaria de supresión de los impuestos de
«consumos» que suponían unos 150 millones de reales a la Hacienda) a Juan Sevillano, no la
llevó ni un mes, se la pasó a uno de los personajes más relevantes del Bienio, Pascual Madoz.
Los cambios de diciembre de 1854 y enero de 1855 inclinaban aún más el gobierno
hacia el liberalismo progresista. José Manuel Collado, que se inclinaba hacia O'Donnell, fue
sustituido consecutivamente por dos progresistas: Sevillano y Madoz. En otras palabras,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 103


O'Donnell se quedaba bastante solo en el gabinete, eso sí, con buena parte de los jefes militares
y los regimientos detrás de él.
Los asuntos más importantes a que tuvo que hacer frente este gobierno fueron la
oposición a la ley desamortizadora y los levantamientos carlistas. Los problemas suscitados en
la tramitación de la Ley Madoz en el Congreso fueron de carácter ideológico-religioso. La
mayoría de la opinión pública del país, que entendía como un ataque a la propia religión
cuando Madoz declaró la legitimidad del Estado para nacionalizar y vender los bienes
eclesiásticos sin acuerdo con la Iglesia. Planteó serios problemas con los religiosos y con la
propia Santa Sede, con la que se había firmado un Concordato que regulaba esta materia. El
Ministerio de Hacienda, a cuyo frente estaba Pascual Madoz, entendían que el Estado tenía
derecho sobre los bienes eclesiásticos. Los obispos protestaron, el problema adquirió también
carácter político y llegó a afectar a la propia reina Isabel II. La ley fue votada en Cortes y
aprobada. Faltaba la sanción real, Isabel II se negó a firmarla, algunos ministros estuvieron
intentando convencer a la reina. La situación se estancó un tiempo hasta que Espartero y
O'Donnell fueron al Palacio de Aranjuez, donde la reina los recibió por separado. Después
Isabel II sancionó la ley, pero mostrando su desagrado al contenido.
A pesar de la oposición, la ley se puso enseguida en práctica. La Santa Sede rompió
relaciones diplomáticas y el nuncio abandonó España. Los levantamientos carlistas, en parte
organizados por eclesiásticos, recibieron un impulso tras su aprobación.
Se incorporan nuevos ministros a un gobierno algo más tecnócrata y ligeramente
menos progresista, si bien con semejante base política a los anteriores, debido a la presencia de
Espartero y O'Donnell. Lo más significativo, la ausencia de Madoz, aunque quedó vigente la ley
desamortizadora que llevaron a la práctica sus sucesores. El Ministerio de Hacienda arrastraba
un considerable déficit de caja, fundamentalmente por la ausencia de los ingresos de la antigua
contribución de consumos.
La Santa Sede denunció el Concordato y rompió relaciones. El levantamiento carlista
fue duramente respondido por el ejército a las órdenes de O'Donnell.
Un ataque parlamentario de los demócratas y parte de los progresistas, crítica que se
concentró en O'Donnell, contra quien se presentó un voto de censura que fue derrotado, sólo
ocho diputados votaron a favor de la destitución de O'Donnell, aunque con un gran número de
ausencias entre otras la del propio Espartero. Acusado de abandonar a O'Donnell, se presentó
en el Congreso e hizo una declaración de apoyo a su ministro de Guerra, de la que O'Donnell
salió fortalecido.
La tercera reestructuración del gobierno presidido por Espartero, en 1856, se debió a
un desgaste con dos frentes visibles, una ley que, si bien no introducía el matrimonio civil,
restaba competencias a la Santa Sede en ciertos aspectos como las dispensas. Por otra, se
produjo un motín del destacamento de la Milicia Nacional en el edificio del Congreso. Aunque
fue duramente reprimido, la falta de decisión sobre el tribunal que debería juzgar a los
milicianos fue interpretado como debilidad. O'Donnell sustituyó varios ministros.
Durante la primavera de 1856 el gobierno tenía un grave problema interior: Espartero
y O'Donnell se vigilaban mutuamente y sabían que no podían permanecer unidos por mucho
más tiempo. Uno de los dos tendría que salir del gobierno. Por otra parte, el proceso
revolucionario había generado situaciones que el ejecutivo era incapaz de controlar: la falta de
medios económicos para afrontar las obligaciones del Estado, por ejemplo, en los militares,
funcionarios civiles o pensionistas que no cobraban a su tiempo o que incluso recibían la paga
con un descuento. Otra, la acción de la Milicia Nacional que estaba apoyando motines
provocados por circunstancias diversas. El «motín del pan» 1856, en Valladolid, Medina de

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 104


Rioseco y Palencia fue la gota que colmó el vaso. El gobierno envió a su ministro de
Gobernación, Patricio de la Escosura, a Valladolid a que hiciese un análisis de los
acontecimientos. A su vuelta, llevó un proyecto de ley sobre libertad de imprenta en el que en el
preámbulo aludía a dicho motín y culpaba a los «retrógrados» y al «clero», como causas
profundas. O'Donnell se enfadó y pidió allí mismo el cese de Escosura amenazando con su
dimisión. El presidente de gobierno, Espartero pidió calma y propuso, o bien que continuasen
los dos en el gobierno, o que saliesen ambos. O'Donnell aceptó el órdago.
Se pasó a la reina Isabel II la aceptación de las dos dimisiones. Por primera vez desde
la revolución de julio de 1854, se opuso a los planes y criterio de Espartero. Utilizó su
prerrogativa y decidió aceptar la dimisión de Escosura pero no la de O'Donnell. Todo dentro de
la más estricta legalidad, pero Espartero entendió que se rompía aquel acuerdo por el que se
aceptaba implícitamente que él y no la reina representaba la «voluntad nacional». El que
dimitió, irrevocablemente, fue él, la reina solicitó a O'Donnell que formase un nuevo gobierno.
Espartero después de la revolución de 1868 volvió a tener cierta presencia pública y
fue diputado por Logroño y senador. Pero se puede decir que estuvo retirado de la vida
pública. Murió en su ciudad de adopción (Logroño) en 1879.

La Constitución de 1856.
En agosto de 1854, fueron convocadas elecciones para Cortes Constituyentes con una
sola Cámara. Se escondía la intención de llevar a cabo un profundo cambio de la política liberal,
que Espartero restauró provisionalmente. La obra constituyente fue tarea de todo el Bienio.
A lo largo del siglo XIX, salvo alguna rara excepción. La manipulación a la que se
sometía el proceso en un considerable número de colegios electorales suponía, finalmente, que
quien tenía el Ministerio de Gobernación y organizaba las elecciones era quien ganaba
abrumadoramente las mismas. La de 1854 fue una de ellas. Posiblemente hubiese manipulación
de muchos colegios, pero no hubo una dirección de voto. De hecho, la circular del ministro de
Gobernación a los gobernadores provinciales iba en sentido totalmente contrario: garantizar la
absoluta libertad de voto y la estricta legalidad. Los partidos anteriores, Conservador y
Progresista, estaban prácticamente desarticulados. Un conglomerado de periodistas madrileños
(todas las líneas liberales y demócratas) redactaron y repartieron profusamente un manifiesto
electoral, llamando al voto para quienes se integraban en lo que ellos llamaban «la Unión
Liberal» que no era lo que O'Donnell llamará más tarde el Partido de la Unión Liberal. Quería
asegurar que obtuvieran acta de diputado aquellos que defendían la mayoría de los principios
de la revolución de julio y el trono de Isabel II. El carlismo aún no se había organizado como
partido político pero el Partido Demócrata sí concurrió y con relativo éxito. Se puede decir que,
finalmente, la composición del Congreso fue rara: una mayoría de liberales progresistas sin
disciplina de partido; otros, liberales moderados, que tampoco tenían cohesión ni dirección;
varios neocatólicos; algunos demócratas muy activos y unos pocos carlistas. La situación socio-
profesional de los diputados deja bien clara que la mayoría eran de clases medias.
De presidente de las Cortes, salió elegido el propio Espartero para evitar que lo fuera
Evaristo San Miguel, y tras la renuncia de aquél, fue elegido presidente Pascual Madoz, fue
relevado por Facundo Infante, un progresista.
Los grupos políticos representados en el Congreso dejaron su impronta en los
discursos parlamentarios o en las propias leyes. Aunque se manifestaron con dureza y
considerable discrepancia, las diferencias entre demócratas y progresistas por un lado y
unionistas y conservadores por otro serán mucho mayores hasta julio de 1856, cuando las
opiniones de estos grupos se enconaron y distanciaron.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 105


El liberalismo progresista, cuya cabeza era Espartero pero que tenía otros líderes
potenciales como Olózaga y el propio Evaristo San Miguel, se había escorado hacia la izquierda
después de la revolución de 1854. La supremacía de la soberanía popular, representada por el
Congreso, sobre la corona, era su dogma, sus consecuencias: la Constitución debía ser coherente
con esta idea y que, por tanto, no podían gobernar con la de 1845; y restablecer la Milicia
Nacional, brazo civil armado del progresismo para defender o imponer su doctrina.
La Unión Liberal nació al calor de la Revolución de 1854 pero, en realidad, no se
fraguó hasta la derrota de ésta a manos del propio O'Donnell en julio de 1856. El dar el triunfo a
una revolución progresista y gobernar con ella implicaba la posibilidad de ejercer un papel
moderador en asuntos como la defensa de la corona, pero exigía un esfuerzo a políticos activos
que quisieran colaborar desde el Parlamento, el gobierno, las diputaciones, los ayuntamientos,
la prensa y los demás foros de opinión y debate en una nueva política más liberal que la que
habían llevado a cabo los moderados y menos que la de los progresistas. Era ocupar un centro
político al que podían sumarse personas templadas procedentes de ambos partidos. Así lo
hicieron un grupo de personajes liderados por Leopoldo O'Donnell, destacaban los antiguos
moderados puritanos. Hubo parte de los progresistas que se unieron a esta idea. Los
conservadores y moderados que había en estas Cortes tendieron a integrarse con O'Donnell,
agruparse y, ya a finales de la legislatura, lo intentaron con el nombre de «Centro
Parlamentario» o «Unión Liberal».
La derecha estaba representada por los neocatólicos y algunos carlistas. A la izquierda
del gobierno se encontraban los demócratas, minoría que pedía el sufragio universal. A ella
pertenecían, entre otros, Cristino Martos y Castelar.
La aplicación del liberalismo se constató en las cerca de 200 leyes del Bienio. Entre las
más decisivas, la Ley General Desamortizadora, que incluyó los bienes de los eclesiásticos, los
pueblos, la beneficencia y la instrucción pública, lo que dio lugar a la oposición de colectivistas
y de eclesiásticos; las reformas legales de la administración local y provincial, asimismo, son
decisivas las leyes que consagraban la libertad de movimientos con la desaparición del
pasaporte interno y la permisividad de emigración.
La Comisión de Constitución presentó su primer proyecto en diciembre de 1854. La
Constitución de 1856 tuvo una discusión larga y densa, se plantearon posturas completamente
distintas en aspectos delicados como la monarquía, la dinastía borbónica, la libertad religiosa,
etc. Plasmó la ideología del progresismo, aunque nunca estuviese vigente, acepta la soberanía
popular, con restricciones a la autoridad real y la forma electiva del Senado, se recogen las
antiguas reivindicaciones progresistas (jurados para los delitos de opinión, Milicia Nacional,
elección directa de alcaldes por los vecinos de cada municipio, libertad de imprenta).
Indudablemente, es una Constitución con un mayor grado democrático que las anteriores, si
bien no constituye una norma de convivencia política, de consenso. La mejor prueba es su falta
de vigencia. Cuando, ya votada, se suscitó si la Constitución debía entrar inmediatamente en
vigor, un sector mantuvo que debía suspenderse su promulgación, otro defendía que el país
necesitaba con urgencia un marco legal claro y debía entrar cuanto antes en vigor. Si la
Constitución se hacía ley efectiva, habría que convocar elecciones. Además terminaría con el
mandato de muchos diputados. Estaba claro que antes había que elaborar y votar algunas leyes
decisivas, como la electoral.
El asunto de la contribución de consumos demostró que no había mayoría
parlamentaria, ni grupos políticos parlamentarios con dirección y que, desde luego, no existía
una armonía entre el legislativo y el ejecutivo, ni cohesión entre ambos. El motín para protestar
por las quintas, suscitado en Valencia, pareció aglutinar a los parlamentarios a favor del

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 106


gobierno. El motín del pan de julio del mismo año en Valladolid, Medina de Rioseco y Palencia
y sus consecuencias vinieron a disipar tal idea. Finalmente, el 18 de julio de 1856, O'Donnell
rodeó militarmente el Congreso y disolvió a los parlamentarios reunidos allí para informar
negativamente sobre el nuevo gobierno que él presidía.

La oposición: demócratas, neocatólicos, carlistas.


Los restos carlistas, que tendían a ir desapareciendo en 1854, se recuperaron
súbitamente y con cierta fuerza ante la acción revolucionaria. El manifiesto del conde de
Montemolín, sucesor dinástico de don Carlos, llamaba, como pretendiente a la corona, a los
carlistas y a quiénes quisieran seguirle. La defensa de aspectos relacionados con el poder de la
corona y las ideas «católicas» provocaron que se sacara la boina roja de los armarios de
bastantes casas de la franja noreste de España y, menos, en Castilla la Vieja. En el resto de
España hubo grupos diseminados o individualidades que, de una u-otra manera, apoyaron el
levantamiento. Parte de la sociedad, en un número menor que en la década de 1830, veía en el
carlismo una solución. En ocasiones fueron los sacerdotes, carlistas antiguos o nuevos, quienes
organizaron grupos guerrilleros.
En 1855 los carlistas levantaron partidas en Castilla, Santander, Aragón, el Maestrazgo
y Cataluña, reproduciendo parte de la geografía de su apoyo en los años treinta. Aunque
O'Donnell envió fuerzas para reprimirlos, lo que hicieron con dureza, los focos no fueron
sofocadas hasta 1856. Podríamos hablar de la tercera guerra carlista.
En agosto de 1854, el gobierno decidió facilitar la salida del palacio de la reina madre
María Cristina, a la que se le puso escolta hasta su llegada a Portugal, se le dio forma de
extrañamiento y exilio. Los demócratas y los grupos de Milicias controlados por ellos
entendieron que habían sido traicionados por Espartero y O'Donnell, que habían ayudado a
huir a María Cristina. Hubo manifestaciones callejeras, los gritos que se escuchaban no sólo eran
contra la reina madre sino contra Espartero y O'Donnell. Las fuerzas de seguridad terminaron
con esta manifestación. Los demócratas comenzaron una oposición al gobierno, tanto en el
frente parlamentario como en la calle y surgieron las primeras reuniones de los parlamentarios
demócratas fuera del Congreso.
Otro acto de insubordinación de la Milicia alentado por los demócratas tuvo lugar en
enero de 1856, con motivo de una petición a las Cortes del Ayuntamiento de Zaragoza a la que
siguió un motín de la Guardia Nacional encargada de custodiar el edificio del Congreso. Fue
reprimido con energía.
La Milicia Nacional, en el motín de Valencia, apareció ante la opinión pública como la
gran derrotada. El motín parece que tuvo su causa inicial por la protesta del sistema de quintas.
A este motivo se fueron sumando otros y la violencia generó más violencia. La imposibilidad de
reprimir el motín con los propios medios de la Guardia Civil y el Ejército en Valencia y
alrededores impulsó al gobierno a mandar tropas que derrotaron a los amotinados y desarmó a
la Milicia Nacional.
La vinculación entre el naciente Partido Demócrata y el incipiente movimiento obrero
ha sido puesta de manifiesto muchas veces. Asimismo, los demócratas apoyaron alguno de los
motines de «subsistencias». La eufemísticamente denominada cuestión de las «subsistencias»,
escondía frecuentemente un problema de hambre y miseria. Después de la revolución de 1854,
se generó la ilusión de que la mayoría de los hambrientos comerían y que la justicia, fiscal y
penal, llegaría a todos por igual. El comienzo del verano, es el peor momento en cuanto a la
escasez de productos de primera necesidad y al aumento de precios que esa escasez produce.
En el caso español del Bienio, además, se sumó que la guerra de Crimea provocó el aumento de

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 107


las exportaciones a los países contendientes y la correspondiente disminución de las reservas en
los almacenes y la carestía en España, se sumó la difusión de la primera oleada del cólera.
Estas causas, en grado diverso, provocaron ya desde 1854 acciones de grupos armados
o motines. Los motines se dieron desde 1854 en Badajoz, Burgos, Málaga o Madrid, entre otras
localidades. En 1855, en Zaragoza, cuyo motivo fue el encarecimiento del pan y los productos
de primera necesidad, al tiempo que se cargaban en el Ebro barcazas de trigo destinado a la
exportación.
El motín de Valladolid, Medina de Rioseco y Palencia de 1856 tuvo consecuencias
mayores, tanto por la tensión que creó dentro del gobierno, como por los que tuvieron lugar en
el Congreso, entre ambas instituciones, en la prensa y en la calle. No sólo fueron terribles los
acontecimientos sino los casi doscientos ajusticiados, la represión fue ejemplar. El
encarecimiento del precio del pan provocó una pelea entre varias amas de casa con la
vendedora de un puesto del mercado. Desde el mercado se formó un grupo de amotinados. La
existencia de grandes almacenes de trigo y harina, preparados para ser exportados a los países
combatientes en la guerra de Crimea, resultaba hiriente para los hambrientos, muy fáciles de
movilizar. Se quemaron los almacenes y otros grupos se dirigieron a las casas de algunos
políticos y los denominados harineros, los comerciantes de grano. Algunos especuladores se
habían enriquecido de manera llamativa, los líderes del motín fueron dirigiendo los incendios
de unos cuantos palacetes y fábricas de harinas de aquellos a quienes habían señalado como
causantes de todos los males. Los hechos se repitieron en Rioseco y Palencia. La guarnición de
Valladolid y el capitán general de Castilla terminaron con el motín. Además de los muertos, los
fusilamientos que le siguieron hicieron estremecer a la opinión pública española.
La consecuencia inmediata fue no sólo la caída del gobierno de Espartero, sino la
marcha atrás en el proceso revolucionario iniciado en julio de 1854.
El periodo comprendido entre 1856 y 1868 estuvo protagonizado por figuras políticas
que aglutinaron grupos de personas más que por partidos políticos, los principales líderes son
más militares que civiles: Narváez y O'Donnell. Espartero tuvo un papel declinante en el
Partido Progresista, cuyo mando efectivo se disputarían un civil, Olózaga, y un general, Prim.
El poder de O'Donnell y de la Unión Liberal atrajo a bastantes personajes que nunca
llegaron a cohesionarse en el partido: eran una clientela en el sentido clásico. Debilitaron y
fraccionaron a moderados y progresistas. O'Donnell atraía la simpatía de la mayoría de los jefes
del ejército. Este prestigio se reafirmó en las campañas de África. La opinión pública de la
mayoría de las ciudades y centros semiurbanos veía además en el la personificación del freno a
la revolución, la garantía de sus propiedades, la tranquilidad en la calle y en el campo.
En los gobiernos, hay un fondo común: su pertenencia al Partido Moderado y a la
Unión Liberal. La acción de los partidos fue relativamente escasa, desde la derrota de la
revolución de 1854, los progresistas no ocuparon ningún cargo ministerial. Sólo la Unión
Liberal y los moderados (apoyados por los neocatólicos), lograron el gobierno de la nación, del
que se sintieron excluidos los «progresistas puros» (aunque participaban del poder local).
El gobierno estuvo solamente en manos de los liberales conservadores, fomentó entre
ellos la tensión propia del poder, porque sabían que una buena oposición podía hacer que la
reina removiera del gobierno. Dentro del sistema, los grupos o los políticos de carácter
moderado, neocatólico o unionista mantenía la esperanza de gobernar.
Los progresistas compartían muchos aspectos del sistema, en cuanto eran liberales y
tuvieron cierto poder en ayuntamientos, diputaciones y participaron el sistema. Confiaban en
que algún día podrían volver a gobernar, aunque difícilmente llegarían con el control del

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 108


sistema electoral por los liberales conservadores, y menos aún con el arbitraje de la reina Isabel
II.
El indiscutible líder del progresismo entre 1839 y 1856, el general Espartero, adoptó
una posición menos combativa. El liderazgo político lo asumió Olózaga. La imagen de fuerza
militar, el general Prim.
Los progresistas formaban parte del sistema, aunque no fueran llamados a formar
gobierno. Los demócratas y carlistas estaban en cambio fuera del sistema, dispuestos
permanentemente a utilizar las armas y la violencia para asaltar el poder.
Los demócratas formaban un partido de escasos militantes pero con mucho peso
específico, casi todos republicanos. Su pretensión era aglutinar todas las fuerzas antidinásticas y
trataron de atraerse a los progresistas. Los demócratas surgieron del ala izquierda del
progresismo y cristalizó en el Partido Demócrata en 1849, su base era doble:
1. Los dirigentes, casi en su totalidad clases medias, eran profesionales liberales.
Movidos muchas veces por ideas, adoptaban comportamientos poco eficaces.
2. Las clases populares en las que empieza a percibirse el problema social.

Los «demócratas» propugnaban el sufragio universal y los derechos del hombre,


muchos de ellos planteaban el federalismo, todos una república. Muchos tenían doctrinas
próximas al socialismo e intentaban atraerse al naciente movimiento obrero español.

3. El gobierno de O'Donnell en 1856: la revolución de 1854 al revés.


El gobierno y el Parlamento se escindieron con motivo del análisis de las causas del
«motín del pan» y la durísima represión. O'Donnell y la reina forzaron la dimisión de Espartero.
La reina encargó a O'Donnell formar un nuevo gobierno.
La reacción no se hizo esperar. Los progresistas, en parte, y los demócratas, se
sintieron traicionados. Ahora no contaban con las tropas militares, pero sí tenían un nuevo
cuerpo armado: la Milicia Nacional. Algunos ayuntamientos pidieron a la Milicia Nacional que
ocupase los lugares estratégicos. El Congreso estaba cerrado por vacaciones veraniegas. Sin
embargo un tercio de los parlamentarios, se reunieron de modo informal en el Palacio de las
Cortes, decidieron redactar un acuerdo en el que hacían constar que el nuevo gobierno
presidido por O'Donnell no contaba con la confianza de esa reunión parlamentaria.
Mientras, O'Donnell reunió un ejército que tomaron posiciones en diversos lugares de
Madrid. Empezaron las refriegas con la Milicia Nacional, fueron cuatro días de lucha.
Cuando la comisión de parlamentarios se disponía a ir al palacio real a entregar su
acuerdo a la reina, O'Donnell les dijo que no les reconocía legalmente y, por tanto, les impedía
su propósito con un destacamento.
El general O'Donnell, al frente del ejército regular, tanto en las Cortes, como en la calle,
se convertía en el restaurador del régimen que destruyera entonces: el moderado de la
Constitución de 1845, si bien mantuvo muchos de los avances de la revolución.
La primera disposición del nuevo gobierno fue reorganizar las diputaciones y
ayuntamientos conforme a la composición anterior a 1854, le siguió, la disolución de la Milicia
Nacional. La reina liquidó la existencia legal de las Constituyentes. Otro decreto restablecía la
Constitución de 1845, a la que acompañaba un acta adicional que incluía fórmulas

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 109


transaccionales, como el nombramiento de alcaldes por la corona sólo en las poblaciones de más
de 40.000 habitantes, al tiempo una cierta preocupación por conservar los jurados para los
delitos de imprenta y la permanencia de las Cortes durante un mínimo de cuatro meses.
El gobierno presidido por O'Donnell paralizó la desamortización de bienes del clero
secular. Pero, eso no significaba terminar con la desamortización,. Se produjo un parón en la
subasta hasta que se llegó a un «convenio»con la Iglesia, otro real decreto suspendió la
ejecución del resto de la Ley Madoz, que se reanudaría años más tarde con modificaciones.

LA HEGEMONÍA DE UNIÓN LIBERAL, 1856-1863

1. El Bienio moderado (1856-1858).


1.1 El retorno de Narváez y la vuelta a la situación anterior a 1854.
1.2 La labor legislativa de los moderados: la Ley de Instrucción Pública, la Ley de Imprenta.
2. La Unión Liberal (1858-1863)
2.1. La conciliación de libertad y orden
2.2. La política económica.
2.3. La política exterior de la Unión Liberal: África y la intervención en Ultramar.

1. El Bienio Moderado, 1856-1858


En muchos aspectos fue una continuación de la Década Moderada. Completó el
proceso restaurador del régimen con algunas reformas que limitaban el poder de las cámaras,
derogó el acta adicional y restableció la Ley de Ayuntamientos, en noviembre la de Imprenta y
se convocaron elecciones.
A comienzos de octubre de 1856, O'Donnell y la reina se encontraban en una situación
difícil. El primero había terminado militarmente con unas Cortes Constituyentes. Decretó el
restablecimiento de la Constitución de 1845, y, además, modificó dicha Constitución sin esperar
a que unas nuevas Cortes decidieran.
Los demócratas y los progresistas se sentían traicionados y esperaban a mejor ocasión.
Los moderados se encontraban en oposición a O'Donnell, pero aceptaban su tutela militar.
La reina decidió cambiar de gobierno con personas que no hubieran intervenido en el
Bienio. Para ello llamó a Narváez, líder del moderantismo, que aún conservaba buena parte de
su prestigio, quien llamó a antiguos conocidos suyos, casi todos habían sido ministros en la
Década Moderada.
Un gobierno de apenas un año en las elecciones le dieron una mayoría moderada, se
alcanzó un acuerdo para aprobar la ley de bases sobre enseñanza. Una suerte muy distinta fue
la «Ley de Imprenta», se fortalecía el principio de autoridad y se disminuía el de libertad de
expresión.
Al gobierno Narváez siguieron dos cortos gabinetes también moderados, a finales de
junio de 1858 la reina se decidió por llamar de nuevo a O'Donnell para presidir un gobierno.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 110


2. La Unión Liberal, 1858-1863.
El gobierno más prolongado de todo el reinado de Isabel II, logró una duración récord
de cuatro años y ocho meses.
El gobierno fue estable hasta enero de 1863. Las elecciones fueron convocadas por el
propio O'Donnell logró una mayoría absoluta que siempre le fue sumisa. Eso y la habilidad de
la Unión Liberal, explican la estabilidad del gobierno. Su política se desenvolvió sin excesivas
dificultades, favorecida por el éxito de la guerra en Marruecos, la expansión económica y una
relativa paz social. El desembarco del sucesor del carlismo, Carlos de Borbón, y su posterior
apresamiento, supuso el adormecimiento del problema carlista.
El objetivo político de este periodo fue el intento de conciliar libertad y orden.. Sus
años de gobierno fueron de paz sólo alterada por escasos sucesos violentos y aislados .
Habitualmente se suele presentar el gobierno largo de la Unión Liberal como una
sucesión de guerras exteriores: Marruecos, Santo Domingo, Méjico, Perú y la Conchinchina, la
intervención española en la cuestión romana, el iberismo o intento de unidad con Portugal y la
colonización de las Islas de Fernando Poo. La proyección del país en el exterior y la imagen que
creó de una nación capaz fueron muy bien aprovechadas por O'Donnell y por la corona para
mantenerse en el poder. La reina concedió a O'Donnell el título de duque de Tetuán al
conquistar dicha plaza. A su vuelta, entró victorioso. Madrid le recibió con apoteosis. Fue una
guerra de prestigio que tuvo éxito. Sin embargo, el fracaso de la intervención en México o la
difícil explicación de la situación de España en la Conchinchina son algunas de las razones del
desgaste gubernamental, que llevó a su dimisión en 1863.
Respecto a la desamortización que fue suspendida por el propio O'Donnell. la volvió a
poner en vigencia pero excluyendo del ámbito de la misma los bienes de carácter eclesiástico.
Al tiempo, reconocía la capacidad que tenía la Iglesia de adquirir, retener y
usufructuar bienes. Se promulgó una ley por la que los bienes eclesiásticos adquiridos antes de
abril de 1860, que no estuvieran exceptuados, «continuarían enajenándose de acuerdo con la ley
de Madoz». El Estado entregaría a la Iglesia inscripciones intransferibles de la Deuda por valor
de los bienes enajenados. De hecho, los bienes de origen eclesiástico desamortizables se habían
vendido casi en su totalidad. Desde el punto de vista legal, el gobierno largo procedió a
completar la uniformidad jurídica.
En 1863, O'Donnell, remodeló el gabinete, aviso del cansancio de un gobierno que
durará muy poco. La política exterior ya empezaba a cansar, era sumamente cara. Ese gasto
indefinido no era fácil de soportar, con políticas dudosamente eficaces como (Méjico,
Conchinchina y Santo Domingo). La oposición moderada presionó forzando la dimisión del
gobierno.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 111


EL FINAL DEL REINADO DE ISABEL II
1. El agotamiento del sistema
1.1. Las fuerzas políticas
1.2. Ensayos de Isabel II para mantenerse 1863-1865
1.3. Resistencia al proceso revolucionario 1866-1868

1. Las fuerzas políticas


Los moderados y unionistas eran prácticamente las mismas personas del periodo
anterior, pero más ancianos, con menos ilusiones y menos dispuestos a poner en práctica el
liberalismo. Además había algunas figuras políticas, desgajadas del Partido Moderado, con un
papel de independientes en apariencia. A la derecha de los conservadores, pequeños grupos
que se relacionaban bien con los conservadores, bien con los carlistas. Los denominados
«neocatólicos» se alejaron de la reina, a la que acusaban de haber «vendido» al Papa de Roma
por el apoyo de los militares que seguían a O'Donnell. Estaba surgiendo un nuevo tipo
tradicionalista, que aceptaba el juego parlamentario, pero dispuesto a la acción armada cuando
conviniese. Su líder parlamentario fue Cándido Nocedal.
En los progresistas fue determinante el denominado retraimiento: no presentarse ni
participar en las elecciones, pero no desperdiciar todo lo que el sistema les pudiera dar. Los
demócratas y progresistas puros se retrajeron de la vida parlamentaria, volvían a optar por el
pronunciamiento y el motín como medio para obtener el poder. Prim sería el encargado de
ponerlo en práctica. El programa del partido progresista: ejercer los derechos individuales con
seguridad personal; economía en el gasto público; mejora del sistema tributario; supresión de
los impuestos de consumos; reforma «liberal» de los aranceles, descentralización que diera
poder a los municipios y provincias; modificación de la ley de reemplazos, «revisión en sentido
liberal de las ordenanzas militares»; moralización de la administración; juicio por jurados;
aumento del número de votantes, incluyendo a todos los que pagaran impuestos; libertad de
prensa; inviolabilidad de la conciencia; secularización de la enseñanza pública; derecho de
reunión y asociación, y «una monarquía constitucional». Programa que Prim planteó en los
comienzos de la revolución, en enero de 1866.
Respecto al Partido Demócrata, su actuación creció en capacidad de penetración en los
medios periodísticos de Madrid y provincias y aun militares. Su presencia, minoritaria en
número, se hacía sentir por la influencia que representaba. Propugnaban el sufragio universal y
los derechos individuales; casi todos, la república; muchos de ellos, el federalismo; algunos, el
denominado genéricamente socialismo.

2. Los ensayos de Isabel. Para mantenerse, 1863-1865


A partir de 1863, con la dimisión de O'Donnell, la situación se complicó. La reina no
quería nuevas elecciones y tampoco un gobierno de los unionistas, que habían conseguido
mayoría absoluta. Necesitaba un gobierno de transición, aceptó el gobierno constituido Manuel
Pando, marqués de Miraflores, de una cierta neutralidad y libertad de espíritu y criterio, a pesar
de su filiación moderada. El nuevo gobierno era un grupo de personas bastante cualificadas, de
carácter conservador pero sin una adscripción marcada, lo que les permitió una actitud
conciliadora.
Miraflores sólo contó con el apoyo relativo y durante un tiempo de los moderados, su
gobierno duró más de un año. En parte porque convocó elecciones. Es decir, evitó la oposición
primero con la disolución y luego intentando fabricarse una mayoría. Los progresistas decidían

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 112


abstenerse de presentarse a las elecciones, debido al veto a determinados candidatos y la
indicación de cómo se debería favorecer a los conservadores además la prohibición para
reunirse durante la campaña electoral a quienes no fuesen electores del distrito (enviadas estas
resoluciones en 2 circulares).
Las elecciones dieron puestos a algunos de los amigos de los ministros del marqués de
Miraflores. La mayoría, sin embargo, la formaban moderados y unionistas, seguidores de
Narváez y O'Donnell. Los moderados y unionistas presionaron para que Miraflores dejase el
poder y la reina llamara a Narváez u O'Donnell. No se dio ninguna de las dos opciones. Sin
embargo el marqués de Miraflores pudo comprobar que el nuevo Congreso de Diputados no le
apoyaba y presentó la dimisión.
La reina llamó al experimentado Arrazola a formar un breve gobierno, casi todos los
miembros del gobierno habían formado parte de antiguos gobiernos del partido moderado. Su
intención era disolver las Cortes para intentar una mayoría moderada, a lo que Isabel II no
accedió. En consecuencia, Arrazola perdió la confianza regia.
Posteriormente se ensayó un gobierno de coalición presidido por Alejandro Mon. La
novedad es que este gobierno fue negociado por dos jefes de partidos políticos con objeto de
beneficiarse de una mayoría parlamentaria común y ante la ausencia de una verdadera
oposición, al no haber concurrido a las elecciones ni progresistas ni demócratas.
Los dos grupos de este gobierno se vigilaron mutuamente, sin verdadera colaboración
en el Parlamento. O'Donnell dio orden a sus ministros de que dimitieran, comunicaba a la reina
que prefería un gobierno plenamente unionista o plenamente moderado. Explicó su programa
y la reina le planteó la decisión de la vuelta de María Cristina a Madrid. Isabel II pidió a
Narváez que formase gabinete. O'Donnell se sintió decepcionado.
Narváez tuvo unos primeros meses de considerable apertura. Concedió amnistía para
todos los delitos de opinión y prensa desde 1857 y los militares desterrados fueron perdonados.
Su intención era atraerse a los progresistas y conseguir que salieran de su retraimiento.
Su gobierno estaba compuesto por moderados veteranos. Disolvió las Cortes y convocó
elecciones. Los progresistas siguieron en su retraimiento y se acercaron al Partido Demócrata.
Espartero dimitió como presidente del partido, cargo meramente simbólico.
A finales de 1864 el gobierno de Narváez tomó la decisión de que España se retirase de
Santo Domingo, sangría humana y económica, imposible de mantener. La reina Isabel II se
resistía y el gobierno dimitió. Aunque no llegó a tomar posesión, la reina pidió a Istúriz que
formase otro gobierno. La lista de ministros formada casi por completo de miembros de Unión
Liberal. La reina no aceptó este nuevo gobierno y decidió que continuase el anterior de
Narváez, aceptando la retirada de Santo Domingo.
La situación política se modificó con el comienzo del año 1865. El ministro de Hacienda,
propuso una contribución especial de 600 millones de reales. Se trataba de un empréstito que
debían suscribir quienes pagasen una contribución anual de cuarenta reales o más. La
resistencia fue generalizada y Narváez ceso al titular de Hacienda y nombró a Castro que
propuso una desamortización de propiedades del Estado, para conseguir el dinero en lugar del
«reparto forzoso». La reina cedió una cuarta parte del patrimonio de la corona con la misma
finalidad, el clima político de comienzos de 1865, se convirtió en una bomba. Narváez pidió la
expulsión de Castelar de su cátedra de Historia de la Universidad madrileña. Los hechos
provocaron el enfrentamiento armado de la noche de San Daniel en el que participaron
estudiantes y otros grupos ajenos a la universidad, murieron nueve personas y cerca de 200
fueron heridos.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 113


Como consecuencia dimitieron algunos ministros. Después de la noche de San Daniel, se
produjo un giro autoritario. La reina no sólo no hizo dimitir a Narváez sino que le agradeció su
defensa.
La preparación de un levantamiento abortado en Valencia, Aranjuez y Pamplona,
dirigido desde Madrid por el General Prim, se puede considerar un antecedente del proceso
revolucionario.
O'Donnell, que lo sabía, decidió ausentarse de España y comunicárselo a Isabel II. La
reina le pidió que se quedase en Madrid por si su actuación era necesaria y porque mientras él
la defendiese se sentía segura en el trono, temía que los generales unionistas interpretasen que
O'Donnell la abandonaba. La reina dejó claro que necesitaba a O'Donnell. Narváez y su
gabinete se sintieron ofendidos y las relaciones entre el gobierno y la reina se enrarecieron y el
gobierno dimitió.
O'Donnell volvió a ser presidente del Consejo y su gobierno duró algo más de un año y
tuvo dos fases muy diferentes. Una donde intentó un giro liberal y de atracción de las fuerzas a
su izquierda. En la segunda llevó a cabo una política defensiva y de reacción contra los
progresistas.
O'Donnell puso a la reina varias condiciones: la expulsión del palacio y de Madrid de su
confesor Antonio María Claret y de sor Patrocinio. Aceptar el reconocimiento del reino de Italia,
lo que implicaba la falta de apoyo a los Estados Pontificios. Todo ello lo aceptó.
Prueba del agotamiento del sistema era que los gobiernos se repetían casi en su
totalidad. La primera medida del gobierno de O'Donnell fue el intento de atraerse a los
progresistas con una nueva ley electoral, la ampliación de la libertad de imprenta y el
reconocimiento del reino de Italia. A los pocos días, se suspendieron las sesiones de las Cortes,
disueltas y vueltas a abrir, tras las elecciones.
Los progresistas se dividieron respecto al nuevo gobierno. Un sector se sintió
traicionado por O'Donnell. Los unionistas mantuvieron el papel de oposición a los moderados
pero con lealtad a la corona. Pero al tiempo O'Donnell había aceptado que ellos también se
retraerían de las elecciones si Narváez continuaba por el mismo camino. Otros, entre los que
destacaban Prim y Madoz, aprobaron el programa del gobierno y deseaban volver a presentarse
a las elecciones. De esa manera, también Prim, en vez de ser vigilado por su colaboración en los
preparativos de levantamiento en Valencia y otras plazas, fue protegido por O'Donnell. En
noviembre, un manifiesto del Comité Central Progresista afirmó no saldrían del retraimiento,
aunque aceptó que «la nueva ley electoral era un avance. El resultado final es que los
progresistas no tomaron parte en la campaña electoral, ni se presentaron como candidatos a las
Cortes. Sin embargo, sí participaron en las elecciones municipales.

2. Gobernar es resistir…al proceso revolucionario 1866-1868


La evolución del régimen isabelino pone de manifiesto cómo el temor a perder el poder
llevó a la corona a reducir el número de apoyos, aumentando la oposición contra el régimen en
sectores cada vez más numerosos.
Las Cortes se abrieron en diciembre de 1865. O'Donnell tuvo que hacer frente al
pronunciamiento del general Prim (enero de 1866) que resultó una derrota política para
O'Donnell y rompía la creencia de que mientras O'Donnell fuera presidente, la monarquía
estaba libre de golpes de Estado. Por otra parte, los progresistas no se sumaban al nuevo
sistema electoral sino que se sumaban a la revolución armada. Pero la falta de preparación
militar y la precipitación del levantamiento lo hizo fracasar. O'Donnell sabía que en esas

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 114


condiciones no podría triunfar. Prim se refugió en Portugal desde donde publicó un manifiesto,
la revolución estaba lanzada.
La política gubernamental siguiente se denominaba la «resistencia»: el empleo de la
fuerza frente a la revolución y el recorte de las «armas» ideológicas de los progresistas y
demócratas suspendiendo libertades constitucionales. Exigencia de lealtades inquebrantables a
todos los funcionarios y políticos. Represalias o amenazas a quienes disintieran. El mínimo de
liberalismo, se trataba de frenar una revolución. El apoyo parlamentario fue casi unánime. Se
aprobó la autorización para procesar a Prim (exiliado) y la declaración del estado de sitio. Se
congelaban las garantías de los ciudadanos, proyectos de ley para restringir los derechos de
asociación y libertad de expresión.
En los primeros meses de 1866, los juramentados intentaron crear un clima
revolucionario en las guarniciones, los demócratas organizaban juntas revolucionarias y
movilizaban a sus partidarios civiles. Las leyes represivas ampliaron el número de los que se
iban relacionando con los grupos revolucionarios, a través las cenas políticas, donde apenas una
decena de progresistas y demócratas era capaz de formar un grupo revolucionario.
El levantamiento más importante de la revolución antes de su triunfo dos años más
tarde (1868) tuvo su centro en el cuartel de San Gil (junio de 1866). Los sublevados salieron por
las calles de Madrid e intentaron atraerse los restantes cuarteles, elementos populares
levantaban barricadas. La mayoría de los más importantes generales salieron en defensa de la
reina. El propio Narváez fue herido y trasladado al palacio real. Las operaciones de los
sublevados en Madrid estuvieron mal dirigidas y se unieron pocos regimientos, el golpe fracasó
militarmente. Políticamente fue un paso más del proceso revolucionario. La realidad es que a
los pocos días, los que apoyaban la revolución eran muchos más que antes a pesar de que
O'Donnell ordenó ejecuciones sumarísimas de los responsables.
O'Donnell pidió al Congreso y al Senado poderes muy amplios para combatir la
revolución. Se suspendieron todas las garantías constitucionales y se amplió la capacidad de
decisión del poder ejecutivo en todos los órdenes. El primero, la represión del golpe de Estado.
Hubo intentos para un nuevo gobierno de coalición entre unionistas y moderados, la
reina dejó de creer que O'Donnell daba seguridad. La desconfianza entre O'Donnell y la reina
condujo a la dimisión de éste y a la formación de un nuevo gobierno de Narváez.
El nuevo gobierno, no sólo no consiguió acercar a los progresistas, sino que llevó al
alejamiento de los unionistas. Pocos días antes, estas mismas Cortes habían aceptado el estado
de sitio en toda España, lo que implicaba la supresión de las libertades y garantías para los
ciudadanos.

3. El Pacto de Ostende. Hacia la Revolución


En agosto de 1866 se reunieron demócratas y progresistas y llegaron al pacto de
Ostende, por el que se comprometían a derrocar a Isabel II, tras lo que se elegiría por sufragio
universal masculino una Asamblea constituyente que decidiría sobre la forma de gobierno
monárquica o republicana.
En diciembre de 1866, Narváez se decidió a disolver las Cortes. Al mismo tiempo llegó
una información reservada a los presidentes del Congreso y Senado de que una nueva camarilla
de la reina le aconsejaba terminar con el sistema liberal. Ambos presidentes expusieron a la
reina sus temores y pidieron que se reuniesen las Cortes. Pocos senadores y diputados pudieron
hacerlo porque Narváez, que calificó de revolucionario este procedimiento, mandó al ejército a
cerrar las puertas del Congreso. Serrano y Ríos Rosas fueron encarcelados y enviados a Baleares
y a Canarias. Fuera del Congreso 121 diputados elaboraron un nuevo documento a la reina en el

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 115


que protestaban y pedían la vuelta al liberalismo pleno. También fueron perseguidos los
parlamentarios que habían firmado el escrito.
Los sucesos provocados por la toma militar de las Cortes favorecieron la incorporación
de los unionistas a la coalición revolucionaria. O'Donnell, que se había exiliado, no autorizó el
trasvase, pero otros de sus seguidores, como el general Serrano, estaban decididos a
incorporarse a la conspiración, su encarcelamiento significaba la consideración de Serrano como
enemigo de Narváez y de la propia persona de la reina y él actuó como tal. Un férreo control de
la prensa y una persecución policial de sospechosos, muchos de ellos detenidos sin garantías u
obligados a vivir fuera de sus ciudades, incluida una leva de «vagos» que fueron enviados a
Fernando Poo y a las Filipinas.
Se puede interpretar que la revolución de 1854 es una versión diferida de la europea de
1848, pero el proceso revolucionario de 1866-1868 en España es puramente de carácter
endógeno y su respuesta fuera de las corrientes de época.
En enero de 1867, la denominada Junta Revolucionaria de Madrid lanzó una proclama
en la que anuncia claramente su objetivo: «la expulsión definitiva, completa y perpetua de la
familia Borbón».
Después de las elecciones se constituyeron en marzo de 1867 las nuevas Cortes. La
oposición la constituía, por la derecha, un grupo de neocatólicos-carlistas. Por la «izquierda»,
algunos miembros de la Unión Liberal e incluso varios moderados. Los primeros, muy
vinculados a grupos clericales, seguían excitados por el reconocimiento del reino de Italia. Los
segundos representaban el mínimo de disidencia y el respeto por el liberalismo.
El gobierno siguió su implacable persecución de todo lo que no fuera adhesión
inquebrantable. Pidió una ley que legalizara todas las disposiciones, decretos y actos
legislativos en asuntos normalmente vinculados con la represión o control de los
ayuntamientos. Se aprobó casi unánime.
A todos estos sucesos políticos se sumaron las acusaciones contra la reina por sus
posibles relaciones sentimentales con Carlos Marfori, resultaba muy irritante para la opinión
pública.
La disidencia que el gobierno perseguía se daba en su propio seno. Se iban cerrando
puertas y la situación de Narváez y la reina cada día se hacía más asfixiante. Las fuerzas civiles
y militares que iniciaron la revolución en enero de 1866 seguían organizadas, tanto en Francia
como en el interior de muchos regimientos. Una reunión en Bruselas, julio de 1867, entre
representantes de los partidos antidinásticos (Progresista y Demócrata), acordó proseguir la
revolución con dos objetivos inmediatos: provocar la caída de los Borbones y que un gobierno
provisional convocase elecciones a Cortes constituyentes que decidiesen la forma de gobierno.
En agosto de 1867, hubo otra intentona pero falló la acción. Narváez organizó un cuerpo de
ejército para reprimir los incidentes, al tiempo que anunciaba el indulto para los revolucionarios
que se sometieran, lo que hicieron varios miles. A finales de mes el intento de revuelta había
terminado. Prim, que esperaba en la frontera francesa, no llegó a pasar y, finalmente, se retiró a
Ginebra y publicó un amargo manifiesto explicando su actitud.
Se produjo un proceso de reorganización de la conspiración. Parecía que perdía fuerza
cuando se vio favorecida por la muerte de O'Donnell, que había mantenido sustituir a Isabel
por su hijo Alfonso, siempre con el acuerdo de su madre. Los unionistas sufrieron un proceso
de desarticulación. Un sector de ellos aceptó la dirección del general Serrano, más cercano al
progresismo. Este grupo se adhirió al Pacto de Ostende, con la condición del respeto por la
forma monárquica, con otro monarca y otra dinastía.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 116


La pérdida de prestigio de la monarquía se veía acentuada en la persona de Isabel II, su
apoyo quedó reducido a los moderados, muchos de los cuales se iban distanciando. La muerte
de su líder Narváez dejaron sin cohesión al propio Partido Moderado.
El Congreso y el Senado se abrieron sin apenas oposición, sin embargo, cada vez se
detectaba un ambiente más tenso y crispado, ante la persecución de cualquier opinión contraria
a los proyectos del gobierno. Muchos parlamentarios dejaron de asistir a las sesiones. En el
propio gobierno hubo discusiones, unidas a problemas financieros. Tuvo lugar en Granada un
motín motivado por el hambre, que derivó en una protesta política que fue rápida y duramente
reprimida.
En abril de 1868, murió Narváez y dejó aún más aislada a la reina, que nombró
rápidamente presidente a González Bravo, que anunció una política como la de Narváez. Su
gobierno duró apenas cinco meses. El ministro de Ultramar, Marfori, dejó el gobierno dos meses
después. Su paso al servicio directo de la reina, como intendente del palacio, aumentó el
escándalo de la opinión pública española.
Los unionistas se unieron a los progresistas y demócratas para derribar al gobierno y a
la reina. El gobierno era muy débil y estaba dividido. González Bravo optó por llevar a cabo una
política aún más represiva, detuvo a militares considerados unionistas, expulsó del país a la
hermana de la reina y a su marido el duque de Montpensier, bajo la sospecha de conjura, y tuvo
enfrentamientos con capitanes generales afines al moderantismo. Ante la defensa que hizo la
reina de este último, el gobierno se sintió desautorizado y dimitió en pleno. La reina, de
momento, no aceptó la dimisión y se marchaba a Lequeitio y a su vuelta, ya decidiría. Todos
quedaron disgustados y desunidos. González Bravo siguió siendo jefe de gobierno hasta el
estallido final de la revolución.

1. Colonias y zonas de influencia


1.1. El sistema colonial
1.2. América y las Antillas
1.3. La presencia en Asia
1.4. África 2. Política exterior 1833-1868
2.1. La dimensión exterior de los problemas internos
2.2. El Iberismo
.2.3. Unidad italiana y cuestión romana
2.4. Las guerras de “prestigio”

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 117


TEMA 6. El sexenio democrático (1868-1874). La primera experiencia
democrática

LA REVOLUCIÓN GLORIOSA
1. El pronunciamiento militar.
2. La constitución de Juntas revolucionarias.
3. El ideario del movimiento juntero.
4. El gobierno provisional
4.1. Los objetivos del primer gobierno.
4.2. La disolución de las Juntas.
4.3. La decepción de los republicanos.
4.4. La escisión federal.
4.5. Las elecciones municipales
5. Las colonias y la revolución de septiembre.

En septiembre de 1868 tuvo lugar la revolución llamada «gloriosa» que cambió el rumbo
político de todo el país, sin cataclismos violentos. Cientos de miles de personas se lanzaron a las
calles, en manifestaciones, en barricadas, para defender a los nuevos líderes políticos,
progresistas y republicanos constituidos en juntas soberanas en apoyo del pronunciamiento
militar, desplazaban una monarquía que sólo servía para las camarillas de la familia real. El
pueblo asumía la soberanía y exigía el sufragio universal. También hacía aparición pública una
generación de intelectuales sobre cuyo compromiso democrático y cultural se construirían las
siguientes generaciones de 1898 y de 1914.
Por primera vez en España se proclamaban los derechos humanos, la soberanía nacional (sólo si
era popular y democrática), la cultura libre y plural, toda la sociedad debía organizarse sobre
principios de justicia y la organización equitativa de esa riqueza nacional (siempre acaparada
por unos pocos).
Tales expectativas tuvieron más dificultades de las previstas. España estaba en pleno despliegue
de los factores de desarrollo capitalista y abrir las compuertas de las libertades supuso nuevos
torrentes de programas, de propuestas y de aspiraciones. Muchas nuevas y revolucionarias.
Otras conservadoras, pero con una extraordinaria capacidad para convertirse en fuerza militar,
como el carlismo. Esta libertad era inevitable que despertase la perspectiva de la independencia
en las colonias, además también el propio Estado es objeto de un debate organizativo.

1. EL PRONUNCIAMENTO MILITAR.
El apoyo ciudadano organizado en Juntas fue determinante para el triunfo del pronunciamiento
militar y sobre todo para el giro democrático del nuevo régimen político establecido. El 17 de
septiembre Prim, con Sagasta, Ruiz Zorrilla y el rico hacendado José Paúl y Angula,
procedentes de Inglaterra, llegaban a la bahía de Cádiz donde fondeaba la Armada, al mando
del almirante Tapete.
Éste quería dar el trono a Luisa Fernanda, hermana de Isabel y esposa del duque de
Montpensier, financiador de las conspiraciones, y sólo reconocía como jefe del pronunciamiento

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 118


al general Serrano al que había que esperar pues estaba desterrado en Canarias. Sin embargo,
Sagasta y Ruiz Zorrilla decidieron iniciar el pronunciamiento con un manifiesto que anunciaba
el destronamiento de Isabel II, denunciaba los abusos de poder y prometía unas Cortes
Constituyentes basadas en los derechos ciudadanos, y un gobierno que impusiera la moralidad
y la eficacia en la hacienda pública, para crear unas nueva expectativas económicas y sociales Al
día siguiente Prim dirigía una alocución a todos los españoles para que tomasen las armas en
defensa de la revolución, bajo la misma bandera de «la regeneración de la patria». Llegaban
Serrano y los demás generales unionistas, con quienes se volvió a dar otro manifiesto en el que
se anunciaban un gobierno provisional que asegurase el orden, el sufragio universal, cimientos
de regeneración social y política, y para eso se contaba con el concurso de todos los españoles.
No eran rebeldes, por tanto, sino que devolvían a las leyes el respeto debido y con tales
mensajes partían Serrano, con las tropas, hacia Sevilla, camino de Madrid, y Prim, en tres
fragatas, a recorrer las costas hacia Cataluña, aglutinando las ciudades mediterráneas como
apoyos imprescindibles.
El 19 de octubre, el gobierno provisional exponía a los estados de Europa la justificación de la
revolución. Se trataba de implantar el liberalismo moderno y había que desheredar también a la
descendencia de tan nefasta monarca. Por eso fue tan rápida y eficaz la revolución, estaba
arraigada en todos los entresijos de la sociedad. Empleados del servicio de telégrafos de Madrid
dieron la noticia del pronunciamiento de Cádiz no sólo al gobierno, sino a la vez a los miembros
del Comité Revolucionario. Llegaron noticias de idénticos pronunciamientos en otras ciudades,
González Bravo fue reemplazado por el marqués de la Habana al frente del gobierno, quien
convocó a los generales adictos.
Mientras, Prim llegaba a Málaga, se solidarizaban también Granada; Almería, Cartagena,
Alicante y Valencia, Sevilla, organizándose juntas. Las tropas realistas atravesaron
Despeñaperros, Serrano salió de Sevilla a su encuentro y en Alcolea tuvo lugar la única refriega
militar cuyo resultado fue la capitulación de Novaliches (jefe realista), la unión de las tropas de
ambos y el definitivo rumbo hacia Madrid. La reina estaba de veraneo en San Sebastián,
mientras en Madrid la junta revolucionaria declaraba la caída de los Borbones. Isabel II se
marchó a Pau y la ciudad de San Sebastián se pronunciaba también de inmediato. La Junta de
Madrid con Madoz al frente, asumió las riendas del poder. Sin violencia, aunque en el
Ministerio de Gobernación el demócrata Escalante constituía simultáneamente una Junta que
armaba al pueblo. Ambas se unieron para convocar elecciones para una nueva Junta que se
constituyó organizando juntas de distrito y dando trabajo en obras públicas a los miles de
parados existentes en la capital.

2. LA CONSTITUCIÓN DE JUNTAS REVOLUCIONARIAS.


Los acontecimientos fueron similares en la mayoría de las ciudades. Los líderes progresistas de
la localidad, más una nueva hornada de líderes demócratas y republicanos se constituyeron en
Juntas revolucionarias soberanas, coalición de progresistas y demócratas que exigían el sufragio
universal y todas las posibles libertades: cultos, enseñanza, reunión y asociación, de imprenta
sin legislación especial, la inviolabilidad del domicilio y de correspondencia, la seguridad
individual, la abolición de la pena de muerte, el juicio por jurados y la inamovilidad judicial,
medidas todas ellas que asentaban el cumplimiento de los derechos humanos como base del
sistema político, y además planteaban la inmediata descentralización para devolver la
autonomía al municipio y a la provincia.
En todas las Juntas se introdujeron dos exigencias muy sentidas por todas las clases populares:
el servicio militar obligatorio, auténtico tributo de sangre para los pobres, y la supresión de los

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 119


tributos conocidos como «consumos» y de los impuestos sobre el tabaco y la sal. Incluso hubo
Juntas en que los republicanos incluyeron el derecho al trabajo como reivindicación para el
nuevo Estado. En septiembre de 1868, todos estaban unidos contra un sistema inservible y
nepotista.
Por encima de las diferentes coaliciones sociales, el movimiento juntero era la auténtica
expresión de un federalismo contenido. Sin embargo no fue capaz de articularse en Junta
central, paradójica calificación para lo que hubiera sido la culminación federal de la pluralidad
de juntas soberanas. De este modo, fue la Junta de Madrid en un gesto realmente centralista
(actuó en nombre de toda España) asumió las reivindicaciones de las demás Juntas y se arrogó
la facultad de encomendar la formación de gobierno al general Serrano, que con un
recibimiento multitudinario que compartió con el demócrata Nicolás María Rivero, nuevo líder
de la ciudad. Pero no se podía formar gobierno sin Prim que estaba en Cataluña haciendo su
recorrido triunfal, tras pronunciarse Barcelona en una Junta que tuvo que ser sustituida por otra
votada por sufragio universal, como había ocurrido en Madrid y que tomó medidas de
gobierno de rango estatal.

3. EL IDEARIO DEL MOVIMIENTO JUNTERO.


En las Juntas se había perfilado el núcleo básico de los principios y de las aspiraciones
depositadas en el sistema democrático. Había práctica unanimidad en implantar de inmediato
las libertades y derechos de reunión, asociación, enseñanza y prensa, la proclamación de la
libertad religiosa con rápidas medidas desamortizadoras, con urgentes demoliciones de
conventos que, junto a la demolición de las murallas, sirvieron para crear espacios públicos con
lo que dieron trabajo a esos miles de parados estaban armados como Voluntarios de la Libertad,
alternativa democrática y federal a un ejército controlado por militares moderados y
monárquicos en su mayoría. Todas las medidas vincularían al nuevo gobierno, sobre todo en
los aspectos más populares, como la abolición de los consumos y de los impuestos o en la
abolición de las quintas y de la matrícula de mar, cuestiones que se convirtieron en un
verdadero quebradero de cabeza para los sucesivos gobiernos.

4. EL GOBIERNO PROVISIONAL.
Serrano, dispuesto a formar gobierno de acuerdo con la Junta de Madrid, se puso a las órdenes
del general Espartero, retirado en Logroño, al que reconocían el liderazgo moral, pero éste
declinó. Al fin llegó a Madrid el artífice de la revolución, Prim, y, aunque las demás Juntas no
vieron con buenos ojos la decisión de la Junta madrileña de formar un gobierno provisional se
constituyó con cinco progresistas y cuatro unionistas. Las personas claves eran Prim en Guerra,
Sagasta en Gobernación, Figuerola en Hacienda, Ruiz Zorrilla en Fomento, Álvarez de
Lorenzana en Estado, y Romero y Ortiz en Gracia y Justicia. Contó con el apoyo del sector de
demócratas, conocidos como los «cimbrios». Nicolás María Rivero se aupaba a la alcaldía de
Madrid y aceleraba la escisión del Partido Demócrata, ante la ausencia de Castelar y de Pi,
convencidos republicanos, encabezó el sector de demócratas partidarios del plan monárquico
del gobierno que firmaba el manifiesto monárquico que hizo clara la fisura.

4.1. LOS OBJETIVOS DEL PRIMER GOBIERNO.


En la Revolución Gloriosa hubo dos proyectos de cambio, uno representado por unionistas y
progresistas, liberales acomodados, ricos hacendados, industriales, comerciantes y profesionales

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 120


que, liderados por Prim, planeaban una monarquía democrática en la Constitución de 1869. El
otro proyecto más radical, de capas medias, menestrales urbanos, pequeños comerciantes y
trabajadores de distintos sectores que, liderados sobre todo por Pi y Margall, aspiraban a una
república federal con un sólido programa de reformas sociales y económicas.
Para los primeros, para los que habían constituido el gobierno provisional, buscaban ante todo,
compatibilizar la libertad con el orden para justificar ante Europa la revolución, y como
medidas generales, las de purificar la administración pública, impulsar la enseñanza,
desarrollar el comercio y la industria, reforzar el crédito y el sistema bancario, como reformas
imprescindibles para adecuarse a los nuevos contextos del capitalismo europeo, además del
sufragio universal, demostración y todo las libertades constreñidas por los moderados desde
1843. Además, el gobierno se declaraba a favor de una monarquía constitucional, para no
despertar la desconfianza de Europa. Además anunciaba que había terminado la misión de las
Juntas. De hecho las Juntas habían formado los Voluntarios de la Libertad, pero el ministro de
Gobernación, Sagasta, decretaba que no se pagara por el servicio. Algunas Juntas habían
suprimido temporalmente los consumos y habían dado trabajo a los parados, ahora el gobierno
creaba en su lugar otro impuesto igual de impopular, la capitación, restableciendo los de la sal y
tabaco, también abolidos por las Juntas. No se quedaba en eso, el gobierno contuvo los planes
de demolición de murallas y de ampliación urbanística de muchos ayuntamientos. Sin embargo,
la realidad era la especulación en tomo a los nuevos terrenos privatizados, y en compensación el
gobierno autorizaba a los municipios a hacer obras de utilidad pública para seguir dando
trabajo. Si algunas Juntas pedían reformas agrarias, el gobierno lo reducía a la posibilidad de
que los municipios prestaran a los labradores necesitados. Se desviaba la revolución social para
someterla a los intereses de los sectores burgueses en ascenso.

4.2. LA DISOLUCIÓN DE LAS JUNTAS.


Cuando se disuelven las Juntas, los unionistas y progresistas están integrados en las
instituciones gubernamentales y quedan sólo los republicanos como una fuerza popular
radicalmente democrática, federal y reformadora en sus planteamientos, pero que no desecha el
recurso a la insurrección armada para lograr sus aspiraciones. Aceptaron los federales la
disolución de las Juntas, pero se quedaron organizados en «comités de vigilancia». Mientras
tanto, Sagasta había impulsado que las Juntas eligiesen los correspondientes ayuntamientos y
diputaciones hasta nombrar las de sufragio universal masculino, y promulgó el decreto de
sufragio universal, convocando Cortes Constituyentes para e111 de febrero de 1869. Eso sí,
mantuvo como fuerza ciudadana a los Voluntarios de la Libertad, pero ya sin ventajas de
salario o trabajo en el municipio. El resultado era que Prim y Sagasta se habían convertido en
las personas decisivas en este gobierno, artífices de las medidas citadas, nombrando a los
capitanes generales y a los gobernadores civiles, elementos claves para controlar el poder en
cada territorio.

4.3. LA DECEPCIÓN DE LOS REPUBLICANOS.


Sin embargo, se estaban quedando fuera del programa del gobierno bastantes de las
aspiraciones y exigencias proclamadas en las Juntas. Los republicanos, federales se habían
quedado fuera del sistema habiendo sido decisivos en el movimiento juntero. Sin embargo, les
quedaban en sus manos los Voluntarios de la Libertad que, aunque sometidos a la autoridad
municipal y al gobernador civil, tenían una estructura democrática interna en la que los
federales tenían la mayoría de los oficiales. Además contaban con una prensa periódica bien
implantada y con unas redes asociativas amplias. Por eso, cuando en el otoño de 1869 cundió la

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 121


decepción ante las medidas de un gobierno que no sólo se declaraba monárquico, sino que se
limitaba a hacer aquellas reformas económicas que beneficiaban a las clases acomodadas, se
creyó llegado el momento de fundar el Partido Republicano Federal, independizándose de esos
demócratas que aceptaban la monarquía.

4.4. LA ESCISIÓN FEDERAL.


Así se llegó a la escisión. Por un lado, el demócrata Rivero, con Martos y Becerra, se coaligaron
para las elecciones con los unionistas y progresistas con un programa basado en la monarquía y
en los proyectos ya iniciados por el gobierno provisional. La respuesta fue inmediata, los recién
constituidos como federales exponían en un extenso manifiesto electoral su idea de la república,
con un amplio repertorio de medidas sociales y económicas. Proclamaron que la forma de
gobierno de la democracia española debía ser la república federal. Se votó un comité
republicano, a la cabeza del Partido Republicano Orense, seguido de Figueras, Castelar.... y una
amplia nómina de líderes provinciales. Los clubs federales y sus redes de propaganda y prensa
fueron los soportes para iniciar de inmediato una sólida campaña electoral, sin olvidar sus
exigencias de abolición de quintas, medida apoyada por la inmensa mayoría de una población
que no podía pagar su exención, como hacían las clases acomodadas. Además suponía
replantearse el modo en que se repartía la riqueza nacional, sobre todo la agraria, y por eso la
Junta de Sevilla intentó repartir las propiedades de la aristocracia y tomar posesión de los
bienes comunales.

4.5. LAS ELECCIONES MUNICIPALES.


En las elecciones municipales realizadas en diciembre, los resultados revelaron la distribución
geográfica de las respectivas fuerzas políticas. La elección fue por primera vez con sufragio
universal masculino directo para los ayuntamientos, las diputaciones provinciales y también
para jueces de paz. Paso previo a las elecciones generales fijadas para enero de 1869. En las
municipales los republicanos obtienen mayoría en 20 capitales: Alicante, Barcelona, Cádiz,
Castellón, Córdoba, Coruña, Huelva, Huesca, Jaén, Lérida, Málaga, Murcia, Orense, Santander,
Sevilla, Tarragona, Teruel, Toledo, Valencia, Valladolid y Zaragoza. Era una clara derrota para
el gobierno, por el peso y relevancia de tales ciudades, por más que en los distritos rurales, la
mayoría de España, ganara.

5. LAS COLONIAS Y LA REVOLUCIÓN DE SEPTIEMBRE.


En las Antillas, muchos pensaron que la revolución les traería la concesión de derechos
ciudadanos, la lógica abolición de la esclavitud y la concesión de una administración
autonómica, porque así se lo habían proclamado los demócratas y republicanos, tan activos en
el movimiento juntero. Simultáneamente, en las islas de Cuba y Puerto Rico ya existían
movimientos que, en sintonía con los Estados Unidos, preparaban la independencia, y ya estaba
funcionando un comité revolucionario que desde Nueva York proclamó la doble consigna de
«Puerto Rico y Cuba libres, y muera España para siempre en América». Había organizada una
sublevación en Puerto Rico, pero, al descubrirse por casualidad el plan, lo adelantaron. Se
asaltaron las tiendas de los españoles, y en la finca de Rojas se ostentó la bandera encarnada con
el lema de «muerte o libertad: viva Puerto Rico libre, año 1868». Guiados por Rojas se
apoderaron del pueblo, proclamaron la república, formaron un gobierno provisional bajo la
presidencia de Francisco Ramírez, de origen mulato.
Mientras tanto, en Cuba, el 9 de octubre, se reunía Carlos Manuel de Céspedes con los
principales líderes del departamento oriental, quienes juraron vencer o morir por la patria

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 122


cubana. Realizando el Manifiesto de la Junta revolucionaria de la isla de Cuba. Se quejaban, de
la tiranía del gobierno español que ponía tributos a su antojo, que los privaba de todos los
derechos ciudadanos y de todas las libertades, política, civil y religiosa, sin darles más recurso
que el de obedecer y callar. Arremetían contra la «plaga de empleados que les devoran y
monopolizan todos los destinos», y contra un ejército y marina que agotaban las fuentes de
riqueza. Por eso anunciaban que su único y gran objetivo era ser «libres e iguales». Prometen
una gradual e indemnizada abolición de la esclavitud, constituirse en nación independiente, y
como medida urgente, la abolición de los derechos e impuestos cobrados en nombre de España,
pidiendo a cambio sólo un 5 por 100 como «ofrenda patriótica» para los gastos de una guerra a
cuyos combatientes se les prometía una remuneración por servicios a la patria cubana.
En las Cortes de Cádiz se definió constitucionalmente España como «el conjunto de españoles
de ambos hemisferios», y que, sin embargo, en la modificación constitucional de 1837 se aparcó
indefinidamente la definición del status de los habitantes de las colonias, quedando éstas como
espacio privilegiado para la creación de fabulosas fortunas, con motivo del ilegal tráfico
esclavista, amparado nada menos que por la propia familia real y por los sucesivos capitanes
generales. Cuando en la década de 1860, los Estados Unidos abolían la esclavitud, los sucesivos
gobiernos españoles no sólo no escuchan las demandas de los insulares, sino que además se
embarcan en aventuras coloniales, mientras negreros hacían a su antojo en Cuba. Así nació el
Partido de la Libertad e Independencia en Cuba. Por eso, no se vitoreó ni a Prim ni a la
revolución de España. Al contrario, el capitán general Lersundi ahogó en sangre las primeras
revueltas de 1868, pero pronto Céspedes contaba con 5.000 hombres y se apoderaba de
Camagüey. Por su parte, Lersundi apenas contaba con 7.000 soldados.
Ayala, el nuevo ministro de Ultramar en el gobierno provisional de Serrano, prometió reformas,
pero no se le creyó. Lersundi, poco afecto al nuevo gobierno, pidió el relevo, sustituyéndolo el
general unionista Dulce, quien llegó a la Habana, con la promesa de que Cuba elegiría
diputados para las Cortes Constituyentes, porque Cuba era una provincia española (era la
primera vez que se le daba ese rango) y había que hermanar a insulares y peninsulares en el
mismo proyecto de reformas. Sin embargo, no contentó a nadie. Dulce intentó negociar con
Céspedes, mientras el conde de Balmaseda, segunda autoridad militar de la isla, iniciaba su
constante y feroz acoso a cuantos lugares o casas hacían ondear la bandera de «Cuba libre». No
dejaba lugar a la conciliación.
Se desencadenó así el furor destructor. El ejército independentista, por un lado, con actos de
pillaje contra «elementos españoles», contra las líneas de ferrocarril y del telégrafo, y con un
creciente entusiasmo separatista, cuando Céspedes proclamó libres a toda la gente de color que
cogiese el puñal por la independencia. Por otro lado, el partido calificado como español,
dirigido por negreros famosos, costeó con el Banco de la Habana, la creación de batallones de
Voluntarios del Orden, que llevaron a cabo actuaciones de carácter feroz, devastaron las
haciendas de los sospechosos y obligaron a emigrar a más de cien mil habitantes. Además, se
embargaron los bienes de los independentistas para financiar la guerra y el partido español.
Dulce, por su parte, desterró a 250 independentistas a Fernando Poo. La burguesía catalana
enviaba también voluntarios. Por otra parte, se produjeron las primeras disidencias en el campo
independentista antillano. El hecho es que de noviembre de 1868 hasta fines de abril de 1869
desembarcaron en las Antillas 18.000 soldados españoles, reclutados por el injusto sistema de
quintas. Cambiaron el rumbo de la guerra, pero no la acabaron, porque los independentistas
supieron evadir el encuentro directo. Además, contaban con el apoyo de los Estados Unidos.
Dulce renunció al cargo, considerando terminada la guerra y que sólo quedaban partidas
sueltas. Pero había sido el partido español y sus cuerpos de voluntarios los que habían echado a

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 123


Dulce por querer dar autogobiemo a la isla. Dimitido Dulce, el partido de los esclavistas creó el
Casino Español de la Habana, que fue un auténtico grupo de presión para organizar los
negocios y aumentar sus riquezas, incluso a expensas del tesoro público.
Caballero de Rodas desembarcó en La Habana en junio de 1869, tras haber doblegado a los
federales de Andalucía. También en las lejanas Filipinas, que desde Felipe II, está aún por
controlar en su totalidad y por dominar, no tenían los filipinos derechos políticos, y estaban
regidos por una mezcla de legislación de antiguo régimen señorial en el que se solapaba el
concepto de justicia real con los privilegios de las órdenes religiosas y de los empleados
españoles. Pero lo más decisivo era que el dominio español no era real, y sólo la explotación del
monopolio del tabaco hacía rentable tales posesiones. No se hicieron ni obras públicas ni se
pensó en un sistema de administración racional; en las islas de Mindanao y Joló no había ni
caminos, estaban todavía en exploración para los españoles, con una infinita piratería y
hostigamientos constantes de los igorrotes de Luzón o de los moros de Mindanao... Hubo
intentos de mejoras administrativas y un plan de reformas que incluía la secularización de la
universidad y de la segunda enseñanza, a la vez que se creaba en Madrid un Consejo para
Filipinas.

LA CONSTITUCIÓN DE 1869
1. El proceso electoral constituyente.
2. El debate constitucional.
3. El texto constitucional.
4. La regencia de Serrano
4.1. La búsqueda de un Rey.
4.2. Las sublevaciones republicanas
4.3. Las insurrecciones carlistas
5. Los gobiernos de Prim

1. EL PROCESO ELECTORAL CONSTITUYENTE.


Las distancias entre los dos grandes bloques estaban marcadas, la coalición de tres partidos, el
unionista de Serrano, el progresista de Prim y Sagasta y el democrático de Rivero y Martos, con
el citado programa de sufragio universal, monarquía, libertades y orden para la modernización
nacional. Y los republicanos que con un programa de organización republicana federal del
Estado y también decisivas reformas de distribución de la riqueza y de mejora de vida de las
clases populares. Era una experiencia radicalmente nueva, con formas de expresión política
inusitadas. Así, en todas las ciudades se manifestaron ambos bandos, con incidentes en
bastantes de ellas porque a los federales les impulsaba la impaciencia de haber protagonizado,
codo con codo, una revolución de cuyos frutos sólo se beneficiaban los acomodados afiliados al
Partido Progresista o, incluso, los unionistas que antes habían colaborado con Isabel II.
Lo importante fueron los procesos colectivos desencadenados por la propia dinámica de
libertades (protestas obreras). Así empezaba 1869, en vísperas de las elecciones a diputados
para las Cortes Constituyentes, el clima era definitivamente de hostilidad entre el gobierno y los
federales.
Las elecciones a Cortes Constituyentes eran a partir del 15 de enero de 1869 y unos días antes el
gobierno del tándem Prim-Sagasta daba un bando claramente partidista. Proclamaba que el

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 124


campo estaba libre al haber «reprimido las audaces intimidaciones», además recurría al
patriotismo para pedir el voto a esa unión electoral que salvaría «la revolución al levantar un
trono rodeado de prestigio». Además, el gobierno, en ese bando arremetía directamente contra
las mujeres por participar en la vida política exigiendo la abolición de las quintas. El ambiente
electoral era de excitación. Frente al gobierno, los republicanos federales se proclamaban el
partido de la juventud al pedir el voto a partir de los veintiún años (en las elecciones
municipales se habían quedado sin votar por la edad unos 800.000 potenciales electores de las
candidaturas republicanas). Por otra parte, la reacción clerical enturbiaba el clima electoral y era
asesinado el gobernador civil de Burgos dentro de la catedral en protesta por el decreto de
incautación de archivos y bibliotecas de catedrales, cabildos, monasterios y órdenes militares.
Por primera vez casi cinco millones de varones mayores de veinticinco años eligieron a una
cámara soberana y constituyente con voto directo y secreto.
El triunfo fue para el gobierno, después de los meses tan intensos de cambios, y estando los
resortes de las mesas y padrones electorales en manos de unos partidos más avezados en la
práctica electoral. Así, la coalición gubernamental monárquica obtuvo 280 escaños. Igualmente
importante fue el resultado de los federales que lograron 80 escaños, a pesar de las trabas
puestas desde las instituciones. Los republicanos unitarios obtuvieron 2 escaños, los carlistas,
aparecían con un grupo significativo, con 30 escaños. De forma aislada, a pesar del retraimiento
de los borbónicos, aparecía Cánovas como representante de tales monárquicos. Los
republicanos federales eran el grupo más sólido de oposición, por detrás quedaron los
progresistas de Balaguer.
Aunque la ex reina Isabel II, desde París, declaraba nulo todo el proceso, proclamando la
ilegalidad de las Cortes, porque ella era la única con autoridad legítima, el 11 de febrero se
abrieron las Cortes Constituyentes. Rivero obtuvo la presidencia de la Cámara, a Serrano se le
dio un voto de confianza y el encargo de formar un gobierno que ya no sería provisional. Se
aprobó amnistía para delitos de imprenta, pidió el gobierno 25.000 hombres para el ejército por
lo que se le reprochó el incumplimiento de la promesa de abolir las quintas, debido a las nuevas
circunstancias internas (partidas carlistas y guerra en las colonias).

2. EL DEBATE CONSTITUCIONAL.
Las primeras medidas que abordaron las Cortes Constituyentes, en febrero de 1869, no fueron
precisamente populares, un nuevo alistamiento de 25.000 jóvenes, por el sistema de quintas tan
aborrecido y por cuya abolición tanta gente había luchado en el pasado septiembre. La segunda
medida era el empréstito de 100 millones de escudos efectivos. Además se organizó la comisión
constitucional que en veinticinco días redactaron un texto. El debate giró en tomo al concepto
de España y de la organización que proyectaban los distintos partidos e ideologías. Tras
aprobarse los derechos humanos como imprescriptibles, el primer artículo que desató la
polémica fue el referido a la libertad de cultos (el maridaje entre lo español y lo católico).
Enfrente tuvieron a la mayoría progresista y a los republicanos. Los republicanos los que con
más ahínco debatieron tanto el artículo referido al establecimiento de una monarquía
democrática, como los artículos sobre la organización de las fuerzas armadas de la nación.
Evidentemente defendieron la forma de gobierno republicana y unas fuerzas armadas
diferenciadas entre los voluntarios que servían a la patria, y los que se profesionalizaban, en
número reducido, en un ejército permanente para defensa de agresiones exteriores. Al no
lograrlo, centraron su programa directamente en la abolición de las quintas y en el
mantenimiento de los cuerpos de «Voluntarios de la Libertad». Se hizo famoso por su
elocuencia el catedrático Emilio Castelar que como cristiano coherente, defendió con brillantez

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 125


la idea de una Iglesia libre dentro de una sociedad libre, se separaba el Estado de la tutela
ideológica de la Iglesia católica.
También destacó Francisco Salmerón defendiendo las posiciones progresistas y la candidatura
de Espartero al trono, como también brilló la ironía de otro catedrático de la universidad
madrileña, la de José Echegaray.
En el bando conservador, junto al canónigo Manterola, adalid de la unidad católica, descolló
Cánovas, ya suficientemente. No logró convencer con sus razonamientos contra el sufragio
universal, fue rotundamente clasista al respecto, sin escatimar las palabras directas.
Literalmente expuso que los ricos son las clases altas y «sólo están más altas porque han
trabajado más, porque han ahorrado más, porque han realizado mejor su destino [divino] en la
tierra». En la votación de la Constitución, los tradicionalistas rechazan el texto no tomando
parte en la votación, sin embargo, la oposición republicana acataba la constitución, aunque no la
aceptaba. La coalición de unionistas, progresistas y demócratas monárquicos la votaron, y
ganaron promulgándose el 6 de junio de 1869.

3. EL TEXTO CONSTITUCIONAL.
Es el primer código democrático de la historia de España, adelantándose en bastantes aspectos
al resto de Europa. Junto al sufragio universal masculino, secreto y directo, se establecía una
detallada relación de derechos ciudadanos, con carácter de «ilegislables e imprescriptibles»,
para garantizarlos por encima de cualquier veleidad del poder ejecutivo e incluso del propio
legislativo, para evitar las tentaciones autoritarias o las pretensiones del Estado de doblegar las
libertades personales. Eran, desde luego, derechos que significaban en el impulso
democratizador de la sociedad española. Así, junto a las clásicas libertades políticas de
expresión, imprenta e ideas, se recogían por escrito novedades tan significativas como el
derecho de reunión y «asociación pacífica», la inviolabilidad de la correspondencia, la
ampliación de las libertades individuales al pensamiento y enseñanza y al culto público de
cualquier religión, o, por ejemplo, la libertad de trabajo para los extranjeros. Los derechos de
reunión y asociación, puerta para el despegue del sindicalismo, y las nuevas libertades
permitieron el florecimiento educativo de unos años que marcaron el rumbo del pensamiento y
de la ciencia en España, con la expansión de nuevas teorías, sobre todo del positivismo y de las
ideologías anarquista y marxista. Por otra parte, aunque los republicanos no lograron la
explícita separación del Estado y de la Iglesia católica, sin embargo por primera vez no se
declaraba confesional, permitía la libertad de cultos de cualquier creencia, y, en contrapartida,
mantenía los gastos del clero y del culto.
Además, se insistía en la soberanía popular como fundamento del Estado, en este caso con una
forma monárquica, pero sobre todo organizado a partir de dos principios, la división de
poderes y la descentralización. La soberanía residía en unas Cortes integradas por el Congreso y
el Senado, ambas votadas por sufragio universal masculino. No se pedían requisitos para ser
diputado, bastaba con ser ciudadano elector, esto es, varón mayor de veinticinco años. Los
diputados del Congreso eran a razón de uno por cada 40.000 personas. Los senadores eran
elegidos por un sufragio universal indirecto, cuatro por provincia, pero se introducían
restricciones clasistas. Los candidatos debían tener más de cuarenta años, tener un título
universitario, ser de los grandes propietarios o patronos industriales, o haber ocupado un alto
puesto en el Estado. Así, en el Senado no sólo se representaban a las provincias sino a las elites
de estos territorios. Obviamente las Cortes eran el poder legislativo cuya función se garantizaba
estableciendo plazos mínimos de reunión y tiempo máximo sin ser reunidas, para evitar abusos
del poder ejecutivo al no reunirlas. Además, eran las únicas capacitadas para aprobar y decidir

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 126


los presupuestos y los impuestos. Las Cortes, por otra parte, podían ejercer la moción de
censura, tener la iniciativa legislativa, e interpelar al gobierno, adquiriendo una alta cota el
concepto de control parlamentario del ejecutivo.
En lo concerniente al poder ejecutivo, a su frente se situaba al rey que se define
constitucionalmente como un «monarca constitucional», sin poder tomar decisiones sino sólo a
través de los ministros, con lo que la responsabilidad definitiva está en manos del gabinete
ministerial. Para ser ministro había que ser diputado, y las Cortes podían exigir a cada uno sus
responsabilidades o reprobarlo. El poder judicial, por su parte, recibió su definitiva
organización como poder independiente, y quedaría como gran aportación de estos años la
independencia de los jueces del poder ejecutivo, porque se implantó el sistema de oposición
para el ingreso en la carrera judicial, se creó el Consejo de Estado para los traslados y
promociones de jueces, se implantó el juicio por jurados populares y se reguló la acción pública
contra aquellos jueces que delinquieran en el ejercicio de su función. Es cierto que luego el
caciquismo de la Restauración distorsionó tales mecanismos, pero sin duda fue una aportación
crucial a la historia democrática española.
Por lo que atañe a la distribución territorial del poder, se recuperó el protagonismo de
ayuntamientos y diputaciones, con alcaldes elegidos por sufragio universal. Sin embargo,
quedaron asuntos importantes sin resolver o expuestos con ambigüedad premeditada, como el
estatuto de las colonias, o la relación entre ejército permanente y milicias ciudadanas, o el
principio de contribución proporcional en la hacienda... estarían en el centro de los principales y
más violentos conflictos de esta primera experiencia democrática (la guerra colonial, las
sublevaciones contra las quintas y el rechazo a los nuevos impuestos).

4. LA REGENCIA DE SERRANO.
Cuando se debatió el texto constitucional se planteó como aspiración bastante extendida la
hipótesis de la unión con Portugal, ya coronando a un miembro de la familia portuguesa, ya por
la vía republicana de la Federación Ibérica.
En lo que hubo práctica unanimidad fue en el propósito de excluir a los Borbones de la corona
española. No obstante, mientras se encontraba la persona que encarnase lo previsto por la
Constitución, al definirse España como monarquía, la máxima magistratura correspondía
ocuparla a un regente, puesto que logró el general Serrano. Con tal motivo, Prim pasó al primer
plano directamente como jefe del gobierno. El general Prim optaba claramente por una alianza
de progresistas y demócratas y así se mantuvo en las sucesivas remodelaciones ministeriales
que hizo, conservando siempre él mismo la cartera de Guerra.
Por lo demás, el verano y el otoño de 1869 tuvieron un carácter turbulentamente federal. Ante
todo, los federales, tras los buenos resultados de las elecciones municipales de diciembre de
1868, se quedaron decepcionados con los menos de cien escaños logrados en las Constituyentes
de enero de 1869. Tal situación les obligó a organizarse como partido de oposición, por un lado,
pero de gobierno en el lado municipal. Además de una sólida prensa como altavoz de sus
propuestas. Por supuesto, las preocupaciones eran distintas a los grandes parlamentarios, les
preocupaban las libertades, derechos y formas de gobierno. A los segundos les empujaban las
demandas de esos republicanos que sufrían en sus familias el tributo tan injusto de las quintas o
el nuevo impuesto personal, o que necesitaban, ante todo, trabajo, mejores salarios, y en el caso
de los campesinos esas tierras que se habían privatizado cuando se les venía prometiendo desde
las Cortes de Cádiz tanto el reparto de la «riqueza nacional» como la abolición de las rentas
feudales. Por eso, el gobierno de Prim acusaba a los republicanos federales de permitir una
división socialista en sus filas, de fomentar la deriva del sufragio universal hacia el socialismo.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 127


Los campesinos de Jerez, amotinados contra la quinta decretada por Prim, y pidiendo la
devolución de los bienes comunales, fueron el pretexto ideal para que el gobierno propalase la
idea del socialismo como corriente subterránea del federalismo. Al gobierno de Prim, que había
roto el compromiso de abolir el sistema de quintas, se le manifestaron en contra miles de
mujeres madrileñas ante la movilización de 25.000 jóvenes, se desencadenaron motines en
ciudades y tuvieron que ser los propios ayuntamientos, gobernados por republicanos, los que
acudieron a un préstamo para librar los quintos de su respectiva ciudad. En el republicanismo
federal se plasmaron dos etiquetas, las de «benévolos» quienes como Castelar optaban por el
gradualismo y esperaban mejores circunstancias para cumplir las promesas republicanas e
«intransigentes», aquellos que, empujados por la presión ciudadana, como los alcaldes, exigían
el cumplimiento inmediato de las expectativas populares. Otra división de carácter igualmente
social, pero concentradas geográficamente era la referida al librecambismo, preferido por los
republicanos andaluces, frente a los catalanes que eran proteccionistas.
A pesar de los resultados electorales, el Partido Republicano Federal crecía sobre todo a partir
de la quinta decretada por Prim, y al no verse cumplidas otras expectativas de mejoras sociales.
Era la primera vez también en la historia de España en que se organizaba un auténtico partido
de masas. El sufragio universal obligó a organizar los partidos de otra forma, pero el
republicano había nacido con la vocación de afiliar a hombres y mujeres sin discriminación, con
carácter masivo, creando ateneos culturales y clubes políticos que se convirtieron en alternativas
populares a los ateneos elitistas y a los casinos de los ricos.
Los líderes republicanos de las provincias adquieren su definitivo protagonismo en la
primavera de 1869. La iniciativa fue catalana y fue Valentí Almirall su líder, que estaba
prefigurando el modelo de organización de una República federal, a nivel interno, dentro del
partido y la fórmula era articular una organización federal de las provincias unidas por
similitudes geográficas y pasado histórico común. Además, se rechazaba el uso de la fuerza
para desplegar tales objetivos. De inmediato se firmó un pacto federal en el que se proclamaba
que cualquier ataque contra los derechos individuales proclamados por la revolución será
motivo de legítima de insurrección, si no podía solucionarse por medios legales.
En Madrid se firma un «pacto nacional o general» por el que se creaba un consejo federal, y en
un manifiesto Pi invitaba a todos los firmantes a establecer un «lazo común», y determinar la
estrategia del partido que no estaría por encima de la soberanía de cada pacto regional. Además
se establecía el derecho o deber a la sublevación armada. En este pacto general se establecía una
asamblea central, con tres representantes por cada uno de los cinco pactos regionales,
responsables ante sus comités, por lo que no existía una soberanía central, compartida para
tornar decisiones válidas para toda España. Se creaba bastante confusión organizativa, el
resultado fue que los diputados de las Cortes miraban más a sus respectivos comités locales que
a una dirección federal estatal que carecía de atribuciones ejecutivas. Con tal panorama, en julio
de 1869 se suspendían las sesiones de las Cortes, después de haber acometido importantes
decisiones legislativas en materia de ferrocarriles y conservación del patrimonio histórico, una
política activa de restauración y rehabilitación de monumentos y de edificios valiosos, así corno
de organización de un panteón nacional con los restos de los personajes célebres de España. Los
federales nunca tuvieron propósitos ni separatistas ni segregacionistas. Por eso, las
insurrecciones federales tanto las del verano y otoño de 1869, como la sublevación cantonal de
1873, hay que interpretarlas como expresiones de profunda protesta de las clases más
desfavorecidas, había cuestiones sin resolver tras varias décadas de liberalismo: el acceso a la
propiedad de la tierra, la implantación de una fiscalidad progresiva con la subsiguiente

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 128


abolición de los impuestos indirectos, la igualdad en el servicio militar y el control de las
instituciones de poder local.
El republicanismo se impregnó de contenidos federales porque iban parejos tanto la exigencia
de un poder controlado directamente desde cada municipio, como el rechazo a esas clases
acomodadas. Además albergaba una cuestión social nueva, la cuestión obrera. Las huelgas ya
aparecen como instrumentos de reivindicación laboral.
Así se cierran las Cortes por el verano, pero a los seis días el gobierno restablece por decreto una
ley de 1821 que ponía bajo la autoridad y jurisdicción militares los delitos de «conspiración o
maquinación directas contra la observancia de la Constitución, o contra la seguridad exterior e
interior del Estado, o contra la sagrada e inviolable persona del rey constitucional». Una
auténtica ley marcial que suspendía las garantías constitucionales al someter estos delitos a
consejos de guerra. El pretexto eran las partidas carlistas, pero el gobierno aplicaría la ley
también contra los federales, que clamaron en contra, lo consideraron una infracción contra la
Constitución y una usurpación de las atribuciones legislativas de las Cortes. De hecho, fueron
los republicanos federales los primeros en sufrirla, cuando sus diputados, al regresar a sus
respectivos distritos, fueron recibidos con manifestaciones populares, y esto sirvió de pretexto
al ministro de Gobernación, Sagasta, para prohibirlas por participar en tales manifestaciones los
Voluntarios de la Libertad (cuerpo armado y de orden que en las ciudades más importantes era
de mayoría federal). El propio Sagasta dio poderes excepcionales a los gobernadores civiles. Se
produjeron incidentes contra los impuestos, pidiendo tierras o trabajo, en otros casos con
huelgas para exigir mejores salarios... y siempre los Voluntarios de la Libertad o Milicias
Nacionales en el centro de las reivindicaciones. Sagasta anunció la disolución de las milicias o
cuerpos de Voluntarios de la Libertad. Fue la espoleta que desencadenó una revuelta en toda
España.
Del 25 al 28 de septiembre se produjo la revuelta federal en Barcelona y otras localidades de
Cataluña, líderes sindicalistas obreros declararon la lucha contra los «capitalistas» y pedían el
fin de la «explotación del hombre por el hombre», quemaron registros de la propiedad y
archivos, cortaron vías de ferrocarril y telégrafos, exigieron derechos como el de trabajo...
Fracasaron las jornadas revolucionarias y el diputado Suñer i Capdevila, radical hasta ese
momento, cambió de táctica, pensando que era mejor la lucha legal. Simultáneamente se
sublevaba Andalucía, movilizándose los cuerpos de Voluntarios de la Libertad de los
ayuntamientos gobernados por los federales (más de 45.000 personas armadas en Andalucía).
Mientras esto ocurría en Andalucía y se extendían los amotinamientos federales en Cataluña,
Prim resolvió, de acuerdo con el regente, poner en vigor la citada ley, mientras se enviaba a las
Cortes un proyecto de suspensión de las garantías constitucionales. Los republicanos se
opusieron y se retiraron de la cámara. Prim suspendió las garantías constitucionales, y así
gobernó hasta diciembre en que las Cortes derogaron el estado de excepción. Mientras tanto
sofocó y reprimió la rebelión federal, disolvió las compañías de Voluntarios de la Libertad que
resultaban sospechosas de republicanismo. En efecto, los líderes federales andaluces habían
llamado a las armas a sus militantes, pero, al estar controladas las grandes ciudades por el
ejército, el levantamiento sólo triunfó en algunas poblaciones. Al grito de «¡Viva la República
Federal!», los jornaleros ocuparon y exigieron tierras, trabajo y la inmediata abolición de las
quintas y de la matrícula de mar, el desestanco de la sal y del tabaco, la disolución del Ejército,
etc. Quemaron archivos y registros de la propiedad, símbolos de esa estructura de poder que los
excluía de la riqueza nacional.
Sin embargo, bastó el anuncio de la llegada de tropas para que se disolviera la mayoría y los
más destacados huyeran.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 129


En Alicante fracasó la rebelión, en Béjar no se pasó del intento, hubo resistencias heroicas en
Cádiz y Málaga, pero en los casos de Zaragoza y Valencia los acontecimientos adquirieron el
carácter de guerra, con auténticas batallas contra el ejército. Los propios líderes que organizaron
la insurrección la justificaban como medida de protesta contra las arbitrariedades del gobierno,
el incumplimiento de la Constitución, y en respuesta a la represión sufrida en Barcelona. El
resultado del fracaso de esta cadena de revoluciones espontáneas y desorganizadas fue el
afianzamiento del liderazgo de Pi y Margall, partidario de los cauces legales para alcanzar la
República federal.
Pi logró que los diputados federales volvieran a las Cortes, su autoridad creció y además
derrotó a Castelar, al propugnar el federalismo contra la concepción unitaria. Los republicanos
eligieron, a los pocos meses a Pi y Margall como su presidente, establecieron un directorio
federal, insistieron en el carácter pacífico del partido e intensificaron la propaganda como cauce
de expansión y convencimiento.

4.1. LA BÚSQUEDA DE UN REY.


El destronamiento de Isabel II conmocionó a la Europa del momento. Por eso, el primer
problema para los revolucionarios de septiembre fue lograr el reconocimiento internacional de
un gobierno provisional, que manifestaba estar dispuesto a establecer una monarquía sobre la
base del sufragio universal, aunque habrían de ser unas Cortes Constituyentes las que tuviesen
la última y definitiva palabra. Fue una tarea nada fácil, plagada de incidentes, maniobras y
anécdotas con consecuencias importantes, estaban en juego bastantes intereses políticos y
estratégicos dentro del continente europeo. Pero además, tampoco había unanimidad interior.
El primer reconocimiento del nuevo régimen democrático fue de los Estados Unidos y en
seguida Italia y Francia. Al final, toda Europa reconoció al gobierno de Serrano, salvo el
Vaticano. Se firmó la paz con Perú y Chile. Pero mientras, la situación interior se tensaba por las
insurrecciones federales y también por el carlismo que se organizaba militarmente. Además, la
irrupción del internacionalismo obrero que marcaría el rumbo de nuevos horizontes políticos.
La búsqueda y elección de un rey para el trono vacante de España se estaba demorando en
exceso. Hubo muchas negociaciones durante casi dos años. Los candidatos fueron de distinto
calibre, el propio cuñado de Isabel II, el duque de Montpensier, que había financiado en parte
las conspiraciones militares contra Isabel II y que contaba con avales de militares unionistas
importantes. No tuvo los apoyos decisivos. Bastantes más partidarios tuvo Fernando de
Coburgo, viudo de María de la Gloria de Portugal, porque suscitaba la posibilidad de la Unión
Ibérica, apoyada por progresistas, demócratas e incluso republicanos, y por proceder de una
dinastía liberal. Sin embargo, su matrimonio por amor con una artista le cortó el paso, y sobre el
evitar el veto de las potencias a una posible Unión Ibérica. Sus apoyos eran los mismos que
también miraban hacia el duque de Aosta, segundo hijo del rey de Italia, por garantizar el
funcionamiento de una monarquía democrática. Sin embargo, el candidato Leopoldo de
Hohenzollern-Sigmaringen contaba sobre todo con el apoyo de la potencia del momento,
Prusia, pero siempre se encontró con el veto de Napoleón III. Hubo hasta candidatos
escandinavos. Prim sondeó a Espartero, bastante mayor, que se negó. Se impusieron los adeptos
a la dinastía de los Saboya, por el prestigio del Risorgimento entre los liberales y demócratas.
Unos defendían a Tomás, duque de Génova, mientras que Prim prefería al duque de Aosta,
Amadeo.
Por otro lado, los monárquicos borbónicos nunca habían dejado de conspirar, primero para
restablecer a Isabel II y desde junio de 1870 a favor de su hijo Alfonso, porque la ex reina abdicó
en su primogénito y designó a Cánovas jefe del partido alfonsino. Pronto empezaron los

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 130


periódicos conservadores a defender la causa alfonsina y a injuriar a los gobiernos democráticos
por buscar otro rey. Los federales, por su parte, ante tan prolongada interinidad, dieron un
manifiesto exigiendo que las Cortes, en sesión extraordinaria, proclamasen los Estados Unidos
de Iberia. Llegados a este punto, y con el impacto de la guerra entre Francia y Prusia, el 20 de
agosto de 1870, Prim ofreció oficialmente la corona a Amadeo de Saboya que aceptó y las Cortes
le votaron como rey.

4.2. LAS SUBLEVACIONES REPUBLICANAS.


Mientras el malestar social era constante, porque los nuevos reclutamientos de quintos para
Cuba exasperaban a las clases populares. Los republicanos federales hicieron de este asunto el
tema preferente. Pero además, de sus filas comenzaron a surgir líderes obreros adheridos al
internacionalismo, solapando las demandas contra los impuestos y las quintas, con exigencias
de derechos laborales e incluso de lucha directa contra el capital. Cuando el ministro de
gobernación Rivero presenta la Ley de Orden Público y simultáneamente se decreta un
reemplazo de 40.000 quintos, la insurrección volvió a estallar, esta ve con más virulencia en
Barcelona, Madrid pero también había un malestar permanente en las regiones agrarias, en
Galicia los campesinos se negaban a pagar los impuestos y los trabajadores, jornaleros y
menestrales empobrecidos pedían trabajo en las ciudades.
En Andalucía, la miseria llevaba a echarse al monte como medio de vida. Existía un extenso
despliegue del bandolerismo. El gobernador civil de Córdoba, Zugasti organizó «partidas de
seguridad pública» e iniciar la práctica de lo que se conoce como «ley de fugas», todo esto bajo
el amparo del ministro Rivero.
Fueron el verano y otoño de 1870 de tensión y violencia social, con fuertes debates políticos,
porque además en el Partido Republicano Federal se propagó con insistencia la doctrina del
pacto sinalagmático (implicaba una visión de la sociedad cuyo poder soberano radicaba en el
pueblo y en la capacidad de todos los ciudadanos para tomar decisiones). Por eso se escalonaba
el pacto social desde abajo hacia arriba. Primero, los municipios, asciende a las provincias,
cantones y estados, para lograr en ese pacto progresivo armonizar tanto la división sustancial
de poderes entre gobierno federal y estados que lo constituyen, por un lado, y también
desplegar por otro lado el máximo de libertades y capacidades ciudadanas en espacios de
autogobierno. Lógicamente, tal doctrina implicaba medidas de contenido social que chocaban
con los intereses del Estado liberal central. Por eso el conflicto ya no era sólo territorial sino
social. En contra el federalismo se conciliaban unionistas, progresistas y demócratas para
aprobar una ley en la que bastaba la mitad más uno de los diputados para elegir monarca.
El radicalismo social contenido en el federalismo también provocó la escisión en el seno de los
republicanos, entre un sector, en su mayoría de madrileños, opuestos al confederacionismo de
los pactos, y la dirección de Pi y Margall que de momento lograba el apoyo de Castelar y
Figueras. Habían vuelto los federales desterrados, entre ellos el activista Paúl y Angulo, quien
organizó «El Tiro Nacional», una sociedad secreta y violenta para emancipar al «cuarto estado».
La proclamación de la república en septiembre de 1870 en Francia provocó el entusiasmo entre
los federales. Se manifestaron en su apoyo incluso se ofrecieron voluntarios para ir a defenderla,
y llegaron a creer que tendrían apoyo francés para una sublevación. Sin embargo, Prim había
sido el primero en reconocer la República en Francia y fue entonces cuando aceleró las gestiones
para coronar a Amadeo de Saboya.
Paúl y Angulo, ahora federal radical, financiaba el periódico El Combate, que predicaba la
revolución armada, con gran eco en los clubs republicanos, y retando al directorio federal. Pi y
Margall logró que no se apoyara la propuesta de insurrección armada, pero el hecho es que,

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 131


justo los últimos días de diciembre de 1870, El Combate, temiendo la disolución de los
Voluntarios de la Libertad, atacó a Prim por dictador anunciándole que «moriría como un
perro». El 27 de diciembre precisamente, tras salir del Congreso Prim, fue herido mortalmente y
falleció el 30. Se culpó del crimen a Paúl y Angulo, el gobierno lo insinuó, y tuvo que huir. La
prensa federal deploró el atentado y lo condenó. La justicia quedó impotente, porque también
se lanzó la acusación de ser un crimen organizado por los esclavistas. Quedaron demasiados
interrogantes y el propio Paúl y Angulo, en un escrito exculpatorio, planteaba que el crimen
había perjudicado a los republicanos federales, mientras que había beneficiado a los unionistas,
en concreto a Serrano, interesados en que no se consolidara la nueva monarquía y en que no se
aboliera la esclavitud.

4.3. LAS INSURRECCIONES CARLISTAS.


Lo que se ha calificado como segunda guerra carlista no comienza sino en abril de 1872, ya
reinando Amadeo I. Sin embargo, a este levantamiento militar se llegó en parte por las
libertades que permitía el régimen democrático, hubo una auténtica tromba de propaganda y de
preparativos militares y conspiraciones políticas para asaltar el poder por parte de una
conjunción de tradicionalistas, neocatólicos y ultraconservadores. Nuevos líderes procedentes
del neocatolicismo se pusieron al servicio del aspirante carlista. La unión de reaccionarios
católicos y carlistas se fraguó en la campaña electoral de enero de 1869, bajo la exitosa fórmula
de «Dios y fueros». Sus mejores resultados los tuvieron en Navarra y País Vasco. El partido
carlista consideró oportuno lanzar un manifiesto programático en forma de carta del aspirante,
el duque de Madrid, titulado a sí mismo como Carlos VII. Simultáneamente se lanzaron a la
búsqueda de financiación para comprar armas y promover la rebelión por toda la geografía
peninsular. Se organizaban juntas y casinos carlistas en 37 provincias, lanzaban periódicos y
folletos, y el partido, con el aspirante al frente, pedía préstamos al banquero del papa. El
levantamiento militar se intentó en el verano de 1869, tratando de recoger el malestar de
muchos decepcionados con las promesas de la revolución de septiembre de 1868, y así en
bastantes partidas de Cataluña o Valencia se mezclaron carlistas con gentes sin medios de vida
e incluso republicanos, o en las dos Castillas se solaparon bandoleros y carlistas. Fracasaron
debido a que no había una dirección militar eficaz y por eso se recurrió al mítico Cabrera. Pero
también se exhibió el fuerte arraigo de la ideología absolutista y antiliberal en el clero, de nuevo
aparecieron los curas y canónigos no sólo como diputados o escritores propagandistas de la
causa, sino directamente al frente de importantes partidas.
La causa carlista hizo de catalizador de todos los sectores ultra, y la boina roja se convirtió en un
símbolo de ostentación y provocación en un sistema de libertades. Cabrera asumió las riendas
políticas, creó una junta central, organizó el periódico La Fidelidad, pero vio que los carlistas no
querían programas sino armas, pelea en lugar de discusión, a los pocos meses, ante la urgencia
de recabar recursos, dimitió y quedó directamente el aspirante Carlos al frente. Decidió ir a ver
personalmente a los soberanos de Alemania, Austria y Rusia, mientras se repetían los conatos
insurreccionales. Hasta agosto de 1871 no hubo un nuevo jefe del partido, Nocedal. En todo este
tiempo la agitación de la prensa carlista fue extraordinaria cada vez más apocalíptica contra el
sistema democrático y contra los distintos ministros y decisiones de las Cortes. La demagogia
encontraba caldo de cultivo tanto en sectores acomodados, en pequeñas burguesías
amedrentadas por el impulso de los federales e internacionalistas, como en los sectores
empobrecidos, de hecho, de los seis periódicos más difundidos, tres fueron carlistas.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 132


5. Los gobiernos de Prim

EL REINADO DE AMADEO I, (1872-1873)


1. La tensa vida política
1.1 Los partidos ante el sufragio universal
1.2. El debate sobre la Internacional
1.3. El debate sobre la abolición de la esclavitud
2. La sublevación carlista
3. La guerra en Cuba
4. La crisis del régimen y la abdicación de Amadeo I

1. LA TENSA VIDA POLÍTICA.


La desaparición de la figura de Prim fue decisiva para la debilidad del reinado de Amadeo I.
Nunca se sabrá, lo que sí es cierto es el hecho de que Prim supo sentar a unionistas, progresistas
y demócratas en un mismo gabinete, mientras que a partir de ahora las rivalidades de
fracciones entre ellos no permitió consolidar gobiernos estables.
Sin duda, en los dos años de Amadeo I se exhibieron tales tensiones. Los partidos gobernantes
estuvieron zarandeados por esas fracciones que obedecían a presiones de intereses, unos
coyunturales y otros de más calado, como dos guerras, la carlista y la cubana, más las presiones
de los esclavistas y las conspiraciones de los alfonsinos, con Cánovas al frente, junto al creciente
despliegue de las expectativas de unos federales con cada vez mayor número de
internacionalistas en sus filas, fueron factores que lógicamente no podían solucionarse con
facilidad, cuando ni siquiera había consenso sobre los procedimientos entre los partidos
gobernantes. No obstante, salieron a la palestra como líderes Sagasta y Ruiz Zorrilla en
sustitución de Prim, y sobre todo sobresalieron las maniobras del general Serrano. Ruiz Zorrilla
desaparecería prácticamente de la escena política tras la abdicación de Amadeo I, pero Sagasta
se hizo incombustible hasta su muerte. Entre ambos, quedaba la figura de un joven Amadeo,
convencido demócrata.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 133


El primer gobierno del reinado estuvo presidido una vez más por el omnipresente Serrano con
progresistas, unionistas y demócratas, su primera tarea consistió en convocar elecciones a
Cortes. El rey Amadeo, con apenas veintiséis años, el día que moría Prim, era aclamado en su
trayecto y en su entrada en Madrid. En el Congreso juró la Constitución. Su primer gobierno
fue de continuidad, presidido por Serrano. Las primeras elecciones celebradas fueron favorables
al gabinete ministerial, con maniobras de control por parte de Sagasta, al frente de Gobernación.
Mientras los carlistas y los republicanos se convirtieron en poderosas minorías. Por primera vez
los carlistas eran el primer partido de la oposición.
Se abrieron las Cortes en abril de 1871, con un acto donde Amadeo I exhibió austeridad y
proclamó que actuaría siempre con el concurso de las Cortes. Presidió el Congreso Salustiano
Olózaga, y el Senado, Francisco Santa Cruz. El rey, como impulsor constitucional, alentó la
decisión de convocar elecciones en Puerto Rico, primer paso para solventar el conflicto
antillano, aunque la nueva recluta de 35.000 quintos fue nuevo motivo de malestar y protesta
popular. Sin embargo, los planes quedaban desbaratados en las Cortes por los vaivenes de
alianzas. En unos casos era oposición al gobierno, en bastantes era obstrucción al despegue de la
nueva dinastía democrática, el grupo carlista tenía enormes capacidades de maniobra, en cuyo
objetivo convergía con los alfonsinos, y paradójicamente con los republicanos federales,
opuestos a cualquier monarquía. En la prensa oficial del momento se criticó lo que calificaban
como «demagogia blanca, roja y negra». Todos juntos cambiaron el reglamento de las Cámaras
de las Cortes, que reforzó más el predominio del poder legislativo y aumentó los mecanismos
de control del ejecutivo, que en realidad obedecía en gran parte al interés de quienes ni
defendían la soberanía popular ni pensaban implantar la democracia.
El recién constituido gobierno de progresistas y demócratas, renunció para dar paso a un nuevo
gobierno de Serrano quien, al no lograr la coalición con Sagasta, declinó, Y entonces aceptó el
encargo Ruiz Zorrilla. Este integró en su gabinete a unionistas, progresistas y demócratas, sin
lograr la aceptación de Sagasta. El gobierno de Ruiz Zorrilla daba pasos importantes como la
confección del censo de propiedades rústicas y urbanas para lograr los ingresos
correspondientes a la contribución territorial, base para un sistema proporcional de impuestos
directos, elemental principio de justicia distributiva. Cubrió un empréstito de deuda
consolidada de 150 millones y dio la amnistía a los presos políticos, sobre todo de las
insurrecciones federales. La vertiente democrática de este gobierno destapó el malestar de los
generales unionistas, que dimitieron en bloque, aunque el rey no aceptó sus renuncias. En
septiembre de este año de 1871, el gobierno organizó un viaje del rey por toda España para
popularizar su imagen, con notable éxito, porque había sido previa la amnistía por delitos
políticos. Sin embargo, en octubre tenía que dimitir Ruiz Zorrilla por maniobras de sus
correligionarios en el Congreso porque la agitación obrera y campesina era constante.

LOS PARTIDOS POLÍTICOS ANTE EL SUFRAGIO UNIVERSAL.


El sufragio universal obligaba a reorganizar el funcionamiento de los partidos políticos. Los
viejos partidos liberales que venían funcionando con sufragio censitario estaban estructurados
como partidos de notables con redes provinciales sólidas, pero ahora las condiciones habían
cambiado, había que ganar la voluntad de casi cinco millones de varones mayores de
veinticinco años, y en eso les llevaba ventaja el Partido Federal Republicano que nació con
propósitos de partido de masas. Además, el Partido Conservador se encontraba en fase de
reorganización bajo el liderazgo de Cánovas, pero con un fuerte empuje del neocatolicismo y
del carlismo entre su potencial clientela social. Por eso, el espacio político de los progresistas y
de los demócratas se encuentra en un terreno bien delimitado en los principios de un

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 134


liberalismo democrático. Pero mientras Sagasta era proclive a pactar con los unionistas de
Serrano, Ruiz Zorrilla lo era con los republicanos. Ambos quedaron como líderes de ese espacio
político que hasta entonces había estado dirigido por Prim. Cada cual formó su grupo político
sobre todo a partir de los diputados en las Cortes, más que como redes asentadas en toda la
geografía española. El de Sagasta se conoció como partido constitucionalista, y como radicales
los diputados de Ruiz Zorrilla. Incluso en bastantes ocasiones ambos partidos tuvieron que
recurrir a la fuerte oposición republicana, o a la minoría de carlistas o a los votos de los
conspiradores alfonsinos, para ganar ciertas votaciones en las Cortes. Por eso, tampoco faltó el
recurso a la manipulación electoral, en lo que Sagasta se reveló muy pronto como un maestro.
No obstante, constitucionalistas y radicales fueron el primer intento de adaptación del
liberalismo a los principios del sufragio universal, a las normas democráticas y por la pugna
electoral con sólidos contrincantes. Gobernaron los dos años del reinado de Amadeo I, pero con
diferencias tan notables que no lograron consolidar unos engranajes estables. Posteriormente,
de ambos partidos surgió aquella fusión que lideró Sagasta durante las décadas de la
Restauración.

EL DEBATE SOBRE LA INTERNACIONAL.


Sagasta al frente del gobierno, planteó como objetivo prioritario la disolución por ilegal de la
Internacional. La creía culpable de la agitación, el fantasma del comunismo, después de la
Comuna de París, catalizó todos los miedos de las clases propietarias. Se dedicó a buscar los
argumentos para declarar ilegal una asociación que en teoría no era «pacífica», porque la
Constitución reconocía el derecho de «asociación pacífica». Sin embargo, las propuestas
revolucionarias de la Internacional no eran más incompatibles con la Constitución que las de los
carlistas o las de los federales.
Sagasta planteó la Internacional como enemiga del Estado, de la religión, de la familia y sobre
todo de la propiedad, reconocida como derecho en la Constitución. La respuesta de los
republicanos fue rotunda. Castelar planteó que si el gobierno consideraba inmoral la propiedad
colectiva, entonces habría que condenar a la Iglesia católica, y añadía, que eran más peligrosos
los carlistas y los alfonsinos para la seguridad del Estado por su conspiración abierta para
destruirlo. Salmerón, por su parte, expuso que la propiedad sólo era un derecho y que si la
propiedad era injusta debía desparecer, lo mismo que habían desaparecido los bienes de manos
muertas. Para Salmerón, el Partido Republicano debía patrocinar el reformismo social tan
propio de la ideología republicana y que en décadas posteriores sería el impulsor de
importantes instituciones reformistas.
Los republicanos echaron mano del propio pasado liberal, tan desamortizador y expropiador,
para justificar que «la propiedad es justa y es legítima en tanto que viene a servir los fines
racionales de la vida humana; y cuando esto no sucede, la propiedad es ilegítima, la propiedad
es injusta, la propiedad debe desaparecer», eran los mismos argumentos de Pi y Margall.
Las respuestas de los diputados cercanos a la Internacional se orientaron en otra dirección,
defendiendo el cuarto estado, el de los trabajadores.
Apoyando al gobierno de Sagasta estuvieron los conservadores y los unionistas. Se votó y ganó
el gobierno. Pero el fiscal del Tribunal Supremo, exponía que el derecho de asociación y de
huelga no podía anularse, fue cesado y Sagasta reforzó su gobierno con los unionistas e incluso
llegó a plantear a los gobiernos europeos una acción conjunta contra la Internacional y una
convención para poder extraditar a sus miembros.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 135


La Internacional (1864) organizada en Londres por un puñado de revolucionarios europeos, con
el propósito de encauzar las esperanzas de justicia en una organización obrera que superara las
fronteras nacionales de las burguesías y estableciera conjuntamente la estrategia para alcanzar
una sociedad igualitaria, comunista. Creció sobre todo con las crisis económicas. Pronto
surgieron en su seno dos fracciones, encabezadas por Marx y Bakunin respectivamente. El
despegue social e ideológico de la Internacional en España se hizo desde las bases del
republicanismo federal y aprovechando sus estructuras organizativas. Así, Fanelli, enviado por
Bakunin contactó con dirigentes republicanos de Barcelona y Valencia, para llegar a Madrid y
constituir el primer núcleo de la AIT. A continuación se formó el sector de Barcelona. La
tradición asociativa de los trabajadores de las industrias catalanas dio un mayor soporte al
ideario internacionalista, que además recogió a estudiantes. Farga y Sentiñón representaron a
España en el congreso de la AIT de Basilea. Contaban con más de ocho mil afiliados en
Barcelona, y la sección de Madrid crecía hasta lograr editar su propio periódico La Solidaridad.
La influencia de los internacionalistas se desplegaba, por tanto, a partir de las redes asociativas
que los republicanos federales habían montado como las sociedades de socorros y los ateneos
obreros. Compartieron ideario en asuntos como el republicanismo federal y en reivindicaciones
concretas como la exigencia de jurados mixtos o la abolición de las quintas, en pedir aumentos
salariales y reparto de tierras y en reclamar el derecho al trabajo. Eran, no obstante, sectores de
escasa capacidad de influencia, aunque el eco de sus proclamas era desmesurado en relación a
su implantación real. Sus llamamientos contra la explotación capitalista y las proclamas de
luchas de clases fueron acogidas con indiferencia, pero encontraron adeptos cuando iban junto
a reclamaciones contra las quintas, por ejemplo, y así los internacionalistas se hicieron activos
líderes en los motines que en la nueva recluta militar hizo el gobierno a principios de 1870. En
Barcelona celebraron su primer congreso, con unos cien delegados de más de 15.000 afiliados, y
debatieron la organización de sociedades y cajas de resistencia, la cooperación como vía para la
emancipación, la organización sindical de los trabajadores y la posición a tomar en política,
punto en el que se hicieron dominantes las tesis bakuninistas sobre el Estado y los partidos
políticos. Además de rechazar el Estado, la ley y cualquier autoridad y negarle efectividad a los
partidos, proponía el comunitarismo del trabajo y de la producción, poniendo en común todo,
aunque dejando a cada uno el gobierno individual de los resultados del trabajo personal. Se
debía vivir sin Estado y se podía vivir sin gobierno, tal eran el resumen de sus objetivos. Para
alcanzar tales objetivos era imprescindible un proceso revolucionario antiautoritario que se
articulaba espontáneamente.
Antes de que se ilegalizara la Internacional, había experimentado serios impedimentos
gubernamentales en su actividad. Se cerraban periódicos o se detenían a internacionalistas. Así
les llegó la orden de disolverse por ilegales y la necesidad de pasarse a la clandestinidad.
Siguieron reuniéndose y continuaron su desarrollo dentro de los bases republicanas de donde
reclutaban nuevos líderes. Su fuerza en Cataluña era notoria, le seguían Valencia, Málaga y
Cádiz, por encima de Madrid. Eran pequeños grupos que llevaban a cabo una activa agitación
propagandística y reivindicativa, y cuya notoriedad se haría incluso internacional en el verano
de 1873 durante el levantamiento cantonal.

EL DEBATE SOBRE LA ABOLICIÓN DE LA ESCLAVITUD Y (3)LA GUERRA EN


CUBA.
Prim llevó las riendas del gobierno entre la promulgación de la Constitución, en junio de 1869, y
la llegada del nuevo rey, el último día de 1870. Supo unir las distintas tendencias de la coalición
monárquica, formando gabinetes de mayoría progresista, sin olvidar a relevantes unionistas o a

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 136


demócratas reformistas destacados. Incluso les ofreció a los republicanos participar en el
gobierno. Sin embargo en el conflicto cubano fracasaron sus conversaciones con los Estados
Unidos y se desbarataron sus planes de Unión Ibérica. También derrotaba a las partidas
carlistas, pero no era capaz solucionar la paradoja de una monarquía sin monarca. Junto a otros
aspectos conflictivos, como el proyecto de ley sobre matrimonio civil (el primero en la historia
de España), o la Ley de Orden Público, la principal fuente de problemas para el gobierno estuvo
en las Antillas.
En Cuba había desembarcado a fines de junio de 1869 Caballero de Rodas, que llegaba como
nuevo capitán general con el mérito de haber sometido las revueltas federales de Andalucía.
Mientras Prim negociaba con los Estados Unidos, Caballero de Rodas y el ministro Silvela
proponían a los independentistas cubanos un plan de sumisión, como requisito, luego la
amnistía y después votar por la autonomía o la independencia. Los Estados Unidos
mantuvieron posiciones ambiguas. Las pretensiones de Prim complicaban el panorama, porque
provocaron la negativa de los liberales cubanos, para quienes la esclavitud era innegociable,
pues eran propietarios de mano de obra esclava y habían descubierto que la autonomía de las
islas podía ser el medio más eficaz para evitar que la metrópoli legislara la abolición de la
esclavitud. Simultáneamente las tropas de «voluntarios» financiados por los esclavistas
impedían la vía autonomista con su práctica de «tierra quemada». La guerra no acababa, era
sobre saqueos e incendios, más que de batallas militares. La metrópoli no pudo enviar más
hombres porque las insurrecciones federales boicotearon las quintas y obligaron a concentrar al
ejército en la Península.
La llegada del demócrata Manuel Becerra al ministerio de Ultramar desalentó al partido
español de las Antillas. La Constitución seguía sin aplicarse y no se definía el estatuto de las
islas, si eran provincias o colonias. Además, decretó la organización de ayuntamientos, el
establecimiento de una casa de moneda en la Habana y la aplicación de las leyes de
enjuiciamiento civil y de sociedades anónimas, para regularizar las relaciones ciudadanas, al
menos en los aspectos mercantiles, dictando órdenes sobre aduanas, contabilidad y
presupuestos, todo ello con un proyecto de ley para declarar de cabotaje la navegación con la
Península, suprimir el derecho diferencial de bandera, explotar los cables submarinos
telegráficos y racionalizar los presupuestos. Cuando ya tenía preparados dos proyectos de ley,
uno declarando libres a los hijos de esclavos nacidos en Cuba después de septiembre de 1868 y
a los esclavos que sirvieran en el Ejército español, y otro aboliendo la esclavitud en Puerto Rico,
Manuel Becerra salió del Ministerio por presiones de los unionistas sobre Prim.
Sin embargo, Moret continuó con tales proyectos y los presentó a las Cortes, la abolición
respondía al resultado de varios factores, desde principios de siglo era ilegal internacionalmente
el tráfico de esclavos, en el caso de las Antillas, junto a tal contexto internacional y a la cercana
guerra de Secesión en Norteamérica, estaba el hecho de los independentistas que ya prometían
la libertad a quienes tomaran las armas o a los esclavos que se sublevaran contra sus dueños
españolistas. Ambos bandos se influyeron recíprocamente, porque cuando se aprobó la ley de
Moret, respondió Céspedes con la abolición completa de la esclavitud. Y es que la ley Moret,
aunque aceptaba el principio abolicionista, escalonaba su práctica para no echarse en contra al
partido esclavista de las Antillas, que era el que pagaba la guerra contra Céspedes. Así, Cánovas
presentó en las Cortes la petición, en representación de la Unión Colonial, el partido de los
esclavistas, exigiendo que no se aboliera la esclavitud. Se aprobó en las Cortes la ley de Moret
que penalizaba la esclavitud con un impuesto especial, creaba a los «vientres libres» a partir de
su promulgación y liberaba a los ancianos y a los que eran del Estado, además de permitir
comprar la libertad a los que hubieran apoyado a las tropas españolas. Preveía la abolición

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 137


progresiva con indemnización cuando estuvieran los diputados cubanos en el Congreso, esto se
postergaría sin miramientos por las presiones de ese poderoso grupo de intereses entre la
metrópoli y las islas.
Por lo demás, la guerra no impidió que continuara el tráfico ilegal de africanos. Son estos
propietarios los que demandan más soldados para Cuba y presionan a Moret, por medio de
Caballero de Rodas, para que sólo salga en la ley lo referido a los «vientres libres». De hecho,
Moret estaba preparando la abolición total y en todo caso el establecimiento de un «patronato»
de transición hacia la emancipación y libertad. Y es que la cuestión abolicionista se solapaba con
el mantenimiento de la colonia. No obstante, Caballero de Rodas aceptó a regañadientes la
publicación de la ley, mientras en el debate parlamentario de la misma se habían destapado
irritantes obstruccionistas, como el propio Cánovas del Castillo.
Los independentistas estaban en la dinámica de alcanzar sus objetivos, tratando de forzar el
apoyo de los Estados Unidos. Continuaron los enfrentamientos esporádicos, acciones
guerrilleras, siempre con la notoria inferioridad de las tropas españolas. Las tropas
independentistas, bien organizadas, conocedores del terreno, animados en su mayoría por un
sentimiento de libertad y patriótico encontraban en frente miles de reclutas españoles, mal
vestidos y mal alimentados, transportados obligatoriamente. Además, las enfermedades
tropicales producían bajas de hasta el cincuenta por ciento. La guerra, además, era negocio para
especuladores.
Por otra parte, en agosto de 1870 también se acordaba la autonomía para Puerto Rico, como
fórmula experimental previa para luego negociarla con Cuba. Pero no se empezó a aplicar hasta
1872 y se abolió en 1874, bajo Serrano, la guerra continuará porque existía un obstruccionismo a
cualquier fórmula autonómica, sólo era posible la integración total bajo la metrópoli o la
independencia. A pesar de todo, la ley que otorgaba autonomía a Puerto Rico se convirtió en un
precedente importante para futuras negociaciones en ambas islas.
Desde que el gobierno de Ruiz Zorrilla hiciera de la abolición de la esclavitud y de las reformas
en las Antillas una cuestión de Estado, todo valía para boicotear sus proyectos. Además había
una fuerte presión norteamericana que se planteaba en la imposición de una tarifa arancelaria
especial sobre el azúcar producido con mano de obra esclava.. Los diputados radicales
plantearon como primera medida la abolición de la esclavitud en Puerto Rico, donde sólo había
poca mano de obra esclava, y postergar hasta que acabase la guerra la solución definitiva de
Cuba (80 por ciento de la fuerza de trabajo). Pero cuanto se hiciera para Puerto Rico, sin duda
abriría el camino para Cuba. Además, los radicales de Ruiz Zorrilla y Martos planteaban
reformas tan elementales que hubieran supuesto la abolición de la esclavitud en ambas islas y la
modificación del sistema de dominio y poder de las oligarquías tanto antillanas como
peninsulares. Además, las campañas de la Asociación Abolicionista, arreciaban, exigiendo
cumplir sus promesas a Ruiz Zorrilla. Por otra parte, la guerra daba ya un trágico saldo, el de
25.000 bajas, con más de 74.000 soldados o quintos destinados en Cuba. El precio humano,
social y económico era demasiado elevado. Por eso, si se quería salvar el sistema democrático,
había que dar soluciones a las Antillas y a las quintas, las cuales no se podían abolir sin antes
solucionar tanto la guerra cubana como la persistente insurrección carlista. Además al poco de
abrirse las Cortes, Ruiz Zorrilla tuvo que reclutar 40.000 quintos más para hacer frente a los
carlistas. El gobierno nombró al general Hidalgo, antiguo artillero pasado a la infantería, como
jefe de las operaciones contra los carlistas en el norte, lo que desencadenó la dimisión en bloque
de los oficiales de artillería. El gobierno los sustituyó pero se encontró enfrente a los
conservadores y alfonsinos que aprovecharon para minar el prestigio de la monarquía
democrática entre ese sector militar.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 138


Ruiz Zorrilla comienza con urgencia las reformas en ultramar para lograr la paz y poder así
cumplir el objetivo de abolir las quintas. Tramita el proyecto de ley de ayuntamientos para las
Antillas y el de abolición de la esclavitud, ambos complementarios y ambos con el inmediato
rechazo del Centro Hispano-Ultramarino de Madrid, desde donde se orquesta una fabulosa
campaña antigubernamental. En tales centros, que controlaban periódicos influyentes en cada
provincia, se concentraban esos indianos enriquecidos o los industriales con clientela antillana,
o los harineros y trigueros, o los vinateros, o los arroceros, o los que tenían concesiones de
servicios como el tráfico naval o el abastecimiento a las tropas... una sólida nómina de intereses
solapados con la de poseedores de plantaciones y esclavos en Cuba.
No existían precedentes para tan extraordinario grupo de presión en la vida de un sistema
democrático tan joven. Los integrantes del Centro Hispano-Ultramarino de Valencia, que se
ponían a la cabeza del movimiento antirreformista, y rechazaban por impolíticas y
antipatrióticas las reformas anunciadas. El recurso haría fortuna: rechazar como antipatriótico
cuanto se opusiera a los intereses oligárquicos. Así se lo hicieron llegar a Ruiz Zorrilla, además
se le unen los demás centros en cuyo nombre el marqués de Manzanedo pedía al rey
directamente las exigencias de los centros hispano-ultramarinos que reciben el apoyo de los
conservadores y unionistas del prestigio de Cánovas, Caballero de Rodas, etc. En la asamblea
celebrada en Madrid en diciembre deciden utilizar todos los medios posibles para impedir la
reforma e incluso hacer saber al rey Amadeo que estaba comprometiendo la monarquía, al
comprometer la integridad territorial.

2. LA SUBLEVACIÓN CARLISTA.

Cuando se produjo el debate sobre la Internacional, Sagasta trataba de hacerse con las riendas
del liberalismo progresista en el poder, pero el tema de la Internacional lo enfrentaba a un Ruiz
Zorrilla comprometido con los principios democráticos. Sagasta lanzó un manifiesto del que
llamaba Partido Progresista, a la par se publicaba otro firmado por Ruiz Zorrilla y sus
correligionarios con el mismo nombre y casi idénticos contenidos. Fernández de los Ríos
propuso la unidad en un solo partido progresista, organizó una comisión de entendimiento y
fusión de ambas tendencias, pero Zorrilla estuvo firme en no reprimir la Internacional y en
defender el respeto a todas las opiniones de los ciudadanos, dos puntos en los que Sagasta se
acercaba a los unionistas partidarios de la primacía del Estado sobre los derechos de los
individuos. Para Zorrilla los derechos individuales eran ilegislables e irrenunciables. Pero había
otro conflicto, el de las Antillas. Sagasta era partidario de la «integridad nacional», opuesto a
cualquier fórmula que pudiera suponer el inicio de la pérdida de las colonias. Sin embargo,
Ruiz Zorrilla propugnaba la autonomía no sólo para Puerto Rico sino también para Cuba. Así
la división de progresistas y demócratas quedó marcada por una lucha de funestos resultados
políticos.
Sagasta se encontró, por tanto, en las Cortes frente al partido de Ruiz Zorrilla, además de los
carlistas, republicanos y conservadores alfonsinos. Se alió con los unionistas, formó un gobierno
para provocar el fin de la legislatura y convocó nuevas Cortes confiando en ganar una cómoda
mayoría. A la vista de los resultados, tampoco Sagasta pudo gobernar, ya organizado como
partido constitucional, y tuvo que disolver aquellas Cortes convocando otras en el mismo 1872.
Los resultados fueron imprevistos, el balance era claro: ganaban los unionistas seguidos por el
Partido Constitucional de Sagasta y el Partido Radical de Ruiz Zorrilla. Es cierto que estos dos
juntos podían gobernar, pero además de estar enfrentados, había que contar con otros
diputados, federales y carlistas. No era fácil, por tanto, el equilibrio de alianzas. El Congreso lo

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 139


presidió Ríos Rosas, el incombustible unionista, y al mes, dimitía Sagasta para dar paso a un
gabinete de nuevo presidido por el general Serrano, con una sólida nómina de liberales
conservadores, los unionistas, se hicieron con las riendas de la política. La figura del diputado
fronterizo era normal por la novedad del sistema democrático que permitía una cámara plural y
porque los propios partidos estaban en sus primeras andaduras organizativas como tales
instituciones de un Estado democrático.
Hasta tal punto llegó el temor de las fuerzas democráticas y republicanas ante la inclinación
conservadora del gabinete de Serrano, que hubo un intento de insurrección, pero Ruiz Zorrilla
se negó a abanderarla, renunció al escaño y se retiró de la vida política de momento. Después
de las elecciones, la asamblea del Partido Federal daba poderes totales a Pi, éste se opuso a la
rebelión armada y buscó la conciliación. El pretexto era la invasión armada carlista con el
pretendiente Carlos al frente. Se acababa de controlar la insurrección filipina de Cavite, y
empezaba un levantamiento carlista cuya mayor fuerza se concentró en Navarra, Guipúzcoa y
Vizcaya.. A los tres días de lucha, eran derrotados y el pretendiente volvía a salir de España,
pero inexplicablemente el general Serrano, firmaba con los carlistas el convenio de Amorebieta
por el que se les reconocía a sus jefes militares el grado que tenían en el Ejército antes de pasarse
al bando carlista y se organizaba el intercambio de prisioneros. Simultáneamente, el gobierno
proponía suspender las garantías constitucionales, el rey Amadeo I, usando sus competencias
constitucionales, se resistió, invitó a Espartero a tomar las riendas del gobierno, éste se negó y
entonces recurrió al general Córdoba para formar un gobierno en el que se incorporase Ruiz
Zorrilla para salvar la legalidad democrática.
Zorrilla se resistió, le insistieron, hubo comisiones de las milicias ciudadanas y de los
ayuntamientos para pedirle que tomara las riendas del gobierno. Cedió y entró en Madrid
aclamado y formó gobierno en junio de 1872 con progresistas y demócratas. Sin embargo, al no
contar con mayoría en las Cortes, el gobierno suspendió las sesiones, prerrogativa legal que no
obedecieron los partidos de la oposición que boicotearon al gobierno por temor a las medidas
previstas sobre la autonomía de Puerto Rico y la puesta en marcha de la ley Moret para la
gradual extinción de la esclavitud. El gobierno tuvo que dirigirse al país en una circular a los
gobernadores prometiendo poner fin a la violencia carlista y, en cualquier caso, proponiendo
arreglar la libertad con la libertad misma sin medidas extraordinarias, respetando la
Constitución, que establecería el jurado y organizaría el Ejército sobre una base nacional con la
inmediata abolición de las quintas y de la matrícula de mar, y prometía regenerar las provincias
de Ultramar con las reformas que se negociaran con sus habitantes. Era justo el programa al que
se negaban los diputados de la oposición en ambas cámaras, y por eso no quedaba otra salida
que la disolución de las Cortes, convocando elecciones con el fin de empezar el nuevo
legislativo en septiembre. Amadeo I y su esposa sufrieron un atentado. Como los realizados
contra Prim y Ruiz Zorrilla, dejaba el interrogante de si procedían de quienes se oponían a las
reformas antiesclavistas.
En ese mes de agosto Ruiz Zorrilla llevó a la firma del rey el cumplimiento de la ley Moret
antiesclavista y designó al general Moriones al frente de las tropas del Norte, mientras que se
levantaban partidas carlistas en Cataluña. Factor de inestabilidad importante, porque hicieron
incursiones por las comarcas industriales y tanto patronos como obreros les hicieron frente en
milicias ciudadanas, puesto que la táctica carlista era de sabotaje a las industrias y de saqueo.
Por otra parte, un sector de conservadores propuso el retraimiento en las elecciones. El gobierno
publicó una circular electoral sobre las reformas que se proponía realizar, destacando de nuevo
la abolición total de la esclavitud y la autonomía para las Antillas, así como la supresión del

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 140


sistema de quintas y de matrícula de mar, junto con el establecimiento del sistema de jurado
popular previsto en la Constitución.
Los resultados fueron apabullantes a favor de los radicales de Ruiz Zorrilla, aunque hubo una
alta abstención, además del retraimiento y boicot carlista y de sectores conservadores que no
obedecieron a sus jefes nacionales. No obstante, los radicales pronto aparecieron divididos entre
un ala derecha y un ala de la izquierda de los demócratas. Se abrían las nuevas Cortes y el rey
Amadeo I se comprometía a cumplir todas las promesas antes citadas del gobierno, y además
deploraba no poder restablecer relaciones con la Santa Sede.

4. LA CRISIS DEL RÉGIMEN Y LA ABDICACIÓN DE AMADEO I.

A esto se añadían situaciones de confusión como la insurrección republicana de La Coruña.


Costó grandes esfuerzos mantener la unión, porque Pi y Margall, Castelar y Roque Barcia
condenaron las actitudes insurgentes, pero de nuevo la recluta de quintos fue la espoleta para
recurrir a las armas y formar partidas. A los republicanos se les aplicaba la Ley de Orden
Público y más de mil fueron condenados en consejo de guerra, aunque los dirigentes nacionales
anteriores pidieron el indulto. Los republicanos ya estaban escindidos en dos grupos, los
intransigentes habían dimitido en noviembre del directorio y habían montado un consejo
provisional y exigían la revolución social, organizando comités secretos dentro del propio
partido contra la dirección de Pi que se oponía a la insurrección armada. Los intransigentes
trazaron un programa de insurrección: abolición de quintas, creación de un ejército de
voluntarios, cese de empleados, revisión de contratos de ferrocarril, nacionalización de bancos,
regulación de precios, democracia directa, justicia libre y reforma agraria.
También en diciembre de 1872 intentaban una nueva insurrección sincronizada en núcleos
obreros y ciudades que fracasó, pero que añadió más malestar. Porque, mientras tanto, los
carlistas, que, gracias al general Serrano, contaban con el estatuto de potencia militar casi
estatal, se reunían para lograr fondos, recaudaban en las zonas que controlaban y elevaban a
Dorregaray a la jefatura militar. No lograban extender su área de influencia, aunque hizo su
aparición la trágicamente famosa partida del cura Santa Cruz que logró reclutar mozos hasta
levantar la guerra en las comarcas vascas, y le dio a la guerra el carácter de bandolerismo cruel,
fusilando liberales y provocando la emulación de otros curas. El impaciente aspirante Carlos
emitía miles de cartas y órdenes expresando sus esperanzas, recogía armamento pero sin lograr
dar eficacia a sus filas. Pero el general Primo de Rivera no lograba derrotar las partidas carlistas
porque estaba más pendiente de la política de Madrid que de los carlistas.
Las guerrillas carlistas constituían un factor permanente de acoso a la monarquía democrática
que entorpecía las previsiones del gobierno. Pero el problema más serio y peligroso estaba en la
Liga Nacional constituida contra las reformas en las Antillas, que cercó al gobierno desde
distintos frentes. La escalada contra Ruiz Zorrilla se graduó. El partido de Sagasta se retiró de
las Cortes por considerar que se estaba poniendo en peligro la integridad nacional. Se
anunciaba la abolición inmediata de la esclavitud en Puerto Rico, y el Casino Español de La
Habana y todos los esclavistas se dirigían al rey en contra de las reformas exigiendo
directamente a Amadeo I que no se presentasen en las Cortes los proyectos. También se
oponían a los proyectos de democracia municipal, porque la Ley de Ayuntamientos hubiera
supuesto en las islas el sufragio universal masculino por primera vez. El objetivo era el mismo
en la metrópoli y las colonias: detener al gobierno.
Cuando llega a las Cortes el proyecto de ley abolicionista, se reúne la diputación de la nobleza
española y se pronuncia en contra. Pero gracias a la ley Moret, al fin se liberaron 30.000

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 141


esclavos. Los primeros días de 1873 fueron de agitación constante de estos círculos, que se
organizaban en Liga Nacional por todas las ciudades para frenar las reformas. En la Liga
estaban los alfonsinos dirigiendo los movimientos abiertamente, aglutinan a las más influyentes
propietarios agrarios, comerciantes e industriales, además reclutan y pagan voluntarios para
Cuba e inundan las Cortes de escritos.
Pero el gobierno no cedía. Y se reanudaban las sesiones de las Cortes con medidas como la
secularización de los cementerios, la reforma de impuestos sobre títulos y cruces de la
aristocracia y sobre todo el proyecto de abolición de quintas y matrícula de mar y los
presupuestos. Siguen los proyectos con las previstas cesiones de atribuciones a los municipios
de Puerto Rico, la separación del mando civil y militar y la abolición de la esclavitud. La Liga
Nacional arrecia en sus movimientos.
No había respiro en el gobierno, cuando resucita de nuevo el conflicto de los artilleros. Los
cargos dados al general Hidalgo soliviantaron los ánimos de aquellos oficiales antiguos
compañeros de artillería que no querían ser mandados por él. Córdoba buscó el acuerdo, relevó
a Hidalgo y dimitió él mismo, pero no se aceptó el sacrificio de Córdoba; entonces los artilleros
pidieron su licencia y el gobierno se la dio, lo que era de hecho la disolución del cuerpo. El rey
lo respaldó lógicamente y el gobierno reorganizó la artillería con otros suboficiales y
ascendiendo a los sargentos. Los radicales de Ruiz Zorrilla prevén el debate parlamentario de la
abolición de la esclavitud en Puerto Rico, cuentan además con el apoyo de los federales. Sin
embargo, el rey ya no encontró más fuerzas personalmente para hacer frente a tanta presión.
El rey vive en una auténtica pesadilla, su mujer se quiere ir. Comunica a Zorrilla, el jefe del
gobierno, su decisión pero no logra convencerle de que rechace la idea. Siempre había tenido en
contra a la casi totalidad de la aristocracia, borbónica, también había visto normal tener en
frente a los carlistas y a los republicanos federales, además ahora se le levantaban los sectores
autocalificados como patrióticos.
Rivero reunió ambas cámaras constituyéndolas en convención, que contravenía a la
Constitución. No había unidad en el gabinete, la abdicación desencadenaba una tormenta y la
Liga Nacional había logrado sus objetivos, paralizar las reformas en las Antillas. Los ataques
contra Ruiz Zorrilla se cobraban la caída de la propia monarquía democrática. Al publicarse la
noticia de la abdicación, el público rodeó el palacio de las Cortes y se proclamó la República por
primera vez en España. Era el 11 de febrero, el día 12 salía la familia de Amadeo hacia Portugal.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 142


LA I REPUBLICA
1. La Presidencia de Figueras
1.1. Principales reformas
1.2. La situación internacional
2. La Presidencia de Pi y Margall
2.1. Reformas sociales
2.2 Hacia una Constitución republicana
3. El levantamiento cantonal
3.1. El programa cantonalista
4. Las Presidencias de Salmerón y Castelar
4.1. Unitarios frente a federales
4.2. El recrudecimiento de las guerras carlista y cubana
4.3. La oposición antirrepublicana
5. Del pronunciamiento de Pavía al pronunciamiento de Martínez Campos.

Se proclamó por amplia mayoría y se eligió un ejecutivo con Figueras de presidente, Castelar en
Estado, Pi en Gobernación, Nicolás Salmerón en Gracia y Justicia, Echegaray en Hacienda,
Córdoba en Guerra, Beranger en Marina, Becerra en Fomento y Francisco Salmerón en
Ultramar. Figueras pidió confianza para la República, y para asegurar la libertad, el orden y la
integridad del territorio español. Martos logró la presidencia de la Asamblea. La mayoría de la
cámara pertenecía a los progresistas radicales, quienes con demócratas y federales optaron por
una solución republicana ante el vacío de poder y antes que volver a la fórmula constitucional
de la regencia, preferida por los unionistas. A tal coalición respondía ese primer gobierno, pero
el grupo de los republicanos federales estaba sin un liderazgo oficial, porque el consejo de los
intransigentes no se había disuelto. Pi y Margall, Castelar, Salmerón y Figueras creían que la
legalidad debía afirmarse, sin violencia. Todos habían votado una República sin definir hasta
elegir una asamblea constituyente. Incluso dentro del Partido Republicano Federal, no había un
solo proyecto.
Para amplios sectores campesinos la República significaba el reparto de la propiedad, o al
menos replantearse la estructura de la riqueza agrícola; para un amplio abanico de clases
populares suponía el derecho al trabajo y menores cargas contributivas; para otros grupos más
reducidos, como los internacionalistas, o los intelectuales del federalismo, era la ocasión para
implantar las utopías sociales por las que luchaban. Catalizó, por tanto, expectativas tan
diversas y tan anheladas durante décadas que la impaciencia provocó la desunión entre sus
defensores. Sin embargo, sus enemigos, las clases propietarias bien articuladas en tomo a los
partidos liberales de moderados y progresistas, no dejó de conspirar para destruir todo el
programa político, social y económico de la República. Lo lograron en dos fases y una vez más
fue el Ejército su brazo ejecutor; primero con Pavía disolviendo las Cortes y dando el poder de
nuevo al infatigable Serrano, y luego con Martínez Campos para ya entregar las riendas
definitivamente a Canovas, restaurador de la monarquía conservadora de Alfonso XII.
Y siempre, tras esas conspiraciones se encontró el fuerte grupo de hacendados esclavistas que
no cesó de entorpecer el desarrollo de los gobiernos republicanos, dando dinero al pretendiente
carlista para armamento y soldados. Además, tanto Serrano como Cánovas estaban
políticamente unidos a ese grupo de presión. El negrero Zulueta fue la figura prominente de la

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vida política del momento con los antes citados, y movió con el marqués de Manzanedo, los
hilos de la gran aristocracia y de las clases propietarias.
La República llegaba en medio de una desconfianza internacional. De hecho, sólo en el otoño de
1874, cuando la República entraba en unos derroteros de orden empezó a recibir el
reconocimiento internacional.

1. LA PRESIDENCIA DE FIGUERAS.
El primer gobierno fue de coalición de radicales con republicanos y fueron los líderes más
prestigiosos los que asumieron las principales tareas, era un gabinete de alta talla política y
sólida experiencia, sin embargo pronto los acontecimientos desbordaron sus planteamientos.
La respuesta a la abdicación de Amadeo I era previsible en ciertos sectores sociales y políticos, y
apareció de nuevo el recurso de constituirse las provincias en juntas revolucionarias,
destituyendo a los ayuntamientos donde no gobernaban los republicanos y lanzándose ciertos
sectores sociales a la ocupación de las tierras, la abolición de quintas o de impuestos... sucesos
que dieron motivo para que la prensa monárquica propagase la sensación de que «república»
era sinónimo de caos. A los diez días de proclamarse la República, en la plaza de Sant Jaume de
Barcelona los ciudadanos se manifestaban para pedir el Estado catalán. Las diputaciones
catalanas acordaron constituirse en Estado federal, quitaron a los militares el mando y los
convirtieron en un ejército de voluntarios.
Con eso se las tenía que ver Pi y Margall, partidario de las reformas sociales y coherente
defensor del federalismo de los pueblos españoles. Era el nuevo ministro de la Gobernación y
había que canalizar, por tanto, esas aspiraciones plurales, incluso opuestas, todas con el común
denominador de la impaciencia. Además, se echaron los del Partido Federal a la caza de puestos
públicos, discriminando a los radicales, con cuyos votos precisamente se había proclamado la
República, o despreciando a los nuevos republicanos, tan necesarios para consolidar el nuevo
régimen. Se destrozaba la ampliación de las bases sociológicas del sistema republicano. Eso
pasó con los nombramientos en el Ejército, los federales del gobierno tenían que cuadrar el
mando militar con los escasos generales adeptos, la Asamblea parlamentaria se declaró en
sesión permanente, abolió las quintas como medida para contentar la impaciencia popular y
asumió el poder el presidente de la Asamblea, Martos, quien no fue capaz de formar un
gabinete. Así Figueras volvió a formar gobierno con mayoría republicana. Se nombraron de
inmediato 38 gobernadores civiles para reemplazar a los radicales, pero el gobierno necesitaba
la Asamblea, que era de mayoría radical, para hacer una República estable.
Pi, al frente de Gobernación, ordenó de inmediato la disolución de las juntas revolucionarias
formadas y la reposición de los ayuntamientos cesados, lo que ya provocó la primera
desilusión, que fue capitalizada por los federales intransigentes. Así, aunque, se lograba la tan
ansiada abolición de las quintas, los intransigentes animaban a sublevarse a los que no se
licenciaran de inmediato. Pi estableció la milicia republicana, restableciendo los cuerpos de
Voluntarios. Serían el contrapeso al Ejército, porque era una milicia de partido, y fue la que
salvó al gobierno de la intentona golpista de Serrano y otros. La abolición de las quintas se
pensaba suplir con la afluencia de voluntarios contra la reacción carlista y antirrepublicana,
pero faltaron fondos para armar a los Voluntarios de la República, y ni siquiera bastó la venta
de las minas de Riotinto, además de que al ser mayor la paga a los voluntarios que al Ejército, se
creaba descontento entre la tropa permanente. De este modo se formaron dos fuerzas armadas,
la una de jornaleros y parados, Voluntarios de la República, en compañías cuya oficialidad era
electa por ellos mismos, y otra esa tropa permanente, sometida a una jerarquía de militares en
su mayoría partidarios de la monarquía y del candidato Alfonso de Borbón.

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Tal situación ya amagó en los sucesos de Cataluña, sometida a la presión de las partidas
carlistas, y donde se solaparon además la influencia internacionalista obrera, las aspiraciones
federales con claro contenido catalanista y las disputas entre federales intransigentes y el
gobierno de la República. Así, la diputación de Barcelona, al haber proclamado el Estado
catalán, se erigió en máxima autoridad militar pero de momento se encauzaron las exigencias
federales catalanas y de las Baleares dentro de las previsiones gubernamentales.
Cabe subrayar la definitiva participación de los trabajadores en estos acontecimientos,
organizados como tales. Veían en la República federal, la «encarnación de su ideal político y
social», este protagonismo era nuevo en la vida política y los federales lo trataban de encauzar
doctrinalmente no como lucha de clases al modo internacionalista, sino con la propuesta
utópica porque pensaban que se podía alcanzar, organizando el poder desde abajo, la
fraternidad ciudadana de personas y pueblos. Sin embargo, mientras amplios sectores
populares desplegaban y apoyaban semejante programa, los carlistas hicieron de su guerra una
cruzada nacional, y el catolicismo una bandera contra una República atea y anticlerical.
El gobierno tomó medidas rápidas para hacer efectivo su programa. Ante todo, proclamar la
legalidad y vigencia de la Constitución de 1869, salvo en los artículos concernientes a la
monarquía, hasta que se promulgase una Constitución republicana, y como tareas urgentes, la
abolición definitiva de la esclavitud, la organización de los Voluntarios de la República como
fuerza militar ciudadana, sin por eso disolver el Ejército y además la abolición de los títulos
aristocráticos, para establecer la igualdad ciudadana y como paso previo a la reforma agraria y
al replanteamiento de la forma en que se resolvieron los pleitos sobre las tierras señoriales.
Medidas cautas, que no bastaban para tantas expectativas como extensos sectores esperaban.
Así, los Voluntarios de la República se convirtieron en plataformas armadas para exigir
reformas sociales, apremiantes para amplios sectores de unas clases populares al borde de la
subsistencia. En estas cuestiones se produjo la convergencia de federales e internacionalistas..
Por otra parte, el conflicto campesino se extendía y se intensificaba. Se ocupaban las tierras de
los terratenientes o las comunales para repartírselas. Por otra parte, en Puerto Rico al fin se
abolía por ley la esclavitud. También se aprobaba al fin la supresión de la matrícula de mar, o
sistema de reclutamiento entre la población marinera, que la tenía injustamente cautiva en su
edad productiva, al servicio de la Armada estatal.
El pánico entre las clases propietarias les hacia exiliar capitales y exiliarse ellos mismos a
Biarritz, a conspirar para derribar la República. Pero antes lo intentaron desde dentro, las
conspiraciones se aceleraron y el general Serrano de acuerdo con el alcalde radical de Madrid
prepararon la convocatoria de la Asamblea para quitar el gobierno a los federales y entregarlo
al mismo Serrano. Sin embargo, el gobierno, con las milicias de voluntarios a sus órdenes, tuvo
preparado un dispositivo que desbaratase tales planes sin derramar una gota de sangre. Al día
siguiente se disolvió la Asamblea por decreto, y quedó todo el poder en manos del ejecutivo. Pi
y Margall pudo haber proclamado la República federal pero siempre cumplió la legalidad y
decidió que había que esperar a la Asamblea Constituyente. La alianza con los radicales se
había roto y algunos de sus líderes se fueron al destierro voluntariamente. La situación
internacional no era favorable a la República.
Se celebraron las elecciones con una limpieza ejemplar aunque con una extraordinaria
abstención. El ministro Pi y Margall pudo contener las impaciencias federales de momento,
manteniendo los ayuntamientos hasta las elecciones y enviando circulares a los gobernadores
exigiendo neutralidad total para garantizar la libertad en la campaña y ordenando a los jueces
que se asegurasen contra posibles irregularidades. Fueron unas elecciones limpias en medio de
una intensa campaña de las fuerzas conservadoras que proclamaron el retraimiento y la

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abstención. Unido a la situación de guerra abierta del bando carlista, resultaba previsible la
abstención rebasara el 60 por ciento. La prensa conservadora exageraba el desorden, mientras
que los carlistas reactivaron sus partidas. Los resultados fueron rotundos a favor de los
federales pero quedaron sombras y apatía en estas primeras elecciones republicanas., los
intransigentes quedaron como minoría lo que agudizo su impaciencia y sus ataques al gobierno
desde la prensa.

2. LA PRESIDENCIA DE PI Y MARGALL.
El 1 de junio se abrió la Asamblea Constituyente y de inmediato surgieron las divisiones,
Castelar y Salmerón encabezaron un federalismo sin contenidos sociales, mientras que el ala
izquierda, con Barcia y Contreras al frente, se decantaba por lo que entonces se calificaba como
«revolución social», quedándose en el centro un amplio grupo de diputados fluctuantes entre
ambas tendencias que fueron el apoyo a los gobiernos de Pi y Margall. La Asamblea había
votado a los ministros uno por uno, y cuando a los ocho días Pi solicitó permiso para
cambiarlos sin consentimiento de aquélla, ya se advirtieron las divisiones en una cámara
Se votó por unanimidad la República federal como forma de gobierno pero la unanimidad no
iba más allá. A Pi y Margall le temían los moderados de Castelar y Salmerón por sus ideas
sociales, mientras que los intransigentes federalistas, en algunos casos aliados con los
internacionalistas, lo hacían el blanco de sus críticas de modo constante. Pi y Margall nombraba
a los 49 gobernadores civiles de los cuales 32 eran catalanes, pero no catalanistas. Las ciudades
andaluzas estaban controladas por los intransigentes. La capital se convirtió en un hervidero de
rumores golpistas. Al fin llegó la Asamblea Constituyente en la que Pi y Margall pidió a la
cámara elaborar con rapidez la Constitución y anunciaba una serie de reformas inmediatas: el
reparto de la propiedad agraria, los jurados mixtos de obreros y fabricantes en el ámbito laboral,
el control del trabajo de los niños, la efectiva implantación de la enseñanza pública, gratuita y
obligatoria, la separación de la Iglesia y Estado y la abolición, al fin, de la esclavitud en Cuba,
implantando todas las libertades en aquellas provincias. Además, pedía unión entre todos los
federales para salvar la República, prometía la ley pendiente de suspensión de garantías
constitucionales y garantizaba que se revisarían las hojas del servicio militar para establecer un
sistema de ascenso profesional.
Recogía en su programa viejas aspiraciones y reformas que aunque tuviesen ciertos ribetes
radicales en 1873 sonaban a socialismo revolucionario. Pero la principal reforma estaba
obviamente en el propio texto previsto como Constitución, fue presentado a las Cortes
Constituyentes, y, aunque no llegara a promulgarse, para «asegurar la libertad, cumplir la
justicia y realizar el fin humano a que está llamada en la civilización», son metas que marcan el
rumbo de esa colectividad que sin ambigüedades se define rotundamente como «Nación
Española».
Hay una novedad radical, el título preliminar que es el soporte del resto de los títulos
constitucionales: «Toda persona encuentra asegurados en la República, sin que ningún poder
tenga facultades para cohibirlos, ni ley ninguna autoridad para mermarlos, todos los derechos
naturales». Ya continuación se hacía una declaración de derechos humanos, derechos a la vida,
a la seguridad y la dignidad humana, y al libre ejercicio de todos los derechos individuales
subrayando de modo especial la igualdad ante la ley, sin olvidar las libertades de industria,
comercio y crédito, a partir de tales principios, el constituyente procedía ya a organizar el
código fundamental en 17 títulos con 117 artículos.
Totalmente nuevo era el título primero dedicado a la «Nación Española». Constaba sólo de dos
artículos, en el primero se definía España como una nación compuesta por Estados. El título II

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versaba sobre los españoles y sus derechos, se determinaba la obligación de defender a la patria
con las armas. También se separaba expresamente la Iglesia del Estado y se prohibía a «la
Nación o Estado federal, a los Estados regionales y a los Municipios subvencionar directa o
indirectamente ningún culto».
Los títulos III al XIV se destinaban a la regulación de tanto de la separación de poderes, como
de las relaciones entre los nuevos niveles de soberanía compartida entre el municipio, el Estado
regional y el Estado federal o Nación. Se trataba de una organización constitucional plenamente
moderna, modernizadora y radicalmente democrática. El texto muy escrupuloso en el respeto a
la igualdad ciudadana, se estipulaba de modo rotundo la independencia del poder judicial.

3. EL LEVANTAMIENTO CANTONAL.
Aunque el texto constitucional se redactó con rapidez para evitar nuevas insurrecciones
federales, los acontecimientos se precipitaron. Pi y Margall formó un gobierno con los
correligionarios más moderados para poder arreglar la deuda y acometer las reformas sin
levantar recelos. Pero todo parecía insuficiente a los intransigentes, mientras que los carlistas
arreciaban en sus acciones militares y se hacían públicas las conspiraciones de los alfonsinos,
quienes reavivaron la influencia de Serrano entre los militares. Por eso, Pi y Margall consideró
necesario pedir poderes extraordinarios para controlarlos. Sin embargo, los sucesos
desbordaron al gobierno precisamente desde las posiciones federales intransigentes y desde los
núcleos internacionalistas. La última semana de junio fue tensa en Cataluña, con un ejército
incapaz de acabar con los carlistas y un enfrentamiento en Barcelona entre federales e
internacionalistas, por un lado, y por otro la milicia ciudadana controlada por las instituciones.
Sin embargo, las mayores tensiones se produjeron desde finales de junio a mediados de julio en
comarcas andaluzas, murcianas y valencianas. Los motines sociales pidiendo tierras y la
reformas sociales empezaron en Andalucía, se organizó un Comité de seguridad pública y
proclamaron el cantón, redujeron la jornada laboral a 8 horas y los alquileres en un 50 por
ciento, confiscaron los bienes de la Iglesia y las tierras sin cultivar para repartidas entre
jornaleros. Sin embargo, el gobernador La Rosa, nombrado por Pi, restableció el orden y pudo
evitar que el ejemplo se propagase.
Los carlistas amenazaban las ciudades de Irún y Bilbao, y chantajeaban a la Compañía
Ferroviaria del Norte. Además ejecutaban en masa a los carabineros del Estado. Sin olvidar
apoyos significativos internacionales. En tal situación se discute en la Asamblea Constituyente
la suspensión de las garantías constitucionales, se rechaza que sólo sea en las provincias vascas.
La notoria falta de coordinación entre los republicanos facilitó a los carlistas algunos éxitos
militares que la prensa conservadora jaleó. El 15 de julio ya estaba media España levantada
cantonalmente.
El manifiesto del madrileño Comité de Salvación Pública, presidido por Roque Barcia, pidió que
se formaran comités análogos en provincias. Ese comité había programado el levantamiento
general de los federales, sin esperar a la Constitución. El gobierno de Pi estaba entre tanto
preocupado por los sucesos desencadenados en la industrial Alcoy, a partir de la huelga
iniciada en la papelera, ocasión que los internacionalistas aprovecharon para proclamar la
huelga general, adueñarse del ayuntamiento y constituirse en comuna colectivista. Arrasaron
fábricas y casas, mataron a los agentes de la Guardia Civil, y también al alcalde republicano.
Excesos de los que toda la prensa dio cumplida información, como también informaron de los
sucesos similares ocurridos en Toro. Pi y Margall ordenó al general Velarde que restableciera el
orden, pero fueron necesarios más de 6.000 soldados para derrotar a los obreros que se habían

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hecho fuertes en la ciudad de Alcoy. También el general Ripoll tenía órdenes de Pi de controlar
Andalucía desde Córdoba, nudo ferroviario.
Una vez más los sucesos desbordaron al gobierno. En un mitin celebrado el 11 de julio en
Cartagena, agentes del comité de Madrid, aprovechan el malestar por los marinos sin licenciar
todavía cuando estaba abolida la matrícula de mar. Por las circunstancias de la plaza, con base
naval y un cinturón de fuertes que la hacían inexpugnable, los intransigentes decidieron hacer
de esta ciudad el centro de la revolución federal cantonal. El general Contreras desde Madrid;
se hizo con el mando. Pi aceleró la redacción de la Constitución pensando que eso contentaría a
los intransigentes, pero la dinámica de la insurrección era imparable. Al día siguiente de
presentarse el texto constitucional, Pi y Margall dimitió porque no quería el uso de la fuerza
para levantar la España federal. Trató de formar gobierno con todas las tendencias pero se le
opusieron los republicanos moderados, ahora más temerosos al programa social federal por lo
ocurrido en Alcoy sobre todo. La Asamblea Constituyente votó entonces para presidir el
gobierno de la República a Salmerón,. Roque Barcia, desde el comité de Madrid, reactivó la
sublevación cantonal contra el nuevo gobierno de Salmerón, y a los pocos días había un rosario
de cantones desde Castellón hasta Cádiz, en Sevilla, Valencia, Almansa, Torrevieja, Castellón,
Granada, Ávila, Salamanca, Jaén, Andújar, Tarifa y Algeciras. En definitiva, había terminado la
fórmula conciliadora del convencimiento de Pi y Margall.
El levantamiento cantonal no se puede reducir ni a la simple maquinación de una minoría
exaltada, ni mucho menos a propósitos separatistas. Así, es muy revelador que desde Cartagena
se gobernase para toda España, porque se proclamaban el verdadero gobierno de la federación
española, con base en el pueblo, frente al gobierno de Madrid que había traicionado las
reformas previstas. Formaron, por tanto, un directorio provisional de la federación española,
para constituirse en gobierno provisional de la Federación Española, con Contreras como
presidente, luego sustituido por Roque Barcia.
Proclaman las reformas de urgente realización, la redención de las rentas forales en Galicia y
Asturias, la supresión de una serie de rentas feudales vigentes en las poblaciones más dispares
de España. Además replanteaban el modo en que se abolieron los señoríos en contra de las
aspiraciones campesinas. Y a continuación enumeraban, con detalle, cuantos privilegios
feudales seguían vigentes para declararlos abolidos. Todo ello para concluir aboliendo el
registro de la propiedad, sustituyéndolo por uno municipal gratuito, con la consiguiente
supresión de lo que calificaban como «absurdo derecho de hipoteca». Además declaraban que
todo español tenía derecho a pedir los títulos necesarios para averiguar el valor o precio de las
tierras vendidas por reyes o señores feudales. Había una auténtica preocupación por resarcir
tantas expectativas frustradas desde que las Cortes de Cádiz empezaron a reorganizar la
riqueza nacional, y esto ocurría sobre todo en tomo a la propiedad de la tierra, el mayor
conflicto de todo el siglo XIX, los cantonales declaraban que las fincas sin cultivar por sus
dueños durante cinco años pasarían a propiedad del municipio, y con éstas y con las comunales
el Estado haría lotes para darlas a los colonos y acabar con la servidumbre Pero no era sólo un
problema de reparto, también se abolían los gravámenes perpetuos, y se establecía la redención
de cualquier censo.
En las reformas económicas, los cantonales reorganizaban los ministerios en función de las
competencias previstas para los municipios y cantones, pero las novedades eran reveladoras del
espíritu que los animaba. Se establecían los sueldos públicos, se suprimían los coches
concedidos a los funcionarios y sobre todo se abolían los gastos imprevistos y gastos secretos en
los presupuestos de la República federal española. Más decisiva era la medida de establecer una
contribución sobre el capital, como también la creación de bancos agrícolas, industriales y

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 148


mercantiles para favorecer el «desarrollo de la riqueza desamortizada, de matar la usura y crear
familias laboriosas y honradas», siempre a un bajo interés en estos bancos. Todo un programa
que expresaba la mentalidad y proyectos sociales que estaban tras del cantonalismo, del
carácter profundamente reformista y modernizador en el empeño de suprimir todos los
vestigios del antiguo régimen feudal para organizar una sociedad de ciudadanos trabajadores
que viviesen de su trabajo, con medios de vida propios para preservar su independencia..
Lo mismo ocurría en Granada, o en Sevilla, en Valencia y Cádiz. El análisis de los decretos de
los distintos cantones refleja las motivaciones de tan extraordinaria rebelión colectiva, así como
las largas frustraciones acumuladas tras las sucesivas promesas de los gobiernos liberales.
Además, los cantonales reconocieron el derecho al trabajo y en algunos establecieron la jornada
de 8 horas. Cuando decidían gravar a los ricos, más que por influencias internacionalistas, era
por impulso de una ética universal, tales medidas y el alzamiento contra un gobierno
legalmente constituido, responsable ante el Parlamento, no fueron precisamente fórmulas
idóneas para consolidar la primera experiencia democrática republicana en España.
Por lo demás, los tres focos donde con mayor fuerza actuó el cantonalismo el verano de 1873
estuvieron en el País Valenciano, en Andalucía y en Murcia, sin olvidar ciudades castellanas
importantes como Salamanca o Toledo. En Cataluña el carlismo dificultó los movimientos de
los federales, y éstos además ya habían experimentado la división interna cuando los
internacionalistas los arrastraron a la insurrección, mientras otros sindicalistas lograban con los
empresarios la reducción a once horas de jornada y un aumento salarial del 7.5 %, a cambio de
defender al unísono los intereses proteccionistas del sector industrial. Por eso, cuando las
partidas carlistas quemaron el ateneo obrero de Igualada, los trabajadores apoyaron al Gobierno
de la República y no siguieron a los federales intransigentes. Tenían muy cerca el enemigo
absolutista y clerical. Sin embargo, en Alcoy, núcleo igualmente industrial, fueron los obreros
los protagonistas del cantón. También tuvieron un papel destacado los internacionalistas en las
poblaciones de Jerez. La Igualdad, periódico federal cercano a Pi y Margall, llegaba a culpar del
desencanto y del fracaso federal a los internacionalistas. No era así, los internacionalistas
tuvieron peso en contados cantones, pero lo cierto es que sus proclamas reactivaron y
reagruparon a los conservadores, retraídos oficialmente, aunque conspirando siempre.

4. LAS PRESIDENCIAS DE SALMERÓN Y CASTELAR.


Los federales seguidores de Castelar y de Salmerón temían que los intransigentes llevarían al
caos internacionalista, y que esto facilitaría el triunfo de la reacción carlista. Por eso se
declararon unitarios frente a los federales de Pi y Margall. Eran mayoría en la Asamblea
Constituyente, derrotaban a Pi, encargando a Salmerón formar gobierno, quien contó con
personas sin veleidades federales. Salmerón organizó tres expediciones militares para someter a
los federales cantonalista. Para satisfacer al estamento militar reorganizó el cuerpo de artillería
reponiendo a los cesados, disolvió los regimientos que habían confraternizado con los
cantonales, declaró piratas a los buques sublevados en Cartagena e invitó a las escuadras
inglesa y alemana a intervenir. Autorizaban a procesar a los diputados insurgentes, tildados de
separatistas y además abrió la persecución contra la Internacional. El impacto de la entrada de
Pavía, fue enorme en Andalucía y creó temor en el resto de los cantones. Por eso fue más fácil
su marcha de control y disolución de los cantones de Cádiz, Algeciras, San Roque, Granada y
Málaga... También Valencia resistió durante cinco días a las tropas de Martínez Campos sin
embargo, Cartagena supo resistir al cerco y su defensa duró hasta enero de 1874. El final fue de
dura represión, entre tanto, Salmerón decretó la militarización de los Voluntarios de la
República; los sometió a la autoridad militar y nombró a generales alfonsinos para derrotar a los

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 149


carlistas. Los alfonsinos, por su parte, al verse imprescindibles desde sus responsabilidades
militares, conspiraron abiertamente. La ex reina Isabel II había nombrado como jefe oficial de
los alfonsinos, y todo el mundo conocía las reuniones celebradas con los militares.
El principal problema para la República desde agosto de 1873 estuvo no sólo en el
recrudecimiento de la guerra carlista, sino en haber perdido el control de las bases federales y
haber tenido que recurrir a la jerarquía militar alfonsina para derrotar a unos y otros. El ejército
carlista llegó a contar desde ahora con casi 70.000 hombres distribuidos por el País Vasco,
Navarra, Aragón, Cataluña y comarcas del País Valenciano. Se habían organizado como tropas
disciplinadas, trataron de controlar el terrorismo y se pertrecharon con cañones ingleses y
fusiles franceses. Hubo combates sangrientos, el pretendiente estableció su cuartel y su corte en
Estella, tratando de articular un embrión de estado carlista. Serrano fue sustituido por Moriones
y éste logró limpiar Aragón y derrotar a los carlistas, mientras en Cataluña seguían las tácticas
de movimientos permanentes de los carlistas .
Los acontecimientos políticos en Madrid tomaron otro rumbo imprevisto. Salmerón,
paradójicamente impasible ante las ejecuciones sumarias ordenadas por Pavía al disolver el
cantón de Sevilla, sin embargo dimitía de la presidencia del gobierno porque la Asamblea no
votaba en contra de la pena de muerte, algo que él había combatido toda la vida. Votaron a
Castelar como presidente de la República. Salmerón pasó a presidir las Cortes que dieron
plenos poderes a Castelar para acabar con la guerra carlista. Castelar gobernaría mediante
decretos, con lo que resultó investido de «una dictadura amplia y absoluta, de la que no abusó.
Inspiró confianza y hasta los conservadores dejaron de conspirar. Castelar movilizó a los
reservistas, encomendó la dirección de la artillería al general Zavala, acentuó la persecución de
los internacionalistas, y contó con el apoyo de los conservadores y de los radicales.
En una serie de decretos, suspendió las garantías constitucionales y establecía la censura de
prensa. Buscaba el apoyo de los radicales y conservadores que decidieron volver, entre ellos
Cánovas que llegó para dar nuevo impulso a la propaganda alfonsina. Los radicales de Martos,
que se pronunciaban a favor de la República unitaria, como también lo hacía García Ruiz, con
manifestaciones rotundamente antisocialistas o contra cualquier reforma que sonara a
internacionalismo. Repitieron los radicales su apoyo a Castelar en un manifiesto en el que
proclamaban su vuelta a la política, pretendiendo negociar con Castelar los puestos de
diputados para la convocatoria de elecciones después del 2 de enero.
Por lo demás, al conflicto carlista se añadió el recrudecimiento de la guerra en Cuba. La
República había suscitado nuevas esperanzas en los cubanos y también duros presagios en los
esclavistas. De hecho, nada más comenzar la República, se legislaba al fin la abolición de la
esclavitud en Puerto Rico, y se declaraba vigente en la isla el primer título de la Constitución de
1869, auténtica declaración de derechos humanos. Sin embargo, cuando cayó la República a
manos de Martínez Campos, el gobernador recobró las anteriores facultades omnímodas y
disolvió la diputación provincial. En Cuba no había decisiones democráticas al respecto, porque
el federal Soler Capdevila presentó a la Asamblea el proyecto de extender a los cubanos libres
todos los derechos de la Constitución de 1869, sin atender a los esclavos siquiera, pero se opuso
la mayoría de la cámara, porque, según razonó la comisión de Ultramar, la distancia y sus
diferencias geográficas no permitían la igualdad con los ciudadanos españoles. A lo más que se
llegó bajo Figueras es a dejar sin efecto los embargos de los sublevados, y luego más tarde
Castelar, suprimió los poderes todavía omnímodos del capitán general. Castelar trató de
racionalizar la justicia y que la provisión de cargos de carrera judicial en las Antillas
dependiera, como en España, del Tribunal Supremo. Sin embargo, la presión de la Liga
Nacional de hacendados y propietarios seguía siendo tan fuerte como antes, y enviaban una

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nueva exposición avalada por más de 12.000 firmas pidiendo el aplazamiento de las reformas.
Era su táctica permanente, el aplazamiento.
Los republicanos no tuvieron ni fuerza ni recursos para tomar decisiones más coherentes,
mientras seguían elevando el número de tropas que defendían los intereses de esas oligarquías
metropolitanas e insulares, en su mayoría financiadas por esos propietarios y hacendados. La
guerra seguía desarrollándose con ferocidad, los «voluntarios españoles» practicaban la política
de tierra quemada. Por otra parte, aprovechando la situación interna de los gobiernos federales,
los independentistas cubanos desplegaron un contrabando activo para abastecerse de armas.
Mientras tanto, la esclavitud en Cuba seguía sin resolverse y la organización constitucional de la
isla tampoco avanzaba. El grupo de los hacendados se había hecho imprescindible para
conservar el control peninsular de las Antillas.
En el otoño de 1873, la atención estaba puesta en dos asuntos prioritarios, acabar con el ejército
carlista y establecer el mecanismo político para cuando terminara el periodo de excepcionalidad
de Castelar. Los carlistas estaban enseñoreados de Guipúzcoa y tenían financiación que se
sospechaba proceder de los esclavistas cubanos. En Cataluña, al no tener unidad de mando, sólo
fueron capaces de ocupar poblaciones por sorpresa. La táctica de las partidas también funcionó
en el Maestrazgo. Hubo un momento en que también resurgieron las partidas en la Mancha. En
tierras del Duero también hubo un intento que fracasó.
Conforme se avecinaba la fecha con las Cortes en pleno, las maniobras y las tensiones contra la
República se acrecentaban, mientras no cejaban las divisiones entre los republicanos. Los
alfonsinos no se recataban en lanzar la amenaza de sublevarse caso de abolirse la esclavitud
también en Cuba y de ampliar las reformas. Castelar estaba dispuesto a aplazar tales cuestiones
con tal de ganar la guerra a los carlistas y ahí es donde no contó con sus correligionarios.
Salmerón se erigió en su rival y se opuso a los manejos electorales previstos por Castelar para
repartirse los escaños con los radicales y conservadores, y criticó que la República dependiera
cada vez más de generales claramente monárquicos alfonsinos como Martínez Campos y
Jovellar, o el conservador López Domínguez, y el radical Pavía. Salmerón se aproximó a Pi y a
Figueras, mientras que Castelar se entrevistaba con Pavía y éste sugería posponer la apertura de
las Cortes previendo que censuraría a Castelar la mayoría federal. Castelar había confesado que
estaba resuelto a fundar la República en el orden, a aumentar el Ejército, a salvar la disciplina,
pero siempre «dentro de la legalidad», sin golpismo contra las Cortes soberanas. Sin embargo,
López Domínguez, le respondía dando un aviso rotundo de que estaba ya preparado el golpe
de Estado. De hecho, de las soluciones que se barajaron, concluyeron que no estaba madura la
restauración de la monarquía con el príncipe Alfonso, ni tampoco se podía justificar la
dictadura, por eso optaron por la República unitaria como fórmula sin definir en su legalidad.

5. DEL PRONUNCIAMIENTO DE PAVÍA AL DE MARTÍNEZ CAMPOS.


Castelar defendió ante las Cortes su uso de los plenos poderes entregados por la cámara
soberana y pidió un voto de confianza para continuar. Pretendía formar dos partidos dentro de
los republicanos, el conservador y el progresista, pero Salmerón, presidente de la Asamblea,
lideró la oposición, y la votación se hizo, derrotando a Castelar. Se negociaba un gobierno con
Eduardo Palanca al frente, un federal de centro, y decidido partidario de la abolición de la
esclavitud en Cuba. Por eso había urgencia en cerrarle el paso porque los integrantes de la Liga
Nacional negrera conocían bien sus intenciones. Además hubiera estado detrás suyo el propio
Pi y Margall. Por eso, al saberse el rumbo de los propósitos de las Cortes, el capitán general de
Madrid, Pavía, ocupaba las calles con las tropas y él mismo entraba en las Cortes mientras se
realizaba el escrutinio para el nuevo presidente del ejecutivo. Castelar, por tanto, era todavía

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 151


presidente del gobierno, como tal destituyó a Pavía y recibió por unanimidad el voto de
confianza que antes se le había negado, pero ya era tarde: los soldados ocuparon el salón de
plenos, dispararon para amedrentar a los diputados y éstos se disolvieron.
La milicia ciudadana de Madrid estaba disuelta. Pavía había disuelto por la fuerza el poder
legal de las Cortes y trató de unir a Castelar, Cánovas y Martos en un mismo gobierno. Ni los
representantes de los partidos ni los generales se pusieron de acuerdo, y entonces Pavía
amenazó con la dictadura puramente militar, con la ordenanza como código constitucional.
Entonces, los radicales, los conservadores y los republicanos unitarios acordaron recurrir de
nuevo al general Serrano, porque detrás del golpe estaban tanto los esclavistas, ahora
ardientemente arropados por el republicanismo unitario, como las clases propietarias
peninsulares nerviosas por las intenciones reformistas de los federales. El gabinete formado por
Serrano era un gobierno parecido a lo que se pretendió cuando la intentona golpista del 1873.
La primera acción del gobierno fue suspender de nuevo las garantías constitucionales y declarar
vigente la Ley de Orden Público de 1870. De inmediato recibió el reconocimiento de Alemania y
de las repúblicas americanas. Se volvió a decretar la disolución de la Internacional, el gobierno
deportó a más de 5.000 destacados militantes internacionalistas y cantonalistas que nunca
volverían, descabezando por un tiempo el activismo político de ambas tendencias. Fueron los
líderes anónimos de Andalucía, Murcia y País Valenciano los que sufrieron los rigores de la
represión, porque algunos salvaron la situación de distinto modo. Pero estos casos no mataron
el republicanismo, que se mantuvo en otros muchos personajes, como los que luego crearían la
Institución Libre de Enseñanza.
Quedaba acabar con el ejército carlista para estabilizar el nuevo régimen, o crear otra nueva
legalidad republicana. Los radicales de Martos y Echegaray empujaban en esta segunda
dirección, incluso querían arreglar el asunto de la esclavitud en Cuba, y por eso el ministro de
Ultramar avaló un plan de supresión gradual, siguiendo las directrices del negrero Zulueta.
Pero cuando ese proyecto se presentó sucedió la primera crisis ministerial del gobierno de
Serrano. Salían los radicales y quedaba todo el poder en manos de los constitucionalistas de
Sagasta. De nuevo el conflicto provocado por los antiabolicionistas desencadenaba la crisis de
un gobierno.
Por lo demás, los carlistas concentraron sus energías en asediar Bilbao, ciudad bastión del
liberalismo desde 1833, y que además podía avalar el rango estatal de la estructura carlista y
obtener más créditos internacionales para abastecer las tropas. Cartagena ya estaba rendida y
entonces Serrano tomó el mando directo de las operaciones contra los carlistas y logró levantar
el asedio. Tuvo que marcharse de inmediato a Madrid, porque justo tuvo lugar la citada crisis
ministerial, provocada por el plan de abolición gradual de la esclavitud en Cuba. Los carlistas se
repusieron y trajeron de cabeza a los sucesivos mandos, en Cataluña, controlaron toda la
provincia de Girona y operaban por las provincias de Barcelona y Lleida.
Pero tampoco estaba exento el bando carlista de rivalidades y tensiones. Las hubo entre las
diputaciones constituidas por los carlistas en Vizcaya, Guipúzcoa y Álava, o con el obispo de
Urgell, o enfrentamientos entre los líderes porque los triunfos aumentaban las aspiraciones
políticas de los carlistas creyéndose ya ministros bastantes de ellos. Las intrigas se
multiplicaban en el entorno del pretendiente Carlos, quien se veía obligado a ratificar sus
sentimientos católicos y monárquicos, pero tranquilizando que no permitiría ni el «espionaje
religioso ni el despotismo», que no molestaría a los compradores de la desamortización, que
quería una legítima representación del país en Cortes y además tenía que proclamar que no
estaba dispuesto a reimplantar el tribunal de la inquisición porque tales métodos ya no eran
propios de las sociedades modernas. Estos términos les parecieron demasiado liberales a

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 152


bastantes de sus seguidores, y fueron las diputaciones vascas las que llevaron las riendas del
conflicto, al organizarse como verdadero poder, implantaron servicios administrativos,
compraron cañones y municiones, firmaron empréstitos y anticipos, y desplegaron una activa
recluta de hombres y recursos para la guerra.
Desde mayo de 1874 Serrano había encomendado el gobierno al general Zavala quien formó
gabinete, sin los radicales. El gobierno afirmaba que, aunque todos procedían de un mismo
sector político, querían gobernar sin banderías políticas, porque representaban la regeneración
nacional, y preveían consultar al país, para que decidiera sobre su destino. La realidad es que
Sagasta se hizo con las riendas del poder y estuvo más atento a reprimir a los sectores situados
a su izquierda política que a controlar a los alfonsinos. Mientras suspendía los periódicos de la
oposición, dejaba que los alfonsinos promovieran abiertamente la vuelta de su candidato
Alfonso, recogiendo incluso a carlistas desengañados y a los decepcionados o amedrentados
por la revolución federal, sin olvidar la propaganda en el Ejército como soporte de fuerza para
la restauración.
La guerra contra los carlistas se prolongaba con altibajos. Pero sus incursiones eran cada vez
más atrevidas, se vengaban a su paso de los liberales fusilando indiscriminadamente. Eran
expediciones de castigo y recaudación. Sin embargo el general Jovellar controlaba el Maestrazgo
en parte, y en el norte los liberales se estaban imponiendo al ejército carlista. Por eso, las
conspiraciones de los generales alfonsinos arreciaron, cabía la posibilidad de que se estabilizara
la República de Serrano y de que se instaurase una legalidad nueva tal y como prometía
Sagasta.
Tan conocidas eran las conspiraciones que el gobierno dispuso el destierro a otras provincias de
los alfonsinos más notorios, pero no impidió en nada la conspiración, que seguía firme bajo las
riendas de Cánovas. Con motivo del cumpleaños de Alfonso de Borbón, éste publicó una carta-
manifiesto en el que concluía con su definición: buen español, buen católico y verdaderamente
liberal. Usaba la forma de una carta dirigida a los compatriotas y proponía el «restablecimiento
de la monarquía constitucional». Quedaba por precisar el tipo de Constitución con que se
dotaría la monarquía. Tras el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto, el 29 de
diciembre de 1874, que restaura la monarquía, el nuevo gobierno de Cánovas actuó sin
cortapisas tratando de contrarrestar las medidas tomadas en el Sexenio Democrático. Y una vez
más aparecían los intereses esclavistas, porque no les convenía el proyecto de Sagasta que podía
legitimar la República o hacer reaparecer el abolicionismo, o volvieran a replantear tantas
cuestiones pendientes sobre las tierras desamortizadas. Además, la creación del Banco de
España había quitado al Banco Español de La Habana el monopolio de contratar empréstitos
con el Tesoro cubano, y no era casualidad que el hombre fuerte del banco cubano fuese el
mismo hermano de Antonio Cánovas del Castillo, que recibía el título de conde del Castillo de
Cuba y que había movilizado los recursos necesarios para la causa alfonsina en 1874.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 153


Tema 7.
ALFONSO XII Y LA RESTAURACIÓN. LA INSTAURACIÓN DE UN
NUEVO SISTEMA POLÍTICO. SU FUNCIONAMIENTO (1874-1885)

Razones para una restauración


1. Apoyos políticos, sociales y económicos
2. El levantamiento de Martínez Campos y la proclamación de Alfonso XII

1. RAZONES PARA UNA RESTAURACIÓN

No se comprenden los fundamentos de la Restauración sin conocer los del periodo


anterior, el Sexenio Democrático. Los proyectos ilusionantes y fallidos, los experimentos
fracasados, el vaivén de sistemas políticos, todo ello unido a la situación de Guerra Carlista en
el Norte, el levantamiento cantonal en el Levante y Sur y la insurrección en las colonias, a los
problemas sin solucionar que traían de administración, ejército Iglesia, el campo y las ciudades.
En ese ambiente inestable se comenzó, por parte de ciertos grupos sociales, a añorar seguridad.
Se ceñía en torno a una mentalidad conservadora que prefería el orden, el crecimiento
económico y la gobernabilidad.
Tres sectores fueron los que propulsaron, fundamentalmente, el cambio político: el
partido alfonsino, los círculos coloniales y determinados grupos militares.
El partido alfonsino se había formado para apoyar la restauración monárquica, pero con
presupuestos diferentes a los del reinado de Isabel II. Se pretendía dar paso a una nueva
generación política, lejana a las fórmulas de los anteriores moderados. Debía, el régimen,
apoyarse en una formación liberal conservadora, capaz de convivir con las tendencias
progresistas y republicanas, si aceptaban las normas del juego. Se pretendía un sistema
parlamentario basado en la alternancia de partidos. Antonio Canovas del Castillo era el líder del
partido. Quería volver a instaurar a los borbones, terminar con las intromisiones del ejército en
la vida política y un modelo de sociedad que defendiera el orden, la seguridad y la propiedad.
El programa político alfonsino se reflejó en el Manifiesto de Sandhurst, dado el 1 de
diciembre de 1874, por el príncipe, desde la Academia Militar próxima a Londres donde
completaba su formación. Había sido redactado por Canovas con el propósito de crear un
estado de opinión favorable. Subrayaba que era una propuesta integradora, en la que tendrían
cabida todas las opciones, fueran cuales fueran sus antecedentes, siempre que aceptaran las
normas del régimen político. Buscaba el consenso para alcanzar la ansiada estabilidad política y
acabar con los pronunciamientos militares. Basado en la soberanía compartida por el rey y las
Cortes, amparado en un texto constitucional. Una opción política inspirada en el liberalismo y el
catolicismo. De acuerdo con la tradición del pueblo español, el rey protegería la religión
católica, pero sería tolerante en la cuestión religiosa.
Los círculos coloniales son el segundo grupo de apoyo. Los grupos de la burguesía que
tenían importantes intereses ultramarinos se inquietaron ante los proyectos antiesclavistas y las
políticas reformistas iniciadas por los gobiernos del Sexenio. Así, Canovas, cuando asumió la
jefatura del alfonsismo, se encontró con una red de círculos ultramarinos dispuesta a apoyar la
nueva opción política siempre que ésta defendiera sus intereses en las colonias. Los miembros

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 154


de ese grupo representaban a la burguesía más asentada económicamente, que quedó
desplazada de la dirección política del país tras 1868.
El tercer sector de apoyo fue el ejército. En especial, fueron decisivos los oficiales a los
cuales Serrano había dado el mando militar en la lucha contra el carlismo, a los que se sumaron
otros sectores con una posición privilegiada. Estaban, además, vinculados en grado notable con
los círculos coloniales, pudiendo identificarse los intereses de ambos grupos en torno a varios
puntos: oposición a las reformas democráticas, mantenimiento de la esclavitud, integridad
nacional, defensa del orden social.
El camino hacia la Restauración tuvo a Canovas como protagonista. No descartaba la
posibilidad de una proclamación de Alfonso XII por una representación del Ejército, e incluso
hizo planes en dicho sentido, pero prefería que la Restauración se produjera por un
procedimiento civil, por la proclamación por las Cortes. Era lógico que quisiera que una
monarquía que pretendía acabar con los pronunciamientos militares no naciera con uno. Pero
los hechos transcurrieron de forma diferente, sin que Canovas pudiera controlarlos. Aunque
pensara que el pronunciamiento militar no era la forma ideal de iniciar el régimen, deseaba
asegurarse el apoyo del ejército para su proyecto político. Temía que los militares más
reaccionarios se hicieran con el control de la situación y que alteraran el curso de los
acontecimientos o apoyaran a un grupo político diferente al suyo. Creía que debía evitar
cualquier posibilidad de que se produjera una vuelta a los tiempos, usos y familias políticas del
periodo isabelino.
Lo cierto es que, desde el momento en que, en agosto de 1873, recibió el encargo de
Isabel II de dirigir el partido alfonsino, sopesó la posibilidad de alcanzar la Restauración a
través del pronunciamiento militar. Había planteado el tema al general Manuel de la Concha,
pero esa posible colaboración se frustró al morir el general en el frente del norte. Deseaba contar
con militares fieles a la causa y por ello intensificó relaciones con generales destacados, como
Jovellar y Primo de Rivera.
A primeros de noviembre de 1874, Canovas se reunió con los principales militares
alfonsinos en casa del conde de Cheste. Su objetivo no era tanto el impedir la acción militar
como controlarla. Recavó apoyos en los ejércitos del Centro56, Norte y Cataluña. Se creía que
Jovellar dirigiría las operaciones, si se producían. Faltaba que Canovas dictase el procedimiento
más adecuado, la manera y el momento. En esa espera los acontecimientos se aceleraron, de
forma ajena a Canovas. La abundancia de organizaciones burguesas dispuestas al cambio y el
papel de los dominadores de las colonias tienen mucho que ver con ello. Pero solo podía
operarse el cambio en Valencia. Los alfonsinos valencianos supieron pronto que contaban con el
apoyo del ejército, que Martínez Campos estaba dispuesto a tomar el mando; un capital al
servicio, proporcionado por José Campo; dos brigadas distraídas de la guerra y concentradas
cerca de la ciudad. Llegó un momento que no se podía mantener la situación sin llamar la
atención, por lo que se decidió precipitar los acontecimientos. El 26 de diciembre partía en tren
Martínez Campos con dos ayudantes, hacia Valencia. El 28 marchó sobre Sagunto y el 29
proclamó a Alfonso de Borbón rey de España. A continuación, envió un telegrama al gobierno
informando y reclamó el apoyo de Jovellar, que decidió asumir el mando. En Madrid, Primo de
Rivera apoyó el movimiento, tomando el mando de la capital y poniéndose a disposición de

56
El ejército del Centro no era exactamente fiel, en cuanto a denominación, con su demarcación, pues se creó para
actuar en las provincias de Castellón, Teruel, Valencia, Alicante y Albacete, estando su Estado Mayor en Valencia.
Su jefe era Jovellar.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 155


Canovas para que formara gobierno. El ejército del Norte y las principales guarniciones de
provincias también lo respaldaron.
Canovas veía como se le escapaba el control, tal como temía. El moderantismo estaba
muy cerca del movimiento. Por ello se distanció y condenó la iniciativa. Restó méritos al papel
del ejército en la restauración del rey. Así, reafirmaba su imagen contraria a los
pronunciamientos, para beneficio de su proyecto. Pero nada tenía que temer. Los mandos
pusieron bajo control de Canovas el futuro político. No divergieron en lo fundamental: el
levantamiento se produjo para restaurar la monarquía en el mismo rey. Serrano decidió no
ofrecer resistencia. Canovas quedó al frente de la tarea de formar gobierno y dar forma al
régimen.

EL PROYECTO POLÍTICO DE CANOVAS

1. Los principios doctrinales


1.1. Monarquía constitucional y parlamentaria. El rey, el eje de todo el sistema
1.2. Constitución abierta y tolerante
1.3. Parlamento representativo
1.4. Soberanía compartida entre el rey y las Cortes
1.5. Alternancia en el poder
1.6. Fin de los pronunciamientos
2. Funcionamiento real del régimen
2.1. Los partidos dinásticos
2.2. La alternancia
2.3. Clientelismo y caciquismo
2.4. La organización de las elecciones
3. Balance

1. principios doctrinales
A Antonio Canovas del Castillo se le ha atribuido el mérito de ser el artífice del
régimen político de la Restauración. Aunque es necesario subrayar que el proyecto no fue
exclusivamente suyo, muchas de las bases estuvieron directamente inspiradas por él. Había
nacido en Málaga en el seno de una familiar de clase media y desde el principio tuvo una clara
vocación humanística. En su primera juventud se trasladó a Madrid, apoyado por un familiar,
militar togado, que le consiguió un empleo en la Compañía del Ferrocarril. A partir de esa
plataforma fue ascendiendo por méritos propios. Se implicó en la vida intelectual y política de
la capital, y se afilió al Partido Moderado y posteriormente a la Unión Liberal. Participó en la
revolución de 1854 acaudillada por O´Donnell. Durante el gobierno de este llegó a ser ministro
de Gobernación, Ultramar y Hacienda. Al estallar la revolución de 1868 se apartó de la vida
pública, reapareciendo años más tarde. Fue la propia Isabel II quien, ya exiliada, le llamó para
que encabezara la causa alfonsina y preparara la restauración.
Canovas era un hombre con ideas firmemente arraigadas sobre lo que debía ser España.
Estaba influido por dos de las grandes corrientes del conservadurismo europeo: el
doctrinarismo francés y las ideas del británico Edmund Burke. Su biografía política es
inseparable de su labor como periodista y escritor, como orador y conferenciante, como
historiador. Fue un brillante especialista en el periodo de los Austrias. Al hilo de estos estudios
nacieron sus ideas respecto a la grandeza y posterior decadencia de España. De esas

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 156


investigaciones le vino también la preocupación por los problemas que acarreaba, en la política
exterior de una potencia, la falta de equilibrio entre fines y medios. Existió en Canovas un
constante intento por conjugar historia y política.
Era un político nacido del liberalismo del siglo XIX. Creía en la fuerza de la ley, en la
separación de poderes, en la garantía de los derechos individuales y en el Estado liberal.
Aunque era conservador en su forma de ver la vida, en su concepción del orden social, en la
prudencia de los métodos y en su espíritu religioso, esos rasgos estuvieron matizados por su
racionalismo, su fe en el progreso y su independencia de criterio respecto a la Iglesia. Era, por
tanto, de espíritu liberal e integrador, defensor de las fórmulas de acuerdo y compromiso, de las
negociaciones pacíficas y las posiciones moderadas. Partidario de la continuidad histórica en
cuanto a orden social y valores tradicionales, como la familia, la religión y la propiedad. Trató
de compatibilizarlo con un cierto intervensionismo del Estado a favor de las clases necesitadas.
Su proyecto político promulgaba la construcción de un régimen liberal, estable y
conciliador, resolviendo los problemas pendientes, impulsando el crecimiento sostenido para
situar a España en el lugar que le correspondía. El régimen debía asentarse sobre una serie de
principios esenciales:
1. una monarquía constitucional y parlamentaria, con el rey como eje. Era consustancial
con España.
2. una Constitución abierta y tolerante.
3. un Parlamento representativo, en el cual tuvieran cabida las distintas fuerzas políticas
que aceptasen las reglas; son los partidos dinásticos.
4. soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
5. un poder civil prestigioso, basado en la solidez y alternancia de los partidos.
6. el fin de los pronunciamientos militares como instrumento de cambio de gobierno.
Para ello colocó al rey como jefe supremo del ejército.
Con todo esto, los principales objetivos debían ser la consolidación del régimen y de sus
instituciones, la construcción de un Estado centralizado y bien estructurado, la pacificación de
España, el mantenimiento del orden social, la defensa de la propiedad, el pacto consensuado, la
convivencia y la concordia.

2. funcionamiento real del régimen


Cuatro aspectos destacan en el funcionamiento: la creación intencionada de dos
grandes partidos capaces de alternarse en el poder, una élite dirigente más allá de posturas
partidistas se unía mediante una red de intereses, el pacto entre las fuerzas políticas y la
utilización de la estructura caciquil para lograr, a nivel local, el resultado electoral deseado.
Las dos formaciones respondían al modelo de partidos de sufragio restringido,
compuestos y controlados por notables surgidos de la revolución liberal del siglo XIX, así como
por elementos de clases medias que veían una posibilidad de ascensión social. No eran partidos
de masas. Su base electoral era estable e incluía solo una pequeña parte de la población, con un
comportamiento electoral en consonancia con sus intereses personales.
Es un periodo de élites gobernantes y élites de poder, con fuerte vínculo entre la clase
política y los grupos social y económicamente más poderosos. Es de interés el libro “Los amigos
políticos”, de José Varela Ortega. Los dirigentes de los partidos ocupaban esa clase política,
fuesen senadores, ministros, diputados, gobernadores, presidentes de diputación, alcaldes o
notables locales. Muchos eran miembros de las clases medias que se habían implicado en la
política. Tras su figura estaban otras élites con fuertes parcelas de poder, como los presidentes
de las grandes instituciones del Estado o los directores de periódicos o los potentes del ejército y

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 157


la Iglesia. Otro grupo de fuerza decisiva lo formaban terratenientes, industriales catalanes,
importadores valencianos, ferreteros vascos, bodegueros andaluces, plantadores ultramarinos y
burgueses financieros.
La vinculación entre las decisiones de los gobernantes y la defensa de los intereses de
la oligarquía social, económica y financiera ha originado un importante debate histórico. Tuñón
de Lara habla de un “bloque de poder”; interpretaciones posteriores como la de José Varela
Ortega señalan divergencias en el comportamiento entre la clase política y los intereses de los
círculos económicos. Habla del librecambismo y el proteccionismo. José María Jover incluye en
sus posturas la importancia del contexto internacional y la red de tratados de comercio.
Cuando se inicia la Restauración, se cree unánimemente que no existe un electorado
independiente en España y en ello se basan las élites gobernantes para conformar las elecciones
según consideraran. La sociedad civil no alcanzó el peso político que le correspondía, pues no
elegían ellos el rumbo. El gobierno, en consonancia con los notables rurales, locales o
provinciales y según considerara más conveniente eran quien lo hacía.
El rey no nombraba jefe de gobierno al representante del partido más votado, sino que
designaba al próximo jefe de gobierno ateniéndose al consenso de las fuerzas políticas. Ese
político que recibía el encargo disolvía las cortes, convocaba elecciones y ajustaba los resultados
para gobernar sin problemas: dependía así del pacto, del respaldo de su partido y de la
estructura caciquil. Pese a la irregularidad, nunca el rey Alfonso XII ni la regente María Cristina
nombraron al jefe de gobierno arbitrariamente. Y los pactos de los partidos respondieron al bien
de la nación y no a intereses personales o partidistas. Era una democracia ficticia pero aceptada
por las principales fuerzas, siempre en pro del progreso, y desde el prisma de unas élites
determinadas.
Una figura fundamental en el funcionamiento era el cacique local o regional, que
controlaba el comportamiento electoral en su circunscripción y aseguraba los votos necesarios.
Historiadores como Joaquín Costa, José Varela Ortega o Javier Tusell han analizado el proceso.
Comenzaba a funcionar desde arriba, pues el Ministerio de la Gobernación o la presidencia del
Gobierno era quien definían los resultados electorales. A tal fin, el ministro de la Gobernación
designaba unas casillas, correspondientes a cada distrito, en las que colocaba los nombres de los
candidatos locales que debían ser elegidos, tanto para el gobierno como para la oposición. Era el
“encasillado”, resultado de la negociación de los partidos. Diseñados los resultados, se entraba
en contacto con los caciques locales, para que ajustaran lo más posible el resultado marcado.
La existencia de ese poder a de entenderse desde el contexto de España a fines del s.
XIX, en gran medida rural, poco preparada para la vida política, ajena a lo que ocurría en el
resto del país debido a las deficientes comunicaciones. Eran la élite local, comarcal o provincial:
terratenientes, médicos, abogados, comerciantes, funcionarios municipales, que conocían a la
gente del lugar y tenían un gran ascendiente sobre ellos, fundado en su superioridad social,
cultural y económica. Se convertían en intermediarios entre la comunidad local y el Estado. El
Estado podía prestar unos servicios comunes y ejecutar unas obras públicas inalcanzables para
las arcas locales, por lo que el Estado pedía a cambio de ellas unos votos concretos. A cambio de
esos votos, el notable local distribuía favores, se comprometía con su comunidad a conseguir
unos intereses concretos, procuraba unos intereses colectivos, como la construcción de
carreteras o escuelas. Eso lo conseguía con el apoyo de la administración central.
Los políticos nacionales no solo debían asegurar una mayoría suficiente para el
gobierno, sino también satisfacer las apetencias de los partidos de la oposición, permitiendo un
protagonismo suficiente. A lo largo de la Restauración se fue modificando el proceso; la
evolución económica, social y cultural conllevó una mayor participación de un cuerpo electoral

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 158


cada vez más preparado e informado. Los ciudadanos fueron tomando conciencia de su
importancia en las elecciones y en este campo destacan las grandes ciudades y los núcleos
industriales, desde donde los activistas políticos proclamaron el voto independiente. Así los
partidos tuvieron que buscar otros medios para conseguir los votos y el sistema parlamentario
dejó de ser una estructura ficticia.

3. balance
Las características de Canovas, moderado y conciliador, pero autoritario en su
concepción del régimen, llevan a concluir que creó un régimen estable y liberal, aunque no
democrático. Resolvió el problema de la gobernabilidad del país, arrastrado todo el s. XIX,
propició una Constitución abierta y de larga duración, pacificó el país tanto del Carlismo (1876)
como de la guerra colonial (1878). Por el contrario, permitió el caciquismo y la desvirtualización
electoral, dotó de excesivo poder al ejecutivo, apoyó el régimen en unos sectores excesivamente
restringidos, careció de verdadero espíritu reformista y de integrar las aspiraciones de las
grandes masas, faltó visión en la política internacional y colonial. Todo ello pasaría factura.
Pero también hubo importantes ventajas, pues se incorporó la nación a la normalidad de
las potencias del entorno, evolucionó como otros países europeos, se sentaron las bases del
Estado liberal, se instrumentalizó el diálogo, el consenso, entre partidos, se relegó,
temporalmente, la solución armada como única vía de resolución de problemas, resolvió el
problema de la gobernabilidad, aprobó grandes leyes que consolidaron el Estado de derecho,
reestructuró la administración y reorganizó la justicia, incorporó el sufragio universal
masculino. España creció, de forma sostenida, desde 1870, se forjó una nueva sociedad civil y
profesional, crecieron las ciudades y los servicios, la cultura se equiparó a Europa. Todo ello en
medio de problemas internos no diferentes de los que tenían los demás países.
La conclusión es que fue una etapa de normalización y de modernización que favoreció
su incorporación al normal desarrollo de los países europeos a fines del s. XIX.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 159


LOS GOBIERNOS CONSERVADORES

1. La formación del partido liberal conservador


2. El proceso constituyente
3. Características de la Constitución de 1876
4. Los objetivos de los gobiernos conservadores
4.1. Consolidar el régimen político
4.2. Controlar el orden social
4.3. Recuperar la paz civil
4.4 Reconciliarse con la Iglesia
5. Realizaciones
5.1. Legislación de acuerdo con los objetivos. Restrictiva para el ejercicio de las
libertades. Decreto sobre anulación de la libertad de Cátedra. Se deroga el sufragio
universal. Ley electoral de 1878. Ley de Imprenta de 1879
5.2. Fin de las guerras carlistas. La Proclama de Somorrostro, marzo 1876
5.3. Cánovas, los católicos y la Iglesia
5.4. Cánovas y la política exterior.1880, Conferencia de Madrid sobre Marruecos
5.5. La política colonial

El primer periodo de la Restauración, 1875-1880, estuvo definido por el gobierno del


partido Conservador. Canovas no se mantuvo en el poder todo ese tiempo, reconociéndose
varias etapas:
1.- enero-septiembre de 1875, primer gobierno de Canovas,
2.- septiembre-diciembre de 1875, gobierno de Jovellar. Canovas quería las elecciones
respetasen el sufragio universal, pero se oponía a ello en lo personal, por lo que la convocatoria
recayó sobre otra persona, Jovellar.
3.- diciembre del 75 a marzo del 79, segundo gobierno de Canovas.
4.- marzo-diciembre de 1879, con Martínez Campos como presidente. Las razones fueron
que Canovas no quería dirigir dos veces consecutivas unas elecciones generales y que Martínez
Campos había firmado la Paz de Zanjón y parecía lógico que dirigiese el ejecutivo que la
pusiese en práctica. Pero tuvo que dimitir por no contar con el apoyo de la mayoría
conservadora.
5.- diciembre del 79, febrero del 81, tercer gobierno de Canovas.
Este primer periodo es el de formación del régimen, creando las estructuras básicas. Se
aprobó una nueva Constitución y se regularon los mecanismos del bipartidismo; se formó el
Partido Liberal-Conservador. Los grupos a la izquierda del canovismo se manifestaron reacios a
la nueva constitución defendiendo la del 69. Hasta los 80 no se crearía un Partido Liberal
unificado.

1. La formación del Partido Liberal-Conservador


El Partido Liberal-Conservador estuvo liderado, desde sus orígenes, por Antonio
Canovas del Castillo. Se forma del entendimiento de varios partidos de la era isabelina, sobre
todo del Partido Moderado y la Unión Liberal. Los antiguos moderados manifestaron su deseo
de restablecer la Constitución de 1845, situándose en el ala más derechista de los conservadores.
Frente a ellos, el número más consistente y numeroso procedía de los unionistas y del pequeño
grupo de oposición liberal-conservadora que destacó en las Cortes Constituyentes de 1869 a 71,
sobresaliendo Francisco Silvela. El tercer sector se nutría de revolucionarios reconvertidos,
como Romero Robledo.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 160


Marcaron los objetivos en el “Manifiesto de los Notables”, difundido el 9 de enero de
1876. se expresa en él el deseo de afianzar las conquistas del espíritu moderno, conseguir la
estabilidad política, defender el orden público y social, y asegurar la convivencia en paz de
todos los españoles. Su intención era lograr incorporarse al grupo de naciones parlamentarias y
prósperas de la Europa occidental.
En los primeros meses de gobierno, Canovas tuvo que enfrentarse al sector más
conservador de su partido y resistirse a las tres demandas de los moderados: restablecer la
Constitución de 1845, prohibir todo culto no católico y la vuelta a España de Isabel II. A cambio,
hizo unas concesiones iniciales, como la abolición del matrimonio civil o el cierre de algunos
templos y escuelas protestantes. Pero estaba decidido a dar un carácter liberal e integrador al
régimen. Logró el apoyo de Manuel Alonso Martínez, escindido del partido de Sagasta y
constituido como Centro Parlamentario. Canovas conseguía así formar un partido liberal-
conservador cohesionado. Los antiguos moderados quedaron a la derecha del régimen, muchos
de ellos se integraron en el canovismo, quedando marginados los que no lo hicieron. Aislados
del poder, se disolvieron siete años después. Mientras, se ibas definiendo a la izquierda la otra
gran formación política de la Restauración, los liberales liderados por Sagasta.

2. Proceso constituyente
En los primeros momentos del régimen cabe destacar que el 31 de diciembre de 1874
se constituyó un Ministerio-Regencia presidido por Canovas. Trató de incluir en él, dentro de su
afán reconciliatorio, a representantes de distintas tendencias políticas a Martínez Campos,
protagonista del pronunciamiento militar, se le nombró capitán general de Cataluña, pero no se
le incorporó al ejecutivo. El gobierno quedará legalmente constituido con la sanción, por Real
Decreto del rey al poco de desembarcar en Barcelona el 9 de Enero de 1875. Comenzaba un
periodo constituyente para definir las estructuras del nuevo régimen.
Primero, afianzar la figura del monarca, convirtiendo al rey en pieza clave del sistema,
en jefe supremo del ejército; después crear un marco constitucional que aunara los principios de
la Carta Legal de 1845 con las libertades recogidas en la Constitución de 1869; restaurar el orden
social y político, elegir, entre los leales, representantes del sistema en todo el país; conceder el
mando del ejército a generales afectos a la causa alfonsina; pacificar la Península y las colonias.
Se desarrolló por fases. Primero se creó una comisión para crear la constitución, basada
en una Asamblea con mayoría moderada, siendo el presidente Alonso Martínez y repartidos
sus miembros entre canovistas, moderados y constitucionales, que delegaron a su vez en nueve
personas. Lo elaboraron siguiendo las ideas políticas de Canovas buscaba el consenso y fijaba
un marco legal lo suficientemente flexible para ser aceptada por todos.
La segunda fase fue la convocatoria de elecciones generales a Cortes Constituyentes, que
aprobaría la Constitución. La fórmula era el sufragio universal, en vigor desde 1870. Canovas
no quiso implicarse en la decisión de mantenerlo, por ser contrario a sus ideas y por poner en
peligro su liderazgo en el partido. Así, dimitió y Jovellar fue nombrado por el rey nuevo jefe de
gobierno. Fueron tres meses en los que se organizó el proceso electoral. El 31 de diciembre de
1875 se convocaban las elecciones, especificando en la convocatoria el carácter excepcional del
sistema. Tras ello Canovas recuperó el poder para realizar las elecciones. “En aras de la mejor
gobernabilidad” se procedió a reconducir los resultados, siendo básico Romero Robledo,
ministro de Gobernación.
Se proporcionó una amplia mayoría al Partido Conservador, una minoría significativa al
partido opositor y una pequeña representación a los disidentes: 333, 40, 6. La abstención alcanzó

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 161


el 50%, y apareció la manipulación, que con el tiempo y su costumbre se convertiría en un
elemento de crítica a la monarquía.
Entre marzo y mayo se discutió el proyecto constitucional en ambas cámaras, con
especial debate del artículo 11, de cuestión religiosa. Fue aprobada, sancionada por el rey y
publicada en la Gaceta de Madrid, entrando en vigor el 2 de julio de 1876.

3. Características de la Constitución de 1876


Era un texto flexible, que daba la posibilidad de realizar diferentes lecturas en puntos
conflictivos y permitía modificaciones mediante leyes complementarias. Pretendía convertirse
en un marco legal estable y duradero, capaz de integrar las distintas fuerzas sociales y de
impulsar el consenso. Numerosos aspectos del ordenamiento jurídico quedaron abiertos a la
negociación y pendientes “de lo que determinen las leyes”.
Manuel Alonso Martínez fue quien la escribió, con las ideas de Canovas. Recoge la
tradición constitucional española del XIX, apareciendo la influencia de distintas Constituciones:
del 37 en la organización y funcionamiento de las cámaras, Fuerzas Armadas y Ultramar, del 45
en la soberanía compartida, del 56 en la tolerancia religiosa y del 69 en el reconocimiento de los
derechos individuales.
Era corta, con 13 títulos y 89 artículos. Destaca: la defensa de un estado unitario y
centralista, con división de poderes; la soberanía compartida por “las Cortes con el Rey”; el
refuerzo de la figura del monarca, “médula del Estado”, como legislador junto a las Cortes,
responsable de nombrar al jefe del gobierno, ministros y funcionarios públicos, por la capacidad
para disolver las Cortes antes de expirar su mandato, si bien debía, en tres meses, volver a
convocarlas; mando supremo de las Fuerzas Armadas; la composición bicameral de las cortes,
siendo el Senado representación de las principales fuerzas sociales (50% de derecho propio o
designado por el rey, 50% elegido por sufragio universal restringido e indirecto por las
corporaciones del Estado y los mayores contribuyentes) y el Congreso de orden más popular,
aunque se dejaba al criterio del partido gobernante la forma de elegir a sus miembros; el
respaldo necesario, al jefe del ejecutivo, del rey, las Cortes y su partido, así como de una
mayoría parlamentaria; sitúa fuera del marco legal a los partidos o asociaciones que no respetan
los principios del sistema; declaraba que el Estado era de religión católica como oficial,
permitiendo, en el ámbito privado, la libertad de culto.

4. Los objetivos de los gobiernos conservadores


Establecido el marco jurídico, los gobiernos conservadores tuvieron por principales
objetivos consolidar el régimen, controlar el orden social y recuperar la paz civil. Se supeditaron
las libertades a esos fines, controlando el orden público, la prensa y la libertad de expresión, así
como a reconciliarse con la Iglesia. Canovas derogaría por decreto algunos derechos políticos,
así como anuló el juicio por jurado y relegó el matrimonio civil en beneficio del canónico.

5. Realizaciones

Destaca la aprobación, en 1878, de una ley electoral para Cortes que suprimía el sufragio
universal masculino y restringía el derecho al voto, pudiendo votar sólo los mayores de 25 años
que contribuyeran con una renta determinada al Tesoro Público y tuvieran un nivel mínimo de
estudios. Eran 85.000 votantes, de determinadas élites. Responsabilizaba al ayuntamiento de la
elaboración del censo electoral, daba la presidencia de las mesas electorales a los alcaldes, y la

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 162


potestad de revisión y aprobación definitiva a las Cortes. Era un paso en pos del control de los
resultados. Sirva la opinión de Silvela, que siempre se caracterizó por una gran ética de trabajo:
“ese mecanismo (...) para la falsificación y para el fraude”.

Otras resoluciones importantes fueron la distinción entre partidos legales e ilegales,


según su aceptación del régimen y la dinastía, la reordenación de provincias y municipios, y la
Ley de Imprenta, en el 79, que controlaba los contenidos de las publicaciones; la prensa sufrió
en estos primeros años numerosas presiones, censuras, multas y suspensiones.
La cuestión educativa fue una de las que sufrió más restricciones, en base a considerar
que las enseñanzas de los profesores del Estado eran poco adecuadas a la moral católica.
Anularía la libertad de cátedra y suspendería de su cargo a varios profesores de secundaria y
universidad, llegando a la dimisión o expulsión de académicos como Salmerón o Giner.
Canovas consideró la medida como una barbaridad y medio, aunque sin éxito, para lograr
frenar la fuga de los reacios a ello. Canovas lo hubo de aprobar, para no romper con los
moderados, pero se alejó del progresismo en este punto, pero llegó a acuerdos para no aplicar
las penas e incluso no puso pegas a la creación de la Institución Libre de Enseñanza ni a sus
actividades.
Pero el éxito más sonado sería la pacificación interna. La guerra Carlista era uno de los
escollos principales, con diferentes zonas y diferentes zonas y diferentes características en cada
una. En La Mancha y Aragón eran partidas de guerrilleros en zonas determinadas; en Cataluña
y Levante era de mayor extensión e importancia; en el norte estaba perfectamente organizado y
contaba con el apoyo del ejército regular. Requirió la liquidación un notable esfuerzo material y
financiero, con importantes costes humanos, pero el gobierno era consciente de la importancia
del problema y no reparó en costes.
La victoria llevó varias etapas. En la primera se pacificó el centro, obligando a los
carlistas a cruzar el Ebro. Al fin del verano del 75 se terminó en Cataluña, en acción conjunta de
Martínez Campos y Jovellar, conquistando Olot y Seo de Urgel. Finalmente, el escenario carlista
por excelencia, Navarra y el País Vasco. Fue lo más costoso, comenzando el ataque final en
invierno de 1875 y culminando en febrero del 76. La operación sobre Vizcaya y Guipúzcoa vio
dos grandes batallones enfrentados a las tropas carlistas. La abrumadora mayoría estatal
(160.000 hombres contra 3.000) fue decisiva. Es el triunfo del ejército regular sobre la guerrilla
popular. Primo de Rivero marchó sobre Estella, capital del carlismo, el 19 de febrero de 1876. En
la última fase Alfonso XII tomó el mando, entrando victorioso en San Sebastián y Pamplona,
abandonando don Carlos España. Reafirmaba al rey-soldado y su carácter pacificador.
Favorecían varios factores a la acción estatal: las diferencias dentro del movimiento, que
dejaron deserciones como la del carismático general Cabrera; el cambio de contexto, pues no era
ya tan contrarrevolucionario; pero, sobre todo, la acción decidida del gobierno.
El fin oficial lo puso la Proclama de Somorrostro, el 3 de marzo de 1876, que quiso ser
conciliador con ambas partes. Combatientes carlistas marcharon al exilio, esperando la
oportunidad de reanudar la guerra, pero el sistema político se asentó y comprendieron,
muchos, que el objetivo era lejano, aceptando el nuevo régimen, acogiéndose a un indulto
decretado por el gobierno.
Pero el carlismo no moría con el fin de la guerra. Grupos como el liderado por Cándido
Nocedal, director de El Siglo Futuro, querían el retraimiento de la vida política, otros la
integración en el sistema para defender la postura legalmente, otros seguían promoviendo el
levantamiento armado. Don Carlos decidió entregar a Nocedal la dirección única del partido.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 163


De importancia en el resultado de la guerra es la abolición de los fueros de las Provincias
Vascongadas, suprimido el 21 de julio de 1876. En compensación se establecieron, dos años
después, unos conciertos económicos que daba una cierta autonomía fiscal a la zona,
recaudando una cantidad, mediante sus diputaciones, que entregarían al Estado.
En los primeros años de gobierno, Cánovas se encontró la frontal oposición de los
católicos integristas, grupo profundamente antiliberal. La aprobación del artículo 11 de la
Constitución, en el que a pesar de que se reconocía al catolicismo como religión oficial del
estado, se establecía una tolerancia de cultos, provocó numerosas manifestaciones. Los
integristas defendían que la unidad católica de España debía ser la base de todo ordenamiento
constitucional, invocando el Concordato de 1851 y la identificación histórica de España con el
catolicismo. Al principio, pensaron que su postura sería apoyada por los carlistas, pero una vez
que el carlismo perdió la guerra y, sobre todo, después de que don Carlos rechazara entrar en la
legalidad del sistema político para defender las ideas integristas, comprendieron que tendrían
que organizarse por sí mismos. La jerarquía eclesiástica española alentó la iniciativa de los
católicos integristas para crear una formación que actuara como grupo de presión. Sin embargo,
tal opción no tuvo éxito por varias razones: primero, porque no alcanzó la fuerza suficiente;
segundo, porque el Vaticano no aprobó la implicación de la Iglesia en la lucha política
organizada; tercero, porque Canovas buscó el entendimiento.
El objetivo del gobierno conservador fue conseguir el respaldo de la Iglesia al régimen
político de la Restauración para contrarrestar la intransigencia y la hostilidad de los católicos
integristas. Cánovas solicitó al ministro plenipotenciario ante la Santa Sede que obtuviera de
ésta una aclaración sobre el liberalismo, para que así los católicos españoles ultramontanos
pudieran aceptarlo. Conseguir esa función legitimadora y lograr además que los eclesiásticos
españoles la respaldaran no fue tarea fácil. La mayor parte de la jerarquía compartía y
fomentaba los criterios tradicionalistas. La intransigencia de estos sectores quedó manifiesta; la
falta de entendimiento entre ambos grupos se reveló con especial crudeza en los casos en los
que los integristas se enfrentaron con los obispos que optaron por la conciliación con el régimen
político. La situación llegó a tal punto que la Santa Sede se creyó en la obligación de intervenir.
El nuevo pontífice, León XIII, elaboró en 1883 un documento específicamente dirigido a los
católicos españoles, la encíclica Cum Multa, en la cual indicó que la Iglesia no debía implicarse
directamente en la lucha política a través de un partido. Tenía que mantenerse por encima de
opciones partidistas. Además, la Iglesia no podía excluir a aquellos católicos pertenecientes a
partidos liberales. Era una seria llamada a la reconciliación, lo que facilitó un cambio en la
actitud.
Cristóbal Robles ha estudiado la transformación que se produjo, señalando cómo de
1876 a 1885 se pasó del recelo y el rechazo a la colaboración con el régimen de la Restauración.
Ha resaltado que las directrices posibilistas que marcó para la Iglesia el nuevo pontificado de
León XIII hay que entenderlas en el contexto de la “cuestión romana”. Ante la situación
internacional los objetivos del papa fueron desbloquear el asilamiento exterior y recuperar el
prestigio y la función de su institución en las relaciones internacionales. Las Iglesias nacionales
debían coayudar a esos objetivos.
A la posición de la Santa Sede, se le sumó una creciente convergencia de objetivos entre
el régimen de Canovas y la Iglesia. Hay que pensar que Canovas era un hombre de ideas
conservadoras, defensor de valores tradicionales muy arraigados en las sociedad española y,
desde luego, respetuoso con la religión católica. Muchos de los militantes de los partidos
dinásticos eran católicos practicantes. En el fondo, ambos grupos defendían una serie de
principios comunes frente a las fuerzas revolucionarias. Si se coaligaban, la Iglesia podía hacer

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 164


una defensa moral de esos valores, y el Estado, a cambio, ofrecer protección y garantía a la labor
eclesiástica. Además, para Canovas era importante conseguir la función legitimadora que
supondría el reconocimiento del régimen por parte de una fuerza social con tal calado en la
sociedad de la época. Por ello, Canovas mostró una actitud conciliadora, lo cual, unido al
progresivo afianzamiento del nuevo sistema político, provocó que aquellos comenzaran a variar
sus posiciones en aras de un entendimiento. Aun así no fueron aceptadas fácilmente por todos
los integristas españoles.
En política exterior, es preciso comenzar por tener en cuenta una serie de nociones muy
arraigadas en el ideario de Cánovas, entorno a las cuales definió la posición y proyección
internacional. El primer concepto gira en torno a la decadencia de España, adoptando la
prudencia como norma de actuación. Sumó las derrotas de Francia ante Alemania en Sedán y la
decadencia italiana en una idea de decadencia respecto a las naciones latinas, que era la de una
raza y una cultura.
Otro objetivo, dada la consideración de pequeña potencia, era mantener su territorio, no
extenderlo. No cabían riesgos innecesarios. Así, propugnó el mantenimiento del statu quo; ello
llevó a que España estuviera siempre lejos de los principales problemas y negociaciones
diplomáticas. Es la política de recogimiento. Mejorar las relaciones con las potencias y dar buena
imagen era prioritario. Buscó el apoyo de las potencias para defender la monarquía, la
integridad territorial y evitar males mayores, estando siempre poco dispuesto a apoyar. Los
conflictos le vendrían, pues, no de Europa sino de Ultramar.
Cánovas no era amigo de las alianzas; además, España era poco apetecible parra
establecer alianzas, pues era un país con escaso potencial bélico y muchos intereses territoriales
que defender. Ello no implica que no se firmasen tratados cuando se creía necesario. Pero, eso
sí, fueron puntuales, para problemas concretos, no alianzas amplias.
Hay que añadir, que a partir de los años de 1880 se inició un cambio de posición de las
potencias latinas, que se expandieron por el norte de África, llevando al propio Cánovas a
considerar esa posibilidad, al tiempo que reforzaba la presencia en el Pacífico; un cambio de
actitud y mentalidad.

HACIA LA FORMACIÓN DEL PARTIDO LIBERAL

1. La integración en el sistema de constitucionalistas y demócratas


2. El partido fusionista.
3. Izquierda Dinástica

En el periodo inicial de la Restauración no existió ningún partido fuerte y conexionado,


capaz de hacer oposición. El bipartidismo no se consolidó hasta mayo de 1880 para formar el
Partido Fusionista, de inspiración liberal. Las fuerzas divergentes del proyecto de Canovas
estuvieron desunidas en propósitos, tácticas y dirigentes, aglutinadas sólo por el deseo de
mantener la Constitución de 1869 y por la defensa de los principios fundamentales que ésta
representaba: la soberanía nacional y la garantía de los derechos individuales. Sin embargo, una
serie de grupos de la oposición se mostraron dispuestos a aceptar la restauración de la
monarquía y las bases del nuevo régimen político.
En 1871 el antiguo Partido Progresista se había escindido. El ala derechista y un buen
número de militantes de la Unión Liberal formaron el Partido Constitucional, bajo la dirección

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 165


de Serrano y de Sagasta. El ala más izquierdista de los progresistas, junto con numerosos
demócratas, formaron el Partido Radical, liderado por Ruiz Zorrilla, que siguió defendiendo la
opción republicana.
Los constitucionales, al iniciarse la Restauración, manifestaron su intención de integrarse
en el sistema y de participar en la lucha parlamentaria. En ese camino sufrieron importantes
escisiones y transformaciones. En mayo de 1875, el Partido Constitucional se dividió. Una
minoría dirigida por Manuel Alonso Martínez se ofreció a colaborar con Canovas en la
elaboración de un nuevo texto constitucional. Mientras, la mayoría de los constitucionales,
liderados por Sagasta, siguió defendiendo la Constitución de 1869.
Su líder, Práxedes Mateo Sagasta, había nacido en La Rioja; tuvo una educación sólida,
ejerció como periodista y militó siempre en partidos progresistas. Inició su vida política como
presidente de la Junta Revolucionaria de Zamora. Apoyó la revolución de 1868, fue ministro de
la Gobernación en el primer gobierno de Prim, y ocupó varias carteras en el reinado de Amadeo
de Saboya. Era presidente de gobierno con Serrano cuando se produjo el pronunciamiento de
Sagunto. Como político era un hombre tolerante y pragmático, con la virtud de caer bien y de
aglutinar tendencias en aras de unos objetivos comunes, lo cual le llevó al liderazgo de los
liberales en la Restauración.
Los constitucionales en un principio se opusieron a un nuevo texto legal. Pero una vez
aprobada la Constitución de 1876, se manifestaron dispuestos a aceptarla, lo cual posibilitó su
integración en el sistema político. El objetivo de este grupo era convertirse en la principal
alternativa política frente a los conservadores. Los primeros años de su andadura política
fueron problemáticos. En 1877 se retiraron de las Cortes en señal de protesta porque, de los 110
senadores vitalicios nombrados por el rey, sólo ocho pertenecían a su partido. En 1878
aceptaron volver al Parlamento, y se produjo un nuevo acercamiento entre los constitucionales
y los centristas. Ambos gestos se entendieron como un signo de moderación y una muestra del
talante posibilista de este parido. No obstante, en las elecciones de 1879, Canovas no aconsejó al
monarca que llamara al poder a Sagasta. Todavía desconfiaba de la lealtad a la corona. En 1880,
los constitucionales dieron un paso importante en su evolución como partido liberal. Formaron
el Partido Fusionista, al cual se sumaron destacadas personalidades, como Martínez Campos,
así como grandes de España como los duques de Alba o Medinaceli. Desde la fuerza que les
daba su nueva posición, los liberales iniciaron una política de presión, reclamando una
participación más activa y subrayando su preparación. Reivindicaron que había llegado la hora
de la alternancia en el poder que promulgaba el régimen. Apelaron al rey y emitieron veladas
amenazas de rebelión. Canovas sabía bien que para que todo el sistema funcionara era necesario
tener contentos a los adversarios políticos. Por ello, recomendó al rey un cambio en el Ejecutivo.
Finalmente, en febrero de 1881, Alfonso XII decidió llamar a Sagasta para que convocara
elecciones y formara gobierno.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 166


EL PRIMER GOBIERNO DE SAGASTA (febrero 1881, octubre 1883)
1. Moderación en la política de reformas
2. Aplicación del proyecto liberal
2.1. Ampliación del marco de libertades
2.2. Derogación del decreto sobre Libertad de Cátedra.
2.3. Incorporación de los profesores destituidos.
2.4. Preocupación por la enseñanza primaria pública
2.5. Se reconoció el derecho de reunión y opinión
2.6. Ley de libertad de Imprenta de 14 de julio de 1883
2.7 Reformas administrativas.
2.8. Ley Provincial de 1882
2.9. Reformas financieras de Camacho

LA DÉCADA DE 1880-1890
La década de 1880-1890 se caracterizó por la alternancia de los partidos en el poder. En
1881 los liberales llegaron al gobierno. Con ello se consolidaba la idea del nuevo régimen de
formar una alternativa de gobierno. Desde aquí se sucederán liberales y conservadores en el
Ejecutivo. Pero en esta década el color será liberal, gracias a la serie de leyes aprobadas por este
partido, consolidando el Estado liberal.
También hay que mencionar que se amplió la base política, pues, a derecha e izquierda
aparecieron otras corrientes políticas, amén de unirse a Sagasta una serie de demócratas y a los
conservadores una buena parte del sector católico que hasta entonces se había mostrado
reticente.
La década ve alcanzar una cierta madurez política al sistema, con el asentamiento de la
monarquía (pese al contratiempo de la temprana muerte de Alfonso XII). El turnismo permitió
alcanzar sus aspiraciones a los liberales, al tiempo que los electores adquirían mayor
protagonismo, junto al ascenso del asociacionismo obrero. Nació un sindicato al calor del
partido socialista, que también se fue consolidando. En el exterior se procedió a una mayor
integración en la realidad europea, así como a dar una mayor atención a los territorios
coloniales.
EL PRIMER GOBIERNO DE SAGASTA

1. Moderación en la política de reformas

En el primer gobierno de Sagasta estuvieron presentes todas las fuerzas políticas que en
mayo de 1880 habían compuesto el Partido Fusionista: constitucionales (Albareda, Camacho),
centristas (Alonso Martínez) y conservadores disidentes (Martínez Campos). Sagasta impregnó
un ritmo de prudencia y moderación a la política de reformas que pretendía llevar a cabo.
Trabajar despacio y no alarmar eran sus objetivos. Quizá por ello favoreció a la derecha del
partido. Sus primeros actos revivieron prácticas democráticas suprimidas por el gobierno
canovista; se reconoció el derecho de reunión y opinión, se aprobó un Real Decreto sobre la
libertad de prensa y se retomó una política educativa aperturista. Se apuntaba hacia libertades
prácticas y tangibles.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 167


2. Aplicación del proyecto liberal

El Real Decreto de Alonso Martínez sobre prensa, se suprimían las suspensiones a


periódicos y se anulaban las penas impuestas en el periodo anterior a periodistas. Se
delimitaron los delitos de injuria y calumnia y se afirmó el derecho a criticar a los poderes
responsables.
La circular de Albareda a los rectores de universidad derogó el decreto Orovio sobre la
libertad de cátedra. Los profesores destituidos se reintegraron a la universidad y se recuperó la
libertad de enseñanza. Se relevó a más de la mitad de los componentes de ayuntamientos, en
beneficio de afines a los liberales; el nuevo partido debía asegurarse apoyos y pagar favores
pendientes.
Las medidas reflejaban el programa liberal. Destacó la Ley Povincial de 1882, que fijaba
el concepto de provincia como ente administrativo, dirigido por un gobernador y regido por
una Diputación Provincial.; la Ley de Imprenta, que reafirmaba la libertad de expresión y
publicación. Además se tocaron otros puntos como la administración local, el derecho de
asociación, o el juicio por jurados. En economía se reformó la Hacienda y se llevaron a cabo dos
actuaciones de carácter librecambista: el levantamiento de la suspensión de la base quinta de la
reforma arancelaria y el tratado de comercio con Francia. Se dejó para tiempos mejores el
sufragio universal.

Escisión y formación de la Izquierda Dinástica. Dimisión de Sagasta y cesión del poder.

1. El gobierno de Posada Herrera (octubre1883, enero 1884)


1.1. Creación de la Comisión de Reformas Sociales,

Sagasta remodeló su gobierno en enero de 1883 y terminó presentando su dimisión en


octubre; aludió a varios sucesos: la sublevación republicana de Barcelona, Santo Domingo de la
Calzada y la Seo de Urgel en agosto, y las tensiones con Francia a raíz de las manifestaciones
progermanas de Alfonso XII en un viaje a Alemania. La verdadera causa fue la división en el
campo liberal, desde la excisión de parte de su partido y la formación de un nuevo partido:
Izquierda Dinástica, surgido de la unión de los constitucionales, descontentos de la política
derechista, por los antiguos radicales y el grueso de seguidores de Cristino Martos. Serrano y
Posada Herrera se pusieron al mando del partido.
Sagasta cedió el poder a Posada Herrera, que formó un nuevo gobierno sin elecciones,
pero Sagasta puso todo su énfasis en ostaculizar su labor. La primera ocasión fue con los
presupuestos y el sufragio universal, que, aunque apoyaba, votó en contra. Posada Herrera,
falto de apoyos, dimitió, lo que reforzaba el papel de Sagasta. Pero Posada Herrera consiguió
algo importante, una Comisión de Reformas Sociales, impulsada por Moret, ministro de
Gobernación. La función era mejorar el bienestar de las clases obreras, fueran agrícolas o
industriales. Era una muestra de nueva conciencia social.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 168


NUEVO GOBIERNO DE CÁNOVAS (1884-1885)

1. La integración de Unión Católica. Pidal y Mon, Ministro de Fomento


2. Los problemas con Romero Robledo, Ministro de Gobernación.
3. La arbitrariedad en las elecciones
4. Muerte de Alfonso XII (noviembre de 1885).

En enero de 1884 el rey decidía encargar el gobierno a los conservadores. Cánovas


intentó ceder el mando a Romero Robledo, pero el partido no aceptó. La presencia más
significativa en el gobierno fue la de Alejandro Pidal y Mon, líder de la Unión Catlócia, como
ministro de Fomento, que le permitía controlar la enseñanza y la universidad. Era un destacado
integrista, que se opuso a la Constitución de 1876, defendiendo la confesionalidad del Estado y
criticando la tolerancia religiosa. El tiempo le fue moderando, lo que hizo que en 1881 aceptase
las reglas del juego y formase la Unión Católica. Su participación en el gobierno hacía que se
acercasen los católicos integristas y los católicos liberales. Desde entonces hubo numerosos
católicos ultraconservadores en el partido canovista, participando activamente en temas de
enseñanza. Cánovas pretendía alejar, con ello, definitivamente, a los católicos de la estela
carlista. Pero la alianza fue muy conflictiva, con reticencias ante cualquier tema que pudiera
ofender, aunque fuera mínimamente, a la Iglesia o a la Santa Sede.
Romero Robledo fue la fuente de la mayoría de los problemas, desde su puesto de
ministro de la Gobernación. Manejó los resultados electorales con tanta arbitrariedad que hasta
Cánovas le llamó la atención. Solo los robledistas quedaron satisfechos con los resultados, lo
que llevó a la unión de liberales y republicanos en las municipales, ganando en Madrid y 27
capitales de provincia. Romero Robledo dimitió y comenzó su alejamiento del partido, que
terminaría con ruptura.
Pero no fueron éstos los problemas que harían caer al gobierno. Fue tras la muerte del
rey, en noviembre de 1885 cuando se decidió. Moría como consecuencia de la tuberculosis,
todavía joven. En sus once años de reinado se había ganado las simpatías de la sociedad y sobre
él recaía buena parte de la estabilidad del régimen.
Según la Constitución, debía ser su viuda, María Cristina de Habsburgo-Lorena, quien
se hiciera cargo de la regencia, durante la minoría de edad del heredero, que aún no se sabía
quién era, pues estaba embarazada. Tenían ya dos hijas, que podían reinar si no era un varón el
nuevo hijo, pero la Ley Sálica hacía que si era un hombre, sería él el rey. María Cristina no tenía
preparación y llevaba poco en España, no era tan querida como la primera esposa del rey.
Los políticos veían el hecho con preocupación, podía afectar a la estabilidad del sistema.
Cánovas decidió dimitir y que formaran gobierno los liberales. Consideró que todos los
partidos dinásticos debían unirse en pro de la monarquía, pero ello no podía pedirlo desde el
gobierno, por lo que prefería la oposición. Tregua y concordia eran los objetivos. Trasmitió sus
ideas a Sagasta, en lo conocido como el Pacto del Pardo. Pero María Cristina, para sorpresa de
todos, se reveló como una buena regente, y se produjo un buen entendimiento entre ella y
Sagasta, lo que facilitó la relación entre ella y entre monarquía y liberales.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 169


TEMA 8: REGENCIA. PACTO POLÍTICO. BIPARTIDISMO Y TURNO
(1885-1895)

El Pacto del Pardo y la regencia de María Cristina.

El sistema político de la Restauración, puesto en marcha por Cánovas con tantas


dificultades, va a encontrar su prueba de fuego, a la vez que la oportunidad para consolidarse,
con ocasión del vacío institucional creado por la muerte de Alfonso XII en noviem. de 1885,
como consecuencia de la tuberculosis. Alfonso XII era un hombre todavía joven. Había reinado
sólo 11 años, pero en ese tiempo se había hecho con las simpatías de un amplio sector de la
sociedad y, sobre todo, en él residía buena parte de la estabilidad del régimen político. Su
muerte planteaba nuevas incógnitas.
La Constitucion preveía que debía ser su viuda, Mª Cristina de Habsburgo-Lorena, quien se
hiciera cargo de la regencia durante la minoría de edad del futuro heredero, que aún no se sabía
quién sería. La reina estaba embarazada. El matrimonio había tenido a 2 hijas, pero si la reina
tenía un varón, en virtud de la Ley Sálica vigente en España, éste sería el nuevo heredero de la
corona. Mientras tanto, María Cristina debía ser quien se ocupara de la regencia. Mª Cristina
de Habsburgo era seria y reservada y no se sabía cómo se adaptaría al papel que el destino le
había deparado. Los medios políticos contemplaron con enorme preocupación la delicada
situación que se había planteado.
En esa situación, Cánovas decidió dimitir y recomendar a la Regente que encargara el
gobierno a los liberales. Consideró que todos los partidos dinásticos debían unirse alrededor de
la monarquía. Consideró que para proponer una tregua y pedir una política de concordia entre
todos los partidos que apoyaban al régimen, debía estar fuera del gobierno. Cánovas comunicó
sus opiniones a Sagasta en una reunión que mantuvieron en la sede de la presidencia del
Consejo, y que ha recibido el nombre del Pacto del Pardo. Fue una muestra de generosidad por
parte de Cánovas, que puso los intereses generales del régimen por encima de los suyos propios
como partido. La sorpresa que tenía reservada la situación planteada fue que Mª Cristina
pronto se reveló como una excelente regente, muy trabajadora y entregada a su causa, enterada,
prudente, discreta, objetiva, escrupulosa en el respeto a la Constitución.

Formación del Partido Liberal.


Los liberales volvieron al poder en un momento espléndido para su partido. En junio de
1885 se había llegado a un acuerdo entre las distintas facciones y se habían consolidado como
formación fuerte y cohesionada. Adoptaron el nombre de Partido Liberal y reconocieron la
jefatura de Sagasta. Redactaron un programa de gobierno conj., la llamada Ley de Garantías,
elaborada por Martínez Campos en nombre de los fusionistas y por Montero Ríos en
representación de los izquierdistas. En ella acataron la Constitución de 1876, aunque declararon
que defenderían los derechos individuales y lucharían en pro del sufragio universal masculino,
del juicio por jurados y de la reforma constitucional. Aceptaron la soberanía del rey con las
Cortes, renunciando a la soberanía nacional reivindicada hasta entonces. Con ello reconocieron
el peso último del monarca frente a la posición del electorado. Desde esa posición reforzada, los
liberales llegaron de nuevo al poder. Quedaba todavía al margen del acuerdo una fracción
izquierdista que formaba una muy disminuida Izquierda Dinástica, presidida entonces por el
general López Domínguez, sobrino de Serrano. En enero de 1886, Sagasta, ya en el gobierno,
trató de acercarlos al partido, pero finalmente la unión no se produjo.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 170


1885-1890: «gobierno largo» de Sagasta y consolidación del programa liberal.

1. La labor legislativa
1.1. Ley de Asociaciones
1.2. Ley de lo Contencioso-Admimistrativo
1.3. Ley del Jurado
1.4. Código Civil
1.5. Ley Electoral, sufragio universal masculino
2. Dificultades para mantener la cohesión en el partido
2.1. Enfrentamiento entre Gamazo y Moret.
2.2. Proteccionismo frente a librecambismo.

1. Labor legislativa
El 1er. gobierno de Sagasta durante la regencia integraba a representantes de las distintas
tendencias que habían conformado a los liberales: Moret, Montero Ríos, Venancio González,
Alonso Martínez, Camacho, Gamazo, Jovellar y Berenger. Cristino Martos presidía el Congreso.
En esa larga legislatura, Sagasta remodeló el gobierno en 3 ocasiones: oct. de 1886, junio y
diciem. de 1888. A lo largo de 5 años, las Cortes de 1886 -las + largas de la Restauración, las úni-
cas que casi agotaron su legislatura-, fueron convirtiendo en realidad el programa liberal.
A pesar del éxito de su programa como partido gobernante, no era fácil mantener unidas
fuerzas tan heterogéneas, y a partir de fines de 1886 comenzaron a aparecer disensiones entre
los liberales. A fines de 1886, Romero Robledo y López Dominguez decidieron formar el
Partido Reformista. La experiencia fue efímera y no consiguió erosionar la dinámica del
bipartidismo. Cristino Martos se alejó de Sagasta por razones personalistas. El general Cassola
dimitió del gobierno por coherencia política, al no verse apoyado en su programa de reformas,
en el que destacaba la reorganización interna del ejército y el establecimiento del servicio militar
obligatorio, en un intento de democratizar y racionalizar este cuerpo.
La extensa duración del gobierno liberal permitió llevar a cabo una imp. labor legislativa,
que consagró las aspiraciones liberales presentes desde la época del Sexenio. Fue entonces
cuando se consolidó en España de forma definitiva el Estado liberal.
Entre las principales leyes aprobadas pueden destacarse la Ley de Asociaciones de junio de
1887, que consagró la libertad de asociación. 2 eran principalmente los tipos de asociaciones a
los que la ley iba a afectar: las asociaciones obreras y las congregaciones religiosas que en el
marco de una interpretación ambigua del concordato estaban asentándose en la Península.
Desde el debate parlamentario sobre la Internacional en 1871, y por el control impuesto en 1874,
las Asociaciones obreras estaban en la clandestinidad. Por 1ª vez iban a ser legalizadas,
apareciendo el PSOE y la UGT en 1888. En cuanto a las congregaciones religiosas, de momento
quedaron fuera del control gubernamental, previsto en la ley, hasta que en el fin de siglo los
liberales apelen a la ley de 1887 para regularizar la situación de las múltiples funciones
religiosas creadas durante la Restauración en contra de las previsiones concordatarias.
La Ley de lo Contencioso-Administrativo de julio de 1888, regulaba el Proceso contencioso,
otorgando la última instancia de los recursos al Tribunal Supremo de Justicia, en vez de al
Consejo de Estado o a la voluntad del rey. La Ley del Jurado aprobada en abril de 1888,
acordaba el juicio por Jurados para determinados delitos.
El Código Civil de 1889 consagraba la defensa del orden social y de la propiedad privada.
Culminaba una red de códigos y leyes encaminados a la conservación del orden social

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 171


establecido. El Código Civil había tenido una larga gestación especialmente por la dificultad de
encauzar 2 cuestiones conflictivas: la compatibilidad de un Código general con los regímenes
particulares, forales, y por otro lado, el difícil acuerdo con la Iglesia sobre la validez civil del
matrimonio canónico. En ambos se llegó a un compromiso: las provincias de Derecho Foral lo
conservarían, según la ley de Bases, en toda su integridad, y el Gobierno presentaría varios
apéndices del Código Civil que contuviesen las instituciones forales que conviniera conservar
en cada una de las provincias o territorios respectivos. Con la Iglesia se llegó al compromiso
que consistía en la coexistencia de 2 tipos de matrimonio, igualmente válidos desde el punto de
vista civil: el matrimonio civil y el matrimonio canónico para los católicos.
Mención aparte merece la Ley Electoral de junio de 1890 que aprobó el sufragio universal
masculino. Fue un proceso complicado porque, aunque el Senado respaldó fácilmente el
proyecto de ley, en el Congreso se originaron encendidos debates en torno a la cuestión. La
aprobación del sufragio fue contemplada como la culminación del proceso constituyente en
España. Con ello Sagasta consiguió, además, reforzar el partido y asegurar su líderazgo en el
mismo; eliminó posibles competidores por la izquierda que abanderaran tal medida
democrática; y sumó un nº imp. de republicanos a su proyecto político. Sin embargo, el sist.
electoral continuó estando viciado por el caciquismo, por lo que la aplicación del sufragio
universal masculino no aseguró el reflejo en las urnas de la voluntad popular, ni implicó la
incorporación de amplios sectores de la sociedad a la participación ciudadana. Además,
siguiendo las mismas pautas que en otros países, pese a llamarse sufragio universal masculino,
estaba sujeto a una serie de restricciones: era sólo para varones mayores de 25 años, vecinos de
un municipio con 2 años al menos de residencia, y se establecían 6 motivos que limitaban el
ejercicio del derecho al voto, entre ellos la exclusión de las clases e individuos de tropa.

2. Dificultades para mantener la cohesión en el partido

También se produjo un enfrentamiento entre Gamazo y Moret, representantes máximos


dentro del partido de los intereses proteccionistas y librecambistas. Las diferencias respecto a la
política econó. que se debía adoptar se convirtieron en una de las cuestiones centrales del
debate liberal de esos años. En líneas generales, la política liberal había sido librecambista
desde 1881. El conflicto surgió cuando Gamazo, al frente de un imp. grupo de diputados y
senadores, trató de variar la tradicional conducta del partido. Germán Gamazo, vallisoletano
de nacimiento, era portavoz de la Liga Agraria, uno de los escasos movimientos de opinión
organizados. Propuso abaratar la producción mediante la rebaja de los impuestos que gravaban
la propiedad y el cultivo de la tierra y reclamó una protección arancelaria para los productos
españoles. Gamazo defendió con firmeza las propuestas de este grupo, y aunque con ello no
pretendía aumentar las disidencias, se enfrentó a su partido tantas veces como fue necesario. Su
actitud fue creando cada vez mayores problemas a Sagasta, especialmente desde que Martínez
Campos decidió apoyar su postura proteccionista.
El final de los 80 significó el fin del optimismo librecambista. Tanto entre los liberales como
entre los conservadores se cuestiona el librecambio, con lo que el pensamiento econó. español,
por otra parte muy pobre, acogía las nuevas tendencias en Europa. Este giro coincidía con el
cambio de coyuntura econó., la crisis agropecuaria y los problemas econó. subsiguientes.
En un contexto internacional de revisión del liberalismo doctrinal clásico, en toda Europa
triunfa la tendencia prointervencionista en la econó. y en lo social. En suma, la subida de

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 172


aranceles se generaliza en toda Europa en los años 80. A partir de 1890 España se incorporaba,
pues, a una corriente internacional.
En 1ª instancia los liberales evitan responder a la crisis con medidas arancelarias. Por el
contrario ensayan medidas alternativas de apoyo a la producción. Pero la ineficacia de estas
medidas alientan el afianzamiento, dentro del mismo grupo liberal, de las tesis proteccionistas
(revisión de los aranceles): es lo que expresa el grupo de Germán Gamazo en 1890. Los liberales
mediante algunas medidas significativas ponen las bases de la nueva política proteccionista de
los conservadores: la creación de una comisión arancelaria (Real Decreto de 10-10-1889)
encargada de informar sobre la conveniencia de aplicar la rebaja de aranceles. En esta comisión,
presidida por Moret, triunfan, sin embargo, de manera clara las tesis proteccionistas. Mediante
la autorización para modificar el arancel, contenida en el art. 38 de la ley de Presupuestos de
1890-91. Autorización amplia que dejaba las manos libres a futuros Gobiernos.

La política exterior en los ochenta.


1. Episodios a destacar:
1.1. 1880, Conferencia de Madrid sobre Marruecos
1.2. 1886, negociación de tratados comerciales,
1.3. 1885, crisis con Alemania por las islas Carolinas
1.4. 1887, adhesión a la Triple Alianza mediante un pacto con Italia
2. Frente al recogimiento canovista, los liberales impulsan una política de mayor presencia

En el exterior, los años 80 fueron un período marcado por la expansión colonial de las
grandes potencias. En Europa, Bismarck continuó siendo el árbitro de las relaciones
internacionales a través de una sólido sist. de alianzas tejido bajo su hegemonía. Su sist. diplo-
mático se basó en la Doble Alianza de 1879 (Alemania y Austria-Hungría), en la Alianza de los
Tres Emperadores de 1881 (Alemania, Austria-Hungría y Rusia), en la Triple Alianza de 1882
(Alemania, Austria-Hungría e Italia) y en el Tratado Secreto de Reaseguro firmado entre
Alemania y Rusia en 1887.
En España, la política internacional de esos años quedó caracterizada por los liberales, que
reaccionaron contra el recogimiento canovista impulsando una acción exterior + activa y el
librecambio en el intercambio comercial. La orientación de su política internacional siguió
marcada por la hegemonía de Alemania, aunque mejoraron las relaciones con Francia y G.
Bretaña. Fue también una época de intensa negociación de tratados comerciales.
El momento de plenitud en la política exterior de los liberales lo significó el paso de Moret
por el Ministerio de Estado. Mientras que Cánovas mantuvo siempre un férreo control a la hora
de diseñar y ejecutar la política exterior, Sagasta fue mucho menos personalista en este campo y
dejó hacer a sus ministros. La concepción de Moret respecto a lo que debía ser la actuación
española quedó reflejada en la Memoria sobre política internacional dirigida a la regente en 1888.
En ella Moret subrayaba la importancia del desarrollo de una política de prestigio en el exterior.
Moret propuso una acción diplomática más constante y activa que denominó «política de
ejecución». Pero, al tiempo, quedó patente que las demás potencias no estaban dispuestas a
ofrecer a España una garantía del statu quo territorial ni a asegurar las posesiones españolas en
Ultramar.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 173


El 1er. episodio destacado en la política internacional de los 80 se produjo durante la
Conferencia de Madrid sobre Marruecos, celebrada en 1880, todavía durante el gobierno de
Cánovas. Desde mediados del S. XIX, distintas naciones europeas habían obtenido facilidades
para desarrollar el comercio con Marruecos, explotar sus riquezas y colaborar con el gobierno
del sultán en temas de defensa militar, enseñanza y obras públicas. Amparadas por esos
privilegios, y con la excusa de cooperar en la modernización marroquí, las potencias rivalizaron
por aumentar la influencia de sus países respectivos frente a la de los demás. La creciente
injerencia extranjera llevó al sultán a considerar que se estaba vulnerando la soberanía nacional.
En 1880 se convocó una conferencia internacional con objeto de regular el grado de intervención
de cada una de las potencias y de fijar los límites a la actuación de los países europeos en
Marruecos. La reunión se celebró en Madrid a propuesta británica, y Cánovas fue nombrado
presidente de la misma. El resultado fundamental de la conferencia fue un acuerdo que
garantizaba el mantenimiento del statu quo y la integridad de Marruecos, reglamentando
minuciosamente la actuación de las potencias. Cánovas apostó por evitar una mayor
implicación internacional en Marruecos. Conseguía así un aplazamiento de la cuestión, esto es,
postergar la intervención decisiva de las potencias en Marruecos, en el convencimiento de que
España no estaba en condiciones de competir en igualdad de condiciones con las demás
naciones.
La Conferencia de Madrid reveló también que en España habían aumentado las tendencias
africanistas desde los inicios de la Restauración. Los partidarios de esa orientación exterior se
mostraban interesados en una política de acercamiento y de penetración cultural. En 1884 la
Sociedad Española de Africanistas y Colonialistas patrocinó las expediciones a Guinea y Río de Oro.
Como consecuencia de esas acciones, el 26-12-1884, Alfonso XII declaró el protectorado sobre el
espacio comprendido entre Cabo Bojador y Cabo Blanco, que constituiría el Sáhara español, en
la costa africana frente a Canarias. Las iniciativas de los africanistas españoles propiciaron tam-
bién expediciones a Guinea Ecuatorial y a Costa de Oro.
Otro elemento destacado en la política exterior de esta etapa fue la adopción de una política
económica librecambista. En 1881, hubo una denuncia general de tratados de comercio, con
objeto de entablar negociaciones para establecer nuevos acuerdos que rebajaran las tarifas
arancelarias vigentes entre España y cada uno de los demás países, modelo de los cuales fue el
Tratado de Comercio suscrito por España y Francia en febrero de 1882. La reorientación de la
política económica exterior se manifestó también en la aprobación de los aranceles de 1886, en
los que se ponía en práctica una reducción de derechos, lo cual favoreció la salida de productos
españoles, aunque a cambio obligó a la compra exterior de maquinaria. A la larga esa medida
favoreció a la industria textil catalana porque modernizó sus aparatos, lo cual se tradujo en una
mejora de la calidad y en un abaratamiento de la producción. Por el contrario, la política libre-
cambista produjo la reacción adversa de los productores de trigo castellanos que vieron en ella
una amenaza a sus intereses.
Un 3er. aspecto destacado en la política internacional de esta década fue la directa
implicación del rey en la acción exterior. En la década de 1880, y durante los años de gobierno
de Sagasta, con el cual mantenía un buen entendimiento, el rey comenzó a influir en el
desarrollo de la política exterior. Fruto de esa mayor participación fueron los viajes que Alfonso
XII realizó por Europa en el verano de 1883. Visitó 1º Austria, donde fue recibido con afecto y
simpatía por Francisco José. A continuación, recaló en Alemania, donde tuvo un cordial
encuentro con Guillermo I, y donde Alfonso XII mostró un entusiasmo poco prudente hacia el
militarismo prusiano. La 3ª etapa de su viaje fue Francia y, los franceses, que habían

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 174


contemplado con recelo las demostraciones públicas de las simpatías regias hacia Alemania, a
su llegada a París le recibieron con frialdad oficial y grandes muestras de disgusto popular.
El 4º aspecto que vamos a destacar es la crisis que se suscitó en 1885 con Alemania por
la soberanía sobre las islas Carolinas y Palaos. Ésta tuvo lugar durante el bienio conservador en
el que Cánovas volvió a ocupar el poder, y se desarrolló en el marco de la expansión colonial de
las grandes potencias. En 1884-1885 había tenido lugar la Conferencia de Berlín en la cual se
habían dictado unas nuevas premisas para regular la expansión colonial; premisas que exigían
la ocupación efectiva de un territorio para defender su posesión. Las grandes potencias
comenzaban el definitivo reparto del mundo y definían sus áreas de influencia. En el Pacífico,
G. Bretaña, Alemania, Francia, Rusia, e incluso un incipiente Japón, se distribuían islas, mer-
cados y colonias. Además, las rivalidades entre compañías y comerciantes de diferentes países
y las difíciles relaciones que mantenían los distintos grupos de población, habían provocado en
las islas del Pacífico una situación de inestabilidad y desorden interno. En ese contexto,
Cánovas temió que si no ocupaba las islas de la Micronesia, otra potencia lo haría en su lugar.
Por ello decidió crear una nueva división naval en las islas Carolinas y Palaos. El problema fue
que Bismarck, alertado por los comerciantes de su país de la próxima ocupación española de
unos territorios donde los alemanes tenían ya el predominio económico, decidió adelantarse a
los planes españoles. La llegada de los barcos españoles y alemanes a la isla de Yap se produjo
con 2 días de diferencia. En pleno proceso formal de toma de posesión de los españoles, los
alemanes, enterados de que la ceremonia definitiva aún no había tenido lugar, izaron su
bandera y reclamaron el protectorado sobre las islas. Ello dio lugar a una agria controversia
entre España y Alemania. Bismarck había calculado que no encontraría una resistencia imp. a
su iniciativa y que el gobierno español se limitaría a aceptar una política de hechos
consumados. Sin embargo, se encontró con que Cánovas se reveló dispuesto a defender con
toda energía los derechos españoles sobre las islas y que, además, en España se produjo una
violenta y patriótica reacción popular. Las Carolinas se convirtieron en territorio indispensable
de la nación, y en la causa a través de la cual España iba a demostrar que seguía siendo un país
fuerte y vigoroso.
El asunto provocó una intensa negociación diplomática entre los dos gobiernos, que
finalmente se resolvió por vía amistosa gracias a la mediación del papa León XIII. En el
Protocolo de Roma, firmado en diciembre de 1885 se reconocían los derechos de soberanía
reclamados por España, pero se concedía las ventajas económicas pretendidas por Alemania.
Quizá lo más destacado fue que el carácter de los términos acordados determinó totalmente la
colonización española de las Carolinas, el asentamiento de los extranjeros y las relaciones entre
la colonia y los residentes. Y es que en el Protocolo se establecía que los comerciantes de otros
países podrían ejercer libremente sus actividades, siempre que se asentaran en puntos del
archipiélago no ocupados por los españoles. En este caso, además, no se verían obligados a
pagar ningún tipo de impuesto. Esto favoreció que los comerciantes interesados en explotar las
islas se establecieran lo más lejos posible de la colonia, y que se mantuvieran alejados de ella,
excepto en los casos en los que se vieron obligados a pedir la mediación o protección de los
españoles ante algún conflicto.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 175


2. Frente al recogimiento canovista, los liberales impulsan una política de mayor presencia

Finalmente, el asunto más destacado en la política exterior española de la época fue la


indirecta adhesión española a la Triple Alianza mediante un acuerdo secreto firmado con Italia
en 1887. El pacto aportó poco a la posición española porque no ofrecía garantía territorial ni
defensiva alguna. Era una vaga declaración en la que ambos signatarios se comprometían a
fortalecer el principio monárquico y a contribuir a la consolidación de la paz; España contraía el
compromiso de no llegar a acuerdo alguno con Francia que pudiera dirigirse contra cualquiera
de las potencias signatarias de la Triple; se afirmaba el acuerdo recíproco, por parte italiana y
española, de abstenerse de todo ataque provocado; y se fijaba un entendimiento para el
mantenimiento del statu quo en el Mediterráneo. El pacto contó con el respaldo de Alemania,
Austria-Hungría y G. Bretaña a los términos del acuerdo, pero no implicó ningún compromiso
activo por su parte. Estuvo referido, además, al Mediterráneo y el norte de África, sin afectar en
absoluto a las Antillas ni al Pacífico.

En julio de 1890 Sagasta dimitió de forma sorpresiva y fue sustituido por Cánovas al frente
del ejecutivo. Las razones de esa crisis de gobierno han sido objeto de distintas interpretaciones
como clima de corrupción y compraventa de favores que se había extendido en el mundo
político de la época. Se basan en datos que se conocieron, años más tarde, a través de una
biografíade la reina regente donde explicaba que ella misma le había contado a Romero
Robledo que se hizo con unos documentos relacionados con la concesión de un ferrocarril en
Cuba. La regente comunicó a Sagasta lo ocurrido y ante eso dimitió.

La alternancia en el poder.

1. Adecuación del resultado electoral al partido turnante.


A partir de 1890 comenzó una etapa de versatilidad política y de rápidos cambios de
gobierno. Cada 2 años los 2 partidos más importantes se fueron sucediendo en el ejercicio del
gobierno. Ese ritmo bienal no respondió a ningún acuerdo previo entre partidos. Ello nos
conduce a constatar que la aplicación del sufragio universal no supuso una mayor transparencia
ni un respeto a la legalidad en las elecciones. Siguió existiendo un manejo práctico de la volun-
tad popular para adecuarla a los resultados deseados por los líderes de las formaciones
políticas. Según se decidiera quién iba a desempeñar las funciones de gobierno, el partido
turnante conseguía una mayoría electoral lo suficientemente notable como para garantizar la
gobernabilidad. La aplicación del sufragio tampoco conllevó un cambio en las formaciones
políticas + votadas ni una renovación en los grupos sociales elegidos.

2. Dificultades para aplicar el sufragio universal masculino

Este inmovilismo fue debido a que la población que adquirió el derecho al voto gracias al
sufragio universal masculino no era la + capacitada para protagonizar una revolución política.
Por el contrario, era un grupo de población poco preparado y escasamente enterado de la vida
pública, y muy vulnerable a la manipulación, lo cual permitió el mantenimiento del sistema.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 176


Sólo en las principales ciudades -Madrid, Barcelona, Valencia- se produjeron
diferencias importantes en los resultados electorales. A partir de la aplicación del sufragio
universal masculino la representación republicana fue elevada y constante, se consiguió una
presencia socialista destacada, y se eligieron diputados que representaban nuevas aspiraciones
nacionalistas. Los resultados diferenciadores que se alcanzaron en esas circunscripciones se
perdieron en los obtenidos por el conj. del país. La mayor parte de los electores que habían
adquirido la capacidad de votar no eran clases medias urbanas, trabajadores especializados, ni
campesinos prósperos e independientes, concienciados de sus derechos. Los votantes noveles
eran campesinos que vivían en núcleos rurales, mucho + aislados y sin organización ni contacto
entre ellos, con una imp. tasa de analfabetismo, y por tanto fácilmente manipulables. Como
consecuencia de ello, en las elecciones de 1891, los resultados obtenidos no difirieron de
ediciones anteriores y el fraude continuó estando a la orden del día.
Fue, por otra parte, una época de confrontación entre las reformas que la realidad social y
política del país evidenciaba como necesarias e inevitables, y la tremenda resistencia que las
viejas estructuras de poder oponían a todo intento de cambio en profundidad. Ello provocó
inestabilidad, enfrentamientos, aparición de nuevas voces en la escena política, frecuentes crisis
de partidos. Se afirmaron opciones divergentes del sistema establecido, aparecieron nuevas
fuerzas sociales, se intensificó la cuestión social y se vivió un período de rápido crecimiento
económico aún con sus momentos de crisis. Los años 90 significaron, en suma, una etapa de
cambio y efervescencia, pero en la que no acabó de cuajar la transformación y la renovación
nacional, lo cual provocó un crescendo de las tensiones sociales y políticas.

El gobierno de Cánovas, 1890-1892.

1. Respeto a las reformas políticas y jurídicas del gobierno liberal


2. Política de intervención del Estado. Viraje proteccionista.
3. Crisis interna en el partido conservador. Silvela-Romero Robledo.

1. Respeto a las reformas políticas y jurídicas del gobierno liberal

Uno de los grandes aciertos de la Restauración fue que, cuando el gobierno conservador
llegó nuevamente al poder en 1890, Cánovas y su equipo decidieron respetar las medidas
adoptadas en la etapa liberal anterior. Ello supuso la consolidación de los cimientos que
permitirían la modernización de la nación.

2. Política de intervención del Estado. Viraje proteccionista.

Cánovas inició en los años 90 una nueva política. Defendió que era necesaria la intervención
del Estado para resolver los problemas sociales y económicos planteados en la sociedad de fin
de siglo. Comenzó, por tanto, a proteger los derechos de los trabajadores desde el gobierno,
tratando de regular las condiciones de trabajo existentes y de mejorar sus condiciones de vida.
Adoptó también una nueva orientación económica de carácter proteccionista. En 1891
aprobó un arancel que primaba la producción nacional y suprimía las franquicias de la ley de
1882. Recordemos además que esas medidas se adecuaban a un contexto internacional

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 177


determinado, en el cual, a fines de la década de los 80, había comenzado en toda Europa un
viraje proteccionista como consecuencia de la crisis de 1887-1888.

3. Crisis interna en el partido conservador. Silvela-Romero Robledo.

En esos primeros años de la década de los 90, tuvo lugar una importante crisis interna en el
Partido Conservador. Francisco Silvela abandonó la formación política al apoyar Cánovas la
reintegración en la misma de Romero Robledo. Silvela y Romero tenían formas opuestas de
concebir la ética y la práctica política, incompatibles en el desempeño de un mismo Ejecutivo.
Defensor Silvela de la legalidad, de la moralidad + estricta, de la reforma del Estado y la
educación del ciudadano como vías para el desarrollo. Partidario Romero de solventar día a día
la práctica política, ajustando las medidas a las necesidades del momento, adecuando los
resultados electorales a los objetivos propuestos, fiel siempre a sus amigos y partidarios, a los
que debía favorecer para mantener sus apoyos. Ambas actitudes no podían adaptarse de
manera simultánea en un mismo gabinete, y por ello, al entrar Romero en el gobierno como
ministro de Ultramar en noviembre de 1891, Silvela abandonó la cartera de Gobernación.
Meses + tarde, tras una discusión parlamentaria con Cánovas, en diciembre de 1892, Silvela
decidió romper con el partido. A corto plazo, este asunto, debilitaría la posición gobernante de
Cánovas, provocando la crisis total y el acceso de Sagasta en diciembre de 1892.

El gobierno liberal, 1892-1895.

1. Sagasta formó gobiernos de integración


2. Adhesión al partido liberal de los republicanos de Castelar.
3. Gobiernos con decisión reformista. Resistencia.
4. Frustración y división dentro del partido. Maura se acerca a los conservadores.
5. En marzo de 1895, dimisión de Sagasta.

1. Sagasta formó gobiernos de integración

El Partido Liberal volvió al poder en 1892 con la firme voluntad de cohesionar a las distintas
fuerzas que componían esa formación política. Sagasta quiso formar gobiernos de integración,
en los cuales estuvieran representadas diferentes tendencias y personalidades, que de nuevo
manifestaron una decidida intención reformista. En esos años Gamazo ocupó la cartera de
Hacienda, y desde ella inspiró una nueva política econó. y arancelaria encaminada a sanear la
economía y a conseguir una mayor transparencia en la distribución de la riqueza. Maura fue
nombrado ministro de Ultramar e impulsó importantes reformas en las colonias, con objeto de
mejorar su administración. Montero Ríos introdujo cambios en Gracia y Justicia. Moret se hizo
cargo de Fomento y apoyó una serie de reformas sociales. El general López Domínguez se
encargó de la cartera de Guerra y desde ella trató de reorganizar este sector para adecuarlo a las
nuevas necesidades tácticas y defensivas. Los apoyos de los liberales en esta legislatura se

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 178


completaron con la adhesión de numerosos republicanos que, inspirados por Castelar,
renunciaron a su adscripción republicana con el fin de afirmar de manera fehaciente su
compromiso con el régimen.

2. Adhesión al partido liberal de los republicanos de Castelar.

Además durante el año 1893 el gobierno de Sagasta tuvo que afrontar algunos problemas
nuevos y graves: los atentados anarquistas de Barcelona, la movilización prenacionalista en S.
Sebastián y, sobre todo, el conflicto militar de Melilla, con el consiguiente desgaste y
desprestigio internacional. La atención del Gobierno se vio condicionada por estos
acontecimientos, que obligaron a respuestas excepcionales: una 1ª ley de represión del
anarquismo, reclutamientos y envío de refuerzos a Melilla, y negociaciones con el sultán de
Marruecos para obtener las correspondientes compensaciones.

3. Gobiernos con decisión reformista. Resistencia.

Sin embargo, las reformas que trataron de llevar a cabo los liberales en esta etapa, se
encontraron con una decidida resistencia por parte de las viejas fuerzas de poder. Eso hizo que
las reformas emprendidas no acabaran de cuajar y dejaran un cierto sentimiento de fracaso. El
problema fue que la modernización era necesaria, y que si las tensiones sociales, económicas y
políticas no encontraban el cauce adecuado para expresarse y para conseguir sus aspiraciones,
antes o después acabarían por estallar de una forma + dramática, como de hecho ocurrió.

4. Frustración y división dentro del partido. Maura se acerca a los conservadores.

Además, de alguna forma el fracaso propició también el fin de esa etapa liberal y la aparición
de voces disidentes de distinto signo. Por un lado, Antonio Maura que, tras la desilusión origi-
nada por no poder llevar a cabo su proyecto reformista en Ultramar, inició su acercamiento a
los conservadores. Por otro lado, José Canalejas, apareció en el horizonte como un posible
relevo en el líderazgo y en la orientación del partido.

5. En marzo de 1895, dimisión de Sagasta.

En 1894 y 1895, las diferencias entre las distintas corrientes liberales, forzadas a una difícil
convivencia y afectadas por los fracasos de su proyecto político, provocaron varias crisis de
gobierno, que finalmente condujeron a la caída del Ejecutivo en marzo de 1895. El motivo que
lo originó era fútil en comparación con los temas de la gran política: un grupo de oficiales del
ejército asaltó la redacción de varios periódicos de Madrid considerando que habían publicado
noticias injuriosas sobre ellos. Martínez Campos trató de forzar que el asunto fuera resuelto por
tribunales militares. Sagasta no quiso aceptar ninguna presión en tal sentido y presentó su
dimisión.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 179


La Iglesia católica y el régimen de la Restauración

1. Adhesión de la jerarquía a la Regencia. Pacto de respeto y colaboración mutua


2. Temas de confrontación:
2.1. La Instrucción primaria y secundaria
2.2. Legalidad de las uniones civiles, etc.
3. La Iglesia reforzó su influencia en la sociedad
3.1. Incremento de las órdenes religiosas
3.2. Control de la educación, instrucción religiosa en las escuelas
3.3. Celebración de congresos católicos
3.4. Preocupación social. Sindicatos católicos y obras asistenciales

1. Adhesión de la jerarquía a la Regencia. Pacto de respeto y colaboración mutua

En un clima de profunda división de los católicos en 1883 llegó a España el nuevo nuncio, el
cardenal Rampolla. Su labor fue decisiva para la consolidación de las posturas posibilistas en el
seno del catolicismo español y para la relegación de los círculos intransigentes. Su gestión se
encaminó a subrayar la obediencia debida a los contenidos de la encíclica Cum multa y a
impulsar el respeto a la legalidad vigente. Los integristas trataron de cuestionar la autoridad
del nuncio, destacando por encima de él la superioridad de los obispos fundamentalistas.
Rechazaron también la participación del líder de la Unión Católica, Alejandro Pidal y Mon, en
el gobierno de Cánovas, que había vuelto al poder en 1884.
La presencia de Pidal y Mon en el Gobierno, parece que por expreso deseo del rey, llenaba
uno de los objetivos más deseados por Cánovas: integrar a los católicos en el régimen,
apartándolos del carlismo y del abstencionismo político. Objetivo, por otras razones,
compartido e impulsado por la Santa Sede.
Estas actitudes suponían un desafío a la política conciliadora entablada entre la Santa
Sede y el régimen de Cánovas. Ante tal ofensiva el Vaticano decidió intervenir desacreditando
públicamente en 1885 varias actuaciones de los integristas españoles.
La gestión de Rampolla culminó en 1885 con la adhesión de buena parte de la jerarquía
católica española a la Regencia. Tras varias reuniones con obispos, el nuncio consiguió que en
diciembre de 1885 se elaborara una declaración en la que se reconocía la conveniencia de un
cierto pluralismo político, se establecía una limitada libertad de opinión y se subrayaba la
autoridad del nuncio sobre los obispos, en tanto que representante del pontífice. A cambio de
este apoyo explícito al régimen, los liberales entonces en el poder ofrecieron a la Iglesia un pacto
basado en el respeto y la colaboración recíprocos, y mostraron su disposición a negociar con la
jerarquía posibilista las cuestiones que todavía los separaban.

2. Temas de confrontación
Ese enfrentamiento se articulaba en torno a una serie de cuestiones. En 1er. lugar,
respecto a la enseñanza. Desde el principio de la Restauración se hizo patente la dificultad de
aprobar una Ley de Instrucción Pública. Se presentó por 1ª vez en el Congreso en diciembre de
1876, fue objeto de numerosos debates e intervenciones de la jerarquía eclesiástica, que consi-
guió paralizar el proyecto hasta 1884. Los temas en confrontación se referían al control de la
instrucción primaria y secundaria por parte del Estado en detrimetro de las órdenes religiosas,
al contenido de los planes de estudio, y a la ortodoxia doctrinal de la educación, que desde la

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 180


óptica de la Iglesia no quedaba suficientemente garantizada, pues el derecho de los obispos a
inspeccionar y censurar los contenidos de la enseñanza -reconocido por el Concordato con la
Santa Sede de 1851 que seguía vigente- quedaba dependiente de la principal función inspectora,
que correspondía al Estado. Otra cuestión que los separaba se refería a la formulación de los
matrimonios. En relación con este tema los debates se centraron en la legalidad de las uniones
civiles. Tras años de negociaciones, en 1887 se llegó a un acuerdo con la Santa Sede por el que
ésta reconocía al Estado la potestad de regular los efectos civiles del matrimonio. También exis-
tieron desacuerdos en temas concretos como la defensa del fuero eclesiástico, el cumplimiento
de las obligaciones del Estado respecto a la dotación de culto y clero, el estatuto jurídico de los
bienes de la Iglesia, la presentación de cargos eclesiásticos, etc. Durante los años en que estas
cuestiones enfrentaron a la Iglesia y al Estado se puso de manifiesto una evolución en ambos
bandos.

3. La Iglesia reforzó su influencia en la sociedad

A la larga, durante los años de la Restauración, la Iglesia reforzó su posición dentro de la


sociedad española. Desde distintas perspectivas, varios autores han señalado cómo, pasados los
1os. tiempos en que buena parte de la jerarquía eclesiástica y los católicos integristas rechazaron
el sist. político por considerarlo el símbolo del liberalismo, la incorporación de la Iglesia y de los
católicos antiliberales en la vida política y social de la época fue cada día mayor. Una vez
resueltos con diplomacia los asuntos que los distanciaban, la Iglesia se vio respaldada por la
confesionalidad del Estado y por el apoyo ofrecido por el régimen. El incremento de su
influencia en la sociedad española se evidenció en la expansión de las órdenes religiosas, en su
control de la educación, en el fomento de la instrucción religiosa en las escuelas, en el aumento
de las vocaciones, y en una mayor manifestación de la devoción popular.
Entre 1889 y 1902 se celebraron 6 congresos católicos que supusieron un intento de respuesta
católica organizada frente al avance y consolidación de una sociedad liberal. Sus objetivos eran
defender los intereses de la religión, los derechos de la Iglesia de la Santa Sede, difundir la
educación cristiana, promover y obras de caridad y acordar los medios para la restauración
moral de la sociedad. Estos congresos pretendieran convertirse en una estructura permanente
de apoyo a todas las acciones católicas.
Junto a ello, en esos años finales de siglo, se produjo una apertura del catolicismo hacia los
trabajadores. En 1891 León XIII publicó la encíclica Rerum novarum, en la cual llamaba la aten-
ción sobre la situación de las clases + desfavorecidas y planteaba la obligación social de
intervenir para resolver los problemas planteados. Bajo esa advocación nació un sindicalismo
católico preocupado por la cuestión social y un asociacionismo obrero de carácter religioso, que
tuvo un éxito muy relativo (Círculos Católicos Obreros, entre otros). También las
congregaciones religiosas femeninas desarrollaron una encomiable labor en hospitales,
orfelinatos, asilos y centros asistenciales. Pero en general, la Iglesia pareció + ocupada por la
educación de las clases medias y acomodadas, imprimiéndole una orientación extremadamente
conservadora.
Reacción anticlerical.
Frente a ese fortalecimiento de la Iglesia y de los católicos integristas dentro del régimen,
surgió la reacción de sectores anticlericales. Determinados grupos liberales, republicanos, socia-
listas y anarquistas, se opusieron a la creciente influencia del clero y, muy especialmente, de las
órdenes religiosas en la vida política, en la educación, y en la lucha obrera. Las manifestaciones
en su contra tuvieron lugar en la calle y en el Parlamento, y en ellas se denunciaron los

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 181


privilegios que había disfrutado la Iglesia durante los gobiernos conservadores, los intentos de
manipulación de la sociedad y la acumulación de riqueza y de tierras. También se trataron de
definir los límites y funciones de las órdenes religiosas a la luz de la Ley de Asociaciones de
1887, dando lugar a grandes debates en torno a la cuestión.
Bibliografía:
 “Historia política, 1875-1939”. Ed. Istmo.
 “Manual de Historia de España. Siglo XIX.” Historia 16.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 182


TEMA 9. La oposición. Republicanos, anarquistas y socialistas. Los
nacionalismos.
La oposición al sistema de la Restauración tuvo escasa vitalidad, tanto por la división
entre las distintas tendencias como por la dificultad de enraizar en unas masas con escasa
conciencia política. Pese al continuo crecimiento hasta fin de siglo, no dejaron de ser alternativas
minoritarias.
A) Los republicanos
1. Debilidad de los partidos republicanos al comienzo de la Restauración.
1.1. Fuera de la ley durante los primeros años.
1.2. Parte de los republicanos en el exilio
2. Integración en el sistema (1879)
3. Sublevaciones aisladas a favor de la república en 1883 y 1886.
4. División:
4.1. los progresistas de Ruiz Zorrilla
4.2. los federales de Pi y Margall
4.3. los centralistas de Salmerón
4.4. los posibilistas de Castelar se incorporan al partido liberal
5. En 1893 los republicanos unidos para las elecciones, consiguieron 43 diputados.

1 Debilidad de los partidos republicanos al comienzo de la Restauración


El fracaso de los proyectos del Sexenio Democrático había dejado bajo mínimos la credibilidad de
los republicanos, cuyo principal partido, el Federal, se hallaba en 1875 en proceso de
descomposición, con procesos divergentes encabezados por los 4 ex-presidentes de la República
y con los radicales de Ruiz Zorrilla sin fuerzas suficientes.
1.1 La marginación del régimen
El nuevo gobiernos promulgó una serie de leyes restrictivas sobre las libertades de reunión y
asociación y de expresión, lo que dejó a los republicanos fuera de la ley durante los primeros
años, lo que acentuó su debilidad. Los líderes se alejaron de la vida pública (sólo 7 republicanos,
a título personal- entre ellos Castelar-, fueron elegidos diputados en 1876 ), y en muchos casos
se prosiguió la lucha en la clandestinidad.
1.1 El exilio
Debido a lo anterior, muchos líderes republicanos hubieron de exiliarse. Ruiz Zorrilla (tras la
reunión con 25 generales republicanos) y Salmerón (despojado de su cátedra) fueron
expulsados y se instalaron en París, desde donde siguieron en su oposición al régimen, aunque
sin resultados, tanto por la falta de apoyos en el ejército y entre los republicanos franceses.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 183


2 Integración en el sistema (1879)
El retraimiento y decadencia de los republicanos movió a estos a aceptar las bases del régimen e
integrarse, con reticencias, en el sistema. Así, en 1879 (segundas elecciones generales), Castelar
y Martos se presentaron en coalición con el partido de Sagasta y obtuvieron así 16 diputados.
Cristino Martos promovió la unidad republicana creando el Partido Progresista Demócrata (1880),
que significó la vuelta al marco legal de las fuerzas republicanas.

3 Sublevaciones aisladas a favor de la república en 1883 y 1886


Pese a la debilidad y a la parcial aceptación por parte de los republicanos del cauce legal, se
producirían esos mismos años dos sublevaciones republicanas importantes. En la primera
(1883), se sublevaron parte de las guarniciones de Badajoz, Santo Domingo de la Calzada y La
Seo de Urgel, y en la segunda el brigadier Villacampa, en Madrid. Ambas fracasaron y sus
consecuencias últimas fueron la relegación a la legalidad del republicanismo y el acercamiento
de muchos de los militantes del partido radical a las organizaciones obreras tras el traslado de
Ruiz Zorrilla a Londres y el debilitamiento consiguiente de su facción.

4 División:
Las organizaciones republicanas eran interclasistas por principio y su implantación se dio sobre
todo en núcleos urbanos. Jugaron un importante papel en su fomento los círculos culturales
(casinos, ateneos, etc.) y la prensa (El Globo, El País, La Publicidad, etc.). Defendieron la injerencia
del Estado para mejorar el nivel de vida del grueso la población, resolver los conflictos sociales,
etc., y la integridad moral en la vida y en la política, el progreso, la justicia social, la democracia,
etc. Sin embargo, su mayor debilidad estribaba en su atomización, ya que generalmente cada
líder tenía su propia facción y marcaba ideología:
4.1 Los progresistas de Ruiz Zorrilla
Eran partidarios de las acciones de fuerza para acceder al poder, entre ellas el golpe militar.
4.2 Los federales de Pi y Margall
De carácter popular. Defendían una organización federal para el Estado.
4.3 Los centralistas de Salmerón
Destacaban entre sus militantes importantes intelectuales y miembros de la Institución Libre de
Enseñanza.
4.4 Los posibilistas de Castelar
Era la tendencia más elitista. Su base la formaba miembros de la burguesía media-alta. A
comienzos de los 90 se incorporan al partido liberal, tras la aprobación del sufragio universal, en
aras del mantenimiento del orden social.

5 Unión:
En 1893 los republicanos, unidos para las elecciones, consiguieron 43 diputados. A partir de
entonces, los partidos turnistas los consideraron como una seria alternativa a tener en cuenta y
dejaron de ser perseguidos. Pese al triunfo electoral, los republicanos perdieron en reputación,
ya que adoptaron algunos vicios del adversario, dándose casos de corruptelas, escándalos, etc.
B) Los carlistas
A partir de 1888, acogiéndose a la Ley de Asociaciones, los carlistas tratan de incorporarse
al sistema. Don Carlos y el marqués de Cerralbo crean una nueva estructura de partido basada

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 184


en la integración social a partir de los círculos tradicionalistas y una gran labor de propaganda,
aunque fueron perdiendo brío.
Su programa se basó en la defensa de la monarquía tradicional y del catolicismo
integrista, y quedaron circunscritos a las 4 provincias forales vascas57, identificadas con el
foralismo católico, aunque pronto el nacionalismo vasco les fue restando apoyos, al tener la
misma base social.
El partido declinó con la solución de los problemas dinásticos y religiosos, sobre todo a
partir de la muerte del pretendiente, Carlos VII (1909), y la escisión del partido (1919).

C) Organizaciones obreras
1. Anarquistas: La Federación Regional Española de la Internacional
1.1 Objetivos revolucionarios.
1.2 No tuvo incidencia social en lo primeros años de la Restauración.
1.3 Durante los noventa, actuaciones terroristas. Represión.
1.4 Se aprueba la primera Ley Antiterrorista en 1894
1.5 1897, asesinato de Cánovas por un anarquista italiano.
2. Movimiento socialista
Fundación del Partido Socialista Obrero Español y de la UGT.
2.1 Pablo Iglesias,secretario de la comisión ejecutiva del partido.
2.2 Objetivos y estrategia
2.3 En 1910, Pablo Iglesias consigue el acta de Diputado

El sistema de la Restauración apenas prestó atención al deterioro del tejido social y a la


situación de penuria y conflictividad social de amplias capas del campesinado y el proletariado
urbano. Su única respuesta fue la represión y la política de mano dura.
Existían distintas referencias ideológicas del movimiento obrero: republicanas, católicas,
etc., aunque las más pujantes eran las socialistas y las anarquistas.

1 Anarquistas: La Federación Regional Española de la Internacional


Amparadas en cierta forma por las libertades consagradas en la Constitución de 1869, se
habían venido desarrollando en toda la geografía asociaciones obreras con fuerte aceptación de
los principios de la AIT58, sobre todo en Cataluña, donde existía una arraigada tradición de
asociacionismo. Ya en 1870 se crea la Federación Regional Española de la AIT (asumiendo el lema:
La emancipación de los trabajadores ha de ser obra de los trabajadores mismos), que sería declarada
ilegal a finales de ese mismo año59. Los anarquistas (o también antiautoritarios o bakunistas)
españoles fueron en estos años la corriente mayoritaria dentro de la Federación Regional Española
de la Internacional, en oposición a la corriente autoritaria o marxista. El crecimiento e influencia de

57 La actual Euskadi y Navarra


58 Asociación Internacional de los Trabajadores, fundada en 1864
59 Calificada por el gobierno de Sagasta como la utopía filosofal del crimen.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 185


la Internacional fue en aumento hasta la crisis de 1873. Tras el golpe de Estado, en 1874,
aprobaron sus nuevos estatutos, forzados por la situación de clandestinidad a la que se habían
visto relegados, con la clausura de sus locales y publicaciones y prohibición de celebración de
congresos públicos, de manera que se reforzó el papel de la Comisión Federal y se crearon
comisiones comarcales de coordinación de las federaciones locales.

1.1 Objetivos
Los objetivos de los anarquistas fueron siempre revolucionarios, tendentes a la
preparación de un levantamiento popular (revolución social) y la convocatoria de la huelga
general, aunque la situación de clandestinidad decantó a los anarquistas a actuar en círculos
selectos, secretos, de radicalismo antisindical y nihilista adoptado por los dirigentes de la
Comisión Federal, cada vez más distanciados de las tendencias sindicalistas de las bases
(partidarias de la consecución de mejoras en el día a día) y partidarios de las tesis últimas del
círculo bakunista de la AIT, renuente a cualquier contacto con las instituciones.
1.1 Incidencia social en los primeros años de la Restauración
Paulatinamente se fue imponiendo la propaganda por el hecho (atentados, sabotajes,
etc.) ante la debilidad organizativa impuesta por la situación de clandestinidad. En 1881,
gracias a la relajación de las medidas gubernamentales y a la progresiva influencia del sector
anarcosindicalista, se recompone el movimiento y se crea en septiembre la Federación de
Trabajadores de la Región Española (FTRE), en la línea del bakunismo clásico, llegando a alcanzar en
1882 unos 60000 afiliados. La crisis ideológica60 y organizativa en que se sumió el movimiento
libertario en dichos años, unido a la situación de clandestinidad y represión, le restó apoyos e
incidencia social, de manera que sólo en Andalucía y Cataluña el movimiento siguió siendo
fuerte, aunque en 1888 no existía ya una organización unitaria que los englobase al decaer la
FTRE.
1.2 Terrorismo y represión
Aunque el anarquismo ibérico era en esencia pacifista y de carácter individualista,
defendiendo valores culturales (el naturismo, el esperantismo, la educación integral, la
búsqueda de una sociedad nueva, solidaria e igualitaria, internacionalismo, etc.), la
clandestinidad llevó a una parte de las élites más ideologizadas, herederas directas de las tesis
aliancistas61 (bakunistas), a propugnar la violencia directa. Además, durante los noventa se vieron
arrastrados al clima de violencia generalizado en toda Europa, de modo que se defendió
abiertamente la revolución social y la confrontación de clase, con lo que de manera espontánea
y a título individual se produjeron una serie de atentados contra empresarios y grandes
funcionarios, a veces a tribuidos a supuestas organizaciones secretas como La Mano Negra62, que
actuaría en el campo andaluz en los 80. La represión subsiguiente, que fue brutal, afectó a todos
los grupos libertarios, incluso a los círculos culturales y pacifistas.
1.3 La Ley Antiterrorista de 1894
La depauperación de la clase trabajadora iba en aumento, por lo que el clima social
estaba cada vez más enrarecido, produciéndose espontáneos estallidos de violencia popular,

60 Existían diversas tendencias en franco enfrentamiento a veces pero que no se excluían mutuamente. Groso
modo, destacan 4: las élites intelectuales partidarias de una especie de sociedades secretas que por medio de la
violencia destruyeran el Estado; los anarco-colectivistas, partidarios de retribuir a cada cual según su trabajo y
abolir la herencia; los anarco-comunistas, partidarios de retribuir a cada cual según sus necesidades; y los anarco-
sindicalistas, partidarios de la huelga general revolucionaria y de batallar el día a día para conseguir mejoras.
61 Bakunin había fundado con anterioridad a su ingreso en la AIT la clandestina Alianza de la Democracia
Socialista, cuyos postulados constituyeron para muchos anarquistas una especie de programa libertario.
62 Los historiadores no se ponen de acuerdo en su existencia real.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 186


alcanzando su máximo exponente en los sucesos de Jerez de 1892, donde una masa de
campesinos asaltó la ciudad para liberar a tres compañeros presos. La represión llegó a límites
brutales (3 asesinados, 4 penas de muerte y 16 cadenas perpetuas) y se extendió a todo el
movimiento obrero andaluz, produciendo una espiral de violencia en la que los libertarios
opusieron a la violencia del Estado la violencia de clase: se produjeron atentados con bomba en
la sede del Fomento del Trabajo (1891), contra Martínez Campos y en el Liceo de Barcelona
(1893).
Como repuesta, el Gobierno promulgó la primera Ley Antiterrorista (1894), que se usó de
manera muy arbitraria para reprimir tanto a los autores de los atentados como a las
asociaciones que supuestamente los apoyaban, iniciándose una auténtica caza de brujas contra
todos los elementos libertarios, una feroz represión y una serie de macroprocesos (como el de
Montjuich) sin apenas garantías para los acusados, que acababan en penas de muerte, cadenas
perpetuas o deportaciones.
1.5 El asesinato de Cánovas (1897)
La espiral de violencia no hizo sino extremar las posiciones y generar más inestabilidad
y atentados por parte de los anarquistas, cada vez más hostigados. Así, en 1896 se produjo en
Barcelona un atentado contra la procesión del Corpus, muy sangriento, e incluso un anarquista
italiano asesinó a Cánovas en 1897, con lo que el ambiente social se quebró definitivamente
actuando los elementos policiales con total impunidad contra cualquier elemento sospechoso.

2 Movimiento socialista
Fundación del Partido Socialista Obrero Español y de la UGT.
2.1 Pablo Iglesias,secretario de la comisión ejecutiva del partido.
2.2 Objetivos y estrategia
2.3 En 1910, Pablo Iglesias consigue el acta de Diputado
2.1 Fundación del PSOE y de la UGT

Una de las repercusiones en España de la pugna interna en la AIT entre antiautoritarios


(anarquistas) y autoritarios (marxistas) fue la expulsión del seno de la Federación Regional
Española de la AIT de los nueve redactores de La Emancipación, quienes crearían en 1872 la Nueva
Federación Madrileña, adherida a las tesis marxistas y que se atribuía la verdadera continuación
con los principios internacionalistas de la AIT. En 1879 serían el núcleo fundador del que sería
el Partido Socialista Obrero Español, con un programa que reivindicaba la emancipación y la toma
del poder por la clase trabajadora y la colectivización de los medios de producción. En 1882
tanto el PSOE como la UGT (Unión General de Trabajadores, sindicato de carácter marxista)
celebraron en Barcelona sus congresos pre-fundacionales y en 1888, tras la convergencia de la
Agrupación Socialista Madrileña y los sectores catalanes agrupados alrededor de El Obrero (de
tendencia más posibilista), su I Congreso.

2.2 Pablo Iglesias, secretario de la comisión ejecutiva del partido


La figura de Pablo Iglesias es crucial en la historia del primer marxismo español.
Miembro de la AIT, redactor de su órgano de expresión (La Emancipación), alma de la Asociación
del Arte de Imprimir, que agrupaba a los tipógrafos internacionalistas madrileños, miembro
fundador de la Agrupación Socialista Madrileña y del semanario El socialista (1886, diario a partir

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 187


de 1913), que sería el órgano de expresión del PSOE, se convertiría en el alma del partido por su
estatura intelectual y moral, y como secretario de la comisión ejecutiva y director de El Socialista,
responsable directo de la tendencia marxista del socialismo español, en oposición a las tensiones
posibilistas que aparecían en Europa en general y en Cataluña en particular.

2.3 Objetivos y estrategia


El PSOE se definió como partido de clase, con el objetivo de la abolición final de todas
las clases sociales para convertirlas en una única de trabajadores libres e iguales, honrados e
inteligentes, la propiedad colectiva, la enseñanza integral, la organización de una federación
económica que garantizara a los trabajadores la redistribución de la producción. Para ello, se
organizarían en partido político que luchara por las libertades y derechos individuales y las
reformas administrativas y económicas y todas aquellas que se acuerden según las necesidades de los
tiempos. El partido se articularía en agrupaciones locales que cada dos años se reunirían en
congresos para decidir la estrategia a seguir y elegir a un Comité Nacional radicado en Madrid.
2.4 Implantación
El PSOE tuvo importante influencia entre los trabajadores industriales de Madrid,
Asturias, Cataluña y Euskadi, protagonizando algunas huelgas (por medio de la UGT) en ésta
última en 1890 y obteniendo representación municipal en Bilbao y otros núcleos vascos. Pero no
sería hasta 1910, cuando Pablo Iglesias consigue acta de Diputado, cuando el PSOE alcanzará un
peso político determinante.

D) Los nacionalismos
1.De la conciencia regionalista a la nacionalista.
1.1 Rechazo a la tendencia uniformadora y centralista del estado liberal
(Código Civil, política comercial).
2. Orígenes del catalanismo
2.1. Desde los años setenta aumentan las publicaciones regionalistas
2. 2 Celebración del Primer Congreso Catalanista,1880
2.3 Presentación al rey del Memorial de Greuges 1885,
2.4 Fundación de la Lliga de Catalunya por Prat de la Riba y Lluis Domenech i Montaner,
1887
2.5 La Unió Catalanista y las Bases per la Constitució Regional Catalana,
2.6 Creación de la Lliga Regionalista de Catalunya en 1901
Principios doctrinales
3. El nacionalismo vasco
3.1 Movimiento en defensa de los derechos históricos ante la supresión de los fueros vascos
en 1876
3.2 Los Conciertos Económicos
3.3 Sabino Arana y el nacionalismo vasco
3.3.1 Principios doctrinales
3.3.2 En 1893, funda el periódico Bizkaitarra

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 188


3.3.3 En 1895, constitución del primer Bizkai-Buru Batzar, dará lugar al PNV
3.3.4 En noviembre de 1898 es elegido diputado provincial por Bilbao
3.3.5 Evolución hacia posturas más moderadas.
3.4 El nacionalismo vasco arraigó más en el campo que en las zonas industrializadas
3.5 Dos caminos para el nacionalismo:
3.5.1 Posibilista y autonomista
3.5.2 Independentista y antiespañolista
4. Galicia
4.1 Publicaciones de afirmación del pueblo gallego. Distintas perspectivas
Alfredo Brañas, conservadora.
Manuel Murguía, liberal
Aurelio Pereira, federal.
4.2 En 1887, se aprueba el Proyecto de Constitución para el Estado Galaico y la Asociación
Regionalista Gallega, presidida por Murguía.
4.3 En la segunda década del XX surge una formación nacionalista, Irmandades da Fala.

1. De la conciencia regionalista a la nacionalista


En los 90, los regionalismos periféricos, tradicionalmente defensores de la peculiaridad y
teñidos de cierto folklorismo, se fueron transformando gradualmente en movimientos
nacionalistas con vocación de gobierno y defensores de la diferenciación de las distintas
nacionalidades dentro de España en oposición al Estado liberal centralista y uniformador,
impulsados por la reacción en defensa de sus instituciones privativas o del esplendor de
movimientos culturales regionales, así como por el desfase entre la evolución de las elites
dirigentes en Cataluña o el País Vasco y el desarrollo del resto de España

2. Orígenes del catalanismo


2.1. Los movimientos culturales y las publicaciones regionalistas.
Desde los círculos culturales se promovió una cultura propia a través del movimiento
intelectual y literario de la Renaixença, los artistas del noucentisme y el modernismo o
instituciones como el Ateneo de Barcelona o la Academia de Jurisprudencia. Además, ya desde los
años setenta aumentan las publicaciones regionalistas, afirmándose la idea de nación catalana.
Así, Juan Mañé, director del Diario de Barcelona, o el obispo de Vic, José Torras, alcanzaron cierta
ascendencia sobre los círculos burgueses o la Cataluña rural, tradicionalista y confesional,
respectivamente. En 1877 aparecería el Diari Català, decano de la prensa en catalán.
2.2. Celebración del Primer Congreso Catalanista, 1880.
En 1880 se celebra el Primer Congreso Catalanista, y en 1882 se crea el Centre Català. Al
mismo tiempo, se producen las primeras protestas contra los tratados de comercio de 1885, y la
publicación de Lo catalanisme (1886), de Valentí Almirall, que había evolucionado del
federalismo hasta el catalanismo, prepararon el camino para la concienciación nacionalista.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 189


2.3. El Memorial de Greuges, 1885.
En 1885, una coalición de instituciones catalanas presentaron al rey el Memorial de
Greuges, en el que se defendían intereses morales, políticos, legales y económicos privativos
para Cataluña, considerando que el Código Civil (centralista y uniformista) y los tratados
comerciales63 perjudicaban a Cataluña.

2.4. Fundación de la Lliga de Catalunya, 1887.


El nacionalismo no paró de crecer, materializándose en la fundación de la Lliga de
Catalunya por Prat de la Riba y Lluis Domenech y Montaner, en 1887. De carácter católico y
conservador, defendían una patria catalana definida por una lengua, historia y derecho
propios, y exigían unas cortes y un derecho civil catalanes.

2.5. La Unió Catalanista y las Bases per la Constitució Regional Catalana.


En 1891, por fusión de la Lliga y el Centre Escolar Catalanista, se creó la Unió Catalanista,
que en su primera asamblea (Manresa, 1892) aprobó las Bases per la Constitució Regional Catalana,
que defendían la restauración de las viejas instituciones catalanas y el traspaso de una serie de
competencias, pero sin cuestionar la integración en el Estado español.

2.6. La Lliga Regionalista de Catalunya, 1901.


En 1901 se crea el primer partido político catalanista, la Lliga Regionalista de Catalunya,
que desde mediados de los 90 conseguirán controlar las instituciones catalanas. De carácter
conservador, defendió en esencia los valores de Unió Catalanista, pero reclamando una mayor
participación en la política española en razón del peso de Cataluña en el Estado. Desde
principios de siglo, a raíz de la crisis colonial y el descontento social, aparecerá un nacionalismo
de nueva impronta, de carácter más radical y liberal en sus planteamientos.

3 El nacionalismo vasco
3.1 La supresión de los fueros vascos en 1876.
En 1876 se suprimieron los fueros vascos, aunque se dotó a las provincias forales de
cierta autonomía financiera merced a los Conciertos Económicos (1878), que consagraban la
función fiscal de las diputaciones forales. Dicha supresión provocó un movimiento en defensa
de los derechos históricos que conllevó la afirmación del euskara y las particularidades
regionales.

3.2 Sabino Arana y el nacionalismo vasco


3.2.1 Principios doctrinales
Sabino Arana convirtió los fueros en el símbolo de la soberanía vasca, afirmando que los
vascos constituían una nación particular en virtud de su raza, religión, lengua y costumbres,
idealizando el mundo rural y las tradiciones ancestrales, en contraposición con el mundo
industrial que se abría paso, por lo que se implantó sobre todo en el campo, e incidió en la
necesidad de la euskaldunización (implantación del euskara).

3.2.2 Evolución política


En 1893, funda el periódico Bizkaitarra y publica Bizcaya por su independencia. En 1895,
constituye el primer Bizkai Buru Batzar, que dará lugar al PNV. En los últimos años del siglo,

63 En especial el suscrito con Gran Bretaña, que dañaba los intereses de los empresarios textiles catalanes.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 190


sufrió una evolución hacia posturas más moderadas, con el ingreso al PNV de la Sociedad
Euskalerría de Bilbaonda, colaborando con grupos católicos locales y capitalizando el miedo hacia
el radicalismo de los obreros socialistas. En noviembre de 1898 es elegido diputado provincial
por Bilbao, defendiendo desde la legalidad una amplia autonomía dentro del Estado español.

3.2.3 Los dos caminos para el nacionalismo vasco.


El nacionalismo vasco se definió en contraposición a España. No buscaba, como el
catalán, un mayor peso en la política española, sino que reclamaba la autonomía y autogestión
como primer paso de un proceso sin límites demasiados definidos. Además, tampoco supo
ganarse el apoyo de la oligarquía vasca, firmemente aposentada en el sistema de la Restauración y
apoyada en una sólida estructura clientelar. Así, el nacionalismo vasco siguió dos caminos
divergentes: uno posibilista y autonomista y otro independentista y antiespañolista.

4 Galicia
Desde los 80 aparecen publicaciones de afirmación del pueblo gallego y la necesidad de
su desarrollo, desde distintas perspectivas: Alfredo Brañas, conservadora; Manuel Murguía,
liberal; Aurelio Pereira, federal. Como respuesta al clima creado, aparecieron los primeros
proyectos políticos, como la aprobación, en 1887, del Proyecto de Constitución para el Estado
Galaico por la Asamblea Federal de la Región Gallega o la creación de la Asociación Regionalista
Gallega, presidida por Murguía, que se escindiría en la Liga Galega de La Coruña (liberal) y la Liga
Galega de Santiago (conservadora). Hasta la segunda década del siglo XX no surgirá una
formación verdaderamente nacionalista, Irmandades da Fala.

5 Valencia
De carácter más tardío, el nacionalismo valenciano se afirmó a través de los escritos de
autores como Faustino Barberá (De regionalisme i valentinicultura) o Blasco Ibáñez, donde se
resaltaban las especificidades de su cultura, lengua o tradiciones o reivindicaban las viejas
instituciones del Reino de Valencia. Pero este incipiente nacionalismo se debatía aún entre los
que reclamaban un mayor peso en la política nacional, la integración en los paissos catalans o la
afirmación de Valencia como nación diferenciada y autónoma.

BIBLIOGRAFÍA:
• Avilés Farré, J., et al. Historia política 1875-1939. Colección Historia de España, Tomo
XVII (Istmo, 2002)
• Paniagua, J. Anarquistas y socialistas. Colección Biblioteca de Historia (Historia 16,
1999)

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 191


Tema 10: La pérdida de las colonias.
La crisis de fin de siglo (1895-1902)

Desde 1895 la vida política de España estuvo condicionada por la marcha de la guerra en las
colonias y por el enfrentamiento con los EEUU.
En marzo de 1895 comenzó el último gobierno de Canovas, que duraría hasta su muerte en
agosto de 1897.
Tras un breve paréntesis presidido por Azcárraga, Sagasta volvería el poder en octubre de 1897;
manteniéndose en él hasta el final del conflicto hispano-norteamericano.
La principal preocupación del gobierno español durante esta etapa (tanto del conservador como
del liberal) fue el poder hacer frente a los requerimientos de la guerra, de unirse en un esfuerzo
común para lograrlo.
Pero en 1898, España perdió los últimos restos de su imperio colonial en el Caribe y en el
Pacífico. Todo ello a consecuencia de un enfrentamiento bélico con los EEUU, enfrentamiento
que el gobierno español no quiso evitar por temor a que se produjese un golpe militar contra el
régimen si se cedía a las pretensiones norteamericanas.
El fin de siglo estuvo marcado por una gran sensación de crisis en el ámbito nacional.

La sociedad española ante la guerra

1. Apoyaron la guerra como mal menor:


1.1 Los partidos dinásticos
1.2 Gran parte de los republicanos
1.3 Los carlistas.
1.4 La prensa y la Iglesia
2. Partidarios de una solución pacífica
2.1 Los federales
2.2 Los socialistas
2.3 Los anarquistas
2.4 Algunos sectores nacionalistas.
3. Preocupación en los grupos con intereses económicos en las islas

1. Apoyaron la guerra como mal menor:

A pesar de los esfuerzos del gobierno para mantenerse todos unidos ante los hechos, la
sociedad se dividió en dos grandes grupos: entre aquellos que apoyaban la guerra y los que
optaban por una solución pacífica.
Entre los que apoyaban la guerra estaban los:
-Partidos dinásticos: para ellos el conflicto era un mal menor, un desenlace rápido y honroso a
un problema que realmente no tenía otra solución.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 192


Los políticos del régimen eran conscientes de la superioridad de los norteamericanos y de los
escasos medios militares con los que contaban para hacerles frente.
Sabían que la guerra estaba perdida, pero les era preferible perder las colonias de esta forma
que cederlas de manera pacífica; poniendo con ello en peligro a la estabilidad monárquica.
Sí les preocupaba las consecuencias que vendrían tras la pérdida de Cuba y Filipinas.Podría
darse el caso que el ejército se sintiera traicionado y protagonizase un pronunciamiento militar,
el cual podría ser apoyado por el pueblo y que éste a su vez hubiese sido alentado por los
partidos dinásticos.
-La prensa jugó también a favor de la guerra. Creó un clima totalmente predispuesto a ella y dio
informaciones falsas sobre el conflicto, así como la publicación de mitos sobre la superioridad
cultural y militar española sobre los yanquis; caldeando el ambiente.
-La Iglesia también apoyó el esfuerzo bélico. Celebró manifestaciones religiosas en las
despedidas de los combatientes como si de una causa santa o nueva cruzada se tratase.
Una vez que la guerra se extendió a Filipinas poniendo en peligro a las órdenes religiosas
instaladas allí, el apoyo de este sector a la guerra se hizo más evidente.
-En un principio los carlistas apoyaron la guerra. Pero cuando vieron que con el avance del
conflicto aumentaba el descontento social y que para ellos esto podría significar la caída de la
monarquía, optaron por presentarse como la opción salvadora.
Sin embargo carecían del suficiente arraigo como para actuar por sí solos. La única posibilidad
de conseguir sus objetivos vendría del levantamiento64 de cualquier militar descontento, algo
que tampoco se llegó a producir.
-Republicanos: Vivían un momento de debilidad y división interna (Castelar se aproxima al
régimen y Ruiz Zorrilla está muy enfermo). En general los republicanos defendían el
colonialismo y sólo apoyaban ciertas reformas autonomistas, pero estaban en contra de los
independentistas. Apoyaron la guerra creyendo que la crisis podría dar al traste con el régimen.
La prensa republicana defenderá al Ejército y la Marina. Esta táctica les sitúa en el mismo
supuesto que el régimen que pretendían derrocar.

2. Partidarios de una solución pacífica

Por otra parte, quienes no apoyaban el conflicto desando una solución pacífica ante los hechos
estaban:
-Federalistas: liderados por Pi y Margall.Apoyaban la autonomía de las colonias. Conforme se
fue radicalizando el conflicto se inclinaron a favor de una independencia de éstas. Pecaron de
ingenuos con la posición norteamericana, ya que no creían en las intenciones imperialistas de
los norteamericanos.
-Socialistas: partieron su postura con un rechazo general a la guerra en sí, condenaban el
régimen colonial y terminaron por centrarse en el descontento popular ante el conflicto.
Desarrollaron campañas contra la injusticia social del servicio militar (sistema de redención que
exime a determinadas clases sociales por el pago de una tasa). Esta campaña fue un éxito de
movilización y rentabilidad política y la implantación del partido creció a partir del 98. El
Partido Socialista fue el único partido que trató, por su propaganda y por sus campañas
públicas, de organizar una protesta popular contra la guerra.

64
Ocurrieron acciones aisladas de este tipo en el año 1900: un asalto a un cuartel de la Guardia Civil en Badalona,
episodios menores en Cataluña y Valencia.Pero todos ellos carecían de significación alguna.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 193


-Anarquistas: la guerra les confirmó sus tesis internacionalistas. Frente al enfrentamiento,
subrayan la necesidad de que los pueblos unidos por encima de fronteras podían superar los
problemas comunes como la desigualdad política y legal y las injusticias sociales de las clases
más desfavorecidas.
El problema fue que apenas tuvieron ocasión de demostrar su postura ya que la represión del
anarquismo terrorista dificultó cualquier manifestación de los anarquistas en general.
-Intelectuales, como Costa o Unamuno, se declararon totalmente en contra de la guerra.
Plantean las primeras medidas regeneracionistas.

Exceptuando a los federales, los demás grupos políticos adoptaron una postura contradictoria:
apoyaban las ideas autonomistas y las reformas en las colonias pero también adoptaron una
postura patriótica frente a la guerra, exaltando la necesidad de la victoria, pensando que la
derrota se volvería contra el régimen y lo haría caer.

3. Preocupación en los grupos con intereses económicos en las islas

Los grupos con intereses 65en las islas vivieron el conflicto con seria preocupación, algo lógico
porque estaban en juego sus ganancias económicas.
Los empresarios españoles 66interesados en el gobierno colonial, sin tierras y sin inversiones
directas en las islas, apoyaban una salida rápida del conflicto para que no siguiese perjudicando
sus intereses comerciales en la zona.

En cuanto a la población, la guerra acrecentó el malestar general en el que ya se encontraban.


El pueblo en general se hallaba molesto, descontento. Ni apoyaban ni defendían el conflicto.
Para ellos, los asuntos de Cuba y Filipinas era algo tan lejano que les causaba indiferencia. Lo
que no querían era enviar a sus esposos e hijos a la guerra, perder su sustento económico. Se
resistían a los reclutamientos, carecían del interés político suficiente como para involucrarse en
el conflicto. Se negaban a pagar los platos rotos de los mandamases de la nación.

Los movimientos regionalistas y nacionalistas se vieron favorecidos por la guerra, sobre todo
después del desastre:
Las Ligas agrarias en Galicia se desarrollaron fruto del malestar popular, sobre todo rural,
durante la guerra.
En el País Vasco el nacionalismo rechazó cualquier proyecto colonial incluso aquellos que se
realizasen con capital vasco.
En Cataluña, numerosos sectores con intereses en ultramar apoyaban al gobierno de Madrid en
la guerra. Una vez perdidas las colonias, retiraron este apoyo que otorgaron a un partido
emergente: la Lliga.

65
Comerciantes, hacendados, inversores, militares y funcionarios destinados a las islas, órdenes religiosas de
Filipinas...
66
Textiles catalanes, los cerealistas castellanos y la siderurgia vasca.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 194


La política exterior en los años noventa

1. Contexto internacional:
1.1 Imperialismo y expansión colonial
1.2 Fin de la hegemonía europea
1.3 Emergen Estados Unidos y Japón
2 Relevancia de los asuntos económicos y comerciales
3. Postura de los gobiernos conservadores y liberales. Mantener y defender
3. Actuaciones
4. Debates en torno a la autonomía de las colonias

Al ponerse en cuestión el futuro de Cuba, Filipinas, Puerto Rico y las islas españolas de la
Micronesia, se abrió un debate internacional sobre el provenir de estas colonias.
Las potencias del momento ven una buena oportunidad para intentar sacar provecho de la
situación, entrando en juego el factor del Imperialismo.
Para ser una auténtica potencia era necesario el poseer colonias. Es por ello que países como
EEUU se inmiscuya el la política de otros países con el objetivo de sacar beneficios de ellos.
En el ámbito internacional asistimos a un cambio en el orden mundial. Europa deja de ser el
centro de la acción internacional, surgiendo nuevas potencias como EEUU y Japón.
La Guerra Hispano-Norteamericana conllevó importantes implicaciones económicas y
comerciales. La política arancelaria de España sobre sus colonias sólo beneficiaba a los
españoles, yendo en contra de los intereses de las colonias y de las demás potencias.
Es algo lógico que ningún país optase por ayudar a mantener esta situación en las islas
españolas durante más tiempo.
Ni el gobierno de Cánovas ni el de Sagasta se plantearon ceder las colonias. Era el deber de los
gobiernos de la Regencia el preservar todos los territorios del rey niño, aparte de que la cesión o
el autogobierno de las colonias podría poner en peligro el régimen de la Restauración y a la
propia monarquía.
En 1895 Cánovas buscó ayuda en Gran Bretaña.La respuesta que obtuvo de Salisbury 67fue que
les ayudarían siempre y cuando España otorgase la autonomía a Cuba.
En 1896,Cánovas volvió a solicitar ayuda a las potencias europeas con el propósito de obtener el
apoyo necesario para hacer frente a los EEUU.EEUU declaró inamistosa cualquier alianza con
España, quedando de nuevo la petición de ayuda en el aire.
En 1898,Sagasta vuelve a solicitar ayuda. La regente, Mª Cristina de Habsburgo, también había
solicitado apoyo a varios monarcas europeos, para que intercediesen ante los gobiernos de sus
países.

67
Preocupado en conseguir el apoyo norteamericano para frenar la expansión colonial rusa.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 195


Guerra de Cuba

1. Febrero de 1895, rebelión capitaneada por José Martí


2. Intentos de pacificación del Gobernador general Martínez Campos
3. La ofensiva bélica del General Weyler
4. La presión norteamericana
5. Política más conciliadora con el general Blasco, septiembre de 1897
6. Concesión de la autonomía a Cuba y Puerto Rico: llegaba tarde

1. Febrero de 1895, rebelión capitaneada por José Martí

En 1895 estalló la guerra en Cuba. Tras más de 15 años de dominio español, el 24 de febrero de
ese mismo año se produjo el llamado “Grito de Baire”, última etapa de la lucha contra España.
Todo ese tiempo se había estado conspirando contra la metrópoli, al amparo de las asociaciones
entonces permitidas y algunos grupos se mostraban dispuestos a intentar de nuevo la
insurrección68. Los autonomistas (Unión Constitucional) eran partidarios de las reformas pero
seguían demandando más reformas y mayor igualdad jurídica y legal con la península. Un
hecho clave fue la fundación del Partido Revolucionario Cubano (PCR) de carácter democrático,
antillano (incluía la emancipación de Puerto Rico) e interracial. Mientras se esperaba el
momento propicio para la insurrección, se acopiaban hombres y armas, conseguidas por
donaciones (EE.UU.).

La rebelión estaba capitaneada por Máximo Gómez y apoyada por José Martí.
Éste da la orden desde Nueva York para que empiece la insurrección. La reacción política en la
metrópoli se produce en forma de cambio de gobierno: Sagasta facilitó la alternativa al
Gobierno de Cánovas, cuya principal tarea será la organización financiera y militar de la guerra
cubana.

2. Intentos de pacificación del Gobernador general Martínez Campos


A ellos se sumaron los sectores contrarios al gobierno colonial impuesto por España.
La rebelión se inició en las sierras de Oriente, llegando hasta Santiago.
¿Cuál fue la postura del gobierno español ante esta rebelión? Cánovas en un principio se negó a
negociar con los rebeldes. No contemplaba ni la separación ni la independencia de la isla, por lo
que el primer objetivo del gobierno español era lograr la pacificación.
Esta misión se le encarga al general Martínez Campos (antiguo pacificador de la anterior
insurrección), quien optó de nuevo por una línea pacificadora.

3. La ofensiva bélica del General Weyler

Pero la insurrección se extiende por toda la isla, amenazando incluso a La Habana, sede del
capitán general, el cual aconseja a Cánovas a adoptar una política más dura e intransigente e
incluso a que se nombrara como su sustituto al general Weyler; quien es nombrado capitán
general, llegando a la isla en febrero de 1896 dispuesto a ganar la guerra a cualquier precio.

68
Conviene recordar que ya se había producido otra insurreción en octubre de 1698: el grito de Yara.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 196


Valeriano Weyler (quien ya conocía Cuba y tenía experiencia en guerras tropicales), decidió
combatir a los apoyos que recibían los rebeldes cubanos: la población campesina. Para ello,
concentró a ésta en zonas controladas, dividiendo la isla en compartimentos divididos mediante
trochas69 o líneas fortificadas que iban de costa a costa de la isla. La población campesina estaba
muy vigilada para evitar sus movimientos, los rebeldes habían sido aislados.
La evolución de la guerra en estos primeros años se corresponde con los periodos de gestión de
los dos capitanes generales: muy desfavorable en 1895, con Martínez Campos, y de
recuperación favorable con Weyler en 1896.

4. La presión norteamericana

La guerra fue larga y dura. El gobierno llegó a enviar 300000 hombres a la isla, registrándose
numerosas bajas por enfermedad.
La vida política en la península estaba condicionada por la guerra: la preocupación básica del
Gobierno era allegar fondos suficientes para financiarla y lograr el consenso político para la
defensa de los objetivos nacionales. En un principio Cánovas contará con el apoyo de Sagasta
para la aprobación urgente de los presupuestos de 1895 (con mayoría liberal en la Cámara), así
se evitaba la manifestación de discrepancias y se centraban en la guerra. Incluso se aplazó la
celebración de elecciones generales. Con las nuevas Cortes de mayoría conservadora, aparecen
las primeras discrepancias sobre la gestión de la guerra. Cánovas aprobó por decreto medidas
descentralizadoras, mientras los liberales eran partidarios de la autonomía.

El enfrentamiento no tenía vistas de una solución fácil, debido en parte a que el apoyo con el
que contaban los rebeldes era demasiado grande.
Ningún político español quería perder la isla. Todos eran conscientes de la gran riqueza de ésta,
amén de que su pérdida sería un gran deshonor que traería graves consecuencias para la
estabilidad del régimen.
Los españoles eran superiores en número y en equipamiento, dominaban las ciudades y las vías
de comunicación. Pero tenían que hacer frente al espíritu de la independencia, al clima y al
terreno el cual se volvía dificultoso en el interior de la isla; área dominada por los rebeldes
cubanos.
A pesar de los refuerzos con los que contaba Weyler, los rebeldes cubanos fueron aumentando
sus efectivos y sus fuerzas. Controlaban la selva y actuaban por sorpresa sobre las tropas
españolas.
Recibían ayuda del exterior, sobre todo de EEUU quien les proporcionaba armas, municiones y
voluntarios. España temía la participación de los EEUU en la guerra por lo que los diplomáticos
españoles trabajaban para retrasarla lo más posible; pero el fin de la presidencia de Cleveland
(partidario de la soberanía española sobre la isla, aunque con concesiones), provoca un gran
cambio: el nuevo presidente McKinley inicia una etapa más abiertamente intervencionista.
Viendo que el conflicto no tenía vistos de acabar de forma rápida y que estaba perjudicando a
sus intereses, EEUU fue aumentando sus intervenciones en la isla.
En la primavera de 1897,el Parlamento español toma una firme decisión: Cánovas se muestra a
favor de continuar con la guerra y tras la victoria, otorgaría a la isla una serie de reformas.
Sagasta sigue abogando por negociar con los rebeldes una autonomía de la isla. La presión

69
Amplia franja de terreno desbrozado, de norte a sur de la isla, vigilada desde torres de observación, cuyos
centinelas comunicaban por heliógrafo a las tropas los movimientos que observaban en la zona despejada

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 197


interior (críticas de Sagasta) y exterior (EE.UU.), obligan a Cánovas a declarar la crisis total en
junio de 1897, aunque los liberales no estaban inclinados a asumir la tarea de gobierno.

La decisión final la tomó la reina regente, MªCristina, quien-a pesar de sentir mayor simpatía
por Sagasta- se inclina hacia la postura de Cánovas.Alega que era la postura más prudente y la
que mayor seguridad ofrecía para mantener la integridad territorial de España.
Cánovas dio órdenes a Weyler para que intensificase los esfuerzos bélicos. Weyler tenía de
plazo para acabar con el conflicto hasta finales de año. Si a partir de esa fecha la vía militar no
hubiese servido de nada, habría que buscar otra solución.
En agosto de ese mismo año, Cánovas es asesinado en el balneario de Sta.Águeda; lugar al que
se había trasladado para descansar.
Para muchos autores70, detrás del asesinato de Cánovas se hallaban grupos con intereses
cubanos, teoría que a día de hoy no ha podido ser confirmada.
La muerte de Cánovas coincidió con la intensificación de la presión norteamericana en Cuba,
complicando aún más la guerra entre cubanos y españoles.

5. Política más conciliadora con el general Blanco, septiembre de 1897

Tras el asesinato de Cánovas, Sagasta llega al poder y con él llega también la política
autonomista que los liberales llevaban tiempo proponiendo.
Weyler fue sustituido por el general Blanco quien se inclina hacia una línea de acción más
conciliadora. Se abandonan los planes militares y la política llevada en los últimos años. La
política de los liberales era reducir las acciones militares y pasar a la acción política.
En noviembre de 1898 el gobierno español aprobó una ley en la que se concedía la autonomía a
Cuba.71

6. Concesión de la autonomía a Cuba y Puerto Rico: llegaba tarde


Quedaba establecida la igualdad de derechos entre peninsulares y residentes en las Antillas, se
extendía a estas zonas el sufragio universal y se regulaban las nuevas instituciones del régimen
autonómico.
Pero estas medidas llegaban demasiado tarde y apenas pudieron ser puestas en práctica. Para
los cubanos, la autonomía ya no era suficiente: querían la total independencia.
Tampoco los norteamericanos se iban a conformar con esta cesión. A estas alturas del conflicto,
estaban muy implicados en la isla y dispuestos a decidir su futuro.
Desde entonces, la presión entre EEUU y España se fue incrementando. EEUU buscaba hacerse
con el control de Cuba, haciéndose la situación insostenible y estallando la Guerra Hispano-
Norteamericana.

70
Ferrara, Espadas, Julian Campanys.
71
Y por extensión, también a Puerto Rico.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 198


Guerra Hispano-Norteamericana

1. Explosión del Maine febrero de1898


2. Estados Unidos decide intervenir en Cuba. Declara la guerra a España.
2.1 Motivos políticos, estratégicos, económicos.
3. Actitud de las potencias europeas
4. Mediación del Vaticano.
5. Batallas naval y terrestre
6. El Protocolo de Washington,12 de agosto
7. La paz de Paris. Asuntos: el problema de la la deuda cubana, el destino del archipiélago
filipino, el futuro de las islas de Micronesia

1. Explosión del Maine febrero de1898

En 1898,EEUU decide intervenir en el conflicto entre Cuba y España; declarando la guerra a ésta
última.
El enfrentamiento hispano-norteamericano no afectó solamente a Cuba, sino que puso en
cuestión el futuro de todas las posesiones españolas en el área del Caribe y en el Pacífico.
EEUU tenía diversos motivos para embarcarse en este conflicto:

Motivos políticos: a finales del s. XIX, EEUU era un país muy rico y poderoso. Poseía un alto
grado de desarrollo en el campo de la agricultura, la industria, el comercio y las
infraestructuras.
Su sistema político estaba totalmente consolidado por lo que aparecen grupos72 que exigen una
política exterior más activa, la cual permitiese a los EEUU desempeñar el papel de gran
potencia en el ámbito internacional.

2. Estados Unidos decide intervenir en Cuba. Declara la guerra a España.

Desde que comenzó la insurrección en la isla, la población norteamericana se posicionó del lado
cubano. Creían legítima la lucha de los cubanos y sus reivindicaciones a un derecho a ejercer su
propia soberanía. Por otro lado, pensaban que España gobernaba Cuba de manera autoritaria e
intolerable, cometiendo abusos sobre la población.

Motivos económicos: la mayor parte del sector dedicado a los negocios era reacio a entrar en
guerra. Pensaban que esta decisión sería negativa para la marcha de la economía
norteamericana. Tan sólo un pequeño sector económico que tenían propiedades en Cuba, junto
a comerciantes y navieros que operaban en la isla, eran partidarios de entrar en el conflicto por
razones obvias.
La guerra de Cuba terminó por afectar a toda la comunidad de negocios. Los rumores sobre una
inminente intervención hacían oscilar el mercado, obstaculizando la marcha de la economía
norteamericana. Por ello, lo que más deseaba el mundo económico era que se resolviese el

72
Compuestos por: políticos republicanos, estrategas, militares, oficiales de la marina, comerciantes de mercados
exteriores, empresas navieras, compañías que querían tender cables telegráficos, misioneros y sociedades
humanitarias.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 199


problema cubano de una vez por todas. Preferían una guerra corta a una larga incertidumbre,
por eso es que la intervención norteamericana en la guerra cubana contó con un amplio apoyo
de este sector.

Motivos políticos: el Congreso apoyaba a una Cuba totalmente libre. Pero tuvo que llegar a la
presidencia del país McKinley73 para que eso se llevase a cabo.
En un principio, McKinley inclinó su política hacia los problemas de orden interno, el desarrollo
económico y las tarifas aduaneras. Por eso, trató de negociar en un principio con España para
que ésta acabara con la insurrección en Cuba y cambiase su política en la isla.
Posteriormente, McKinley modificó sus objetivos e intentó conseguir el control sobre el
archipiélago por medios pacíficos. Su postura se fue radicalizando a lo largo de 1897,al ir
aumentando el grupo de quienes señalaban que España estaba perdiendo el control de la
situación en Cuba, que los cubanos más revolucionarios se podrían hacer con el control de la
isla y que las pérdidas económicas iban aumentando.
Poco a poco se fue extendiendo por los EEUU el clamor a favor de una intervención en Cuba.

Motivos estratégicos: McKinley era plenamente consciente de que Cuba era fundamental para la
seguridad y defensa de los EEUU.Pero también era importante para la estrategia que pretendía
desarrollar en la zona del Caribe (sobre todo ante la inminente apertura del canal interoceánico)
También quería frenar a toda costa el descalabro económico que estaba suponiendo la
insurrección cubana para las inversiones norteamericanas. Por otro lado, consideraba que la
intervención en Cuba podía hacerle ganar puntos de cara a unas próximas elecciones.

3. Actitud de las potencias europeas

Al mismo tiempo, las grandes potencias europeas parecían a punto de iniciar la distribución
definitiva del Extremo Oriente.Los EEUU podían quedar fuera de este reparto sino actuaban de
forma rápida. Así, que junto a la intervención en Cuba, surge la idea de intervenir también en la
zona de Oriente; planteándose una solución conjunta a ambas cuestiones: si se declaraba la
guerra a España y EEUU intervenía al mismo tiempo en sus colonias occidentales y orientales,
podrían terminar con la insurrección en Cuba y de paso anexionarse algunas de las islas
españolas del Pacífico que se convertirían en bases militares desde las que poder controlar sus
intereses en Asia.

Así, en 1898 –convencido de que los españoles no iban a solucionar el conflicto de forma
pacífica y temeroso del avance de los rebeldes cubanos-McKinley decide intervenir en Cuba
para hacerse con el control de la isla.

73
Llegó al poder en 1896.Cleveland ,su antecesor, no sólo se negaba a participar en el conflicto sino que animó al
gobierno español a conceder la autonomía a Cuba con tal de ver la isla en paz. Temía que el conflicto hispano-
cubano terminase por salpicar seriamente a los intereses norteamericanos.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 200


En febrero de ese mismo año, en el puerto de La Habana, explotó el Maine; un barco de la
Armada estadounidense enviado para proteger las vidas e intereses de los ciudadanos
norteamericanos asentados en Cuba.
Oficialmente, el barco explotó por una mina colocada desde el exterior de forma deliberada
(tesis que hoy en día se sabe que es incierta), culpando de la autoría de los hechos a los
españoles.

La voladura del Maine:

El crucero estadounidense Maine fondeaba en el puerto de La Habana en


“visita amistosa”, cuando a las 21:45 h del día 15 de febrero de 1898 una
explosión destrozó la proa del barco, que se fue a pique causando la muerte de
dos oficiales y de 258 tripulantes.
No se ha podido determinar si la explosión fue fortuita o provocada, aunque es
seguro que no favorecía a los intereses españoles. La comisión estadounidense
la atribuyó a una mina submarina; la comisión española, a la que le fue vetado
el acceso al casco del buque, a causas internas. En cualquier caso la voladura
del Maine y la agresiva campaña emprendida a raíz de ella por determinados
sectores de la prensa estadounidense fueron determinantes para que dos meses
después el Congreso de los EEUU declarase la guerra a España.

Para colmo ese mismo mes se detectó y publicó en varios periódicos estadounidenses, una carta
privada del ministro español en Washington (Dupy de Lôme) quien criticaba abiertamente al
presidente McKinley.Este hecho originó un gran escándalo, caldeando aún más el ambiente ya
de por sí tocado tras la explosión del Maine.
Par echar más leña al fuego, la prensa norteamericana no cesaba de publicar artículos
incendiarios contra el gobierno español y de las supuestas atrocidades que cometía en la isla.
El Congreso y el Senado se inclinaron definitivamente a favor de una intervención en Cuba,
petición a la que se agregó el pueblo74.
En marzo de ese mismo año(1898) comenzaron los preparativos para la intervención
norteamericana. El gobierno estadounidense envió una serie de notas al gobierno español en las
que solicitaban un armisticio, pero con una serie de condiciones75 imposibles de cumplir por el
gobierno de Sagasta.
El 21 de abril de 1898,los EEUU declaraban formalmente la guerra a España. Exponían para ello
razones humanitarias, a favor de la defensa de la vida e intereses de los norteamericanos
instalados en la isla.

España solicitó la ayuda de otros países en el conflicto en tres momentos concretos: para frenar
la intervención norteamericana en Cuba, para evitar la guerra con los EEUU y para minimizar
las consecuencias del enfrentamiento.
Como no conseguían llegar a un acuerdo con los norteamericanos, España solicitó la
intervención de las demás potencias.

74
Muy influenciado por las noticias que les llegaban desde Cuba y que mostraban la guerra como un genocidio.
75
La última de ellas fue la intención de que España negociase con los EEUU la independencia de Cuba.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 201


Ninguna nación ofreció su ayuda. Todos esperaban ver cuál sería la postura que adoptase Gran
Bretaña antes de dar el primer paso.

4. Mediación del Vaticano

Para no dejar a España sin respuesta, le proponen que solicite la ayuda a la Santa
Sede.Consideran que la figura del Papa era una fuerza que ambos contendientes respetarían, a
la vez que no comprometía políticamente a nadie.
Las peticiones de ayuda de España apenas tuvieron efecto en el ámbito internacional. La
política exterior española de los últimos años había dejado al país totalmente ajeno a los
acuerdos continentales. A nadie le interesaba ayudar a un país que poco tenía que ofrecer a
cambio, un país que no se había preocupado de participar en los asuntos de los demás países,
que había permanecido aislado en sus territorios. País por el que nadie estaba dispuesto a
enfrentarse a los cada vez más poderosos EEUU.
España quedaba sola frente a su propio destino

Para entender mejor la postura de las potencias europeas, habría que hacer un pequeño repaso
para ver cómo era la situación política y los intereses de cada una de ellas:

5. Batallas naval y terrestre

Estamos ante la Europa de las Alianzas:

-Triple Alianza: que unía a Alemania, Austria-Hungría e Italia


-Alianza: Francia y Rusia.

Gran Bretaña permanecía aislada. Busca el apoyo de los EEUU para seguir
manteniendo esta situación.

Alemania era el segundo socio comercial de los EEUU. Busca el apoyo de


éstos en sus ansías coloniales en el Extremo Oriente.

Austria-Hungría fue la nación que se mostró más dispuesta a ayudar a


España, pero carecía de peso en el contexto europeo. Además, tenía que hacer
frente a los problemas de los Balcanes y para ello necesitaba el apoyo de
Alemania frente a Rusia.
Por sí sola no podía hacer nada. Si las demás potencias europeas prestaban su
apoyo a España, Austria-Hungría también lo haría.

Rusia, su preocupación nada tenía que ver con el problema español y su


campo de alcance. Los rusos intentaban mantener sus intereses económicos y
estratégicos en el Mediterráneo oriental y en el Extremo Oriente. Nada les
impulsaba a ayudar a los españoles y a enfrentarse a los EEUU.

Francia se encontraba en pleno proceso de expansión colonial, enfrentada por


ello a Gran Bretaña, y preocupada por su defensa frente a Alemania. Tenía
buena relación con Rusia y no deseaba enemistarse con las demás potencias
europeas ni con los EEUU.
Por otro lado, la defensa del principio monárquico al que se alude desde
EspañaContemporánea
Historia poco importa a de
la Francia
España republicana.
I 1808-1923 202
Francia no demostró ninguna predisposición de ayudar a España en este
asunto.
La guerra fue corta y contundente. En Cuba, el almirante Cervera era el encargado de defender
la isla. Había salido de forma precipitada de España, sin instrucciones precisas y con poco
combustible.
Se refugió en Santiago de Cuba, donde fue bloqueado por la escuadra de Simpson en mayo.
Cervera quiso inutilizar sus buques para trasladar la lucha a tierra. El gobierno español no lo
autorizó a ello y el 3 de julio perdía todos sus barcos en un combate que Cervera sabía de
antemano que no podía ganar.
El 12 de julio cayó Santiago.El gobierno español, había hecho todo lo posible para defender sus
colonias, pero había llegado el momento de pedir la paz.
En Filipinas, los norteamericanos consiguieron la capitulación de Manila el 12 de agosto,
cayendo rápidamente todo el archipiélago.

6. El Protocolo de Washington,12 de agosto

El 14 de agosto se firmaba el Protocolo de Washington que significaba el fin de las hostilidades


y el comienzo de las negociaciones diplomáticas que firmarían el precio de la paz.
La Comisión de Paz se reunió en París el 1 de octubre de 1898.De parte de España, la Comisión
estaba formada por Eugenio Montero Ríos (liberal), el ex ministro Buenaventura Abárzuza, el
diputado y magistrado del Tribunal Supremo José de Garnica, el diplomático Wenceslao de
Villa-Urrutia, el general e ingeniero Rafael cerezo y el ministro plenipotenciarios Emilio de
Ojeda.
De parte de los EEUU acudían el anterior secretario de Estado, William Day,el presidente de la
Comisión de Exteriores del Senado,Cushman Davis,el senador republicano y convencido
expansionista William Frye,el senador demócrata y antiimperialista George Gray y el director
del New York Tribune ,Whitelaw Reid.
Durante dos meses se estuvo discutiendo sobre cuál sería el futuro de las colonias. EEUU quería
la totalidad del archipiélago filipino, a cambio España recibiría 20 millones de dólares. Las
exigencias norteamericanas habían ido aumentando con el paso del tiempo. De reclamar una
base naval en Manila, el gobierno norteamericano había pasado a solicitar todo el archipiélago.
El otro punto a tratar fue el del problema de la deuda cubana. EEUU se negaba a hacerse cargo
de los gastos y obligaciones de la deuda de Cuba (cercana a los 455710000 dólares), deuda que
España intentaba traspasar junto con la isla.

7. La paz de Paris. Asuntos: el problema de la deuda cubana, el destino del archipiélago


filipino, el futuro de las islas de Micronesia

El 10 de diciembre, España firma la Paz de París, liquidando su imperio ultramarino. En este


Tratado España pierde Cuba, Puerto Rico, Filipinas (por 20 millones de dólares) y Guam que
pasan a manos de EE.UU., así como la venta, a principios de 1899, de Marianas, Palaos y
Carolinas, a Alemania.76

76
Sagasta había iniciado una negociación secreta con Bismarck, paralela a la Paz de París, en la que España
vendería a Alemania las islas Carolinas, las Marianas y Palaos a cambio de 25 millones de pesetas. Gran Bretaña
apoyó a Alemania cuando EEUU intentó pasar por alto el pacto alemán con España.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 203


El Tratado de París

Tras la humillante derrota en la guerra hispano-estadounidense, el Tratado de París,


firmado el 10 de diciembre de 1898 con la mediación del gobierno francés, puso fin
a los restos del Imperio colonial español-los tres archipiélagos del Pacífico, las
Marianas, las Carolinas y Palaos, serían vendidos a Alemania inmediatamente
después-. En el Tratado, España renunció a su soberanía sobre Cuba reconociendo
su independencia, mientras cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a EEUU.
a cambio de una indemnización de 20 millones de dólares.
El desastre del 98,resultado de un largo proceso de decadencia que había convertido
a España en una potencia de segundo orden, se había consumado, originando en la
sociedad española una grave crisis moral y material.
La pérdida de los territorios coloniales supuso para España una quiebra en su posición que
hasta ese momento ocupaba en la escena mundial. El fin del imperio de ultramar significó para
España el ocaso como potencia soberana de territorios repartidos por todo el mundo.
En el ámbito interno, significó el replanteamiento de la política exterior. Habían perdido las
colonias, se habían sentido aislados, sin apoyo del exterior, con una gran incertidumbre ante el
reparto de sus antiguos territorios.
A partir de ese momento, la política exterior giraría hacia la búsqueda de una garantía exterior
que asegurase la protección del territorio, afianzase sus límites y posesiones extrapeninsulares.
Para ello, habría que potenciar la capacidad ofensiva, mejorar el Ejército y la Marina y comenzar
a realizar pequeñas incursiones en la política internacional, con la que se lograrían acuerdos con
las grandes potencias del momento.
Como primer paso para ello, se inclinaron a realizar una política exterior hacia Francia y Gran
Bretaña que culminaría en los acuerdos de 1904 y 1907.

El porque del apoyo británico a los alemanes es debido a que Gran Bretaña intentaba que se realizase un equilibrio
en el Pacífico y con ello alejaba a Alemania de las áreas de interés prioritarias para los británicos. Inglaterra podía
seguir manteniendo con ello su hegemonía en este ámbito.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 204


La crisis de fin de siglo

1. Factores que intervienen en la llamada crisis de fin de siglo


2. Repercusiones de la derrota en el interior:
2.1 Replanteamiento de objetivos, cuestionamientos de problemas
2.2 No hay crisis del sistema político.
2.3 Movimiento regeneracionista. Proliferación de propuestas reformistas.

1. Factores que intervienen en la llamada crisis de fin de siglo

Tras el 98,determinados círculos (prensa, intelectuales, políticos, clases ilustradas, militares)


sintieron que la derrota expresaba la culminación de un largo ciclo de decadencia.
Comenzó una crisis en la conciencia nacional, una intensa reflexión sobre España y su papel en
la historia. Se habló de la “España sin pulso”, extendiéndose el sentimiento de que la nación
había entrado en una fase agónica.
Este pesimismo generalizado fue el que originó la idea del “desastre”77.
Comienza a urgir la necesidad de mejorar, de sanear y modernizar España.
Surge entonces el regeneracionismo, ideología que actuó a finales del siglo XIX y comienzos del
XX, de orientación reformista y con una importante carga utópica.
Mediante el regeneracionismo se potenció la modernización política, social y económica de
España a muy distintos niveles.
Aunque esta ideología se impone en la crisis del 98,lo cierto es que las voces que piden un
cambio ya vienen sonando desde tiempos atrás, desde los años 80 del siglo XIX.
La diferencia es que este cambio es pedido ahora desde los periódicos y órganos de opinión día
tras día.
El pensamiento regeneracionista dio lugar a una literatura angustiada y autoflageladora. Ello
queda patente en escritos de autores como Costa, Mallada, Macías Picavea, Rodríguez
Martínez...
Desde la revista La España Moderna (dirigida por Lázaro Galiano), de las actividades de la
Institución Libre de Enseñanza o desde el Ateneo de Madrid, se pide la necesidad de un cambio
para sacar al país del hastío en el que está sometido.
En una serie de ensayos (de Machado, Valle-Inclán, Baroja, Costa, Unamuno...)quedan
plasmadas muchas de estas reflexiones.

2. Repercusiones de la derrota en el interior:

A partir de 1898 surgen muchas de las corrientes que conformarían la España del s. XX.
Surgen corporaciones como las Cámaras Agrarias y Cámaras de Comercio, quienes buscan una
modernización económica y social del país. Querían transformar a éste, pero no lo consiguen

77
Lo cierto es que esta visión catastrofista no se correspondía totalmente con la realidad. La crisis militar y colonial
que estaba viviendo España no era tan diferente a las sufridas por otros países europeos en la misma época. Las
repercusiones que originó esta crisis fueron limitadas y la nación en general no estaba tan atrasada como decían.
Los resultados de la contienda no provocaron grandes cambios en el mapa político español, ni supusieron una
amenaza para el régimen. El sistema político de la Restauración no sufrió ningún cambio, manteniéndose todo lo
anterior a 1898: la Constitución, el titular de la Corona, la composición de las Cortes, los mismos partidos e incluso
los mismos mecanismos políticos que tanto habían criticado.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 205


perdiendo gran parte de su empuje. Intentaron ser un grupo de presión, pero no consiguieron
influir suficientemente en las líneas de gobierno.
Desde la clase política también llegaban preocupaciones regeneracionistas. La iniciativa la
tuvieron los conservadores, iniciativa que contribuyó del relevo generacional que se había
producido dentro del seno del Partido Conservador.
Tras la muerte de Cánovas llegan al liderazgo del partido Francisco Silvela y Antonio Maura,
dos políticos caracterizados por su honestidad política, su deseo de reformar la sociedad y su
preocupación por la autenticidad del sufragio y de los resultados electorales.
Además, los conservadores habían defendido anteriormente dos principios reclamados por los
regeneracionistas: el proteccionismo y la intervención del Estado en la reforma social. Ello
facilitó que se convirtieran en el estandarte del regeneracionismo desde el gobierno.

El gobierno regeneracionista de Silvela

1. Composición de su Gobierno
2. Objetivos
3. Dificultades para llevar a la práctica los objetivos propuestos
4. Acción de gobierno
4.1 Oposición de la Liga Nacional de Productores
4.2 Huelga de contribuyentes. Manifestaciones violentas en Barcelona.
4.3 Declaración del estado de guerra
5. Octubre de 1900, dimite Silvela

1. Composición de su Gobierno

En marzo de 1899 dimitió el gobierno de Sagasta.


Le sucedió Francisco Silvela, nuevo líder del Partido Conservador tras la lucha que se generó
tras la muerte de Cánovas.
Silvela configuró un gobierno en el que, bajo la hegemonía del Partido Conservador, se
agrupaban fuerzas diversas.
En el nuevo gobiernos estaban Fernández Villaverde, Eduardo Dato, Polavieja, el marqués de
Pindal y Durán Bas ( este último representante del regionalismo conservador catalán)
Silvela buscó la regeneración desde dentro del sistema político.
Sus principales objetivos eran moralizar la vida pública, neutralizar la amenaza militar, integrar
a los nacionalistas en la política del estado, liquidar las deudas de guerra y sanear la economía.
Eduardo Dato realizó una destacada labor de legislación social: aprobó leyes sobre los accidentes
de trabajo y regularizó el trabajo de mujeres y niños.
Durán y Bas, ministro de Gracia y Justicia, emprendió la reorganización de las fuerzas militares
de mar y tierra, reorganización de los funcionarios, la descentralización administrativa y la
reforma del Código Penal, del Código de Comercio y de la administración de Justicia.
Fernández Villaverde, como ministro de Hacienda, emprendió la que sin duda fue el aspecto más
relevante del primer gobierno de Silvela.Intentó reorganizar la Hacienda pública, trató de
estabilizar la economía, de equilibrar los presupuestos, remontar el déficit, contener los precios
y revalorizar la peseta.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 206


2. Objetivos

Para obtener el dinero que necesitaba la administración.creó un nuevo impuesto de utilidades


que descansaba sobre profesionales y funcionarios, sobre las propiedades urbanas, sobre la
industria y el comercio. Es decir, un impuesto que gravaba sobre la burguesía y las clases
medias.

3. Dificultades para llevar a la práctica los objetivos propuestos


A este impuesto se oponían la Comisión Permanente de las Cámaras de Comercio, de la Liga de
Productores, de la Unión Nacional y del Fomento del Trabajo.

4. Acción de gobierno
Para tratar de acallar las protestas, en septiembre de 1899 se aprobó un Real decreto que
adoptaba medidas represivas contra toda agresión al orden y a la unidad de la patria.
La vinculación de Polavieja(ministro de la Guerra) al catalanismo, junto a la imposibilidad de
llevar a cabo los proyectos de reforma militar que se le había asignado debido a la falta de
presupuesto económico, provocan su dimisión.
Durán y Bas se queda sin el apoyo de Polavieja en las causas regionalistas, por lo que poco
puede hacer a favor del clamor catalanista.
La negativa de los contribuyentes catalanes a pagar nuevos tributos, le colocan en una situación
insostenible; presentando su dimisión en octubre de 1899.
Silvela había perdido a dos importantes bazas para su gobierno.
La principal oposición a Silvela provenía de las Cámaras Agrarias, agrupadas en la Liga
Nacional de Productores (dirigida por Joaquín Costa) y las Cámaras Mercantiles (lideradas por
Basilio Paraíso)
Ambos grupos se integraron en 1900 en la Unión Nacional, codirigida por Costa, Paraíso y
Santiago Alba.
Este grupo se opuso a las medidas de Silvela.Entre abril y junio de 1900 organizó una huelga de
contribuyentes en la que se incitaba al impago de los impuestos. Las manifestaciones fueron
muy violentas en Barcelona, donde se mezclaron las causas económicas con las nacionalistas. Se
llegó a declarar el estado de guerra en la Ciudad Condal.
Aunque la huelga fracasó y se disolvió la Unión, el gobierno de Silvela había sido muy dañado.
El Partido Conservador dejó el poder por la división que causó en su seno el nombramiento del
general Weyler como capitán general de Madrid.
En octubre de 1900,Silvela presentaba su dimisión.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 207


Último gobierno de Sagasta y de la Regencia, marzo de 1901-mayo de 1902

1. Cierto relevo generacional en las líneas liberales.


2. Proyectos sobre la “cuestión religiosa”
3. Conflictos sociales con tintes anticlericales. Huelga general de febrero de 1902

Tras el breve gobierno de Azcárraga,78en marzo de 1901 comienza el último gobierno de Sagasta
y también el último para la Regencia.
Junto a los consagrados liberales de este nuevo gobierno, destaca la figura de un personaje: José
Canalejas, quien trae aires frescos dentro del seno liberal.
El gobierno de Sagasta fue un gobierno de gran inquietud social, con numerosas huelgas y
disturbios en toda España que culminaron en la huelga general de febrero de 1902.
En el ámbito político, ganan importancia los catalanistas (reforzados tras la reacción de Lliga
Regionalista, en abril de 1901), los socialistas, la Unión General de Trabajadores y los
anarquistas.
Para reprimir los motines se enviaba a la Guardia Civil o a la policía, lo que incrementaban aún
más la tensión.
La entrada en el gobierno (marzo de 1902)de Canalejas, orientó a aquel a intervenir en los
asuntos sociales.
Se proponen nuevas leyes para regular las asociaciones, para arbitrar huelgas y para
transformar el impuesto de consumos y aduanas con vista al abaratamiento de los productos de
subsistencia.
El objetivo principal era alcanzar la paz social.
Pero este propósito queda aparcado en el momento en el que Alfonso XIII cumple su mayoría
de edad. El 17 de mayo de 1902,Alfonso XIII cumple 16 años. Puesto que había sido proclamado
rey el mismo día de su nacimiento, juró la Constitución y asumió la plenitud de sus funciones
en esos días.
Comenzaba una nueva etapa política para España.

Balance de los años del regeneracionismo

En los últimos años de la Restauración79 se produjeron reformas importantes en el campo de la


administración, la educación, la sanidad, las obras públicas y la economía. También se apostó
por una nueva política exterior.
Pero estos cambios resultaron insuficientes y a pesar de los esfuerzos de Silvela, Maura o
Canalejas, no se llegó a responder de forma suficiente a las exigencias de la nación.
Los mismos problemas que se habían intentado solucionar en la crisis derivada del 98 seguían
patentes, siendo el sistema político incapaz de renovarse para acabar con ello.

78
Su gobierno fue una especie de puente entre el gobierno saliente (el conservador de Silvela) y el posterior de
Sagasta.
Azcárraga asumió el poder para evitar la entrada de los liberales(recodar que existía la rotación de partidos en el
poder) en el gobierno, ya que éstos se oponían a la boda de la princesa de Asturias con D.Carlos de Borbón-Nápoles
(hijo del conde de Caserta quien había apoyado al aspirante Carlos III), debido a las resonancias carlistas que tenía
el novio.
Tras la boda( que generó el rechazo unánime de todas las fuerzas progresistas por lo que para evitar incidentes se
llegó a declarar el día del enlace el estado de guerra en Madrid), Azcárraga dimitió de su puesto.
79
Tras el 98 y hasta la llegada de Alfonso XIII al trono.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 208


Esta incapacidad resultará nefasta, dejando vía libre a la intervención militar; algo que marcará
gran parte de los acontecimientos que se vivirán en la España del s. XX.

Bibliografía : Historia Política 1875-1939


J.Avilés Fallé, MªDolores Elizalde Pérez-Grueso
y Susana Sueiro Seoane
Edic.Istmo, 2002

Hª de España, toma 13: Revolución y Restauración


Rafael Sánchez Mantero y Feliciano Montero
Edic.Austral, 2004

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 209


Tema 11. Alfonso XIII y los problemas del nuevo reinado.
Los intentos de regeneración del sistema (1902–1912).
Los proyectos de Maura y Canalejas.

El 17 de mayo de 1902 Alfonso XIII con 16 años jura la Constitución y asume plenos poderes.

A lo largo de las dos primeras décadas del siglo XX, el sistema político de la
Restauración implantado en 1876 permaneció en lo esencial inalterable.
El sistema canovista había funcionado bien gracias al pacto para alternarse
pacíficamente en el gobierno de los dos grandes partidos dinásticos, el liberal y el conservador,
cuyos factores de cohesión eran la dependencia clientelar y las relaciones privadas de amistad y
familia. Esta alternancia era pactada previamente al resultado electoral atribuyéndose un
determinado cupo electoral, es decir, negociaban el encasillado.80 El Ejecutivo, enviando por
telégrafo circulares a los gobernadores civiles señalaba el nombre del candidato que debía ser
elegido, siendo esto posible gracias al gran control ejercido sobre el electorado que mostraba
una clara inclinación a votar de acuerdo con los deseos de “los de arriba”. A pesar de que
pudieran existir métodos coercitivos para doblegar al electorado, en España el voto mediante
coacción o violencia no era predominante. Tampoco era libre, era un voto “mediatizado” o
“cautivo”. En una sociedad, mayoritariamente rural como la española, los electores votaban de
acuerdo con la voluntad de sus señores por respeto a una autoridad tenida por natural.
En definitiva, durante la primera etapa de la Restauración, gracias a la pasividad y a la
desmovilización ideológica, al voto cautivo y al consenso entre las fuerzas políticas el gobierno
de turno no había tenido dificultad para imponer el encasillado y armonizar así las aspiraciones
del partido del gobierno y de la oposición. La mayoría de los distritos electorales eran
totalmente sumisos al gobierno y son llamados “dóciles”, “muertos”, “mostrencos” o simplemente
“disponibles”, donde el Ministerio de la Gobernación mandaba un nombre, el de su candidato,
para ocupar el escaño; estos eran los diputados “cuneros” que no eran naturales del distrito y a
veces eran totalmente desconocidos y sin relación con el lugar; en aquellos distritos donde había
algún notable con arraigo, el gobierno no tuvo problemas para imponer al candidato de acuerdo
con las fuerzas políticas locales, con las que resultaba fácil pactar la victoria alternativa de los
caciques de uno y otro partido.

80
“encasillado” es un término que hacía referencia a las casillas correspondientes a los distritos que componían el
organigrama electoral elaborado por el Ministerio de Gobernación, que se publicaba sin pudor en los órganos de
prensa.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 210


Hacia una inestabilidad del sistema político
1. Disminuye la capacidad del gobierno de imponer el encasillado
2. Fragmentación de los partidos dinásticos
3. Aumenta el protagonismo político del rey.
4. Creciente movilización del electorado

1. Disminuye la capacidad del gobierno de imponer el encasillado

Desde los primeros años del siglo XX comenzó a reducirse la capacidad del gobierno de
imponer su voluntad, es decir, se produce un debilitamiento del poder central. Así, con el paso
del tiempo, los distritos disponibles del Ministerio de la Gobernación (más del 80% al principio
del régimen) fueron disminuyendo y aumentando los distritos “propios”, es decir, donde existía
un candidato local como representante de los intereses locales. Frente a la práctica anterior de
imponer diputados “cuneros”, se refuerza la tendencia del electorado a votar a sus naturales que
procuraban dar satisfacción a sus votantes. Estas elites políticas, conscientes de la importancia
del clientelismo político, dedicaron mucho esfuerzo a satisfacer las pretensiones ajenas con el
único objetivo de rodearse de un amplio grupo de amigos y seguidores beneficiados de sus
favores, en otras palabras redes clientelares. Redes clientelares estables y duraderas al ser
instrumento de dominio que, en algunos casos (como por ejemplo Romanones que llegó a
lograr el distrito ministerial81 por Guadalajara, por la habilitación arreglada por el padre de su
novia, Ministro de Gracia y Justicia, y estuvo medio siglo sentándose en el Congreso en
representación de Guadalajara.
Romanones es el prototipo de cacique que supo cimentar un cacicato estable hasta lograr
identificarse con su distrito, hasta el punto que, al negarse el conde a ceder en el encasillado los
puestos que le pedía el Ministerio de Gobernación, se produjo una campaña electoral reñida y
en la que la compra de votos fue generalizada. Romanones ganó demostrando al gobierno que
no podía eliminar a quién disponía de fuertes apoyos clientelares locales, lo que en medio plazo
se tradujo en verdadera dificultad para imponer a candidatos cuneros. A lo largo del reinado de
Alfonso XIII la influencia caciquil en las Cámaras fue en aumento, de modo que en 1923 era
mucho más fuerte que medio siglo antes.

2. Fragmentación de los partidos dinásticos

Este aumento de la influencia de los notables locales, hizo que su poder frente a la
jefatura de sus partidos también creciera. Debido a la tradicional escasa cohesión y menor
control sobre sus miembros, como podemos comprobar en el elevado abstencionismo en las
Cámaras, se produjo una creciente fragmentación en los partidos dinásticos. Esta
fragmentación se hizo más patente tras la desaparición de Cánovas y Sagasta –los dos grandes
líderes del turno-, en 1897 y 1903 respectivamente.
Los jefes de las diferentes facciones se acostumbraron a renegociar su apoyo al gobierno
a cambio de favores para sus nutridas clientelas, llegando incluso a trasvasar su clientela a otro

81
Los distritos ministeriales los disponía el ministro de la Gobernación.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 211


partido o formación rival si se sentían menospreciados o relegados en su acceso a las cotas de
poder. Esta permanente amenaza de disidencias se convirtió en un elemento de inestabilidad
política que afectó de manera muy grave a la gobernabilidad del país.

3. Aumenta el protagonismo político del rey

En esta situación de fragmentación de los partidos del turno, fue adquiriendo un


creciente protagonismo político el rey. La Constitución de 1878 atribuía al monarca enormes
prerrogativas que le hacían cosoberano junto con las Cortes al sancionar una soberanía
compartida. Este mismo principio había estado presente en otros países que evolucionaron,
desde una monarquía constitucional, hacia una monarquía parlamentaria. En España la
evolución fue la opuesta y el poder del rey fue en aumento frente al del Parlamento debido, en
parte, al falseamiento electoral producido por el encasillado. En caso de crisis, el monarca
retiraba su confianza a un jefe de gobierno y encargaba a otra figura la formación del nuevo
gabinete y concediéndole el decreto de disolución de las Cortes; de este modo, el nuevo
presidente del Consejo, a través de su ministro de Gobernación, “organizaba” las elecciones y
obtenía la holgada mayoría para gobernar. De cualquier forma, la decisión del rey no era
arbitraria y respondía a unas reglas como, por ejemplo, el prolongado periodo de tiempo en el
poder; que se produjeran graves sucesos o duros enfrentamientos entre los partidos o una
división que hiciera difícil el gobierno.
Como sabemos el papel que tuvo la Corona, desde el principio, en el sistema de la
Restauración fue clave, adquiriendo una mayor importancia hasta convertirse en el árbitro del
sistema y en el gran protagonista político. Alfonso XIII, que inaugura su reinado al cumplir los
16 años en 1902, demostró su intención de intervenir en la vida política –sobre todo en los
asuntos militares-. Dispuesto a imponer sus criterios ocasionó varias “crisis orientales”, esto es,
provocadas por el inquilino del palacio de Oriente, que contribuyeron a la inestabilidad política.
De cualquier forma, la figura del rey era sobrevalorada debido a la creciente división de los
partidos políticos, al deficiente funcionamiento institucional y a la escasa vertebración social de
la España de aquel momento. Además la obligación de decidirse por un personaje u otro del
mismo partido hizo que el rey, por un lado, fuera catapultado a un protagonismo desmedido y,
por otro, que fomentara aún más el fraccionamiento de los partidos.

4. Creciente movilización del electorado

Esta disgregación de los partidos dinásticos tuvo como consecuencia la considerable


complicación de la política española a partir de la segunda década del siglo y que contribuyera
a dificultar el consenso entre las elites políticas y dificultando el juego turnista clásico. Así las
elecciones tendieron a ser más reñidas y necesitaron de la movilización del electorado al ser los
distritos escenario de una auténtica lucha entre los candidatos, obligados a emprender una
activa campaña electoral. En los distritos disputados en ocasiones, los electores esperaban hasta
el último momento para votar ofreciéndose al mejor postor, a quién pagase el voto más caro, a
lo que se avenían –sin el menor rubor- candidatos y electores. Esto parece ser que era
generalizado en toda Europa y muchos lo consideran como un indicador de modernización
política. Otros métodos paralelos a la compra de votos era el robo de actas, la masiva
introducción de papeletas en la urna o la suplantación de electores; todos ellos métodos

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 212


fraudulentos que certificaban movimiento, articulación de intereses y vida social en los distritos
preferibles, de acuerdo con Ortega y Gasset, a los votos al encasillado de Gobernación.
Otro factor que contribuyó al aumento de la lucha electoral fue el avance de la
movilización política del electorado urbano cada vez más independiente. En las áreas más
desarrolladas las masas abandonaron la actitud de apatía e indiferencia para participar en la
vida política guiadas por un deseo de cambio, votando a partidos contrarios al turnismo,
produciéndose un paulatino aumento del voto libre y una creciente ideologización, una
democratización, de la vida política.
Paralelo a este comportamiento encontramos el significativo desarrollo socioeconómico
del país en los dos primeros decenios del siglo, traducido en el crecimiento de la actividad
industrial, aumento de la producción agraria, descenso de la mortalidad, etc. No obstante este
avance en la movilización no tuvo excesivo impacto en la política nacional, quedando
restringido al ámbito municipal. Esto era debido a que el sistema electoral mayoritario otorgaba
un peso muy superior a la España rural frente a la urbana; hubo propuestas de modificación del
sistema, cambio de la de la división electoral y sustitución del sistema mayoritario por el
proporcional, para aproximar los resultados a la realidad política de España.
El sistema político de la Restauración era oligárquico y, a pesar del proceso descrito, en
la mayoría de las ocasiones el pacto se consumaba; también era frecuente entre las “nuevas
fuerzas” que reclamasen su cuota en el reparto del encasillado, entrando así en los
procedimientos tradicionales al reservarles el gobierno una cuota en el Parlamento y entrando
también en el juego de la negociación electoral.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 213


Los primeros gobiernos del reinado
1. Crisis de liderazgo en los partidos dinásticos
1.1 En el partido conservador.Gobiernos
1.2 En el partido liberal. Luchas por el liderazgo
2. Los gobiernos de Montero Rios y de Moret
2.1 Problemas con el ejército y con la Iglesia

1. Crisis de liderazgo en los partidos dinásticos

Tras la crisis del 98 desde dentro de los partidos dinásticos hubo propuestas de
renovación e iniciativas para reformar el sistema desde dentro, es decir, desde el gobierno, para
evitar que se hiciera desde abajo, para evitar la amenaza revolucionaria.
De todos ellos el proyecto regeneracionista más global y ambicioso fue sin duda el de
Antonio Maura que, procedente de las filas liberales, se incorporó al Partido Conservador en
1902. Al año siguiente era ya sucesor de Silvela al frente del partido y en diciembre, con
cincuenta años, ocuparía por primera vez la presidencia del Consejo de Ministros. Maura se
presentó a sí mismo como la solución que el país necesitaba, su programa –su famosa
“revolución desde arriba”- partía de la necesidad de acometer desde el gobierno profundas
reformas que lograran evitar la desmovilización social (lo que Maura definía como ausencia de
ciudadanía) que se traducía en la pasividad de la mayor parte de la sociedad. Para ello creía
fundamental movilizar desde el poder a la sociedad neutra, a la sana mayoría silenciosa,
legitimando el sistema y haciéndolo funcionar correcta y eficazmente.
La reforma del Estado, creía Maura, debía pasar por dotar de autenticidad a un sistema
representativo totalmente falseado. Así en las elecciones de 1903, las primeras de la monarquía
de Alfonso XIII, Maura no quiso y se negó a utilizar los “instrumentos electorales” para favorecer
al candidato predilecto del gobierno. Sin embargo, esas elecciones estuvieron lejos de ser
limpias porque al faltar el habitual apoyo oficial, el caciquismo local hizo uso de todo su arte
para hacer votar incluso a los muertos.
El esfuerzo purificador de Maura, no obstante, tuvo claras consecuencias. La moderada
intervención gubernamental hizo posible el éxito de los republicanos, que triunfaron en grandes
ciudades como Madrid y Barcelona. La victoria de regionalistas y republicanos hacía pensar en
la desintegración del sistema de la Restauración, Maura, en cambio, estaba firmemente
convencido de que el liberalismo oligárquico debía evolucionar hacia sistemas democráticos, es
decir, poner en práctica su ideario regenerador. En su proyecto regeneracionista era esencial el
mantenimiento de la institución monárquica y la defensa del principio doctrinario de la doble
confianza (Cortes/rey), pero dando preponderancia a las Cortes y reducir el poder del monarca
convirtiéndolo en un rey parlamentario82. Maura acertó plenamente al decidir que el monarca
viajara a Barcelona en 1904, ya que representó un éxito por la favorable acogida de las clases
medias catalanas.

82
En diciembre de 1904 Maura dimitió como Jefe del Gobierno al empeñarse Alfonso XIII en imponer a su propio
candidato para el cargo de Jefe del Estado Mayor Central del Ejército, en vez de elegir al propuesto por el ministro
de la Guerra. Esta no sería la última vez que el rey precipitase una crisis de gobierno por su determinación a hacer
uso de sus poderes constitucionales, entre los que figuraba el poder realizar nombramientos militares.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 214


El Partido Liberal, por el contrario, estaba sumido en una profunda crisis tras la muerte
de Sagasta en 1903. Al no haber una clara sucesión y sí muchos candidatos, la consecuencia fue
la disgregación en fracciones personalistas rivales que se disputaban el liderazgo del partido.
De esta forma, cuando le tocó al Partido Liberal el turno de gobernar, demostró una auténtica
esterilidad política y una enorme inestabilidad, como prueban los seis diferentes gabinetes en el
bienio liberal de 1905 a 1907.
José Canalejas, como Maura, protagonizó también un intento de renovación del sistema
de la Restauración desde dentro. Ambos son, con mucho, las figuras más relevantes de los
partidos dinásticos durante el reinado de Alfonso XIII, coincidiendo en las posibilidades para
lograr una progresiva evolución democrática. Por el contrario, Canalejas tenía absoluta
confianza en al corona como cabeza visible de ese Estado que debía impulsar un programa de
regeneración impulsando incluso aumentar el poder e influencia de Alfonso XIII; en
consonancia con su propio viaje político, que le había llevado del republicanismo hasta la
monarquía, Canalejas creía posible que también lo hicieran las fuerzas –progresistas y
renovadoras- situadas al margen del sistema. Si la monarquía basculaba hacia la izquierda esas
fuerzas podrían llegar a aceptar el régimen e integrarse en el mismo.
Su programa democrático y anticlerical le situaba a la izquierda del Partido Liberal, con
el que acabó rompiendo en 1902 al paralizar Sagasta las actuaciones en materia religiosa y
social. Por entonces Canalejas tenía un grupo afín dentro del Partido Liberal, así como una red
de influencia política y personal desde su cacicazgo alicantino. Tras producirse la disidencia
canalejista emprendió un camino insólito en un político dinástico: recurrió a la propaganda, al
mitin, a la movilización y a la manifestación para reclutar adhesiones de republicanos y de otros
sectores antidinásticos de izquierda, comprobando que los sectores urbanos eran proclives a la
República. En las elecciones de 1903 cosechó un tremendo fracaso al tener que competir en el
terreno urbano con los republicanos, y en el rural con el entramado caciquil; tras esto tuvo que
volver a los mecanismos clásicos del régimen y participar con la mayor cuota de poder posible
en el encasillado.
Al contrario que Maura, la regeneración política no encontró hueco en su programa ya
que la encontraba impracticable sin una previa regeneración social y cultural. Para él, los vicios
no eran la causa sino la consecuencia del escaso pulso de la opinión pública, de la atonía y de la
desvertebración de la sociedad española. Lo importante para Canalejas era desarrollar su
programa democrático, y el camino más corto era utilizar el marco institucional existente, con
sus deficiencias y sus perversiones.
Canalejas, y la facción política que lideraba, fueron los que se mostraron más precoces y
entusiastas en la recepción del nuevo liberalismo social, en el que se postulaba que ele Estado
debía atribuirse una misión armonizadora de los distintos intereses sociales, protegiendo a los
más desfavorecidos y mejorando las condiciones de vida y trabajo de las clases obreras.
Canalejas expuso, por tanto, ideas claras y rotundas sobre la necesidad de una intervención
estatal en materia social. Esto desde las filas conservadoras también se reclamaba, alentados por
la encíclica Rerum novarum de León XIII, en la que se apelaba al evangelio para una mayor
justicia social. El mayor defensor del reformismo social en las filas conservadoras fue Eduardo
Dato que, durante el gobierno regeneracionista de Silvela, tomó la delantera a los liberales con
la promulgación de la Ley de Accidentes de Trabajo (1900) y la que regulaba el trabajo de
mujeres y niños, que le valieron la acusación de “socialista encubierto”; en 1904, bajo el gobierno

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 215


de Maura, se aprobó la Ley de Descanso Dominical. Todas estas mejoras tenían como objetivo la
pacificación social y neutralizar la vía revolucionaria.

2. Los gobiernos de Montero Rios y de Moret

Las luchas entre las distintas fracciones liberales tras la muerte de Sagasta, líder histórico
del liberalismo español en 1903, al ser muchos los personajes de relieve que aspiraban a la
jefatura. De este modo, además de la fracción canalejista, escindida en 1902, el partido se había
desgajado en noviembre de 1903 en dos fracciones lideradas por Segismundo Moret y Eugenio
Montero Ríos cuya activa vida política se remontaba al Sexenio revolucionario. Ambas
corrientes manifestaban más desavenencias personales que programáticas aunque Montero
Ríos se situaba en el ala derecha del liberalismo, mientras que Moret se situaba a la izquierda de
Canalejas, aunque su radicalismo era más retórico que pragmático. A diferencia de Canalejas,
Moret era favorable a una reforma de la Constitución centrada en el establecimiento de la
libertad de culto, mientras que Canalejas defendía el marco existente y se opuso frontalmente a
esa reforma.
Montero Ríos tuvo que enfrentarse a la política reactiva del ejército que en los
nacionalismos periféricos vio la reproducción del independentismo cubano o filipino. En esta
situación Montero Ríos quiso acudir a la declaración del estado de guerra, pero se negaron sus
adversarios del partido Liberal. El incidente del semanario catalanista Cul–Cut! le hizo dimitir,
siendo sustituido por Moret en diciembre de 1905.
Moret controlaba de manera más eficaz que Montero Ríos los cacicatos provinciales del
partido, lo que le convertía en directo rival de Canalejas para acceder a la jefatura del gobierno
y del partido. Tras el incidente del Cul–Cut! El nuevo gobierno no sólo no hizo para imponer la
disciplina a los oficiales insubordinados, sino que culpó al catalanismo de todo lo sucedido y
sucumbió a las exigencias de los militares.
Esto nos hace una idea de que los problemas con el ejército eran candentes y que, en ese
momento, el partido liberal era incapaz de desafiar a su poder. El incidente del Cul–Cut!, se
produjo por la publicación en ese semanario satírico catalanista de una caricatura que fue
considerada ofensiva por los militares; esto provocó el asalto a la redacción de la revista y de La
Veu de Catalunya, que sufrieron importantes destrozos. Esta acción era una prueba evidente de
la profunda insatisfacción y descontento que cundía en el seno del ejército, humillado en el 98,
frustrado por la inoperancia política y cada vez más decidido a actuar en defensa de la unidad
nacional, el orden público y la salvaguarda del honor militar frente al antimilitarismo. Tras el
incidente se aprobó la Ley de Jurisdicciones, según la cual las ofensas contra las Fuerzas Armadas
cometidas por medio de la imprenta serían juzgadas por la jurisdicción militar, especificando,
además, una serie de delitos que serían juzgados por los tribunales civiles.
El incidente del Cul–Cut!, en definitiva, no sólo tuvo trascendencia por la intromisión del
ejército y por el sometimiento del poder civil al militar, sino porque fue el detonante de la
extensión del catalanismo produciendo una amplísima reacción ciudadana de indignación.
Otro tema sobre el que se mostró totalmente incapaz el gobierno liberal fue el de la
cuestión religiosa, asunto que además separaba decididamente a ambos partidos dinásticos.
Los liberales, necesitados de renovar su programa convirtieron la “cuestión religiosa” en su
caballo de batalla y tema principal de su propaganda política, aunque su anticlericalismo poco

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 216


tenía que ver con el estereotipo de comecuras que inventaron algunos sectores para contraatacar
y no perder su privilegiada posición. Sin duda existía en España un anticlericalismo radical
acorde con las tendencias que existían en el mundo occidental en ese momento.
Era evidente que la intervención de la iglesia, en lugar de retroceder en favor del Estado,
había crecido de manera muy significativa durante la Restauración, gracias al aumento de las
órdenes religiosas y a la entrada en España de miles de religiosos repatriados tras la pérdida de
las colonias, a los que hay que añadir los frailes franceses que cruzaron la frontera huyendo de
las leyes laicistas de la Tercera República. Los políticos liberales no pretendían la separación de
la Iglesia y el Estado sino controlar las actividades, negocios y propiedades, acabando con sus
privilegios tributarios. El Estado debía garantizar una posición preeminente de la religión
católica, por ser el credo mayoritario, pero dentro de un marco de libertad religiosa y de
supremacía del poder civil; en el campo de la enseñanza reforzar la influencia y control estatal
para mejorar la situación educativa, poniendo en práctica el pensamiento elaborado por la
Institución Libre de Enseñanza dirigida por Francisco Giner. Canalejas quiso introducir, en
1906, una nueva ley de Asociaciones Religiosas para frenar el avance de congregaciones y
culpables, según los liberales, de la imagen inquisitorial de España en el exterior.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 217


Cataluña, paradigma de la crisis política

1. Política de masas y lucha electoral.


2. Desaparición del bipartidismo dinástico.
3. El electorado catalán se independiza de la influencia gubernamental
4. Nuevas fuerzas políticas,
4.1 La Lliga Regionalista. Su programa
4.2 El Partido Radical de Lerroux.
4.3 Solidaridad Catalana
5. En Valencia y Madrid hay importante sectores sociales que se integran en fuerzas opuestas
al sistema.

1. Política de masas y lucha electoral

Solidaridad Catalana supuso la culminación de un proceso de movilización política de


la sociedad civil que configuró un sistema de partidos propio, ajeno respecto del encasillado
hecho en Madrid. Desde comienzos de siglo en Cataluña es perceptible una modernización de
los comportamientos políticos (alta participación, gran asistencia a mítines, etc.) paralela a los
cambios socioeconómicos experimentados que la convierten en una región parecida a otras
áreas de Europa occidental y diferente a la mayor parte de España de economía básicamente
agraria.

2. Desaparición del bipartidismo dinástico

Políticamente las fuerzas eran de un tipo muy distinto a los partidos dinásticos, además
se presentaban al electorado como fuerzas regeneradoras, superadoras del parlamentarismo
falseado, de la oligarquía caciquil y del estancamiento económico: eran la Lliga Regionalista –
creada en 1901-, y el Partido Radical del republicano Lerroux, ocasionando, ambas fuerzas, una
clara ruptura con el sistema de la Restauración. Desde 1901 no volvería a ser elegido en
Barcelona ningún diputado dinástico y, desde 1905, ningún concejal.
El catalanismo de la Lliga, liderada por Francesc Cambó, fue el primero de los
nacionalismos periféricos presente en la vida política española, y el que sin duda tuvo mayor
importancia, tanto por la fuerza alcanzada como por el peso de Cataluña dentro de España. La
Lliga aspiraba a una regeneración política de España basada en la reivindicación catalanista
entendiendo que, al ser la región más dinámica del país debía tener un papel hegemónico en esa
necesaria modernización del Estado. Por otro lado tenemos que tener en cuenta que en torno a
la Lliga se fundían fuerzas de diverso origen como la Renaixença cultural, el fuerismo
conservador o la burguesía catalana, que tras la impotencia manifiesta del desastre del 98 veía
posible que desde Madrid se pudiera crear un Estado moderno. También prestaron su apoyo a
la Lliga las clases neutras, alejadas hasta entonces de la política, y las clases altas y medias, que
rompieron con los partidos tradicionales. En el sector obrero, a pesar de la presentación
interclasista de la Lliga, no contó con ninguna simpatía al mostrar el proyecto catalanista una

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 218


nula sensibilidad social y ser para los trabajadores un partido burgués, reaccionario y clerical;
su carácter conservador quedó patente al apoyar la Lliga a la patronal en la huelga de 1902.

3. El electorado catalán se independiza de la influencia gubernamental

Frente a la nueva derecha que representaba la Lliga, los obreros se alinearon con el más
dinámico republicanismo lerrouxixta, que era una nueva fuerza de gran éxito en la Cataluña del
primer decenio del siglo XIX. Alejandro Lerroux era una figura de relativa importancia en el
periodismo de izquierdas de Madrid que encandiló con sus discursos a los obreros
demostrando su enérgica personalidad, sus dotes como organizador, propagandista y orador de
masas: “hay hombres que trabajan y no comen y hombres que comen y no trabajan”; Lerroux logró la
movilización obrera en un momento en que la apatía de los trabajadores barceloneses era total,
consiguiendo también la participación obrera en las urnas (en contra de la propuesta
anarquista).
Lerroux aprovechó y fomentó la agitación y la protesta popular, en un intento de unir
las posturas republicanas y obreras. Así logró desarrollar un nuevo dinamismo que se
manifestó en la creación de una red de círculos, fraternidades y ateneos republicanos que sólo
en Barcelona sumaron más de 50. Frente a la Lliga, los lerrouxistas gritaban lemas como “ellos
propietarios y nosotros proletarios”. La novedad, lo que resultaba espectacular del movimiento,
era su carácter popular y multitudinario; inventaron una nueva fórmula de movilización que,
en parte, consistía en ocupar calles y espacios públicos exhibiendo sus banderas y símbolos
republicanos. Se hicieron famosas las “meriendas democráticas” donde acudían las familias para
celebrar algún acto simbólico como plantar el árbol de la libertad.
La situación de los obreros catalanes estaba dominada por la precariedad y la
inseguridad. Empleos precarios de largas jornadas laborales (11 y 12 horas), bajos salarios y, en
definitiva, malas condiciones laborales que, en caso de ocurrir alguna adversidad –huelga,
enfermedad o lock-out patronal-, se sumían en la miseria y tenían que acudir a la beneficencia. A
esto debemos añadir las sobrepobladas barriadas donde habitaban, sucias e insalubres, sin
urbanizar. La diversión se dividía en acudir a la taberna o al teatro, cafés cantantes o al barato
cinematógrafo. Un ejemplo de barrio obrero típico era El Paralelo, centro de acción de Lerroux,
por lo que era apodado “El emperador de El Paralelo” por los catalanistas.
4. Nuevas fuerzas políticas

El lerrouxismo era, en definitiva, un movimiento populista, democrático, anticlerical y


anticatalanista que supo capitalizar los sentimientos heridos por el catalanismo. Pero el
catalanismo iba a convertirse en una fuerza arrolladora para que Lerroux pudiera frenarla y
menos salir victorioso. Tras el incidente del Cu-cut!83, el catalanismo se extendería por toda
Cataluña a través de Solidaridad Catalana, que acogía en su seno desde carlistas hasta parte de
los republicanos; sólo los lerrouixistas y los dinásticos quedaron fuera. Solidaridad arrastraba a
las masas con su discurso unificador, presentándose a la sociedad como un movimiento cívico y
modernizador.

83
El Cu–Cut! Era un semanario satírico catalanista que publicó una caricatura que fue considerada como grave
ofensa por los militares y provocó el asalto de unos 300 militares a la redacción de la revista provocando graves
destrozos.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 219


Los lerrouixistas, en su oposición a Solidaridad, recurrieron a la violencia callejera
irrumpiendo en mítines y actos, produciéndose duros enfrentamientos e incidentes muy graves,
como el atentado en el que Cambó resultó gravemente herido o el intento de linchamiento de
Lerroux. Esto trajo negativas consecuencias tanto par el republicanismo como para su líder ya
que al optar contra Solidaridad, Lerrroux optó por el aislamiento y quedó su partido
postergado a un espacio marginal. Solidadridad creó una imagen del republicano de agitador
forastero enviado por el gobierno central con cargo a los “fondos de reptiles” (fondos reservados
de Gobernación), convirtiendo a Lerroux en el chivo expiatorio que el catalanismo necesitaba
para estimular su victimismo y su unidad.
En las elecciones de 1907, Solidaridad Catalana obtuvo 41 de los 44 escaños catalanes
erigiéndose en una fuerza arrolladora que unía diferentes fuerzas en un único fin: Cataluña.
Con el triunfo de Solidaridad, el número de diputados republicanos y regionalistas de la LLiga,
será superior al de los dinásticos produciéndose además un fenómeno nuevo e inesperado: el de
independencia del electorado de la influencia gubernamental.
5. En Valencia y Madrid hay importante sectores sociales que se integran en fuerzas opuestas
al sistema

Desde principios de siglo son varias las ciudades en las que se produce una movilización
política contra el sistema y las opciones antidinásticas obtienen importantes éxitos. Así ocurre, a
parte de Madrid o Barcelona, en Valencia. De hecho es en Valencia donde el turnismo se hunde
y se implanta una hegemonía republicana de la mano de Vicente Blasco Ibáñez que, adoptando
una estrategia municipalista, logra ganar la popularidad entre las clases obreras, la pequeña
burguesía del comercio y los jóvenes profesionales liberales.

El “gobierno largo” de Maura (1907–1909)


1. Objetivos de su programa regeneracionista
2. Acción gubernamental
2.1 Injerencia gubernamental en las elecciones de 1907
2.2 Actividad legislativa Reforma de la Marina y construcción de una escuadra
Reforma de la Administración local, no logró que se aprobara Reforma electoral
Valoración
3. Fracaso en el intento de atraerse a los catalanistas a la política constitucional
4. Hostilidad de la prensa y el republicanismo
5. Recelos en su propio partido, aunque no impedía la solidez del gobierno.
6. El problema de Marruecos
7. La Semana Trágica de Barcelona
8. Salida de Maura del gobierno

1. Objetivos de su programa regeneracionista

En contraste con la crisis del Partido Liberal –los dos últimos gobiernos liberales apenas
duraron unos días-, el Partido Conservador era hacia 1906 un partido unido y disciplinado
como no lo había estado desde Cánovas. En enero de 1907, recibió del rey el encargo de formar
gobierno, comenzaba el gobierno largo de Maura, excepcional por su duración de casi tres años.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 220


Maura quiso ante todo asegurarse un amplio apoyo parlamentario para sacar adelante
su programa de renovación política, así que aparcó sus escrúpulos legalistas y encargó la
dirección del proceso a Juan de la Cierva. Las elecciones de 1907 superaron con creces las
habituales cotas de fraude, hasta el punto que se han considerado entre las más sucias de la
historia de España. El gobierno consiguió una mayoría aplastante, y Maura, firmemente
asentado en el poder, se dispuso a abordar la reforma del sistema.

2. Acción gubernamental

Empeñado en sacar adelante su “programa regeneracionista” por consenso dotó a las


Cortes de un gran impulso promoviendo proyectos como:
 Reforma de la Marina y construcción de una escuadra que garantizara la defensa
nacional e impulsara la industria, aprobado sin dificultad.
 Reforma de la Administración Local en un sentido descentralizador, se empantanó
en el Congreso y después de tres años de discusiones y obstrucciones
parlamentarias, fue rechazado tanto por los liberales como por parte de un sector de
los propios conservadores.
 Reforma Electoral de 1907, sí vio la luz y algunas modificaciones, como la
composición neutral de las Juntas del Censo y las mesas electorales, redujeron las
posibilidades de fraude electoral. En ella se introdujeron tímidas medidas para
afrontar el problema de la modernización, al garantizar el predominio de las elites
dinásticas y ahogar las posibilidades de los partidos situados al margen del sistema.
 Para contentar las aspiraciones regionalistas ofertó la creación de mancomunidades
como estructura interprovincial.
 Con la ley de 1909 legitimaba por primera vez en España el derecho de huelga,
dentro de determinadas condiciones legales, y reconocía el derecho obrero de
asociarse en sindicatos.
 Creación del Instituto Nacional de Previsión (INP) para regular las cuestiones
sociales.

3. Fracaso en el intento de atraerse a los catalanistas a la política constitucional

Era esta ley de 1097 era la que debía poner en marcha el efecto saneador deseado por
Maura y resolver la disociación entre la España oficial y la España real, dentro de su “programa
regeneracionista”, aunque no logró ese objetivo ya que una simple disposición legal no podía
conseguir modificar los comportamientos electorales de los españoles. Maura, sincero
partidario de de una modernización de la vida política través de una movilización del
electorado que legitimase el sistema, trató de propiciar la movilización hacia los partidos
dinásticos e hizo todo lo posible (por su temor a la revolución) para restar fuerza a los partidos
antisistema.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 221


4. Hostilidad de la prensa y el republicanismo

Dentro de los objetivos marcados por el “programa regeneracionista” encontramos la


introducción del voto obligatorio que pretendía incentivar la participación en las urnas, pero lo
cierto es que, no hubo ningún deseo de y apenas tuvo repercusión pues las sanciones previstas
en la ley eran meramente simbólicas. En cambio sí tuvo consecuencias, la propuesta de
introducción, del republicano Gumersindo de Azcarate, del artículo 29 que pretendía evitar la
simulación de una contienda electoral cuando no había oponentes. En la práctica, agravó los
manejos caciquiles hasta el punto que se convirtió en el paradigma del caciquismo español al
renovar la tendencia al pacto entre los partidos de turno al repartirse, previamente, los escaños
y evitar la contienda electoral.

5. Recelos en su propio partido, aunque no impedía la solidez del gobierno

En contraste con la tónica habitual muy poco tolerante con el catalanismo emergente,
Maura tuvo un talante dialogante con los regionalistas catalanes, entonces en plena expansión.
Maura trató de atraerse a Cambó hacia la monarquía, consciente de que Cataluña era un factor
clave en cualquier proyecto regeneracionista de la nación. El punto de encuentro entre ambos
políticos se encontraba en la Ley de descentralización, pero los catalanistas eran conscientes de
que declararse abiertamente monárquicos supondría perder una buena parte de sus votantes y
simpatizantes. Este fracaso de Maura reimpidió lograr el objetivo de sacar adelante la ley,
obstaculizada también por las masas católicas y por su resistencia a hacer “política de amigos”.

6. El problema de Marruecos

El problema de Marruecos no era un tema que dividiese a la clase política, ni los liberales
ni muchos republicanos se oponían a la campaña militar en Marruecos. España había logrado
una zona de influencia al otro lado del estrecho poniendo así fin al aislamiento exterior, que se
consideraba causa de la catástrofe del 98, y volviendo a la política internacional dentro del
bloque franco-británico (aunque en calidad de potencia menor). Francia, en ese momento, tenía
una posición preponderante en Marruecos y en España esto se veía con el temor de quedar
emparedada por el norte y por el sur si Francia se adueñaba de todo Marruecos. Así las cosas, el
hombre que consideró necesario limitar la colonización española en el Norte de África iba a
decidir en 1909 una intervención militar que le valdría ser acusado de imperialista, y que
provocaría gravísimos sucesos que, en cuestión de semanas, determinaron su caída.
A principios de julio de 1909 fueron asesinados cuatro obreros del ferrocarril en una
zona minera próxima a Melilla, lo que provocó graves enfrentamientos entre cabileños y tropas
españolas. El gobierno decidió enviar tropas de refuerzo y el reclutamiento de reservistas en
Cataluña –lo que provocó manifestaciones de protesta-. Maura no hizo nada por informar a la
opinión pública y, en cambio, la prensa izquierdista supo explotar la idea de que el gobierno
sacrificaba la vida de los obreros españoles para proteger los negocios mineros de unos cuantos
ricos (entre ellos Güell y el marqués de Comillas). Los que iban a Marruecos a morir eran sólo
los pobres, los que no tenían 2.000 pesetas para la redención en metálico. En Barcelona, donde
embarcaron los reservistas, se produjeron graves desórdenes y el día 26 de julio comenzó una
huelga general contra la política del gobierno en Marruecos, que enseguida se convirtió en
Barcelona en una auténtica sublevación urbana.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 222


7. La Semana Trágica de Barcelona

Esta sublevación urbana dio origen a la Semana Trágica de Barcelona, iniciándose con
las noticias sobre nuevas y numerosas bajas en Marruecos (en la batalla del Gurugú y en al
emboscada del barranco del Lobo). Los insurgentes armados con pistolas y fusiles obtenidos del
pillaje en armerías no se dedicaron a asaltar cuarteles, ni a ocupar fábricas, sino casi en
exclusividad, a incendiar iglesias, conventos y escuelas religiosas –ardieron en Barcelona 21 de
las 58 iglesias y 30 de los 75 conventos-. La pregunta es ¿porqué una protesta antibélica se
transformó en anticlerical? No era, desde luego, la primera ni sería la última vez que la protesta
tuviera estos tintes y, además, el anticlericalismo es un fenómeno complejo.
Lo que ocurrió en 1909, según S. Sueiro fue: que estallaron los rencores acumulados durante
décadas contra la Iglesia católica. Con su retórica agresiva, los republicanos lerrouxistas habían dado
lugar con frecuencia a actos de violencia anticlerical en Barcelona… Lo que parece claro, sin embargo, es
que el levantamiento popular de 1909 fue una explosión de cólera espontánea, sin coordinación con el
resto del país, y que no había sido organizado, ni planificado, ni dirigido por ninguna elite revolucionaria.
La revuelta fue sofocada con violencia y la represión se cobró más de un centenar de
muertos y cerca de dos mil detenidos. Los derechos de asociación y reunión fueron suspendidos
siendo condenadas a muerte, en juicio sumarísimo, cuatro personas. Nadie discrepó de la
política gubernamental para superar la crisis, sólo los liberales protestaron por la censura de
prensa. En el exterior se inició una campaña tras la ejecución, la quinta y última de Francisco
Ferrer Guardia, el 13 de octubre.

8. Salida de Maura del gobierno

Ferrer desprestigiado y mitificado, estuvo implicado en el atentado del anarquista Mateo


Morral contra Alfonso XIII; en la rebelión de la Semana Trágica no fue ni autor ni jefe de la
insurrección, cargos por los que se le condenó y ejecutó por lo que su fusilamiento en un
momento de necesidad de víctima propiciatoria. Las reacciones, tanto en el exterior como en el
interior de la frontera, fue impresionante y Pérez Galdós llegó a afirmar que la nación no podía
permanecer inactiva ante la mayor barbaridad política cometida desde el aborrecido reinado de Fernando
VII.
Los liberales aprovecharon la coyuntura para derribar al gobierno, al facilitar Maura las
cosas con los errores cometidos; uno de ellos fue el reabrir las Cortes, tras las vacaciones
parlamentarias, sólo dos días después de la ejecución de Ferrer y en plena campaña
internacional contra su gobierno. Maura

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 223


El turno de los liberales. El gobierno de Canalejas (1910–1912)
1. Su programa regeneracionista
2. El gobierno
2.1 Canalejas logró integrar a los distintos grupos liberales.
2.2 Actividad legislativa Legislación social y laboral Abolición del impuesto de consumos
Ley de Reclutamiento “Ley del candado” Proyecto de ley de Mancomunidades
2.3 Éxitos limitados de la política anticlerical de los liberales
2.4 El problema de Marruecos
2.5 Conflictividad obrera
2.6 No pudo atraerse ni a republicanos ni a socialistas
2.7 Asesinado en la Puerta del Sol en noviembre de 1912

1. Su programa regeneracionista

Tras los sucesos de la Semana Trágica Alfonso XIII acabó por aceptar la dimisión de
Maura y la llegada al gobierno del Partido Liberal. Un breve gobierno de Moret, dio paso al
gobierno de José Canalejas, en febrero de 1910. Canalejas como Maura, era un regeneracionista,
pero estaba por encima de los inmediatos dirigentes del partido que dirigía. Con él, los liberales
encontraron un verdadero jefe al lograr integrar en el gobierno tanto a moretistas como a
monteristas.
Canalejas protagonizó la etapa más prolongada y fecunda del gobierno liberal durante el
reinado de Alfonso XIII, siendo su labor facilitada por la actitud de Maura que abandonó su
obstruccionismo. Canalejas llegó al poder con un amplio programa de reformas: Ley de
Asociaciones Religiosas, supresión del impuesto de consumos, servicio militar obligatorio,
reforma fiscal, etc. También proyectó la política social desde las relaciones laborales hasta la
mejora de las condiciones de vida y trabajo de las clases asalariadas –los contratos de trabajo, la
negociación colectiva, reducción de la jornada laboral, protección del trabajo de mujeres y niños
y un lago etcétera como medio de impedir una explotación abusiva del proletariado y evitar, o
al menos amortiguar, los conflictos sociales-.
Al igual que Maura fracasó en su intento de incorporar a los sectores sociales
extrasistema al que ambos apelaban: Maura no logró el concurso de republicanos y socialistas ni
Canalejas el apoyo de las masas católicas.

2. El gobierno

A pesar de los muchos proyectos iniciados antes de su trágica muerte, a Canalejas le dio
tiempo a plasmar en Ley alguno de los proyectos de su programa. Su gobierno fue fecundo en
la reforma de la legislación laboral, como la reducción de la jornada de trabajo a nueve horas.
Con la Ley de Reclutamiento universalizó y democratizó, al hacerlo obligatorio, el servicio
militar, aunque quedó reducido a los llamados soldados de cuota84.

84
Los soldados de cuota tras pagar un cierta cantidad, eran licenciados al cabo de un periodo de instrucción se
libraban de soportar las duras condiciones de los cuarteles, que siguieron reservadas a las clases bajas. De cualquier
forma el soldado de cuota no dejaba de ser soldado y podía ser llamado a filas en caso de necesidad, lo que

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 224


En junio de 1910 fue aprobada la Ley del Candado, que era una disposición provisional y
temporal para impedir durante dos años el establecimiento de nuevas órdenes religiosas, en
tanto se preparaba la nueva Ley de Asociaciones Religiosas. A pesar de las protestas quedó sin
efecto al transcurrir los dos años del plazo fijado para la aprobación de la nueva Ley de
Asociaciones. Los éxitos de la política anticlerical de los liberales se limitaron a restaurar la
libertad del matrimonio civil, liberalizar la atmósfera del sistema educativo, reconocimiento de
los templos protestantes a exhibir signos y emblemas, y poco más.
En el año 1911 el problema de Marruecos volvió a estar candente al ser Canalejas
prisionero del problema marroquí, al igual que los gobernantes posteriores a Maura; esto era
debido a que las tribus asentadas en al zona española estaban en continuo estado de guerra
contra el poder marroquí y contra cualquier penetración colonial, a lo que debemos añadir la
actitud francesa en defensa de sus intereses. En mayo de 1911 Francia ocupó Fez y Canalejas
decidió reaccionar para evitar que el predominio francés desembocara en la exclusión española
de la costa norte marroquí, y mandó ocupar Larache, Arcila y Alcazarquivir. Canalejas no logró
el apoyo de socialistas ni de la izquierda antidinástica, se emprendió entonces una dura
campaña que parecía poder llegar a superar la emprendida contra Maura dos años antes. La
oleada de huelgas durante la primavera y el verano culminó con una huelga general de 48 horas
en el mes de septiembre.
En noviembre de 1912, Canalejas fue asesinado en la madrileña Puerta del Sol por el
anarquista Manuel Padiña (que se suicidó después de cometer el atentado). A partir de entonces
se aceleró la escisión definitiva de los partidos turnantes, fracasando la “revolución desde arriba”
intentada por el regeneracionismo.

El anarquismo

1. Ideología
2. Zonas de expansión
3. 1910, creación de la Confederación Nacional del Trabajo, CNT

1. Ideología
A comienzos de siglo aparecieron formas de protestas nuevas, como las huelgas,
prácticamente inexistentes antes de 1890. La sociedad española, muy desmovilizada en el plano
general, lo era también respecto a la protesta obrera. Los conflictos muy a menudo se
desarrollaban en un clima de violencia que producía atentados, pero solían concluir con la
intervención de una autoridad mediadora, incluso la militar, que no siempre se decantaba de
una forma automática a favor de los patronos.
La intervención de las autoridades en los conflictos sociales se hacía por motivos de puro
orden público, al margen de cualquier otra legalidad social. Con el comienzo del siglo se inició
la legislación social en España. Las legislaciones sobre tribunales industriales y fue producto de
la Comisión de Reformas Sociales en 1891 y se convirtieron en ley gracias a una disposición

diferenciaba del injusto sistema de redención en metálico que excluía totalmente a las clases privilegiadas tanto del
servicio como de la movilización.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 225


conservadora de 1908, calcada de otra liberal de 1900 y dicha legislación fue modificada durante
el gobierno de Canalejas en 1912. La citada Comisión había tenido un carácter informativo pero
después pasó a recibir el carácter de Instituto vinculado al de Fomento. Contó con capacidad
inspectora y con una representación obrera que garantizaba la eficacia de su acción. También el
Instituto Nacional de Previsión contó con la colaboración de personas procedentes del
socialismo y del catolicismo (2 mundos distintos).
Pero la conflictividad social fue más reducida por la debilidad del movimiento sindical y
obrero. Sólo en 1910 hubo un diputado socialista en el Parlamento. Hay que tener en cuenta que
hasta la guerra mundial, el republicanismo anticlerical y popular permaneció fuertemente
arraigado en los medios urbanos. El sindicalismo no dependía antes de 1914 de las dos grandes
centrales nacionales y tenía un papel reducido en la vida pública del país. Las huelgas
estuvieron concentradas en unos cuantos puntos y en realidad no había sindicatos organizados
con implantación nacional, ni federación de industria; por eso, cualquier tipo de solidaridad
global mediante la huelga, era impensable.
La debilidad del movimiento obrero en España derivó de su división, que se supo
cuando aumentó la influencia del socialismo. Un rasgo del movimiento obrero en España fue,
hasta la II Republica el peso predominante del socialismo. En España existía una tradición
democrático-federal sobre la que pudo insertarse mucho mejor el anarco-sindicalismo que el
socialismo.
Del anarquismo español de esta época, llama la atención su enorme influencia, que dio
la sensación de que en España era posible que estallara una revolución ácrata y a la vez una
escasa originalidad doctrinal que le sometió a influencias exteriores. Era más influyente que el
socialismo en los años anteriores a la 1a Guerra Mundial. Su tesis principal era la huelga general
revolucionaria; ésta, unida a la acción directa acabó derivando hacia el anarcosindicalismo y de
ahí al sindicalismo. En España esas tesis se insertaron sobre una tradición de anarcocomunismo
insurreccionalista. Hubo partidarios del atentado personal y detractores del mismo, pero la
tendencia espontánea de los anarquistas españoles fue siempre justificar la violencia.
En el anarquismo había sindicalistas reformistas e intelectuales subempleados que
despreciaban a los obreros. La tradición del atentado personal renació en 1904 con motivo de la
visita de Maura a Barcelona. Moral constituye un buen ejemplo. Fue probablemente el autor del
atentado contra el rey en 1905 y debió contar con el apoyo de Lerroux, lo que prueba que los
límites entre el republicanismo y el anarquismo eran en este momento imprecisos.

2. Zonas de expansión

Desde entonces el terrorismo cambió sus formas de actuación: se dedicó a colocar


bombas en lugares de gran concurrencia para crear un clima de tensión. Su desaparición fue
producto más del cansancio de los anarquistas que de la eficacia de las fuerzas policiales. Otro
factor importante fue también la crecida del movimiento sindicalista. Había agitación social
entre 1903 y 1905 en el campo andaluz. La protesta pareció que iba a conmocionar a la sociedad
andaluza y produjo un brusco crecimiento de las sociedades obreras; una esperanza en el
advenimiento del comunismo y la lectura de la prensa obrera. La protesta coincidió con una
muy buena cosecha en 1903, lo que demuestra que no se puede identificar con la rebelión de
una masa proletaria sufriente, sino con una estrategia reivindicativa que implicaba también la
utilización del incendio por ejemplo, como expresión de descontento y forma de lograr la

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 226


mejora de los salarios. Lo que se denominaba como el obrero consciente, propagandista del
ideal ácrata, no era un líder religioso y analfabeto, sino un propagador de las tesis de una
cultura anticlerical derivada del federalismo.
Mayor capacidad de difusión del ideal anarquista, tendría la difusión del
anarcosindicalismo a partir de comienzos de siglo. Desde entonces hubo repetidos intentos de
organizar un sindicato nacional. Los Congresos de la Federación de Trabajadores de la Región
Española no establecieron ninguna organización nacional; sirvieron para difundir el mito de la
huelga general y la escuela laica en medios que no eran estrictamente obreros, sino también
pertenecientes al republicanismo más exaltado como el que protagonizaba Lerroux.

3. 1910, creación de la Confederación Nacional del Trabajo, CNT

Los medios anarquistas en 1904 crearon una Federación Obrera que en 1907 daría lugar
a "Solidaridad Obrera" e inicialmente figuraron en sus filas republicanos y socialistas. En el
verano de 1910 el sector anarquista se hizo con la dirección del sindicalismo barcelonés y en
otoño se fundó la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), un nuevo sindicato. Su fórmula
de actuación predilecta debía ser la huelga general revolucionaria, de la que se decía que por ser
arma peligrosa, debía ser utilizada con tino. La CNT tenía un propósito esencialmente
revolucionario. Esta vertiente revolucionaria se apreció en la acción del nuevo sindicato, con
ocasión de su 1er congreso celebrado en Barcelona en otoño de 1911. Tuvo lugar una reunión
secreta, posterior al congreso, en la que se preparó una huelga general revolucionaria con la que
se enfrentó el Gobierno de Canalejas. Fue ella la que convirtió a la CNT en una organización
clandestina desde 1911 hasta la guerra mundial.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 227


12. CRISIS DEL PARLAMENTARISMO Y EL IMPACTO DE LA
PRIMERA GUERRA MUNDIAL (1913-1923)

La crisis del sistema de la Restauración se produjo durante el reinado de Alfonso XIII. El


régimen era parlamentario y liberal, pero no democrático. Pero ante la fuerza que había tomado
el movimiento obrero y las clases subordinadas en general, no era factible mantener este
sistema, que se fue convirtiendo en un anacronismo.
Los problemas que afloraron o se agravaron con el siglo XX (guerra de Marruecos, auge de los
nacionalismos, aumentos de población, tensiones sociales, etc.) no encontraron soluciones
dentro del sistema de la Restauración. La muerte de Cánovas y de Sagasta dejó además a las
formaciones dinásticas sin líderes claros y aparecieron facciones personalistas. La crisis del
sistema se plasmó en un turno que dejó de funcionar fluidamente, en la división dentro de los
partidos dinásticos, en la aparición de nuevas fuerzas políticas y en el papel de protagonismo
que debió adoptar el rey. Pese a que el gobierno de García Prieto parecía que podría llevar a
cabo las reformas democratizadoras que el país necesitaba, el golpe de estado de Primo de
Rivera eliminó esta posibilidad y asestó el golpe final a un sistema que ya no se sostenía y a
imponer un modelo de sistema autoritario que ya existía en otros países europeos.

La escisión de los partidos dinásticos. Crisis política

De noviembre de 1912 a octubre de 1913 los dos partidos dinásticos sufren una grave crisis.
1. El Partido Liberal se divide a la muerte de Canalejas.
1.1 Romanones frente al grupo de García Prieto,
1.2 La cuestión de la descentralización precipitó la escisión
2. El Partido Conservador. Maura va perdiendo apoyos en su propio partido.
2.1 Desde el propio partido conservador se promueve a Dato.
2.2 Maura renuncia a la jefatura del partido.
2.3 Grupos: datistas, mauristas, ciervistas.

Tras la muerte de Cánovas y Sagasta los partidos se separan buscando nuevos líderes, pero ya
no es factible conformar dos grandes grupos y las facciones personalistas aparecen. Esto
provoca escisiones en los partidos y graves crisis políticas.
Tras la imposibilidad de continuar el turno representado por Maura y Canalejas se acaban los
intentos regeneracionistas. Maura desaparece de la vida política y Canalejas es asesinado en
1912. A partir de aquí se ahonda en las divisiones en los partidos, lo que desembocaría en la
disolución del sistema de turno. El resultado sería una sucesión de gobiernos débiles entre 1913
y 1923 que no durarían más de unos meses y que caerían en cuanto un problema los
desbordase.

1. División del Partido Liberal a la muerte de Canalejas


Tras el asesinato de Canalejas (12 de noviembre de 1912) el rey nombró jefe de gobierno a
Romanones. Este aspiraba a liderar el partido, pero frente a su facción se formó otra
(garciaprietistas o demócratas) que defendían el liderazgo de Manuel García Prieto, dentro de
una dinámica de luchas personalistas por el liderazgo del partido. El grupo romanonista asumía

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 228


el programa de Canalejas y era más heterogéneo. El grupo garciaprietista (o demócrata) era más
homogéneo y moderado en sus planteamientos. Pese a su denominación, se situaba a la derecha
del Partido Liberal. Pero el tema que precipitó la escisión fue la Ley de Mancomunidades del
gobierno de Romanones. Los garciaprietistas era opuestos a este paso descentralizador y
decidieron formar su propio grupo parlamentario en otoño de 1913. Entonces se aliaron con los
conservadores para derribar al gobierno de Romanones.

2. División del Partido Conservador. Pérdida de apoyos de Maura


Maura había planteado su voluntad de sanear el sistema, lo que le hizo molesto para buena
parte de las élites políticas de su propio partido. Eduardo Dato fue uno de los que estaba en
contra de este proyecto de Maura. La ruptura se produjo en octubre de 1913.
Ante la situación del Partido Liberal se vio complicado mantener a este grupo en el poder y
Alfonso XIII ofreció a Maura la formación de gobierno. Pero desde su propio partido se
promovió a Dato para esta tarea. Dato, frente a la postura renovadora de Maura, se mostraba
dispuesto a seguir con el sistema turnista. Así pues, el rey encargó finalmente a Dato la
formación de gobierno y Maura renunció a la jefatura del partido e incluso a seguir en política.
Se formaron en ese momento dos facciones: los datistas (también “idóneos” o “ministeriales”) y
los mauristas. En la primera facción se unió la mayoría de los conservadores y sólo se mantuvo
fiel a Maura un grupo de conservadores sin figuras relevantes. En 1914 Juan de la Cierva formó
su propio grupo (los ciervistas), que se colocó a la derecha del Partido Conservador. Los
ciervistas se acercaron al maurismo con el tiempo, pero no llegaron a integrarse, quedando más
bien como una facción de tendencia autoritaria dentro del Partido Conservador.

Problemas en los partidos de izquierda

1. El partido radical de Lerroux en decadencia.


2. Crisis en la Conjunción. El partido socialista rompe con la Conjunción.
3. En 1912 surge un nuevo partido republicano, el partido reformista de Melquíades Alvárez.
3.1 Pragmáticos y antirrevolucionarios.
3.2 Tras la crisis de los partidos dinásticos se incorporan al sistema monárquico,
3.3 Su programa incluía la reforma constitucional: de la soberanía compartida a la
soberanía nacional.
3.4 Partido de una minoría intelectual.

Los partidos de izquierda también pasaron por dificultades. El republicanismo siguió


sumido en disputas internas, a menudo puramente personalistas, y en una marcada
trayectoria descendente.

1. El Partido Radical de Lerroux en decadencia


El blasquismo y el lerrouxismo entraron también en una profunda crisis de identidad. Pese al
auge de Lerroux tras la Semana Trágica de Barcelona, un asunto de corrupción en el
ayuntamiento de la ciudad obligó al Partido Radical a abandonar la Conjunción en diciembre de
1910 y a partir de ahí se inició su declive. En 1915 perdieron definitivamente el control del

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 229


ayuntamiento de Barcelona a favor de la Lliga. Fuera de Cataluña tuvo cierta resonancia sólo en
zonas muy puntuales.

2. El Partido Reformista de Melquíades Álvarez


La facción “gubernamental” de la Conjunción lanzó en abril de 1912 un nuevo partido
republicano: el Partido Reformista liderado por Melquíades Álvarez. La base de su programa
era de carácter pragmático y antirrevolucionario. Su objetivo era una república de orden,
defensora de la propiedad. Consiguieron su apoyo básicamente en las clases medias y en los
círculos intelectuales.
Tras la crisis de los partidos dinásticos intentaron aprovechar la situación para protagonizar
una renovación democrática del sistema y se declararon dispuestos a incorporarse al sistema
monárquico para reformarlo desde dentro. En este punto, su distintivo principal de programa
era la reforma constitucional que permitiese pasar a una verdadera soberanía nacional. Se
presentaron así como una verdadera alternativa de gobierno. De todas formas, su elitismo y
renuncia de la integración de las masas en el proyecto los aproximaba a los liberales.

3. Crisis en la Conjunción. Ruptura del Partido Socialista


Con estas divisiones la Conjunción se vio gravemente debilitada y la unidad del republicanismo
se evidenció inviable. En los siguientes años se produjo un duro debate en el seno del Partido
Socialista entre “conjuncionistas” y “anticonjuncionistas”. Estos últimos, entre los que estaba
Largo Caballero, opinaban que con un republicanismo tan disperso y debilitado era mejor
aliarse con ellos sólo puntualmente. La Conjunción se mantuvo hasta 1919, cuando el ala
izquierda del partido logró su disolución, pero dejó de ser un instrumento útil como frente
común de las izquierdas.

La creciente complejidad del sistema. Nuevas fuerzas políticas


1. El maurismo.
2. Grupos confesionales católicos agrupados en Ligas Católicas. Los católicos militantes muy
divididos:
2.1 Católicos alfonsinos,
2.2 Tradicionalistas (carlistas e integristas)
2.3 La Asociación Católica de Propagandistas formada en 1909. Militantes católicos en
defensa de los intereses de la Iglesia. Aceptan el régimen monárquico constitucional. En 1911
fundan el diario El Debate.
3. Otras fuerzas políticas que vienen a complicar el panorama político:
3.1 Los regionalistas y nacionalistas

En los momentos previos a la Primera Guerra Mundial el sistema de la Restauración se resentía del gran
número de fuerzas políticas existentes. La vida política se complejizó progresivamente y el Parlamento fue
cada vez más agitado y se fueron dando más enfrentamientos y alianzas entre grupos y facciones que
pudieron bloquear las iniciativas del gobierno.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 230


1. El maurismo
Maura se había retirado de la vida política y fueron sus seguidores los que organizaron el
maurismo y lo presentaron como una nueva derecha regeneracionista. Pese a ello,
mayoritariamente mantuvieron los mismos métodos caciquiles y la misma mentalidad. Aún así,
también estaban las Juventudes Mauristas, que ejercieron activamente la propaganda política e
incluso el enfrentamiento físico. Destacó entre estos Antonio Goicoechea, futuro ideólogo del
sector más radical, y fue cuna de futuros dirigentes de la derecha autoritaria con la contribución
del diario La Acción. Maura no se identificó con este maurismo callejero.
Al maurismo se le asoció frecuentemente el catolicismo que había dado lugar a grupos llamados
Ligas Católicas en diferentes localidades. Católicos y mauristas, que se autoidentificaban como
nuevas derechas. Utilizaron métodos de los partidos de izquierdas, como mítines, despliegue
propagandístico y activismo movilizador.

2. Grupos confesionales católicos agrupados en Ligas Católicas


Las Ligas Católicas concurrieron a las elecciones en grupos confesionales en defensa de la
religión. Pero el catolicismo militante estuvo muy dividido en España. Por un lado estaban los
católicos alfonsinos, que se hallaban integrados en el sistema como ala derecha del Partido
Conservador. También estaban los católicos tradicionalistas (que agrupaban a carlistas e
integristas), que no aceptaban la monarquía constitucional y rechazaban el liberalismo y, en
concreto, el artículo 11 de la Constitución (que permitía la práctica privada de otros cultos).
Había por tanto gran diferencia entre tradicionalistas y alfonsinos en cuanto a la no aceptación o
aceptación del sistema liberal. El tradicionalismo tenía cierta fuerza sólo en Navarra, País Vasco
y Cataluña, pero era ya un movimiento casi marginal y se siguió debilitando debido a la
estabilidad del sistema canovista, al paso de muchos católicos vascos y catalanes a opciones
nacionalistas y a la escisión en 1888 de los integristas. El carlismo adoptó en 1909 el nombre de
jaimismo al morir Carlos VII y ser sustituido por Jaime III.
Hubo otra militancia católica que defendió los intereses de la Iglesia desde posiciones más
modernas y aceptando el régimen monárquico constitucional. Su principal exponente fue la
Asociación Católica de Propagandistas, fundada en 1909 y el diario El Debate (que fundaron en
1911).
En cualquier caso, ni mauristas, ni católicos, ni carlistas cuajaron como opciones políticas de
importancia.

3. Otras fuerzas políticas: regionalistas y nacionalistas

A partir de la segunda década del siglo XX cobran importancia las fuerzas regionalistas y nacionalistas.
El catalanismo fue en especial influyente en la vida política española debido a la riqueza, extensión y
densidad demográfica de Cataluña. La Lliga Regionalista se fundó en 1901 e hizo confluir tendencias
procedentes de la Renaixença cultural, del fuerismo conservador y del empresariado industrial. Su
aspiración era la regeneración política de España a través de un papel hegemónico de Cataluña necesario
para la modernización del Estado. Estuvo presidida por Enric Prat de la Riba y liderada por Francesc
Cambó. Pese a que sí calo hondo en las clases conservadoras urbanas y en las clases rurales, no tuvo

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 231


aceptación entre las clases trabajadoras, que la consideraban un partido burgués, clerical y reaccionario.
En cualquier caso, desde 1901 no volvió a ser elegido en Barcelona ningún diputado dinástico y desde
1905 ningún concejal.
En Cataluña se apreciaba un comportamiento político diferente del resto y, junto a los procesos
de urbanización e industrialización, situó a la zona en la línea de otras regiones avanzadas de
Europa occidental. El propio sistema de partidos que había conformado (con la Lliga y el
republicanismo lerrouxista) le hacían ser un caso aparte. En esta situación, el incidente con el
semanario satírico catalanista Cu-Cut! constituyó un caso claro de intromisión del ejército en la
vida civil y además fue el detonante de la extensión del catalanismo a toda Cataluña. La
conformación de Solidaritat Catalana (1906) constituyó una movilización cívica que pronto tuvo
resultado electoral con su aplastante victoria en las elecciones generales de 1907 en las que
obtuvo 41 de los 44 escaños catalanes. La llegada de Cambó al Congreso de los Diputados causó
una gran sensación y a la vez desconfianza. Desde entonces, el número de diputados no
dinásticos será ya siempre superior al de los dinásticos.
Solidaritat Catalana fue un movimiento heterogéneo por definición y se deshizo tras la Semana
Trágica, en la que la Lliga demostró su filiación derechista, clerical y de orden. Esta imagen le
deparó un importante revés electoral en 1910 y a partir de ahí se centraron en el objetivo de
constituir la Mancomunitat de Cataluña como primer paso en sus aspiraciones autonomistas.
Aprovecharon las divisiones internas en los partidos dinásticos, aunque la Ley de
Mancomunidades no salió aprobada hasta el decreto de Dato. La Mancomunitat se consituyó en
abril de 1914 y la presidió Prat de la Riba, que desarrolló una política marcadamente
nacionalista.
El nacionalismo vasco tuvo menor peso en España, pero, como el catalanismo, pretendía
oponerse al sistema caciquil vigente. Ideológicamente era profundamente tradicionalista y muy
vinculado al carlismo, de donde le llegarían muchos adeptos. Sabino Arana fue el fundador del
PNV a finales del siglo XIX y su ideario se basaba en que Euzkadi, por raza, lengua, costumbres
y religión era diferente de España y debía independizarse de ella. Su discurso fue
ultranacionalista, ultrarreligioso, ruralista, etnicista y xenófobo y caló rápidamente en aquellas
zonas afectadas por el acelerado proceso de industrialización y urbanización, sobre todo en
Vizcaya. Pese a que en los últimos años de la Restauración tuvo pocos seguidores, lo radical de
sus tesis le dio repercusión. Tras la muerte de Arana (1903) se produjo una lucha en el seno del
PNV entre la línea radical y la moderada, con victoria de esta última, lo que propició su
extensión, sobre todo a Guipúzcoa. Fue en el período 1917-1919 cuando se consolidó como
fuerza con peso electoral, aunque durante el reinado de Alfonso XIII no consiguió ser la
mayoritaria en el País Vasco.
Los otros movimientos regionalistas fueron menos influyentes, aunque en 1897 apareció la Liga
Galega y en 1914 el andalucismo que animó Blas Infante.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 232


Crisis del parlamentarismo y el impacto de la Primera Guerra mundial
1. La capacidad para bloquear las iniciativas gubernamentales dificultó el funcionamiento
del sistema
2. La Primera Guerra Mundial marca una divisoria en el régimen de la Restauración
2.1 Los años bélicos y la posguerra, un período de rápidos cambios sociales.
3. El gobierno Dato (1913-1915) declaró a España neutral.
3.1 Polémica entre aliadófilos y germanófilos
3.2 Beneficios de la neutralidad
3.3 La mayoría de la población vio descender su nivel de vida.
3.4 Encarecimiento de los precios, que subieron a mayor ritmo que los salarios.
4. Gobierno Romanones (diciembre 1915-abril 1917). Distintas facciones liberales.
4.1 Problema de escasez y aumento de precios de las subsistencias.
4.2 El proyecto de ley “sobre los beneficios extraordinarios de la guerra”.
4.3 Propuesta de reformas en el ejército
4.4 Cae el gobierno acosado por tensiones sociales y políticas.
5. Gobierno García Prieto (abril 1917-junio 1917).
5.1 Las relaciones entre los grupos liberales se deterioran. Alba y la Izquierda Liberal
5.2 La “cuestión social”. Actividad huelguística
6. La crisis de 1917, desafío al sistema en tres frentes
6.1 Las Juntas de Defensa
6.2 La Asamblea de Parlamentarios
6.3 La huelga general de agosto
7. Las Juntas y la Lliga, los claros vencedores de 1917

1. La capacidad para bloquear las iniciativas gubernamentales dificultó el funcionamiento


del sistema

La Primera Guerra Mundial marca una línea divisoria en la historia del régimen de la
Restauración. Pese a la neutralidad de España, su impacto fue enorme. Ya antes de la guerra el
sistema canovista se mostraba desajustado, aunque en general siguió funcionando. Durante y
tras la guerra se produjeron grandes cambios sociales que evidenciaron la crisis del sistema y
las rupturas definitivas entre las élites gobernantes.
Tras la desaparición del panorama político de Maura y Canalejas la descomposición de los dos
grandes partidos prosiguió y grupos y facciones actuaban autónomamente en el Parlamento. Se
obstruía de esta manera la tarea de gobierno y los proyectos remitidos a las Cortes eran
obstaculizados sistemáticamente. Los gobiernos procuraron por ello eludir al Parlamento.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 233


2. La Primera Guerra Mundial marca una divisoria en el régimen de la Restauración

Dato declaró a España neutral al estallar la guerra. Su condición mediterránea y sus intereses
norteafricanos la ponían por fuerza en contacto con Francia y Gran Bretaña. Si el Estado español
fue neutral, la sociedad española vivió fuertes tensiones. Los alineamientos ideológicos fueron
fundamentales en la adopción de una postura sobre la guerra, aunque muy a menudo se
ocultaran bajo la pretensión de servir intereses nacionales objetivos. Para la derecha social y
política, Alemania representaba el orden y la autoridad. La prensa conservadora, la mayor parte
del Ejército y del Episcopado fueron germanófilos. Para la izquierda, en cambio, Francia e
Inglaterra estaban de lado del derecho, la libertad, la razón y el progreso. Incluso a los
movimientos obreros llegó el debate. Los socialistas eran partidarios de un neutralismo
matizado por la aliadófila; los anarquistas tenían posturas antibelicistas.

3. El gobierno Dato (1913-1915) declaró a España neutral

La 1ª etapa de la guerra transcurrió durante el Gobierno de Dato que duró hasta diciembre de
1915. En este tiempo se creó el Ministerio de Trabajo y una vez estallada la guerra se concentró
principalmente en el mantenimiento de la neutralidad española. En diciembre de 1913 se
produjo la aprobación de la Ley de Mancomunidades. Dato no tenía el apoyo total de los
conservadores y sus intentos por atraerse el maurismo fracasaron y lo mismo ocurrió con De la
Cierva. La crisis gubernamental se produjo por la concordancia de todas las oposiciones en la
demanda de un programa legislativo de medidas económicas.

Beneficios de la neutralidad
El hundimiento de navíos fue uno de los aspectos más negativos de la guerra mundial para
España que tampoco logró una mejora territorial en Marruecos, Gibraltar o Portugal. Pero la
neutralidad resultó positiva para España, en especial porque facilitó un importante desarrollo
económico, evitó unas tensiones políticas y sociales tan graves como las que padecieron Italia y
Portugal y realzaron la posición exterior de España en Europa. Esta etapa tuvo una entidad y
una trascendencia fundamental en el desarrollo del capitalismo español. Desde el punto de
vista económico supuso un eficaz sistema de protección para la producción española y un
sistema de primas a la exportación de un país cuya balanza comercial era siempre negativa.
Pero no en todas las ramas de la producción se dio la misma situación. Algunos productos
tradicionales de la exportación española sufrieron las circunstancias bélicas de Europa. Pero
estos casos fueron excepcionales en una coyuntura enormemente satisfactoria. Hubo una
expansión espectacular de la industria, sobre todo en Cataluña, País Vasco y Asturias, lo que
redundó en beneficios para la élite financiera y empresarial. Esto sería pasajero en algunos
casos, como sucedió en las minas asturianas y en las navieras. Así, cuando acabó la guerra, se
plantea una grave crisis. Esta, favoreció la intervención estatal demandada e incluso exigida
desde los distintos sectores de la producción. La ley de protección de industrias nuevas y de
fomento de las existentes, de marzo de 1917, proporcionó exenciones tributarias y primas a la
exportación; más tarde, disposiciones más sectoriales supusieron la ordenación y
nacionalización de las industrias relacionadas con la defensa nacional.
De todas formas, la mayoría de la población vio descender enormemente su nivel de vida

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 234


debido a la subida vertiginosa de los precios, que crecieron mucho más que los salarios.
Aunque no se redujo la producción de alimentos, la guerra mundial provocó en España un
súbito encarecimiento de los productos de 1ª necesidad. Los salarios crecieron también en parte
por la presión sindical y en parte por la propia bonanza económica, pero variaban mucho según
las profesiones.

4. Gobierno de Romanones (diciembre de 1915-abril de 1917)

En el gobierno de Romanones estaban representadas las diferentes facciones liberales. Su


principal tarea fue la de intentar paliar el problema de la escasez y el aumento de los precios de
las subsistencias. Se buscó recaudar fondos mediante una reforma fiscal y Santiago Alba
procuró hacerlo desde el Ministerio de Hacienda intentando imponer un gravamen especial a
quienes se estaban enriqueciendo con la coyuntura bélica.
El contenido de las reformas económicas que propuso era un programa articulado de medidas
que iban desde la reforma fiscal a la promoción del desarrollo industrial dedicados a programas
de contenido regeneracionista como los riegos, las comunicaciones o la instrucción pública. Una
pieza imprescindible del mismo estaba constituida por un impuesto a los beneficios
extraordinarios obtenidos en el período de la guerra. El proyecto no se hizo realidad por la
oposición total de los sectores conservadores del país, incluidos los catalanistas de Cambó.
Chocaron con la frontal oposición del sector empresarial y potenciaron los sentimientos
nacionalistas periféricos. Cambó se erigió en portavoz del capitalismo industrial y financiero. Se
le unió el PNV (Comunión Nacionalista Vasca desde 1915), donde predominaba la rama
pragmática y burguesa del partido. Se recurrió tanto a las campañas de prensa, como a los actos
públicos como a la obstrucción parlamentaria. Alba tampoco obtuvo mayores apoyos de otros
diputados y senadores. El gobierno acabó cayendo por las múltiples tensiones sociales y
políticas que causaba la guerra.

5. Gobierno de García Prieto (abril 1917-junio 1917)

Las relaciones entre los grupos liberales se deterioran durante 1917 y el Partido Liberal se
disuelve definitivamente. Alba formó su propio partido: Izquierda Liberal. Se situaban a la
izquierda del liberalismo y cercana al Partido Reformista. Durante el gobierno de García Prieto
se plantea la “cuestión social” ya que la inflación llevó a la protesta obrera, que llevó al país a
un clima de extrema tensión y una actividad huelguística intensa. La UGT había crecido
enormemente y desde 1916 había adoptado una línea unitaria de actuación con la CNT.

Las nuevas perspectivas de los movimientos obreros contribuyen a explicar el aumento de la


agitación social que tuvo inmediata trascendencia en el terreno político. El incremento de los
precios era paralelo a la agitación social puesto que, si la subida fue moderada hasta 1916, a
partir de esa fecha empezó a acelerarse y aumentó la distancia con respecto a los salarios. En
julio de 1916 se celebró una reunión conjunta CNT-UGT en Zaragoza y en diciembre de ese año
se decretó una huelga. En marzo de 1917 CNT y UGT redactaron un manifiesto conjunto en que
amenazaban con una huelga general caso de no resolverse el problema de las subsistencias.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 235


6. La crisis de 1917. Desafío al sistema en tres frentes

Aunque este problema era grave, lo era aún más el de la situación militar. En 1914 el Ejército
español necesitaba una reforma urgente. Existía un exceso de oficiales que consumía gran parte
del presupuesto militar, lo que impedía invertir en modernizar el Ejército y en formarlo. Los
ministros de la Guerra sucesivos trataron de promover reformas que permitieran sostenerlo,
pero de este intento derivará una protesta organizada en la guarnición de Barcelona. La Junta
de Defensa barcelonesa protestaba contra el favoritismo y contra la deficiente situación
económica de los oficiales. El comienzo de la protesta juntera se produjo en otoño de 1916 pero
alcanzó su cénit en el verano siguiente. El gobierno de García Prieto encarceló a los junteros,
pero estos fueron sustituidos por una Junta suplente. El objetivo de las Juntas no era político.
Sólo buscaban ver satisfechas sus exigencias profesionales. Pero su ejemplo fue seguido por
otros cuerpos de la administración del Estado.
En junio de 1917 los militares junteros habían demostrado que no cedían ante el Gobierno
Central para disolverlos y parecía que esto podría llevar a un derrocamiento del régimen. Para
resolver la situación, Alfonso XIII recurrió al procedimiento de un cambio del partido en el
poder. Eduardo Dato ascendió al poder con un partido conservador y pareció aceptar el
reglamento de las Juntas de Defensa aunque con el probable propósito de ir sometiéndolas poco
a poco.
La Asamblea de Parlamentarios
Como el gobierno había suspendido las garantías constitucionales y no quería reunir a las
Cortes, Cambó organizó una Asamblea de Parlamentarios en Barcelona para inducir al poder a
que aceptara reformas. Principalmente se buscaba limitar las prerrogativas regias, democratizar
el Senado y descentralizar el Estado. Cambó confiaba en inducir a las izquierdas a la
moderación, pero necesitaba también a los partidos dinásticos, que no asistieron. A la Asamblea
sólo asistieron 71 de los 760 parlamentarios que representaban a una parte limitada de la
política nacional: el reformismo, el republicanismo, los socialistas y los diputados catalanes.
Dato se limitó a disolver la reunión con una simbólica detención de los participantes en ella.
En Valencia hubo un conflicto social entre los ferroviarios y la totalidad del sindicato socialista
se lanzó a una huelga en la que fue acompañado por la CNT. Así sucedieron los sucesos
revolucionarios de los días 10 a 13 de Agosto, cuyo protagonismo principal fue socialista. La
huelga de agosto dio lugar a graves incidentes sobre todo en Asturias.

7. Las Juntas y la Lliga, los claros vencedores de 1917

A partir de estos incidentes Cambó se decidió a abandonar finalmente sus compromisos


reformistas, a distanciarse de las fuerzas de izquierda y a decantarse por la seguridad de un
proyecto conservador. Dato, debido a su intransigencia, había puesto en peligro al régimen y su
actuación durante la crisis acabó provocando que el rey llamase a la convocatoria de un nuevo
gobierno en noviembre de 1917. Este estuvo presidido por García Prieto e integrado por
demócratas, romanonistas, mauristas, ciervistas y catalanistas y tenía un carácter derechista.
Como concesiones a las Juntas se nombró ministro de la guerra a De la Cierva y a la Lliga se le
ofrecieron 2 carteras. Así pues, tanto las Juntas como la Lliga fueron los vencedores de la crisis
de 1917.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 236


Creciente debilidad e inestabilidad gubernamental
1. Gobiernos de concentración
1.1. Demasiado heterogéneos para resultar duraderos y renovar el sistema político.
2. Intentos de reconstruir el turno
2.1 La “cuestión social”, el primer problema
2.2 Continúa el problema de las Juntas

El 8 de marzo de 1921 un anarquista disparó contra Eduardo Dato.

1. Primeros Gobiernos de concentración (1917-1919)


El gobierno de García Prieto inauguró la etapa de los gobiernos de concentración monárquica.
Fueron gobiernos de coalición apoyados en ocasiones por la Lliga. Estos gobiernos apoyaron los
proyectos de Maura de descentralización de la administración y de protección de la industria.
Una de las principales novedades se dio en el sistema electoral, ya que no hubo listas pactadas
previamente ni presiones por parte de los gobernadores civiles en las elecciones de 1918. Como
resultado se obtuvo una gran fragmentación de las Cortes con muy buenos resultados de
socialistas, catalanistas y nacionalistas vascos. La heterogeneidad de las Cortes provocó la crisis
sólo un mes después de las elecciones.
Alfonso XIII le ofreció el gobierno a Maura para que constituyese un Gobierno Nacional. Se
reunieron los más importantes políticos monárquicos del momento, pero las desavenencias
entre ellos, sobre todo en política internacional, acabaron con el gobierno a los ocho meses.
Algunos logros de este gobierno fueron la nueva Ley de funcionarios, que facilitó la
profesionalización de la administración, y el reglamento de la cámara, que acortó los debates y
creó las comisiones legislativas.

2. Intentos de reconstruir el turno


Ante la probada inestabilidad de los gobiernos de concentración, el rey optó por intentar
reconstruir el turno. Se agruparon las facciones en conservadores (datistas, mauristas y
ciervistas) y liberales (demócratas, romanonistas y albistas), pero algunas de estas facciones ni
siquiera mantenían contactos entre sí.
Dado que el último gobierno de partido había sido conservador, en noviembre de 1918 el
gobierno fue liberal y presidido por García Prieto. Duró apenas un mes, finiquitado tras la
disputa con los parlamentarios catalanes de diversos partidos que reclamaron un gobierno
regional autónomo para Cataluña. Las tesis de autodeterminación proclamadas por el
presidente americano Wilson al acabar la guerra alentaron aún más las reivindicaciones de los
catalanistas. La petición de autonomía dividió tanto al gobierno como al país.
Sustituyó al de García Prieto un gobierno compuesto únicamente de romanonistas, con
Romanones como presidente. Pero este gobierno carecía de apoyo parlamentario suficiente y,
pese a que eran más proclives a permitir la autonomía catalana, no contaban con apoyo

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 237


suficiente en las Cortes para llevar el proyecto adelante. Intentaron hacerlo a través de una
comisión extraparlamentaria, pero su tarea se vio interrumpida por la huelga general de
Barcelona. Desde este momento, el problema social eclipsó al movimiento autonomista catalán,
que no reaparecería hasta 1931.
La “huelga de la Canadiense”, llamada así por ser este el nombre de la compañía que
suministraba energía eléctrica a Barcelona, fue la más importante de la historia sindical
española. Duró 44 días y tuvo gran alcance. El gobierno intentó dialogar, pero la patronal y el
ejército se mostraron intransigentes. Finalmente el gobierno se sometió a las peticiones de estos
últimos e impuso el estado de guerra. Los regionalistas de la Lliga dieron su apoyo al Estado en
la represión armada del movimiento obrero. Esta represión tuvo su reacción en los sectores más
extremistas de la CNT, que utilizaron el terrorismo.
Romanones dimitió y tocó el turno conservador, con gobierno formado por Maura en abril de
1919. Se convocaron elecciones en una situación de suspensión de las garantías constitucionales.
Desde gobernación se utilizaron todos los procedimientos posibles de presión sobre el
electorado. Pero esto no fue suficiente y el gobierno, por primera vez durante la Restauración,
perdió las elecciones. Siguió una campaña de hostigamiento al gobierno que acabó con la
dimisión de Maura.
Se nombró a Sánchez de Toca y se formó un gobierno con ministros conservadores
exclusivamente que sólo duró unos meses debido al clima de extrema frustración y de
enfrentamiento. En las calles de Barcelona se inició una lucha de pistoleros entre sindicalistas y
las patronales. Pero el problema que acabó definitivamente con el gobierno de Sánchez Toca fue
el de las Juntas Militares.
En diciembre de 1919 se formó un gobierno de coalición de mauristas presidido por Allende-
Salazar. Su gobierno siguió políticas relativamente contradictorias en lo que era problema
principal del momento: el terrorismo anarquista en Barcelona. En cualquier caso, consiguió la
aprobación de un nuevo presupuesto, algo que no había sido posible en los últimos cinco años.
Eduardo Dato presidió el nuevo gobierno, que fue el más duradero del período (mayo 1920-
marzo de 1921) y que se volcó en una política de acción social, aunque con un enfoque caritativo
y paternalista. Se alternaron los intentos negociadores con la represión. Esta tuvo su momento
álgido en noviembre de 1920, con la política de terrorismo policial impuesta en Barcelona por
Martínez Anido (aplicación de la “ley de fugas”). Dato acabó siendo asesinado por un
anarquista el 8 de marzo de 1921.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 238


Expansión y radicalización del movimiento obrero
1. Aumento de afiliados
2. Las posturas se extreman: Influencia de la revolución rusa y recesión económica
3. La CNT se aleja de los socialistas. Asume el liderazgo de la lucha obrera.
4. “Trienio bolchevique” entre1919 y 1921.
1. Aumento de afiliados

Como en toda Europa, los años de la posguerra fueron también en España de grave crisis que
provocó cierres de fábricas y pérdidas de muchos puestos de trabajo. Esto llevó a situaciones de
agitación social que tuvieron como resultado, igual que en otras partes, un aumento de la
influencia de los sindicatos. La constitución definitiva de un importante sindicalismo de
procedencia y significado anarquista alcanzó la plenitud de su desarrollo adquiriendo gran
superioridad respecto del resto del sindicalismo.
El PSOE siguió una estrategia de reformismo gradualista que dio sus frutos en las elecciones de
1918. Siguieron las alianzas con los demás partidos de izquierda con el objetivo de abolir la
monarquía e implantar en España una república y una estructura política democrática. Así el
PSOE empezó a tener una presencia en el Parlamento que otros partidos socialistas europeos ya
hacía tiempo que habían alcanzado.

2. Las posturas se extreman: Influencia de la revolución rusa y recesión económica

Pero la masa de movimiento obrero español llevaba otro camino. El éxito de la Revolución Rusa
aumentó las expectativas de una revolución y las posturas proletarias se radicalizaron, y aún
más con la recesión económica que siguió a la Primera Guerra Mundial. La UGT, que había
tenido un aumento espectacular de afiliados durante esta segunda década del siglo, sufrió una
paulatina radicalización de sus bases. La CNT había considerado la huelga de 1917 como un
fracaso y se alejó aún más de los socialistas, apostando aún más por una vía antipolítica, de
lucha exclusivamente sindicalista y de acción directa mediante la huelga general.

3. La CNT se aleja de los socialistas. Asume el liderazgo de la lucha obrera

Gran importancia tuvo el Congreso de Sants, celebrado por la CNT e el verano de 1918. El
Congreso se decantó por la acción directa, fórmula que según su patrocinador Ángel Pestaña,
no era el empleo de la violencia, sino que las relaciones entre patronos y obreros se llevarían sin
intermediarios. Otro aspecto importante del Congreso era el repudio de la acción política.
Significó este Congreso también un evidente progreso de organización (cuota de afiliación, la
conversión de Solidaridad Obrera en órgano de expresión de la CNT y, sobre todo, la aparición
de una nueva dirección del sindicalismo de esta significación). Parecía haber orientado a la CNT
a una fórmula que bien hubiera podido acabar en el sindicalismo, pero no fue así porque el
anarquismo tenía y mantuvo una fuerza superior que hizo que el sindicalismo no sólo no
perdiera su componente revolucionario, sino que se convirtiera en un anarcosindicalismo. Se
incrementó enormemente la afiliación a la CNT sobre todo en Cataluña, en un contexto de
agitación social creciente. En Barcelona su auge tuvo lugar con la huelga de La Canadiense en
marzo de 1919. Duró 44 días y supuso la paralización del 70% de la industria local finalmente
los sindicatos consiguieron una victoria pacífica y prácticamente total en sus reivindicaciones.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 239


En 1919 la CNT puso en marcha una nueva estructura organizativa en un sentido unificador y
centralizador. Salvador Seguí fue nombrado secretario general del Comité Nacional. El
crecimiento de la afiliación fue espectacular, sobre todo en Cataluña, siendo el número de
afiliados el triple que los de UGT.

4. “Trienio bolchevique” entre1919 y 1921

La fuerza del anarquismo dio lugar a 3 años de agitación social y laboral continuada en el
campo y en las ciudades de Andalucía entre 1919 y 1921 (trienio bolchevique). Se produjo una
rebelión campesina y no fueron sólo las noticias rusas las que conmovieron a esos campesinos,
sino sus propias condiciones de trabajo. Durante algunos meses el triunfo de los huelguistas fue
repetido y total. Luego comenzaron a producirse huelgas poco justificadas y la consecuencia
inevitable fue que la rebelión perdió fuerza.
La lucha sindical degeneró en puro terrorismo en Barcelona. No había una policía capaz de
enfrentarse con el desorden público. Defectuosa en su profesionalidad y fácil para la
corrupción, cuando no a la utilización de procedimientos semejantes a los del terrorismo
tampoco la Administración Judicial estuvo en condiciones de ser un instrumento eficaz ni
imparcial contra él. Alrededor de 1917 hubo también bandas armadas patronales. A partir de
1920 y hasta el final de la Restauración se pasó a una etapa de desmovilización.
Las primeras amenazas revolucionarias hicieron que se creara el Somatén, una especie de
milicia cívica, armada con fusiles, que llegó a tener 65.000 afiliados en Cataluña y que
representaba el orden social. Era burguesa y conservadora pero situada bajo el control de la
autoridad militar, no tuvo parecido alguno con las bandas fascistas.
La CNT decidió no pactar con la UGT en 1920 con un criterio defensivo al negarse la 2ª central
sindical a ir a la huelga cuando se produjo el asesinato de Layret, en noviembre de ese año.
También fue preciso rectificar la actitud de identificación con la Internacional Comunista. Nin y
Maurin fueron los principales dirigentes de la CNT durante el año 1921 y los que la
mantuvieron vinculada al comunismo. En 1922 cambió la situación con la salida de los
dirigentes sindicales de las cárceles. En junio de 1922 el Congreso de Zaragoza no sólo supuso la
ruptura con el comunismo, sino también la adopción de una línea que volvía a ser más
sindicalista que anarquista y que patrocinó Salvador Seguí (“el noi del sucre”). A comienzos de
1923 el propio Seguí fue asesinado. A la altura de Septiembre de ese año, sus sindicatos tenían
ya poca fuerza.
El sindicalismo católico no tuvo en España arraigo en general, sino sólo en algunas zonas
determinadas. Su enfoque no llegó a las masas obreras al ser paternalista y estar aliado
habitualmente con la patronal y el Estado. No fueron organizaciones independientes, sino que
estaban financiadas por poderosos capitalistas que defendían sus intereses.
Tras la guerra también existió un importante sector que se afilió a sindicatos de derechas o
Sindicatos Libres. Estos fueron fundados por trabajadores carlistas en Barcelona y estuvieron
bajo el control y dirección de obreros. Se aliaron en ocasiones con los empresarios contra el
enemigo común: la CNT. Nacieron como oposición a esta y no tardaron en convertirse en el
segundo sindicato más grande de España. Con el tiempo englobó a obreros que no tenían nada
que ver con el carlismo. Entre 1920 y 1922 gozaron de una gran protección oficial a la vez que se
seguía desde el gobierno una política de represión de la CNT.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 240


El problema de Marruecos

1. Gobierno de Allende-Salazar (marzo-agosto 1921).


1.1 Problemas y actuación en el protectorado de Marruecos.
1.2 Tensiones entre militares peninsulares y africanistas
1.3 El general Dámaso Berenguer, alto comisario en Marruecos, partidario de avances
paulatinos.
1.4 El general Fernández Silvestre, comandante general de Melilla, penetra en el Rif.
-Rebelión de las cabilas al mando de Abd-el-Krim.
-Desastre de Annual, julio 1921
2. Gobierno Nacional presidido por Maura (agosto 1921, marzo 1922).
2.1 el general Berenguer con el apoyo de Millán Astray restablece la situación en Marruecos.
3. Gobierno Sánchez Guerra (marzo 1922, septiembre 1922).
3.1 Informe Picasso, sobre las responsabilidades de la derrota en Marruecos.
3.2 Debate en el Parlamento: “impunistas” y “responsabilistas”.
3.3 El máximo tribunal militar procesa a un grupo de militares, incluido el general
Berenguer.
3.4 El ejército en abierta hostilidad con el sistema.
3.5. Las clases medias rechazo al reclutamiento de soldados de cuota para Marruecos.

Después de 1898 la acción colonial española quedó reducida al continente africano. Desde 1898
el eje de la política exterior de España estuvo centrado en su presencia a uno y otro lado del
Estrecho de Gibraltar. Había potencias que tenían interés en Marruecos, con las que España
debía tratar. Gran Bretaña estaba sólidamente establecida en Gibraltar y se dedicaba a proteger
sus intereses comerciales e interesada en que a ambos lados del Estrecho hubiera un poder
débil, sobre todo en Tánger. Por eso siempre prefirió a España antes que a Francia, que fue
quien obtuvo los mejores territorios en Marruecos. Como España no tenía peso propio en la
política internacional, muy a menudo se vio obligada a aceptar los acuerdos impuestos por
Francia, una vez que ésta hubo pactado con el resto de las grandes potencias.
Marruecos a comienzos de siglo estaba en plena descomposición política, dividido en 2 zonas:
una, Blad el Maizen, territorio controlado por las autoridades dependientes del Sultán, y Blad el
Siba, comarcas que llevaban una vida autónoma e independiente. Esta situación explica que
Francia y España mantuvieran desde 1902 contactos diplomáticos para delimitar las respectivas
áreas de influencia en el N. de África. El acuerdo de octubre de 1904 fue en la práctica, impuesto
por los franceses y fue aceptado por los gobernantes españoles, que se quedaron con un
territorio básicamente pobre y montañoso habitado por tribus tradicionalmente indómitas. Le
correspondió a España el Rif y la Yebala y tanto uno como otro estaban poblados por beréberes,
como la tribu de Abd el Krim, que estaban formadas por clanes en cuya forma de vida la
violencia y la guerra jugaban un papel decisivo. El logro de un botín frente a un adversario
europeo, normalmente descuidado, formaba parte de su modo de vida habitual. Francia
aprovechó cualquier ocasión para traducir en los hechos su protectorado sobre Marruecos y la
acción española sólo seguía a la francesa o aparecía motivada por incidentes. El tratado
hispano-francés de 1912 estableció el protectorado de ambas potencias sobre Marruecos,
confirmando la supremacía francesa.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 241


1. El gobierno de Allende-Salazar (marzo-agosto de 1921)

Durante la guerra se interrumpieron las operaciones en Marruecos y se mantuvo la tranquilidad


en la zona a base de pactos con los jefes indígenas. Tras la guerra y visto el interés francés en la
zona española, se iniciaron de nuevo operaciones en la zona. Se hicieron avances espectaculares,
pero se produjo un enfrentamiento entre junteros y africanistas. Los militares destinados en
África mostraron su resentimiento por la falta de incentivos al haber impuesto los junteros el
ascenso por antigüedad.
El general Dámaso Berenguer, destinado en el sector occidental, era partidario de una
ocupación efectiva del territorio combinando la acción militar con la política para ganarse a la
población nativa. En el sector oriental se encontraba el comandante general de Melilla Manuel
Fernández Silvestre, que tenía otro punto de vista y se lanzó a un ataque poco organizado hacia
el Rif. La conquista fue fácil y Silvestre aseguró además estar cerca de llegar a Alhucemas, que
desde hacía tiempo era considerada como posición clave para el control del Norte de
Marruecos. Pero las posiciones eran indefendibles en caso de ataque.
Este ataque se produjo en julio de 1921 y hubo cientos de muertos entre los españoles. A
continuación se produjo una rebelión generalizada de las cabilas rifeñas bajo las órdenes de
Abd-el-Krim. El 17 de julio de 1921 fueron atacados los puestos españoles de Annual e
Igueriben y no quedó más remedio que una precipitada fuga. Las tropas abandonaron sus
puestos y se dirigieron a Melilla. Sólo algunos resistieron, impidiendo así la caída de la ciudad,
aunque también influyó el hecho de que los rifeños se dedicaran al botín y a la recolección. La
retirada fue caótica y se puso de relieve la ineficacia y desorganización del ejército español. En
el desastre de Annual murió el propio Silvestre. Desde este momento la cuestión de Marruecos
se convirtió en tema clave de la vida política española y acabo siendo una de las causas de la
destrucción del régimen parlamentario.

Características generales del conflicto de Marruecos


La unión del modo de vida nativo y la orografía explica el tipo de guerra que fue la de
Marruecos, diferente de la que conocían los europeos de la época. Característica de la guerra del
Rif era la periódica y brusca alteración del ánimo de los indígenas que pasaban de la
insurrección a la sumisión, con gran facilidad, a causa generalmente de los santones o morabitas
que predicaban periódicamente la guerra santa contra los españoles. Generalmente estaban mal
armados. El gagueo (especie de hostigamiento permanente de un adversario rifeño bien oculto
que disparaba desde posiciones inaccesibles), era la forma de combate de los rifeños y los
españoles estaban condenados a mantener posiciones defensivas en fortines.
El caso español fue el de una potencia de 2º orden que se sentía obligada a una presencia en el
N. de África por razones de prestigio internacional, pero que no obtenía de ella una rentabilidad
económica significativa. El presupuesto español que se había equilibrado después de las
reformas fiscales de fin de siglo, volvió al déficit a partir de 1909. Se puede decir que los
intereses económicos de grupos capitalistas explican la penetración española. En la 1ª década
del siglo había 3 compañías mineras en el Rif, en las que hubo intereses de conocidos políticos.
Los políticos españoles se sintieron obligados a permanecer en el Norte de África por motivos
de prestigio exterior. La guerra marroquí no respondió a ningún proyecto del gobierno ni del

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 242


Parlamento, ni de las masas populares. Los disidentes de los partidos utilizaban la cuestión
marroquí para atacar a los que estaban en el poder por la impopularidad del hecho (Sánchez de
Toca contra Maura, éste con Dato). Entre los republicanos y los intelectuales predominó la
actitud de resignada aceptación ante la obligada presencia en Marruecos. De su impopularidad
da noticia el número de desertores, pues las condiciones de vida en el Ejército africano eran tan
penosas que más bajas producía la enfermedad que el enemigo.
La clase política apelaba habitualmente a que los militares evitaran los enfrentamientos con los
indígenas pero cuando éstos tenían lugar, los mandos acababan extralimitándose en sus
ofensivas. La única solución viable era el abandono que Primo de Rivera propuso a los
dirigentes políticos y militares de la época.

2. Gobierno Nacional presidido por Maura (agosto 1921-marzo 1922)

Tras el desastre de Marruecos aparece un Gobierno de Concentración Nacional presidido por


Maura. La verdadera significación del Gabinete estaba representada por 3 figuras: Maura,
Cambó como ministro de Hacienda y De La Cierva como ministro de la Guerra. Sirvió para
resolver las urgencias más inmediatas causadas por los problemas de Marruecos a pesar de que
había diferencias de matiz importantes entre sus principales componentes. Maura era partidario
de limitar el alcance de las operaciones en la zona y otros pensaban que la única política posible
era la total ocupación.
A principios de 1922 las Juntas de Defensa que parecían haber patrocinado De la Cierva, se
enfrentaron con él. Algunos liberales presentes en el Gobierno querían abandonarlos ante el
planteamiento de la cuestión de responsabilidad. El general Berenguer fue finalmente eximido
de culpa y siguió al frente de las operaciones, recuperando el territorio perdido.
El Gobierno acabó abandonando el poder por una cuestión como la divergencia del momento
de restablecer las garantías constitucionales en Barcelona.

3. Gobierno de Sánchez Guerra (marzo 1922-septiembre 1922)

Su sucesor fue un gobierno presidido por José Sánchez Guerra, heredero de Dato en la Jefe del
partido conservador y opuesto a Maura desde 1913. Destituyó a Martínez Anido del puesto de
Gobernador Civil de Barcelona y planteó ante las Cortes la cuestión de las responsabilidades
ante el desastre. Esto fue lo que produjo el colapso de su Gabinete, pues los sucesos de Annual
tuvieron lugar con un Gobierno conservador y esto afectaba a algunos dirigentes importantes
de su propio partido. Se produjeron enfrentamientos en el gobierno y además fue aumentando
en los militares la hostilidad contra el sistema. Los civiles se mostraron más contrarios que
nunca al reclutamiento de soldados de cuota.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 243


Último gobierno constitucional de concentración liberal, presidido por García Prieto
1. El gobierno de concentración liberal presenta un programa reformista
2. Obstáculos y dificultades para llevarlo a la práctica
3. Conspiración militar: Golpe de estado de Primo de Rivera, 13 septiembre de 1923

1. El gobierno de concentración liberal presenta un programa reformista

A finales de 1922 llegó al poder un gobierno liberal de concentración. Los liberales, desde que
acabó la I Guerra Mundial habían estado divididos (igual que los conservadores), pero llegaron
en este momento a un entendimiento que contó incluso con la participación de los reformistas
de Melquíades Álvarez. El gran animador de la concentración fue Santiago Alba y el gabinete
fue presidido por García Prieto.
Las elecciones en las que la Concentración logró la mayoría parlamentaria no se distinguieron
en nada de las anteriores y se recurrió al amaño. La Concentración no dio la sensación de querer
promover una efectiva regeneración electoral de orientación democrática.
El gobierno presentó el programa de reformas (seguir una política civil en Marruecos, mayor
libertad religiosa, democratización del Senado, obligación de apertura de las Cortes, limitación
en el poder del gobierno de suspender las garantías constitucionales, etc.), pero no contó con el
entorno necesario para llevarlas a cabo. El gobierno no estuvo unido ni dio sensación de
reforma, ni pareció capaz de alejar los peligros que amenazaban al régimen parlamentario. Las
crisis parciales internas habían sido numerosas y ofrecieron un espectáculo incoherente, incluso
una semana antes de la sublevación militar.

2. Obstáculos y dificultades para llevarlo a la práctica

Algunos problemas habían mejorado (mejora de la economía, bajada de intensidad terrorista y


de conflictividad social, etc.). Aún así, la conflictividad social seguía existiendo y las huelgas
provocaban graves problemas. Además, en Cataluña ya surgía un nacionalismo de corte
independentista y se formaban grupos de reacción a ello, como la Unión Monárquica Nacional,
grupo nacionalista español de Barcelona. Pero fue sobre todo el compromiso de depurar
responsabilidades por lo sucedido en Annual y otras actuaciones relacionadas con Marruecos
(colocación de un jefe civil en el protectorado y pago de rescate a los sublevados
principalmente) las que acabaron de poner al ejército en contra del sistema.
En Agosto Alba accedió al programa militar en Marruecos. Esto provocó dimisiones en el
gobierno, ya que el gasto que significaría esta decisión ponía en peligro el resto del programa de
reformas, que se debía basar en el ahorro conseguido con una política civilista.
Las relaciones Iglesia-Estado también fueron uno de los grandes problemas del gobierno de
García Prieto. Los reformistas querían cambiar el artículo 11, que prohibía actos y
manifestaciones de otras religiones no católicas. El rechazo eclesiástico y las movilizaciones en
contra de este cambio hicieron que el gobierno no se atreviese a llevarlo a cabo, con lo que el
ministro reformista dimitió.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 244


3. Conspiración militar: Golpe de estado de Primo de Rivera, 13 septiembre de 1923

Desde 1923 se rumoreaba la situación de golpe de Estado y eran distintas personas las que
abogaban en su favor: El Debate pedía la Dictadura con preferencia por el Conde de
Romanones, mientras que un candidato era también el general Weyler. El general Aguilera casi
preparó la conspiración con sentido izquierdista, con el apoyo de los intelectuales como
Unamuno. El rey pudo tener la tentación de una solución autoritaria temporal pero no era un
monarca dictatorial y durante el verano de 1923 pensó en una especie de Gobierno militar del
Ejército, para luego poder volver a la situación constitucional.
Hay que destacar la situación peculiar de Barcelona. El movimiento catalanista se había
radicalizado sobre todo la juventud con la aparición de Acció Catalana. Más grave era la
situación del orden público: un desorden que no se acababa, con varios atentados y una huelga
de transporte en la ciudad, siendo lo más grave la falta de reacción del Gobierno. La Lliga, trató
de buscar una fórmula que representara un Estado con pretensión de serlo. Primo de Rivera fue
hábil al no mostrarse opuesto al catalanismo.
El Gobierno demostraba con las elecciones que no pretendía modificar el comportamiento del
poder público en un régimen de liberalismo oligárquico, y que sus objetivos de reforma en el
terreno constitucional o en las relaciones Iglesia-Estado eran revocados inmediatamente
después de ser enunciados. En las últimas semanas del Gobierno liberal se veía una gran
división del gabinete sobre uno de los problemas más agudos que tenía España, el de
Marruecos. Cada persona de la clase dirigente liberal parecía sólo interesada por obtener los
mejores resultados para sí misma. Cuando se produjo el golpe, sólo 2 ó 3 ministros trataron de
resistirse.
La conspiración se preparó en Madrid en junio de 1923 cuando el general Primo de Rivera fue
llamado por el Gobierno y estableció contacto con un grupo de generales de los que la figura
más representativa era Cavalcanti. El propio Ejército estaba muy dividido, hasta el punto de
que sólo el repudio a la clase política de la Restauración permitió su unidad. El golpe no sería
militarista, en el sentido que el Ejército ocupara el poder de forma definitiva, sino que sería
entregado a elecciones civiles a políticos.
Primo de Rivera presentó su programa en un manifiesto un poco vacuo en cuanto a soluciones
concretas, pero que concordaba con el espíritu regeneracionista del momento. La razón
principal de la victoria del golpe del 13 de septiembre fue que no sólo en el Ejército, sino en la
sociedad española, ya que nadie estaba dispuesto a luchar por el gobierno. El rey, además, no
estaba tampoco muy de acuerdo con la Concentración Liberal y consideraba, como muchos
políticos, inevitable un régimen autoritario militar; pero él no estimuló ni ayudó al golpe. Los
conspiradores nunca contaron con su apoyo una vez que llegó a Madrid, no hizo más que
reconocer al vencedor.
Alfonso XIII mantuvo una apariencia de legalidad, haciendo que Primo de Rivera, que llegaba
de Barcelona dispuesto a formar un Directorio militar bajo su presidencia, aceptara jurar como
ministro único, guardando apariencias de constitucionalidad. En la prensa de los días
posteriores al golpe se percibe la sensación de popularidad de Primo. Sólo la republicana
mostró reticencias, aunque parciales; los socialistas tuvieron gran cuidado en aparecer como
expectantes sin apoyar a la clase política desplazada. Sólo Unamuno, Pérez de Ayala y Azaña,
entre los intelectuales estuvieron en contra del Dictador, pero el último reconoció que su llegada

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 245


había sido bien recibida porque el país estaba presidido por la impotencia y la imbecilidad. En
estas condiciones, cabe pensar que si Alfonso XIII se hubiese opuesto al golpe, hubiera
peligrado su trono.

Historia Contemporánea de España I 1808-1923 246

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