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EL PACIFISMO DE FELIPE III

La conocida como Pax hispánica fue el resultado de una política de pactos encaminada a evitar
conflictos con Inglaterra Francia y Holanda por diversos motivos.
El reinado de Felipe II se había visto salpicado por multitud de conflictos, derivados fundamentalmente
del plan estratégico que el monarca se había trazado encaminado a la defensa a ultranza del catolicismo en
Europa así como del monopolio de los territorios americanos. Motivos económicos y religiosos le habían
enfrentado con la Inglaterra de Isabel I, mientras que la situación se mantenía muy tensa en el norte de Europa
merced a la rebelión política, económica y religiosa de los Países Bajos.
Tanto Inglaterra como Holanda se empeñaron en hostigar a Felipe II con sus constantes ataques,
siendo las rutas comerciales del Atlántico y el Pacífico las más duramente afectadas.

Además, a finales del siglo XVI se granjeó un nuevo enemigo cuando a la muerte de Enrique III, y para
evitar la subida al trono francés del protestante Enrique de Navarra, participó en la guerra civil francesa
ofreciendo su apoyo a la Liga Católica.
Poco antes de morir, Felipe II tuvo oportunidad de firmar la paz con Francia (Tratado de Vervins, 1598)
cuyo rey, Enrique IV se había convertido ya al catolicismo y cede la soberanía de los Países bajos a su hija Isabel
Clara Eugenia, casada (1599) con el Archiduque Alberto, gobernador general de los Países Bajos desde 1596
Teniendo en cuenta que en 1596 Francia, Inglaterra y los rebeldes holandeses habían firmado el
tratado de Greenwich con la promesa de ayuda militar mutua y con la condición expresa de no firmar una paz
por separado con España, la firma de la paz entre Felipe II y Francia, suponía el debilitamiento de aquella
alianza.
La década de 1590 había sido de depresión económica en Castilla. El mal clima afectó a las cosechas.
También a Aragón, Nápoles y Sicilia. Esto hizo que el Imperio español dependiese cada vez más de los caros
cereales del Báltico, importados a través de Amsterdam. Los impuestos (millones) seguían aumentando con
las consiguientes penurias. Luego vinieron las plagas (grande la de 1599-1600) provocaron el fin del
crecimiento de población del siglo XVI iniciándose un siglo de decadencia demográfica
Felipe III, su hijo y sucesor se dispuso a encarar tan complicada política internacional con el
asesoramiento del Consejo de Estado, pero pronto un personaje, el duque de Lerma, que había adquirido
relevancia dentro de la casa del príncipe se iba a convertir en su valido y lo que es más importante, en el
principal artífice de su política, tanto interna como internacional.
Felipe III se veía como su padre, apagando fuegos. Lanzó ataques fallidos a Irlanda y a Argel e intervino
contra Francia a favor del duque de Saboya, que controlaba una posición que protegía el centro estratégico
de España en Europa, Milán.
El fallecimiento de la reina Isabel I de Inglaterra (24 de marzo de 1603) y el ascenso al trono de Jacobo
I abrió importantes incógnitas sobre las futuras relaciones entre ese país y España, seguirían rey inglés
apoyando la causa holandesa o sería factible su acercamiento a España.
Numerosas voces se alzaron en Inglaterra ante el temor de una deriva pacífica por parte del nuevo
soberano al considerar a los Países Bajos como una plataforma ideal para poder culminar una invasión contra
Inglaterra como ya se intentara el pasado. Además los hipotéticos deseos de paz por parte de España podían
suponer la perfecta maniobra para recomponer sus fuerzas y recursos para continuar la guerra en el futuro.
Sabiendo de las intenciones pacíficas de Jacobo respecto a España, Felipe III se apresuró a enviar a un
representante a Londres para felicitar al nuevo monarca y participar en los deseos de amistad de España, el
elegido fue Juan de Tasis, con una importante carrera en el ejército y con conocimientos en asuntos
diplomáticos que le señalaban como un correo fiable y discreto. Objetivos prioritarios de su labor diplomática
seria la posible conversión de Jacobo a la fe católica, la utilización de estratagemas que llevarán al
debilitamiento de las relaciones entre Inglaterra y Francia y el alejamiento por parte de Inglaterra de los
asuntos continentales. Se iniciaron así los preparativos que paulatinamente iban a llevar a la consecución de
la Pax hispánica.
En el caso de Inglaterra eran muchas las voces que se alzaban en contra de la paz, tanto por parte
española como por parte inglesa, sin contar las presiones que llegaban de los Países Bajos ante el temor de
que la firma de una paz con Inglaterra supusiera una suspensión de la ayuda que habían recibido siempre de
los ingleses, sin embargo Jacobo I no sentía ninguna simpatía por los holandeses ni por su causa y desconfiaba
seriamente del creciente poderío holandés. También los franceses se manifestaron a favor del mantenimiento
de los conflictos entre España e Inglaterra, lo cual resultaba muy beneficioso para sus intereses. Tasis, procuró
el acercamiento al mayor número de miembros de la corte inglesa, participando en fiestas y todo tipo de
actividades, además de ofrecer prebendas y sobornos en aras de conseguir la paz apoyándose en una
indudable libertad para las negociaciones que le otorgaba el propio Felipe.
La libertad de conciencia para los católicos y la exclusión de los ingleses de las Indias se convirtieron
en principales caballos de batalla dentro de la negociación.
Por fin en el verano de 1604 se firma el Tratado de Londres por el que se conseguía la paz con
Inglaterra. Básicamente Inglaterra conseguía permiso para poder comerciar libremente con las posesiones
españolas en Europa, mientras que España lograba que Inglaterra interrumpiera la ayuda militar y
económica directa a los holandeses. Inglaterra triunfaba en cuanto a los temas comerciales y España lo hacia
los estratégicos. Felipe III se deshacía de uno de sus rivales al tiempo que ello le proporcionaba la oportunidad
de ir tras otros objetivos, el principal los rebeldes holandeses.
En el conflicto con los holandeses los españoles seguía sin aceptar las enormes diferencias ideológicas
que les separaban, mientras que el nivel de vida de aquellos estaba en una clara ascensión por lo que cada vez
se hacía más impensable la recuperación de las provincias rebeldes.
En 1606 España, de nuevo en bancarrota. El ejército de Flandes se amotina otra vez. Al rey y al duque
de Lerma les parecía que sólo firmando la paz con los holandeses impediría el derrumbe económico. El
agotamiento de todo tipo, moral y económico sería sin duda la palabra que mejor podría definir estos años
de lucha hasta la firma de la tregua de los doce años. Poco a poco se inició el camino de las negociaciones
patrocinado, sobre todo, por el archiduque Alberto. Las ansias de paz eran compartidas por las dos partes,
como también los deseos de lograr las mayores ventajas del acuerdo.
Varios temas aparecían como prioritarios, sin duda el libre ejercicio de la religión católica era el más
importante, en cuanto al comercio, de gran interés para los holandeses, se les ofreció la posibilidad de
comerciar con la península en igualdad de condiciones con ingleses y franceses, pero con la condición de
renunciar al comercio marítimo con las Indias. También, el archiduque solicitaba la equiparación de los
sistemas monetarios de ambos países como un medio de facilitar el comercio. No parecían peticiones
demasiado ambiciosas si eran a cambio de la soberanía para los holandeses, sin embargo los holandeses
consideraban que la independencia ya la tenían, por lo que optaban a la obtención de otras ventajas.
Respecto a la libertad de culto en las Provincias Unidas, incluso se recabó a nivel diplomático la
colaboración de Francia a cambio de alianzas matrimoniales que no haría sino comprometer intereses
dinásticos de los Austrias. Sin embargo el archiduque Alberto, escribió a Lerma manifestando su escepticismo
sobre la aceptación de la libertad religiosa por parte holandesa.
En1608 Felipe III se mostraba intransigente con las condiciones de la firma de una tregua. Aparte del
tema religioso, no estaba dispuesto a conceder licencia de comercio en las Indias a los holandeses ni un solo
día en contra de algunos que se mostraban partidarios de un permiso a los holandeses por espacio de pocos
años. En la corte se aludió al peligro que esto podría entrañar al facultar a los rebeldes para asentarse en
dicho comercio dificultando su expulsión del mismo al finalizar la tregua. Estas actitudes no impidieron el
mantenimiento del alto el fuego a lo largo de ese año habida cuenta además de que la hacienda real se hallaba
exhausta, las negociaciones con los Estados Generales se mantuvieron por parte del archiduque Alberto, el
cual no contaba siempre con el beneplácito de la corte que veía en ocasiones extralimitaciones en su forma
de negociar.
Sin duda, la falta de recursos para continuar la guerra pesó de forma importante y decisiva a la hora
de acordar la tregua definitiva que garantizara el alto el fuego por una larga temporada. Respecto al
comercio con las Indias la redacción un tanto ambigua ya que no se mencionaba explícitamente aunque se
negaba el comercio con los territorios del rey situados fuera de Europa, aunque sí podría hacerlo con otros
príncipes fuera de los límites europeos.
Finalmente el 9 de abril de 1609, los delegados de España, Flandes y las Provincias Unidas, además de
los mediadores de Inglaterra y Francia, firmaron la Tregua de los doce años con los mismos derechos
comerciales otorgados a los ingleses en el tratado de 1604.
Felipe III no aceptó la tregua hasta más tarde, a pesar de que Flandes había costado a la hacienda
española casi 37 millones y medio de ducados entre 1598 y 1609.
Sin duda, la tregua de los doce años fue una victoria personal de Lerma y el archiduque Alberto,
mientras que la burguesía holandesa había logrado imponerse frente al partido militar encabezado por
Mauricio de Nassau más proclive a la continuidad de las hostilidades.
La cuestión de la soberanía de los Países Bajos quedaban aún pendiente, la tregua trajo consigo tanto
la descomposición del gobierno de las Provincias Unidas como el alejamiento de los holandeses de sus aliados
tradicionales.
Lo peor es que no incluía medidas para contener las actividades holandesas en las Antillas, y tampoco
exigía el levantamiento del bloqueo a Amberes abriendo el estuario del Escalda al comercio español. Aunque
España necesitaba la paz, esta tregua fue apreciada como vergonzosa y muy peligrosa. No sólo era perjudicial
para los intereses vitales del Imperio, sino que debilitaba la reputación de España y crearía un efecto dominó
fatal para el poder de los Habsburgo. Más incluso, apenas ahorró dinero, el ejército de Flandes necesitaba de
4 millones de florines incluso en tiempo de paz, y los años entre 1609 y 1618 apenas fueron pacíficos, sobre
todo en Italia

El asesinato de Enrique IV en 1610 dejó Francia en una posición débil, hasta el punto que la reina viuda,
María de Médicis, solicitó la ayuda de España para hacer frente a los protestantes y a una nobleza bastante
levantisca. En medio de estas relaciones con Francia y de la paz establecida con Inglaterra y las Provincias
Unidas, emergió una España hegemónica, al menos hasta 1618, configurándose lo que se ha dado en llamar
Pax hispánica.
Lerma intentó vender la falta de conflictividad en el norte de Europa como el comienzo de esa Pax
hispánica minuciosamente preparada por él en connivencia con el monarca.
Sin duda, el pacifismo de Felipe y de su valido Lerma estuvo en buena medida motivado por la pésima
situación hacendística y la imposibilidad de imponer nuevos e impopulares impuestos. Además, Lerma
estaba mucho más interesado por el atesoramiento de poder y riquezas que por la política exterior, pero
además, el monarca no había podido contar con el apoyo de la aristocracia apelando a su tradicional función
militar dentro de la sociedad. Este hecho tuvo una importante repercusión ya que durante su reinado el
ejército español de Flandes no contó con líderes de talla que suscitaran un respeto generalizado.
Sin embargo, Felipe III acogió la tregua como un paréntesis en la lucha que pensaba reemprender y
ganar transcurrida la misma, porque desde luego no pensaba renunciar en ningún momento a los ideales
que seguían sustentando la política exterior española, es decir, la propagación y defensa a ultranza del
catolicismo.
La tregua tuvo consecuencias desfavorables para la religión católica y para la economía, ello llevó a
pensar a muchos en el fracaso de la tregua por lo que finalizada ésta, monarca y ministros, consideraron la
oportunidad de continuar una política dirigida fundamentalmente a custodiar la religión católica por encima
de cualquier otra consideración, incluida la razón de estado.
Por otra parte, tampoco hubo intentos desde el gobierno para aprovechar el periodo de paz en función
de mejoras que incidieron en la vida de los súbditos y la mejor marcha del Estado, antes al contrario, Lerma
se decantó por rodearse de adeptos hasta el punto de tejer toda una red de clientelismo que redundó en su
propio beneficio alcanzando escandalosas cotas de poder y riqueza.

* El tratado de Vervins, firmado el 2 de mayo de 1598 por Felipe II de España y Enrique IV de Francia, puso fin
a la guerra surgida a consecuencia de la disputa por la sucesión al trono francés tras la muerte de Enrique III.

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