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En este caso, la mujer, tras someterse a varias pruebas clínicas, había sido diagnosticada de
un problema de baja reserva ovárica. Ante este padecimiento reproductivo le fue
aconsejado
someterse a una ovodonación, entendiéndose esta práctica como el cauce más apropiado
para lograr un embarazo. De este procedimiento reproductivo se obtuvieron once
embriones, los cuales fueron crioconservados en cuatro pajuelas. Afortunadamente,
una única transferencia embrionaria fue suficiente para lograr el buscado embarazo y, tras
el consiguiente parto, dio a luz a una niña.
En ese momento, la pareja decidió optar por la crioconservación de
los embriones sobrantes sopesando la idea de que, igual en un futuro,
podrían desear repetir la experiencia y ser padres de nuevo. Lo cierto es que,
transcurridos diez años, y descartada ya la idea de tener más descendencia,
decidieron cesar la crioconservación y, en consecuencia, resolver el contrato
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que a tal efecto les unía con la “Clínica Procrearte” . A su vez, además de
expresar su sobrevenida falta de voluntad procreacional, manifestaron que su
deseo no abarcaba la idea de donar los embriones, ni con fines reproductivos,
ni con fines de investigación.
La ausencia actual de una normativa pautada que permita dar luz verde
a la intención manifestada por los “propietarios” en relación con el descarte
de sus embriones sobrantes, provocó que la propia clínica de reproducción les
informara de la necesidad de solicitar la correspondiente autorización judicial
que permitiera llevar a cabo su deseo. En consecuencia, concretamente
en el mes de agosto, después de suscitarse algún conflicto respecto a la
competencia judicial, el Juzgado núm. 5 de La Plata asumió el asunto y, tras
los trámites judiciales pertinentes, en fecha 13 de septiembre de 2019, los
autos quedaron analizados para dictar sentencia.
De esta forma, el Juez Cerdá, titular del Juzgado señalado, emitió
finalmente el correspondiente fallo resolviendo haber lugar a la solicitada
autorización, permitiendo, por tanto, que s e procediera al ces e de la
criconservación y, en definitiva, a la destrucción de los embriones. No hay
duda de que para poder alcanzar dicha decisión fue necesario adentrarse con
carácter previo en algunas cuestiones clave, presentes en esta complicada
materia. La primera de ellas consistió en resolver si los embriones en estado
de crioconservación poseen vida propia y si, por tanto, gozan de derechos
susceptibles de protección jurídica.
Hay que tener cuenta que el contrato que suscribieron con la clínica les imponía la
obligación de abonar el coste anual de la crioconservación.
LAURA FERNÁNDEZ ECHEGARAY
200 Rev Der Gen H Núm. 52/2020
Para dar respuesta a este interrogante resultó indiscutible resolver previamente otra
de las dudas generadas: ¿cuándo comienza la vida humana?
Una vez explicados los antecedentes de hecho y los puntos de contro-
versia del presente asunto, vamos a analizar los argumentos y fundamentos
jurídicos en los que se apoyó el Juez ponente para, finalmente, decantarse por
otorgar la autorización solicitada por los demandantes y, en consecuencia,
conceder el descarte de los embriones.
1.1. Sobre el comienzo de la vida humana y su aplicación al embrión
crioconservado
a) ¿Cuándo comienza la vida humana para el ordenamiento jurídico
argentino?
Como era de esperar, la fundamentación jurídica en la que principalmente
debía basarse la decisión pasaba inevitablemente por tratar esta cuestión. No
hay duda de que nos encontramos ante una materia de indiscutible dificultad
técnica. Resulta evidente que marcar el momento determinado que dilucide
cuándo se produce exactamente el comienzo de la vida humana se ha con-
vertido en uno de los interrogantes por excelencia. Así, durante décadas, esta
cuestión ha traído de cabeza a estudiosos de campos científicos de diversa
índole. El debate lleva implícito una evidente complejidad, hasta el punto
de que creemos que obtener una respuesta unánime puede resultar incluso
utópico. Por el momento, parece ser que no se vislumbran miras cercanas de
conseguirlo. Cuestiones de orden ético, moral, científico, jurídico o religioso
se encuentran presentes y, en definitiva, provocan que nos encontremos ante
una verdadera “incógnita”, difícil de despejar.
Somos conscientes de que este fallo judicial puede resultar de innegable
interés desde el momento en que arroja una importante decisión que, sin
duda, afectará a supuestos similares venideros en un futuro. Como veremos,
resuelve con contundencia que dentro del ordenamiento jurídico argentino el
momento exacto en el que puede entenderse que tiene comienzo la vida hu-
mana no puede concretarse con carácter único para todo tipo de supuestos.
De esta forma, concluye que la vida humana va a tener su inicio en base a dos
momentos diferentes, dependiendo del supuesto ante el que nos encontre-
mos. Por una parte, se situará en el momento general de la “concepción”,
para los casos de embarazos naturales derivados de una relación sexual y, en
cambio, no pudiendo aplicarse esto para supuestos de fecundación in vitro
extrauterina, el comienzo de la vida se situará con la “implantación” en el
útero materno del embrión ya fecundado artificialmente.
Teniendo en cuenta lo anterior, no cabe duda de que el conflicto ético,
moral y jurídico que deriva de este planteamiento genera una inevitable
discusión doctrinal. Ante ello, vamos a exponer la fundamentación jurídica
utilizada en la sentencia de referencia para lograr alcanzar esa reflexión.
Tal y como se menciona, la Convención sobre los Derechos del Niño, en
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su artículo 6, establece que todo niño tiene derecho intrínseco a la vida . A su
vez, hay que tener en cuenta que, en su artículo 1, este Instrumento parte del
concepto de niño entendiéndolo como todo ser humano menor de dieciocho
años. Además de ello, hay que indicar que, en Argentina, citada Convención,
fue aprobada con ocasión de la Ley núm. 23.849, la cual, concretamente,
en su artículo 2, señala literalmente que “(…) se entiende por niño todo ser
humano desde el momento de la concepción y hasta los dieciocho años de
edad”. Como vemos, aquí ya se refleja que el momento de la “concepción”
coincide con el inicio de la vida humana.
Además de lo anterior, hay que indicar que, tal y como se recoge en la
sentencia, aplicando el ordenamiento interno de la República Argentina,
concretamente el artículo 19 del Código Civil y Comercial de la Nación
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(CCCN), se llega a la misma conclusión. Atendiendo a su redacción literal ,
comprobamos que surge la necesidad de someterlo a una interpretación
sistemática con la intención de que pueda aplicarse a los supuestos de
nacimientos logrados a través de reproducción artifi cial. Además de esto,
hay que poner de manifiesto que el término “concepción” no cuenta con
una definición legalmente establecida en el sistema jurídico argentino. Así,
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Junto a este Instrumento internacional, en la sentencia se explica que, en aras de
aplicación de los artículos 1 y 2 del CCCN, que dotan de fl exibilidad al ordenamiento jurídico
interno y le permiten la conexión entre las distintas fuentes con el objeto de poder alcanzar
soluciones que respeten, como mínimo, lo establecido en la Constitución Nacional y los
Tratados Internacionales de Derechos Humanos, estos últimos son incorporados al Texto
constitucional a partir de la reforma realizada en 1994 en la que se atendió al llamado
“bloque de convencionalidad”, por el que se recepta de manera expresa el derecho a la
vida. Entre los Instrumentos que se mencionan en la sentencia se encuentran, la Declaración
Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, la Declaración Universal de Derechos
Humanos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos, el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos y la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de
Genocidio. Todos ellos, en sus respectivos articulados, reconocen expresamente el derecho
a la vida.
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El artículo 19 del CCCN, dice literalmente: “La existencia de la persona humana
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comienza con la concepción”. auxiliándonos del contenido previsto en el artículo 20
CCCN, podemos obtener que la concepción se entiende como el lapso que transcurre entre
elmínimo y máximo periodo fi jado para la duración de un embarazo. Es decir, como
vemos, aquí se está interrelacionando directamente el concepto de “concepción” con
el de “embarazo”. Esta refl exión a la que llega el Juez
ponente en la sentencia parte de un planteamiento utilitarista que concluye
en que, teniendo en cuenta lo anterior, para el caso de que no haya existido
una concepción natural y, en definitiva, el embrión haya sido logrado extra-
uterinamente de forma artificial, no podremos entender la noción de “vida”
hasta que el embrión fecundado in vitro no haya sido implantado en un
útero materno. Resulta evidente que sin referida implantación el embarazo
resulta absolutamente inviable. En consecuencia, si la concepción equivale
al comienzo de la vida humana y ésta, a su vez, se conexiona íntimamente
con la idea de embarazo, se llega a la conclusión de que los embriones
crioconservados no pueden significar vida hasta que no sean implantados
en el útero. En base a ello, a priori, puede desprenderse la reflexión de que
el descarte o destrucción de los embriones vitrificados no conlleva aparejado,
desde una visión estrictamente jurídica, la aniquilación de vida alguna.
Al objeto de reforzar la anterior argumentación jurídica, la sentencia
señala que el contenido del artículo 21 CCCN indica expresamente que los
derechos y obligaciones del ”concebido” o “implantado” quedan irrevoca-
blemente adquiridos si nace con vida. Lo anterior arroja la interpretación de
que, si el CCCN utiliza indistintamente los términos “concepción” e “implan-
tación” de forma distinta, debe entenderse que el legislador argentino ya
ordenó claramente un criterio dispar de aplicación ante supuestos diferentes.
De esta forma, efectivamente puede concluirse que, en base a todo lo
anterior, la vida humana comienza en momentos diferentes, dependiendo
de si la concepción ha sido lograda de forma natural o, si por el contrario ha
sido alcanzada de forma artificial a través del uso de técnicas reproductivas
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asistidas de “alta complejidad .