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Teoría de los Medios y de la Cultura

Universidad de Buenos Aires

Facultad de Filosofía y Letras

Carrera de Edición

-Examen Final-

“La Marcha de la Gorra: en defensa de la cultura propia y en contra de la


violencia estatal”

Malena Miranda – DNI 39517464

Segundo cuatrimestre, 2017


Introducción

La Marcha de la Gorra surge en la provincia de Córdoba en el año 2007, en respuesta a


un aumento desmedido de la violencia y persecución policial en esa provincia hacia la juventud,
las disidencias sexuales, los trabajadores y trabajadoras de la economía popular, los y las
migrantes y todo aquel que saliera a las calles para manifestarse y luchar por sus derechos. Se
manifiestan marchando todos los años en varios puntos del país.

En el momento en que surge este movimiento, entre sus primeras medidas se incluía la
derogación del Código de Faltas, una ley sancionada en 1994 en la provincia de Córdoba. Entre
uno de sus aspectos centrales, el Código permite a la Policía a detener a quien está cometiendo
una falta. Los artículos más cuestionados en cuanto a su constitucionalidad se refieren a la
obligación a identificarse, el escándalo en la vía pública, la resistencia a la autoridad y la figura
del “merodeo”, la cual se desarrollará más adelante. Dicho Código fue luego sustituido por el
Código de Convivencia, aprobado en diciembre del 2015 y puesto en vigencia desde abril del
2016. Este Código de Convivencia intenta reformular el antiguo Código de Faltas, sin embargo,
esta nueva norma deja expuesta nuevamente la problemática figura del merodeo y la actitud
sospechosa.

En este trabajo se aplicaran algunos de los conceptos expuestos por Williams, Krotz, Hoggart,
Althusser y Foucault en el análisis de la violencia y persecución que ejerce la policía a la
población de las villas o barrios carenciados, en particular a su juventud en Argentina.

Marco Teórico

El 18 de noviembre de 2011, en lo que fue la 5ta manifestación de La Marcha de la Gorra en las


calles céntricas de Córdoba, se marchó bajo el lema “Nos detienen por la cultura”, denunciando
cómo el Código de Faltas es una herramienta legal de la policía que permite la criminalización
de conductas y actividades propias de sectores más vulnerables, las cuales consideran propias de
su cultura, como el hecho usar determinada vestimenta, en especial gorras con viseras, y realizar
murgas.

Podemos pensar esta cultura en base a la definición amplia de cultura que expone Williams, en
la que se la considera como proceso social que lleva a generar “estilos de vida” distintos y
específicos de un pueblo en particular o de algún grupo social, donde se incluyen no solo las
ideas sino también las prácticas y las relaciones entre los hombres, y pensarla como una cultura
que no pertenece a la hegemónica y, por ende, es marginalizada, criminalizada y considerada
como “inferior”.

Como explica Williams, la hegemonía se mantiene mediante un acuerdo (consenso) entre las
clases hegemónicas y las clases subalternas. La hegemonía incluye el concepto de ideología
(conjunto de ideas y valores de la clase dominante, quienes tienen la capacidad de imponerlos al
conjunto de la sociedad). Es la ideología de la clase dominante, la que se proyecta mediante el
consenso a toda la sociedad. Los límites y las presiones de lo que puede ser considerado en
última instancia un sistema cultural, político y económico, dan la impresión, a la clase
subordinada, de ser las presiones y límites de la simple experiencia y del sentido común. En el
sentido más firme, es una “cultura”, pero una cultura que debe ser considerada asimismo como
la vívida dominación y subordinación de clases particulares. La hegemonía se relaciona también
con las distribuciones específicas de poder, donde hay clases dominantes y subordinadas, donde
son las clases dominantes quienes imponen la cultura hegemónica, no con violencia sino por

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consenso. Es por consenso que uno asume la ideología de la clase hegemónica, que muchas
veces no tiene que ver con las prácticas y las condiciones materiales reales en las que uno
habita. Es esta clase baja la que termina por “aceptar” esta ideología de la clase dominante,
aunque no forme parte de ella. La hegemonía es un proceso activo y no se da en forma pasiva.
Es constantemente resistida, desafiada y modificada por presiones que no son propias. Toda
hegemonía, aunque se presente como dominante, jamás lo es de un modo exclusivo y total. La
oposición y lucha es necesaria. Así surge La Marcha de la Gorra, como un movimiento que
comienza a cuestionar esta hegemonía que los margina y buscan desafiarla.

Como Gramsci y Hoggart señalan, no todo lo que realiza la hegemonía es dominar y no todo lo
subalterno resiste. Hay una idea de circularidad y de interacción recíproca. Lo popular
(subalterno) conlleva elementos de lo hegemónico y lo hegemónico conlleva a su vez,
elementos de lo popular. Es aquí donde retomaremos la murga como elemento cultural de los
barrios marginados, a donde el Estado manda policías con el propósito de reprimirlas. Sin
embargo, es el Estado el que, a la vez, se apropia de las murgas y organiza las propias,
haciéndolas parte de su cultura hegemónica.

Retomando a Williams, es gracias a las instituciones que el poder hegemónico logra construir el
consenso con el cual la hegemonía dominante se relaciona con la sociedad, ya que reproducen e
intentan imponer las ideas, los valores y las concepciones de la cultura hegemónica a la
sociedad. Es con la institución de los medios de comunicación con la que La Marcha de la
Gorra polemiza específicamente. Son los sistemas de comunicaciones los que materializan las
noticias y la opinión seleccionadas y también una amplia gama de percepciones y actitudes
seleccionadas. Es desde los medios de comunicación hegemónicos, servidores al discurso oficial
de los gobiernos, que se criminaliza a esta otra cultura perteneciente a la clase baja y se muestra
a movimientos como La Marcha de la Gorra como una invasión, un “caos de tránsito”,
invisibilizando sus reclamos. Esta monopolización y concentración mediática habilita un
discurso social que refuerza y muchas veces sirve de base para implementar las políticas
represivas. Se puede ver un paralelismo con la interpretación propuesta por los teóricos de la
Escuela de Frankfurt ante el ascenso del nazismo, cuando los lideres fascistas aprovecharon la
ira y la ansiedad reprimidas de las masas y movilizaron esos sentimientos irracionales,
agitándolos por medio de ataques frenéticos sobre grupos excluidos y transformándolos en un
nuevo mecanismo para dominar a los mismos individuos, relacionando esta situación con la
manera en la que el Estado, a través de los medios de comunicación, aprovechan la ira de la
sociedad hacia la inseguridad y la movilizan en contra de los barrios más pobres,
criminalizándolos y asociándolos con la delincuencia. Se muestra en los medios de
comunicación cómo la policía actúa arbitrariamente sobre quienes pertenecen a estos barrios,
estigmatizándolos y haciendo creer a la sociedad que están luchando contra la delincuencia.

Como se mencionó previamente, es la cultura de los habitantes de barrios pobres y marginados,


la que es considerada por el poder hegemónico como “inferior”, lo que sirve para ejemplificar
una de las ideas falsas sobre “la cultura” que expone Krotz: la falsa idea de que hay una
jerarquía natural entre culturas (y entre subculturas), donde explica que cuando hay
multiplicidad de culturas, surge el impulso de comparar y agrupar. Una forma frecuente de
agrupar fenómenos sociales y culturales aplica criterios jerarquizados. De acuerdo con tales
criterios se afirma que una cultura es en algún sentido “más” que las demás. La cultura
calificada de “inferior” se encuentra casi siempre al borde de la descalificación completa como
cultura. Es necesario aclarar que no existe absolutamente ningún criterio objetivo, y mucho
menos científico para establecer este tipo de jerarquías. Esta jerarquización de subculturas y de

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expresiones culturales va casi siempre a la par de la estratificación social: las clases ricas y
poderosas determinan lo que debe ser llamado “alta” cultura y lo que debe ser solamente cultura
“baja”; la primera suele ser vista como la cultura propiamente dicha, mientras que la segunda
casi no merece el nombre de cultura. Esta clasificación sólo refleja determinada distribución de
poder en una sociedad y época dada.

Es Hoggart quien establece la noción de un “Ellos” y un “Nosotros” que podemos relacionar


aquí, partiendo de la definición que Hoggart da de “Ellos”, como quienes imparten la ley y
representan la autoridad, pudiendo asociarlos en este caso al Estado y el cuerpo policial. En
tanto que “Nosotros”, Hoggart los define como la clase obrera, quienes se construyen en
oposición a un “ellos”. Son quienes experimentan la desigualdad de la ley. Poseen orgullo y
amor propio, poseen un fuerte sentimiento de pertenencia a un grupo aunque sin llegar a tener
conciencia de las necesidades de transformar las condiciones de vida de todos gracias a una
lucha común. Los caracteriza con falta de visión o ambición. Hay también, en este estilo de vida
popular, conformismo basado en la desconfianza hacia los cambios. Existe un fuerte
sentimiento de pertenencia al grupo, buenas relaciones con el vecindario, camaradería,
cooperación, pero sumada a la actitud conformista que los hace no unirse para una lucha común.
Se los puede asociar a quienes integran La Marcha de la Gorra, víctimas de la represión policial.
Sin embargo, se diferencian en que este es un movimiento creado para unirse a una lucha común
contra “Ellos”, no presentan conformismo, buscan el cambio y quieren transformar sus
condiciones de vida.

Althusser retoma el concepto de consenso que se produce entre la clase dominante y la


subordinada, mostrando que la producción del consenso no se realiza automáticamente; ninguna
clase dominante domina en “piloto automático”, sino que día tras día necesita asegurar aquello
que le garantiza su dominación. Para garantizarla, se exige un despliegue enorme de
mecanismos y dispositivos y nunca está garantizada de antemano, porque existe la lucha de
clases y la resistencia de los dominados. Esta reproducción del consenso se realiza mediante una
compleja arquitectura de “aparatos”, como los denomina Althusser. En estos “aparatos” se
transmiten de manera implícita las reglas del orden dominante y la sumisión a ese orden.
Althusser los divide en Aparatos Ideológicos del Estado (AIE), donde se da la producción de
consenso, realizada a través de la ideología, y donde destacamos a los ya mencionados AIE de
información (medios de comunicación), y agrega los Aparatos Represivos del Estado (ARE),
cuya función es asegurar la reproducción de las relaciones sociales dominantes mediante la
fuerza, y es aquí donde se destaca el aparato policial. Es la clase dominante la que tiene el poder
del Estado y dispone, por lo tanto, de los aparatos represivos y es la ideología dominante la que
se realiza en los aparatos ideológicos.

Finalmente, se desarrollara el concepto de sociedades disciplinarias, expuesto por Foucault,


donde se presenta la imagen de edificio carcelario como su principal dispositivo. Esta sociedad
hace de la prisión el modelo de las instituciones de encierro (la escuela, la fábrica). Es un
espacio socialmente regulado, crea posiciones de poder especificas (vigilante-vigilado) y
permite generar un saber acerca de los individuos. Esto redefine las técnicas punitivas a partir
de la vinculación entre vigilancia y encierro y da lugar a lo que Foucault llama anatomopolítica,
es decir una serie de tecnologías disciplinarias dirigidas a los cuerpos que hay que vigilar,
adiestrar, utilizar y, eventualmente, castigar. Esto puede verse en la aplicación del Código de
Faltas donde se aplica en el art. 98, la figura anteriormente mencionada de merodeo, resumida
en una medida dirigida a este sector estigmatizado y mantener controlados los lugares por donde
pueden transitar (quien puede circular por donde, cuánto tiempo puede estar, cuantas veces

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puede pasar). El Código de Faltas se utiliza como herramienta o instrumento por las fuerzas
policiales para detener muchas veces sin causa a jóvenes pobres por el simple hecho de no
portar su DNI, practica más conocida como detención por “portación de rostro”, bajo la
ambigua figura legal del “merodeo”, convirtiéndolo en un blanco concreto de ataque a la
pobreza y a los habitantes de barrios marginales. Los jóvenes son sistemáticamente perseguidos
sin razón alguna por la policía, maltratados tanto en la vía pública como en los lugares de
detención. Esta discriminación hace junto a las prácticas policiales que la libertad ambulatoria
de los jóvenes esté en riesgo constante. El castigo no consiste sólo en la detención en una cárcel;
se denuncian como constantes las golpizas policiales en las mismas cárceles, comisarias,
patrulleros y barrios. Se suma la presencia de los policías barriales como un nuevo modo de
control, naturalizando su intervención en los quehaceres cotidianos de los habitantes de esos
barrios.

Las sociedades disciplinarias, entonces, no sólo se rigen por las disciplinas dirigidas al cuerpo
individual cuyo modelo era un edificio carcelario, sino que de modo casi simultáneo surgen una
serie de tecnologías de poder que actúan sobre la vida de la población.

Uno de los fenómenos fundamentales del siglo XIX (fines del siglo XVIII) fue y es lo que
podríamos llamar la consideración de la vida por parte del poder. Una de las transformaciones
más masivas del derecho político del siglo XIX consistió en un nuevo derecho de soberanía: el
poder de hacer vivir y dejar morir. Vemos aparecer otra tecnología de poder, esta vez no
disciplinaria. A diferencia de la disciplinaria, que se dirige al cuerpo, esta nueva técnica de
poder no disciplinario se aplica a la vida de las personas como población y no como individuos.
Aparece una biopolítica de la especie humana, cuyo interés central es mejorar y aumentar la
esperanza de vida de la población. Se trata de tomar en cuenta la vida, los procesos biológicos
del hombre/especie y asegurar en ellos no una disciplina sino una regularización. Con la
tecnología del biopoder sobre la población, aparece un poder continuo, que es el poder de hacer
vivir.

Estos dos conjuntos de mecanismos, uno disciplinario y otro regularizador, no se excluyen y


pueden articularse uno sobre el otro.

Ahora bien, Foucault explica que esta sociedad disciplinaria no sólo ejerce la función de dar
vida, sino que también ejerce la función de la muerte, y lo hace a través del racismo. Fue el
surgimiento del biopoder lo que inscribe al racismo en los mecanismos del Estado. El racismo
en estas sociedades se define como el corte entre lo que debe vivir y lo que debe morir. La
aparición de las razas, su distinción, su jerarquía, la calificación de algunas como buenas y otras
como inferiores, todo esto va a ser una manera de establecer una censura que será de tipo
biológico dentro de un dominio que se postula como biológico. Esa censura permitirá que el
poder subdivida la especie en subgrupos que serán, razas.

Por otro lado, el racismo tendrá su segunda función: ya que el biopoder debe, por definición,
proteger a la población y mejorar su vida, utiliza el racismo para justificar la necesidad de
muerte o la necesidad de marginar a un sector de la sociedad, diciendo que es un sector inferior
y que no deja que los demás evolucionen. La muerte del otro no es simplemente mi vida,
considerada como mi seguridad personal; la muerte del otro, la muerte del inferior, es lo que va
a hacer que la vida en general sea más sana y mejor. La muerte de otros significa el
fortalecimiento biológico de uno mismo en tanto miembro de una raza o una población. Es en
relación a este concepto cuando se destaca la lucha de La Marcha de la Gorra contra la

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segregación territorial, las escasas condiciones materiales de supervivencia y el abandono al
cual el Estado somete a las clases más vulnerables, criminalizándolas y haciéndolas responsable
de los casos de inseguridad. Es por eso que este movimiento exige que se garanticen sus
derechos a la educación sin censuras, al trabajo, a la tierra y la vivienda digna y a la salud.

Cuando se habla de dar muerte no es simplemente el asesinato directo sino también a todo lo
que puede ser asesinato indirecto: el hecho de exponer a la muerte o multiplicar el riesgo de
muerte para algunos sectores de la población considerados inferiores o descartables. La Marcha
de la Gorra expone cómo en la provincia de Córdoba hay un muerto cada 25 horas en manos de
las fuerzas de seguridad por casos de violencia policial. La mayoría de las muertes por gatillo
fácil continúan impunes, son muy pocos los que llegan a juicio, y se ha demostrado que la
policía arma causas, planta armas y busca testigos falsos.

La teoría biológica se convirtió en una manera de pensar las relaciones de la criminalidad. Cada
vez que hubo crimen, existió la obligación literal de pensarlos en la forma del evolucionismo.
La criminalidad se piensa en términos de racismo, y así se plantea la necesidad de dar muerte o
apartar a un criminal.

La violencia estatal se ejerce bajando la edad de punibilidad a 14 años, tildando de criminales a


jóvenes de barrios vulnerables, estigmatizándolos a través de los medios de comunicación,
reprimiendo movilizaciones, deteniendo en marchas. Se ejerce sobre las identidades de la villa,
cuando se militarizan los barrios, culpabilizando a sus habitantes por la llamada “inseguridad” y
al estigmatizarse a su juventud.

Bibliografía:

Krotz, Esteban, "Cinco ideas falsas sobre 'la cultura'", en: Revista de la Universidad Autónoma
de Yucatán, vol. 9, Nº19, Mérida, 1994, pp. 31-36.

Williams, Raymond, “Cultura”, “La hegemonía”, “Tradiciones, instituciones y formaciones” y


“Dominante, residual y emergente”, en: Marxismo y Literatura, Buenos Aires, Las Cuarenta,
2010.

Hoggart, Richard, Capítulos III y XI (Conclusiones), de La cultura obrera en la sociedad de


masas, México, Grijalbo, 1990 (pp. 79-100 y 263-280).

Gramsci, Antonio, Literatura y vida nacional, Buenos Aires, Lautaro, 1961 (selección).

Althusser, Louis, “Los aparatos ideológicos de Estado”, en: Zizek, Slavoj, Ideología. Un mapa
de la cuestión, Buenos Aires, FCE, 2003 (pp. 125-136).

Foucault, Michel “Del poder de la soberanía al poder sobre la vida” en Genealogía del racismo,
La Plata, Caronte, 1981, p.193-214.

Sitio Web:

http://marchadelagorra.org/

https://www.youtube.com/channel/UC7EbZZ7YyfvCvrIHdkpudgw/videos

Artículos Periodísticos:

6
(17 de noviembre de 2017) Córdoba: multitudinaria Marcha de la Gorra contra la violencia
policial. La izquierda diario. Recuperado de: https://www.laizquierdadiario.com/Cordoba-
multitudinaria-Marcha-de-la-Gorra-contra-la-violencia-policial

(04 de diciembre de 2015) La Marcha de la Gorra y el nuevo Código de Faltas. Fm-comunicar.


Recuperado de: https://fm-comunicar.com.ar/noticia/120/la-marcha-de-la-gorra-y-el-nuevo-
codigo-de-faltas

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