de Servando A. Gallegos (Revista Criminología Moderna).
En el artículo de Gallegos, podemos ver cómo el autor justifica desde la
sociología criminal el rechazo y el horror hacia el distinto, en este caso encarnado en la figura del vagabundo. Ese ser siente odio a la sociedad en que actúa, y la sociedad siente un “temor supersticioso y un horror instintivo” que lo lleva a huir de ellos o agredirlos. El vagabundo no comparte ni ideales ni sentimientos con la sociedad moderna. El vagabundo es “otro”, un inadaptado al cual se debe combatir para lograr la estabilidad social. Gallegos expresa que la forma genérica es el vagabundo, pero también incluye bajo esa denominación al atorrante, al mendigo, rufián y ladrón, los que se caracterizan por el odio y aversión a todo lo que es organización social. Así también, en "La Agonia del Bandolerismo" de Pedro Gori se establecen diferencias entre la sociedad y los que aparecen al margen de ella. El bandolerismo está asociado a la selva, a lo primitivo, y en América al indígena. La conformación social va eliminando al bandolerismo -colectivo-, evolucionando el delito, desde la utilización de la fuerza hacia la astucia.Se encuentra la denominación de Scipio Sighele, quien sostenía que los delitos de violencia predominan entre las clases inferiores de la sociedad, mientras que los de fraude, en las clases refinadas, por ejemplo la delincuencia bancaria o la corrupción política, notándose una clara diferencia con Fregier. Así las cosas, los primeros viven de la sangre obtenida violentamente de sus víctimas y los segundos viven de la sangre de la sociedad, vislumbrando una gran relación con el texto de Gabo Ferro sobre el vampirismo de Rosas. En igual sentido, en la obra de H. A. Fregier, jefe de policía de la zona del Sena, publicada en el año 1840, analizada en esta oportunidad por el Dr. Eugenio Raúl Zaffaroni en “Las clases peligrosas: el fracaso de un discurso policial prepositivista”, se logra vislumbrar cómo la policía de esa época intentó determinar "Las Clases Peligrosas", utilizándose dicha denominación por primera vez, para clasificar a la sociedad por sus vicios, ignorancia y miseria. En la mencionada clasificación, se estableció que los sujetos marginados de la sociedad (prostitutas, obreros, etc) son quienes se encuentran expuestos a la marginalidad, vicios y demás cuestiones similares, eran quienes se encontraban vulnerados y caían ante estos vicios, que en definitiva los llevaba a cometer ilícitos de todo tipo. Por otra parte, siguiendo a Sozzo, las élites de la civilización van delineando los grupos de indeseables para lograr la conformación de una sociedad acorde a sus reglas. El discurso contra clases peligrosas y vagabundos encuentra gran similitud con el que aparece “importado” en Argentina desde Europa en la primera etapa de asimilación de la corriente positivista, según relata Máximo Sozzo en “Los exóticos del crimen”, cuya adaptación “se revelaba flexible y sinuosa”, estableciendo las publicaciones de la época, con diversos matices, un vínculo entre la criminalidad y la inmigración. En este caso, “el otro” es el inmigrante a finales del siglo XIX, en el cual la ciencia, la prensa y el Estado harán especial foco. La “mala inmigración” está representada por el inmigrante como delincuente, al igual que la prostituta, el loco o el alcoholista. A principios del siglo XX, ese “otro” pasa a vincularse con el movimiento obrero y acciones de protesta y lucha, fundamentalmente grupos anarquistas y socialistas. Pero aquí no se hacen referencias a delitos cometidos por las élites, o por el integrante normal de la sociedad, al igual que en el texto de Gallegos. Retomando, Gallegos dice que al vagabundo hay que combatirlo, ya que está en lucha abierta contra las autoridades, poseen una “contextura moral extraña” a la del pueblo en conjunto. Soluciones comunes a las señaladas en “Los exóticos del crimen”, reflejada en el dictado de las denominadas leyes de Residencia y de Defensa Social. El vagabundo está determinado a atentar contra la sociedad, su contextura moral no es normal, se diluye el libre albedrío y cobran relevancia las características del autor por sobre cualquier hecho concreto. Envuelto en resabios positivistas, a partir del discurso de las élites siempre aparece un sector al cual se estigmatiza, ya sea por rasgos físicos, lenguaje, vestimenta o expresiones. En diversos textos pudimos ver cómo aparecen contrarios a la civilización el indígena, la barbarie rosista, el vagabundo que no acata la autoridad, el inmigrante italiano y español, el socialista y el anarquista. El discurso se mantiene, y la selectividad policial y mediática sigue haciendo hincapié en apreciaciones de un núcleo que aparece también estigmatizado como aquél que va en contra de la organización social pretendida, aún antes de la comisión de un hecho concreto.-
Ley No. 53, Sobre Mataderos y Transporte de Carne Que Deroga y Sustituye La Ley de Incentivo Ganadero y Avícola y de Protección A Los Consumidores. No. 527, Del 4 de Diciembre 1964