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Ilustración: Avery Kua.

"La esfera de lo privado se agranda al mismo tiempo que lo público cede paso en
un sentido real y material, sin embargo, en el ciberespacio se vive un régimen
totalitario de los público, de la exhibición, en ese entorno virtual no existe la
privacidad, pues hasta cuando se apagan las cámaras, se apagan los micrófonos
y se hacen las cuentas digitales “privadas”, se está siendo vigilado, no
necesariamente por personas, sino por algoritmos.".

Texto de José Daniel Arias Torres, titulado originalmente


"Contracultura y cyberpunk".

Por: José Daniel Arias Torres

Entenderemos por contracultura lo siguiente:

Hablaremos de contracultura, o de cultura a la contra, para referirnos a aquellas


expresiones culturales que de algún modo se enfrentan, explícita o
implícitamente, a las corrientes culturales hegemónicas […]Planteando unas
formas de entender la vida distintas a las hegemónicas en un sistema social
dado, ya sea claramente a la contra, ya sea al margen del mismo sistema, lo que
no presupone nada acerca de que posteriormente, por lo menos algunos de sus
elementos, pueden llegar a formar parte de discursos hegemónicos. (Romani,
p.1. 2005)

Una contracultura, entonces, tiene su potencial de ser, o su principio


posibilitador en la hegemonía, el entendimiento de esta no se debe de limitar a
un elemento meramente económico y de clase en el estricto sentido técnico, es
decir, si bien la hegemonía está conformada por élites sociales y estas tienen su
expresión máxima en los sistemas de producción, esto no es lo único que
conforma al término “hegemonía”, pues también se debe de considerar en su
interior al sistema mismo y sus instituciones más allá de la mera fábrica,
instituciones como las cuestiones educativas y religiosas, a los mecanismos
moldeadores de opinión pública como lo son los medios de comunicación, al
sistema jurídico que sostiene y da legitimidad al sistema, que lo justifica, que lo
reproduce y lo reafirma a través de las leyes, a la industria cultural y del
entretenimiento y, más recientemente, a las nuevas tecnologías que encierran al
sistema mismo en un aparato que cabe en los bolsillos.

La hegemonía supone la aceptación pública de un sentido de vida dado por un


discurso articulador, es decir, esta hegemonía articula identidades a través de
un sentido general y con ello, una dirección histórica particular.

Gramsci define la hegemonía como “dirección política, intelectual y


moral”. Cabe distinguir en esta definición dos aspectos: 1) el más propiamente
político, que consiste en la capacidad que tiene una clase dominante de articular
con sus intereses los de otros grupos, convirtiéndose así en el elemento rector de
una voluntad colectiva, y 2) el aspecto de dirección intelectual y moral, que
indica las condiciones ideológicas que deben ser cumplidas para que sea posible
la constitución de dicha voluntad colectiva. (Giacaglia, p.153. 2002)

Una contracultura, entonces, es un fenómeno y expresión social de


sujetos políticos inconformes que forman su identidad a través de la
negación de la identidad hegemónica, de sujetos políticos que no se
sienten parte del discurso hegemónico y, por lo mismo, de la dirección histórica
tal cual se encamina, una contracultura, como la descomposición del nombre lo
indica, es una cultura que va en contra de la cultura hegemónica, de los cánones
estéticos, de las formas de relacionarse con otros y con el entorno, implica una
proyección de vida diferente a la pactada discursivamente, en síntesis, una
negación de una identidad y sentido general y dominante y la propuesta de otras
formas y esquemas axiológicos.

A pesar de lo radical que lo anterior se muestra, lo cierto es que una


contracultura no es necesariamente un agente revolucionario y estas
identidades alternas, generalmente urbanas, pueden no vincularse
políticamente y socialmente, lo que las focaliza en grupos al margen o fuera del
sistema, sin representar realmente un fuerza políticamente organizada con una
agenda común y con aspiraciones para hacerse con el poder y, con ello, con el
monopolio del discurso y del sentido, una contracultura puede limitarse a ser
una forma de identidad diferente que surge, generalmente, al interior de las
ciudades, las que a su vez, en este sistema, albergan el grueso de la cultura y de
los valores al ser el epicentro económico y político del sistema, es natural que las
negaciones a este y la necesidad de diferenciación de sujetos que no se sienten
parte de la vinculación discursiva, de igual manera surjan, en la
contemporaneidad fundada en las ciudades, al interior de estas mismas como
una fuerza contrahistórica, es decir, contraria a la dirección trazada por el
poder, en este sentido, una contracultura antes que revolucionaria, en el
entendimiento de que esta parte de una organización política, es una postura de
rebeldía frente al sistema que no necesariamente tiene que ir en contra de la
totalidad de sus axiomas, sino contra algunos específicos, en contra de ciertos
valores o en la profundización e intensificación de estos mismos. En la
contracultura no es imperativa la organización social, pues esta misma puede
fundarse en la individualidad; en la individuación más precoz del propio
individuo. En este sentido, una tribu urbana está integrada por sujetos que
comparten una identidad, pero estas mismas se forman a través de la necesidad
de una expresión individual y de un sentido de diferenciación del grueso
colectivo que homogeneiza a través de ideales de vida en conjunto con sus
valores, al mismo tiempo que sigue vigente la tensión que esta diferenciación
individual tiene con la necesidad de un sentido de pertenencia a un grupo, como
diría Byung-Chul Han en su libro “En el enjambre”, un grupo de
individualidades sin vinculación colectiva real que se encuentran y hacen un
enjambre; las formas de vestir, de comportarse y de pensar que caracterizan e
identifican a estas tribus urbanas, están formadas por sujetos que buscan un
sentido y una identidad ajena a la hegemónica, al mismo tiempo que persiguen
su propia diferenciación e individuación, como lo fue el caso de los hippies en
Estados Unidos durante la década de 1960.

La contracultura parte de una crítica a la tecnocracia, un sistema social en el


que, alega, las sociedades industriales capitalistas y socialistas han terminado
convergiendo. Se trata del momento en que una sociedad industrial alcanza su
máximo nivel de integración histórica. (Dezcallar, p.213. 1984)

La contracultura de 1960, como se puede apreciar, es un postura contra la


tecnocracia, entendiendo a esta como el gobierno de la técnica, que termina
traduciéndose en una instrumentalización de la vida y junto a ella, a la
instrumentalización del ser humano cuyo valor solo se mide en tanto
producción y eficiencia, sin embargo, antes que ser un ser humano, es una
herramienta dispuesta a la industria y como tal, su dignidad y valor humano,
pasan a un segundo plano, esta instrumentalización de la vida, repercute en
todas las dimensiones sociales y es lo que termina por provocar la explotación
del medio y del ser humano al ser vistos como meros instrumentos, medios y
fines, cuya máxima importancia reside en la razón ilustrada occidental, la cual
se interpreta como una razón de mercado y de ganancias por el mínimo costo.

Sin embargo, a pesar de la enorme movilización de personas a lo largo de ambas


costas de Estados Unidos, los hippies solo representaban una afrenta para la
clase política conservadora de los Estados Unidos, una clase que había
aprendido a gobernar en tiempos de guerra mundial y que pretendía continuar
gobernando con las mismas técnicas, sin considerar que las generaciones activas
ya no eran las mismas y los jóvenes ya no empatizaban con los viejos discursos y
las tradicionales formas de hacer las cosas y de vivir la vida, en este sentido, la
afrenta directa era al partido político en el poder, pero de ninguna manera al
establishment, uno que hallaba en el individualismo y la libertad sus valores
fundantes, al ser la sociedad estadounidense, una sociedad que deposita su
sentido y razón de ser, en estos valores. El surgimiento de los hippies,
principalmente formado por jóvenes, en contraposición con la vieja clase
política, fue un choque generacional más que ideológico, de ahí que la guerra de
Vietnam fuera una que no gozara del fundamental apoyo público, pues si
Estados Unidos había sido el país victorioso de la guerra (la URSS fue
materialmente afectada por esta) y había erigido todo un complejo internacional
de regímenes institucionales, apostando por la teoría liberal/institucional por
sobre la realista, siendo así las instituciones su forma de proyección de poder a
través del softpower, que pretendía atraer a los países a su satélite a través de la
democracia y la libertad proyectada por sus instituciones, siendo así ¿Por qué la
vieja clase política seguía hablando de una guerra tradicional? Era un choque de
entendimientos, la generación realista se enfrentaba a la generación liberal,
siendo ambas, parte de una misma sociedad.

La gran mayoría de los participantes en manifestaciones, marchas u otros actos


semejantes protestaban contra unas determinadas relaciones de poder
existentes en USA, pero sin conectarlas inmediatamente con el estado de las
relaciones de producción en la sociedad norteamericana[…]Existe, por tanto, en
el plano de los valores un individualismo de base, dentro del cual podrían
distinguirse dos corrientes: la vitalista y la que podríamos llamar simplemente
individualista. Ambas marcan las coordenadas axiológicas fundamentales de la
contracultura. (Dezcallar, P.p216-219. 1984)

Este breviario carente del momento hippie, fue solo el pretexto para ejemplificar
que las contraculturas no son, ni tienen por qué que ser agentes revolucionarios
y que estas mismas, pueden actuar desde un impulso egocéntrico en el que, el
beneficio al otro, es un efecto secundario de la persecución de mi propio
bienestar individual, estar contra el sistema, o al margen del mismo, no
necesariamente implica cambiarlo, pues cambiarlo, al menos en este enfoque,
significa que la propia contracultura pierde su razón de ser. En el caso de los
hippies, el desenlace es la propia integración de los sujetos al sistema, a través
de un mercado que se abría a la diferencia y que expresaba a las personas a
través de la identificación de estas con productos personalizados, pero también
con políticas públicas.
Si bien Horckheimer y Adorno dieron un trazo de la sociedad tecnocrática e
industrializada y a pesar de que esta industria pesada continúa existiendo en
nuestros días, el capitalista continua ejerciendo su poder sobre las demás clases,
la división de trabajo continúa vigente y las maquilas y ensambladoras son un
tema político y económico principal en regiones como América Latina, África y
el Sudeste asiático, en definitiva, la industria pesada es más fuerte y eficiente
que antes, los avances técnicos acortan el tiempo y las distancias de producción
y de traslado, se abastece diariamente un enorme mercado hecho para el
consumo acelerado, un mercado de esta naturaleza demanda de industrias
capaces de abastecer las demandas al mismo tiempo que las crea, vivimos en un
capitalismo hiperacelerado, uno que ni siquiera durante la pandemia mostró
síntomas de desgaste en el sentido productivo –pues en el sentido político el
sistema fundado en el capitalismo se ha cuestionado duramente- la expansión
tan grande de industrial de los servicios digitales como lo es Amazon o Alibaba,
dan muestra de que el capitalismo y su producción no se detuvieron ni se
detendrán, claro que se puede cuestionar quiénes realmente tienen acceso a esta
clase de productos y servicios y quienes son los que han sido integrados al
modelo, no obstante, una aproximación al sistema nos revela que este, si bien,
durante algunos meses se desaceleró en algunos sectores, se aceleró en otros
más.

A pesar de lo anterior, a pesar de que la industria continúa siendo un motor


fundamental del capital, lo cierto es que, a diferencia de la época desde donde
Horckheimer y Adorno escribían, hoy en día el paradigma ya no se encuentra en
la industria pesada, sino en la industria de las tecnologías de la información y en
la realidad digital que estas crearon. Esta es la industria que sustituyó a las
grandes maquilas de Syllicon Valley, esta es la nueva industria hacedora de una
hegemonía cultural, moldeadora de opinión pública, la nueva industria que
modifica las relaciones sociales, la economía y la política misma, una
metarealidad que tiene su repercusión directa en la realidad, pues a pesar de
que el ciberespacio continúa siendo, en la teoría, un entorno libre de
regulaciones, lo cierto es que los grandes representantes del capital digital
cuentan con el monopolio factico de este espacio, lo norman, lo regulan y lo
censuran a través de un contrato que se da entre red social-usuario, o más en su
generalidad página web-usuario, en definitiva hay códigos de comportamiento y
normas básicas a cumplir dentro de estos nuevos entornos, el que no existan
leyes, o una gobernanza del internet, no significa que al estar al interior de la
web, no se navegue entre feudos económicos digitales, tampoco significa que la
política no esté presente a su interior, al contrario, está tan presente que influye
en la opinión pública y en las tendencias sociales al grado de ser capaces de
medirlas y pronosticarlas a través de algoritmos, producto de la bigdata. La vida
se ha modificado, junto a ella sus paradigmas, el ciberespacio pasa a ser uno de
los principales elementos políticos y politizantes, informativos y
desinformativos, democráticos y antidemocráticos, es creador de sus propias
realidades, con la capacidad de impactar en la realidad y la visión que se tiene
de esta, de modificar las interacciones y, junto a ellas, las formas de poder, de
dominación y de resistencia, pero también las formas políticas, económicas y
sociales.

El cyberpunk es un género considerado contracultural dentro de la literatura,


nacido con William Gibson, las producciones culturales que usan al cyberpunk
como paradigma, como potencia creadora de realidades, han sido abundantes,
solo hay que mencionar a películas y animes como Matrix, Ghost in the Shell,
Akira, Tron, Phsycho pass, Blade Ruuner o Serial experiments Lain. El atractivo
que el cyberpunk ofrece al público es el arribo del horizonte tecnológico que
deja de serlo y se adhiere a la vida cotidiana, que se entremezcla en la vida
subjetiva y social al grado en que ésta más que producir tecnología, se encuentra
producida por ella, la tecnología como nuevo paradigma de lo humano, más allá
de la religión o de la ideología, aunque esta misma, se encuentra siendo usada
como herramienta de mega corporativos, líderes fascistas o radicales religiosos,
sin embargo, esta misma, a pesar de ser un mecanismo de control y de
vigilancia, se encuentra mucho más allá de ellos, esta misma se encuentra en un
territorio de los post-humano, en donde estas mismas inteligencias artificiales
comienzan a trascender la barrera del no ser, a la del ser, es decir, comienzan a
tener consciencia.

El futuro que sus novelas imaginan, es uno en donde corporaciones


multinacionales controlan la economía mundial, la plaga urbana ha devorado al
campo, el crimen y violencia son eventos inescapables de la vida urbana y la
tecnología ha moldeado los modos de conciencia y comportamiento[…] En este
escenario, no solo la red de información se ha vuelto mercancía […] Cualquiera
que se deje de mover, rompe el flujo de información, o cae del delicado balance
requerido en este cibernético orden, es vomitado entero fuera del sistema – una
eventualidad que es conmensurada con muerte y desmembramiento.(Sponsler,
P.p.626-629. 1992)

La era digital arribó a la cotidianidad desde entrado el segundo milenio de la era


moderna, la vida misma fue modificada bajo sus preceptos, en definitiva, la vida
no fue la misma. A pesar de que el arribo de la tecnología en nuestra vida
siempre fue un fenómeno que se experimentó con el mejoramiento de la técnica,
lo cierto es que el internet ha significado la entrada a la vida de una nueva
realidad y, como tal, ha involucrado un cambio intensivo y acelerado de lo
humano, desde la erradicación de las distancias entre los sujetos, la aparente
reducción de la frontera que divide al ciudadano del gobierno, la resignificación
de un nuevo categórico ontológico como lo es el de “usuario”, categórico
también político, hasta llegar a los mercados financieros que tienen su imperio
en el ciberespacio, las mayores cantidades de dinero no se mueven físicamente a
través del comercio, sino a través de estos mercados.

El ciberespacio es y no es una extensión de la realidad, lo es porque su materia


prima, los categóricos con los que trabaja, tienen su materia prima en la
realidad material, de igual forma, intensifica y acelera los procesos de esta
misma, no lo es porque el ciberespacio comienza a generar sus propias
dinámicas y su propia realidad, así como el sueño es y no es parte de esta
realidad, también lo es el ciberespacio.

El ciberespacio, una “alucinación consensuada” […] Una representación gráfica


de datos abstraídos de los bancos de toda computadora en el sistema humano.
Impensable complejidad. Líneas de luz extendidas en el no espacio de la mente,
racimos y constelaciones de datos. Como luces de ciudad retrocediendo. Más
importante, el ciberespacio desdobla un nuevo espacio social y psicológico, una
apertura a nuevos patrones de comportamiento e interacciones humanas.
(Sponsler, p.634. 1992)

El cyberpunk habló del ciberespacio desde antes de que este irrumpiera en la


vida cotidiana, adelantado a su época, supo vislumbrar los cambios que la vida

humana sufriría debido este mismo. Como dice Roger Burrows en Imaginig

cities:

La tecnología informática se desarrolló para promover y acelerar la


comunicación y, sin embargo, de alguna manera el efecto es de desconexión y
distancia. Las personas están cada vez más encerradas en el aislamiento de sus
hogares (no es seguro salir) y solo hacen contacto con el mundo exterior a través
de telecomunicaciones y sistemas informáticos de información en red.
(Westwoods, p. 243. 2005)

La esfera de lo privado se agranda al mismo tiempo que lo público cede paso en


un sentido real y material, sin embargo, en el ciberespacio se vive un régimen
totalitario de los público, de la exhibición, en ese entorno virtual no existe la
privacidad, pues hasta cuando se apagan las cámaras, se apagan los micrófonos
y se hacen las cuentas digitales “privadas”, se está siendo vigilado, no
necesariamente por personas, sino por algoritmos. La exposición es un
imperativo necesario para quien se conecta a la red, solo exponiéndose se puede
ser y estar en esa metarealidad, el ser se abre y se hace transparente en el
sentido al que hace referencia Byung-Chul Han. Las relaciones se focalizan a
través de algoritmos y estas fluyen entorno a lo idéntico. La llegada del internet
durante años se promovió como la promesa democratizadora al poner al alcance
general cuestiones antes reservadas para las élites, sin embargo, hoy en día, los
pronósticos del cyberpunk han mostrado ser en su generalidad correctos, el
internet, el ciberespacio, a pesar de no estar gobernado en el sentido tradicional
del concepto, es manipulado constantemente, los algoritmos politizan al sujeto,
lo catalogan y focalizan de acuerdo a sus intereses e inclinaciones, los algoritmos
son creadores de consumidores y catalogadores de estos mismos, el sujeto
queda encerrado en barreras de datos que le impiden, subliminal y
simbólicamente, salir de su grupo focal, cada sujeto lleva consigo sus propias
fronteras y cada sujeto, es al mismo tiempo, la propia frontera de otro más, cada
sujeto es localizable y plenamente identificable, la autenticación del sujeto en el
sistema ya no es una orden de Estado, sino una decisión voluntaria, es una
sociedad aún más eficiente y controlada que la descrita por Michel Foucault, la
democracia queda erradicada, pues no es la pluralidad de ideas lo que fluye en el
ordenador de las personas, sino la visión unilateral del mundo impuesta por los
algoritmos, reduciendo al sujeto a una perspectiva unidimensional de una
realidad multidimensional.

Byung-Chul Han habla de la sociedad de la transparencia y del panóptico


digital, ese en el que todos somos celadores y prisioneros, pero los creadores del
cyberpunk hablaban de ello muchos años antes, como muchas expresiones
artísticas se adelantan a los teóricos.

Actualmente vivimos conectados, la actual contingencia ha intensificado esta


misma conexión que nos hace más transparentes y acelera al capitalismo
mismo. La pandemia ha sido el motor perfecto para conectar a esos que aún no
podía conectar y para integrar sus datos al sistema ensanchando a este mismo,
esta resistencia negativa (en sentido en que la resistencia tiene su origen en la
inacción u no en la acción) surgida de la no integración al sistema, es vencida
cuando la integración a este se hace un imperativo de vida para poder existir
ante la sociedad ya integrada y ya convertida en datos. De la misma forma en
que Foucault postulaba esta máxima “El conocimiento es poder” haciendo
referencia a los discursos hegemónicos que se postulaban como verdades y esos
grupos que poseían el monopolio del discurso detentaban la verdad y por ende
las formas de conocimiento, hoy en día esa máxima ha evolucionado, la
información es control, la información está contenida en datos, ya no es
necesario el conocimiento, sino su fragmentación en datos, haciendo de esta
algo más manipulable, y nuestra información ya fluye diariamente por la red.

Vivimos una simbiosis de primer nivel con las tecnologías de la información, si


bien estas aún no forman una parte orgánica de nuestro cuerpo, estas ya nos son
indispensables para vivir al menos a un nivel social, son una extensión de la
persona, ya no se puede trabajar ni estudiar sin estas mismas y poco a poco las
relaciones sociales son mayormente integradas a la lógica digital, hoy en día y
por la pandemia, las relaciones físicas fueron momentáneamente abolidas y
apreciamos, por primera vez, el imperio de las relaciones digitales y la fuerza
que este adquiriría. Podemos apreciar la actual pandemia como el preludio de
todas las modificaciones sociales por las que la humanidad pasará, la fundación
de instituciones digitales, algún nuevo contrato social entre sociedad y
ciberespacio, tal vez o la defensa de la ilusoria anarquía de la red que ya se
gobierna a través de enclaves que regulan y censuran.

Cyberpunk "borra las fronteras entre consciente e inconsciente, realidades


físicas y fenoménicas, sujeto y objeto, individuo y grupo, realidad y simulacro,
vida y muerte, cuerpo y sujeto, futuro y presente " (Sponsler, p.635. 1992)

La experiencia digital cada vez se percibe más como una experiencia de la


realidad, haciendo más estrecha la frontera que divide a ambas y que, durante
un tiempo en el pasado, fueron perfectamente distinguibles. El ser humano-
maquina, hoy en día es un ser humano-digital que se representa y de produce a
sí mismo a través de estándares idílicos, maximizando aquellas características
que se consideran buenas o estéticas y omitiendo o reduciendo esas que son
consideradas malas, siendo, al final, un simulacro de sí mismo, en el que
realidad y representación se confunden.

El cyberpunk es el molde de la realidad, y nosotros sus protagonistas, en ese


sentido, aún hay esperanza, pues mientras exista un yo, existen consciencia y
mientras exista consciencia, se sabe que los seres son más que meros datos y
nodos de la red manipulables, la pregunta urgente es si seremos capaces de
sobreponernos a la somnolencia en la que nos encontramos antes de caer
dormidos y entregarnos al sueño, o si, al contrario, seguiremos cayendo en cada
paso histórico hacia el sueño.

Bibliografía
Curtis, A (Mundo equilibrio). 25 de noviembre del 2017. El siglo del yo/ Cap.3/
Un policía en nuestras cabezas que debe ser destruido. Sitio web:
https://www.youtube.com/watch?v=CvppZroQ1bI&t=489s

Sponsler, C. Cyberpunk and the Dilemmas of Postmodern Narrative: The


Example of William Gibson. Contemporary Literature. Vol. 33, No. 4 (Winter,
1992), pp. 625-644. University of Wisconsin Press.

Giacaglia, M. (2002). Hegemonía. Concepto clave para pensar la política.


Tópicos, (10), 151-159.

Romaní, O., & Sepúlveda, M. (2005). Estilos juveniles, contracultura y política.


Polis. Revista Latinoamericana, (11).
Westwood, S., & Williams, J. (1997). Imagining Cities: scripts, signs, memory
(Vol. 49). Psychology Press.

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