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El Seminario I: “Los Escritos Técnicos de Freud” Cap. 19. Función creadora de la palabra
El único método correcto, cada vez que en el análisis buscamos la significación de una palabra, consiste en catalogar la suma de sus
empleos. LA significación está dada por la suma de éstos. El surgimiento del símbolo crea, un orden de ser nuevo en las relaciones
entre los hombres. Nunca saldrán del mundo del símbolo.
Cada vez que estamos en el orden de la palabra, todo lo que instaura en la realidad otra realidad, finalmente sólo adquiere su sentido y
su acento en función de ese mismo orden. Si la emoción puede ser desplazada, invertida, inhibida, si ella está comprometida en una
dialéctica, es porque ella está capturada en el orden simbólico, a partir del cual otros órdenes, imaginario y real, ocupan su puesto y se
ordenan.
Fábula de Ulises: Los compañeros de Ulises fueron transformados en cerdos. Es preciso creer que con todo conservan ciertos vínculos
con el mundo humano puesto que en medio de la porqueriza se comunican entre ellos mediante gruñidos sus necesidades: el hambre,
la sed, la voluptuosidad, el espíritu de grupo. ¿Acaso esos gruñidos no son también mensajes dirigidos al oro mundo? Una vez
convertidos en cerdos, tienen razones para añorar la presencia de Ulises. El gruido del cerdo sólo se transforma en palabra cuando
alguien se plantea la cuestión de saber qué es lo que este gruñido pretende hacer creer. Una palabra sólo es palabra en la exacta
medida en que hay alguien que crea en ella. Expresar la añoranza de Ulises, es reivindicar ser reconocidos, ellos mismos los cerdos,
como los compañeros de Ulises. La palabra es esencialmente un medio para ser reconocido. La palabra está ahí, antes que cualquier
cosa pueda estar detrás de ella. Por eso es ambivalente y absolutamente insondable. Es un espejismo. A partir del momento en que
quiere hacer creer algo y exige reconocimiento, la palabra existe.
¿A partir de cuando hay transferencia? Cuando la imagen que el sujeto exige se confunde con la realidad en la que está situado. Todo
el progreso del análisis consiste en mostrar al sujeto la distinción entre estos dos planos en despegar lo imaginario y lo real.
¿Por qué las mismas palabras se vuelven ahora eficaces, marcando un verdadero progreso en la existencia del sujeto? La palabra
nunca tiene un único sentido ni el vocablo un único empleo. Tras lo que dice un discurso está lo que él quiere decir, y tras lo que quiere
decir es´ta otro querer decir, y esto nunca terminará a menos que lleguemos a sostener que la palabra tiene una función creadora, y
que es ella la que hace surgir la cosa misma, que no es más que el concepto. Recuerden lo que dice Hegel sobre el concepto: el
concepto es el tiempo de la cosa. El concepto no es la cosa en lo que ella es, por la sencilla razón de que el concepto siempre está allí
donde la cosa no está, llega para reemplazar a la cosa. Es el concepto el que hace que la cosa esté allí, aun no estando allí. El ICC se
sitúa fuera del tiempo exactamente como lo hace el concepto, porque él es el tiempo en sí mismo, el tiempo puro de la cosa. Siendo
idéntica la modulación de tiempo, la palabra del analista tiene el mismo valor que la palabra antigua. El elemento-tiempo es una
dimensión constitutiva del orden de la palabra.
Si efectivamente el concepto es le tiempo, debemos de analizar la palabra por capas sucesivas, debemos buscar sus sentidos múltiples
entre líneas. ¿Esto nunca acaba? Sí, el sentido último de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el objeto
de su deseo.
Este espejismo narcisista es lo que sostiene la relación del hombre con el objeto de su deseo y que siempre lo deja solo en lo que
llamaos el placer preliminar. Esta relación es especular y coloca a la palabra en una especie de suspensión, puramente imaginaria, en
relación a esa situación (palabra vacía).
Freud muestra cómo la palabra, a saber la transmisión del deseo, puede hacerse reconocer a través de cualquier cosa, con tal de que
esa cualquier cosa esté organizada como sistema simbólico. ¿A qué llama Freud Übertragung? El fenómeno constituido por el hecho de
que no existe traducción directa posible para un cierto deseo reprimido por el sujeto. Este deseo del sujeto está vedado a su modo de
discurso, y no puede hacerse reconocer. ¿Por qué? Porque entre los elementos de la represión hay algo que participa de lo inefable.
Hay relaciones esenciales que ningún discurso puede expresar suficientemente, sólo puede hacerlo entre-líneas. Freud nos habla de
los restos diurnos. En el sueño son formas errantes que el sujeto considera poco importantes: han sido vaciadas de su sentido. El
material significante fonemático, está constituido por formas destituidas de su sentido propio y retomadas en una nueva organización a
través de la cual logra expresarse otro sentido.
El deseo ICC, imposible de pensar, encuentra de todos modos un medio para expresarse en el alfabeto, en la fonemática de los restos
diurnos, descargados ellos mismos de deseo. Esto es lo que Freud nombra la primera vez que emplea Übertragung.
Toda acción en la sesión, está incluida en un contexto de palabra. Para el sujeto se trata de hacerse reconocer, un acto de palabra.
Teorico #2 – 20/4/95
Partiremos de un repaso de la experiencia de satisfacción y dolor en Freud tal como éste las desarrolla en el Proyecto de una
psicología para neurólogos, que resumo, para comenzar, en un breve cuadro:
Huella mnémica desiderativa Huella hostil
Identidad de percepción Función del grito
Satisfacción alucinatoria del deseo Defensa primaria
Deseo Afecto
Ambas experiencias tienen, ya en Freud, el carácter de experiencias míticas – pues ocupan el lugar de un origen del que no se puede
dar cuenta a través de un saber de otro tipo –; tal es el lugar de estructura mítica que ocupan las primeras experiencias de dolor y de
satisfacción.
La experiencia no es aquí un puro dato biológico, orgánico; es una experiencia organizada de entrada por el desamparo infantil del niño
humano y por todo un sistema simbólico que se encarna en distintos personajes (pueden ser los padres biológicos o no). Un otro
humano organizará esta experiencia, que no es un dato primero, en bruto, que una vez constituida en experiencia de satisfacción o de
dolor adquiere un carácter mítico.
Esta experiencia marca, organiza la satisfacción que el niño, por sí solo, es incapaz de obtener, pues para obtener la satisfacción
necesita de un Otro en cuyo poder está. Este Otro, no tiene un poder imaginario, tiene un poder real, un todo poder, una omnipotencia,
en la medida en que el niño es inerme, no tiene armas para enfrentar la satisfacción de sus necesidades en tanto que organismo. Esto
permite que el Otro que acude en su ayuda adquiera una importancia, un peso desmesurado.
Es central poner en claro que la experiencia de satisfacción no es todavía el deseo, sólo cuando se constituye como experiencia
organizada en cuanto tal por esos Otros y por el sistema simbólico que rodea al niño, sólo entonces, esa experiencia informe adquirirá
una impronta, un sello del Otro, que originará esa particular característica humana que es el deseo.
La experiencia de satisfacción funciona como la matriz estructural que hace surgir y diferenciarse al deseo a partir de la necesidad.
Freud mismo lo formula en esto términos, que están en la base de su primera teoría pulsional según la cual la pulsión nace apoyándose
en la necesidad. La profunda alteración de la necesidad determinada por el sistema que condiciona su satisfacción hace que de ella se
desprenda algo nuevo: el deseo.
¿Qué sostiene Freud? Parte, al inicio, de un principio que, tomado literalmente es engañoso, el del arco reflejo, es decir, el esquema
estímulo-respuesta, pues éste resultará profundamente distorsionado. ¿Cómo es esa distorsión? La acción específica, que sería la
respuesta motora al estímulo interno ‘hambre’, no basta para satisfacer la necesidad, a causa de la prematuración del bebé humano, lo
que hace que se abra, de allí en más, para el sujeto que habla la posibilidad de una dimensión totalmente distinta a la del arco reflejo, la
dimensión del acto. Allí donde no hay posibilidad de arco reflejo, donde ha de estructurarse un complicado circuito mediado por un
intermediario que es el Otro, surgirá la posibilidad de algo que Lacan llamará acto.
En el aparato psíquico tal como lo describe Freud en la experiencia de satisfacción, queda la marca, el recuerdo, la huella mnésica de
esa experiencia de satisfacción. A partir de allí, la realización del deseo se diferencia de la satisfacción de la necesidad. Porque la mira
de la realización del deseo es volver a encontrar la percepción de la huella que quedó grabada.
Freud indica que la realización del deseo implica la inversión de la dirección del arco reflejo y, en lugar de la salida, de la descarga
motora, se produce meramente una descarga en el nivel del polo sensorial, es decir, una alucinación de esa huella primera.
Entonces, este es un sistema que Lacan, con razón, caracteriza como radicalmente antiadaptativo desde el punto de vista del
organismo; pues busca volver a percibir algo ya percibido, busca la identidad de percepción, meta del proceso primario.
La existencia de esa satisfacción alucinatoria como tal es, estrictamente, lo que configura el deseo como deseo inconsciente:
el anhelo de volver a lograr la identidad de percepción de esa satisfacción mítica primera, que nunca se vuelve a encontrar tal cual.
Quisiera subrayar que éste un funcionamiento estructural, que se funda en que el ser hablante es un ser desamparado, que es
algo muy distinto a un ser inmaduro. Estamos regidos por el mismo sistema de percepción propio del funcionamiento del principio del
placer, al margen de nuestra capacidad de defendernos solos. Por lo tanto, la identidad de percepción no es teórica ni abstracta, implica
una subversión de lo que la psicología llama percepción.
Para Lacan el sistema freudiano implica una satisfacción peculiar, que nada tiene que ver con el placer de la satisfacción del hambre
biológico, sino más bien, con un hambre de signos de presencia, de presencia mítica, que nunca volverá a ser hallada y que, en
realidad, deviene mítica après-coup.
El aparato psíquico busca las condiciones de placer en signos siempre iguales. Si esos signos cambian a veces el sujeto no puede
obtener placer.
Si se parte de ciertos signos que condicionan las necesidades aparentemente más biológicas, como las excretorias, encontramos que
también esas funciones terminan siendo modeladas, como tantas otras, por una serie de circunstancias, detrás de la cual la presencia o
no de ciertos signos oculta un placer disfrazado.
Por eso Lacan habla de ‘signos de presencia’, y por eso un niño se calma escuchando la voz de alguien que no está cerca, una voz
simplemente conocida o se asusta frente a una voz que no conoce, y esto desde muy temprano. Lo central es el tono de la voz.
Si el aparato psíquico busca la satisfacción alucinatoria, la identidad de percepción propia del proceso primario, nos encontramos con
que si el cachorro humano se satisface con la sola alucinación, no hay forma de que satisfaga la necesidad, dado que esta búsqueda y
esta satisfacción son básicamente antiadaptativas desde la perspectiva del organismo.
Cuando no hay más remedio, cuando la carga de la necesidad biológica es muy grande, cuando la carga constante de la necesidad no
baja, en ese momento, la experiencia alucinatoria puede virar y devenir experiencia de dolor.
Ese llanto, ese grito, que adquiere una función secundaria, la de llamar al Otro, es el origen, para Freud de los motivos morales a los
que ya se aludió. Ese grito es identificado con el objeto hostil – la huella desiderativa es dejada por un objeto que satisface –, pues la
experiencia de dolor que es la huella de un objeto hostil se traduce en el grito. Por eso la aparición del grito, al margen de las
condiciones de peligro real, adquiere su carga a partir de la presencia del objeto hostil. Pero el objeto hostil, en este nivel, es ausencia
de presencia de signos, no necesariamente una presencia que haga algo, es una ausencia que daña. Es la no presencia, la ausencia,
lo que genera y desencadena como tal una relación que puede llegar a la desorganización completa del aparato psíquico, a la que
Freud llamó angustia traumática.
Defensa primaria: Esta es la defensa ante la ausencia de la presencia de los signos. Ella aparece mucho antes de que el niño esté
muerto de hambre, pues cierto ritmo de presencia-ausencia configura el ritmo de la satisfacción como tal. De modo tal que el niño
puede empezar a alucinar la satisfacción un rato antes de que aparezca el hambre y su irrupción violenta.
Quiero subrayar que la defensa primaria es una reacción frente a una desorganización masiva por la no aparición de la percepción
esperada, de los signos esperados, y ella es el fundamento de todas las formas de defensa que Freud estructurará posteriormente.
En conclusión: la forma de nostalgia que deja la experiencia mítica de satisfacción se llama deseo; la forma de recuerdo que deja la
experiencia de dolor, Freud, en el Proyecto…la llama afecto.
Lacan, fiel a esta formulación, instalará el más allá del principio del placer del lado de la desorganización del aparato, de aquello que
escapa al principio del placer y su satisfacción alucinatoria a través de la identidad de percepción.
En este sentido, el más allá del principio del placer subvierte al deseo y, por ende, el deseo es una forma de frenar el más allá del
deseo freudiano. Para Lacan, el deseo freudiano, en una de sus dimensiones, impide que el circuito del afecto masivo, de la
desorganización total, se instale.
El principio del placer y el principio de realidad: Pasemos a articular estas experiencias con el deseo como del Otro en Lacan. Ambas
experiencias tienen algo en común, ambas dependen de la presencia de un Otro. Ese Otro es el eje común alrededor del cual giran
ambas experiencias, la de placer y la de dolor. Lacan articulará el deseo como deseo del Otro con la experiencia de satisfacción y la
experiencia de dolor. Alrededor de ese Otro se estructura el deseo para Lacan.
Pero la expresión el deseo es el deseo del Otro no es una expresión freudiana, es una variación particular que Lacan realiza del deseo
en Hegel. En su primera época, Seminarios I a III, el deseo del Otro es deseo de ser reconocido por el Otro. El deseo es deseo de
reconocimiento, fórmula tomada de Hegel.
Todo conocer exige la búsqueda, el re-hallazgo, el volver a encontrar el objeto perdido. Para Freud la realidad es precaria, resiste a la
común medida. La común medida sería la reacción instintiva en el animal, reacción ante ciertos estímulos fijos de maneras siempre fija.
La originalidad del principio del placer en Freud es que se ubica en el nivel de la percepción. Esto implica que lo que se busca a través
de la identidad de percepción, real o alucinatoria, es una identidad. Es peligroso para la supervivencia de un organismo que predomine
esta forma de satisfacción propia del proceso primario.
Lo que funda, para Lacan la trama misma de la experiencia humana, es que se construya cierto sistema de Wunsch, que no es
exactamente deseo, sino anhelo; anhelar algo, es solidario de la espera. Por ello Freud hablaba, en términos de su época, de una carga
de atención, de una alerta, de un esperar atento de un placer, que no espera nada desde afuera, sino que avanza hacia lo que quiere,
que es la identidad de percepción, que se caracteriza por ser inconsciente.
El problema es que para Freud la percepción es solidaria de la conciencia, resulta, por ende, que la meta del principio del placer, la
identidad de percepción inconsciente, pasa por la conciencia y es percibida en la conciencia.
Lo propio del inconsciente en el Proyecto…son los pensamientos. Entonces, hay pensamientos que tienen que ver con la realidad y
pensamientos que no tienen que ver con la realidad. A su vez, la palabra percepción aparece jugando, por un lado, en términos de
principio de realidad-preconsciente y, por otro, principio de realidad-inconsciente, y también la palabra pensamiento juega en los dos
niveles: preconsciente e inconsciente.
Dice Lacan, “el inconsciente ha de situarse en el nivel de los componentes lógicos, que son del orden del logos [palabra griega, que
quiere decir razón y lenguaje, entre otras cosas; es voz y lenguaje al mismo tiempo] articulados bajo la forma de un ortoslogos, [un
discurso recto] oculto en el núcleo donde se realizan en el sujeto todas las cargas inconscientes, todas las transformaciones de carga
correspondientes al proceso primario”.
En el nivel del pensamiento inconsciente, donde rige la identidad de percepción y no la de pensamiento, constantemente entre los
elementos o componentes lógicos que son los significantes, para Lacan, puede haber permanentemente transferencia y pasaje de
cargas, lo que Freud llamó desplazamiento, mecanismo propio del proceso primario.
Esto implica que en esta experiencia primera la percepción del ser hablante es modificada por el logos, entiéndase por la razón y el
discurso, primera modificación que se opera en la experiencia de satisfacción y estructura ese pensar particular que es el pensar
inconsciente.
El principio de placer freudiano es la búsqueda predominante de algo que se relaciona con la estructura de ficción del deseo que altera
la estructura de la realidad. Porque la realidad también queda teñida de ficción.
La originalidad de Freud es señalar que el placer está ligado a esos artificios, que el placer en el ser humano desnaturaliza al cuerpo,
desnaturaliza el placer mismo, que queda más vinculado a los artificios que tienen que ver con los signos de presencia-ausencia de las
experiencias de satisfacción y dolor que, como tal, con la realidad de los supuestos objetos materiales en juego.
Esta permanente intercambiabilidad de los objetos, esta permanente concupiscencia, que no sólo es el erotismo en el sentido del sexo,
sino también de la posesión; el deseo de poseer objetos.
Este es el objeto por el que entro en competencia con el otro con minúscula. El sujeto organiza en función de estas diferentes formas de
la ficción, su forma de satisfacer no sólo las necesidades biológicas, sino las necesidades cimentadas por la cultura.
Frente a ello la división valor de uso/valor de cambio, clásica del marxismo, no alcanza a explicar las cosas, porque supone un valor de
uso puro en el nivel de la necesidad, y si hay una lección que la economía nunca pudo tomar del psicoanálisis es que nunca la
satisfacción se agota en el uso.
Aquí entra la dimensión del goce, Lacan la define muy bien – cuidado, pasamos del placer al goce –: “el goce es lo que no sirve para
nada”, el goce es lo inútil. Esta pasión por lo inútil, esta pasión por lo que no sirve para nada, es casi una pasión propia de la
humanidad, en cualquier cultura.
Puede haber un padecer que no tiene nada que ver con la utilidad ni con el intercambio social, sino que está entre placer y goce,
dimensionando un aspecto que Lacan caracteriza como absolutamente privado. Usa la palabra privado para indicar que no entra en el
intercambio social. Es un goce propio, pero en realidad es una nueva palabra para un viejo concepto freudiano, es un goce autoerótico,
y el autoerotismo no circula, el autoerotismo es mi zona erógena, no la del otro, tiene que ver con mi propio cuerpo, no entra en la
circulación social. Por eso, el deseo como deseo del otro es lo que hace el contrapunto, entre lo autoerótico y privado, de la dimensión
de la satisfacción, la cual en un sentido freudiano – no en el sentido hétero, homosexual, no se refiere a lo fálico –, sino a la satisfacción
sexual, esa satisfacción no tiene común medida, porque es autoerótica, no es la satisfacción del intercambio y de la rivalidad por los
objetos, porque, precisamente, en ese último nivel encontramos el narcisismo freudiano. En esta otra dimensión, goce, placer
alucinatorio, etc., es ahí donde se instalará, organizando sus condiciones, la ficción, es decir, el deseo del Otro, no en el nivel del
narcisismo, porque en ese nivel del narcisismo, el deseo como deseo del otro con minúscula se instala vía el significante del Ideal,
tributario de la demanda del Otro, no del deseo del Otro.
Lacan apunta a mostrar, que de ese Otro prehistórico, inolvidable, se desprenderán dos vías, bajo dos formas distintas. Es la diferencia
entre lo que es del orden del placer y del goce en su relación con la experiencia de satisfacción, de aquello que es la dimensión de la
homeostasis narcisista.
No es la supervivencia pura la que mueve al sujeto hablante, porque si fuera la supervivencia nadie arriesgaría la vida por ninguna
causa, nadie se suicidaría por amor, nadie sería capaz de trabajar quince horas por ese gran equivalente general que es el dinero.
Lacan, J. El Seminario 2 - Cps (punto 2), IX (punto 3), X (pto 29), XII
Introducción al Entwurf – Para que haya relación con el objeto es preciso que ya exista relación narcisista del yo con el otro. Ésta es la
condición primordial de toda objetivación del mundo exterior.
SE trata de saber cuáles son los órganos que entran en juego en la relación narcisista, imaginaria con el otro, donde se forma el yo. La
estructuración imaginaria del yo se efectúa alrededor de la imagen especular del cuerpo propio, de la imagen del otro. El mirar y ser
mirado atañe efectivamente a un órgano, el ojo. Lo importante es que ciertos órganos están involucrados en la relación narcisista, en
cuanto ésta estructura a la vez la relación del yo con el otro y la constitución del mundo del os objetos. Detrás del narcisismo tiene usted
el autoerotismo, una masa investida de libido en el interior del organismo, de la que diré que se nos escapan tanto sus relaciones
internas como su entropía.
De las equivalencias energéticas que podemos captar en relación con un organismo vivo, a saber, el libro de cuentas: lo que entra y lo
que sale. No hay forma de medir paso a paso su interacción de todo lo que ocurre en su interior, lo que ocurre en uno de sus puntos
repercute en todos los demás.
La erotización de tal o cual órgano es la metáfora que más frecuentemente aparece, a causa de la sensación que induce en nosotros el
orden de fenómenos que se halla en juego en los fenómenos psicosomáticos.
Los mecanismos de defensa siempre están ligados a la relación narcisista en cuanto ésta se halla estrictamente estructurada sobre la
relación con el otro, la identificación posible con el otro, la estricta reciprocidad del yo y el otro. En toda relación narcisista el yo es el
otro y el otro es yo. La neurosis está siempre enmarcada por la estructura narcisista. Si algo sugieren las reacciones psicosomáticas
como tales, es que están fuera del registro de las construcciones neuróticas. No se trata de una relación con el objeto. Se trata de lo
simbólico, lo imaginario y lo real. Las relaciones psicosomáticas se sitúan a nivel de lo real.
Hablé antes del voyeurismo-exhibicionismo, y de una pulsión que tiene su fuente en un órgano, el ojo. Pero su objeto no es el ojo.
Cuando se trata de investiduras llamadas autoeróticas no podemos distinguir entre la fuente y su objeto.
Con respecto a la exterioridad y la interioridad, reparen en lo siguiente: tal distinción no tiene sentido a nivel de lo real. Lo real carece
de fisura.
LA vez pasada les dije que un simbolismo es esencial para todas las manifestaciones más fundamentales del campo analítico, y
especialmente, para la repetición, a la que tenemos que concebir enlazada a un proceso circular de intercambio de la palabra. Hay un
circuito simbólico exterior al sujeto y ligado a cierto grupo de soportes, de agentes humanos, en el cual el sujeto, el pequeño círculo que
llamamos su destino, está indefinidamente incluido.
Cierto intercambio de relaciones, a la vez exterior e interior, hay que representarse como un discurso que se recita, que se lleva a cabo.
Una porción considerable escapa al sujeto, quien no posee tales aparatos registradores, y prosigue, retorna siempre pronto a reingresar
en la danza del discurso interior.
El análisis está destinado a que preste oído, a que comprenda en qué círculo del discurso ese encuentra apresado y al mismo tiempo
en qué otro círculo tiene que entrar.
Lo que se nos propone como sistema vitalista, arco reflejo, parece obedecer únicamente a la ley de descarga. El circuito se cierra por la
vía más corta. El principio de realidad es introducido aquí en referencia al sistema , vuelto hacia el interior.
El sistema es ya una prefiguración del sistema del ello. No hay la menor conciencia. Sin embargo, es preciso reintroducirla, y Freud lo
hace bajo la paradójica forma de un sistema que obedece a leyes absolutamente excepcionales. Freud no sabe qué hacer con el
sistema CC.
En relación con los estados de deseo, Freud pone en juego la correspondencia entre el objeto que se presenta y las estructuras ya
constituidas en el yo. Freud distingue dos estructuraciones totalmente disímiles de la experiencia humana: la que con Kierkegaard
denominé antigua, la de la reminiscencia, que supone un acuerdo, un armonía entre el hombre y el mundo de sus objetos que hace que
los reconozca, porque en cierto modo los conoce desde siempre y, por el contrario, la conquista, la estructuración del mundo en un
esfuerzo de trabajo, por la vía de la repetición. En la medida en que se lo presenta sólo coincide parcialmente con lo que ya le procuró
satisfacción, el sujeto se pone a la búsqueda, y la repite indefinidamente hasta volver a encontrar ese objeto. El objeto se encuentra y
se estructura en la vía de la repetición: reencontrar el objeto, repetir el objeto. Pero lo que el sujeto encuentra jamás es el mismo objeto.
El sujeto no cesa de engendrar objetos sustitutivos. En esta teoría, hallamos pues el esbozo, a nivel del materialismo, del proceso e la
función de repetición como estructurarte del mundo de los objetos.
El mundo humano no es para nada estructurable como un Umwelt (exterior) ensamblado con un Innenwelt (interior) de necesidades; no
está cerrado, sino abierto a una multitud de objetos neutros de extraordinaria variedad, objetos que incluso en su función radical de
símbolos, ya nada tienen que ver con objetos.
El yo experimenta la realidad no sólo en la medida en que la vive sino en la medida en que la neutraliza todo lo que puede.
Es en la ramificación neuronal donde Freud sitúa el proceso de derivación que hace el flujo energético, diseminado e individuado, no
pase. Y en la medida en que no pasa, es posible una comparación con las informaciones que nos da el sistema Q sobre el plano
periódico, a saber, que la energía se ve reducida, quizá no es u potencial sino en su intensidad.
En este primer esbozo del yo, hay un anuncio de lo que se revelará como condición estructural de la constitución del mundo objetal en
el hombre: el redescubrimiento del objeto.
Pero la referencia al otro, también esencial para la estructuración del objeto, se elude completamente. El descubrimiento del narcicismo
cobra para nosotros todo su valor por el hecho de que en ese momento Freud no lo advierte en absoluto.
Lacan. S2 – Juego de escrituras – Freud parte del arco reflejo en su forma más simple. Dicho esquema pone de manifiesto la propiedad
esencial del sistema de relaciones de un ser vivo: éste recibe algo, una excitación, y responde algo. La noción de respuesta implica
siempre que nos hallamos ante un ser adaptado. No sólo existe el par aferente-eferente, es preciso suponer que la respuesta sirve para
algo, es decir, que el ser vivo es un ser adaptado.
Sólo cuando Freud tome en cuenta que lo que sucede en el sistema debe ser eficaz en el sistema , intervendrá la noción de un
aporte de energía. Sólo entonces puntualizará Freud que el sistema tiene que ver con las incitaciones internas, es decir, con las
necesidades. Las necesidades son algo efectivamente vinculado al organismo y que se distingue muy bien del deseo. La necesidad
expresa de qué modo el sistema, que es un sistema particular del organismo, entra en huego en la homeostasis total de éste. Aquí
interviene necesariamente la noción de constancia energética.
Entre , que experimenta algo del interior del organismo y , que produce algo que tiene relación con sus necesidades, Freud considera
que hay equivalencia energética. Esto se vuelve completamente enigmático: ignoramos totalmente qué puede significar la equivalencia
energética entre la pulsión interna, ligada al equilibrio del organismo, y su salida. Freud no puede contentarse con el in-put, e introduce
entonces un aparato suplementario, .
Se trata de construirlo todo a partir de nociones energéticas, de la idea de que para que podamos sacar un conejo del sombrero primero
hace falta meterlo. SE trata del sistema de la percepción. Freud lo confundirá con el sistema de la conciencia porque le hace falta el
mundo exterior mismo. Le hace falta un aparato interior que refleje no sólo las incitaciones del mundo exterior, sino la estructura. Este
esquema se basa en realidad, en lo que más tarde será aislado con el término homeostasis. Registra, pero de manera filtrada. Ya
aparece la noción de homeostasis, implicando la entrada y salida de algo llamado energía.
Si el sistema nervioso realiza, un filtrado, se trata de un filtrado organizado, progresivo, que supone facilitaciones. La suma de todas
esas facilitaciones, a los acontecimientos, los incidentes sobrevenidos del individuo, constituyen un modelo que proporciona la medida
de lo real. Ahí está lo imaginario, pero como tal, supone una intervención de las Gestalten (formas), que predisponen al sujeto vivo a
cierta relación con una forma típica que le responde especialmente: supone un acoplamiento biológico del individuo a una imagen de su
propia especie. Solamente hay zona de experiencia y zona de facilitación.
La memoria se concibe aquí como una serie de engramas, suma de series de facilitaciones, y esta concepción revela ser enteramente
insuficiente si no introducimos en ella la noción de imagen. Si se postula que una serie de facilitaciones, una secuencia de experiencias
hace surgir una imagen en un aparato psíquico concebido como una simple placa sensible, es obvio que cuando al misma serie es
reactivada por una nueva excitación, por una presión, por una necesidad, se reproducirá la misma imagen. Todo estímulo tiende a
producir una alucinación. El principio del funcionamiento del aparato es la alucinación. Esto es lo que quiere decir proceso primario.
Si la concatenación de las experiencias produce efectos alucinatorios, es preciso un aparato corrector, un test de realidad. Dicho test de
realidad supone una comparación de la alucinación con algo recibido de la experiencia y conservado en la memoria del aparato
psíquico. Y desde este momento, por haber querido eliminar completamente el sistema de CC, Freud se ve obligado a restablecerlo con
reforzada autonomía.
El sistema está formado por órganos diferenciados que no registran las energías masivas procedentes del mundo exterior. Si el ser
vivo ya no puede moderar los choques, sólo le queda huir. Aquí se trata de las relaciones entre psique y las determinaciones sutiles del
mundo exterior.
Freud tiene que admitir que también hay cierta constancia de energía, y que lo que es incorporado debe reaparecer en algún lado. Pero
el acento recae en que entre la excitación y la descarga hay un mínimo de energía desplazada. Porque este sistema debe ser lo más
independiente posible de los desplazamientos de energía.
Para que pueda haber comparación, escala común entre lo interior, donde la imagen sólo posee dependencias memoriales, donde es
alucinatoria por naturaleza, y lo exterior, es menester que el yo, acentuando al segundo grado la función de regulación de moderador,
inhiba al máximo los pasajes de energía en este sistema. Lo que llega como incitación, ya considerablemente filtrado, debe serlo
nuevamente para poder ser comparado con las imágenes espaciales que surgen en función de una necesidad.
Freud se ve inducido a construir una conciencia-percepción entificada en un sistema. Es cierto que este sistema diferenciado existe,
tenemos noción de él. Este sistema distingue en el aparato psíquico dos zonas: una zona de imaginación, memoria o mejor aún,
alucinación memorial; en relación con un sistema perceptual especializado como tal.
La denominación aparato psíquico resulta insuficiente para designar lo que se presenta en la Traumdeutung, donde l dimensión
temporal comienza a emerger.
SEMINARIOS
Explique el concepto de Negatividad en Hegel
Esa “actividad” capaz de extraer el sentido del Ser, de separar la esencia de la existencia y de encarnar el sentido-esencia en el
discurso, es lo que constituye el milagro que la filosofía (o más exactamente de la Ciencia o la Sabiduría) está llamada a explicar. Y al
tratar de hacerlo Hegel ha descubierto ( o precisado= la categoría (ontológica) fundamental de la NEGATIVIDAD que él llama también lo
“Negativo” o la “entidad-negativa o negadora”. Esa negatividad es la “energía del pensamiento” que extrae el sentido del Ser separando
la esencia de la existencia; es la “energía del Yo abstracto puto” que engendra el “pensamiento” es decir el “Entendimiento” y su
discurso. Pero como suele decirse el discurso no cae del cielo. Si expresa un “pensamiento” que pertenece a un “Yo”, ese Yo
necesariamente tiene una existencia-empírica en el Mundo espacio-temporal natural y es un Yo humano. Lo que es “Yo-abstracto” en el
plano ontológico (y ese Yo es la forma en la cual subsiste la Negatividad de la Identidad o del Ser Dado), es el “Yo personal” humano en
el plano metafísico: es el Hombre que “Aparece” en el plano fenomenológico, como individuo libre histórico hablante.
La negatividad en Hegel domina al ser del hombre, que su realidad es acto de autrocreacion histórica por negación de lo dado en lo
inmediato. La negatividad es aquí la acción como historia, no la nada en sí.
Esta negatividad, fundamento del ser en base a la muerte, se une al concepto de acto y de acción como simbólico e histórico, que será
una constante en Lacan. Sólo hay acto allí donde hay orden simbólico, en el sujeto hablante.
En el estadio del espejo, las relaciones imaginarias que son articuladas por Lacan a la conducta frente al espejo consisten en “que el
sujeto se identifica en su sentimiento de Si con la imagen del otro, y la imagen del otro viene a cautivar en él este sentimiento” y: “En el
otro se identifica el sujeto, y hasta experimenta en primer término…”. Esto determina un efecto de alienación fundamental. El sujeto se
identifica en el otro porque su Yo se constituye a partir de la “nueva acción psíquica” consiste en la identificación a la imagen unificada
que aporta el semejante: la imagen del semejante tiene tal valor cautivante para el sujeto por las condiciones particulares de su
nacimiento, la “pre maturación del nacimiento”. Esta discordancia temporal implica que el sujeto no puede controlar ni dominar un
cuerpo que se le presenta como fragmentado, lo que puede serle ocultado por la identificación con la imagen engañosa del semejante,
en tanto que ilusoriamente completa y unificada vela que ese otro se encuentra en el mismo estado de “miseria original”. Una
consecuencia de este proceso es el tipo de relación que se establece con el semejante. Esta relación basada en la lógica del “o yo o el
otro”, implica la “imposibilidad de coexistencia con el otro”. Y podemos describir como una sola imagen para dos, que permite su
articulación con la “lucha a muerte por puro prestigio” tal como la encontramos en el Hegel de Kojeve.
“El hombre se reconoce humano al arriesgar su vida en una lucha a muerte para satisfacer su Deseo humano, es decir, su deseo que
se dirige sobre otro Deseo. Pero desear un deseo es querer superponerse a sí mismo al valor deseado en ese deseo. Porque sin esta
sustitución se desearía el valor, el objeto deseado y no el deseo mismo. Desear el deseo de otro es pues una última instancia desear
que el valor que yo soy o que “represento” sea el valor deseado por ese otro: quiero que él “reconozca” mi valor como su valor, quiero
que el me reconozca como un valor autónomo.” No hay que perder de vista que este deseo de “imponerse al otro en tanto que valor
supremo” implica el “o yo o el otro”, porque a este nivel no hay pacto posible; esta dialéctica no puede evolucionar en un “yo te
reconozco a ti y tu me reconoces a mi”. No hay pacto posible dentro de esta relación dual y su falta implica la intención agresiva.
Sexualidad y significante – cap 2
Las leyes del lenguaje
La concepción del inconsciente como estructura significante, implica un vaciamiento del inconsciente, éste ya no es “sede de los
instintos”, ni conjunto de significados. La estructura del lenguaje lo preexiste y es su condición, ella estructura al sujeto, que no es más
que efecto en lugar de ser su amo.
“La instancia de la letra en el ICC” presenta la estructura del lenguaje del inconsciente de modo paradigmático y se presenta como
un texto donde la primacía de lo simbólico aparece en su punto máximo. Ciertos conceptos quedan firmemente incorporados:
1. La idea del lenguaje como estructura (sistema en Saussure)
2. Cada unidad, obtiene su valor de acuerdo a su posición en el conjunto, la cual se rige por una combinatoria legal
3. La arbitrariedad del signo en lo que respecta a la relación significante-significado
4. El elementos como diferenciales, todo elemento se define de modo negativo.
El algoritmo saussureano surge una inversión, que indica: la introducción de la función activa del significante en la determinación
del significado. La barra se modifica, deviniendo una “barrera resistente a la significación”.
La represión primaria es consustancial con la inexistencia de un sentido propio, y la barra que la encarna pasa a tachar al sujeto, ,
que ahora se presenta como dividido. La represión primaria es represión de los significantes, no de significados. La barra niega al
significante la función de representar el significado, la significación no justifica al significante.
1. Se reduce al fonema como elemento último, mínimo. No hay esencia en los significantes.
2. Hay leyes que rigen su combinatoria
La letra, definida como “soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje” y luego como “estructura esencialmente
localizada del significante”, refiere a las relaciones del significante con el lugar, a su materialidad singular, a la imposibilidad de división.
Lacan afirma la necesidad de un sustrato topológico, un espacio que escape al euclidiano, un espacio cuyo ordenamiento sea soporte
del desciframiento del ICC. Lugar de la letra que siempre puede vaciarse, ddel que el significante puede caer, pues la represión no es
más que esa caída misma. Si bien en la letra pueden encontrarse los caracteres del fonema, éste no subsume al concepto de letra. En
la “instancia” freudiana, la letra adquiere su vigencia, le da su razón y funda su insistencia, con una materialidad nueva que es el
significante.
La dimensión temporal se incluye en la cadena entre anticipación y retroacción, entre el “querer decir” que se adelanta y el sentido
que el Otro escande, poniendo fin al mensaje y definiendo su significación.
El lenguaje en psicoanálisis es inseparable de la verdad y de su búsqueda, y revela la estructura de ficción de la misma. El punto
de almohadillo* es inseparable de la puntuación, de la escansión y de la retroacción.
La función del significante en la emergencia de significación, se estructura según dos leyes del lenguaje: metáfora y metonimia. La
metáfora supone la similitud, la similaridad, pero Lacan señala que ésta sólo depende de la posición (lugar); la comunidad de posición
(dimensión sintáctica) permite la identificación, pero luego queda oculta por ella, y si no la tomamos en cuenta descuidamos la
consideración de la organización significante. LA metáfora funciona fundamentalmente a través de la sustitución, sobre todo de la
sustitución de posición. La metonimia se inscribe en el orden de las relaciones de contigüidad, de alineamiento, de coordinación
sintáctica.
La metonimia es la conexión palabra a palabra, la metáfora es la sustitución de una palabra por otra. Ambas implican la
imposibilidad de la existencia del significante aislado, ambas remiten a la cadena significante en sus atinencias horizontales
(sintagmáticas) y verticales (paradigmáticas). La estructura de la metonimia indica la conexión del significante con el significante. Esta
conexión es el articulador que permite la elisión, que instala la falta en ser en la relación del objeto utilizado para ello el valor de
remisión de la significación para investirlo con el deseo que apunta a esa falla que él soporta. Falta en ser, deseo y metonimia hacen
uno: mediante la elisión. Elidir: suprimir la pronunciación o en la cuenta de silabas finales la vocal final de una palabra ante la vocal
inicial de la palabra siguiente. Metonimia = cambio de nombre. La elisión es la supresión, desvanecimiento de la cosa en la relación de
objeto, es decir, la pérdida de la particularidad de su naturalidad, la negatividad del lenguaje, que anula el objeto, y deja al sujeto cautivo
de la remisión incesante de las significaciones entre sí, donde el referente parece perdido para siempre.
La falta en ser que es la esencia del deseo, se produce por el atrapamiento del sujeto en la remisión indefinida de significaciones,
en la que él, al igual que el objeto, se desvanece. El sujeto se desliza de un significante que siempre lo envía a otro, en una remisión
tan solo aparentemente infinita. LA alusión es la virtud propia de la metonimia. La significación, es en este caso, latente.
En este simple despliege de una cadena significante en su concatenación misma, se produce una nivelación, un borramiento, una
nivelación del sentido, que cuestiona al valor mismo. Este es el mensaje propio de la metonimia en la agudeza: determinar la
emergencia del peu de sens, poco sentido, que indica a su vez el cuestionamiento del valor del código.
La metonimia que es el deseo, es inseparable de la demanda, pero esta articulación se hace posteriormente en Lacan.
La metáfora se funda en la sustitución significante, produciéndose como efecto de esta sustitución una creación de sentido, es
decir, el advenimiento de una significación. La formula indica la superación de la barra y su valor para la creación de significación. El
síntoma es metáfora. La metáfora opera sobre la reserva homonímica y homofónica del lenguaje, produciendo en la agudeza, el “pas de
sens”, que no es el no-sentido, sino lo que podemos traducir como paso de sentido. En este caso, opera la represión y la significación
de la metáfora permanece inaccesible para el sujeto.
Ambos tropos requieren la sanción del A, marcando así su diferencia con el nivel imaginario. Así como la metonimia hace a la
cuestión de la falta en ser, la metáfora hace al ser. Lacan coloca en el lugar donde se sitúa el (+) que indica la separación de la barra
(en la fórmula de la metáfora), el paso de sentido, al sujeto mismo, ése es su lugar.
Deseo y significante fálico
Dos problemas:
1. La ausencia de deseo como sexual, confinado a lo imaginario salvo en lo tocante a su articulación con las leyes de alianza
2. Su re-definición como metonimia
El primer efecto de estas leyes del lenguaje es el abandono del concepto del deseo como deseo de reconocimiento, cuyo correlato es la
promoción de una concepción de la sexualidad en la que ésta se vincula en forma intrínseca con el sistema significante, a través de un
significante que adquiere un privilegio particular: el falo – Miller. LA sexualidad ya no es deducida del acuerdo simbólico o confinada a lo
imaginario.
Por el camino de la perversión, la homosexualidad femenina y el fetichismo, y por la fobia de Juanito; comienza a surgir el Otro barrado,
cuya priera incursión asoma bajo la forma de castración materna.
Lacan propone una teoría del objeto como falta, que se concretiza en 3 hormas de la falta que son la privación, la frustración y la
castración:
ACCION OBJETO AGENTE
Privación Real Simbólico Imaginario
Frustración Imaginaria Real Simbólico
Castración Simbólica Imaginario Real
El primer objeto que se dibuja aquí es el falo, el falo materno, que puede detectarse con nitidez en la fobia y el fetichismo, las
que por su cercanía con el deseo del A, presentan con claridad la falla en la función paterna. Este falo materno, introduce en la madre,
el A primordial, una dimensión de falta, y por ende, introduce la dimensión de su deseo, más alla del circuito imaginario a-a’. El deseo
de A, como nuevo patrón de deseo, nuevo patrón de medida de objetos.
El primer A simbolico, el de la frustración, que se escribe A (sin tachar), es quien introduce la dialécticade la demanda. La
necesidad debe de atravesar necesariamente el lugar del código para formularse como demanda (en el grafo del deseo), como lenguaje
articulado y articulable.
La renuncia al deseo de reconocimiento no es total, Lacan lo preserva dentro del campo de la demanda, cuyo organizador es
un significante privilegiado dentro de A, el significante del ideal del yo, I, que hereda el carácter de pacificación del A de la primera
época. Aspecto bondadoso y donador del superyó, organiza el circuito del yo especular.
El primer rédito de la metonimia es el falo materno, ausente, que hace del falo una marca de una falta que organiza al os
objetos “pregenitales” que, parciales y metonímicos, llevan su sello. SE trata del falo y de los objetos producidos en el lugar del
significado, de lo que en la formula de la metonimia es el (-)s
La metáfora paterna anuda: Edipo, castración, falo, lenguaje y síntoma.
Todo síntoma es metáfora. El fracaso en la producción de la metáfora paterna es la clave de la psicosis, es ella la que
demuestra que éste es el punto de almohadillo fundamental del ser humano. Este fracaso explica la ausencia de significación fálica en
la psicosis. Se pasa de una clínica del reconocimiento a una clínica del falo: clínica que se organiza alrededor de una lógica atributiva
del falo: el dilema se plantea entre serlo o tenerlo. La palabra fundante se metamorfosea en la promesa edípica: algún día…
Ya no sólo la muerte caracteriza al ser hablante, sino una nueva limitación: ¿qué es ser sexuado?. El inconsciente sigue
siendo el discurso de A, y en el esquema Rho encontramos una elaboración del esquema L. S: es la inefable (no habla) y estúpida
existencia cuyo sentido le llega al ser viviente dese el A, pues es en ese A donde se plantea su pregunta. La pregunta que surgía en el
S3 era sobre el sexo (ser hombre o mujer) y sobre la contingencia de la existencia (la posibilidad de no ser). Lacan remite a los
fantasmas, cabe recordar que éstos son una respuesta al a pregunta, como muestra el grafo. La novedad del esquema Rho es la
inclusión de los 3 ordenes (aunque todavía confunde real con realidad).
A nivel de lo simbólico tenemos la presencia de cuatro significantes que permiten delimitar el Edipo freudiano: A,M, I y P. 3 de
ellos simbolizan a A sin tachar. El otro término simbólico forma vértice del ternario imaginario, es el sujeto en su realidad y, en tanto tal,
forcluido del sistema, que ´solo juega como el muerto del bridge, en un juego significante en el que éstos lo harán significar, llegar a ser
un verdadero sujeto. Este lugar del sujeto como relacionado con el significado ya está presente desde su definición como efecto de la
sintaxis de la cadena al azar de los y los (+)(-).
Interesa subrayar en este contexto la presencia de un nuevo término del lado imaginario, el falo, como la significación
fundamental inducida en el sujeto por acción del significante. Este falo es el objeto imaginario del deseo materno. Como significación de
ese deseo surge como un efecto de sentido positivo, y si es un (+) de sentido, sabemos que su producción se debe a la acción de la
metáfora paterna.
Su producción exige al menos 2 significantes aquí presentes:
M, significante de la madre como A primordial, a cuyo nivel surge la pregunta acerca del deseo, primer significante,
destinado a ser reprimido por la metáfora paterna –Deseo de la Madre-, significante que se esboza en función de su
presencia-ausencia.
El segundo significante surge como un significante privilegiado en el lugar del A, es el Nombre del Padre.
El significante del NdP, significante de la ley, se une al mito del padre muerto de Totem y Tabu, cuya muerte funda la ley misma; el
Padre Simbólico es pues el Padre muerto. Así metáfora (paso al sentido positivo del falo) y metonimia (paso al poco sentido del falo
negativo) producen la significación fálica.
EL NdP es forcluido en la psicosis. La forclusión es agujero en el primitivo interior que debe ser concebido como un cuerpo
significante, agujero determinado por la exclusión de ese significante privilegiado de la ley que es el NdP.
El significante “desencadenado en lo real” se funda en la grieta que en lo simbólico abre la forclusión del Nombre del Padre: “El
significante que en el A, en tanto lugar del significante, es el significante del A en tanto lugar de ley”. Por eso el paranoico habla, está
inserto en el A del lenguaje, pero su palabra no necesita reconocimiento, porque le reconocimiento es parte de esa trampa neurótica
que es la demanda usada como coartada subjetiva.
La demanda es una cadena significante articulada y articulable, producto del paso de la necesidad por los desfiladeros del
significante (punto mítico de origen en que el sujeto es apresado por la estructura del lenguaje para devenir ) . El cruce de los 2
vectores del grafo ubica dos intersecciones, s(A), significado del A; y A, lugar del código. El punto de almohadillo indica cómo el A del
código decide el sentido del mensaje imponiendo una escansión, a partir de la cual se produce el vector retrógrado A s(A), que
retroactivamente significa la cadena significante que se despliega de modo anticipatorio. La demanda implica la transmutación de la
necesidad en pulsión, tras su paso por el código, y por eso figura en el piso superior, el de la enunciación, como formando parte de la
formula de pulsión o tesoro significante. La demanda es básicamente demanda de amor, de una presencia o ausencia del A, que son
leídas como don de amor.
Cuando la madre no responde al llamado, responde a su arbitrio, deja de ser simbólica para devenir una potencia “real”, que
puede privar al sujeto de la satisfacción de la necesidad. Cuando la madre deviene ese poder real, el objeto se transforma en simbólico.
Ese objeto simbólico es objeto de don, don es por excelencia el don que no se tiene, el falo ausente de la madre; imaginario en un
sentido, es simbólico en la medida en que al a mujer en lo real nada le falta. La castración materna introduce el falo como simbólico y
como objeto del don de amor.
Doble dimensión del objeto:
La frustración del objeto real, “frustración de goce”, no constituye ningún objeto como simbólico, pero menciona el objeto
transicional como reacción a la misma e indica que la pulsión se dirige hacia ese objeto real como parte del objeto-agente
simbólico de la demanda de amor
La frustración dde amor se instituye por el llamado al que se responde el par presencia-ausencia de la madre. Don como
símbolo de amor que apunta más allá de la necesidad. Emanda algo que sólo vale como signo de amor. El objeto del don es
una nada.
El deseo metonímico es la diferencia entre la demanda y la necesidad. Si es la diferencia, es que hay pérdida generada por la abolición
de la necesidad en su especificidad. Surge una nueva potencia, la del deseo, producto de esta división del sujeto entre la demanda y la
necesidad.
El deseo sigue siendo deseo del A, pero no se desea que el A reconozca al sujeto, sino que se desea ser deseado. Para ser
deseado por A, el A debe ser él también un sujeto dividido, con una falta, un deseante (). El falo asoma en el horizonte como aquello
que podría colmar la falta en el A y el sujeto no tiene más remedio que proponerse ser el falo, tenerlo implica la renuncia a serlo y, por
lo tanto, a colmar el deseo del A.
Surge el falo como significante del deseo de A, que es . Su función es ser “el significante destinado a designar en su conjunto
los efectos de significado en tanto determinados por el significante.
La función activa del significante en la producción de significado se ejerce sobre “lo significable”; esta función es definida como
“pasión” causada por el padecimiento de la marca significante; luego de esa pasión surge el significado. “En el falo se resume el punto
de mito donde lo sexual se hace pasión del significante”. Punto mítico de la unión entre sexualidad y significante, éste es el valor del
falo como significante. Por la pasión del significante, el falo sustituye, hace obstáculo a la relación sexual. El falo le impone una marca a
lo significable; en esa marca se conjugan el logos y el deseo, la marca es una conjunción entre el lenguaje y el deseo.
Al ser el sujeto sólo designa su ser por tachar todo lo que éste significa y “lo viviente de este ser en la represión primaria
encuentra su significante al recibir la marca de la represión del falo (por lo cual el inconsciente es lenguaje)”. El falo introduce el uno del
sexo, el falo, común a ambos, articulando el complejo de castración con el ICC estructurado como un lenguaje, y definiendo al sujeto
del ICC como , tachado en su ser por el falo como significante. El significante también revela la Spaltung (división) del A: .
El comportamiento de los sexos linda así con la comedia, que marca la necesaria mediación del falo, y obliga a la sexualidad a
entrar en la demanda. Impostura masculina: tener el falo por procuración. Mascarada femenina: serlo sin tenerlo. La represión del
significante fálico genera efectos diferentes en cada sexo:
En el hombre, la dialéctica entre la demanda y deseo permite la división en dos de la mujer (puta/madre). En él la represión del
falo es mayor y la impotencia muy mal tolerada.
En la mujer, la represión es menor, pues la convergencia del amor y el deseo la priva y, por eso, la ausencia de satisfacción es
mejor tolerada.
Lacan analiza el deseo insatisfecho de la histérica y el deseo imposible del obsesivo. El deseo de la bella carnicera se define como el
“deseo de un deseo”, el deseo deseado: tener un deseo insatisfecho. El deseo solo se capta en la interpretación. El deseo es su
interpretación. “Uno no se cura porque rememora, rememora porque se cura”. No hay palabra que pueda operar el reconocimiento del
deseo, porque: “el deseo no es más que la imposibilidad de esa palabra”. No hay reconocimiento para el , desaparece el S del
esquema L. “La resistencia a la confesión (del deseo) sólo consiste en la incompatibilidad del deseo con la palabra.” La interpretación
para alcanzar a la metonimia desesante debe recurrir a su estructura misma.
La producción del sujeto del ICC como tiene dos consecuencias importantes:
Este sujeto es evanescente, no es uno, como deseante no es más que falta en ser. Hay que atraparlo en las formaciones del
inconsciente.
o Esto se resolverá con la nueva formula de fantasma, a
Este , en tanto sujeto del ICC ¿puede o no decir yo (je)?
o Lacan toma a Jackobson, sujeto de la enunciación[on y sujeto del enunciado.
Toda producción lingüística puede ser considerada desde dos ángulos: 1) como una serie de frases o enunciado, 2) como un acto en el
curso del cual las frases se actualizan, la enunciación.
Shifters: unidad gramatical de la que su significación general sólo puede definirse tomando como referencia el mensaje o remitiendo a
él. Corresponden a los símbolos-índice de Pierce, es decir que son simultáneamente signos del código de la lengua (yo, por ejemplo ) e
índices que contienen un elemento de la situación de enunciación (yo designa a la persona que habla en este momento, en este lugar).
Yo (je) designa al sujeto de la enunciación, pero no lo significa. Todo significante del sujeto de la enunciación puede faltar en el
enunciado. El status del sujeto que diría Je (yo) en su palabra, es inseparable del de la represión primaria misma. El resorte de la
represión es la elisión significante. Entre enunciado y enunciación ese produce la elisión de la clausula “según su deseo”. Esta elisión
de un significante implica que en A, lugar del significante, se instala una ausencia, falta un significante que permite, cerrar el conjunto,
función ya presente en el (-1), el significante que hace excepción, al que lacan también denomina (+1), más uno, el significante que
sobra. Este agujero en el A es una forma de dar cuenta que “no hay meta-lenguaje” que es correlativo a la existencia del ICC freudiano
y de su estructura de lenguaje. Su escritura es S()
La represión cava un hueco en el A del significante, ese hueco determinado por la elisión es inseparable del borramiento del
sujeto, de su desaparición del proceso de enunciación. Por esta via lacan renueva el concepto de defensa, señalando que esta
procede modificando el sujeto. Los efectos de la defensa, definen la posición del sujeto.
La posibilidad de borramiento es una propiedad radical del significante. Pese a ello, subsiste como lo no-dicho. La barra se
instala sobre la S del significante para producir , el significante anulado se perpetúa indefinidamente.
“Je crains qu’il ne vienne” El sujeto encuentra su lugar en el ICC en el agujero. El Je es shifter y el sujeto de la enunciación en
tanto que su deseo horada (agujerea), sólo está en ese ne. La elisión como matriz de la negación afirma al sujeto de modo negativo y
prepara el vacío donde éste encontrará su lugar. Allí donde el sujeto se identifica con el corte mismo, en el corte lo sorprendemos.
“Este corte de la cadena significante es el único que verifica la estructura del sujeto como discontinuidad en lo real”. La agudeza y
lapsus muestran al sujeto en “su ocultación por un significante cada vez más puro”, el sujeto transparente de la representación es
sustituido por su fading significante, por ese yo (je) primordialmente reprimido, cuyo lugar agujereado indica la negación. A este sujeto
en fading, sujeto que se eclipsa en el significante de la demanda, lo rescata el objeto @, aún imaginario, lo fija en el punto en que el
sujeto no puede nombrarse. ¿Dónde situar al sujeto? En algún lugar en su fantasma fundamental. El fantasma sostén del deseo abre
una nueva vía: la reflexión de lo real, el goce, la pulsión y el lenguaje.
“¿Acaso todo es significante? Ciertamente no, pero sí estructura.”
*punto de almohadillo: lugares en los que se “atan entre ´si significante y significado” S3. Sirven para explicar el hecho de que, a pesar
del deslizamiento continuo del significado por debajo del significante, en el sujeto neurótico, hay ciertos puntos de fijación entre el
significado y significante, donde el deslizamiento se detiene temporariamente. Se necesita un mínimo de tales punto para que una
persona “sea llamada normal”, y “cuando no están establecidos, o ceden”, el resultado es una psicosis.