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FRANCESA

PRACTICOS
El Seminario I: “Los Escritos Técnicos de Freud” Cap. 19. Función creadora de la palabra
El único método correcto, cada vez que en el análisis buscamos la significación de una palabra, consiste en catalogar la suma de sus
empleos. LA significación está dada por la suma de éstos. El surgimiento del símbolo crea, un orden de ser nuevo en las relaciones
entre los hombres. Nunca saldrán del mundo del símbolo.
Cada vez que estamos en el orden de la palabra, todo lo que instaura en la realidad otra realidad, finalmente sólo adquiere su sentido y
su acento en función de ese mismo orden. Si la emoción puede ser desplazada, invertida, inhibida, si ella está comprometida en una
dialéctica, es porque ella está capturada en el orden simbólico, a partir del cual otros órdenes, imaginario y real, ocupan su puesto y se
ordenan.
Fábula de Ulises: Los compañeros de Ulises fueron transformados en cerdos. Es preciso creer que con todo conservan ciertos vínculos
con el mundo humano puesto que en medio de la porqueriza se comunican entre ellos mediante gruñidos sus necesidades: el hambre,
la sed, la voluptuosidad, el espíritu de grupo. ¿Acaso esos gruñidos no son también mensajes dirigidos al oro mundo? Una vez
convertidos en cerdos, tienen razones para añorar la presencia de Ulises. El gruido del cerdo sólo se transforma en palabra cuando
alguien se plantea la cuestión de saber qué es lo que este gruñido pretende hacer creer. Una palabra sólo es palabra en la exacta
medida en que hay alguien que crea en ella. Expresar la añoranza de Ulises, es reivindicar ser reconocidos, ellos mismos los cerdos,
como los compañeros de Ulises. La palabra es esencialmente un medio para ser reconocido. La palabra está ahí, antes que cualquier
cosa pueda estar detrás de ella. Por eso es ambivalente y absolutamente insondable. Es un espejismo. A partir del momento en que
quiere hacer creer algo y exige reconocimiento, la palabra existe.
¿A partir de cuando hay transferencia? Cuando la imagen que el sujeto exige se confunde con la realidad en la que está situado. Todo
el progreso del análisis consiste en mostrar al sujeto la distinción entre estos dos planos en despegar lo imaginario y lo real.
¿Por qué las mismas palabras se vuelven ahora eficaces, marcando un verdadero progreso en la existencia del sujeto? La palabra
nunca tiene un único sentido ni el vocablo un único empleo. Tras lo que dice un discurso está lo que él quiere decir, y tras lo que quiere
decir es´ta otro querer decir, y esto nunca terminará a menos que lleguemos a sostener que la palabra tiene una función creadora, y
que es ella la que hace surgir la cosa misma, que no es más que el concepto. Recuerden lo que dice Hegel sobre el concepto: el
concepto es el tiempo de la cosa. El concepto no es la cosa en lo que ella es, por la sencilla razón de que el concepto siempre está allí
donde la cosa no está, llega para reemplazar a la cosa. Es el concepto el que hace que la cosa esté allí, aun no estando allí. El ICC se
sitúa fuera del tiempo exactamente como lo hace el concepto, porque él es el tiempo en sí mismo, el tiempo puro de la cosa. Siendo
idéntica la modulación de tiempo, la palabra del analista tiene el mismo valor que la palabra antigua. El elemento-tiempo es una
dimensión constitutiva del orden de la palabra.
Si efectivamente el concepto es le tiempo, debemos de analizar la palabra por capas sucesivas, debemos buscar sus sentidos múltiples
entre líneas. ¿Esto nunca acaba? Sí, el sentido último de la palabra del sujeto frente al analista, es su relación existencial ante el objeto
de su deseo.
Este espejismo narcisista es lo que sostiene la relación del hombre con el objeto de su deseo y que siempre lo deja solo en lo que
llamaos el placer preliminar. Esta relación es especular y coloca a la palabra en una especie de suspensión, puramente imaginaria, en
relación a esa situación (palabra vacía).
Freud muestra cómo la palabra, a saber la transmisión del deseo, puede hacerse reconocer a través de cualquier cosa, con tal de que
esa cualquier cosa esté organizada como sistema simbólico. ¿A qué llama Freud Übertragung? El fenómeno constituido por el hecho de
que no existe traducción directa posible para un cierto deseo reprimido por el sujeto. Este deseo del sujeto está vedado a su modo de
discurso, y no puede hacerse reconocer. ¿Por qué? Porque entre los elementos de la represión hay algo que participa de lo inefable.
Hay relaciones esenciales que ningún discurso puede expresar suficientemente, sólo puede hacerlo entre-líneas. Freud nos habla de
los restos diurnos. En el sueño son formas errantes que el sujeto considera poco importantes: han sido vaciadas de su sentido. El
material significante fonemático, está constituido por formas destituidas de su sentido propio y retomadas en una nueva organización a
través de la cual logra expresarse otro sentido.
El deseo ICC, imposible de pensar, encuentra de todos modos un medio para expresarse en el alfabeto, en la fonemática de los restos
diurnos, descargados ellos mismos de deseo. Esto es lo que Freud nombra la primera vez que emplea Übertragung.
Toda acción en la sesión, está incluida en un contexto de palabra. Para el sujeto se trata de hacerse reconocer, un acto de palabra.

Sexualidad y significante – cap 1


Entre la época del “Discurso de Roma” 1953 y “La instancia de la letra” 1957, se hace un vuelco hacia las leyes del lenguaje. Lacan
hace del habla una acción que compromete al sujeto freudiano, al sujeto del inconsciente. La palabra, único medio del psicoanálisis, es
desde el inicio interlocución que implica intersubjetividad, más allá de su dimensión imaginaria a-a’.
Esta interlocución entraña un cuestionamiento de la verdad. Este compromiso de la verdad subjetiva en la palabra es el articulador con
el que Lacan diferenciará la palabra plena (verdadera, en su plenitud creadora, que hace surgir a la cosa misma, que es revelación,
emergencia de verdad) de la palabra vacía.
En el Discurso de Roma, Lacan relaciona la oposición de los elementos fonemáticos discriminativos de la lengua con laconnotación
presencia-asuencia de la alternancia vocálica del fort-da, designano a dicha oposición presencia-ausencia como “fuentes subjetivas de
la función simbólica”.
A nivel del Estadio del Espejo: Lacan establece una distinción tajante entre la agresividad intrínseca de la relación especular y la pulsión
de muerte. Esta separación le permite investigar la función simbólica en la “supuesta especulación” freudiana.
La muerte como Amo absoluto
La muerte se presenta en Lacan desde dos perspectiva: pulsión de muerte freudiana y la segunda desde la formación filosófica de
Lacan: Hegel, Heidegger, Keirkegaard, Sartre.
El ser-para-la-muerte de Heidegger es citado en el Discurso de Roma: “el limite de la función histórica del hombre”, y lo cita también en
lo referente a la muerte :”la posibilidad absolutamente propia, incondicinal, insuperada, certera u como tal indeterminada del sujeto
definido por su historicidad”.
La función de la muerte en el orden simbólico es fundamental. Siguiendo a Hegel, para Lacan, la muerte es fundante de lo
humano: la lucha amo-esclavo, de puro prestigio, lucha donde se arriesga la vida independientemente de la necesidad corporal, de la
animalidad, es considerada como antropogénica. La libertad fundamental del hombre es la libertad de morir. Lacan reiteradamente
define al símbolo como “muerte de la cosa”, como fundado en el par presencia-ausencia, necesitando de la ausencia para su
surgimiento. La historicidad está determinada precisamente por la finitud y la muerte. Nuestro destino se juega en nuestra vida de este
mundo y solo allí.
Negatividad y Muerte
“La muerte nos trae la pregunta de lo que niega el discurso, pero también la de saber si ella introduce en él la negación. La negatividad
del discurso en la medida en que hace ser a lo que no es, nos remite a la cuestión de saber qué le debe a la realidad de la muerte el no-
ser (ausencia-falta-nada) que se manifiesta en el orden simbólico”. Lacan caracteriza a este punto como función de lo simbólico y lo real
sin mediación imaginaria.
Siguiendo a Kojeve, la negatividad en Hegel domina el ser del hombre, que su realidad es acto de auto-creación histórica por negación
de lo dado en lo inmediato. La negatividad es aquí la acción como historia.
Pero esta negatividad, fundamento del ser en base a la muerte, se une al concepto de acto y acción como simbólico e histórico. Sólo
hay acto allí donde hay orden simbólico, sujeto hablante.
El deseo de reconocimiento
El deseo de reconocimiento es la culminación de este desarrollo y debe reconocerse que es enteramente ajeno a la obra freudiana.
Deseo tomado de Hegel, generado en la lucha a murte de puro prestigio, cuyo objetivo es que el otro sujeto reconozca al vencedor en
tanto sujeto, para lograr así su realización de sujeto.
El deseo humano, para ser considerado como tal, debe, según Hegel, no recaer sobre ningún objeto natural; su objeto es el deseo
tomado como objeto, otro deseo, que revela así un vacío, la presencia de una ausencia. El deseo humano es deseo del deseo de otro.
Debe ganarle a la tendencia a la conservación de la vida, debe ser riesgo asumido de la muerte que se juega en el enfrentamiento de
dos deseos: lucha a muerte de puro prestigio cuyo fin es el reconocimiento del otro.
“el deseo del hombre es el deseo del otro… su objeto primero es ser reconocido por el otro” Pero AQUÍ empiezan las diferencias, ya
que esta teorización de lo simbolico, la palabra permite mediación, el acuerdo simbólico; la palabra es pacto, reconocimiento, pacifica la
lucha –imaginaria- del prestigio, que culmina necesariamente en la muerte real, que como tal, elimina la posibilidad del reconocimiento.
Fórmula del lenguaje humano: “comunicación donde el emisor recibe del receptor su propio mensaje invertido”. El deseo difícilmente
puede ser considerado como información, es más bien un don, cuyo modelo es el potlach (dones que son símbolos y por ende, pacto).
Esto produce que el “sentido del discurso reside en quien lo escucha, de su acogida depende quién lo dice”. Determinación del sujeto
por el Otro, cuyo “poder discrecional”, deberá usar con discreción y prudencia el analista.
Este Otro es otro sujeto:”tu eres mi mujer” (yo soy tu marido). El sujeto depende pues en su constitución de sujeto de la mediación de la
palabra encarnada en Otro sujeto, garante de la buena fe.
El reconocimiento del deseo logrado gracias a la mediatización del lenguaje y la palabra integra auténticamente al sujeto humano en el
plano simbólico y allí reside su satisfacción propia.
Sexualidad y reconocimiento
En la palabra verdadera (plena) el sujeto es pues reconocido por el Otro, y para lograr este reconocimiento necesariamente debe
primero reconocer al Otro como capaz de reconocerlo. La palabra funda la posición de ambos sujetos e implica reciprocidad. Este otro
es caracterizado como otro absoluto, irreductible, de su existencia depende el valor de la palabra que reconoce al sujeto. Ese Otro es
“reconocido, no conocido”, dice Lacan; separándose de Hegel. Es así como Lacan puede definir el inconsciente como discurso del Otro.
El objeto para Lacan, igual que para Hegel, siempre surge como objeto de deseo del otro, pues ese deseo es su patrón de medida. A
este nivel el deseo se ve reducido al circuito imaginario a-a’ del esquema L, mientras que el deseo de reconocimiento se inscribe en el
vector SA del esquema.
La satisfacción plena, sólo se logra cuando el deseo, más allá de los fantasmas imaginarios del estadio del espejo, se realiza al adquirir
su pleno estatuto de reconocimiento. Pero a nivel de la “genitalidad”, la normativización de la posición del sujeto humano depende de
una ley fundamental, de una ley de simbolización, que es el complejo de Edipo. Ley inseparable de un orden del lenguaje.
La sexualidad también está subordinada al reconocimiento simbólico. El Edipo es la ley simbólica, condición de la asunción de la
sexualidad “normativizada” en el ser hablante. El Edipo es a la vez necesario y contingente. Soporte de la ley simbólica es el Nombre
del Padre, del tercero que introduce la ley, por eso “desde los albores de la historia se identifica su persona con la figura de la ley”.
Lacan sostiene que la simbolización del sexo femenino no existe. El falo y la prevalencia de la castración depende de una disimetría
simbólica, pues en lo simbólico mismo no tiene equivalente; en este punto lo simbólico se presenta como carente de material.
Estructura y cadena significante
En S2, Lacan dice que el orden humano constituye una totalidad, a la que denomina universo, pues es característico del orden
simbólico el presentarse como universal, formando una “estructura dialéctica que se sostiene, que está completa”.
En S3, hay un apartado dedicado a la estructura definida como “un conjunto de elementos que forma un conjunto covariante”. Entre
ambas definiciones se registra un cambio de totalidad por conjunto. Introduciendo la dimensión que se desplegará en matemas y
construcciones topológicas; ambas definiciones comparten la concepción de estructura como estructura del significante.
En S2, la compulsión a la repetición es identificada con la insistencia de la cadena significante, esencia como tal de la repetición
simbólica. Repetición que introduce el carácter mortificante del significante sobre el ser vivo, que lo transforma en ser hablante,
alejándolo de la adaptación. Esta insistencia de la cadena significante en su articulación como tal es correlativa de la existentica de un
topos excéntrico en el que el sujeto del inconsciente freudiano encontrará su lugar, pero cuyo efecto él es. El recorrido del significante
determinará los efectos del sujeto; y ese recorrido depende de la cadena, pues el significante por sí solo no significa nada; sus efectos
se actualizarán en función de su inserción en la cadena.
La cadena significante es pues una dimensión de la memoria que el inconsciente descubre. El ordenamiento mismo de la cadena
determina, por su distribución al azar, la emergencia de leyes simbólicas que hacen posible o imposible la aparición de determinados
signos, según el orden de la secuencia en que éstos se presenten. La sobredeterminación es determinación significante y depende de
su autonomía, demostrando el equívoco mismo en que se sustenta el término de asociación libre.
Por la inclusión del sujeto en este orden, el objeto como tal está perdido, queda anulado y se hace siervo del símbolo. Este momento de
mutación es designado como el punto cero del deseo.
En esta estructura de la determinación simbólica y en las exigencias que ella ordena se sitúa la persistencia irreductible del deseo
inconsciente. El símbolo surge en lo real a partir de una apuesta primera:¿algo será o no será? A partir del par (-)(+), ausencia-
presencia como posibles, se estructura la apuesta. Una vez que nació la pregunta, el despliegue de la partida simbólica organiza eso
que llamamos sujeto.
Lacan diferencia dos dimensiones en el uso del azar: a) el azar es sin intención; b) el azar tiene ley. Lo subjetivo surge en lo real en la
medida en que suponemos en él un sujeto capaz de usar el juego significante para “engañar” precisamente, esto es lo que está ausente
en lo natural, alguien que se sirva del significante para engañar. Se desplaza la preocupación hacia los lugares vacíos (que surge o no
surge en un lugar, la inexistencia) y surge así una ciencia de la combinación de los lugares. La estructura significante conlleva, la idea
del lugar vacío.
La subjetividad es definida como la sintaxis que engendra en lo real la marca significante, desprendiéndose de lo real una
determinación simbólica. SE desprende de lo real, pues se trata de una serie absolutamente aleatoria de jugadas, a partir de las cuales
se desprende una determinación simbólica. Esta determinación registra toda parcialidad, introduce disparidades y las produce como
tales en lo real.
Este orden simbólico se opone al orden libidinal (imaginario, moi) y la máscara de dicho orden es el instinto de muerte, máscara del
orden simbólico en tanto no-realizado. Este sigue como no realizado hasta el momento del reconocimiento simbólico.
La ley tiene dos caras diferentes para Lacan:
 el parentesco, la ley como ley de filiación y reconocimiento por el otro como sujeto, donde la negatividad funciona como
muerte;
 en la otra, lo que predomina es la instauración de una determinación simbólica formal, basada en el par ausencia-presencia,
como jugada al azar, que permite el cálculo y el surgimiento de una “sintaxis en lo real”.
Concepto de análisis
La realización subjetiva del sujeto pasa por el acceso a la palabra plena, que lo conduce hacia el reconocimiento de su deseo, donde su
objeto es, no el contenido mismo del deseo, sino el reconocimiento como tal. El sentido del síntoma en si mismo no basta, no lo explica,
hasta que se reconoce el deseo allí en juego; sin este reconocimiento, la acción analítica sólo puede ser experimentada como agresiva.
El sujeto en análisis, más allá del vacío de su decir, llama a la verdad. La palabra plena es lo que le da valor a la anamnesis como
índice y resorte de la cura. Pero en esta anamnesis cuenta sólo la verdad, no la exactitud del recuerdo. Por efecto de la palabra las
contingencias del pasado surgen como necesidades por venir, ella funciona como aprés-coup organizador.
En el análisis, al sujeto “le enseñamos a reconocer su historia como su inconsciente, le ayudamos a hacer la historización actual de los
hechos que determinaron en su existencia cierto número de “vuelcos” históricos. Toda fijación no es más que un estigma histórico.”
Lacan define en el Discurso de Roma al inconsciente como “ese capitulo de mi historia que está marcado por un blanco u ocupado por
una mentira: es el capítulo censurado”. Pero la verdad, está escrita en otra parte:
 en los monumentos: alude al cuerpo como lugar de escritura del síntoma
 en los documentos de archivos: recuerdos de infancia
 evolución semántica propia de cada sujeto
 en las tradiciones o leyendas que en forma heroica transmiten su historia
Así la prenda de un psicoanálisis es el advenimiento en el sujeto del poco de realidad que sostiene su deseo, más allá de lo imaginario.
Culmina así en el “perdón de la palabra”, y en la asunción del sujeto de su moi como je. La idea de Lacan es restituir a la interpretación
su carácter simbólico. Esto implica que el analista puede jugar con el poder del símbolo, evocándolo de modo calculado en la
resonancia semántica de sus intervenciones. La escansión de la sesión, “puntuación feliz” da sentido al discurso del sujeto y precipita
los momentos de concluir. El lugar fundamental del analista es el del oyente, el A, y su responsabilidad implica tener presente, desde
allí, que se reconoce o cancela al sujeto. Su silencio es una forma de la negatividad simbólica que permite la puntuación simbólica.

El Seminario, Libro II:, Cap. 19 (punto III):Introducción al A


EL Yo es una construcción imaginaria. Lo cual no significa que basta con que tengamos ese yo imaginario para ser hombres. Un loco
es precisamente aquel que se adhiere a ese imaginario, pura y implemente. He aquí el esquema L:

-deseo y palabra obstaculizados por el lenguaje


- a-a’ : muro del lenguaje
-más allá del muro del lenguaje: S-a’ , A-S
-A: poder discrecional del oyente
-S-a’: relación con los objetos de deseo
S: el sujeto analítico, no el sujeto en su totalidad, sino el sujeto en su abertura.
Como de costumbre no sabe lo que dice. Si lo supiera no estaría ahí, estaría abajo a
la derecha (lugar de A). Se ve en a, y por eso tiene un yo. El yo es una forma
fundamental para la constitución de los objetos. Ve bajo la forma del otro especular
a aquel que por razones estructurales llamaremos su semejante. Esa forma del otro posee la mayor relación con su yo, es superponible
a éste y la escribimos como a’.
El plano del espejo, el mundo simétrico de los ego y de los otros homogéneos. De él debe distinguirse otro plano, el muro del lenguaje.
Lo imaginario cobra su falsa realidad, que sin embargo es una realidad verificada, a partir del orden definido por el muro del lenguaje. El
yo tal como lo entendemos, el otro, el semejante, todos estos imaginarios son objetos, porque son nombrados como tales en un sistema
organizado, que es el muro del lenguaje.
Cuando el sujeto habla con sus semejantes lo hace en el lenguaje común, que toma a los yo imaginarios por cosas no simplemente ex-
sistentes, sino reales. SE las ve con cierto número de personajes, a’, a’’. En la medida en que el sujeto los pone en relación con su
propia imagen, aquellos a quienes les habla también son aquellos con los que se identifica. Aquello que caracteriza a la
intersubjetividad: el sujeto puede mentirnos.
Nos dirigimos de hecho a unos A1, A2, que son lo que no conocemos, A verdaderos, verdaderos sujetos. Ellos están del otro lado del
muro del lenguaje, allí donde en principio no los alcanzo jamás. Fundamentalmente a ellos apunto cada vez que pronuncio una
verdadera palabra, pero siempre alcanzo a a’, a’’, por reflexión. El sujeto está separado delos A, los verdaderos, por el muro del
lenguaje. Si la palabra se funda en la existencia del A, el S no sabe lo que dice. Cuando nos servimos del lenguaje, nuestra relación con
el otro juega todo el tiempo en esa ambigüedad. El lenguaje sirve tanto para fundarnos en el A como para impedirnos radicalmente
comprenderlo.
El sujeto no sabe lo que dice, porque no sabe lo que es. Pero se ve. SE ve del otro lado, de manera imperfecta a causa de la índole
fundamentalmente inacabada del Urbild (imagen primordial) especular.
Crítica al ego psychology: El sujeto reconcentra su propio yo imaginario especialmente bajo la forma del yo del analista. Este yo no
resulta simplemente imaginario, porque la intervenión hablada del analista se concibe de manera expresa como un encuentro de yo a
yo, como una proyección por el analista de objetos precisos. Lo que hay que procurar, es que el sujeto pase de una realidad psíquica a
una realidad verdadera, a una luna recompuesta en lo imaginario. Donde se opera es en el plano de lo imaginario.
La noción de la asunción imaginaria de los objetos parciales por intermedio de la figura del analista culmina en una suerte de
Comulgatorio, en una consumación imaginaria del analista. Esta parcialización existe. Es una de las dimensiones que permiten al
analista operar por identificación dando al sujeto su propio yo. Lo que Freud nos enseño es exactamente lo opuesto.
Si se forman analistas es para que haya sujetos tales que en ellos el yo esté ausente. Nunca hay un sujeto sin yo, un sujeto plenamente
realizado, pero es esto lo que hay que intentar obtener siempre del sujeto en análisis. El análisis debe de apuntar al paso de una
verdadera palabra, que reúna al sujeto con otro sujeto, del otro lado del muro del lenguaje. Es la relación última del sujeto con un A
verdadero, con el A que da la respuesta que no se espera, que define el punto terminal del análisis.
Durante todo el tiempo del análisis, el yo del analista debe ser un espejo vacío. Todo el progreso del análisis radica en el
desplazamiento progresivo de esa relación, que el sujeto puede captar en todo instante, más allá del muro del lenguaje, como
transferencia, que es de él y donde no se reconoce. SE trata de que el sujeto asuma su lugar. El análisis consiste en hacerle tomar
conciencia de sus relaciones con todos esos A que son sus verdaderos garantes y que no ha reconocido. SE trata de que el sujeto
descubra de una manera progresiva a qué A se dirige verdaderamente aún sin saberlo.
Wo Es war, soll Ich erden: Es el sujeto. SE conoce o no se conoce. Tiene o no tiene la palabra. Al final del análisis es él quien debe
tener la palabra y entrar en relación con los verdaderos A. Ahí donde S estaba, ahí el Ich debe de estar. Ahí donde estaba (ello) eso, el
yo debe advenir.
En el transcurso de un análisis puede haber algo que se forma como un objeto. Pero este objeto no es más que una forma
fundamentalmente alienada. Es el yo imaginario quien le da su centro.
Acerca de la causalidad psíquica
La historia del sujeto se desarrolla en una serie más o menos típica de identificaciones ideales, que representan a los más puros de los
fenómenos psíquicos por el hecho de revelar, la función de la imago. Concebimos al Yo como un sistema central de esas formaciones,
en su estructura imaginaria y en su valor libidinal. Freud identifica el Yo como el “sistema percepción-conciencia”, que constituye la
suma de lso aparatos gracia sala cual el organismo se adapta al “principio de realidad”.
Todo lo que el sujeto comprende con este término y que no es precisamente sintético ni está solo exento de contradicción designa en él
el lugar mismo de la Verneinung, del fenómeno por el que el sujeto revela uno de sus movimientos mediante la denegación misma que
aporta a él y en el momento mismo en que la aporta. Se trata de una negación formal, de un fenómeno típico de desconocimiento.
Nada separa al Yo de sus formas ideales (Ich Ideal) y que todo lo limita por el lado del ser al que representa, ya que escapa a él casi
toda la vida del organismo, no sólo porque con suma normalidad a ésta se la desconoce, sino también porque en su mayor parte no
tiene el Yo que conocerla.
SE trata de la reacción que se ha generalizado con el nombre de transitivismo. Esta reacción, como nunca se elimina por completo del
mundo del hombre en sus formas más ligadas (en las relaciones de rivalidad, por ejemplo) se manifiesta ante todo como la matriz del
Urbild del Yo.
Se la comprueba en efecto, como si dominara de manera significativa la fase primordial en la que el niño toma conciencia de su
individuo, al que su lenguaje traduce, en tercera persona antes que hacerlo en primera. El transitivismo como una verdadera captación
por la imagen del otro.
Se inscriben en una ambivalencia primordial, que se nos presenta en espejo, en el sentido de que el sujeto se identifica en su
sentimiento de Sí con la imagen del otro y la imagen del otro viene a cautivar en él este sentimiento.
Allí se pone ya de manifiesto un rasgo esencial de la imago: los efectos observables de una forma que sólo se puede definir en términos
de parecido genético, o sea que implica como primitivo cierto reconocimiento.
Con que el primer efecto de la imago que aparece en el ser humano es un efecto de alienación del sujeto. En el otro se identifica el
sujeto.
El deseo mismo del hombre se constituye bajo el signo de la mediación, es deseo de hacer reconocer su deseo. Tiene por objeto un
deseo- el del otro-, en el sentido de que el hombre no tiene objeto que se constituya para su deseo sin alguna mediación. Se vuelve a
encontrar en todo el desarrollo de su satisfacción a partir del conflicto entre el amo y el esclavo mediante toda la dialéctica del trabajo.
Esta dialéctica, que es la del ser mismo del hombre, debe realizar en una serie de crisis la síntesis de su particularidad y de su
universalidad, llegando a universalizar esa particularidad misma .Su libertad se confunde con el desarrollo de su servidumbre.
La costumbre y el olvido son signos de integración en el organismo de una relación psíquica: toda una situación, por habérsele vuelto al
sujeto a la vez desconocida y tan esencial como su cuerpo, se manifiesta normalmente en efectos homogéneos al sentimiento que él
tiene de su cuerpo. El complejo de Edipo revela ser en la experiencia capaz de constituir normalmente el sentimiento de la realidad.
Una función de poder y a la vez de temperamento, un imperativo “categórico”; una persona que domina y arbitra el desgarramiento
ávido y la celosa ambivalencia que fundamentaban las relaciones primeras del niño con su madre y con el rival fraterno: he aquí lo que
el padre representa, y tanto más, al parecer, cuanto se halla “retirado” de las primeras aprehensiones afectivas.
La nueva imagen hace “precipitar en copos” en el sujeto todo un mundo de personas que, en la medida en que representan núcleos de
autonomía, cambian completamente para él la estructura de la realidad. Tales fenómenos se dan primitivamente como reminiscencias,
iteraciones, series, juegos de espejo, sin que su dato mismo se pueda situar para el sujeto, en el espacio y el tiempo objetivos, de
ninguna manera más precisa que aquella en la que puede situar sus sueños.
Pienso que el complejo de Edipo no apareció con el origen del hombre. Evidentemente sólo puede presentarse en la forma patriarcal
de institución familiar. Su valor de cierre de un ciclo psíquico atañe al hecho de representar la situación familiar, en la medida en que
está marca dentro de lo cultural, por su institución, el traslape de lo biológico y de lo social.
Mi finalidad consiste en poner de manifiesto la conexión de cierto número de relaciones imaginarias fundamentales en un
comportamiento ejemplar de determinada fase de desarrollo. Ese comportamiento no es otro que el que tiene el niño ante su imagen
en el espejo desde los 6 meses de edad, tan asombroso por su diferencia con el chimpancé, cuyo desarrollo en la aplicación
instrumental de la inteligencia está lejos de haber alcanzado.
Lo que he llamado asunción triunfante de la imagen con la mímica jubilosa que la acompaña y la complacencia lúdica en el control de
la identificación especular, parece manifestar uno del los hechos de captación identificatoria por la imago.
Relacionábase de la más directa manera con esa imagen del ser humano que ya había yo encontrado en la organización más arcaica
del conocimiento humano. Hay una autonomía de la imagen del cuerpo propio en el psiquismo.
Hay e torno de esa imagen una inmensa serie de fenómenos subjetivos, desde la ilusión de los amputados, hasta, las alucinaciones del
doble. Pero más importante es aún la autonomía como lugar imaginario de referencia de las sensaciones propioceptivas que se pueden
manifestar.
Desde los juegos sexuales hasta las ambigüedades morales, son causa de que se haga memoria e mi estadio del espejo por la virtud
de la imagen y por obra y gracia del espíritu santo del lenguaje.
Prematuración del nacimiento: la incompletud y el “atraso” del desarrollo del neuroeje durante los primeros seis meses, y por lo demás,
patentes, desde que el hombre es hombre, en la incoordinación y equilibratoria del lactante, y que probablemente no carece de
vinculación con el proceso de fetalización de Bolk. En función de ese atraso de desarrollo adquiere la maduración precoz de la
percepción visual su valor de anticipación funcional, de lo cual resulta, por una parte, la marcara prevalencia de la estructura visual en el
e reconocimiento, de la forma humana mientras que, por la otra, las probabilidades de identificación con esta forma reciben un apoyo
decisivo, que va a constituir en el hombre ese nudo imaginario, absolutamente esencial, al que oscuramente, ha no obstante
admirablemente designado el psicoanálisis como el narcisismo. En ese nudo yace la relación de la imagen con la tendencia suicida.
Esta tendencia suicida, que a nuestro parecer representa lo que Freud procuró situar como masoquismo primordial, depende del hecho
de que la muerte del hombre, mucho antes de reflejarse, de una manera por lo demás siempre tan ambigua, en su pensamiento, se
halla por el hombre experimentada en la fase de miseria original que el hombre vive, desde el traumatismo del nacimiento hasta el fin
de los primeros seis meses de pre maturación fisiológica y que va a repercutir luego en el traumatismo del destete.
Los juegos de ocultación: podemos concebirlos como manifestadores de la primera vibración de esa onda estacionaria de
renunciamientos que va a escandir la historia del desarrollo psíquico. Comienza este último, y ya están, pues, vinculados Yo primordial,
com esencialmente alienado, y el sacrificio primitivo, como esencialmente suicida: la estructura fundamental de la locura.
Toda resolución de esa discordancia entre el Yo y el ser, mediante una coincidencia ilusoria de la realidad con el ideal debe de resonar
hasta en las profundidades del nudo imaginario dela agresión suicida narcisista.
Las primeras identificaciones del niño, elecciones “inocentes”, no determinan otra cosa, en efecto – dejando aparte las patéticas
“fijaciones” de la “neurosis” que esa locura, gracias a la cual el hombre se cree un hombre. Formula paradójica, que adquiere, sin
embargo, su calor si se considera que el hombre es mucho más que su cuerpo, sin poder dejar de saber nada más acerca de su ser.
Esa pasión de ser un hombre, el narcicismo, que impone su estructura a todos sus deseos. Cuando el hombre, en busca del vacío del
pensamiento, alcanza por el fulgor sin sombre del espacio imaginario, absteniéndose hasta de aguardar lo que de él va a surgir, un
espejo sin brillo le muestra una superficie en la que no se refleja nada.
Creemos poder designar en la imago el objeto propio de la psicología. Me parece correlativa de un espacio inextenso, indivisible y de un
tiempo cerrado en la espera y el sosiego, de un tiempo de fase y repetición.
Le da fundamento una forma de causalidad, que es la causalidad psíquica misma: la identificación; ésta es un fenómeno irreductible, y
la imago, es esa forma definible ne el complejo espacio-temporal imaginario que tiene por función realizar la identificación resolutiva de
una fase psíquica, eso es, una metamorfosis de las relaciones del individuo con su semejante.
La imago se encuentra en los animales. Paloma hembra, no ovula si está excluida de la percepción de sus congéneres, sin que sea
necesario que se trate de la visión de un macho.
La imago es una amenaza para el hombre porque el haber reconocido la distancia incuantificable de la imago y el ínfimo filo de la
libertad como decisivos de la locura no basta aún para permitirnos sanar ésta; tal vz no esté lejos el tiempo que nos permitirá
provocarla.
Es seguro que la percepción visual de un hombre formado en un complejo cultual completamente diferente del nuestro es una
percepción completamente distinta de la nuestra.
El concepto de objeto en la teoría psicoanalítica – el objeto en la fobia y en la perversión
El objeto fóbico
El misterio del objeto fóbico se resuelve en torno a la significación fálica. “El objeto fóbico en cuanto significante para todo uso para
suplir la falta en el Otro”. El objeto fóbico es pues en primer término un objeto sintomático, es decir, metafórico por excelencia. En I.S.A,
la significación de todo síntoma es fálica. Lacan señaló la solidaridad entre la estructura del síntoma y la de la metáfora, solidaridad que
se resuelve si pensamos su articulación con la metáfora paterna (fundamental), que permite un estabilización y un punto de almohadillo
entre significantes y significado. Al ser la metáfora paterna la resolución edípica y la operación misma de la castración, quedan a su vez
anudados síntoma y castración.
En el caso de Juanito, la falta de falto en la madre como el hilo que nos permitirá ubicarnos en los laberintos de la relación del
sujeto con el deseo de A. Esta falla indica al mismo tiempo el objeto del deseo y la via de engaño que éste abre a nivel del ser del
sujeto. Surge en ese punto en lo imaginario la bocaza abierta de una madre no saciada, insatisfecha, que busca algo para devorar.
Figura devorante que surge en el imaginario como respuesta al enigma del deseo de A.
Este objeto es fundamentalmente un significante, un comodín, que suple la falta del A allí donde eso sea necesario. La
producción de este significante se debe a la operación insuficiente del Nombre-del-Padre en la metáfora paterna, cuyo defecto suple,
generando así una variante de la significación fálica metafórica.
Una fobia a los vampiros
Por las noches teme a la aparición de un vampiro. El vampiro y el temor, despertaban cierto efecto “cómico”. Esta presencia de la risa
era correlativa a la cercanía de la significación fálica.
“Tengo miedo, cierro los ojos y es todavía peor. ME parece que estoy en una gran mansión, llena de torres, perdida en los Cárpatos,
hace mucho, mucho frío, la ventana se abre y un vampiro se arroja sobre mí”.
Torres era el apellido de su madre y la palabra Cárpatos contenía el apellido de su abuela paterna. El paciente utiliza los 2 apellidos. Su
nombre de pila, era el mismo que el de su padre y el único modo de diferencia entre ambos nombres era el apellido segundo, el
materno de cada uno de ellos. El relato de los vampiros, remitía a los dos apellidos: al de su propia madre y al de su abuela paterna, a
los únicos términos que permitían establecer una diferencia entre su padre y él mismo a nivel de nombre propio.
(La interpretación e la significación alimenta el síntoma.)
El significante “torres” remitía con claridad al deseo materno, incluso al enigma que representaba para este sujeto la gran ambición de
su madre, que ella por su parte se había realizado; “Carpatós” a us vez suplía al Nombre-del-Padre en su función. El vampiro aparecía
como un significante que realizaba la suplencia del significante fálico y de su significación, ya que la significación fálica como tal
aparecía sustituida regresivamente por una significación oral. El agujero que el deseo instala en A tiene uno de sus representantes
imaginarios claves en la boca abierta, en la figura de devoración.
La resolución del síntoma sí configuró claramente el interrogante acerca de las “torres”, vale decir, del deseo materno ante el cual el
vampiro era ya una protección. Sin la presencia paradójicamente protectora del vampiro se abría para el sujeto el abismo del deseo de
A y el vértigo ante él experimentado.
Una fobia infantil
Se trata de una fobia infantil al ratón. El “Raton” remite directamente a la ausencia y al abandono del que fue objeto el paciente por
parte de un padre alcohólico crónico. El ratón es el significante mismo de su desaparición que suple al desfallecimiento del Nombre-del-
Padre. LA oralidad de este sujeto aparece formando parte de su vida sexual, solidaria de un goce que no está dispuesto a renunciar.
Goce oral, como goce a-sexuado, de la elección homo o heterosexual. Se observa cierta continuidad entre el significante fóbico y el
objeto del fantasma. El objeto fóbico se reduce a la función de la metáfora que lo funda. Además, indica tempranamente algo que hace
a la necesidad de suplir al NdP. Esta última posición inclina más al perverso hacia la frustración del goce que hacia la frustración del
amor, más aún si se tiene presente que en la frustración del goce se esboza ya el objeto en su articulación con la satisfacción pulsional
y que el fantasma en la perversión pone a Lacan en la pista del a dividiendo al sujeto.
El perverso se coloca como objeto al servicio del goce de A, dicha posición de instrumento del deseo es algo que al neurótico le resulta
especialmente insoportable. Así como el perverso no se detiene para pedir permiso, el neurótico por su parte, lo pide todo el tiempo,
ocultando de este modo tras la demanda del A a ese A en cuanto deseante. El neurótico sueña con ser reconocido como sujeto por A,
ser objeto – posición propia del sujeto en la perversión – le da horror.
El acceso a lo simbólico que la frustración de amor instaura está presente y es inseparable del significante M. La demanda de amor
queda en general fuera de juego en lo tocante a la sexualidad misma. Allí donde el neurótico usa su fantasma como huida del acto; el
perverso pasa al acto para conseguir, por una vía diferente, la del goce, la integridad de ese A como A del goce y no de la demanda.
Por eso la sexualidad perversa puede ser considerada como síntoma; ella también se ubica en el grafo en el lugar del síntoma s(A),
como mensaje que le llega desde el A sin barrar.
El fetiche es el falo ausente de la madre, es el ocultamiento real de la castración. E l sujeto entonces es “la metonimia de su deseo del
falo (deseo de la madre). Alternativamente se identificará con la madre o con su falo.
Comparemos estos dos objetos: el objeto metafórico de la fobia y el objeto metonímico del fetiche:
1. Ambos definen como significaciones producidas ante la angustia de castración. Son soluciones distintas al enfrentamiento con
la castración den el A, con su deseo.
2. Ambos se articulan con la significación fálica, apareciendo respectivamente como un (+) o un (-) de significación
3. Este (+) y este (-) vinculado con la significación da cuenta de algo. En la fobia, las significaciones invaden el mundo, primando
entonces el animismo; los objetos cobran vida. (“Se me viene encima”)
4. El carácter francamente significante del objeto fóbico parece oponerse al carácter aparentemente “concreto” del fetiche.
Congelado en el tiempo, detalle desprendido de su contexto original, se trata de un objeto que encarna el objeto simbólico de la
privación. Comparable al recuerdo encubridor, ese objeto “real” también es simbólico.
El objeto es todavía objeto de deseo y ese objeto simbólico que Lacan descubre en la insistencia de la cadena, en su metonimia misma,
ese objeto que el i(a) imaginario esboza, es en cuanto tal, un señuelo de la estructura.
TEORICOS
Ficha RSI – cátedra
Toda realidad humana está organizada en 3 órdenes: lo simbólico, lo imaginario y lo real. Las distintas patologías dependerán
de cómo los tres órdenes se anudan entre sí. No hay correlación unívoca entre una patología y un orden. Lo fundamental es que la
forma en que se anudan, en que se relacionan los 3 ordenes en el nudo borromeo, es para Lacan la estructura misma.
En el Discurso de Roma ampliará el concepto de imaginario, haciéndose más abarcativo que lo especular como tal. Lacan es
capaz de articular de una nueva manera, gracias al concepto de imago e imagen, la importancia como tal de la relación entre la imagen
y el yo, al moi, al yo imaginario. Lacan ubicará a la percepción, a la imagen, a lo imaginario, bajo la égida del yo narcisista freudiano.
Lacan critica la suposición de una percepción pura, fisiológica, totalmente independiente de cualquier otra connotación o de
cualquier otra influencia. Lo imaginario retoma el yo narcisista en un sentido fuerte y también se funda en la polémica en torno a
posiciones klenianas –posición esquizoparanoide y posición depresiva- que sostienen la existencia de un yo precoz desde el nacimiento
mismo. El movimiento de Lacan es transformar las posiciones klenianas al incluirlas y articularlas con el yo narcisista freudiano. A esta
dupla de posiciones klenianas y el yo narcisista de Freud, se le agrega la experiencia de Wallon sobre el reconocimiento en el espejo,
por parte del niño, de su propia imagen. Otra influencia que tiene es Bolk, y sus teorías sobre la pre maturación: cuanto mayor
longevidad de una especia, mayor es la duración de la crianza. Lacan articula la pre maturación con el desamparo freudiano. La
maduración precoz de la visión respecto a los demás sentidos, permite la formación de una imagen anticipada de unida, que anticipa y
supera la coordinación motora del niño. Esta discordancia entre motricidad-visión, marca a la cría como condenada a las formaciones
de lo imaginario, de la imagen, de lo visual. El segundo elemento que introduce es la importancia del papel de la imagen del semejante,
la imagen del partenaire. (por ejemplo en el mundo animal).
La prematuración es el telón de fondo en el que se inserta lo visual en su anticipación, generando una unidad y una coordinación motriz
de la que el infans carece. Por ello puede ver su imagen unificada en el otro, con la que rivaliza, no pudiendo empero emularla, y de allí
su desesperación, lo que Lacan llama el lugar de la fragmentación. La experiencia primera de la imagen unificada, una vez que se
produce, queda como esa mítica primera vez. Lacan habla al respecto de ortopedia, pero no sólo es una muleta narcisista, es una
muleta porque le permite al bebé humano protegerse en cuanto tal del desamparo y la invalidez. Esta es una función que el yo
guardará.
El surrealismo es otra fuente de inspiración para pensar el estadio del espejo. El surrealismo trabaja en el sentido de crear una
lógica de las imágenes e la vida real. Lo que Lacan le interesa es cómo puede la imagen cumplir esa función ortopédica implicando
formas de integración que no son realistas. La imagen del yo se parece mucho más a un cuadro surrealista que al niño realmente
reflejado en el espejo, reúne un rasgo de uno, un rasgo de otro, que va unificando, pedazos de ideales de distintos Otros simbólicos
importantes para el sujeto. El yo se compone con los elementos de un sueño, como una Gioconda con bigotes.
Lacan rescata la imago, se la saca a Jung via la escuela de Warburg, se trata de rastrear la historicidad de un cierto código pictórico, de
la ubicación de símbolos en el contexto de la época y de la cultura en que se producen.
El término “imagen” también puede formar parte del orden simbólico. El lenguaje codificado de las imágenes forma parte de todas las
culturas, el hecho es que son simbólicas y no imaginarias. La imagen tiene además una dimensión simbólica dada por el marco cultural
histórico en el que está incluida. La imagen como simbólica, como determinada, como historizable.
Las fuentes más conocidas del orden simbólico lacaniano: la lingüística saussuriana, la antropología de LeviStrauss con su idea de
“eficacia simbólica” y el énfasis en el peso estructural de las leyes de parentesco.
El desarrollo del origen simbólico se resume en un cambio de palabras, que va del lenguaje a lalangue, al a que LAcan hace el objeto
de una disciplina que bautizara como linguistería. . Lalangue es aquello que en el inconsciente subvierte al lenguaje, a lo simbólico de la
primera época, pero lalangue será el punto central de la teoría de lo simbólico al final de su obra. Esta lalangue la escribe así para
suprimir el articulo universal “la”. Uno tiene que decir que hay lalangue porque cada lalangue es única y no universalizable. Cada
inconsciente de cada sujeto, tiene una estructura de lalangue intraducible al de otro. Eso implica que a cada sujeto en análisis hay que
escucharlo. El analista debe de ser dócil al ICC del paciente, en el sentido de tratar e entender cuál es lalangue en juego en ese sujeto
en particular. Se separa así del grupo de Warburg totalmente, porque ya no se trata de ninguna manera para Lacan de encontrar
aquello que es común a “el ICC estructuraod como un lenguaje”. En su última época dira “el ICC está estructurado como una lalangue
particular”. Si del lenguaje pasamos a lalangue, si entre medio tenemos letritas matemáticas, en un momento en que Lacan ha reducido
el psicoanálisis a la teoría de conjuntos, luego hace del ICC un conjunto abierto y no cerrado, y ese ICC como conjunto abierto es
lalangue.
El término palabra atraviesa toda la obra de Lacan: inicialmente la palabra se refería a aquello que sucedía efectivamente en un
análisis, cuando alguien hablaba, cuando alguien tomaba la palabra. Esa palabra necesita ser entendida tanto del lenguaje como de
lalangue.
Lo REAL: es un término que se opone a la realidad. Lacan lo define como “aquello que vuelve siempre al mismo lugar” en el S2. Lo real
se repite. Lacan refiere a la fijación cuando habla de lo real. Ese real inamovible, que hagamos lo que hagamos vuelve, además no sólo
está fijo, sino que tiene cierta temporalidad cíclica, que en el caso del ICC no remite a ciclos naturales, sino a ciclos determinados por el
azar, en los que se vuelve a un punto que, para cada uno de nosotros, retorna, y que no se mueve de cierto lugar.
La aparición de lo real implica, en esto que vuelve siempre al mismo lugar, la repetición. Hay una relación intima entre repetición y
fijación en Freud: en Más alla, eso reaparece aunque yo no quiera que aparezca, aun cuando perturba mi homeostasis, vuelve.
El psicoanálisis es una gran teoría de la posesión generalizada: estamos todos poseídos por ese A, que ni siquiera sabe que nos
posee. El yo se cree que guía su destino, pero en realidad es más guiado que conductor. Sin embargo, la contingencia existe.
También Lacan pasa a definir lo real como imposible. EL paso de lo real como lo que vuelve siempre al mismo lugar, a lo real como
imposible entraña un cambio de esquema referencial. Estas definiciones no se anulan. Esta nueva articulación que está haciendo es
con una lógica modal. La lógica modal es la lógica que implica al sujeto ya a los modos verbales, es la lógica propia de lo subjuntivo,
porque lo subjuntivo es el tiempo verbal por excelencia en que está implicado el sujeto. Lo real como imposible ya define algo de la
relación del sujeto respecto de sí mismo, un punto que no es posible de ser resuelto, que no tiene solución. Cuando un problema no
tiene solución, no tiene solución, el sujeto no puede cambiar ese real que no tiene solución. Los puntos imposibles varían según los
sistemas simbólicos.
Si bien Lacan dará un punto de real como imposible común a toda la especie humana en tanto que hablante, al mismo tiempo hay que
ver en qué sintaxis, en que lenguaje, en qué lalangue, ese punto de imposible está planteado para poder resolverlo.
Para Lacan, el punto de imposible común a toda la especie humana es la perdida de naturalidad de los sexos, la no-complementariedad
del hombre y la mujer. El punto imposible es siempre la consecuencia de un sistema lógico.
Lacan retoma la posición freudiana y la modifica mediante una estructura simbólica compleja: el ICC tiene como eje de su estructura el
punto de real como imposible. Allí donde lalangue, el colmo de lo simbólico se une con lo real. Lalangue es imposible de traducir. El ICC
en su concatenación es esa especie de coctel de pequeñas letras con las que se arman distintos significados al azar en lalangue. Lacan
siempre había calificado a la significación como imaginaria, y ahora resulta que la significación se mezcla con lo real.
Tanto el ICC, el ello, como el síntoma, como cualquier otro concepto freudiano, el sujeto, el objeto a, puede ser calificado
alternativamente simbólico, imaginario o real. El punto de anudamiento entre los tres órdenes que delimitan al sujeto o al ICC.
Depende de cual de los 3 ordenes está privilegiando en relación con las diferentes instancias que examina. Asi, en un sentido, la
pulsión tiene una dimensión imaginaria a-a´, tiene una dimensión real vinculada con la pérdida del goce-todo del complemento sexual, y
tiene una dimensión simbólica por estar estructurada por la demanda, que es otra forma decir la cadena significante.

Explique y defina el concepto de estructura para Lacan


La estructura que Lacan plantea está constituida por 3 registros: real simbólico e imaginario. Aunque en un principio de su enseñanza,
la primacía la tiene lo simbólico. Esto se expresa en uno de sus axiomas “el inconsciente está estructurado como un lenguaje”; pasa a
definir la estructura como un nudo borromeo de los tres órdenes RSI, en el que los tres valen por igual. El nudo borromeo se caracteriza
por estar anudado de tal forma que si un nudo se corta, los otros dos también se sueltan.
Lacan puede ser considerado estructuralista, ya que cuenta con el antecedente común de los estructuralistas franceses, F. de
Saussure. Sin embargo, el estructuralismo de Lacan cuenta con particularidades específicas, puesto que toma muchos de sus
postulados pero al mismo tiempo los subvierte. Cuando se habla de estructuralismo (sincronía), lo que se opone principalmente es
historia (diacronía). Por lo tanto, el par de oposición es historia (diacronía) y estructura (sincronía). La estructura solamente puede
comprenderse en sincronía, un sistema significante solo puede ser analizado con independencia del tiempo, el planteo de Saussure es
que para poder estudiar una lengua hay que tomarla en su estructura y esa estructura es estática.
En instancia de la letra, Lacan va a destacar el antecedente saussureano al definir a la estructura del lenguaje como constituida por
leyes de un orden cerrado y compuesta de elementos diferenciales.
Lacan no es un estructuralista si remitimos al Discurso de Roma, pues ahí destaca la importancia de la historia en el psicoanálisis, la
historia particular de cada sujeto, aunque esta historia no sea lo mismo que la historia evolutiva.
Pese a hacer hablado en el Discurso de Roma del inconsciente “como un capitulo censurado” o como “parte de un discurso que falta al
sujeto para restablecer la continuidad de su discurso consciente”; sigue hablando de estructura como completa. Lo cual cambia en el
Seminario III, pues considerará a la estructura como un “conjunto de elementos covariantes”. A partir de la psicosis va a empezar a
pensar en la posibilidad de una estructura con una falta intrínseca. Por lo tanto, para Lacan puede haber fallas en la estructura; la
estructura no está terminada, no es completa. Esta idea de falta en la estructura implica hablar de los lugares vacios que permiten hacer
permutaciones, combinaciones entre los elementos de manera covariante.

Teorico #2 – 20/4/95
Partiremos de un repaso de la experiencia de satisfacción y dolor en Freud tal como éste las desarrolla en el Proyecto de una
psicología para neurólogos, que resumo, para comenzar, en un breve cuadro:
Huella mnémica desiderativa Huella hostil
Identidad de percepción Función del grito
Satisfacción alucinatoria del deseo Defensa primaria
Deseo Afecto
Ambas experiencias tienen, ya en Freud, el carácter de experiencias míticas – pues ocupan el lugar de un origen del que no se puede
dar cuenta a través de un saber de otro tipo –; tal es el lugar de estructura mítica que ocupan las primeras experiencias de dolor y de
satisfacción.
La experiencia no es aquí un puro dato biológico, orgánico; es una experiencia organizada de entrada por el desamparo infantil del niño
humano y por todo un sistema simbólico que se encarna en distintos personajes (pueden ser los padres biológicos o no). Un otro
humano organizará esta experiencia, que no es un dato primero, en bruto, que una vez constituida en experiencia de satisfacción o de
dolor adquiere un carácter mítico.
Esta experiencia marca, organiza la satisfacción que el niño, por sí solo, es incapaz de obtener, pues para obtener la satisfacción
necesita de un Otro en cuyo poder está. Este Otro, no tiene un poder imaginario, tiene un poder real, un todo poder, una omnipotencia,
en la medida en que el niño es inerme, no tiene armas para enfrentar la satisfacción de sus necesidades en tanto que organismo. Esto
permite que el Otro que acude en su ayuda adquiera una importancia, un peso desmesurado.
Es central poner en claro que la experiencia de satisfacción no es todavía el deseo, sólo cuando se constituye como experiencia
organizada en cuanto tal por esos Otros y por el sistema simbólico que rodea al niño, sólo entonces, esa experiencia informe adquirirá
una impronta, un sello del Otro, que originará esa particular característica humana que es el deseo.
La experiencia de satisfacción funciona como la matriz estructural que hace surgir y diferenciarse al deseo a partir de la necesidad.
Freud mismo lo formula en esto términos, que están en la base de su primera teoría pulsional según la cual la pulsión nace apoyándose
en la necesidad. La profunda alteración de la necesidad determinada por el sistema que condiciona su satisfacción hace que de ella se
desprenda algo nuevo: el deseo.
¿Qué sostiene Freud? Parte, al inicio, de un principio que, tomado literalmente es engañoso, el del arco reflejo, es decir, el esquema
estímulo-respuesta, pues éste resultará profundamente distorsionado. ¿Cómo es esa distorsión? La acción específica, que sería la
respuesta motora al estímulo interno ‘hambre’, no basta para satisfacer la necesidad, a causa de la prematuración del bebé humano, lo
que hace que se abra, de allí en más, para el sujeto que habla la posibilidad de una dimensión totalmente distinta a la del arco reflejo, la
dimensión del acto. Allí donde no hay posibilidad de arco reflejo, donde ha de estructurarse un complicado circuito mediado por un
intermediario que es el Otro, surgirá la posibilidad de algo que Lacan llamará acto.
En el aparato psíquico tal como lo describe Freud en la experiencia de satisfacción, queda la marca, el recuerdo, la huella mnésica de
esa experiencia de satisfacción. A partir de allí, la realización del deseo se diferencia de la satisfacción de la necesidad. Porque la mira
de la realización del deseo es volver a encontrar la percepción de la huella que quedó grabada.
Freud indica que la realización del deseo implica la inversión de la dirección del arco reflejo y, en lugar de la salida, de la descarga
motora, se produce meramente una descarga en el nivel del polo sensorial, es decir, una alucinación de esa huella primera.
Entonces, este es un sistema que Lacan, con razón, caracteriza como radicalmente antiadaptativo desde el punto de vista del
organismo; pues busca volver a percibir algo ya percibido, busca la identidad de percepción, meta del proceso primario.
La existencia de esa satisfacción alucinatoria como tal es, estrictamente, lo que configura el deseo como deseo inconsciente:
el anhelo de volver a lograr la identidad de percepción de esa satisfacción mítica primera, que nunca se vuelve a encontrar tal cual.
Quisiera subrayar que éste un funcionamiento estructural, que se funda en que el ser hablante es un ser desamparado, que es
algo muy distinto a un ser inmaduro. Estamos regidos por el mismo sistema de percepción propio del funcionamiento del principio del
placer, al margen de nuestra capacidad de defendernos solos. Por lo tanto, la identidad de percepción no es teórica ni abstracta, implica
una subversión de lo que la psicología llama percepción.
Para Lacan el sistema freudiano implica una satisfacción peculiar, que nada tiene que ver con el placer de la satisfacción del hambre
biológico, sino más bien, con un hambre de signos de presencia, de presencia mítica, que nunca volverá a ser hallada y que, en
realidad, deviene mítica après-coup.
El aparato psíquico busca las condiciones de placer en signos siempre iguales. Si esos signos cambian a veces el sujeto no puede
obtener placer.
Si se parte de ciertos signos que condicionan las necesidades aparentemente más biológicas, como las excretorias, encontramos que
también esas funciones terminan siendo modeladas, como tantas otras, por una serie de circunstancias, detrás de la cual la presencia o
no de ciertos signos oculta un placer disfrazado.
Por eso Lacan habla de ‘signos de presencia’, y por eso un niño se calma escuchando la voz de alguien que no está cerca, una voz
simplemente conocida o se asusta frente a una voz que no conoce, y esto desde muy temprano. Lo central es el tono de la voz.
Si el aparato psíquico busca la satisfacción alucinatoria, la identidad de percepción propia del proceso primario, nos encontramos con
que si el cachorro humano se satisface con la sola alucinación, no hay forma de que satisfaga la necesidad, dado que esta búsqueda y
esta satisfacción son básicamente antiadaptativas desde la perspectiva del organismo.
Cuando no hay más remedio, cuando la carga de la necesidad biológica es muy grande, cuando la carga constante de la necesidad no
baja, en ese momento, la experiencia alucinatoria puede virar y devenir experiencia de dolor.
Ese llanto, ese grito, que adquiere una función secundaria, la de llamar al Otro, es el origen, para Freud de los motivos morales a los
que ya se aludió. Ese grito es identificado con el objeto hostil – la huella desiderativa es dejada por un objeto que satisface –, pues la
experiencia de dolor que es la huella de un objeto hostil se traduce en el grito. Por eso la aparición del grito, al margen de las
condiciones de peligro real, adquiere su carga a partir de la presencia del objeto hostil. Pero el objeto hostil, en este nivel, es ausencia
de presencia de signos, no necesariamente una presencia que haga algo, es una ausencia que daña. Es la no presencia, la ausencia,
lo que genera y desencadena como tal una relación que puede llegar a la desorganización completa del aparato psíquico, a la que
Freud llamó angustia traumática.
Defensa primaria: Esta es la defensa ante la ausencia de la presencia de los signos. Ella aparece mucho antes de que el niño esté
muerto de hambre, pues cierto ritmo de presencia-ausencia configura el ritmo de la satisfacción como tal. De modo tal que el niño
puede empezar a alucinar la satisfacción un rato antes de que aparezca el hambre y su irrupción violenta.
Quiero subrayar que la defensa primaria es una reacción frente a una desorganización masiva por la no aparición de la percepción
esperada, de los signos esperados, y ella es el fundamento de todas las formas de defensa que Freud estructurará posteriormente.
En conclusión: la forma de nostalgia que deja la experiencia mítica de satisfacción se llama deseo; la forma de recuerdo que deja la
experiencia de dolor, Freud, en el Proyecto…la llama afecto.
Lacan, fiel a esta formulación, instalará el más allá del principio del placer del lado de la desorganización del aparato, de aquello que
escapa al principio del placer y su satisfacción alucinatoria a través de la identidad de percepción.
En este sentido, el más allá del principio del placer subvierte al deseo y, por ende, el deseo es una forma de frenar el más allá del
deseo freudiano. Para Lacan, el deseo freudiano, en una de sus dimensiones, impide que el circuito del afecto masivo, de la
desorganización total, se instale.
El principio del placer y el principio de realidad: Pasemos a articular estas experiencias con el deseo como del Otro en Lacan. Ambas
experiencias tienen algo en común, ambas dependen de la presencia de un Otro. Ese Otro es el eje común alrededor del cual giran
ambas experiencias, la de placer y la de dolor. Lacan articulará el deseo como deseo del Otro con la experiencia de satisfacción y la
experiencia de dolor. Alrededor de ese Otro se estructura el deseo para Lacan.
Pero la expresión el deseo es el deseo del Otro no es una expresión freudiana, es una variación particular que Lacan realiza del deseo
en Hegel. En su primera época, Seminarios I a III, el deseo del Otro es deseo de ser reconocido por el Otro. El deseo es deseo de
reconocimiento, fórmula tomada de Hegel.
Todo conocer exige la búsqueda, el re-hallazgo, el volver a encontrar el objeto perdido. Para Freud la realidad es precaria, resiste a la
común medida. La común medida sería la reacción instintiva en el animal, reacción ante ciertos estímulos fijos de maneras siempre fija.
La originalidad del principio del placer en Freud es que se ubica en el nivel de la percepción. Esto implica que lo que se busca a través
de la identidad de percepción, real o alucinatoria, es una identidad. Es peligroso para la supervivencia de un organismo que predomine
esta forma de satisfacción propia del proceso primario.
Lo que funda, para Lacan la trama misma de la experiencia humana, es que se construya cierto sistema de Wunsch, que no es
exactamente deseo, sino anhelo; anhelar algo, es solidario de la espera. Por ello Freud hablaba, en términos de su época, de una carga
de atención, de una alerta, de un esperar atento de un placer, que no espera nada desde afuera, sino que avanza hacia lo que quiere,
que es la identidad de percepción, que se caracteriza por ser inconsciente.
El problema es que para Freud la percepción es solidaria de la conciencia, resulta, por ende, que la meta del principio del placer, la
identidad de percepción inconsciente, pasa por la conciencia y es percibida en la conciencia.
Lo propio del inconsciente en el Proyecto…son los pensamientos. Entonces, hay pensamientos que tienen que ver con la realidad y
pensamientos que no tienen que ver con la realidad. A su vez, la palabra percepción aparece jugando, por un lado, en términos de
principio de realidad-preconsciente y, por otro, principio de realidad-inconsciente, y también la palabra pensamiento juega en los dos
niveles: preconsciente e inconsciente.
Dice Lacan, “el inconsciente ha de situarse en el nivel de los componentes lógicos, que son del orden del logos [palabra griega, que
quiere decir razón y lenguaje, entre otras cosas; es voz y lenguaje al mismo tiempo] articulados bajo la forma de un ortoslogos, [un
discurso recto] oculto en el núcleo donde se realizan en el sujeto todas las cargas inconscientes, todas las transformaciones de carga
correspondientes al proceso primario”.
En el nivel del pensamiento inconsciente, donde rige la identidad de percepción y no la de pensamiento, constantemente entre los
elementos o componentes lógicos que son los significantes, para Lacan, puede haber permanentemente transferencia y pasaje de
cargas, lo que Freud llamó desplazamiento, mecanismo propio del proceso primario.
Esto implica que en esta experiencia primera la percepción del ser hablante es modificada por el logos, entiéndase por la razón y el
discurso, primera modificación que se opera en la experiencia de satisfacción y estructura ese pensar particular que es el pensar
inconsciente.
El principio de placer freudiano es la búsqueda predominante de algo que se relaciona con la estructura de ficción del deseo que altera
la estructura de la realidad. Porque la realidad también queda teñida de ficción.
La originalidad de Freud es señalar que el placer está ligado a esos artificios, que el placer en el ser humano desnaturaliza al cuerpo,
desnaturaliza el placer mismo, que queda más vinculado a los artificios que tienen que ver con los signos de presencia-ausencia de las
experiencias de satisfacción y dolor que, como tal, con la realidad de los supuestos objetos materiales en juego.
Esta permanente intercambiabilidad de los objetos, esta permanente concupiscencia, que no sólo es el erotismo en el sentido del sexo,
sino también de la posesión; el deseo de poseer objetos.
Este es el objeto por el que entro en competencia con el otro con minúscula. El sujeto organiza en función de estas diferentes formas de
la ficción, su forma de satisfacer no sólo las necesidades biológicas, sino las necesidades cimentadas por la cultura.
Frente a ello la división valor de uso/valor de cambio, clásica del marxismo, no alcanza a explicar las cosas, porque supone un valor de
uso puro en el nivel de la necesidad, y si hay una lección que la economía nunca pudo tomar del psicoanálisis es que nunca la
satisfacción se agota en el uso.
Aquí entra la dimensión del goce, Lacan la define muy bien – cuidado, pasamos del placer al goce –: “el goce es lo que no sirve para
nada”, el goce es lo inútil. Esta pasión por lo inútil, esta pasión por lo que no sirve para nada, es casi una pasión propia de la
humanidad, en cualquier cultura.
Puede haber un padecer que no tiene nada que ver con la utilidad ni con el intercambio social, sino que está entre placer y goce,
dimensionando un aspecto que Lacan caracteriza como absolutamente privado. Usa la palabra privado para indicar que no entra en el
intercambio social. Es un goce propio, pero en realidad es una nueva palabra para un viejo concepto freudiano, es un goce autoerótico,
y el autoerotismo no circula, el autoerotismo es mi zona erógena, no la del otro, tiene que ver con mi propio cuerpo, no entra en la
circulación social. Por eso, el deseo como deseo del otro es lo que hace el contrapunto, entre lo autoerótico y privado, de la dimensión
de la satisfacción, la cual en un sentido freudiano – no en el sentido hétero, homosexual, no se refiere a lo fálico –, sino a la satisfacción
sexual, esa satisfacción no tiene común medida, porque es autoerótica, no es la satisfacción del intercambio y de la rivalidad por los
objetos, porque, precisamente, en ese último nivel encontramos el narcisismo freudiano. En esta otra dimensión, goce, placer
alucinatorio, etc., es ahí donde se instalará, organizando sus condiciones, la ficción, es decir, el deseo del Otro, no en el nivel del
narcisismo, porque en ese nivel del narcisismo, el deseo como deseo del otro con minúscula se instala vía el significante del Ideal,
tributario de la demanda del Otro, no del deseo del Otro.
Lacan apunta a mostrar, que de ese Otro prehistórico, inolvidable, se desprenderán dos vías, bajo dos formas distintas. Es la diferencia
entre lo que es del orden del placer y del goce en su relación con la experiencia de satisfacción, de aquello que es la dimensión de la
homeostasis narcisista.
No es la supervivencia pura la que mueve al sujeto hablante, porque si fuera la supervivencia nadie arriesgaría la vida por ninguna
causa, nadie se suicidaría por amor, nadie sería capaz de trabajar quince horas por ese gran equivalente general que es el dinero.

Lacan, J. El Seminario 2 - Cps (punto 2), IX (punto 3), X (pto 29), XII
Introducción al Entwurf – Para que haya relación con el objeto es preciso que ya exista relación narcisista del yo con el otro. Ésta es la
condición primordial de toda objetivación del mundo exterior.
SE trata de saber cuáles son los órganos que entran en juego en la relación narcisista, imaginaria con el otro, donde se forma el yo. La
estructuración imaginaria del yo se efectúa alrededor de la imagen especular del cuerpo propio, de la imagen del otro. El mirar y ser
mirado atañe efectivamente a un órgano, el ojo. Lo importante es que ciertos órganos están involucrados en la relación narcisista, en
cuanto ésta estructura a la vez la relación del yo con el otro y la constitución del mundo del os objetos. Detrás del narcisismo tiene usted
el autoerotismo, una masa investida de libido en el interior del organismo, de la que diré que se nos escapan tanto sus relaciones
internas como su entropía.
De las equivalencias energéticas que podemos captar en relación con un organismo vivo, a saber, el libro de cuentas: lo que entra y lo
que sale. No hay forma de medir paso a paso su interacción de todo lo que ocurre en su interior, lo que ocurre en uno de sus puntos
repercute en todos los demás.
La erotización de tal o cual órgano es la metáfora que más frecuentemente aparece, a causa de la sensación que induce en nosotros el
orden de fenómenos que se halla en juego en los fenómenos psicosomáticos.
Los mecanismos de defensa siempre están ligados a la relación narcisista en cuanto ésta se halla estrictamente estructurada sobre la
relación con el otro, la identificación posible con el otro, la estricta reciprocidad del yo y el otro. En toda relación narcisista el yo es el
otro y el otro es yo. La neurosis está siempre enmarcada por la estructura narcisista. Si algo sugieren las reacciones psicosomáticas
como tales, es que están fuera del registro de las construcciones neuróticas. No se trata de una relación con el objeto. Se trata de lo
simbólico, lo imaginario y lo real. Las relaciones psicosomáticas se sitúan a nivel de lo real.
Hablé antes del voyeurismo-exhibicionismo, y de una pulsión que tiene su fuente en un órgano, el ojo. Pero su objeto no es el ojo.
Cuando se trata de investiduras llamadas autoeróticas no podemos distinguir entre la fuente y su objeto.
Con respecto a la exterioridad y la interioridad, reparen en lo siguiente: tal distinción no tiene sentido a nivel de lo real. Lo real carece
de fisura.
LA vez pasada les dije que un simbolismo es esencial para todas las manifestaciones más fundamentales del campo analítico, y
especialmente, para la repetición, a la que tenemos que concebir enlazada a un proceso circular de intercambio de la palabra. Hay un
circuito simbólico exterior al sujeto y ligado a cierto grupo de soportes, de agentes humanos, en el cual el sujeto, el pequeño círculo que
llamamos su destino, está indefinidamente incluido.
Cierto intercambio de relaciones, a la vez exterior e interior, hay que representarse como un discurso que se recita, que se lleva a cabo.
Una porción considerable escapa al sujeto, quien no posee tales aparatos registradores, y prosigue, retorna siempre pronto a reingresar
en la danza del discurso interior.
El análisis está destinado a que preste oído, a que comprenda en qué círculo del discurso ese encuentra apresado y al mismo tiempo
en qué otro círculo tiene que entrar.
Lo que se nos propone como sistema vitalista, arco reflejo, parece obedecer únicamente a la ley de descarga. El circuito se cierra por la
vía más corta. El principio de realidad es introducido aquí en referencia al sistema , vuelto hacia el interior.
El sistema  es ya una prefiguración del sistema del ello. No hay la menor conciencia. Sin embargo, es preciso reintroducirla, y Freud lo
hace bajo la paradójica forma de un sistema que obedece a leyes absolutamente excepcionales. Freud no sabe qué hacer con el
sistema CC.
En relación con los estados de deseo, Freud pone en juego la correspondencia entre el objeto que se presenta y las estructuras ya
constituidas en el yo. Freud distingue dos estructuraciones totalmente disímiles de la experiencia humana: la que con Kierkegaard
denominé antigua, la de la reminiscencia, que supone un acuerdo, un armonía entre el hombre y el mundo de sus objetos que hace que
los reconozca, porque en cierto modo los conoce desde siempre y, por el contrario, la conquista, la estructuración del mundo en un
esfuerzo de trabajo, por la vía de la repetición. En la medida en que se lo presenta sólo coincide parcialmente con lo que ya le procuró
satisfacción, el sujeto se pone a la búsqueda, y la repite indefinidamente hasta volver a encontrar ese objeto. El objeto se encuentra y
se estructura en la vía de la repetición: reencontrar el objeto, repetir el objeto. Pero lo que el sujeto encuentra jamás es el mismo objeto.
El sujeto no cesa de engendrar objetos sustitutivos. En esta teoría, hallamos pues el esbozo, a nivel del materialismo, del proceso e la
función de repetición como estructurarte del mundo de los objetos.
El mundo humano no es para nada estructurable como un Umwelt (exterior) ensamblado con un Innenwelt (interior) de necesidades; no
está cerrado, sino abierto a una multitud de objetos neutros de extraordinaria variedad, objetos que incluso en su función radical de
símbolos, ya nada tienen que ver con objetos.
El yo experimenta la realidad no sólo en la medida en que la vive sino en la medida en que la neutraliza todo lo que puede.
Es en la ramificación neuronal donde Freud sitúa el proceso de derivación que hace el flujo energético, diseminado e individuado, no
pase. Y en la medida en que no pasa, es posible una comparación con las informaciones que nos da el sistema Q sobre el plano
periódico, a saber, que la energía se ve reducida, quizá no es u potencial sino en su intensidad.
En este primer esbozo del yo, hay un anuncio de lo que se revelará como condición estructural de la constitución del mundo objetal en
el hombre: el redescubrimiento del objeto.
Pero la referencia al otro, también esencial para la estructuración del objeto, se elude completamente. El descubrimiento del narcicismo
cobra para nosotros todo su valor por el hecho de que en ese momento Freud no lo advierte en absoluto.

Lacan. S2 – Juego de escrituras – Freud parte del arco reflejo en su forma más simple. Dicho esquema pone de manifiesto la propiedad
esencial del sistema de relaciones de un ser vivo: éste recibe algo, una excitación, y responde algo. La noción de respuesta implica
siempre que nos hallamos ante un ser adaptado. No sólo existe el par aferente-eferente, es preciso suponer que la respuesta sirve para
algo, es decir, que el ser vivo es un ser adaptado.
Sólo cuando Freud tome en cuenta que lo que sucede en el sistema  debe ser eficaz en el sistema , intervendrá la noción de un
aporte de energía. Sólo entonces puntualizará Freud que el sistema  tiene que ver con las incitaciones internas, es decir, con las
necesidades. Las necesidades son algo efectivamente vinculado al organismo y que se distingue muy bien del deseo. La necesidad
expresa de qué modo el sistema, que es un sistema particular del organismo, entra en huego en la homeostasis total de éste. Aquí
interviene necesariamente la noción de constancia energética.
Entre , que experimenta algo del interior del organismo y , que produce algo que tiene relación con sus necesidades, Freud considera
que hay equivalencia energética. Esto se vuelve completamente enigmático: ignoramos totalmente qué puede significar la equivalencia
energética entre la pulsión interna, ligada al equilibrio del organismo, y su salida. Freud no puede contentarse con el in-put, e introduce
entonces un aparato suplementario, .
Se trata de construirlo todo a partir de nociones energéticas, de la idea de que para que podamos sacar un conejo del sombrero primero
hace falta meterlo. SE trata del sistema de la percepción. Freud lo confundirá con el sistema de la conciencia porque le hace falta el
mundo exterior mismo. Le hace falta un aparato interior que refleje no sólo las incitaciones del mundo exterior, sino la estructura. Este
esquema se basa en realidad, en lo que más tarde será aislado con el término homeostasis. Registra, pero de manera filtrada. Ya
aparece la noción de homeostasis, implicando la entrada y salida de algo llamado energía.
Si el sistema nervioso realiza, un filtrado, se trata de un filtrado organizado, progresivo, que supone facilitaciones. La suma de todas
esas facilitaciones, a los acontecimientos, los incidentes sobrevenidos del individuo, constituyen un modelo que proporciona la medida
de lo real. Ahí está lo imaginario, pero como tal, supone una intervención de las Gestalten (formas), que predisponen al sujeto vivo a
cierta relación con una forma típica que le responde especialmente: supone un acoplamiento biológico del individuo a una imagen de su
propia especie. Solamente hay zona de experiencia y zona de facilitación.
La memoria se concibe aquí como una serie de engramas, suma de series de facilitaciones, y esta concepción revela ser enteramente
insuficiente si no introducimos en ella la noción de imagen. Si se postula que una serie de facilitaciones, una secuencia de experiencias
hace surgir una imagen en un aparato psíquico concebido como una simple placa sensible, es obvio que cuando al misma serie es
reactivada por una nueva excitación, por una presión, por una necesidad, se reproducirá la misma imagen. Todo estímulo tiende a
producir una alucinación. El principio del funcionamiento del aparato  es la alucinación. Esto es lo que quiere decir proceso primario.
Si la concatenación de las experiencias produce efectos alucinatorios, es preciso un aparato corrector, un test de realidad. Dicho test de
realidad supone una comparación de la alucinación con algo recibido de la experiencia y conservado en la memoria del aparato
psíquico. Y desde este momento, por haber querido eliminar completamente el sistema de CC, Freud se ve obligado a restablecerlo con
reforzada autonomía.
El sistema  está formado por órganos diferenciados que no registran las energías masivas procedentes del mundo exterior. Si el ser
vivo ya no puede moderar los choques, sólo le queda huir. Aquí se trata de las relaciones entre psique y las determinaciones sutiles del
mundo exterior.
Freud tiene que admitir que también hay cierta constancia de energía, y que lo que es incorporado debe reaparecer en algún lado. Pero
el acento recae en que entre la excitación y la descarga hay un mínimo de energía desplazada. Porque este sistema debe ser lo más
independiente posible de los desplazamientos de energía.
Para que pueda haber comparación, escala común entre lo interior, donde la imagen sólo posee dependencias memoriales, donde es
alucinatoria por naturaleza, y lo exterior, es menester que el yo, acentuando al segundo grado la función de regulación de moderador,
inhiba al máximo los pasajes de energía en este sistema. Lo que llega como incitación, ya considerablemente filtrado, debe serlo
nuevamente para poder ser comparado con las imágenes espaciales que surgen en función de una necesidad.
Freud se ve inducido a construir una conciencia-percepción entificada en un sistema. Es cierto que este sistema diferenciado existe,
tenemos noción de él. Este sistema distingue en el aparato psíquico dos zonas: una zona de imaginación, memoria o mejor aún,
alucinación memorial; en relación con un sistema perceptual especializado como tal.
La denominación aparato psíquico resulta insuficiente para designar lo que se presenta en la Traumdeutung, donde l dimensión
temporal comienza a emerger.

Del Entwurf a la Traumdeutung -


Sistema  representa someramente el arco reflejo, basado en la noción de cantidad y descarga con el mínimo de contenido. Lo
importante es que en el curso del acto de descarga interpone un sistema-moderador, un sistema de equilibrio, de filtrado, de
amortiguación, el sistema . Freud no puede salir adelante sin introducir el sistema de conciencia.
La experiencia le impone a Freud una reorganización de la estructura del sujeto humano, descentrándola con respecto al yo y enviando
la conciencia a una posición esencial, pero problemática. Cuando se trata de la conciencia siempre se toma con condiciones
incompatibles.
No se comprende, dice, que este aparato, contrariamente a los demás, pueda funcionar incluso cuando está desinvestido. Con el
sistema CC se entra en la paradoja.
Si se lo hace entrar en el sistema energético tal como se halla constituido en nivel de lo , no será más que una parte del mismo y no
podrá cumplir su función de referencia ala realidad. Sin embargo, es imperioso que a él pase cierta energía. Muy por el contrario, es
preciso que se halle completamente separado de éste, y que sólo reciba débiles investiduras de energía que le permitan entrar en
funcionamiento, de suerte que la circulación se cumpla siempre de  a . Y es sólo desde  que llegará a  la energía mínima merced a
la cual éste, por su parte, pueda entrar en vibración. Por otro lado, a partir de lo que sucede a nivel de , el sistema  tiene necesidad de
información. Sólo puede tomar dicha información a nivel de la descarga del sistema perceptivo.
Justamente la descarga motriz, la parte propiamente motriz del funcionamiento de los órganos perceptivos es totalmente ICC. Tenemos
conciencia de ver, pero no tenemos la menor conciencia, salvo de manera muy marginal, de lo que hacemos de eficaz, activo, motor, en
esta localización, en la palpitación a distancia que operan los ojos cuando se dedican a ver.
A continuación bien el esquema que se halla en el capitulo 7 de la interpretación de los sueños. Aquí algo que va a escalonarse entre el
sistema perceptivo y el sistema motor, las diversas capas que constituyen el nivel del ICC. Después, el preconciente, la conciencia,
cuya paradójica distribución pueden advertir: ahora está de los dos lados (polo perceptivo-polo motriz). Ahora ya no se trata del aparato:
a las cosas no hay que localizarlas en un lugar (tipo esquemas ópticos) .
Freud traslada a la pizarra la dimensión temporal. Hemos pasado de un modelo mecánico a un modelo lógico.
El pequeño esquema óptico que les mostré el año pasado reaparecerá en al tercera etapa, a nivel de la teoría del narcisismo. Dicho
esquema coloca el sistema percepción-conciencia allí donde debe de estar, o sea, en el centro de la recepción del yo en el otro, porque
toda la referencia imaginaria del ser humano es centrada en la imagen del semejante.
Freud sostiene que en el hombre no está todo el sistema de significaciones, que su estructura no es la síntesis de esas significaciones.
La resistencia, es una función imaginaria del yo como tal: a ella está sometido el paso o el no paso de lo que tiene que transmitirse
como tal en la acción analítica. Ese esquema expresa, que si no humera interposición, resistencia del yo, los efectos de la
comunicación a nivel inconsciente no serían captables. No hay ninguna relación de negativo a positivo entre el yo y el discurso del ICC,
ese discurso concreto en el cual el yo se impregna y donde cumple su función de obstáculo, de interposición, de filtro. Puede ser
explorado según su ritmo, su modulación, su mensaje propio, con total independencia de aquello que lo interrumpe. En Más allá, Freud
quiso situar esa función imaginaria del yo.
El proceso del sueño es ejemplar para comprender el síntoma neurótico, pero Freud mantiene una diferencia económica fundamental
entre el síntoma y el sueño. El sueño permite alcanzar la función simbólica en juego y, en ese carácter, es capital para comprender el
síntoma. Pero el síntoma, siempre está insertado en un estado económico global del sujeto, mientras que el sueño es un estado
localizado en el tiempo, en condiciones extremadamente particulares.
El hombre siempre produce muchos más signos de los que cree.
XI - LA censura no es resistencia – En la Interpretación de los sueños: se trata del sueño, pero también, como trasfondo, el síntoma
neurótico.
Sueño de Irma: Freud reduce los temas a cuatro elementos, dos conscientes y dos ICC. Estos elementos inconscientes: uno es la
revelación de la palabra creadora que se produce en el diálogo con Fliess, y el otro es el elemento transversal, iluminado por esa
corriente en su paso. Lo que en este sueño se despliega de manera casi ICC, es la cuestión de las relaciones de Freud con una serie
de imágenes sexuales femeninas, todas ellas combinadas con ese aspecto tensional que tienen sus vínculos conyugales. El carácter
esencialmente narcisista de todas estas imágenes femeninas.
La degradación, incluso el olvido del texto del sueño importan tan poco, que aunque de él no quedara más que un solo elemento, un
elemento del cual se duda, podemos seguir adjudicándole un sentido. Es un mensaje. Su degradación no es obra del azar. El mensaje
no se olvida de un modo cualquiera. Una censura es una intención. “Cuando interviene el fenómeno del olvido, mayor es mi interés”.
Dice Freud. A Freud no le interesa la totalidad de lo que hay en el sueño, sino únicamente el elemento semántico, la transmisión de un
sentido, una palabra articulada. A Freud le interesa el mensaje como tal: el mensaje como discurso interrumpido y que insiste. Una de
las dimensiones del deseo del sueño es hacer pasar una cierta palabra. El olvido del sueño forma parte del texto. La duda es casi un
énfasis. La duda forma parte del mensaje. Cuando el sujeto les dice que duda, deben considerar que está atrayendo la atención sobre
el hecho que es el elemento particularmente significativo del sueño.
Clasificamos todo lo que se opone al a interpretación como una resistencia. También vamos a interpretar esto en relación al hecho de
que favorezca o no el trabajo de interpretación, es decir, el paso del mensaje. LA resistencia sólo adquiere valor en relación al trabajo.
De ningún modo se la enfoca desde el ángulo de las propiedades psíquicas del sujeto.
La censura no se sitúa en el mismo nivel que la resistencia. Ella forma parte del carácter interrumpido del discurso. La resistencia el
sujeto está ligada al registro del yo, es un efecto del yo. Una x que designa todo aquello que detiene el trabajo analítico. Una de las
formas más llamativas del discurso interrumpido es la ley en tanto incomprendido. Por definición, se supone que nadie ignora la ley,
pero ella siempre es incomprendida pues nadie la capta en su totalidad. Lo que es censura siempre está ligado a aquello que, en el
discurso, se vincula con la ley en cuanto incomprendida.
Toda ley primordial, que como tal implica la indicación de la pena de muerte, implica al mismo tiempo, por su carácter parcial, la
posibilidad fundamental de ser incomprendida. Ningún hombre puede dominar en su conjunto la ley del discurso.
Si el rey de Inglaterra es un imbécil, entonces todo está permitido. Si está prohibido decir que el rey de Inglaterra es un imbécil, bajo
pena de quedarse sin cabeza, no lo diremos, y por ese solo hecho terminaremos no pudiendo decir un montón de cosas; o sea todo
aquello que revele la clamorosa realidad de que el rey de Inglaterra es un imbécil. Todo lo que en el discurso es coherente con esa
realidad de que el rey de Inglaterra es un imbécil, queda en suspenso. El sujeto se ve en la necesidad d e tener que eliminar, que
extraer del discurso todo aquello que está relacionado con lo que la ley prohíbe decir. Esa prohibición como tal, es empero totalmente
incomprendida. A nivel de la realidad, nadie puede comprender por qué, si dice esa verdad, le cortarán al cabeza; nadie advierte donde
se sitúa el hecho mismo de la interdicción. Uno puede suponerse que alguien que dice lo que no se debe decir y que piensa que todo
está permitido podrá anular pura y simplemente la ley en cuanto tal. El súbdito sueña que lo han decapitado. El hecho de que lo hayan
decapitado quiere decir que le rey de Inglaterra es un imbécil. La censura es eso. La ley en tanto incomprendida.
SuperYo: es eso, en la medida que aterroriza efectivamente al sujeto y construye un él síntomas eficaces, elaborados, síntomas que se
encarguen de representar el punto en que la ley no es comprendida por el sujeto, pero sí actuada por él.
No se trata de la relación narcisista con el semejante; se trata de la relación del sujeto con la ley en su conjunto, en tanto que nunca
puede haber relación con la ley en su conjunto, ya que a la ley nunca se la asume por completo. Censura y superyó deben de ser
situados en el mismo registro que la ley. La censura no se halla ni a nivel del sujeto ni a nivel del individuo, sino a nivel del discurso, en
la medida en que, como tal, éste forma por sí solo un universo completo, y al mismo tiempo posee algo irreductiblemente discordante
en todas sus partes.
En el dormir, el yo no tiene la misa actitud que en el estado de vigilia. Cuando elabora la teoría de la libido, Freud supondrá que hay
entonces retiro de la libido y reinvolución en el yo. Sólo en esta medida pueden ser eludidas sus resistencias y se modifican las
condiciones en las cuales se produce un fenómeno que suponemos permanente, a saber: la prosecución del discurso.
La censura está en el mismo nivel que la transferencia. Hay una resistencia de censura como hay una resistencia de transferencia.
Ambas se oponen al trabajo analítico.
Decir que el sueño se coloca en otro lugar psíquico equivale a decir que no se inscribe simplemente en el paréntesis del dormir. SE
sitúa y define en un lugar diferente, gobernado por otras leyes locales: el lugar del intercambio simbólico, que no se confunde, aunque
se encarne en ella, con la dimensión espacio-temporal en la que podemos situar la totalidad de los comportamientos humanos. Las
leyes estructurales del sueño, como las del lenguaje, se inscriben en otra parte, en otro lugar no psíquico.
De pronto Freud introduce la noción de que las cosas se producen en una sucesión determinada e irreversible. Una paradoja: cuanto
más se vincula al deseo con su raíz biológica, con el impulso biológico, mayor es su tendencia a manifestarse de forma alucinatoria. La
explicación del sueño por la regresión lleva a Freud a contradicciones fundamentales. Pero el circuito neuronal no puede seguir más
que en un sentido, la propagación de la excitación nerviosa nunca es retrógrada. LA regresión temporal, formal, produce igualmente las
mayores antinomias.
La teoría del Yo, articulada en 1915 a partir del al libido narcisista, resuelve los problemas que las diferentes formas de regresión
plantean.
Los aprietos de la regresión – Una realización de deseo debería ser causa de placer, pero ¿para quien? Para aquel que naturalmente
tiene el deseo. Sabemos que la actitud del soñante para con sus deseos es peculiar: los rechaza, los censura, no quiere saber nada de
ellos. Su realización no puede procurarle placer.
¿En qué reside la originalidad de este trazado del aparato psíquico humano? En que en realidad se trata del sujeto. Lo que aquí
distingue a Freud es la idea de que el objeto de la búsqueda humana nunca es un objeto de reencuentros en el sentido de
reminiscencia. El sujeto no vuelve a hallar los carriles preformados de su relación natural con el mundo exterior. El objeto humano se
constituye por la mediación de una primera pérdida. El sujeto siempre tiene que reconstruir el objeto, busca reencontrar su totalidad a
partir de quien sabe qué unidad perdida en el origen.
Lo que el sujeto hace tiene un sentido: habla a través de su comportamiento, como a través de sus síntomas, como a través de todas
las funciones marginales de su actividad psíquica.
Para la producción de toda formación sintomática es necesario la coalesencia al menos de 2 series de motivaciones: Una es sexual, la
otra, simbólica: el factor de la palabra, tal como es asumido por el sujeto.
2 - Esquema del peine: El primero de los sistemas S fijará la asociación por simultaneidad; en los sistemas más alejados, esa misma
materia de excitación se ordenará según modos diferentes de encuentro, de manera, por ejemplo, que los sistemas sucesivos
representen relaciones de semejanza u otras.
El esquema espacial de las conexiones conceptuales no sería más que un doble de las exigencias del juego del pensamiento. Su
esquema ya no ofrecerá utilidad, salvo la de indicarnos que allí donde hay relación de lenguaje tiene que haber como sustrato un
aparato neuronal determinado.
Freud nos representa como una unidad tópica algo que está descompuesto en 2 extremos. Lo que está en el ICC se halla separado de
la CC, pero puede llegar a ella por el estadio previo del preconsciente. Pero, el esquema impone a Freud la obligación de situar al
sistema de la CC exactamente antes de la posibilidad del acto, antes de la salida motriz y por lo tanto en M. Pero todas las premisas
que determinaron la fabricación de su esquema neurológico lo forzaban a admitir que la percepción se produce mucho antes de toda
especie de ICC, a nivel de la toma de contacto con el mundo exterior, con el Umwelt, en el otro extremo del esquema del peine.
Desde el punto de vista del aparato nervioso, hay que distinguir el nivel de acumulación mnémica del nivel de la adquisición perceptiva,
lo cual, para el punto de vista de una maquinaria imaginaria, es perfectamente correcto.
Todo indica que la experiencia del sistema de la C debe hallarse en el punto opuesto más extremo de esa sucesión de capas que nos
es necesario admitir para pensar el funcionamiento efectivo del aparato psíquico. Algo no funciona, el sistema , complemento del
circuito estímulo-respuesta, y el sistema , se hallaban en planos distintos. En cuanto al sistema , que funcionaba según otros
principios energéticos, representaba el sistema de la percepción y aseguraba la función de la toma de CC. El primer esquema nos
representaba la percepción y la CC en una sola extremidad del aparato. El segundo esquema multiplica dificultades al efectuar una
disociación entre el lugar perceptivo y el lugar de la CC.
3 – Sólo porque su esquema está hecho así debe Freud admitir, para explicar la cualidad alucinatoria de la experiencia del sueño, no
tanto una regresión como un sentido regrediente de la circulación cuantitativa que se expresa por el proceso excitación-descarga. Este
sentido recibe el nombre de regrediente por oposición al sentido progrediente de funcionamiento normal, despierto, del aparato
psíquico.
Primeramente aparece como regresión tópica: lo que se opera en el aparato nervioso debe seguir el sentido contrario, el sueño debe
dirigirse a la movilización del sistema de los recuerdos que constituye el sistema ICC.
Es a causa de esa forma del esquema (del peine) que Freud habla de una vuelta hacia atrás en el plano tópico, de un remontarse de la
corriente nerviosa. Hay cosas que siguen un sentido regrediente con respecto al esquema. Freud se ve obligado a emprender
construcciones suplementarias.
Freud no parte en absoluto de la regresión. Está obligado a introducirla porque concibe la función de la percepción en la economía
psíquica como algo primario, no compuesto, elemental. Para él, el organismo es impresionable antes que nada.
Freud parte de un sistema nervioso constituido por neuronas interconectadas, de un aparato  que es, en el neuroeje, el conjunto de
fibras de asociación. A Freud sólo le interesa la cantidad neuronal que circula por las fibras. LA facilitación depende del nivel energético
del sistema. Hay una regulación homeostática, con variaciones que se explican por el hecho de que son posibles varios umbrales,
varias reglas de homeostasis, según que el sistema se encuentre en estado de vigilia, reposo, etc. Este sistema produce la alucinación.
El sistema nervioso recibe excitaciones que vienen del organismo, de la presión, de las necesidades. Cada vez que la misma pulsión
vuelve a producirse, los circuitos asociados a las primeras experiencias – que quedaron registradas- se despiertan. Las señales
interiores, las neuronas, que se encendieron con la primera puesta en movimiento del organismo bajo la presión del a necesidad, se
encienden de nuevo. Para esta concepción estrictamente alucinatoria de la puesta en juego de las necesidades, de donde sale la idea
de proceso primario, es normal que el organismo psíquico, al haber quedado satisfecho de una cierta manera en las primeras
experiencias confusas ligadas a su primera necesidad, alucine su segunda satisfacción.
Si Freud llama a esto alucinación, es porque pone a la percepción auténtica en otra parte. La alucinación es una percepción falsa.
El retorno de una necesidad trae aparejada la alucinación de su satisfacción: ¿cómo es posible que el ser vivo logre sin embargo no
caer en trampas biológicamente graves? Necesariamente tenemos que suponer un mecanismo de ajuste, de adaptación a lo real, que
permita al organismo referir la alucinación, que surge espontáneamente del funcionamiento primario del sistema , a lo que sucede en
el nivel de los aparatos perceptuales. Freud sitúa ese algo en el aparato , y lo llama YO (ego).
Lo cuantitativo siempre es susceptible de ser difundido. El ego interviene para que esa cantidad pase por varias vías a la vez en lugar
de pasar por una sola. A causa de esto, el nivel de lo que pasó por la via facilitada habrá bajado lo bastante como para salir exitoso del
examen comparativo con lo que sucede paralelamente en el nivel perceptual.
En este esquema, el ego es el aparato regulador de todas las experiencias de comparación entre las alucinaciones del sistema  y
aquello adaptado a la realidad que se cumple en el nivel del sistema . El ego reduce el encendido de las neuronas a facilitadas a un
nivel energético sumamente bajo, para que las distinciones puedan efectuarse por intermedio del sistema , done las cargas son muy
débiles. El ego está en el propio sistema , en el corazón del aparato psíquico. El ego y el aparato , son la misma cosa: el ego es el
núcleo de ese aparato.
El segundo esquema no recubre en absoluto al primero. ES un esquema temporal, que intenta figurar el orden en el que se producen
las cosas. Freud introduce la regresión a partir del momento que pone el acento a factores temporales.
El concepto de objeto en la teoría psicoanalítica – el deseo freudiano y su objeto (cap1)
El concepto de objeto del deseo en Freud tiene como referencia la experiencia de satisfacción descripta en la Interpretación de los
Sueños en el Proyecto. En “La realización del deseo” Freud establece una distinción esencial al separar la satisfacción de la necesidad
de la realización del deseo. A la primera le corresponde la acción específica; a la segunda la identidad de percepción como regla de la
alucinación desiderativa. Esta partición entraña la instauración de un abismo en la supuesta complementariedad del sujeto y del objeto
en la satisfacción humana.
La regla de la nueva satisfacción, la realización, para nada concuerda con la adaptación vital, que el placer buscado se sitúa en las
antípodas de la coaptación entre el organismo y su medio ambiente, incluso que la contraría.
La realización del deseo aparta al sujeto del camino de la satisfacción, encaminándolo hacia una búsqueda signada por la
repetición, búsqueda de una percepción primea que tiene como un marco un mítico primer encuentro ente el sujeto y el objeto de
“satisfacción”. Volver a evocar esa percepción es la meta propia de la realización desiderativa, la forma en que el deseo se cumple,
meta a la cual Freud bautiza como identidad de percepción. La realización del deseo se cumple cuando reaparece la percepción, siendo
su instrumento específico la alucinación. Esa alucinación que signa entonces la realización desiderativa, es descripta como el producto
de una inversión en la dirección de la corriente de excitación, cuyo recorrido asume una orientación regresiva.
El punto de partida es por tanto el modelo del arco reflejo. A partir de él, Freud formula el deseo como fundamentalmente ajeno al arco
reflejo. En el Proyecto, en el apartado dedicado a la experiencia de satisfacción, introduce el concepto de acción específica,
definiéndola como aquella cuya ejecución trae aparejada la satisfacción de la necesidad y, por ende, el cese del aumento de carda.
Subraya que la ejecución de dicha acción exige en la cría de hombre una ayuda externa, ajena a él, ayuda de otro cuya atención debe
atraer mediante una descarga interna: el grito, el llanto. Ambos adquieren de este modo una función secundaria que Freud llamará
función de comunicación, y que Lacan retomará en su formulación de la función de demanda. Esta función depende pues de la
imposibilidad del cachorro humano de ejecutar la acción específica por sí solo, que depende de su desamparo inicial. La acción
específica, debido a la intervención del desamparo y a la mediación del otro que éste impone para ser llevada acabo, deviene la fuente
de la comunicación de “los motivos morales”. Desde el inicio, la presencia de una subjetividad, que no se explica por ninguna
sensibilidad “natural”, separa las nociones de satisfacción de necesidad y realización de deseo.
La función de comunicación del grito, que deviene entonces un llamado a otro, precisamente lo aúna al desamparo; ambos, dejan en el
ser hablante una huella imperecedera: ese deseo inconsciente que Freud calificó como eterno. Huella mnésica, “imagen mnemónica
desiderativa”, ella es la clave del señuelo logrado de la alucinación propia del cumplimiento del deseo, señuelo que desplaza a la acción
específica e introduce esa dimensión innovadora que es la rememoración alucinatoria. La memoria cambia aquí de signo, su función es
desadaptativa en relación a la memoria del organismo e instala una nueva dimensión del placer que quiebra el marco de la
homeostasis, que impone el placer de desear como una meta impensable en el registro de la biología. El deseo entonces, al investir
nuevamente esa huella mnésica desiderativa, produce el olvido del camino de la satisfacción de la necesidad.
Esa huella no es meramente un error de interpretación de un sujeto inmaduro que carece aún de los medios para evaluar
correctamente la “realidad”, ella es el surgimiento de una nueva forma de realidad. La huella mnésica, la representación, se inscribe
sobre el telón de fondo del desamparo y del A, ese prójimo cuyo papel en el establecimiento de la función del juicio será fundamental
para Freud. Sobre el fondo de una nostalgia, de la búsqueda del encuentro con ese primer A, encuentro para siempre perdido, se
instala esa huella mnésica, que nunca alcanza la presencia anhelada. La huella es solidaria de una pérdida y constituye una memoria
orientada en sus recorridos, en su búsqueda, por el principio del placer y su meta a nivel proceso primario, la identidad de percepción.
El proceso primario no busca conocer, sino re-conocer; volver a encontrar mediante la identidad de percepción cuya “acción específica”
es la alucinación. Ficción y realidad no se oponen, hambre de signos podría llamárselas, de signos de presencia que nunca es más que
una re-presentación de los signos de la presencia de ese otro inolvidable, rastro engañosos de una presencia imposible de conjurar.
El Principio del placer se ubica pues del lado de esa ficción, ella es su meta propia. El objeto, se presenta aquí como inalcanzable,
como perdido, no como complemntario del sujeto. Ya en el Proyecto… Freud postula que esa realidad necesita para constituirse la
existencia de ese objeto perdido del deseo. Es él quien hace posible la génesis del mundo de los objetos que habitualmente se
denominan objetos de conocimiento.
El dolor deja también tras de si signos, signos que Freud resume bajo “objeto mnemónico hostil”, que configuran una huella que incita a
la descarga cuando el displacer, atravesado cierto límite, alcanza el umbral del dolor. Pero el camino de la motricidad, de la fuga, está
en el caso cerrado y allí se crea una nueva forma de fuga, sustituto de la fuga motriz, que Freud caracteriza como defensa primaria o
represión, que logra la descarga a través de “cargas laterales”. Aquí el grito se inscribe como alerta de la presencia del objeto hostil y,
en lugar de desempeñar una función de comunicación, deviene él mismo dicho objeto. Vemos configurarse un par de huellas. La
primera, vinculada al placer, es el desear; la segunda, vinculada al dolor, es el afecto. Ambos comparten el carácter de recuerdo, de
memoria, aunque con mecanismos precisos en cada caso: alucinación desiderativa en el desear y defensa primaria en el afecto.
La función primaria del juicio recae sobre lo que denomina el complejo del Nebenmensch, desglosándolo en 2 componentes:
1. Un ensamble constante que permanece como Cosa (Ding) que se presenta como ajena, como inasimilable
2. I
ncluye todo lo que es cualidad, lo que puede ser entendido por la memoria gracias a una remisión al propio cuerpo y a la propia
experiencia del sujeto y que se caracteriza al ser definido como atributo
Cosa, componente inasimilable, y atributo, cualidad que puede ser referida al cuerpo y a la experiencia del sujeto, son pues el resultado
primero de la actividad el juicio cuando éste opera sobre el complejo del Nebenmensch, fuente común del primer objeto desiderativo y
el primer objeto hostil. La Cosa marca la dimensión de irrecuperable del objeto pedido del deseo, objeto al que sus atributos, esos
signos que la alucinación recupera, permiten re-conocer, pues nunca podrá el sujeto conocerlo, siempre será inasimilable. La dimensión
sensible del objeto de conocimiento como reunión de atributos esconde en su núcleo mismo la función del objeto perdido, de la Cosa
como inasimilable, que es condición de la aparición misma del juicio de atribución.
Esto implica que el objeto está perdido ya en la estructura misma, esa estructura que dibujan el desamparo, el otro prehistórico y la
función de comunicación que adquiere la descarga como tal. La pérdida es la estructura misma del ser humano en lo tocante a la
relación con el objeto del deseo, en la medida en que su inclusión en la red del Nebenmensch, implica que perdió para siempre la
naturalidad de su objeto. La identidad de pensamiento, que regla al proceso secundario, es un rodeo complejo por el cual el sujeto
creyendo conocer la realidad, sólo se ubica en ella guiado por la brújula invisible de un volver a encontrar ese objeto perdido.

SEMINARIOS
Explique el concepto de Negatividad en Hegel
Esa “actividad” capaz de extraer el sentido del Ser, de separar la esencia de la existencia y de encarnar el sentido-esencia en el
discurso, es lo que constituye el milagro que la filosofía (o más exactamente de la Ciencia o la Sabiduría) está llamada a explicar. Y al
tratar de hacerlo Hegel ha descubierto ( o precisado= la categoría (ontológica) fundamental de la NEGATIVIDAD que él llama también lo
“Negativo” o la “entidad-negativa o negadora”. Esa negatividad es la “energía del pensamiento” que extrae el sentido del Ser separando
la esencia de la existencia; es la “energía del Yo abstracto puto” que engendra el “pensamiento” es decir el “Entendimiento” y su
discurso. Pero como suele decirse el discurso no cae del cielo. Si expresa un “pensamiento” que pertenece a un “Yo”, ese Yo
necesariamente tiene una existencia-empírica en el Mundo espacio-temporal natural y es un Yo humano. Lo que es “Yo-abstracto” en el
plano ontológico (y ese Yo es la forma en la cual subsiste la Negatividad de la Identidad o del Ser Dado), es el “Yo personal” humano en
el plano metafísico: es el Hombre que “Aparece” en el plano fenomenológico, como individuo libre histórico hablante.
La negatividad en Hegel domina al ser del hombre, que su realidad es acto de autrocreacion histórica por negación de lo dado en lo
inmediato. La negatividad es aquí la acción como historia, no la nada en sí.
Esta negatividad, fundamento del ser en base a la muerte, se une al concepto de acto y de acción como simbólico e histórico, que será
una constante en Lacan. Sólo hay acto allí donde hay orden simbólico, en el sujeto hablante.

Desarrolle el concepto de Muerte en Hegel


El Hombre aparece por primera vez en el Mundo natural, ala aceptar voluntariamente el peligro de la muerte en una Lucha por el puro
prestigio; resignándose a la muerte y revelándola por su discurso, el Hombre llega finalmente al Saber absoluto o a la Sabiduría y
concluye así la Historia.
La Negatividad no es más que la finitud del ser )o la presencia de un verdadero porvenir en él que jamás será su presente), y la Acción
es esencialmente finita. Por eso, (en el plano metafísico= el Mundo histórico creado por la Acción, necesariamente tiene un comienzo y
un fin. Y la entidad que es Acción en su propio ser “aparece” (en el plano fenomenológico” a sí misma y a los demás como
irremisiblemente mortal.
Por tal motivo, Hegel puede llamar a Muerte a la “irrealidad” que es la Negatividad o al “entidad-negativa o negatriz”. Mas si el Hombre
es acción, y si la Acción es Negatividad que “aparece” como Muerte, el Hombre, en su existencia humana o parlante es sólo muerte:
más o menos diferida y autoconsciente.
La “vida del Espíritu” no es la que se “espanta ante la Muerte y se preserva del estado, sino la que soporta la muerte y se mantiene en
ella”. Únicamente cuando toma conciencia de su finitud y por tanto de su muerte, el hombre asume en verdad su autoconsciencia. Pues
ES finito y mortal.
La Muerte es lo que engendra al Hombre en la Naturaleza y es la muerte la que lo hace progresar hasta su destino final, el del Sabio
plenamente autoconsciente y por tanto consciente de su propia finitud.
El pensamiento y el discurso revelador de lo real nacen de la Acción negatriz que realiza la Nada destruyendo al Ser: el ser dado del
Hombre, en la Lucha, y el ser dado de la Naturaleza, por el Trabajo (que resulta además del contacto real con la muerte en la Lucha=.
Es decir, que el propio ser humano no es más que esa Acción: es la muerte que vive una vida humana.
El Hombre se niega a sí mismo: él mismo se crea y se transforma; él es la mediación del ser dado por la negación activa, y por tanto
discursiva o reveladora, y por eso el Hombre es el único que es un ser que revela el Ser y es autoconsciente. El ser humano, en la
medida en que implica la conciencia y la voluntad de su muerte, es un ser “mediatizado” por la Negación, vale decir un ser dialéctico.
Siguiendo a Hegel, para Lacan, la muerte es fundante de lo humano: la lucha amo-esclavo, de puro prestigio, lucha donde se arriesga
la vida independientemente de la necesidad corporal, de la animalidad, es considerada como antropogénica. Aceptación consciente de
su muerte, de la finitud que ella entraña, aceptación libre de la misma que culmina a veces en la muerte voluntaria. La libertad
fundamental del hombre es la libertad de morir. “La muerte del hombre y su existencia verdaderamente humana son pues, si se quiere,
un suicidio.” – Kojeve.
La historicidad está determinada precisamente por la finitud y la muerte , y Hegel no acepta una vida más allá, una vida eterna. Nuestro
destino se juega en nuestra vida de este mundo y sólo allí.
“La muerte nos trae la pregunta de lo que niega el discurso, pero también la de saber si ella introduce en él la negación. LA negatividad
del discurso en la medida en que hace ser a lo que no es, nos remite a la cuestión de saber qué le debe a la realidad de la muerte el no-
ser (ausencia-falta-nada) que se manifiesta en el orden simbólico. “ - Lacan
Hegel es el primero en intentar llevar la muerte al centro de la vida, para ver lo vivo como lo no-muerto, o lo todavía-no-muerto; sino
como lo mortal. Para Hegel, no soy hecho mortal por Otro hostil, sino que soy mortal como Otro para mí mismo.
Lacan dice en La Subversión del sujeto…“La metafísica hegeliana no había hesitado en construir toda la fenomenología de las
relaciones humanas alrededor de la mediación mortal, tercero esencial del progreso por el cual el hombre se humaniza en la relación
con sus semejante. “

Explique el mito del Amo y el esclavo


Según Kojeve la dialéctica el amo y el esclavo es el resultado inevitable del hecho de que el deseo humano es deseo de
reconocimiento. Para lograr el reconocimiento, el sujeto debe imponer a otro la idea que él tiene de sí mismo. Pero, puesto que este
otro también desea reconocimiento, tiene que hacer lo mismo, y por lo tanto el sujeto se ve obligado a entrar en lucha con él. Esta lucha
por el reconocimiento, por “puro prestigio”, tiene que ser una “lucha a muerte”, puesto que solo arriesgando su vida por la única razón
del reconocimiento puede uno demostrar que es verdaderamente humano. Sin embargo, esa lucha tiene que detenerse antes de la
muerte de uno de los combatientes, ya que el reconocimiento sólo puede ser otorgado por un ser vivo. De modo que cuando uno de los
dos renuncia a su deseo de reconocimiento y se rinde al otro; el conquistado reconoce al victorioso como su “amo”, y se convierte en su
“esclavo”. LA sociedad humana sólo es posible porque algunos seres humanos aceptan ser esclavos en lugar de luchar hasta la
muerte, pues una comunidad de amos sería imposible.
Después de lograr la victoria, el amo pone al esclavo a trabajar para él. El esclavo trabaja transformando la naturaleza para que el amo
pueda consumirla y disfrutarla. Pero la victoria no es tan absoluta como parece, la relación entre el amo y el esclavo es dialéctica,
porque lleva a la negación de sus respectivas posiciones. Por un lado, el reconocimiento otorgado por el amo es insatisfactorio, ya que
no es otro hombre quien se lo otorga, sino sólo un esclavo, que para el amo es sólo una cosa; por lo tanto “el hombre que se comporta
como un Amo nunca estará satisfecho”. Por otro lado, el esclavo es parcialmente compensado de sus derrota por el hecho de que,
trabajando, se eleva por sobre la naturaleza al transformarla en algo distinto de lo que era. En el proceso de cambiar el mundo, el
esclavo se cambia a sí mismo y se convierte en autor de su propio destino, a diferencia del amo, que sólo cambia a través de la
mediación del trabajo del esclavo. El progreso histórico es producto del esclavo que trabaja y no del Amo belicoso.
El desenlace de la dialéctica es en consecuencia paradójico. El amo termina en un “impasse existencial” insatisfactoria, mientras que el
esclavo conserva la posibilidad de lograr la verdadera satisfacción por medio de la “superación dialéctica” de su esclavitud.
Lacan se vale de la dialéctica del amo y del esclavo para ilustrar, por ejemplo:
- la
lucha de puro prestigio ejemplifica la naturaleza intersubjetiva del deseo, en la cual lo importante para el deseo es ser reconocido por
otro.
- L
a lucha a muerte también ilustra la agresión inherente a la relación dual entre el yo y el semejante

En el estadio del espejo, las relaciones imaginarias que son articuladas por Lacan a la conducta frente al espejo consisten en “que el
sujeto se identifica en su sentimiento de Si con la imagen del otro, y la imagen del otro viene a cautivar en él este sentimiento” y: “En el
otro se identifica el sujeto, y hasta experimenta en primer término…”. Esto determina un efecto de alienación fundamental. El sujeto se
identifica en el otro porque su Yo se constituye a partir de la “nueva acción psíquica” consiste en la identificación a la imagen unificada
que aporta el semejante: la imagen del semejante tiene tal valor cautivante para el sujeto por las condiciones particulares de su
nacimiento, la “pre maturación del nacimiento”. Esta discordancia temporal implica que el sujeto no puede controlar ni dominar un
cuerpo que se le presenta como fragmentado, lo que puede serle ocultado por la identificación con la imagen engañosa del semejante,
en tanto que ilusoriamente completa y unificada vela que ese otro se encuentra en el mismo estado de “miseria original”. Una
consecuencia de este proceso es el tipo de relación que se establece con el semejante. Esta relación basada en la lógica del “o yo o el
otro”, implica la “imposibilidad de coexistencia con el otro”. Y podemos describir como una sola imagen para dos, que permite su
articulación con la “lucha a muerte por puro prestigio” tal como la encontramos en el Hegel de Kojeve.
“El hombre se reconoce humano al arriesgar su vida en una lucha a muerte para satisfacer su Deseo humano, es decir, su deseo que
se dirige sobre otro Deseo. Pero desear un deseo es querer superponerse a sí mismo al valor deseado en ese deseo. Porque sin esta
sustitución se desearía el valor, el objeto deseado y no el deseo mismo. Desear el deseo de otro es pues una última instancia desear
que el valor que yo soy o que “represento” sea el valor deseado por ese otro: quiero que él “reconozca” mi valor como su valor, quiero
que el me reconozca como un valor autónomo.” No hay que perder de vista que este deseo de “imponerse al otro en tanto que valor
supremo” implica el “o yo o el otro”, porque a este nivel no hay pacto posible; esta dialéctica no puede evolucionar en un “yo te
reconozco a ti y tu me reconoces a mi”. No hay pacto posible dentro de esta relación dual y su falta implica la intención agresiva.
Sexualidad y significante – cap 2
Las leyes del lenguaje
La concepción del inconsciente como estructura significante, implica un vaciamiento del inconsciente, éste ya no es “sede de los
instintos”, ni conjunto de significados. La estructura del lenguaje lo preexiste y es su condición, ella estructura al sujeto, que no es más
que efecto en lugar de ser su amo.
“La instancia de la letra en el ICC” presenta la estructura del lenguaje del inconsciente de modo paradigmático y se presenta como
un texto donde la primacía de lo simbólico aparece en su punto máximo. Ciertos conceptos quedan firmemente incorporados:
1. La idea del lenguaje como estructura (sistema en Saussure)
2. Cada unidad, obtiene su valor de acuerdo a su posición en el conjunto, la cual se rige por una combinatoria legal
3. La arbitrariedad del signo en lo que respecta a la relación significante-significado
4. El elementos como diferenciales, todo elemento se define de modo negativo.

El algoritmo saussureano surge una inversión, que indica: la introducción de la función activa del significante en la determinación
del significado. La barra se modifica, deviniendo una “barrera resistente a la significación”.
La represión primaria es consustancial con la inexistencia de un sentido propio, y la barra que la encarna pasa a tachar al sujeto, ,
que ahora se presenta como dividido. La represión primaria es represión de los significantes, no de significados. La barra niega al
significante la función de representar el significado, la significación no justifica al significante.
1. Se reduce al fonema como elemento último, mínimo. No hay esencia en los significantes.
2. Hay leyes que rigen su combinatoria

La letra, definida como “soporte material que el discurso concreto toma del lenguaje” y luego como “estructura esencialmente
localizada del significante”, refiere a las relaciones del significante con el lugar, a su materialidad singular, a la imposibilidad de división.
Lacan afirma la necesidad de un sustrato topológico, un espacio que escape al euclidiano, un espacio cuyo ordenamiento sea soporte
del desciframiento del ICC. Lugar de la letra que siempre puede vaciarse, ddel que el significante puede caer, pues la represión no es
más que esa caída misma. Si bien en la letra pueden encontrarse los caracteres del fonema, éste no subsume al concepto de letra. En
la “instancia” freudiana, la letra adquiere su vigencia, le da su razón y funda su insistencia, con una materialidad nueva que es el
significante.
La dimensión temporal se incluye en la cadena entre anticipación y retroacción, entre el “querer decir” que se adelanta y el sentido
que el Otro escande, poniendo fin al mensaje y definiendo su significación.
El lenguaje en psicoanálisis es inseparable de la verdad y de su búsqueda, y revela la estructura de ficción de la misma. El punto
de almohadillo* es inseparable de la puntuación, de la escansión y de la retroacción.
La función del significante en la emergencia de significación, se estructura según dos leyes del lenguaje: metáfora y metonimia. La
metáfora supone la similitud, la similaridad, pero Lacan señala que ésta sólo depende de la posición (lugar); la comunidad de posición
(dimensión sintáctica) permite la identificación, pero luego queda oculta por ella, y si no la tomamos en cuenta descuidamos la
consideración de la organización significante. LA metáfora funciona fundamentalmente a través de la sustitución, sobre todo de la
sustitución de posición. La metonimia se inscribe en el orden de las relaciones de contigüidad, de alineamiento, de coordinación
sintáctica.
La metonimia es la conexión palabra a palabra, la metáfora es la sustitución de una palabra por otra. Ambas implican la
imposibilidad de la existencia del significante aislado, ambas remiten a la cadena significante en sus atinencias horizontales
(sintagmáticas) y verticales (paradigmáticas). La estructura de la metonimia indica la conexión del significante con el significante. Esta
conexión es el articulador que permite la elisión, que instala la falta en ser en la relación del objeto utilizado para ello el valor de
remisión de la significación para investirlo con el deseo que apunta a esa falla que él soporta. Falta en ser, deseo y metonimia hacen
uno: mediante la elisión. Elidir: suprimir la pronunciación o en la cuenta de silabas finales la vocal final de una palabra ante la vocal
inicial de la palabra siguiente. Metonimia = cambio de nombre. La elisión es la supresión, desvanecimiento de la cosa en la relación de
objeto, es decir, la pérdida de la particularidad de su naturalidad, la negatividad del lenguaje, que anula el objeto, y deja al sujeto cautivo
de la remisión incesante de las significaciones entre sí, donde el referente parece perdido para siempre.
La falta en ser que es la esencia del deseo, se produce por el atrapamiento del sujeto en la remisión indefinida de significaciones,
en la que él, al igual que el objeto, se desvanece. El sujeto se desliza de un significante que siempre lo envía a otro, en una remisión
tan solo aparentemente infinita. LA alusión es la virtud propia de la metonimia. La significación, es en este caso, latente.
En este simple despliege de una cadena significante en su concatenación misma, se produce una nivelación, un borramiento, una
nivelación del sentido, que cuestiona al valor mismo. Este es el mensaje propio de la metonimia en la agudeza: determinar la
emergencia del peu de sens, poco sentido, que indica a su vez el cuestionamiento del valor del código.
La metonimia que es el deseo, es inseparable de la demanda, pero esta articulación se hace posteriormente en Lacan.
La metáfora se funda en la sustitución significante, produciéndose como efecto de esta sustitución una creación de sentido, es
decir, el advenimiento de una significación. La formula indica la superación de la barra y su valor para la creación de significación. El
síntoma es metáfora. La metáfora opera sobre la reserva homonímica y homofónica del lenguaje, produciendo en la agudeza, el “pas de
sens”, que no es el no-sentido, sino lo que podemos traducir como paso de sentido. En este caso, opera la represión y la significación
de la metáfora permanece inaccesible para el sujeto.
Ambos tropos requieren la sanción del A, marcando así su diferencia con el nivel imaginario. Así como la metonimia hace a la
cuestión de la falta en ser, la metáfora hace al ser. Lacan coloca en el lugar donde se sitúa el (+) que indica la separación de la barra
(en la fórmula de la metáfora), el paso de sentido, al sujeto mismo, ése es su lugar.
Deseo y significante fálico
Dos problemas:
1. La ausencia de deseo como sexual, confinado a lo imaginario salvo en lo tocante a su articulación con las leyes de alianza
2. Su re-definición como metonimia

El primer efecto de estas leyes del lenguaje es el abandono del concepto del deseo como deseo de reconocimiento, cuyo correlato es la
promoción de una concepción de la sexualidad en la que ésta se vincula en forma intrínseca con el sistema significante, a través de un
significante que adquiere un privilegio particular: el falo – Miller. LA sexualidad ya no es deducida del acuerdo simbólico o confinada a lo
imaginario.
Por el camino de la perversión, la homosexualidad femenina y el fetichismo, y por la fobia de Juanito; comienza a surgir el Otro barrado,
cuya priera incursión asoma bajo la forma de castración materna.
Lacan propone una teoría del objeto como falta, que se concretiza en 3 hormas de la falta que son la privación, la frustración y la
castración:
ACCION OBJETO AGENTE
Privación Real Simbólico Imaginario
Frustración Imaginaria Real Simbólico
Castración Simbólica Imaginario Real

El primer objeto que se dibuja aquí es el falo, el falo materno, que puede detectarse con nitidez en la fobia y el fetichismo, las
que por su cercanía con el deseo del A, presentan con claridad la falla en la función paterna. Este falo materno, introduce en la madre,
el A primordial, una dimensión de falta, y por ende, introduce la dimensión de su deseo, más alla del circuito imaginario a-a’. El deseo
de A, como nuevo patrón de deseo, nuevo patrón de medida de objetos.
El primer A simbolico, el de la frustración, que se escribe A (sin tachar), es quien introduce la dialécticade la demanda. La
necesidad debe de atravesar necesariamente el lugar del código para formularse como demanda (en el grafo del deseo), como lenguaje
articulado y articulable.
La renuncia al deseo de reconocimiento no es total, Lacan lo preserva dentro del campo de la demanda, cuyo organizador es
un significante privilegiado dentro de A, el significante del ideal del yo, I, que hereda el carácter de pacificación del A de la primera
época. Aspecto bondadoso y donador del superyó, organiza el circuito del yo especular.
El primer rédito de la metonimia es el falo materno, ausente, que hace del falo una marca de una falta que organiza al os
objetos “pregenitales” que, parciales y metonímicos, llevan su sello. SE trata del falo y de los objetos producidos en el lugar del
significado, de lo que en la formula de la metonimia es el (-)s
La metáfora paterna anuda: Edipo, castración, falo, lenguaje y síntoma.
Todo síntoma es metáfora. El fracaso en la producción de la metáfora paterna es la clave de la psicosis, es ella la que
demuestra que éste es el punto de almohadillo fundamental del ser humano. Este fracaso explica la ausencia de significación fálica en
la psicosis. Se pasa de una clínica del reconocimiento a una clínica del falo: clínica que se organiza alrededor de una lógica atributiva
del falo: el dilema se plantea entre serlo o tenerlo. La palabra fundante se metamorfosea en la promesa edípica: algún día…
Ya no sólo la muerte caracteriza al ser hablante, sino una nueva limitación: ¿qué es ser sexuado?. El inconsciente sigue
siendo el discurso de A, y en el esquema Rho encontramos una elaboración del esquema L. S: es la inefable (no habla) y estúpida
existencia cuyo sentido le llega al ser viviente dese el A, pues es en ese A donde se plantea su pregunta. La pregunta que surgía en el
S3 era sobre el sexo (ser hombre o mujer) y sobre la contingencia de la existencia (la posibilidad de no ser). Lacan remite a los
fantasmas, cabe recordar que éstos son una respuesta al a pregunta, como muestra el grafo. La novedad del esquema Rho es la
inclusión de los 3 ordenes (aunque todavía confunde real con realidad).
A nivel de lo simbólico tenemos la presencia de cuatro significantes que permiten delimitar el Edipo freudiano: A,M, I y P. 3 de
ellos simbolizan a A sin tachar. El otro término simbólico forma vértice del ternario imaginario, es el sujeto en su realidad y, en tanto tal,
forcluido del sistema, que ´solo juega como el muerto del bridge, en un juego significante en el que éstos lo harán significar, llegar a ser
un verdadero sujeto. Este lugar del sujeto como relacionado con el significado ya está presente desde su definición como efecto de la
sintaxis de la cadena al azar de los y los (+)(-).
Interesa subrayar en este contexto la presencia de un nuevo término del lado imaginario, el falo, como la significación
fundamental inducida en el sujeto por acción del significante. Este falo es el objeto imaginario del deseo materno. Como significación de
ese deseo surge como un efecto de sentido positivo, y si es un (+) de sentido, sabemos que su producción se debe a la acción de la
metáfora paterna.
Su producción exige al menos 2 significantes aquí presentes:
 M, significante de la madre como A primordial, a cuyo nivel surge la pregunta acerca del deseo, primer significante,
destinado a ser reprimido por la metáfora paterna –Deseo de la Madre-, significante que se esboza en función de su
presencia-ausencia.
 El segundo significante surge como un significante privilegiado en el lugar del A, es el Nombre del Padre.

El significante del NdP, significante de la ley, se une al mito del padre muerto de Totem y Tabu, cuya muerte funda la ley misma; el
Padre Simbólico es pues el Padre muerto. Así metáfora (paso al sentido positivo del falo) y metonimia (paso al poco sentido del falo
negativo) producen la significación fálica.
EL NdP es forcluido en la psicosis. La forclusión es agujero en el primitivo interior que debe ser concebido como un cuerpo
significante, agujero determinado por la exclusión de ese significante privilegiado de la ley que es el NdP.
El significante “desencadenado en lo real” se funda en la grieta que en lo simbólico abre la forclusión del Nombre del Padre: “El
significante que en el A, en tanto lugar del significante, es el significante del A en tanto lugar de ley”. Por eso el paranoico habla, está
inserto en el A del lenguaje, pero su palabra no necesita reconocimiento, porque le reconocimiento es parte de esa trampa neurótica
que es la demanda usada como coartada subjetiva.
La demanda es una cadena significante articulada y articulable, producto del paso de la necesidad por los desfiladeros del
significante (punto mítico de origen en que el sujeto es apresado por la estructura del lenguaje para devenir ) . El cruce de los 2
vectores del grafo ubica dos intersecciones, s(A), significado del A; y A, lugar del código. El punto de almohadillo indica cómo el A del
código decide el sentido del mensaje imponiendo una escansión, a partir de la cual se produce el vector retrógrado A s(A), que
retroactivamente significa la cadena significante que se despliega de modo anticipatorio. La demanda implica la transmutación de la
necesidad en pulsión, tras su paso por el código, y por eso figura en el piso superior, el de la enunciación, como formando parte de la
formula de pulsión o tesoro significante. La demanda es básicamente demanda de amor, de una presencia o ausencia del A, que son
leídas como don de amor.
Cuando la madre no responde al llamado, responde a su arbitrio, deja de ser simbólica para devenir una potencia “real”, que
puede privar al sujeto de la satisfacción de la necesidad. Cuando la madre deviene ese poder real, el objeto se transforma en simbólico.
Ese objeto simbólico es objeto de don, don es por excelencia el don que no se tiene, el falo ausente de la madre; imaginario en un
sentido, es simbólico en la medida en que al a mujer en lo real nada le falta. La castración materna introduce el falo como simbólico y
como objeto del don de amor.
Doble dimensión del objeto:
 La frustración del objeto real, “frustración de goce”, no constituye ningún objeto como simbólico, pero menciona el objeto
transicional como reacción a la misma e indica que la pulsión se dirige hacia ese objeto real como parte del objeto-agente
simbólico de la demanda de amor
 La frustración dde amor se instituye por el llamado al que se responde el par presencia-ausencia de la madre. Don como
símbolo de amor que apunta más allá de la necesidad. Emanda algo que sólo vale como signo de amor. El objeto del don es
una nada.

El deseo metonímico es la diferencia entre la demanda y la necesidad. Si es la diferencia, es que hay pérdida generada por la abolición
de la necesidad en su especificidad. Surge una nueva potencia, la del deseo, producto de esta división del sujeto entre la demanda y la
necesidad.
El deseo sigue siendo deseo del A, pero no se desea que el A reconozca al sujeto, sino que se desea ser deseado. Para ser
deseado por A, el A debe ser él también un sujeto dividido, con una falta, un deseante (). El falo asoma en el horizonte como aquello
que podría colmar la falta en el A y el sujeto no tiene más remedio que proponerse ser el falo, tenerlo implica la renuncia a serlo y, por
lo tanto, a colmar el deseo del A.
Surge el falo como significante del deseo de A, que es . Su función es ser “el significante destinado a designar en su conjunto
los efectos de significado en tanto determinados por el significante.
La función activa del significante en la producción de significado se ejerce sobre “lo significable”; esta función es definida como
“pasión” causada por el padecimiento de la marca significante; luego de esa pasión surge el significado. “En el falo se resume el punto
de mito donde lo sexual se hace pasión del significante”. Punto mítico de la unión entre sexualidad y significante, éste es el valor del
falo como significante. Por la pasión del significante, el falo sustituye, hace obstáculo a la relación sexual. El falo le impone una marca a
lo significable; en esa marca se conjugan el logos y el deseo, la marca es una conjunción entre el lenguaje y el deseo.
Al ser  el sujeto sólo designa su ser por tachar todo lo que éste significa y “lo viviente de este ser en la represión primaria
encuentra su significante al recibir la marca de la represión del falo (por lo cual el inconsciente es lenguaje)”. El falo introduce el uno del
sexo, el falo, común a ambos, articulando el complejo de castración con el ICC estructurado como un lenguaje, y definiendo al sujeto
del ICC como , tachado en su ser por el falo como significante. El significante también revela la Spaltung (división) del A: .
El comportamiento de los sexos linda así con la comedia, que marca la necesaria mediación del falo, y obliga a la sexualidad a
entrar en la demanda. Impostura masculina: tener el falo por procuración. Mascarada femenina: serlo sin tenerlo. La represión del
significante fálico genera efectos diferentes en cada sexo:
 En el hombre, la dialéctica entre la demanda y deseo permite la división en dos de la mujer (puta/madre). En él la represión del
falo es mayor y la impotencia muy mal tolerada.
 En la mujer, la represión es menor, pues la convergencia del amor y el deseo la priva y, por eso, la ausencia de satisfacción es
mejor tolerada.

Lacan analiza el deseo insatisfecho de la histérica y el deseo imposible del obsesivo. El deseo de la bella carnicera se define como el
“deseo de un deseo”, el deseo deseado: tener un deseo insatisfecho. El deseo solo se capta en la interpretación. El deseo es su
interpretación. “Uno no se cura porque rememora, rememora porque se cura”. No hay palabra que pueda operar el reconocimiento del
deseo, porque: “el deseo no es más que la imposibilidad de esa palabra”. No hay reconocimiento para el , desaparece el S del
esquema L. “La resistencia a la confesión (del deseo) sólo consiste en la incompatibilidad del deseo con la palabra.” La interpretación
para alcanzar a la metonimia desesante debe recurrir a su estructura misma.
La producción del sujeto del ICC como  tiene dos consecuencias importantes:
 Este sujeto es evanescente, no es uno, como deseante no es más que falta en ser. Hay que atraparlo en las formaciones del
inconsciente.
o Esto se resolverá con la nueva formula de fantasma, a
 Este , en tanto sujeto del ICC ¿puede o no decir yo (je)?
o Lacan toma a Jackobson, sujeto de la enunciación[on y sujeto del enunciado.

Toda producción lingüística puede ser considerada desde dos ángulos: 1) como una serie de frases o enunciado, 2) como un acto en el
curso del cual las frases se actualizan, la enunciación.
Shifters: unidad gramatical de la que su significación general sólo puede definirse tomando como referencia el mensaje o remitiendo a
él. Corresponden a los símbolos-índice de Pierce, es decir que son simultáneamente signos del código de la lengua (yo, por ejemplo ) e
índices que contienen un elemento de la situación de enunciación (yo designa a la persona que habla en este momento, en este lugar).
Yo (je) designa al sujeto de la enunciación, pero no lo significa. Todo significante del sujeto de la enunciación puede faltar en el
enunciado. El status del sujeto que diría Je (yo) en su palabra, es inseparable del de la represión primaria misma. El resorte de la
represión es la elisión significante. Entre enunciado y enunciación ese produce la elisión de la clausula “según su deseo”. Esta elisión
de un significante implica que en A, lugar del significante, se instala una ausencia, falta un significante que permite, cerrar el conjunto,
función ya presente en el (-1), el significante que hace excepción, al que lacan también denomina (+1), más uno, el significante que
sobra. Este agujero en el A es una forma de dar cuenta que “no hay meta-lenguaje” que es correlativo a la existencia del ICC freudiano
y de su estructura de lenguaje. Su escritura es S()
La represión cava un hueco en el A del significante, ese hueco determinado por la elisión es inseparable del borramiento del
sujeto, de su desaparición del proceso de enunciación. Por esta via lacan renueva el concepto de defensa, señalando que esta
procede modificando el sujeto. Los efectos de la defensa, definen la posición del sujeto.
La posibilidad de borramiento es una propiedad radical del significante. Pese a ello, subsiste como lo no-dicho. La barra se
instala sobre la S del significante para producir , el significante anulado se perpetúa indefinidamente.
“Je crains qu’il ne vienne” El sujeto encuentra su lugar en el ICC en el agujero. El Je es shifter y el sujeto de la enunciación en
tanto que su deseo horada (agujerea), sólo está en ese ne. La elisión como matriz de la negación afirma al sujeto de modo negativo y
prepara el vacío donde éste encontrará su lugar. Allí donde el sujeto se identifica con el corte mismo, en el corte lo sorprendemos.
“Este corte de la cadena significante es el único que verifica la estructura del sujeto como discontinuidad en lo real”. La agudeza y
lapsus muestran al sujeto en “su ocultación por un significante cada vez más puro”, el sujeto transparente de la representación es
sustituido por su fading significante, por ese yo (je) primordialmente reprimido, cuyo lugar agujereado indica la negación. A este sujeto
en fading, sujeto que se eclipsa en el significante de la demanda, lo rescata el objeto @, aún imaginario, lo fija en el punto en que el
sujeto no puede nombrarse. ¿Dónde situar al sujeto? En algún lugar en su fantasma fundamental. El fantasma sostén del deseo abre
una nueva vía: la reflexión de lo real, el goce, la pulsión y el lenguaje.
“¿Acaso todo es significante? Ciertamente no, pero sí estructura.”

*punto de almohadillo: lugares en los que se “atan entre ´si significante y significado” S3. Sirven para explicar el hecho de que, a pesar
del deslizamiento continuo del significado por debajo del significante, en el sujeto neurótico, hay ciertos puntos de fijación entre el
significado y significante, donde el deslizamiento se detiene temporariamente. Se necesita un mínimo de tales punto para que una
persona “sea llamada normal”, y “cuando no están establecidos, o ceden”, el resultado es una psicosis.

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