Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Canto romano antiguo – Aleluya “Dominus dixit ad me”. En este ejemplo apreciamos la primacía del
canto solista, la rica ornamentación, el empleo del ison bizantino o el temperamento cromático y/o
microtonal.
Canto mozárabe – Plegaria eucarística “Pacem mea do vobis”. El rito mozárabe utiliza traducciones
propias al latín (diferentes a los de la tradición romana) de los textos sagrados.
La reforma carolingia
El papa León III corona a Carlomagno como emperador del Occidente cristiano.
Tres siglos después del colapso del Imperio romano, las liturgias latinas de Europa Occidental
estaban fragmentadas en numerosas variantes locales, como la romana (o gregoriana), la
ambrosiana (o milanesa), la visigótica o mozárabe (reino visigodo), o la galicana (reino franco), entre
otras. Es entonces cuando los artífices del Imperio carolingio se proponen recuperar la unidad de la
liturgia para el Occidente cristiano.
La reunificación de las liturgias latinas por parte de Carlomagno obedece a una estrategia cuyo
objetivo político consistió nada menos que en refundar el Imperio romano de Occidente: En efecto,
el pujante reino franco abarcaba por entonces la casi totalidad del occidente cristiano y se erigía
además como el único poder político capaz de frenar al expansionismo islámico que amenazaba
desde el Mediterráneo y los Pirineos.
Sin embargo, para restaurar el Imperio era necesario que el papa de Roma reconociese (y coronase)
al nuevo emperador, como antaño había hecho con los césares. Mediante la imposición de la
liturgia gregoriana a todos sus súbditos y dominios, Carlomagno no solo se ganaría la alianza del
papa sino que además dotaría a su Imperio de una unidad con un altísimo valor simbólico.
Dado el inmenso volumen del repertorio litúrgico cristiano -consistente en varios cientos de
melodías-, los carolingios pusieron en marcha un ambicioso programa para difundir el canto romano
a lo ancho de todo el Imperio en un proceso que se extendería durante un siglo aproximadamente.
De esta formidable empresa resultarían tanto la invención de la notación musical como la
concreción del canto gregoriano tal como lo conocemos.
Por un lado, la transmisión de las melodías romanas -probablemente similares a las francas, pero
mucho más ornamentadas y afectadas por matices cromáticos y microtonales característicos de la
cultura mediterránea- obligó a crear y desarrollar un sistema de notación musical que pudiera
registrar estos exóticos matices lo más fielmente posible.
Por otro lado, este ímprobo esfuerzo no pudo evitar que en el proceso de transmisión y preservación
se incorporasen numerosos rasgos idiosincráticos germánicos -simplicidad melódica, fraseo
regular, diatonismo, etc.-, especialmente tras el declive del Imperio carolingio durante las invasiones
normandas (siglo IX).
Ello explica que el canto supuestamente “romano” que acabó instaurándose en Occidente (y en la
propia Roma) tuviera las características mixtas que ha exhibido el canto llano hasta nuestros días:
Exuberantes melodías orientales diatonizadas y sometidas a la disciplina de un ritmo “plano”.