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TEMA 2. EL MOZÁRABE
El primer problema que se nos plantea es el del origen y significado exacto del
término mismo mozárabe. Es la palabra castellana que corresponde a musta’rib,
que significa ‘arabizado’, y que se atribuyó a la población hispanogoda que
permaneció en sus lugares de origen tras la llegada de los árabes. Se trata,
principalmente, del cristiano que vivía entre los musulmanes de al-Ándalus y
seguía practicando su religión. En consecuencia, el mozárabe es la lengua hablada
por los cristianos de la España musulmana. Ahora bien, esta variedad lingüística
no era practicada exclusivamente por las minorías cristianas, por lo que el
concepto mozárabe debe entenderse en un sentido más amplio, como ‘la variedad
lingüística románica hablada en al-Ándalus, especialmente hasta finales del siglo
XI, no solo por cristianos, sino también por los muladíes o conversos al Islam, y,
en menor medida, por parte de la población conquistadora’ (Galmés de Fuentes
1996: 97).
Hablar del mozárabe como si se tratara de un dialecto del castellano es
incorrecto, porque el mozárabe no es más que la forma arcaica románica
peninsular que procede directamente del latín; de ahí que tampoco sea correcto
afirmar que las jarchas sean las manifestaciones líricas primitivas del castellano, y
lo es porque en los siglos IX, X y XI, incluso principios del XII, tan dialecto es el
mozárabe como el núcleo denominado castellano. Ambos son dialectos del latín,
puesto que entonces ninguno había formado una unidad, una integración que
pudiera constituir una lengua.
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2.1.2. Fuentes
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Dada la poca adecuación que el árabe tiene para la representación de las vocales
(pocos signos y fácilmente omisibles), es muy difícil saber con exactitud el estado
vocálico de las voces romances a las que aluden, aunque abordaremos los
principales rasgos vocálicos. El vocalismo se funda en el de las siete vocales del
latín vulgar, con confusión de Ĭ = Ē y Ŭ = Ō.
1. Resultado de Ĕ/Ŏ (breves tónicas) del latín
Al lado de formas que ofrece un diptongo (Alalmediyella, burgiyellos, biyecho
‘viejo’, pozuwelo, duweña [Toledo]; Pedruelo, Azuela, Xilviela [Valencia]; Orihuella,
Mayuelo [Murcia]), encontramos otras en que es dudosa la lectura o en las que
hemos de leer necesariamente la vocal sin diptongar: Petruxella, Orioles, Orta
(Mallorca); Aurel, Avinferro, Alponti (Sevilla); Villanova (Sevilla).
Además de esos resultados (v. fig. 2), las vacilaciones ue, uo, o eran muy
fuertes en Andalucía: royuela, royola (lat. rubeola ‘de color rojizo’), morte.
Igualmente, en el caso de la Ĕ, cuando no es inicial es más frecuente la ausencia
de diptongo: lebre, pede, terra, bento. Probablemente, el estado de las vocales
era de intentos de alargamiento y distinción, lo que se traducía en una
incertidumbre para la transcripción y en una vacilación real en la pronunciación.
Finalmente, ejemplos como walyo o welyo < ŎCULUM, Luelh < LŎLIUM
(‘ballico, cizaña’), etc., prueban la diptongación también ante yod, como en
aragonés y en leonés, frente al castellano (v. fig. 3).
Por otro lado, el diptongo -ie- se reduce a -i- con frecuencia, sobre todo
ante -ll-. Este es un fenómeno típico del castellano, aunque entre los mozárabes
está atestiguada la vacilación: culebrilla/culebriella; tomillo/tomiello.
Así pues, por lo que se refiere a la doble solución de Ĕ/Ŏ (breves tónicas),
podemos explicarla diciendo que había poca uniformidad en las diversas zonas
mozárabes. Zamora Vicente (1989: 21) propone que las personas más arabizadas
pronunciarían sin diptongo, mientras las más vulgares lo pronunciarían.
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2.2.2. Consonantismo
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4. Los grupos iniciales CL-, PL-, FL- (v. fig. 5). Los dialectos mozárabes
mantienen estos grupos sin modificar, como ocurre en los dialectos de la
Península, frente a la palatalización del castellano, del leonés y del
portugués: Locoplan (Mallorca), Plema (Murcia), Plan (Sevilla), plantayn
(Granada).
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Además, como señala Zamora Vicente (1989: 37), abundan los testimonios
que revelan tendencia a desarrollar una vocal entre los dos elementos del
grupo consonántico (anaptisis): BLITA > bilita (‘bledo’) y bilitella ('acelga'),
CLAUSTRO > calauxtro, CLOCCA > coloca (‘clueca’), FLORE > folor.
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9. Grupos -KT-, -ULT-, -KS-. En primer lugar, encontramos para estos grupos
el cambio de la primera consonante oclusiva en fricativa: lahtayruwela
(‘cuajaleche’, planta), nuwohte (noche). Pero en los dialectos mozárabes no
faltan ejemplos que presentan la vocalización románica, más avanzada, de
la primera consonante: eleyto (‘electo’), layt (‘leche’) (en la zona toledana).
Incluso encontramos en las voces mozárabes formas en que la yod ha
palatalizado la segunda consonante, lo que da como resultado el sonido
africado [ĉ]: lechuga, lecheyro para el grupo -KT- y cochit (pl. ár. de coxus
‘cojo’) para el grupo -KS-. Podríamos pensar que estos ejemplos son
castellanismos en el mozárabe de Toledo, sin embargo, en otros puntos
donde no es pensable un influjo castellano, encontramos, a veces, la
palatalización: felech, felecho, felecha, felechon < FILICTU (‘helecho’).
10. Grupos -SCe,i- y -STe,i-. Como en los demás dialectos circundantes del
castellano, -SCe,i- se hizo palatal /š/: CRESCERE > crešer.
Por su parte el grupo -ST- da /š/ y también interdental /θ/: CASTELLA>
Cazalla.
11. Resultados de la -L implosiva. En mozárabe es frecuente la vocalización de
esta consonante, no solo en los casos de al+consonante: šawt (soto)
(Toledo); awtri < ALTERU(M), fogore <FULGORE (jarchas).
12. Otros grupos consonánticos latinos:
A) Grupo -TR-. Frente a una tendencia románica muy generalizada hacia la
reducción de -r-, en mozárabe se conserva: Petruxella, Petra (Mallorca);
Petrayra (Murcia); petraucha (Granada); matre (jarchas).
B) Grupos -BY- y -DY-. Encontramos dos soluciones diferentes: a)
conservación (Qorral Rrubiyo, mediyana); b) palatalización (Barba Rroya,
rroyo). Di detrás de consonante da ch: VIRDIA> bercha (> berza).
C) Grupos -MB-, -ND-. Se conservan, a diferencia del castellano: Qolomba,
Palumber, Solanda, Goronda, Alumber, Andilla, Cambero.
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¬ Bibliografía
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