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Dialectología Histórica Hispánica 4.

º Grado

TEMA 2. EL MOZÁRABE

2.1. El dialecto mozárabe: introducción

El primer problema que se nos plantea es el del origen y significado exacto del
término mismo mozárabe. Es la palabra castellana que corresponde a musta’rib,
que significa ‘arabizado’, y que se atribuyó a la población hispanogoda que
permaneció en sus lugares de origen tras la llegada de los árabes. Se trata,
principalmente, del cristiano que vivía entre los musulmanes de al-Ándalus y
seguía practicando su religión. En consecuencia, el mozárabe es la lengua hablada
por los cristianos de la España musulmana. Ahora bien, esta variedad lingüística
no era practicada exclusivamente por las minorías cristianas, por lo que el
concepto mozárabe debe entenderse en un sentido más amplio, como ‘la variedad
lingüística románica hablada en al-Ándalus, especialmente hasta finales del siglo
XI, no solo por cristianos, sino también por los muladíes o conversos al Islam, y,
en menor medida, por parte de la población conquistadora’ (Galmés de Fuentes
1996: 97).
Hablar del mozárabe como si se tratara de un dialecto del castellano es
incorrecto, porque el mozárabe no es más que la forma arcaica románica
peninsular que procede directamente del latín; de ahí que tampoco sea correcto
afirmar que las jarchas sean las manifestaciones líricas primitivas del castellano, y
lo es porque en los siglos IX, X y XI, incluso principios del XII, tan dialecto es el
mozárabe como el núcleo denominado castellano. Ambos son dialectos del latín,
puesto que entonces ninguno había formado una unidad, una integración que
pudiera constituir una lengua.

2.1.1. Vitalidad y estatus del mozárabe

Según Menéndez Pidal (1926), en el siglo VIII la situación lingüística de la


Península era relativamente homogénea, tal y como se ha podido constatar en los
documentos visigodos conservados. Sin embargo, esta unidad comenzó a
fragmentarse con la llegada de los árabes. El habla románica se hizo arcaizante y
familiar, al estar separada de los hablantes del norte. Se trataba de una lengua
para usos caseros, con escaso cultivo literario, pues la lengua culta y de la
administración era el árabe. El hecho de la fragmentación hace que García de
Diego (1978) afirme que no se puede hablar con exactitud de una lengua
mozárabe, sino que todo estudio serio debería tender a fijar las diferencias
regionales (de ahí que se hable también de hablas mozárabes). Esta diversidad se
comprueba principalmente en la toponimia. No obstante, también hay que tener
en cuenta que, dejando a un lado el léxico, todo lo referido al mozárabe resulta un
tanto hipotético, puesto que apenas contamos con documentación escrita de esta
variedad lingüística romance.
El grado de vitalidad y la capacidad de expansión dependieron del vigor y
de las relaciones de las distintas mozarabías. Se pueden señalar tres grandes
períodos históricos, según Zamora Vicente (1989: 15-17):

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I) De rebeldía, de heroísmo y martirio (hasta el año 932, sumisión de


Toledo al poder califal).
II) De postramiento (hasta 1099, primera persecución de los mozárabes
por los almorávides).
III) Emigración y mengua. Muchos mozárabes emigraron y otros muchos
fueron trasladados a África.

Así pues, en el siglo VIII aún es mayoritaria la población indígena de habla


latina. Los árabes no intentan modificar la mentalidad hispano-visigoda de la
población de las zonas ocupadas y hay respeto por la lengua que se hablaba.
En el siglo IX el emirato omeya combatió las minorías disidentes. Esta
incomprensión por parte del emirato provocó una reacción entre los mozárabes y
despertó un sentimiento patriótico, que tuvo como resultado la muerte de algunos
cristianos (san Eulogio y san Perfecto) y diversas revueltas que tuvieron gran
incidencia en algunas zonas. En el siglo IX, Alfonso III el Magno (c. 852-910) fijó
la frontera en el río Duero. Para repoblar esta frontera favoreció la inmigración de
los mozárabes, que difundieron los rasgos culturales que habían asimilado durante
su tiempo de permanencia en el territorio de dominación árabe, extendiendo
elementos que concernían a profesiones que nada tenían que ver con las del
pastoreo ni las actividades guerreras, que eran las más usuales de los cántabros y
astures. Hay en ese siglo ciertos núcleos de población bilingües. Estos eran los
intermediarios tanto culturales como lingüísticos, pero no solo en la zona cristiana,
sino también en el territorio de dominio árabe, ya que eran los encargados de ser
los traductores de la lengua latina y, en algunos casos, introdujeron caracteres
románicos en la lengua hispano-árabe. En el norte, en cambio, además de la
importancia de las habilidades manuales, introdujeron arabismos en el romance
que se hablaba al norte del Duero.
El siglo X es un siglo caracterizado por la justicia y el respeto hacia los
mozárabes, de tal modo que estos acentuaron su islamismo frentes a los
testimonios de subsistencia de la lengua vernácula. Hasta finales del siglo XI,
muchos musulmanes cultos, lo mismo que los mozárabes y los muladíes, eran
bilingües, conocedores a la vez del árabe y el romance. Sin embargo, a partir de
las invasiones almorávides (1086) y, sobre todo, almohades (1146), las
comunidades mozárabes de al-Ándalus se vieron diezmadas. Esta gran huida de la
población por temor a las invasiones berberiscas trajo consigo la consecuente
decadencia de la lengua romance. Cuando en 1085 es conquistada la ciudad de
Toledo (1085), subsiste todavía un núcleo importante de población mozárabe,
pero la población se niega a aceptar el reformismo “europeizante” de Alfonso VI el
Bravo, lo que provocó una gran emigración hacia Valencia.
En el siglo XII se aprecia una dureza en el trato de los almorávides. Los
mozárabes pidieron ayuda a Alfonso VII el Batallador con la promesa de su
insurrección, por lo que muchos se convirtieron en los nuevos repobladores de los
territorios fronterizos de Andalucía. Se produjo una represión contra los no
emigrados, que fueron obligados a pasar a África (junto con sus familias), donde
pudieron imponer su cultura, la administración y su artesanía. Una vez llegaron los
almohades y, especialmente, a partir de la batalla del año 1162, los mozárabes
quedaron prácticamente exterminados. Las deportaciones y los levantamientos
entre los que quedaban fueron frecuentes.

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2.1.2. Fuentes

No existe un documento completo escrito en mozárabe, por lo que la


reconstrucción de estas hablas debemos hacerla con los indicios y datos más o
menos explícitos dispersos en diferentes obras o lugares.
Las fuentes para el estudio de los dialectos mozárabes son:
a. Los glosarios latino-árabes o hispano árabes. De entre ellos
merece la pena destacar el Vocabulario arábigo en letra castellana
(Granada, 1505) de fray Pedro de Alcalá, el más tardío, pero también el
más abundante en romancismos.
b. Los testimonios en aljamía de los botánicos, médicos y
farmacólogos andalusíes. Diversos especialistas incluyeron en sus obras
científicas los equivalentes mozárabes de los nombres de plantas,
especialmente, lo que nos proporciona un abundante caudal léxico de voces
mozárabes en aljamía. Los testimonios más antiguos son del siglo X (Ibn
ulǰul de Córdoba e Ibn al-Yazzar de Túnez) y los más recientes del siglo
XIV (Ibn Luyun, Almería).
c. Los zejeleros de la España musulmana y las jarchas mozárabes.
A los testimonios anteriores hemos de sumar las numerosas voces y frases
enteras, en romance, que nos transmiten en sus cancioneros los zejeleros
andalusíes, en especial Ibn Quzman, o las canciones representadas en las
jarchas mozárabes. Los transmisores de las jarchas intentan, en la medida
que lo permite el sistema gráfico árabe, transmitir las voces romances tal
como eran pronunciadas por los mozárabes; por lo que estos testimonios
presentan rasgos romances mucho más acusados que los que nos ofrecen
los glosarios hispano-árabes.
d. Las inscripciones, la toponimia y la onomástica. Para la toponimia
menor y los nombres propios o apodos románicos son de especial
importancia los llamados Repartimientos, en los que aparecen inventariados
los nombres de predios y lugares, entre los que figuran algunos de origen
romance, que los árabes habían adoptado de sus predecesores.
e. El latín de los mozárabes. Los mozárabes mantuvieron, especialmente
en los primeros siglos, una importante literatura en latín. Pero en ese latín
afloran, a veces, rasgos vulgares.
A continuación, se muestran, a título de ejemplo, algunas jarchas y su traducción
al español (v. fig. 1).

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Figura 1. Jarchas con traducción

2.2. Rasgos fonéticos

2.2.1. Vocalismo y diptongación

Dada la poca adecuación que el árabe tiene para la representación de las vocales
(pocos signos y fácilmente omisibles), es muy difícil saber con exactitud el estado
vocálico de las voces romances a las que aluden, aunque abordaremos los
principales rasgos vocálicos. El vocalismo se funda en el de las siete vocales del
latín vulgar, con confusión de Ĭ = Ē y Ŭ = Ō.
1. Resultado de Ĕ/Ŏ (breves tónicas) del latín
Al lado de formas que ofrece un diptongo (Alalmediyella, burgiyellos, biyecho
‘viejo’, pozuwelo, duweña [Toledo]; Pedruelo, Azuela, Xilviela [Valencia]; Orihuella,
Mayuelo [Murcia]), encontramos otras en que es dudosa la lectura o en las que
hemos de leer necesariamente la vocal sin diptongar: Petruxella, Orioles, Orta
(Mallorca); Aurel, Avinferro, Alponti (Sevilla); Villanova (Sevilla).
Además de esos resultados (v. fig. 2), las vacilaciones ue, uo, o eran muy
fuertes en Andalucía: royuela, royola (lat. rubeola ‘de color rojizo’), morte.
Igualmente, en el caso de la Ĕ, cuando no es inicial es más frecuente la ausencia
de diptongo: lebre, pede, terra, bento. Probablemente, el estado de las vocales
era de intentos de alargamiento y distinción, lo que se traducía en una
incertidumbre para la transcripción y en una vacilación real en la pronunciación.
Finalmente, ejemplos como walyo o welyo < ŎCULUM, Luelh < LŎLIUM
(‘ballico, cizaña’), etc., prueban la diptongación también ante yod, como en
aragonés y en leonés, frente al castellano (v. fig. 3).
Por otro lado, el diptongo -ie- se reduce a -i- con frecuencia, sobre todo
ante -ll-. Este es un fenómeno típico del castellano, aunque entre los mozárabes
está atestiguada la vacilación: culebrilla/culebriella; tomillo/tomiello.
Así pues, por lo que se refiere a la doble solución de Ĕ/Ŏ (breves tónicas),
podemos explicarla diciendo que había poca uniformidad en las diversas zonas
mozárabes. Zamora Vicente (1989: 21) propone que las personas más arabizadas
pronunciarían sin diptongo, mientras las más vulgares lo pronunciarían.

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Por su parte, Galmés de Fuentes (1996: 103) afirma que la ausencia de


diptongación se debería a la fidelidad a normas arcaizantes de la lengua, como
influjo de la presión culta latinizante, a la inhabilidad de los copistas para
representar sonidos nuevos, o, en otro caso, como acomodación a las normas
gráficas del árabe, que no conocía diptongos ascendentes.

Figura 2. Diptongación espontánea en la España mozárabe.

Figura 3. Diptongación ante yod.

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2. Vocales finales. La -o final


En la pérdida de las vocales finales ha influido indudablemente la tendencia
arábiga. Así se explica la pérdida de -a y puede pensarse si algunos casos de
pérdida de -o final son arabismos más que ley fonética del mozárabe. Ejemplos de
pérdida de -o final son, por ejemplo: milán, lop, etc. La pérdida de o es muy
frecuente tras -n, -l, -z: zebollin (o), porcin(o), paniz(o), -ŎLU > -uel. También se
pierde en las palabras acabadas en -etu (kanet <CANNETU, actual Cañete), -atu
(ducat), -ariu (santair [santero], fornair [hornero]) y -elu (labrell [lebrillo]). No
obstante, existen también numerosos ejemplos de conservación: forqacho, arroyo,
miraqlo (Toledo); San Peydro, Longo (Murcia); Yelo, Sietmalos (Sevilla); etc. En
escrituras del siglo XII aparecen tanto kanet como kaneto.
Zamora Vicente (1989: 30) opina que, a pesar del posible influjo árabe, la
apócope parece propia del mozárabe. La antigüedad y el fuerte arraigo de la
apócope se demuestran con la abundancia verdaderamente extraordinaria de
topónimos y antropónimos que existen diseminados por todas las regiones de la
Península: Alfornel, Alportel, Souzel, Barcel, Mourel, Odiel, Muriel, Albuñel, etc.
Igualmente, a la vista de tantos y tan importantes casos, podemos considerar la
pérdida de -o como rasgo típico del habla mozárabe; por lo menos, parece claro
que es el más copiosamente atestiguado.
Es interesante destacar que la -e final vacilaba también: dolche (dulce),
dols (duz ‘dulce’), nuch (nuez). Algunas veces, esta -e final está representada
modernamente por -o, dilación usual en mozárabe: CORTICE> corcho, CORBIS>
corbo (corbe ‘canasto’).
3. Los diptongos decrecientes -AU- y -AI-
El diptongo -AU-, primario o secundario, se conserva en su forma originaria
siempre que la palabra esté en la zona suboriental: Tawrel, Pawlo (Toledo);
Auriolhez, Taupine < TALPINU (Mallorca); Abintauro (Valencia); Paulin, Aubina
(Sevilla); paulilla (‘palomilla, mariposa nocturna’), taupa (topo) (Granada); awtri
(otro), au < AUT (jarchas).
El diptongo -AI-, primario o secundario, se conserva en su forma originaria
o en su forma más evolucionada -ei-: Corbeira, Unqueira (Mallorca); Moschayra,
Abengameiro (Valencia); Leirena, Mayrena (Sevilla); conjair (conejero), carreyra
(Granada); fareyo, vivireyo (jarchas); baiga (vega), etc.
Al lado de los ejemplos de diptongación, encontramos algunos casos, en
mucho menor número, con reducción de los diptongos, que obedecen, sin duda, al
influjo de la lengua de los conquistadores, castellana o catalana. Zamora Vicente
(1989: 35) afirma que es de suponer que el siglo XIII sea el punto clave del
triunfo de la monoptongación en Toledo y Zaragoza, las regiones de mayor arraigo
mozárabe.

2.2.2. Consonantismo

1. La F- inicial se conserva frente al castellano: Fiqares, filyas (Toledo); Feliche


(Sevilla); forca (Granada); fermoso, filyo (jarchas).
2. G- + vocal palatal (e, i) e I- iniciales. Estas consonantes aparecen
conservadas en el habla mozárabe generalmente en forma de /y/, a
diferencia del habla castellana, que las perdía: Yelo, Yeneva (Valencia);
Yelves (Sevilla); yenayr ‘enero’ (Granada). Ejemplo en una jarcha:

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Garid voš, ay yerm an(i)ellaš


šim el habib non vivreyo
Sin embargo, en algunas zonas este sonido se refuerza y se convierte en
/ž/ /Ʒ/ (similar a la velar sorda española /x/) y en otros casos se pierde
(enešta < GENISTA, onolyo < GENUCULU(M); Onoios e Ynojos, Uncina
[Sevilla]).
Zamora Vicente (1989: 36) indica que, ante vocal posterior (u) I-
evolucionó asimismo a /y/: yunio, yulio, Yuncos (Toledo), Yunco (Almería),
Yunquera (Málaga), etc.
3. La L- inicial (v. fig. 4). Su evolución en mozárabe sigue siendo una cuestión
muy debatida. Menéndez Pidal (1986[1926]: 239-240) defiende la
palatalización basándose en algunos ejemplos aislados: yengua buba
< LINGUA BUBULA (‘lengua de buey’), yuca < (A)LUCA (‘lechuza’) y el
topónimo soriano Los Llamosos, derivado de “lama”. Sin embargo,
Corominas opina que las formas yengua y yuca representarían un yeísmo
mozárabe, aunque Galmés de Fuentes (1996: 104) considera que no se
trata de yeísmo, sino resultado del sistema gráfico del árabe al internar
representar estas formas palatales iniciales. Otros ejemplos: Llavajos
(Jaén), Llames (Málaga).

Figura 4. Tratamiento de l- inicial.

4. Los grupos iniciales CL-, PL-, FL- (v. fig. 5). Los dialectos mozárabes
mantienen estos grupos sin modificar, como ocurre en los dialectos de la
Península, frente a la palatalización del castellano, del leonés y del
portugués: Locoplan (Mallorca), Plema (Murcia), Plan (Sevilla), plantayn
(Granada).

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Además, como señala Zamora Vicente (1989: 37), abundan los testimonios
que revelan tendencia a desarrollar una vocal entre los dos elementos del
grupo consonántico (anaptisis): BLITA > bilita (‘bledo’) y bilitella ('acelga'),
CLAUSTRO > calauxtro, CLOCCA > coloca (‘clueca’), FLORE > folor.

Figura 5. Tratamiento de grupos iniciales con L (PL-, CL-, FL-).

5. Las correspondencias de las sibilantes. En las voces mozárabes, las


continuaciones de la s latina están representadas de forma regular por shin
, que representa una prepalatal fricativa sorda /š/ /ʃ/, lo que prueba el
carácter ápico-alveolar de la s mozárabe: balleštayroš, moška, Yušto
(Toledo); šanarad, ešte (jarchas). A veces, se hace dental en SAPONE >
çabon.
6. Realización palatal de C+e, i, CY y TY. En un número importante de voces,
el mozárabe aparece anclado en una etapa palatal (/ʧ/=/ĉ/), más
arcaizante: qalabachaš, dechember, Montichel, chirbal (‘ciervo’), qorachon,
dolche. En los testimonios en caracteres latinos también tenemos grafías
que indican realización palatal: Petrutxella, Fontitx (Mallorca); Xinquer,
Chinqueir (Valencia). Estos grupos alcanzaron a veces la realización dental
(qalabaças, terçero, conçich [‘concejo’], roçin, taça) y, en algunos casos, se
ha confundido con s: CIBARIA> sibaria, chibaria (‘trigo’), cabeza <CAPITIA,
massana <MATIANA.
7. Las consonantes sordas intervocálicas. Otra cuestión compleja del
mozárabe es la de la posible conservación o sonorización de las
consonantes sordas intervocálicas del latín (-P-, -T- y -K-). Parece evidente

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que, antes de la llegada de los árabes y en territorio que posteriormente


había de ser poblamiento mozárabe, se practicó la sonorización, según
puso de relieve Menéndez Pidal (1986[1926]: 253 y ss.): pontivicatus
(Guadix), inmudavit (Mérida). De este modo sabemos que en todo el
territorio peninsular sonorizaron tempranamente.
Sin embargo, es también cierto que gran parte de los mozarabismos
transmitidos por los árabes ofrecen consonante sorda, cuando intervocálica,
para -P- y -T- (ya que no existe en el sistema fonológico árabe una bilabial
sorda). Esto, no obstante, no significa necesariamente, la ausencia del
fenómeno de sonorización.
8. Resultados de -LL- y -LY-, -C’L-: los dialectos mozárabes distinguen entre
los resultados del primer grupo (-LL-) y los del resto. Así, -LL- no parece
haber alcanzado la palatalización: billa (‘villa’), qollo (‘gallo’), qabillu <
CAPILLU, pullicar (‘pulgar’) <PULLICARIS, etc. Es una realización todavía
geminada de -LL- latina. Frente a estas formas, para los otros dos grupos
encontramos una realización palatal: belyo (‘viejo’), qonelyero (‘conejero’),
filyo (‘hijo’), welyo (‘ojo’), etc. Así se ve en la siguiente jarcha:
Enfermiron welyoš [n]idioš
Enfermaron los ojos nidios

9. Grupos -KT-, -ULT-, -KS-. En primer lugar, encontramos para estos grupos
el cambio de la primera consonante oclusiva en fricativa: lahtayruwela
(‘cuajaleche’, planta), nuwohte (noche). Pero en los dialectos mozárabes no
faltan ejemplos que presentan la vocalización románica, más avanzada, de
la primera consonante: eleyto (‘electo’), layt (‘leche’) (en la zona toledana).
Incluso encontramos en las voces mozárabes formas en que la yod ha
palatalizado la segunda consonante, lo que da como resultado el sonido
africado [ĉ]: lechuga, lecheyro para el grupo -KT- y cochit (pl. ár. de coxus
‘cojo’) para el grupo -KS-. Podríamos pensar que estos ejemplos son
castellanismos en el mozárabe de Toledo, sin embargo, en otros puntos
donde no es pensable un influjo castellano, encontramos, a veces, la
palatalización: felech, felecho, felecha, felechon < FILICTU (‘helecho’).
10. Grupos -SCe,i- y -STe,i-. Como en los demás dialectos circundantes del
castellano, -SCe,i- se hizo palatal /š/: CRESCERE > crešer.
Por su parte el grupo -ST- da /š/ y también interdental /θ/: CASTELLA>
Cazalla.
11. Resultados de la -L implosiva. En mozárabe es frecuente la vocalización de
esta consonante, no solo en los casos de al+consonante: šawt (soto)
(Toledo); awtri < ALTERU(M), fogore <FULGORE (jarchas).
12. Otros grupos consonánticos latinos:
A) Grupo -TR-. Frente a una tendencia románica muy generalizada hacia la
reducción de -r-, en mozárabe se conserva: Petruxella, Petra (Mallorca);
Petrayra (Murcia); petraucha (Granada); matre (jarchas).
B) Grupos -BY- y -DY-. Encontramos dos soluciones diferentes: a)
conservación (Qorral Rrubiyo, mediyana); b) palatalización (Barba Rroya,
rroyo). Di detrás de consonante da ch: VIRDIA> bercha (> berza).
C) Grupos -MB-, -ND-. Se conservan, a diferencia del castellano: Qolomba,
Palumber, Solanda, Goronda, Alumber, Andilla, Cambero.

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D) Grupos -NF-, -RS-, -NS-. Se produce una asimilación de consonantes:


ifante (‘infante’), anibesario, Alfós.
13. Grupos romances intervocálicos. En la evolución de estos grupos, el
mozárabe, en general, se muestra muy conservador:
i. Grupo -m’n-: se mantiene: domno, loš omneš.
ii. Grupo -m’r-: Qamrelloš (hoy Cambrillos).
iii. Grupo -m’t-: šemtayr(o) (sendero, qomte <COMITE (Toledo).
iv. Grupo -b’t-: cobtil, cubtill (codo).
v. Grupo -t’l-: qabidlo < CAPITULU(M) (‘cabildo’).
14. Trueque de consonantes. Trueque de -l- y -r-: corçal (corsario), chiqala
(cigarra), fanar (fanal).
15. Consonantes finales. Según Zamora Vicente (1989: 49), por influjo del
árabe se usan como finales muchas consonantes extrañas: lop (lobo), calápac
(galápago), panich (panizo), etc.

2.3. Rasgos morfológicos

Estos rasgos son extraídos fundamentalmente de las jarchas, ya que no son


deducibles de otras fuentes:
a. Rasgo arcaizante: conservación de la -D final en la preposición AD: ad
mibi.
b. La copulativa se conserva como ed < ET, ante palabra que comienza por
vocal: edaún, ed-él.
c. El infinitivo del verbo mantiene la -E final, expresamente grafiada en
demandare, o exigida por la rima en dormire y matare.
d. Un rasgo de gran arcaísmo es el mantenimiento de la consonante final
en la tercera persona del singular, que ya se perdía en el latín vulgar:
kiyered, venid, vernad, tornarad...
e. También es un rasgo conservador el mantenimiento, en la primera
persona del singular del futuro románico, de la terminación ey(o):
sanarey(o), vestirey(o), amarey(o).
f. El mismo diptongo se mantiene en la terminación del pretérito perfecto
-AVI > -ai > ei: adamey (adamé ‘amé, cortejé’).
g. Algunas formas especiales del verbo ir, derivadas de VADERE: vey, vade,
vayades, vayse.
h. En cuanto al pronombre personal, se conservan, para el complemento
indirecto, los notabilísimos arcaísmos mibi y tibi.

Aparte de estos rasgos que se descubren en las jarchas mozárabes, podemos


añadir algún otro que se deduce del resto de la documentación:
i. Los plurales femeninos en -as aparecen junto a plurales en -es (de
singulares en -a) repartidos por toda la Península: petras, rosas, magraneš
(milgranas, granadas), paumes (palmas); Pitres, Caniles (hoy Canillas),
Fornes, Oliveres (Granada); Perules y Siles (Jaén); Naves (Cáceres).
ii. En algunas zonas, frente a la oposición que se establece en español
entre -a/-o, -os/-as, Ø/-es, en mozárabe tenemos -a/-o, -u; -as, -es/-os.

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iii.a. El sufijo -en, -ena que aparece en los topónimos es abundante en el


mozárabe meridional: Buyena, Librena, Guillena, Macarena.
iii.b. El sufijo -et, -eta es muy común en el mozárabe levantino (Canet,
Campanet [Mallorca]), así como en la zona meridional (Tageret, Ombret,
Loret, Tagareta, Lobet [Sevilla]), en donde no es pensable una influencia de
conquistadores catalanes; por tanto, esto confirma la opinión de que es un
sufijo particularmente favorecido en mozárabe.
iv. Hay una serie de sufijos típicos de la zona central: -ŎLU(M), Carcahuel;
-ĔLU(M), Daimiel.
v. El artículo masculino el se mezcló al árabe al, y así ha llegado a nosotros
en numerosos mozarabismos: alcanfor, alcancil (alcaucil ‘alcachofa’),
alcornoque, almorta, alpiste. Es reconocible en numerosos topónimos:
Almonte, Albuñol... Se soldó también a algunas palabras: PAPAVERA>
apapaura> amapola.
vi. Como demostrativo est, este son las formas atestiguadas.
vii. El pronombre personal es eo (‘yo’); tú (‘tú’); ellu, él para la tercera
persona; vos como segunda de plural.
viii. Posesivos. El pronombre posesivo de primera persona singular
masculino es meu; se usa ma para el femenimo. El posesivo de segunda
persona es tu.
¡x. Las formas de ser aparecen diptongadas: tú yes, él yed.

2.4. Rasgos sintácticos

La única fuente válida para estudiar la sintaxis mozárabe la tenemos en las


jarchas. Veamos algunos de los rasgos más destacados, a continuación:
a. Igual que en el español antiguo, el artículo estaba menos extendido que
en el español clásico y moderno. Así, se suprime el artículo frecuentemente,
como en español antiguo:
 Cuando el sustantivo estaba determinado por un complemento
con de: “vasallos de mio Çid”.
 Cuando el sustantivo es término de preposición: “si nos
moriéramos en campo, en castillo nos entrarán”.
 El sustantivo en función de sujeto se emplea en sentido
genérico: “rey bien puede...”.
 El sustantivo era nombre de grupo, de clase o de oficio:
“moros lo reciben por la seña ganar”.
b. Empleo del dativo ético, tan característico en la literatura tradicional:
“gárreme, ¿kand me vernad mon habibi...?”.
c. Elipsis, sin duda por influjo del árabe, del verbo copulativo: “kom(o) si
filyuwol(o) alyeno” ‘como si (fuese) hijito extraño’.
d. También por influjo del árabe se produce la elipsis del relativo: “tan mal
me duwóled li-l-habib, (que) enfermo yed”, “tant-amare, [que]
enfermeron…”.

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¬ Bibliografía

Galmés de Fuentes, Álvaro (1996): “Mozárabe”. En M. Alvar (dir.), Manual de


dialectología española: el español de España. Barcelona: Ariel, pp 97-110.
García de Diego, Vicente (1978[1946]): Manual de dialectología española. Madrid:
Ediciones Cultura Hispánica.
Menéndez Pidal, Ramón (1986[1926]): Orígenes del Español. Estado lingüístico de
la Península Ibérica hasta el siglo XI. Madrid: Espasa.
Zamora Vicente, Alonso (1979[1960]): Dialectología española. Madrid: Gredos.

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